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XXXIV ORDINARIO LUNES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2018

Misa Para fomentar la concordia

RITOS INICIALES
Reunido la Asamblea, el Presidente con los ministros va al altar, mientras se entona el

CANTO DE ENTRADA
Cuando llega al altar, el Presidente con los ministros hace la debida reverencia, besa el
altar, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto de
entrada, el Presidente y los fieles de pie se santiguan, mientras el Presidente dice:

X En el nombre del Padre,


y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
La Asamblea responde: Amén.
El Presidente dice:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la
comunión del Espíritu Santo, estén con todos ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

El Presidente:
El camino hacia el reinado de Dios en el mundo lo traza Jesús con su
vida toda. Que sea esta Eucaristía un momento de insertarnos más
plenamente en su proyecto.

ACTO PENITENCIAL
Presidente:
Reconociendo con humildad que somos pecadores, pidamos perdón
a Dios de todo corazón.
El Presidente y la asamblea guardan silencio breve.

Presidente:
Tú que has sido enviado para sanar a los contritos de corazón:
Señor, ten piedad
Asamblea: Señor, ten piedad.
Presidente:
Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad
Asamblea: Cristo, ten piedad de nosotros.

Presidente:
Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por
nosotros: Señor, ten piedad.
Asamblea: Señor, ten piedad de nosotros.

Presidente:
Dios, todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Asamblea: Amén.

ORACIÓN COLECTA
El Presidente, con las manos juntas dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Presidente, oran en silencio durante unos momentos. Después el
Presidente, con las manos extendidas dice la oración colecta

Señor Dios, suprema unidad y caridad verdadera, da a tus fieles un


solo corazón y una sola alma, para que el cuerpo de tu Iglesia se
mantenga en concordia y, ya que se apoya en la profesión de la
verdad, esté afianzado en una sólida unidad. Por nuestro Señor
Jesucristo...
Al final de la oración la Asamblea aclama: Amén.

La Asamblea se sienta.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 14, 1-3.4-5
Yo, Juan, tuve otra visión: Vi al Cordero, en pie sobre el monte
Sión y con él, ciento cuarenta y cuatro mil personas, que llevaban
grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.
Y oí un ruido que venía del cielo, parecido al estruendo del mar y al
estampido de un trueno poderoso; el ruido que oía era como el de un
gran coro acompañado de arpas. Cantaban un cántico nuevo ante el
trono, ante los cuatro seres vivientes y los ancianos.
Y nadie podía cantar el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro
mil, que habían sido rescatados de la tierra. Éstos son los que
acompañan al Cordero adonde quiera que va; éstos son los que han
sido rescatados de entre los hombres, las primicias para Dios y para
el Cordero; en la boca de ellos no hubo mentira y son irreprochables
ante Dios. Palabra de Dios.
La Asamblea: Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 23

R/. Dichosos los limpios de corazón.

Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él
habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó
sobre los ríos. R/.

R/. Dichosos los limpios de corazón.

¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su


recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en
falso. R/.

R/. Dichosos los limpios de corazón.

Ése obtendrá la bendición de Dios, y Dios, su salvador, le hará


justicia. Ésta es la clase de hombres que te buscan y vienen ante ti,
Dios de Jacob. R/.

R/. Dichosos los limpios de corazón.


La Asamblea se pone de pie.

ALELUYA
El coro y la Asamblea cantan la aclamación antes del Evangelio. Mientras tanto, El
Presidente pone incienso al incensario. El diácono, inclinado ante El Presidente, pide la
bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.

El Presidente en voz baja dice:


El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio, en
el nombre del Padre y del Hijo,  y del Espíritu Santo.
El diacono responde: Amén

Después el diácono va al ambón llevando el Evangeliario, acompañado por los ministros


que llevan el incienso y los cirios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

Aleluya, Aleluya, Aleluya,


Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Estén preparados, porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del
hombre.
El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.
Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Ya en el ambón, dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

 Del santo Evangelio según san Lucas: 21,14


Gloria a ti, Señor Jesús.
La Asamblea responde:

En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que
echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a
una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: "Yo les
aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos
dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado
todo lo que tenía para vivir".
Palabra del Señor.
Acabado el evangelio el diácono dice:
Todos aclaman: Gloria a ti, Señor Jesús.

El diácono lleva el evangeliario al Presidente y éste lo besa, luego dice en secreto:


Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.


Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
HOMILÍA
PLEGARIA UNIVERSAL
El Presidente invita a los fieles a orar, por medio de la siguiente monición:
La caridad es el signo del Reino. Pidamos al Padre nos conceda
crecer en este don.
A cada petición, la Asamblea responde: Padre, aumenta nuestra caridad.

Por el Papa Francisco que reúne en la Caridad a toda la Iglesia, para


que esté siempre asistido de tu Espíritu. Oremos.

Padre, aumenta nuestra caridad.

Para que los gobernantes de las naciones sepan traducir las leyes en
disposiciones para la concordia y la paz. Oremos.

Padre, aumenta nuestra caridad.

Para que el lenguaje del corazón y del diálogo prevalezcan siempre


sobre el lenguaje de las armas. Oremos.

Padre, aumenta nuestra caridad.

Para que los jóvenes descubran en su discernimiento vocacional la


importancia de servir en la edificación de la paz. Oremos.

Padre, aumenta nuestra caridad.


La Asamblea concluye con la siguiente
Oración para pedir Leyes por la Vida

“Gracias, Padre bueno,


por el don de la vida que nos has concedido.
Te pedimos que la podamos vivir
y ayudar a vivir,
hasta la plenitud de Cristo.
Concédenos que en nuestra Patria
nos conduzcamos mediante leyes sensatas,
que reconozcan, respeten, defiendan
y promuevan toda vida humana,
desde su concepción
hasta su término natural”.
Concluye el Presidente:
Virgen María de Guadalupe,
Madre de la Vida,
ruega por nosotros.
Después el Presidente, de pie en el centro del altar, de cara a la Asamblea, extendiendo y
juntando las manos dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
La Asamblea responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


El Presidente con las manos juntas dice:
Oremos.

Señor Dios, que por medio de tus sacramentos y tus mandamientos


nos renuevas conforme a tu imagen, dirige, compasivo, nuestros
pasos por tus sendas, para que en virtud de este sacrificio que te
ofrecemos, nos concedas el don de la caridad que esperamos recibir
de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea responde: Amén

PLEGARIA EUCARÍSTICA
DE LA RECONCILIACIÓN II
V. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario


darte gracias y alabarte,
Dios, Padre todopoderoso,
por todo lo que haces en este mundo,
por Jesucristo, Señor nuestro.
Pues en una humanidad dividida,
por las enemistades y las discordias,
sabemos que Tú diriges los ánimos
para que se dispongan a la reconciliación.
Por tu Espíritu mueves los corazones de los hombres
para que los enemigos vuelvan a la amistad,
los adversarios se den la mano,
los pueblos busquen la concordia.
Con tu acción eficaz consigues, Señor,
que el amor venza al odio,
la venganza deje paso a la indulgencia
y la discordia se convierta en amor mutuo.
Por eso, con los coros celestiales
te damos gracias continuamente
y en la tierra cantamos sin cesar tu majestad:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo…

CP A ti, pues, Padre omnipotente,


te bendecimos por Jesucristo, tu Hijo,
que ha venido en tu nombre.
Él es la Palabra de salvación para los hombres,
la mano que tiendes a los pecadores,
el camino que nos conduce a tu paz.
Cuando nos habíamos apartado de ti
por nuestros pecados, Señor,
nos reconciliaste contigo,
para que, convertidos a ti,
nos amáramos unos a otros por tu Hijo,
a quien entregaste a la muerte por nosotros.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

CC Y ahora, celebrando la reconciliación


que Cristo nos trajo,
te suplicamos:
por la efusión de tu Espíritu santifica estos dones
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:

para que se conviertan


en el Cuerpo + y la Sangre de tu Hijo,
que nos mandó celebrar estos misterios.
Junta las manos

Porque Él mismo,
cuando iba a entregar su vida
por nuestra liberación,
sentado a la mesa,
Toma el pan y sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue

tomó pan en sus manos,


y dando gracias te bendijo,
lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco:

“Tomen y coman todos de él,


porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes”.
Muestra el Pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo
genuflexión.

Después prosigue:
Del mismo modo, aquella noche,

tomó en sus manos el cáliz de la bendición,


y, proclamando tu misericordia,
se lo dio a sus discípulos diciendo:
Toma el cáliz y sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue
“Tomen y beban todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía”.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo
genuflexión.

Luego dice la siguiente fórmula


Cristo nos redimió
Y todos aclaman:
Cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz,
anunciamos tu muerte Señor,
hasta que vuelvas.
Después con las manos extendidas dice:

CC Así pues, al celebrar el memorial


de la muerte y resurrección de tu Hijo,
que nos dejó esta prenda de su amor,
te ofrecemos lo que Tú nos entregaste,
el sacrificio de la reconciliación perfecta.
Te pedimos humildemente, Padre santo,
que nos aceptes también a nosotros,
juntamente con tu Hijo,
y en este banquete salvífico,
concédenos el mismo Espíritu,
que haga desaparecer toda enemistad entre nosotros.

CC 1 Que este Espíritu haga de tu Iglesia


signo de unidad e instrumento de tu paz
entre los hombres
y nos guarde en comunión con el Papa Francisco,
con nuestro Obispo Guillermo,
con los demás Obispos y con todo el pueblo.

Así como nos has congregado ahora


en torno a la mesa de tu Hijo,
reúnenos con la gloriosa Virgen María, Madre de Dios,
con tus apóstoles y con todos los santos,
con nuestros hermanos,
y con los hombres de toda raza y lengua
que murieron en tu amistad,
en el banquete de la unidad eterna,
en los cielos y en la tierra nueva,
donde brilla la plenitud de tu paz,
Junta las manos:

Toma la patena y el cáliz, los levanta y dice:


Por Cristo, con Él y en Él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama: Amén.


RITO DE COMUNION
Una vez que ha bajado el cáliz y la patena, el Presidente, con las manos juntas, dice:
El amor que construye la concordia viene del Padre, pidamos que
venga a gobernarnos:
Extiende las manos y, junto con la Asamblea, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El Presidente, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
La Asamblea concluye la oración aclamando:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Después el Presidente, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
La Asamblea responde: Amén.

El Presidente, vuelto hacia la Asamblea, extendiendo y juntando las manos, añade:


La paz del Señor esté siempre con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

El diácono añade:
Apremiados por la caridad de Cristo, dense fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Presidente da la paz al diácono o a
los ministros. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una
parte del mismo en el cáliz diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este
cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
El Presidente hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado
sobre la patena, lo muestra a la Asamblea, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos, ya desde ahora, los invitados a la mesa de su Reino.
Y, juntamente con la Asamblea, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
El Presidente dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.


El Presidente dice:
Oremos.
Habiendo recibido el sacramento de la unidad, concede, Señor, a
quienes hemos convivido hoy en tu casa en santa concordia, que
poseamos aquella paz que hemos dado y conservemos la que hemos
recibido. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La asamblea responde: Amén.

BENDICIÓN FINAL
El Presidente extiende las manos hacia la Asamblea y dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

La Asamblea inclina la cabeza para recibir la bendición.

El Presidente:
Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano,
custodie su corazón y su inteligencia en el amor y conocimiento de
Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea: Amén.

El Presidente:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre Hijo  y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes.
La Asamblea: Amén.

DESPEDIDA
Diácono:
Vayan en nuestra Eucaristía ha terminado.
La Asamblea: Demos gracias a Dios.

El coro entona el
CANTO DE SALIDA.
XXXIV ORDINARIO MARTES 27 DE SEPTIEMBRE DE 2018
Por los que padecen hambre

RITOS INICIALES
Reunido la Asamblea, el Presidente con los ministros va al altar, mientras se entona el

CANTO DE ENTRADA
Cuando llega al altar, el Presidente con los ministros hace la debida reverencia, besa el
altar, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto de
entrada, el Presidente y los fieles de pie se santiguan, mientras el Presidente dice:

X En el nombre del Padre,


y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
La Asamblea responde: Amén.
El Presidente dice:
El Señor esté con todos ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.
El Presidente:
Recordemos que el Banquete Eucarístico es una invitación a vivir en
Cristo y repetir su gesto para con los más pobres. Vivamos con fe
este encuentro de comunión y servicio.

ACTO PENITENCIAL
Presidente:
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos
conceda la conversión de nuestros corazones, así obtendremos la
reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con
nuestros hermanos..
El Presidente y la asamblea guardan silencio breve.

Presidente:
Defensor de los pobres: Señor, ten piedad
Asamblea: Señor, ten piedad.
Presidente:
Refugio de los débiles: Cristo, ten piedad
Asamblea: Cristo, ten piedad de nosotros.

Presidente:
Esperanza de los pecadores: Señor, ten piedad.
Asamblea: Señor, ten piedad de nosotros.

Presidente:
Dios, todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Asamblea: Amén.

ORACIÓN COLECTA
El Presidente, con las manos juntas dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Presidente, oran en silencio durante unos momentos. Después el
Presidente, con las manos extendidas dice la oración colecta

Mira, Señor, la ofrenda que de tus mismos excelentes dones te


presentamos, para que la abundancia de vida divina y la unidad en el
amor que ella significa, nos impulse a compartir equitativamente lo
nuestro y a cumplir con el deber de la mutua fraternidad. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Al final de la oración la Asamblea aclama: Amén.

La Asamblea se sienta.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 14, 14-19
Yo, Juan, tuve otra visión: Vi una nube blanca y en ella a alguien
que parecía un ser humano, con una corona de oro en la cabeza y
una hoz afilada en la mano.
Entonces un ángel salió del templo y le gritó con potente voz al que
estaba sentado en la nube: "Empuña la hoz y ponte a segar; el
tiempo de la cosecha ha llegado ya; la mies de la tierra está madura".
El que estaba sentado en la nube pasó su hoz sobre la tierra y
recogió la cosecha de la tierra.
Salió otro ángel del templo celestial, también él con una afilada hoz
en su mano. Y salió del templo otro Más, el ángel que tiene poder
sobre el fuego, y le gritó con potente voz al que tenía la hoz afilada:
"Empuña tu hoz afilada y corta los racimos de la viña de la tierra,
porque sus uvas ya están maduras".
El ángel acercó su hoz a la tierra, cosechó la viña de la tierra y echó
los racimos en el gran lagar de la cólera de Dios. Pisaron las uvas en
el lagar, fuera de la ciudad, y del lagar corrió tanta sangre, que subió
hasta los frenos de los caballos, en una extensión de unos trescientos
kilómetros. Palabra de Dios.
La Asamblea: Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 95

R/. Que todo se alegre ante el Señor.

"Reina el Señor", digamos a los pueblos. Él afianzó con su poder el


orbe, gobierna a las naciones con justicia. R/.

R/. Que todo se alegre ante el Señor.

Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo


submarino; salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten
los bosques regocijo. R/.

R/. Que todo se alegre ante el Señor.

Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe.


Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las
naciones. R/.
R/. Que todo se alegre ante el Señor.

La Asamblea responde: Te alabamos, Señor.


La Asamblea se pone de pie.

ALELUYA
El coro y la Asamblea cantan la aclamación antes del Evangelio. Mientras tanto, El
Presidente pone incienso al incensario. El diácono, inclinado ante El Presidente, pide la
bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.

El Presidente en voz baja dice:


El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio, en
el nombre del Padre y del Hijo,  y del Espíritu Santo.
El diacono responde: Amén

Después el diácono va al ambón llevando el Evangeliario, acompañado por los ministros


que llevan el incienso y los cirios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

Aleluya, Aleluya, Aleluya,


Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Sé fiel hasta la muerte y te daré como premio la vida, dice el Señor.
El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.
Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Ya en el ambón, dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

 Del santo Evangelio según san Lucas: 21, 5-11


Gloria a ti, Señor Jesús.
La Asamblea responde:

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la


construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo
adornaban, Jesús dijo: "Días vendrán en que no quedará piedra sobre
piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido".
Entonces le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál
será la señal de que ya está a punto de suceder?".
Él les respondió: "Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos
vendrán usurpando mi nombre y dirán: 'Yo soy el Mesías. El tiempo
ha llegado'. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras
y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que
acontecer, pero todavía no es el fin".
Luego les dijo: "Se levantará una nación contra otra y un reino
contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos,
epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y
terribles".
Acabado el evangelio el diácono dice: Palabra del Señor.
Todos aclaman: Gloria a ti, Señor Jesús.

El diácono lleva el evangeliario al Presidente y éste lo besa, luego dice en secreto:


Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.


Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
HOMILÍA
PLEGARIA UNIVERSAL
El Presidente invita a los fieles a orar, por medio de la siguiente monición:
Oremos al Padre llenos de confianza diciendo:
A cada petición, la Asamblea responde: Escúchanos Padre.

Por el Papa Francisco, los obispos, presbíteros y diáconos, para que


sean promotores primeros de la caridad. Oremos.

Escúchanos Padre.

Por los diplomáticos que buscan por el diálogo políticas que


disminuyan el hambre, para que sean iluminados por el Espíritu
Santo. Oremos.
Escúchanos Padre.

Para que el lenguaje del corazón y del diálogo prevalezcan siempre


sobre el lenguaje de las armas. Oremos.

Escúchanos Padre.

Por quienes dirigen el desarrollo económico, por los empresarios y


trabajadores, para que juntos busquen la equidad en la distribución
de alimentos. Oremos.

Escúchanos Padre.
La Asamblea concluye con la siguiente
ORACIÓN POR LA PAZ

Señor Jesús, tu eres nuestra paz,


mira nuestra Patria dañada por la violencia
y dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren.
Da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan
que somos hermanos
y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión.
Protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes,
a nuestros pueblos y comunidades.
Que como discípulos misioneros tuyos,
ciudadanos responsables,
sepamos ser promotores de justicia y de paz,
para que en ti, nuestro pueblo tenga vida digna.
Amén.
Concluye el Presidente:
Santa María de Guadalupe, Reina de la paz,
ruega por nosotros.
Después el Presidente, de pie en el centro del altar, de cara a la Asamblea, extendiendo y
juntando las manos dice:
En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a
Dios, Padre todopoderoso.
La Asamblea responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


El Presidente con las manos juntas dice:
Oremos.

Mira, Señor, la ofrenda que de tus mismos excelentes dones te


presentamos, para que la abundancia de vida divina y la unidad en el
amor que ella significa, nos impulse a compartir equitativamente lo
nuestro y a cumplir con el deber de la mutua fraternidad. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea responde: Amén

PLEGARIA EUCARÍSTICA
PARA DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS I
La Iglesia en camino hacia la unidad.

V. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu.


V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario


darte gracias, y cantarte un himno
de gloria y de alabanza,
Señor, Padre de infinita bondad.

Porque has reunido por medio del evangelio de tu Hijo


a hombres de todo pueblo, lengua y nación,
en una única Iglesia, y por ella,
vivificada por la fuerza de tu Espíritu,
no dejas de congregar
a todos los hombres en la unidad.

Ella manifiesta la alianza de tu amor,


ofrece incesantemente la gozosa esperanza del reino,
y resplandece como signo de tu fidelidad
que nos prometiste para siempre
en Jesucristo, Señor nuestro.

Y por eso, con todas las potestades del cielo


y con toda la Iglesia,
te aclamamos en la tierra diciendo a una sola voz:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo…

El Presidente, con las manos extendidas dice:

Santo eres, en verdad, y digno de gloria,


Dios que amas a los hombres,
que siempre estás con ellos en el camino de la vida.
Bendito es, en verdad, tu Hijo,
que está presente en medio de nosotros,
cuando somos congregados por su amor,
y como hizo en otro tiempo con sus discípulos,
nos explica las Escrituras
y parte para nosotros el pan.
Junta las manos y manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas dice:
CC Por eso te rogamos, Padre misericordioso,
que envíes tu Espíritu Santo
para que santifique estos dones de pan y vino,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente diciendo:
de manera que se conviertan para nosotros
en el Cuerpo y + la Sangre
Junta las manos
de Jesucristo, nuestro Señor.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor deben pronunciarse claramente y con su
precisión, como lo exige la naturaleza de las mismas palabras.
El cual, la víspera de su Pasión,
en la noche de la Última Cena,
Toma el pan y manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

Tomó pan,
te bendijo, lo partió
y lo dio a sus discípulos diciendo:
Se inclina un poco

“Tomen y coman todos de él,


porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes”.
Muestra el Pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo
genuflexión.

Después prosigue
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
te dio gracias
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco

“Tomen y beban todos de él,


porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna
que será derramada por ustedes
y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía”.
Muestra el Cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.
Luego dice:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue aclamando:

Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.


Ven, Señor Jesús.

CC Por eso, Padre santo,


al celebrar el memorial de Cristo,
tu Hijo, nuestro Salvador,
al que condujiste por su Pasión y muerte en cruz
a la gloria de la resurrección,
y lo sentaste a tu derecha,
anunciamos la obra de tu amor,
hasta que Él venga,
y te ofrecemos el pan de vida
y el cáliz de bendición.

Mira con bondad la ofrenda de tu Iglesia,


en la que se hace presente
el sacrifico pascual de Cristo,
que se nos ha confiado,
y concédenos, por la fuerza
del Espíritu de tu amor,
ser contados ahora y por siempre
entre el número de los miembros de tu Hijo,
cuyo Cuerpo y Sangre comulgamos.

C1 Renueva Señor a tu Iglesia que está en Cuautitlán


con la luz del Evangelio.

Consolida el vínculo de unidad


entre los fieles y los pastores de tu pueblo,
con nuestro Papa Francisco,
nuestro obispo Guillermo,
y todo el orden episcopal,
para que tu pueblo brille,
en este mundo dividido
por las guerras y discordias,
como signo profético de unidad y de paz.

C2 Acuérdate de nuestros hermanos N. N.


que se durmieron en la paz de Cristo,
y de todos los difuntos,
cuya fe sólo Tú conociste:
admítelos a contemplar la luz de tu rostro
y dales la plenitud de la vida en la resurrección.

Y, terminada nuestra peregrinación por este mundo,


concédenos, también,
llegar a la morada eterna,
donde viviremos siempre contigo
y con santa María, la Virgen Madre de Dios,
con los apóstoles y los mártires,
con san N. y San Juan Diego Cuauhtlatoatzin,
y en comunión con todos los santos,
te alabaremos y te glorificaremos
Junta las manos
Por Jesucristo Señor nuestro.
El Obispo toma la patena y el cáliz, los levanta y dice:
Por Cristo, con Él y en Él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama: Amén.

RITO DE COMUNION
Una vez que ha bajado el cáliz y la patena, el Presidente, con las manos juntas, dice:
El amor es fuente de nuestra vida. Pidamos al Padre que reine entre
nosotros siempre:
Extiende las manos y, junto con la Asamblea, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El Presidente, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
La Asamblea concluye la oración aclamando:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Después el Presidente, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
La Asamblea responde: Amén.

El Presidente, vuelto hacia la Asamblea, extendiendo y juntando las manos, añade:


La paz del Señor esté siempre con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

El diácono añade:
En el espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Presidente da la paz al diácono o a
los ministros. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una
parte del mismo en el cáliz diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este
cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
El Presidente hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado
sobre la patena, lo muestra a la Asamblea, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos, ya desde ahora, los invitados a la mesa de su Reino.
Y, juntamente con la Asamblea, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
El Presidente dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.
El Presidente dice:
Oremos.

Dios, Padre todopoderoso, te suplicamos que el pan vivo, bajado


del cielo, nos fortalezca para que ayudemos a nuestros hermanos que
padecen hambre y necesidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea responde: Amén

BENDICIÓN FINAL
El Presidente extiende las manos hacia la Asamblea y dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

La Asamblea inclina la cabeza para recibir la bendición.

El Presidente:
Que Dios todopoderoso los bendiga con su misericordia y les
conceda la sabiduría que salva.
La Asamblea: Amén.

El Presidente:
Que aumente siempre en ustedes la fe y los haga perseverar en las
buenas obras.
La Asamblea: Amén.

El Presidente:
Que enderece hacia sí los pasos de ustedes y les muestre el camino
del amor y de la paz.
La Asamblea: Amén.

El Presidente:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre Hijo  y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes.
La Asamblea: Amén.

DESPEDIDA
Diácono:
Vayan en paz a vivir la caridad, nuestra Eucaristía ha terminado.
La Asamblea: Demos gracias a Dios.

El coro entona el

CANTO DE SALIDA.
XXXIV ORDINARIO MIÉRCOLES 28 SEPTIEMBRE DE 2018

RITOS INICIALES
Reunido la Asamblea, el Presidente con los ministros va al altar, mientras se entona el

CANTO DE ENTRADA
Cuando llega al altar, el Presidente con los ministros hace la debida reverencia, besa el
altar, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto de
entrada, el Presidente y los fieles de pie se santiguan, mientras el Presidente dice:

X En el nombre del Padre,


y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
La Asamblea responde: Amén.
El Presidente dice:
La gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el
Señor, estén con todos ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

El Presidente:
Participar con Cristo en la Eucaristía es caminar con Él siempre y
vivir la confianza que su amor nos cubre ante los dificultades, de
manera especial para ser sus testigos. Vivamos este encuentro con
fe.

ACTO PENITENCIAL
Presidente:
El Señor ha dicho: El que esté sin pecado que tire la primera piedra.
Reconociendo con humildad que somos pecadores, pidamos a Dios,
desde lo más íntimo de nuestro corazón, que nos perdone.
El Presidente y la asamblea guardan silencio breve.

Presidente:
Apiádate Señor, de nosotros.
Asamblea: Porque hemos pecado contra ti.
Presidente:
Ten misericordia de nosotros.
Asamblea: Y danos tu salvación.

Presidente:
Dios, todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Asamblea: Amén.

ORACIÓN COLECTA
El Presidente, con las manos juntas dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Presidente, oran en silencio durante unos momentos. Después el
Presidente, con las manos extendidas dice la oración colecta

Ayuda, Señor, a tus siervos, que imploran tu continua benevolencia,


y ya que se glorían de tenerte como su creador y su guía, renueva en
ellos tu obra creadora y consérvales los dones de tu redención. Por
nuestro Señor Jesucristo...
Al final de la oración la Asamblea aclama: Amén.

La Asamblea se sienta.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 15, 1-4
Yo, Juan, tuve una visión: Vi en el cielo otra gran señal
maravillosa: Eran siete ángeles, portadores de las últimas siete
plagas, con las cuales Dios pondrá fin a su cólera.
Vi también una especie de mar de cristal, mezclado con fuego; y los
vencedores de la bestia, de su estatua y del número simbólico de su
nombre, estaban de pie junto al mar de cristal, con las citaras que
Dios les había dado, y cantaban el cántico de Moisés, el siervo de
Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: "Grandes y maravillosas
son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justo y verdadero tu
proceder, rey de las naciones. ¿Quién no te respetará, Señor? ¿Quién
no te alabará? Ya que sólo tú eres santo, y todas las naciones
vendrán a adorarte, porque tus justas sentencias han quedado
patentes". Palabra de Dios.
La Asamblea: Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 97

R/. Señor, tus obras son maravillosas.

Cantemos al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas. Su


diestra y su santo brazo le han dado la victoria. R/.

R/. Señor, tus obras son maravillosas.

El Señor ha dado a conocer su victoria y ha revelado a las naciones


su justicia. Una vez más ha demostrado Dios su amor y su lealtad
hacia Israel. R/.

R/. Señor, tus obras son maravillosas.

Alégrese el mar y el mundo submarino, el orbe y todos los que en él


habitan. Que los ríos estallen en aplausos y las montañas salten de
alegría. R/.

R/. Señor, tus obras son maravillosas.

Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe.


Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las
naciones. R/.

R/. Señor, tus obras son maravillosas.

La Asamblea responde: Te alabamos, Señor.


La Asamblea se pone de pie.

ALELUYA
El coro y la Asamblea cantan la aclamación antes del Evangelio. Mientras tanto, El
Presidente pone incienso al incensario. El diácono, inclinado ante El Presidente, pide la
bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.

El Presidente en voz baja dice:


El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio, en
el nombre del Padre y del Hijo,  y del Espíritu Santo.
El diacono responde: Amén

Después el diácono va al ambón llevando el Evangeliario, acompañado por los ministros


que llevan el incienso y los cirios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

Aleluya, Aleluya, Aleluya,


Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Sé fiel hasta la muerte y te daré como premio la vida, dice el Señor.
El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.
Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Ya en el ambón, dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

 Del santo Evangelio según san Lucas: 21,12-19


Gloria a ti, Señor Jesús.
La Asamblea responde:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Los perseguirán y los


apresarán, los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán
comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto
ustedes darán testimonio de mí.
Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa,
porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni
contradecir ningún adversario de ustedes.
Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y
amigos. Matarán a algunos de ustedes, y todos los odiarán por causa
mía. Sin embargo, ni un cabello de su cabeza perecerá. Si se
mantienen firmes, conseguirán la vida".
Acabado el evangelio el diácono dice: Palabra del Señor.
Todos aclaman: Gloria a ti, Señor Jesús.

El diácono lleva el evangeliario al Presidente y éste lo besa, luego dice en secreto:


Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.


Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
HOMILÍA
PLEGARIA UNIVERSAL
El Presidente invita a los fieles a orar, por medio de la siguiente monición:
Oremos llenos de confianza diciendo:
A cada petición, la Asamblea responde: Escúchanos, Padre.

Por el Papa Francisco y el Colegio de Cardenales, para que sean


siempre testimonio de unidad, caridad y servicio. Oremos.

Escúchanos, Padre. Oremos.

Para que nuestras autoridades civiles antepongan el bien de la


Nación a los intereses de su grupo e ideología partidaria. Oremos.

Escúchanos, Padre. Oremos.

Para que el lenguaje del corazón y del diálogo prevalezcan siempre


sobre el lenguaje de las armas. Oremos.

Escúchanos, Padre. Oremos.

Por todos los laicos y consagrados que participan activamente en los


equipos parroquiales, de decanato, Vicaría y Diócesis. Oremos.
Escúchanos, Padre. Oremos.
La Asamblea concluye con la siguiente
ORACIÓN POR EL SINODO

Dulce Niña y Madre nuestra,


Míranos, estamos aquí, a tus pies,
para presentarte nuestras preocupaciones.
Sabes que somos pequeños, frágiles,
y nos cuesta trabajo caminar en la fe.
Cuídanos Madre del amor, para que nos dejemos
envolver por el Espíritu de Dios.
Ayúdanos a tener el temor de descuidar
el querer del Padre.
Ayúdanos a crecer en el conocimiento
y la santa esperanza que vienen
de la Palabra que tú acogiste plenamente.
Enséñanos a tomar
nuestro compromiso y conversión
hacia la nueva evangelización.
Tú nos escuchas siempre,
porque eres nuestro consuelo y auxilio,
por eso confiados nos acogemos bajo tu amparo.
Concluye el Presidente:
Gracias Madre, bendícenos, camina con nosotros
para que sigamos a Tu Hijo que vive y reina
por los siglos de los siglos.
La Asamblea concluye.
Amén.
Después el Presidente, de pie en el centro del altar, de cara a la Asamblea, extendiendo y
juntando las manos dice:
En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a
Dios, Padre todopoderoso.
La Asamblea responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


El Presidente con las manos juntas dice:
Oremos.

Santifica, Señor, por tu piedad, estos dones y al recibir en oblación


este sacrificio espiritual, conviértenos para ti en una perenne
ofrenda. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea responde: Amén

Prefacio Común IX
La gloria de Dios es que el hombre tenga vida

V. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu.


V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todo poderoso y eterno.
Tú eres el Dios vivo y verdadero;
el universo está lleno de tu presencia,
pero sobre todo has dejado
la huella de tu gloria en el hombre,
creado a tu imagen.
Tú lo llamas a cooperar
con el trabajo cotidiano
en el proyecto de la creación
y le das a tu Espíritu Santo
para que sea artífice
de justicia y de paz,
en Cristo, hombre nuevo.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos,
cantamos con alegría
el himno de tu alabanza:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III


El Presidente, con las manos extendidas dice:

Santo eres, en verdad, Padre,


y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
CC Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean Cuerpo y † Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.

Porque Él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
y dando gracias te bendijo,
lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.
Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes.
Muestra el pan consagrado el pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo
genuflexión:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz, dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco
Tomen y beban todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna
que será derramada por ustedes
y por muchos para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre le corporal y lo adora haciendo
genuflexión.

CC Éste es el Sacramento de nuestra fe.


El pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.
Ven, Señor Jesús.

CC Así, pues, Padre,


al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,


y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de tu Espíritu Santo,
formemos en Cristo
un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1 Que Él nos transforme en ofrenda permanente,


para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José,
los apóstoles y los mártires,
San N. N., y San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
y todos los santos,
por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2 Te pedimos, Padre,
que esta víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa Francisco,
a nuestro Obispo Guillermo,
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.

CC Atiende los deseos y súplicas de esta familia


que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
+A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes.+
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los levanta y dice:
Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama: Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN
Una vez que ha bajado el cáliz y la patena, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de
reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el
Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El Obispo, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el Obispo, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

El pueblo responde: Amén.


El Obispo, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.

El pueblo responde: Y con tu espíritu.


El diácono añade:
En el Espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Obispo da la paz a los con
celebrantes y al diácono o a los ministros. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre
la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros
alimento de vida eterna.

Mientras tanto se canta o se dice:


Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
A continuación el Obispo, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y
condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio
saludable.

El Obispo hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco


elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El Obispo dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.


El Presidente dice:
Oremos.

Acompaña, Señor, con tu permanente auxilio, a quienes renuevas


con el don celestial, y a quienes no dejas de proteger, concédeles ser
cada vez más dignos de la eterna redención. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
La asamblea responde: Amén.

BENDICIÓN FINAL
El Presidente extiende las manos hacia la Asamblea y dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

La Asamblea inclina la cabeza para recibir la bendición.

El Presidente:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre Hijo  y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes.
La Asamblea: Amén.

DESPEDIDA
Diácono:
Vayan en paz, nuestra Eucaristía ha terminado.
La Asamblea: Demos gracias a Dios.

El coro entona el

CANTO DE SALIDA.
XXXIV ORDINARIO JUEVES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2018
Votiva de la Santísima Trinidad

RITOS INICIALES
Reunido la Asamblea, el Presidente con los ministros va al altar, mientras se entona el

CANTO DE ENTRADA
Cuando llega al altar, el Presidente con los ministros hace la debida reverencia, besa el
altar, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto de
entrada, el Presidente y los fieles de pie se santiguan, mientras el Presidente dice:

X En el nombre del Padre,


y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
La Asamblea responde: Amén.
El Presidente dice:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la
comunión del Espíritu Santo, estén con todos ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

El Presidente:
Dios es amor, es comunión. Tres perfectas personas que son uno
solo. Nos ha creado a su imagen, distintos para ser complementarios
y en Cristo edificar su reinado. La Eucaristía sea nuestro camino.

ACTO PENITENCIAL
Presidente:
Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia con el
Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento, para
acercarnos a la mesa del Señor.
El Presidente y la asamblea guardan silencio breve.

Presidente:
Tú que eres el camino que conduce al Padre: Señor, ten piedad
Asamblea: Señor, ten piedad.
Presidente:
Tú que eres la verdad que ilumina a los pueblos: Cristo, ten piedad
Asamblea: Cristo, ten piedad de nosotros.

Presidente:
Tú que eres la vida que renueva el mundo: Señor, ten piedad.
Asamblea: Señor, ten piedad de nosotros.

Presidente:
Dios, todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Asamblea: Amén.

ORACIÓN COLECTA
El Presidente, con las manos juntas dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Presidente, oran en silencio durante unos momentos. Después el
Presidente, con las manos extendidas dice la oración colecta

Dios Padre, que al enviar al mundo la Palabra de verdad y el


Espíritu Santificador, revelaste a todos los hombres tu misterio
admirable, concédenos que, profesando la fe verdadera,
reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la gloria de
la eterna Trinidad y adoremos la Unidad de su majestad
omnipotente. Por nuestro Señor Jesucristo...
Al final de la oración la Asamblea aclama: Amén.

La Asamblea se sienta.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: 18, 1-2. 21- 23; 19, 1-
3. 9
Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo. Su poder era inmenso y
con resplandor iluminó la tierra. Gritó con voz potente y dijo: "Ha
caído ya la gran Babilonia y ha quedado convertida en morada de
demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros, en
escondrijo de aves inmundas y repugnantes".
Otro ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una rueda de
molino y la arrojó al mar, diciendo: "Con esta misma violencia será
arrojada Babilonia, la gran ciudad, y desaparecerá para siempre. Ya
no se volverán a escuchar en ti ni cantos, ni citaras, ni flautas, ni
trompetas. Ya no habrá jamás en ti artesanos de ningún oficio, ni se
escuchará más el ruido de la piedra de molino; ya no brillarán en ti
las luces de las lámparas ni volverá a escucharse en ti el bullicio de
las bodas. Esto sucederá porque tus comerciantes llegaron a dominar
la tierra y tú, con tus brujerías, sedujiste a todas las naciones".
Después de esto oí algo así como una inmensa multitud que cantaba
en el cielo: "¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a
nuestro Dios, porque sus sentencias son legítimas y justas. Él ha
condenado a la gran prostituta, que corrompía a la tierra con su
fornicación y le ha pedido cuentas de la sangre de sus siervos". Y
por segunda vez todos cantaron: "¡Aleluya! El humo del incendio de
la gran ciudad se eleva por los siglos de los siglos".
Entonces un ángel me dijo: "Escribe: 'Dichosos los invitados al
banquete de bodas del Cordero'". Palabra de Dios.
La Asamblea: Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 99

R/. Dichosos los invitados al banquete del Señor.

Alabemos a Dios todos los hombres, sirvamos al Señor con alegría y


con júbilo entremos en su templo. R/.

R/. Dichosos los invitados al banquete del Señor.


Reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y
somos suyos, que somos su pueblo y su rebaño. R/.

R/. Dichosos los invitados al banquete del Señor.

Entremos por sus puertas dando gracias, crucemos por sus atrios
entre himnos, alabando al Señor y bendiciéndolo. R/.

R/. Dichosos los invitados al banquete del Señor.

Porque el Señor es bueno, bendigámoslo, porque es eterna su


misericordia y su fidelidad nunca se acaba. R/.

R/. Dichosos los invitados al banquete del Señor.


La Asamblea se pone de pie.

ALELUYA
El coro y la Asamblea cantan la aclamación antes del Evangelio. Mientras tanto, El
Presidente pone incienso al incensario. El diácono, inclinado ante El Presidente, pide la
bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.

El Presidente en voz baja dice:


El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio, en
el nombre del Padre y del Hijo,  y del Espíritu Santo.
El diacono responde: Amén

Después el diácono va al ambón llevando el Evangeliario, acompañado por los ministros


que llevan el incienso y los cirios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

Aleluya, Aleluya, Aleluya,


Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su
liberación, dice el Señor.
El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.
Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Ya en el ambón, dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

 Del santo Evangelio según san Lucas: 21, 20-28


La Asamblea responde: Gloria a ti, Señor Jesús.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando vean a
Jerusalén sitiada por un ejército, sepan que se aproxima su
destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los
montes; los que estén en la ciudad, que se alejen de ella; los que
estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad; porque esos días
serán de castigo para que se cumpla todo lo que está escrito.
¡Pobres de las que estén embarazadas y de las que estén criando en
aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre el país y el
castigo de Dios se descargará contra este pueblo. Caerán al filo de la
espada, serán llevados cautivos a todas las naciones y Jerusalén será
pisoteada por los paganos, hasta que se cumpla el plazo que Dios les
ha señalado.
Habrá señales prodigiosas en el sol, en la luna y en las estrellas. En
la tierra, las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el
estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de
angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues
hasta las estrellas se bambolearán. Entonces verán venir al Hijo del
hombre en una nube, con gran poder y majestad. Cuando estas cosas
comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque
se acerca la hora de su liberación".
Acabado el evangelio el diácono dice: Palabra del Señor.
Todos aclaman: Gloria a ti, Señor Jesús.

El diácono lleva el evangeliario al Presidente y éste lo besa, luego dice en secreto:


Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.


Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
HOMILÍA
PLEGARIA UNIVERSAL
El Presidente invita a los fieles a orar, por medio de la siguiente monición:
Llenos de confianza oremos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
A cada petición, la Asamblea responde: Oh Santa Trinidad, consérvanos en tu
amor.

Para que el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes y diáconos, en


comunión conduzcan a la Iglesia en la caridad. Oremos.

Oh Santa Trinidad, consérvanos en tu amor.

Para que los gobernantes de las naciones busquen proyectos de paz y


solidaridad con los países más necesitados. Oremos.

Oh Santa Trinidad, consérvanos en tu amor.

Para que el lenguaje del corazón y del diálogo prevalezcan siempre


sobre el lenguaje de las armas. Oremos.

Oh Santa Trinidad, consérvanos en tu amor.

Para que las familias, unidas por el diálogo y la oración sean fuente
de nueva humanidad que edifica el Reino. Oremos.

Oh Santa Trinidad, consérvanos en tu amor.

Por quienes tienen la responsabilidad de la justicia, para que sin


hacer distinción de personas promuevan leyes y las apliquen a favor
de todos. Oremos.

Oh Santa Trinidad, consérvanos en tu amor.


La Asamblea concluye con la siguiente
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Dios, Padre Santo, te agradecemos


el don de tu Hijo Jesucristo, Pastor de nuestras almas,
quien junto contigo nos ha enviado al Espíritu Santo
para que participemos de tu santidad.

Te agradecemos el don del sacerdocio


otorgado a todos en el bautismo.
Te pedimos que suscites el llamado
al ministerio de tu Hijo
en jóvenes que quieran responderte
a partir de su encuentro con Él.

Gracias por todos los diáconos, presbíteros y obispos;


guárdalos en tu fidelidad;
suscita en los jóvenes el deseo de vivir en Ti
en el Sacramento del Matrimonio, en la Vida Religiosa
o en la Consagración de su Virginidad.

Por intercesión de nuestra Madre de Guadalupe,


que nos ha visitado en esta Diócesis de Cuautitlán,
te pedimos que a todos nos hagas tan buenos
como a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Concluye el Presidente:
Gracias, Padre, sabemos que siempre nos escuchas
en tu mismo Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea responde:
Amen.
Después el Presidente, de pie en el centro del altar, de cara a la Asamblea, extendiendo y
juntando las manos dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
La Asamblea responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
El Presidente con las manos juntas dice:
Oremos.

Por la invocación de tu nombre, santifica, Señor, estos dones que te


presentamos y transfórmanos por ellos en una continua oblación a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea responde: Amén

PLEGARIA EUCARÍSTICA IV
V. El Señor esté con ustedes. R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo darte gracias,


y deber nuestro glorificarte,
Padre santo,
porque tú eres el único Dios
vivo y verdadero
que existes desde siempre
y vives para siempre;
luz sobre toda luz.
Porque tú sólo eres bueno
y la fuente de la vida,
hiciste todas las cosas
para colmarlas de tus bendiciones
y alegrar su multitud
con la claridad de tu gloria.
Por eso,
innumerables ángeles en tu presencia,
contemplando la gloria de tu rostro,
te sirven siempre y te glorifican sin cesar.
Y con ellos también nosotros,
llenos de alegría,
y por nuestra voz
las demás criaturas,
aclamamos tu nombre cantando:
Santo, Santo, Santo es el Señor,

El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CP Te alabamos, Padre santo,


porque eres grande
y porque hiciste todas las cosas
con sabiduría y amor.

A imagen tuya creaste al hombre


y le encomendaste el universo entero,
para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador,
dominara todo lo creado.

Y cuando por desobediencia perdió tu amistad,


no lo abandonaste al poder de la muerte,
sino que, compadecido, tendiste la mano a todos,
para que te encuentre el que te busca.

Reiteraste, además, tu alianza a los hombres;


por los profetas los fuiste llevando
con la esperanza de salvación.

Y tanto amaste al mundo, Padre santo,


que, al cumplirse la plenitud de los tiempos,
nos enviaste como salvador a tu único Hijo.

El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo,


nació de María, la Virgen,
y así compartió en todo
nuestra condición humana
menos en el pecado;
anunció la salvación a los pobres,
la liberación a los oprimidos
y a los afligidos el consuelo.

Para cumplir tus designios,


Él mismo se entregó a la muerte,
y, resucitando, destruyó la muerte
y nos dio nueva vida.

Y porque no vivamos ya para nosotros mismos,


sino para Él, que por nosotros murió y resucitó,
envió, Padre, al Espíritu Santo
como primicia para los creyentes,
a fin de santificar todas las cosas,
llevando a plenitud su obra en el mundo.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

CC Por eso, Padre, te rogamos


que este mismo Espíritu
santifique estas ofrendas,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:

para que se conviertan


en el Cuerpo y + la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor,
Junta las manos.

y así celebremos el gran misterio


que nos dejó como alianza eterna.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad,
como lo requiere la naturaleza de éstas.

Porque él mismo,
llegada la hora
en que había de ser glorificado
por ti, Padre santo,
habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo,
los amó hasta el extremo.
Y, mientras cenaba con sus discípulos,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan,
te bendijo,
lo partió
y se lo dio, diciendo:
Se inclina un poco.

“Tomen y coman todos de él,


porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes”.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora
haciendo genuflexión.
Después prosigue:

Del mismo modo,


Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó el cáliz lleno del fruto de la vid,


te dio gracias
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.

“Tomen y beban todos de él,


porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía”.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.
Luego dice una de las siguientes fórmulas:

Éste es el Sacramento de nuestra fe.


Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección,
¡Ven, Señor Jesús!

CC Por eso, Padre,


al celebrar ahora el memorial de nuestra redención,
recordamos la muerte de Cristo
y su descenso al lugar de los muertos,
proclamamos su resurrección y ascensión a tu derecha;
y mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos su Cuerpo y su Sangre,
sacrificio agradable a ti
y salvación para todo el mundo.

Dirige tu mirada sobre esta Víctima


que tú mismo has preparado a tu Iglesia,
y concede a cuantos compartimos
este pan y este cáliz,
que, congregados en un solo cuerpo
por el Espíritu Santo,
seamos en Cristo
víctima viva para alabanza de tu gloria.

C1 Y ahora, Señor, acuérdate


de todos aquellos por quienes te ofrecemos
este sacrificio:
de tu servidor el Papa Francisco,
de nuestro obispo Guillermo,
del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de los aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
C2 Acuérdate también
de los que murieron en la paz de Cristo
y de todos los difuntos,
cuya fe sólo Tú conociste.

Padre de bondad,
que todos tus hijos nos reunamos
en la heredad de tu reino,
con María, la Virgen Madre de Dios
y san José su Esposo,
con los apóstoles y los santos;
y allí, junto con toda la creación
libre ya del pecado y de la muerte,
te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro,
Junta las manos.

por quien concedes al mundo todos los bienes.


Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

CP Por Cristo, con él y en él,


a ti, Dios Padre omnipotente,
CC en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama: Amén.

RITO DE COMUNION
Una vez que ha bajado el cáliz y la patena, el Presidente, con las manos juntas, dice:
Para edificar el Reino con Cristo, oremos junto con Él diciendo:
Extiende las manos y, junto con la Asamblea, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El Presidente, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
La Asamblea concluye la oración aclamando:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Después el Presidente, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
La Asamblea responde: Amén.

El Presidente, vuelto hacia la Asamblea, extendiendo y juntando las manos, añade:


La paz del Señor esté siempre con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.
El diácono añade:
En el espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Presidente da la paz al diácono o a
los ministros. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una
parte del mismo en el cáliz diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este
cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
El Presidente hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado
sobre la patena, lo muestra a la Asamblea, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos, ya desde ahora, los invitados a la mesa de su Reino.
Y, juntamente con la Asamblea, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
El Presidente dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.


El Presidente dice:
Oremos.
Que la recepción de este sacramento y nuestra profesión de fe en la
Trinidad Santa y Eterna, y en su Unidad indivisible, nos aprovechen,
Señor, Dios nuestro, para la salvación de cuerpo y alma. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
La asamblea responde: Amén.

BENDICIÓN FINAL
El Presidente extiende las manos hacia la Asamblea y dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

La Asamblea inclina la cabeza para recibir la bendición.

El Presidente:
Que el Señor los bendiga y los guarde.
La Asamblea: Amén.

El Presidente:
Que haga resplandecer su rostro sobre ustedes y les muestre su
misericordia.
La Asamblea: Amén.

El Presidente:
Que vuelva su mirada hacia ustedes y les conceda su paz.
La Asamblea: Amén.

El Presidente:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre Hijo  y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes.
La Asamblea: Amén.

DESPEDIDA
Diácono:
Vayan a vivir lo que hemos celebrado, nuestra Eucaristía ha
terminado.
La Asamblea: Demos gracias a Dios.

El coro entona el

CANTO DE SALIDA.
XXXIV ORDINARIO VIERNES 30 DE SEPTIEMBRE DE 2018
San Andrés, Apóstol

RITOS INICIALES
Reunido la Asamblea, el Presidente con los ministros va al altar, mientras se entona el

CANTO DE ENTRADA
Cuando llega al altar, el Presidente con los ministros hace la debida reverencia, besa el
altar, lo inciensa. Después se dirige con los ministros a la sede. Terminado el canto de
entrada, el Presidente y los fieles de pie se santiguan, mientras el Presidente dice:

X En el nombre del Padre,


y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
La Asamblea responde: Amén.
El Presidente dice:
El Señor esté con todos ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.
El Presidente:
La lógica de la evangelización inicia en Cristo y culmina en Él que
nos envía como testigos. No cortemos esta Tradición que viene de
los Apóstoles y en esta Eucaristía renovemos nuestra fidelidad a
Cristo.

ACTO PENITENCIAL
Presidente:
Reconociendo con humildad que somos pecadores, pidamos perdón
a Dios de todo corazón.
El Presidente y la asamblea guardan silencio breve.

Después todos dicen en común la fórmula de la confesión general:


Yo confieso, ante Dios todopoderoso, y ante ustedes hermanos que
he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Y golpeándose el pecho dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los santos y a los
ángeles,
Y a ustedes hermanos,
Que intercedan por mí ante Dios nuestro Señor
Sigue la absolución del sacerdote:
Dios, todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Asamblea: Amén.

Presidente:
Señor, ten piedad
Asamblea: Señor, ten piedad.

Presidente:
Cristo, ten piedad
Asamblea: Cristo, ten piedad.

Presidente:
Señor, ten piedad.
Asamblea: Señor, ten piedad.

Se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
El Presidente, con las manos juntas dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Presidente, oran en silencio durante unos momentos. Después el
Presidente, con las manos extendidas dice la oración colecta

Dios de gloria y majestad, tú que elegiste al apóstol san Andrés para


que fuera predicador del Evangelio y pastor de tu Iglesia, haz que
sea siempre ante ti nuestro poderoso intercesor. Por nuestro Señor
Jesucristo...
Al final de la oración la Asamblea aclama: Amén.
La Asamblea se sienta.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 10, 9-18


Hermanos: Basta que cada uno declare con su boca que Jesús es el
Señor y que crea en su corazón que Dios lo resucitó de entre los
muertos, para que pueda salvarse. En efecto, hay que creer con el
corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para
alcanzar la salvación.
Por eso dice la Escritura: Ninguno que crea en él quedará
defraudado, porque no existe diferencia entre judío y no judío, ya
que uno mismo es el Señor de todos, espléndido con todos los que lo
invocan, pues todo el que invoque al Señor como a su Dios, será
salvado por él.
Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y
cómo van a creer en él, si no han oído hablar de él? ¿Y cómo van a
oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a
haber quienes lo anuncien, si no son enviados? Por eso dice la
Escritura: ¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero
que trae buenas noticias!
Sin embargo, no todos han creído en el Evangelio. Ya lo dijo Isaías:
Señor, ¿quién ha creído en nuestra predicación? Por lo tanto, la fe
viene de la predicación y la predicación consiste en anunciarla
palabra de Cristo. Entonces yo pregunto: ¿Acaso no habrán oído la
predicación? ¡Claro que la han oído!, pues la Escritura dice: La voz
de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han
llegado hasta el último rincón de la tierra. Palabra de Dios.
La Asamblea: Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 18
R/. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.

Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la


obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una
noche se lo transmite a la otra noche. R/.

R/. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.

Sin que pronuncien una palabra, sin que resuene su voz, a toda la
tierra llega su sonido y su mensaje hasta el fin del mundo. R/.

R/. El mensaje del Señor resuena en toda la tierra.

La Asamblea responde: Te alabamos, Señor.


La Asamblea se pone de pie.

ALELUYA
El coro y la Asamblea cantan la aclamación antes del Evangelio. Mientras tanto, El
Presidente pone incienso al incensario. El diácono, inclinado ante El Presidente, pide la
bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.

El Presidente en voz baja dice:


El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio, en
el nombre del Padre y del Hijo,  y del Espíritu Santo.
El diacono responde: Amén

Después el diácono va al ambón llevando el Evangeliario, acompañado por los ministros


que llevan el incienso y los cirios.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO

Aleluya, Aleluya, Aleluya,


Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Síganme, dice el Señor, y yo los haré pescadores de hombres. R/.
El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.
Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
Ya en el ambón, dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

 Del santo Evangelio según san Mateo: 4, 18-22


La Asamblea responde: Gloria a ti, Señor Jesús.
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a
dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales
estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les
dijo: "Síganme y los haré pescadores de hombres". Ellos
inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan,
hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando
las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a
su padre, lo siguieron.
Acabado el evangelio el diácono dice: Palabra del Señor.
Todos aclaman: Gloria a ti, Señor Jesús.

El diácono lleva el evangeliario al Presidente y éste lo besa, luego dice en secreto:


Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

El coro y la Asamblea vuelven a entonar el Aleluya.


Aleluya, Aleluya, Aleluya,
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
HOMILÍA
PLEGARIA UNIVERSAL
El Presidente invita a los fieles a orar, por medio de la siguiente monición:
Presentemos confiadamente al Padre nuestras oraciones
A cada petición, la Asamblea responde: Por intercesión de San Andrés
Apóstol, escúchanos, Padre.

Por el Papa Francisco, sucesor de Pedro, para que asistido por el


Espíritu Santo nos siga confirmando en la fe. Oremos.
Por intercesión de San Andrés Apóstol, escúchanos, Padre.

Por nuestros gobernantes, para que reconociendo la dignidad de cada


persona respeten su libertad religiosa. Oremos.

Por intercesión de San Andrés Apóstol, escúchanos, Padre.

Para que el lenguaje del corazón y del diálogo prevalezcan siempre


sobre el lenguaje de las armas. Oremos.

Por intercesión de San Andrés Apóstol, escúchanos, Padre.

Por los jóvenes y adolescentes, para que en su discernimiento


vocacional descubran a Jesús que los llama al camino verdadero de
vida. Oremos.

Por intercesión de San Andrés Apóstol, escúchanos, Padre.


Asamblea concluye con la siguiente

ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA POR LOS MIGRANTES

Jesús, María y José,


familia migrante y refugiada,
a Ustedes encomendamos
el cuidado de nuestros hermanos
que van en busca de una vida digna,
alejada de la corrupción, la injusticia,
la carencia, y la inseguridad.
Les pedimos que protejan
a las madres que llevan en su seno a su hijo,
a los niños pequeños y los adolescentes;
que fortalezcan a los jóvenes y adultos.
Que ninguno, a pesar de sus sufrimientos,
se sienta perdido de la mirada del Padre
que a Ustedes condujo
por la fuerza del Espíritu Santo,
y conservando sus riquezas culturales,
puedan llegar a su destino para compartirlas
y que sepamos siempre acogerlos, protegerlos,
capacitarlos e incorporarlos
a las nuevas realidades a las que lleguen
para cumplir con Ustedes
la voluntad del Padre.
Así sea.
Después el Presidente, de pie en el centro del altar, de cara a la Asamblea, extendiendo y
juntando las manos dice:
En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a
Dios, Padre todopoderoso.
La Asamblea responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS


El Presidente con las manos juntas dice:
Oremos.

Concédenos, Dios todopoderoso, que te agraden estos dones que te


presentamos en la festividad de san Andrés, y haz que sean para
nosotros fuente de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
La Asamblea responde: Amén

PREFACIO II DE LOS APÓSTOLES.


Los apóstoles, cimientos de la Iglesia y testigos de Cristo

V. El Señor esté con ustedes. R. Y con su espíritu.


V. Levantemos el corazón. R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,


es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
Por Cristo, Señor nuestro.

Porque cimentaste tu Iglesia


sobre la roca de los Apóstoles,
para que ella fuera en el mundo
signo permanente de tu santidad
y anunciara a todos los hombres,
tu mensaje de salvación.

Por eso, ahora y siempre,


con toda la multitud de los ángeles
te celebramos llenos de profunda devoción,
y te aclamamos diciendo:
Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Santo eres en verdad, Señor,


fuente de toda santidad;
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

CC por eso te pedimos que santifiques estos dones


con la efusión de tu Espíritu,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente,
diciendo:

de manera que se conviertan para nosotros


en el Cuerpo y + la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor.
Junta las manos.

En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo
requiere la naturaleza de éstas.

El cual,
cuando iba a ser entregado a su Pasión,
voluntariamente aceptada,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó pan, dándote gracias, lo partió


y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.

“Tomen y coman todos de él,


porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por ustedes”.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora
haciendo genuflexión.

Después prosigue:

Del mismo modo, acabada la cena,


Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:

tomó el cáliz,
y, dándote gracias de nuevo,
lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.

“Tomen y beban todos de él,


porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada
por ustedes y por muchos
para el perdón de los pecados.
Hagan esto en conmemoración mía”.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo
genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

Éste es el Sacramento de nuestra fe.


Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección,
¡Ven, Señor Jesús!
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CC Así, pues, Padre,


al celebrar ahora el memorial
de la muerte y resurrección de tu Hijo,
te ofrecemos
el pan de vida y el cáliz de salvación,
y te damos gracias
porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.

Te pedimos humildemente
que el Espíritu Santo congregue en la unidad
a cuantos participamos
del Cuerpo y Sangre de Cristo.

C1▪ Acuérdate, Señor,


de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
y con el Papa Francisco,
con nuestro obispo Guillermo,
y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.

C2 Acuérdate también de nuestros hermanos


que se durmieron en la esperanza
de la resurrección,
y de todos los que han muerto en tu misericordia;
admítelos a contemplar la luz de tu rostro.
Ten misericordia de todos nosotros,
y así, con María, la Virgen Madre de Dios,
San José su esposo,
los apóstoles
y cuantos vivieron en tu amistad
a través de los tiempos,
merezcamos, por tu Hijo Jesucristo,
compartir la vida eterna
y cantar tus alabanzas.
Junta las manos.
Toma la patena, con el pan consagrado, y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:

CP Por Cristo, con él y en él,


a ti, Dios Padre omnipotente,
CC en la unidad del Espíritu Santo
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

El pueblo aclama: Amén.

RITO DE COMUNION
Una vez que ha bajado el cáliz y la patena, el Presidente, con las manos juntas, dice:
Como los primeros discípulos de Jesús, aprendamos a orar como Él
les enseño, diciendo:
Extiende las manos y, junto con la Asamblea, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
El Presidente, con las manos extendidas, prosigue él solo:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
La Asamblea concluye la oración aclamando:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Después el Presidente, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
La Asamblea responde: Amén.

El Presidente, vuelto hacia la Asamblea, extendiendo y juntando las manos, añade:


La paz del Señor esté siempre con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu espíritu.

El diácono añade:
En el espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz. El Presidente da la paz al diácono o a
los ministros. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una
parte del mismo en el cáliz diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, unidos en este
cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
El Presidente hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado
sobre la patena, lo muestra a la Asamblea, diciendo:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos, ya desde ahora, los invitados a la mesa de su Reino.
Y, juntamente con la Asamblea, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.
El Presidente dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN.


El Presidente dice:
Oremos.

Que nos fortalezca, Señor, la comunión de tu sacramento, para que,


a ejemplo de san Andrés, apóstol, compartiendo los sufrimientos de
Cristo, merezcamos vivir con él en la gloria. El, que vive y reina por
los siglos de los siglos.
La asamblea responde: Amén.

BENDICIÓN FINAL
El Presidente extiende las manos hacia la Asamblea y dice:
El Señor esté con ustedes.
La Asamblea responde: Y con tu Espíritu.

La Asamblea inclina la cabeza para recibir la bendición.

El Presidente:
Que Dios nuestro Padre, que nos ha congregado para celebrar hoy la
fiesta de san Andrés, apóstol, los bendiga y los proteja, y los
confirme en su paz.
La Asamblea: Amén

El Presidente:
Que Cristo, el Señor, que ha manifestado en san Andrés, apóstol, la
fuerza renovadora del misterio pascual, los haga auténticos testigos
de su evangelio.
La Asamblea: Amén

El Presidente:
Que el Espíritu Santo que en san Andrés, apóstol, nos ha ofrecido un
ejemplo de caridad evangélica, les conceda la gracia de acrecentar
en la Iglesia la verdadera comunión de fe y de amor.
La Asamblea: Amén

El Presidente:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre Hijo  y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes.
La Asamblea: Amén.

DESPEDIDA
Diácono:
Vayan a servir a Dios en su vida, nuestra Eucaristía ha terminado.

La Asamblea: Demos gracias a Dios.


El coro entona el

CANTO DE SALIDA.

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