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Bernhard Schlink: Un viaje sentimental a través de dos culturas enfrentadas.

Análisis de su Novelle “La circuncisión”.


Silvina Rotemberg∗

Consideraré el relato de Schlink titulado “La circuncisión”[1] como perteneciente a


la literatura de viaje y a un género literario particular, la novela corta –Novelle en
alemán-. Como literatura de viaje, en tanto que los personajes protagonistas,
enamorados el uno del otro –Andi, un joven alemán no judío, protestante, y Sarah, una
joven judía neoyorquina-, se ven envueltos en un viaje sentimental hacia la cultura del
ser amado. Este viaje los lleva, a su vez, a realizar un viaje físico a Alemania, durante el
cual Andi intenta que Sarah abandone sus prejuicios respecto de los alemanes: para este
personaje todos los alemanes, incluso el que ella ama, son culpables del Holocausto.
Como Novelle, el texto tiene la característica de apostar continuamente a la intensidad
de la acción. Esta es generada por los sentidos visual y auditivo, los cuales cobran gran
intensidad debido a la situación extraordinaria que implica para los protagonistas
realizar un viaje sentimental hacia la cultura del ser que aman[2]. Analizaré las distintas
etapas por las que atraviesa la relación amorosa, las cuales son narradas desde la
perspectiva de Andi, quien intenta a lo largo de todo el relato impedir que las
diferencias culturales lo separen de su amada. Destacaré que el factor que amenaza con
disolver la pareja es el diferente valor que cada uno de los personajes asigna a la
memoria colectiva, de fundamental importancia dentro de la cultura judía de Sarah y no
así dentro de la visión del mundo de Andi. La diferente valorización de la memoria
colectiva crea una tensión entre ellos que define la intensidad de la acción de esta
Novelle y que es percibida por Andi a través de sus sentidos visual y auditivo, los cuales
se constituyen así en catalizadores de la acción. Pero por otro lado, las referencias a
estos sentidos, más allá de si están en juego los de Andi, también contribuyen a
movilizar la acción.


Licenciada en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires
1[1]
Las citas del texto están tomadas de Bernahrd Schlink, “La circuncisión”, Amores en fuga, Barcelona,
Anagrama, 2003.
2[2]
La teoría sobre la Novelle destaca especialmente el hecho de que los relatos pertenecientes a este
género presentan una intensidad de la acción que gira en torno a una situación extraordinaria. Cfr. Miguel
Vedda, “Elementos formales de la novela corta” en Antología de la novela corta alemana. De Goethe a
Kafka, Buenos Aires, Colihue, 2001. Estudios preliminares, traducción y notas de Fernanda Aren, Silvina
Rotemberg y Miguel Vedda.
Me detendré especialmente en una problemática que se instala entre los enamorados
relacionada con ambos sentidos pero que se origina a través del sentido auditivo. Se
instala tensión en el relato cuando Andi escucha las palabras que dicen los parientes y
amigos de Sarah y cuando ella conversa con un tío de él. El surgimiento de tensión se
explica por el hecho de que los significantes tienen la característica de adquirir
significados diferentes según el lugar cultural en el que estén insertos tanto el emisor
como el receptor[3]. En consecuencia, Andi se empeña a lo largo de tres etapas por las
que atraviesa su relación con Sarah en que, por un lado, sus palabras no sean
malinterpretadas por Sarah y su entorno y, por otro, en que tiendan un puente entre
ambas culturas. Su sentido visual le permite percibir las reacciones que ocasionan sus
palabras: a través de las miradas que provocan mide el alcance de sus esfuerzos por
salvar las diferencias entre la cultura judía y la alemana.
Primera etapa
Es la etapa del conocimiento de la cultura de la amada. Andi se sumerge con ojos y
oídos dentro de la cultura judía neoyorquina que constituye el entorno y grupo de
pertenencia de Sarah. Señalaré dos momentos de esta etapa que considero significativos
con respecto al hecho de que muestran cómo la acción es movilizada por los sentidos
visual y auditivo, empleados intensamente por Andi, debido a que se encuentra en la
situación extraordinaria de estar de viaje hacia la cultura de quien ama.
En el primer momento de esta etapa Andi asiste a la fiesta de bar mitzvah del
hermano de Sarah y percibe tanto visual como auditivamente una tensión entre él y el
entorno cultural de su amada. El narrador, que a lo largo de toda la Novelle se asume
como portavoz de las percepciones de Andi, comienza el relato con una descripción
visual del bar mitzvah y en la segunda oración del texto se detiene en los movimientos
de “la chica de vestido negro y delantal blanco que había servido a los invitados”[4].
Queda planteado así desde el primer párrafo el conflicto central de la Novelle: el blanco
y el negro de esta chica aluden a la percepción de Andi de la tensión constante que se
instala entre él y el entorno cultural de Sarah, que, a medida que avanza la narración, se
traslada a su pareja. Esta tensión surge del contacto entre dos mundos culturales con
3[3]
Parto de la visión que tiene Derrida del sujeto hablante en “La palabra soplada”. Allí sostiene que el
sujeto hablante habla a través de significantes que extrae del campo cultural, el cual determina
históricamente los sentidos que poseen (cfr. Jacques Derrida, “La palabra soplada” en La escritura y la
diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 244-245). Añadimos en nuestra caracterización del devenir
de los significantes en el texto de Schlink cómo repercute esta propiedad sobre los receptores, los cuales
asignan sentido según el campo cultural que sea para ellos dador de significación , que es aquel en el que
desarrollan su identidad como individuos.
4[4]
Cfr. “La circuncisión”, p. 172.
diferencias tan grandes como las que hay entre los colores blanco y negro reunidos en el
uniforme de la camarera.
Los sentidos visual y auditivo crean tensión entre Andi y uno de los tíos de Sarah,
Aarón, sentado junto a él en la fiesta. Andi siente que este tío intenta formarse un juicio
de valor sobre el novio de su sobrina a partir de lo que ve y escucha de él, lo cual
constituye una situación sumamente tensa: “No era fácil concentrarse en evitar toda
palabra o gesto inadecuado”[5] . Aquí aparece por primera vez la gran problemática que
atraviesa la relación entre Andi y Sarah: los significantes son interpretados de distintas
maneras según el lugar el mundo cultural al que pertenezcan el emisor y el receptor.
Esta problemática puede observarse claramente cuando Aarón se enfurece con Andi
cuando éste le pregunta qué pasó cuando sus antepasados se instalaron en Nueva York
sin entender que esta ciudad no significa para la familia de Sarah simplemente el
comienzo de una nueva vida sino un episodio más de toda una vida de superación de
dificultades que los afectan en tanto miembros de una colectividad perseguida.
El origen de la tensión en torno a la cual gira la acción de la Novelle, queda definida
a partir de lo que Andi escucha de lo que dice el tío. A partir de sus dichos queda claro
que el enfrentamiento cultural tiene sus raíces en la sobrevalorización de la memoria
colectiva por parte de los integrantes de la cultura judía. El tío de Sarah se explaya
sobre la trágica historia de sus antepasados en un discurso en el que el destino
individual de cada judío aparece marcado por el destino colectivo. El éxito individual
dependería de la capacidad para superar el sino trágico común: a pesar de que un
pogrom les incendió el negocio de maderas sus antepasados pudieron huir a Nueva
York y recomponer su fortuna; a pesar de la tragedia más reciente del Holocausto la
familia se encuentra unida celebrando el bar mitzvah de un muchacho maravilloso
moral y espiritualmente: el tío elogia su buena interpretación de la Tora y su discurso
sobre el amor a la música, pero en este momento de felicidad no puede olvidar el
destino trágico común y finaliza su monólogo frente a Andi diciendo: “Espero que no se
tuerza. No podemos perder a ninguno más”[6] .
Al alto valor que tiene para la familia de Sarah la memoria colectiva como dadora
de identidad individual Schlink contrapone, a través del personaje de Andi, el papel que
desempeña en la formación de la identidad de una persona la memoria individual. Esto
puede observarse cuando vuelven del bar mitzvah: “Andi la contempló feliz hasta que

5[5]
Ibid., p. 173.
6[6]
Ibid., p. 176
de pronto lo asaltó una ola de celos. Nunca vería a Sarah bailar por primera vez, ni ir en
bicicleta, ni divertirse en la playa. Su primer beso y su primer abrazo habían sido para
otros...”[7]. Este personaje valora profundamente la memoria individual y no se resigna
a que la memoria colectiva del Holocausto determine la apreciación individual que los
parientes de Sarah hagan de él. En esta valorización de lo individual por sobre lo
colectivo se originan sus esfuerzos durante el bar mitzvah por que los familiares no lo
miren y escuchen como un exponente individual del grupo cultural alemán, que ellos
consideran en su conjunto culpable del Holocausto. Más adelante, durante el viaje a
Alemania y luego de él, veremos que para Sarah también es fundamental la memoria
colectiva conservada por su grupo cultural de pertenencia, el cual le asegura una
identidad individual[8].
Otro momento de esta primera etapa del conocimiento de Andi de la cultura de su
amada en el que la acción transcurre movilizada por los sentidos auditivo y visual es el
paseo en auto que realiza con la hermana de Sarah, Rachel. Allí vuelve a hacerse
presente el hecho de que Andi y Sarah provienen de culturas, cuyas diferencias son tan
fuertes que pueden ser capaces de separarlos, cuestión que permanece latente durante
todo el relato hasta el momento del viaje a Alemania, en el cual las diferencias cobran
cuerpo en Andi como una amenaza real. Durante todo el paseo con Rachel, Andi se
esfuerza por subsanar las diferencias culturales y trata de acercarse a ella prodigándole
palabras cordiales. Este esfuerzo es representado bajo la figura de un puente que divisan
desde el auto. Aquí puede observarse cómo el sentido visual funciona como catalizador
de la acción de la Novelle, en la que se destacan los intentos de Andi por salvar las
diferencias culturales que pueden separarlo de su amada. La acción se caracteriza
fundamentalmente por los intentos conciliadores de Andi que fracasan cada vez que
resurge la tensión que instalan las grandes diferencias culturales que separan a su
mundo del de Sarah.
El puente aparece justo cuando estalla el conflicto cultural que estaba oculto detrás
de la cortesía mutua que ambos personajes se prodigan hasta que Rachel contesta que
para ella lo peor sería que sus hijos se casaran con una mujer que no fuera judía. A
partir de aquí es fundamentalmente el sentido auditivo el que moviliza la acción creando
tensión, en tanto que lo que cada personaje escucha del otro da pie a una álgida

7[7]
Ibid., p. 178.
8[8]
Sobre la relación entre memoria colectiva e identidad individual confróntese con “El culto a la
memoria”en Los abusos de la memoria de Tzvetan Todorov, Barcelona, Paidós, 2000, p. 51.
discusión sobre los matrimonios mixtos. Durante esta discusión reaparece la tensión
entre Andi y el entorno familiar de Sarah, la cual tiene sus raíces en la distinta
valorización de la memoria colectiva. El discurso de Rachel da cuenta de que su
identidad individual está asegurada gracias al gran valor que su grupo cultural de
pertenencia le asigna a la memoria colectiva, en la cual están arraigadas las tradiciones
judías que ella practica cotidianamente y teme que pierdan sus hijos y nietos. Sin
embargo, antes de que se desate la discusión, el elemento que realmente reinstala la
tensión dentro de la acción del relato es la mirada de Rachel ante la pregunta de Andi
sobre qué sería lo peor para ella. La mirada inefable de Rachel crea tensión en la
narración a partir de que el narrador se detiene en la incapacidad de Andi de recordar
exactamente cómo fue esa mirada: “¿Lo miró inquisitiva, preguntándose qué era
exactamente lo que él quería saber? ¿Lo miró vacilante, porque dudaba de si debía
responder sinceramente?”[9].

Segunda etapa
En esta etapa, que es posible gracias a las declaraciones de amor que la anteceden,
Sarah conoce la cultura de su amado a través del viaje a Alemania. El viaje plantea un
Wendepunkt[10], un punto de giro en la relación que Andi mantiene con Sarah, en tanto
que las diferencias culturales comienzan allí a ser percibidas por él como un verdadero
obstáculo para la continuidad de la pareja: “En Berlín, Andi temió por primera vez que
la diferencia entre los mundos de los que procedían pusiera en peligro su amor”[11]. La
presencia de un Wendepunkt y la estructuración del relato en torno a la intensidad de la
acción son los elementos formales que permiten encuadrar al texto de Schlink como
Novelle. Los Wendepunkte de las novelas cortas suponen un cambio radical en el
destino de los personajes protagonistas y el viaje a Alemania lo es en tanto que Andi
empieza a incubar allí la idea de hacerse circuncidar como única solución posible frente
a las diferencias culturales con su amada que percibe esta vez como verdaderamente
peligrosas. En esta etapa la tensión cultural que impregna todo el relato se acentúa, en
tanto que se instala entre los protagonistas, luego de haberse establecido entre Sarah y el
entrono cultural de Andi.

9[9]
Cfr. “La circuncisión”, p. 181.
10[10]
La presencia de un Wendepunkt es uno de los recursos formales de las Novellen más destacados por
la teoría sobre este género literario. Cfr. Miguel Vedda, op.cit.
11[11]
Cfr. “La circuncisión”, p. 193.
La tensión cultural, que gira siempre en torno a la diferente valorización de la
memoria colectiva, se instala entre los dos enérgicamente ante la perspectiva de una
visita a un campo de concentración y es movilizada por una discusión en la que el
sentido visual y el auditivo tienen un rol preponderante. Antes de ir hacia allí Sarah
discute con el tío de Andi sobre si es imprescindible o no visitar campos de
concentración. Según el tío, todo está en la cabeza, la vista no puede aportar nada. Este
personaje pone de manifiesto que la memoria está hecha de discursos, de palabras oídas
o leídas y de una tradición del recuerdo que en el caso de Sarah es conservada por sus
familiares. La tensión entre Sarah y el tío de Andi se acentúa por un abuso de la
memoria colectiva por parte de Sarah[12], quien considera el Holocausto como un
acontecimiento único, irrepetible y diferente de todos los acontecimientos que forman
parte del pasado, ante lo cual el tío replica: “¿Un pasado diferente? A todo el mundo le
parece que su pasado es diferente”[13]. Aquí se observa, nuevamente, que resulta
sumamente conflictivo el hecho de que los significantes, en este caso dentro del
sintagma “pasado difernte”, adquieren distinto significado según el lugar cultural que
ocupen emisor y receptor. El hecho de definir a su grupo de pertenencia cultural como
un grupo perseguido lleva a que Sarah se aferre al adjetivo “diferente” para poder dar
cuenta del significado que tiene para ella la condición de su grupo. Luego de la
discusión con el tío la tensión queda instalada entre los enamorados cuando Sarah se
larga a llorar a solas con Andi, quien le pregunta: “...¿no llorarás por nosotros?”[14] .
El Wendepunkt de la Novelle comienza cuando la tensión cultural se instala entre los
enamorados en Berlín. Allí Andi empieza a renunciar a sí mismo, a su identidad como
alemán no judío y a incubar la idea de hacerse circuncidar para eliminar las diferencias
culturales que crean tensión entre él y Sarah. Así es como dice, refiriéndose a las
personas de culturas diferentes que sin embargo se soportan: “Pero ¿no será que se
soportan porque uno de los dos renuncia a ser lo que es?” [15]. Pero antes de ir a Berlín
van a Heidelberg, la ciudad alemana donde nació y se crió y a la que lleva a Sarah para

12[12] 12[12]
Observo un abuso de la memoria a partir de la terminología propuesta por Todorov en su
análisis sobre los usos y abusos de la memoria. El abuso de Sarah respecto del Holocausto proviene de lo
que Todorov denomina uso literal de la memoria en el cual el acontecimiento del que se ha sido víctima
es considerado como único. La literalidad consiste en establecer asociaciones basadas en la contigüidad:
todas las personas vinculadas al autor inicial del sufrimiento son consideradas culpables y toda la
existencia individual está determinada por el acontecimiento trágico único. Cfr. Tzvetan Todorov, op. cit.
p. 61.
13[13]
“La circuncisión”, p. 195.
14[14]
Ibid., p. 197.
15[15]
Ibid., p. 199.
que vea con sus propios ojos la calle donde jugaba a las bolitas, el lugar donde
almorzaba cuando iba a la facultad, etc. La identidad de Andi está definida hasta
Heidelberg a través de la memoria individual. Ante la perspectiva de la visita a Berlín,
ciudad a la que tiene un cariño especial por haber transcurrido allí una etapa laboral
placentera de su vida, dice: “Ya verás Berlín es casi como Nueva York”[16], con lo cual
su memoria individual es dejada de lado.

Tercera etapa
Es la etapa en la que las diferencias culturales percibidas en las dos etapas de
conocimiento mutuo del entorno cultural del ser amado se instalan en la pareja como
fuente de tensión permanente. Frente a esta fuente de tensión Andi viaja nuevamente a
Alemania para que un amigo cirujano lo circuncide. Andi percibe la tensión cultural
entre él y su amada como permanente durante una fuerte discusión que mantiene con
ella a raíz de la tesis sobre las utopías en el derecho norteamericano en la que él está
trabajando en Nueva York. Durante la discusión, Sarah le endilga que se ocupa de los
utópicos norteamericanos movido por una obsesión alemana por el orden que ella
observa en esos teóricos y a la que considera como causante del Holocausto.
A partir de esta discusión Andi va detrás de la utopía de la circuncisión como
solución a la tensión permanente que instalan en la pareja las diferencias culturales. Sin
embargo, esta utopía no hace más que encubrir algo que Andi no logra percibir: el
hecho de que cada individuo tiene una identidad propia más allá del lugar cultural en el
que esté inserto, identidad que lo hace distinto de los demás. Andi no puede advertir que
las diferencias propiamente individuales pueden ser capaces de unir a seres humanos
que están alejados culturalmente y de separar a aquellos que no lo están. A esto parecen
aludir las palabras de Sarah, quien no advierte que ha vuelto circuncidado del segundo
viaje a Heidelberg: “De hecho, los hombres circuncidados también son muy diferentes
entre sí. Lo que importa es que tú me das tanto placer...”[17]. Andi siempre fue
diferente para ella más allá de por el hecho de no ser judío. Las diferencias que ella
encontraba en él respecto de otros hombres eran la razón que sostenía su amor por él.
La acción es movilizada en esta etapa, como en las anteriores, por los sentidos visual
y auditivo. El desenlace en el que Andi abandona a Sarah se precipita por el hecho de
que ella no ve que está circuncidado y duda sobre el significado de la palabra

16[16]
Ibid., p. 198
17[17]
Ibid., p. 221.
“circuncidado” cuando la escucha en boca de él: “Estoy circuncidado” “¿Antes ya lo
estabas? No, no estabas... O quizás... Pensaba que no estabas circuncidado. Pero si lo
estás...”[18]. Ante la incapacidad de Sarah de ver la circuncisión, Andi decide
abandonarla; abandono que induce al lector a observar que este personaje era incapaz de
percibir que ella nunca vio su pene como un signo más de las diferencias culturales
entre ellos, sino como un signo cuyo significado era el de ser un elemento más del
placer que él le proporcionaba como individuo. El relato presenta, entonces, una
relación amorosa asediada continuamente por una tensión de origen cultural entre sus
protagonistas; a través de esta relación Schlink indaga nuevamente, como lo hace en su
novela El lector, hasta qué punto los seres humanos son capaces de valorarse de manera
individual dejando de lado las diferencias históricas, sociales y culturales que los
separan. En el personaje de Andi, cuya identidad está construida sobre la base de la
memoria individual, vuelca su anhelo de que la esfera de lo individual pueda superar a
la esfera de lo colectivo dentro del ámbito de las relaciones amorosas. Pero Schlink no
deja de ser consciente de que este anhelo pertenece al terreno de lo utópico y de que
ambas esferas están estrechamente imbricadas.

Bibliografía
Derrida, Jacques, “La palabra soplada” en La escritura y la diferencia, Barcelona,
Anthropos, 1989.
Vedda, Miguel, Antología de la novela corta alemana. De Goethe a Kafka, Buenos
Aires, Colihue, 2001.
Todorov, Tzvetan, Los abusos de la memoria de Barcelona, Paidós, 2000.

18[18]
Ibid., p. 221.

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