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Editorial

La postmodernidad nos ha mostrado los límites del mun-


do y del individuo. Los metarrelatos, aquellos que aspiraban
a dar cuenta del sentido de nuestro lugar en el universo, han
fracasado. La física cuántica y la deconstrucción le han dado
al ser humano, ése que nació con la modernidad y que aspi-
raba a explicarlo todo, un revolcón de humildad ¿Habitamos
en la paradoja de ser animales racionales en un mundo irra-
cional? ¿Se debe a eso la extraña fascinación que en nuestra
mente despiertan las paradojas?
La paradoja nos muestra, en cierto sentido y desde mucho
antes de que existiera la mecánica cuántica, los límites de la
razón, ese privilegiado instrumento del que tantas veces se
ha jactado a lo largo de su historia el ser humano. Todos los
cretenses mienten, dijo Epiménedes el cretense mucho antes
del gato de Schrodinger, y no podía ni estar mintiendo ni
estar diciendo la verdad. En Bartelby el escribiente, de Mel-
ville, el tal Bartelby es, como indica el título, un escribiente
que, cada vez que su jefe le pide que escriba algo, responde:
preferiría no hacerlo, y no lo hace. La paradoja del escribien-
te –el escritor- que no escribe, la literatura como animal ase-
diado por el silencio.
Preferiría no hacerlo es una revista que pretende hacer -y
en la paradoja se recrea- de la literatura un divertimento. De
ella venimos y hacia ella andamos, construimos un mundo
al cual ir, lo construimos poco a poco, partiendo de las pa-
labras y de la apertura de horizontes que la posmodernidad
nos dio. Somos la aporía del mundo, el espíritu crítico que
encuentra en la literatura su sitio más querido, el lugar privi-
legiado en el que se transforma –se genera- la realidad. Par-
timos de la negación del escribiente Bartelby para reaccionar
contra el mundo lógico y nos dejamos embarcar en el río
de la resignificación del nuestro. Venimos de la frontera, de
la orilla, de lo extraterritorial, para decir nada y todo, para
decirnos que somos el mentiroso de Creta y sólo decimos la
verdad.
Índice Enero 2011

Presentación

Ficciones Relatos

10 Raúl Del Valle CULEBRILLAS MACHETEADAS Reflexiones literarias de un filósofo desorientado y


Poesía a domicilio
12 Ollin Rafael METALEPSIS El último hombre sobre la tierra y Confusión
18 David Roas HORROAS Palabras
22 Albert Mesas CUESTIÓN DE ESTILO Una vez oí contar y Re-elección
26 Inma Ponce Torres Antropofagia
27 Anaïs Egea El maletín
28 Daniel Bolsa Creaciones

Bestiario Microrrelato

32 Ollin Rafael La cinta de Moebius


32 Josep Antoni Roig Microvida
32 Raúl Del Valle Vida Conyugal y Cambio de papeles
34 Laura Carreras Libros en cajas
35 Daniel Bolsa Y entonces... y La pistola de Chéjov

4 Preferiríanohacerlo Enero 2011


Tubo de Ensayo Crítica
4
38 David Roas La literatura del no: Bartleby y compañía
44 Victor Gómez Pin Destrucción de los trascendentales y Apólogo de la presencia de un intruso
48 Raúl del Valle Tengo una tontería en el coco

Interlunio Poesía
54 Inma Ponce Torres
Maite Martí Vallejo
Zoramena

Libros
62 Antonio Marco Greco El cerdo es un don de Alá, de Marco Greco
64 Violeta Serrano Historia del silencio, de Pedro Zarraluki
66 Maria Fortuny Logofagias, de Túa Blesa

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Presentación
La literatura del no: vegetales en el desierto
El desierto es un lugar en apariencia carente de vida, sus condiciones extremas de humedad
y temperatura hacen prácticamente inconcebible la vida orgánica tal y como normalmente la
entendemos. Y sin embargo hay vida en el desierto: reptiles que se entierran en la arena durante
las horas centrales del día para evitar morir achicharrados, insectos que se desplazan a tal veloci-
dad que sus minúsculas patas apenas tocan el suelo, matorrales de treinta centímetros de altura
que hunden sus seiscientos metros de raigambre en las inestables dunas, arbustos nómadas con
las raíces al aire que se dejan transportar por el viento en busca del más mínimo resquicio de
humedad ambiental… Incluso en los hábitats más adversos, la vida desarrolla estrategias para
instalarse: en el fondo del océano, junto a chimeneas sulfurosas, se han encontrado peces que
han aprendido a respirar azufre.
De un modo parecido, la autoexigencia de no repetirse –motor oculto del devenir literario-,
ha conducido a la literatura a la búsqueda de sus propios límites. Si todo está dicho ya, ¿puede
seguir diciéndose algo? Ésta parece ser la pregunta que subyace a toda una corriente literaria
que atraviesa la literatura del siglo XX y extiende sus ramas hasta la del XXI, una tendencia
que parece conducir a los escritores hacia un abismo de silencio y que ha sido definida por Vila
Matas como literatura del no y en la que se encuentra el único camino que queda abierto a la
auténtica creación literaria; una tendencia que se pregunta qué es la escritura y dónde está y
que merodea alrededor de la imposibilidad de la misma y que dice la verdad sobre el estado de
pronóstico grave –pero sumamente estimulante- de la literatura (Bartleby y compañía).
La literatura del no tiene un texto fundacional y un personaje emblemático. El texto fun-
dacional es la Carta de Lord Chandos, del escritor alemán Hugo Von Hofmannsthal, donde
Chandos le explica a su amigo Francis Bacon su renuncia a toda actividad literaria pues, a fuerza
de desconfiar en el lenguaje, las palabras se le desintegraban en la boca como saetas mohosas,
haciéndole perder por completo la capacidad de pensar o hablar coherentemente sobre ninguna
cosa. El personaje emblemático es, claro, Bartleby y su conocida fórmula: preferiría no hacerlo,
fórmula que pone en crisis el lenguaje mismo al excavar una zona de indeterminación que hace
que las palabras ya no se distingan, hace el vacío en el lenguaje (Bartleby o la fórmula, Gilles
Deleuze).
Esta crisis de los mismos cimientos de la disciplina no es un fenómeno exclusivamente liter-
ario, tiene también su equivalente en otras disciplinas artísticas e incluso científicas o filosóficas.
Las propuestas musicales de John Cage no dejan de ser una manera de llevar a la música hasta
sus propios límites, ¿es música una pieza de cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio?
¿Qué es la abstracción con respecto a la pintura o la mecánica cuántica con respecto a la física?
Sin embargo, cual vegetal en el desierto, la literatura encuentra salidas a este callejón en apari-
encia sin ellas y, en lugar de caer en el silencio, encuentra formas que trascienden esa desconfi-
anza en las palabras, extiende sus raíces, aprende a respirar azufre, consigue, incluso, textualizar
el silencio como una forma de sobreponerse al asedio al que la somete el silencio mismo.
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Ficciones

Raúl Del Valle CULEBRILLAS MACHETEADAS


Reflexiones literarias de un filósofo y Poesía a domicilio

Ollin Rafael METALEPSIS


El último hombre sobre la tierra y Confusión

David Roas HORROAS


Palabras

Albert Mesas CUESTIÓN DE ESTILO


Una vez oí contar y Re-elección

Inma Ponce Torres


Antropofagia

Anaïs Egea
El maletín

Daniel Bolsa
Creaciones

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CULEBRILLAS MACHETEADAS
Raúl del Valle

Reflexiones literarias de un filósofo desorientado


Todo lo que somos es una amalgama de recuerdos
inevitablemente deformados, percepciones sensibles
que, a partir de una serie de datos, construyen en
nuestro cerebro el mundo y un puñado de proyectos
que se saben, por definición, inalcanzables.
¿Qué somos sino la trayectoria que un cúmulo de
moléculas eventualmente asociadas recorren en el es-
pacio durante el tiempo que dura una vida? ¿Qué que-
da de una trayectoria más allá de sus huellas? ¿Somos
las huellas que dejamos? ¿Es posible la noción de au-
tor desde la vacuidad esencial implícita en esta visión
vectorial de la existencia? ¿Puede escribir una huella?
El autor no existe, de acuerdo, lo ha matado la pro-
pia deriva literaria. Pero entonces, ¿quién cojones
está escribiendo esto? Lo estás escribiendo tú, se me
podría contestar, tú eres el personaje que está escribi-
endo esto. ¿Pero cómo es posible que sea yo el respon-
sable de estas palabras si yo ni siquiera existía antes de
que estas palabras fuesen escritas?

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Poesía a domicilio
Le gustaba echar poemas en los buzones. Poemas al manillar pero, a cambio, poseía el encanto de ni
ciegos, sin destinatario concreto. Cada vez que es- siquiera poder ponerle un rostro al destinatario de sus
cribía uno, doblaba el folio un par de veces, se lo metía palabras.
en el bolsillo trasero del pantalón y, pasada la medi- Una noche, la casualidad hizo que un marido que
anoche, deambulaba por la ciudad hasta encontrar un regresaba a casa de madrugada y borracho entrara en
portal abierto e introducía el papelito por la ranura de el portal justo cuando él introducía el poema precisa-
un buzón cualquiera sin haber guardado copia alguna mente en su buzón. No tienes pinta de cartero, le soltó
del texto, era un poeta desprendido. el tipo apartándolo de un empujón. Abrió el buzón,
La costumbre le venía de su época de repartidor de desplegó el papel y, sin ni tan siquiera leer los versos,
pizzas. Casi siempre escribía algún verso en el dorso quizá viendo en aquellas líneas incomprensibles el
de las facturas antes de entregársela al cliente cor- germen de un futuro adulterio, la emprendió a golpes
respondiente. Uno de aquellos clientes –una chica con el poeta causándole contusiones por todo el cu-
joven y guapa a la que no le sentaron nada bien los erpo y varias fracturas: pómulo, un par de costillas y
diez minutos tarde que llegó la pizza por culpa de las tres dedos de la mano izquierda.
veleidades pseudoliterarias del pizzero- malinterpretó Por suerte no era zurdo, pero lo cierto es que nunca
el objetivo que perseguían los versos y llamó hecha más volvió a escribir un poema.
una furia a la pizzería para quejarse. A raíz de aquella
llamada se desencadenó un proceso que concluyó con
el despido del poeta.
Tampoco es que le apasionase su trabajo, no fue
ninguna tragedia. Lo único que iba a echar de menos,
además de conducir el ciclomotor las noches de lluvia,
era la posibilidad de distribuir sus versos a domicilio.
Fue entonces cuando adoptó la costumbre de buscar
un buzón cualquiera cada vez que conseguía rematar
un poema. No tenía la cosa promiscua de su época

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METALEPSIS
Ollin Rafael

Confusión
Aquel es un día como otro cualquiera: llueve suave- Intenta volver al libro pero al tomarlo descubre que
mente pero sin descanso, los árboles se agitan al rit- no reconoce ninguna frase; confuso, coge otro que
mo cálido del Mediterráneo y se inclinan como ado- tampoco le dice nada, revisa varios más al azar pero
radores de un extraño culto. Un rumor tormentoso no encuentra lo que busca. La confusión es la causa
cimbra el viento. del olvido, cada libro en aquella casa se encima a otro
Se despertó sin sueño después del profundo reposo y a otro y a otro más y no es capaz de sujetar ninguno,
que el Diazepan y el vino le habían otorgado. Sucedía sabiendo de manera inequívoca, que existe.
que en días como el de hoy algo parecía inquietar su Su caso es, en resumen, el siguiente: ha perdido por
espíritu ya de por sí sensible. Más que el cambio, la completo la capacidad de pensar coherentemente so-
calma hacía que un ligero temblor habitase su cuerpo. bre ninguna cosa. Los pensamientos, suyos y de otros,
Ha decidido, después del primer café, que hoy se entremezclan. Ya no sabe si lo que lee, lo lee o lo es-
quiere leer todo lo posible. Como en los viejos tiem- cribe; ya no sabe si los sonidos que le salen de la boca
pos desea sentarse en un rincón obscuro y perder la no son sino grafismos en el papel. Por eso se esconde
vista en algún libro de los que por cientos se acumulan detrás de la ventana con desconfianza.
a la orilla de cada muro y en cada esquina deshabitada. Y se asoma de vez en cuando, sigiloso, para ver lo
Toma el que está más cerca pero al mirarlo descu- que ocurre fuera. Ayer por ejemplo: un hombre de
bre en él a un nervioso suicida, a un ser raquítico que sombrero y abrigo largo recorría la calle, iba con mu-
le jala de las tripas como un niño de las faldas de su cha prisa y evidentemente contrariado, no decidía si
madre. Lo llama con tierna desesperación y le vuelve era mejor sujetar el sombrero que el viento se llevaba
la vista hacía la ventana que, exuberante en su trans- o evitar que la lluvia mojase el cuaderno que protegía
parencia, le ofrece el abismo. Un salto y nada más lo debajo del abrigo. Él lo observaba; incrédulo y des-
liberaría de ésta y de todas las historias, de todos los confiado, no le creyó ni un solo movimiento. Se quedó
pensamientos que le hacen sentirse terriblemente ahí, mirándolo fijamente, listo para descubrir en su
equívoco. Un salto al vacío y nada más, sólo quedaría indeterminación cualquier gesto que le mostrase su
la dispersión ósea, un no-nada sobre el pavimento. falsedad gramatical. Estaba preparado para abrir la
ventana de par en par en el instante preciso y reírse de

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la mentira que era aquel viento, el sombrero y su triste ya había leído. Le costó varias horas deshacerse de esas
y breve existencia. frases intrusas, pero cuando lo logró, una idea terrible
Ya no sabe si escribe o lee. Las palabras se le con- le asaltó: ¿y si lo que acababa de escribir era la frase
funden con los pensamientos y los pensamientos con de algún libro no leído? La posibilidad existía ¿acaso
la mecánica de las frases y con los párrafos que por no pertenecía él a una tradición de millones de textos?
millones se extienden por la casa. ¿Cuántos de ellos conocía? ¿Cuántos de ellos suponían
una carga histórica de la que no podía sustraerse? ¿Y si
Hace varios meses que no sale, apenas se alimenta cada relato flotaba en la conciencia universal del hom-
y le cuesta un enorme esfuerzo dormir. La comida se bre?
la trae semanalmente la señora de la limpieza. Ya no
le permite ni siquiera entrar al rellano; tiene miedo de Pasó seis días tras la frase inicial. Buscó en la hab-
que también sus ideas lo invadan. Ella, rápida y discre- itación principal pero no encontró nada. Buscó luego
ta, deja la comida en el portal dentro de una cesta que en el resto de la casa. Sin dormir y sin comer, rastreó
él no recoge hasta que la ve doblar la esquina. Cuando cada rincón hasta encontrar por fin en la buhardilla,
necesita algo, escribe una lista que deposita en la cesta olvidada, la frase: la cosa mejor que ha hecho la ley
vacía. La deja al costado de la entrada con dinero, una eterna es que, habiéndonos dado una sola entrada en la
frase amable y el párrafo de algún libro. vida, nos ha procurado miles de salidas.

Cuando se dio cuenta de que tenía un problema pen-


só que deshacerse de los libros era la mejor solución,
así que comenzó a tirarlos. El inconveniente era que
cada vez que abandonaba alguno en la calle, que lo lan-
zaba desde la ventana o que lo quemaba en la chime-
nea, todas las frases que contenía volvían durante la
noche asfixiando sus sueños. Con el tiempo se le ocur-
rió que las frases al ser lanzadas, tiradas o quemadas,
no encontraban un mejor recipiente e impulsadas por
el viento y la lluvia, aprovechaban la noche y el descui-
do para inundarlo. Tal vez lo que necesitaba era que la
idea encontrase un receptor, un lector dispuesto. Fab-
ricó aviones de papel con las hojas de los libros, lanzó
cientos que llenaron la calle, pero igual que antes las
palabras volvieron para atormentarlo. Nadie se detenía El desasosiego sustituyó a la calma y, por primera
a leer los aeroplanos que al final del día eran barridos vez, pensó en la muerte. Aquel libro nunca lo había
por el viento. leído.

Desesperado, concluyó que la única manera de de- Poco a poco la enfermedad se fue agravando y dejó
shacerse de las líneas ajenas era colocarlas poco a poco de salir a la calle. Cada día que pasaba desconfiaba más
en otra mente. Cómo su único contacto con el mundo de sus pensamientos hasta que, finalmente, cuestionó
era la señora de la limpieza y decidió depositar en ella la realidad. Pasó horas delante de la ventana para des-
toda su carga literaria. Así en cada lista de la compra cubrir los errores de la construcción metafórica del
escribiría frases extraídas y borradas de los libros de mundo.
la casa, en un último intento para restaurar el orden. Aquel es un día como otro cualquiera: la noche se
Tampoco dio resultado. Al caer la noche, el viento acerca y los recuerdos se van apaciguando para dejar
volvió como siempre, colándose entre los muros, sil- espacio al deseo. Quiere librarse de la literatura entera,
bando su fatídica suerte. quiere quemar la casa y arder él mismo, quiere estrel-
La literatura le había enfermado y poco a poco se larse contra el mundo que a pesar de su infortunio,
iba resignando a la idea de no poder encontrarse jamás seguramente, sigue existiendo. Se acerca a la ventana
entre tanta retahíla extraña. De vez en cuando pensaba para ver la intermitencia del agua y casi, sin desearlo, la
en el suicidio pero siempre renunciaba; era un arte que, abre de par en par. La lluvia y el viento le mojan la cara
para ser natural, requería práctica y esfuerzo. y se siente entonces completamente feliz. Sin pensarlo
demasiado se coloca en el alféizar y de un simple salto
El primer síntoma de su enfermedad lo notó una se lanza al vacío. El suicidio es un arte natural que req-
mañana de viento. Al comenzar un nuevo relato acudi- uiere práctica y esfuerzo.
eron a su mente íncipits de otros, inicios de libros que

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METALEPSIS
Ollin Rafael

El último hombre sobre la tierra


Desde mi piso pude ver sin demasiado entusias- compactas, alargados caracteres que corrían a lo largo
mo cómo las primeras gotas impactaban contra la de las hojas y que parecían no tener fin, una palabra
ventana. No tengo paraguas y nunca lo he tenido. El unida a otra en trazos continuos e ilegibles.
día había sido gris, triste como una despedida sin adi- Casi nunca prescindía de este cuaderno, o de otro,
oses, sin diálogos, como un lento alejarse. es decir, de un sustento para la tinta. Me gustaba el de
La lluvia era espesa cuando me metí debajo, me color rojo.
aparté el cabello mojado de la cara y empecé a cami- Alguna vez había escuchado algo sobre cuader-
nar. Mis pantalones comenzaron a chorrear, los zapa- nos rojos y poco a poco me había ido construyendo
tos absorbían el agua como esponjas y cada vez me era una creencia. Me gustaba pensar que había signos
más difícil seguir. Continué sin rumbo por donde la atrapados en la superficie de las hojas: historias, po-
lluvia se abría trazando un sendero como un camino emas, números, notas, cuentos, teléfonos, etcétera;
de tierra pedregosa. tú sólo debías pasar la pluma por su superficie y la
Yo no era uno de esos tipos que se consideran va- tinta saldría escurriéndose sobre los surcos invisibles
lientes o de aquellos a los que no les importa mojarse, y conformando signos que siempre habían existido,
yo de hecho, me enfermaba constantemente y pasaba sin tiempo.
largas temporadas recluido. Compraba cuadernos rojos porque tenía la sen-
Hace años, cuando era más joven, solía salir de la sación de que escribía mejor en ellos, sobre todo cuen-
casa en el campo, cerca de Oaxaca, cuando llovía. tos que era lo que, últimamente, más hacía. En los
Caminaba sin rumbo durante horas siguiendo mis cuadernos azules la poesía salía mejor. En otros, casi
pasos que, intuitivos, me llevaban a lugares altos en todos, mi pluma se volvía pesada y se arrastraba con
donde me tumbaba boca arriba. Pasaba horas bajo la dificultad. La tinta también era una variante impor-
lluvia, muy diferente a ésta que es sucia y rígida. tante: la azul, la que es casi morada, me iba bien en el
Bajo la empapada chaqueta llevaba la única cosa cuaderno rojo y en el azul mejor la más clara; siempre
que deseaba preservar de la humedad: un cuaderno azul pero más tenue para la poesía “descriptiva”, la “in-
de cubierta roja, de cuadros pequeños y lleno de letras timista” era mejor escribirla en negro sobre el cuad-

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erno de tapa verde; la tinta roja era sumamente vulgar pensé que ya era tarde y que estaba completamente
y la negra torpe y severa, se apelmazaba en cada inicio mojado y que el bar al que iba no sería más cómodo
de palabra, en cada frase, en cada verso. que mi casa y que tendría frió y además, tal vez, había
Mi cuerpo era débil y voluble. No se enfermaba sido una mala decisión salir con este tiempo y era me-
como consecuencia de actos o situaciones, lo hacía sin jor regresar a casa.
mucho sentido, de forma más bien, extraña: a veces, Cuando miré a mí alrededor no estuve seguro de
y esto era más normal, después de mojarme bajo la dónde me encontraba, no reconocí nada, todo parecía
lluvia, aunque ésta no era un requisito sino una casu- conformado por grandes naves industriales grises, de
alidad, otras veces sufría los rigores de la cama tras un muros enormes. Me sentí perdido como en un sueño
día soleado, en verano o en invierno, daba igual. olvidado y antiguo; mi corazón empezó a latir a gran
velocidad y, por un momento, pensé que me iba a des-
mayar. Me sujeté a la pared e intenté respirar lento,
tranquilo, pensé: no es un sueño, todo está bien. El
espacio se había dilatado y yo con él, la calle en la que
estaba parecía larguísima, la lluvia ya no era gris sino
amarilla, de un amarillo pastoso como el de una tarde
a través del humo de chimeneas ocres, una tarde sin
sol y sin atardecer y sin vida y sin verde o azul o rojo,
todo simplemente amarillo, pastoso, sucio, ajeno.
Volví sobre mis pasos y en el primer cruce ya no
supe a dónde dirigirme, no encontré el nombre de las
calles y aquello no me sonaba para nada, pínche en-
simismamiento. Estoy en una ciudad abandonada, de
enormes edificios vacíos, pensé. Y entonces, la lluvia
se hizo densa. Sujeté con fuerza el cuaderno y comen-
cé a correr.
¿Mexicano? ¿Qué significa ser mexicano? Yo no lo
sé, Octavio Paz lo puede explicar mejor, yo me he per-
dido en algún momento, igual que Octavio Paz, pero
él se explica mejor. Yo intento ser mexicano pero todo
lo mexicano que soy está cubierto por una babilla de
entendimiento, igual que le pasó a Paz perdido en
la India traduciendo haikus y a Fuentes en París, y a
Solía pensar en la muerte, la idea de morir me Pitol en Praga, pero ellos lo explican mejor... Es como
agradaba, no de forma depresiva o morbosa, sino ras- caminar sabiendo que no llegarás nunca, lo sabes, no
gada por la curiosidad. Me gustaba la vida pero con- hay duda ni esperanza, pero caminas. El mexicano
sideraba que también la muerte era seductora, porque simplemente es mexicano, no hace tantas preguntas
un día dejamos de existir y ya no hay más. ni se agobia con la construcción identitaria, ni quiere
Sin duda, no rehuía el impulso de la vida eterna, ser mexicano. ¿El mexicano?, se pregunta un intelec-
pero la imagen de la inexistencia total -quiero decir, tual a la salida de Bellas Artes mientras camina con
nada de recuerdos, nada de imágenes, nada de sus- aire pensativo por la alameda central entre árboles y
piros- era tentadora. No quiero ser el recuerdo de un chachas vestidas de fiesta y de domingo, y responde
muerto, una ilusión falaz, quiero que mi memoria se sin dudar: Un crisol de culturas, claro. El pinche en-
olvide y se pierda en la ciudad bajo un manto gris. tendido mexicano: un pendejo.
La lluvia era una especie de muerte, cuando deja Pensar en la esencia mexicana que he perdido y que
de caer todo parece nuevo porque la ciudad se am- a lo mejor nunca tuve es como correr bajo la lluvia y
ortaja y se entierra y se la comen los gusanos que se perderse y seguir corriendo y no encontrarse nunca
hunden en la arena y se olvidan y se van muriendo. Y más.
cuando brilla el sol otra vez, todo se ha perdido y todo Poco a poco fui disminuyendo el ritmo de la car-
es nuevo. rera hasta que al final, simplemente estaba caminan-
Las gotas se habían vuelto ligeras, sutiles; así que do, exhausto. Me percaté de que la ciudad volvía a ser

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reconocible, pasaron dos coches a mi lado. Al final de
la calle un hombre con paraguas se perdía de vista. Me
tranquilicé, no estaba en una ciudad abandonada.
Seguí caminando y mientras tanto recuperé el sen-
tido de la orientación, no estaba tan lejos de casa, de
hecho estaba en el barrio junto al mío, vaya tontería.
Siempre caía en mis trampas, en mis historias.
Cuántas veces había sido arrastrado por la fantasía
hasta sitios que me aterraban; sugestionable era la
palabra, yo era sugestionable. Además, las ciudades
abandonadas era un tema sobre el cual escribía con-
stantemente, un argumento terrorífico.
Hace tiempo escribí un relato que trataba de un
hombre, un asesino que consideraba arte sus crímenes
y la muerte sublime. Seguía a sus víctimas durante lar-
gos ratos intentando adivinarles la vida y, sólo cuando
lo había hecho, los mataba extasiado en su fragilidad,
intuyendo la suya propia; hasta que un día, guiado por
los pasos ajenos hasta un lugar de grandes edificios
y muros enormes, descubrió con terror, perdido en
un calle amarilla y sucia, una tarde sin azules, que se
había convertido en víctima de su víctima, derrotado
en su ilusión. Y así, mientras la tarde se despedía y
el amarillo coloreaba el cielo contaminado, terminó
derramado en el suelo de una calle monocromática,
sobre la roja mancha de la vida que finalmente se le
escapaba.
La lluvia, había parado y el cielo era azul y claro, y
en esta certeza me quedé cuando un coche blanco me
impactó por el costado y me lanzó a una veintena de
metros. El cuaderno rojo se me escapó de las manos
y saltando por los aires lentamente aleteó. Poco an-
tes de morir, recostado y con la cabeza apoyada en el
pavimento, mientras un hilo de sangre me brotaba del
oído, vi cómo, cayendo en un charco, llenaba sensual-
mente el agua calma con listones de tinta azul.

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Enero 2011 Preferiríanohacerlo 17
HORROAS
David Roas

Palabras
Sólo cabe fiarse de los monosílabos, y tampoco de todos.
J.M. Coetzee, Desgracia

Masaje cardíaco. Uno, dos, tres... Desfibrilador. sobre todo desde que se había encerrado, meses atrás,
Nada. Los enfermeros llevan varios minutos intentan- para terminar de escribir un nuevo libro de cuentos.
do reanimarlo, pero el cuerpo de David se niega a re- “Nuevo” era la palabra que él empleaba, aunque en
sponder. Yace tumbado sobre el suelo de la cocina. Su realidad llevaba tres años dándole vueltas obsesiva-
mano derecha agarra con fuerza una botella de whis- mente a aquellas historias.
ky. Los zapatos de los enfermeros hacen ruido cuando Junto al cuerpo de David hay una nota. No me de-
pisan la multitud de pastillitas que rodean su cuerpo. jan tocarla. Dicen que debo esperar a la policía. No
Es un ruido divertido, me digo. Pero no hay nada les hago caso. Está llena de tachones (algunos, bru-
cómico en la escena. David está muerto. Bueno, estará tales, han rasgado el papel). Las muchas palabras que
definitivamente muerto cuando cubran su cuerpo con David parece haber escrito han quedado reducidas a
una manta. Como están haciendo ahora mismo. un escueto y ridículo “Lo dejo”. Sin poderlo remediar,
Toda la escena parece desarrollarse a cámara lenta. viene a mi mente otra nota de suicidio tan absurda
Uno de los enfermeros me habla. No le entiendo. Veo como ésta, la que deja el filósofo judío en la película
su boca moviéndose, pero yo no puedo hacer más que de Woody Allen Delitos y faltas: “He saltado por la
mirar el bulto que se adivina bajo la manta. Espero. ventana”. Trato de borrar esa imagen y la estúpida son-
Espero que el pecho se mueva indicando una imposi- risa de mi boca. David está muerto, me digo. Pero me
ble respiración. Nada. resulta imposible dejar de sonreír. Salgo de la cocina.
Sólo tres horas antes David me había llamado a En ese momento, llega la policía. Les informo que he
casa. Al otro lado del teléfono, su voz sonaba agita- sido yo quien ha dado el aviso. Uno de los agentes me
da. Parecía estar en uno de sus esperados y repetidos invita a esperar en la sala para tomarme declaración.
ataques de (falsa) ansiedad, y no le hice demasiado Añade que enseguida llegará el forense y procederán
caso. Sabía que solían pasar pronto. Hacía semanas, es a levantar el cuerpo. “Levantar el cuerpo”. De pronto,
verdad, que no me llamaba (también había interrum- esa expresión me parece enormemente ridícula y ten-
pido su comunicación mediante e-mails), pero eso no go que morderme los labios para no reír. Salgo cor-
me alarmó. Me había acostumbrado a sus periodos de riendo y me siento en un sofá.
silencio, como también a sus intempestivas llamadas, No me costó ni un segundo deducir que David se

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hallaba en uno de sus habituales ataques de ansiedad. con las palabras... Tras recibir un montón de mensajes
Sin saludarme siquiera, empezó a hablar atropellada- semejantes, lo reconozco, dejé de prestarles atención.
mente. Me costaba seguirlo. Y no sólo por su evidente Los mensajes diferían muy poco unos de otros. Inclu-
nerviosismo, sino por su extraña forma de hablar. No so algunos ni los abrí: me bastaba leer su título para
parecía él mismo (tópico que en el momento de pen- intuir que en ellos volvía a repetir sus quejas, sus ago-
sarlo me hizo sonreír, pero ahora tiene un sentido muy bios. Yo respondía con breves mensajes llenos de ba-
diferente). Utilizaba, cosa rara en él, frases ampulosas nalidades (no te preocupes, eso pasará, ya verás como
y, a la vez, relamidas: “estoy en un túnel que me lleva a todo se arregla) que él no debía ni leer, obsesionado
mí mismo” o “desplomado sobre una botella siento un con seguir mandándome sus reflexiones. Leídos aho-
dolor intruso”. Su dicción pastosa delataba, además, ra, sus e-mails adquieren un sentido muy diferente. Y
que había bebido. Todo eso me llevó a pensar que Da- no por lo que dicen, sino por la forma en que lo hacen.
vid estaba bromeando (algo habitual sobre todo en sus Yo estaba habituado a sus experimentos lingüísticos,
llamadas más intempestivas). En lugar de reñirle por a sus cambios de estilo (que se reflejaban en los vari-
telefonearme a esas horas para contarme tonterías, le ados seudónimos con que solía firmarlos: Dr. No,
seguí el juego: “Menudas florituras verbales, David. Kurtz, Mr. Hyde...). Pero el proceso que ahora percibo
Espero que no se te cuelen en los cuentos, no vaya a al leer sus mensajes como capítulos de un texto mayor
ser que...”. Antes de que pudiera terminar la frase, me me hace ver que hacia el mes de junio empezó a culti-
colgó lanzando un gruñido (o así me lo pareció). var un extraño exhibicionismo lingüístico que se fue
acentuando conforme pasaban los días. Un exhibi-
cionismo que, ahora, descubro semejante a su forma
de hablar en su última llamada telefónica. Una mez-
colanza de frases en muchas ocasiones ridículas que
meses atrás yo había tomado a broma, a puro juego
literario: “Mi soledad –me dice en uno de ellos- se
puebla de insomnios. Contemplo la vendimia de los
años desde el dolor del fracaso...”. ¿Vendimia de los
años? La verdad es que aún recuerdo mis carcajadas
ante lo que entonces tomé por una imitación de esos
autores amanerados que escriben como lo harían sus
tatarabuelos y que son tan populares hoy en día. En
sus últimos e-mails (recibidos hace tres semanas) esos
No puedo dormir. No me quito de la cabeza la ima- juegos, sin embargo, son sustituidos por el puro caos:
gen de David tumbado en el suelo de la cocina. Me las frases se hacen breves, otras se abandonan como
maldigo de nuevo por lo que tardé en intuir lo que si David estuviera buscando la mejor expresión, pero
estaba pasando, por lo que tardé en reaccionar. En ese sin ganas de borrar lo ya escrito. Como si no quisiera
momento me pareció que lo mejor era esperar a que volver a posar los ojos sobre las palabras ya anotadas.
se calmara, algo que, como era habitual, no tardaba Hace poco que ha amanecido. Suena el teléfono. Es
demasiado en suceder. No quería molestar a nadie Gonzalo. La noticia ya se ha extendido. Le digo que no
con lo que, aparentemente, no era más que otra de sus pienso ir al tanatorio. Su familia estará allí, me dice. Le
rarezas. Nada parecía advertir, anticipar, lo que iba a respondo que no me apetece volver a ver su cadáver
ocurrir. Me equivoqué. Vuelven a mis oídos los rui- (le cuento lo que ha pasado) ni las caras de todos los
dos de las pastillas al aplastarse bajo los zapatos de los que allí van a reunirse. No le digo que lo que voy a
enfermeros. No puedo seguir tumbado, atormentán- hacer, en lugar de aparecer por el tanatorio, es ir a casa
dome inútilmente. Me levanto de la cama, enciendo el de David. Cuelgo y salgo hacia allí.
ordenador y reviso sus e-mails. El más antiguo lo rec- Todavía tengo la llave. Rompo los precintos que
ibí el 3 de mayo. Tal y como sucedía cuando nos veía- ha dejado la policía. Sé que no debería entrar, pero
mos (cada vez menos), en ellos sólo me habla de sus necesito comprender lo que todavía me es imposible
problemas con los cuentos, con ese libro que nunca aceptar. Nada va a cambiar por mucho que descubra,
terminaba de completar (en muchas ocasiones llegué pero será una manera (inútil) de pedirle perdón. No
a dudar de que existiera, aunque él me enviaba de vez sé por dónde empezar a buscar. Me acerco a su mesa
en cuando nuevos cuentos o, mejor, nuevas versiones de trabajo. Salvo el ordenador, no hay ningún papel
de cuentos ya leídos bastante tiempo atrás). Habla de ni libros sobre ella. Lo pongo en marcha. Quizás en él
problemas de inspiración, de problemas con el estilo, encuentre signos, advertencias de esa muerte impre-

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 19


vista. Entre las carpetas, reconozco una que he visto le cuelan palabras que él no quiere escribir: tribulac-
en otras ocasiones: “Ficciones”. Y dentro de ella apare- ión por inquietud, estólido por imbécil... y otras del
cen otras: “La herrería del alma” (una novela nunca mismo jaez. En sus primeras anotaciones del diario,
acabada; todavía recuerdo lo mucho que hablamos David iba confeccionando una lista de esas palabras
de ella), “Los dichos de un necio” (su primer libro de ajenas, como si con ello no sólo quisiera registrar su
cuentos) y “Horrores cotidianos”, donde se encuen- presencia (y el fenómeno que revelaban) sino también
tran los archivos correspondientes a los relatos aún evitar olvidarse de lo que le estaba ocurriendo. Pero
inéditos (“La agonía del salmón”, “Y por fin desper- esas simples anomalías (por utilizar la palabra con la
tar”...). Entre ellos llama mi atención un archivo llam- que él las bautizó) no tardaron en perder toda singu-
ado “Palabras”. El título no me suena. Debe tratarse de laridad y fueron incrustándose (no creo que haya otro
uno de los cuentos en los que estaría trabajando y del verbo mejor para expresarlo) en el estilo de David de
que aún no me había enviado copia alguna. Pero no forma más reiterada. Él mismo se refiere a ellas en sus
parece un cuento, sino una especie de diario, pues está anotaciones en un tono irónico, proponiendo explica-
compuesto por una multitud de anotaciones fragmen- ciones –pronto las desechará- que tienen que ver con
tarias acompañadas de una fecha (y en ocasiones de la el cansancio, con el estrés de las muchas horas que
hora, algo extraño en una persona tan poco metódica dedica al libro cada día, con su vida retirada alejado
como David). La anotación más antigua corresponde de todo y de todos...
al 27 de febrero y la última, me sobrecoge verlo, es de La anotación del 1 de agosto resulta verdadera-
ayer (18 de octubre), poco después de llamarme por mente inquietante: “Algo se atraviesa en mis palabras,
teléfono. algo que no es mío... No escribo exactamente lo que
Llevo una hora leyendo el contenido del archivo y pienso”. Esas son las pocas palabras que –paradójica-
no puedo creer lo que David ha escrito en él. En más mente- puedo reconocer como propias de David.
de una ocasión he pensado que lo que tomaba por un Porque el resto de anotaciones aparecen bañadas de
diario era en realidad un cuento que imitaba la forma un inesperado barroquismo, de un estilo pomposo
de un diario. Todo lo narrado es demasiado invero- que, en otro momento, me parecería una tonta broma
símil, fantástico, para poder aceptar que sean acontec- de su autor. Todas esas anotaciones giran en torno a
imientos reales en la vida de una persona real. un misma idea, que él denomina insistentemente “el
Las primeras entradas del diario son anodinas y es- extravío de su lenguaje”. Incluso llega a hablar de una
perables. Como es (era) su costumbre, David se queja desconexión entre su mente y sus dedos, los cuales
de todo lo que le sucede: de los nuevos cuentos, que “vagan indecisos por el teclado del ordenador, pilo-
no acaban de funcionar como quiere; de los libros que tados por una voluntad ajena que porfía en trasmu-
está leyendo; de sus problemas con el dinero (aunque tar mis palabras en otras que desprecio como propias.
había pactado con la editorial en la que trabaja un Todo lo que escribo me perturba. Mis enunciados son
subsidio bastante decente, temía que se le acabase irremediablemente adulterados con un sustantivo, un
antes de terminar el libro); de su vida cada vez más adjetivo o un verbo inesperados”.
solitaria... Leer estas anotaciones resulta cada vez más enojoso
Pero hacia el mes de julio (tan sólo hace tres meses) conforme pasan los días, conforme avanza lo que sin
el tono de sus anotaciones cambia. Se vuelven som- duda podría calificarse de enfermedad. Aunque no
brías y, sobre todo, extrañas. Un ejemplo, correspon- haya ninguna lógica detrás del uso de ese término.
diente al 4 de julio: “He renunciado a escribir a mano. Es entonces cuando pienso en la nota de suicidio,
El teclado todavía puedo controlarlo...”. en sus tachones, en las palabras escritas unas encima
Es cierto que mucho de lo que cuenta podría deber- de las otras, como si David no acertara a trasladar al
se a una evidente depresión (que, por otra parte, nin- papel lo que verdaderamente quería decir. Desde esta
guno de sus amigos supimos percibir en su momen- perspectiva, la única frase que sobrevivió a sus bru-
to), puesto que, conforme pasan las semanas, el tema tales correcciones –“Lo dejo”- puede leerse como una
de la muerte se convierte en una presencia constante. victoria. Con ella dice mucho más de lo que esas dos
Aunque, por otro lado, eso no era nada nuevo en él. simples palabras contienen.
Pero lo que hace extrañas tales anotaciones es la otra Ahora puedo imaginar todo lo borrado y corregido,
preocupación esencial que éstas revelan: el lenguaje. su lucha con las palabras, tratando de hallar, de re-
Al principio, lo reconozco, me parecieron simples des- cordar, su estilo y de poder expresar su desesperación
varíos de una mente trastornada: no deja de insistir en por ello. Sabiendo, al mismo tiempo, lo falso e inadec-
que, trabajando en sus cuentos, ha descubierto que se uado de esas palabras. E imagino también la sensación
20 Preferiríanohacerlo Enero 2011
de pánico antes de escribir cada palabra, sabiendo que quería librarse de esos cuentos, ¿por qué no eliminó
lo pensado nunca iba a reflejarse exactamente en lo los archivos sin más en lugar de conservarlos vacíos?
escrito. Como si aquello fuera obra de otra persona. Quizás en su desesperación se había propuesto volver
Como si al mirarse en un espejo, ya no contemplara a escribirlos. ¿O es que dominado por ese nuevo len-
su propia cara. guaje (y me aterroriza pensar algo semejante) com-
Y entiendo que al principio protegiese su secreto, prendió que esos cuentos ya no tenían nada que ver
que no contase a nadie lo que le estaba sucediendo. con él, que no era él quien los había escrito? Una se-
Debió pensar que era demasiado absurdo, demasiado mana después anota lo siguiente, quizá refiriéndose a
inverosímil. O que se estaba volviendo loco (en varias dicha cuestión: “pese a todo, debo seguir escribiendo.
ocasiones se refiere a ello: así, el 20 de agosto escribe: Esto pasará”. Pero sólo dos días después escribe: “Mie-
“la cabeza se me extravía. ¿Loco?”). Además, en al- do a seguir escribiendo”. Hasta ese momento nunca
gunas de sus anotaciones declara su miedo a llamar se había referido explícitamente a abandonar la litera-
por teléfono, a salir a la calle, a hablar con amigos o tura (¿o es más que eso?).
con extraños. Teme que no le entiendan, que su boca El diario acaba con la anotación del 18 de octubre.
pronuncie palabras que él no quiere decir (“no me Tras una referencia a nuestra última charla telefónica
aventuro a pronunciar palabra alguna en voz alta, ni (“Juan no entiende”), cuya brevedad la hace aún más
siquiera dirigidas a mí mismo”, escribe). Por eso no dolorosa, David escribe una frase sobrecogedora, por
nos contó nada. Porque no se trataba simplemente su franqueza, por su desesperación: “Las palabras no
de explicar algo que no entendía y le asustaba, sino funcionan”.
porque le angustiaba no controlar sus palabras para En un célebre poema, Edgar Allan Poe afirmó que
hacerlo (“Temo referir lo que estoy padeciendo, el pa- “Nuestro mundo es un mundo de palabras”. David
vor a las burlas me atenaza... ya he podido compro- creía en las palabras. Cuando estas escaparon definiti-
barlo”... aunque no dice con quién). Por eso prefirió vamente a su control, supo que ya nada tenía sentido.
guardar silencio y luchar a solas contra aquel mal in- Ni la propia vida.
verosímil que no sólo infectaba su escritura sino tam-
bién su habla (su última llamada telefónica se vuelve Yo mismo contemplo ahora con inquietud mis pro-
ahora todavía más inquietante). pias palabras. Ya no me queda nada más que añadir. O
no me atrevo a hacerlo.
No entiendo cómo siguió escribiendo. O quizá sí.
Extraído de Horrores cotidianos, Editorial Menoscuarto 2006
Debió hacerlo por desesperación. Por tozudez. Porque
David se empeñó hasta su último día en anotar lo que
le ocurría. Como si no quisiera verse vencido por las
palabras, entes que hasta ese momento no podían exi-
stir sin que él las escribiera o las pronunciara, pero
que, incomprensiblemente, habían adquirido (no sé
cómo puedo escribir esto) voluntad propia.
Conforme pasan las semanas sus anotaciones se
van haciendo cada vez más sobrias, fragmentarias e
inconexas. Como si usar unas pocas palabras y ale-
jarse de toda complicación sintáctica, le permitiera
controlar o, al menos, acercarse lo más posible a lo
que había pensado, a lo que quería decir. Y a cómo
quería decirlo. En algunos casos (sobre todo al final),
los apuntes correspondientes a un día constan de una
sola frase.
La única anotación en la que David no intenta
hablar directamente de su trastorno es la del 1 de
octubre: “Hoy he examinado los relatos que concluí
tiempo atrás. Tampoco me reconozco en ellos...”. Hay
algo en ella que me asusta. Abro uno de los archivos
al azar (“Tránsito”) y descubro que está vacío. Reviso
los demás y sucede lo mismo: lo único que ha sobre-
vivido son los títulos de los propios archivos. Pero si ¡Nuevo libro ya a la venta en
todas las librerías!
Enero 2011 Preferiríanohacerlo 21
CUESTIÓN DE ESTILO
Albert Mesas

Una vez oí contar


Como te iba contando, no era la primera vez que Además, ese día Paquito el comerciante estaba por
tenía que cruzar aquél río para salvar a un perro her- aquí…Te acuerdas de Paquito ¿verdad?
ido. Incluso dudo que yo fuese el primer hombre en ¿Paquito dices?... ¿El de la tienda de muebles?
cruzarlo con un perro en brazos para salvarle la vida,
porque por aquella zona era muy frecuente escuchar No, ese es Bernardo, que menudo está hecho tam-
que alguien había salvado la vida a otro alguien cru- bién. Mira, en una ocasión Bernardo se apostó que
zando el río. Y otro alguien puede entenderse como era capaz de beberse diez chupitos de whisky irlandés
un animal, ¿no? seguidos, porque, por más que te digan, el verdadero
whisky es el irlandés, y cualquiera que te intente con-
Claro, abuelo vencer de lo contrario miente.
Y como animal puede entenderse un perro, ¿no? ¿En serio?
Por supuesto, abuelo. Pues claro. Y verás, Bernardo no sólo ganó la apu-
Pues bien, aquella mañana me levanté tarde, no esta, sino que encima nos invitó a un par de rondas
muy tarde por eso, porque en esos tiempos nadie se a todos, él incluido. Imagínate, acabamos con una
levantaba muy tarde, no como ahora, que la gente borrachera épica. Todavía hoy, si te pasas por la zona
dice que se levanta pronto a las once de la mañana... vieja del pueblo, allá donde cayeron las bombas en
¡habrase visto! A las once de la mañana, en mi juven- la guerra, cerca de la pescadería de Doña Carmen, y
tud, era muy, pero que muy tarde. Atiende: una vez, preguntas, estoy seguro de que alguien te hablará de
mi gran amigo Joselito se levantó a las doce, a me- esa noche, y es que, como te digo, fue épica. Para no
diodía, aunque claro, todo tenía una explicación, la recordarla, si nos tuvieron que echar a patadas del bar
noche anterior, al ser su cumpleaños, se había ido a de Manolo. ¿Recuerdas el Bar Manolo?
tomar unas copas con toda la cuadrilla, y tú ya sabes No, abuelo.
qué pasa cuando nos juntamos todos los de la cuad-
rilla ¿verdad? Sí, hombre, si cuando eras un canijo te llevaba
siempre ahí para que fueras conociendo el auténtico
Sí, abuelo. ambiente de los bares, aunque a tu madre eso no le

22 Preferiríanohacerlo Enero 2011


acababa de convencer. el bar del pueblo, el dueño nos invitó a beber todo lo
Pues ahora no caigo, abuelo. que quisiéramos y, mientras bebíamos, nos contó un
sinfín de leyendas e historias que sucedían o habían
¿Cómo que no? Si fue precisamente ahí donde sucedido por los alrededores. Total, que con tanta
hicimos el banquete de la comunión de tu hermana. charla y tanto beber se nos hizo de noche y, como sa-
Lo que pasa es que ahora ha cambiado mucho. Para brás, mi Ford Fiesta no tenía luces... porque ahora que
empezar, desde que lo heredó su hijo, Carlitos creo pienso, ¿verdad que te he contado cómo me quedé sin
que se llama, dejó de llamarse Bar Manolo. Carlitos luces en el Ford?
es muy amigo de tu padre, seguro que si lo ves sabes
quién es. Pues eso, desde que lo regenta el hijo que
ya no es lo que era. ¡Ah!, el Bar Manolete, ¡qué recu-
erdos! Ahí fue donde vi por primera vez a tu abuela.
Sí señor, en ese cuchitril, aunque no sería ahí donde
empecé a cortejarla. No, ni mucho menos; pese a que
tenga ascendencia campesina hay cosas que sé dónde
y cuándo deben hacerse. Sabes que tu abuela era una
de las chicas más hermosas del pueblo, y además, de
las más ricas. Aún no sé qué hacía ese día en ese lugar,
pero, en cuanto la vi, supe que tarde o temprano sería
mía. Y mira si me equivoqué... Es cierto que tuve que
sudar sangre para conseguirla, pero mereció la pena
¿no?
Si tú lo dices, abuelo
Verás, una vez, cuando ya éramos novios oficiales,
no como en tus tiempos, que os hincháis a follar con
desconocidas sin consideración alguna.
¡Abuelo!
Pues verás, para sorprenderla, me la llevé un fin de
semana que yo no trabajaba, porque por aquel enton-
ces yo trabajaba siete días a la semana, a una casita en
medio del bosque. La casita estaba a un par de horas
de aquí, en la sierra, y era de mi amigo Paquito, no te
vayas a pensar tú ahora que en nuestra familia hemos
tenido dinero como para comprarnos una casa de fin
de semana. No, aquí hemos sido, somos y seremos Sí, abuelo, fue aquella vez que te jugaste que tu Ford
siempre pobres. Como decía, la choza era de Paquito, era capaz de subir la cuesta del cementerio con doce
lo conoces ¿verdad? personas dentro ¿no?
¿Paquito el comerciante? Joder, qué memoria, niño. Efectivamente, fue ahí, y
Sí, ese mismo. Pues bien, me llevé a tu abuela a esa no veas que si subió... Como decía, se hizo de noche y
casita para pasar unos días en plan romántico. Si no decidimos que lo mejor y más seguro era ir andando
recuerdo mal, muy posiblemente, fue ahí donde hici- hasta la casa. A mí tanto me daba ir caminando que en
mos a tu padre. coche, pero tu abuela, que siempre ha sido muy pre-
cavida para ciertas cosas, insistió en ir a pie; decía que
¡Abuelo! no se fiaba de mí con unas copas de más al volante…
Cerca de la casa había un pueblecillo de apenas cin- ¡Chorradas! Por suerte, era luna llena y ésta ilumina-
co habitantes, y no exagero nada al decir que aquella ba todo el bosque. La noche era preciosa. De repente
gente era algo rara, pero no rara en un sentido malo o nos cruzamos con un río; no era muy caudaloso, era
peligroso, sino que era rara porque se hacía evidente más bien como aquel en donde te llevamos cuando
que por ahí no pasaban muchos forasteros. Eran de- cumpliste los sietes años, cerca de Portugal, ¿recuer-
masiado hospitalarios, y mira que a mí me encanta la das aquel verano?
gente abierta y bonachona, pero eso era para verlo. En No, abuelo, ahora no recuerdo.

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 23


En fin, que el río era perfecto para tomarse un bañi-
to y, puesto que tu abuela estaba de escándalo, le pro-
puse que nos bañásemos en culos, porque tu abuela,
aunque ahora no lo parezca, era una mujer hecha y
derecha, tenía unas curvas que…
¡Abuelo!
Niño, entiéndeme. Ya sabes que los Serrano, en
ciertas ocasiones, sólo podemos pensar en una cosa
¡Abuelo, joder!
¡Ay!, esta juventud… Resumiendo, que cuando ya
tenía a tu abuela casi convencida un aullido nos heló
la sangre. Un aullido típico de las películas de terror
de hoy, porque las que veía yo eran en blanco y negro
y mudas, nada que ver con la mierda que os tragáis
ahora, con vampiros maricones que ni chupan sangre
ni chupan nada. Me entiendes ¿no?
Claro, abuelo, claro.
Como decía, un aullido nos interrumpió. Un lobo,
pensé, un lobo o una manada de lobos que viene a
devorarnos. Joder, estaba acojonado, y eso que yo no
me asusto con facilidad; he llegado a mirar a los ojos
de un toro bravo que se había escapado de la fiesta
del pueblo sin pestañear y sin sudar. El problema era
que no conocía la zona, si eso me hubiese pasado por
aquí...
¿Y qué?, ¿qué pasó abuelo?
Nada. Tanto miedo y tanta mierda y resultó ser un
perrillo que se había lastimado una pata. Tuve que lle-
varlo en brazos hasta el pueblo.

24 Preferiríanohacerlo Enero 2011


CUESTIÓN DE ESTILO
Albert Mesas

Re-elección
“El partido político que mejor representa al pueblo no es aquel que obtiene el mayor número de votos o una may-
oría absoluta. El partido que mejor representa al pueblo es aquel que no aparece en las urnas, aquel tanto por
ciento muy elevado que hace uso de su derecho constitucional a no votar”
Thomas ('Tommy') Carcetti, Teorías de la política moderna.

Todo empezó como una broma; mis amigos y yo, significado una traición a nuestros principios. Inten-
ante el desolador abanico de posibilidades políticas tábamos representar a los absentistas.
que había, decidimos crear un partido revolucionario Otra medida fue cambiar la dirección de la sede del
y alternativo. “Partido de los absentistas” lo llamamos partido; de casa de Miguel la trasladamos a un chalet
y, como su propio nombre indica, nuestra intención abandonado que hay en el centro del pueblo. Perfecto.
era recibir los votos de aquella gente que no se identi-
ficaba con ningún poder establecido y, antes de votar La noche anterior a la mañana de las elecciones
en blanco o quedarse al margen, prefería darle un uso nos fuimos de borrachera, de larga borrachera. Cu-
práctico a su derecho al absentismo. ando desperté, a eso de las nueve de la noche y vi,
incrédulo, por la televisión cómo centenares - o mil-
Nuestra idea terminaba ahí, en presentarnos y ya lares tal vez- de personas se agrupaban en frente del
está. Sin embargo, el boca a boca nos convirtió en un chalet abandonado que hay en el centro del pueblo,
partido emergente a tener en cuenta; creíamos que con claros síntomas de euforia desenfrenada y alegría
eso eran bulos y manipulaciones de los medios, que descontrolada, supe, al instante, que nuestro partido
era evidente que jamás llegaríamos a nada serio. No había ganado.
obstante, nos equivocamos.
Obtuvimos la mayoría absoluta, una mayoría ab-
En la primera y única entrevista con la prensa, nos soluta histórica; teníamos más del 85% de los votos
limitamos a señalar que, en el caso de obtener rep- que nos respaldaban, teníamos el parlamento bajo
resentación en el parlamento, dejaríamos nuestro nuestro control, teníamos el dominio de un país en-
escaño vacío, tal y como dice el lema de nuestra for- tero, teníamos el futuro de toda una nación: teníamos
mación: nosotros nos abstenemos. un problema. Pero, como bien dice nuestro lema, el
Pero el acoso mediático fue en aumento, de modo haber hecho cualquier cosa hubiese significado alta
que tuvimos que replantearnos ciertas cosas. Por ejem- traición hacia nosotros y hacia nuestros votantes, así
plo, cuando comenzaron a llamar insistentemente de que únicamente hicimos aquello que prometimos: ab-
programas de televisión y radio para que entrásemos stenernos de todo.
en debates y discusiones, desviamos el teléfono a un Desde ese día han pasado casi cuatro años, creo.
número móvil que siempre estaba apagado o fuera de
cobertura; haber hecho cualquier otra cosa hubiese

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 25


CUENTO
Inma Ponce Torres

Antropofagia
Rebeca come tierra pero prefiere celulosa. Come me escucha cuando mastica celulosa y las letras crepi-
tierra porque las piedras rechinan más que la letra y tan. Acuérdate de lo que dice mi mamá. Pero es tarde
la digestión es divertida, se le alargan las tripas como y creo que Rebeca se está volviendo loca. Todos los
un caminito y después se siente bien. Se come la cal papás le dan la manita. Mamá no. Se ha enfadado
de las paredes, la arenilla de los parques, lame los ter- conmigo y me ha castigado. Yo leo. Pobrecilla, Rebeca
raplenes; la tierra siempre tiene un sabor particular. no sabe dónde está. ¡Qué razón tenía mamá!, piensa
El papel no, se reblandece como maizales llovidos en desconchando la pared con sus tentáculos.
verano y se hace una bola que bloquea el intestino,
pero está rico.
Mi mamá me ha dicho que si te lo comes entonces
no puedes pensar, que la boca del estómago te muerde
los dientes y no puedes leer sin perderte y las líneas
se te escapan entre los dedos. Mi mamá me ha dicho
que entonces desapareces, que te repliegas en las co-
misuras de moléculas gigantes hechas de cosas peque-
ñísimas, como panales melosos que chupan abejas
muertas.
Hoy Rebeca mira los libros abriendo la boca para
imantar la celulosa. Le he dicho lo que dice mi mamá,
que es peligroso comérsela porque tiene un bichito
que es como una araña minúscula que teje el cerebro.
Que después eres un pulpo mil veces tú en los bracitos
y que no sabes si te da la mano tu mamá o la de otro
niño, y no te acuerdas si estás en el cole o ves la tele.
Es muy peligroso, Rebeca. Yo le grito, pero ella no

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CUENTO
Anaïs Egea

El maletín
Era un hombre muy gris: siempre vestía de mar- me sonrieron con un alegre chasquido.
rón. Jamás lo vi separado de su viejo maletín, raído y Abrí la maleta como quien abre un cofre. Centenares
miserable como el cadáver de un gran roedor que va de folios se desparramaron con muda violencia sobre
perdiendo un pelaje que nunca llegó a ser hermoso. la mesa, sobre el suelo, sobre las piernas marrones del
El maletín pendía de un asa que su mano gris, llena hombre dormido. Centenares de folios en blanco. Con
de nudillos salientes que parecían querer escapar de sorpresa, tomé varios de esos folios y les di la vuelta,
dentro de su triste cuerpo, asía con una contundencia les busqué las letras, el dorso, el sentido. Una ira tre-
rayana en la desesperación. menda me embargó y agarré las hojas a puñados y las
A veces me hablaba y yo le contestaba; pero jamás volteé y las zarandeé, esperando que las palabras se
supe, al término de la conversación, qué nos habíamos rindieran y salieran de sus escondites o que se des-
dicho. Estaba ahí, pero casi no existía. Probablemente prendieran de los folios y cayeran sobre la mesa para
no habría nacido de no haber sido porque aquel que yo las viera. Pero las palabras no estaban. Y con-
maletín necesitaba que alguien lo portara. forme yo tomaba más papeles, el hombre gris se iba
Un día encontré al hombre gris dormido sobre su borrando. El hombre gris se fue difuminando hasta
silla giratoria. El traje marrón y arrugado se cernía desaparecer y yo fui haciéndome más gris hasta volv-
sobre él como una crisálida mortuoria. El maletín erme marrón. La ira se disipó.
descansaba sobre la mesa. Como siempre, las rojizas Guardé cuidadosamente cada folio dentro del
bisagras no parecían capaces de contener la marea de maletín y lo cerré. Aferré su asa con una contundencia
folios que pugnaba por salir de su prisión asomando rayana en la desesperación y salí, con la cabeza gacha,
sus ocres esquinas. El maletín, abombado, descan- de la estancia.
saba sobre la mesa. Parecía palpitar, con su barriga
inmensa y rancia, un ritmo hipnótico de reminiscen-
cias tribales. Maletín, maletín, maletín. Tuve que acer-
carme. El maletín, abombado y solo, descansaba sobre
la mesa. Dos cierres herrumbrosos se me ofrecían ob-
scenamente con bermejos destellos. Cuando los abrí,

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CUENTO
Daniel Bolsa

Creaciones
“Realmente, doctor, estoy muy preocu- ta. “No tengo hambre” espetó, ligeramente sombrío.
pada por él. No sé cómo puedo ayudarle. La tercera vez no se hizo esperar más de una se-
La primera vez que le pasó pensamos que había mana. Recuerdo perfectamente que yo estaba sen-
sido un despiste, le explico: se había encerrado a es- tada en mi butaca favorita, tomando un brandy al
cribir un cuento sobre un panda que trabajaba en una sonido de la Tocata y fuga en Re menor, dejándome
gasolinera. Al salir me acercó una gran hoja. La miré. adormecer por el imprevisible contoneo de las lla-
Unos segundos más tarde me pregunto qué me parecía mas de la chimenea. Alejandro estaba en su despacho
y no supe que responder: era el plano de una catedral para escribir un relato sobre una bola de nieve que
gótica de tres plantas con cine multisalas, una escuela arrasaba Manhattan. A fuera la cortina de nieve era
canina y hasta un helipuerto en el tejado. Nos reímos. impenetrable. Cerca de las doce, Alejandro apare-
Esa noche cenando centollos, bebiéndonos ció por el salón con el semblante poqueriano. Me
dos Riveiros y manteniendo relaciones sexu- entregó una docena de hojas escritas por delante
ales bastante apasionadas, olvidamos el incidente. y por detrás, que empecé a leer inmediatamente.
Una semana más tarde, Alejandro recibió otro en- Una, dos, tres, ocho páginas. “¿Qué te parece?”
cargo. Debía escribir un cuento sobre un gusano que preguntó ansioso. “Cariño, esto es una entrevista a
se negaba a arrastrarse. A la hora de cenar subí a su Elvis.” Me arrancó el manuscrito de las manos y lo ar-
despacho y le encontré sentado frente a un pequeño rojó al fuego. Me puse a llorar y él huyó con un fuerte
ejército de figuritas de tonos verdosos y marrones. alarido a emborracharse en la caseta del jardinero.
Le pregunté por el cuento y me señaló las figuritas. Unos días más tarde apareció desaliñado y medio
Sonreí nerviosa, esperando una respuesta satisfac- ausente, y me contó que había decidido dejar los encar-
toria. Me dijo que era una recreación de la batalla gos. Escribiría un cuento sobre un escritor incapaz de
de Guadalete hecha a base de cera y mocos. Pude escribir. Sonreí, le felicité por la idea y decidí tomarme
reconocer a Tárig Ibn Ziyad, pegado en la mesa en unas vacaciones en las Bermudas para dejarle tranquilo.
frente del ejército musulmán, con todo lujo de de- Cuando volví, dos semanas más tarde, encon-
talles. Volví a sonreír y le dije que la cena estaba lis- tré la casa mucho más ordenada, limpia y silen-

28 Preferiríanohacerlo Enero 2011


ciosa de lo que me esperaba. Fui directa al despa-
cho y allí le encontré con la mirada perdida frente
a una hoja en blanco. “Pero cariño, ¿cuánto rato
llevas así?”, grité. “Un millón ciento ochenta y
nueve mil ochocientos noventa y un segundos.”

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 29


Bestiario Microrrelato

Ollin Rafael
Josep Antoni Roig
Raúl Del Valle
Laura Carreras
Daniel Bolsa

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 31


Cinta de moebius

Microrrelato
por Ollin Rafael
…me senté a escribir. Tres noches me había llevado aquel cuento. Mi personaje, un escritor frustrado
por el éxito vano, relataba, como si de otro se tratase, su propia vida. En el capítulo final de la obra, el
yo del relato, azuzado por la tragedia ajena, la del autor, decidía contar la historia de un sujeto que en
tres noches seguidas narraba, como si de otro se tratase, el relato de su propia derrota, en un último
intento por escapar de su destino, el eterno retorno: Me senté a escribir...

Microvida
por Josep Antoni Roig
Sense recordar-ho. Devia entrar-hi possiblement encara més atordit i esmaperdut de com ho estava
llavors, envoltat de negror i humitat dins aquella cambra sense vida. Relliscava per les parets que
palpava a bocins, buscant de forma desesperada una sortida, un auxili, un retrocés; el seu aspecte
blanquinós s’apropava més al d’una natura morta que no pas al del doll de vida que, batent com una
papallona, cridava contra la claustrofòbia d’aquell espai. Les marques de la seva angoixa es petjaven
a les parets de metall i com unglades de desesperació dignificaven el dret a viure.
Per sort, de sobte, un home va obrir el dipòsit número 17 amb el cadàver 24.312 a dins, i per
sorpresa absoluta del propi metge forense, el cuc en va sortir aferrant-se a la pell superior de la mà
esquerre, movent-se entre els pèls de damunt el canell on moriria esclafat al cap de dos segons degut
a l’impacte del palmell de la mà dreta.

Vida conyugal
por Raúl Del Valle
Cansado de sus preguntas, le confesé que era una muñeca hinchable y le quité el tapón.

32 Preferiríanohacerlo Enero 2011


Cambio de papeles
Microrrelato

por Raúl Del Valle


Mi perro ladra cuando llueve, no hay quien duerma las noches de tormenta.
No me quejo, sé que podría ser aún peor. El perro de un amigo es epiléptico, a él los relámpagos le
caen dentro de casa.
Tu perro es tu perro y no hay nada que hacerle.
A mí incluso empieza a gustarme lo de tener que traerle todas las mañanas el diario y las zapatillas.

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Y entonces

Microrrelato
por Daniel Bolsa
Y entonces, el muy cabrón me mató.
Abrí la puerta de su despacho de un puntapié y traté de intimidarle apoyándome en su escritorio.
-¿Cómo te atreves a matarme? Soy el protagonista.
-Estas cosas pasan, tío. ¿Qué quieres que te diga?
-Llevamos trabajando juntos 6 novelas.
-¿Trabajando juntos? Perdona que te diga esto, pero, tú trabajas para mi. Sin tus investigaciones yo
no podría comer.
-¿Cómo? Querrás decir que tú trabajas para mi... Si tú no escribieses mis investigaciones yo ni siqui-
era existiría!
-Bah, dejémonos de dialéctica. ¡Qué cojones! Me he cansado de tu personaje.
-¡Pues tómate unas vacaciones, coño! Cuando uno se cansa de su jefe no le mata.
-Hombre, pues en “Sangre en el callejón” el asesino era un empleado cabreado...
-Vaya, tienes razón...
-Si...
-Ya...
-No sé...
-Bueno, pues si te has cansado de mis novelas, al menos relégame a un microrrelato.

La teoría de Antón
por Daniel Bolsa
De la misma forma en que, algunas veces, uno se da cuenta de que está soñando, yo acabo de per-
catarme de que estoy en un microrrelato. Y, como sé que ningún elemento aparecerá porque sí, no
puedo dejar de preguntarme qué papel tendrá la pistola que el autor me ha puesto en la mano.

34 Preferiríanohacerlo Enero 2011


Libros en cajas
Microrrelato

por Laura Carreras


Hay días en los que tengo momentos de lucidez. Me puede suceder a cualquier hora del día y puedo
estar haciendo la cosa más insignificante. De repente, me asalta la certeza de la verdad absoluta, y se
descorre la cortina que muestra aquello que siempre estuvo allí pero que yo no veía. Por un instante,
quizá apenas unos segundos, todo cobra sentido, como si por fin encontrara la última pieza del pu-
zle inacabado que es mi vida.
Me lanzo al vacío sin cerrar los ojos, haciendo malabares con las penas y los miedos, sin temor a lo
que halle allí abajo. Es entonces cuando tomo las decisiones importantes, cuando por fin me decido
entre colgar otra estantería o guardar los libros en cajas.
Decido utilizar la estantería, convencida de que no puede ser de otro modo, de que esta vez seré
jodidamente intransigente con mis otras voces… Y, cuando voy a hacerlo, cuando saco el taladro y
lo aproximo con decisión a la pared, me doy cuenta de que los libros siguen metidos en cajas desde
el último traslado.
Miro los libros, miro la pared y miro el taladro. Pared, taladro, pared. Vuelvo a los libros: será mejor
dejarlos en cajas.

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 35


Tubo de
ensayo Crítica

David Roas
Victor Gómez Pin
Raúl del Valle

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David Roas

El silencio de la escritura (A propósito de Bartleby y compañía)


Nuestro mundo es un mundo de palabras.
E.A. Poe, Al Aaraaf

En una reciente entrevista, Enrique Vila-Matas ex- ciencia literaria muy exigente (o quizá precisamente
puso una idea que me parece fundamental para en- por eso), no lleguen a escribir nunca; o bien escriban
frentarse a la lectura de Bartleby y compañía (2000): uno o dos libros y luego renuncien a la escritura; o
«no puede existir ya buena literatura si en ésta no hay bien, tras poner en marcha sin problemas una obra
implícita de fondo una reflexión que cuestione incluso en progreso, queden, un día, literalmente paralizados
la posibilidad o la noción misma de la literatura». para siempre».
El cuestionamiento (e incluso el descrédito) de la Marcelo, el narrador de esta novela (si es posible
literatura, la desconfianza en el lenguaje como ex- denominarla así), ha sido también unbartleby: vein-
presión adecuada de los juicios, afectos y designios ticinco años atrás publicó una novela sobre la imposi-
del ser humano (son palabras de Mallarmé), se han bilidad del amor (no deja de ser significativo que su
convertido en asuntos fundamentales de la literatura nuevo libro trate de otra imposibilidad: en este caso la
y de la teoría literaria contemporáneas (pienso, evi- de la escritura), una novela que le llevó a pelearse con
dentemente, en la Deconstrucción). su padre y, como resultado, a abandonar la creación
Y una manifestación radical de ese cuestionami- literaria. Asimismo, Marcelo es un oficinista, como el
ento es, sin duda, el abandono de la práctica literaria. Bartleby original, que ha preferido dejar de trabajar
Sobre dicha idea se reflexiona largamente en Bartleby (finge una falsa depresión) para regresar a la escritura.
y compañía. Su nueva obra, la que nosotros leemos, es un con-
A primera vista, lo que este libro nos ofrece es un junto de 86 notas a pie de página que comentan un
catálogo, un canon de autores contagiados por el «sín- libro invisible, aunque —como el propio Marcelo ad-
drome de Bartleby» —así denominado por Vila-Matas vierte— no por ello inexistente (un aspecto sobre el
en honor del célebre personaje de Melville («el escriba que enseguida volveré). En esas 86 notas, se examina
que ha dejado de escribir») —, un síndrome que es un conjunto de variadas excusas, de diversas justi-
definido como «el mal endémico de las letras contem- ficaciones en relación al abandono de la literatura.
poráneas, la pulsión negativa o la atracción por la nada Algo que le sirve a Marcelo, al mismo tiempo, para
que hace que ciertos creadores, aun teniendo una con- exorcizar su propio silencio, como él mismo reconoce:
«Siempre me ha funcionado bien este sistema de via-

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jar a la angustia de otros para rebajar la intensidad de cribir que no se puede escribir, también es escribir»
la mía» (p. 91). (p. 13).
Rulfo y la muerte de su tío Celerino, la crisis El silencio de la escritura (unido a la desconfian-
lingüística de Hoffmansthal, la «huida» de Rimbaud, za en el lenguaje) es, además, un tema recurrente en
los problemas de Alfau con el inglés, la confusión total la obra de Vila-Matas. Sin ánimo de exhaustividad,
del lenguaje en que cae Larbaud, la voluntad de ser podemos encontrar referencias a dicho tema, por
nadie de Pepín Bello, la adicción al opio de Thomas ejemplo, en Historia abreviada de la literatura por-
De Quincey, la necesidad de vivir por encima de la tátil  (1985), cuando se dice que el suicidio entre los
necesidad de escribir de Henry Roth, el suicidio de shandys sólo podría ser realizado en el espacio mismo
Vaché o de Chamfort... son muchas las justificaciones, de la escritura: «ya fuera recurriendo al silencio más
radical, o bien convirtiéndose en personaje literario,
o traicionando al lenguaje mismo, o bebiendo licores
fuertes como metal fundido, o derivando hacía el
trampantojo o desvarío óptico, o hacia una variante
del espejismo». Una idea semejante se expone en su
novela Una casa para siempre (1988), donde se hace
referencia en varias ocasiones a la desconfianza en las
palabras: pienso, por ejemplo, en esa tertulia silen-
ciosa del grupo de pintores que no hablan («estaban
convencidos de que, al hablar, se ausentaban, y por
ese motivo preferían dedicarse exclusivamente a pen-
sar»); o cuando el narrador (un ventrílocuo que sólo
tiene una voz, pero que disgrega su relato en muchas
voces) afirma: «Todo lo que pensaba me parecía inútil
expresarlo, puesto que ya lo había pensado. Y para col-
mo perdía el hambre. Y no digamos las ganas de escri-
bir» (p. 66). En esa mismo novela aparecen otras tres
referencias muy significativas a dicho asunto: «Adoro
el silencio como idea o, si lo prefiere, como quimera.
Entenderse sin palabras, qué maravilloso sería poder
llegar a eso» (p. 117); «las palabras eran las cosas con-
vertidas en puro sonido, su fantasma» (p. 123); y en el
último capítulo del libro, cuando el narrador afirma
que «Incluso las palabras nos abandonan [...], y con
eso está dicho todo» (p. 133) (la misma frase, por cier-
to, que cierra Bartleby y compañía, donde es atribuida
a Samuel Beckett).
O, por citar un último ejemplo, en su relato «Rosa
Schwarzer vuelve a la vida», incluido en Suicidios
ejemplares (1991), donde el narrador afirma lo sigu-
iente: «Durante el camino le destrozó el alma la casi
absoluta certeza de que nunca podría expresar, ni con
alusiones, y aún menos con palabras explícitas, ni
siquiera con el pensamiento, los momentos de fugaz
felicidad que tenía conciencia de haber alcanzado».
más o menos sinceras, ligadas a circunstancias vital- Todas estas citas apuntan hacia la misma idea, hacia
es y/o artísticas, acerca del abandono de la literatura la desconfianza en la capacidad expresiva del lenguaje,
(aunque también hubo quien se negó a inventar justi- de la literatura al fin, que ya expusieran magistralmente
ficación alguna, como Hart Crane o Arthur Cravan).  Hoffmansthal, en su  Carta de Lord Chandos  (1902)
(aunque no podemos olvidar que éste sólo abandonó
Así pues, Marcelo vuelve a la escritura gracias a los la poesía, no la práctica literaria en su totalidad), y,
autores que la abandonaron. Como él mismo advierte entre otros, Marcel Duchamp, quien advierte que «Las
al referirse al primero de los bartlebys del libro: «es-
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palabras no tienen absolutamente ninguna posibili- la literatura, que se pueda volver a empezar».
dad de expresar nada. En cuanto empezamos a verter «Reinventar la literatura». Esa es, creo yo, una de las
nuestros pensamientos en palabras y frases todo se va ideas centrales, uno de los secretos del libro. A lo que
al garete» (cito de Bartleby y compañía, p. 65). habría que añadir la «constante necesidad de fabular»
Pero lo fundamental de todo ello, y ahí está la para- del propio Vila-Matas, quien se comporta como el pa-
doja (como nos enseña la práctica deconstruccioni- dre del protagonista de su novela Una casa para siem-
sta), es que los autores citados utilizan el lenguaje para pre (1988), a quien nada —ni su agonía final— puede
decir que el lenguaje no funciona (y, por extensión, retraer «de su gusto por inventar historias» (p. 140).
la literatura). Eso justifica, por ejemplo, la crítica que Esa actitud es, además, la que le habría permitido a
Maurice Blanchot hace del célebre aforismo de Witt- Vila-Matas —como ha reconocido en sus entrevistas
genstein «De lo que no se puede hablar, hay que cal- más recientes— vencer el síndrome de Bartleby y of-
lar», puesto que, como señala el autor francés, «el recernos una nueva novela: El mal de Montano (2002),
demasiado célebre y machacado precepto de Witt- íntimamente relacionada, como enseguida veremos,
genstein indica efectivamente que, puesto que enun- con la obra que estoy comentando.
ciándolo ha podido imponerse silencio a sí mismo,
para callarse hay, en definitiva, que hablar. Pero ¿con
palabras de qué clase?» (cito de la versión recogida
en Bartleby y compañía, p. 142).
Yo creo que ésa es la gran pregunta del texto. Un as-
pecto que ha sido descuidado en la mayoría de las re-
señas y comentarios que han aparecido sobre Bartleby
y compañía, centradas fundamentalmente en el prob-
lema de la imposibilidad de la escritura, conectando
los diversos bartlebys rastreados por Vila-Matas con
el inexcrutable escribiente creado por Melville. Es
decir, destacan como tema central el silencio de la es-
critura y, unido a ello, las limitaciones del lenguaje, así
como la hábil mezcla que se produce en el libro entre
realidad y ficción (algo, por otro lado, habitual en toda
la obra de Vila-Matas).
Y digo esto porque una cuestión esencial (quizá la
más importante) es el hecho de que preguntarse sobre
el problema de por qué no se escribe, supone, a la vez,
preguntarse sobre los motivos de por qué se sigue es-
cribiendo. Y a ello va unida otra pregunta fundamen-
tal que, a mi entender, Vila-Matas trata de responder
en su libro: ¿cómo hacerlo, cómo seguir escribiendo?
Así, pues, todo ese juego con los bartlebys de la lit-
eratura nos ofrece también un buen número de justifi-
caciones para seguir escribiendo (pienso, por ejemplo,
en Primo Levi y su lucha contra el olvido a través de la
escritura; o en Kafka, quien en sus Diarios no cesó de Así pues, si bien es cierto que  Bartleby y com-
aludir a la imposibilidad esencial de la literatura, pero pañía  descansa sobre un juego en torno a la «litera-
nunca dejó de escribir), porque —como ha afirmado tura del No», dicho juego esconde también una reflex-
el propio Vila-Matas— «queda algo todavía por decir. ión sobre los caminos por los que debe discurrir la
No digo que mucho, pero algo queda. [...]. Mi idea literatura actual y futura, puesto que como advierte
es que hay que volver a empezar, que la literatura nace paradójicamente el narrador al principio del libro,
de un equívoco: alguien escribió una vez algo y el que la «literatura del No» es  el único camino que queda
lo leyó  entendió otra cosa. De modo que ya hay un abierto a la auténtica creación literaria; una tendencia
equívoco en el origen y por lo tanto no hay por qué que se pregunta qué es la escritura y dónde está y que
dejar de lado la posibilidad de que se pueda reinventar merodea alrededor de la imposibilidad de la misma y
que dice la verdad sobre el estado de pronóstico grave
40 Preferiríanohacerlo Enero 2011
—pero sumamente estimulante— de la literatura de es así porque la literatura, como ya señalara Maurice
este fin de milenio (p. 12). Blanchot, siempre está en continuo cambio: «la esen-
Cabría preguntarse entonces cuáles son las razones cia de la literatura consiste en escapar a toda determi-
que, según Vila-Matas, justifican esa grave situación nación esencial, a toda afirmación que la estabilice o
actual de la literatura. En primer lugar, podríamos ci- realice: ella nunca está ya aquí, siempre hay que en-
tar la inutilidad de los modelos narrativos y estéticos contrarla o inventarla de nuevo».
tradicionales. Como señala explícitamente el narra- Frente a todos esos problemas y males que padece
dor de El mal de Montano: hay que renunciar a crear la literatura actual, Vila-Matas opone una «Poética de
obras de arte «que sólo se dedican a repetir fórmulas la resistencia», que busca «la supervivencia de la lit-
ya archisabidas» (p. 32), entre las cuales está el realis- eratura amenazada por los enemigos de lo literario».
mo, contra el que arremete explícitamente en la citada En  Bartleby y compañía  el camino para esa recu-
novela. peración de lo literario surge, como antes señalé, de la
Otra razón, directamente relacionada con lo expues- «literatura del No», postulada como el «único camino
to en Bartleby y compañía, es lo que podríamos lla- abierto a la verdadera creación literaria»: 
mar el «exceso de literatura» en el que vivimos. Como Sólo de la pulsión negativa, sólo del laberinto del
ha señalado el propio Vila-Matas en algunas entrevis- No puede surgir la escritura por venir. ¿Pero cómo
tas recientes, «hay demasiados libros», lo que supone será esa literatura? [...] Si lo supiera, la haría yo mismo.
un efecto contrario al que produce el «síndrome de
Bartleby». De ese modo, lo que irónicamente parece A ver si soy capaz de hacerla. Estoy convencido de
decir Vila-Matas en su novela es que muchos escri- que sólo del rastreo del laberinto del No pueden surgir
torzuelos/as actuales podrían dejase contagiar por el los caminos que quedan abiertos para la escritura que
síndrome de Bartleby. Este es un asunto sobre el que viene. A ver si soy capaz de sugerirlos (pp. 12-13).
continúa reflexionando en El mal de Montano: «todo ¿Y cómo se sugieren tales caminos? Mediante un
el mundo, exactamente todo el mundo, se siente capaz libro que no es un libro (en el sentido tradicional del
de escribir una novela sin haber aprendido nunca ni término), un libro «inexistente»  que es, al mismo
siquiera los instrumentos más rudimentarios del ofi- tiempo, un conjunto de notas a pie de página, un di-
cio, y sucede también que el vertiginoso aumento de ario, una novela, un ensayo...  En otras palabras, nos
estos escribientes [nótese que no les llama escritores] encontramos ante un libro híbrido, mestizo, que tras-
ha terminado por perjudicar gravemente a los lector- ciende los límites de los géneros y de la propia ficción.
es, sumidos hoy en día en una notable confusión» (p.
En ese cruce de géneros, creando, además, la falsa
64).
sensación de un libro compuesto de fragmentos, se
A todo ello podría añadirse también el grave prob- ensamblan materiales de todo tipo: notas, citas liter-
lema de la influencia de la Teoría Literaria tiene sobre arias (de sus autores-fetiche), reflexiones de carácter
los autores y los lectores. Aunque habría que referirse ensayístico, parodias, imposturas, materiales reales
mejor a esos teóricos «de segunda mano» (la expresión y autobiográficos, y retazos novelísticos (por llamar
no es de Vila-Matas), simples repetidores de tesis que de algún modo a esos momentos en los que Marcelo
no acaban de comprender pero que se empeñan en abandona sus comentarios sobre los diversos bartle-
utilizar, sin darse cuenta de que con ello hacen un fla- bys y pasa a relatar acontecimientos de su propia vida:
co favor a la Teoría de la Literatura, puesto que, más sus inicios literarios, el enfrentamiento con su padre,
que ayudar, se interponen entre el lector y los textos, su crisis creativa, su amistad con Juan, su relación
además de ofrecer un discurso empeñado en la oscu- amorosa con María Lima Mendes, las dudas sobre su
ridad y en la confusión. Basta pensar en la inteligente propia identidad y la adopción de un nuevo apellido
burla que se hace de la negativa influencia que tuvo el —Casi-Watt, la historia de su amigo Pineda, su falso
grupo de Tel Quel sobre la creación literaria (Bartleby encuentro con Salinger en Nueva York, etc.).
y compañía, pp. 47-50), o en el ataque contra la De-
Un grupo heterogénero de materiales que Vila-Ma-
construcción (mal entendida), a la que se califica en El
tas combina mediante un estilo fragmentario, elíptico,
mal de Montano de «jerga feroz y cabalística» (p. 98).
laberíntico, y que muy bien podría definirse con las
Y junto a todos estos problemas y males que acosan palabras con que Marcelo describe el suyo propio en
a la literatura actual, está también el de su propia de- el libro: «Sólo sé que para expresar ese drama navego
saparición, esa muerte constantemente anunciada por muy bien en lo fragmentario y en el hallazgo casual o
agoreros sin nada mejor que hacer o decir, pero que en el recuerdo repentino de libros, vidas, textos o sim-
para nuestro bien nunca acaba de producirse. Y esto plemente frases sueltas que van ampliando las dimen-

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 41


siones del laberinto sin centro» (p. 150). Un estilo que las grandes tramas.
coincide con el del protagonista de la última novela Eso nos permite enlazar con el segundo de los
de Vila-Matas y que en un evidente juego de espejos valores mencionados. Según Calvino, lamultipli-
describe tambiιn el de su autor:  cidad  tiene que ver con la visión de la novela con-
Ese estilo emocionado, que acaba derivando hacia temporánea «como enciclopedia, como método de
la melancolía más turbadora, consiste en detestar la conocimiento, y sobre todo como red de conexiones
línea recta y vagar, ribetear, seguir elipsis y laberin- entre los hechos, entre las personas, entre las cosas del
tos, retroceder, dar vueltas en círculo, tocar de repente mundo».  Como antes decía, las grandes tramas han
ese inalcanzable centro [...] y de nuevo retroceder y de dejado de ser válidas en la literatura actual. En su lu-
nuevo más rodeos obedeciendo a instintos opuestos, gar queda la fragmentación, la dispersión, la descom-
o lo que es lo mismo: hasta desnudar y ridiculizar sin posición del relato en una estructura plural, compu-
piedad la verdad, cualquier verdad de cualquier cosa esta por elementos heterogéneos, por múltiples fugas
susceptible de ser cierta (El mal de Montano, pp. 29- que rompen con las expectativas narrativas tradicion-
30). ales. Todo ello se traduce en esa inteligente mezcla que
Vila-Matas apuesta en Bartleby y compañía (de un hace Vila-Matas de autoficción, metaliteratura, cul-
modo mucho más radical, creo yo, que en obras an- turalismo, hibridismo y parasitismo literario (como
teriores) por la experimentación y el riesgo, apuesta el propio autor lo denomina). Un universo narrativo
por un estilo que desborda —por anticuados— los —claramente calificable de posmoderno— en el que
modelos narrativos anteriores, empeñados todavía todos esos elementos heterogéneos, y esto es funda-
en concebir la literatura como un absoluto, como to- mental, tienen el mismo derecho a la representación
talidad. Así lo reconoce el propio narrador hacia el artística.
final del libro: «Ya que se han perdido todas las ilu- Podríamos añadir aquí la sexta propuesta planteada
siones de una totalidad representable, hay que rein- por Ricardo Piglia en relación a la literatura del nuevo
ventar nuestros propios medios de representación» milenio (como es sabido, Calvino nunca llegó a escri-
(p. 169). Una idea que concuerda casi literalmente bir la suya, titulada Consistencia, que tenía que versar
con la «condición posmoderna», según Lyotard, con —cosas del azar— sobre el Bartleby de Melville). Ese
el abandono de todo intento de entender el mundo nuevo valor, que denomina  distancia  o  desplazami-
desde un discurso totalizador.  Ello se traduce en un ento, significa «Un desplazamiento hacia el otro, un
evidente descrédito hacia las grandes narrativas; en su movimiento ficcional hacia una escena que condensa
lugar queda la fragmentación y el azar. Una idea que y cristaliza una red de múltiple sentido. Así se trans-
comparte el narrador del El mal de Montano cuando mite la experiencia, algo que está mucho más allá de
afirma que «el mundo se halla desintegrado, y sólo si la simple información. Un movimiento que es interno
uno se atreve a mostrarlo en su disolución es posible al relato, una elipsis, podríamos decir, que desplaza
ofrecer de él alguna imagen verosímil» (p. 222). Ante hacia el otro la verdad de la historia». De ese modo,
la desintegración de lo real, sólo nos queda la litera- «la literatura sería el lugar en el que siempre es otro
tura. Porque en el lenguaje, en el uso autoconsciente el que viene a decir». Así, el hecho de que Marcelona
del lenguaje, nos construimos. Por ello, el gran tema opte por narrar su crisis a través de la crisis de otros
de la literatura posmoderna es el de las posibilidades escritores, le permitiría comunicarla y, sobre todo,
y condiciones de su propia producción. Como se hace vencerla.
evidente en Bartleby y compañía (y también en El mal Para terminar, quisiera —dejándome llevar por ese
de Montano). vicio de citar que inoculan los textos de Vila-Matas—
Los medios de representación de esa desintegración reproducir unas palabras del autor que pueden re-
a los que se refiere el narrador deBartleby y com- sumir, en buena medida, todo lo dicho: «Hay que ir
pañía se relacionan claramente, a mi entender, con los hacia una literatura acorde con el espíritu del tiempo,
valores postulados por Italo Calvino en sus Seis pro- una literatura mixta, mestiza, donde los límites se
puestas para el próximo milenio. Sobre todo con dos confundan y la realidad pueda bailar en la frontera
de ellos:levedad y multiplicidad.  con lo ficticio, y el ritmo borre esa frontera».  Una
La levedad tiene que ver con la idea (ya presente en literatura sin género, en estado puro, consciente,
Lucrecio y Ovidio) de que conocer el mundo es dis- paradójicamente, de su imposibilidad, y que haga de
olver la idea de que es compacto. Como insistía Borg- la exposición de dicha imposibilidad su cuestión fun-
es, el mundo como totalidad es indescifrable. Y para damental. 
reflejar ese mundo fragmentado, azaroso, ya no sirven
42 Preferiríanohacerlo Enero 2011
Enero 2011 Preferiríanohacerlo 43
Victor Gómez Pin

La destrucción de los trascendentales


Si se hace abstracción de la Mecánica Cuántica cabe embargo se introduce una perspectiva errónea. Así
decir que las disciplinas que intentan describir el or- (como se indica en el artículo evocado) la cosmología
den natural, interpretarlo, hacer previsiones sobre el de Aristóteles sería desplazada finalmente en razón
mismo o incluso someterlo a fuerzas extrínsecas, se fundamentalmente de introducir dos leyes erróneas
basan en el respeto a una serie de principios básicos relativas al movimiento, leyes que Galileo tuvo el in-
del espíritu. Ya he evocado el excelente artículo inédi- genio de corregir. Pero estos aspectos, que explican el
to de un equipo dirigido por el físico Miguel Ferrero por qué finalmente ciertas teorías se imponen mien-
en el que los autores sostienen que, en concepciones tras que otras quedan relegadas no son óbice para que
del mundo físico que van de la Magia a La Relativi- todas ellas respeten lo que en términos de la Escolásti-
dad General, se cree al menos en un mundo regido ca cabría llamar un orden trascendental (entendiendo
por leyes inmutables y que determinan un universo de por tal aquello que es condición de posibilidad de la
contigüidad, es decir en el que los acontecimientos se experiencia).
hallan determinados por leyes locales (volveré sobre El gran Francisco Suárez procedió a una depu-
este término). ración de la teoría de los trascendentales, elaborada
Sólo la Mecánica Cuántica introduciría trascend- previamente entre otros por Tomas de Aquino, Escoto
entes novedades en relación a los principios que rigen y Guillermo de Ockham. Los trascendentales son los
nuestra concepción de la Physis. Tratándose de las atributos mínimos a los que debe responder aquello
otras disciplinas, la diferencia residiría sobre todo que se presenta ante nosotros, atributos omniaplica-
en la manera de abordar lo incuestionable, en la in- bles, predicados de toda entidad, sin los cuales todo
terpretación que se da de estos principios. No es lo quedaría sumergido en la tiniebla, o por mejor decir:
mismo por ejemplo suponer que las leyes que gobier- ni siquiera podríamos distinguir la diferencia misma
nan el orden natural son trascendentes al sujeto que entre luz y tiniebla.
suponerlas vinculadas a la propia mente. La distorsión Por atenerse al dominio físico, del que ahora vengo
puede también venir dada por el hecho de que se so- ocupándome, lo que se presenta ha de tener cuando
bredeterminen las leyes generales con otras relativas menos la característica de la indivisión respecto a sí
a un ámbito específico del conocimiento en el que sin y separación respecto a los demás (unum), la poten-

44 Preferiríanohacerlo Enero 2011


cialidad de adecuarse al entendimiento (verum) y la Vinculada a la "filosofía natural de nuestro tiempo",
correlación con el sano apetito (bonum). Sin duda los por recoger la expresión de Heisenberg,  asistimos a
trascendentales que propone Suárez no coinciden for- la demolición de ciertos principios que pueden ser
zosamente con los que cabría establecer a partir de la considerados por así decirlo como lo más natural, tan
física clásica (o aristotélica). El físico como tal no se natural que el hecho de que la naturaleza no responda
preocupa de los rasgos subsumidos por el trascenden- a los mismos puede parecernos simplemente un sin
tal bonum y por otra parte lo designado por unum y sentido.
verum afecta asimismo a entidades imaginarias, o ab- *¿A quién, por ejemplo, se le ocurre que el lazo con
stracciones matemático-geométricas como líneas, su- el entorno fuera posible si la naturaleza no estuviera
perficies, volúmenes y las figuras construidas en base subordinada al principio de individuación, es decir si
a ellas. Por otra parte trascendental de la entidad física aquello que percibimos como un individuo (o sea, di-
es asimismo, por ejemplo, la cantidad de movimiento, vidido respecto a todos los demás e indiviso respecto
producto de la masa por la velocidad, que obviamente a sí mismo), se revelara carecer de existencia indepen-
no afecta a entidades carentes de masa. diente?
*O bien-aspecto correlativo- ¿qué seguridad de
que hay ámbitos locales, es decir ámbitos protegidos
de externas influencias, si algo que se produce  en un
objeto físico en Santiago de Compostela se hace pre-
sente de inmediato en un objeto otrora vinculado al
anterior, pero ahora privado de contigüidad física con
él en Barcelona.
*Asimismo, ¿cómo conservar la confianza en la
regularidad de los fenómenos en nuestro entorno si
no tenemos certeza de que idénticas causas- y en aus-
encia de otras variables- generarán idénticos efectos?
* ¿Cómo mantenerse fieles a la sana convicción de
que propio del espíritu humano es confrontarse a lo
real, si llegamos a la conclusión de que las observa-
ciones que hacemos y los resultados que obtenemos
no nos dicen lo que el mundo era antes de haberlo
observado, sino más bien aquello en lo que se ha con-
vertido como resultado de la observación? ¿Cómo
Esta disparidad entre las dos listas posibles de tras- en definitiva no caer en la tentación del solipsismo si
cendentales no es óbice para la sumisión de la realidad la ciencia natural de nuestra época parece poner en
física a los dos primeros señalados por Suarez. Físico entredicho el axioma según el cual existe un mundo
alguno, aristotélico, galileano-newtoniano o einsteni- exterior?
ano, avanzaría la conjetura de que aquello de que se
* En fin: si el realismo, consiste en afirmar  que el
ocupa no se halla sometido al principio de individ-
mundo físico es independiente, es decir, que se da 
uación, corolario de unum. Tampoco entraría en su
aun en ausencia de todo observador, el determinismo
mente que el conocimiento adquirido no resulta de la
añade que este mundo subsistente no es aleatorio, sino
feliz disposición del espíritu que le permite adecuarse
que se haya sometido a una regularidad que eventual-
a una realidad que le trasciende. Pues bien:
mente permite hacer previsiones: "posibilidad general
Varios son los trascendentales de la entidad física, de predecir exactamente como cambiará el estado del
suarezianos o no suarezianos, que parecen dejar de sistema en una circunstancia dada cualquiera", dice al
serlo cuando la naturaleza es contemplada desde la respecto el físico D. T. Gillespie. Pero también el deter-
perspectiva de lo que nos enseña esa ciencia funda- minismo parece barrido en esta suerte de destrucción
mental de nuestro tiempo que es la Mecánica Cuán- de  los principios elementales sobre los que -según la
tica. Así, la cantidad de movimiento y la posición, afirmación de Einstein- reposa la ciencia física.
pierden su estatuto de predicados omniaplicables para
La Mecánica Cuántica rompe con la idea deter-
se como mucho predicados clasificatorios. No se trata
minística postulando que antes de haber efectuado
sin embargo de lo más espectacular. Seguiré con el
una medida, lo único que podemos prever es la prob-
asunto
Enero 2011 Preferiríanohacerlo 45
abilidad de que el vector que actualmente representa lazo directo entre el estado actual y lo que saldrá. Aquí
el sistema se convierta en uno u otro de los vectores es dónde la teoría de los múltiples mundos tiene algo
propios del operador que representa el observable a a decir 
medir (y en consecuencia la probabilidad de que surja Apólogo de la presencia de un intruso
el número real que es valor propio de tal operador).
Supongamos que  un ruido no familiar me despi-
Supongamos que efectuamos una operación de erta en la noche. En la oscuridad de la habitación me
medición tendiente a determinar la cantidad de mov- embarga el temor de que un extraño se ha introducido
imiento. Supongamos además que lo hacemos  tras en ella. Me esfuerzo en apartar la idea, pero recuerdo
haber efectuado una operación de medición tendiente que, en razón del calor, he dejado abierto el balcón en
a determinar la ubicación. En la jerga del formalismo la sala contigua, y que la calle se encuentra  a escasos
matemático de la mecánica cuántica ello significa que, metros. La presencia de un intruso no es pues imposi-
antes de la nueva intervención, el sistema se halla en- ble, no hay probabilidad cero de que así sea. Me hallo
tonces bajo la legislación del operador del espacio de escindido entre dos horizontes muy diferentes, deter-
Hilbert  posición  y que carece propiamente hablando minados por dos probabilidades:
de cantidad de movimiento. Esta sólo surgirá como
resultado de que en el espacio de Hilbert el operador  1) La probabilidad  de que no haya nadie, que me
posición (que carece de vectores propios que lo sean tranquiliza y me mueve a intentar conciliar de nuevo
también de la cantidad de movimiento) ha sido susti- el sueño.
tuido por el operador cantidad de movimiento, y que 2) La probabilidad real de que haya un intruso, que
el rasgo de la entidad que la cantidad de movimiento me obliga a aventurar conjeturas que pueden tener
constituye surge como resultado de tal sustitución. enormes consecuencias, como la de ser agredido, o la
Tenemos de adelantarme yo mismo a la agresión, lo cual según
a) El rasgo físico ha sido literalmente creado, por la como vayan las cosas puede incluso convertirme en
intervención, o al menos cabe decir que ésta ha posi- algo tan inesperado en mí como un homicida, etcé-
bilitado su paso de un ser meramente potencial a un tera.
ser actual. Acéptese además, En suma: el avance  de dos conjeturas cuyo grado de
  b) El investigador tiene antes de la intervención probabilidad no es nulo conduce a una forma de des-
una posibilidad de hacer previsiones sobre lo que va doblamiento de la personalidad. Esta quiebra psíquica
a resultar de la operación que va  a realizar, es decir: puede resultar más insoportable aun que la conjetura
conoce la probabilidad estadística de que salga una negativa, por lo cual para superarla me decido a...en-
determinación  (un número real) u otra. cender la luz, comprobando quizás felizmente que no
hay nadie.
Como corolario de la asunción  de a) y b) cabe
enunciar.                                                           ***
c) El investigador hace previsiones, no exacta- Modificaré el apólogo que precede, introduciendo
mente sobre la realidad que a él le es dada sino sobre una premisa filosófica, que de momento pido al lec-
la realidad que él mismo forja. El  investigador hace tor que postule, es decir, acepte sin reflexionar si es
previsiones estadísticas sobre una contingencia (con- razonable o no:
tingencia porque, al menos que se vuelva a medir lo Toda hipótesis que no tiene probabilidad cero, toda
que ya está dado, es decir, en el caso señalado volver hipótesis que reúne condiciones de posibilidad, reúne
a intervenir con el operador posición (y aun así haci- también las condiciones de necesidad, o en otros té-
endo abstracción de la perturbación termodinámica) rminos: todo lo que es posible necesariamente se re-
la probabilidad 1 de que deba salir tal valor determi- aliza.
nado nunca se da. Pero el espectro global de tal con-
Sometidos a esta premisa volvamos a la situación
tingencia sólo depende del propio observador, en tan-
de mi despertar en la noche en plena oscuridad: la
to sujeto que mide. Como escribe D. T. Gillespie "una
probabilidad  de que haya penetrado un intruso no es
medida nos dice mucho más acerca del estado del sis-
nula, por consiguiente el intruso está ahí; la probabi-
tema inmediatamente después de la medida, que del
lidad de que no haya penetrado el intruso no es nula,
estado del sistema antes de la medida.
por consiguiente el intruso no está ahí. Situación pues
De todos los resultados posibles de una medida, ontológicamente bipolar la mía: soy a la vez aquel que
sólo saldrá uno. Quizás salga el que tenga mayores debe conciliar el sueño para estar en condiciones de
probabilidades, pero ello no es seguro pues no hay realizar su cotidiana tarea al día siguiente, y aquel para

46 Preferiríanohacerlo Enero 2011


quien el sueño sería un disparate, aquel que tiene ur-
gencia en alzarse y acaso esgrimir un arma. 
¿Qué pasa ahora si enciendo la luz y compruebo
que hay efectivamente un individuo al que- adelan-
tándome a su agresión- reduzco? Obviamente yo soy
esa personalidad temperamental, apta a adelantarse a
una agresión y hasta complaciente en la pelea. ¿Qué
se ha hecho pues de mi personalidad pacífica y quizás
algo pusilánime, que tendía a descansar para estar en
condiciones de rendir en el trabajo al día siguiente?
Pues no tuvo ocasión de imponerse a la otra se diría
clásicamente. Respuesta a rechazar de inmediato si
seguimos fieles al postulado de que lo que tiene con-
diciones de posibilidad reúne también las condiciones
de necesidad:
El yo conciliador tanto en lo referente al sueño
como en las relaciones con los demás, ha tenido su es-
pacio de realización plena, pues el hecho de encender
la lámpara no ha hecho en absoluto colapsar la plácida
situación en la que en el dormitorio  me encuentro
solo, sino que meramente esa situación es contemp-
lada por un yo diferente del que ahora está llamando
a la policía.
Y ¿qué tiene en común este yo al que amenazan
pleitos con el que se dispone a dormir placidamente?
Pues el pasado, un pasado que llega hasta el momen-
to en que la lámpara -al iluminar la habitación- les
escindió. Yo, que espero a la policía, ignoro si el que
quedó solo en la habitación está quizás impedido de
dormirse por un síntoma alérgico, o si ha decidido
aprovechar la circunstancia para levantarse y adelan-
tar su trabajo; yo que espero a la policía vivo en otro
mundo, un mundo ortogonal al suyo, un mundo sin
comunidad de presente o de futuro con el suyo.
Artículo extraído de: www.elboomeran.com/.../blog-de-
victor-gomez-pin/

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 47


Victor Gómez Pin

Apólogo de la presencia de un intruso


Supongamos que  un ruido no familiar me despi- cender la luz, comprobando quizás felizmente que no
erta en la noche. En la oscuridad de la habitación me hay nadie.
embarga el temor de que un extraño se ha introducido ***
en ella. Me esfuerzo en apartar la idea, pero recuerdo
que, en razón del calor, he dejado abierto el balcón en Modificaré el apólogo que precede, introduciendo
la sala contigua, y que la calle se encuentra  a escasos una premisa filosófica, que de momento pido al lec-
metros. La presencia de un intruso no es pues imposi- tor que postule, es decir, acepte sin reflexionar si es
ble, no hay probabilidad cero de que así sea. Me hallo razonable o no:
escindido entre dos horizontes muy diferentes, deter- Toda hipótesis que no tiene probabilidad cero, toda
minados por dos probabilidades: hipótesis que reúne condiciones de posibilidad, reúne
 1) La probabilidad  de que no haya nadie, que me también las condiciones de necesidad, o en otros té-
tranquiliza y me mueve a intentar conciliar de nuevo rminos: todo lo que es posible necesariamente se re-
el sueño. aliza.
2) La probabilidad real de que haya un intruso, que Sometidos a esta premisa volvamos a la situación
me obliga a aventurar conjeturas que pueden tener de mi despertar en la noche en plena oscuridad: la
enormes consecuencias, como la de ser agredido, o la probabilidad  de que haya penetrado un intruso no es
de adelantarme yo mismo a la agresión, lo cual según nula, por consiguiente el intruso está ahí; la probabi-
como vayan las cosas puede incluso convertirme en lidad de que no haya penetrado el intruso no es nula,
algo tan inesperado en mí como un homicida, etcé- por consiguiente el intruso no está ahí. Situación pues
tera. ontológicamente bipolar la mía: soy a la vez aquel que
debe conciliar el sueño para estar en condiciones de
En suma: el avance  de dos conjeturas cuyo grado de realizar su cotidiana tarea al día siguiente, y aquel para
probabilidad no es nulo conduce a una forma de des- quien el sueño sería un disparate, aquel que tiene ur-
doblamiento de la personalidad. Esta quiebra psíquica gencia en alzarse y acaso esgrimir un arma. 
puede resultar más insoportable aun que la conjetura
negativa, por lo cual para superarla me decido a...en- ¿Qué pasa ahora si enciendo la luz y compruebo
que hay efectivamente un individuo al que- adelan-
48 Preferiríanohacerlo Enero 2011
tándome a su agresión- reduzco? Obviamente yo soy
esa personalidad temperamental, apta a adelantarse a
una agresión y hasta complaciente en la pelea. ¿Qué
se ha hecho pues de mi personalidad pacífica y quizás
algo pusilánime, que tendía a descansar para estar en
condiciones de rendir en el trabajo al día siguiente?
Pues no tuvo ocasión de imponerse a la otra se diría
clásicamente. Respuesta a rechazar de inmediato si
seguimos fieles al postulado de que lo que tiene con-
diciones de posibilidad reúne también las condiciones
de necesidad:
El yo conciliador tanto en lo referente al sueño
como en las relaciones con los demás, ha tenido su es-
pacio de realización plena, pues el hecho de encender
la lámpara no ha hecho en absoluto colapsar la plácida
situación en la que en el dormitorio  me encuentro
solo, sino que meramente esa situación es contemp-
lada por un yo diferente del que ahora está llamando
a la policía.
Y ¿qué tiene en común este yo al que amenazan
pleitos con el que se dispone a dormir placidamente?
Pues el pasado, un pasado que llega hasta el momen-
to en que la lámpara -al iluminar la habitación- les
escindió. Yo, que espero a la policía, ignoro si el que
quedó solo en la habitación está quizás impedido de
dormirse por un síntoma alérgico, o si ha decidido
aprovechar la circunstancia para levantarse y adelan-
tar su trabajo; yo que espero a la policía vivo en otro
mundo, un mundo ortogonal al suyo, un mundo sin
comunidad de presente o de futuro con el suyo.
Artículo extraído de: www.elboomeran.com/.../blog-de-
victor-gomez-pin/

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 49


Raúl Del Valle

Tengo una tontería en el coco


Es tal la magnitud de la desmesura que rodea a la mágico sobrenombre.
figura de Mágico González que incluso se ha generado Nacido en San Salvador en 1957, deslumbró en el
una leyenda utilizando dos de los más importantes di- Mundial del ochenta y dos a pesar de formar parte de
oses del panteón maya para explicarla. Cuenta la ley- una de las selecciones más débiles del torneo. Ese mis-
enda que Kukulkán –dios civilizador- le pide permiso mo año fichó por el Cádiz C.F., equipo en el que per-
a Itzanmá –jefe de los dioses- para bajar al mundo de maneció hasta el año noventa y uno, con el paréntesis
los hombres y entrar en contacto con ellos, pero It- de una temporada en la que fue traspasado al Vallado-
zanmá, temeroso de la alteración del orden natural de lid. En esos ocho años, el considerado por muchos el
las cosas que eso supondría, se lo deniega. jugador más técnico del mundo, se convirtió en el ído-
Sin duda, otro gallo le hubiera cantado a Kukulkán lo indiscutible de la afición gaditana y en la pesadilla
de haber tenido como dios supremo a Zeus, pero lo permanente de la directiva del club, que no sabía qué
cierto es que, a pesar de la prohibición, una noche en hacer con él. Un año, al renovarle el contrato, añadi-
la que abusa del saká –licor de los dioses por aquellos eron una cláusula que establecía que al jugador se le
pagos-, Kukulkán desciende al mundo terreno y posa descontarían del sueldo ciento cincuenta mil pesetas
sus manos sobre la barriga de una mortal embarazada por cada entrenamiento al que faltase. Mágico se negó
de su octavo hijo. La mujer, a pesar de sentir un pro- a firmar porque decía que, en aquellas condiciones,
fundo estremecimiento, ni siquiera despierta de su iba a tener que poner dinero de su bolsillo.
sueño. David Vidal, su entrenador, se recorría todas las
Sin embargo, el contacto divino ha dejado marcado discotecas de Cádiz buscando al jugador para man-
el futuro del niño que porta en su vientre, que será darlo a casa y que se levantase temprano al día sigu-
un virtuoso de lo primero que sus ojos contemplen iente. Pero el portero de la discoteca, si Mágico estaba
al nacer pero que, en contrapartida, cargará sobre sus dentro, al ver al míster pulsaba un botón que encendía
hombros con una incontenible e irrefrenable tenden- una bombillita en la barra y el camarero de turno
cia al desorden y la indisciplina. Y lo primero que vio escondía al jugador en el cuarto de la limpieza o la
Jorge Alberto González fue un valón de fútbol, objeto cabina del disc jockey. Una de aquellas veces iba tan
que le haría acreedor, con el paso de los años, de su borracho que se quedó dormido y, al despertar, se en-

50 Preferiríanohacerlo Enero 2011


contró encerrado en una discoteca vacía de la que no En una sociedad vacía que premia por encima de
pudo salir hasta que volvieron a abrirla. Es de suponer todo el éxito y la eficiencia, nada más heroico que, sa-
que se prepararía algún que otro cubata para aligerar biéndose capacitado para la victoria, no presentarse al
la espera. partido.
Sus continuas faltas de disciplina hacían que el en-
trenador, para castigarlo, lo dejase en múltiples oca-
siones en el banquillo. Pero un equipo modesto como
el Cádiz no se podía permitir prescindir de uno de
los mejores jugadores del mundo sin consecuencias;
así que, en aquellas ocasiones, entre las necesidades
deportivas y las exigencias del respetable, al final el
entrenador casi siempre acababa recurriendo a él en la
segunda parte. Y muchas veces le bastaban cuarenta y
cinco minutos para armar el taco.
Una de esas legendarias tardes aconteció en el tro-
C
feo Ramón de Carranza, que organiza el Cádiz a fina-
les de agosto, en un partido que enfrentaba al equipo
local con el poderoso Barcelona y en el que ni siquiera
fue necesario que el entrenador le dejase en el ban-
quillo. Mágico, a quien la noche anterior se le había
quedado corta para la juerga, no llegó al estadio hasta
bien entrado el primer tiempo.
Se cuenta que allí, solo en el vestuario, soportando
con estoicismo los rigores de la resaca, se vistió de
corto, acabó de dos tragos con una botella de agua de
litro y medio para calmar los ardores que le hacían
llevarse la mano continuamente al pecho como un
pistolero tuberculoso y se sentó en el banco a esperar
el regreso de sus compañeros.
Al descanso se llegó con un marcador de tres goles
a cero a favor del club catalán. Lo que pasó en el seg-
undo tiempo no hace falta que lo cuente nadie porque
forma parte de la historia: el Cádiz, con dos goles y
dos asistencias del Mágico, le dio la vuelta al partido y
acabó ganando cuatro a tres para delirio de los miles
d espectadores que abarrotaban el estadio.
Reconozco que no soy un santo, que me gusta la
noche y que las ganas de juerga no me las quita ni
mi madre. Sé que soy un irresponsable y puede que
esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo
sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta
tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no
sería yo. Sólo juego por divertirme.
Declaró el propio Mágico en lo que supone toda una
declaración de principios de alguien que fue capaz de
rechazar una suculenta oferta de un club italiano -que
multiplicaba por diez lo que cobraba en el Cádiz- con
el peregrino argumento de que en Italia no había pes-
caíto frito. Hubiera podido ser el mejor, acumular tro-
feos, ganar títulos, hacerse multimillonario; pero pre-
firió no hacerlo, eligió el lado de la renuncia.

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 51


52 Preferiríanohacerlo Enero 2011
Interlunio

Inma Ponce Torres


Maite Martí Vallejo
Zoramena
Inma Ponce Torres

Tierra sonámbula

Pisan descalzos el techo del mundo

Poesía vertical
para saber dónde está la oquedad.
(Son vestigios desolados
de la furia y la violencia).

Ruedan con el perfil en la arena,


buscando el vacío, desoliendo el crisantemo.
Ellos querrían desertar del llantollano
y dejar la muerte sin brazos.
Ellos querrían gritar sin que la voz
retumbara en la boca de los muertos.

Pero la tierra está preñada de cuerpos esterados.


La tierra duerme trasnochando el mundo.
El sueño es el ojo de la vida, (despierta un silencio).
Sonámbula, la tierra celebra dejar de parir ciegos.

I
Maite Martí Vallejo

Curso de lingüística general


(matrícula abierta)
mujer de unos treinta años
Poesía vertical

presenta cuadro severo de desorden léxico

autóctona del humedal, de natural septentrional


reside entre semana, en remotos sintagmas
perdón por el poema
por erosionar la lengua
las imágenes acústicas atraviesan la península
son los primeros efectos del cambio fonético

mujer caleidoscópica de alteraciones morfológicas


insólita ciudadana de una acepción muy lejana
velo por la aliteración de los hechos
respeto la fisiología de tu acento
perdón por el poema
por la escritura inconsecuente
fenómeno analógico que sale por el este
y se pone por el oeste
se intensifican las precipitaciones sintácticas
en el golfo de bizkaia
perdón por el poema
por lo que representa en mi cabeza

aventura semiológica que nace en oriente


y muere en occidente

por la disolución de algunos hitos


por amor a un sistema de signos

porque me significo.

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 55


Maite Martí Vallejo

En vías de extinción

Poesía vertical
A tijeretazo limpio,
de la raíz a las puntas.

El ojo izquierdo lagrimea,


el derecho evita el llanto;
no cree en la simetría de los elementos.

El corazón tampoco cree.


El corazón late
pendiente de un hilo.

Cómo no extinguirme.
 
Si a tijeretazo limpio.
Si con brutal azada,
tú abres en mí
camino,
tú me labras,
de la raíz a las puntas.

En plena crisis de los treinta,


deniego la asistencia sanitaria,
me aplico una mascarilla de algas.

Cómo no extinguirme.
 
Si a golpe de martillo
haces estragos.
Si con brutal azada
te bebes toda el agua.
El corazón late
pendiente de un hilo.

Estoy harta de terrenos baldíos,


de la raíz a las puntas.

Cómo no extinguirme.

I
56 Preferiríanohacerlo Enero 2011
Zoramena

Cortar el resquicio de la ventana


Poesía vertical

Para deshacer otoños enclaustrados


Salir de la membrana de un segundo
Para cortar el estertor del desencanto.
Redimirme, tal vez, de mí misma
Reconocerme de una vez inmensa en la caída
Y retroceder a golpes
Para retomar el canto
Y escupiros el desprecio ambiguo del quebranto.
Tal vez, resquebrajar el tiempo
No esperar que venga algo
Rescindir la propuesta de la inocencia
Firmando ante la vida un no sé cuándo.

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 57


Poesía horizontal

Zoramena

Estoy pensando qué hacer entre la Puta y la Virgen, perdonen mi sinceridad. Dudo si asomarme al abismo
de mi rostro o más bien hacer escaramuzas en el agua misma del acantilado. Aún no lo sé. Déjenme decid-
irme.
Por ahora recibo plenamente la luz de una Minerva todopoderosa, desengañada de un Neptuno, en el
fondo intrascendente. Sin embargo, ¡ay, sabiduría, cómo te diluyes tan mínimamente! Te me pierdes en rías
asiladas, à son tour, en montañas de rocas casi inertes. Y es entonces cuando se me olvida.
No recuerdo las fuerzas que me condujeron hasta aquí. Hasta este lecho vacío de presupuestos y desborda-
do de mí misma. Pierdo aquí de vista esta alegría huidiza que, sin embargo, vuelve y vuelve, invariablemente.
Me gustaría asirla, pero, en el fondo, ¿para qué?
No nos engañemos: de todos es sabido que sentimos por contraste.
Mon semblable, mon frère,
¿estamos ya de acuerdo?

58 Preferiríanohacerlo Enero 2011


Enero 2011 Preferiríanohacerlo 59
60 Preferiríanohacerlo Enero 2011
Lib
ros

Antonio Marco Greco


El cerdo es un don de Alá, de Marco Greco

Violeta Serrano
Historia del silencio, de Pedro Zarraluki

Maria Fortuny
Logofagias, de Túa Blesa

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 61


Antonio Marco Greco

El cerdo es un don de Alá


I diavoli sono sostanzialmente inoffensivi. Gli an- custodi di ogni tipo di confidenza, gente semplice e
geli, invece, possono essere molto pericolosi. Maria di sempre disposta al dialogo. Uno di questi un giorno
Nazareth, Il mio utero in affitto, ediz. Paoline, pag. 7 le dice: “nessuna donna è stata espropriata tanto della
Scrivere allenta la tensione, scarica l’ansia, favorisce sua esistenza. Ora sai quanto può essere crudele il tuo
la razionalizzazione e lubrifica le funzioni dello spirito. Dio.” (pag.34)
Questa, però, è una situazione in cui l’uso della penna Lasciata viva da quel bacio di Dio che sostanzial-
sembra offrire l’unica possibilità di sopravvivenza. mente l’ha uccisa, Maria trascina i suoi giorni ormai
Quello di Maria di Nazareth, infatti, è un coma vigile privi di sintassi e la scrittura si ostina a fiutare tracce
e la scrittura è l’ossigeno continuamente erogato che che non portano da nessuna parte. Unica ascoltata
nessun medico si sognerebbe di negare. Ed è un coma compagnia, quei poveri diavoli che diventano ogni
determinato dalla onnivora presenza del Divino, che giorno più umani. Se qualcuno chiede in affitto il tuo
svuota tutto dall’interno e induce anche l’animo più utero per averne poi il frutto, il gioco è crudele ma,
crudele ad una tristissima pietà. Da quel giorno an- comunque, leale. Ci si può sempre rifiutare o scappare
gelico e fatale, la piccola figlia di Israele scrive e scrive al momento del parto.
per vuotare un sacco troppo pieno e crudele che non Non è così per la povera Maria che, senza spiegazi-
l’avrebbe mai abbandonata. In qualsiasi luogo e circos- one alcuna, si vede privata non solo del figlio ma della
tanza annota angosce e perplessità, formula giudizi e stessa gravidanza. Chiunque sia stata madre sa com’è
tormentate riflessioni. Poi eternamente rivede tutto e dolce, nell’intimità della notte, immaginare le fattezze
fa mille correzioni perché tutto e ormai eternamente della propria creatura, carezzarle i piedini e antici-
problematico e anche le emozioni più forti sono solo parne i sorrisi. Un dialogo umano e senza parole, dove
formule astratte, sentimenti presi in prestito e da res- il Divino deve solo tacere e osservare di nascosto.
tituire al legittimo proprietario. L’inferno dell’animo.
“Lo conosco bene – disse Lucifero – Non ho mai
E in questo pulviscolo sospeso la casa non può che visto tanta violenza nel Dio di Israele.” (pag.96)
popolarsi di diavoli. Maria ormai li vede dappertut-
to. In cucina, sotto il letto, nel cassetto dove ripone È quando cala la sera, durante la povera cena, che
le tovaglie. Sono diavoli destinati a diventare amici, eternamente si considera l’intera situazione. Lucifero

62 Preferiríanohacerlo Enero 2011


si accanisce contro tanta crudeltà e cerca nuove argo- popoo eletto.” (pag.42)
mentazioni per esprimere affetto e solidarietà. Trascendi il testo con intelligenza e fantasia, lettore,
Ma è quando si chiude in un pensoso silenzio che e vedrai scenari magnifici.
Maria prova un brivido di conforto. Vede, in quel Milioni di porci cinesi prenderanno le vecchie vie
volto luminoso che un giorno fu tanto caro a Jhaveh, carovaniere per allietare le tavole dell’Islam mentre,
la presenza di elementi inesplorati, l’accenno vago ad stanne certo, i migliori cardiochirurghi statunitensi
un’intuizione che non sa come precisarsi. staranno già affilando i loro bisturi. In questa econo-
Al parto manca veramente poco ed ogni singolo mia finalmente razionalizzata e planetaria si realizzerà
diavolo, raccolto l’essenziale, ha voluto accompagnare l’antico sogno dei filosofi. Ma non saranno le strutture
Maria in quella povera stalla malamente illuminata. liberal- democratiche a realizzare la pace perpetua
Educatissimi, prendono forma solo quando Giuseppe bensì la simpatica bestiola tanto cara ad Allah e al suo
si allontana per qualche commissione. Nell’intimità Profeta.
delle prime doglie un diavolo, umanissimo, rivela: Poi, un grugnito.
“Un giorno ti troverai ai piedi di una croce e sarà quel-
la di tuo figlio. Il Padre, commosso e stupito, troverà
quell’umanità della quale aveva tanto bisogno e farà
venir giù tanta acqua dal cielo. Ma le lacrime più vere,
Maria, saranno soltanto quelle tue.” (pag.120)
E la Madonna intravede ciò che le era sempre sfug-
Antonio Marco Greco
gito e si scioglie in un sorriso: vuole sapere il nome di
quell’amico tanto sensibile.
“Avrò un nome solo qualora dovessi riuscire ad es-
sere uomo. Quel giorno, necessariamente, dovrò chia-
marmi Giuda.” (pag.121) “e verrà un tempo – aggi-
unse – in cui le tue lacrime e la mia straziata umanità
avranno finalmente un Editore.” 
Il maiale è un dono di Allah, Maometto, Istruzioni
per il Corano, ediz. Il Profeta, pag. 24
Quando una casa editrice che è nel cuore dell’intera
ecumene islamica pubblica un libro come questo, non
sono leciti i dubbi sulla sua autenticità. Ed è forte la
tentazione di ammettere la superiorità della religione
del Profeta. Cercheremo di resistere alla seduzione ma
permetteteci tutta l’ammirazione per un’astuzia dial-
ettica raffinatissima. Di quelle che possono fiorire solo
nei deserti e mettersi alla testa delle carovane beduine.
“Ho demonizzato il simpatico animale con le se-
tole solo per motivi storici. Non potevo certo lasci-
are il monopolio ai nostri fratelli ebrei e non avevo le
certezze alimentari che solo il secolo XX saprà pro-
durre.” (pag.36)
Delizioso!
Mentre propone il dogma, Maometto già lo relativ-
izza e lo mette in relazione con il mutare dei contesti
umani.
Poi, l’azzardo della profezia.
“Verrà il giorno in cui il cuore di un maiale abiterà
nel petto di un uomo e gli salverà la vita. Quando ogni
fedele ospiterà un cuore suino, saremo senz’altro noi il

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 63


Violeta Serrano

La historia del silencio, de Pedro Zarraluki


La actividad poética nace de la desesperación ante la impotencia de la palabra y culmina en el reconocimiento
de la omnipotencia del silencio.
Octavio Paz

La historia del silencio constituye un nuevo intento "comer"-, es decir, hacia ese concepto descrito por Túa
de decir lo indecible. Desde la irrupción en el pasado Blesa que englobaría los diversos mecanismos textu-
siglo XX de la literatura del no, varios han sido los ales, marcas o trazos, que rompen la linealidad discur-
autores que han intentado ponerle rostro y nombre a siva y que representan todas las posibles plasmaciones
un concepto que, por otra parte, resulta imposible de del silencio. El estilo de Zarraluki sin embargo, va más
caracterizar específicamente. Para aproximarnos en allá del de los anteriores en el sentido en que este autor
alguna medida al concepto, podríamos decir que se crea una novela al uso para explicar el silencio que at-
trata del abandono de la obra antes de su inicio, de enaza a veces a la literatura, o al proyecto de la misma,
un temor en la potencia que impide la consecución como lo sería ese libro que el protagonista de esta his-
del producto final, de una inseguridad derivada de toria jamás llegará a escribir.
reflexiones personales que desemboca en el vacío de Los personajes que Zarraluki crea son al fin y al
la idea inicial. Bolaño –en un sentido más teórico so- cabo herramientas para esa explicación imposible del
bre lo que es y no es literatura- ya hizo una tentativa silencio. El protagonista, cuyo nombre nunca se des-
de ejemplificar los límites de la novela a partir de su vela -¿hace falta?- es la encarnación de esa literatura
obra Literatura nazi en América –Seix Barral, 1996-, del no, esa imposibilidad del decir, esa logofagia. Los
consistente en un tipo de escritura enciclopédica, es recursos utilizados, bastante tradicionales en lo que
decir, de nuevo una reflexión sobre lo que podemos a género novelesco se refiere –narración en primera
concebir como literatura y lo que no podemos con- persona, enredos amorosos, golpes de dramatismo,
cebir como tal. Vila-Matas, por su parte, desgranó a etc-, están al servicio de una exposición más profunda
un Rulfo aquejado de apatía creativa desde la muerte consistente en la definición de ese silencio. Los diver-
de su tío Celerino, el contador de historias –Bartleby sos personajes secundarios se desarrollan a lo largo
y compañía, Anagrama, 2000-, y lo hizo intercalando de tramas urdidas asimismo de silencios. Silencios
sabiamente la opacidad de un cuaderno de notas con que los aprisionan más tarde o más temprano y que
la abulia vital de ese personaje rendido ante el estrépito sirven de nuevo de base a la reflexión del protagoni-
de la página en blanco. Zarraluki rema en esta obra en sta sobre la importancia o irrelevancia del silencio. El
la misma dirección: hacia la ‘otredad del decir’, hacia ejemplo de Olga sería el más claro entre los personajes
la logofagia -del griego. λογος, "palabra", y φάγομαι,
64 Preferiríanohacerlo Enero 2011
secundarios, ella jugó con el ocultamiento hasta que cuando determina que la vida sin ella, sin la Irene-
éste se hizo imposible de sobrellevar en el marco de literatura, es insoportable:
una situación extrema: ‘Y supe que quería hundirme con Irene en aquel pozo
‘Pensé que aquel matrimonio llevaba roto largo tiem- insondable, en aquel murmullo de voces enmudecidas
po. Todos ignoramos muchas cosas de las personas con para siempre, en aquel silencio que se demoraba ina-
la que vivimos, pero ellos habían decidido –hacía años, barcable, tan intenso que se demoraban en él todas las
seguramente- ignorarse por completo. Y el accidente ausencias, la angustia más poderosa y hasta la vida
los había condenado. Encerrados entre aquellas cua- misma, tan bello y terrible que en su seno se dejaba de
tro paredes, no podían hacer otra cosa que alimentar el ser miserable y las traiciones lo eran de verdad, el amor
odio creciente que sentían el uno por el otro’. se volvía sublime y la muerte acababa siendo algo muy
La trama vital del protagonista es una metáfora del grande que apartaba de su lado a las almas mediocres.
mismo cariz. Nuestro escritor fallido juega constante- Y todo ello gracias al enorme simulacro de la litera-
mente con la ocultación. Él teje una relación secreta tura, quizá la única actividad sincera de una especie
que oculta a su compañera. Se cree poseedor de su acostumbra a los engaños. La vida, que yo tendía a ver
silencio hasta que el telón cae y, aturdido, empieza como un paseo aburrido, era para Irene una herida abi-
realmente a comprender la consistencia de lo omitido. erta por la que entraba en su cuerpo aquel esplendor
Entiende al fin, o atisba a comprender con la ayuda que sin duda no existía. Supe que, detrás de sus ojos
de nuevo de algunos de los personajes secundarios, grises, Irene escondía un secreto tan ínfimo como aquel,
en qué consiste la literatura, en qué dirección hay que y supe en fin que no iba a poder vivir sin tenerla a mi
navegar para que el silencio no se instaure en el que- lado […]’.
hacer del novelista. Irene, su compañera, es en reali- Ese temor absoluto a perder su rastro le da fuerzas
dad la encarnación de la literatura que no debe morir. para salir de su ensimismamiento natural, de su litera-
Sólo cuando ella desaparece, él oye el silencio base de tura del no, y ser capaz de rehacer el amor, de rehacer
la pretendida novela aún no articulada: la literatura para no dejarla morir, porque ella sola es
‘A menudo, durante aquellas semanas, me daría la a veces la que da sentido a esta especie de engañados
vuelta asustado no por un sonido repentino, sino por urdidos de silencio. El protagonista se salva en cierto
su ausencia, mucho más sobrecogedora que el más in- modo del abandono del oficio de escritor, a diferencia
quietante de los rumores cotidianos. Pocas cosas podían de Rimbaud, Gracq o el propio Rulfo al que aludía-
afectarme tanto como oír de pronto lo que nunca había mos al inicio, porque comprende al fin que ‘quienes
sonado, […]’ piensan que ya está todo dicho sólo pueden aspirar
a la repetición, la glosa o el espionaje’, o lo que es lo
Él es el pretendido escritor que, sin embargo, no mismo y siguiendo la metáfora de esta obra: quienes
comprende la esencia misma de lo literario sin la pro- no renuevan su amor están condenados a hundirse en
pia Irene. Ella consigue hacer ver al escritor que la lit- su propio trasiego de silencios.
eratura es como el amor de una mujer: hay que reani-
marlo y reconquistarlo continuamente so pena de que
muera en la cotidianeidad, so pena de que la literatura
del no que asomó la cabeza en el siglo XX se instaure.
La pista se la da Olga cuando él pretende simplemente Pedro Zarraluki
buscar a Irene:
‘-Me debes un favor –le dije-. Quiero que me lo de-
vuelvas ahora.
[…] –No hago otra cosa, aunque por el momento no
me puedas entender. Irene vuelve a ser un potro salvaje.
Está tan encabritada que es mejor apartarse un poco de
ella. Si quieres echarle el lazo tendrás que empezar de
nuevo’.
Cuando ella desaparece, él comprende en qué con-
sistía la actividad real de Irene entre los libros, en su
infatigable búsqueda bibliográfica. Comprende que es
ella la que realmente conoce el secreto que él jamás
ha sabido ver de forma transparente y es entonces
Enero 2011 Preferiríanohacerlo 65
Maria Fortuny

Logofagias
Por la logofagia, se textualiza el silencio en unos trazos a través de los cuales se dice el silencio.

Túa Blesa nació en Zaragoza en el año 1950 y estudió un silencio que está presente en todas las obras liter-
Filología Románica en la Universidad de Zaragoza. arias desde el comienzo; la literatura tiene que librar
Actualmente es catedrático de Teoría de la Literatura una auténtica batalla con la incapacidad de la palabra
y Literatura Comparada en esta misma universidad. para trasladar una experiencia absolutamente insólita.
Es editor y director de Tropelías: Revista de teoría de Pero el escritor de la logofagia no se deja asustar por
la literatura y literatura comparada. Es autor de más este silencio al cual se enfrenta, -como sí hizo Arthur
de un centenar de publicaciones y estudios. Logofa- Rimbaud, quien a los 19 años ya había escrito toda su
gias: los trazos del silencio es un libro de 1998, pub- obra poética- sino que sigue escribiendo y consigue
licado en la colección Trópica, Anexos de Tropelías. plasmar este silencio en el texto: el escritor de la logof-
Túa Blesa es cantante y guitarrista del grupo “Doctor agia no renuncia definitivamente a continuar su tarea,
Túa y los Graduados”. “ha tenido la experiencia del límite y aun la de afuera
Logofagias es un estudio sobre los límites de la lit- de los límites y la consecuencia es la incorporación del
eratura y el silencio, que analiza textos de poetas como silencio al texto”, pero no como materia de reflexión,
José Miguel Ullán, Leopoldo María Panero, Eduardo ni como tema… de una manera en que la textualidad
Hervás… Autores que aun conociendo los límites del se devora, se consume, pero sobrevive.
lenguaje han sido capaces de sobreponerse al silencio La logofagia está en aquellos escritores que han su-
total y han continuado su escritura, pero no sin se- frido la parálisis de Chandos o de Rimbaud, pero han
cuelas. Estas secuelas son Los trazos del silencio que sido capaces de sobreponerse al silencio total. Son ar-
analiza Túa Blesa en su investigación. tistas sensibles al «mal du silence», pero que han re-
La palabra logofagia forma parte del idiolecto sistido.
de Blesa quien la construye a partir de los términos Túa Blesa analiza la logofagia como formas o figu-
griegos λογος, "palabra", y φάγομαι, "comer", para ras retóricas y nombra algunos de sus tipos. Después
denominar aquellas marcas textuales que a pesar de de la introducción en la cual se explica en que consiste
haber sido devoradas, permanecen en el texto. la logofagia, se dedica a analizar cada figura detallada-
Según Blesa, la literatura se enfrenta al silencio; a mente y con un buen número de ejemplos de poetas
españoles que ilustran a la perfección cada definición.

66 Preferiríanohacerlo Enero 2011


En el apartado Excursus in Rhetoricam, analiza y re- nación de la unidad textual en dos o más fragmentos,
sume cada tipo. incluye cualquier paratexto. Babel es la figura de la
En este glosario final encontramos figuras como logofagia por la cual se renuncia a la lengua en la cual
el Óstracon, o fragmentos de un texto completo que está escrito el texto y se emplea vocabulario de otras
no está presente del cual distingue cuatro manifes- lenguas. Por Hápax se entiende la forma que consist-
taciones diferentes: La fenestratio, que consiste en ente en la incorporación de palabras inventadas. Por
substituir partes indefinidas del discurso por puntos último, Blesa define el Criptograma, figura por la cual
suspensivos o por comas en lugar de punto final para se utilizan signos convencionales o inventados como
mostrar el inacabamiento del texto; la lexicalización, sustitutos de letras, sílabas o palabras en el texto.
que es la advertencia léxica de que el texto es frag- Siguiendo a Túa Blesa acabamos así: “La logofagia
mentario; el Leucós, que consiste en la utilización de quiere decir la posibilidad del texto intexto, del dis-
espacios blancos para señalar la ausencia de discurso curso sin phoné ni lógos, de una escritura que puede
entre los fragmentos de un texto y el Tachón, que con- dejar de ser tal para ser «ex-critura». Así la logofagia,
siste en ocupar parte del discurso con trazos que im- los trazos del silencio.”
piden o dificultan la lectura. Otra figura que analiza
es el Ápside, por la cual la unidad textual se disemina
en dos o más textos del mismo rango, es decir, pro-
poniendo variantes para un mismo discurso. También
está la Adnotatio, por la cual se produce la disemi-

Túa Blesa

Enero 2011 Preferiríanohacerlo 67


Preferiría no hacerlo
Año II Enero 2011 Número 4
Director
Enrique Bartleby

Redacción
Maria Fortuny, Raúl del Valle,
Albert Mesas, Ollin Rafael

Corrección
Maria Fortuny, Raúl del Valle, Ollin Rafael, Inma
Ponce

Redacción de Interlunio
Inma Ponce Torres

Edición
Ollin Rafael
Joan Vives

Edición web
Ollin Rafael

Consejo editorial
Raúl del Valle, Albert Mesas, Ollin Rafael,
María Fortuny, David Roas, Antonino Marco Greco

Ilustración de portada
Jordi Pujol

Ilustraciones interiores:
Marta Pagés Rufé, Pere Fortuny, Oriol Capella, Ester
Pujol, Meritxell Escuert Mas y Joan Vives

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