Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Las finanzas públicas estudian las herramientas fiscales del estado y cómo éstas
pueden ser usadas de la mejor manera para lograr los objetivos de la política pública. No debe
sorprender que se encuentren diversas teorías del estado asociadas a diferentes concepciones
de las finanzas públicas.
Estos cuatro patrones son sólo representaciones, cualquier estado en un tiempo dado
ofrece matices.
1
Basado en Musgrave (1996)
David Hume fue el primero en reconocer las externalidades como fallas de mercado
(es conocido el ejemplo en donde dos vecinos pueden acordar regar un jardín pero mil
personas no, ya que cada uno intentará poner toda la “carga” sobre los demás). El gobierno es
necesario para superar el problema del free-rider en presencia de bienes públicos (más allá de
que se reconoce que el laissez-faire debe ser la práctica general).
Posteriormente, John Stuart Mill se encargaba de plantear la importancia del rol del
estado no sólo en la educación o en el sistema legal, sino en todos los casos donde la provisión
de servicios públicos que no pueden ser provistos por el “interés individual” (ya sea por falta
de remuneración u otros motivos).
De Hume a Smith y Mill se reconoce el problema de las finanzas públicas, pero una
formulación precisa recién emerge entre los años 1880-1890. La concepción de falla de
mercado en la provisión de bienes públicos se iba a centrar en la naturaleza de no rivalidad y
no exclusión de dichos bienes. Los consumidores de los bienes públicos reciben la misma
cantidad de bienes pero enfrentan diferentes precios en función de valuaciones marginales (el
principio del beneficio es una solución eficiente para la provisión de tales bienes, pero no
infalible).
Knut Wicksell admite la importancia del principio del beneficio, pero observa
problemas a la hora de implementar dicho principio. El conocimiento de las preferencias es
determinante para la valuación de los beneficios, pero la revelación de las mismas se torna
dificultosa en lo que respecta al consumo de bienes públicos; nuevamente surge el problema
del free-rider. La votación permite resolver el problema de las preferencias (impuestos-gastos),
pero nacen nuevos problemas referidos a la práctica de la votación. El proceso de votación
wickselliano, conducido idealmente bajo una regla de unanimidad, ocurriría como un proceso
voluntario. En la práctica una mayoría calificada tiene que hacerlo, buscando limitar los costos
de transacción y evitar la obstrucción de una minoría. La extensión a estos modelos por parte
de Erik Robert Lindahl, permiten formar las bases para un enfoque de elección pública ( public
choice) de determinación del presupuesto.
Por otra parte, Paul Samuelson propone como solución eficiente al problema de las
preferencias reveladas que la tasa marginal de sustitución de bienes públicos por privados en
la producción iguale a la del consumo (se determina una provisión Pareto óptima, que supone
la existencia de un árbitro omnisciente para el cual las preferencias son conocidas).
La visión de Adam Smith no enfatiza sobre la redistribución del ingreso por parte del
estado, sin embargo, consideraciones de justicia en la distribución de la carga impositiva
emergen inevitablemente y deben ser tratadas.
En ésta nueva visión, se deja de lado la concepción de Locke sostenida por Smith (la
desigualdad era una consecuencia natural de la propiedad obtenida producto del trabajo de
varios años, el estado sólo debía velar por la custodia de esa propiedad, ya que el mercado
sería quién determine la distribución del ingreso) y da inicio al concepto de Estado de
Bienestar.
El estado no es más que una mera creación para superar externalidades o agregar
ajustes distributivos, hecho en línea con las preferencias privadas de sus miembros. Mientras
antes la perspectiva era esencialmente individualista, el estado o comunidad, a diferencia de
sus miembros particulares, ahora tiene su propio papel a desempeñar. Individuos y comunidad
interactúan en el marco más amplio de sociedad y de sus formas cambiantes. Está basada en la
tradición alemana del siglo diecinueve. El interés del estado pasa a ser la mayor preocupación
(se consideran las necesidades comunales por sobre las individuales).
Dentro de esta visión, hay una postura extrema donde se supone al estado como la
totalidad de los asuntos humanos. La competencia y el intercambio eran rechazados en favor
de la reciprocidad y la creación de valor. El foco estaba puesto sobre la vinculación de los
individuos con el estado. Los impuestos eran vistos como “contribuciones sagradas”, pagos
que se efectuaban en retorno del capital espiritual que brindaba el estado. Por otro lado,
existía una visión moderada donde prevalece el esquema comunal, los individuos tenían dos
roles, como personas privadas con necesidades privadas y como miembros de la comunidad
con necesidades comunales. A esta visión moderada corresponde la tríada de autores Von
Stein, Schäffle y Wagner.
Wagner, el más influyente de los tres autores, rechazaba la idea individualista de
estado subyacente en Adam Smith, como también los modelos socialistas que desalientan la
motivación personal y ponen en peligro la libertad. Propone un compromiso entre medio de
ambas visiones. Las instituciones de propiedad y competencia tienen que ser adaptadas a las
necesidades de servir al bien público. La estrecha y racionalista visón de estado es
reemplazada por una perspectiva histórica y orgánica, despojando al estado de la idea de “mal
necesario”.
Hay una bien conocida ley de expansión de la actividad del estado. La necesidad de
alcance de los servicios públicos debe ser vista desde una perspectiva histórica. Está sujeta a
cambios y la necesidad aumenta con el ingreso y el progreso tecnológico. Con Wagner, como
figura principal del púlpito socialista de los tiempos de Otto Von Bismarck, la imposición asume
una doble función, la de financiar los servicios públicos y la de realizar ajustes distributivos
(concepto de justicia social del estado moderno).
El modelo comunal tiene consigo varios problemas. Mientras que la distinción entre
bienes públicos y privados es clara, la distinción entre bienes comunales y necesidades
privadas es compleja, ya que envuelve dimensiones psicológicas y filosóficas.
Los individuos actuando como agentes son reemplazados por una regla de elites que
rotan y persiguen un interés minoritario (va más allá de estrategias individuales). También
surgen ineficiencias en la elección fiscal que emerge cuando el gobierno busca crear ilusión
fiscal (ocultar carga impositiva y exagerar los beneficios de los desembolsos). En ausencia de
regla de unanimidad se hace uso de la naturaleza coercitiva del proceso fiscal, dadas las
imperfecciones en el proceso de votación (ver Buchanan, 1960).