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En un país donde históricamente el poder ha sido administrado por una sola persona, el
Presidente de la República, con una supremacía indiscutible sobre el resto de los
Poderes Públicos, hablar de restarle funciones a esta suerte de Rey o caudillo que
elegimos cada cierto tiempo, resulta un contrasentido cultural, por decir lo menos.
Tenemos más de 200 años basando nuestro desarrollo en un solo sistema de
gobernarnos. Le entregamos el Poder absoluto a una persona y esperamos de su
liderazgo una conducción certera.
Pero años de tropezarnos en la misma piedra nos han demostrado que seguir por la
senda de entregarle el futuro y las decisiones trascendentales de una sociedad a una sola
persona, por más bien intencionada que ésta sea, en una época donde es imposible que
alguien maneje solo las complejidades del mundo de hoy -sin contar con las debilidades
que todos los seres humanos tenemos-, resulta poco menos que una estupidez. Eso nos
lo acaban de demostrar más de 15 años de poder absoluto en las manos de un caudillo
militar donde se dilapidó sin control alguno las mayores riquezas materiales que jamás
esta nación ha tenido en su historia. Si este ejemplo no nos enseña que tenemos que
cambiar el modelo de cómo gobernar a Venezuela, realmente nada lo hará…
Veamos: el sistema de gobierno que hemos tenido está basado en lo que los
especialistas llaman "Presidencialismo", esto es, “el Jefe de Estado, además de ostentar
la representación formal del país, es también parte activa del poder ejecutivo, como
Jefe de Gobierno, ejerciendo así una doble función, porque le corresponden facultades
propias del Gobierno, siendo elegido de forma directa por los votantes y no por el
Congreso o Parlamento” (ver Presidencialismo en
http://es.wikipedia.org/wiki/Presidencialismo), en donde todo lo decide el Presidente de
la República. La experiencia nos indica que ha sido imposible controlar a este
funcionario una vez electo.
Luego de tantos golpes, a lógica también nos indica que debemos ir hacia un sistema, si
no opuesto al que tenemos, al menos uno donde esa persona que elegimos esté sujeta a
los controles más rígidos a fin de que no quiebre al país o que lo administre como su
hacienda personal. ¿Eso es mucho pedir?
En el sistema Parlamentario, opuesto al sistema presidencial, “la elección del gobierno
(poder ejecutivo) emana del parlamento (poder legislativo) y es responsable
políticamente ante éste. A esto se le conoce como principio de confianza política, en el
sentido de que los poderes legislativo y ejecutivo están estrechamente vinculados,
dependiendo el ejecutivo de la confianza del parlamento para subsistir. En sistemas
parlamentarios el jefe de estado es diferente que el jefe de gobierno” (ver
Parlamentarismo en
http://es.wikipedia.org/wiki/Parlamentarismo#Dos_modelos_de_parlamentarismo).
Si estamos planteando en el Proyecto País un Estado realmente Federal, es claro que los
Estados deberán tener un peso fundamental en las relaciones de poder que se formularan
cuando se les de constitucionalmente la representación parlamentaria en un Senado, que
de acuerdo a nuestro planteamiento, iría mas allá de la simple figuración representativa,
ya que los senadores en ese nuevo esquema si serían verdaderos embajadores de sus
regiones en el parlamento, ejerciendo los controles debidos al Poder Ejecutivo.
Tratando de recoger las ventajas de ambos sistemas y eludir sus desventajas se tiende a
utilizar sistemas semipresidenciales” (ver Ventajas y desventajas de la república
presidencialista en
http://es.wikipedia.org/wiki/Presidencialismo#Ventajas_y_desventajas_de_la_rep.C3.B
Ablica_presidencialista).
De acuerdo a estas características el sistema parlamentario es el que mejor se ajusta a
una forma federal del Estado, resolviendo el control del Poder Ejecutivo al ser éste
producto del Poder Legislativo.
Sin embargo, así como resuelve unos problemas crea otros. La elección en segundo
grado del Jefe del Estado y Jefe de Gobierno deja sujeto al poder Ejecutivo a los
arbitrios de las fuerzas políticas dominantes del parlamento, permitiendo que cualquier
crisis haga bastante inestable al gobierno de turno. No obstante, eso podría considerarse
un costo tolerable cuando miramos nuestra historia donde los gobiernos han desbancado
nuestra economía sin control alguno.
Por otro lado no sería aceptable que en Venezuela no se elija de forma directa al
Presidente de la República o Jefe del Estado. Pero si podría un Parlamento designar un
Jefe de Gobierno o Primer Ministro. De esa forma se dispondría de un sano balance de
poder entre el Parlamento y el Poder Ejecutivo. Este sistema mixto podría bien
estudiarse para Venezuela considerando nuestra historia y costumbres republicanas pero
corrigiendo los desbalances de poder que tanto han perjudicado a nuestro país.
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