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LA FORMACIÓN NORMALISTA URUGUAYA (I)

Sus tímidos orígenes y su sinuosa trayectoria

Agapo Luis Palomeque

Revisando la historia de la capacitación oficial de los maestros


uruguayos -esencial en la vida de todo país, y más aun en el nuestro- se
encuentran curiosidades diversas: desde la enseñanza del idioma alemán,
hasta el aprendizaje para elegir “sirvientes” domésticas, pasando por
resoluciones de la autoridad sobre la falta de dientes…
La denominación Escuela Normal
Los estudios realizados por los alumnos con el fin de desempeñar la
función de maestro en la enseñanza Primaria, tradicionalmente se llamaron
“Normales”, y la institución donde se impartían, “Escuela”. ¿Por qué
escuela y por qué normal?
Se llamó “Escuela”, porque efectivamente, en tiempos en que no
existían enfoques teórico-pedagógicos, el emprendimiento requería un
establecimiento escolar donde realizar la práctica de la enseñanza,
observando la cual los aspirantes aprendían1.
El término latino “norma” aludía a una especie de escuadra que
usaban los carpinteros medievales para medir y fijar los ángulos en sus
trabajos. Con el tiempo, el término derivó hacia la significación “patrón
para juzgar otras cosas”. Al parecer fue el abate Felbiger quien, en 1744,
usó el vocablo para vincularlo a la enseñanza, al designar como Escuela
Normal (“normalschule”) a su colegio de maestros austríacos de Silesia. Y
fue José Lakanal quien la definió por primera vez en su Informe a la
Convención francesa de 1794: “Normales, del latín norma, regla. Estas
escuelas deben ser, en efecto, el tipo y la regla de todas las otras”. Por
supuesto, antes del nombre, existió el hecho. En efecto, se sabe que en
Francia el abate G. B. La Salle fundó en Reims en 1684 un “Seminario de
maestros de escuelas laicas”, donde concurrían “maestros que querían
perfeccionarse en el arte de enseñar”.

1
Fuentes: DIZIONARIO Illustrato di Pedagogia. Martinazzoli – Credaro. Milán, Edit. Vallardi, 3 ts., s/f.
Martinazzoli-Credari, vol. III, s/f.; BOWEN, James. Historia de la Educación Occidental. (1985). 3 ts.
Barcelona, Edit. Herder.; y GIRÓ, J. F. - Obras…, 1999.
Los orígenes
El establecimiento de la “Escuela Normal” (con esa denominación) se dio
en nuestro país cuando aun no era Estado independiente sino Provincia, y
además se encontraba, desde hacía dos años, en pleno proceso
revolucionario contra el dominio imperial brasileño.
La abundante elaboración pedagógica en períodos de conflictos
bélicos parece ser una curiosa constante de la historia educacional
uruguaya. Además de lapso de lucha patriota contra la dominación primero
portuguesa y luego brasileña, son buen ejemplo de ello las respectivas
producciones en materia de educación, verificadas en ambos bandos
(gobierno del Cerrito y gobierno de la Defensa) durante el sitio de
Montevideo (1843-1851).
El decreto del 16 de mayo de 1827, que firmaron el Gobernador
Sustituto Joaquín Suárez y el Ministro Universal Juan Francisco Giró,
decía: “Se establecerá en el pueblo residencia del Gobierno [villa
Guadalupe, hoy ciudad de Canelones], una Escuela Normal […]”2.
El emprendimiento estaba previsto para preparar maestros y no
maestras. La práctica habitual era crear escuelas de varones - lo que era
habitual en la época, casi siempre por razones económicas- cuando no era
posible establecer más de una. Ello era coherente con los valores
imperantes respecto de los roles de la mujer según las coordenadas de
aquella sociedad: no era estrictamente necesario que la mujer se
alfabetizara…
La estabilidad
Con funcionamiento irregular y lapsos de interrupción (a veces sustituido
por el esfuerzo privado, como los cursos Normales organizados por la
Sociedad de Amigos de la Educación Popular a partir de 1876), la Escuela
Normal logró consagrarse como institución estable recién a partir del 15 de
mayo de 1882, ahora como establecimiento exclusivamente femenino, con
el nombre de “Internato Normal de Señoritas”. Obsérvese que a esta altura
-reforma vareliana de la escuela primaria mediante- ya se había advertido la
especial aptitud de la mujer para la ocuparse de la enseñanza escolar, de ahí
que se consideró prioritario instaurar estudios Normales para docentes del
sexo femenino.
Una década después le siguió el “Internato Normal de Varones”,
inaugurado el 14 de abril de 1891. Al dejar de admitir nuevos alumnos
2
GIRÓ, Juan Francisco – Obras Pedagógicas. (1999). Compilación y Prólogo de Agapo Luis Palomeque,
Ed. Cámara de Representantes, Mdeo., Impr. Tradinco, págs. 34 ss.
internos, luego de una breve transición, el primer Internato en 1889 y el
segundo en 1897, pasaron a denominarse “Institutos…”.
Claro está que había una resistencia social a admitir docentes
mujeres enseñando a hombres. Enriqueta Compte y Riqué fue en 1923 la
primera mujer que tomó el cargo de profesora en el Instituto Normal de
Varones…
El proyecto Samonati – Arias
Entre los varios proyectos presentados con el propósito de unificar en una
sola institución todos los servicios de preparación de docentes que brindaba
o estaba por brindar el Estado, puede destacarse uno muy poco conocido,
pero inteligentemente concebido, que presentara José F. Arias en 1921,
cuando era diputado por Montevideo, inspirado en uno similar que ya había
propuesto Alfredo Samonati ante las autoridades de Educación Primaria.
El proyecto legislativo estaba concebido con prudencia desde el
punto de vista del gasto público, y apuntaba a neutralizar algunos
problemas de entidad que se habían presentado: el desequilibrio entre la
exigua concurrencia de alumnos al Instituto Normal de Varones y la
asistencia “relativamente grande al de Señoritas”; así como la falta de
centros de capacitación para los docentes de la Enseñanza Secundaria y de
la denominada entonces Enseñanza Industrial.
Creaba un servicio dentro del planillado presupuestal de Enseñanza
Primaria, al que denominaba “Escuela Normal de Maestros y Profesores”,
con un Director y un Subdirector elegidos según las disposiciones que
regían para cargos similares “de las Facultades y Escuelas” (art. 11). Podía
expedir títulos de Maestro de Enseñanza Primaria, de Maestro de
Especialización Primaria y de Profesor de Enseñanza Secundaria,
estableciéndose que también el Consejo Superior de la Enseñanza
Industrial podría “utilizar, para preparar profesores industriales, los
cursos que se dicten en esta Escuela” (art. 5º).
Las condiciones de ingreso diferían según se tratara de cursos de
magisterio (para los que se requerían estudios liceales previos) o de
profesorado (que exigían poseer título profesional o de maestro).
Contemplaba la situación de quienes ya eran funcionarios de los
Institutos Normales, y dividía los cometidos institucionales: al Consejo
Nacional de Enseñanza Primaria y Normal (que gozaba de “autonomía”,
por mandato constitucional), le otorgaba facultades expresas de
administración en la concesión de becas y en las asignaciones a docentes, y
reservaba al órgano rector de Secundaria (que dependía de la Universidad)
las reglamentaciones curriculares de los estudios correspondientes a ese
nivel3.
La fusión
Ambos institutos se fusionaron en 1935, adicionando los nombres “María
Stagnero de Munar” y “Joaquín R. Sánchez” con que se había
denominado a cada uno. Instalados en la sede de las calles Cuareim esquina
Colonia de Montevideo, pasó a dirigirlos Sebastián Morey Otero.
Bajo los dos primeros Golpes de Estado del siglo XX (31 de marzo
de 1933 y 21 de febrero de 1942) se realizaron cambios en la composición
del Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal, en cuya órbita
funcionaron los Institutos Normales hasta 1973. En efecto: el Poder
Ejecutivo de facto, en 1933, en uso de “facultades extraordinarias”,
disolvió los directorios de los Entes Autónomos “hasta que se procediera
a designar nuevos Consejos” y por decreto de 4 de abril del mismo año
dispuso que el Consejo de Primaria tuviera tres miembros. Sobrevenido el
segundo Golpe de Estado en 1942, en uso de las mismas “facultades
extraordinarias”, el Poder Ejecutivo por Decreto-ley Nº 10.310, de 8 de
enero de 1943, aumentó el número de miembros a cinco4.
El 10 de junio de 1938, el Consejo Nacional de Enseñanza Primaria
y Normal resolvió constituir dichos centros de estudios magisteriales
nuevamente como “dos entidades completamente separadas”, conservando
los nombres respectivos que tenían originariamente y también su carácter
de “Institutos”.
Los mismos, junto con el que tomaba el nombre de “Instituto de
Especializaciones Docentes”, que reuniría los cursos de 2º Grado,
especialización de docencia rural y laboratorio psicopedagógico, pasaban a
constituir, en conjunto, una unidad de estudios denominada “Escuela
Normal”, que llevaría el nombre, “como reparación histórica”, de
“Jacobo A. Varela”, designación que se solicitó al Parlamento.
Un año después, el 5 de octubre de 1939, el Consejo de Primaria
decidió volver atrás y rectificó su decisión, “en la imposibilidad de dar
cumplimiento a lo dispuesto [y] teniendo en cuenta lo establecido en la Ley
de Presupuesto”5.
Curiosos premios a la aplicación
3
Fuente: Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes del Uruguay del 6 de mayo de 1921, págs.
382-384.

44
D´AURÍA, Lorenzo. Escuelas, Internatos e Institutos Normales del Uruguay. Enciclopedia de Educación.
(1964), julio de. Mdeo., Imprenta Nacional, pág. 173.
En 1940, las autoridades de Primaria dejaron de lado el régimen vareliano
del concurso para favorecer a los dos egresados normalistas que hubieran
alcanzado en cada año lectivo la calidad de mejores alumnos,
adjudicándoles cargos en efectividad como maestros de escuela urbana o
como directores de escuela rural. La resolución, que firmaron Oscar J.
Maggiolo como presidente y Luis Varela Acevedo como secretario, dice
así:
“Montevideo, 27 de febrero de 1940. El CNEPN, Resuelve: 1º.-
Establécese que los dos mejores alumnos, que egresen, por año, de los
Institutos Normales, tendrán derecho a ocupar en efectividad una
ayudantía de primer grado en escuela común del departamento de
Montevideo o una dirección de escuela rural” (Legislación Escolar
Uruguaya, tomo XII, pág. 551).
Llama la atención que el mismo Consejo presidido por Maggiolo,
cuatro meses después (20 de junio de 1940), dispuso que para tener derecho
a la efectividad en las direcciones de escuelas rurales, aquellos maestros
que habían aprobado los cursos de especialización correspondientes, debían
trabajar durante tres años como interinos, al cabo de los cuales recién se
evaluaría si habían “demostrado que la aplicación de los elementos
educativos que constituyen su especialización [habían dado] resultados
favorables” (Legislación Escolar Uruguaya, tomo XII, págs. 707-709).
Es adecuado señalar la duplicidad de criterios, al adjudicar tan
ligeramente la responsabilidad de dirigir una escuela de la campaña a dos
maestros recién recibidos (como si la dirección de una escuela rural tuviera
tan poca importancia que pudiera concederse sólo a quienes alcanzaran
buenas notas como estudiantes, aunque sin experiencia alguna), y en
cambio, exigir (con dura fiscalización) tres años de prueba como interinos
a aquellos que no solo eran titulados, sino que se habían tecnificado,
aprobando los cursos oficiales sobre especialización rural.
El Decreto-ley Nº 10.358
Por Decreto-ley Nº 10.358, de 11 de febrero de 1943, dictado por el Poder
Ejecutivo durante el régimen de facto y “en uso de sus facultades
extraordinarias”, se creó la Facultad de Humanidades, entre cuyos
cometidos estaba la “formación del Profesorado de Enseñanza
Secundaria y Normal” (art. 1º). Se preveía la acreditación de los
correspondientes estudios mediante un Diploma único de “Profesor de
Enseñanza Secundaria y Normal”, diversificado según la especialidad
elegida. La Facultad debía asimismo “extender las culturas universitarias
5
LEGISLACIÓN ESCOLAR Uruguaya. Mdeo., Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal,
tomo XII, págs. 194-195 y 500.
liceal y normal por todos los medios de divulgación a su alcance” (art. 2º).

Nada estableció el Decreto-ley referido sobre cómo se


compatibilizarían estos estudios con el régimen curricular de los Institutos
Normales, ni la titulación expedida por éstos con la diplomatura de
aquellos. El problema nunca llegó a plantearse en la práctica, dado que una
vez restablecida la normalidad institucional con la Constitución de 1942, la
Ley Nº 10.658, de 9 de octubre de 1945, que organizó de nuevo dicha
Facultad, nada dispuso respecto de la formación de docentes.
Durante el tercer régimen de facto del siglo XX (1973-1985), la
Facultad de Humanidades y Ciencias pasó a denominarse Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, y tomó a su cargo la formación
de Licenciados en Educación.
El gobierno de facto no fue nada ingenuo al crear dicha Licenciatura.
Ello surge de la resolución ministerial de 25 de octubre de 1978, que
aprobó la misma, a propuesta de las autoridades de la entonces Facultad de
Humanidades y Ciencias. Junto al loable intento de “resolver una
situación de hecho: la falta de toda formación pedagógica en muchos
profesores de enseñanza media y universitaria” (Cap. III, Propósitos),
aparecen bajo el título de “Diseño profesiográfico del Licenciado”,
parágrafo “A”, como metas finales, entre otras, el utilizar al egresado como
asesor Ministerial (del gobierno de facto) -numeral 3-; y asesor
pedagógico para las Fuerzas Armadas -numeral 9- (Fuente: Circular Nº
184/78, Exp. Nº 3676/78/ - Resol. MEC., págs. 3 y 9).
El Instituto Normal Rural
Una Comisión de Programas había advertido en 1916 que los maestros
estaban “poco preparados” para la enseñanza de la agricultura. En los
Institutos Normales se estudiaba esa disciplina en el texto de Ramos
Montero, pero la enseñanza se resentía por ser solo teórica. Recién en la
década de 1930 se establecieron las prácticas agronómicas para los
alumnos normalistas, y poco después los cursos de especialización rural
para maestros graduados. También se pensó instalar una Escuela de
Aplicación Rural en Los Cerrillos.
En 1940, el autor Julio Castro subrayaba la soledad del maestro,
unida a su falta de capacitación específica para el medio rural. Expresaba
que:
“[…] el problema de la formación de los maestros que se destinan
para medios rurales, no es una cuestión de información y casi diríamos,
tampoco de técnica. Es por sobre todo un problema de ambiente; de
sintonización o compenetración con el medio. Y esto, como se comprende,
hay que vivirlo para poderlo adquirir. Hasta ahora -agregaba-, un maestro
de escuela rural se designa, se le adjudica el destino, [y] se le abandona
allí definitivamente. Todo lo que recibe de la capital, es: la publicación
oficial de cuando en cuando, la remesa anual de útiles, y, una o dos veces
por año, la visita del Sub Inspector. Nada más, ni nada menos. Como se
puede apreciar, no hay mucha diferencia con el destierro”6.
Una resolución del 22 de febrero de 1943 estableció el núcleo de
asignaturas que debían rendir los asistentes al “Curso de Especialización
para Maestros de las Escuelas Rurales”. Las materias de estudio eran:
Pedagogía; Sociología Uruguaya aplicada a la Educación; Agronomía
General; Granjas escolares; Pequeñas Industrias; Alimentación Racional en
el Medio Rural; Contabilidad Rural; y Labores7.
Considerándose que este curso no había dado los resultados
esperados, en 1948 se reorganizó sobre la base de un plan presentado por la
directora de la Escuela rural Nº 56 de Estación González (departamento de
San José), maestra Claudia Edelmira Tapia de Arboleya.
Poco después, el 10 de mayo de 1949, el CNEPN resolvió que los
maestros que estuvieran realizando los cursos de especialización rural, al
egresar quedaban obligados a “proseguir actuando en escuelas granjas o
huertas, por un período no menor de dos años”.
El 16 de diciembre de 1949, el Consejo dispuso que la Escuela Nº 56
fuera la sede oficial del Instituto Normal Rural. Sus cursos durarían desde
el 1º de abril hasta el 30 de noviembre.
A partir de 1949 las Inspecciones Departamentales debían
seleccionar a los maestros efectivos de ambos sexos que se postularan para
cursar dicha especialización, en calidad de becarios, percibiendo sus
sueldos de maestros y conviviendo durante el año lectivo en régimen de
internado. A quienes realizaran los cursos, se les daría preferencia para
ocupar cargos docentes en las Escuelas Granjas8.
También se autorizó, por iniciativa de la Directora de los Institutos
Normales María Orticochea, que los estudiantes normalistas, para
interiorizarse en los problemas de la escuela rural, pudieran concurrir en
visitas de observación al referido establecimiento.
6
CASTRO, Julio. Los Programas Escolares Vigentes. (1940). Trabajo que obtuvo el primer premio en el
Concurso de Pedagogía para maestros y profesores. Mdeo. , págs. 94 ss.
7
CONGRESO de Inspectores; 9, 10 y 11 de agosto. Durazno 1978. (1978). Mdeo., Depto. de
Investigación y Planeamiento. Consejo de Educación Primaria. , Cap. 6. Situación Actual de las Escuelas
Granjas.
8
Legislación Escolar Uruguaya, tomo XIV, pág. 54.
Como antecedentes a tener en cuenta, deben anotarse: 1º, la
resolución del Consejo de Primaria presidido por Emilio Verdesio, de
crear, con duración de un año y “por vía de ensayo, un curso de
especialización para la enseñanza primaria rural”, a realizarse en los
Institutos Normales de Montevideo (1º de abril de 1938); 2º, una resolución
de 1939 del Consejo presidido por Óscar J. Maggiolo, disponiendo que en
los concursos para escuelas con granjas y con huertas tendrían preferencia
quienes hubieran aprobado los cursos de especialización rural; y 3º, la
adjudicación a los 17 maestros especializados en dichos cursos, de “igual
número de direcciones de escuelas rurales”, en forma interina durante tres
años, al cabo de los cuales, comprobados los “resultados favorables”, se
les concedería la efectividad en sus cargos (resolución de 20 de junio de
1940).
El paso siguiente fue el traslado del Instituto Normal Rural, por
resolución de 26 de mayo de 1959 del Consejo, al paraje Cruz de los
Caminos, km. 40 de la Ruta Nº 7, departamento de Canelones.
Las asignaturas entonces eran: Investigación Social; Sociología;
Educación Fundamental; Agronomía; Didáctica; Producción y uso de
materiales audiovisuales; Educación para el hogar; Educación para la salud;
Talleres de manualidades; Educación estética: teatro, canto y folclore; y
Educación física. Las prácticas docentes se realizaban en la escuela del
mismo predio y en seis más del entorno. Al culminar el año se evaluaba la
tesis final. Los egresados debían trabajar dos años como mínimo en una
escuela rural del departamento del que provinieran9.
El 17 de junio de 1964 entró en vigencia un nuevo Plan de Estudios.
En sus fundamentos expresaba que el maestro rural debía “actuar en
el campo de las relaciones humanas con el equilibrio y la mesura que le
permitan crear el clima espiritual propicio para actuar en forma positiva,
sin provocar reacciones que puedan malograr los mejores propósitos”. A
continuación censuraba tanto los “apresuramientos que pretenden forzar
procesos” como la “apatía” de quienes podían transformar la escuela en
“un organismo inoperante o centro de distorsión en vez de un agente de
progreso y un aglutinante de la comunidad en torno a los intereses
comunes y legítimos de sus integrantes”10. Se avecinaban tiempos
conflictivos.

9
Ver los artículos de Ana María Angione (cap. 6) y de Elda Manrique (cap. 7), en: ANGIONE, Ana
María y otros. Dos Décadas en la Historia de la Escuela Uruguaya – El Testimonio de los
Protagonistas. (2011). Mdeo., 2ª ed. M. de RR. EE., C. E. T. P. y C. E. I. P.
10
Legislación Escolar Uruguaya, tomo XXVI, pág.117.
En la misma fecha se creó en el Departamento de Canelones, con las
escuelas Nros. 76, 35 y 137, la Unidad Escolar Nº 18 11. El Director de esta
última, que sería Centro de la Unidad, ocuparía además del cargo de
Director de la Unidad y el de Sub-Director del Instituto Normal Rural,
ubicado en el mismo predio; también dictaría las clases de Didáctica
correspondientes al programa de especialización rural12. Por resolución de 2
de mayo de 1977 (Boletín de RR. Nº 245) el Cuerpo Interventor de
Educación Primaria dispuso la supresión del cargo de Director del Instituto
Normal Rural, transformándolo en el cargo de Director del Departamento
de Educación Rural, que por ese acto se creaba.
Unos días antes, el 22 de abril de 1977, el mismo órgano había
dispuesto la creación de “un primer centro escolar de Capacitación Rural
(CECRU), del país, en Molles de Garzón, departamento de Maldonado,
que funcionará en el ex local de la Escuela Nº 57 rural” (art 1º). Se le
asignaba un cargo de Director, uno de maestro y uno de auxiliar de servicio
y una partida para alimentación, así como también “un vehículo para
transporte permanente” (arts. 2º a 4º)13.
Los Institutos Normales del Interior del País
Al llegar el año 1930, ya habían venido funcionando, aunque en forma
intermitente, algunos centros de estudio magisterial en el interior del país.
En Paysandú, desde 1929, en carácter de instituto privado con una
subvención estatal. En Melo, entre 1912 y 1913, por el esfuerzo de
particulares. En Tacuarembó, entre 1913 y 1915, también solventado por
vecinos. Entre 1913 y 1916 y entre 1927 y 1928, cursos volantes
autorizados en Treinta y Tres, trasladados luego temporariamente a Melo.
Tuvieron también existencia autorizada, aunque fugaz, centros ubicados en
Rivera, Colonia (más tarde diversificado en el de Rosario y el de Carmelo)
Santa Lucía y Minas.
Magisterio en los liceos
Fue en 1916. En forma provisoria y estimulado por la posibilidad de
ahorrar en “las partidas que [se gastaban] por concepto de alquileres,
útiles, etc.,” el Poder Ejecutivo dispuso, previa consulta a Primaria y a
Secundaria (ésta, aun formaba parte de la Universidad), que seis liceos
departamentales (Artigas, Salto, Durazno, Florida, Maldonado y Rocha),
fueran habilitados en forma provisoria, para que en ellos se realizaran los
estudios magisteriales.

11
Con fecha 4 de julio de 1962 se habían creado los primeros 17 Centros de Unidad Escolar.
12
Legislación Escolar Uruguaya, tomo XXVI, pág.116.
13
Boletín de Resoluciones Nº 243 de 1977.
Los docentes normalistas (designados por el Consejo de Enseñanza
Primaria) quedaban, “en lo referente al orden interior del establecimiento,
bajo la inmediata superintendencia del Director de cada Liceo” (art.4º).
Los mismos solo tenían que dictar seis materias (Agricultura y ganadería;
Economía doméstica; Labores de higiene; Pedagogía; Lectura; y
Caligrafía).
El resto, que coincidía con las asignaturas de 1º a 4º de la Enseñanza
Secundaria, lo desarrollaban los profesores liceales. Esta integración
permitía que cualquier egresado de 4º de liceo, con solo un año
complementario en el que debían rendir aquellas seis materias de
magisterio, más la práctica, pudiera obtener el título de maestro de 1er.
grado (art. 8º).
La práctica docente se realizaba en una escuela, cuya Directora,
debidamente compensada, tomaba a su cargo la orientación didáctica (art.
5º). Los exámenes de las materias comunes a todos, se realizaban en
conjunto en un solo acto, según la usanza de Secundaria; en cambio los de
las materias específicas de magisterio se rendían de a uno, por separado
(art. 9º)14.
Unas pocas conclusiones podrían extraerse al respecto: primero, que
el curso liceal se consideraba apto, con poco aditamento, para la delicada
tarea de dar clase en una escuela; segundo, que la formación magisterial
tenía una sola disciplina teórica específicamente formativa para la carrera
(la Pedagogía, a tres horas por semana y durante un solo curso), lo que
dejaba técnicamente debilitado al maestro egresado.
Una extraña unificación
En 1934, cuando solo había cuatro cursos Normales en el interior de la
República, el Consejo de Primaria tuvo que adoptar una resolución insólita:
suprimirlos todos y establecer uno -único- en Paso de los Toros, que se
consideró lugar “equidistante de los distintos centros de población
importantes del país [y] excepcional respecto a las vías de comunicación”.
Asimismo, se aprovechaba una significativa donación (el “legado
Dorrego”) que solo podía utilizarse en dicha localidad, donde además
había dos escuelas recién construidas, aptas para realizar la práctica
docente.
Docentes enciclopédicos

14
Fuente: LEYES Y REGLAMENTOS de la Universidad de la República. (1916). Publicación Oficial.
Mdeo., Tall. Gráf. del Estado.
La fundamentación esgrimida por el Consejo presidido por José
Claudio Williman era que los cuatro centros Normales existentes estaban
funcionando en forma deficiente por falta de recursos materiales; y que
varios docentes estaban dictando “hasta cuatro asignaturas cada uno”, lo
que importaba, ante la imposibilidad de “especializarse en todas ellas”,
bajar la calidad de la enseñanza. El mismo decreto dispuso que solo se
tomaran inscripciones para el año 1935 en Paso de los Toros, y se mandó
comunicar a la Comisión Auxiliar de Santa Lucía “que este Consejo no
tiene interés en adquirir el local que actualmente ocupa [en forma volante,
desde 1932] el curso Normal que allí funciona”15.
Poco después llegó la etapa de las ansiadas oficializaciones. Se
aprobaron: una en 1949, siete entre 1961 y 1963, nueve entre 1965 y 1966,
una en 1968 y dos en 1974.

1515
ANALES del Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal, CNEPN. Mdeo., (1934), Enero-
marzo, págs. 279-280.

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