Sei sulla pagina 1di 4

Una receta sencilla para el devocional familiar

Ninguna otra práctica en tu hogar resultará más beneficiosa para tu


familia que el culto familiar diario.

De la misma manera en que dos banqueros que viven juntos no hacen


un banco, igualmente dos o más cristianos que viven juntos no hacen
un hogar cristiano. Los intercambios que ocurren en un banco, o en un
hogar, definen ese lugar.

Los cristianos adoramos; eso es lo que hacemos. La adoración define


nuestras iglesias y nuestras vidas personales, y debe caracterizar
nuestros hogares. De hecho, el culto familiar tiene una larga historia
en la iglesia protestante. Junto con el culto colectivo y privado, se ha
considerado una de las rutinas regulares de la vida cristiana. Y los
beneficios son eternos.

La marca central del hogar cristiano


Por supuesto, todo tipo de actividades acontecen en nuestros hogares.
A mi familia le encanta jugar, cocinar juntos y ver videos divertidos.
Aunque me encanta hacer cada una de estas actividades con mi
esposa e hijos, espero que ninguno de estos eventos ocupe el centro
de nuestra casa y la vida juntos.

Como cristiano, quiero e incluso necesito que Cristo sea el centro. Es


una de las marcas, de hecho, es la marca central de la familia
cristiana, esa que hace de Cristo el centro de su vida cotidiana. Y el
culto familiar diario centra el hogar cristiano sobre Cristo.

Uno de los mayores beneficios del culto familiar es la oportunidad de


transmitir la fe a nuestros hijos. Este privilegio está establecido en todo
sentido al padre cristiano.

Ayudando a nuestros hijos a tener esperanza


A menudo pienso en el Salmo 78 cuando pienso en la necesidad de
transmitir la verdad de Dios a nuestros hijos. Asaf afirma: «lo que
hemos oído y conocido, que nuestros padres nos han contado. No lo
ocultaremos a sus hijos, sino que contaremos a la generación venidera
las alabanzas del Señor, su poder y las maravillas que hizo» (Sal. 78:3-
4). ¿Por qué? «Para que ellos pusieran su confianza en Dios, y no se
olvidaran de las obras de Dios, sino que guardaran sus mandamientos»
(Sal. 78: 7).

¿No es éste el deseo más profundo de todo padre cristiano? Deseamos


ver a nuestros hijos poner su esperanza en Dios y vivir conforme a su
Palabra.

El culto familiar provee a nuestros hijos (y a nosotros mismos) un


encuentro diario con este Dios de gracia y verdad. Al practicar el culto
familiar, traemos a nuestros hijos ante Cristo y continuamos
poniéndolos en el camino de Su bendición. Al igual que los padres en
Marcos 10:13, que trajeron a sus hijos a Cristo para que los bendijera,
de la misma manera ponemos a nuestros hijos delante de Él todos los
días.

Jardineros de fe
Por supuesto, esto no significa que podamos causar su salvación o
hacer que Cristo los bendiga –la salvación es solo por la gracia de Dios
(Ef. 2: 8-10)– pero como padres cristianos somos privilegiados y
responsables de proveer un ambiente propicio para Su crecimiento en
Cristo.

Esto es muy parecido a la jardinería. El jardinero no tiene control sobre


si la semilla crece en una planta. Dios debe causar el crecimiento. Pero
el jardinero cuida el suelo, lo riega, quita las malezas y asegura que la
planta reciba la cantidad adecuada de luz solar (1 Co. 3: 5-7). Él
proporciona un ambiente propicio, según su capacidad. Él emplea
todas las herramientas y conocimientos a su disposición. Él no puede
garantizar el crecimiento, causar el crecimiento o exigir el crecimiento,
pero nutre la planta, cuida de ella y espera que crezca.

En el culto familiar, la familia se reúne para meditar en la Palabra y


orar juntos. Proveemos un ambiente propicio cuando nos encontramos
con Cristo juntos diariamente en estos medios de la gracia de Dios.
Dios promete bendecir a sus hijos a través de Su Palabra y la oración.
Así pues, como padres, la manera en que bendecimos a nuestros hijos
no es inventando nuevas maneras para que nuestros niños lleguen a
Dios; simplemente los ponemos en el camino de la Palabra de Dios y la
oración. Pero sin cierta regularidad, estructura y propósito, creo que
podemos suponer que estamos haciendo esto más de lo que realmente
lo hacemos.

Llámalo un placer
El culto familiar no es difícil. No hay que saber mucho. Toma diez
minutos por las noches. Después de la cena, limpia la mesa, ve a la
habitación familiar, abre la Biblia, lee una sección corta y ora.

Eso es todo.

No tiene que durar demasiado tiempo –probablemente, si estás


empezando, no debería. A medida que tu familia crece en esta sencilla
práctica, podrás comenzar a hacer preguntas, discutir el pasaje que
leíste y cantar salmos o himnos juntos. Independientemente de lo que
añadas a la sencilla lectura de la Biblia y la oración, abstente de
hacerlo demasiado arduo.

No tiene que ser intimidante; no tiene por qué ser difícil. De hecho, no
debería serlo. Así como disfrutamos de la presencia de Dios de manera
personal, nuestro objetivo no es agregar cargas religiosas, sino más
bien disfrutar a Dios como una delicia (Is. 58:13). ¡Imagínate lo que
significaría para tus hijos llamar al culto familiar una delicia! Por
supuesto, este puede que no sea siempre el caso (para tus hijos o
para ustedes), pero como padres, debemos hacer lo que podamos
para eliminar los obstáculos que impidan disfrutar de Cristo con
sencillez (Mt. 11:30; 23: 4).

Si te pierdes una noche, o tres noches, o una semana, simplemente


empieza de nuevo. No se trata de una rueda que necesita ser
renovada o un gran proyecto que requiera un nuevo relanzamiento. Es
un medio de gracia que Dios provee a sus hijos. No es creado para que
sea una carga.

En el culto familiar, simplemente nos ponemos a nosotros y a nuestros


hijos en el camino de la bendición de Cristo. Inténtalo. Te lo prometo,
no es difícil. Con el tiempo, practicar el culto familiar a diario cambiará
tu hogar. Cambiará tu vida. Al venir todos los días a Jesús, no solo en
nuestros devocionales privados, sino también como familias, Cristo
derrama bendiciones que se desbordarán en la eternidad.

Potrebbero piacerti anche