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● Ética Teleológica – Telos es una palabra griega que significa fin. El exponente máximo de
esta ética es Aristóteles, quien piensa en un sujeto feliz. Lo bueno como fin en sí mismo.
● Ética Deontológica – Deon es una palabra griega que significa deber. Un gran exponente de
esta ética es Kant, quien piensa en un sujeto trascendental. Lo bueno como deber, debe ser la
finalidad última de todo acto.
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● Ética Axiológica – Axio es una palabra griega que significa valor. Un exponente de estas
éticas es Nietzsche quien piensa sólo en un sujeto empírico.
Plantea una guía práctica acerca de cómo vivir la vida, para darle sentido al mundo. “Todo lo que
se hace, se hace siempre en vistas de algún fin”. La acción es una acción dirigida.
El fin tiene que ver con la finitud, finalización, y con la finalidad o el propóstito.
Si alguien hace algo mal, es porque encuentra algo bueno en ello. El hombre tiene una
inclinación natural hacia el bien.
Hay distintas cadenas de fines y medios que se van encadenando en serie. ¿cuál es el fin último
que le da sentido a esos encadenamientos? El bien supremo: la felicidad (eudemonía, dicha).
Aristóteles basa su ética en que el fin de todos los seres humanos es la felicidad. Es decir que
Aristóteles considera la naturaleza de manera finalista, orientada a fines, es decir teleológica.
Todas las cosas naturales tienen su propio fin o meta; por ejemplo un cuerpo cae porque tiene
como meta el lugar hacia el que se dirige. La naturaleza toda tiene un fin, que es ir desde la
materia menos informada hacia formas más superiores. Esta teleología se aplica, según
Aristóteles, también para la acción del hombre.
Aristóteles plantea que hay diferentes tipos de vidas; la vida nutritiva común con las plantas, la
vida sensitiva común con los animales, y la vida intelectiva, que sólo poseen los hombres, que
es la que los diferencia de los demás seres vivos. El hombre es obediente a la razón; posee razón
y razona. La función propia del hombre es la actividad del alma conforme a la razón.
El hombre continuamente realiza acciones, y lo que hace, lo hace porque lo considera un bien,
porque si no lo considerara un bien, no lo realizaría.
El bien es el acto propio de cada ser, viene determinado por su propia esencia o naturaleza. Cómo
la naturaleza del hombre viene determinada por la función específica de su alma, el pensamiento,
la actividad racional, el mayor bien para un hombre será el pleno desarrollo de la inteligencia,
la actividad contemplativa, irrealizable para la inmensa mayoría de los hombres. El hombre
debe contentarse con una felicidad limitada, ya que la felicidad absoluta sólo es propia de los
dioses.
Virtud significa excelencia, la perfección de la función propia de algo o alguien. Será virtuoso el
que desempeñe su función de manera excelente. El hombre es como un zapatero, que hace el
mejor zapato con el cuero que tiene.
Sólo el hombre virtuoso, aquel que no sólo conoce las virtudes sino que las pone en
práctica, puede ser feliz.
El hombre no es sólo racional, sino que hay en él también una parte irracional, la facultad de
desear. Por esta razón habrá dos tipos de virtudes; las de la razón considerada en sí misma
(virtudes dianoéticas) y las de la razón aplicada a la facultad de desear (virtudes éticas).
Virtudes Intelectuales o Dianoéticas – Aquellas que atañen al conocimiento. Son las que hacen
que nuestro conocimiento sea excelente. Las clasifica en dos tipos:
1) De Razón Práctica – relacionadas con las cosas contingentes:
- El Arte – el hábito productivo, acompañado de razón verdadera;
- La Prudencia – arte práctico verdadero, que acompañado de la razón, determina
atinadamente qué es lo bueno y lo malo para el ser humano.
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2) De Razón Teórica – relacionadas con el puro conocimiento contemplativo, se refieren a la
realidad y sus principios, a lo que es y no puede ser de otro modo. Hay tres de este tipo de
virtudes: La Ciencia, la Intuición o Intelecto, y la Sabiduría.
Virtudes Éticas o Morales – Las de la razón aplicada a la facultad de desear. Las que
perfeccionan el carácter, el modo de ser y de comportarse. Hacen que nuestro carácter sea
excelente. Estas virtudes nos facilitan, en cada caso, lo más correcto y conveniente. Esto consiste
siempre en un término medio entre acciones o actitudes extremas. La prudencia, la sabiduría
práctica, son las que determinan dónde se halla el término medio.
Todas las actividades y elecciones, tienden a un determinado bien, ya que el bien es aquello a lo
que todas las cosas aspiran. El bien, se refiere a la cualidad, a la cantidad, en relación a algo, en
el tiempo y en el lugar.
Los bienes se dividen en tres clases: los exteriores, los del alma y los del cuerpo. Los bienes del
alma son los más importantes, en el alma situamos la actividad creadora y los actos del espíritu.
La felicidad es la actividad del alma dirigida por la virtud. La virtud del hombre consistirá en la
perfección en el uso de su función propia, no puede ser ni una facultad ni una pasión sino un
hábito. Que sea un hábito quiere decir que aparece no por naturaleza sino como consecuencia del
aprendizaje.
El hombre continuamente realiza acciones, y lo hace porque lo considera un bien. Hay bienes que
son medios para poder alcanzar otros bienes, por ejemplo trabajar puede ser un medio para
obtener dinero. Hay otros bienes que se consideran fines en sí mismos. Todos nuestros actos
deben tener un fin último o dirigirse a un bien supremo que de sentido a todos los demás
fines y medios.
Así Aristóteles define dos características que posee un Bien Supremo:
- Final (verdaderamente último) – tiene que ser algo que se desee por sí mismo y no para
obtener otra cosa.
- Autárquico – no puede depender de otra cosa, se basta a sí mismo.
- Operable - tiene que estar al alcance del ser humano.
- Propio del hombre - que se diferencie del mundo animal.
Aristóteles señala que podemos considerar como Bien Supremo a la Felicidad pues la elegimos
siempre por sí misma y nunca por otra cosa.
Si bien todos los hombres coinciden en buscar la felicidad, la encuentran en cosas diversas, por
ejemplo, en el placer, honores, riquezas. Aristóteles rechaza las teorías que postulan que la
felicidad se encuentra en el placer; ya que el placer es propio de los sentidos, de los animales.
Además, en el placer dependemos del objeto de placer, estamos atados a éste, y de esta manera
no seremos autárquicos. También rechaza que la felicidad se encuentre en los honores, ya
que así tampoco se alcanza la autarquía, puesto que los honores no dependen de nosotros, y que
así como los otorgan, los pueden quitar. Por último, rechaza la teoría de que la felicidad
consiste en la riqueza, ya que el dinero es un medio, no un fin, pues sólo es útil para otras
cosas.
Demos considerar a la ética Aristotélica como una ética situacional, ya que en ninguna de las
actividades humanas existe una estabilidad, un hombre puede ser alternadamente feliz e infeliz.
Para que haya valor moral en una persona, sus actos tienen que ser el resultado de una elección;
en segundo lugar, que se trate de un hábito, ya que una buena acción por sí sola no revela a un
individuo virtuoso. La virtud es cuestión de práctica, de ejercicio, cierta manera de obrar constante.
La virtud reside en elegir el justo término medio. Este término medio, depende de las
circunstancias, de la persona y del caso y de los extremos que se trata, por eso es relativo a
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nosotros, situacional. La virtud reside en la temperancia, en el uso moderado y controlado de
los placeres. Los vicios tienen que ver con las pasiones (con el pathos).
Pasión = miedo. Vicio en exceso = cobardía. Vicio en defecto = osadía. Justo medio = valentía.
El hombre prudente es el hombre de tino, aquel capaz de encontrar, en cada situación
concreta, el justo término medio.
Aristóteles se plantea si por encima del hombre no hay todavía alguna forma de ser superior. Va a
decir que por encima del hombre, debe haber un ente que es puro acto; es necesaria la
existencia de tal ente, porque de otra manera no se explicaría el hecho del movimiento. En el
mundo sensible, las cosas están sometidas al cambio, es decir que las cosas están siempre en
potencia, y lo potencial puede moverse porque algo esté en acto y lo pone en movimiento. Es un
ente al que no le faltará nada para ser: Dios.
Para Dios, toda su vida y su felicidad consisten en la contemplación perpetua de sí mismo, de
modo que no hace ni quiere hacer nada, ni actúa en modo alguno sobre el mundo, porque en tal
caso se ocuparía de algo menos digno que él y perdería su perfección. Es un Dios impersonal,
no creador ya que para Aristóteles el mundo es eterno.
En relación al bien supremo se encuentra implicada también la ciencia política, que es la ciencia
organizadora. Ella legisla qué se debe hacer y qué se debe evitar. La política busca el bien de
todos, por lo tanto, está por encima de la ética, que busca el bien de uno. Sólo podría realizarse el
bien individual dentro del bien común.
La felicidad es vivir la vida, y vivirla bien. Es la actividad (en acto) del alma, conforme a la razón.
Fines del S. 19, principios del S. 20. Es uno de los pensadores de la sospecha.
Se entiende como ética axiológica a aquella ética basada en los valores, en el acto de apreciar.
Opuesta a la ética kantiana, la ética axiológica está más preocupada por el contenido que por la
forma de la acción moral. Desde su visión, es bueno aquello que realiza un valor y malo aquello
que lo impide. De la percepción del valor, surge el sentido del deber moral. El punto de vista de
Nietzsche es el perspectivismo, depende del lugar donde nos ubiquemos. Para él, el valor
superior para juzgar a los demás valores es el vitalismo, el valor de la vida.
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Ética de valores: resalta los valores del lado del vitalismo como la intensidad del vivir. Revisar los
valores de lo que pensábamos como bueno y absoluto. El vitalismo implica potenciar, e ir más
allá, vida vivida en intensidad.
Se pregunta por los orígenes del bien y del mal. Al principio, lo bueno estaba
vinculado a lo nobre, y lo malo a lo plebeyo. A partir de su estudio de las palabras,
empieza a desconfiar de lo bueno y de lo malo. Revisa estos valores → Ética
axiológica.
Apolo Dionisio (Dios del impulso hacia la vida desvocada, del vino y el
éxtasis, inspira el frenesí)
Pureza, perfección
Sobriedad Embriaguez
Predecible Impredecible
Retoma de Foucault la noción de la “muerte del hombre”, ya que no hay humanidad trascendental,
sino que el hombre va a ser relativo a una historia, a una cultura. Va a encontrar distintas formas
de abordar el relativismo cultural. Un hecho puede ser interpretado desde perspectivas diferentes,
entonces la ética no puede hablar de un bien y de un mal universal.
Plantea el problema del relativismo cultural, que trae consigo la muerte del hombre. El hombre se
cree libre, pero siempre va a estar determinado por el espíritu de la época (el pathos). Se cree
libre porque aún no conoce sus determinaciones.
El hombre universal no existe.
La ilustración propone una idea de hombre como sujeto transhistórico y transcultural, semejante
a Dios. El Hombre era un sujeto absoluto, es decir que no relativo sino universal, y además
estaba desligado de toda determinación histórica o cultural. Este sujeto era absolutamente
libre y por esta razón podía acceder a una verdad objetiva.
Este sujeto era libre porque era autónomo, porque se daba las propias normas o leyes de su
actuar. El deber del hombre moderno era, antes que nada, ser absolutamente libre, de modo que
no podía justificar sus actos, invocando causas externas o motivos psicológicos. Cuando el
hombre acude a estas explicaciones, no se toma por un sujeto, sino por un objeto. Es lo que le
pasa al esclavo de Hegel: prefiere la esclavitud porque teme la muerte, el cual decide
voluntariamente ya no tener voluntad propia y someterse a la voluntad del amo en calidad
de objeto. En última instancia, el sujeto era responsable de todos sus actos; la libre voluntad del
sujeto absoluto era el fundamento de la moral.
Foucault acuña en los 60´ la expresión muerte del hombre. El sujeto absoluto, había comenzado
a desaparecer hacia mediados del S. 19. Ya no se puede hablar de un sujeto universal y libre,
sino de varios sujetos, relativos y ligados a contextos históricos y culturales.
De ahí que Lacan juega con los dos sentidos de la palabra sujeto: una conciencia que se cree
libre y desprejuiciada por un lado, y por el otro, alguien sujeto a los diversos lenguajes culturales:
“tengo una sola lengua y no es la mía” (Derrida).
Ya no se trata del sujeto libre, autónomo, que busca excusas para justificar sus actos, sino del
sujeto determinado, compulsivo, que se imagina actuar por motus propio.
Los sujetos ya no son responsables de todas esas determinaciones, no son autónomos, porque
obedecen a la norma de otro, a los valores de su etnia o a la lengua de sus ancestros, y esto
implica la imposibilidad de fundar una moral universal del Hombre. Al pretender fundar una
moral universal, la filosofía iluminista parecía haberse convertido en víctima de una ilusión
etnocéntrica (entender y evaluar una cultura, de acuerdo a los parámetros de nuestra propia
cultura).
¿Lo que es bueno para una cultura, no puede ser malo para otra? Cada pueblo considera que su
manera de vivir es la mejor, o la verdaderamente buena, y suele despreciar a los extranjeros. El
etnocentrismo, fue la ideología moral del colonialismo europeo.
Ya lo decía Espinosa: los hombres se creen libres porque ignoran sus determinaciones. Pero
si aquel sujeto absoluto, universal y libre, resultaba sólo una ilusión, si no había más que
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sujetos relativos y ligados a contingencias históricas y determinaciones culturales ¿Cómo
podía la filosofía fundar ahora una moral?
A primera vista, los filósofos morales habrían repetido el prejuicio de los griegos: pensar que
existía una moral universal: la del occidente cristiano.
Con la “Declaración Universal de los derechos del Hombre y del Ciudadano”, una comunidad
particular toma la palabra en nombre de toda la humanidad; “Los representantes del pueblo
francés, constituidos en asamblea nacional han resuelto exponer, los derechos naturales,
inalienables y sagrados del Hombre…”. Así el término PUEBLO designa una entidad particular,
con su historia, sus héroes legendarios y su mitología y aparece la totalidad de la humanidad.
Cuando Napoleón invade los demás países europeos, no combate a los enemigos de Francia,
sino a los enemigos del Hombre; no va a conquistar a otros países, sino a liberar a otros
humanos.
La racionalidad moderna se había constituido gracias a una exclusión del discurso mítico o
tradicional, y sin embargo, la propia ilustración había creado el “mito de la historia” cuyo
héroe era ese sujeto absoluto y racional.
Los mitos eran los encargados de legitimar las instituciones de una sociedad o etnia, sus
concepciones del bien y del mal. ¿Por qué las mujeres deben someterse a sus maridos? Porque
según el mito bíblico, Dios hizo a Eva a partir de la costilla de Adán. En síntesis, el pensamiento
mítico siempre recurre a los orígenes, a una situación pre-cultural, para naturalizar las
convenciones sociales y culturales de una etnia. La Ilustración sustituye estos relatos particulares,
por ideales universales.
Foucault sostenía que la racionalidad ilustrada, se constituyo por la exclusión de la “sinrazón” y la
“locura”, una exclusión llevada a cabo en la práctica cuando los “locos” comienzan a ser arrojados,
primero, al espacio extramuros destinado antaño a los leprosos, y más tarde a los asilos de
alienados.
Ideología de la moral
La filosofía pretendió elaborar un lenguaje universal y necesario, o a priori, como lo llamaría Kant.
Este es el gesto etnocéntrico por excelencia; ciertos valores relativos a una cultura (griega,
europea u occidental) pretenden ser los únicos válidos en todo tiempo y lugar.
Derrida no se propone construir otro sistema filosófico –ya que repetiría necesariamente el
lenguaje mítico de sus ancestros– sino más bien, deconstruir la filosofía occidental, y mostrar
su carácter mítico: Esas supuestas verdades universales y necesarias resultan, a fin de cuentas,
valores culturales relativos y contingentes de la etnia occidental. Detrás de las pretensiones de
universalidad, se esconde una suerte de oscuro instinto de dominación; se trata de imponer
a los enemigos (los otros, los extranjeros, los bárbaros) los valores supuestamente superiores de
la cultura propia.
El Príncipe Maquiavelo, en el siglo 16, planteaba que al príncipe no le bastaba con imponer
la obediencia por medio de la violencia, los súbditos debían amar su esclavitud, además su
servidumbre, debían creer que, al obedecer a su señor, estaban obrando “bien” o moralmente. De
ahí que Spinosa ya criticara aquella concepción de la moral que convierte a los individuos
en esclavos haciéndoles creer que actúan libremente.
Ahora bien, desde la perspectiva del relativismo cultural, esto es un acto de etnocentrismo, una
manera de considerar “superior” a la civilización occidental, de pretender imponerle a los otros
pueblos unas prácticas supuestamente mejores y despojarlos así de sus propios valores y
costumbres.
● La ética de la diferencia
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A fines de la década de los ’80, se creía que en los países occidentales, había que promover las
democracias pluralistas, donde una minoría (el macho blanco, racional y eficaz) no le impusiera su
modelo normalizador a las demás. La democracia debía basarse el respeto de las diferencias.
Pero aparecieron contradicciones insuperables. Hay grupos sobre los que se ejerce una
“violencia simbólica”, que no obedece a prohibiciones explícitas ni se acompaña de violencia
directa. Es parte de las costumbres de una cultura, de las cuales los propios grupos “diferentes”
participan, pues forman parte de esa cultura. Quien intente cambiar los hábitos discriminadores de
la cultura, se encontrará con resistencias del propio grupo al que intenta proteger.
En países donde no rige la ley islámica, algunas musulmanas usan el fular, aunque ni su marido ni
las leyes las obliguen. Se le podría reprochar a quienes quieren cambiar los hábitos, que pecan de
etnocentrismo, ya que quiere imponerles a los demás, los valores laicos e igualitarios de su
cultura.
¿Dónde terminan las diferencias culturales y dónde comienza la violación de los derechos
humanos más elementales? ¿Cómo podría hablarse de derechos universales, si no existen
valores más allá de las diversas culturas?
Un mismo hecho, puede ser interpretado desde muchas perspectivas diferentes y no puede
recurrirse a ninguna objetividad, ni hablarse de un individuo autónomo, ni independiente del
lenguaje, costumbres o normas de la etnia. Entonces la ética se convertiría en una simple
tolerancia de las diferencias individuales o comunitarias, porque sólo existen interpretaciones
relativas. El relativismo, entonces, propone un nuevo universalismo; el relativismo debe
convertirse en una norma universal. No toleremos a los intolerantes.
● El relativismo nacionalista
Los avatares del capitalismo complican las cosas. Los occidentales invaden los países del tercer
mundo con sus mercancías y valores como los habitantes del tercer mundo invaden los países
occidentales con su fuerza de trabajo y su pobreza.
Varios partidos neofascistas europeos empezaron a conseguir votos con prédicas xenofóbicas y
abiertamente discriminatorias. La idea de un respeto de la diferencia, comienza a ser usada para
justificar la expulsión de los inmigrantes. Los fascistas reclamaron “Nosotros respetamos sus
diferencias, pero que ellos respeten nuestra identidad”.
Aceptaban perfectamente que sus valores no eran ni los únicos ni los mejores para todos, pero
¿qué otra cosa puede hacer un individuo que centrar su comportamiento moral en los valores que
considera buenos?
● La ética ironista
Para evitar la amenaza nacionalista, sin renunciar al relativismo, Rorty propone romper con la
identidad entre etnia y nación; habla de “nosotros, los liberales”.
Llama liberales a los ironistas, es decir, a quienes piensan que todo discurso es contingente
o relativo. Así, ese “nosotros” no es ni una nación ni la humanidad, sino los herederos de las
contingencias históricas.
Los ironistas, proponen un principio de solidaridad entre los individuos, ya que no hay nada
peor que la crueldad. Proponen crear un sentimiento de solidaridad más amplio que el que
tenemos ahora, y que suele estar ligado a la solidaridad familiar o nacional. Para los liberales, la
solidaridad es un imperativo y, por consiguiente actúan como si fuera un absoluto, aunque
saben perfectamente, que no es más que relativo, una creencia distinta de su etnia liberal, y
por eso son “ironistas”.
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Aunque Rorty llegara a convencer a los individuos de otras etnias, de que es preferible ser
solidario antes que cruel, no estaría seguro que los otros interpreten como crueles o solidarios los
mismos hechos que él juzga de ese modo.
● La ética de la comunidad
Siendo la moral un problema de relación de un individuo con el prójimo, no se la pude pensar
fuera de las situaciones sociales.
MacIntyre se niega a considerar al individuo aislado, que se encontraría simplemente con
obligaciones universales o con una exigencia de libertad, tal como lo propone la Ilustración. Los
moralistas del Iluminismo, al pretender hacer tabla rasa con los prejuicios y las creencias de una
época, olvidaban que los individuos habitan siempre en una comunidad, con sus normas e
instituciones, y que sería absurdo pensar a la moral fuera de las situaciones sociales, ya que
la moral es sobre todo un problema de relación del individuo con el prójimo. Por eso, dice
MacIntyre que las aspiraciones modernas de la universalidad, sin nada de particularidad,
son una ilusión.
Aristóteles llama phronesis a la facultad moral según la cual un individuo hace lo que debe hacer
en cada caso. La phronesis, es para MacIntyre, el principal elemento de la ética.
MacIntyre rechaza la moral centrada en la libertad, la moralidad para él implica identificarse
totalmente con un rol o confundirse con el personaje social.
Así para MacIntyre lo injusto en las sociedades feudales no sería la desigualdad económica, social
y política, lo injusto sería que cada uno no se comportara como corresponde a su rol y que
no recibiera lo que le corresponde de acuerdo con la función cumplida en esa sociedad.
Él entiende a la moral, como ligada a la forma, necesariamente histórica y particular, en la
que esa sociedad se organiza. Así vemos que MacIntyre funda su universalismo moral, en su
aspecto particular y relativo. Una paradoja.
● La ética de la comunicación
Otra solución al problema de incompatibilidad entre el relativismo y el universalismo, aparece en la
“ética de la discusión”: más allá de las diferencias culturales, los interlocutores deben
aceptar las reglas de juego si quieren en verdad comunicarse y no utilizar la violencia.
Y es cierto que este imperativo vale para cualquier cultura, de modo que se trata de una ley
universal, sin embargo sólo podría ponerse en práctica paradójicamente dentro de cada cultura.
En la comunicación interétnica, faltan estas reglas que pueden ser aceptadas por todos los
interlocutores, ya que cada etnia tendrá sus normas particulares.
Si bien esta norma universal resulta válida en todo tiempo y lugar, sólo puede juzgar su
cumplimiento o trasgresión a partir de las normas particulares y relativas de las diversas culturas.
● La ética del no-mal
No hay manera de poner de acuerdo a todos los seres humanos sobre lo que es bueno y virtuoso.
No existe un Bien Universal y Necesario sino bienes relativos y contingentes.
Cada comunidad y cada individuo tienen su idea acerca de lo que es el bien para ellos y conviene
que no traten de imponérselas a otros. El Mal comienza cuando una iglesia, un partido político o
un Estado pretenden imponerles a todos los individuos un Bien supuestamente universal.
Lo universal no es el Bien sino, el propio Mal.
Como animales culturales los seres humanos tienen distintas maneras de ver las cosas, valores
morales diversos, múltiples versiones del Bien. Pero como seres vivos capaces de sentir dolor
y temor ante la muerte, todos sufren por igual. Las torturas y las ejecuciones son un Mal
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aquí y en cualquier parte del planeta. Por eso la ética de los derechos humanos es
universal porque no prescribe un Bien sino que denuncia un Mal.
La moral nos dice, cuáles son nuestros deberes o nuestras responsabilidades. ¿Pero a quien
debemos responder? Ante las generaciones futuras. Porque la existencia de la humanidad es
una obligación incondicional, es decir, universal y necesaria.
El deber de los individuos y los Estados, en consecuencia es evitar hoy el Mal futuro de la
especie humana. Se trata de una ética de la conservación de la especie, el derecho
fundamental del ser humano es un derecho a la permanecer vivo.
Al identificar lo humano con una normalidad biológica, ya sea en términos de medio ambiente o de
código genético, esta ética confunde el Mal con una suerte de anormalidad o de enfermedad. Y si
el principal derecho de los humanos es el de evitar el Mal, entonces la eliminación actual de las
anormalidades se ve, indirectamente, justificada.