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El arte paleocristiano

Ernesto Maldonado Ramírez


ernramz@gmail.com
Su lugar de nacimiento
Las primeras expresiones plásticas del arte cristiano aparecieron sin duda allí donde nació y se
desarrolló el cristianismo más primitivo: en Palestina y Siria. Este hecho obliga a pensar que el
primer influjo sobre cualquier manifestación sensible de la nueva fe tuvo que ser el de la
religión judaica, concretamente, a través de las tradiciones bíblicas.
Es verdad que hasta el tiempo del rey David, el culto sagrado estaba ligado más con
determinados lugares que construcciones materiales. Es en el reinado de Salomón cuando se
hace realidad el deseo de David construir un templo a Yahvé sin que se manifieste oposición
alguna por parte de los profetas. Aún entonces, lo que es el Arca de la Alianza sigue siendo el
verdadero centro del culto; y el templo de Salomón es el palacio que protege el Arca. En el
primer libro de los Reyes (8,29) nos refiere que Dios acepta ahora ese templo como morada
“donde habita su nombre”.
El arte va desarrollarse en las primeras comunidades cristianas adoptando preferentemente un
lenguaje simbólico para que la tradición israelita podía aportar un copioso alfabeto de símbolos.
Incluso parece cierto que un arte representativo empezó a cultivarse, en las colonias judías de la
diáspora, sin duda, por influencia y presión de la cultura helenística en la que vivían sumergidos.
De hecho, unos de los ejemplos más antiguos de esta influencia parece ser el de Dura Europos
(ciudad militar en el desierto de Siria y orillas del Éufrates) (en el actual Irak), donde junto a
personajes pintados al fresco en la sinagoga hebrea pueden verse escenas evangélicas en los
muros de un baptisterio cristiano.
En la religión cristiana, al tiempo que se extendía por toda la cuenca mediterránea, no podía
desvincularse de los influjos de la cultura helenística. Los centros difusores de esa cultura fueron
las ciudades costeras del Mediterráneo en las cuales el Imperio romano levantó grandes
monumentos emulando a las eximias construcciones del clasicismo griego.
La primera pintura cristiana (aniconismo y tipología)
Los frescos del baptisterio de Dura Europos son las únicas pinturas cristianas que subsisten en
un edificio de superficie, anterior a la paz de la Iglesia. En cuanto a la proximidad física y
espiritual de judíos y cristianos, tanto en Dura Europos como en Roma, ha podido ser aducida
como argumento para afirmar que el inicio de las pinturas y decoración de los cementerios
cristianos es una herencia de prácticas judías de la Diáspora, y particularmente de la comunidad
judía de Roma.
La tipología bíblica permitía así al arte cristiano, ya desde sus comienzos, expresar de modo
conmovedor y concreto todo el misterio de la Salvación, y traducir plásticamente, de forma
inteligible y emotiva, los más abstractos dogmas. A la tipología del Antiguo Testamento hay que
añadir una simbología derivada de hechos y figuras del Nuevo Testamento: el Buen Pastor, el
milagro de Caná, el banquete eucarístico, etc., y otros derivados de la mitología pagana: el amor
y psique, Ulises y las sirenas, el ciclo de Hércules, el de Dionisos, Orfeo y las estaciones, etc.
Incluso la historia secular ha proporcionado algún tema al arte decorativo cristiano, como es el
caso de Cleopatra en la nueva catacumba de la Vía Latina, ya del siglo IV.
Las pinturas de las catacumbas
Eran cementerios subterráneos donde durante varios siglos los cristianos enterraron a sus
muertos y donde sólo excepcionalmente se celebró la Eucaristía. Empezaron a ser
abandonadas después del triunfo de la Iglesia en la era constantiniana, una vez que iban
siendo despojadas de su más eximio tesoro: las reliquias de los mártires. Las pinturas de
las catacumbas más recientes tienen un aire medieval y podría datarse del siglo VII.
Las más antiguas catacumbas se conocen por los nombres de Calixto, Domitila,
Pretextato y Priscila. La de Calixto existía ya bajo el papa Ceferino (199-217). En la
Domitila y Priscila se ve el desarrollo desde una cámara mortuorio de una familia rica.
Puede decirse que fue en las paredes de esas altas y estrechas galerías, junto a una
infinidad de inscripciones, donde nació el primer arte cristiano: un arte sencillo e
ingenuo. El carácter doméstico del primer culto cristiano invitaba a imitar la decoración
doméstica romana. Por primera vez, unos dibujantes y pintores desconocidos empezaban
a dejarse inspirar por acontecimientos sagrados. Las imágenes que empezaron a esbozar
parecen ser, como ha escrito un autor, una “plegaria figurada” más que catequesis o
exposición doctrinal.
En cuanto al contenido figurativo, el arte de las catacumbas es preferentemente
simbólico. Ante todo, símbolos naturales sin ninguna tradición específica, pero que se
prestaban a una interpretación cristiana. El pez por ejemplo, surgió como símbolo por
una sutileza semántica, pues la palabra griega ICHTHYS, con sus letras puestas en
acróstico, daba las iniciales o sigla griega de “Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador”.
Igualmente la vendimia, con sus fases se cosecha, maceración y lagar, se prestó a la
metáfora de la transformación necesaria para alcanzar la vida eterna. En cuanto al
Pastor, vestido de túnica corta, llevando la oveja sobre los hombros es el mismo Cristo,
el Buen Pastor de la parábola, es el Salvador que acoge al alma en las praderas
celestiales.
En el arte de las catacumbas todo habla del alma inmortal. Esta misma aparece
representada simbólicamente en figura de una mujer alzando los brazos en actitud de
Orante. Sin duda se trata del alma liberada de las ataduras del cuerpo mortal y gozando
del Paraíso.
Las pinturas de las catacumbas expresan también cuál es el punto central del culto
cristiano: la Eucaristía y la cena de Cristo con sus discípulos. Este misterio es evocado
simbólicamente con el milagro de los panes y los peces, con las bodas de Caná, escena
que está en conexión con las representaciones del antiguo banquete funerario. Una
significación eucarística tenía también el pez, que, ya en el judaísmo, significaba el
banquete mesiánico, y que para los cristianos adquirió además una sugerencia bautismal.
En cuanto a la vida de Jesús como fuente de la temática artística, el arte de las
catacumbas y de los sarcófagos más antiguos revela su preferencia por unos pocos
milagros cuya representación vuelve insistentemente: el ciego de nacimiento, el
paralítico, Lázaro resucitado, etc. En todo caso, esta reiteración muestra que se respondía
a un programa fijado previamente.
El fresco con Cristo entre los Apóstoles de la catacumba de Domitila, mediados del siglo
IV tiene este estilo lineal, enormemente simplifícate. Cristo, como Maestro y Legislador,
está en el centro de la composición, como se verá posteriormente en el arte cristiano de la
época siguiente.

Bibliografía:
PLAZAOLA Juan, Historia y sentido del arte cristiano, Ed. BAC, Madrid 1996.
PLAZAOLA Juan, Historia del arte cristiano, Ed. BAC, Madrid 2001.

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