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La ola de transiciones que nos apartan del gobierno autocrático, que empezó con la
“revolución de los claveles” en Portugal en 1974 y que parece haber culminado con el
derrumbe de los regímenes comunistas en toda Europa del Este en 1989, produjo una
aceptación general hacia una definición común de democracia.1 En todas partes se han
abandonado los adjetivos vagos como “popular”, “guiada”, “burguesa”, y “formal”, para
calificar a la “democracia”. Al mismo tiempo, ha surgido un consenso notable sobre las
condiciones mínimas que deben satisfacer las organizaciones políticas para merecer el
prestigioso apelativo de “democráticas”. Además, actualmente existe una serie de
organizaciones internacionales que supervisan en que medida se satisfacen estos criterios:
en algunos países incluso se las toma en cuenta para formular la política exterior.2
Empecemos por definir ampliamente la democracia y los conceptos genéricos que la
distinguen como un sistema único para organizar las relaciones entre gobernantes y
gobernados. Después revisaremos brevemente los procedimientos, las normas y los
acuerdos que son necesarios si se quiere que la democracia persista. Por último,
analizaremos dos principios operativos que hacen funcionar la democracia .Estos no están
expresamente incluidos entre los conceptos genéricos y los procedimientos formales, pero
las perspectivas de la democracia son sombrías si no están presentes los efectos
condicionantes de estos principios que la fundamentan.
Uno de los principales temas de este ensayo es que la democracia no consiste en un
conjunto único y exclusivo de instituciones. Hay muchos tipos de democracia, y sus
diversas prácticas producen un conjunto de efectos también diferentes. La forma específica
de la democracia depende tanto de las condiciones socioeconómicas de un país como de sus
estructuras estatales arraigadas y de sus prácticas políticas.
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Para realizar un análisis comparativo de los recientes cambios de régimen en el sur de Europa y en América
Latina, véase Guillermo o´Donell, Philippe C. Schmitter y Lurence Withehead, comp.. Transitions from
Authoritarian Rule, 4 vols. Johns Hopkins University Press, Baltimore 1986. Para otra compilación que
adopta un enfoque más estructural, véase Larry Diamond, Juan Linz y Seymour Martin Lipset comp0s.
“Democracy in Developing Countries, vol. 2, 3 y 4, Lynne Rienner, Boulder, Colo, 1989.
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Se han hecho numerosos intentos de codificar y cuantificar la existencia de la democracia a través de los
sistemas políticos. El más conocido es probablemente el de Freeedom House, Freedom in the World Political
Rights and Civil Liberties , Facts on File, Nueva Cork, 1986.
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La definición que utilizan más comúnmente los científicos sociales estadounidenses es la de Joseph
Schumpeter: “el acuerdo institucional para llegar a decisiones políticas en las que los individuos adquieren
el poder de decidir por medio de una lucha competitiva por el voto del pueblo.” Capitalism, Socialism and
Democracy, George Allen and Unwin, Londres, 1945. Aceptamos ciertos aspectos del clásico enfoque
procesal de la democracia moderna, pero diferimos primordialmente en nuestra insistencia en la
responsabilización de los gobernantes ante los ciudadanos y en la pertinencia de mecanismos de competencia
que no sean las elecciones.
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Algunos países no sólo practican una forma estable de democracia sin una constitución formal (por ejemplo
Gran Bretaña e Israel), sino que un mayor número de países tienen constituciones y códigos legales que no
ofrecen garantías de práctica confiable. En el papel, la constitución de 1936 de Stalin para la URSS fue un
modelo virtual de derechos y títulos democráticos.
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Para hacer un intento más a fondo de encontrar algún sentido a esta maraña de distinciones, véase Juan Linz,
Totalitarian and Authoritarian Regimes” en Fred I. Greenstein y Nelson W Polsby, comps. Handbook of
political science, Addison Wesley, reading, mass, 1975, 175-411
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más intrínsecamente democrática que la otra, sólo democrática de modo diferente. Esto
implica que las medidas dirigidas al “desarrollo del sector privado” no son más
democráticas que las dirigidas al “desarrollo del sector público”. Ambas, si se llevan a los
extremos, podrán socavar la práctica de la democracia, las primeras destruyendo la base
para la satisfacción de las necesidades colectivas y el ejercicio de la autoridad legítima; la
segunda destruyendo las bases para la satisfacción de las preferencias individuales y el
control de las acciones gubernamentales ilegítimas; las diferencias de opinión, acerca de
cual es la mezcla óptima de ambas, proporcionan gran parte del contenido sustantivo del
conflicto político en el seno de las democracias establecidas.
Los ciudadanos son el elemento más característico en las democracias. Todos los
regímenes tienen gobernantes y un campo público, pero sólo en la medida en que son
democráticos tienen ciudadanos. Históricamente, se impusieron graves restricciones a la
ciudadanía en muchas de las democracias en surgimiento o parciales según criterios de
edad, género, clase, raza, alfabetización, propiedad de los bienes, estatus fiscal y otros. Sólo
una pequeña parte de la población total era elegible para votar o para presentarse como
candidatos a cargos públicos. Sólo se permitía que categorías sociales restringidas
formaran, reunieran o apoyaran asociaciones políticas. Después de una prolongada lucha-en
algunos casos a través de levantamientos internos violentos o la guerra internacional-,
muchas de estas restricciones se eliminaron. Hoy, los criterios para la inclusión son
bastantes generales. Todos los nativos adultos son elegibles, aunque a los candidatos para
algunos cargos aún se les pueden imponer límites de edad un poco más altos. A diferencia
de las primeras democracias norteamericanas y europeas del siglo XIX, ninguna de las
recientes democracias en el sur de Europa, América Latina, Asia o Europa del Este han
tratado siquiera de imponer restricciones formales a los derechos políticos o a la
elegibilidad para los cargos públicos. Sin embargo, cuando se trata de restricciones
informales al ejercicio efectivo de los derechos de ciudadanía, la cosa puede ser muy
diferente. Esto explica la importancia central (analizada más adelante) de los
procedimientos.
La competencia no siempre se ha considerado una condición esencial y
determinativa de la democracia. Las democracias “clásicas” partían del supuesto de la toma
de decisiones basada en la participación directa conducente al consenso. Se esperaba que la
ciudadanía reunida estuviera de acuerdo en un curso común de acción después de escuchar
las alternativas y de ponderar sus respectivos méritos y deméritos. Persiste una tradición de
hostilidad a la “facción” y a los “intereses particulares” en el pensamiento democrático,
pero por lo menos desde The Federalist Papers, ha llegado a ser ampliamente aceptado que
la competencia entre facciones es un mal necesario en las democracias que operan a mayor
escala que la local. Ya que, como sostuvo James Madison, “las causas latentes de la facción
están sembradas en la naturaleza del hombre” y los remedios posibles al “mal de facción”
son peores que la enfermedad, lo mejor es reconocerlas y tratar de controlar sus efectos.6
Pero aunque los demócratas pueden coincidir en que son inevitables las facciones, tienden a
estar en desacuerdo sobre las mejores formas y normas para gobernar la competencia
faccional. En realidad, las diferencias acerca de los modos preferidos y las fronteras de la
competencia contribuyen a distinguir un subtipo de democracia de otro.
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“Publius” Alexander Hamilton, John Jay y James Madison, The Federalist Papers, Books, Nueva Cork,
1961, la cita corresponde al numero 10.
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1) Consenso: tal vez no todos los ciudadanos estén de acuerdo en las metas
sustantivas de la acción política o en el papel del Estado (aunque si lo estuvieran, esto sin
duda facilitaría mucho más la existencia de las democracias gobernantes).
2) Participación: tal vez no todos los ciudadanos tomen parte activa o en la misma
medida en la política, aunque debe ser legalmente posible que lo hagan.
3) Acceso: puede ser que los gobernantes no ponderen igualmente las preferencias
de todos los que se presentan ante ellos, aunque la ciudadanía implica que los individuos y
los grupos deban tener igual oportunidad de expresar sus preferencias si así deciden
hacerlo.
4) Sensibilidad: puede ser que los gobernantes no siempre sigan el curso de acción
preferido por la ciudadanía, pero cuando se desvían de esa política, por ejemplo apoyados
en una “razón de Estado” o en un “interés nacional dominante”, en último término deben
responsabilizarse de sus acciones a través de procesos regulares y limpios.
5) Gobierno de la mayoría: puede que las posiciones no estén asignadas o que los
gobernantes no se decidan únicamente partiendo de haber logrado la mayoría de los votos,
sin embargo, las desviaciones de este principio en general deben ser defendidas en forma
explícita y aprobadas previamente.
6) Soberanía parlamentaria: la legislatura puede que no sea el único cuerpo que
puede establecer normas o incluso el que tenga autoridad definitiva para decidir cuales
leyes son de carácter obligatorio, aunque si el ejecutivo, el judicial u otros organismos
públicos toman la decisión definitiva, también deben responsabilizarse de sus acciones.
7) Gobierno de partido: puede ser que los gobernantes no estén nominados,
promovidos y disciplinados en sus actividades por partidos políticos bien organizados y
programáticamente coherentes, sin embargo, cuando no lo están , pueden resultar mas
difícil formar un gobierno efectivo.
8) Pluralismo: el proceso político tal vez no se base en una multiplicidad de grupos
privados superfluos, voluntaristas y autónomos. Sin embargo, cuando hay monopolio de
representación, jerarquías de asociación o membresías obligatorias, es probable que los
intereses implicados estén más estrechamente vinculados al Estado y que la separación
entre las esferas públicas y privada de acción sea mucho menos clara.
9)Federalismo: la división territorial de la autoridad puede que no implique
múltiples niveles de autonomía locales, y menos aún autonomías consagradas en un
documento constitucional, aunque una cierta dispersión del poder a través de las unidades
territoriales o funcionales es característica de todas las democracias.
10) Presidencialismo: el principal funcionario ejecutivo tal vez no sea una sola
persona y quizás no haya sido directamente elegido por la ciudadanía en su conjunto,
aunque en todas las democracias este presente una cierta concentración de la autoridad, aun
cuando se ejerza de manera colectiva y sea sólo indirectamente responsable ante el
electorado.
11) Controles y contrapesos: no es necesario que las diferentes ramas del gobierno
se opongan sistemáticamente unas a otras, aunque los gobiernos por asamblea, por
concentración del ejecutivo, por mandato judicial, o incluso por decreto dictatorial (como
en tiempo de guerra) deben ser responsables ante la ciudadanía en su conjunto.
Aunque se ha calificado a los componentes citados de “esenciales para la
democracia”, se deben ver en cambio como indicadores de uno u otro tipo de democracia o,
si no, como parámetros útiles para evaluar el desempeño de regímenes particulares.
Incluirlos como parte de la definición genérica de democracia sería confundir la
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Véase Terry Kart, Imposing Consent: Electoralism versus democratizacion in Salvador, en Paul Drake and
Eduardo Silv comps., Elections and democratizacion in Latin America 1980-1985, Center for Iberian and
Latin American Studies, Center for US/Mexican Studies, Universidad de California, San Diego 1986, 9-36
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con rutas de acción colectivas. Algunos tipos de democracia, sobre todo en los países en
desarrollo han sido incapaces de cumplir esta promesa, tal vez debido a las circunstancias
de su transición a partir de un gobierno autoritario. La apuesta democrática es que ese tipo
de régimen, una vez establecido, no solo persistirá reproduciéndose dentro de sus
condiciones iniciales de confinamiento, sino que eventualmente se desparramará más allá
de estas. A diferencia de los regímenes autoritarios, las democracias tienen la capacidad de
modificar sus normas e instituciones en forma consensual, como respuesta a las
circunstancias cambiantes. Quizás no produzcan de inmediato todos los beneficios antes
mencionados, pero tienen una oportunidad mayor para hacerlo eventualmente si se
comparan con las autocracias.