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WILLI MARXSEN

¿QUIÉN SE COMPORTÓ CORRECTAMENTE EN


LA DISPUTA DE ANTIOQUÍA, PEDRO O PABLO?
Sündige tapfer. Wer hat sich beim Streit in Antiochien richtig verhalten?, Evangelische
Kommentare, 20 (1987) 81-84

La distinción de Max Weber entre una ética que se atiene a la conciencia


(Gesinnungsethik) y otra que considera los resultados de nuestra acciones
(Verantwortungsethik) se ha usado a menudo en la discusión sobre las decisiones
políticas del cristiano. ¿Cuál de las dos debe tener la primacía? Como estudioso del N.T.
y consciente de que no es fácil dar una respuesta incuestionable, voy a tratar de aclarar
algo dicha discusión a partir del ejemplo de la disputa de Pedro y Pablo en Antioquia
sobre la participación en una misma Cena de los judeo-cristianos y de los cristianos
venidos del paganismo.

La discusión de Antioquia

En Ga 2, 11, Pablo comienza por explicar que tuvo una enérgica discusión con Pedro a
fin de hacerle comprender que éste había obrado mal cuando, habiendo participado
primero con cristianos venidos tanto del judaísmo como de la gentilidad en una misma
Cena (agape), después, ante la presencia de los "circuncisos" venidos de Jerusalén,
prefirió hacerlo sólo con los judeo-cristianos. En la carta, con todo, no se muestra que
Pablo hubiera convencido a Pedro. Más aún, parece ser que Pablo no logró su propósito
ni con Pedro ni con los que seguían a éste, de modo que se uniesen en una misma
celebración con los cristianos venidos de la gentilidad. El dilema se planteaba en los
siguientes términos: a los judíos les estaba prohibido participar con los gentiles en una
misma mesa. Ellos, al hacerse cristianos, querían continuar siendo judíos. ¿Cómo
solucionar el conflicto?

¿Pedro el hipócrita?

En la carta a los Gálatas (2,11) se exponen las razones que tenía Pablo para reprender a
Pedro, pero no las que Pedro tomó en consideración para actuar, ante los circuncisos
venidos de Jerusalén, del modo que lo hizo. Estas razones pueden ser descubiertas si
atendemos a las alusiones que el mismo Pablo hace en su censura.

Bajo la acusación de hipocresía pone Pablo de manifiesto que Pedro al separar a los
cristianos venidos de la gentilidad del "agape", por miedo a los "circuncisos" venidos de
Jerusalén (Ga 2,12), obra en contra de sus propias convicciones (Ga 2,14). Este miedo
no provenía de los judeocristianos residentes en Antioquia, sino de los visitantes de
Jerusalén, es decir, de los que pertenecían a la iglesia de Santiago.

Los hechos mencionados por Pablo en Ga 2,1-10, aclaran la cuestión. Se trataba en


aquel entonces del problema de la "circuncisión". Cuando Pablo subió a Jerusalén para
reunirse con los otros apóstoles, columnas de la iglesia judeocristiana, iba acompañado
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por Tito que era un cristiano procedente de la gentilidad. Ante el problema suscitado por
los cristianos de Jerusalén de si Tito debía ser circuncidado, Pablo subraya que tal cosa
no era necesaria. Esto, sin embargo, no quiere decir que para los cristianos de aquella
ciudad no fuera éste un problema difícil de comprender.

El Dios exigente e inflexible del A.T.

La "circuncisión" era para los judíos un mandato imperativo que, por una parte,
adscribía a quien la recibía al pueblo de Dios y, por otra, lo sometía a la Ley. Sin
embargo, hay que subrayar que aquí no se trataba de una mera sumisión a la Ley, es
decir, no se trataba de un problema meramente ético, sino también y muy
destacadamente de un problema teológico. Esto aparece con toda claridad a propósito de
los fariseos. Para éstos la cuestión no estaba en la observancia estricta de la Ley, sino de
lo que con tal observancia se pretendía lograr, a saber: el reconocimiento de los "propios
méritos" por parte de Dios (cfr. Lc 18,9-14). Según la concepción farisaica, Dios es un
ser exigente e inflexible que sólo reconoce a aquellos hombres que se atienen con todo
rigor a la ley. El pagano, pues, que se dejaba circuncidar, no sólo quedaba obligado a
guardar la Ley, sino que con ello reconocía a Dios como Aquél que imponía a los
hombres las condiciones para que "éste se justificara a sí mismo" ante El.

El Dios salvador del N.T.

Ahora bien, la imagen que de Dios tiene Jesucristo es enteramente distinta. Jesús nos
habla del Padre que ama a sus hijos "desde el principio", es decir, mucho antes de que
éstos estuvieran en situación de hacer algo meritorio ante El. Con ello pierde la Ley su
antigua función. El Dios revelado por Jesús es un Dios adorado por la comunidad que
libremente se adhiere a El. El cumplimiento de la Ley es "efecto" de esta unión con El,
sin que previamente exista la "necesidad" de que el hombre se autojustifique a sí
mismo. En lugar del "tú debes", aparece el principio de la comunión "Conmigo, tu
puedes".

El conflicto

En esta libertad vivieron los judeocristianos de Jerusalén. Ahora bien, debido a que esta
libertad consiste en un quedar libre de la coacción que viene de la Ley, aquellos
creyentes fácilmente podían entrar en conflicto con los judíos de su entorno. En
cualquier caso, nadie ponía en cuestión la validez de la Ley como camino que conduce a
Dios. Esto tampoco lo negaban los cristianos, aun cuando ellos, que se sabían en
comunión con Dios, no necesitasen de ella.

Acuerdo tras el apretón de manos

En la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén se podía discutir la actitud de los


cristianos con respecto de la Ley. De cara al exterior esta cuestión no ofrecía ninguna
dificultad. Sin embargo, otra cosa muy distinta acontecía con el tema de la
"circuncisión". Su rechazo u omisión llevaba consigo la persecución y el destierro. Por
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ello, no es de extrañar que se mantuviera esa costumbre. De acuerdo con esta situación,
los apóstoles se repartieron la Misión: Pedro debía predicar entre los "circuncisos";
Pablo, que de nuevo retornó a Antioquía, entre los "incircuncisos". Tal decisión fue
ratificada con un apretón de manos (Ga 2,9-10).

El dilema de Pedro en Antioquia: conciencia y responsabilidad moral

No se puede decir que el pacto alcanzado ofreciera una solución clara al problema.
Ciertamente ambas partes coincidían en lo fundamental, pero en la práctica era preciso
transigir con la "circuncisión", si se quería la supervivencia de la iglesia de Jerusalén.

Todo lo cual debe tenerse en cuenta si se quiere entender lo que aconteció. en


Antioquía. Cuando Pedro participa en el "agape", ,junto con judeocristianos y cristianos
provenientes de la gentilidad, lo hace por propio convencimiento (ética de la
conciencia). Así lo sostuvo él en el acuerdo llevado a cabo en Jerusalén con los demás
apóstoles.

¿Es lícito censurar a Pedro de hipócrita cuando, con ocasión de los cristianos
"circuncisos" venidos de Jerusalén, renuncia a la celebración conjunta de circuncisos e
incircuncisos? De no haberlo hecho así ¿no se hubiese podido suscitar la sospecha en la
Ciudad Santa de que los cristianos no observaban la Ley, poniendo así en peligro la
supervivencia de aquella comunidad? Los argumentos de Pedro que justificarían su
posición, debieron ser sólidos, puesto que no sólo convenció a Bernabé sino también a
todos los demás cristianos de Antioquia. Pablo, no obstante, se opuso radicalmente,
puesto que consideraba que Pedro debía atenerse a lo acordado en Jerusalén.

¿Por qué Pedro no mantuvo su palabra? Esto hay que entenderlo a partir de la situación
en que se encontraban los cristianos de Galacia. Si en este caso se hubiera pretendido
circuncidar a los gálatas, tanto Pablo como Pedro se hubieran opuesto con razón, pues
ambos estaban de acuerdo en lo fundamental. El problema ahora, sin embargo, consistía
en si había que decidir en la práctica concreta ateniéndose sólo al "principio" (ética de la
conciencia), o si era preciso tomar en consideración "las circunstancias" para lograr un
efecto bueno (ética de la responsabilidad). Ahora bien, puesto que nadie puede prever
con certeza cuáles serán las consecuencias de una acción, no se puede decidir sobre cuál
de las dos actitudes, la de Pablo o la de Pedro, sería la correcta. Cada uno deberá
proceder de conformidad con su propio juicio. Pablo debería contar con el peligro que
representaba para la comunidad de Jerusalén si exigía a Pedro que celebrara el "agape"
unido a cristianos judíos y gentiles. Pedro, por su parte, corría el riesgo de poner en
peligro la unidad de la comunidad de Antioquia, para salvaguardar la existencia de la de
Jerusalén.

Ética de la conciencia y de la responsabilidad

Aquí no se trata de que Pablo se atuviera a una "ética de la conciencia" y Pedro a una
"ética de la responsabilidad". Esto supondría que Pablo carecería de responsabilidad, en
tanto que Pedro no tendría conciencia moral. No, más bien hay que suponer que uno y
otro querían, mediante su decisión concreta, hacer aquello que debían. A causa de la
situación tensa en que ambos se encontraban, se mostró un conflicto de deberes que
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hacía imposible formular una clara solución. En cualquier caso, aquél que tiene que
decidir sólo puede hacerlo asumiendo la responsabilidad de las consecuencias que de su
acción puedan seguirse.

Un ejemplo sencillo se da en aquel cristiano que ante la agresión que padece tiene que
optar por "ofrecer la otra mejilla" siempre que prevea que se seguirá un bien mayor para
aquél que le hiere. En efecto, "ofrecer la otra mejilla" igual puede contribuir a la
conversión del que ofende, que a provocarle una mayor exacerbación. El cristiano debe
decidir a la luz del "principio" (ética de la conciencia), pero teniendo en cuentas las
"circunstancias" (ética de la responsabilidad). Por esta razón la discusión que se dio en
aquel entonces en Antioquia conserva siempre su actualidad. Puesto que es inevitable
que se tenga que asumir el riesgo de una acción cuyas consecuencias nadie puede con
certeza prever.

Tradujo y extractó: JOSE ALEU

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