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La santidad: una llamada para todos

 
La Iglesia necesita santos, no superhéroes. Desde los primeros pasos después de su
elección como Sucesor de Pedro, Francisco se ha centrado en el tema de la santidad
en la Iglesia y, en varias ocasiones, ha trazado no sólo un perfil con los rasgos que
distinguen a los santos, sino que ha indicado precisamente qué no es un santo.
El 2 de octubre de 2013, en una de las audiencias generales de su primer año de
pontificado, subrayó que la Iglesia "da a todos la oportunidad de caminar por el
camino de la santidad, que es el camino cristiano hacia el encuentro con Jesús".
La Iglesia, observa, "no rechaza a los pecadores", los acoge y los invita a dejarse
"contagiar por la santidad de Dios".
Al final de esa catequesis, el Papa citó al escritor francés Léon Bloy quien declaró, en
los últimos días de su vida, que "sólo hay una tristeza en la vida, la de no ser santos".
Los santos no son superhéroes, sino amigos de Dios
 Los Santos, subrayó el Papa en la primera Fiesta de Todos los Santos que celebró
como Pontífice, el 1 de noviembre de 2013, son "los amigos de Dios", porque en su
vida "vivieron en profunda comunión con Dios.
Por lo tanto, Francisco traza un retrato de los santos que, advierte inmediatamente,
"no son superhéroes, ni nacieron perfectos".
Los santos, reitera, "son como nosotros, como todos nosotros", han vivido "una vida
normal", pero han "conocido el amor de Dios" y "lo han seguido incondicionalmente,
sin límites ni hipocresías".
¿De qué manera se reconoce entonces esta Santidad?
 "Los santos -responde el Papa- son hombres y mujeres que tienen alegría en sus
corazones y la transmiten a los demás".
La alegría, por lo tanto, es un sello distintivo de los santos, a diferencia de esa "cara
de funeral" que, como dice el Obispo de Roma muchas veces, tienen algunos cristianos
que no viven bien su fe.
Todos los cristianos están llamados a la santidad, nadie está excluido
 Otra característica de los santos es la humildad. En su homilía matutina en Casa Santa
Marta, el 9 de mayo de 2014, Francisco se enfoca en la figura de San Juan Pablo II.
Y observa que "el gran atleta de Dios" termina "aniquilado por la enfermedad".
Humillado como Jesús ". El testimonio de Karol Wojtyla, recuerda Francisco, muestra
que la regla de santidad "es disminuir para que el Señor crezca”, y para esto
necesitamos "nuestra humillación".
Nada más lejos de la imagen de personas con "superpoderes". "La diferencia entre los
héroes y los santos - explica nuevamente en esa homilía - es el testimonio, la imitación
de Jesucristo: seguir el camino de Jesús".
Incluso los santos tienen sus pecados, pero saben cómo arrepentirse y pedir perdón
 

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Por otra parte, Francisco pone en guardia sobre la idea de que ser santo no es poner
“cara de estampita” .
Es algo mucho más profundo y está alimentado por gestos, "muchos pequeños pasos",
que todos pueden hacer donde vive y trabaja. "Cada fase de la vida, es su
exhortación, conduce a la santidad, ¡siempre!".
Un año después, el 1 de noviembre de 2015, en la misa celebrada en el cementerio de
Verano, en Roma, Francisco destacó que el "camino para alcanzar la verdadera
felicidad es la santidad".
Y señaló que los santos son mansos y pacientes. "Un camino, el de la mansedumbre y
la paciencia, que Jesús ha recorrido".

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«[La santidad] camino de libertad pero en tensión de esperanza hacia el
encuentro con Jesús»
En los momentos de la prueba, no volver a los esquemas del mundo que quitan la
libertad. Es necesario, en cambio, permanecer en el camino hacia la santidad. Lo
recordó el Papa en la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta
Ser santo no es tener cara de estampita
El Papa parte de la Primera Lectura del día (1Pe 1,10-16) en la que Pedro invita a
caminar hacia la santidad: es la llamada a la santidad, que es la llamada normal, es la
llamada a vivir como cristianos, es decir, vivir como cristiano es lo mismo que decir
“vivir como santo”. Muchas veces pensamos en la santidad como algo extraordinario,
como tener visiones u oraciones elevadísimas… o algunos piensan que ser santo
significa tener una cara de estampita, …no. Ser santos es otra cosa. Es caminar en
esto que el Señor nos dice sobre la santidad. Y , ¿qué es caminar sobre la santidad?
Y.. Pedro lo dice: “pongan toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando se
manifieste Jesucristo”.
Caminar hacia la luz
“Caminar hacia la santidad” consiste, por lo tanto, en caminar hacia aquella gracia que
nos viene al encuentro, caminar hacia la esperanza, estar en tensión hacia  el
encuentro con Jesucristo. Es como cuando se camina hacia la luz: muchas veces no se
ve bien el camino porque la luz nos encandila. “Pero no nos equivocamos —nota el
Papa— porque vemos la luz y sabemos el camino”. Cuando, en cambio, se camina con
la luz a la espalda, se ve bien el camino: en realidad, sin embargo, ante nosotros hay
sombra, no luz”.
No regresar a los esquemas del mundo
Para caminar hacia la santidad es necesario “estar libres y sentirse libres”. El Papa
advierte, sin embargo, que hay muchas cosas que nos esclavizan. Por esto Pedro
exhorta a no conformarse a los deseos de un tiempo “cuando vivían en la ignorancia”.
También Pablo en la Primera Carta a los Romanos dice: “no se conformen”, lo que
significa: “no entren en los esquemas”:
“Esta es la traducción correcta de estos consejos —no entren en los esquemas del
mundo, no entren en los esquemas, en el modo de pensar mundano, en el modo de
pensar y de juzgar que te ofrece el mundo, porque esto te quita la libertad”. Y para
caminar sobre la santidad, es necesario ser libres: la libertad de ir mirando hacia la luz,
de ir hacia adelante. Y cuando nosotros regresamos, como dice aquí, al modo de vivir
que teníamos antes del encuentro con Jesucristo, o cuando volvemos a los esquemas
del mundo, perdemos la libertad”.
Sin libertad no se puede ser santos
En el Libro del Éxodo se ve, de hecho, cómo muchas veces el Pueblo de Dios no ha
querido mirar hacia adelante, hacia la salvación, sino volver hacia atrás. Se
lamentaban e “imaginaban la vida bella que pasaban en Egipto”, donde comían
cebollas y carne, evidencia Francisco. “En los momentos de dificultad, el pueblo vuelve
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retrocede”, “pierde la libertad”: es verdad que comían cosas buenas, pero en “el
comedor de la esclavitud”.
En los momentos de prueba, nosotros siempre tenemos la tentación de mirar hacia
atrás, de mirar los esquemas del mundo, los esquemas que teníamos antes de iniciar
el camino de la salvación: sin libertad. Y sin libertad no se puede ser santos. La
libertad es la condición para poder caminar viendo la luz adelante. No entrar en los
esquemas de la mundanidad: caminar hacia adelante, mirando la luz que es la
promesa, en esperanza; ésta es aquella promesa como pueblo de Dios en el desierto:
cuando miraban adelante iban bien; cuando sentían nostalgia porque no podían comer
las cosas buenas que les daban allí, se equivocaban y olvidaban que allí no tenían
libertad.
Los esquemas mundanos prometen todo y no dan nada
El Señor, por lo tanto, llama a la santidad de todos los días. Y hay dos parámetros para
saber si estamos en camino hacia la santidad: primero que todo, si miramos hacia la
luz del Señor con la esperanza de encontrarlo, y, luego, si cuando llegan las pruebas,
miramos hacia adelante y no perdemos la libertad refugiándonos en los esquemas
mundanos, que “te prometen todo y no te dan nada”. “Sean santos porque yo soy
Santo”: es el mandamiento del Señor. El Papa Francisco lo recuerda de nuevo en la
conclusión, para exhortar a pedir la gracia de entender bien qué cosa es el camino de
la santidad: “camino de libertad pero en tensión de esperanza hacia el encuentro con
Jesús”. Y también, a entender bien qué es volver hacia los “esquemas mundanos que
teníamos todos nosotros, antes del encuentro con Jesús”.

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La santidad de todos los días
El testimonio del cristiano es «24 horas al día», porque «empieza por la mañana cuando me
levanto y termina por la noche cuando me voy a la cama». Y es un testimonio sencillo,
anónimo, humilde, que no pretende reconocimientos ni méritos. El Papa Francisco reiteró la
eficaz imagen evangélica que exhorta a ser sal y luz del mundo para los demás, en la misa
celebrada el martes por la mañana, 12 de junio en Santa Marta.
El Pontífice propuso «solamente una reflexión que puede hacernos bien en nuestro
testimonio», como sugirió al principio de la homilía, refiriéndose al pasaje evangélico de
Mateo (5, 13-16). «El testimonio más grande del cristianismo —afirmó— es dar la vida como
hizo Jesús, convertirse en un mártir y testigo». Pero, añadió, «hay también otro testimonio:
el de todos los días, testimonio que empieza por la mañana cuando me levanto hasta la
noche cuando voy a la cama; el testimonio cotidiano, el simple testimonio habitual».
«El Señor dice que este testimonio es hacer como la sal y como la luz, es más, convertirnos
nosotros en sal y luz» explicó Francisco.
En realidad «parece poca cosa, porque el Señor con pocas cosas nuestras hace milagros,
hace maravillas».
Es por eso que, reiteró el Papa, «el cristiano debe tener esta actitud de humildad: solamente
buscar ser sal y luz». Ser, por tanto, «sal para los demás, luz para los demás, porque la sal
no se da sabor a sí misma» sino que está «siempre al servicio». Y es así también que «la luz
no se ilumina a sí misma» en cuanto que está «siempre al servicio».
«Sal para los demás», por eso, es la misión del cristiano: «Pequeña sal que ayuda a las
comidas, pero pequeña». Por otro lado «en el supermercado la sal se vende no por
toneladas» sino «en pequeños paquetes: es suficiente». Y después, prosiguió, «la sal no
presume de sí misma porque no sirve para sí misma: está siempre, está ahí para ayudar a los
demás, ayudar a conservar las cosas, a dar sabor a las cosas». Un «simple testimonio».
«El cristiano» por eso debe ser «sal» y después también «luz», insistió Francisco. Y «la luz no
se ilumina a sí misma: no, la luz ilumina a los demás, es para los demás, es para la gente, es
para ayudarnos en las horas de noche, de oscuridad». Es precisamente este el estilo de «ser
cristiano de cada día». De este modo entonces «el Señor nos dice: “Tú eres sal, tú eres luz”
— “¡Ah, es verdad! Señor es así, atraeré a mucha gente a la iglesia y haré...” — “No, así
harás que los otros vean y glorifiquen al Padre. Ni tampoco se te atribuirá ningún mérito”».
Y de hecho, explicó el Papa, «nosotros cuando comemos no decimos: “¡qué buena la sal!”».
Y «de noche, cuando vamos para casa, no decimos: “¡qué buena la luz!”. Ignoramos la luz,
pero vivimos con esa luz que ilumina».
«Esta es una dimensión que hace que nosotros cristianos seamos anónimos en la vida»
reiteró el Pontífice.
De hecho «no somos protagonistas de nuestros méritos, como ese fariseo: “Te doy gracias
Señor porque yo soy un santo”». Francisco repropuso «la sencillez del testimonio cristiano».

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Sugiriendo que «una bonita oración para todos nosotros, al final de la jornada, sería
preguntarse: ¿Hoy he sido sal? ¿Hoy he sido luz?». Precisamente «esta es la santidad de
todos los días» concluyó el Papa, deseando «que el Señor nos ayude a entender esto».

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