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Mediante esta alquimia microbiana esa bacteria, que ha demostrado ser tremendamente
resistente a la mencionada sustancia tóxica (hasta 25 veces más resistente de lo que se
pensaba previamente) se la alimenta con el oro clorídrico y al cabo de una semana de
"digestión" el "residuo" excretado resulta ser el preciado metal.
Brown y Kashefi han alimentado las bacterias con cloruro de oro, imitando el proceso
que ocurre en la naturaleza. En aproximadamente una semana las bacterias
transforman las toxinas y producen una pepita de oro.
Esta 'obra de arte' toma una serie imágenes realizadas por un microscopio electrónico
de barrido. Utilizando las antiguas técnicas de iluminación de oro, Brown ha conseguido
que cada impresión contenga parte del metal producido en el biorreactor.
"Esto es la neo-alquimia. Cada parte, cada detalle del proyecto, es un cruce entre la
microbiología moderna y la alquimia", ha explicado Brown. "La ciencia trata de explicar
el mundo fenomenológico. El arte tiene la capacidad de impulsar la investigación".