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Venezuela, República Federal (IV)

Por Luis Manuel Aguana

Hace un tiempo atrás escribí una nota que titulé “La Institucionalidad: ¿Cómo se come
eso?” (ver http://ticsddhh.blogspot.com/2012/01/la-institucionalidad-como-se-come-
eso.html) donde expresaba lo difícil que era comunicar constructos complejos a la
mayoría de la población; y que por el deplorable estado de la educación venezolana no
solo difícilmente lee bien sino que además ha sido sometida a una suerte de lavado
cerebral, a través de mensajes ideologizantes atiborrados de odio todos los días por el
sistema de medios masivos del Estado.

Indicaba que en el caso de la institucionalidad la cosa era muy difícil ya que no es solo
decir que hay que rescatarla, sino explicar que sin ella no se puede llegar a tener
aquellas cosas que el común de la gente si comprende, porque es lo que más tiene cerca
como problemas de vida, traducido en las necesidades tangibles que tiene y con las
cuales juega la dirigencia política tradicional cuando buscan los votos.

Y si explicar que hay primero que rescatar la institucionalidad como requisito


fundamental para conseguir poner a funcionar las cosas más sencillas del país,
imagínense lo que significa explicar que además de eso, es necesario el cambio del
sistema político que tenemos y del cual han vivido-y todavía viven- como sanguijuelas
muchísimas generaciones políticas desde tiempos inmemoriales, y salir vivo del intento.

Y el cambio del sistema político pasa por establecer un nuevo sistema de reglas sobre
cómo organizar la institucionalidad, porque no basta reconstruir una institución para que
esta funcione si su existencia se desarrolla en un ambiente tóxico que la vuelve a
deformar. Para muestra un botón: de que sirve poseer una excelente institución
municipal si esta no es lo suficientemente autónoma para darle calidad de vida a los
habitantes de su jurisdicción, porque el sistema político en el cual se desenvuelve,
establecida en el ordenamiento jurídico y constitucional, no se lo permite.

¿Qué sentido tiene elegir Alcaldes y Gobernadores si constitucionalmente los recursos


que requieren para sus gobiernos locales no dependen de ellos sino de las prioridades
que asigne el partido de gobierno de turno? ¿Qué sentido tiene que un oficial trabaje
para mejorar su institución militar si al final de quien depende su ascenso y su calidad
de vida no es de la institución que lo vio desarrollarse profesionalmente sino de la
genuflexión ante el Presidente por el motivo político que sea? ¿Qué sentido tendría
establecer de una vez por todas, una carrera judicial para los jueces sin la garantía que
quienes lleguen a ocupar las más altas posiciones no sean objeto de negociaciones
políticas, sujetos a llamadas telefónicas para cambiar decisiones en un Tribunal
Supremo?

Y así sucesivamente se podrían citar innumerables ejemplos. Visto así, no solo tenemos
el problema de la reconstrucción institucional sino el de la reconstrucción de algo
sumamente más profundo y más estructural, que necesita ser comprendido a cabalidad
en todos los niveles de la sociedad venezolana. A eso es lo que llamamos la
reconstrucción del sistema político.

¿Y cómo se entiende eso? Nuestra propuesta fundamental y primer objetivo a conseguir


en el Proyecto País Venezuela es desmontar la actual forma centralizada del Estado,
estableciendo un Estado Federal Descentralizado en una nueva Constitución, y
redefiniendo las instituciones dentro de esa nueva forma descentralizada de concebir la
República (ver http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/). Y vaya que esto ha
sido difícil de explicar.

Algunos se preguntan en qué les beneficiaría tener ese nuevo sistema. Para responder
eso, hagamos un ejercicio de imaginación política con un ejemplo de actualidad. Con el
presente sistema, la actuación de los partidos políticos en las elecciones parlamentarias
se centra en conseguir en cada Estado la mejor figuración electoral posible frente al
resto de los adversarios políticos traducida en mas parlamentarios, que sumados todos a
nivel nacional puedan ser fuerza suficiente para imponerse en el parlamento. Una vez
allí, los Diputados electos de todos los Estados por el partido en cuestión, trabajan en
bloque, a la marcación del partido, no del Estado que les dio su respaldo.

La lealtad entonces de esos Diputados no es para con los electores de su región, sino
para con el partido que los puso allí para seguir “líneas” y negociar su voto en bloque
con las otras fracciones en función de los intereses que se manejen en un momento
determinado. Esta situación no es nueva, es la forma en la cual operan los partidos de
acuerdo al sistema político que tenemos en la actualidad. Por supuesto en cada región,
los posibles candidatos se pelean a muerte por los puestos salidores y prometen cosas
que no están al alcance de cumplir con tal de ser electos.

En un sistema Federal Descentralizado, las regiones serían autónomas y poseerían en un


Congreso Nacional una representación que deviene de su condición de región y otra en
su condición de jurisdicción con habitantes. Se elegirían en el Estado los Diputados y
Senadores, con las reglas que se hayan establecido en su Constitución Regional, con
sus propias instituciones electorales regionales, producto de una Constituyente
Regional. Los partidos allí se matarían, ya no por elegir a quienes representen al partido
de esa región particular sino para elegir dentro del Estado a quienes representarán a los
habitantes de su región ante el Congreso Nacional. Diferente ¿verdad?

En ese estado de cosas, las personas que irían como representantes-Senadores y


Diputados- del Congreso por un Estado, serían de diferentes partidos- nacionales y
regionales- que se midieron en una región y que ya no irían a la capital en calidad de
representantes de un partido sino de los ciudadanos de una región. Bajo ese nuevo
sistema político, los partidos tendrían que organizarse de una manera diferente y con
unos objetivos diferentes, más cónsonos con los intereses de los ciudadanos.

Al existir autonomía regional, cada Estado Federal defendería no solo el interés de su


región como parte de un concierto de Estados Federales, sino tendría la responsabilidad
de aportar al común una parte del producto de su trabajo y del desarrollo de su
potencialidad regional. Eso implicaría un cambio radical en la institucionalidad del país,
tanto del Estado regional como del Estado Federal. Ni decir que de ese desarrollo
regional vivirían los habitantes de cada región de acuerdo con las propias
potencialidades.

En ese nuevo estado de cosas, el movimiento de los factores de la producción (capital,


trabajo, conocimiento) se desplazaría de acuerdo a los polos de desarrollo regional y no
sería más Caracas el centro desde el cual se “repartan” los beneficios. De la misma
manera los factores políticos tendrían que buscar como acomodarse a esa nueva
situación, haciendo realidad la descentralización del poder de acuerdo a ese nuevo
sistema político.

Pero como ya indiqué, esto es solo un ejercicio de imaginación política. Imaginen todo
lo que podríamos hacer si lo hacemos realidad, convirtiendo a Venezuela en una
República Federal. Tenemos como ciudadanos el poder de hacerlo en una Asamblea
Nacional Constituyente.

Caracas, 14 de Mayo de 2015

Blog: http://ticsddhh.blogspot.com/
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana

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