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Campanella

Una de sus obras más destacadas fue La imaginaria ciudad del sol, que fue escrita en
1602 pero no fue publicada hasta 1623. Es una utopía en la que el autor expone su
concepción de ciudad ideal. Está dispuesta en forma de diálogo entre un almirante
genovés y el Gran Maestre de los Hospitalarios. El marino cuenta al caballero cómo se
vio obligado a tocar tierra en la Isla de Taprobana, donde los indígenas lo conducen a la
Ciudad del Sol, que está rodeada por siete murallas, dedicadas cada una a un astro. En la
punta de un monte se encuentra el templo dedicado al Sol.

La organización política de esta singular República es de carácter teocrático. Se mezclan


los asuntos religiosos y públicos de manera inescindible. El supremo gobernante es el
Sacerdote Sol, auxiliado por los Príncipes Pon, Sin y Mor, competentes respectivamente
en materia de poder, sabiduría y amor. Al príncipe Pon le corresponde conocer el arte
guerrero y de los ejéricitos; al Príncipe Sin, la enseñanza de la ciencia y la sabiduría, y al
Príncipe Mor, las labores de la procreación y la educación de los infantes.

Los Ciudadanos de esta República filosófica, conocedores de que la propiedad privada


engendra el egoísmo humano e incita a los hombres a enfrascarse en crueles luchas, han
convenido en que la propiedad sea comunitaria. Todos los hombres habrán de trabajar
pero los funcionarios serán los que harán la distribución de la riqueza. Hasta los actos
más íntimos son en común en esta ciudad.

Trata de una sociedad comunista ideal en la que el poder está en manos de hombres
sabios y sacerdotes. Con esto podemos ver cuan influyente fue la Iglesia sobre Tommaso
Campanella. La imaginaria ciudad del sol contribuyó a desarrollar la ideología
progresista y a estimular el progreso social.

La ciudad del Sol

Sin duda, la obra que más fama procuró a Campanella fue La ciudad del Sol, que se
inscribe en el grupo de las utopías renacentistas como Utopía, de Tomás Moro, o la
Nueva Atlántida, de Francis Bacon. En este libro se reflejan las creencias mágico-
astrológicas del autor junto a sus aspiraciones de renovación. En La ciudad del Sol
dialogan el gran maestre de la orden de los hospitalarios con un almirante genovés que ha
descubierto la ciudad del Sol en Trapobana, Ceilán; durante la conversación se describe
una visión utópica del estado en la misma línea que la polis ideal platónica.

La ciudad se alza sobre una colina y se encuentra dividida por siete círculos inmensos
que reciben su nombre de los siete planetas. Estos círculos son las murallas en las que se
representan las imágenes y símbolos de todos los acontecimientos del mundo. En el
exterior del último círculo aparecen los inventores de las ciencias, las leyes y las armas,
y, en un lugar destacado, Jesucristo y los doce apóstoles. En la cima hay un templo
redondo, sin murallas alrededor, sustentado sobre columnas gruesas y hermosas. Encima
de esta cúpula hay otra que tiene en su techo representadas las principales estrellas del
firmamento junto con sus nombres y el influjo que ejercen sobre las cosas terrenas.
La ciudad está regida por un príncipe sacerdote llamado Hoh, el Metafísico, que se ocupa
de todos los asuntos, tanto temporales como espirituales. Le asisten tres príncipes
denominados Pon, Sin y Mor que significan Poder, Sabiduría y Amor. El Poder tiene a su
cargo lo relativo a la guerra y la paz, la Sabiduría se encarga de las artes liberales y las
escuelas, y el Amor se ocupa del matrimonio y la procreación. Los habitantes de la
ciudad oran a Jesús, ensalzan a Ptolomeo y admiran a Copérnico.

La sociedad es igualitaria, practica la comunidad de bienes y de mujeres eliminando de


esta manera el dinero propio y la familia, fuentes del egoísmo que, una vez eliminadas,
conducen a la desaparición de los crímenes y la violencia.

Se ha dicho que la obra de Campanella no ha sido estudiada con la profundidad que


merece. Por desgracia, estuvo encarcelado los mejores años de su vida y, cuando su
pensamiento pudo obtener el reconocimiento merecido, la filosofía de Descartes
dominaba ya el panorama intelectual.

La magia y la astrología han estado presentes en la historia del pensamiento desde la


Antigüedad y adquirieron un apogeo especial durante el período helenístico y el
Renacimiento. Se creía que el microcosmos era un reflejo del macrocosmos y desde esta
perspectiva se defendían teorías astrológicas, animistas, alquimistas y pampsiquistas. La
idea del dominio de la naturaleza por parte de la ciencia tiene raíces mágicas y se puede
encontrar incluso en pensadores como Francis Bacon. Aunque la revolución científica
que tuvo lugar en el Renacimiento acabó con la concepción mágica del mundo, sus
primeros impulsos se originaron en el mismo contexto que la magia y supuso el caldo de
cultivo de la ciencia moderna.

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