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El proceso penal y su reforma en Chile

Mauricio Duce - Profesor de Derecho Penal , Universidad

Author: Mauricio Duce

Profession: Profesor de Derecho Penal , Universidad

Pages: 37 - 88

Id. vLex VLEX-57394975

Link: https://2019.vlex.com/#vid/proceso-penal-reforma-chile-57394975

Summary

El sistema inquisitivo en América Latina - El sistema inquisitivo en Chile - La reforma procesal


penal en Chile -

Text

Content
I. El sistema inquisitivo en América Latina
1. Auge y consolidación del sistema inquisitivo en Europa continental.
2. El procedimiento penal inquisitivo en américa latina en el período colonial y el
siglo xix.
3. El procedimiento inquisitivo en latinoamérica durante el siglo xx.
II. El sistema inquisitivo en Chile
1. El establecimiento del procedimiento inquisitivo en chile.
2. Las reformas parciales del sistema inquisitivo en Chile.
III. La reforma procesal penal en Chile
1. La reforma como compromiso.
2. La reforma chilena nace como una iniciativa de la sociedad civil.
4. Estado actual de la reforma procesal penal chilena.
4.1. Información acerca del proceso de implementación.
4.2. Logros y Desafíos de la Reforma: Años 2000-2006.

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Como ya hemos revisado, uno de los problemas que tradicionalmente ha rodeado al estudio del

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derecho procesal penal en la tradición académica chilena y latinoamericana ha sido el de


considerar a esta disciplina como un objeto de estudio dogmático, no contextual, o
desconectado de los procesos políticos y sociales que se encuentran detrás de su
configuración. Por el contrario, hemos sostenido que la adecuada comprensión de los distintos
modelos procesales penales se vincula de una manera directa con el estudio de los sistemas
políticos en los que éstos han surgido, de los momentos históricos particulares en que han sido
desarrollados y de los factores o fuerzas sociales que han rodeado su generación. Todo ello
además del análisis de las reglas legales que los regulan en detalle.

La necesidad de incorporar estos elementos en el análisis del nuevo sistema resulta


particularmente intensa en nuestro país, debido a que la reforma procesal penal es un proceso
bastante complejo, en el cual el aspecto estrictamente jurídico constituye sólo una de las
diversas dimensiones que lo han integrado. Así, por una parte, la reforma procesal penal puede
ser explicada, en una buena medida, como una evolución necesaria o como una reacción frente
a la crisis del sistema inquisitivo vigente desde el período colonial, casi sin excepciones, en la
mayoría de los países de la región. Por lo mismo, para entender al nuevo sistema y sus objetivos
centrales, resulta indispensable retroceder en la historia y tener presente un conjunto de
elementos que se vinculan a la configuración y evolución del sistema de justicia criminal en
Chile y América Latina en general. Por otra parte, la reforma también puede ser vista como el
resultado o el compromiso que surge de un conjunto de fuerzas y circunstancias políticas y
sociales presentes al momento en que se discutió su procedencia. Por eso mismo, también
resulta indispensable tener a la vista, antes de iniciar el estudio de las instituciones concretas
del nuevo sistema, una noción básica de estos elementos.

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A la luz de estas consideraciones, el presente capítulo intenta presentar un panorama general


acerca del establecimiento y evolución del sistema inquisitivo, objeto de reforma en nuestro
país, teniendo especialmente en consideración la inserción de este proceso de cambio en un
contexto más amplio, como es el movimiento regional de reformas a los sistemas de justicia
criminal. Al final del mismo entregaremos información acerca del estado de desarrollo que ha
tenido la reforma en sus primeras fases de implementación hasta haber completado dicho
proceso en junio del año 2005.

I
El sistema inquisitivo en América Latina

1. Auge y consolidación del sistema


inquisitivo en Europa continental
Las fuentes del modelo inquisitivo de enjuiciamiento criminal pueden ser rastreadas en la tardía
Edad Media en Europa y, más precisamente, en la regulación eclesiástica de lo que ha sido

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denominada como la Inquisición.1 El contexto político en que este sistema se desarrolló fue en
el de la expansión de la Iglesia Católica, la que necesitaba consolidar y centralizar su poder.2
Esta necesidad se constituyó en una poderosa razón para la búsqueda de un nuevo
procedimiento que permitiera asegurar el ejercicio del poder por parte de las autoridades
centrales de la jerarquía eclesiástica y, a la vez, controlar el creciente mal comportamiento de
sus miembros, que se transformaba en un serio problema para la Iglesia.3 El desarrollo de este
procedimiento, la Inquisición, fue producto de un largo proceso que transcurre entre los siglos XII
y XIII. Este proceso fue plasmándose en diversas bulas y concilios, los que tardaron varias
décadas en consolidarse en Europa. Diversas resistencias, vinculadas a la repartición del poder
del nuevo sistema y al conflicto entre jurisdicciones e intereses económicos, formaron parte de
este proceso de consolidación. Con todo, suele mencionarse como hito importante de este
desarrollo la labor realizada por el PapaPage 39Inocencio III (1198-1216), ya que habría sido él
quien fijó las pautas básicas que moldearon el nuevo procedimiento penal canónico en el siglo
XIII (con el punto más alto en el Concilio de Letrán de 1215), valiéndose para ello de la ley
imperial romana tardía.4

El nuevo sistema representó un cambio completo respecto a la situación existente con


anterioridad. La persecución se organizó sobre la base del trabajo en secreto de oficiales de la
iglesia. Estos oficiales fueron llamados inquisidores y, además de jugar el rol de perseguidores,
también actuaron en el rol de jueces.5 El sistema también introdujo reglas racionales de
evidencia (el sistema de prueba legal o tasada) como una reacción en contra de las ordalías.
Junto con lo anterior, el procedimiento fue escrito y altamente verticalizado, en cuanto permitía
un control jerárquico muy intenso de las decisiones adoptadas en los niveles inferiores por parte
de las autoridades superiores de la jerarquía eclesiástica.6 En cuanto al ámbito de competencia
del sistema inquisitivo, en principio se tuvo la pretensión de regular el castigo de conductas que
eran consideradas como atentados en contra de doctrinas básicas de la religión católica, tales
como la brujería y la herejía, pero, en la práctica, también cubrió hechos que hoy en día son
consideradas como seculares,7 dándole un verdadero carácter mixto a su competencia.8

Posteriormente, en los siglos XV, XVI y XVII, se verifica el surgimiento de los Estados
Nacionales. Éstos, al igual que la iglesia católica siglos antes, enfocan sus esfuerzos en
concentrar el poder político y, nuevamente, una de las herramientas empleadas en este proceso
dePage 40centralización fue el uso del procedimiento inquisitivo.9 La mayoría de los nacientes
países de Europa continental adoptaron el sistema inquisitivo canónico como su sistema oficial
de persecución para materias seculares. Como se puede apreciar, existe un estrecho vínculo
entre la forma de organización política del Estado y la estructura del proceso penal adoptado.

En el caso de España, el procedimiento inquisitivo para materias seculares fue adoptado


formalmente en la colección de leyes conocida como “Las Siete Partidas”, comúnmente
atribuidas al trabajo del Rey Alfonso X, entre los años 1263 y 1265.10 En el caso alemán, el
cuerpo legislativo más importante que introdujo y reguló el sistema inquisitivo fue la denominada
“Constitutio Criminalis Carolina”, de 1532 (conocida como la Carolina).11 Otros países europeos
también adoptaron el sistema inquisitivo, por ejemplo, Holanda lo reguló en su Ordenanza
Criminal del año 1571.12 En Francia, diferentes cuerpos legales dictados en los años 1498 y
1539 introducen el sistema inquisitivo, aunque la ordenanza de 1670 es considerada la máxima
expresión de dicho sistema en ese país.13
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El procedimiento penal inquisitivo fue organizado sobre la base de los mismos principios del
sistema inquisitivo canónico. No es el objetivo de este trabajo detenerse en una descripción
detallada del modelo inquisitivo, pero sí interesa destacar algunas de sus características
centrales, en cuanto ellas permiten explicar con especial fuerza algunos elementos
característicos del sistema que ha regido en Chile y América Latina desde la colonia. Es así
como Langbein, siguiendo a Schmidt, señala que dos principios cardinales e interconectados
del sistema fueron el offizialprinzip (“el deber de los órganos estatales dePage 40conducir los
procedimientos ex officio”)14 y la Instruktionsmaxime (“referida al deber de esos órganos de
investigar judicialmente por sí mismos... y de establecer los hechos substantivos y la verdad
objetiva”).15

La finalidad básica de la persecución penal en el procedimiento inquisitivo es el logro de la


verdad histórica o real, con lo que consecuentemente se consagra un sistema de persecución
penal de oficio, según hemos visto precedentemente. Por otra parte, el procedimiento es llevado
a cabo en forma secreta, incluso para los imputados, por medio de una encuesta o expediente
en el que se va dejando constancia escrita de todas las actuaciones y diligencias realizadas y
que permiten, una vez finalizada la investigación, resolver el asunto a un inquisidor (juez) que
cuenta con las funciones de investigación y resolución concentradas en su persona, privándolo
así de cualquier posibilidad de ser imparcial en su decisión final.

Debido a que la averiguación de la verdad histórica se transforma en la finalidad del


procedimiento penal, la confesión del imputado pasa a constituirse en el principal medio de
investigación de aquélla, ya que evidentemente resulta ser la fuente más directa de
conocimiento de los hechos acaecidos, a tal punto que incluso se le llama “la reina de las
pruebas”. Todo ello, sumado a la concepción ideológica preliberal que subyace al modelo, en
cuanto concibe al individuo como un objeto de la persecución penal estatal y no como un sujeto
de derechos frente al Estado, lleva a la legitimación de la tortura como metodología de
investigación indispensable para obtener la confesión y llegar así al esclarecimiento de la
verdad.16

Conjuntamente con lo anterior, otra de las características relevantes del modelo consagrado en
la Inquisición es el establecimiento de un sistema de prueba legal o tasada para la valorización
de los elementos de investigación recopilados en la etapa instructoria. Además, el sistema se
estructura sobre la base de una organización judicial de carácter jerárquico, en la cual los
tribunales superiores disponen de una amplia posibilidad de revisar todo lo obrado por los
inferiores, por medio del conocimiento del expediente, a través de distintos recursos y
mecanismos.

En definitiva, en la concepción inquisitiva de enjuiciamiento criminal se sitúa al imputado como


un objeto de la persecución penal, lo que significa que el sujeto queda absolutamente sometido
al interésPage 42estatal público y, por ende, sus derechos carecen de relevancia frente a las
necesidades de la investigación oficial. Esto se debe a que el medio ambiente político e
ideológico en el que fue adoptado este sistema corresponde a una concepción autoritaria del
Estado, en la que los intereses y derechos de las ciudadanos, en verdad súbditos, se
encontraban supeditados a los intereses del Estado. En términos históricos, el desarrollo del
sistema inquisitivo es también anterior al desarrollo de la teoría de los derechos individuales. En
consecuencia, el reconocimiento de dichos derechos, como un elemento relevante en la
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configuración del sistema, no formaba parte de la ideología imperante en ese tiempo.

2. El procedimiento penal inquisitivo en


américa latina en el período colonial y el
siglo xix
Como bien apunta Julio Maier, el punto de partida obligado en el estudio histórico del sistema
procesal penal en América Latina se encuentra en la legislación colonial española impuesta por
dicho país a las colonias a partir del descubrimiento de América, ya que, en general, la
legislación indígena preexistente a la conquista resultó irrelevante en el diseño de los sistemas
legales del “nuevo mundo”.17

El reino español no sólo exportó a las Indias a sus ciudadanos y sus ideas, sino que también
sus leyes. Así, los cuerpos legislativos básicos utilizados durante el período colonial en las
colonias hispanoamericanas fueron diversas regulaciones dictadas en España para los
españoles y la Ley Indiana (ley creada específicamente para regular las colonias en las Indias).
El rol de las leyes de los nativos, como ya dijimos, fue muy menor.

“Un principio básico de colonización en las Indias fue la aplicación de las leyes e instituciones
de Castilla, sólo modificadas para adecuarse a las necesidades y características locales... No
obstante la prevalencia de la institucionalidad legal de la metrópolis, el Consejo de Indias
desarrolló un abundante cuerpo legislativo específicamente aplicable a los territorios de las
Indias. Algunos de éstos se hicieron cargo de asuntos menores, el más fundamental fue la
protección de la población indígena y local.”18

“Las Siete Partidas” fue el principal cuerpo legislativo aplicado por España en las colonias
americanas.19 La partida séptima regulaba al derecho penal sustantivo y al procedimiento penal.
Esta partida constituyóPage 43el cuerpo básico de reglas aplicadas durante el período colonial
en la materia. En consecuencia, el procedimiento penal aplicado en las colonias fue
prácticamente el mismo que se desarrolló en España durante la última parte de la Edad Media y
que se mantuvo hasta su reforma en la segunda mitad del siglo XIX, según veremos más
adelante.

La independencia de España, producida en la mayoría de los países de la región durante las


primeras décadas del siglo XIX, representó un importante cambio político, pero no significó la
independencia de las leyes que fueron aplicadas durante el período colonial. Por regla general,
las leyes españolas coloniales se mantuvieron vigentes en los nuevos Estados por varias
décadas después de haberse declarado formalmente la independencia de los mismos.20

El período que siguió a la independencia estuvo caracterizado por la inestabilidad política, los
desórdenes sociales, revoluciones y guerras internas en buena parte de la región. Por ejemplo,
en Perú, entre los años 1826 y 1866, el país tuvo 34 presidentes,21 y en Honduras, entre los
años 1827 y 1900, hubo 98 presidentes y 213 acciones constitutivas de guerra civil.22 Una
interpretación tradicional ha sostenido que, debido a esta inestabilidad política, el esfuerzo por
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codificar leyes nacionales no fue una prioridad de los diferentes gobiernos. La principal
preocupación del período que siguió a la independencia habría sido la de consolidar el proceso
independentista y estructurar a los nuevos Estados. Por esta razón, se sostiene, los esfuerzos
legislativos estuvieron focalizados en la redacción de Constituciones que fueran capaces de
regular la organización básica del poder y proveer a los ciudadanos de un estatuto de garantías
básicas frente al Estado.23

En términos generales, el proceso de codificación ocurrió fundamentalmente en la segunda


mitad del siglo XIX o, al menos, muchos años después de la independencia de los respectivos
países de la región.24

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En el período intermedio entre la declaración de independencia y la codificación de las leyes


nacionales, las leyes españolas vigentes con anterioridad a la independencia fueron aplicadas
en los Estados latinoamericanos, produciéndose un verdadero fenómeno de continuidad
legislativa.

La codificación del proceso penal en América Latina es, a su vez, tardía dentro del proceso
codificador en la región. Usualmente, los primeros códigos dictados en los nuevos Estados
fueron los códigos civiles y comerciales y, luego, incluso después de otros, los códigos
procesales penales. Chile y Perú representan buenos ejemplos de lo anterior. El Código Civil
chileno fue dictado en 1853, en tanto que el Código de Procedimiento Penal fue enviado al
Congreso para su discusión legislativa sólo en 1894 y entró en vigencia recién el año 1906,
después de haber sido aprobados otros códigos, como el de Comercio (1865) y la Ley de
Organizaciones y Atribuciones de los Tribunales (de 1875 y que corresponde actualmente el
Código Orgánico de Tribunales). En el caso peruano, los Códigos Civil y Comercial fueron
dictados en 1852 y 1853 respectivamente, en tanto que el Código de Procedimiento Penal lo fue
recién en 1862.25

La principal influencia en esta nueva codificación fue la antigua legislación española, que era la
legislación vigente con anterioridad a las reformas liberales introducidas en el siglo XIX,
reformas que tenían como origen las ideas del proceso político y social derivado de la
Revolución Francesa. Las ideas de la Revolución Francesa tuvieron un impacto significativo en
la reconfiguración del proceso penal en Europa durante el siglo XIX. Los sistemas procesales
penales de diversos países de dicho continente evolucionaron desde un modelo inquisitivo
ortodoxo a un modelo que, luego, ha sido denominado como sistema mixto o inquisitivo
reformado. En términos muy generales, este nuevo sistema se caracterizó por el reconocimiento
de mayores derechos al imputado (la tortura, en general, fue abolida con anterioridad, por
ejemplo, en Francia en 1788 y en España en 1802); por la introducción del juicio oral, público y
contradictorio como la principal etapa del procedimiento; por la separación de poderes en el
proceso penal por medio de la creación de un Ministerio Público como órgano acusador; y, por
último, por la introducción de la participación legal en la administración de justicia por vía de la
institución del jurado. El modelo a seguir en este proceso de transformación en Europa
continental era elPage 45sistema inglés. El país pionero en Europa en cambiar formalmente el
sistema inquisitivo ortodoxo fue Francia, por medio del famoso Código Napoleónico de
Instrucción Criminal de 1808. Los cambios introducidos por esta legislación se expandieron

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luego por toda Europa. Por ejemplo, en Austria en 1873, Alemania en 1877, España en 1882 y
Noruega 1887, entre otros.26

No obstante lo dicho anteriormente, el resultado final de este proceso de reforma en Europa no


se tradujo en una transformación radical del sistema inquisitivo. Por el contrario, surge un
sistema de compromiso27 entre los afanes reformistas y las estructuras existentes, al que nos
hemos referido como sistema mixto o como sistema inquisitivo reformado. Este sistema se
caracterizó por preservar una instrucción de orientación claramente inquisitiva, en manos de un
juez instructor, y una segunda etapa con acento más acusatorio, el juicio oral.

Un fenómeno curioso ocurre en el proceso de codificación latinoamericano, ya que no obstante


que ideas de corte liberal acerca de la estructuración del proceso penal fueron comunes en los
libertadores y fundadores de los nuevos Estados de la región, ellas no se reflejaron en la
codificación subsecuente del procedimiento penal. En América Latina, estas ideas se
manifestaron particularmente en un fuerte debate en torno a la introducción del sistema de
juicios por jurados. Así, un aspecto bastante común en las primeras Constituciones de la región,
fue el de contener provisiones que regulaban el juicio por jurados para distintos tipos de casos.
28 No obstante esto, la mayoría de los países tomaron como modelo para su codificación al
sistemaPage 46inquisitivo ortodoxo regulado por la legislación conservadora española anterior
a la reforma de 1882 e, incluso en muchos casos, a “Las Siete Partidas”.29

Una explicación al porqué los países latinoamericanos codificaron el antiguo modelo inquisitivo
y no el modelo reformado, se encontraría asociada, según algunos, al hecho histórico de que, al
menos para un grupo de países, la codificación fue terminada con anterioridad a la conclusión
de la codificación del nuevo sistema en Europa. En otras palabras, que los países
latinoamericanos que realizaron una codificación temprana no tuvieron la oportunidad de tener
un modelo a copiar. Sin embargo, esta explicación no es satisfactoria. Ya hemos visto que el
primer modelo legislativo del sistema mixto fue codificado por Francia en su Código de 1808.
Además de esto, y probablemente más importante también, la idea de regular juicios orales o
juicios por jurado era conocida en la región en ese momento, según se desprende del debate
constitucional que mencionamos precedentemente. Otra evidencia del carácter insatisfactorio de
esta explicación se encuentra en el hecho de que países de la región que tuvieron una
codificación procesal penal temprana en el siglo XIX, reafirmaron sus sistemas inquisitivos por
reformas subsecuentes en el mismo siglo XIX y a principios del XX. Tal es el caso de la
Constitución colombiana de 188630 y del Código de Procedimiento Penal de Costa Rica del año
1910.31

La respuesta a la pregunta acerca de por qué los países latinoamericanos adoptaron el modelo
inquisitivo en sus códigos no está en la falta de conocimiento de un modelo alternativo por parte
de sus redactores. Se trata de un tema en el que no existe mucha claridad histórica y para el que
se requeriría una investigación de más largo aliento. Sin perjuicio de carecer de los elementos
que nos permitan afirmar en forma tajante una tesis al respecto en este momento, parecieraPage
47que una explicación razonable de este fenómeno se vincula al tipo de modernización
experimentada por los Estados latinoamericanos en el siglo XIX. Este proceso ha sido llamado
por De Trazegnies como el de “Modernización Tradicionalista”.32 Este autor señala que el
proceso de modernización en Latinoamérica en el siglo XIX fue paradójico, en el sentido que,
por una parte, las elites que lo dirigieron tenían el claro fin de realizar cambios importantes al
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sistema político, económico y legal para adaptar a los nuevos Estados a las necesidades que
planteaba el hecho de convertirse en naciones independientes, pero, por otra parte, no
intentaban alterar las estructuras sociales y jerarquías existentes en dichas sociedades. En otras
palabras, la modernización del sistema legal fue requerida como consecuencia de los cambios
económicos y políticos producidos en Latinoamérica, pero las elites que dirigían a los distintos
países no tenían intención alguna de afectar de manera sustancial las estructuras sociales
existentes, en cuanto éstas resultaban funcionales a su proyecto modernizador. Había que
modernizar para sobrevivir, pero –a su vez– este movimiento era esencialmente conservador
desde el punto de vista de cambios sociales.33

En este sentido, el derecho procesal penal era, probablemente, percibido como la herramienta
legal más idónea para la mantención de las estructuras sociales, ya que –como lúcidamente
señala Julio Maier– esta área del derecho se encuentra bajo la permanente tensión entre el
interés conservador por mantener las estructuras políticas vigentes y el interés por
transformarlas.34 No ocurre lo mismo con el derecho penal sustantivo, ya que, por regla general,
los Códigos Penales tienden a tener un impacto menor en los procesos de criminalización y en
la práctica diaria del uso del castigo. La rama del ordenamiento jurídico que se ve en el día a día
con las personas y que tiene la capacidad concreta de afectarlas, es el derecho procesal penal.
Es por esta razón que buena parte de los países de la región, en sus procesos de codificación
en el siglo XIX, sí adoptaron legislaciones penales sustantivas liberales, siguiendo las
tendencias vigentes en Europa en tal época. Como hemos visto, no ocurrió lo mismo en materia
procesal penal.

Aun cuando la tesis de la “modernización tradicionalista” sea insuficiente para explicar el


fenómeno en estudio, alguna evidencia disponible muestra que la adopción del modelo
inquisitivo ortodoxo en la regiónPage 48estuvo claramente asociada con ideas bastante
conservadoras acerca de la estructura que debía adoptar el sistema de justicia criminal en el
período postindependencia y con el nivel de preparación de nuestros países para ello, por lo
que se puede concluir que su regulación no corresponde, en ningún caso, a decisiones
casuales o no programadas. En varios países de la región se manifestó expresamente una
reticencia a introducir cambios sustantivos en la legislación procesal penal debido a que ello
requería de un mayor estado de desarrollo cultural, como por ejemplo, en materia de jurados.
Así, en el caso argentino, estas ideas fueron claramente expresadas por el redactor del
Código de Procedimiento Penal de 1888, Manuel Obarrio, quien señaló en el mensaje
introductorio del mismo: “Uno podría decir que en un país como el nuestro que sólo en forma
reciente ha adoptado instituciones libres, no obstante resulta doloroso admitirlo, no se encuentra
acostumbrado al autogobierno...” .35 Continúa señalando:

“La transición puede ser muy rápida y muy riesgosa para intentar avanzar desde la rudimentaria
forma en que nuestra existencia democrática se desarrolla y el caos reinante en que se
encuentran sus procedimientos penales actuales, hacia la más perfecta sociedad y sus hábitos
de autogobierno requeridos por el jurado en orden a constituir una institución viable y efectiva.
Grandes reformas, incluso en países tan nuevos como el nuestro, no pueden ser introducidas
abruptamente; ellas deben surgir espontáneamente, si esta expresión puede ser utilizada, como
resultado de un proceso gradual y progresivo de evolución en la búsqueda de la perfección”.36

Chile constituye otro ejemplo de estas ideas. En el mensaje que el presidente Jorge Montt envía
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al parlamento para la discusión del proyecto de Código de Procedimiento Penal de 1894, las
principales justificaciones para la adopción de un sistema inquisitivo ortodoxo se encuentran en
problemas prácticos, tales como el aislamiento de buena parte del territorio nacional y la
pobreza del país. Frente a la imposibilidad de consagrar un sistema más avanzado, el
presidente Montt concluye que “En Chile parece que no ha llegado aún la ocasión de dar este
paso tan avanzado, y ojalá no esté reservado todavía para un tiempo demasiado remoto”.37 Más
explícito aún es el texto justificatorio del proyecto de Código de Procedimiento Penal elaborado
por Robustiano Vera y publicado en 1894, en el que su autor señala:

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“En obras de esta especie, no se puede, en un momento dado, llegarse a la perfección. Los
trabajos humanos no logran llevar el sello de la grandeza, sino cuando los hombres de ciencia
han ido mejorando poco a poco lo que otros han hecho. Nuestros esfuerzos se han limitado a
recoger lo que hemos creído aceptable i compatible con el progreso a que hemos llegado,
desde que somos nación independiente”.

Como se puede apreciar luego de este apretado análisis, el modelo adoptado por los países
latinoamericanos no corresponde en lo absoluto al modelo que se encontraba vigente en
Europa en dicha época. Estas diferencias se expresaban no sólo en el diseño legal de los
códigos, sino que principalmente en los fundamentos ideológicos de los mismos. En este
sentido, la adopción del sistema mixto en Europa constituyó una reacción en contra del poder
absoluto y un serio intento por superar las estructuras impuestas por el “Ancien Régime” y
transformarlas en un sistema más adecuado a una concepción diferente acerca del Estado y sus
ciudadanos, lo que se imponía políticamente en esa época. Paradojalmente, la mayoría de los
países latinoamericanos, en el período postindependencia, el que es normalmente asociado a
un momento de expansión de las libertades públicas en la región, decidieron retener la
estructura básica del sistema procesal penal diseñado en la Europa medieval, justamente para
un modelo político de Estado que se intentaba superar ardorosamente en “las Indias”.

3. El procedimiento inquisitivo en
latinoamérica durante el siglo xx
No obstante, diversas reformas fueron realizadas en muchos países de la región a partir del
siglo XIX y durante el desarrollo del XX, la evolución del proceso penal en América Latina ha
sido básicamente caracterizada por la conservación de las principales estructuras que
provienen del modelo inquisitivo adoptado con posterioridad a la independencia. Existen
diversos niveles de cambio introducidos en el sistema de acuerdo a la evolución política,
económica y cultural de cada país; sin embargo, esta evolución no fue capaz de generar un
verdadero proceso de transformación del núcleo duro de la manera inquisitiva de ejercer la
justicia criminal en la región, sino hasta hace muy poco, según veremos.38

Un caso extremo de esta situación está constituido por Chile, ya que, como veremos con mayor
detalle, incluso es posible hablar de una involución hacia formas inquisitivas más ortodoxas
durante estePage 50período. Casos más comunes son los de países que mantienen vigentes o

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mantuvieron hasta hace muy poco vigentes sus códigos procesales penales originales del siglo
XIX. En Paraguay, el código ha regido sin modificaciones importantes desde su dictación, en
1890, hasta marzo del año 2000. En Nicaragua, el código vigente data del año 1879, y en
Honduras el código rigió entre los años 1906 y 1984. El Código de Procedimiento Penal Federal
Argentino de 1888, sin perjuicio de algunas reformas menores, rigió el sistema federal hasta la
dictación del nuevo código el año 1991.

Durante la primera mitad del siglo XX, países como Costa Rica (1941) y Colombia (1938)
reformaron completamente sus códigos antiguos. Con todo, los códigos nuevos no
representaron, tanto a nivel normativo como práctico, un cambio sustancial de los componentes
inquisitivos del sistema.

A mediados del siglo XX, varios países realizaron reformas más importantes en sus códigos de
procedimiento penal. Perú, en 1940, y Venezuela, en 1962, aprobaron nuevos códigos que
introdujeron una suerte de juicio oral y otras innovaciones menores en el sistema; sin embargo,
el impacto de dichos cambios en el funcionamiento concreto del mismo fue relativamente
menor.39

El esfuerzo más profundo de reforma en la región durante el siglo XX fue el iniciado en la


provincia de Córdoba en Argentina. Córdoba aprobó un nuevo código en 1939, que introdujo el
sistema mixto en Argentina, regulando los juicios orales como parte central del procedimiento.
Este esfuerzo fue seguido luego por Costa Rica, que adoptó un código basado en el de Córdoba
el año 1973, y por varias provincias argentinas que también reformaron sus legislaciones
procesales penales.40 Estas reformas son comúnmente mencionadas como las precursoras del
movimiento actual de reforma en la región.

En conclusión, es posible afirmar que la mayoría de los países de América Latina adoptaron un
modelo inquisitivo de rasgos bastante ortodoxos durante el siglo XIX, modelo que ya había sido
objeto de una reforma profunda en Europa como consecuencia de las ideas liberales
provenientes de la Revolución Francesa. Después del período de codificación, los países de la
región mantuvieron las estructuras inquisitivas heredadas en la colonia y también la ideología
básica que inspiró el desarrollo del sistema inquisitivo en la Europa medieval. Reformas
sucesivas en el siglo XX introdujeron ciertos cambios cuya extensión dependióPage 51de
diversas variables, pero que, en términos generales, no significaron el reemplazo del corazón
del procedimiento penal inquisitivo.

II
El sistema inquisitivo en Chile

1. El establecimiento del procedimiento


inquisitivo en chile
Al igual que en el resto de la región, el procedimiento penal inquisitivo fue instaurado por
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Al igual que en el resto de la región, el procedimiento penal inquisitivo fue instaurado por
España durante la colonia en nuestro país. La independencia y el surgimiento de la nueva
república a principios del siglo XIX no se tradujeron en la derogación de la legislación colonial.
Ésta siguió rigiendo en lo fundamental hasta la dictación del Código de Procedimiento Penal en
1906. Este último, a pesar de constituir un cuerpo legislativo completamente nuevo, mantuvo
también las estructuras básicas del sistema inquisitivo.

El Código de Procedimiento Penal de 1906, que entró en vigencia en marzo de 1907, ha sido el
cuerpo legislativo que ha regido en nuestro país, prácticamente sin modificaciones estructurales,
hasta la fecha de su derogación por el nuevo código. Los orígenes del
Código de Procedimiento Penal pueden encontrarse en un extenso debate generado en Chile a
fines de la primera mitad del siglo XIX41 y que culmina con la presentación del proyecto
elaborado por Manuel Egidio Ballesteros para su discusión parlamentaria en 1894. El proyecto
de Ballesteros, finalmente aprobado por el Congreso, se apoya en diversas fuentes, entre las
que destacan: la legislación colonial española que se aplicó hasta su entrada en vigencia, como
por ejemplo, Las Siete Partidas; las Leyes de Enjuiciamiento Criminal españolas de 1852 y
1882, que le sirvieron de modelo; y, por último, algunas normas jurídicas nacionales contenidas
tanto en la carta constitucional de 1833 como en otras leyes dictadas, especialmente, en la
segunda mitad del siglo XIX, entre las cuales destacan las leyes de garantías constitucionales
de 1884 y 1891, que introdujeron una serie de garantías procesales penales a nuestra
legislación.42

Un error común en la doctrina procesal penal tradicional de nuestro país ha sido el de sostener
que el sistema consagrado en el códigoPage 52de 1906 corresponde al sistema mixto o
inquisitivo reformado.43 Sin embargo, como se ha señalado, éste se caracterizó por un conjunto
de elementos que nunca estuvieron presentes en nuestra legislación procesal penal, como, por
ejemplo, el juicio oral, público y contradictorio. En este sentido, resulta ejemplificadora la
utilización de la legislación española en la codificación chilena, debido a que la Ley de
Enjuiciamiento Criminal de 1852, de carácter inquisitivo (continuadora del modelo consagrado
en las Partidas), es derogada en España por la de 1882, que establecía un proceso penal de
carácter mixto o inquisitivo reformado y, no obstante ello, nuestro legislador más bien siguió el
modelo inquisitivo puro de la primera y no el de la vigente a la fecha de su elaboración.
Fenómenos bastante similares ocurrieron en la mayoría de los países de la región, según ya
hemos visto.

Como se puede apreciar, el diseño de las principales estructuras del proceso penal chileno se
vincula de manera directa a un modelo de enjuiciamiento de carácter preliberal, es decir,
correspondiente a una época anterior al desarrollo de los Estados Democráticos de Derecho y a
la concepción del individuo como un sujeto de derecho frente al poder estatal. Por otra parte, se
trataba de un modelo completamente obsoleto en dicha época, en cuanto había sido
abandonado, al menos en su versión tradicional, por los propios países europeos en los cuales
se había desarrollado.

Esta idea de obsolescencia del modelo procesal penal regulado en el Código de 1906 no
corresponde, como pudiere parecer a primera vista, a un desarrollo contemporáneo de la
doctrina nacional, sino que, por el contrario, se encuentra presente ya en la época de discusión
del proyecto de Código a fines del siglo pasado.44 De hecho, en el propio mensaje del código el
legislador prácticamente pidió disculpas por consagrar un sistema de tal naturaleza, lo que se
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justificaba, como hemos visto, debido a la pobreza del país y la poca densidad de la población
en importantes zonas geográficas. Así, refiriéndose a los países que contaban con sistemas de
juicio oral a la época, el mensaje señala que “Se comprende fácilmente que el sistema puede
ser establecido en países ricos y poblados. En Chile parece que no ha llegado aún la ocasión
de dar este paso tan avanzado, y ojalá no esté reservado todavía para unPage 53tiempo
demasiado remoto”.45 Esta misma idea se reitera años después, en 1942, cuando el presidente
Juan Antonio Ríos envía al parlamento el mensaje de un proyecto modificatorio del Código, en
el que se señaló que “Nuestro Código de Procedimiento Penal se inspiró en otro, que ya en su
época era anticuado”.46

Sin embargo, por diversas razones de difícil explicación, la claridad que tuvieron nuestras
autoridades políticas, en cuanto al retraso de la legislación procesal penal en sus momentos
fundacionales, no se tradujo, sino hasta hace poco, en la proposición de reformas de
importancia al sistema, según veremos más adelante.47

2. Las reformas parciales del sistema


inquisitivo en Chile
Si se revisa la historia de nuestra legislación procesal penal, es posible descubrir que los
diversos períodos de expansión de los derechos individuales a nivel legislativo o constitucional
han ido dejando algunos registros relevantes en cuanto al reconocimiento de algunos derechos
específicos o al establecimiento de limitaciones a ciertas manifestaciones extremas del sistema
inquisitivo. No obstante, ninguno de ellos ha sido capaz de poner en cuestión las estructuras
básicas heredadas del período colonial. Por el contrario, el que con probabilidad ha sido el
cambio más relevante que ha tenido el Código de Procedimiento Penal chileno en todos sus
años de vigencia, ha sido el de la supresión de los promotores fiscales en primera instancia el
año 1927.48 Esta reforma no representó una evolución del sistema inquisitivo nacional hacia
uno de carácter mixto, imperante en los modelos europeo-continentales vigentes en la época,
sino que, por el contrario, profundizó los componentes inquisitorios de su estructura al
concentrar la función acusatoria en el mismo juez encargado de realizar la investigación y luego
de fallar.49

Page 54

Esta misma situación ha ocurrido con otras reformas emprendidas a nuestro sistema procesal
penal, prácticamente, desde el inicio de nuestra vida republicana independiente. A fin de
graficar lo sostenido hasta el momento, es posible describir, someramente, algunas de las
principales reformas realizadas a nuestro sistema procesal penal desde la época de la
independencia.50

Desde el punto de vista de la evolución del proceso penal, el conjunto de los textos
constitucionales dictados entre los años 1810 y 1833 da lugar a la consolidación, en el sistema
chileno, de un grupo de garantías, algunas de ellas muy puntuales y operativas y otras de
carácter básicamente declarativo. No obstante, esos textos plantean la continuidad de la
legislación colonial y no dan lugar a mayores cambios en el nivel legislativo; asimismo,
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excluyen o postergan indefinidamente la posibilidad de cambios al sistema judicial y al modo


concreto de funcionamiento del proceso. A nivel legislativo, esta continuidad es explicitada por
un reglamento de 1818, que se refiere a la administración de justicia y que recoge prácticamente
sin variaciones el procedimiento penal de la legislación colonial española.

Durante este primer período de desarrollo institucional de la república, la única manifestación


clara de un verdadero programa de reforma al sistema inquisitivo se expresa en la Constitución
de 1828, cuya redacción se debió al liberal español José Joaquín de Mora. El texto planteaba,
como los demás, un catálogo de derechos y garantías, pero, además, en su mensaje contenía
una declaración programática en cuanto a la necesidad del establecimiento del juicio por
jurados, así como un planteamiento general en cuanto a la necesidad de reformar el conjunto
del sistema judicial, cambiando su estructura monárquica por una de carácter republicano. Con
todo, la derrota política y militar de los sectores liberales y la reforma conservadora de la
Constitución de 1828 por la de 1833, determinó –seguramente– que esta manifestación
programática desapareciera de nuestro sistema jurídico. Como producto de ello, el resultado de
todo este primer período de desarrollo institucional será el de la consolidación de la legislación
colonial y del sistema inquisitivo –en el contexto de la república independiente–; el
establecimiento de un catálogo de derechos más o menos específicos a nivel constitucional, que
se integran al sistema, y, por último, la supresión del modelo liberal aun como programa de
reforma explícito del sistema institucional.

En un segundo período de expansión de la legislación de inspiración liberal, a fines del siglo


XIX, se dictan dos leyes de garantías indi-Page 55viduales que se dirigen fundamentalmente a
regular el problema de la privación de libertad en el proceso penal. Esta legislación representa
un importante avance, en cuanto establece límites muy precisos a las facultades del juez y la
policía referentes a la libertad del imputado y reglamenta mecanismos de impugnación de sus
actuaciones, todo lo cual fue luego incorporado al texto del Código de Procedimiento Penal de
1906. Con todo, parece claro que las garantías incorporadas por esas leyes no pusieron en
cuestión las bases del sistema, no obstante cabe resaltar su importancia, no sólo debido a su
recepción en el Código de 1906, sino en cuanto a que la regulación que hacen de los límites a
la utilización de la privación de libertad en el proceso es, en líneas generales, la que hasta hoy
se conserva.

Entrando a las reformas realizadas al Código de 1906, dos cambios de importancia se


introdujeron en la década de los años 20 y de los 40. Ambos, sin embargo, reforzaron los
componentes inquisitivos del sistema. Ya se mencionó el primero de ellos, que es la supresión
de los promotores fiscales en 1927. El segundo, es la reforma presentada por el presidente Juan
Antonio Ríos al Congreso, en diciembre de 1942, por la cual se intentó aumentar la eficacia y
rapidez del sistema por medio de cambios tales como la reducción de plazos, incidentes y
ciertos trámites considerados como inútiles, entre otros.

Durante la década de los años 60 se discutieron también dos proyectos de reforma que
involucraban la idea de realizar cambios de importancia al sistema. El primero de ellos,
elaborado durante el gobierno del presidente Jorge Alessandri (1958-1964), tenía por objeto
separar funciones entre jueces instructores y sentenciadores. Sin embargo, no completó su
tramitación parlamentaria, siendo una parte muy menor de él incorporada en reformas parciales
posteriores.51 El segundo, elaborado durante el gobierno del presidente Eduardo Frei (1964-
1970), constituye –quizás– el intento más serio por modernizar el proceso penal chileno. Este
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proyecto, junto con proponer la separación de funciones entre jueces instructores y


sentenciadores, pretendía restablecer al Ministerio Público con una función acusadora en
primera instancia.52 El proyecto, redactado por el profesor Rubén Galecio, fue aprobado en
forma unánime por la Cámara de Diputados en el año 1969, quedandoPage 56su tramitación
pendiente hasta 1973, año en el que se produjo el quiebre institucional, sin que el proyecto
finalizara su tramitación constitucional. Como en otros intentos de reforma, este proceso termina
con la mantención de las estructuras del sistema inquisitivo. No obstante, es posible rastrear el
efecto del proyecto de Galecio hasta la Ley Nº 18.857, dictada a fines del gobierno militar, que
recogió algunos elementos del proyecto original, pero bastante distorsionados y mediatizados.53

La Ley Nº 18.857 de 1989 introdujo una gran cantidad de modificaciones al


Código de Procedimiento Penal de 1906, las que en su mayor parte estuvieron orientadas a
mejorar el funcionamiento del sistema, racionalizando sus trámites e intentando reducir la
duración de los procesos; asimismo, buscó otorgarle mayor coherencia, solucionando
contradicciones o aclarando aspectos que no se encontraban suficientemente desarrollados. No
obstante estas modificaciones parciales al Código de Procedimiento Penal, durante el período
del gobierno militar no se produjo un proceso de adecuación sustantiva de la administración de
justicia a los requerimientos y expectativas propias de un Estado Democrático de Derecho y
menos de alteración de las estructuras centrales del proceso penal vigente a la época.54

En el gobierno encabezado por Patricio Aylwin, a partir del año 1990, se dan impulsos concretos
destinados a lograr cambios sustantivos en la administración de justicia, reformas cuyo énfasis
principal es el de la adecuación de esta actividad a los requerimientos de un Estado
Democrático de Derecho. Dentro de ellas, dos iniciativas se refirieron al proceso penal en forma
más específica. La primera de ellas estuvo constituida por las denominadas “Leyes Cumplido”,
que buscaron mejorar los estándares de respeto por los derechos individuales, en el contexto de
un proceso de crítica a lo que habían sido prácticas sistemáticas de violación de esos mismos
derechos. Así, la Ley Nº 19.047 asumió explícitamente la tarea de adecuar la legislación interna
a las normas internacionales de derechos humanos. Dicho objetivo se cumplió muy
parcialmente, en cuanto no se intentó un cambio de las estructuras inquisitivas.55 La segunda
iniciativa fue la reinstauración del MinisterioPage 57Público en primera instancia. Dicha
iniciativa no prosperó debido a una percepción generalizada de que reformas centradas
exclusivamente en la etapa instructoria del procedimiento penal no eran suficientes para
solucionar los problemas estructurales que aquejaban a éste, lo que apareció expresamente
manifestado en una serie de informes evacuados por diversas instituciones durante la
tramitación del proyecto.56 Si bien es cierto este proyecto “falleció” durante su tramitación
legislativa en base a las consideraciones anteriores, constituyó un hito que permitió generar una
discusión más amplia acerca de la necesidad de realizar una reforma radical al sistema
inquisitivo vigente.57

Como es posible observar, han existido numerosos procesos de reforma legislativa por medio
de los cuales se han ido introduciendo al sistema inquisitivo ciertos derechos individuales,
algunas limitaciones a las facultades de los órganos encargados de la persecución penal,
cambios orgánicos (como la supresión de los promotores fiscales) y otras modificaciones de
carácter procedimental o administrativo, no obstante, ninguno de estos procesos ha logrado
poner en cuestión las bases del sistema y su lógica básica, incluso muchos de ellos la han
acentuado. Esto resulta en cierta forma sorprendente si es que se revisa que una parte
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importante de la doctrina nacional ha sostenido, desde antiguo, la necesidad de realizar


cambios más relevantes al sistema.58

III
La reforma procesal penal en Chile
Nuestro país inicia formalmente el proceso de transformación de nuestro sistema procesal penal
a partir de la presentación al Congreso Nacional del proyecto de nuevo Código Procesal Penal
en junio del año 1995.

Page 58

Sin embargo, esto constituye sólo un hito de un trabajo mucho más largo y complejo que
encuentra terreno fértil a partir del gobierno de Eduardo Frei. El gobierno encabezado por el
presidente Frei (1994-2000) impulsó desde sus inicios un conjunto importante de políticas
públicas destinadas a lograr la modernización y adecuación de nuestro sistema judicial a los
requerimientos de un Estado democrático. Dentro de este marco, la reforma estructural del
sistema de enjuiciamiento criminal se transformó en la principal prioridad de las políticas
públicas en el ámbito de la administración de justicia para el sexenio de gobierno. Es así como,
desde el primer discurso anual de rendición de cuentas de la gestión gubernamental, realizado
el 21 de mayo de 1994, que en realidad tuvo un carácter de fijación del programa de trabajo del
gobierno para los futuros seis años de mandato, debido a que éste sólo llevaba tres meses en el
ejercicio de sus funciones, el Presidente de la República expresamente destacó la necesidad
de:

“...reformar profundamente nuestro procedimiento penal, de modo que agilice la resolución de


los conflictos y que permita el contacto directo entre el juez y las partes que solicitan justicia.
También se requiere separar la función investigadora –que deberá confiarse al Ministerio
Público– de la sentenciadora, que en esencia corresponde al juez. Ello a fin de cautelar
debidamente las garantías procesales propias de un Estado democrático, lograr la sanción de
los delincuentes, el amparo de las víctimas y otorgar seguridad a la ciudadanía”.59

Con posterioridad, todos los discursos del 21 de mayo profundizaron el compromiso del
gobierno en la materia, denominando incluso a este cambio de sistema procesal como la
“reforma del siglo” en el área judicial. Finalizados los seis años de gestión gubernamental, se
estima que la reforma procesal penal será uno de los principales legados institucionales del
gobierno de Frei.

No obstante lo anterior, si se quiere tener una visión más completa y una comprensión más fina
de la reforma procesal penal en nuestro país, no puede verse sólo como un cambio impulsado
en forma autónoma por parte del Estado. El movimiento de reforma de la justicia penal chilena
obedece a un proceso de cambio social bastante complejo, en el que han intervenido una
multiplicidad de actores y ha confluido un conjunto diverso de factores, no sólo en el ámbito
local, sino también en el internacional. Por eso mismo, el resultado de este proceso da cuenta
de una serie de compromisos, muchos de los cuales aparecen como contradictorios y que
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resulta necesario tenerlos presente a objeto dePage 59tener una visión integral del proceso de
reforma. Tampoco ha dejado de haber un cierto nivel de rechazo por un sector de la comunidad
jurídica nacional, al menos por un período. En lo que sigue, se realizará una revisión somera de
estos aspectos a objeto de tener una visión más amplia de este proceso.

1. La reforma como compromiso


La diversidad de actores que han intervenido en la formulación y desarrollo de la reforma
procesal penal en nuestro país, sumado al hecho que, por la magnitud de los cambios
propuestos, resultaba indispensable contar con un amplio consenso político y técnico, han
llevado a que la reforma se construya sobre la base de un delicado consenso entre diversos
actores con distintos objetivos. La reforma, desde este punto de vista, es el producto de la
confluencia de un conjunto diverso de intereses, que incluso pueden ser vistos como
contradictorios entre sí. De hecho, entre los grupos que han promovido la reforma se encuentran,
por una parte, quienes buscan cambiar el actual sistema con el fin de mejorar su capacidad de
contribuir a la seguridad pública y otorgar mayor protección a las víctimas de los delitos, junto
con quienes, por la otra, intentan introducir estándares de respeto por las garantías individuales,
controlar la actividad de la policía y reducir el uso de la prisión preventiva, entre otras. Este tipo
de intereses cruzados atraviesan buena parte de las instituciones procesales concretas y los
discursos y fundamentos que giran en torno a la reforma. En consecuencia, deben formar parte
de la lectura con la cual uno debe aproximarse al estudio de la misma.

Profundizando un poco más acerca de los contenidos de este compromiso, es necesario


precisar que los grupos conservadores han expresado su punto de vista en cuanto a la relación
entre justicia criminal y la seguridad pública.60 Ellos creen que las sanciones penales
constituyen un efectivo desincentivo a la comisión de delitos. Sus expectativas son que la
reforma puede racionalizar y modernizar la persecución penal, de modo de incrementar las
posibilidades de que los delitos sean esclarecidos y que los culpables sean castigados. El
riesgo de ser capturado, encausado y condenado debiera aumentar y, en consecuencia, el delito
debiera hacerse menos beneficioso desde un punto de vista económico. Quienes así piensan,
apoyan el proceso de reforma con el fin dePage 60modernizar y legitimar el sistema de justicia
criminal, para así poder usarlo más extensivamente o, al menos, contar con una posibilidad de
usarlo más extensivamente.

En la otra posición, constituida por los grupos que apoyan la reforma debido a las garantías que
introduce, no están interesados en extender el uso del sistema penal, sino más bien reducirlo.
En general, estos grupos son muy escépticos acerca de la utilidad del sistema penal como
método para reducir la criminalidad y su principal expectativa es que la reforma contribuya a
reducir las expresiones más violentas y abusivas del actual sistema y abra oportunidades para
la reducción del uso de las sanciones penales en general.

No obstante lo contrapuesto de estas visiones, la discusión de la reforma ha permitido crear


importantes áreas de coincidencia, que no existían previamente. El sector más conservador ha
desarrollado un claro apoyo a la idea de la introducción de garantías básicas en el sistema. Al
mismo tiempo, el sector más liberal, en especial los grupos académicos, ha comenzado a
generar una mayor preocupación por la eficiencia del sistema y por la necesidad de dar

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respuestas a las demandas ciudadanas por seguridad.

Algunos grupos críticos estiman que esta alianza entre estos dos polos se basa en un mutuo
engaño o, en el mejor de los casos, en una suerte de malentendido, que cada uno de los grupos
utiliza para sus propios fines. Con ello, se anticipa que la implementación de la reforma se
transformará en una completa frustración para algunos de sus impulsores debido a su
incapacidad para dar respuestas a los dos grupos de intereses en pugna. Con todo, estos
temores parecieran no ser razonables, ya que la reforma introduce un sistema más complejo,
que de algún modo es un nuevo escenario donde la discusión entre estos dos tipos de intereses
sociales debe tener lugar. El acuerdo básico no es sobre la orientación futura del sistema penal,
sino acerca de la construcción de un sistema en el que esa discusión se pueda dar de un modo
abierto y constructivo.

Con todo, el trabajo por la reforma no ha significado un consenso monolítico, sino que ha
generado también importantes resistencias por parte de distintos sectores. Una buena parte de
la resistencia inicial provino de sectores académicos vinculados al procesalismo tradicional en
Chile y de algunos sectores del Poder Judicial (tanto de jueces de distinta categoría como de
funcionarios judiciales). Las causas de la resistencia a la reforma son variadas y de difícil
explicación. Algunas de ellas se fundamentan en desconfianzas de diverso tipo, tanto respecto
de los contenidos del proyecto, cuanto respecto de las personas que lo encabezaron, ya que
ellos no pertenecían a los núcleos de procesalistas tradicionales ni a los círculos de abogados
cercanos al Poder Judicial.

Page 61

También, un gran factor de rechazo fue que se hiciera un cambio tan radical, ya que, en algún
sentido, significaba un cuestionamiento importante a la forma tradicional de hacer las cosas y a
quienes las ejercían. De otra parte, también hubo un desconocimiento y falta de comprensión de
los contenidos del proyecto que llevaron a rechazos a priori. Debe incluirse también dentro de
estas razones a los temores que un cambio de este tipo genera en relación a ciertos “derechos
adquiridos” por parte de distintos operadores del sistema.

La oposición pública a la reforma se tradujo, en este primer momento, en un conjunto de


declaraciones de los Departamentos de Derecho Procesal de la Universidad de Chile y de la
Universidad de Concepción, de Ministros de Cortes de Apelaciones y de miembros de la
Asociación de Empleados del Poder Judicial.61 Junto con lo anterior, estos sectores realizaron
distintas actividades de lobby a nivel del legislativo, las que en definitiva no se tradujeron en
propuestas que pudieran cuestionar seriamente el impulso por la reforma, aun cuando sí
tuvieron impacto en algunas materias, como, por ejemplo, en la reforma constitucional del año
1997, por la que se creó al Ministerio Público. Con el tiempo, estas primeras resistencias se
fueron apaciguando y una buena parte de los antiguos opositores dieron su apoyo a la reforma.
Con todo, esto no significa que se hayan acabado las resistencias a la reforma. De hecho, un
número importante de personas e instituciones mantuvo una posición crítica respecto de la
misma, aunque sin un perfil público intenso durante bastante tiempo.62

Una segunda ola de resistencia al cambio se presentó de manera diversa. Ya no se trataba de


oponerse a la formulación del proyecto, sino que de introducirle cambios significativos, en
relación al sistema originalmente presentado, mediante la elaboración de propuestas
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alternativas para algunos temas contenidos en el nuevo Código. Un caso claro es lo que ocurrió
con la propuesta del Instituto Chileno de Derecho Procesal, que intentó crear un conjunto nuevo
de procedimientos simplificados y abreviados que relativizan severamente la centralidad del
juicio oral del modelo original. Como ésta, hubo otras propuestas quePage 62dan cuenta de un
cierto desprecio por principios centrales sustentados por la reforma.63 Otro ejemplo se encuentra
en el debate producido en torno al tema de la regulación de los recursos procesales en contra
de la sentencia del juicio oral, que llevó a ciertos sectores a proponer un sistema de apelación
abiertamente incompatible con los principios sobre los cuales se estructura el modelo de
reforma.64

Si bien las distintas formas en las que manifestó la resistencia al proyecto no fueron lo
suficientemente fuertes como para revertir la voluntad política a favor de la reforma o alterar
radicalmente el proyecto de reforma, alguna influencia ejercieron, la que se tradujo en varios
cambios en el Congreso. De otra parte, como hemos señalado precedentemente, la experiencia
de otros países de la región demuestra que es de esperar que estas resistencias se vuelvan a
manifestar, en forma más intensa probablemente, en el período de implementación y puesta en
marcha del nuevo sistema.65 Con todo, como veremos más adelante, éstas no han surgido con
mucha fuerza en nuestro país y el proceso parece haberse consolidado una vez instalado en
todo el territorio nacional.

2. La reforma chilena nace como una


iniciativa de la sociedad civil
Una66 de las características más llamativas del proceso de reforma al sistema de enjuiciamiento
criminal en Chile es que se trata de un proceso quePage 63nace primero como una iniciativa de
ciertos grupos de la sociedad civil y, luego, es tomada por el Estado, entregándole un carácter
de proyecto gubernamental oficial. Antes de que ello ocurriera, hubo un intenso y planificado
trabajo por parte de distintas instituciones y personas que fueron creando el ambiente propicio
para que esta iniciativa pudiera transformarse en lo que hoy es considerado la reforma judicial
más importante del siglo XX.

Es así como un conjunto de organizaciones no gubernamentales, institutos académicos y


universidades desarrollaron, algunos años antes de la adopción oficial del proyecto por parte del
Ministerio de Justicia, un intenso trabajo orientado a producir toda la información teórica
necesaria para la discusión pública de estos temas y lograr afinar los diagnósticos y consensos
necesarios que permitieran hacer viable, tanto desde una perspectiva técnica como política, el
impulso por una reforma de carácter estructural al sistema de justicia criminal.

Hay quienes han descrito este proceso como una estrategia de “Routine Policy-Making”
(Realización de Políticas Públicas como Rutina). Así, De la Barra, al describir el proceso de
reforma chileno, ha señalado que éste corresponde a este tipo de estrategia. De la Barra
describe la estrategia de la siguiente forma:

“Routine Policy-Making se basa en presentar la reforma como un desarrollo técnico natural del
derecho o como un simple reconocimiento de tendencias legales modernas. Esta estrategia
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considera el uso de expertos para sacar el tema fuera del debate público y así desarrollar
borradores técnicamente depurados para ser presentados a la autoridad pública”.67

No estamos de acuerdo con esta caracterización. Nos parece que en la reforma chilena un
elemento identificable común con este tipo de estrategia es la existencia de un pequeño grupo
de técnicos o expertos que participan en la promoción del cambio legal, pero una cosa es
quienes participan en el proceso de reforma legal y otra muy distinta es la estrategia que
adoptan para llevarla adelante. A diferencia del “Routine Policy-Making” en el caso chileno uno
de los objetivos centrales de la estrategia seguida por los promotores de la reforma fue el
“vender” la idea y la necesidad de la misma en forma abierta, de esta manera se podía
transformar a la justicia criminal en un tema de debate y demandas públicas. En este sentido,
por ejemplo, hemos sostenido en trabajos anteriores que “En el caso chileno el mayor apoyo de
la reforma ha venido desde fuera de la comunidad jurídica, por lo menos de sus componentes
más tradicionales”, queriendo apuntar con ello que unoPage 64de los grupos que han apoyado
con más fuerza han sido los medios de comunicación que públicamente han presionado a favor
de la reforma.68 Por otra parte, la necesidad de la reforma se justifica por los grupos reformistas
no sólo como consecuencia de demandas técnicas, sino centralmente como un cambio político
o de adecuación del sistema de justicia criminal al ideario político del nuevo Estado democrático
chileno.69 Estos dos elementos marcan una diferencia muy importante con el tipo de estrategia
que De la Barra describe en su trabajo.

No obstante lo anterior, es necesario reconocer que las reformas legales han sido
tradicionalmente concebidas en América Latina como problemas de orden técnico-jurídico o
doctrinario, sin considerar las importantes implicancias políticas que significan los cambios
legales en la vida social. Así, la ideología predominante en relación a la reforma del derecho
procesal penal ha sido la de considerar la reforma como un problema de modificación de
asuntos de orden técnico del fenómeno legal. Ha contribuido en esta estrecha concepción de los
cambios legales la comprensión tradicional del proceso penal en la región como una disciplina
muy formalista que básicamente se preocupa del estudio de reglas procedimentales, de los
trámites y plazos regulados en los códigos. Un elemento característico del actual movimiento de
reforma ha sido el intento por cambiar esta concepción limitada de los cambios legales,
considerando para ello que el proceso penal y el sistema de justicia criminal forman parte de un
sistema político social que también se verá afectado por la reforma.

Retornando a nuestro punto original, uno de los elementos que contribuyó a decantar un
consenso en los diversos actores de la comunidad jurídica nacional fue la elaboración de un
conjunto de estudios empíricos, que no se habían realizado hasta el momento en nuestro país,
que permitieron tener una aproximación a la realidad del funcionamiento del sistema. Esto
constituyó una diferencia fundamental con anteriores procesos de reforma llevados adelante en
Chile, ya que en general ellos no contaron con antecedentes empíricos que permitieran
sustentar la necesidad de aprobación de las propuestasPage 65legislativas presentadas. A
juicio de algunos actores relevantes en dichos procesos, esta carencia constituyó uno de los
factores que influyeron en el hecho de que los proyectos respectivos no se concretaran en
reformas relevantes.70

Este trabajo de preparación de la reforma permitió, además, ir creando una capacidad técnica
que tampoco se dispuso en procesos anteriores de cambio y que ha sido muy importante

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durante el desarrollo de todo el proceso de reforma. Buena parte de estos estudios y actividad
académica se concentraron en los trabajos emprendidos por un grupo de académicos de la
Escuela de Derecho de la Universidad Diego Portales, la que, desde el año 1991, inicio
investigaciones empíricas y dogmáticas en el área. Junto con esta Universidad, hay otras dos
instituciones no gubernamentales que cumplieron un rol decisivo en la ejecución de un
programa concreto de trabajo para la elaboración del proyecto de reforma. Éstas son la
Corporación de Promoción Universitaria71 y la Fundación Paz Ciudadana.72

La primera actividad pública en la que se plantea la necesidad de discutir una reforma


estructural a nuestro sistema procesal penal fue un seminario internacional organizado por la
Corporación de Promoción Universitaria, en noviembre de 1992. Dicho seminario contó con la
asistencia de los profesores argentinos Julio Maier y Alberto Binder, principales promotores del
cambio procesal en la región en ese momento, permitiendo conocer a los asistentes –todos ellos
actores relevantes de la comunidad jurídica nacional– el movimiento de reforma que se había
iniciado en América Latina a partir de la década de los 80.73

Page 66

Como consecuencia del éxito de este seminario, y con la idea de promover y continuar la
discusión del tema en Chile, la Corporación de Promoción Universitaria creó el “Foro de
discusión sobre la oralidad de los procesos penales”. El foro se constituyó como una instancia
de reunión y discusión que funcionó durante el segundo semestre del año 1993 en forma
permanente, a la cual estuvieron convocados miembros del Poder Judicial, académicos y
abogados, grupo que representaba a las distintas opiniones relevantes en el tema en nuestro
país. El foro se reunió quincenalmente a discutir acerca de los principales problemas que el
sistema enfrentaba y las posibles vías de superación de aquéllos, para lo cual se contó con la
elaboración de materiales para cada sesión y con la consultoría de expertos nacionales y
extranjeros en cada una de ellas.74

Dentro del contexto del trabajo del foro, se realizó, en octubre de 1993, un seminario
internacional que tuvo por objeto discutir el proyecto de ley que pretendía reinstalar al Ministerio
Público en primera instancia, proyecto cuya tramitación se encontraba pendiente en esa fecha.
Este seminario tuvo un fuerte impacto público, ya que se llegó a la conclusión, por parte de los
distintos expositores y asistentes, que sólo una reforma radical al sistema podía superar los
problemas que lo aquejaban. Incluso, un ministro de la Corte Suprema concluyó en sus
comentarios calificando al procedimiento vigente como un sistema en “colapso total”.75 De otra
parte, la organización de este seminario permitió el desarrollo de una alianza estratégica de
trabajo entre la Corporación de Promoción Universitaria y la Fundación Paz Ciudadana. Así,
recogiendo los consensos alcanzados hasta el año 1993 en el foro, en enero de 1994 ambas
instituciones suscriben un convenio destinado a la elaboración de una propuesta de nuevo
Código de Procedimiento Penal.

Los presupuestos sobre los cuales ambas instituciones diseñaron su programa de trabajo fueron
básicamente: el entender el trabajo para la reforma como un asunto de carácter
multidimensional, es decir, que no sólo involucra cambios de carácter jurídico-procesales, sino
que también el desarrollo paralelo de una serie de dimensiones; concebir el trabajo técnico con
la mayor excelencia académica, sinPage 67perjuicio de lo cual se busca proponer un proyecto

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realista que tome en consideración las diversas variables de la realidad social y política del país;
realizar un trabajo abierto a la comunidad que permita la participación activa de los distintos
actores sociales, en especial de los miembros de la comunidad jurídica y política nacional;
reconocer que todo el trabajo estará destinado a ser recogido por las autoridades públicas, por
lo que necesariamente se deben considerar los objetivos y prioridades de éstas; y, finalmente,
asumir que la reforma procesal es sólo uno de los ámbitos del sistema penal que requieren un
cambio profundo, sin perjuicio de lo cual se lo estima prioritario en una primera etapa de trabajo.

Sobre esta base se estableció un cronograma de trabajo, cuya finalización se programó para el
mes de diciembre de 1994 con la entrega del borrador final de anteproyecto de ley y los informes
de los estudios complementarios de éste a las autoridades públicas.76 El trabajo originalmente
planificado sufrió un avance de trascendental importancia, ya que producto de la gran
coincidencia en los diagnósticos y propuestas realizados, como asimismo por una exitosa
estrategia comunicacional y política, el Ministerio de Justicia convocó públicamente a las
instituciones gestoras del proyecto con el objetivo de establecer una relación tripartita
encargada de llevar adelante el proceso de reforma. Así, a partir de agosto de 1994, la iniciativa
adquirió carácter gubernamental. La incorporación del gobierno importó formalizar su voluntad
política por la reforma. En lo que respecta a las modalidades de trabajo, esta incorporación
significó el ingreso de miembros o representantes del gobierno al foro, al equipo técnico de
trabajo y al equipo de coordinación. Desde el punto de vista físico, también importó que el
trabajo del foro se trasladara al Ministerio de Justicia.

3. Las distintas dimensiones del trabajo por la reforma

La reforma tampoco puede ser vista solamente como un trabajo de algunos expertos
encaminado a la redacción de un conjunto de proyectos de ley. Por el contrario, desde sus
inicios el trabajo emprendido supuso la creación de distintas instancias de trabajo destinadas al
cumplimiento de objetivos diversos, aun cuando todos ellos orientados a la consecución de un
mismo fin.

Durante la primera etapa de trabajo, del diseño y formulación de proyectos legislativos, las
instancias que asumieron las diversas respon-Page 68sabilidades en el trabajo que involucró el
proceso de reforma fueron básicamente tres:

– El Foro: “El Foro para la reforma procesal penal” fue la principal instancia de trabajo,
continuadora del foro formado en 1993, pero ampliando el número de sus integrantes, mediante
la incorporación activa de los asesores del Ministerio de Justicia, de un grupo importante de
ministros de la Corte Suprema en representación oficial de ésta, académicos, representantes de
institutos de estudios legislativos de las distintas bancadas políticas y abogados. Este Foro
estuvo integrado por más de 60 miembros, los cuales asistieron en forma periódica a las
reuniones de trabajo programadas con frecuencia, por lo general, quincenal.77

Las principales funciones del Foro fueron las de dar las orientaciones generales para la
redacción de los anteproyectos de ley y, una vez redactados éstos, proceder a la revisión
detallada de cada uno de ellos. Para estos efectos, varios de sus miembros redactaron informes
sobre las distintas materias abordadas, expresando sus opiniones al respecto.

– El Equipo Técnico: El Equipo Técnico fue un equipo de trabajo integrado en un primer


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momento por cuatro especialistas78 y luego por cinco,79 cuya principal función fue la redacción
concreta del articulado de los proyectos de ley que integran la reforma. Para estos efectos se
tuvieron especialmente presentes las discusiones sostenidas en el Foro. En concreto, a este
equipo le correspondió la redacción del anteproyecto de nuevo Código Procesal Penal, el
anteproyecto de Ley Orgánica Constitucional del Ministerio Público, el anteproyecto de reformas
al Código Orgánico de Tribunales y el anteproyecto de leyes adecuatorias del sistema jurídico
nacional a la reforma procesal penal.80

Los integrantes del equipo técnico fueron contratados con dedicación de media jornada durante
todo el año 1994 y una parte importante de 1995 con el objetivo de cumplir su función. Uno de
sus integrantes cumplió el rol de director y otro el de secretario del mismo, asumiendo en
atención a sus funciones un trabajo de mayor dedicación que la media jornada.

Page 69

Durante el desarrollo del trabajo del equipo técnico, éste contó con asesorías permanentes y
temporales de expertos nacionales y extranjeros. Dentro de ellas destaca la asesoría prestada
por el jurista argentino Alberto Binder, quien contribuyó decisivamente en la formulación de las
pautas generales de la reforma y en el desarrollo de una metodología de trabajo para el equipo
técnico.81

– Grupo de Coordinación: El Grupo de Coordinación estuvo integrado por los representantes


de la Corporación de Promoción Universitaria, la Fundación Paz Ciudadana y el Ministerio de
Justicia y por el director del Equipo Técnico. A esta instancia le correspondió la planificación del
trabajo en sus distintas dimensiones: técnico, comunicacional, político; la adopción de las
decisiones de estrategias a seguir en estas distintas áreas; la evaluación periódica de los
productos obtenidos por el Foro y el Equipo Técnico y otras instancias de trabajo; y la
coordinación del trabajo técnico procesal con el resto de las dimensiones contenidas en el
trabajo para la reforma.

El trabajo coordinado de estas tres instancias permitió que en el curso de 1995 se concluyera la
redacción de casi todos los proyectos de ley, no obstante muchos de ellos fueron presentados a
su trámite legislativo durante los años 1996, 1997, 1998 e incluso durante 1999, según veremos
más adelante.

Ahora bien, la estructura y requerimientos del nuevo sistema procesal penal importaban la
necesidad de rediseñar por completo el funcionamiento y gestión de los tribunales del crimen
que presentaban formas deficitarias de organización y distribución de la carga de trabajo que las
hacían incompatibles con los objetivos previstos para la reforma. Lo mismo ocurrió respecto a la
creación del Ministerio Público, organismo no existente hasta ese momento, que por tanto
requería ser dotado no sólo de los mecanismos legales que le permitan actuar en los
procedimientos penales, sino que también del diseño e implementación de la infraestructura
humana y material necesaria para su adecuado funcionamiento. Estrechamente vinculado a
esto se encontraba la necesidad de realizar estudios paralelos que permitieran precisar con la
mayor determinación posible el impacto económico que el nuevo sistema involucraría.

En este entendido el trabajo por la reforma incorporó la elaboración de un esquema de trabajo


organizacional-económico, que se tradujo en la entrega de varios informes preparados por
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especialistasPage 70de las respectivas áreas. Así, se elaboraron consultorías en el ámbito


organizacional, estudios de avaluación del costo del sistema de justicia criminal inquisitivo y de
los costos del sistema propuesto en la reforma, un estudio de costo-beneficio de la reforma
(rentabilidad social), una simulación computacional acerca del funcionamiento del sistema, un
estudio para determinar una posible distribución de tribunales y fiscalías, entre otros.82 Este
esfuerzo fue muy importante, porque permitió un trabajo multidisciplinario inédito en nuestro país
para el desarrollo de reformas legales y que ha sido tomado como modelo para posteriores
propuestas de reforma legal (por ejemplo en los estudios de reforma del sistema de medidas
alternativas a las penas privativas de libertad).

Dentro del esquema de trabajo por la reforma también se consideró indispensable destinar
importantes esfuerzos por poner en conocimiento a los distintos actores de la comunidad
jurídica, como asimismo de la sociedad en general, las ideas matrices que integraban la
propuesta de cambio. Para el cumplimiento de dichos objetivos se diseñó y ejecutó una política
de difusión pública, a través de distintos medios de comunicación social, especialmente prensa
escrita, por medio de la publicación periódica de artículos de opinión que justificaban la
necesidad de la reforma o explicativos de los principales cambios que ésta involucra. De la
misma forma fueron diseñados y ejecutados varios programas de difusión a nivel regional en
colaboración con el Instituto de Estudios Judiciales, los Colegios Regionales de Abogados y
distintas instituciones académicas a lo largo del país.

Por otra parte, el programa de trabajo de la reforma, estructurado en el entendido de que una
participación amplia en la iniciativa como también el convencimiento por parte de los principales
actores en el sistema acerca de su viabilidad, resultan fundamentales para su consolidación
definitiva, involucró también una actividad política de sensibilización a diferentes niveles. En
este contexto los integrantes del Grupo de Coordinación sostuvieron reuniones con diversas
instituciones gubernamentales y privadas con el objetivo de sensibilizarlas en la materia.
Además, se logró incorporar, con diversos niveles de participación, a instituciones
pertenecientes a diversos estamentos relevantes dentro de la comunidad jurídica nacional, entre
las que destacaron: la Asociación Nacional de Magistrados, la Corporación Nacional de
Reparación y Reconciliación, el Instituto Chileno de Ciencias Penales,Page 71el Instituto
Chileno de Derecho Procesal, el Centro de Estudios de Asesoría Legislativa, el Programa de
Asesoría Legislativa, el Instituto Libertad y Desarrollo, el Instituto Libertad, el Centro de Estudios
del Desarrollo y otro conjunto de universidades.

Cabe señalar que en la medida en que el proceso de discusión de la reforma fue entrando en su
dimensión político-legislativa, la estructura inicial de trabajo recientemente descrita –orientada
fundamentalmente a la producción de los textos normativos y a la generación de consensos
básicos en torno a los mismos– fue cediendo espacio a una nueva estructura de trabajo que se
centralizó en el Ministerio de Justicia, particularmente en la División Jurídica. En la medida que
la complejidad del proyecto y las tareas pendientes fueron crecientes el Ministerio de Justicia se
vio en la necesidad de crear una estructura de trabajo específica que pudiera hacerse cargo de
las mismas. Así, se creó –por medio del Decreto Supremo 210 del 2 de marzo de 1998– la
Unidad Coordinadora de la Reforma Procesal Penal. Dicha unidad fue creada con el objetivo de
cumplir con el seguimiento legislativo de los proyectos de reforma y la planificación para la
implementación del cambio. Si bien es cierto buena parte de los técnicos que intervinieron en
las etapas anteriores del proceso siguieron trabajando, por regla general como asesores

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externos de la Unidad Coordinadora, ésta significó la creación de un equipo nuevo de trabajo


que asumió una parte importante de las labores pendientes, como asimismo de las
responsabilidades generales del proyecto. De esta forma es posible identificar que en la medida
que se consolida un equipo en el Ministerio de Justicia, la participación que originariamente
tienen las instituciones gestoras del proyecto disminuye en forma proporcional. Esta situación
lleva a que la conducción del proceso de reforma legislativa haya sido llevado en forma casi
exclusiva por el Ministerio de Justicia, aun cuando se siguió reconociendo públicamente el
carácter tripartito del proyecto y ocasionalmente se reúnan los gestores originales del mismo.
Pero en la medida que el proceso de implementación de la reforma avanzó, esta estructura de
trabajo también cambió.

No obstante mantenerse el trabajo de la Unidad Coordinadora durante toda la etapa de


implementación, la propia dinámica de este proceso generó un fortalecimiento muy significativo
de las capacidades técnicas de las instituciones del sector, que fue desplazando el rol central
cumplido por el Ejecutivo en la materia. Así, buena parte de la gestión del proceso pasó de
manos del Ministerio de Justicia a las propias instituciones.

El primer paso en este proceso de transferencia de rol en la implementación estuvo establecido


a nivel normativo y luego naturalmente dicho trabajo dio pie para que las instituciones del sector
tomaran lasPage 72riendas en el desarrollo del proceso. En todo caso, el primer hito se dio,
como señalamos, a través de la reforma realizada al Código Orgánico de Tribunales, la que creó
–en su artículo 6º transitorio– la Comisión de Coordinación de la Reforma Procesal Penal, con
la función “realizar los estudios y proposiciones técnicas que faciliten la puesta en marcha del
nuevo sistema procesal penal y la acción mancomunada con tal fin de las instituciones en ella
representadas, así como hacer el seguimiento y evaluación del proceso de implementación de
la reforma procesal penal”. Dicha Comisión se integra con representantes del Ministerio de
Justicia (El Ministro de Justicia, quien la preside, y su subsecretario), la Corte Suprema (su
Presidente y un Ministro designado por el pleno de la misma), el Ministerio Público (el Fiscal
Nacional y un Fiscal Regional elegido por el Consejo del Ministerio Público) y el Presidente del
Colegio de Abogados con mayor número de afiliados. Además, cuenta con un secretario
ejecutivo designado por la Comisión y un equipo de profesionales de apoyo. El funcionamiento
de dicha comisión fue extendido aun con posterioridad al proceso de puesta en marcha en la
Región Metropolitana.

4. Estado actual de la reforma procesal


penal chilena
Nos detendremos brevemente en esta sección para entregar información acerca de la manera
en que fue llevado adelante el proceso de implementación de la reforma y luego daremos una
mirada general acerca de los principales logros y desafíos experimentados por la misma en sus
primeros cinco años de funcionamiento.

4.1. Información acerca del proceso de


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implementación
Es importante recordar que la reforma procesal penal chilena supuso un complejo proceso de
transformación legislativa y de instalación de nuevas instituciones. Es decir, ha significado
reformas muy sustanciales a los cuerpos normativos que regulan al sistema de enjuiciamiento
criminal, como a la vez la transformación, creación y puesta en marcha de las distintas
instituciones que lo integran. En materia de reforma legislativa, el proceso de cambio concluyó
en mayo de 2002 con la aprobación de la última reforma legal que integraba el paquete de
proyectos originalmente presentado por el Ejecutivo al Congreso Nacional. De esta forma
finalizó un proceso que tardó cerca de siete años en su conjunto y que se inició con la
presentación del proyecto de nuevo Código Procesal Penal en junio del año 1995.

La tabla número uno contiene un resumen de los distintos proyectos que integraron el paquete
original de reformas, la fecha de su presentación a trámite legislativo y la fecha de su
publicación enPage 73el Diario Oficial. Dicho cuadro da cuenta de lo largo y complejo del
proceso legislativo, el que implicó la discusión de varios proyectos en forma paralela tanto por la
Cámara de Diputados como por el Senado. Además, la tabla permite ver que algunos proyectos
de ley (particularmente el que crea la Defensoría Penal Pública y el que establece normas
adecuatorias) fueron aprobados incluso con posterioridad a la entrada en vigencia de la reforma
en su primera etapa de implementación. Esta situación generó la necesidad de operar con un
régimen de emergencia en materia de Defensa Penal Pública y una serie de problemas
interpretativos respecto a la aplicabilidad del nuevo proceso penal y sus principios a un conjunto
de áreas en donde existía legislación especial aplicable al tratamiento de delitos (por ejemplo
en materia tributaria o de aduanas).

TABLA nº 1

Estado de las reformas legislativas que integraron el paquete original de la reforma procesal
penal

Fecha Presentación al Fecha Publicación en el Diario


Texto Normativo
Congreso Oficial
Código Procesal Penal (Ley
5 de junio de 1995 12 de octubre de 2000
Nº19.696)
Reforma Constitucional
28 de marzo de 1996 16 de septiembre de 1997
(Ley Nº 19.519)
Ley Orgánica Constitucional del
Ministerio 23 de marzo de 1998 15 de octubre de 1999
Público (Ley Nº 19.640)
Reforma al
Código Orgánico de Tribunales 11 de noviembre de 1998 9 de marzo de 2000
(Ley Nº 19.665)
Ley que Crea la Defensoría Penal
Pública 12 de julio de 1999 10 de marzo de 2001
(Ley Nº 19.718)

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Normas Adecuatorias del Sistema


Legal
Chileno a la Reforma Procesal 11 de agosto de 1999 31 de mayo de 2002
Penal
(Ley Nº 19.806)

Chileno a la Reforma Procesal Penal (Ley Nº 19.806) 11 de agosto de 1999 31 de mayo de


2002

Respecto a la implementación y puesta en marcha del sistema, el artículo 4º de la Ley Orgánica


Constitucional del Ministerio Público estableció un sistema gradual de entrada en vigencia de la
reforma por regiones en cuatro etapas. La gradualidad del sistema se justificó tanto por razones
técnicas (la dificultad de capacitar y llenar todos los cargos de jueces, fiscales, defensores y
funcionarios que importa la reforma de una sola vez) como presupuestarias (dividir el costo de
inversión inicial en varias etapas). Este sistema de implementación supuso incluso la
aprobación de una norma transitoria constitucional, la Trigesimosexta, que autorizó la aplicación
gradual de la reforma y que, además,Page 74entregó a la Ley Orgánica del Ministerio Público la
determinación del calendario de la implementación.83

De acuerdo al cronograma original, la primera etapa de la reforma comenzó a funcionar en las


regiones IV y IX del país a partir del 16 de diciembre del año 2000. Luego se extendió en una
segunda etapa a las regiones II, III y VII el día 16 de octubre del año 2001. La tercera etapa
prevista en el cronograma original correspondía a la Región Metropolitana, que iniciaría su
funcionamiento el 16 de octubre de 2002, y finalmente en el resto del país el 16 de octubre de
2003. Con todo, una ley posterior (la Nº 19.762, publicada en el Diario Oficial el 13 de octubre
de 2001) alteró dicho cronograma aplazando la vigencia del nuevo sistema en la Región
Metropolitana para diciembre de 2004 y adelantando, en su reemplazo, las regiones I, XI y XII
para diciembre de 2002. Finalmente, dicho calendario fue nuevamente alterado en diciembre de
2004 por medio de la Ley Nº 19.919, que retrasó la entrada en vigencia del nuevo proceso en la
Región Metropolitana para el día 16 de junio de 2005. Ambas alteraciones del programa se
justificaron centralmente como una forma de contar con mayor tiempo para la puesta en marcha
del sistema en la Región Metropolitana, la cual supuso desafíos más complejos tanto en
infraestructura como en la carga de trabajo del sistema. Con todo, no estuvieron exentos de
polémicas y debates. La tabla Nº 2 da cuenta de las etapas en las que finalmente se realizó el
proceso de implementación de la reforma.

Page 75

TABLA nº 2

Etapas de implementación de la reforma procesal penal

Nº de Etapa Regiones Fecha de Entrada en Vigencia


Primera Etapa IV y IX 16 de diciembre de 2000
Segunda Etapa II, III y VII 16 de octubre de 2001
Tercera Etapa I, XI y XII 16 de diciembre de 2002
Cuarta Etapa V, VI, VIII y X 16 de diciembre de 2003
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Quinta Etapa Región Metropolitana 16 de junio de 2005

4.2. Logros y Desafíos de la Reforma: Años


2000-2006
Creemos que para tener una visión completa del proceso es necesario terminar este capítulo
presentando algunos resultados acerca del funcionamiento del sistema que nos permitan
evaluar qué es lo que ha ocurrido con la reforma en nuestro país. Para efectos de ordenar mejor
esta presentación, nos parece que el período 2000-2006 puede ser dividido en tres etapas
distintas: años 2000 y 2001; años 2002-2004; y, finalmente, años 2005-2006. En cada una de
estas etapas describiremos muy someramente los principales logros obtenidos por la reforma,
las cuestiones que se presentaron como más problemáticas y los desafíos pendientes a futuro.
No pretendemos realizar una presentación exhaustiva de todos los temas que abarca este
proceso complejo, sino más bien algunas de las cuestiones más estructurales que han marcado
estos primeros cinco años de vida de la reforma.84

Antes de entrar en este análisis nos parece correcto afirmar en términos generales que el
proceso de reforma chileno ha sido bastante exitoso. Sin perjuicio que, como veremos, en estas
diversas etapas el sistema haya enfrentado algunos problemas importantes, se trata de una de
las experiencias de reforma emprendidas en América LatinaPage 76que ha logrado mayores y
mejores resultados en una menor cantidad de tiempo. Estos resultados nos permiten concluir
que, en su estado actual de desarrollo, la reforma procesal penal chilena se muestra como una
política pública bastante exitosa en el cambio de prácticas de los operadores del sistema,
cambio que se ha traducido en un impacto directo en los resultados de funcionamiento del
mismo.

No podemos profundizar en estas conclusiones, ya que ello supondría presentar y debatir en


forma detallada la gran cantidad de antecedentes empíricos, cuantitativos y cualitativos
disponibles, cuestión que excede el objetivo de este capítulo. Con todo, nos interesa destacar
que ellos contrastan con una imagen relativamente extendida en América Latina, según la cual,
no obstante reconocerse la diversidad de experiencias y resultados en la materia, es posible
concluir que una cantidad significativa de los procesos de reforma procesal penal emprendidos
en la región en los últimos 15 años no han generado los resultados esperados y, en algunos
casos específicos, han sido procesos con niveles de fracaso muy relevantes. Así, estudios
comparativos realizados por el Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA) respecto
de los resultados de la reforma procesal penal en diez países de la región (además de Chile:
Costa Rica, Argentina (Provincia de Córdoba y Buenos Aires), Paraguay, Guatemala, El
Salvador, Ecuador, Venezuela, Bolivia y Honduras) da cuenta que todavía existen serios
problemas para producir los resultados básicos que se intentaban generar con el cambio
procesal.85 En el segundo de dichos informes se destaca que “Desgraciadamente, así como las
propuestas han sido homogéneas, también ha existido mucha similitud en cuanto a las
deficiencias que los procesos exhiben en los diversos países”.86 El estudio destaca que los
Ministerios Públicos de los procesos reformados no han sido capaces de romper con el método
tradicional de instrucción de los casos, teniendo una muy limitada capacidad para manejar su
carga de trabajo y generándose así diversos problemas de funcionamiento de los nuevos
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sistemas procesales.87 El mismo estudio da cuenta de debilidades importantes de los procesos


reformados para la protección de garantías individuales de los imputados, lo que se traduce, por
ejemplo, en un uso muy extendido de la prisión preventiva como principal medida cautelar del
proceso penal.88 En fin, dichos estudios detectan dificultades estructurales en la organización y
realización de juicios orales y problemas de demorasPage 77generalizados en la duración de
los procesos, entre los aspectos más llamativos y relevantes de mencionar.

En este contexto, la reforma procesal penal chilena se ha consolidado en América Latina como
una de las experiencias más exitosas y positivas de cambio a los sistemas de justicia criminal
en la región. Como ya mencionábamos, ello no sólo obedece a que el proceso de
implementación ha cumplido satisfactoriamente con el programa previamente establecido, sino
porque los resultados concretos que se han obtenido en diversas áreas de funcionamiento del
sistema se muestran como muy superiores a los de otros países de la región. Veamos ahora
algunos de estos resultados.

a. Etapa 2000-2001: Rompiendo los mitos

Tal vez el principal desafío de este período estuvo marcado por lograr una correcta
instalación del sistema. Recordemos que en estos plazos se puso en marcha la reforma
tanto en las regiones de la primera como de la segunda etapa de implementación. Es así
como durante el largo proceso de discusión pública y debate parlamentario previo a su
puesta en marcha, siempre existió de parte de algunos sectores un cierto escepticismo
respecto a las posibilidades reales de instalar un sistema acusatorio oral que funcionara
como tal en nuestro país, es decir, en donde los nuevos actores asumieran con claridad
sus roles básicos, el sistema fuera capaz de manejar sus flujos y operar con la
metodología impuesta por el sistema (las audiencias orales) y que, además, se contara
con una infraestructura adecuada para ello, entre otras cosas.

Si bien a primera vista el objetivo de “instalar” el sistema en este nivel aparece como algo
básico o que mínimamente debiera asegurar un proceso de cambio de esta naturaleza, la
experiencia regional daba cuenta que incluso lograr esto podía ser un desafío insuperable.
Como reseñamos brevemente, una buena parte de los procesos de cambio en la región no
habían sido capaces de generar las bases mínimas para el funcionamiento del nuevo
proceso penal. Por lo mismo, no se trataba de un objetivo menor o que se lograra
simplemente por la voluntad de implementar el cambio.89

Page 78

Desde el punto de vista del proceso de puesta en marcha o “instalación” de la reforma, los
principales logros abarcaban aspectos como la construcción o habilitación de los edificios
requeridos por el nuevo sistema; la contratación y capacitación90 del personal de las
distintas instituciones con anticipación suficiente; el diseño y puesta en funcionamiento de
los sistemas informáticos; la obtención del presupuesto proyectado y su ejecución dentro
de los márgenes previstos, etc. Es decir, se dieron los pasos necesarios para montar al
sistema y de hecho éste entró en vigencia y funcionaba con normalidad en todas las
regiones en donde estaba previsto que ello ocurriera y, además, en los plazos previstos en
que ello debía ocurrir. Además, respecto del funcionamiento del sistema, se podía
constatar que los distintos actores del sistema (jueces, fiscales y defensores) habían
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constatar que los distintos actores del sistema (jueces, fiscales y defensores) habían
asumido razonablemente el nuevo rol, habiéndose producido especialmente un avance
importante en términos de cambio de prácticas. En la misma dirección, desde temprano se
había consolidado la audiencia oral como metodología de decisión en las etapas previas
al juicio.

Desde el punto de vista del impacto público, se podía constatar que las encuestas de
opinión disponibles daban cuenta que existía una percepción muy positiva de la reforma,
aun cuando los porcentajes de conocimiento de la misma a nivel nacional eran bajos
(cerca de un 50% de la población señala conocer algo de la reforma).91

También era posible notar avances en materia de vigencia de derechos individuales de los
imputados y víctimas. Así, por ejemplo, muy rápidamente el sistema fue capaz de generar
las audiencias de control de detención dentro de las 24 horas de producida ésta y
asegurar la presencia de un abogado defensor gratuito para cada imputado que lo
requería. De otra parte, el Ministerio Público comenzó a desarrollar políticas de
información y protección a víctimas por medio de sus unidades regionales.

En la contracara, comenzaron a surgir los primeros obstáculos y dificultades. Los dos más
relevantes en nuestra opinión se refirieron a algunos problemas serios en la gestión de las
distintas instituciones y el segundo, respecto a la capacidad del sistema para manejar sus
flujos o su poca capacidad de absorber causas.

Page 79

Respecto de los problemas de gestión, lo más significativo era una tendencia de las
instituciones a organizar su trabajo de acuerdo a las lógicas más tradicionales. Esto se
traducía, por ejemplo, en que los tribunales operaban con un principio de radicación de
causas en cada juez que conocía de la primera audiencia o en el uso de un sistema de
fijación de audiencias muy rígido, todo lo cual generaba tiempos muertos muy
significativos para fiscales y defensores. Algo similar ocurría en la fiscalía, en donde se
podía percibir que la asignación de casos operaba también en la lógica de radicación o
cartera y no flujos. Tampoco se apreciaban sistemas de especialización funcional. A todo
ello debe agregarse que, tratándose de los tribunales, se habían generado conflictos y
tensiones importantes entre jueces y la nueva figura de los administradores que se
traducían en una resistencia de los jueces a permitir que estos nuevos funcionarios
asumieran la conducción administrativa de los tribunales y, particularmente, la
administración de los recursos humanos del mismo, incluidos los jueces.

Como consecuencia de éstos y otros problemas adicionales, el sistema mostraba poca


capacidad de absorber causas. Es así como a 12 meses de puesta en marcha de la
reforma sólo un 66% de los casos estaban terminados y a 15 meses esta cifra se elevaba
sólo a un 68,7% del total de ingresos, allí donde la expectativa era que a 18 meses el
sistema pudiera tener una tasa de 89% de términos. Esto también se reflejaba en el
funcionamiento de los tribunales. Así, el sistema mostraba signos de no poder manejar
más de entre 4 y 8 audiencias diarias por juez de garantía y con tiempos promedios
cercanos a la media hora. En tanto que el porcentaje de casos llegados a juicio oral era
ínfimo.

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Si bien se trataba de problemas que no impedían al sistema funcionar, incluso mejor que
el sistema antiguo, ellos ponían una sombra de duda acerca de lo que podía pasar en la
medida que la reforma se extendiera a regiones más complejas y con mayor flujo de
casos. Eso mismo hacía que este tipo de problemas requiriera soluciones rápidas frente a
la inminencia de la puesta en marcha en zonas más grandes del país.

b. Etapa 2002-2004: Mejoramiento y consolidación de resultados, surgimiento de nuevos


problemas

La etapa 2002-2004 marcó un avance muy significativo en el trabajo de la reforma. Es así


como el nuevo sistema se instaló en todo el país con excepción de la Región
Metropolitana y demostró una gran capacidad de aprendizaje en las nuevas regiones
respecto de las experiencias iniciales, lo que facilitó superar varios de los aspectos más
problemáticos ya descritos.

Page 80

En este contexto, uno de los principales logros en relación al funcionamiento del nuevo
sistema son los avances en materia de productividad y un aumento en la protección de
derechos individuales de los imputados y tratamientos de las víctimas. Desde el punto de
vista de la productividad del sistema, varios indicadores dan cuenta que éste desarrolló
capacidad para dar mayor cantidad de respuestas a los casos que conocía. Así, por
ejemplo, a dos años de puesta en marcha –es decir a diciembre del año 2002– el sistema
había sido capaz de concluir el 87,3% del total de casos ingresados. A diciembre de 2003
esta cifra se elevaba a un 95,6% del total de ingresos. Como se puede apreciar, en
diciembre de 2002 el sistema se acercaba al óptimo de 89% y el 2003 lo superaba
largamente. A diciembre de 2004 la cifra bajaba un poco como consecuencia de la puesta
en marcha de regiones más complejas como la V y la VIII a fines del 2003, pero en todo
caso llegaba a un 90,5%, superando la cifra establecida como óptima. A esta capacidad de
respuesta debe agregarse un cambio importante en la capacidad del sistema de realizar
audiencias, tanto gracias a mejoras muy importantes en la gestión de los tribunales como
aprendizaje de todos los intervinientes en su manejo. Esto hace que los promedios de
audiencia por juez se eleven significativamente, disminuyéndose también los promedios
de duración de las audiencias en tribunales de garantía a tiempos cercanos a los 15 ó 20
minutos.

Junto con resolver más casos, el sistema comienza a hacerlo en mucho menor tiempo que
el sistema antiguo. Así, por ejemplo, las cifras disponibles indicaban que como promedio
la duración de los casos había disminuido más de un 60%, es decir, a un tercio de lo que
duraban en el sistema antiguo en las regiones IV y IX a dos años de la puesta en
marcha.92

En materia de garantías individuales, también se produce la consolidación creciente de la


oralidad del sistema como metodología de trabajo judicial y, particularmente, del juicio oral
como una garantía central de los imputados objeto de persecución penal. Por ejemplo, al
31 de diciembre de 2003 el sistema había realizado 1.270 juicios orales y sólo el año 2004
se realizaron 2.177. En este sentido, el juicio oral comienza crecientemente a consolidarse
como una salida de importancia en el sistema.
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A su vez, diversos antecedentes empíricos muestran que el sistema fue capaz de


racionalizar de manera muy importante el uso de la prisión preventiva,93 generando así un
escenario más favorable para la vigenciaPage 81de la presunción de inocencia. En
materia del derecho de defensa, el sistema asegura, al igual que en la etapa anterior, un
acceso temprano a la información de cargo por parte de los imputados y defensores, a la
vez que ha garantizado a todas las personas imputadas por un delito la asistencia de un
abogado desde etapas muy tempranas de la persecución penal (antes de 24 horas desde
el momento de la detención). Finalmente, los antecedentes disponibles sugieren que la
reforma en este período produce un impacto significativo en la reducción de apremios
físicos realizados por agentes policiales en contra de los detenidos, generando así un nivel
mayor de protección del derecho a la integridad física de los imputados en relación con el
sistema antiguo.94 Tratándose de los derechos de las víctimas, se constata en el período
que el nuevo sistema desarrolla diversas políticas y establece mecanismos destinados a
satisfacer el derecho de las mismas a ser tratadas con dignidad y respeto que habrían
aumentado los niveles de protección de los mismos respecto al sistema inquisitivo. De otra
parte, se destaca que la reforma desarrolla un sistema destinado a ofrecer medidas de
protección y asistencia médica, social y psicológica a favor de las víctimas de los delitos.95

En una medida significativa estos logros se producen debido a procesos de innovación


que el sistema comienza a experimentar en materia de gestión, pero con especial énfasis
en lo que ocurre en el Ministerio Público. Así, se constata una sofisticación creciente de la
organización de las instituciones, lo que les permite enfrentar de manera adecuada la
creciente carga de trabajo y los problemas más complejos que el sistema comienza a
conocer. En este sentido destacan la sofisticación creciente en la organización del trabajo
de las fiscalías locales; los nuevos modos que se están experimentando para organizar el
flujo de audiencias en los tribunales y la coordinación del trabajo a nivel operativo entre
las distintas instituciones que intervienen. Conceptos como radicación y cartera como
formatos preferentes de distribución de casos se reemplazan por sistemas de flujos,
unidades de litigaciónPage 82especializadas, etc. Así, una de las innovaciones mayores
en el Ministerio Público es que todas sus unidades introducen sistemas de evaluación
temprana de casos y tramitación de salidas tempranas, aumentando la productividad de la
institución.

Estos logros se obtienen en un escenario en el que es posible constatar varios problemas


o defectos en el funcionamiento del nuevo sistema. Entre los más relevantes se
encuentran problemas en la modernización de la gestión de las distintas instituciones y,
particularmente, de los tribunales en donde la introducción de la nueva figura de
administrador de tribunales sigue chocando con la cultura judicial tradicional que es reacia
a entregar el rol de administración de los tribunales que solían tener en el sistema
inquisitivo; problemas de calidad del trabajo de los defensores públicos, especialmente en
el desarrollo de capacidad para controvertir de manera sustancial los casos de la fiscalía y
tener un rol proactivo durante las etapas preliminares del proceso; la subutilización de
algunos términos del sistema respecto a las expectativas originales, tales como los
acuerdos reparatorios y el juicio oral; y defectos de razonamiento judicial en la decisión de
los casos en donde todavía es posible percibir la lógica de la tasación por sobre la libre
valoración o un cierto automatismo en las decisiones en materia de garantías individuales

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en las etapas anteriores al juicio. Algunos estudios demuestran también algunos


problemas serios del sistema en la persecución penal y tratamiento de las víctimas de
delitos sexuales.96

En una medida importante estos problemas se pueden resumir en el desafío del sistema
de imponer mayor calidad a su trabajo. El sistema logra manejar sus flujos, pero ahora
requiere que ese manejo lo haga entregando un mayor valor agregado a su trabajo. Esto
se traduce en cuestiones como, por ejemplo, la necesidad de aumentar la calidad de
respuestas del sistema (por ejemplo disminuyendo los términos facultativos o aumentando
las sentencias en ciertas categorías de casos), mejorar la calidad de la defensa, superar
problemas de gestión de tribunales, resolver mayor porcentaje de delitos graves, etc.
Como se puede observar, se trata de un desafío más sofisticado que simplemente que el
sistema funcione. En este sentido, empieza a avanzar la idea de que es posible exigir más
al sistema.

Junto con estos problemas, en este período resulta posible afirmar que ninguno de los
logros descritos se había consolidado de manera que se hubiera asegurado el
funcionamiento futuro del sistema. Las buenas prácticas que habían permitido los
resultados descritos todavíaPage 83convivían con prácticas disfuncionales a los mismos.
De otra parte, las condiciones de carga de trabajo y complejidad que había enfrentado la
reforma en Chile en ese período habían sido bastante favorables debido a que la
implementación gradual del sistema permitió que éste funcionara en las regiones con
menor densidad poblacional. En este contexto, uno de los principales desafíos del proceso
en esa época era extender los resultados obtenidos a la Región Metropolitana, que
concentra a cerca del 40% de la población del país. La llegada de la reforma a esta región
era considerada como la prueba de fuego del sistema, toda vez que el flujo y complejidad
de casos que se esperaba debía atender representaba una dificultad muy alta para el
sistema. Por eso, no obstante los resultados positivos, algunos sectores insistían en que
ellos no se podrían replicar en la Región Metropolitana.

Finalmente, en este período surge una nueva área problemática representada por una
creciente demanda e insatisfacción en materia de seguridad ciudadana. Así, es posible
detectar que en este período surgen fuertes debates sobre el tema criticando a la reforma
como un factor de aumento de inseguridad. Así, por ejemplo, se construye un discurso de
una parte de la clase política muy crítico respecto al impacto que la reforma estaba
produciendo en materia de seguridad ciudadana, particularmente en cuanto a que ésta era
demasiado “blanda” con la delincuencia (o que establecía demasiadas garantías a favor
de los delincuentes y desmedro de las víctimas) y ello tenía el efecto de aumentar la
comisión de los delitos.97 Este tipo de críticas generó cuestionamientos a la legitimidad de
la reforma en algunos sectores de la opinión pública. Estos cuestionamientos eran
particularmente intensos respecto del tratamiento que el sistema daba a ciertos delitos
menores, en donde la interpretación de distintas instituciones de la reforma permitía que
las sanciones aplicadas a este tipo de delitos fueran bastante menores.98 El ejemplo más
paradigmático en la materia se presentaba con la interpretación que la Corte Suprema
había hecho del artículo 395 del CPPPage 84en relación a las penas que se podían
aplicar en los procedimientos simplificados cuando los imputados habían reconocido su
responsabilidad. Allí la Corte sostuvo que el artículo en cuestión no solo era una regla de
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procedimiento, sino que también de determinación de pena, por lo que en casos en que
los imputados reconocieran responsabilidad en un procedimiento simplificado solo se
podía aplicar como pena una multa o prisión y no la pena originalmente señalada para el
delito en la legislación penal sustantiva.99 La polémica que generó tal problema llevó a la
modificación de dicho artículo en noviembre del año 2005. En términos más generales, los
cuestionamientos a la reforma por su ineficacia en materia de seguridad ciudadana
llevaron a la elaboración de varios proyectos de reforma legislativa, algunos de cuyos
contenidos finalmente se reflejaron en la Ley Nº 20.074 publicada en noviembre de 2005.

En este contexto, el comportamiento inicial de las autoridades a cargo de las distintas


instituciones del nuevo sistema estuvo marcado por una tendencia a desechar estas
nuevas demandas argumentando la complejidad del problema de la delincuencia y sus
causas, su falta de certeza empírica o simplemente debido a que su solución no
correspondía en estricto rigor al mandato de las nuevas instituciones. Por lo mismo, en
este período no hubo avances significativos en esta materia desde el punto de vista de la
respuesta de las instituciones.

c. Etapa 2005-2006: Se concluye el proceso de instalación y se consolidan las demandas de


segunda generación

Esta última etapa de implementación estuvo marcada por la conclusión del proceso de
instalación de la reforma, debido a su puesta en marcha en la Región Metropolitana en
junio de 2005. Como ya ha sido mencionado, éste era considerado el desafío final de la
reforma y la fecha de su entrada en vigencia había sido postergada en dos ocasiones
respecto del calendario original de implementación.

En este período la reforma mostró el importante nivel de aprendizaje de las distintas


instituciones adquirido durante el proceso de implementación. En efecto, no obstante verse
sometido el sistema a un nivel de flujo de casos muy superior a los tenidos con
anterioridad, la capacidad de respuesta del mismo se mantuvo casi intacta. Al finalizar el
año 2005, el sistema había sido capaz de concluir un 87,1% de los casosPage
85ingresados (ese año 710.856). No obstante esta cifra representaba una baja respecto de
lo logrado en la etapa anterior, era necesario considerar que la Región Metropolitana
había estado en operación menos de seis meses y por ello sólo había sido capaz de
terminar un 63,3% del total de casos ingresados, lo que producía una distorsión.100 De
hecho, el resto de las etapas de implementación superaban el 93% de términos e incluso
en un caso el 101,9% (II, III y VIII regiones). A su vez, durante el 2006 y con un ingreso
cercano a los 400.000 casos, tres de las cuatro fiscalías regionales metropolitanas
superaban con creces el 90% de términos y la cuarta superaba el 86%, lo que en promedio
arroja una cifra superior al 89% previsto en los estudios preparatorios como óptimo a
menos de 18 meses de la puesta en marcha de la reforma en esta región.101 Resultados
similares se reproducen en el resto del país, en donde las tendencias ya venían
consolidadas del período anterior. Así, en un contexto en que del total de 944.547 casos
ingresados durante el año 2006, la fiscalía fue capaz de concluir 941.735 casos durante el
mismo período, es decir, una proporción de 99,7% en relación a los ingresos. De ellas
siete regiones superaron el 100% de casos terminados en relación al total de ingresos del
año. Como se puede observar, un estándar muy por sobre las expectativas originales.102
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En este contexto, un marcado aspecto del período es la preocupación de todas las


instituciones por avanzar los aspectos de calidad pendientes en el sistema. Esto se refleja,
por ejemplo, en que buena parte de las instituciones comienzan a desarrollar programas
de capacitación de sus integrantes, complementarios de los recibidos al inicio de la
reforma como manera de potenciar las herramientas de sus funcionarios y mejorar
defectos detectados en la práctica del sistema. A niveles más cuantitativos, existe un
esfuerzo importante del Ministerio Público de mejorar el porcentaje de las soluciones de
mayor calidad por sobre las diversas salidas de desestimación de casos. En este ítem, las
diversas fiscalías del país comienzan a superar el 30% de términos de mayor calidad. Lo
mismo ocurre con la consolidación en la disminución en la duración de los procesos.103

Page 86

En materia de derechos y garantías de los intervinientes, también se consolidan los


avances experimentados en etapas anteriores. Por ejemplo, la tendencia hacia una
racionalización del uso de la prisión preventiva se consolida en la Región Metropolitana al
punto que al finalizar el 2006 del total de presos existentes en centros penitenciarios de la
región sólo un 35% corresponde a presos preventivos y el otro 65% a condenados, allí en
donde históricamente la cifra era a la inversa, lo que había sido objeto de múltiples
cuestionamientos.104

Nos parece que estos resultados se explican por un esfuerzo importante de todas las
instituciones del sector de innovar en su gestión al momento de planificar la puesta en
marcha del sistema en la Región Metropolitana. Es así como en materia judicial es posible
observar que se superan varios de los problemas detectados en la relación jueces y
administradores y en las fiscalías y defensorías se producen avances muy importantes en
la forma de organizar y distribuir el trabajo. Nos parece que en la Región Metropolitana se
pudo poner en práctica el aprendizaje de los cuatro años anteriores, todo lo cual ha tenido
impacto en una percepción general positiva de la opinión pública. Así por ejemplo, en una
encuesta realizada por el Ministerio de Justicia y Adimark en abril de 2006 se constata que
un 78% de los encuestados en una muestra representativa de la Región Metropolitana
señala conocer o haber oído hablar de la reforma. En un 75% de dicho universo se califica
a la reforma con nota positiva, existiendo un nivel de aprobación de un 65% y de
reprobación de un 12%. Se destaca especialmente la percepción que se trata de un
proceso más rápido (66% está de acuerdo con dicha afirmación) y un sistema más
transparente (62% de acuerdo). Si bien los resultados representan una baja respecto a
estudios anteriores, dan cuenta de una percepción general positiva en un contexto mucho
más complejo.105

En este contexto positivo, también se consolidan las demandas de segunda generación,


particularmente en materia de la capacidad de respuesta del sistema frente a los
problemas de seguridad ciudadana. La Región Metropolitana genera un escenario en
donde se da mucha mayor visibilidad a los problemas de la delincuencia en los distintos
medios de comunicación, lo que abre debates intensos sobre el tema y en donde se
cuestiona públicamente por varios actores la eficaciaPage 87del nuevo sistema.106
Nuevamente estas críticas se transforman en diversas iniciativas legislativas que
finalmente dan lugar a un proyecto de ley presentado por el Ejecutivo durante el año 2006,
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denominado “agenda corta”, en el cual se pone especial énfasis en aspectos como el de


endurecer el régimen de prisión preventiva regulado en el Código.107 Sin embargo, a
diferencia de etapas anteriores, comienza a observarse un cambio de actitud en las
autoridades de las distintas instituciones, particularmente del Ministerio Público, en
términos de asumir tales demandas como un desafío para su institución, aun cuando ello
no se traduce en un programa u orientación que cambie de manera significativa en la
dirección del trabajo emprendido hasta el momento.

De otra parte, no obstante los avances en materia de calidad del sistema, todavía existen
varios aspectos pendientes o en los que el sistema puede mejorar sus resultados, como
por ejemplo, en la masificación de las medidas de protección de víctimas,108 en la
ejecución de sanciones y medidas alternativas, en el trabajo de organismos auxiliares que
comienzan a dar signos de colapso, la coordinación con la policía, entre otras.109

A lo anterior deben agregarse otro nuevo fenómeno que comienza a surgir en este período.
Uno de ellos es la creciente rutinización en el trabajo del sistema. En efecto, en la medida
que el sistema se ha masificado a todo el país y sus actores interactúan habitualmente
utilizando procedimientos similares, se comienza a constatar una pérdida de calidad en el
trabajo producto de la respuesta estandarizada frente aPage 88situaciones comunes.
Todo ello con el riesgo a corto plazo de impactar en la calidad del sistema.

Como se ha podido apreciar en este recuento sumario, el proceso de implementación de la


reforma ha sido muy dinámico, lo que hace que los logros, problemas y desafíos sean
cambiantes con el tiempo. Como señalamos, nuestra idea ha sido mostrar esa complejidad
a través de identificar algunas de las que en nuestra opinión han sido las principales
variables de este proceso desde un punto de vista institucional. El detalle de otras
cuestiones, especialmente aquellas que se vinculan al funcionamiento de las instituciones
procesales, será objetivo de los siguientes capítulos de este libro.

---------------------------------------------------------------------

[1] Una completa explicación de la Inquisición religiosa en la Edad Media, su


funcionamiento y organización puede verse en Henry cHarles lea, The Inquisition of the
Middle Ages, Cita del Press, New York, 1963 (reimpresión de la obra original de 1887).

[2] A este respecto, Francisco Tomás y Valiente señala “Es claro que la Inquisición fue una
institución eminente y eficacísimamente represiva, un instrumento policial de gran utilidad
para la ‘creación y el mantenimiento de una sociedad teocrática cerrada’”. francisco toMás
y valiente, “Relaciones entre la Inquisición con el Aparato Institucional del Estado”, en La
Inquisición Española, Siglo XXI Editores, Madrid, 1980, p. 42.

[3] Véase Morris Ploscowe, The Development of Present-Day Criminal Procedure in


Europe and America, 48 Harvard Law Review, p. 447 (1935).

[4] Julio Maier, Derecho Procesal Penal, tomo I, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1996,
pp. 291-292.

[5] Una buena descripción del perfil de los inquisidores y su trabajo en España puede

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verse en Julio caro BaroJa, El Señor Inquisidor, Alianza Editorial, Madrid, 1994.

[6] Existe una vasta literatura acerca del procedimiento inquisitivo canónico en España que
contiene una descripción detallada de estas y otras de sus características, entre ellas,
puede revisarse: francisco toMás y valiente, “El Proceso Penal”, en Historia 16, Madrid,
1986, pp. 15 a 28; Bruno aguilera, “El Procedimiento de la Inquisición Española”, en
Historia de la Inquisición en España y América, Centro de Estudios Inquisitoriales, Madrid,
1984, pp. 334 a 557. Para el caso de América Latina, recomendamos el excelente trabajo
de Benjamín Vicuña Mackenna, Francisco Moyen o lo que fue la Inquisición en América,
Imprenta de El Mercurio, Valparaíso, 1868, en el que se realiza una explicación del
procedimiento inquisitivo canónico por medio del relato de un caso verídico, el de
Francisco Moyen, llevado a cabo en el tribunal de la inquisición de Lima a principios del
siglo XIX.

[7] Véase JoHn langBein, Prosecuting Crime in the Renaissance, pp. 133-134 (1977). Un
ejemplo concreto de esto, fue la celosa persecución de la usura que “... se transformó en
un aspecto muy rentable de explotación por parte de la Inquisición cuando la disminución
de la herejía la privó de su campo de acción legítima” (la traducción del inglés es de los
autores). Henry cHarles lea, ob. cit., p. 55.

[8] En este sentido, ver francisco toMás y valiente, ob. cit., cita 2, pp. 43 y 44.

[9] Existe diversa evidencia que da cuenta de este fenómeno. Entre otros ver Julio Maier,
Derecho, ob. cit., pp. 288-289. Véase también francisco toMás y valiente, El Derecho Penal
de la Monarquía Absoluta (Siglos XVI, XVII y XVIII), (1992) en donde el autor describe la
situación del Reino de Castilla y muestra que uno de los principales esfuerzos realizados
por los reyes católicos fue la concentración de poder por medio de la imposición del
sistema inquisitivo. Sobre esto mismo, Ploscowe señala que “...el nuevo procedimiento fue
bien venido por quienes se encontraban en el poder como una arma más potente para la
destrucción de sus oponentes”. Morris Ploscowe, ob. cit., p. 448.

[10] Véase francisco toMás y valiente, Manual de Historia del Derecho Español, p. 237.

[11] Para una explicación más detallada de la Carolina, véase JoHn langBein, ob. cit., pp.
167-202.

[12] Véase JoHaness niJBoer, “The American Adversarial System in Criminal Cases:
Between Ideology and Reality”, en Cardozo Journal of International & Comparative Law Nº
5, p. 91.

[13] Para una explicación detallada del desarrollo del sistema inquisitivo francés, puede
verse el clásico trabajo de aDeMar esMein, History of Continental Criminal Procedure,
Little, Brown and Company, Boston, 1913.

[14] Véase JoHn langBein, ob. cit., p. 131 (la traducción del inglés es de los autores).

[15] Ídem.

[16] Una explicación de la tortura y de las reglas de evidencia, véase JoHn langBein,
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Torture and Law of Proof, The University of Chicago Press, Chicago, 1974.

[17] Véase Julio Maier, ob. cit., pp. 328 y siguientes.

[18] feliPe sáez garcía, “The Nature of the Judicial Reforms in Latin America and Some
Strategic Considerations”, 13 American University International Law Review Nº 13, 1998,
p. 1278. (La traducción del inglés es de los autores.)

[19] En este sentido, véase Julio Maier, ob. cit., p. 333.

[20] En este sentido, véase feliPe sáez garcía, ob. cit., p. 67.

[21] Véase linn HaMMergren, The Politics of Justice and Justice reform in Latin America,
Westview Press, 1998, p. 47 (en adelante Politics).

[22] Véase luis salas & José María rico, La Justicia Penal en Honduras, Editorial
Universitaria Centroamericana, San José, 1989, p. 23.

[23] Para el caso peruano, véase fernanDo De trazegnies, La Idea de Derecho en el Perú
Republicano del siglo XIX, Universidad Católica de Lima, 1980, pp. 151-165.

Esta tesis requiere algunas cualificaciones, toda vez que en bastantes países de la región
la situación de inestabilidad política se mantuvo también en la segunda mitad del siglo
XIX. La explicación a la codificación tardía del derecho procesal penal debe buscarse en
aspectos adicionales del desarrollo de los países latinoamericanos durante el siglo XIX.

[24] Por ejemplo, en Argentina el primer Código de Procedimiento Penal fue aprobado en
1882, en Chile en 1906, en Costa Rica en 1836, en Guatemala en 1877, en Honduras en
1880, en Paraguay en 1890 y en Perú en 1862.

[25] Una cronología de la codificación en América y Europa puede verse en BernarDino


Bravo lira y sergio concHa MárQuez De la Plata (editores), Codificación y Descodificación
en Hispanoamérica, Escuela de Derecho Universidad Santo Tomás, Santiago, 1998, pp.
45 a 47.

[26] Para una descripción general de la situación del proceso penal en Europa continental
en el siglo XIX, véase garrauD, ob. cit., pp. 570-606.

[27] En este sentido, véase garrauD, “French Criminal Procedure”, en History of the
Continental Criminal Procedure, ob. cit., p. 571. Véase también Morris Ploscowe, ob. cit., p.
462.

[28] Un par de ejemplos son la Constitución de Guatemala de 1838 y la chilena de 1828.


En el mensaje de esta última hay una fuerte defensa del sistema de jurados: “Es
indispensable que nuestras costumbres se pongan al nivel de los altos destinos que nos
aguardan. Nuestra reorganización alcanzará su verdadero complemento cuando la
institución de jurados restituya al pueblo una de sus más importantes facultades, y queden
colocadas a la misma altura todas las delegaciones que hemos hecho de las que la
Providencia nos ha concedido. Apresuremos este momento venturoso fomentando el
progreso de las cualidades requeridas para tan saludable innovación” (citado por Javier
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progreso de las cualidades requeridas para tan saludable innovación” (citado por Javier
Barrientos, Notas sobre la Fijación del Proceso Penal en Chile (1810-1907), documento no
publicado en manos del autor). El ejemplo más paradigmático en este tema está
constituido por la Constitución argentina de 1853, la que con algunas modificaciones se
mantiene aún vigente. Esta Constitución contiene dos artículos diferentes que se refieren
al juicio por jurados como un principio general para la organización del proceso penal en
Argentina. No obstante estas normas, hasta el día de hoy el sistema de jurado no ha sido
implementado en Argentina.

[29] Excepciones en este sentido fueron Cuba y Puerto Rico, cuya independencia fue
lograda con posterioridad a la introducción de las reformas liberales en España y que,
consecuentemente, introdujeron las reformas liberales del siglo XIX. República
Dominicana constituye otra excepción, ya que en 1882 codificó como propio para el país el
Código de Instrucción Criminal francés de 1808, considerado en la época como un modelo
perfecto. Una breve explicación de la evolución del procedimiento penal en República
Dominicana, con especial énfasis en el desarrollo del juzgado de instrucción, véase en
Juan Miguel castillo Pantaleón, El Juzgado de Instrucción, Fundación, Institucionalidad y
Justicia, Santo Domingo, 1998, pp. 17 a 24.

[30] Cfr. MicHael r. PaHl, “Wanted: Criminal Justice Colombia’s Adoption of a prosecutorial
System of Criminal Procedure”, en Fordham International Law Journal Nº 16, p. 614.

[31] Véase luis Paulino Mora, “Los Principios Fundamentales que Informan el
Código Procesal Penal de 1998”, en Reflexiones sobre el Nuevo Proceso Penal,
Asociación de Ciencias Penales de Costa Rica, San José, 1996, p. 15.

[32] fernanDo De trazegnies, ob. cit., pp. 30 a 35.

[33] Por ejemplo, esto aparece muy claro en el caso de Costa Rica, donde uno de los
objetivos principales de la clase política y de los abogados en el siglo XIX fue el de
mantener el orden público y evitar los conflictos sociales. En este sentido véase José
María rico y otros, La Justicia Penal en Costa Rica, Editorial Universitaria
Centroamericana, San José, 1988, p. 47.

[34] Julio Maier, ob. cit., p. 260.

[35] Citado por anDrés José D’alessio, “The Function of the Prosecution in the Transition to
Democracy in Latin America”, en Transition to Democracy in Latin America: The Role of the
Judiciary, ob. cit., p. 189 (la traducción del inglés es de los autores).

[36] Ídem pp. 189 y 190.

[37] Véase el mensaje del Código de Procedimiento Penal, edición 1990, p. 13.

[38] En este sentido, véase alBerto BinDer, “La Reforma Procesal en América Latina”, en
Justicia Penal y Estado de Derecho, Ad-Hoc, Buenos Aires, 1993, p. 204.

[39] Para una descripción del código peruano de 1940, véase linn HaMMergren, ob. cit.,
pp. 117-137.

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[40] Una descripción de estas reformas puede verse en Julio Maier, ob. cit., pp. 415 a 424.

[41] El 18 de septiembre de 1842, bajo la presidencia de Manuel Bulnes Prieto, se dicta un


decreto por el cual se nombró una comisión encargada de elaborar un proyecto de
Código de Procedimiento Penal, dándose inicio al extenso proceso de codificación de
nuestra legislación procesal penal.

[42] Para más detalles acerca de los orígenes históricos y las fuentes del sistema procesal
penal chileno, ver Javier Barrientos, ob. cit.; enriQue Paillas, Derecho Procesal Penal,
volumen I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1984; rafael fontecilla, Tratado de Derecho
Procesal Penal, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1978.

[43] En este sentido, véase rafael fontecilla, ob. cit., p. 52, quien sostiene que “Nuestro
procedimiento penal está gobernado por la forma mixta”.

[44] Aun antes, en un editorial publicado el 5 de junio de 1850 por El Mercurio de


Valparaíso, el editor señalaba críticamente: “La parte más débil e insustancial del Mensaje
del Presidente es la relativa a reformas en la administración de justicia. Ella no ofrece hoy
más garantía en Chile que la conocida probidad de los magistrados. El proceso escrito es
oneroso, lento, peligroso. La justicia barata y breve es una necesidad urgente...”.

[45] Mensaje Código de Procedimiento Penal, edición 1990, p. 13.

[46] Mensaje sobre modificaciones a este código, Código de Procedimiento Penal, edición
1990, p. 25.

[47] Esta falta de claridad es denunciada por Manuel de Rivacoba en un trabajo del año
1988, en el que señala “...para quienes rodean y asesoran a los poderes legifereantes de
estos años, e influyen en sus decisiones o las determinan, el Código existente es muy
bueno, no puede ponerse la mano en sus principios, fundamentos, orientación y estructura,
y sólo requiere para su perfección ciertos cambios nunca de fondo y siempre limitados, es
decir, meros retoques”. Manuel De rivacoBa, “La Reforma Penal de la Ilustración”, separata
del Anuario de Filosofía Jurídica y Social Nº 5, Valparaíso, 1988, p. 5.

[48] Véase Decreto con Fuerza de Ley Nº 426 de 1927. Suprime el Cargo de Promotores
Fiscales y Fija la Forma en que serán Reemplazados en sus Funciones.

[49] Una breve historia de los promotores fiscales en el proceso penal chileno y su
supresión, puede verse en arManDo De raMón, “Promotores Fiscales. Su Historia (1876 -
1927)”, en Boletín de la Academia Chilena de Historia Nº 100, Santiago, 1989, pp. 315 a
336.

[50] Mayores antecedentes acerca de la evolución histórica de nuestro derecho procesal


penal pueden ser revisados en rafael fontecilla, ob. cit., pp. 71 a 125; enriQue Paillas, ob.
cit., pp. 48 a 69.

[51] Antecedentes de este proyecto pueden revisarse en el Informe que sobre el mismo
elaboró la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados en
su discusión legislativa publicada en Revista de Ciencias Penales Nº 1, tomo XXIII, enero-
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abril de 1964, pp. 96 a 136.

[52] Una explicación de los principales contenidos del proyecto, como también su
desarrollo, puede verse en “Trabajo Preparatorio para una Reforma del
Código de Procedimiento Penal”, Revista de Ciencias Penales Nº 1, tomo XXVI, Tercera
Época, enero-abril 1967, pp. 336 a 346.

[53] Una explicación de la evolución de este proyecto hasta su promulgación como


Ley Nº 18.857, puede verse en walDo ortúzar, “Historia de las Reformas al
Código de Procedimiento Penal”, en Revista de Derecho Nº 186, Universidad de
Concepción, 1989, pp. 9 a 16.

[54] Un desarrollo más completo de la política judicial emprendida por el gobierno del
General Pinochet, puede verse en carlos Peña, “Informe sobre Chile”, en Situación y
Políticas Judiciales en Latinoamérica, Cuadernos de Análisis Jurídicos, serie especial Nº
2, Escuela de Derecho Universidad Diego Portales, Santiago, 1993, pp. 285 a 423,
especialmente pp. 391 a 410.

[55] Sobre las Leyes Cumplido puede revisarse cristóBal eyzaguirre, Leyes Cumplido,
Editorial Conosur Ltda., Santiago, 1991, especialmente pp. 81 a 111.

[56] Una explicación sobre los antecedentes y contenidos de este proyecto puede verse en
tito solari, “Ministerio Público”, en Revista de Derecho de la Universidad Católica de
Valparaíso, XV, 1993-1994, pp. 403 a 458. Un comentario crítico sobre la misma, en
alBerto BinDer, “Comentario Acerca del Proyecto de Ley sobre el Ministerio Público”, en
Revista de Ciencias Penales, tomo XL, Nº 1, Santiago, pp. 174 a 191.

[57] En esta lógica, se orientan los trabajos y comentarios presentados en un seminario


organizado por la Corporación de Promoción Universitaria, la Fundación Paz Ciudadana y
la Escuela de Derecho de la Universidad Diego Portales, en el mes de octubre de 1993, y
que dieron lugar a la publicación del libro El Ministerio Público para una Nueva Justicia
Penal, Fundación Paz Ciudadana/Universidad Diego Portales y Corporación de
Promoción Universitaria, Santiago, 1994.

[58] Ver entre otros, Daniel scHweitzer, “El Proceso Penal”, en Revista de Ciencias
Penales, año 1949, tomo XI, pp. 4 a 16. walDo ortúzar, “El Juicio Oral”, y alfreDo
etcHeBerry, “Exposición Crítica del Sistema Procesal Penal Chileno”, ambos en Revista
de Ciencias Penales, año 1965, tomo XXIV, pp. 78 a 94 y 85 a 93, respectivamente. Véase
también, más recientemente, raúl tavolari, “Necesidad Inmediata de una Reforma Procesal
Penal”, en Gaceta Jurídica Nº 91, 1988, pp. 3 a 8 y Manuel De rivacoBa, ob. cit.

[59] Véase Discurso de S.E. el Presidente de la República don Eduardo Frei Ruiz- Tagle,
en el inicio de la Legislatura Ordinaria del Congreso Nacional, Valparaíso, 21 de mayo de
1994.

[60] Cabe precisar que cuando nos referimos a sectores conservadores o liberales, ello no
guarda estrictamente relación con la división política entre grupos de izquierda o derecha.
La experiencia en la tramitación legislativa de los proyectos nos indica que hay tendencias
conservadoras y liberales en materia procesal penal en ambos bandos del espectro
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político en nuestro país.

[61] Al respecto, pueden verse las declaraciones del Departamento de Derecho Procesal
de la Universidad de Chile, del 26 de junio y del 26 de agosto de 1995, la declaración del
Departamento de Derecho Procesal de la Universidad de Concepción, del 4 de julio de
1995, y la exposición del Ministro de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, Rafael Lobos,
realizada con motivo de la 25ª Convención Nacional de Magistrados, publicada en el
diario El Mercurio de Valparaíso, el 16 de noviembre de 1997.

[62] Un ejemplo de lo anterior está constituido por un artículo de prensa publicado en el


diario La Tercera en el que Ministros de la Corte de Apelaciones de Santiago manifiestan
diversos reparos al sistema de juicio oral, pidiendo mantener reserva de sus identidades.
Véase “Los Reparos al Nuevo Juicio Oral”, en La Tercera, 3 de septiembre de 2000.

[63] En este sentido, véase Miguel otero, “Reforma al Sistema de Justicia en lo Criminal,
Alcances del proyecto que Estudia el Senado”, en El Mercurio, domingo 5 de julio de 1998,
p. D 19, e Instituto Chileno de Derecho Procesal, “Observaciones al Nuevo
Código Procesal Penal (II)”, en La Segunda, lunes 6 de julio de 1998, p. 7.

[64] En este sentido, véase el trabajo de Hugo Pereira, “Oralidad y Única Instancia o Doble
en el Proceso Penal”, Gaceta Jurídica Nº 233, Santiago, noviembre de 1999.

[65] En este sentido, véase José ignacio cafferatta nores, “La Reforma Procesal en
Argentina”, en Cuestiones Actuales sobre el Proceso Penal, Editores del Puerto, Buenos
Aires, 1998, p. 133.

[66] El concepto de sociedad civil resulta muy problemático y no es nuestra intención


realizar disquisiciones teóricas sobre ello. En este sentido Dakolias señala:

Sociedad civil es una entidad tremendamente diversa que está constituida por
asociaciones cívicas que cubren objetivos, integrantes, formas institucionales y culturas
organizacionales ampliamente diferentes. En consecuencia, resulta difícil generalizar
acerca de la sociedad civil y el término no debe ser equiparado sólo con organizaciones
no gubernamentales (ONGs). Algunas formas que la sociedad civil toma incluyen: ONGs,
sindicatos, asociaciones de negocios, cuerpos religiosos, instituciones académicas,
organizaciones estudiantiles, lobbies étnicos, grupos comunitarios, etc.

Véase, María Dakolias, “Legal and Judicial Development: The Role of Civil Society in the
Reform Process”, en Fordham International Law Review Nº 24, p. 27, 2000 (traducción de
los autores).

Sin entrar al debate de fondo, para los efectos de este trabajo sostendré un concepto
amplio de sociedad civil, entendiendo que ella está conformada por personas e
instituciones que no pertenecen o trabajan dentro del aparato estatal.

[67] Véase roDrigo De la Barra, Adversarial vs. Inquisitorial Systems: The Rule of Law and
Prospects for Criminal Procedure Reform in Chile, 5 Sw. J.L. & Trade Am. 323, 326 (1998).

[68] Véase cristián riego, “La Reforma Procesal Penal Chilena”, en La Reforma de la
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Justicia Penal, Cuaderno de Análisis Jurídico Nº 38, Facultad de Derecho Universidad


Diego Portales, Santiago, 1998, p. 30.

[69] Esta idea de los reformadores se refleja luego en el mensaje firmado por el Presidente
Frei con el que es enviado el proyecto de nuevo Código Procesal Penal al Parlamento. En
dicho mensaje el Presidente destaca: “La modernización del sector justicia en Chile ha
sido definida, por el Gobierno que tengo el honor de presidir, como una política que tiende
a adecuar el conjunto de las instituciones que participan en la administración de justicia a
los procesos de desarrollo político y económico que ha experimentado Chile en las últimas
décadas”. Véase, Mensaje, ob. cit., p. 1.

[70] En este sentido, walDo ortúzar, “Historia de las reformas al


Código de Procedimiento Penal”, en Revista de Derecho Nº 186, Universidad de
Concepción, Concepción, 1989, pp. 9 a 16.

[71] La Corporación de Promoción Universitaria es una de las ONG más antiguas del país,
que a partir de fines de los años 80 desarrolló un importante trabajo en materia de
capacitación, gestión y política judicial, contando para ello con un proyecto financiado por
la USAID, según hemos mencionado precedentemente El prestigio adquirido en el
desarrollo de sus distintos programas de trabajo permitió que esta institución tuviera una
amplia llegada al mundo judicial y al Poder Ejecutivo. El Director del Proyecto de
Capacitación, Gestión y Política Judicial entre los años 1991 a 1996 fue Juan Enrique
Vargas, quien cumplió un rol central en el desarrollo del proyecto de reforma procesal
penal que suele ser desconocido públicamente.

[72] La Fundación Paz Ciudadana, creada el año 1992, ha trabajado desde su nacimiento
en temas relacionados con la violencia y la administración del sistema de justicia criminal.
Sus vinculaciones son más bien con los sectores conservadores y empresariales de la
sociedad chilena, teniendo un importante acceso a los distintos medios de comunicación
social.

[73] Las ponencias y presentaciones de este seminario fueron publicadas en el libro


Reformas Procesales en América Latina: La Oralidad de los Procesos, Corporación de
Promoción Universitaria, Santiago, 1993.

[74] El Foro se reunió finalmente en nueve ocasiones, entre agosto de 1993 y enero de
1994, discutiéndose temas tales como una evaluación general del funcionamiento de la
justicia criminal chilena, principios generales del juicio oral y aspectos orgánicos del
mismo, régimen de prueba, sistemas de instrucción criminal, selectividad y
discrecionalidad y rol del Ministerio Público.

[75] Véase la opinión del Ministro de la Corte Suprema, Mario Garrido, “El Sistema de
Indagación Penal está en Total Colapso”, en El Mercurio, 8 de octubre de 1993, C1 y C8.

[76] La propuesta de anteproyecto de ley fue publicada en enero de 1995. Véase Ministerio
de Justicia, Fundación Paz Ciudadana y Corporación de Promoción Universitaria,
“Propuesta Anteproyecto Nuevo Código de Procedimiento Penal”, enero de 1995, 140 pp.

[77] Un listado de las personas que participaron en el Foro puede encontrarse en el


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Mensaje del proyecto de Código Procesal Penal.

[78] Los miembros fueron: Cristián Riego, su director; María Inés Horvitz, Jorge Bofill y
Mauricio Duce, su secretario.

[79] Con la incorporación del Ministerio de Justicia se integró al trabajo del equipo Raúl
Tavolari.

[80] Para la redacción del anteproyecto sobre defensa penal pública, se integró un nuevo
equipo de trabajo en el que participaron, también, con distintos roles, miembros del equipo
técnico y otras personas que se incorporaron específicamente para el tema.

[81] Una explicación de la metodología de trabajo del equipo técnico y su relación con el
foro puede verse en Mauricio Duce, “Las Salidas Alternativas y la Reforma Procesal Penal
Chilena”, en La Reforma de la Justicia Penal, Cuaderno de Análisis Jurídico Nº 38,
Escuela de Derecho Universidad Diego Portales, Santiago, 1998, pp. 171 a 263.

[82] Dentro de los más relevantes realizados inicialmente, pueden verse: Departamento de
Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile, Diseño Organizacional del Ministerio
Público y Tribunales del Crimen, 1995, 38 pp. y anexos; Fundación Paz Ciudadana,
Sistema de Simulación de la Reforma Judicial, Santiago, 1996, 108 págs.; Fundación Paz
Ciudadana, Reforma Procesal Penal, Análisis Costo-Beneficio, Santiago, 1996, 138 págs.

[83] La gradualidad de la reforma generó alguna polémica respecto a la vigencia del


principio de igualdad en las regiones donde ésta no se aplicaba debido a que los
procesados del antiguo sistema se encontraban en una situación de menoscabo de sus
derechos y garantías constitucionales. Ello llevó a sostener que este sistema no era
constitucional y que, en consecuencia, podía exigirse la aplicación de normas de garantía
a regiones en donde no regía el nuevo sistema. En este sentido, aun cuando
indirectamente se pronunció un fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago, de 9 de julio
de 2001, en el que al decretar el sobreseimiento temporal del caso en contra de Augusto
Pinochet hizo aplicable el artículo 10 del Código Procesal Penal. Con posterioridad, la
Corte Suprema, en un fallo en el mismo caso de fecha 1 de julio de 2002, cambió dicho
sobreseimiento por uno definitivo, señalando expresamente que las disposiciones del
Código Procesal Penal no estaban en vigor fuera de las regiones en donde la reforma ya
estaba funcionando (véase especialmente considerandos 7º y 8º). Esta decisión clausuró
el debate sobre la materia.

[84] Para quienes quieran tener una visión más completa de los resultados en las distintas
etapas se recomienda la lectura de diversos estudios de evaluación realizados, además
de la revisión de los Anuarios Estadísticos Interinstitucionales Años 2003, 2004 y 2005 y
las memorias anuales del Ministerio Público y la Defensoría Penal Pública. Dentro de los
estudios de evaluación ver, especialmente: anDrés BaytelMan (Redactor), Evaluación de
la Reforma Procesal Penal Chilena, Facultades de Derecho Universidad Diego Portales y
Universidad de Chile, Santiago 2002, 145 pp.; anDrés BaytelMan y Mauricio Duce,
Evaluación de la Reforma Procesal Penal: Estado de una Reforma en Marcha, Facultad de
Derecho Universidad Diego Portales, Santiago, 2003, 289 pp.; anDrés ritter y Dettlec
acHHaMMer, Evaluación de la Reforma Procesal Penal Chilena desde la Perspectiva del

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Sistema Alemán, Sociedad Alemana de Cooperación Técnica, Santiago, 2003, 95 pp.;


Ministerio Público y Vera Institute of Justice, Analizando la Reforma a la Justicia Criminal
en Chile, Santiago, diciembre de 2004, 28 pp.

[85] Véase, cristián riego (autor de informes comparativos) y Juan enriQue vargas (editor),
Reformas Procesales Penales en América Latina: Resultados del Proyecto de
Seguimiento, Centro de Estudios de Justicia de las Américas, Santiago, 2005, 229 pp.

[86] Ídem, p. 147.

[87] Ídem, pp. 149 a 152.

[88] Ídem, p. 156.

[89] La experiencia de reformas posteriores en nuestro país ha dejado en claro que no se


trata de un objetivo simple de lograr. Así, es de público conocimiento que la instalación del
nuevo sistema de tribunales de familia en octubre de 2005 ha enfrentado problemas
estructurales desde su inicio, siendo varios de ellos consecuencia directa de una falta de
planificación en la línea que estamos discutiendo. Un análisis crítico de esta reforma y sus
resultados en los primeros meses de funcionamiento puede verse en liDia casas, Mauricio
Duce, feliPe Marín, cristián riego y Macarena vargas, El Funcionamiento de los nuevos
tribunales de familia: resultados de una investigación exploratoria, Santiago 2006, 27 pp.,
publicado en www.udp.cl

[90] En materia de capacitación, junto con haberse desarrollado programas en cada una
de las instituciones se diseñó y ejecutó un innovador programa de capacitación
interinstitucional. Más detalles sobre este punto en esta primera etapa pueden verse en
Mauricio Duce, aleJanDra Mera y cristián riego, “La Capacitación Interinstitucional en la
Reforma a la Justicia Criminal en Chile”, en Revista Sistemas Judiciales Nº 1, Buenos
Aires, 2001, pp. 76 a 93.

[91] Con detalle sobre este punto puede revisarse Mauricio Duce, “Percepción Pública y
Reforma Procesal Penal”, en Boletín Jurídico N 2-3, Ministerio de Justicia, Santiago,
diciembre de 2002, pp. 177 a 200. Ver especialmente pp. 183 a 187.

[92] Véase anDrés BaytelMan y Mauricio Duce, ob. cit., pp. 256 a 265.

[93] Los datos disponibles de Gendarmería de Chile, organismo encargado de prisiones,


dan cuenta en el período de disminuciones promedio de un 20% de los imputados en
prisión preventiva respecto a los procesados por el sistema antiguo en el primer año de
funcionamiento de la reforma en las primeras cinco regiones del país. Esto se ratifica con
las cifras del Ministerio Público, que indican que los fiscales solicitan la prisión preventiva
en menos de 30% de los casos en los que se ha iniciado formalmente una investigación
en contra de un imputado determinado.

[94] Véase anDrés BaytelMan y Mauricio Duce, ob. cit., pp. 151 a 156; Facultad de
Derecho Universidad Diego Portales, Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile
2003 (Hechos de 2002), Santiago, 2003, pp. 41 a 51; Facultad de Derecho Universidad
Diego Portales, Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2004 (Hechos de 2003),
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Santiago, 2004, pp. 159 a 166; y, Facultad de Derecho Universidad Diego Portales,
Informe Anual sobre Derechos Humanos en Chile 2005 (Hechos de 2004), Santiago, 2005,
pp. 189 a 199.

[95] Véase anDrés BaytelMan y Mauricio Duce, ob. cit. pp. 156 a 186.

[96] Véase liDia casas y aleJanDra Mera, “Violencia de Género y Reforma Procesal Penal
Chilena”, Cuadernos de Análisis Jurídicos, Serie de Publicaciones Especiales Nº 16,
Facultad de Derecho Universidad Diego Portales, Santiago, septiembre de 2004, 219 pp.

[97] Un ejemplo de esto es el debate en segundo trámite constitucional sostenido en la


Cámara de Diputados durante el año 2003 acerca de la postergación de la entrada en
vigencia de la reforma procesal penal en la Región Metropolitana, en donde varios
diputados manifestaron una posición muy crítica a la misma respecto a sus impactos en
materia de seguridad ciudadana (documento en archivo electrónico en poder de los
autores).

[98] Esta preocupación incluso fue parte central del diagnóstico realizado por la Comisión
de Expertos que se formó a partir del debate de la postergación de la reforma en la Región
Metropolitana y, por lo mismo, parte importante de las propuestas de la misma se
orientaron a solucionar problemas en este tema. Véase Documento de la Comisión
Nombrada para Revisar y Evaluar la Puesta en Marcha y Funcionamiento del Nuevo
Sistema de Enjuiciamiento Criminal, diciembre de 2003. Copia del documento puede
encontrarse en www.pazciudadana.cl

[99] Véase Sentencia de la Corte Suprema de 27 de marzo de 2002. En un fallo posterior,


la Corte Suprema amplió el mismo criterio a los delitos de acción privada tramitados en
conformidad a las reglas del procedimiento simplificado aumentando el problema descrito.
Véase Sentencia de la Corte Suprema de 30 de abril de 2003, causa rol Nº 4.611-02.

[100] La cifra de 63,3% a menos de seis meses de funcionamiento obtenido por la Región
Metropolitana incluso era muy superior a las obtenidas por otras regiones menos
complejas. Por ejemplo, debe recordarse que en las primeras regiones a 12 meses, es
decir, el doble de tiempo, se lograba una cifra de términos de 66% de los ingresos.

[101] Con más detalle sobre las cifras de la Región Metropolitana durante el 2006 véase
Fiscalías Regionales Metropolitanas, Cuenta Pública 2006, Santiago, enero de 2007, 84
pp.

[102] Véase Ministerio Público, Boletín Estadístico Año 2006.

[103] Así, por ejemplo, al 30 de junio de 2006 el promedio de duración nacional para la
tramitación de los delitos de robo era de 118 días; en los robos no violentos, 101 días; en
los hurtos, 69 días; en las lesiones, 82 días; en los homicidios, 279 días; en los delitos
sexuales, 213 días; en los delitos en contra de la ley de drogas; 163 días. Véase Ministerio
Público, Boletín Estadístico Primer Semestre de 2006, p. 29.

[104] Información entregada por la Fiscal Regional Metropolitana de Santiago Norte Sonia
Rojas en la Cuenta Pública de 18 de enero de 2006 y publicada en, “Tres Mil Nuevos
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Condenados por la Reforma”, El Mercurio, viernes 19 de enero de 2007, p. C1.

[105] Los autores disponen de una copia electrónica con el power point que presenta los
resultados de la encuesta.

[106] Uno de los temas que más debate suscita es el uso de la prisión preventiva. Sobre
alguno de los temas debatidos durante 2005 sobre la materia véase Mauricio Duce,
“Delincuencia y Libertad Personal: Mirando Alrededor de la Puerta Giratoria”, en Revista
UDP Nº 2, Santiago, 2005, pp. 30 a 33. Así, por ejemplo, durante el segundo semestre de
2005 el FICED (Oficina de Fiscalización del Delito) dio a conocer públicamente un informe
en el que se criticaba el criterio judicial que se traducía en opinión de los autores en uso
bajo de la prisión preventiva en los Delitos de Tráfico de Drogas. Véase FICED, “Estudio
sobre las Investigaciones de Tráfico de Drogas realizado en la Zona Poniente de Santiago
desde la Entrada en Vigencia de la Reforma Procesal Penal, 6 pp. Este documento fue
originalmente publicado en www.emol.com una copia electrónica se encuentra en poder
de los autores.

[107] En el capítulo referido a las medidas cautelares personales tendremos oportunidad


de revisar con algo más de detalle los contenidos de este proyecto.

[108] Un análisis de la situación de las víctimas a esa fecha puede verse en karen
lunDQuist, “Víctimas: Problemas e Insatisfacciones. Buenas prácticas e Innovaciones”,
Forja Serie de Investigación para la Acción, Santiago, marzo de 2006, 67 pp.

[109] Varios de estos desafíos fueron expuestos en una mesa redonda realizada en
octubre de 2006, de la cual se realizó una publicación de las ponencias. Véase, Seguridad
Ciudadana y Reforma Procesal Penal, Centro de Estudios de Justicia de las Américas,
Fundación Paz Ciudadana, Facultad de Derecho Universidad Católica y Facultad de
Derecho Universidad Diego Portales, Santiago, enero de 2007, 22 pp.

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