La triste realidad de Colombia está relacionada con la violencia, la desigualdad y las
inconformidades con el gobierno y peor aún es que aunque somos conscientes de esto, sólo pensamos en el bienestar propio y no como una Nación, así es que permitimos estos hechos afecten a la parte menos favorecida de la sociedad, es decir a los más pobres. Se supone que los dirigentes deben proteger a todos y vela por el bienestar colectivo, esa es la auténtica esencia de la política, sin embargo no es así, y peor aún, la población en general se da cuenta de las dificultades que viven muchos y no actúa, evita el problema y que cada quién vea cómo sobrevive; una gran parte de la sociedad es egoísta, avara y fácil de comprar, esto sucede en gran medida porque nos falta identidad, orgullo por nuestra raza y decisión para hacer valer sus derechos, vale la pena decir, aunque duele, que toda forma de violencia, desigualdad e inconformidad empieza desde el hogar, cuando se deja de denunciar o se permite cualquier forma de maltrato intrafamiliar, la violencia juvenil, la negligencia y el abandono, entre otros.
Es oportuno entonces referirnos a la realidad de los Derechos Humanos en Colombia y
para dar un vistazo reciente, según un informe de Amnistía Internacional del 2019, la violencia provocada por el conflicto armado interno en curso y por las disputas sobre el control territorial tras la firma del acuerdo de paz de 2016 causó estragos. Las principales víctimas seguían siendo los pueblos indígenas, las comunidades afrodescendientes y campesinas y los defensores y defensoras de los derechos humanos. Para esta organización es continua la preocupación ante la impunidad por los crímenes cometidos durante el conflicto armado y las amenazas y homicidios que sufren los defensores y defensoras de los derechos humanos. Sin embargo aunque es visible ante el mundo esta situación, en Colombia Persiste la ilegalidad y la desatención a este fenómeno pues día a día son más persistente las distintas formas de violencia contra las minorías, líderes sociales, mujeres etc.
Si bien es cierto, la ausencia de autoridades del Estado y su desatención hacia los
territorios controlados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP) dejaron un vacío de poder en zonas históricamente disputadas por varios grupos armados por sus recursos naturales o su ubicación estratégica. Esta situación agravó los problemas de desigualdad, exclusión y pobreza extrema que afectan a la mayoría de la población campesina y a las comunidades afrodescendientes e indígenas, e impacta de forma distinta según el género. Afirma Amnistía Internacional que en 2019 los homicidios de activistas y defensores y defensoras de los derechos humanos alcanzaron niveles históricos. Podemos decir entonces que en medio de la violencia indiscriminada, los ciudadanos se han visto involucrados de manera inevitable y se han convertido en las principales víctimas.
Por otra parte, y como si no bastara lo anterior, en la política, la avaricia, la corrupción y el
soborno por los recursos estatales desencadena más formas de violencia, enraizada desde la misma creación del frente Nacional, acuerdo político entre liberales y conservadores vigente en Colombia entre 1958 a 1974, desde donde año tras año, las familias que asumen el poder y todo su círculo de colaboradores, se han bañado de corrupción lo que ha desestabilizado las instituciones y ha generado desgaste de las relaciones tanto entre individuos como entre instituciones y el Estado. Éste último con su indiferencia, en muchos casos conveniente, empeora los problemas ya que es a través de los políticos que se manifiesta la mayor parte de la corrupción. Ésta, entendida desde Heindenheimer (1990: 6), es una transacción entre actores del sector público y privado por medio de la cual ciertos bienes colectivos son ilegítimamente convertidos en retribuciones privadas. Entendido de esta manera, en la población colombiana cada día crece más el inconformismo con sus dirigentes ya que hasta en las mínimas actuaciones, se ve claramente como los dineros destinados a las poblaciones más vulnerables se pierde a la vista de todos sin que haya un acertado control y freno a tales crímenes contra la sociedad.
Es así como, la corrupción se ha instalado como factor determinante de los escenarios de
extrema pobreza que padecen grandes proporciones no sólo de Colombia sino en del planeta. Asimismo, los conflictos entre las diversas jerarquías sociales y su involucramiento en luchas por poder y beneficios personales, han demostrado la necesidad de repensar la estructura, relación y distancia de los distintos estratos sociales.
Se hace urgente una transformación profunda en la información que se emite y publica
en los diferentes medios, para fortalecer el vínculo social entre los distintos actores y crear una comunicación real y eficiente para entender y actuar de manera organizada ante cualquier episodio que afecte a la población, empezando por la de nuestra Colombia.