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Presentación
Ficciones Relatos
Bestiario Microrrelato
Interlunio Poesía
54 Inma Ponce Torres
Maite Martí Vallejo
Zoramena
Libros
62 Antonio Marco Greco El cerdo es un don de Alá, de Marco Greco
64 Violeta Serrano Historia del silencio, de Pedro Zarraluki
66 Maria Fortuny Logofagias, de Túa Blesa
Anaïs Egea
El maletín
Daniel Bolsa
Creaciones
Confusión
Aquel es un día como otro cualquiera: llueve suave- Intenta volver al libro pero al tomarlo descubre que
mente pero sin descanso, los árboles se agitan al rit- no reconoce ninguna frase; confuso, coge otro que
mo cálido del Mediterráneo y se inclinan como ado- tampoco le dice nada, revisa varios más al azar pero
radores de un extraño culto. Un rumor tormentoso no encuentra lo que busca. La confusión es la causa
cimbra el viento. del olvido, cada libro en aquella casa se encima a otro
Se despertó sin sueño después del profundo reposo y a otro y a otro más y no es capaz de sujetar ninguno,
que el Diazepan y el vino le habían otorgado. Sucedía sabiendo de manera inequívoca, que existe.
que en días como el de hoy algo parecía inquietar su Su caso es, en resumen, el siguiente: ha perdido por
espíritu ya de por sí sensible. Más que el cambio, la completo la capacidad de pensar coherentemente so-
calma hacía que un ligero temblor habitase su cuerpo. bre ninguna cosa. Los pensamientos, suyos y de otros,
Ha decidido, después del primer café, que hoy se entremezclan. Ya no sabe si lo que lee, lo lee o lo es-
quiere leer todo lo posible. Como en los viejos tiem- cribe; ya no sabe si los sonidos que le salen de la boca
pos desea sentarse en un rincón obscuro y perder la no son sino grafismos en el papel. Por eso se esconde
vista en algún libro de los que por cientos se acumulan detrás de la ventana con desconfianza.
a la orilla de cada muro y en cada esquina deshabitada. Y se asoma de vez en cuando, sigiloso, para ver lo
Toma el que está más cerca pero al mirarlo descu- que ocurre fuera. Ayer por ejemplo: un hombre de
bre en él a un nervioso suicida, a un ser raquítico que sombrero y abrigo largo recorría la calle, iba con mu-
le jala de las tripas como un niño de las faldas de su cha prisa y evidentemente contrariado, no decidía si
madre. Lo llama con tierna desesperación y le vuelve era mejor sujetar el sombrero que el viento se llevaba
la vista hacía la ventana que, exuberante en su trans- o evitar que la lluvia mojase el cuaderno que protegía
parencia, le ofrece el abismo. Un salto y nada más lo debajo del abrigo. Él lo observaba; incrédulo y des-
liberaría de ésta y de todas las historias, de todos los confiado, no le creyó ni un solo movimiento. Se quedó
pensamientos que le hacen sentirse terriblemente ahí, mirándolo fijamente, listo para descubrir en su
equívoco. Un salto al vacío y nada más, sólo quedaría indeterminación cualquier gesto que le mostrase su
la dispersión ósea, un no-nada sobre el pavimento. falsedad gramatical. Estaba preparado para abrir la
ventana de par en par en el instante preciso y reírse de
Desesperado, concluyó que la única manera de de- Poco a poco la enfermedad se fue agravando y dejó
shacerse de las líneas ajenas era colocarlas poco a poco de salir a la calle. Cada día que pasaba desconfiaba más
en otra mente. Cómo su único contacto con el mundo de sus pensamientos hasta que, finalmente, cuestionó
era la señora de la limpieza y decidió depositar en ella la realidad. Pasó horas delante de la ventana para des-
toda su carga literaria. Así en cada lista de la compra cubrir los errores de la construcción metafórica del
escribiría frases extraídas y borradas de los libros de mundo.
la casa, en un último intento para restaurar el orden. Aquel es un día como otro cualquiera: la noche se
Tampoco dio resultado. Al caer la noche, el viento acerca y los recuerdos se van apaciguando para dejar
volvió como siempre, colándose entre los muros, sil- espacio al deseo. Quiere librarse de la literatura entera,
bando su fatídica suerte. quiere quemar la casa y arder él mismo, quiere estrel-
La literatura le había enfermado y poco a poco se larse contra el mundo que a pesar de su infortunio,
iba resignando a la idea de no poder encontrarse jamás seguramente, sigue existiendo. Se acerca a la ventana
entre tanta retahíla extraña. De vez en cuando pensaba para ver la intermitencia del agua y casi, sin desearlo, la
en el suicidio pero siempre renunciaba; era un arte que, abre de par en par. La lluvia y el viento le mojan la cara
para ser natural, requería práctica y esfuerzo. y se siente entonces completamente feliz. Sin pensarlo
demasiado se coloca en el alféizar y de un simple salto
El primer síntoma de su enfermedad lo notó una se lanza al vacío. El suicidio es un arte natural que req-
mañana de viento. Al comenzar un nuevo relato acudi- uiere práctica y esfuerzo.
eron a su mente íncipits de otros, inicios de libros que
Palabras
Sólo cabe fiarse de los monosílabos, y tampoco de todos.
J.M. Coetzee, Desgracia
Masaje cardíaco. Uno, dos, tres... Desfibrilador. sobre todo desde que se había encerrado, meses atrás,
Nada. Los enfermeros llevan varios minutos intentan- para terminar de escribir un nuevo libro de cuentos.
do reanimarlo, pero el cuerpo de David se niega a re- “Nuevo” era la palabra que él empleaba, aunque en
sponder. Yace tumbado sobre el suelo de la cocina. Su realidad llevaba tres años dándole vueltas obsesiva-
mano derecha agarra con fuerza una botella de whis- mente a aquellas historias.
ky. Los zapatos de los enfermeros hacen ruido cuando Junto al cuerpo de David hay una nota. No me de-
pisan la multitud de pastillitas que rodean su cuerpo. jan tocarla. Dicen que debo esperar a la policía. No
Es un ruido divertido, me digo. Pero no hay nada les hago caso. Está llena de tachones (algunos, bru-
cómico en la escena. David está muerto. Bueno, estará tales, han rasgado el papel). Las muchas palabras que
definitivamente muerto cuando cubran su cuerpo con David parece haber escrito han quedado reducidas a
una manta. Como están haciendo ahora mismo. un escueto y ridículo “Lo dejo”. Sin poderlo remediar,
Toda la escena parece desarrollarse a cámara lenta. viene a mi mente otra nota de suicidio tan absurda
Uno de los enfermeros me habla. No le entiendo. Veo como ésta, la que deja el filósofo judío en la película
su boca moviéndose, pero yo no puedo hacer más que de Woody Allen Delitos y faltas: “He saltado por la
mirar el bulto que se adivina bajo la manta. Espero. ventana”. Trato de borrar esa imagen y la estúpida son-
Espero que el pecho se mueva indicando una imposi- risa de mi boca. David está muerto, me digo. Pero me
ble respiración. Nada. resulta imposible dejar de sonreír. Salgo de la cocina.
Sólo tres horas antes David me había llamado a En ese momento, llega la policía. Les informo que he
casa. Al otro lado del teléfono, su voz sonaba agita- sido yo quien ha dado el aviso. Uno de los agentes me
da. Parecía estar en uno de sus esperados y repetidos invita a esperar en la sala para tomarme declaración.
ataques de (falsa) ansiedad, y no le hice demasiado Añade que enseguida llegará el forense y procederán
caso. Sabía que solían pasar pronto. Hacía semanas, es a levantar el cuerpo. “Levantar el cuerpo”. De pronto,
verdad, que no me llamaba (también había interrum- esa expresión me parece enormemente ridícula y ten-
pido su comunicación mediante e-mails), pero eso no go que morderme los labios para no reír. Salgo cor-
me alarmó. Me había acostumbrado a sus periodos de riendo y me siento en un sofá.
silencio, como también a sus intempestivas llamadas, No me costó ni un segundo deducir que David se
Re-elección
“El partido político que mejor representa al pueblo no es aquel que obtiene el mayor número de votos o una may-
oría absoluta. El partido que mejor representa al pueblo es aquel que no aparece en las urnas, aquel tanto por
ciento muy elevado que hace uso de su derecho constitucional a no votar”
Thomas ('Tommy') Carcetti, Teorías de la política moderna.
Todo empezó como una broma; mis amigos y yo, significado una traición a nuestros principios. Inten-
ante el desolador abanico de posibilidades políticas tábamos representar a los absentistas.
que había, decidimos crear un partido revolucionario Otra medida fue cambiar la dirección de la sede del
y alternativo. “Partido de los absentistas” lo llamamos partido; de casa de Miguel la trasladamos a un chalet
y, como su propio nombre indica, nuestra intención abandonado que hay en el centro del pueblo. Perfecto.
era recibir los votos de aquella gente que no se identi-
ficaba con ningún poder establecido y, antes de votar La noche anterior a la mañana de las elecciones
en blanco o quedarse al margen, prefería darle un uso nos fuimos de borrachera, de larga borrachera. Cu-
práctico a su derecho al absentismo. ando desperté, a eso de las nueve de la noche y vi,
incrédulo, por la televisión cómo centenares - o mil-
Nuestra idea terminaba ahí, en presentarnos y ya lares tal vez- de personas se agrupaban en frente del
está. Sin embargo, el boca a boca nos convirtió en un chalet abandonado que hay en el centro del pueblo,
partido emergente a tener en cuenta; creíamos que con claros síntomas de euforia desenfrenada y alegría
eso eran bulos y manipulaciones de los medios, que descontrolada, supe, al instante, que nuestro partido
era evidente que jamás llegaríamos a nada serio. No había ganado.
obstante, nos equivocamos.
Obtuvimos la mayoría absoluta, una mayoría ab-
En la primera y única entrevista con la prensa, nos soluta histórica; teníamos más del 85% de los votos
limitamos a señalar que, en el caso de obtener rep- que nos respaldaban, teníamos el parlamento bajo
resentación en el parlamento, dejaríamos nuestro nuestro control, teníamos el dominio de un país en-
escaño vacío, tal y como dice el lema de nuestra for- tero, teníamos el futuro de toda una nación: teníamos
mación: nosotros nos abstenemos. un problema. Pero, como bien dice nuestro lema, el
Pero el acoso mediático fue en aumento, de modo haber hecho cualquier cosa hubiese significado alta
que tuvimos que replantearnos ciertas cosas. Por ejem- traición hacia nosotros y hacia nuestros votantes, así
plo, cuando comenzaron a llamar insistentemente de que únicamente hicimos aquello que prometimos: ab-
programas de televisión y radio para que entrásemos stenernos de todo.
en debates y discusiones, desviamos el teléfono a un Desde ese día han pasado casi cuatro años, creo.
número móvil que siempre estaba apagado o fuera de
cobertura; haber hecho cualquier otra cosa hubiese
Antropofagia
Rebeca come tierra pero prefiere celulosa. Come me escucha cuando mastica celulosa y las letras crepi-
tierra porque las piedras rechinan más que la letra y tan. Acuérdate de lo que dice mi mamá. Pero es tarde
la digestión es divertida, se le alargan las tripas como y creo que Rebeca se está volviendo loca. Todos los
un caminito y después se siente bien. Se come la cal papás le dan la manita. Mamá no. Se ha enfadado
de las paredes, la arenilla de los parques, lame los ter- conmigo y me ha castigado. Yo leo. Pobrecilla, Rebeca
raplenes; la tierra siempre tiene un sabor particular. no sabe dónde está. ¡Qué razón tenía mamá!, piensa
El papel no, se reblandece como maizales llovidos en desconchando la pared con sus tentáculos.
verano y se hace una bola que bloquea el intestino,
pero está rico.
Mi mamá me ha dicho que si te lo comes entonces
no puedes pensar, que la boca del estómago te muerde
los dientes y no puedes leer sin perderte y las líneas
se te escapan entre los dedos. Mi mamá me ha dicho
que entonces desapareces, que te repliegas en las co-
misuras de moléculas gigantes hechas de cosas peque-
ñísimas, como panales melosos que chupan abejas
muertas.
Hoy Rebeca mira los libros abriendo la boca para
imantar la celulosa. Le he dicho lo que dice mi mamá,
que es peligroso comérsela porque tiene un bichito
que es como una araña minúscula que teje el cerebro.
Que después eres un pulpo mil veces tú en los bracitos
y que no sabes si te da la mano tu mamá o la de otro
niño, y no te acuerdas si estás en el cole o ves la tele.
Es muy peligroso, Rebeca. Yo le grito, pero ella no
El maletín
Era un hombre muy gris: siempre vestía de mar- me sonrieron con un alegre chasquido.
rón. Jamás lo vi separado de su viejo maletín, raído y Abrí la maleta como quien abre un cofre. Centenares
miserable como el cadáver de un gran roedor que va de folios se desparramaron con muda violencia sobre
perdiendo un pelaje que nunca llegó a ser hermoso. la mesa, sobre el suelo, sobre las piernas marrones del
El maletín pendía de un asa que su mano gris, llena hombre dormido. Centenares de folios en blanco. Con
de nudillos salientes que parecían querer escapar de sorpresa, tomé varios de esos folios y les di la vuelta,
dentro de su triste cuerpo, asía con una contundencia les busqué las letras, el dorso, el sentido. Una ira tre-
rayana en la desesperación. menda me embargó y agarré las hojas a puñados y las
A veces me hablaba y yo le contestaba; pero jamás volteé y las zarandeé, esperando que las palabras se
supe, al término de la conversación, qué nos habíamos rindieran y salieran de sus escondites o que se des-
dicho. Estaba ahí, pero casi no existía. Probablemente prendieran de los folios y cayeran sobre la mesa para
no habría nacido de no haber sido porque aquel que yo las viera. Pero las palabras no estaban. Y con-
maletín necesitaba que alguien lo portara. forme yo tomaba más papeles, el hombre gris se iba
Un día encontré al hombre gris dormido sobre su borrando. El hombre gris se fue difuminando hasta
silla giratoria. El traje marrón y arrugado se cernía desaparecer y yo fui haciéndome más gris hasta volv-
sobre él como una crisálida mortuoria. El maletín erme marrón. La ira se disipó.
descansaba sobre la mesa. Como siempre, las rojizas Guardé cuidadosamente cada folio dentro del
bisagras no parecían capaces de contener la marea de maletín y lo cerré. Aferré su asa con una contundencia
folios que pugnaba por salir de su prisión asomando rayana en la desesperación y salí, con la cabeza gacha,
sus ocres esquinas. El maletín, abombado, descan- de la estancia.
saba sobre la mesa. Parecía palpitar, con su barriga
inmensa y rancia, un ritmo hipnótico de reminiscen-
cias tribales. Maletín, maletín, maletín. Tuve que acer-
carme. El maletín, abombado y solo, descansaba sobre
la mesa. Dos cierres herrumbrosos se me ofrecían ob-
scenamente con bermejos destellos. Cuando los abrí,
Creaciones
“Realmente, doctor, estoy muy preocu- ta. “No tengo hambre” espetó, ligeramente sombrío.
pada por él. No sé cómo puedo ayudarle. La tercera vez no se hizo esperar más de una se-
La primera vez que le pasó pensamos que había mana. Recuerdo perfectamente que yo estaba sen-
sido un despiste, le explico: se había encerrado a es- tada en mi butaca favorita, tomando un brandy al
cribir un cuento sobre un panda que trabajaba en una sonido de la Tocata y fuga en Re menor, dejándome
gasolinera. Al salir me acercó una gran hoja. La miré. adormecer por el imprevisible contoneo de las lla-
Unos segundos más tarde me pregunto qué me parecía mas de la chimenea. Alejandro estaba en su despacho
y no supe que responder: era el plano de una catedral para escribir un relato sobre una bola de nieve que
gótica de tres plantas con cine multisalas, una escuela arrasaba Manhattan. A fuera la cortina de nieve era
canina y hasta un helipuerto en el tejado. Nos reímos. impenetrable. Cerca de las doce, Alejandro apare-
Esa noche cenando centollos, bebiéndonos ció por el salón con el semblante poqueriano. Me
dos Riveiros y manteniendo relaciones sexu- entregó una docena de hojas escritas por delante
ales bastante apasionadas, olvidamos el incidente. y por detrás, que empecé a leer inmediatamente.
Una semana más tarde, Alejandro recibió otro en- Una, dos, tres, ocho páginas. “¿Qué te parece?”
cargo. Debía escribir un cuento sobre un gusano que preguntó ansioso. “Cariño, esto es una entrevista a
se negaba a arrastrarse. A la hora de cenar subí a su Elvis.” Me arrancó el manuscrito de las manos y lo ar-
despacho y le encontré sentado frente a un pequeño rojó al fuego. Me puse a llorar y él huyó con un fuerte
ejército de figuritas de tonos verdosos y marrones. alarido a emborracharse en la caseta del jardinero.
Le pregunté por el cuento y me señaló las figuritas. Unos días más tarde apareció desaliñado y medio
Sonreí nerviosa, esperando una respuesta satisfac- ausente, y me contó que había decidido dejar los encar-
toria. Me dijo que era una recreación de la batalla gos. Escribiría un cuento sobre un escritor incapaz de
de Guadalete hecha a base de cera y mocos. Pude escribir. Sonreí, le felicité por la idea y decidí tomarme
reconocer a Tárig Ibn Ziyad, pegado en la mesa en unas vacaciones en las Bermudas para dejarle tranquilo.
frente del ejército musulmán, con todo lujo de de- Cuando volví, dos semanas más tarde, encon-
talles. Volví a sonreír y le dije que la cena estaba lis- tré la casa mucho más ordenada, limpia y silen-
Ollin Rafael
Josep Antoni Roig
Raúl Del Valle
Laura Carreras
Daniel Bolsa
Microrrelato
por Ollin Rafael
…me senté a escribir. Tres noches me había llevado aquel cuento. Mi personaje, un escritor frustrado
por el éxito vano, relataba, como si de otro se tratase, su propia vida. En el capítulo final de la obra, el
yo del relato, azuzado por la tragedia ajena, la del autor, decidía contar la historia de un sujeto que en
tres noches seguidas narraba, como si de otro se tratase, el relato de su propia derrota, en un último
intento por escapar de su destino, el eterno retorno: Me senté a escribir...
Microvida
por Josep Antoni Roig
Sense recordar-ho. Devia entrar-hi possiblement encara més atordit i esmaperdut de com ho estava
llavors, envoltat de negror i humitat dins aquella cambra sense vida. Relliscava per les parets que
palpava a bocins, buscant de forma desesperada una sortida, un auxili, un retrocés; el seu aspecte
blanquinós s’apropava més al d’una natura morta que no pas al del doll de vida que, batent com una
papallona, cridava contra la claustrofòbia d’aquell espai. Les marques de la seva angoixa es petjaven
a les parets de metall i com unglades de desesperació dignificaven el dret a viure.
Per sort, de sobte, un home va obrir el dipòsit número 17 amb el cadàver 24.312 a dins, i per
sorpresa absoluta del propi metge forense, el cuc en va sortir aferrant-se a la pell superior de la mà
esquerre, movent-se entre els pèls de damunt el canell on moriria esclafat al cap de dos segons degut
a l’impacte del palmell de la mà dreta.
Vida conyugal
por Raúl Del Valle
Cansado de sus preguntas, le confesé que era una muñeca hinchable y le quité el tapón.
Microrrelato
por Daniel Bolsa
Y entonces, el muy cabrón me mató.
Abrí la puerta de su despacho de un puntapié y traté de intimidarle apoyándome en su escritorio.
-¿Cómo te atreves a matarme? Soy el protagonista.
-Estas cosas pasan, tío. ¿Qué quieres que te diga?
-Llevamos trabajando juntos 6 novelas.
-¿Trabajando juntos? Perdona que te diga esto, pero, tú trabajas para mi. Sin tus investigaciones yo
no podría comer.
-¿Cómo? Querrás decir que tú trabajas para mi... Si tú no escribieses mis investigaciones yo ni siqui-
era existiría!
-Bah, dejémonos de dialéctica. ¡Qué cojones! Me he cansado de tu personaje.
-¡Pues tómate unas vacaciones, coño! Cuando uno se cansa de su jefe no le mata.
-Hombre, pues en “Sangre en el callejón” el asesino era un empleado cabreado...
-Vaya, tienes razón...
-Si...
-Ya...
-No sé...
-Bueno, pues si te has cansado de mis novelas, al menos relégame a un microrrelato.
La teoría de Antón
por Daniel Bolsa
De la misma forma en que, algunas veces, uno se da cuenta de que está soñando, yo acabo de per-
catarme de que estoy en un microrrelato. Y, como sé que ningún elemento aparecerá porque sí, no
puedo dejar de preguntarme qué papel tendrá la pistola que el autor me ha puesto en la mano.
David Roas
Victor Gómez Pin
Raúl del Valle
En una reciente entrevista, Enrique Vila-Matas ex- ciencia literaria muy exigente (o quizá precisamente
puso una idea que me parece fundamental para en- por eso), no lleguen a escribir nunca; o bien escriban
frentarse a la lectura de Bartleby y compañía (2000): uno o dos libros y luego renuncien a la escritura; o
«no puede existir ya buena literatura si en ésta no hay bien, tras poner en marcha sin problemas una obra
implícita de fondo una reflexión que cuestione incluso en progreso, queden, un día, literalmente paralizados
la posibilidad o la noción misma de la literatura». para siempre».
El cuestionamiento (e incluso el descrédito) de la Marcelo, el narrador de esta novela (si es posible
literatura, la desconfianza en el lenguaje como ex- denominarla así), ha sido también unbartleby: vein-
presión adecuada de los juicios, afectos y designios ticinco años atrás publicó una novela sobre la imposi-
del ser humano (son palabras de Mallarmé), se han bilidad del amor (no deja de ser significativo que su
convertido en asuntos fundamentales de la literatura nuevo libro trate de otra imposibilidad: en este caso la
y de la teoría literaria contemporáneas (pienso, evi- de la escritura), una novela que le llevó a pelearse con
dentemente, en la Deconstrucción). su padre y, como resultado, a abandonar la creación
Y una manifestación radical de ese cuestionami- literaria. Asimismo, Marcelo es un oficinista, como el
ento es, sin duda, el abandono de la práctica literaria. Bartleby original, que ha preferido dejar de trabajar
Sobre dicha idea se reflexiona largamente en Bartleby (finge una falsa depresión) para regresar a la escritura.
y compañía. Su nueva obra, la que nosotros leemos, es un con-
A primera vista, lo que este libro nos ofrece es un junto de 86 notas a pie de página que comentan un
catálogo, un canon de autores contagiados por el «sín- libro invisible, aunque —como el propio Marcelo ad-
drome de Bartleby» —así denominado por Vila-Matas vierte— no por ello inexistente (un aspecto sobre el
en honor del célebre personaje de Melville («el escriba que enseguida volveré). En esas 86 notas, se examina
que ha dejado de escribir») —, un síndrome que es un conjunto de variadas excusas, de diversas justi-
definido como «el mal endémico de las letras contem- ficaciones en relación al abandono de la literatura.
poráneas, la pulsión negativa o la atracción por la nada Algo que le sirve a Marcelo, al mismo tiempo, para
que hace que ciertos creadores, aun teniendo una con- exorcizar su propio silencio, como él mismo reconoce:
«Siempre me ha funcionado bien este sistema de via-
Tierra sonámbula
Poesía vertical
para saber dónde está la oquedad.
(Son vestigios desolados
de la furia y la violencia).
I
Maite Martí Vallejo
porque me significo.
En vías de extinción
Poesía vertical
A tijeretazo limpio,
de la raíz a las puntas.
Cómo no extinguirme.
Si a tijeretazo limpio.
Si con brutal azada,
tú abres en mí
camino,
tú me labras,
de la raíz a las puntas.
Cómo no extinguirme.
Si a golpe de martillo
haces estragos.
Si con brutal azada
te bebes toda el agua.
El corazón late
pendiente de un hilo.
Cómo no extinguirme.
I
56 Preferiríanohacerlo Enero 2011
Zoramena
Zoramena
Estoy pensando qué hacer entre la Puta y la Virgen, perdonen mi sinceridad. Dudo si asomarme al abismo
de mi rostro o más bien hacer escaramuzas en el agua misma del acantilado. Aún no lo sé. Déjenme decid-
irme.
Por ahora recibo plenamente la luz de una Minerva todopoderosa, desengañada de un Neptuno, en el
fondo intrascendente. Sin embargo, ¡ay, sabiduría, cómo te diluyes tan mínimamente! Te me pierdes en rías
asiladas, à son tour, en montañas de rocas casi inertes. Y es entonces cuando se me olvida.
No recuerdo las fuerzas que me condujeron hasta aquí. Hasta este lecho vacío de presupuestos y desborda-
do de mí misma. Pierdo aquí de vista esta alegría huidiza que, sin embargo, vuelve y vuelve, invariablemente.
Me gustaría asirla, pero, en el fondo, ¿para qué?
No nos engañemos: de todos es sabido que sentimos por contraste.
Mon semblable, mon frère,
¿estamos ya de acuerdo?
Violeta Serrano
Historia del silencio, de Pedro Zarraluki
Maria Fortuny
Logofagias, de Túa Blesa
La historia del silencio constituye un nuevo intento "comer"-, es decir, hacia ese concepto descrito por Túa
de decir lo indecible. Desde la irrupción en el pasado Blesa que englobaría los diversos mecanismos textu-
siglo XX de la literatura del no, varios han sido los ales, marcas o trazos, que rompen la linealidad discur-
autores que han intentado ponerle rostro y nombre a siva y que representan todas las posibles plasmaciones
un concepto que, por otra parte, resulta imposible de del silencio. El estilo de Zarraluki sin embargo, va más
caracterizar específicamente. Para aproximarnos en allá del de los anteriores en el sentido en que este autor
alguna medida al concepto, podríamos decir que se crea una novela al uso para explicar el silencio que at-
trata del abandono de la obra antes de su inicio, de enaza a veces a la literatura, o al proyecto de la misma,
un temor en la potencia que impide la consecución como lo sería ese libro que el protagonista de esta his-
del producto final, de una inseguridad derivada de toria jamás llegará a escribir.
reflexiones personales que desemboca en el vacío de Los personajes que Zarraluki crea son al fin y al
la idea inicial. Bolaño –en un sentido más teórico so- cabo herramientas para esa explicación imposible del
bre lo que es y no es literatura- ya hizo una tentativa silencio. El protagonista, cuyo nombre nunca se des-
de ejemplificar los límites de la novela a partir de su vela -¿hace falta?- es la encarnación de esa literatura
obra Literatura nazi en América –Seix Barral, 1996-, del no, esa imposibilidad del decir, esa logofagia. Los
consistente en un tipo de escritura enciclopédica, es recursos utilizados, bastante tradicionales en lo que
decir, de nuevo una reflexión sobre lo que podemos a género novelesco se refiere –narración en primera
concebir como literatura y lo que no podemos con- persona, enredos amorosos, golpes de dramatismo,
cebir como tal. Vila-Matas, por su parte, desgranó a etc-, están al servicio de una exposición más profunda
un Rulfo aquejado de apatía creativa desde la muerte consistente en la definición de ese silencio. Los diver-
de su tío Celerino, el contador de historias –Bartleby sos personajes secundarios se desarrollan a lo largo
y compañía, Anagrama, 2000-, y lo hizo intercalando de tramas urdidas asimismo de silencios. Silencios
sabiamente la opacidad de un cuaderno de notas con que los aprisionan más tarde o más temprano y que
la abulia vital de ese personaje rendido ante el estrépito sirven de nuevo de base a la reflexión del protagoni-
de la página en blanco. Zarraluki rema en esta obra en sta sobre la importancia o irrelevancia del silencio. El
la misma dirección: hacia la ‘otredad del decir’, hacia ejemplo de Olga sería el más claro entre los personajes
la logofagia -del griego. λογος, "palabra", y φάγομαι,
64 Preferiríanohacerlo Enero 2011
secundarios, ella jugó con el ocultamiento hasta que cuando determina que la vida sin ella, sin la Irene-
éste se hizo imposible de sobrellevar en el marco de literatura, es insoportable:
una situación extrema: ‘Y supe que quería hundirme con Irene en aquel pozo
‘Pensé que aquel matrimonio llevaba roto largo tiem- insondable, en aquel murmullo de voces enmudecidas
po. Todos ignoramos muchas cosas de las personas con para siempre, en aquel silencio que se demoraba ina-
la que vivimos, pero ellos habían decidido –hacía años, barcable, tan intenso que se demoraban en él todas las
seguramente- ignorarse por completo. Y el accidente ausencias, la angustia más poderosa y hasta la vida
los había condenado. Encerrados entre aquellas cua- misma, tan bello y terrible que en su seno se dejaba de
tro paredes, no podían hacer otra cosa que alimentar el ser miserable y las traiciones lo eran de verdad, el amor
odio creciente que sentían el uno por el otro’. se volvía sublime y la muerte acababa siendo algo muy
La trama vital del protagonista es una metáfora del grande que apartaba de su lado a las almas mediocres.
mismo cariz. Nuestro escritor fallido juega constante- Y todo ello gracias al enorme simulacro de la litera-
mente con la ocultación. Él teje una relación secreta tura, quizá la única actividad sincera de una especie
que oculta a su compañera. Se cree poseedor de su acostumbra a los engaños. La vida, que yo tendía a ver
silencio hasta que el telón cae y, aturdido, empieza como un paseo aburrido, era para Irene una herida abi-
realmente a comprender la consistencia de lo omitido. erta por la que entraba en su cuerpo aquel esplendor
Entiende al fin, o atisba a comprender con la ayuda que sin duda no existía. Supe que, detrás de sus ojos
de nuevo de algunos de los personajes secundarios, grises, Irene escondía un secreto tan ínfimo como aquel,
en qué consiste la literatura, en qué dirección hay que y supe en fin que no iba a poder vivir sin tenerla a mi
navegar para que el silencio no se instaure en el que- lado […]’.
hacer del novelista. Irene, su compañera, es en reali- Ese temor absoluto a perder su rastro le da fuerzas
dad la encarnación de la literatura que no debe morir. para salir de su ensimismamiento natural, de su litera-
Sólo cuando ella desaparece, él oye el silencio base de tura del no, y ser capaz de rehacer el amor, de rehacer
la pretendida novela aún no articulada: la literatura para no dejarla morir, porque ella sola es
‘A menudo, durante aquellas semanas, me daría la a veces la que da sentido a esta especie de engañados
vuelta asustado no por un sonido repentino, sino por urdidos de silencio. El protagonista se salva en cierto
su ausencia, mucho más sobrecogedora que el más in- modo del abandono del oficio de escritor, a diferencia
quietante de los rumores cotidianos. Pocas cosas podían de Rimbaud, Gracq o el propio Rulfo al que aludía-
afectarme tanto como oír de pronto lo que nunca había mos al inicio, porque comprende al fin que ‘quienes
sonado, […]’ piensan que ya está todo dicho sólo pueden aspirar
a la repetición, la glosa o el espionaje’, o lo que es lo
Él es el pretendido escritor que, sin embargo, no mismo y siguiendo la metáfora de esta obra: quienes
comprende la esencia misma de lo literario sin la pro- no renuevan su amor están condenados a hundirse en
pia Irene. Ella consigue hacer ver al escritor que la lit- su propio trasiego de silencios.
eratura es como el amor de una mujer: hay que reani-
marlo y reconquistarlo continuamente so pena de que
muera en la cotidianeidad, so pena de que la literatura
del no que asomó la cabeza en el siglo XX se instaure.
La pista se la da Olga cuando él pretende simplemente Pedro Zarraluki
buscar a Irene:
‘-Me debes un favor –le dije-. Quiero que me lo de-
vuelvas ahora.
[…] –No hago otra cosa, aunque por el momento no
me puedas entender. Irene vuelve a ser un potro salvaje.
Está tan encabritada que es mejor apartarse un poco de
ella. Si quieres echarle el lazo tendrás que empezar de
nuevo’.
Cuando ella desaparece, él comprende en qué con-
sistía la actividad real de Irene entre los libros, en su
infatigable búsqueda bibliográfica. Comprende que es
ella la que realmente conoce el secreto que él jamás
ha sabido ver de forma transparente y es entonces
Enero 2011 Preferiríanohacerlo 65
Maria Fortuny
Logofagias
Por la logofagia, se textualiza el silencio en unos trazos a través de los cuales se dice el silencio.
Túa Blesa nació en Zaragoza en el año 1950 y estudió un silencio que está presente en todas las obras liter-
Filología Románica en la Universidad de Zaragoza. arias desde el comienzo; la literatura tiene que librar
Actualmente es catedrático de Teoría de la Literatura una auténtica batalla con la incapacidad de la palabra
y Literatura Comparada en esta misma universidad. para trasladar una experiencia absolutamente insólita.
Es editor y director de Tropelías: Revista de teoría de Pero el escritor de la logofagia no se deja asustar por
la literatura y literatura comparada. Es autor de más este silencio al cual se enfrenta, -como sí hizo Arthur
de un centenar de publicaciones y estudios. Logofa- Rimbaud, quien a los 19 años ya había escrito toda su
gias: los trazos del silencio es un libro de 1998, pub- obra poética- sino que sigue escribiendo y consigue
licado en la colección Trópica, Anexos de Tropelías. plasmar este silencio en el texto: el escritor de la logof-
Túa Blesa es cantante y guitarrista del grupo “Doctor agia no renuncia definitivamente a continuar su tarea,
Túa y los Graduados”. “ha tenido la experiencia del límite y aun la de afuera
Logofagias es un estudio sobre los límites de la lit- de los límites y la consecuencia es la incorporación del
eratura y el silencio, que analiza textos de poetas como silencio al texto”, pero no como materia de reflexión,
José Miguel Ullán, Leopoldo María Panero, Eduardo ni como tema… de una manera en que la textualidad
Hervás… Autores que aun conociendo los límites del se devora, se consume, pero sobrevive.
lenguaje han sido capaces de sobreponerse al silencio La logofagia está en aquellos escritores que han su-
total y han continuado su escritura, pero no sin se- frido la parálisis de Chandos o de Rimbaud, pero han
cuelas. Estas secuelas son Los trazos del silencio que sido capaces de sobreponerse al silencio total. Son ar-
analiza Túa Blesa en su investigación. tistas sensibles al «mal du silence», pero que han re-
La palabra logofagia forma parte del idiolecto sistido.
de Blesa quien la construye a partir de los términos Túa Blesa analiza la logofagia como formas o figu-
griegos λογος, "palabra", y φάγομαι, "comer", para ras retóricas y nombra algunos de sus tipos. Después
denominar aquellas marcas textuales que a pesar de de la introducción en la cual se explica en que consiste
haber sido devoradas, permanecen en el texto. la logofagia, se dedica a analizar cada figura detallada-
Según Blesa, la literatura se enfrenta al silencio; a mente y con un buen número de ejemplos de poetas
españoles que ilustran a la perfección cada definición.
Túa Blesa
Redacción
Maria Fortuny, Raúl del Valle,
Albert Mesas, Ollin Rafael
Corrección
Maria Fortuny, Raúl del Valle, Ollin Rafael, Inma
Ponce
Redacción de Interlunio
Inma Ponce Torres
Edición
Ollin Rafael
Joan Vives
Edición web
Ollin Rafael
Consejo editorial
Raúl del Valle, Albert Mesas, Ollin Rafael,
María Fortuny, David Roas, Antonino Marco Greco
Ilustración de portada
Jordi Pujol
Ilustraciones interiores:
Marta Pagés Rufé, Pere Fortuny, Oriol Capella, Ester
Pujol, Meritxell Escuert Mas y Joan Vives