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Tengo una deuda con mis lectores en relación a esta serie que decidí escribir, como
notas particulares acerca de Venezuela como un Estado Federal, en marzo del año
pasado. Innumerables razones podría esgrimir haber congelado la serie por más de un
año, dedicándome más a analizar la situación política venezolana, pero de ellas la más
importante ha sido la discusión misma de la pertinencia a la convocatoria de una
Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela, precisamente para discutir los
términos de ese mismo Estado Federal en el cual nos hemos empeñado desde la Alianza
Nacional Constituyente que anunciamos al país el 17 de marzo de este año
(http://ancoficial.blogspot.com/2016/03/lanzamiento-de-la-alianza-nacional.html).
Mucho que decir y poca gente que lo diga…
Retomando el tema, como quise escribir esta serie en la misma línea de pensamiento
que abordó el Federalista en 1787 en los Estados Unidos (ver al final los enlaces de
todas las entregas a la fecha) para convencer a los ciudadanos de aprobar una forma de
Estado federal propuesta en una nueva Constitución, la intención aquí tiene una
pretensión mucho mayor: convencer a los venezolanos de la necesidad de cambiar la
Constitución que tenemos – que no es “la mejor constitución del mundo”-, a contravía
de lo que muchos todavía piensan, a una nueva federal y descentralizada, y que
debemos entre todos discutir un texto que no está todavía escrito, porque este debe ser el
producto de un Pacto Social que tenemos parir entre todos. Al menos en los Estados
Unidos, James Madison (1751-1836), Alexander Hamilton (1755-1804) y John Jay
(1745-1829), se dispusieron a escribir artículos en The Independent Journal y The New
York Packet, dos periódicos de Nueva York, para convencer a su gente de la necesidad
de aprobar una que ya estaba escrita. Entonces la cosa no la tenemos fácil…
¿Qué pasaría si cada Estado decide qué hacer con su ambiente, sus puertos y
aeropuertos, la explotación de sus propios recursos naturales? ¿Qué pasaría si cada
Estado tiene la discrecionalidad para decidir en su parlamento regional la localización
de empresas internacionales que generen empleo especializado? ¿Qué pasaría si cada
Estado decide su propia justicia en Cortes Regionales, incluyendo la más alta instancia?
¿Qué pasaría si cada Estado decide cuantos Municipios debe tener de acuerdo con su
distribución poblacional y los administre con autonomía? Estamos hablando de generar
autonomías locales que generen riqueza y calidad de vida a los ciudadanos.
En otras palabras estamos cambiando la relación básica de poder entre los gobernantes y
los gobernados. No más uno que decida por todos. Sería un todos decidiendo por
nosotros mismos. Bajar el poder al ciudadano es la clave de esta propuesta. Siendo
todos los Estados autónomos, entonces estos deben federarse, esto es, hacer un Pacto
Federal que decida qué hacer en relación con los aspectos que le son comunes: esto es
las Fuerzas Armadas, la Política Exterior, el Banco Central y la moneda, los ingresos
petroleros que aún queden, el Parlamento y los nuevos alcances de la figura del
Presidente de la República, así como otros aspectos de una Federación.
Un esquema como el anteriormente descrito, pone a cada región del país a ser garante,
no solo de los recursos que aporta al común, sino de su correcta aplicación. Los
representantes de los Estados a ese Congreso Federal ya no serían los “levantamanos”
de los partidos y obedientes a una fracción política, sino verdaderos representantes de
sus regiones ante un Parlamento Federal, pudiendo estos ser sustituidos y/o rotados por
sus respectivas legislaturas si estos no cumplieran con su cometido cabalmente.
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