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E conomía

cológica
Bases operativas:
una ecopolítica

IDEAS

17

Instituto de Estudios Ambientales -IDEA


Gómez Giraldo, Luis Jair
Economía ecológica, bases operativa : una ecopolítica / Luis Jair
Gómez Giraldo. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia, IDEA,
2010.
176 p. ; 23 cm. -- (Ideas ; 17)
ISBN 978-958-719-467-8
Incluye bibliografía.
1. Economía ambiental 2. Recursos naturales - Aspectos económicos
3. Política ambiental 4. Crecimiento sostenible I. Tít. II. Serie.
333.7 cd 21 ed.
A1251064
CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Universidad Nacional de Colombia


Instituto de Estudios Ambientales -IDEA
Calle 44 No. 45-67 Unidad Camilo Torres, Bloque B5 - Bogotá D.C.
Teléfonos: 316 5085 - 316 5000

Moisés Wasserman
Rector

Tomás León Sicard


Director del IDEA

Nohra León Rodríguez


Coordinadora del Programa de Maestría en
Medio Ambiente y Desarrollo –PMDA

Luis Jair Gómez Giraldo


Autor

ISBN: 978-958-719-467-8
Impreso en Colombia
Abril de 2010

Producción gráfica e impresión:


Opciones Gráficas Editores Ltda
Teléfonos: 224 1823 - 482 7071 Bogotá
www.opcionesgraficas.com
A Alba, quien ha alumbrado
sin condiciones, todo el recorrido
sentimental de mi vida.

A Elkin Vargas P., y Luis Guillermo Posada L.,


quienes, por varios años, me han acompañado
en el desarrollo de la propuesta de reelaboración
de la Teoría Económica desde la Ecología.

Bases operativas: una ecopolítica 3


El hombre está atrapado inexorablemente en la red
de la Biosfera, y sus logros técnicos no pueden
liberarlo de esas ataduras. Entre más pronto lo
reconozca y obre en consecuencia, mayor será
la posibilidad de recuperar el bienestar ambiental.

La confianza absoluta en el progreso y el dominio


de la naturaleza han sido los ideales engañosos que
nos están conduciendo a la insostenibilidad
de la sostenibilidad.

Bases operativas: una ecopolítica 5


Índice

Introducción 9

1. Un punto de partida 11

2. La política de la ecología profunda 33

3. La política del ecodesarrollo 49

4. Políticas en agrodesarrollo 57

5. La política del desarrollo sostenible 69

6. La política Gaiana 87

7. Las posiciones políticas acerca del medioambiente 107

8. Un punto de llegada 139

9. Elementos para una ecopolítica o marco operativo

de la economía ecológica. 151

9.1. Bases científicas. 157

9.2. Bases ideológicas 159

9.3. Bases operativas. 160

Bibliografía 167

Bases operativas: una ecopolítica 7


Introducción

L
a historia del hombre sobre el planeta ha sido, desde siempre, una historia
de guerras por el dominio sobre el otro. Desde la Modernidad, este senti-
do del dominio ha sido llevado también a la naturaleza, pero además, se
ha desarrollado una sociosfera erigida sobre el individualismo y la competencia
entre esos individuos. Este sistema social intencionado ha generado desarrollos
tecnológicos físicos, químicos, biológicos, sociales, y hasta psicológicos, para
acentuar ambos dominios, sobre el otro y sobre la naturaleza y, al final se ha
creado lo que Madron y Jopling han denominado la “Monetocracia Global”, que
cuantifica todo, inclusive el sentimiento, en moneda y hace de la acumulación de
ésta, el gran poder que campea sobre la sociedad.

Hoy tenemos dos grandes crisis: la de la dignidad humana y la de la Ecolo-


gía; y en ambas el hombre es perdedor. Se ha generado un proceso retroactivo de
masacres indignantes que soportan la Economía social y de saqueo de la natura-
leza que precariza el bienestar humano en primer lugar y luego, la sobrevivencia
misma de la humanidad.

Desde hace medio siglo se viene llamando la atención sobre esta grave
situación y se han formulado diversas propuestas técnicas y políticas, pero la
“Monetocracia Global” ha encontrado la forma de desconocerlas, por cuanto
las más adecuadas pasan, necesariamente, por el cambio de la Economía, que,
como sabemos, domina la política. El llamado “Desarrollo Sostenible” propues-
to y promocionado desde la alta institucionalidad política mundial, sigue siendo
acogido por los líderes políticos a pesar de que ya ha mostrado suficientemente
su ineficacia, en tanto, dada su ambigüedad, vaguedad e incoherencia, permite
evadir de alguna manera sus propuestas concretas.

Es claro que desde la publicación de “Los límites del Crecimiento” por el Club
de Roma -1972-, hasta el Informe Stern de 2006, ha empeorado dramáticamente

Bases operativas: una ecopolítica 9


el medio ambiente, como consecuencia de la penetración, cada vez más agresiva
de la Econosfera sobre la Ecosfera. El efecto más ampliamente reconocido es el
llamado Cambio Climático, que quiso abordarse a partir de las recomendaciones
del Protocolo de Kyoto de 1997, considerado el más importante programa
para reducir la emisión de gases invernadero, - efecto directo del crecimiento
económico –, pero se sabe que en la cumbre de Marrakech, en noviembre de
2001, sufrió fuertes recortes en sus metas inicialmente propuestas en Kyoto, que
avalaron su aplicación, pero lo hicieron esencialmente inocuo.

En un texto que se ha publicado recientemente, 2007, hemos propuesto un


cambio radical del sistema económico vigente, hasta llevarlo a una “Economía
Ecológica”, lo cual sólo se lograría a través de una actividad política concertada
a nivel planetario, de aplicación desde la cooperación y no desde el individua-
lismo; desde una política que oriente la economía y no desde una economía que
determine la política; y desde la adopción de los “Límites Ecológicos” como
determinantes de la dinámica económica y no desde las leyes del mercado como
orientadores de la economía.

Esa es la esencia de la apuesta que se expone en este pequeño libro, cuyo


autor espera que sea recibido con interés y sentido crítico, y que alberga el pro-
pósito de ganar adeptos a la propuesta.

Luis Jair Gómez Giraldo


Medellín, abril de 2008
UN PUNTO
1. DE PARTIDA
Lograr un punto de partida firme,
es el mejor modo de aspirar a
un recorrido exitoso.

L
a humanidad ha vivido varias transformaciones profundas que la han mo-
vido a modificar a fondo sus derroteros: la demográfica del Paleolítico
cambió la caza y la recolección por la agricultura; la del mundo greco-ro-
mano de la colonización y conquista permanente, le dio paso al mundo sereno y
autosuficiente del convento y el feudo medioevales; la del cosmos finito, creado
y ordenado jerárquicamente del medioevo, da paso a ese mundo infinito regido
por leyes homogéneas universales que dan cuenta de su propia naturaleza, en la
modernidad; y ahora puede decirse que ese mundo moderno de la ciencia clásica
empeñada en descubrir y describir sus propias leyes mediante la metodología
universal de la ciencia clásica analítica y experimental, y centrada económica-
mente en las «leyes universales e inmutables» del mercado, que hacen posible la
acumulación individual, debe dar paso al mundo de la posmodernidad que inten-
ta replantear la visión de las particularidades analíticas de la modernidad, lleván-
dolas hacia una unidad sistémica, compleja, autoorganizada, lejos del mundo de
las certezas y cuyo campo del conocimiento más representativo es la Ecología,
bien distante, en su estructura conceptual, del patrón de la ciencia clásica; esta
postmodernidad le pide a la economía replantear sus formas operativas para que
el desarrollo se desenvuelva dentro de límites ecológicos y permanezcan así via-
bles las dinámicas de la Biosfera. Hay que decirlo: de la tierra ha brotado la vida
y de ella depende; pero además, el hombre está integrado al conjunto de la bios-
fera y no es, no puede ser, una nueva especie independiente del resto de la vida.

Desde que el hombre occidental adoptó y radicalizó como forma de vida el


mandato judeocristiano de «rey de la naturaleza» al llegar a la modernidad des-
pués del siglo XV, las transformaciones que ha realizado sobre el planeta en ge-
neral y sobre su entorno inmediato en particular, han sido realmente dramáticas,
sobre todo después de la segunda guerra mundial. A esa forma de relación con
el planeta han contribuido además, otras categorías que aparecieron también con
la modernidad, dentro de las que cabe destacar al individuo como distinguible

Bases operativas: una ecopolítica 13


del conjunto social (individualismo ontológico) y al concepto de recurso pro-
ductivo que transmuta durante el desarrollo de la revolución industrial del siglo
XVIII. En efecto, hacia el siglo XVII, en los pasos iniciales hacia la revolución
industrial de Inglaterra, recurso era: “todo aquello que de nuestra mano la tierra
toma y que ella, más o menos, devuelve con creces” (J. Puig y J. Corominas,
1990)1, concepto éste que alumbra el discurso fisiocrático; pero ya en el siglo
XIX según los mismos autores, una vez la revolución industrial ha triunfado
plenamente, los recursos resultan ser algo distinto, lo que muestra el pleno do-
minio del capitalismo en la orientación de la economía occidental: “hablando de
los recursos naturales de mi país, nos referimos a los minerales contenidos en la
mina, a las rocas de las canteras, a la madera de los bosques, etc.”, según la cita
que de “Resurgence” –1987- pp. 30-32, hacen Puig y Corominas2. Esta trans-
mutación del concepto de recurso, estaba en línea con las otras categorías que
habían surgido con la nueva doctrina económica del capitalismo: la propiedad
privada y la acumulación individual, pero además señala el paso del predominio
de la naturaleza durante la Ilustración (siglo XVIII), al del hombre y su creación
técnica en el siglo XIX; en la perspectiva económica esto se refleja claramente
cuando se percibe que se pasa de la naturaleza como fuente de la riqueza en la
Fisiocracia, al trabajo, los recursos naturales apropiables y la división del trabajo
en la Economía Clásica.

Se está entonces en el escenario de la Economía de la Producción Indus-


trial, teorizada por los clásicos, donde se puede echar mano de toda la capaci-
dad productiva desarrollada durante la revolución industrial para que el nuevo
Homo economicus, despliegue toda su potencialidad para lograr el máximo de
acumulación. Una condensación maestra de esta transformación la ha logrado K.
Polanyi (1997)3 cuando escribe que: “Ricardo completa lo que Locke y Smith
habían comenzado, la humanización del valor económico; lo que los fisiócratas
habían atribuido a la naturaleza, él lo reclama para el hombre”. Más adelante el
mismo Polanyi señala entonces que “la organización del conjunto de la sociedad
sobre el principio de la ganancia y del beneficio va a tener repercusiones de gran
importancia”4. Esta afirmación la apoya en una cita de R. Owen quien describe
en 1817 lo que será “el rumbo emprendido por las sociedades occidentales: ‘La
difusión general de las manufacturas por todo el país engendra un nuevo carácter

1
J. Puig y J. Corominas. 1990. La ruta de la energía. Editorial Anthropos. Barcelona. P. 102.
2
Idem, p. 102.
3
K. Polanyi. 1997. La Gran Transformación (Crítica del liberalismo económico). Trad. por J. Varela y F.
Álvarez-Uria. Las ediciones de La Piqueta. Madrid. P. 209.
4
Idem, p. 212.

14 Economía ecológica
entre sus habitantes. Y en la medida en que este carácter se ha formado siguiendo
un principio totalmente desfavorable para la felicidad del individuo o el bienes-
tar general, producirá los más lamentables males y los más duraderos, a menos
que las leyes intervengan y confieran una dirección contraria a esta tendencia’”5.
Esta acertada advertencia premonitoria de Owen, tendrá sin embargo, unas me-
jores condiciones para que se exprese a plenitud, cuando la Economía Clásica
dé un paso más, que es presentado por los teóricos como de depuración cientí-
fica. Se adopta entonces, el modelo de la físico-matemática que permite llegar
al máximo nivel de cuantificación; el proceso productivo con las dificultades
que ofrece para una homogeneización cuantitativa (trabajo + materias primas),
es marginalizado y su sitio de honor es ocupado por la transacción que siempre
es realizada en dinero, de manera tal que ahora el mercado es el espacio donde
la propensión a consumir y a acumular se constituye en su dinámica intrínseca,
que es asistida, muy eficazmente además, por un vigoroso aparato financiero
llamado a proveer todo el circulante necesario. Se llega así al escenario de los
Neoclásicos, la «economía de mercado», que ya en el siglo XX tiene sus mani-
festaciones más destacadas en las guerras permanentes que sacuden a Occidente
e involucran a Oriente en tanto existen allí intereses económicos de gran impor-
tancia, pero que, en ningún momento se ocupa de la problemática ambiental que
viene acompañando el crecimiento de la economía, hasta hacerse tan visible en
la segunda mitad del siglo XX, que, parecen sobrepasar, o, al menos igualar a los
desajustes sociales que el mismo Marx y los Utopistas revelaron para la época
de la economía clásica.

Esa capacidad de la transacción (del mercado) para producir riqueza, la hace


posible el que el hombre se hubiera hecho individuo, puesto que precisamente,
en el periodo económico previo al capitalismo –el feudalismo-, la comunidad
operaba como unidad y en función de si misma a nivel de reproducción simple,
replicando su organización propia ligada a la naturaleza, considerada como la
fuente de su existencia, mientras que ahora “los hombres de acción obtienen
independencia utilizando al mundo exterior para sus propios fines, pertrechando
sus fuerzas para oponérsele y vencerlo.... Al adueñarse así de la naturaleza, el
hombre civilizado alcanza una individualidad mucho más amplia, más perfecta
que la del salvaje [y el civilizado medioeval]. Lo supera al resistir las fuerzas
adversas y someter a su voluntad lo indiferente” (J. Huxley, 1961)6. Desde la


5
Idem, p. 212.

6
J. S. Huxley. 1961. El individuo en el reino animal. Trad. Por J. Gómez P. Y T. Efrón. Editorial Pleamar.
Buenos Aires. P. 14.

Bases operativas: una ecopolítica 15


antigüedad greco-romana hasta finalizado el medioevo, la tierra es la madre, la
generadora, lo que significa que el hombre depende de ella. En cambio cuando
se despliega la modernidad y madura el capitalismo, esa relación de dependencia
cambia por completo y es ahora, no ya la comunidad, sino la sociedad entendida
como el conjunto de individuos humanos, la que ha logrado el dominio sobre la
naturaleza. A. Koyrè ha condensado este cambio al decir que “el hombre moder-
no trata de dominar la naturaleza, mientras que el hombre medioeval o el antiguo
se esforzaban ante todo por contemplarla”7. El mismo W. S. Jevons, uno de los
padres de la escuela neoclásica de la economía atribuye a la energía la fuente de
esa capacidad de sometimiento cuando en 1865 escribió: “Una vez lo sentimos,
tal es el caso del combustible, como la fuente del poder universal, hemos encon-
trado un medio ilimitado de multiplicar nuestro dominio sobre la naturaleza”8

Como una consecuencia de esta concepción, en otro texto –“Economía Eco-


lógica: Bases fundamentales” – hemos señalado el reconocimiento generalizado
de la Crisis Ambiental de nuestro tiempo, y se han documentado varias de las
causas más sobresalientes que la han generado de manera directa: el problema
demográfico (número, densidad y migración); la disminución de la biodiversidad
por el avance de la agricultura, el despliegue de los procesos de selección gené-
tica, las nuevas formas de ingeniería genética, el uso intenso de agroquímicos,
etc.; los altos consumos de energía fósil para los nuevos desarrollos industriales
y de transporte, además de la generación térmica de electricidad; la sobrecarga de
los sumideros con desechos sólidos, líquidos y gaseosos como consecuencia del
gran crecimiento urbano en cuya base está el crecimiento industrial y comercial;
la pérdida de la plasticidad para los ajustes evolutivos de los seres vivos como
consecuencia de la intervención consciente sobre el genoma; la marcha sobre
las zonas aún no desnaturalizadas por completo en la búsqueda incontrolada de
recursos naturales; y, por último, el desajuste de la termodinámica del planeta, en
gran medida como manifestación de todos los problemas antes enumerados.

Las circunstancias que condujeron a la aparición de las causales de esa


crisis ambiental se han situado en el mismo texto, en la dinámica de la economía
convencional apoyada en la ganancia, la acumulación individual, la apropiación
individual de los «recursos naturales», todo lo cual se hace posible en la arena
del mercado que se erige así como el regulador supremo de la orientación de la
economía, a través del equilibrio dinámico entre la oferta y la demanda.

7
A. Koyrè. 1977. Galileo y Platón. En “Estudios de historia del pensamiento científico”. Trad. por E. Pérez
y E. Burtos. Siglo XXI editores. México. P. 150.
8
W. S. Jevons. 1865. The coal question; an inquiry concerning the progress of the nation, and the probable
exhaustion of our coal-mines. MacMillan and Co. London. P. 150.

16 Economía ecológica
Puede agregarse algo más, la economía convencional se inscribió dentro de
los postulados de la ciencia clásica, la que tiene por objeto «conocer» la natura-
leza mediante detallados procesos de descomposición del todo en sus partes. En
este proceso analítico, las interacciones son inexistentes y se llega cuando más
a cálculos numéricos de correlación, regresión y multifactoriales, en los cuales,
bajo ninguna circunstancia pierden su identidad las partes objeto de los análisis
de relación.

Mediante este tipo de análisis particularizantes en los que se llega, como


máximo, a la descripción ontológica de cada partícula bajo estudio, se cree ob-
tener la aspiración suprema que demanda el «conocimiento científico» cual es el
dominio de la naturaleza, entendida como el conjunto de objetos no artificiales,
mediante herramientas y técnicas artificiales.

El conjunto tecnológico (herramientas y técnicas) ha operado como me-


dio para el dominio de la naturaleza por el hombre y su manifestación más
conspicua es la transformación y/o sustitución de las relaciones originales
hombre/naturaleza.

Estas transformaciones y/o sustituciones de esas relaciones tuvieron su pri-


mera manifestación en la agricultura, pero a partir del desarrollo de la revolu-
ción industrial entraron en escena dos fenómenos psicosociales: de un lado la
dominación de la naturaleza se convirtió en posesión, con lo cual el hombre se
escindió por completo del resto de la naturaleza; y del otro, el hombre se indivi-
dualiza de los otros hombres y las relaciones de cooperación se convirtieron en
competencia por la posesión que adoptó, en forma dominante, la acumulación
capitalista mediante la configuración de un nuevo tipo de relación hostil entre
hombres por la posesión de la naturaleza en todas sus formas: recursos físicos y
recursos intelectuales, que toman como expresión la economía entendida como
una normatividad de relaciones entre humanos.

Esta dinámica, mediante la invasión al adyacente posible siguiendo la tesis


de S. Kauffman (2003)9, nos ha conducido a la idea de que es necesario transfor-
mar la Economía Convencional, orientando los cambios desde un principio cen-
tral: la producción económica no puede seguir siendo determinada desde las di-
námicas «autónomas» del mercado, como juez supremo e incontrovertible, sino
desde los límites ecológicos, entendiendo por tales a aquel nivel de intervención

9
S. Kauffman. 2003. Investigaciones. Trad. por L. E. De Juan. Tusquets editores. Barcelona.

Bases operativas: una ecopolítica 17


sobre la naturaleza que al sobrepasarse pone en riesgo la dinámica de la Biosfe-
ra. Debe tenerse claro que esto no implica necesariamente la disponibilidad de
indicadores numéricos, dada la gran complejidad de los procesos ecológicos. En
general se trata de reconocer que los ecociclos deben mantener su operatividad y
es entonces, la sobrecarga de ellos el elemento que debe constituir la alarma para
replantear los procesos de intervención sobre la Biosfera.

El foco operativo central de esta transformación debe responder a dos prin-


cipios fundamentales: de un lado, respetar la heterogeneidad que es una ma-
nifestación normal como producto espontáneo de las dinámicas ecológicas y
socioeconómicas y que además fortalece las dinámicas de la biosfera y de la
sociosfera; de otro lado, y como consecuencia de lo anterior, la globalización,
que se ha entendido como una de las formas de alcanzar el ya ideologizado
«desarrollo», según lo pregona la economía convencional y que se ha logrado
mediante el avance prodigioso de la liberalización financiera, cambiaria, aran-
celaria y comercial, y de las comunicaciones, y la presión de las economías del
centro, debe dejar de entenderse como un fenómeno irreversible y homogenei-
zante; debe empezar a considerarse como una característica que recoge a escala
global las particularidades culturales y ecológicas locales y puede y debe ser en
consecuencia, heterogénea.

En esta perspectiva debe tenerse presente como punto fundamental que la


Economía hay que entenderla como una forma de comportamiento social, es de-
cir, la Economía es un campo del conocimiento que se ocupa de una parte espe-
cífica del comportamiento social, el de la producción, distribución y consumo de
los bienes necesarios; y que al entrar desde Walras (segunda parte del siglo XIX),
en la línea de incorporar en sus métodos de trabajo, los de la físico-matemática,
para ganarse el prestigio de «ciencia», se apoya en un reduccionismo que malin-
terpreta la heterogeneidad social a la que antes se hacía referencia.

Se acoge entonces la línea de W. I. Thompson (1992)10 que señala que “una


economía no se basa solamente en el oro y los recursos naturales, sino también
en la cultura, y de que una de las razones por las que los suizos y japoneses son
prósperos es porque son suizos y japoneses, empezaremos a comprender que la
música, al igual que una economía, es un ecosistema noético global”. Pero tal
vez sería más correcto decir que la economía modela la cultura, más que hacer
parte de la cultura. Es realmente cierto que la sociedad se va ajustando a las

W. I. Thompson. 1992. Gaia y la política de la vida (¿Un programa para los noventa?). En “Gaia. (impli-
10

caciones de la nueva biología)”. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos. Barcelona. P. 183.

18 Economía ecológica
demandas de la economía, -aunque debiera ser al contrario-, y que, más aún,
incorpora uno de sus elementos más importantes como fetiche, nos referimos
al dinero, pero como lo dice G. Bateson (1998)11, la sociedad elabora conscien-
temente sus políticas económicas, pero con muy poco conocimiento de su vida
biológica dentro de un entorno.

Hay que reconocer, sin embargo, que aunque hay el convencimiento entre
muchos investigadores y analistas de que están ocurriendo profundos cambios en
muchos ordenes, particularmente en la economía, la visión científica del mundo,
la demografía, la biología y la tecnología, no siempre estas transformaciones
apuntan a un cambio de la dirección actual sino más bien a una profundización
en la misma dirección.

En cuanto a la economía, en contraste con un apego de la academia conven-


cional al modelo trazado por la escuela neoclásica que ha experimentado además
una profundización mediante la aplicación de la concepción política llamada
neoliberalismo12, que da cada vez más peso al mercado como orientador de las
dinámicas económicas, existen grupos que hablan de la ocurrencia de profundas
modificaciones en este modelo, sin renunciar a la visión de la economía como un
sistema «cerrado» (aislado, termodinámicamente hablando), como lo percibió P.
Samuelson desde el decenio de los años cincuentas.

Es así como E. L. Jones escribe en 198813: “La historia económica puede


concebirse como una lucha entre la propensión a crecer y la propensión a buscar
rentas, es decir, la propensión de una persona a mejorar su situación o la propen-
sión de un grupo a mejorar su posición a costa del bienestar general”. El mismo
Jones14 cita a P. F. Drucker (1987) cuando dice: “Quiero afirmar que la economía
mundial no está ‘cambiando’; ya ha cambiado - en sus fundamentos y en su
estructura- y es muy probable que el cambio sea irreversible”. Prosigue Jones:
“Druncker se refiere a tres cambios: la producción primaria se desliga de la eco-
nomía industrial, la producción industrial se desliga del empleo industrial y los
movimientos de capitales se separan de los flujos comerciales (actualmente son

11
G. Bateson. 1998. Efectos del propósito consciente sobre la adaptación humana. En “Pasos hacia una eco-
logía de la mente”. Trad. Por R. Alcalde. Ediciones Lohlé-Lumen. Buenos Aires.
12
Es conveniente señalar que el neoliberalismo como expresión política de la economía de libre mercado,
es, paradójicamente, un movimiento que desde el poder político normatiza la economía cuando se ven en
riesgo los grandes capitales, que son precisamente quienes, generalmente, dan soporte al poder.
13
E. L. Jones. 1997. Crecimiento recurrente (El cambio económico en la historia mundial). Trad. Por E. Ra-
basco y L. Toharia. Alianza editorial Madrid. P. 15.
14
Idem, p. 225.

Bases operativas: una ecopolítica 19


los movimientos de capitales, más que el comercio, los que conducen la econo-
mía y de una forma volátil”)15. Por supuesto que estas formas y otras muchas más
no enunciadas de percibir los cambios, pueden llevarnos a una discusión sobre
su validez o no, pero sólo se quiere hacer notar la sensación de cambio entre un
buen número de tratadistas de la teoría económica.

En cuanto al concepto «desarrollo», uno de los más graves problemas ha


sido la tendencia –mandato desde la dinámica económica- a la homogeneización
de los procesos productivos y distributivos, lo que se suele interpretar como
efecto de la globalización. Esta característica no es privativa del desarrollo eco-
nómico, sino que es una constante que se manifiesta en el desenvolvimiento
que van teniendo las distintas posiciones frente a un proceso nuevo de revisión
de concepciones ya afincadas en el cuerpo teórico de un campo cualquiera del
conocimiento. En forma general se cree equivocadamente que hay una primera
expresión que da cuenta de la nueva tendencia y de ésta surge enseguida una
bifurcación: de un lado, se dan nuevos desarrollos que van profundizando y
madurando cada vez más esa posición inicial; y del otro lado, lo que puede sur-
gir, es una contrapropuesta que se oponga radical o parcialmente a la primera,
y que a su vez, genera otro desarrollo lineal de maduración que haga posible la
constante emulación entre ambas, pero siempre dentro de una tendencia lineal.
Tal fue el caso de la teoría de la evolución que con algunos enunciados inicia-
les adquiere su primera gran expresión moderna con Lamarck, y se genera la
reacción de Cuvier quien acentúa el fijismo, que aún, contemporáneamente ha
resurgido, pero ahora como ideología; a Lamarck le siguió Chambers con sus
“Vestiges” y luego se llega a la exposición de Darwin y a la de Wallace. De ahí
en adelante la biología hace suya esta teoría y dedica gran tiempo a reforzarla.
Se trata de una clara linealidad que establece un dominio que sigue vigente
después de siglo y medio.

Pero hay que tener sumo cuidado con la peligrosa idea de estos desarrollos
del conocimiento, que por paralelos se presentan siempre como lineales, y son
reforzados en esta tendencia por apoyos ideológicos que deforman u ocultan
discusiones muy importantes que subyacen a todo el desenvolvimiento concep-
tual científico.

Cuando surge la teoría del desarrollo parapetada en el ideal del progreso


ya varias veces centenario, su apoyo ideológico en el neoliberalismo le dio un

Idem, p. 225.
15

20 Economía ecológica
impulso que, dados los desastres de la segunda guerra mundial, produjo avances
inmediatos formidables en el crecimiento económico, como manera de superar
esos desastres.

Estos avances de tanta magnitud pronto llamaron la atención y aparecieron


dos tipos de preocupaciones principalmente. De un lado, los límites del creci-
miento en cuanto al agotamiento de las fuentes materiales y energéticas, y en
cuanto a la sobrecarga de los sumideros para la disposición de los desechos. De
otro lado, el estado de la relación hombre/naturaleza y los posibles efectos sobre
la sobrevivencia misma de la humanidad. En el primer caso se estaba frente al
futuro de la economía como tal; en el segundo, frente al futuro de la ecología.
Ambas problemáticas tienen, por supuesto, puntos de interacción, que no siem-
pre se tienen en cuenta.

El hombre a diferencia de las otras especies tiene el hábito “de cambiar su


ambiente en vez de cambiarse a sí mismo” (G. Bateson, 1998)16. Bateson hace,
desde 196817, una anotación que hoy en día es aún más cierta que cuatro decenios
atrás: “las relaciones de poder entre la consciencia y el ambiente han cambiado
rápidamente en los últimos cien años, y la tasa de cambio en estas relaciones
viene, ciertamente, creciendo con rapidez, de la mano con el avance tecnológico.
El hombre consciente en cuanto modificador de su medio, dispone ahora de la
plena capacidad de destruirse a si mismo y a este ambiente, con la más pura de
las intenciones conscientes”18. No puede ignorarse que si bien el hombre cambia
conscientemente su ambiente, casi nunca es consciente de los efectos que se
pueden venir después de muchos de estos cambios. El mismo Bateson nos pone
sobre aviso acerca de esta última anotación cuando escribe: “En los últimos cien
años ha surgido un fenómeno sociológico peculiar que acaso entrañe, el peligro
de dejar aislado el propósito consciente respecto de muchos procesos correctivos
que podrían emanar de las partes menos conscientes de la mente. La escena so-
cial se caracteriza ahora por un gran número de entidades automaximizantes que,
jurídicamente, tienen algo así como la condición de «personas». Tales son los
trust, compañías, partidos políticos, gremios, agencias comerciales y financieras,
naciones, etc. Ateniéndonos a los hechos biológicos, sucede que, precisamente
no son personas, ni siquiera agregados de personas completas. Son congeries de
partes de personas. Cuando el señor Pérez entra en el escritorio de su compañía,

16
Opus cit., p. 476.
17
G. Bateson escribió este artículo como ponencia para la Conferencia Conmemorativa Wenner-Gren, reali-
zada en Austria en 1968, y la cual presidió.
18
Idem, p. 477.

Bases operativas: una ecopolítica 21


se espera de él que limite estrictamente su pensamiento a los propósitos específi-
cos de su compañía o a los de aquella parte de la compañía que el «representa».
Por misericordia divina, no está plenamente a su alcance hacerlo así, y algunas
decisiones de la compañía son influidas por consideraciones que emanan de par-
tes más amplias y más sabias de su mente” (G. Bateson, 1998)19

Aunque se suele considerar por algunos que el crecimiento económico con-


duce en forma natural al “Desarrollo Sostenible” una vez se corrijan las «fallas
del mercado» mediante la aplicación de los modelos creados por la Economía
Ambiental y las normativas impulsadas desde la política ambiental, y que esto
conducirá a una profundización en el concepto hasta lograr precisarlo; lo que
realmente ha ocurrido es que el «Desarrollo Sostenible» ideológicamente se hizo
dominante -y por ende se pervirtió su significado genuino-, dando cumplimiento
a los intereses del neoliberalismo, hasta llegar a conquistar una posición que, a
pesar de ser tardía, logró su empeño de echar sombras sobre el “Ecodesarrollo”
que no consultaba los intereses económicos de los países con el mayor creci-
miento económico.

Pero además se ignoraron o trataron de desprestigiarse otras posiciones que


partían de la necesidad de salvaguardar la relación hombre/naturaleza y que,
inclusive, cronológicamente antecedieron a las anteriores. Tal es el caso de la
«Ecología Profunda»; de la «Economía Ecológica»; de la “«Ecoética». y de la
política gaiana.

Se observa claramente que no se trata en este caso de desarrollos lineales


sino de la reaparición permanente del espíritu de Spencer que nos remite a la
vigencia de la tendencia ineludible a la heterogeneización a pesar del esfuerzo
por homogeneizar.

Es precisamente en este sentido contradictorio de la homogeneización, que


se ha puesto en marcha el concepto de “Desarrollo Económico”. En efecto, cuan-
do los países «desarrollados» establecen que su modelo es universal y que debe
constituirse en el deber ser de los «no desarrollados», se exportan y se presiona
la aplicación de sus estructuras económicas y políticas. Domenach (1980)20 lo
ha dicho con gran agudeza: “mientras que las originalidades se expresan y se
fortifican, mientras que aparecen los caracteres singulares de los pueblos y de

Idem, p. 477.
19

J. M. Domenach. 1980. Crisis del desarrollo, crisis de la racionalidad. En “El mito del desarrollo”. Dirigido
20

por C. Méndez. Trad. Por J. Fibla. Editorial Kairós. Barcelona. P. 23.

22 Economía ecológica
las culturas, se propaga un modelo idéntico a través de todas las diferencias de
situación, de régimen, de cultura; y, salvo breves periodos, hombres idénticos
–planificadores, técnicos, industriales- proceden a valorar su país”.

Toda esta situación tiene entre otras manifestaciones una que es particu-
larmente relevante, en tanto el mito del «desarrollo» echa sombras sobre esa
peligrosa realidad y para el efecto lo apoda «sostenible», lo reviste de una gran
importancia económica y social y lo promociona como un marco de acción me-
diante el cual se protege el medioambiente sin perjudicar el desarrollo. Nos re-
ferimos a la forma de relacionar las grandes tragedias súbitas, el daño silencioso
de las transformaciones ambientales de pequeños niveles pero persistentes y los
grandes intereses militares, políticos y económicos. Tal es el caso de los plaguici-
das y la radiación atómica. La gran tragedia de Chiquinquirá el 25 de noviembre
de 1967, cuando murieron cerca de 100 personas entre adultos y niños por comer
pan fabricado con harina que había sido contaminada accidentalmente con Pa-
ration (pesticida agrícola organofosforado) durante el transporte, solo promovió
acciones de “más cuidado durante el transporte de pesticidas”; 17 años más tarde
ocurriría la mayor tragedia industrial del mundo, esta vez en la producción de
pesticidas agrícolas, en Bhopal (India) cuando murieron inmediatamente alre-
dedor de 3.700 personas en la fábrica y sus inmediaciones y quedaron enfermas
más de 300.000, al escapar de un tanque 36 toneladas métricas de isocianato de
metilo para la producción de pesticidas a base de carbamatos. Estas tragedias
que ocurrieron en países pobres del sur, han motivado la configuración de algún
número de normas cuya vigencia se bloquea políticamente por los países pro-
ductores: Convenio de Basilea, de 1989, sobre el control de movimientos trans-
fronterizos de desechos peligrosos y su eliminación; Protocolo de Montreal, de
1987, sobre sustancias agotadoras de la capa de ozono; Código de conducta de
la FAO, del 2001, sobre distribución y utilización de plaguicidas; Convenio de
Rótterdam, de 1998, sobre el procedimiento de consentimiento previo para pla-
guicidas y productos químicos peligrosos; Convención de Estocolmo, del 2001,
sobre contaminantes orgánicos persistentes; etc., y mientras tanto la muerte y
la enfermedad dilatada en el tiempo en gran escala, pero perceptible sólo en
los grandes agregados nacionales, regionales o mundiales, sigue presentándose:
cáncer, mutagénesis, desarreglos endocrinos, desarreglos nerviosos, etc. Es bien
conocido ahora el caso de “la tragedia silenciosa en las plantaciones de tabaco”
por el incremento de los suicidios en Venancio Aires, una pequeña localidad del
Estado de Río Grande del Sur en México donde hay un promedio siete (7) veces
superior al promedio nacional de 3 por cada 100.000 habitantes. Esta altísima
rata de suicidios se le atribuye al elevado uso de pesticidas organofosforados

Bases operativas: una ecopolítica 23


que requieren las plantaciones (M. Macan-Markar, 2000)21. Problemas similares
se han reportado en el oriente antioqueño donde se estableció desde los inicios
del decenio de los setenta el famoso programa de “Desarrollo Rural Integrado”
(DRI), con el patrocinio de la FAO, para incorporar en la revolución verde al
pequeño campesino. Son incontables estos efectos, sin embargo, el poder eco-
nómico de las grandes transnacionales logra el apoyo político y, en nombre del
desarrollo económico de los países pobres, traslada hasta éstos la producción de
esos venenos desde los países desarrollados que siguen promoviendo y aplican-
do la revolución verde. M. Moore (2002)22 cita los datos del Instituto Nacional de
cáncer de los Estados Unidos que reportan que en el tejido mamario de mujeres
con cáncer de mama se encuentran niveles de pesticidas organoclorados un 50%
a 60% mayores que en los de mujeres sanas. En el mismo sentido, pero en forma
genérica K. Shrader-Frechette (1998)23 cita el dato de la Oficina de Evaluaciones
Tecnológicas de Estados Unidos que reporta que hasta un 90% de los cánceres
son “ambientalmente inducidos y teóricamente prevenibles”.

El caso de las radiaciones atómicas no es diferente. Después de las heca-


tombes de Hiroshima y Nagasaki donde murieron más de un cuarto de millón
de personas en fracciones de segundo, y se calló al premio Nobel, H. J. Müller
(C. N. Martin, 1957)24 en la Conferencia de Ginebra de 1955 para que no diera
cuenta de los resultados de sus investigaciones sobre efectos mutagénicos por
radiación, se promovió a gran escala la producción de armas atómicas –hoy se
puede destruir más de cinco veces a la humanidad con el arsenal disponible- y la
producción de energía eléctrica por plantas atómicas, no obstante las catástrofes
de Windscale en Inglaterra (1957), Three Miles Island, (1979) en Estados Uni-
dos y Chernobyl (1986) en la antigua Unión Soviética, y otras tragedias menos
conocidas – G. Tyler Miller, (1994)25, cita otros más de importancia-. Pero hay
algo adicional al respecto, se trata de la disposición de los desechos nucleares,
considerado uno de los problemas ambientales más dramáticos por su gravedad
tanto en sus efectos a corto plazo cuando no se toman las precauciones adecua-
das, como los de largísimo plazo (10.000 o más años) aún tomando todas las

21
M. Macan-Markar. 2000. Una tragedia silenciosa en las plantaciones de tabaco. WWW. Tierramérica.
22
M. Moore. 2002. Hidden dimensions of damage. (Pesticides and Health). E.n “Fatal Harvest (The tragedy
of industrial agricultura). Edited by A. Kimbrell. Island Press. Washington. P. 256.
23
K. Shrader-Frechette. 1998. First things first: balancing scientific and ethical values in environmental sci-
ence. Annals of the association of American Geographers. Vol., 88 (2): 287-289.
24
C. N. Martin. 1957. El átomo (Dueño del mundo). Trad. por T. De Dibon Chanel. Editorial Cartago. Buenos
Aires. P. 92.
25
G. Tyler Miller. 2004. Ecología y medio ambiente. Trad. por I. De León R. Yy V. Gonzálea V. Grupo
Editorial Iberoamérica. México. PP. 542-544.

24 Economía ecológica
precauciones. De nuevo Shrader-Frechette (2002)26 nos alerta sobre la manera
inestable e insegura con la que se han manejado los desechos nucleares en Es-
tados Unidos, y en general en el mundo entero. Los debates en el Congreso
han revelado repetidamente por medio siglo, que es una política caracterizada
por el secreto, la decepción y la violación flagrante de las leyes ambientales.
De otro lado, la autorizada afirmación de E. Tiezzi (1990)27 es muy reveladora:
“la población que vive en la zona de una central nuclear (distancia de 50 a 100
km) está expuesta a pequeñas dosis de radiación y a los átomos radioactivos
errantes. Las pequeñas dosis fraccionadas en el tiempo resultan, para los fines
del cáncer, más peligrosas que la suma de tales dosis suministradas de una sola
vez”. Se entiende sin embargo que este tipo de problemas son menores para los
grandes intereses de poder económico y militar, no importa la solidez de los
datos. Los daños ambientales, aún los que tienen el carácter de catastróficos
por la gran cantidad de muertes de forma inmediata, pueden ser manipulados
por la actual forma de «política democrática» que se supone busca el bien de la
sociedad, para favorecer los intereses económicos de las grandes corporaciones
transnacionales, los intereses de poder militar de los Estados y, a nivel interno
de los países pobres, el interés económico de los potentados.

En esta perspectiva un concepto tan ambiguo como el de «desarrollo soste-


nible» ofrece todas las ventajas. Entre otras permite propagar la «racionalidad»
occidental desarrollada y vigorosa en los países del centro de la economía, y
llevarla a las universidades de cualquier país, sin importar las diferencias socio-
lógicas –formas culturales o religiosas por ejemplo, o las diferencias ecológicas
–clima, humedad, orografía, altitud, etc.- porque el modelo establecido es racio-
nal por ser fruto del análisis científico y, en consecuencia, es de aplicación uni-
versal. De esta manera predomina el modelo urbano sobre el rural, la agricultura
«tecnificada» sobre la «tradicional»; las especies «mejoradas», sobre las «nati-
vas»; la empresa agrícola dotada de agrónomo, zootecnista, veterinario, agrólo-
go, economista agrícola e ingeniero agrícola, sobre el campo agrario manejado
por el campesino apenas asesorado por algún profesional oficial. Se busca hacer
científica la producción agraria, como si se tratara de la explotación de máquinas,
y por tanto homogeneizable. Se habla en definitiva de adoptar a todos los niveles
el modelo industrial de producción y el comercial de distribución, tanto en la

26
K. Shrader-Frechette. 2002. Environmental Justice (Creating equality, Reclaiming Democracy). Oxford.
University Press. Pp. 87-88.
27
E. Tiezzi. 1990. Tiempos históricos, tiempos biológicos. Trad. por I. Rosas A. Fondo de cultura económica.
México. P. 162.

Bases operativas: una ecopolítica 25


fabrica, como en las clínicas y hospitales; en la pequeña tienda de barrio como
en el gran supermercado; en la pequeña parcela como en el gran monocultivo; en
la construcción del barrio ribereño de tierra caliente como en el centro urbano de
la gran metrópoli o el poblado mediano construido a gran altitud.

Sin embargo, la racionalidad científica que minimiza el valor del sentido


común, se reproduce engañosamente en la racionalidad económica donde si se
cree en el sentido común y lo entroniza como infalible a pesar de que se haya
demostrado que la información está disponible pero no es accesible ni de im-
portancia para todos los agentes y que la portentosa maquinaria de la publicidad
acuda a toda clase de artimañas para predisponer al cliente a su favor, no importa
que esto signifique preferir el menos en lugar del más. No sobra indicar que la
naturaleza no se corresponde con los dictados de la racionalidad económica en
tanto no responde a los criterios de la acumulación individual, sino a la dinámica
inherente a la ecología que incluye la biosfera.

Pero hay que insistir en que es necesario replantear las expresiones cul-
turales del hombre actual, sobre todo aquellas derivadas de los efectos de los
comportamientos económicos que han generado unos grandes desequilibrios
que están afectando la supervivencia como consecuencia de un problema de los
equilibrios en la fluctuación. La supervivencia de la economía depende de los
equilibrios entre la oferta y la demanda, capital y trabajo, innovación y obsoles-
cencia, pero la búsqueda desesperada de esta supervivencia, o mejor diríase de
acrecentamiento de la acumulación individual, ha provocado efectos a distintos
niveles que conducen a problemas en el bienestar individual y en el social.

La supervivencia de la humanidad depende del equilibrio entre población


y alimento.

La supervivencia de la biosfera depende de los equilibrios entre las pobla-


ciones entre sí, y de todas ellas con el entorno físico (temperatura, agua disponi-
ble, viento, condición química, etc.).

Esto significa que cada uno de estos elementos –economía, humanidad y


biosfera- no pueden existir al margen de su entorno, sino que éste hace parte,
con sus dinámicas, de sus propios equilibrios intrínsecos, hechos posibles por
la vinculación del sistema al entorno mediante las estructuras disipativas. En
este sentido, la tendencia de todo sistema complejo a la invasión del adyacente
posible, tiene que contener elementos correctores, es decir, hay fenómenos de
competencia y/o cooperación, que entran en la dinámica de los equilibrios.

26 Economía ecológica
La economía no es simplemente un fenómeno social, sino que es también
material y energético, en cuanto tiene que ver con la incorporación de elementos
del entorno para los procesos de producción, distribución y consumo que a su
turno generan desechos que van a ese mismo entorno. Ambos fenómenos –trans-
formación de materia y energía importadas desde el entorno, y liberación de
desechos a ese entorno – han provocado profundos desequilibrios en la dinámica
espontánea de esa parte del entorno que es la biosfera.

En tanto que fenómeno social, la economía también ha generado transfor-


maciones en la cultura, como ya lo hemos señalado.

Si se entiende la cultura como el “aprovechar la experiencia acumulada y


transmitida por otros seres humanos, (lo que) puede juzgarse como la principal
adaptación del hombre” (C. Loring Brace, 1973)28, se empieza a comprender el
papel de la sociedad en la transformación del entorno; pero además se hace claro
el papel crucial que la economía como ciencia social, tiene en esas transforma-
ciones en tanto el desarrollo de la economía en los últimos 200 o 250 años ha
creado exigencias organizativas en la sociedad, ha multiplicado y complejizado
los desarrollos técnicos y ha generado formas de articulación social diferentes a
las arcaicas y medioevales.

Todas estas transformaciones culturales del entorno introducidas en los úl-


timos siglos por la economía han llevado hasta el fenómeno que G. Bateson
(1998)29 describe como el de la creación de “ecosistemas uniespecíficos en las
ciudades”, que lleva hasta establecer ambientes especiales para sus “simbion-
tes”, situación ésta que también se presenta en forma notable en la agricultura
de revolución verde con predominio del monocultivo que disminuye dramática-
mente la biodiversidad por medio del predominio de la explotación en grandes
extensiones de monoespecies para la alimentación y la industria humana y, a su
turno el desarrollo de otras especies asociadas a ellas, sus simbiontes o plagas.
Pero cabe agregar algo más, la incorporación de la economía en el patrón cultu-
ral del «hombre civilizado» del último siglo, ha hecho de la economía cotidia-
na una actividad inconsciente para el hombre en cuanto se ha alienado con el
«progreso» y el «crecimiento económico», y ya no es necesario que se destruya
conscientemente con su armamento químico o atómico, sino inconscientemente

28
C. Loring Brace. 1973. Los estadios de la evolución humana. Trad. Por J. E. Cirlot. Editorial Labor. Bar-
celona. P. 61.
29
Opus cit, p. 477.

Bases operativas: una ecopolítica 27


con la búsqueda de la ilusión de la acumulación individual. En efecto, el hom-
bre actual, inconscientemente, -quizás por medio de la cultura – ha creado una
incomunicación entre su actividad económica, fundamentalmente urbana, y el
entorno biosférico en el que vive inexorablemente.

En resumen, nuestro punto de partida es la dinámica ecológica y no la eco-


nómica, la vida del hombre y no su simple sobrevivencia, el bienestar de la co-
munidad y no el individual.

Pero esta posición no es caprichosa. No parece posible poner en duda que


estamos en el proceso de una crisis ecológica (mal llamada ambiental simplemen-
te), que en condición de tal tiene dos características únicas. De un lado «crisis
en lo ambiental» en términos de entorno inmediato con relación al humano, que
al sentirse el centro de lo que le rodea supone ipso facto, el sentido de dominio
sobre su «ambiente», mientras que para la Ecosfera como tal, lo humano no tiene
ninguna relevancia especial puesto que se trata de transformaciones inherentes
a la dinámica sistémica de la Ecosfera, en la que el hombre es sólo un elemento
entre otros, sin ventajas ni desventajas y, sobre todo, sin capacidad ninguna de
dominio o supremacía que bien puede, como parte de esa transformación, des-
aparecer de igual manera que cualesquier otras especies. Si esta interpretación es
correcta, se entiende entonces que la «crisis en lo ambiental», lo es en tanto se
hable del desajuste del «ambiente» humano y se quiera significar con ello que el
hombre está mostrando desacoplamientos con su entorno que están poniendo en
crisis30 su propia sobrevivencia.

En segundo lugar y por lo anteriormente expuesto, esta crisis debe condu-


cir necesariamente a la generación de una crisis social; es decir, en aras de la
sobrevivencia de la humanidad es indispensable provocar una crisis de la socie-
dad –en la actualidad mayoritariamente capitalista- , entendiendo a esta socie-
dad como el conjunto humano configurado por instituciones y prácticas sociales
cotidianas. Si nos apoyamos en P. Wagner (1997)31, esta crisis se provocaría
mediante la inducción de un proceso de desconvencionalización que conduzca
a la construcción de nuevas instituciones que reordenen el actual conjunto de
prácticas sociales.


30
El concepto de crisis en este contexto, hace relación a transformaciones en las interacciones internas al
sistema social y de éste con el entorno biofísico, de tal manera que se restablezca la sostenibilidad de aquel,
esto es, que se restablezca el acoplamiento estructural entre sistema social y entorno biofísico.
31
P. Wagner. 1997. Sociología de la modernidad (Libertad y disciplina). Trad. por M. Villanueva. Editorial
Herder. Barcelona. P. 75.

28 Economía ecológica
En este sentido, se trata de generar transformaciones en instituciones y
prácticas sociales para que se produzcan acciones políticas que modifiquen las
relaciones hombre/naturaleza, de forma tal que se alivie la sobrecarga de los
ecociclos. Si es cierto, como se ha señalado anteriormente, que esta sobrecarga
es producto de la dinámica propia de la Economía Convencional y esta diná-
mica es un elemento fundamental en el ordenamiento de la sociedad y la forma
de vida cotidiana de los seres humanos, las transformaciones sociales que se
derivarían de la crisis, deben expresarse también en transformaciones a este
nivel. Estamos pues en el punto de una transformación que debe superar tanto
lo puramente social, como lo puramente ecológico, es decir se trata de una
transformación socioecológica.

El propósito del presente trabajo es el desarrollo de una plataforma de ac-


ción que se constituya en una política, esto es, una ideología o noesis que se apo-
ye en la Economía ecológica y haga realizable los marcos teórico y operativo ya
esbozados en el trabajo anterior (“Economía Ecológica: bases fundamentales”).
Esta plataforma que se puede llamar ecopolítica en tanto esta apoyada en una
acción social generalizada, se puede resumir en lo siguiente: se trata de una nor-
mativa social para que la dinámica económica se desenvuelva en las condiciones
menos violentas con la ecosfera.

Varias cosas hay que tener en cuenta entonces: el problema de la sobrecar-


ga de los ecociclos, es decir, el problema de la sobrecarga de los sumideros se
origina en tres fenómenos: actividad industrial y de transporte (alto consumo
de energía fósil); alta concentración poblacional en espacios restringidos (cre-
cimiento urbano); y pérdida de la biodiversidad como consecuencia del mismo
crecimiento urbano y de las prácticas agrícolas dominantes que implican fuertes
constreñimientos a la biodiversidad al reducirla a redes de muy pocos nodos de
especies de seres vivos, pero muy numerosos en cuanto individuos. Es este un
fenómeno parecido, aunque no exactamente igual al planteado por G. Bateson
como creación de “ecosistemas uniespecíficos”. En efecto, parece más claro ha-
blar de redes nutricionales conformadas a partir de monocultivos o hatos o avia-
rios para alimentación o industria humana que estimulan poblaciones, proporcio-
nales en tamaño, de clases específicas de parásitos o simbiontes. Se entiende que
estos nodos de este tipo de red trófica desalojan de sus espacios territoriales a las
restantes especies, disminuyendo notablemente la biodiversidad.

Este conjunto de sistemas oligoespecíficos que quiebran la biodiversidad,


pueden diversificarse para construir así, por lo menos parcialmente, ecosistemas

Bases operativas: una ecopolítica 29


menos frágiles, lo que podría actuar también sobre la termodinámica planetaria,
los ciclos ecoorganizadores del agua y el CO2 ↔ O2 , la erosión, etc.; sin embargo
este puede ser apenas un peligroso espejismo.

Por ser una plataforma para el desarrollo de una política debe ésta estar
orientada para que las formas y condiciones de producción y la transacción de
los bienes y servicios económicos, apunten a mantener una sana relación entre
el hombre y el resto de la naturaleza, lo cual implica reformular los modelos
macro y microeconómicos y las formas técnicas de producción, así como aban-
donar al mercado como regulador de la dinámica económica y a la acumulación
como el motor de esa dinámica y, en su lugar instaurar el reconocimiento de la
existencia de un “Punto Umbral”, siguiendo la expresión de M. Max Neef, más
allá del cual sobreviene el malestar humano en lugar del bienestar como conse-
cuencia de la sobrecarga sobre los ecociclos. Obsérvese cómo en este punto se
hace necesario abandonar el individualismo para dar paso a la sociedad en su
conjunto y al interés individual por la acumulación, procurando así una sana
relación hombre/naturaleza.

El nuevo paradigma de la Economía Ecológica sólo se puede construir so-


bre una reestructuración de la configuración actual de la Economía Convencio-
nal. Se trata de establecer una articulación entre la Econosfera y la Biosfera. Es
decir, hay que pensar en la Economía como un sistema complejo y sobre todo
abierto. De un lado, abierto a los otros sistemas sociales –política, educación,
ética – y abierto a la biosfera. De estos dos grandes entornos debe captar infor-
maciones correctas, a partir de las cuales sus subsistemas internos puedan articu-
larse de manera tal que la dinámica generada en su organización pueda entonces
mantener viable la dinámica de su autorreproducción.

La idea permanentemente manifestada por G. Brown y Scotville a lo largo


de su participación en la conferencia Scientists on Gaia, de que los científicos
deben hacerse oír y deben hacerlo aun antes de que haya seguridad sobre los
resultados definitivos, es típicamente gaiana, en tanto sólo se podría saber con
seguridad que pasa con los niveles de ascenso de los gases invernadero, una
vez, se opere el cambio, pero no antes, y en tal caso es sano operar sobre lo
esperable, aunque no sea seguro. Sin embargo surge acá el mayor dilema y es el
punto en el cual la ideología y por supuesto la política tiene un papel que cum-
plir. “Si contemplo el mundo como un organismo vivo del que somos parte –no
los propietarios, ni los usufructuarios, ni tan siquiera unos pasajeros-, escribe

30 Economía ecológica
J. Lovelock (2000)32 podríamos tener mucho tiempo por delante de nosotros y
nuestra especie podría sobrevivir dentro de su «tiempo asignado»”.

Entregarnos a esta posición nos pone en la situación de que quizás lo


mejor es no hacer nada. Pero cabe el otro lado del dilema, ¿si debemos hacer
algo, qué es?

Si bien estamos seguros que el planeta en general y la biosfera en particular


evolucionan inexorablemente, también estamos seguros de que nos encontramos,
y ya lo sabemos con seguridad, alterando la evolución natural y promoviendo
transformaciones con tal rapidez que las posibilidades de ajuste estructural no se
alcanzan a cumplir. Sabemos que la causa de esa transformación artificial, no na-
tural, es el tipo de economía que se ha desarrollado sobre todo durante la última
parte de la modernidad y que ha operado en dos ámbitos principalmente, sobre
el mundo inerte –industria metal-mecánica-, y sobre el mundo vivo –demografía
y agricultura. Pero además, dentro de esa misma dinámica económica hemos
producido dramáticos desajustes sociales en la humanidad, muy diferentes a los
que pueden ocurrir dentro de una evolución natural. En consecuencia, si este
marco es correcto, hay que cambiar esa dinámica económica pasando de aquella
que tiene como referente la Economía convencional en general, y en particular
la Economía ambiental, a una cuyo referente sea la Economía ecológica. En esta
perspectiva es necesario desarrollar una ideología, que alimente una posición
política que mediante una noesis, nos dé una visión que dé la posibilidad de
plantear ese marco operativo, sin perder de vista que esa posición política debe
hacer posible emprender acciones sociales que busquen mantener una dinámica
biosférica compatible con una vida humana sin los sobresaltos en sus ajustes
estructurales promovidos por transformaciones radicales y en muy corto plazo,
de origen artificial.

¿La iluminación de esa noesis debe partir de la política gaiana, del ecode-
sarrollo, del desarrollo sostenible, de la ecología profunda, del agrodesarrollo,
de la ecoética global, de un sincretismo entre todas o varias, o de una posición
básica completamente nueva? Esa es la pregunta que pretende resolver la pre-
sente investigación.

Se irán examinando las líneas maestras de cada una de las principales po-
siciones políticas conocidas, atinentes al medio ambiente en la búsqueda de sus

J. Lovelock. 2000. Las edades de Gaia (Una biografía de nuestro planeta vivo). Trad. por J. Grimalt. Tus-
32

quets editores. Barcelona. P. 252.

Bases operativas: una ecopolítica 31


puntos de encuentro y desencuentro, de sus fortalezas y debilidades, de tal ma-
nera que se pueda orientar una ecopolítica más coherente construida sobre sus
bases teóricas y prácticas bien definidas.

32 Economía ecológica
LA POLÍTICA
2. DE LA ECOLOGÍA
PROFUNDA
“La aceptación de la idea de que
los humanos no son la única parte
de valor de la naturaleza, es la
fuente donde se percibe que fluye
la Ecología Profunda”.
A. McLaughin.

G.
Sessions, 199533, escribe que: “El movimiento de Ecología Profunda
de Largo Alcance surgió más o menos espontánea e informalmente
como un movimiento filosófico y político/social científico durante la
llamada Revolución Ecológica de los 1960’s. Su preocupación principal ha sido
lograr una transformación del paradigma mayor – un cambio en la percepción,
valores y estilos de vida – como base para redireccionar el patrón ecológica-
mente destructivo de las modernas sociedades de crecimiento industrial. Desde
los 1960’s, el movimiento de Ecología Profunda de Largo Alcance, se ha ca-
racterizado filosóficamente por un desplazamiento desde el antropocentrismo al
ecocentrismo y por un activismo ambiental”.

La declaración de G. Sessions se apoya en el convencimiento de que los


biólogos y ecólogos que señalaron los efectos que la nueva orientación del in-
dustrialismo estaba tomando sobre la naturaleza viva – A. Leopold, R. Carson,
D. Broker, P. Ehrlich y otros – era debida a su pensamiento antropocentrista y, en
consecuencia, esta posición era inadecuada para salir de la crisis.

Esta actitud propia de las concepciones filosóficas de la cultura occidental,


se hallaba reforzada por las orientaciones y los valores religiosos puesto que el
cristianismo, dominante en Occidente, había desacralizado la naturaleza, estimu-
lado su explotación y promovido la visión antropocéntrica; en consecuencia era
necesario mirar hacia las religiones asiáticas y promover un retorno del cristia-
nismo a los puntos de vista de San Francisco de Asís que pregonaba la igualdad
de todas las criaturas.

Desde 1972, Arno Naess, un filósofo noruego, lanzó al mundo el concepto


de Ecología Profunda (Deep Ecology), como una manera de abordar el problema

G. Sessions. 1995. Preface. In “Deep ecology for the 21st. century”. Edited by G. Sessions. Shambhala.
33

Boston. P. ix.

Bases operativas: una ecopolítica 35


de la crisis ambiental, ya claramente reconocido para este tiempo. Fue, en efecto,
la primera expresión política, es decir, un movimiento con una clara ideología que
surge con el reconocimiento de la crisis ambiental del decenio de los años 1960,
cuando se le otorga identidad social, política y científica a esta problemática, que
desde sus inicios se le reconoce como originada en la forma de producción econó-
mica que la teoría del desarrollo, surgida en el periodo de entreguerras, tomó en la
posguerra de la segunda guerra mundial, y que propuso, entre otros objetivos, dos
muy importantes económicamente hablando: la restauración del aparato económi-
co productivo de Europa, devastado físicamente por la guerra; y la solución de la
pobreza en los países subdesarrollados cuyas economías eran fundamentalmente
agrícolas y debían acceder al industrialismo para avanzar hacia el desarrollo.

Se explica así la posición de A. Naess sobre la importancia de conformar


un movimiento que promoviera una revolución ecológica y liderara un activismo
ambiental. G. Sessions cita las palabras de su maestro Naess: “La clásica con-
servación de la naturaleza no incluye la lucha contra los centros de poder que
presionan por un «desarrollo» insensato. La lucha ambiental desde 1963 a 1968
en California (y en Estados Unidos en general) inspiró al resto del mundo. La
conferencia ambiental de la ONU, de Estocolmo de 1972, fue el primer recono-
cimiento de la existencia de un conflicto ambiental, social y político”34.

En esta declaración hay por lo menos dos elementos que caracterizan esta
importante postura con respecto a la crisis ambiental. En primer lugar el llamado a
superar una simple actitud conservacionista, que por ser contemplativa no mueve
a la acción política, es decir, a enfrentar los centros de poder; y en segundo lugar,
la superación del marco puramente estatal, para inscribirse dentro de un marco
global, lo que reconoce entonces, la naturaleza planetaria de la crisis ambiental.
Este aspecto es particularmente importante porque no se trata de considerar sola-
mente a las políticas y acciones a favor del medio ambiente como planetarias en
su alcance, sino que además, gran cantidad de problemas ambientales concretos
superan las barreras estatales y cubren grandes espacios de la Tierra a través del
aire, el agua y las redes tróficas, algo que ya R. Carson35 desde el inicio de la
década de los 1960’s había demostrado al encontrar DDT en los osos polares del
Ártico, una región, por supuesto sin agricultura ninguna, cuando su uso estaba
confinado casi exclusivamente a los cultivos del sur de Estados Unidos.

Idem, p. Xi.
34

R. L. Carson. 1980. Primavera silenciosa. Ediciones Grijalbo. Barcelona.


35

36 Economía ecológica
Esta posición sólo es entendible desde el marco de una perspectiva que
reconozca a la ecología como un fenómeno que abarca toda la biosfera y que
incluya al hombre como un organismo inmerso en esa dinámica sin ninguna po-
sibilidad de dominación que le de ventajas sobre los otros seres vivos.

Es deducible además, desde esta visión, que la sola posición científica y tec-
nológica resulta completamente insuficiente y que es necesario superar la simple
racionalidad y la confianza en la autoridad a partir del convencimiento propio
para promover actividades ambientales.

En este sentido T. Berry, 199536 señala que “para ser viable la comunidad
humana tiene que moverse desde sus normas antropocéntricas actuales a normas
geocéntricas de realidad y valor. Dentro del sistema solar, la tierra es el contexto
inmediato de la existencia humana”.

Es uno de los elementos fundamentales de la Ecología Profunda, la concep-


ción claramente sistémica de la vida sobre la tierra: “los ecologistas somos «parte
y parcela» del mundo natural dentro del cual nuestro destino esta completamente
entretejido con el destino de otras especies y ecosistemas”, dice Sessions37 en
otra parte; lo cual nos revela también las diferencias con la teoría Gaia: mientras
la Ecología Profunda pone el énfasis en la biosfera, Gaia lo pone en la interacción
biota/mundo físico-químico inerte. Se hace claro entonces, que mientras para la
Gaia política la desaparición del hombre como especie, sería apenas un proceso
de ajuste homeostático de Gaia, como sería la desaparición de cualquier otra es-
pecie; para la Ecología Profunda el mantenimiento de la humanidad en particular
no puede estar por encima del mantenimiento de la vida en general porque es de
ésta que depende la del hombre. P. Shepard, 199538, lo ha dicho de la siguiente
manera: “La ecología humana no puede limitarse estrictamente a los conceptos
biológicos, pero no los puede ignorar. No puede ni siquiera trascenderlos. Ella
emerge de la realidad biológica y crece desde el hecho de la interconectividad
como un principio general de la vida”.

Otro elemento fundamental en la Ecología Profunda del cual se deriva una


buena parte de su posición política, es la del desarrollo de una teoría no antropo-
céntrica del valor, lo que impugna la ética tradicional centrada en el hombre, y,

36
T. Berry. 1995. The viable human. In “Deep ecology for the 21st. century. Edited by G. Sessions. Shamb-
hala. Boston. P. 8.
37
G. Sessions. 1995. Introduction- Part tour. In “Deep Ecology for the 21st. century”..... p. 265.
38
P. Shepard. 1995. Ecology and man- A view point. In “Deep Ecology for the 21st century… p. 131.

Bases operativas: una ecopolítica 37


en su lugar otorga «valor inherente» a las formas no humanas de vida; es decir,
la vida en si misma tiene un valor inherente; esta concepción le permite decir a
F. Capra, 199539, que “el reconocimiento del valor inherente a toda la naturaleza
viva, se desprende del convencimiento de la ecología profunda de que la natura-
leza y nosotros somos uno”. Pero además de soportar buena parte del programa
político, también establece orientaciones para un estilo de vida, cuyas caracterís-
ticas más destacadas son: el anticonsumismo; el desprecio por lo novedoso, en
cuanto sea simplemente por el sólo hecho de ser novedoso; la minimización del
aprecio por la propiedad privada; la no emulación de los estilos de vida y la pre-
valencia de las formas de vida simples y apoyadas en las necesidades verdaderas
y no en lo deseado; la preferencia por la protección de las formas de vida de los
ecosistemas naturales en lugar de las formas de vida individuales domésticas
(por ejemplo las mascotas).

Cabe resaltar dentro de las recomendaciones en cuanto a las expresiones en


la actividad política, la de ser tolerante, abierta a distintas propuestas, y a seguir
reglas flexibles. A. Naess, 199540, condensa esta posición en la oración del Viejo
Indio cuando dice: «Gran espíritu, ayúdame para que critique a mi vecino no
antes de haber caminado una milla en sus mocasines».

Para la mayor parte de los intelectuales que se inscribieron en la filosofía


de Naess, el acontecimiento que marca el verdadero origen de esta posición fue
la instauración del Día de la Tierra, el 22 de abril de 1970, que fue precedido por
una serie de escritos de connotados intelectuales que pusieron el ecocentrismo
como referente para orientar la salida a la crisis ambiental, ya para ese tiempo
claramente identificada y caracterizada. Ese interés en que el ecocentrismo se
erigiera como sustituto del antropocentrismo promulgado por el poder político-
económico dominante, fue el que llevó a la extraordinaria movilización de Abril
de 1970 en Estados Unidos. Tal como fue descrita por K. Sale, uno de los ani-
madores de este movimiento, (Sessions, 1995)41, “el 22 de abril probablemente
se vio la mayor de todas las demostraciones de los 1960’s. De acuerdo a sus or-
ganizadores, tomaron parte 1.500 Colleges y 10.000 escuelas, muchas universi-
dades hicieron demostraciones callejeras y desfiles, y se llevaron a cabo grandes
manifestaciones en Nueva York, Washington y San Francisco. Time estimó que
algo más de 20 millones de personas tomaron parte en lo que Gaylord Nelson

39
F. Capra. 1995. Deep Ecology. A new paradigm. In “Deep Ecologgy for the 21st. century”… p. 20.
40
A. Naess. 1995. Deep ecology and lifestyle. In “Deep ecology for the 21st. century”…. P. 261.
41
G. Sessions. 1995. Ecocentrism and the anthropocentric detour. In “Deep ecology for the 21st. century”….
P. 174.

38 Economía ecológica
llamó ‘una explosión popular verdaderamente asombrosa’”. La envergadura de
estas marchas y el gran fervor despertado por ellas, creó una verdadera ola de
interés juvenil por la defensa de la tierra que impulsó en forma definitiva el eco-
centrismo como referente superior al antropocentrismo para enfrentar la crisis
ambiental. Ese primer día de la tierra estuvo precedido por la formación del
grupo “Amigos de la Tierra”, una organización que se propuso publicar el libro
“Manual Ambiental”, editado por Garret DeBell con un mes de anticipación a
ese primer Día de la Tierra. También P. Ehrlich y B. Commoner realizaron gran
cantidad de conferencias acerca de la sobrepoblación y el medioambiente en Co-
legios y Universidades tratando de ambientar la movilización para ese día.

Pero quien daría coherencia al movimiento y desarrollaría sus bases con-


ceptuales sería Arne Naess, quien en la Conferencia de Bucarest de 1972, sobre
el “Futuro del Tercer Mundo”, expuso por primera vez la concepción de la Eco-
logía Profunda, como un movimiento filosófico, político, científico, ecocentrista
en su concepción y diferente, por supuesto, de los movimientos ambientalistas
de corte antropocentrista. Sus desarrollos se apoyaron en la filosofía de B. Spino-
za y de Gandhi hasta llegar a lo que denominó Ecosofía que debía servir de base
al entendimiento y acción ecológica. Es la filosofía de Spinoza la que le permite
negar cualquier jerarquía dentro de los seres vivos, en tanto no hay propósito ni
causa final alguna que permita que habilite a decir que hay un “inferior” que debe
ser sacudido por un “superior”, según lo transcribe Sessions42.

Fue precisamente G. Sessions y A. Naess quienes en 1984 redactaron “una


declaración no técnica de los principios alrededor de los cuales, se espera que se
pueda unir la gente que difiere en últimas en la forma de entenderse a si misma,
a la sociedad y a la naturaleza no humana”43.

La plataforma consta de ocho puntos a saber:

1. “El bienestar y florecimiento de la vida humana y no humana sobre la tie


rra tiene valor en si misma (sinónimos: valor intrínseco, valor inherente).
Estos valores son independientes de la utilidad del mundo para los propó-
sitos humanos.

2. La riqueza y la diversidad de las formas de vida contribuyen a la realización


de estos valores y también son valores en si mismos.

Idem, p. 176.
42

A. McLaughlin. 1995. The Heart of Deep Ecology. In “Deep Ecology for the 21st. century”…. P. 86.
43

Bases operativas: una ecopolítica 39


3. Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad excepto
para satisfacer sus necesidades vitales.

4. El florecimiento de la vida y cultura humanas se compagina mejor con una


disminución sustancial en la población humana. El florecimiento de la vida
no humana requiere ese decrecimiento.

5. La interferencia humana actual con el mundo no humano es excesiva, y la


situación está empeorando.

6. Deben cambiarse entonces las políticas. Éstas afectan las bases económicas,
las tecnológicas y las estructuras ideológicas. El estado resultante de los
negocios será profundamente diferente al actual.

7. El cambio ideológico es principalmente el de apreciar la calidad de vida


(pensada en situaciones de valor inherente), más que adherirse a un incre-
mento mayor del estándar de vida. Debe haber una profunda conciencia de
la diferencia entre grande y mayor.

8. Aquellos que suscriban los puntos enunciados tienen una obligación directa
o indirecta de tratar de implementar los cambios necesarios.

Se perciben claramente dos elementos centrales que iluminan este ideario


político. En primer lugar, el atribuir un valor intrínseco a la vida como tal, lo cual
equipara todas las formas de vida y desaloja el concepto de utilidad aristotéli-
co, es decir, con relación al hombre, de cualquier actividad sobre la naturaleza.
McLaughlin, 199544, lo expresa muy claramente cuando escribe: “La aceptación
de la idea de que los humanos no son la única parte de valor de la naturaleza es
la fuente donde se percibe que fluye la Ecología Profunda”.

El segundo elemento, derivado precisamente del primero, es el de someter


a crítica y clarificar lo que la Ecología Profunda entiende por sostenibilidad. La
sostenibilidad desde una perspectiva antropocéntrica, dice en la aclaración al
punto 6., es considerada como la forma en que debe desenvolverse la economía
con respecto a la naturaleza; y es necesario, desde la Ecología Profunda, hacer
claridad sobre este concepto así entendido. “Para la Ecología Profunda, al menos,
necesitamos sostener las condiciones reales para la diversidad de las miríadas de
formas de vida, incluyendo la diversidad cultural de la vida humana”45.

A. McLaughlin. 1995. The Heart of Deep Ecology. In “Deep ecology for the 21st. century”…. P. 86.
44

Idem, p. 89.
45

40 Economía ecológica
Hay que destacar también en esta plataforma, la característica inequívoca-
mente política con la que los autores la concibieron, apoyándose eso sí, muy soli-
damente, en elementos científicos, y que los lleva, en el último punto a demandar
el compromiso de acción social que adquieren todos aquellos que suscriban ese
ideario. Pero seguramente uno de los más importantes refuerzos, que ha venido
desde la comunidad científica, diríase que de manera un poco inesperada puesto
que su militancia respecto a lo ambiental estaba muy activa en un frente casi
displicente con el ideario político de Naess y sus seguidores. Hablamos de J.
Lovelock46, quien en 2006, se declara seguidor de las posiciones políticas de la
Ecología Profunda. Escribe entonces: “Sabía que nuestra autorreguladora Tierra
había evolucionado favoreciendo a las especies que dejaban un mejor entorno
para su progenie y eliminando las que destruían su hábitat, pero no me di cuenta
de que habíamos sido destructivos hasta tal punto que habíamos dañado tan gra-
vemente la Tierra que ahora Gaia nos amenaza con la pena capital: la extinción”.
Sea punto para anotar que de todas maneras y en contra de la Ecología Profunda,
Lovelock sigue considerando que la salida energética a la problemática ambien-
tal es la energía nuclear, lo que le ha traído desavenencias con varios de sus
amigos intelectuales.

No cabe duda de que muchos se han suscrito a esta plataforma y han inten-
tado formas de acción en la búsqueda de la transformación de la dinámica eco-
nómica dominante y aun de los estilos de vida, sin embargo la crisis ambiental se
ahonda año a año y se registra ese ahondamiento en la institucionalidad mundial,
sin que se adopten las propuestas descritas, sustentadas y difundidas. Es segu-
ro que las grandes preocupaciones de la alta institucionalidad política nacional
e internacional son de otro tipo, como la política armamentista, la irrigación
de los excedentes monetarios del norte hacia el sur para mantener o mejorar la
rentabilidad de los capitales de los conglomerados económicos, etc. Reciente-
mente, dentro de esta dinámica han aparecido algunas formas de actividad po-
lítica saludadas con gran beneplácito por F. Capra, uno de los ideólogos de la
Ecología Profunda. Este autor señala que un fenómeno de tanto alcance y de
tan rápida difusión como la globalización económica “ha sido diseñada y puede
ser rediseñada”47. Indica cómo el «mercado global» es una red de máquinas que
operan a la manera de un autómata programado y los programas que determinan

46
J. Lovelock. 2007. La venganza de la Tierra. (La teoría Gaia y el futuro de la humanidad). Trad. por M.
García P. Editorial Planeta Chilena. Santiago. P. 212.
47
F. Capra. 2003. Las conexiones ocultas (Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológi-
cas de una nueva visión del mundo). Trad. por D. Sempau. Editorial Anagrama. Barcelona. P. 269.

Bases operativas: una ecopolítica 41


su forma operativa dan lugar a esta nueva economía y están formados por dos
componentes centrales: Valores y normas de funcionamiento48.

Todas las normas establecidas para esta forma de capitalismo global “son
impuestas con firmeza y activamente promovidas por tres instituciones financie-
ras cuya actividad tiene ámbito mundial: el Banco Mundial (BM), el Fondo Mo-
netarios Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC)”49,
y deben, por supuesto, mantener ese principio fundacional del capitalismo cual
es la ganancia que alimenta la acumulación. No se puede negar que existe una
gran cantidad de movimientos comunitarios de base que reclaman la necesidad
de rediseñar toda esta política económica que ha producido mucho desarrollo,
mucho progreso, pero principalmente pobreza, hambre y miseria.

Pero más allá de esta reclamación Capra descubre un gran movimiento en


red, sin lideres identificables, sin personajes religiosos, sin búsqueda de protago-
nismo que se coordinan básicamente acudiendo al teléfono móvil y al Internet.

Se hace visible a raíz de la reunión de la OMC en Seattle en noviembre de


1999, y desde esa ocasión se ha ido repitiendo cada vez que la misma OMC o
el FMI o el “Grupo de los Ocho” (G8), programan una reunión, en las cuales
siempre se entra con el propósito, declarado de antemano, de acordar políticas
contra la pobreza y en pro del mejoramiento del medioambiente, pero se sale con
la promesa de que será en otra ocasión futura que se estudien estos objetivos.

Capra identifica este movimiento con una gran consciencia de los valores
de la dignidad humana y de la sostenibilidad ecológica que fundamenta una éti-
ca para la remodelación de la globalización y que atrajo una amplia coalición
global de las ONG’s que se han incrementado año a año. “El 30 de noviembre
de 1999 unas cincuenta mil personas pertenecientes a más de setecientas or-
ganizaciones, tomaron parte en una manifestación muy bien coordinada, apa-
sionada y prácticamente no violenta, que cambiaría para siempre el escenario
político de la globalización”50. Este grupo lo ha denominado el mismo Capra
“La coalición de Seattle”, y le atribuye la característica de ser una nueva clase
de movimiento político, hijo legítimo de la informática, de gran efectividad e
independiente por completo de las ataduras de la institucionalidad nacional o
internacional tradicionales.

48
Idem, p. 269.
49
Idem, 271.
50
Idem, p. 275.

42 Economía ecológica
Más allá de la protestas de un buen número de ONG’s, la actividad política
en red tuvo una primera cristalización en su oposición al Acuerdo Multilateral
sobre Inversiones, (AMI), que fue negociado por la Organización para la Co-
operación y el Desarrollo Económico (OCDE) con el objeto de crear una nor-
matividad para la protección de las inversiones extranjeras, con énfasis, natural-
mente, en los países en desarrollo. Este acuerdo fue negociado en principio, por
más de dos años a puerta cerrada por los gobiernos participantes en la OCDE,
pero su primer borrador llegó a manos de varias ONG’s a través de la red, y se
fue levantando una fuerte oposición que produjo, antes de que se completara su
discusión y dos años antes de la Coalición de Seattle, que se abandonara por
completo la negociación.

Estaba claro que había nacido una “nueva sociedad civil global” represen-
tada por ONG’s con gran capacidad para cuestionar las políticas de la globali-
zación institucionalizada. Otra expresión de esta “sociedad civil global” es el
Grupo de Estudio de Alternativas (GEA) constituido antes del evento de Seattle
por las principales ONG’s de la Coalición, con el objetivo de plantear los ele-
mentos que hicieran posible un modelo alternativo a la globalización económica
en marcha.

Este grupo, nos dice Capra, 200351, se puso bajo el liderazgo del Foro Inter-
nacional sobre la Globalización (FIG) y publicó un informe sobre sus análisis a
partir de comentarios, sugerencias, propuestas, críticas de distintas fuentes de in-
telectuales y militantes de todo el planeta. El informe “contrasta valores y princi-
pios de organización del Consenso de Washington con un conjunto de principios
y valores alternativos, que incluyen la sustitución de los gobiernos al servicio de
las corporaciones por otros que sirvan a la ciudadanía y a las comunidades, la
creación de nuevas normas y estructuras que privilegien lo local y se atengan al
principio de subsidiariedad («Siempre que el poder pueda residir a nivel local,
residirá en ese nivel »), el respeto a la diversidad y a la integridad culturales, un
fuerte énfasis en la seguridad alimentaria (el derecho a los alimentos sanos y
seguros) y diversas cuestiones primordiales relacionadas con los derechos huma-
nos, sociales, laborales y otros”52.

Otra actividad política que Capra relaciona con la Ecología Profunda, es la


atinente a la alimentación. Son conocidos los últimos avances de la Revolución

Idem, p. 285.
51

Idem, p. 285.
52

Bases operativas: una ecopolítica 43


Verde que condujeron a la producción de transgénicos, sobre todo en vegetales
para la alimentación. El concepto de transgénicos apunta hacia la transferencia
de partículas genéticas de un organismo a otro, generalmente mediante la uti-
lización de un vector – comúnmente plásmido o virus- para implantarlo en el
organismo que va a ser modificado; esto quiere decir, que todo organismo “cuyo
material genético ha sido modificado artificialmente (por ejemplo, insertándole
ADN foráneo) lo llamamos organismo modificado genéticamente, o bien orga-
nismo transgénico” (J. Riechmann, 2004)53.

La aplicación de esta técnica genera profundos efectos a nivel ecológico, en


la vida misma, en lo social, en lo político y en lo económico. En el nivel ecológi-
co conduce a la homogeneización del genoma poblacional de grandes porciones
de ecosistemas, disminuyendo aún más la biodiversidad con repercusiones muy
negativas en la dinámica espontánea de las poblaciones de organismos en el eco-
sistema intervenido y, por esta vía, sobre el ecosistema global. En la vida misma
como tal conduce a su patentamiento, uno de los mayores adefesios de la lega-
lidad capitalista en tanto convierte en propiedad privada la producción de gran
número de semillas. En lo social y en lo económico crea profundas dependencias
de los agricultores de las grandes transnacionales que producen y distribuyen las
semillas transgénicas patentadas, con todas las consecuencias sobre el sistema
agroalimentario de quienes adopten voluntariamente o mediante presiones po-
líticas este tipo de producción. Políticamente aumenta las dependencias entre
países subdesarrollados y desarrollados vía producción de alimentos. Visto así,
estamos ante uno de los desarrollos tecnológicos más peligrosos que inclusive
puede tener efectos nocivos sobre la salud, como ya se ha visto en la práctica.

La producción comercial de transgénicos se inició en 1992 en China, con el


cultivo de tabaco, pero de ahí en adelante se extendió en muchos países a plantas
alimenticias, y esto dio lugar al desarrollo hacía este campo de más de diez gran-
des transnacionales, que, por supuesto, han patentado sus semillas y procesos.

En febrero de 1999 se celebró en Cartagena de Indias (Colombia) la sexta


ronda de negociaciones del Protocolo de Bioseguridad como parte del Convenio
sobre Diversidad biológica, puesto a ratificación desde la Cumbre de la Tierra de
Río de Janeiro en 1992. Ese Protocolo establece condiciones para el movimiento
transfronterizo de OMG (Organismos genéticamente modificados) con miras a

J. Riechmann. 2004. Cultivos y alimentos transgénicos: una guía crítica. Ediciones Pensamiento Crítico.
53

Bogotá. P. 59.

44 Economía ecológica
proteger la bioseguridad; sin embargo el peso de las grandes transnacionales evitó
avanzar de manera importante sobre tal Protocolo, e inclusive, el mismo Conve-
nio sobre Biodiversidad de 1992, no ha sido firmado aún por Estados Unidos.
Fue así como el llamado “Grupo de Miami” que reúne a los países exportadores
de transgénicos (Estados Unidos, Canadá, Argentina, Uruguay, Chile y Australia)
hizo uso del derecho de veto a la posición común de los 132 países restantes.

Los gobiernos europeos desde 1998 y 1999, a raíz del escándalo del silen-
ciamiento del científico investigador Arpad Pustazi, quien denunció los efectos
dañinos de la alimentación con papa transgénica en ratas, puso a la comunidad
en alerta y al gobierno británico en dificultades para defender el negocio de las
transnacionales. De ahí en adelante los boicots y manifestaciones se regaron
por toda Europa e inclusive llegaron a la India y, mediante agitación popular,
acciones directamente sobre los cultivos de transgénicos y cartas enviadas por
organizaciones de base, lograron moratorias en muchos países, sobre todo de
Europa. Son sobresalientes las reacciones de los cultivadores pobres de algodón
en la India quienes han lanzado una “Campaña de Incineración de Monsanto”
mediante la cual queman los campos de cultivo de algodón GM; en Gran Breta-
ña el grupo Genetix Snowball ha adoptado la táctica no violenta de rociar tintes
indelebles sobre las cosechas de algodón GM. También en algunas ciudades en-
tran grupos de activistas a los supermercados y luego salen con gran cantidad de
comestibles GM, diciendo que son productos contaminados (Organise, 1999)54.
Cuenta Capra, 200355, que la Comisión Europea declaró obligatorio el etiquetado
de alimentos GM (genéticamente modificados), al igual que Japón, Corea del
Sur, Australia y México. Pero además, en enero de 2000, ciento treinta países
firmaron en Montreal, la oposición a la pretensión de Estados Unidos de oponer-
se al derecho de cualquier país a prohibir la entrada en su territorio de cualquier
forma de vida genéticamente modificada.

Pero la movilización obtuvo aun otros logros mediante los cuales muchos
industrializadores de alimentos, restaurantes y fabricantes de bebidas declararon
públicamente que eliminarían cualquier componente de OMG en sus productos.

Ante estos efectos de los movimientos civiles no institucionalizados Capra56


concluye: “Estos acontecimientos recientes demuestran bien a las claras que los

54
Organise!. 1999. N° 51. Spring/Summer. London. P. 9.
55
Opus cit., pp. 288-289.
56
Idem, p. 290.

Bases operativas: una ecopolítica 45


movimientos de base de nuestros días tienen poder y capacidad para cambiar, no
tan sólo el clima político internacional, sino también el juego del mercado glo-
bal, y reorientar sus flujos financieros según unos valores distintos”.

En este orden de ideas, se percibe que la Ecología Profunda como movi-


miento político, ha tenido un buen número de seguidores sobre todo en el ámbito
de los intelectuales, pero no parece posible extender esta apreciación a otros
movimientos políticos institucionalizados, capaces de crear programas de acción
más allá de las coyunturas y hasta podría decirse, que no puede afirmarse tajan-
temente que las movilizaciones que ellos mismos describen sean la consecuen-
cia de la conceptualización ideológica que su plataforma, tal como ha quedado
expuesta anteriormente, puntualiza. No obstante Capra los inscribe dentro de
ésta, puesto que los ideólogos del movimiento y particularmente A. McLaughlin,
quien con Naess elaboró los ocho puntos de la plataforma ya transcritos, lo seña-
la, ella no es una camisa de fuerza y más bien debe entenderse como un ideario
en permanente revisión de acuerdo a los cambios culturales y transformaciones
diversas que la sociedad vaya sufriendo: “la plataforma es una propuesta para
nosotros ahora (1984), en este contexto histórico particular. Cuando el contexto
cambie, la plataforma puede cambiar. Quizás la Ecología profunda pueda aún
desaparecer como una posición distinguible”57. Sin embargo, hay ya un ideario
coherente y que puede tenerse en cuenta a la hora de buscar el desarrollo de una
acción política consistente. También debe tenerse en cuenta de otro lado, que
muchos de estos movimientos, particularmente los de los campesinos o de con-
sumidores que se consideran en riesgo, reaccionan con algún activismo movidos
por sus sentimientos personales de naturaleza económica más allá de tener clara
una ideología siquiera cercana a la Ecología Profunda.

El mismo Naess58 al referirse a los partidos Verdes que se han desarrollado


en unas pocas democracias europeas y que bien pueden ser formas de entrar a la
arena política formal, indica que en el caso de Noruega, el partido Verde, muy
similar al de otros países europeos, incluye las principales preocupaciones de los
tres grandes movimientos sociales de la época de los 90’s: el movimiento por
la paz, el movimiento por la justicia social y el movimiento ecológico. En este
sentido en los países ricos se debe priorizar el trabajo ecológico y ejercer gran
presión social para obligar a los partidos políticos a adoptar y realizar programas

A. McLaughlin. Opus cit., p. 91.


57

A. Naess. 1995. Politics and the ecological crisis (An introductory note). In Deep ecology for the 21st. cen-
58

tury……. P. 451.

46 Economía ecológica
en lo ecológico; pero en los países pobres, sin descuidar este aspecto que es fun-
damental, no puede olvidarse que “la principal fuerza orientadora del movimiento
de Ecología Profunda, comparado con los restantes movimientos ambientales, es
el de la identificación y solidaridad con el conjunto de la vida. La humana es la
más cercana, en términos de identificación con el conjunto de la vida: los partidos
Verdes deben incluir planes políticos de participación en la lucha contra el ham-
bre mundial y la dignidad humana básica”59. Insiste además, en la importancia
de contribuir a la crisis ambiental pero mediante un activismo no violento; de
ahí que se considere que uno de los desarrollos políticos concretos por los que se
debe luchar en la actividad política, sea la de transferir los recursos militares para
tareas ambientales.

Conviene tener en cuenta que A. Dobson (1997)60 se ha inscrito en los pos-


tulados de la Ecología Profunda pero ha adoptado el nombre de Política Verde
Radical y considera que “la piedra angular de este movimiento es la creencia de
que nuestra Tierra finita pone límites al crecimiento industrial”. Al respecto hace
claridad sobre este aspecto fundamental, que matiza seguramente el ideario del
la Ecología Profunda como tal, de la siguiente manera: “Hay tres pensamientos
principales relacionados con la tesis de los límites del crecimiento que han lle-
gado a ser de primera importancia para la postura verde radical. Son: en primer
lugar, que las soluciones tecnológicas (entendidas en el sentido amplio; es decir,
soluciones formuladas sustancialmente dentro de los límites de las actuales prác-
ticas económicas, sociales y políticas) no darán como resultado una sociedad
sustentable; en segundo lugar, que los rápidos índices de crecimiento pretendi-
dos ( y a menudo alcanzados) por las sociedades industrializadas y en vías de
industrialización, tienen carácter exponencial, lo que significa que los peligrosos
acumulados a lo largo de un periodo relativamente prolongado de tiempo pue-
den tener, de forma absolutamente repentina, un efecto catastrófico; y en tercer
lugar, las cuestiones asociadas con la interacción de los problemas causados por
el crecimiento; es decir, resolver un problema no resuelve los demás, e incluso
puede exacerbarlos”61.

59
Idem, p. 452.
60
Pensamiento Político Verde (una nueva ideología para el siglo XXI). Trad. por J P. Tosaus. Ediciones
Paidós Ibérica. Barcelona. P. 97.
61
Idem, p. 98.

Bases operativas: una ecopolítica 47


LA POLÍTICA DEL
3. ECODESARROLLO
“La ecología tiene también una vocación
productivista bien comprendida. Ella se
remite en efecto, a una filosofía de la
administración de los recursos opuesta
al productivismo estrecho y depredador
de la naturaleza”.
I. Sachs.

E
l concepto de Ecodesarrollo surgió como un programa político. En efecto,
esta denominación a una forma de acción social que dinamizara a un tipo
de producción económica realizada bajo ciertas condiciones, se le atribu-
ye inicialmente a Maurice Strong, cuando se posesionó como primer director del
Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA) (1973), cuando la crisis ambiental tenía pleno reconoci-
miento en la alta institucionalidad de la política mundial, y ya se había producido
el Informe del Club de Roma sobre Los Límites del Crecimiento.

Es frente a este crecimiento ilimitado y destructor del medio ambiente


que además parece promover la pobreza y el hambre y que había llamado la
atención del Club de Roma que se va delineando lo que tomaría el nombre de
Ecodesarrollo.

Esta crisis recogida de otra manera por la Conferencia Mundial sobre el


Hombre y el Medioambiente –Estocolmo’72-, movió al Consejo recién creado a
proponer el Programa de las Naciones Unidas para Medioambiente (UNEP), que
se estableció sobre cuatro ideas centrales:

1. Renunciar a la idea de crecimiento exponencial e ilimitado y a la posibilidad


de promover el desarrollo basado en exportaciones masivas de recursos na-
turales locales.

2. Plantear el crecimiento económico dando prioridad a la satisfacción de las


necesidades fundamentales de toda la población, pero haciendo hincapié en
la erradicación de la pobreza.

3. El crecimiento sobre una base de equidad permite promover el autocontrol


en la satisfacción de las necesidades, lo cual constituye una especie de ba-
rrera contra el despilfarro y el consumismo.

Bases operativas: una ecopolítica 51


4. También puede conducir a la aceptación de programas efectivos de control
demográfico, al hacer más entendible la importancia del control natal a nivel
familiar (J. Tinbergen, 1977)62.

Esto implica una necesaria revisión de los estilos de vida y los patrones de
consumo. En esta perspectiva se considera que se debe promover un desarrollo
autónomo y endógeno que se oriente a la satisfacción de las necesidades básicas,
pero siendo ambientalmente sano.

Operativamente se puede alcanzar esta forma de desarrollo mediante tres


requisitos, (Tinbergen, 1977)63.

“a) Un conjunto de criterios ampliados de racionalidad social para la adminis-


tración y el uso de los recursos, basados en la ética del desarrollo;

b) Una maquinaria institucional para la administración mundial de los re-


cursos; y

c) Una estrategia específica para armonizar los objetivos sociales y los


ecológicos”.

Se trata de un nuevo estilo de desarrollo que tiene en cuenta un uso cuida-


doso de los recursos y una atención especial a la variedad de ecosistemas. En
este sentido el Ecodesarrollo tal como fue considerado en su momento, tiene
como telón de fondo, el propósito de sacar de la pobreza sobre todo a la gran
masa campesina del tercer mundo, y para lograrlo debe tener en cuenta que hay
una gran diversidad de regiones ecológicas y de culturas, lo que implica diseñar
planes de desarrollo ajustados a esa diversidad ecológica y que consultan las
necesidades de los grupos humanos que necesariamente apelan a su cultura para
el desenvolvimiento de su cotidianidad. Se sigue de este planteamiento que es
también necesario recurrir a opciones tecnológicas que se inscriban dentro de esa
diversidad ecológica y cultural.

Esta mirada desde el Consejo de la ONU, rechaza la existencia de límites


en el crecimiento, siempre y cuando se tenga cuidado con la degradación del
ambiente y con el uso cuidadoso y eficiente de los recursos naturales. En este

62
J. Tinbergen. 1977. (Coordinador). Reestructuración del Orden Internacional. (Informe al Club de Roma).
Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México. P. 247.
63
Idem, p. 248.

52 Economía ecológica
sentido niega el dilema implícito en el Informe Los Límites del Crecimiento,
de «crecimiento vs medioambiente». En otras palabras parte del axioma de la
importancia del «Desarrollo Económico».

A tono con este principio se debe promover un crecimiento «ecológicamen-


te sano» y microrregional en lo espacial, es decir, muy selectivo en términos de
técnicas ajustadas a las características ecológicas del espacio intervenido; pero
además los programas de Ecodesarrollo deben privilegiar zonas pobres y, en tal
caso, esta política resulta particularmente útil para las zonas tropicales, dado su
atraso en cuanto al referente de desarrollo en el Norte y su extraordinaria riqueza
ecológica y cultural. Se propuso entonces que cualquier programa para estas zo-
nas debía iniciarse con una evaluación del potencial vegetal, animal, hídrico, de
suelos, de condiciones climáticas y de características culturales.

Esta visión inicial del problema pudo ser reafirmada por la ocurrencia de
un acontecimiento que reforzaría lo que parecía ser la fortaleza del discurso del
Ecodesarrollo. Se trata de la crisis del Sahel64; región africana al sur del Sahara,
milenariamente pastoril, que en razón del programa de descolonización salido
de la ONU, empeño a los países europeos que habían sido sus colonizadores, en
sacarla del subdesarrollo propio de la condición de colonias, mediante la intro-
ducción de la Revolución Verde para revertir su condición de pueblos atrasados.
Se partió del axioma económico neoliberal que señala que la vinculación al mer-
cado internacional de las economías subdesarrolladas es un paso fundamental
para acceder al desarrollo. En el caso del Sahel se estableció desde los inicios de
los 1960’s aproximadamente, un ambicioso programa de producción de alta tec-
nología de materias primas agrícolas para la agroindustria europea: maní, soya,
sorgo, etc. Se construyeron sistemas de riego, se hizo adecuación del suelo, se
importaron semillas y agroquímicos y se llevó al mínimo la antiquísima forma de
pastoreo trashumante que seguía el rebrote de los pastos a tono con los ritmos del
clima. El profundo cambio en el ecosistema transformó la tradicional regularidad
climática y a partir de 1968 se empezaron a percibir profundos cambios ambien-
tales, una de cuyas manifestaciones más notables fue una sequía recurrente cada
vez más fuerte que, en 1972 alcanzó su mayor magnitud y produjo una hambruna
que llevó a la muerte de unas 100.000 personas y puso en condiciones de grave
subnutrición, apenas aligerada por las ayudas alimentarias procedentes de los

Sahel = borde, en árabe. Región compuesta por los ocho países ubicados en el límite sur del desierto del
64

Sahara. Tenía en 1970, 24 millones de habitantes y un número similar de cabezas de ganado.

Bases operativas: una ecopolítica 53


excedentes de los países ricos, a unos ocho millones más de sus habitantes65. Ig-
nacy Sachs, destacado sociólogo polaco-francés y consultor de Naciones Unidas
para temas de medioambiente y desarrollo, quien siguió muy de cerca esta crisis,
llevó este tema para su discusión a un Seminario, organizado por el UNEP y la
Conferencia de la ONU sobre el comercio y el desarrollo (UNCTAD), que anali-
zó en detalle las relaciones entre desarrollo económico, medioambiente, pobreza,
ecología y cultura. En el Informe final de esta reunión, conocido como la “De-
claración de Cocoyoc” (nombre del hotel de Cuernavaca en México, donde tuvo
lugar el Seminario), se adoptó como propio y se promovió con gran entusiasmo
el concepto de Ecodesarrollo, entendido como aquel desarrollo que consulta las
características ecológicas y culturales locales, lo cual se opone, punto por punto,
a la globalización tecnológica. Pero este aspecto llamó la atención de Henry
Kissinger, a la sazón Secretario de Estado de Estados Unidos, quien mediante la
«diplomacia del poder» conmina al Consejo del Medioambiente para que nunca
vuelva a utilizar el término en documentos oficiales, argumentando que esa con-
cepción localista y culturalista era desastrosa para la política mundial66.

El mismo Sachs, 197767, se queja de ese rechazo evidente, manifiesto en el


recorte presupuestario a que se sometió al PNUMA, y en la indiferencia y hasta
hostilidad de la mayoría de los países industrializados hacía el documento de
Cocoyoc, esto es, contra el Ecodesarrollo.

Pero el sociólogo polaco en un artículo posterior (1984)68 vuelve sobre el


tema y define el Ecodesarrollo como la preocupación por no dañar el futuro y bus-
car la productividad sostenida de los ecosistemas. En cuanto al caso concreto de
los agrosistemas señala que su desarrollo consiste en la búsqueda de “soluciones
locales a problemas globales, valorizando del mejor modo posible las potencia-
lidades de cada ecosistema, los recursos específicos del mismo y los aportes de
cada cultura”. Y aún va más allá: “otra característica, escribe en el mismo artículo,
es el enfoque sistémico. A la sectorización, la verticalización y la especialización
extrema, el ecodesarrollo opone una visión horizontal del desarrollo local y regio-
nal integrado. El policultivo, la asociación de cultivos y de la ganadería y, de un
modo más general, la articulación entre diferentes producciones, constituyen las

65
N. Wade. 1974. Sahelian drought: no victory for Western aid. Science, 185: 234-237.
66
J. M. Naredo. 1997. Sobre el origen, el uso y el contenido del término sostenible. Documentos “La cons-
trucción de la ciudad sostenible”. http://habitat.aq.upm.es/cs/p2/a004.html. P. 2.
67
I. Sachs. 1977. El ambiente humano. Anexo 8. En “Reestructuración del orden internacional”. Coordinado
por J. Tinbergen. Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México. P.449.
68
I. Sachs. 1984. Las estrategias del ecodesarrollo. Revista Ceres, N° 100 (vol 17, N| 4), p. 20.

54 Economía ecológica
piezas claves del mismo, trátese de una explotación campesina o de un moderno
complejo agroindustrial”69.

En este orden de ideas se puede lograr una caracterización general del Eco-
desarrollo desde tres enunciados propuestos por Sachs70:

a) Sus objetivos sociales, intentando realizar «una civilización del ser basada
en el respeto equitativo del tener»;

b) La aceptación voluntaria de los límites ecológicos basada en un principio,


el de la solidaridad diacrónica (o intergeneracional), que completa el de
solidaridad sincrónica subyacente al desarrollo social; y

c) La búsqueda de la eficiencia económica, «que conserva toda su importancia


pese a su carácter instrumental».

Se trata entonces de un desarrollo socialmente justo; ecológicamente com-


patible y económicamente viable.

En términos políticos concretos se puede reconocer un cuerpo de postula-


dos, que recogen los problemas sociales, ecológicos y culturales, a saber:

1. El problema básico de hoy en día no es el de la escasez material, sino el de la


mala distribución y tratamiento, desde las perspectivas social y económica;

2. La labor de los estadistas es guiar a las naciones hacia un nuevo sistema


capaz de satisfacer los límites internos de las necesidades humanas básicas
de todas las personas del mundo, sin violentar los límites externos de los
recursos del planeta y del medioambiente;

3. Los seres humanos tienen necesidades básicas: alimento, vivienda, vestido,


salud y educación. Cualquier proceso de crecimiento que no conduzca a su
satisfacción, o peor aún, que la impida, constituye una parodia del concepto
de desarrollo;

4. Todos tenemos la necesidad de redefinir nuestras metas, nuevas estrategias


de desarrollo o nuevos estilos de vida que incluyan pautas de consumo más
modestas entre los ricos;

Idem, p. 20.
69

Idem, p. 18.
70

Bases operativas: una ecopolítica 55


5. El desarrollo de los pueblos sólo se logra a partir de reconocer y respetar las
condiciones ecológicas locales;

6. Este postulado debe estar apoyado en el respeto a la cultura local;

7. Los ecosistemas naturales deben incorporarse a la producción agraria con


la idea de explotar la productividad natural y desechar la sobreexplotación
inherente a la productividad artificial; y

8. Las políticas de desarrollo deben sustentarse en estos postulados anteriores


de tal forma que se aproveche al máximo la capacidad productiva de los
ecosistemas locales y se supere la pobreza que es una de las causas de la
depredación ambiental.

Los cuatro primeros postulados recogen las consideraciones sociales pro-


mulgadas por el Ecodesarrollo; los quinto y sexto realzan los dos elementos más
distintivos del Ecodesarrollo: el ecosistema local y la cultura local; el séptimo
fortalece al quinto elemento central al privilegiar la explotación de los ecosiste-
mas naturales previamente valorados en su capacidad productiva manteniendo
su sostenibilidad y al llamar la atención sobre la importancia de no artificiali-
zarlos hasta el punto en que pierdan la dinámica consustancial a su naturaleza;
y en el octavo postulado vuelve al llamado permanente a la disminución de la
pobreza, dado el dramático aumento de la brecha entre ricos y pobres paralela al
crecimiento económico.

Sin embargo, examinados en conjunto, queda claro que el objetivo del


«Desarrollo», mantiene su plena vigencia, y sólo es matizado mediante políticas
sociales de disminución de la pobreza y reconocimiento de la heterogeneidad
ecológica y cultural del planeta; y este carácter local fue el que quiso avasallar la
alta dirigencia mundial, mediante el «Desarrollo Sostenible», que promueve la
universalidad de las políticas, entendidas como lo hacen en el grupo de la OCDE,
de donde sale la receta para alcanzar el «Desarrollo».

56 Economía ecológica
POLÍTICAS EN
4. AGRODESARROLLO
La globalización conduce a la homogeneización,
y la naturaleza viva es, por esencia heterogénea,
entonces no permitamos que se globalice
la agricultura.

E
l concepto de agrario, tal como se entiende en este texto, hace relación a
la producción del campo, como distinto de la ciudad (latín: agrarius; de
ager, agri = campo) según la entendieron los romanos, esto es, la produc-
ción agraria es la explotación de las especies vivas ya sean cultivadas o silvestres,
domésticas o salvajes, en el espacio no urbano. Esto permite reconocer que más
allá de la explotación agronómica, zootécnica y silvocultural, existe una amplia
explotación boscosa, de caza, pesca y recolección. La economía convencional
distingue sin embargo, entre agricultores de subsistencia, ya sea en explotación
agronómica, zootécnica o mixta, con el objetivo de desarrollar una economía
familiar que no busca la acumulación; agricultura comercial, cuando el fin es la
acumulación económica a través de la inserción al mercado; y la explotación ex-
tractiva, aquella que usufructúa la producción espontánea de la naturaleza, que,
en términos ecológicos, se denomina producción primaria neta.

En tiempos de J. B. Say (inicios del siglo XIX), se le denominó a la


producción agraria, “industria agrícola o simplemente agricultura” y se le
definió como aquella producción en la cual “la industria se limita a recogerlos de
manos de la naturaleza, ...., cuando separa, mezcla y dispone los productos de la
naturaleza, apropiándolos a nuestras necesidades, se le llama industria fabril”; y
“cuando pone a nuestro alcance los objetos de nuestras necesidades, que de otro
modo no lo estarán, se le llama industria comercial, o simplemente comercio”71.
Eran los tiempos en que ya se hacían sentir los efectos que las técnicas de la
llamada Revolución Industrial estaba empezando a generar, y cuando ya se había
dejado atrás la concepción económica de la Fisiocracia que sostenía que la única
forma de generar riqueza (excedentes) era a través de la agricultura ayudada

J. B. Say. 1836. Tratado de Economía Política. Trad por M. Mª Gutiérrez. En Casa de Lecointe, librero. 49,
71

Quai des Augustins. París. P.p. 109-110.

Bases operativas: una ecopolítica 59


de la “riqueza primitiva”, esto es, los aportes del sol, la lluvia, el viento y el
suelo. Fue Adam Smith en 1776 quien primero y más radicalmente se separó
de las ideas de la “secta de los economistas” (nombre dado a los fisiócratas) y
trasladó la génesis de la riqueza desde la Tierra al “Trabajo”, lo que le dio un
peso extraordinario a la “División del Trabajo”, del que dijo que es la causa “del
progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte
de la aptitud, destreza y sensatez con que éste aplica o dirige por doquier”72, y
precisamente debido a que la agricultura no permite una división tan amplia del
trabajo, “no es tan fecundo como suele serlo en las manufacturas”73.

En efecto, la agricultura pasó a ser la “industria” de menos peso de las tres


que había señalado Say. Ya en 1865 W. S. Jevons escribía: “nuestra subsisten-
cia no depende más de nuestra producción de maíz. En el momento en el que
se revoca la Corn Law se nos lanza desde el maíz al carbón..... Esto marca el
ascenso del interés por la manufactura, lo cual es otro nombre para el desarrollo
del uso del carbón”74. Y más adelante escribe en el mismo texto: “El crecimiento
de nuestras ciudades (por el desarrollo industrial), exige un crecimiento corres-
pondiente de nuestros asentamientos agrícolas en el exterior”75 (África, Asia,
Australia y América).

Pero pocos años después de estas interesantes afirmaciones sobre las nuevas
orientaciones del aparato económico productivo, y cuando precisamente surge la
escuela neoclásica de la economía que pone el determinante del valor en la tran-
sacción y no en el trabajo del asalariado, aparece la primera gran preocupación
conocida sobre el papel fundamental de la agricultura en la elevación de la cali-
dad de la energía solar en términos estrictamente físicos, es decir, como disminu-
ción de la entropía, y sus efectos sobre el trabajo del ser humano y de los anima-
les, en la perspectiva de la actividad biológica. Este trabajo pionero es el de S. A.
Podolinsky y fue publicado en 1880, bajo el título: “El trabajo del Ser Humano
y su Relación con la Distribución de la Energía”. Muestra este autor ucraniano
cómo el trabajo no puede entenderse sino como la acción biológica positiva que
lleva la energía inferior, - energía que se dispersa sin realizar trabajo mecánico
orientado a llenar las necesidades del hombre-, a energía superior: “El trabajo

72
A. Smith. 1958. Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. Trad. por G. Franco.
Fondo de Cultura Económica. México. P. 7.
73
Idem, p. 10
74
W. S. Jevons. 1865. The coal question; an inquiry concerning the progress of the nation, and the probable
exhaustion of our coal-mines. MacMillan and Co. London. P. 150.
75
Idem, p. 171.

60 Economía ecológica
es una utilización de trabajo mecánico y psíquico acumulado en el organismo
que tiene como resultado el aumento de la cantidad de energía disponible en la
superficie de la tierra”76, o dicho de forma más específica con relación al trabajo
del hombre: “La productividad [energética] del trabajo del ser humano aumenta
de forma considerable con la utilización de dicho trabajo para transformar las
formas inferiores de la energía en formas superiores, por ejemplo, con la domes-
ticación de los animales de carga, la construcción de máquinas, etcétera”77.

Con toda esta interesante discusión, Podolinsky además de plantear, des-


pués de Clausius, el problema de la entropía, vuelve a llamar la atención sobre la
importancia de la producción agronómica: “Con la agricultura, nos hallamos por
primera vez ante un tipo de trabajo donde nuestra definición del trabajo ocupa
claramente el primer plano”78 y agrega más adelante “este es el motivo por el que
pensamos que tenemos derecho a decir que una buena agricultura es el mejor
modelo del trabajo útil, es decir, del trabajo que aumenta la acumulación de la
energía solar sobre la superficie terrestre”79.

Podolinsky entonces, redefine el concepto de trabajo de la economía y lo


sustrae de su condición de «factor de producción», para ubicarlo dentro del mun-
do físico de la termodinámica; esto tiene, entre otras, tres implicaciones impor-
tantes: en primer lugar, desmonetariza la calidad de útil o inútil del trabajo hu-
mano (actividad social) presente en el pensamiento de los clásicos, para ubicarlo
en el terreno de la física, o más exactamente en el terreno de la termodinámica;
en segundo lugar, coloca de nuevo a la dinámica agrícola sobre la labor manu-
facturera, como la actividad que hace posible disponer de energía renovable, y,
en tercer lugar, aboga por una agricultura, que hoy llamaríamos «sostenible», al
señalar que “la agricultura agota el suelo únicamente cuando se lleva a cabo de
forma irracional, de forma depredadora”80.

Después de este interesante análisis de Podolinsky sobre agricultura, eco-


nomía y entropía, la producción agraria tomó el rumbo que Jevons le había
trazado cuando señalaba, con profunda convicción que “en el censo de 1861
se descubrió un extraordinario resultado dentro de los cambios corrientes de

76
S. A. Podolinsky. 1995. El trabajo del ser humano y su relación con la distribución de la energía. En “Los
principios de la Economía Ecológica”. (Textos de: P. Geddes, S. A. Podolinsky y F. Soddy). Compilación
de J. Martínez-Alier. Trad. por M. Estapé. Fundación Argentaria-Visor. Madrid. P. 91.
77
Idem, p. 141.
78
Idem, p. 97.
79
Idem, p. 97-98.
80
Idem, p. 97.

Bases operativas: una ecopolítica 61


nuestra vieja industria principal (la agricultura). Se trata de la positiva dismi-
nución de nuestra población agrícola”81- que cayó desde 2’011.447 en 1851 a
1’924.110 en 1861. Esto lo lleva a decir que: “El alivio único para la pobreza
consiguiente al trabajo agrícola, más allá de permitirle una casa pobre, es la
emigración a una ciudad manufacturera o a una colonia rica. En uno u otro caso,
los emigrantes contribuyen, directa o indirectamente, al desarrollo de nuestro
nuevo sistema de industria, y a proporcionar un balance más completo de nues-
tro antiguo sistema agrícola”82.

Este difícil balance entre una producción obsoleta indispensable, pero eco-
nómicamente inferior en términos de sus rendimientos referidos a la eficiencia
del capital; y la producción industrial, se resolvió en el Reino Unido en tiempos
de Jevons mediante dos expedientes: desde el interior, por la sustitución parcial
de la mano de obra por el caballo y la máquina de vapor; y desde el exterior,
estimulando la producción agrícola en las colonias que se convirtieron entonces
en proveedoras de alimentos y materias primas para la industria (lana, algodón,
fibras vegetales, etc.).

Un siglo después H. S. Truman propondría como manera de llevar el «desa-


rrollo» a los países subdesarrollados y consiguientemente pobres, la misma receta,
ajustándola a las circunstancias de su época, que el Reino Unido había realizado
con sus colonias, pero esta vez, proponiendo la «tecnificación» de la agricultura,
lo que rápidamente se configuró mediante el expediente de la Revolución Verde
que significó, en realidad, atar la agricultura al sector industrial reuniendo, en un
solo paquete tecnológico y aplicando, a gran escala, los avances que se habían
venido dando paulatinamente a través del tiempo: los abonos químicos, el mono-
cultivo, la mecanización, los pesticidas y el mejoramiento genético.

Esta posición política que se asienta en la importancia del «Desarrollo


económico», léase «Crecimiento económico», lo que impulsó fue una transfor-
mación formidable de una actividad milenaria que constituyó seguramente la
primera gran revolución de la humanidad, y que consistía en establecer algunas
formas de control – llámense técnicas agrícolas- sobre un proceso circular, in-
tegral y espontáneo de la naturaleza, hasta llevarlo a formas operativas asimila-
bles, en lo posible, a formas de producción con objetos inertes: segmentación del
proceso productivo tradicional en empresas separadas, homogeneizantes y que

Opus cit., p. 189.


81

Idem, p.p. 190-191.


82

62 Economía ecológica
pueden trabajar en forma simultánea, aisladas en gran medida de las dinámicas
propias de la biosfera. Se trataba de aplicar el «modo industrial» de producción
a los seres vivos de importancia económica. Esta transformación tuvo por conse-
cuencia, importantes efectos negativos en el orden económico internacional y en
la dinámica propia de la biosfera.

Esta gran transfiguración tomó el nombre de Revolución Verde y fue lanzada


por R. Ewell, 1966, como el programa más urgente para superar “el problema de
más envergadura, más fundamental y más cercano a lo insoluble que jamás haya
confrontado la humanidad”83, el problema de la sobrepoblación; pero a la vez
consideraba que en ese momento se disponía de las herramientas necesarias para
enfrentarlo: “en efecto, técnicamente es muy posible. Pero requiere de una vasto
programa de educación a nivel mundial para entrenar especialistas agrícolas en
muchos campos y para formar a 500 millones de agricultores de Asia, África y
América Latina. También se requiere de un vasto programa de investigación en
agricultura tropical. Algo más, se requieren cantidades masivas de capital para
construir fábricas de fertilizantes, plantas de producción de semillas, fábricas de
pesticidas, fábricas de equipos agrícolas, represas y sistemas de riego, plantas
de desalinización de agua marina, sistemas de transporte –probablemente en el
rango de cinco billones de dólares anuales por el resto del siglo XX”84.

Esta visión del problema de la alimentación para un incremento tan des-


bordado de la población humana, no garantizó la «seguridad alimentaria», pero
transformó radicalmente la economía agrícola, incrementando el comercio
mundial de alimentos, que ahora regula la OMC, siguiendo las directrices de la
OCDE; y favoreciendo la proliferación de grandes superficies de monocultivos
en manos de transnacionales y en contra del pequeño agricultor.

Esto, como ya se ha dicho anteriormente, tiene consecuencias, por lo me-


nos a tres niveles. En el nivel del orden económico internacional, entrega a las
potencias el manejo del comercio internacional de alimentos. Al respecto León
et al., 200385, afirman que desde los 50’s el comercio mundial de productos agrí-
colas se ha aumentado en seis veces, y este mercado es dominado por grandes

83
R. Ewell. 1966. Population Outlook in developing countries. In “The role of animal agriculture in meeting
world food needs”. Proceeding, 15th. Annual meeting and minutes of the business sessions. Agricultural
Research Institute. National Academy of Science. Washington, D. C. p. 3.
84
Idem, p. 14.
85
N. Leon, et al., 2003. Globalización, dependencia tecnológica y agroindustrial. En “Seminario Internacio-
nal: Globalización y seguridad alimentaria”. Bogotá.

Bases operativas: una ecopolítica 63


transnacionales dentro de las que se destacan: Nestlé (Suiza); Kraft Food (E. E.
U. U.); Tyson Foods Inc. (E. E. U. U.) ; Bunge (E. E. U. U.); Sara Lee Co. (E. E.
U. U.). Conviene anotar que el gran negocio está en dos frentes, el de producción
de agroquímicos, de maquinaria y semillas genéticamente modificadas; y en el
frente de la transformación e industrialización de los alimentos; pero en ningún
caso en el de la producción agrícola en si misma; que es altamente subsidiada
en los países industrializados o es suministrada a los países desarrollados por los
subdesarrollados donde no se puede subsidiar o tiene muy bajos subsidios, pero
que además, a causa del «efecto notario»86, es cotizado con bajos precios en el
mercado internacional.

El segundo nivel, es el de los grandes problemas ecológicos, que la econo-


mía ambiental llama externalidades negativas y que se manifiestan de múltiples
maneras: agrotóxicos para humanos y especies vegetales y animales, directa-
mente o a través de la contaminación de agua, aire, suelos y frutos; pérdida de
la biodiversidad tanto al interior de las comunidades de los seres vivos objeto
de explotación, es decir, en grandes extensiones de monocultivos de unas pocas
variedades que sustituyen el rico surtido de especies tradicionales propias de los
policultivos o de los rebaños; como en el nivel mismo del genoma, por medio de
prácticas diversas que van desde el mejoramiento genético mediante las técnicas
propias de la genética de poblaciones, hasta la actual ingeniería genética, con
lo que se busca homogeneizar el genoma de las especies comercialmente im-
portantes; sustitución de zonas boscosas naturales con gran variedad de plantas,
hongos, animales y microorganismos, por los extensos monocultivos; estímulo
a la erosión tanto por labrado del suelo, como por la práctica de los llamados
cultivos limpios; etc.

El tercer nivel es el de los agrobiocombustibles que se espera puedan lle-


gar a cubrir alrededor del 10 al 15% de los combustibles fósiles. Este nuevo
renglón agrícola tiene entre otros, tres efectos negativos para destacar: en el
aspecto alimenticio aumenta los precios de estos, al crear una competencia por
la tierra agrícola y por los productos agrícolas que concentran gran cantidad de
energía (cereales, oleaginosas y productoras de azúcares); en el aspecto de la
biodiversidad, sustituye grandes extensiones de bosques; y, en el aspecto del

Efecto Notario, término acuñado por Carpintero, Echeverría y Naredo para designar la valorización que por
86

unidad de costo físico se va generando en los procesos de producción a medida que se acercan las etapas
finales de comercialización y venta. En tales condiciones, entre menos valor agregado tengan los productos
agrarios, menor será su valorización. En O. Carpintero, S. Echeverría y J. M. Naredo. 1999. Flujos fijos y
valorización monetaria en el comercio mundial: el “efecto notario” en el reparto de los frutos del comercio
a nivel internacional. En “Desarrollo Económico y Deterioro ecológico”. Fundación Argentaria-Visor. Ma-
drid. Pp. 325-377.

64 Economía ecológica
orden económico internacional, crea mayores dependencias a los países pobres
que son forzados, mediante expedientes que pasan por el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional, a producir materias primas para la produc-
ción de agrobiocombustibles. De esta manera el mérito, muy discutible por lo
demás, de producir combustibles renovables que sustituyan, por lo menos par-
cialmente, los no renovables, resulta ser una característica muy engañosa, pero
que es promovida actualmente por la alta institucionalidad política mundial, o
por los países desarrollados a través de sus agencias financieras.

El caso de la FAO es muy ilustrativo al respecto. En la novena reunión de


la Comisión de la ONU para el Desarrollo Sostenible, que tuvo lugar en Abril
de 2001, la FAO presentó el “documento de trabajo N° 4” sobre Ambiente y
Recursos Naturales, titulado “The Energy and Agricultural Nexus” que “resalta
el doble papel de la agricultura como un usuario de energía y como un productor
de energía. Esta doble función implica una mayor productividad agrícola de un
lado, y unos niveles más altos de sostenibilidad energética mediante la produc-
ción de bioenergía87 CO2-neutral, del otro lado”88. Estas características son pro-
mocionadas por la Agencia de la ONU con el argumento de que “en los países
en desarrollo, se acepta ampliamente que la pobreza no se reduce sin hacer un
mayor uso de las formas modernas de energía. Parece un instrumento importante
para el desarrollo y el cambio social, sobrepasar el nivel de consumo de energía
de 1 toe/per capita por año”89. Es curioso que no se repare en las implicaciones
de ser la agricultura tecnificada una muy importante consumidora de energía, a
tal punto que la revolución verde aumentó el flujo de energía hacia la producción
agrícola en una media de 50 veces la energía invertida en la agricultura tradicio-
nal (M. Giampietro y D. Pimentel, 1994, citados por D. A. Pfeiffer, 2003)90. Pero
además son muchos los estudios que dan cuenta de la alta ineficiencia energética
que generó la técnica de la revolución verde en la producción agraria. Cabe citar
entre otros los muy conocidos de Pimentel et al., 197391; FAO, 197692; G. Leach.
197693 y G. Leach, 198094.

87
Así se denomina en el documento de la FAO a la energía generada por los biocombustibles y no incluye el
trabajo humano ni el animal. Es interesante llamar la atención que de esta manera equivocada se quieren
distinguir los biocombustibles actuales de los combustibles fósiles, que también son de origen biológico.
88
FAO. 2000. The energy and agricultural Nexus. Environmental and natural resources. Working paper N° 4.
Roma. 92 pp.
89
Idem, p. 15.
90
D. A. Pfeiffer. 2003. Comiendo combustibles fósiles. The wilderness publications. 6 pp.
91
D. Pimentel, et al., 1973. Food production and energy crisis. Science, Vol., 182:443-448.
92
FAO. 1976. El estado mundial de la agricultura y la alimentación: Energía y Agricultura”. Roma.
Pp.81-111.
93
G. Leach. 1976. Energía y producción de alimentos. Trad. por T. Montes y M. A. García. IPC science and
technology Press. Madrid. 150 pp.
94
G. Leach. 1980. Energy futures: appropriate scales. Schumacher UK Bristol Lectures. December. Bristol. 11 pp.

Bases operativas: una ecopolítica 65


Con esta argumentación tan engañosa como el concepto de sostenibilidad
que a su vez apoya todo el discurso del documento, la FAO sustenta la revisión
de la política de la Agencia de Ayuda Internacional de Estados Unidos, para los
programas relacionados con el desarrollo de energías renovables recomendados
por los países industrializados donantes, en los programas de asistencia interna-
cional. Esa política consta de los siguientes puntos de acción:

• “En proyectos que no están específicamente diseñados para promover desar-


rollo tecnológico, se deben utilizar solamente tecnologías comercialmente
maduras;

• Solamente tendrán éxito tecnologías comercialmente competitivas, que estén


disponibles, sean confiables y de fácil servicio;

• Se requiere como parte del diseño, implementación y evaluación del


proyecto, la participación local y los análisis de mercado;

• Se deben rectificar las políticas de subsidios a los combustibles y algunas


otras que golpeen el despliegue de los sistemas de energías renovables;

• Se deben confeccionar aplicaciones tecnológicas que encajen en las condi-


ciones sociales, económicas e institucionales;

• Se deben proporcionar servicios y mantenimiento en general como parte de


las actividades post-venta;

• Para diseminar con éxito tecnologías de energía renovable se necesita pro-


ducción local, mercado, promociones y servicios;

• El aumento de éxitos en el futuro se logra mediante una mejor document-


ación de las experiencias pasadas”95.

Se indica en el mismo documento que el Banco Mundial en 199996 ha pro-


ducido un conjunto de objetivos estratégicos para sus políticas sobre energía que
revisan sus anteriores programas y que incluyen jugar un mayor papel en los
sistemas de energía renovable, la creación de mejores enlaces entre las activi-
dades de energía y préstamos para otros sectores no energéticos, mejoramiento

Idem, p. 59.
95

Idem, p. 59.
96

66 Economía ecológica
del acceso a energías modernas para que las poblaciones rurales alivien su po-
breza y proyectos orientados a reducir los impactos en la salud del uso de com-
bustibles tradicionales.

Posteriormente en el año 2004, la FAO publica un nuevo documento (“Agri-


cultural biotechnology: ¿meeting the needs for the poor?) en el cual se promueve
el desarrollo de una producción agrícola apoyada en los transgénicos como ma-
nera de garantizar la «seguridad alimentaria» a los pueblos marginalizados.

Esta promoción a los avances de la ingeniería genética, implica, por su-


puesto, crear dependencias de las grandes transnacionales de los transgénicos y
desestimular la economía campesina tradicional y la economía agraria de subsis-
tencia y operar en contra de la biodiversidad. Frente a esta acción política de la
FAO se han revelado más de 600 organizaciones agrarias de África, América La-
tina y Asia principalmente y más de 800 personas individualmente de todo el pla-
neta y han enviado una “Carta Abierta” a Jacques Diouf, Director General de la
FAO, con el título de “La FAO declara la guerra a la agricultura, no al hambre”97.
En esta misiva se cuestionan a fondo estas políticas de la institución mundial y se
reclama un mayor compromiso con el pequeño agricultor: “Desgraciadamente,
la forma como se preparó el informe y se dio a conocer a los medios, levanta
serios cuestionamientos acerca de la independencia y la integridad intelectual
de una importante agencia de las Naciones Unidas”, escriben en la carta, y más
adelante señalan: “En lugar de recomendar el fortalecimiento del papel de los
agricultores de pequeña escala en el manejo de la biodiversidad agrícola y en el
mejoramiento de los cultivos vitales para su sobrevivencia – que incluso algunos
de los que hacen trabajo de campo en la FAO promueven y activan exitosamen-
te-, este reporte propone un «arreglo tecnológico» de cultivos cruciales para la
seguridad alimentaria de los pueblos marginalizados- promoviendo el desarrollo
transgénico de la yuca, la papa, el garbanzo, el mijo y el teff”.

Parece fuera de toda duda que la política institucional e individual de las


grandes empresas transnacionales relacionadas con la agricultura sólo están in-
teresadas en la promoción del crecimiento económico sin importar los límites
ecológicos, y en esto cuentan con el apoyo incondicional de la FAO, promotora
del Desarrollo Sostenible.

Múltiples firmas institucionales e individuales. 2004. La Fao declara la guerra a los agricultores, no al
97

hambre. (Carta abierta a Mr. Jacques Diouf, Director General de la FAO). 16 de junio de 2004. http://www.
grain.org/front-files/fao-open-letter-june-2004-final-es.pdf. 3 pp-

Bases operativas: una ecopolítica 67


LA POLÍTICA
5. DEL DESARROLLO
SOSTENIBLE
“Las soluciones tecnológicas no pueden
proporcionar una salida a la vía muerta
de la imposibilidad de aspirar a un crecimiento
infinito dentro de un sistema finito”.
A. Dobson.

L
a tragedia en que se constituyó la segunda guerra mundial del siglo XX,
produjo en muchos inseguridad, frustración y desesperanza, y esta situa-
ción “sólo puede transformarse si halla una nueva base, una nueva sus-
tancia para su creencia en si misma. La nueva base tiene que ser social”, escribió
J. Huxley en 194298 en el sótano refugio del Zoo de Londres, mientras afuera
explotaban las bombas lanzadas desde los aviones, y contra éstos disparaban
los cañones antiaéreos en su afán de controlar a sus «enemigos». Su propuesta
para recuperar la esperanza que se diluía, era clara y radical: “la tarea vital por
excelencia de la época presente consiste en formular una base social para la civi-
lización, destronar los ideales económicos y sustituirlos por ideales humanos”.

Doce años después, P. T. de Chardin (1954), sin negar la misma preocu-


pación por los trágicos acontecimientos de la época, proclama una esperanza
para superar la frustración, pero a diferencia de Huxley, Chardin no busca una
nueva base sino que considera la tragedia de la época como un interregno de tal
manera que se trata sólo de retomar el hilo que se tenía y hacer algunos ajustes
para desplazarse en el camino que se venía recorriendo: “En presencia de una
situación cuya realidad y gravedad soy el último en querer minimizar, sin em-
bargo, me niego a ser pesimista, sino todo lo contrario (y creo que sin dejar de
ser realista), mantengo que desde un punto de vista de vida económico, nada
nos impide seguir pensando que para el hombre «la vida empieza mañana»”99.
Para este reinicio de la vida económica, Chardin reconoce, mucho antes que el
Club de Roma, el rápido vaciado, que ya estaba ocurriendo, de las fuentes de
recursos naturales tanto materiales como energéticos, pero confía plenamente
en la capacidad que se debía derivar de la gran expansión de la Noosfera, en
prueba de lo cual invoca el formidable conocimiento de los físicos que ya han

J. Huxley. 1953. El hombre está sólo. Trad. por C. A. Jordana. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. P. 9.
98

P. T. de Chardin. 1954. La aparición del hombre. Trad. por C. Castro. Taurus ediciones. Madrid. P. 346.
99

Bases operativas: una ecopolítica 71


hecho disponible la energía nuclear, y a los químicos que avanzan en diferentes
procesos de síntesis.

Hay ahí claramente, dos posiciones opuestas que partiendo de la tragedia


proyectan programas que se desplazan en direcciones que parecen anticipar tanto
el ambientalismo o política verde claro, y el ecologismo o política verde oscuro,
siguiendo las denominaciones que utiliza A. Dobson100.

En efecto, de primero aparece la Ecología Profunda a la que ya se ha hecho


referencia y que está, sobre otras bases –las ecológicas-, más cercana a Huxley,
y que en gran medida parece confirmarse con el 1° Informe al Club de Roma,
que señala que el crecimiento económico tiene límites físicos que no pueden
sobrepasarse sin graves consecuencias económicas (agotamiento de las fuentes
de materia y energía) y ambientales (capacidad de la dinámica de los sumideros).
Y de segundo, surge el concepto, con pretensiones de orientador de la política,
de Ecodesarrollo, al que también se ha hecho referencia anteriormente, y que
está en la misma línea de la filosofía de P. T. de Chardin, al validar con ajustes
contingentes, la teoría del desarrollo económico que se había formulado precisa-
mente, entre 1939 y 1946 por Harrod101 y Domar102, y que asimila Desarrollo a
Crecimiento económico, principio este que se continuó dando por valedero entre
los economistas convencionales, pero que es necesario aclarar a fondo dadas las
profundas implicaciones teóricas e ideológicas que conlleva un uso tan impreci-
so de estos conceptos.

Antes de avanzar en este punto es necesario señalar que el Desarrollo Sos-


tenible surge como fórmula política para cortar el avance del Ecodesarrollo, que
desde sus inicios fue mirado con preocupación por las altas esferas económicas
de la Institucionalidad mundial (FMI, BM y UNCTAD103), según lo dio a cono-
cer Ignacio Sachs tanto en su colaboración al 3° Informe al Club de Roma104,
como en su conocida entrevista con J. Weber105; de ahí que en 1983, por mandato

100
A. Dobson. 1997. Pensamiento político verde (una nueva ideología para el siglo XXI). Trad. por J. P. To-
saus. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. P. 29.
101
R. F. Ardo. 1939. An essay in dynamic theory. Economic Journal, 49: 14-33.
102
E. Domar. 1946. Capital expansion, rate of growth and employment. Econometrics, 14: 137-147.
103
UNCTAD = Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo que constituyó después, una
agencia especializada GATT que fue sustituido posteriormente por la Organización Mundial del Comercio
(OMC).
104
I. Sachs. 1977. El ambiente humano (anexo 8). En “Reestructuración del orden internacional” (Informe al
Club de Roma). J. Tinbergen, Coordinador. Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México.
Pp. 448-466.
105
I. Sachs. 1994. Environnement, developpement, marché: pour une économie anthropologique. Entrevieu
avec Jacques Weber. Natures, Sciences, Societés. Vol. 2, N° 3. pp. 258-265. Paris.

72 Economía ecológica
de la Asamblea General de la ONU y en concordancia con el capítulo IX de la
Carta de la ONU, relativa a la Economía Internacional y a la Cooperación Social,
que dice que “la ONU debe promover: a) un estándar de vida más alto, pleno
empleo y condiciones económicas, y progreso social y desarrollo”, se constituye
la Comisión Mundial sobre el medio ambiente y el desarrollo (CMMAD), cuya
dirección se le encarga a la noruega Gro Harlem Brundtland, quien había presi-
dido en su país el primer ministerio del Medio Ambiente, creado en 1974. El reto
dado a esa comisión fue el de elaborar “Un programa global para el cambio”106,
que consistía en “encontrar unas sendas de desarrollo sostenible (que) deberían
proporcionar el impulso – y en realidad el imperativo- para proseguir una re-
novada búsqueda de soluciones multilaterales y llegar a un sistema económico
internacional reestructurado de cooperación”107.

El cumplimiento de este reto produjo un Informe que asegura que “está en


manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar
que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
futuras generaciones para satisfacer las propias. –Y se agrega a continuación
en el Informe- El concepto de desarrollo sostenible implica límites – no límites
absolutos, sino limitaciones que imponen a los recursos del medio ambiente el
estado actual de la tecnología y de la organización y la capacidad de la biosfera
de absorber los efectos de las necesidades humanas -, pero tanto la tecnología
como la organización social pueden ser ordenadas y mejoradas de manera que
abran el camino a una nueva era del crecimiento económico”108.

En esta larga cita puede notarse claramente la advertencia que ya se había


hecho un poco antes, respecto a la confusión entre Desarrollo y Crecimiento, pero
además al abuso de la analogía como soporte argumentativo. Ambas expresiones
vienen del latín, Desarrollo de dis y arrollar, en la que dis es un prefijo insepa-
rable que significa negación del simple o inversión de su significado, y arrollar,
que significa estar envuelto sobre si mismo, estar de manera potencial; o hacer
pasar [una cosa del orden físico, intelectual o moral] por una serie de estados
sucesivos, cada uno de los cuales es más perfecto o más completo que el anterior
(Diccionario Vox)109; mientras que crecimiento viene de cresceré que significa

106
G. H. Brundtland. 1987. Prefacio del presidente. En “Nuestro futuro común”. Informe de la CMMAD.
Alianza editorial Colombiana. Bogotá. P. 5.
107
Idem, p. 6.
108
CMMAD. 1987. Nuestro futuro común. Alianza Editorial Colombiana. Bogotá. P. 29.
109
VOX. 1956. Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española. (Reimpresión corregida de la 2ª. Edi-
ción). Publicaciones y Ediciones SPES. Barcelona

Bases operativas: una ecopolítica 73


agregar más materia a la ya existente. Este par de términos, sin embargo, son de
amplio dominio de la biología y particularmente de la embriología y entraron
de lleno a la biología a partir, sobre todo, de 1828 cuando von Baer declaró: “la
historia del desarrollo es la verdadera fuente luminosa para la investigación de
los cuerpos organizados”110, con lo cual dio plena vigencia a la epigénesis como
triunfadora frente al preformacionismo. Se trataba de reconocer un fenómeno
aprehensible al «ver» el fascinante proceso, en ese entonces como ahora, de las
transformaciones embrionarias que se van desplegando ante los ojos del obser-
vador, y que, por supuesto, distaban del simple agregado de materia que suponía
el preformacionismo dieciochesco.

La economía lo que ha hecho es el uso descuidado de una analogía tomada


de la biología como ya otras veces lo había realizado en el pasado, tratando de
solucionar la carencia de una claridad teórica bien trabajada. Baste recordar el
caso de W. Petty, cuando recurre a la circulación sanguínea recién descubierta
por W. Harvey (1628) para distribuir entre la población, particularmente hacia
los pobres, la riqueza. Pero ahora, ya en el siglo XX, la teoría del Desarrollo fue
enunciada por los teóricos de la economía también como «Crecimiento Econó-
mico» e invocada como manera de superar la pobreza, algo que la economía
real no ha logrado a pesar del impresionante crecimiento continuo de la econo-
mía mundial desde la segunda mitad del siglo XX, lo cual hizo exclamar a H.
Marcuse, que se había llegado al “final de la utopía”111.

Hay que recalcar que más allá del crecimiento económico, entendido como
un aumento en la disponibilidad del capital en una sociedad, por incremento del
ahorro, de la productividad, del progreso e innovación tecnológica, o cuales-
quiera otras razones; también el concepto de «desarrollo» se utiliza como una
desafortunada analogía. P. Achard (1980)112 hace notar precisamente cómo es W.
W. Rostov en su obra “Las etapas del crecimiento económico”, quien se plantea
claramente éste –el crecimiento- como un proceso de desarrollo en el que dis-
tingue cinco fases, a saber: la sociedad tradicional, las condiciones previas para
el impulso inicial, el impulso inicial, la marcha hacia la madurez, la era del gran
consumo en masa; y en su descripción, sin lugar a dudas, además de plantearse

110
C. E. von Baer. 1828. Citado por W. Coleman. 1983. La biología en el siglo XIX. (Problemas de forma,
función y transformación). Trad. por G. Guerrero. Fondo de Cultura Económica. México. P. 66.
111
H. Marcuse. 1981. El final de la utopía. Trad. por M. Sacristán. Editorial Ariel. Barcelona. P. 17.
112
P. Achard. 1980. La biología en las representaciones de la economía. Crecimiento y desarrollo. En “Dis-
curso biológico y orden social”. P. Achard y otros. Trad. por T. Pizarro y N. Castiñeiras. Editorial Nueva
Imagen. México. P. 84.

74 Economía ecológica
un proceso, el término «madurez» remite directamente a su equivalente biológi-
co, - desarrollo desde la infancia hasta alcanzar todas las potencialidades en el
estado adulto-, esto es, el desarrollo del individuo tal como lo había descrito en
detalle, la embriología.

Por esta utilización equivocada que la teoría económica hizo de los térmi-
nos desarrollo y crecimiento, que además de asimilarlos el uno al otro, se equipa-
ran con «progreso», se llegó a considerar en el decenio de 1960, según Achard113
que “quedaba bien repetir en todas partes, en los medios relacionados con los
economistas que la cuestión no era repartirse mejor el queso sino seguir repar-
tiéndose, de la misma forma, un queso cada vez más grande. La «política de los
ingresos», sigue diciendo, sólo es una aplicación de esta doctrina, con la cual se
redujo la desigualdad a un problema menor”. Sin embargo, aunque menor, este
problema, dados sus jugosos dividendos políticos, se convirtió en un propósito
permanente para ser tratado en las agendas de todas las instituciones económicas
de cobertura mundial, como la misma Asamblea General de la ONU, el Banco
Mundial, el Grupo de los ocho, etc., sin que efectivamente se haya creado un
programa real al respecto. La misma presidenta de la Comisión Mundial del Me-
dio Ambiente y el Desarrollo, lo consignaba en el prefacio al Informe: “A pesar
de las esperanzas oficiales expresadas por doquier, actualmente no se identifica
tendencia alguna, ni programa o política, que ofrezca verdaderas esperanzas de
colmar el creciente foso que separa a las naciones pobres de las ricas”114. Esta
situación es todavía más grave cuando en el mismo Informe, se dice unas pocas
páginas más adelante: “La actividad económica se ha multiplicado hasta el punto
de crear una economía mundial de 13 billones de dólares que podrían quintupli-
carse o decuplicarse en los próximos cincuenta años. La producción industrial
ha crecido 50 veces en los últimos cien años, y las cuatro quintas partes de este
crecimiento se han producido a partir de 1950”115. Es bueno anotar en este punto
que 20 años antes de la publicación del Informe la economía era de 3 billones y
20 años después de 400. Es claro que a pesar de este crecimiento tan descomu-
nal, aproximadamente la mitad de la población mundial actual está en la línea de
la pobreza o por debajo de ella.

Pero sin que haya avances en cuanto a la disminución de la pobreza, si los


hay, y muy grandes, respecto al deterioro ambiental, y es esa precisamente la

113
Idem, p. 83.
114
G. H. Brundtland. 1987. Opus cit., p. 7.
115
CMMAD. 1987. Nuestro futuro común. Alianza Editorial Colombiana. Bogotá. P. 24.

Bases operativas: una ecopolítica 75


razón para que se adjetivara este propósito de Desarrollo (o crecimiento) eco-
nómico como «Sostenible» y se adoptara como orientación de la política en la
economía mundial.

Fue en 1987, cuando la Comisión Mundial sobre el medio ambiente y el


desarrollo, creada por la Asamblea General de las naciones Unidas reunida en
1984, rindió su informe final, titulado “Nuestro Futuro Común” en el que se
establece que la forma de desarrollo que debe seguir la humanidad en adelante
ha de ser Sostenible. Su definición de Desarrollo Sostenible, se encuentra en
el Capítulo 2: “1. El desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las
necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades: encierra en sí dos
conceptos fundamentales:

• el concepto de «necesidades», en particular las necesidades esenciales de los


pobres, a las que se debería otorgar prioridad preponderante;

• la idea de limitaciones impuestas por el estado de la tecnología y la orga-


nización social entre la capacidad del medio ambiente para satisfacer las
necesidades presentes y futuras”116

Hacia adelante el texto va desarrollando el tema, así en el numeral 4 del mis-


mo capítulo señala: “La satisfacción de las necesidades y aspiraciones humanas
es el principal objetivo del desarrollo…; luego, en el numeral 6: “La satisfacción
de las necesidades esenciales depende en parte de la realización del potencial
del crecimiento y es claro que el desarrollo sostenible requiere el crecimiento
económico de los lugares donde no se satisfacen las necesidades”. Precisa en el
numeral 10: “Desde el punto de vista de la población o del uso de los recursos,
el crecimiento no tiene límites fijos pasados los cuales se presente el desastre
ecológico. Sí los hay, en cambio, por lo que hace al uso de la energía, de mate-
riales, del agua o de la tierra…, y agrega poco después en el mismo numeral: La
acumulación de conocimientos y el desarrollo de la tecnología pueden aumentar
la capacidad generadora de la base de recursos, pero hay límites últimos, y el de-
sarrollo sostenible exige que el mundo asegure el acceso equitativo a los recursos
restringidos y reoriente los esfuerzos tecnológicos para aliviar la presión mucho
antes de llegar a ellos”117.

116
Idem, p-67.
117
Idem, pp 68 y 69.

76 Economía ecológica
Más adelante, en el mismo capítulo 2 se dice: “28. Entre los objetivos de-
cisivos que para la política sobre el medio ambiente y el desarrollo se siguen del
concepto de desarrollo sostenible cabe señalar:

• Revitalizar el crecimiento;

• Cambiar la calidad del crecimiento;

• Satisfacer las necesidades esenciales de trabajo, alimentos, energía, agua,


higiene;

• Asegurar un nivel de población sostenible;

• Conservar y acrecentar la base de recursos;

• Reorientar la tecnología y controlar los riesgos, y

• Tener en cuenta el medio ambiente y la economía en la adopción de


decisiones”118.

Pero para que este ideario no quedara en letra muerte suponen los comi-
sionados que es necesario darle el carácter de Declaración de la ONU, teniendo
en cuenta que ya al Informe de Estocolmo de 1972 se le había otorgado el mismo
carácter y en tal razón en el capítulo 12 titulado “Hacia la acción común: pro-
puestas para el cambio en las instituciones y las leyes”, se dice en el numeral 85.
“Basándose en la Declaración de Estocolmo de 1972, La Declaración de Nairobi
de 1982 y muchas convenciones internacionales existentes y resoluciones de la
Asamblea General, se siente ahora la necesidad de consolidar y ampliar los prin-
cipios jurídicos pertinentes en una nueva Carta que guíe la conducta de los Es-
tados en la transición hacia el desarrollo sostenible…; y continúa en el numeral
86. “Recomendamos que la Asamblea General se comprometa a preparar una
Declaración Universal primero, y luego una Convención, sobre la protección del
medio ambiente y el desarrollo sostenible….., listo para la firma de los Estados
dentro de tres a cinco años”119 a partir de 1988. Este ideario se convertía así en
política desde la más alta institucionalidad y es lo que la política diaria pregona,
pero claramente, veinte años después es claro que el efecto de Sostenibilidad
sobre el medio ambiente, no sólo no se ha conseguido sino que ha empeorado

118
Idem, p. 74.
119
Idem, p. 391 y 392

Bases operativas: una ecopolítica 77


claramente hasta llegar a manifestaciones tan sensibles como el Calentamiento
Global, aunque el Desarrollo, entendido como Crecimiento económico ha sobre-
pasado todos los cálculos.

Empero el hecho de convertir en política mundial al desarrollo sostenible,


dotado desde ese entonces de un ideario, no transformó las costumbres a pesar de
que se venían denunciado los deterioros ambientales desde el decenio de 1950,
-los que fueron particularmente resaltados en “Los límites del crecimiento” y
en la primera Cumbre Mundial sobre el Medio Ambiente y el Hombre –Esto-
colmo’72- y que empezó igualmente a ser proclamado de manera persistente en
el discurso político y evadido en la práctica económica de ahí en adelante-, ni
cambió su derrotero.

En realidad a pesar de recogerse en varias Declaraciones y luego en varias


Convenciones el gran poder político y económico, tanto local como mundial,
se mantuvo lo que desde antes del Informe Brundtland se hacía, recurriendo a
argumentaciones absurdas, que, también hay que decirlo, se perciben en el mis-
mo Informe, cuando se examina con cuidado. Dos académicos de la economía
tan destacados como T. F. Dernburg y D. M. McDougall escribieron en 1976
en su reconocido texto de “Macroeconomía”120: “Seguramente, en la década de
1970-1980 Estados Unidos hará frente al problema del ambiente en proporciones
masivas… Así, hay quienes piensan que debemos dejar de destruir los recursos
mundiales, no contaminar su ambiente y esto exige que vivamos con menos
crecimiento de la población y del producto”. Pero a continuación señalan: “lo
malo de este punto de vista es que el control económico y natal no resolverían el
problema de contaminación. Si ocurrieran, estos desarrollos simplemente harían
más lenta la tasa a la cual se destruirían nuestros recursos y nuestro ambiente.
En realidad no hacen nada para evitar o para revertir el proceso”. Y rematan
diciendo: “El deterioro anual del ambiente causado por la actividad económica
depende principalmente del nivel de actividad y sólo en modo marginal de su
tasa de crecimiento”. Resulta por completo incomprensible que el crecimiento
económico no tenga relación directa con la «actividad económica».

Después de ser aprobado el Informe y promocionado desde tan alta


instancia, en 1996, el reconocido físico y articulista frecuente de Ecological
Economics, R. U, Ayres121 escribe: “En los últimos pocos meses he cambiado

T. F. Dernburg y D. M. McDougall. 1976. Macroeconomía. Editorial Diana. México. P. 389.


120

R. U. Ayres. 1996. Limits to the growth paradigm. Ecological economics, 19: 117-134.
121

78 Economía ecológica
radicalmente mi visión sobre varios aspectos importantes, especialmente sobre
crecimiento económico, comercio, progreso social y equidad…… Pienso ahora
(como muchos otros) que el crecimiento económico como medida del GDP, al
menos en países desarrollados, es más que todo una ilusión….. Pienso ahora
que la frase popular ‘crecimiento económico sostenible’, tal como se interpreta
corrientemente por las instituciones gubernamentales y de negocios dominantes
de nuestra sociedad, es probablemente un oxímoron”. Esta afirmación la da
después de observar que a pesar del aumento incuestionable de la actividad
económica medida por la producción y el comercio, produce muy poco o ningún
progreso en cuanto al bienestar humano en términos reales, es decir, en salud,
alimentación, techo, educación, y además es claro que hay un deterioro notable
de la vida familiar y social. A. A. Bartlett (1998)122, es aún más tajante en cuanto
a la característica de oxímoron del término «Desarrollo Sostenible», ya que esta
expresión lo que significa para él es crecimiento indefinido en el tiempo, pero
resulta que es incuestionable que los recursos, los ecosistemas, el ambiente y la
Tierra tienen un tamaño finito.

Un año más tarde, 1997, en franca coincidencia con Ayres, J. M. Naredo123


intenta explicar el éxito que en el mundo político y aun entre los economistas
tiene la expresión Desarrollo Sostenible y escribe que: “el éxito de la nueva ter-
minología se debió en buena medida al halo de ambigüedad que la acompaña: se
trata de enunciar un deseo tan general… sin precisar mucho su contenido ni el
modo de llevarlo a la práctica… (Es) su controlada dosis de ambigüedad, lo que
explica la buena acogida que tuvo el propósito del ‘Desarrollo Sostenible’ en un
momento en el que la propia fuerza de los hechos exigía más que nunca ligar la
reflexión económica al medio físico en el que ha de tomar cuerpo”.

En realidad no se trata sólo de posiciones ideológicas frente a esta política


económica, sino que en el mismo Informe Brundtland, declaración principal del
Desarrollo Sostenible, se perciben fácilmente esas imprecisiones y ambigüeda-
des, en efecto, en la parte inicial del Informe que precede al capítulo 1, y que se
titula “De una tierra a un mundo”, se escribe en el numeral 27, “está en manos
de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, es decir, asegurar que sa-
tisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones para satisfacer las propias”, lo que constituye el enunciado básico

122
A. A. Bartlett. 1998. Reflections on sustainability, population growth, and environment. (Revised version).
Renewable resources journal. Vol., 15 (N° 4): 6-23. Bethesda MD.
123
J. M. Naredo. 1997. Sobre el origen, el uso y el contenido del término sostenible. http://habitat.aq.upm.es/
cs/p2/a004.html. 10pp.

Bases operativas: una ecopolítica 79


del Desarrollo Sostenible; pero en el numeral siguiente, el 28, se escribe: “la
satisfacción de las necesidades esenciales exige no sólo una nueva era de creci-
miento económico para las naciones donde los pobres constituyen la mayoría,
sino la garantía de que estos pobres recibirán la parte que les corresponde de los
recursos necesarios para sostener ese crecimiento”124. Hay que insistir en la in-
consistencia lógica de estos dos enunciados, puesto que se propone un desarrollo
sostenible mediante una “nueva era de crecimiento económico”.

Un aspecto realmente interesante es que el Informe coloca en cabeza de


la pobreza –países y comunidades- la mayor dificultad para lograr que el de-
sarrollo sea sostenible, con lo que se quiere significar que el modelo es el del
crecimiento económico puesto que ésta es la política económica de los llamados
países desarrollados y en consecuencia la pauta a seguir. En efecto, en el aparte
II del capítulo 2, se dice que el agotamiento de recursos y presión sobre el medio
ambiente, es normalmente más fuerte y produce un mayor grado de deterioro,
en los países y comunidades pobres (numeral 16, cap. 2), y remata esta conside-
ración en el numeral 26, diciendo: “De ahí que nuestra incapacidad de promover
el interés común por el desarrollo sostenible sea a menudo fruto de un relativo
menosprecio de la justicia económica y social dentro de las naciones y entre las
naciones”125. Pero precisamente a renglón seguido –numeral 27- se hace aun más
evidente el carácter ambiguo que Naredo le atribuye a esta política ambiental:
“27. Se deben idear rápidamente estrategias que permitan a las naciones apar-
tarse de sus actuales procesos de crecimiento y desarrollo, a menudo de carácter
destructivo…”126, para luego afirmar en el numeral siguiente, el 28, que el primer
“objetivo decisivo” para la política del desarrollo sostenible es “revitalizar el
crecimiento”127.

Un ejemplo más de la imprecisión y ambigüedad, pero además de la incohe-


rencia en la política del desarrollo sostenible, sobre todo en su exposición más
acabada como es el Informe Brundtland, se da en el mismo capítulo 2, dedicado
a definir y caracterizar el concepto de Desarrollo Sostenible. En el numeral 66 se
dice: “Las tecnologías de los países industriales siempre son adecuadas o pueden
adaptarse fácilmente a las condiciones socioeconómicas y ambientales de los paí-
ses en desarrollo… -y unos renglones más adelante dentro del mismo numeral,
se escribe- : No se están adaptando suficientemente las recientes innovaciones en

124
CMMAD. 1987. Nuestro futuro común…, p. 29.
125
Idem, pp, 71 y 73.
126
Idem, p. 73.
127
Idem, p. 74.

80 Economía ecológica
materiales, tecnología, conservación de energía, información tecnológica y bio-
tecnológica a las urgencias de los países en desarrollo”128. Pero además de esta
incoherencia en cuanto a la forma de presentar las técnicas para el desarrollo, lo
que en efecto se ha logrado a lo largo del tiempo en que bajo esta concepción am-
bientalista se promueve el uso de la técnica, es la comprobación de que frecuen-
temente el efecto de una solución técnica lo que generalmente logra es desplazar
un problema a otro lado, en tanto se requieren nuevas producciones de equipos y
más demandas energéticas y materiales, con lo cual el indiscutible logro tangible
es el crecimiento, pero sin que el desarrollo sea sostenible.

Debe recalcarse que esta ambigüedad, imprecisión e incoherencia de la po-


lítica del Desarrollo sostenible es diariamente confirmada por las declaraciones
y excusas que los líderes políticos de la mayor parte de los países, tanto desa-
rrollados como en desarrollo, y particularmente por aquellos de gran relevancia
mundial, pregonan a plena voz al insistir permanentemente en la necesidad de
acogerse al postulado central de la economía neoclásica cual es el equilibrio
del mercado, ya que por esta vía los problemas ambientales reciben la señal
adecuada y se trata simplemente de aplicar la Economía Ambiental para lograr
que tales señales del mercado se hagan visibles. Pero además se supone que es
la vía del crecimiento económico la única posible para resolver las limitaciones
sociales mediante una propiedad privada, a la que engañosamente se le sigue
considerando, con función social, aspecto éste último que se hace desprender del
enunciado de que es la acumulación individual la manera de ampliar las fuentes
de empleo. Quizás, la mejor demostración de esta forma ambigua e incoherente
de afrontar el problema la da actualmente el famoso Informe Stern, de 2006129,
realizado por un grupo de científicos bajo la dirección de Nicholas Stern para el
gobierno británico presidido por T. Blair, en el que se reconoce la gravedad del
cambio climático debido a las emisiones de gases invernadero de origen princi-
palmente en los países ricos, pero que simplemente propone acomodarse a las
nuevas condiciones climáticas que se vayan generando y en lograr una transfor-
mación del mercado del carbón para lograr cambios en el precio del mismo en
conjunción con unas políticas impositivas, de tal manera que se regule su uso,
simultáneamente con desarrollo de nuevas tecnologías que estimulen la eficien-
cia y los cambios en el uso de la energía y, por esta vía en el comportamiento de
los usuarios.

Idem, p. 86.
128

N. Stern. 2007. The economics of climate change: The Stern Review. Cambridge University Press. Cam-
129

bridge. Pp. 403 y 308.

Bases operativas: una ecopolítica 81


Esta situación nos pone en posición de dar pleno crédito a la afirmación de
Dobson de que “el medioambientalismo no es en absoluto una ideología”130, afir-
mación que sustenta en el principio que dice que el Desarrollo Sostenible, como
expresión más extendida del ambientalismo en política, carece de un núcleo
esencial de principios y valores, y por tal razón se expresa, en su accionar como
discurso político, atendiendo a aspectos contingentes de las prácticas sociales
de cada ocasión y lugar. Difícilmente puede reconocerse a algún líder político, a
algún periodista, a algún comentarista social o económico que no se refiere con
frecuencia a la importancia del Desarrollo Sostenible como componente de mu-
cho valor de la actividad política, al mismo tiempo que pregonan con alborozo la
ampliación del mercado de carros, la ampliación de las vías terrestres y aéreas,
el auge de los agrobiocombustibles, etc, etc. Pero además se considera de gran
avance y soporte a la vez de la sostenibilidad, a la biotecnología en campos como
la homogeneización de genomas poblacionales en plantas y animales, el impulso
dado a la transgénesis, y con ella a la propiedad intelectual, el advenimiento de
una segunda y aun tercera revolución verde.

Este tipo de consideraciones está bastante bien explicado en el interesante


estudio de J. A. Tainter (1996)131 quien hace un recorrido histórico por varias
sociedades, desde el colapso del Imperio Romano y aún antes, y termina conclu-
yendo cómo la caída de esos grupos humanos, exitosos en sus tiempos, se fueron
volviendo insostenibles a medida que aumentaron su «complejidad», la cual es
entendida por el autor como referida al tamaño de la sociedad, al número e iden-
tidad de sus partes, a la variedad de roles sociales especializados que incorpora,
al número de personalidades presentes distinguibles y a la variedad de meca-
nismos para organizar el conjunto de estos componentes en un todo coherente
y funcional. Tainter concluye entonces, que la única posibilidad de cambiar el
peligroso rumbo que llevamos hacia la insostenibilidad, es mediante un “aterri-
zaje suave”, que mucha gente desea como un cambio voluntario hacia la energía
solar y los combustibles verdes, hacia tecnologías conservadoras de energía y
a un menor consumo global. Sin embargo, no duda en señalar que ésta es una
alternativa utópica, en tanto no se quiere renunciar a las mayores inversiones
en la solución de problemas, al aumento de la complejidad y al mayor uso de la
energía, en tanto esto significa, entre otras cosas, un mayor confort material y

A. Dobson. 1997. Opus cit., pp. 22 y 23.


130

J. A. Tainter. 1996. Complexity, problem solving, and sustainable societies. In “Getting down to earth:
131

practical applications of ecological economics. Island Press. P. 2.

82 Economía ecológica
protección legal de intereses individuales132. En otro aparte se queja el autor de
que no se entienda que la investigación, la educación, la regulación y las nue-
vas tecnologías no pueden mitigar nuestros problemas, puesto que la dificultad
es que estas inversiones son costosas y demandan seguramente una gran parte
del producto interno bruto de las naciones. Todo esto significa, según su con-
clusión final, que es lamentable no saber que es necesaria una transformación
drástica hacia una sociedad que tenga la habilidad de saber cómo resolver los
problemas. En el fondo se trata de una gran falla en la aplicación práctica de la
Economía Ecológica133.

Otra manera de enfrentar toda esa ambigüedad, incoherencia y vaguedad


que se le ha señalado al discurso de “Nuestro Futuro Común”, pero mantenién-
dose dentro del criterio ambientalista, es la de Bartlett- 1998134- quien pone todo
el acento sobre la contradicción ineludible entre crecimiento sostenible (esto es,
que perdura en el tiempo) y la finitud física de los recursos, los ecosistemas, el
ambiente y la Tierra, tal como anteriormente se describió, más aún, cuando el
crecimiento poblacional es tan marcado. En este sentido, dándoles el carácter de
leyes, formula dieciocho claras y notorias contradicciones, referidas todas a estos
dos aspectos –crecimiento poblacional y recursos finitos- que en su orden son:

1. Crecimiento poblacional y/o crecimiento en las ratas de consumo de recur-


sos no pueden ser sostenidas.

2. En una sociedad con un crecimiento demográfico y/o crecimiento en la rata


de consumo de recursos, a mayor tamaño poblacional y/o mayor rata de
consumo de recursos, la mayor dificultad será la de llevar la sociedad a la
condición de sostenible.

3. El tiempo de respuesta de la población a cambios en la rata de fertilidad hu-


mana, es el promedio de duración de una vida humana, o aproximadamente
70 años. [Esto es lo que se denomina “momento poblacional].

4. El tamaño poblacional que no pueda ser sostenido (capacidad de carga) y el


promedio sostenible del estándar de vida de la población están inversamente
relacionados entre si.

132
Idem, p. 14.
133
Idem, p. 14.
134
Opus cit.,

Bases operativas: una ecopolítica 83


5. La sostenibilidad requiere que el tamaño de la población sea menos que o igual
a la capacidad de carga del ecosistema para el estándar de vida deseado.

6. (La lección de la “Tragedia de los comunes de Hardin, 1968). Los beneficios


del crecimiento de la población y del crecimiento en las ratas de consumo
de los recursos crece para muy pocos; el costo del crecimiento poblacional y
del crecimiento en el consumo de recursos se extienden a toda la sociedad.

7. El crecimiento en la rata de consumo de un recurso no renovable, tal como


un combustible fósil, provoca una disminución dramática en la esperanza de
vida del recurso.

8. El tiempo de expiración de los recursos no renovables no puede posponerse


por largo tiempo.

19. Cuando se hacen grandes esfuerzos para mejorar la eficiencia en el uso de un


recurso, los ahorros logrados desaparecen fácil y completamente mediante
consumos adicionales causados por un pequeño aumento en la población.

10. Los beneficios de grandes esfuerzos por preservar el ambiente se pierden


fácilmente al aumentar las demandas sobre el ambiente como resultado de
pequeños aumentos poblacionales.

11. (Segunda ley de la termodinámica). Cuando las ratas de polución exceden


la capacidad de autodepuración del ambiente, es más fácil contaminar que
limpiar el ambiente.

12. (Ley de Eric Sevareid, 1970). La principal causa de problemas son sus
soluciones.

13. Los humanos dependerán siempre de la agricultura.

14. Si, por cualquier razón, los humanos fallan en detener la ratas de crecimiento
poblacional y de consumo de los recursos, la naturaleza si lo hará.

15. En cada localidad, la creación de puestos de empleo aumentará el número de


desempleados entre los lugareños.

16. A los hambrientos no les importa la sostenibilidad.

84 Economía ecológica
17. La adición de la palabra «sostenible» a nuestro vocabulario, a nuestros in-
formes, programas o artículos, a los nombres de nuestras instituciones aca-
démicas y de investigación y a las iniciativas de la comunidad, no son sufi-
cientes para que nuestra sociedad se haga sostenible.

18. La extinción es para siempre.

Vale la pena destacar la contundencia de la ley 17, y la forma como termina


el documento: “Una consideración para el futuro: cuando expertos competentes
recomienden patrones de acción diametralmente opuestos en lo que respecta a
recursos, capacidad de carga, sostenibilidad y el futuro, servimos mejor la causa
de la sostenibilidad escogiendo la vía de la conservación, la cual se define como
la ruta que conducirá a la sociedad a una posición menos precaria que si el cami-
no escogido es una vía errada”.

Como aspecto final, pero no menos importante, hay que tener en cuenta la
difícil compaginación lógica entre la economía convencional y la ecología. Se
trata de campos que operan dentro de cuerpos del conocimiento con caracterís-
ticas muy diferentes; de un lado la Economía dominante es una disciplina social
que ha sufrido, como es de esperarse, profundas transformaciones en cuanto al
centro en torno al cual se agrupan en interacción sus principios; la ecología tiene
claramente definido ese centro desde que se reconoce como campo claramente
identificado del conocimiento, y apenas se pueden señalar dos grandes formas de
estudiar los elementos que la constituyen.

En el caso de la economía, se ha pasado desde el intercambio en el mer-


cantilismo, a los excedentes en el proceso agrícola de producción (trabajo con
la naturaleza) en la fisiocracia, a los excedentes monetarios en el proceso pro-
ductivo metalmecánico de la manufactura y la industria entre los clásicos, a los
excedentes monetarios del proceso de la transacción en el mercado entre los
neoclásicos. Seguramente en todos estos casos, la economía no ha perdido el
carácter de ciencia social y, por consiguiente, algún papel han jugado las trans-
formaciones mismas de la sociedad en la forma como se va configurando en la
andadura evolutiva.

El caso de la ecología es completamente distinto y hay que decir que desde


su origen con E. Haeckel y aun con el mismo Darwin hasta hoy, el centro a partir
del cual se han elaborado todos sus principios, es la interacción entre los seres

Bases operativas: una ecopolítica 85


vivos entre si y de éstos con el entorno; dicho de otra manera, su centro es la
dinámica de la Biosfera en la Ecosfera.

Pero, mientras la Economía en su expresión actual –la neoclásica – acepta


en la práctica su carácter de ciencia social, repudia en la teoría las consecuen-
cias de ese carácter, para poderse inscribir, equivocadamente consideramos, en
el grupo de ciencias físico-matemáticas, que se precian de su precisión y de su
capacidad predictiva. Esta falsa característica de ciencia físico-matemática la ha
ido reforzando con el desarrollo de “un marco matemático que explica [creen
los economistas] los intercambios del mercado, debido parcialmente, a su papel
en la justificación de las relaciones de privilegio y el poder, lo cual es debido
también parcialmente, a la habilidad de la teoría para aislarse por si misma de las
pruebas empíricas de sus presupuestos básicos” (J. M. Gowdy y A. Ferreri C.,
1999)135. En la misma línea está el pensamiento agudo de René Thom136 quien
escribe: “la economía matemática, con el modelo de las economías de cambio de
Walras-Pareto, (…) lleva a plantear problemas teóricos interesantes, pero cuya
aplicabilidad a la economía real, resulta más que sospechosa”

La Ecología que ha mantenido el mismo objeto de trabajo central, rompe su


unidad en la forma de abordarlo. Un grupo de ecologistas se afilian a la analítica
cartesiana, configurando lo que puede llamarse la Ecología Tradicional. Parten
ellos, para sus estudios, de la segmentación de la dinámica de la naturaleza, me-
diante una cuidadosa, aunque inentendible particularización de los fenómenos
bajo su estudio, lo que se constituye en la manera de abordar su objeto de trabajo;
y el otro se inscribe en la sistémica y mantiene la unidad de la dinámica integral
del sistema, a partir de las interacciones entre los elementos que configuran esa
dinámica, como manera de estudiar ese objeto de trabajo.

Esta consideración nos lleva a concluir entonces que el Desarrollo Soste-


nible sólo es compatible con la Economía Neoclásica, si parte de una Ecología
Tradicional que pueda reconocer la existencia de una Ecología Humana, y pueda
separar, como en efecto lo hace, cada uno de los ciclos y procesos naturales.

135
J. M. Gowdy and A. Ferreri C. 1999. Toward Consilience between biology and economics: the contribution
of ecological economics. Ecological Economics, 29: 337-348.
136
R. Thom. 1988. Matemática y teorización científica. En “Pensar la matemática”. (Seminario de Filosofía y
Matemática de la Ecole Normale Supériere de París, dirigido por J. Dieudonné, M. Loi y R. Thom). Trad.
Por C. Bidón-Chanal. Tusquets editores. Barcelona. P. 141.

86 Economía ecológica
LA POLÍTICA
6. GAIANA
“Gaia no es intencionalmente antihumana,
pero cuanto más tiempo continuemos
cambiando el medioambiente global contra
sus preferencias, animamos nuestra
sustitución por otra especie más
ambientalmente decente”.
J. Lovelock.

B
ajo la existencia innegable de una crisis ambiental, que se le atribuye a la
forma que tomó la economía de la producción especialmente en los últi-
mos cinco o seis decenios, se han visto aparecer dos versiones económi-
cas que pretenden conjurar dicha crisis, como ya reiteradamente se ha señalado: la
Economía Ambiental y la Economía Ecológica; se entiende que además existe un
número de personas que niegan la existencia de dicha crisis y consideran que las
transformaciones ambientales son el producto normal de los procesos terrestres
y en consecuencia no es necesario adoptar políticas que estimulen cambios en el
desenvolvimiento de la economía; algo más, se sostiene por este grupo, que en el
caso de una tal problemática ambiental la mejor manera de mejorar la situación es
impulsando aún más el crecimiento económico para disponer de los recursos que
hagan posible desarrollar tecnologías adecuadas y se superen tales dificultades.

En el ámbito de las decisiones políticas tanto a nivel de estructuras mun-


diales como la ONU, El Banco Mundial y el FMI y la OMC, como en el caso
de consideraciones en el espacio de Estado-Nación, se ha adoptado mayoritaria-
mente la posición de optar por acogerse a las recomendaciones de la Economía
Ambiental que mantiene vigente la idea del Desarrollo Sostenible. Sin embargo
después de varios decenios de su aplicación, la crisis ambiental no sólo no ha
disminuido sino que se ha fortalecido, lo que habilita para considerar que esta
política de impulsar la Economía Ambiental como forma de mitigación de la
problemática ambiental ha agotado sus posibilidades y es necesario entonces,
plantear otras opciones.

En efecto, han aparecido en el escenario político posiciones que intentan dar


fórmulas para superar el problema de la crisis ambiental, en el entendido de que
ésta se origina en una forma de dinámica económica promovida desde el aparato
político dominante. Tal es el caso de la “Ecología profunda”, y del “Ecodesarro-
llo” que ya se han explicado y del “Desarrollo Sostenible” como más destacadas.

Bases operativas: una ecopolítica 89


Dentro de este conjunto de posiciones se pueden distinguir, a grandes rasgos, dos
puntos de referencia que A. Naess ha denominado, la primera como “Ecología
Blanda”, cuya característica central es la de ser Antropocentrista, y en conse-
cuencia tener como referente para la orientación de su trabajo los efectos que el
hombre recibe de las dinámicas del medio ambiente con el cual se relaciona; y la
segunda como “Ecología profunda”, cuya característica central es la de ser Eco-
centrista, lo que significa que el referente para su trabajo es el de las dinámicas
ecológicas, dentro de las que emerge y se desenvuelve la vida en su conjunto sin
que se privilegie a ninguna en particular sobre las otras.

En esta misma perspectiva de tener un referente para orientar la actividad


política, apareció la Gaia política, con la característica de ser “Gaiacentrista” y
por ende tener como referente a la Teoría Gaia. El término Gaia se adoptó porque
éste era el nombre que los griegos utilizaban para la diosa de la Tierra.

En tanto Gaia es un concepto sistémico que no opera dentro del modelo de


la ecología convencional, es importante explicar su significación para tener cla-
ridad sobre las expresiones que los autores utilizan sobre política gaiana.

James E. Lovelock, 1991137, escribe “La teoría Gaia trata de la evolución de


un sistema doble fuertemente acoplado cuyos constituyentes son la biota y su am-
biente material, el cual comprende la atmósfera, los océanos, y las rocas superfi-
ciales”. En este sentido esta íntimamente relacionada con el concepto de Biosfera
desarrollado desde 1911 por V. Vernadsky. El mismo Lovelock le atribuye varias
características que se originan como consecuencia de su proceso evolutivo, tales
como la autorregulación del clima y de su composición química, y la presencia
de algunas propiedades emergentes como aquella de que el todo es mayor que sus
partes, propia de los sistemas con bucle recursivo.

Sin embargo la característica más destacada de la Tierra, sobre la cual se


funda esta teoría, es aquella que señala que el planeta “tiene una atmósfera en la
cual coexisten gases profundamente incompatibles como el metano y el oxígeno.
Este desequilibrio químico sólo puede explicarse por la presencia de la vida”138;
pero además señala en otra parte “un planeta con vida estaría obligado a utilizar
su atmósfera como un medio de transferencia para los productos de desecho y las

137
J. E. Lovelock. 1991. Geophysiology – Tha science of Gaia. In “Scientist on Gaia”. Edited by S. H. Sch-
neider and P. J. Boston. The MIT Press. Cambridge. Mass. P. 4.
138
Idem, p. 5.

90 Economía ecológica
materias primas”139. Esta forma de teorizar le permite concluir: “los organismos
vivos tienen que regular su planeta, de otra manera fuerzas inevitables de evolu-
ción física y química lo volverían inhabitable”140.

Lovelock, 1989141, atribuye a Gaia una gran fortaleza, sobre todo porque
ella simplemente responde con transformaciones que reajustan su equilibrio
dinámico; y estas transformaciones bien pueden pasar por grandes o pequeñas
extinciones de especies vivas que en últimas significa su recuperación: “Parece
muy improbable –escribe- que cualquier cosa que hagamos amenace a Gaia.
Pero si conseguimos alterar de modo significativo el medioambiente, como pue-
de ocurrir con la concentración atmosférica de bióxido de carbono, puede que
suceda una nueva adaptación”.

Estas visiones de la Tierra lo alejan de las posiciones tanto de la Ecología


Blanda, como de la Ecología profunda: “Al ecologista que le gusta creer que la
vida es frágil y delicada y que está en peligro por la brutalidad humana, no le
gusta lo que ve cuando observa el mundo a través de Gaia”142.

En otro texto de 1993143, señala con gran seguridad: “si el mundo se hace poco
habitable por nuestra causa, existe la posibilidad de un cambio a otro régimen que
será mejor para la vida, pero no necesariamente mejor para nosotros”; y agrega
más adelante en el mismo texto: “Gaia no es intencionalmente antihumana, pero
cuanto más tiempo continuemos cambiando el medio ambiente global contra sus
preferencias animamos nuestra sustitución por otra especie más ambientalmente
decente”144. En esta perspectiva no era Lovelock, un representante de quienes tie-
nen profundas preocupaciones sobre la crisis ambiental, aunque sí un pionero en
la investigación de la química atmosférica, y, tal vez esto explique que algunos de
quienes habían planteado una política gaiana, no promovieran cambios dramáti-
cos en la orientación de la economía convencional y sólo apuntaran hacia cambios
menores e inclusive dieran prioridad a otras orientaciones diferentes a las de la di-
námica económica. Pero tardaría sólo trece años para replantear por completo una

139
Idem, p. 5.
140
Idem, p. 10.
141
J. E. Lovelock. 1989. Gaia (Un modelo para la dinámica planetaria y celular). En “Gaia (Implicaciones
de la nueva biología). Editado por W. I. Thompson. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos.
Barcelona. P. 92.
142
J. Lovelock. 1989. Opus cit., p. 93.
143
J. E. Lovelock. 1993. Las edades de Gaia (Una biografía de nuestro planeta vivo). Trad. por J. Grimalt.
Tusquets editores. Barcelona. P. 193.
144
Idem, p. 251.

Bases operativas: una ecopolítica 91


posición tan tajante y tan fría. En un texto de 2006145 escribe: “Tras cuarenta años
viviendo con el concepto de Gaia creí que la conocía, pero ahora me doy cuenta
de que había subestimado la severidad de su castigo”. Quizás cabe decir más
bien que lo subestimado es la capacidad ilimitada del hombre para transformar
negativamente su propia casa, Gaia; en todo caso este reconocimiento lo aleja por
completo de ese sentido de indiferencia frente a la humanidad en riesgo, aunque
sigue considerando que la personalización de la Tierra como Gaia, ayuda a tener
una mejor comprensión de la verdadera naturaleza del planeta. Esto lo lleva a un
cambio drástico en cuanto a su posición y se adhiere a los planteamientos de la
Ecología Profunda

Pero dentro del concepto de Gaia recientemente se ha dado otro cambio


drástico planteado por R. Madron y J. Jopling, 2003146 quienes impulsan una
transformación radical del sistema económico mundial para superar el problema
de la crisis ambiental. Cabe entonces registrar dos grandes posiciones reconoci-
das como gaianas: una que se mantiene dentro del marco de la economía mundial
con pequeñas modificaciones en la espera de que Gaia, con su fortaleza, realice
los ajustes adecuados que pueden generar o no modificaciones en la humanidad
y otra que rompe radicalmente con esta visión y considera que es necesario trans-
formar radicalmente el modelo económico de Globalización.

En la primera perspectiva, muy cercana a la visión gaiana de la tierra, sin


confesarse como tal, se encuentra J. Passmore, 2004147, cuando dice: “… los
procesos naturales son enteramente indiferentes a nuestra existencia y bienestar
–no propositivamente indiferentes, desde luego, pero incapaces de preocuparse
por nosotros- y son complejos de tal manera que está descartada la posibilidad de
que logremos dominarlos absolutamente y transformarlos por completo”

El caso de W. I. Thompson, 1989148, es también ilustrativo de esta primera


perspectiva. Parte este autor del análisis de una especie de ecología política, en
el sentido de los comportamientos de los gobiernos con respecto a los posibles

145
Opus cit., p. 212.
146
R. Madron and J. Jopling. 2003. Gaian Democracies (Redefining Globalization & People-Power). Green
books Ltd. Bristol.
147
J. Passmore. 2004. Actitudes hacia la naturaleza. En “Naturaleza y Valor (Una aproximación a la ética
ambiental)”. M. M. Valdés, compiladora y traductora. U. Nacional Autónoma de México. Fondo de Cultura
Económica. México. P. 274.
148
W. I. Thompson. 1989. Gaia y la política de la vida (¿Un programa para los noventa?). En “Gaia (Implica-
ciones de la nueva biología). Editado por W. I. Thompson. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos.
Barcelona. P. 195.

92 Economía ecológica
desacuerdos con otros gobiernos que en caso de agravarse, pueden llevar a con-
frontaciones bélicas que pueden desestabilizar la sociedad bajo su protección.
“Si los Estados Unidos van a continuar en la transición de la civilización a la pla-
netización, tendrán que llegar a una comprensión más ecológica de la interacción
de las diferencias y los opuestos en un campo que aflora”. Los comportamientos
o actividades políticas que se derivan de enfrentar una situación de este tipo con
el propósito de mantener su estabilidad, conducen a “sociedades que se estruc-
turan totalmente en la guerra. Los gobiernos, los sistemas de comunicación, las
fuentes de innovación tecnológica y toda la economía de los Estados Unidos, se
mantienen por la carrera de armamentos”, dice Thompson149; pero también, por
supuesto, hay una reacción similar en el otro polo del poder; y en ambos casos
esa política es el efecto de la “misma fuerza consciente colectiva”. La políti-
ca gaiana consiste entonces, en “transformar nuestro mundo político del estado
noético global del Estado de Terror al estado noético planetario de compasión, de
com-pasión, es decir, compartir con los otros la «catástrofe» que es la transición
discontinua de un sistema mundial a otro”150.

Esta transformación inducida desde esa política gaiana lo que hace es vol-
ver visibles los elementos que mantenían el equilibrio precario del proceso que
se quiere cambiar y que se ha mantenido oculto por efecto de haber construido,
mediante la imaginación, una cultura política a través de la creación de un Estado
que debe defenderse, para mantener su estabilidad, pero con la característica de
que muchas de las actividades de ese Estado son inconscientes. Ese hacer visi-
bles los elementos que mantienen las estructuras reales del Estado, se logra sin-
tiéndolas más que reconociéndolas en el sentido objetivo de la ciencia clásica.

De ahí que el proceso de «catástrofe», a la manera de René Thom, esté en


el centro de la formulación de la política gaiana. “7. La transición de un mundo a
otro es una catástrofe, en el sentido de la teoría de las catástrofes de René Thom.
Una catástrofe es realmente hacer consciente un Estado inconsciente; es la sen-
sación en el ser de un campo que es desconocido para el saber.... Las catástrofes
son transiciones discontinuas en la Cultura-Naturaleza a través de las cuales el
saber consigue una apertura hacia el ser”151.

149
Idem, p. 198.
150
Idem, p. 196.
151
Idem, pp. 210 -211.

Bases operativas: una ecopolítica 93


René Thom, 1976152, define la catástrofe así: “De una manera general, la
aparición de una nueva «fase» en un medio inicialmente homogéneo conduce a
este género de apariencia, que llamamos «catástrofe generalizada»; todo proceso
en el que hay ruptura de una simetría inicial es , por ello mismo, estructural-
mente inestable y conduce a una catástrofe generalizada; tales procesos no son
formalizables, pero es preciso observar que aun cuando el proceso mismo sea
estructuralmente inestable, su desenlace final puede estar perfectamente determi-
nado”. Este concepto de«catástrofe» es fundamentalmente contrario al concepto
de estabilidad que tradicionalmente se utiliza entendido como lo plantea J. Harte
(1991)153: “Prácticamente todos los conceptos de estabilidad tienen algo que ver
con la recuperación después de una perturbación”, lo que significa que una vez
generada una alteración en un sistema, éste regresa a su configuración inicial. En
este sentido Gaia no reclama como atributo la estabilidad, sino ajustes que man-
tengan viable la interacción biota-medio físico, entendiendo que la desaparición
de la biota es el fin de Gaia, como tal.

Ésta muy elegante teoría de las catástrofes de Thom lleva a Thompson a


plantearse su política gaiana en la que aunque se reconozca la invisibilidad, in-
consciencia, de los procesos que subyacen a una política explícita, se puede,
mediante «catástrofes elementales» que presenta como formas políticas de acti-
vidad gubernamental, inducir a «transformaciones ligeras» que deben producir
un mundo futuro que se define como estado noético planetario de compasión,
esto es de sentimiento y no de conocimiento. Esas ligeras transformaciones son
las siguientes:

Formas actuales Transformaciones futuras


Guerra de las galaxias Un programa transnacional para la exploración del es-
pacio.

Los Pershing II y misi- La retirada de todos los Pershing II, misiles Cruise y armas
les Cruise para defender atómicas de Alemania Occidental, y la transformación de
Alemania. la Wehrmacht en una milicia civil al estilo suizo.

152
R. Thom. 1976. Una teoría dinámica de la morfogénesis. En “Hacia una biología teórica”. Editado por C.
H. Waddington y otros. Trad. por M. Franco R. Alianza editorial. Madrid. P. 189.
153
J. Harte. 1991. Ecosystem stability and diversity. In “Scientists on Gaia”…… p. 77

94 Economía ecológica
Formas actuales Transformaciones futuras
Las Naciones Unidas Las Naciones Unidas como un Harvard mundial, una Aca-
como un Gobierno demia de las Artes y las Ciencias mundiales, que sirviera
mundial y fuerza poli- como la tercera cámara en una legislatura de tres cámaras
cial global fracasados. superiores en que las naciones-estado poseyeran las cá-
maras superiores e inferiores, Lores y Comunes, Senado
y Congreso, pero todas las naciones tuvieran las Naciones
Unidas como su tercera cámara para proporcionar investi-
gaciones y recomendaciones relativas a problemas a largo
plazo de la civilización humana, como el efecto inverna-
dero, la lluvia ácida, el tráfico de drogas, los derechos hu-
manos, etc.
El Fondo Monetario Establecer colegios planetarios de concesión de tierras,
Internacional como un «Colegios Gaianos», como centros de investigación bio-
«mecanismo» para to- rregional para establecer los inicios de una economía infor-
mar dinero de los po- macional en zonas empobrecidas como el Chad o Haití.
bres de los países ricos
y dárselo a los ricos de
los países pobres.
Subvenciones para insti Una Tarjeta American Express, o capital directo a la
tuciones o grupos selec- aventura para cada ciudadano en lugar de una renta anual
tos, como la industria garantizada: se le concede una cantidad de US$ 50.000
nuclear, el comercio del a cada individuo en su mayoría de edad para fundar un
petróleo, granjeros. negocio, subvencionar una educación universitaria o dejar
que el dinero gane interés, hasta que el ciudadano decida
una inversión personal. Los ciudadanos que no se creye-
ran competentes para invertirlo, podrían dejar el dinero en
lo que sería, en esencia, un fondo nacional.
Cuadro tomado de W. I. Thompson, opus cit., pp. 196 a 198.

Precisamente R. Thom154 había señalado en su texto ya citado: “nuestro


modelo ofrece interesantes perspectivas sobre el psiquismo y sobre la mecánica
misma del conocimiento. En efecto, desde nuestro punto de vista, nuestra vida
psíquica no es otra cosa que una sucesión de catástrofes entre atractores de la
dinámica constituida por las actividades estacionarias de nuestras neuronas.
La dinámica intrínseca de nuestro pensamiento no es, pues, fundamentalmente

Idem, p. 192.
154

Bases operativas: una ecopolítica 95


diferente de la dinámica que actúa sobre el mundo exterior, se explicaría así que,
por acoplamiento, pueden constituirse en el interior mismo de nuestra mente
estructuras simuladoras de las fuerzas exteriores, lo que es precisamente el hecho
del conocimiento”.

No es, pues, la política gaiana propuesta por Thompson, una forma de acti-
vidad política que pueda conducir a la base de una Economía Ecológica, según
se ha propuesto, aunque seguramente generaría grandes transformaciones en una
política económica pero con proyecciones más hacia lo sociopolítico que hacía
lo socioeconómico.

De manera muy diferente, a pesar de señalar a Gaia como su centro teórico


de apoyo, J. Todd, plantea una política que partiendo de la ecología, transforme
el orden económico155. Aunque aboga por una transformación política y social
profunda que debe combinarse con una visión gaiana y que refleje “los amplios
funcionamientos de la naturaleza, y las divisiones actuales de izquierda con-
tra derecha, centralismo contra descentralización, expansionismo contra estado
constante, regionalismo contra nación-estado... hasta llegar a una organización
sistemática y un orden mundial gaiano”, sólo propone, para empezar “pasos pe-
queños, tangibles y concretos” que hace explícitos en propuestas de agricultura
orgánica. Siendo así no se ve una posición que apunte hacia la teoría gaiana y
más bien está bien anclada en la ecología convencional.

H. Henderson, 1989, por su lado, se acerca mucho más a la concepción


gaiana de Thompson, y parte de un proceso espontáneo de transformación de
las sociedades industriales que está llevando por si mismo, como lo hace Gaia,
mediante su capacidad homeostática inherente, a un periodo futuro de “concep-
tos nuevos: ideas como un cambio pacífico de dirección económica y cultural.....
e imágenes ubicuas de la emergencia de paradigmas planetarios y de identidad
cultural”156 que conducen a una nueva economía, consciente de las limitaciones
de los ecosistemas y de los recursos. Se trata simplemente de aprovechar los
cambios que se están dando en este proceso «gaiano» de transformación en el
que se pueden reconocer “tres zonas de transición”: la zona de descomposición,
que indica que las estructuras político-económicas tradicionales se están desin-
tegrando; la zona de la bifurcación, que muestra la gran incertidumbre propia del
proceso de cambio en marcha; y, por último la zona de avance, que va haciendo
visible el nuevo ordenamiento.

J. Todd. 1989. Un orden económico ecológico. En “Gaia. (Implicaciones para una nueva bio..)...p.128.
155

H. Henderson. 1989. Una guía para montar el tigre del cambio. En “Gaia (Implicaciones...) p. 161.
156

96 Economía ecológica
Gráfico N° 1. Transición hacia una política Gaiana.

TRES ZONAS DE TRANSICIÓN

1 2 3

DESCOMPOSICIÓN BIFURCACIÓN AVANCE


Desestructuración, Fibrilación «tercer camino»,
contaminación, Cara o cruz máxima estructura nueva, formas
confusión cultural, incertidumbre-oportunidad nuevas, reconceptualizar,
conflicto-guerra, «subir la apuesta» nuevos mapas- criterios
«crisis a cámara lenta», Más/peores malas noticias nuevos para el éxito,
gobiernos irregulares, Más/mejores ¿buenas indicadores nuevos,
política, ciencia, noticias? Ambivalencia, objetivos-valores nuevos,
medios de comunicación Elecciones, acción cultura planetaria ganar-
incoherentes, reorganizar prioridades ganar global, sociedades
desestabilización económica, CLARIFICAR sostenibles, tecnología
anarquía, decadencia, VALORES-OBJETIVOS apropiada
totalitaria, rigidez, extinción. Adaptación metamorfosis
Paidomorfosis adaptabilidad

ACELERACIÓN

Tomado de H. Henderson, p.145.

Tampoco esta posición nos conduce a configurar una política que estimule
una Economía Ecológica y se mueve, como en el caso de Thompson hacia un
redireccionamiento de las relaciones internacionales mediante una política cons-
ciente de tipo sociopolítico.

Situados en otro contexto, el de la política económica convencional, G.


E. Brown y A. E. Scoville, 1991157 plantean dentro de un foro científico sobre
Gaia, lo que para ellos es una política gaiana desde la perspectiva de la economía

G. E. Brown and A. E. Scoville. 1991. The greenhouse civilization and the Gaia Hypothesis: A view from
157

Congress. In “Scientist on Gaia”. Edited by S. H. Schneider and P. J. Boston. MIT Press. Cambridge.
p.405.

Bases operativas: una ecopolítica 97


dominante. Parten de reconocer la existencia actual (siglo XX) de una “Civiliza-
ción Invernadero”, producto del avance extraordinario, en tiempos recientes, de
los medios de comunicación bajo la forma de la Informática, que ha conducido
a que la economía tenga una profunda penetración tecnológica en los ciclos pla-
netarios de energía y de ciclaje de materia, concepción ésta que coloca a estos
conferencistas dentro de la llamada Gaia Débil158 que considera que “la vida
modela el ambiente físico” (I. W. Kirchner, 1991)159.

Por estar ubicados dentro de la Economía convencional estos autores con-


sideran que hay, sin lugar a dudas, “una conexión profunda entre la economía
global y el ambiente”160, pero por ser esta conexión tan difícil de reconocer en
la práctica, tanto científica, como comercial y política, es necesario una fuerte
alianza entre política y ciencia, y en tal caso debe reclamársele a los científicos
una mayor presencia en los foros de discusión de la política económica, y, a su
turno, esta última debe orientarse más al estímulo de la inversión en procesos
productivos de largo plazo para lo cual es necesario revisar las políticas de inte-
reses al capital, en forma tal que se estimulen las inversiones en procesos produc-
tivos en plazos que se ajusten al ciclo de vida de las tecnologías en desarrollo y
al tiempo constante de sistemas ambientales y no a los cortos ciclos financieros.
En esta medida se puede hablar de tiempo intergeneracional. Llaman entonces, la
atención sobre la importancia de mirar la perspectiva de la competitividad futura
de la producción estadounidense y la gran oportunidad del conjunto de negocios
que están surgiendo en el afán de mejorar el medioambiente con la generación de
tecnologías para ahorro de energía y disminución de emisiones de desechos. Se
trata entonces de transformar, mediante políticas económicas, la idea de “políti-
cas ambientales como costos no mitigados”, a la de políticas ambientales como
medios de ganancias mediante la captura de mercados de técnicas y equipamien-
tos que protejan el ambiente global.

Su énfasis en replantear algunos aspectos actualmente dominantes en la eco-


nomía de los Estados Unidos y en la importancia de establecer un fuerte apoyo
en la comunidad científica, los mueve a proponer cuatro puntos fundamentales
que harían posible esa reorientación necesaria a la actual política económica:

158
Gaia Fuerte es la denominación dada a la posición que sostiene que tanto la vida modela el ambiente físico,
como éste modela a la vida. J. J. Kineman, por su parte define Gaia Débil como una clase de fenómenos que
representa un intento por entender las manifestaciones sistémicas globales e interactivas, en términos de los
conceptos teóricos actuales. Gaia Fuerte en cambio, tiene que referirse a las interpretaciones de Gaia que
requieren la modificación de los supuestos teóricos acerca de la naturaleza y nuestros métodos científicos.
En J. J. Kineman. 1991. Gaia: hypothesis or worldview? In “Scientist on Gaia… p. 47.
159
J. W. Kirchner. 1991. The Gaia Hypotheses: Are they testable? Are they useful?. In “Scientist on … p. 39.
160
G. E. Brown and A. E Scoville. 1991. Opus cit., p. 405.

98 Economía ecológica
“1. Consolidación de la Oficina de Políticas de Ciencia y Tecnología, el Consejo
sobre Calidad Ambiental, y el Consejo de consejeros económicos;

“2. Se requiere que al menos algunos miembros del Consejo de Gobernadores


del Banco de la Reserva Federal tengan formación científica y técnica;

“3. Se requiere que las directivas de la Reserva Federal consideren inversiones


en ciencia y tecnología cuando tomen decisiones sobre ratas de interés y
emisiones de dinero; y

“4. Se requiere que el Fondo Monetario Internacional explore nuevos métodos


para refinanciar la deuda de las naciones en desarrollo así como para prote-
ger ecosistemas tales como los bosques tropicales de la Amazonía”.

Cabe anotar la similitud de algunas de estas propuestas con las transforma-


ciones de Thompson, en cuanto a la importancia de incorporar la ciencia en las
decisiones políticas.

Mirada esta perspectiva en su conjunto es claro que no se cuestiona a fondo


el modelo económico de producción y apenas si se propone hacerle algunas mo-
dificaciones menores centradas en los horizontes de inversión de capital, con lo
que se castigaría fuertemente al capital financiero, y, de otro lado, la importancia
de incorporar en las decisiones de política económica la voz de los científicos
a condición de que deben ser estos los que se acerquen a los hacedores de las
políticas económicas y no a la inversa. Es, en nuestro sentir muy de destacar que,
en tanto es una oportunidad de un mercado con grandes posibilidades, se trata
de justificar, mediante la «Hipótesis Gaia», el dominio que contra la biodiver-
sidad natural, ejercen las formas actuales de la Revolución verde sobre todo en
el aspecto de intervención sobre el genoma que ellos llaman la reunificación del
pool genético planetario apoyados, muy equivocadamente en las investigacio-
nes de L. Margulis sobre el intercambio de genes entre procariotas. En nuestra
apreciación esto señala una importante incoherencia con una posición desde la
teoría débil de Gaia, y un apoyo claro al modelo de desarrollo económico, que
sólo necesitaría algunos retoques menores que bien pueden construirse desde
una versión ambiental de la economía convencional.

Un último aspecto crucial de la posición del congresista estadounidense y


su asesor científico, es el llamado a la necesidad de que, mediante un convenio, la
humanidad establezca una Constitución para la Civilización Invernadero161, con

Idem, p. 410.
161

Bases operativas: una ecopolítica 99


lo cual, según nuestra apreciación, se reconoce la incertidumbre de los procesos
naturales, incluyendo los sociales y, en tal caso se hace necesaria la orientación
política que se basa en reconciliar, consensuar, posiciones distintas, buscando
que tanto las mayorías como las minorías puedan desenvolverse sin que los unos
exterminen a los otros. Cabe entender entonces, que el problema de los gases
invernadero a los que se refieren en más de una ocasión en el texto, pase a un se-
gundo plano mediante la licencia que la hipótesis Gaia les otorga. En este punto
es clara la diferencia con la posición de Thompson quien señala con vehemencia
la existencia de una sociedad altamente preparada para la actividad bélica, que
debe desmontarse haciendo visible ese fenómeno.

En otro lado están R. Madron y J. Jopling quienes plantan la necesidad de


instaurar unas Democracias Gaianas. Si bien reconocen la capacidad de Gaia
para recomponer su dinámica, piensan que es necesario que el hombre haga
reajustes fundamentales en su Econosfera para mantener la humanidad como
una de las especies de la biosfera y para el efecto proponen la sustitución demo-
crática del sistema político-económico actual dominante que ellos caracterizan
como “Monetocracia” entendido como un sistema intencionado, esto es, surgido
desde el hombre, con el propósito de favorecer el crecimiento económico de la
moneda circulante y mantener así la naturaleza del sistema económico vigente,
cual es el de una moneda basada en el débito162. Su afirmación es contundente:
“No es muy conocido que casi toda la moneda en uso llegue a su existencia, no
por ser acuñada por los gobiernos, sino como resultado de un acuerdo bancario
para hacer préstamos con interés a sus clientes. Sólo el 3% -de papeles valo-
res y monedas- son hechos por el gobierno. El otro 97% llega a su existencia
como una deuda de un cliente a un banco”163. Ubica entonces, la causa de la
crisis ambiental, en la dinámica económica patrocinada y regulada desde la alta
institucionalidad financiera mundial, vale decir Banco Mundial, Fondo Mone-
tario Internacional y Organización mundial del Comercio, y por supuesto del
resto de entidades que se colocan bajo la política económica institucionalizada
desde ellas. Esto les permite decir a estos autores: “Los aspectos de injusticia e
insostenibilidad de la globalización surgen de los propósitos, principios e ideo-
logías de un sistema humano intencionado que hemos llamado «Monetocracia
Global»”164. Este sistema opera a partir de la articulación de seis componentes,
según la representación gráfica N°. 2.165.

162
Opus cit., p.11.
163
Idem, p. 11.
164
Idem, p. 11.
165
Idem, p. 68.

100 Economía ecológica


Gráfico N° 2. Componentes principales de la monetocracia
económico-política global

Propósito
común del
Crecimiento de
la moneda
en orden a mantener
el sistema
moneda-débito
Teorías Arsenal
operacionales de instrumentos
compartidas operativos
Economía neoliberal; Corporaciones capitalistas
Soberanía nacional; transnacionales; instrumen-
Democracia representativa; tos legales y financieros;
Consentimiento políticas nacionales y agen-
Manufacturero cias estatales; instituciones
Liderazgo de internacionales; manipu-
comando y lación de la opinión
control
MONETOGRACIA
GLOBAL

Consenso Gran Consorcio de


de élite negociantes y gobierno
Amparar los valores (con los grandes negocios
y presupuestos de la como líderes)
monetocracia

Liderazgo
central global
Cubrimiento de la
política, finanzas,
negocios, academia y
comunicación

(Tomado de Madron y Jopling, 2003)

Desde el punto de vista estrictamente económico se puede interpretar, en


este texto, que el aparato bancario y financiero en general actúa de una forma
aproximada al gráfico N°. 3

Este sistema de la Monetocracia Global ha puesto a la humanidad en la bús-


queda del dinero en el convencimiento de que es ahí donde está la posibilidad de
realización individual y al planeta gaiano como una opción para la obtención de
recursos que podemos transformar en dinero, mediante el numerario del Sistema

Bases operativas: una ecopolítica 101


Débito Monetario; los autores traen dos datos impresionantes, de un lado que ya
en 1980´, el hombre estaba tomando más de la naturaleza que lo que ella podía
reponer; pero además que hacía el 2050, si el ritmo continua como hasta ahora, la
huella ecológico habrá crecido aproximadamente en un 250% de la capacidad de
la Tierra biológica (Madron y Jopling166).

Gráfico N° 3. Elementos relacionales de la producción económica


en una monetocracia.

APARATO
FINANCIERO

D
D D D´
D D D
D
D´ D´
D´ D´ D´

Materia
Extracción prima Transfor- Objetos Distribución
minera amorfa mación de cambio y consumo

Insumos para ACTIVIDAD


Insumos para
precosecha AGRARIA
distribución en
(semillas, agroquímicos, (producción
el mercado
equipo mecánico y cosecha)

D = Dinero D´ = Dinero incrementado (D + intereses)

A partir de la capacidad de acción del “hombre amplificado”, figura que los


autores han tomado de H. Girardet, -ese hombre acondicionado con todos los
artefactos técnicos de la sociedad actual (alas, ruedas, telecomunicaciones, ro-
bots, etc.)-, describen el mundo belicoso que ha creado una sociedad sin respeto
ninguno por el hombre mismo: “la muerte indiscriminada y deliberada de seres
inocentes e indefensos, lo que al pensarlo afecta nuestro estómago. La descrip-
ción puede ser adecuada; pero no es una cuestión de si es o no deliberada la ex-
terminación de otras especies. Es, más bien como preguntar si es o no cierto que

Opus cit., p. 55.


166

102 Economía ecológica


una masacre de civiles ocurrida en alguna parte de un país lejano fue realmente
ordenada desde el N° 10 de Downing street, o desde La Casa Blanca o el Kre-
mlin. El punto es que estas masacres son sistémicas: son la consecuencia inevita-
ble de un sistema en estado de retroacción positiva reforzada. La responsabilidad
individual no es lo importante. Necesitamos entender, en términos sistémicos, lo
que hace a estas masacres inevitables”167.

Un sistema social intencionado como es la Monetocracia Global tiene, por


supuesto, propósitos reconocibles, que identifican, Madron y Jopling, de la si-
guiente manera:

• “Nuestros gobiernos han ignorado persistentemente todas las evidencias de


los efectos adversos del crecimiento económico, incluyendo la alerta repe-
tida de los científicos en los últimos cuarenta años”; se entiende que esta
ignorancia es consciente.

• Nuestros gobiernos continúan diciendo que el crecimiento económico es la


única estrategia viable para abordar la horrible agenda mundial de los proble-
mas que ha causado – en gran parte- el mismo crecimiento económico”168.

Esta afirmación se puede ver claramente en el famoso Informe Stern de


2006, realizado por un grupo de científicos de la Gran Bretaña, para el gobierno
de T. Blair, que toma como remedio la política del Desarrollo Sostenible a pesar
del probado fracaso después de veinte años de vigencia.

Se plantea entonces, dentro de las democracias gaianas, que la diferencia


fundamental con el sistema político dominante actual es el relacionado con el
propósito del sistema, esto es, con lo económico. En esta perspectiva este sistema
se preocupa por el crecimiento económico como manera de mantener el Sistema
de Débito Monetario, y en tal dirección se orientan todos los líderes políticos y
de negocios. En cambio las democracias gaianas buscan el desarrollo mediante
el poder del pueblo. “El reflejará el rango total de las realidades sociales, eco-
lógicas y políticas”169. Y agregan más adelante, que por no creer en la primacía
absoluta de la propiedad privada, como es el caso de la Economía Convencional,
las democracias gaianas diseñan sus instrumentos y políticas para proporcionar
a la sociedad justicia y sostenibilidad170.

167
Idem, p. 54.
168
Idem, p. 73.
169
Idem, p. 127.
170
Idem, p. 129.

Bases operativas: una ecopolítica 103


Una mirada de conjunto a esta nueva visión de política ambiental, nos in-
dica que hay acá una nueva manera de pensar que involucra a todo el planeta
desde las sociedades humanas hasta la ecosfera en su conjunto. Su concepción
sistémica ha sido representada según el gráfico N° 4.

Gráfico N° 4. El paradigma de la democracia gaiana

Sistemas
Gaianos
Propósitos
Red y principios
gubernamental compartidos

Componentes
del núcleo del
paradigma de la Conceptos de
democracia sistemas blandos
Líderes
gaiana
de políticas
liberalizantes

Principios de
Procesos de aprendizaje de
cambio Paulo Freire
participativo

(Tomado de Madron y Jopling. P. 108)

104 Economía ecológica


Con esta concepción sistémica los autores esperan revertir el Sistema Mo-
netocrático que está en una fuerte espiral hacía abajo, con su Sistema Gaiano que
se espera “evolucione conscientemente desde el crecimiento exponencial juvenil
hasta la estabilidad dinámica de la madurez”171. La forma práctica de lograrlo es a
partir de cautivar con esta visión a grupos cada vez mayores que actuarían como
las llamadas por F. Capra Sociedades en Red, según se ha relatado anteriormente,
apoyándose, en concreto, en tres tipos fundamentales de transformadores:

• Los insatisfechos al interior del sistema actual, es decir, aquellos que quieren
que el sistema vigente funcione, pero se sienten frustrados, senadores, par-
lamentarios en general, administradores de urbes, gobernantes territoriales,
burocracias corporativas, escuelas, hospitales, universidades, ONG´s, etc.

• Los enfadados del exterior. Son los agitadores y analistas que desde fuera
ven lo mal que funciona el sistema.

• Las victimas del sistema que están enojadas y al sentirse heridos por el fun-
cionamiento del sistema piensan en la manera en que pueden defenderse.

Se entiende que es necesario cambiar la forma de pensar, actuar en forma


cooperativa y difundir todas las ideas que conduzcan a adoptar el nuevo para-
digma. Como última propuesta se hace un llamado a unirse a la organización del
modelo gaiano de democracia.

171
Idem, p. 109.

Bases operativas: una ecopolítica 105


LAS POSICIONES
POLÍTICAS
7. ACERCA DEL
MEDIOAMBIENTE
Se busca una respuesta a la pregunta,
bajo qué circunstancias uno debería
confiar; y se llega a la conclusión de que
mientras en la sociedad humana la confianza
es un imperativo ético, uno no debería
otorgar confianza ciegamente,
sino sólo donde sea ganada”.
N. Luhmann

U
na mirada de conjunto a los análisis específicos sobre cada una de las
manifestaciones que desde la política se ha dado sobre la problemática
ambiental permite reconocer hasta donde se ha llegado y las formas en
que se han ido perfilando las diferentes posiciones existentes hoy día.

Empecemos por indicar que pocas expresiones tan tratadas y maltratadas


como la de Medio, Ambiente, Medioambiente, o Entorno, en nuestro tiempo.
Esta característica se refleja seguramente en que a pesar del reconocimiento ge-
neral y hondura de la “Crisis Ambiental” desde la segunda mitad del siglo XX,
se evaden las soluciones a fondo por quienes están en capacidad de orientar y
tienen el deber de proponerlas. Este aspecto ha sido particularmente resaltado
en un interesante artículo escrito por G. Prins (1990)172, quien recoge del cé-
lebre economista J. K. Galbraith, la distinción entre la verdad simple, aquella
que sencillamente se reconoce sin temores, ni favores y la verdad institucional,
referida a la verdad de los políticos, sobre todo de la llamada realpolitik, la cual
es cómodamente conformista, flexible y ajustable a la moda, y lo ejemplifica con
el caso de la primera ministra de Gran Bretaña, la señora Thatcher, quien, a raíz
del primer informe sobre Cambio climático en 1990, señaló dentro de un semi-
nario que era necesario, ante la gravedad de la situación, tomar medidas políticas
sin demora, -verdad simple-; pero cuando ese mismo año, se presentó ante la
Asamblea General de las Naciones Unidas, indicó que Gran Bretaña podía ofre-
cer disminuir hasta en un 30% las emisiones de dióxido de carbono y que para
mantener sin ataduras al libre mercado, era necesario que las grandes empresa
transnacionales mejoraran sus prácticas de producción haciéndolas más verdes,
-verdad institucional.

Históricamente, sí bien el concepto de medio aparece claramente estable-


cido en el siglo XIX, permanece anclado, en su significado científico y más

G. Prins. 1990. Politics and environment. International Affaire. Vol., 66, N°. 4. pp. 711-730.
172

Bases operativas: una ecopolítica 109


precisamente biológico, hasta bien entrado el siglo XX cuando se dan dos fe-
nómenos que le transformarán su alcance. De un lado, el ingreso pleno de la
complejidad en el pensamiento científico da al concepto de sistema el atributo
necesario de un entorno; y, del otro lado, el reconocimiento de la magnitud de
la crisis ambiental en la década de los años sesenta, coloca al ambiente en el
centro de las consideraciones de tal manera que su contenido e importancia
científica, social y política llegan a su plenitud, pero además lo llenan de am-
bigüedad, precisamente por efecto de los múltiples intereses que se mueven
en torno al problema, y que dan interpretaciones diferentes de acuerdo a los
diversos ángulos desde los que se trate, pero sobre todo desde que cae bajo la
curiosidad del público general y del periodismo, espacios en los cuales empie-
za a ser un término usado con mucho descuido.

A. Comte en su lección 40, Biología, de su Curso de Filosofía Positiva, dic-


tado entre 1829 y 1842, escribe que: “la idea de vida supone constantemente la
correlación necesaria de dos elementos indispensables: un organismo apropiado
y un medio conveniente. De la acción recíproca de estos dos elementos resultan
inevitablemente todos los diversos fenómenos vitales....”173. Y, en una nota de pie
de página de la misma conferencia señala que la palabra medio se refiere “no sólo
al fluido en que el organismo está sumergido, sino, en general, al conjunto total
de las circunstancias exteriores de cualquier género”. Anota además la condición
de “neologismo” de la palabra medio174.

Se entiende que esa relación ser vivo/medioambiente será puesta en toda


su significación operativa por Darwin, alrededor de tres lustros después en su
“Origen de las Especies”, cuando al referirse a la “gran variabilidad de las es-
pecies”, escribe: “En todos los casos hay dos factores: la naturaleza del orga-
nismo, que es con mucho el más importante de los dos, y la naturaleza de las
condiciones”175. Y es precisamente esa relación que Darwin establece entre el
organismo y el medio, la que permite a E. Haeckel, siete años después, acuñar
y definir el término Ecología.

Un siglo más adelante esta relación se percibe no ya desde la biología


del organismo, ni desde la evolución natural, sino desde el riesgo que para
la sobrevivencia de la humanidad tienen las transformaciones que el hombre,

173
A. Comte. 1943. Selección de textos. Trad. por D. Náñez. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. P. 119.
174
Idem, p. 120.
175
C. Darwin. 1953. El origen de las especies (Por medio de la selección natural).Trad. por S. A. Ferrari. Edi-
torial Diana. México. P. 139.

110 Economía ecológica


artificialmente, ha provocado en su entorno inmediato y que, por supuesto, se
ha extendido a la ecosfera en su totalidad.

El reconocimiento de esta crisis empezó como tema recurrente en el mundo


académico, con las investigaciones personales de R. Carson, 1962; P. Ehrlich,
1968; A. Ehrlich, 1968; G. Hardin, 1968; J. Lovelock, 1972; y otros más; y en
el ámbito sociopolítico con la aparición, simultánea a los trabajos científicos,
de movimientos sociales. En principio, con claros comportamientos anarquistas
que configuraron lo que H. Marcuse en 1967176, en sus célebres conferencias en
la Universidad Libre de Berlín llamaba “tendencias (en la sociedad) –anárqui-
camente sin organizar, tendencias espontáneas –que anunciaban la ruptura total
con las necesidades dominantes en la sociedad represiva”. Un caso temprano de
este tipo de movimientos se dio en Colombia cuando apenas despunta el decenio
de los sesenta con el llamado Nadaismo; y otro, con el movimiento Hippy en el
sur de California; ambos tuvieron manifestaciones muy ruidosas, una en Agosto
en la zona de Woodstock, en Bethel (Canadá), cuando más de 400.000 personas
celebraron el Festival del Arte y la Música; la otra, en el Ancón Sur, en la Estrella
(Antioquia, Colombia) en Marzo de 1971, con el lema Amor y Paz. En uno y en
otro caso se reclamaba la urgencia de la paz (contra la guerra de Viet-Nam), la li-
bertad sexual, el final del patriarcado y el regreso a una vida en comunidad con la
naturaleza y en contra del consumismo desbordado. Marcuse indicaba que lo que
en América se denominaba Hippies y en Alemania Gammler, eran grupos de la
“nueva clase revolucionaria”...... “característicos de un estado de desintegración
del sistema, que como fenómeno no tiene ninguna fuerza transformadora, pero
que acaso un día, junto con otras fuerzas objetivas mucho más potentes, pueda
tener su función”177.

Muy posteriormente aparecieron otras formas de movimientos sociales que


harán uso de la informática y que el sociólogo M. Castells, 1996, según lo cita
Capra (2003)178, llama “Sociedad en Red”, la cual “no se origina dentro de las
instituciones tradicionales de la sociedad civil, sino que se desarrolla a partir de
identidades que se basan en el rechazo de los valores dominantes de esa socie-
dad: patriarcado, dominación y control de la naturaleza, crecimiento económico
y consumo material sin límites”.

176
H. Marcase. 1981. El final de la utopía. Trad. por M. Sacristán. Editorial Ariel. P. 21.
177
Opus cit, p. 21.
178
F. Capra. 2003. Las conexiones ocultas. (Implicaciones sociales, medioambientales y biológicas de una
nueva visión del mundo). Trad. por D. Sempau. Editorial Anagrama. Barcelona. P. 278.

Bases operativas: una ecopolítica 111


En 1968 se dieron grandes movilizaciones universitarias en Estados Unidos
y en Europa, que además de insistir en reclamar la libertad sexual, el fin de la
guerra de Viet-Nam, abogaron por un cambio en las relaciones Estado-Univer-
sidad y Profesor-Estudiante, e iniciaron una protesta contra el establecimiento
industrial como causante del deterioro ambiental. Había ocurrido ya el desastre
de la central nuclear de Windscale en Inglaterra en 1957 que produjo una nube
de residuos radioactivos que contaminó a la mayor parte de Inglaterra y el gran
desastre del buque petrolero Torrey Canyon, que generó un derrame de crudo de
110.000 tn, en la costa francesa del Canal de la Mancha en 1967, con la diferen-
cia de que mientras el primero fue mantenido en sigilo por razones de “secreto
oficial”, el segundo tuvo una amplia difusión noticiosa.

Al año siguiente en 1969, las manifestaciones populares se extendieron en


Estados Unidos a toda la población estudiantil y al habitante común y corrien-
te y se movilizaron en Abril, 1500 Colleges, 10.000 escuelas y 20 millones de
personas por las calles de New York, Washington y San Francisco. Esta gran
movilización popular culminó con la proclamación del 22 de Abril, como Día
de la Tierra.

La última de las grandes manifestaciones populares que se conoce en este


periodo, es la de Octubre 2, cuando se reúne un grupo de aproximadamente
10.000 personas, en la frontera entre Canadá y Estados Unidos, para protestar
contra la prueba atómica de Amchitka (Islas Aleutianas).

Todas estas movilizaciones, claramente políticas en cuanto a sus propósi-


tos –promover a una actividad concreta para provocar acciones que protejan la
sociedad en general- son de origen no institucional; pero en el año de 1969, se
genera la primera gran acción política institucional; se trata de la Convocatoria
a la Primera Conferencia Mundial sobre el Medioambiente Humano, que debía
realizarse, como en efecto ocurrió, en Estocolmo en 1972. El tema propuesto fue
el análisis de todas las formas de deterioro ambiental y las causas antrópicas con
énfasis en planes de acción remedial y preventiva e iniciación de acuerdos inter-
nacionales para cubrir problemas ambientales regionales y locales. Puede decir-
se que con esta gran Conferencia se inicia el Derecho Internacional Ambiental.

No puede dejar de mencionarse otro fenómeno de la época, de gran im-


portancia, promovido por una élite intelectual que fundó una Organización No
Gubernamental (ONG), para realizar estudios sobre la interdependencia entre
distintos aspectos políticos con asuntos energéticos, alimentarios y demográficos.

112 Economía ecológica


Esta Institución es el Club de Roma, creada en 1968 por Aurelio Peccei y cuyo
Primer Informe –“Los Límites del Crecimiento”179- da cuenta de los efectos hacia
el futuro de los sistemas industriales complejos. Esta organización se constituye
así seguramente, en una de las Instituciones, por fuera de las altas esferas de la
política internacional, que lidera posiciones políticas de gran alcance espacial y
temporal a partir de datos científicos.

Puede decirse que mientras el Club de Roma llama la atención sobre la re-
lación Economía-Desarrollo; Estocolmo´72, lo hace sobre la relación Política-
Desarrollo.

A nivel de política estatal ocurren en la época dos hechos que a pesar de


ser locales, ubican la problemática ambiental como un asunto de Alta Política.
En primer lugar en Enero de 1970, en su Mensaje al Estado de la Unión, el
presidente R. Nixon decía: “la gran pregunta de los 70 es: ¿debemos someter a
nuestro entorno o debemos hacer la paz con la naturaleza y empezar a reparar
el daño hecho a nuestro aire, a nuestro suelo y a nuestra agua?”, según lo refiere
P. H. McGauhey (1972)180. En Julio del mismo año (1970) la Reina Isabel II,
visita a Canadá y recoge el clamor de los ambientalistas respecto a los riesgos
del oleoducto a través de Alaska. Decía la Reina en esa ocasión: “En este terri-
torio del Noroccidente hay vastos espacios de tierra y agua aún sin contaminar.
Estos lugares son una pesada responsabilidad para las autoridades que deben
planear y agenciar su desarrollo no sólo para beneficio de Canadá, sino como
una parte vital en el balance de la naturaleza a través de todo el mundo”181, se-
gún la trascripción de H. L. Edwin (1971). Se plateaba así el denominado por
T. M. Brown (1971)182 “Dilema de Alaska”: “Dos recursos –petróleo y natura-
leza- se han colocado en conflicto directo”. Pero además es el mismo año en
el que el Congreso de los Estados Unidos aprueba el “Acta Política Nacional
Ambiental”, con la que se crea el “Consejo de Calidad Ambiental” como ins-
titución encargada de trazar las políticas ambientales en el territorio nacional.
Para hacer operativas estas políticas se funda la “Agencia para la Protección del
Medioambiente” –EPA- que debe abocar la tarea de monitorear y cuantificar los
problemas ambientales concretos.

179
R. Carson. 1962. Silent Spring. Boston: Houghton Milffin.
180
P. H. McGauhey. 1972. Buried in affluence. Britannica Yearbook of Science and the Future. Encyclopædia
Britannica. W. Benton, publisher. Chicago. P. 352.
181
H. L. Edwin. 1971. Conservation. In “Británica Book of the Year. 1971. Encyclopædia Britannica. W.
Benton, publisher. Chicago. P. 217.
182
T. M. Brown. 1971. Alaskan Dilemma. Británica Book of the Year. 1971. Encyclopædia Britannica. W.
Benton, publisher. Chicago. P. 220-

Bases operativas: una ecopolítica 113


Es claro que entre 1968 y 1972 la crisis ambiental se convirtió en un tema
de alta política sin dejar de ser un asunto científico y se hizo posible configurar
posiciones políticas tendientes a constituir grupos para orientar activamente la
sociedad sobre el tema ambiental; y, es ésta precisamente, una situación en la que
la rigurosa terminología de las ciencias ambientales, al caer dentro del interés de
los políticos, pasa a ser dominio del periodismo, y se va entonces desfigurando
rápidamente hasta ser expuesta en términos imprecisos que se manejan descui-
dadamente entre el gran público.

Se celebra en Bucarest en 1972, una Conferencia sobre El Futuro del Tercer


Mundo, en la cual el filósofo noruego Arne Naess señala que durante el decenio
de 1960 han surgido dos movimientos ocupados de la problemática ambiental,
uno el movimiento superficial - “Shalow Ecology”- tecnocrático, antropocéntri-
co, ocupado primariamente con la polución, el agotamiento de los recursos y la
salud y migración de la población en los países en desarrollo (este movimiento
tomará posteriormente el nombre de ambientalismo); otro, el movimiento eco-
céntrico de Ecología Profunda –“Deep Ecology” – de largo alcance, que en el
año siguiente, 1973, se explica con mayor detalle en un libro del mismo filósofo
que titula “Ecología, Comunidad y Estilo de Vida”. (Este movimiento tomará
hacia el futuro el nombre de ecologismo)

En 1973, Maurice Strong, primer Director ejecutivo del Programa de las


Naciones Unidas para el Medioambiente – PNUMA-, proclama el “Ecodesarro-
llo” –etimológicamente, la incorporación de la ecología en los planes de desarro-
llo- como propuesta que enfrenta las posiciones unilaterales del Club de Roma,
y que debe orientar al Programa y del que al año siguiente I. Sachs logrará una
mejor elaboración y difusión internacional en cuanto concepto claramente políti-
co. Al decir de E. Leff (1978)183, se trataba de plantearse una forma de actividad
política que se opusiera al duro cuestionamiento del Primer Informe al Club de
Roma que demostró que el desarrollo, entendido como crecimiento económico
tiene límites tanto en el lado de la disponibilidad de materias primas y energéti-
cas, como en el lado de la capacidad de los sumideros.

En efecto, el enunciado del Ecodesarrollo hecho dentro de PNUMA y que


se establece como la política que debe alumbrar el recorrido del camino que
surge de las conclusiones de Estocolmo’72, en las que se proclamó el ambiente,

E. Leff. 1978. Ecología y capital. (Hacia una perspectiva ambiental del desarrollo). Siglo XXI editores.
183

México.

114 Economía ecológica


entendido como el hábitat mundial del hombre, “como una cuestión de interés
constante para los países del mundo”, tuvo su primera configuración conceptual
en la “Declaración de Cocoyoc” emitida en Octubre de 1974 en una reunión ce-
lebrada en Cuernavaca (México) con los auspicios del PNUMA y la UNCTAD
y dirigida por Ignacio Sachs, mediante un “enfoque a la planeación del desarro-
llo orientado a la satisfacción de necesidades y ambientalmente sano”184, “hace
hincapié en la necesidad de buscar estrategias concretas de desarrollo capaces
de usar en forma adecuada y ecológicamente sana los recursos específicos de un
ecosistema dado para satisfacer las necesidades básicas de una población local.
El ecodesarrollo insiste en la diversidad de situaciones ecológicas y culturales
y, por ende, en la diversidad de las soluciones propuestas y en la importancia de
la participación ciudadana en la identificación de necesidades y recursos, la bús-
queda de técnicas adecuadas, el diseño y ejecución de programas de desarrollo y
de cambios estructurales cuando sean necesarios”185.

Se perciben claramente en esta descripción del Ecodesarrollo los ecos de


la tragedia del Sahel ocurrida en 1973 y que Sachs conoció muy de cerca, de ahí
el hincapié en tener en cuenta en los programas de desarrollo las condiciones
ecológicas y culturales locales, antes que los modelos globalizados del mundo
desarrollado del Norte.

Mientras en los Límites del Desarrollo se elaboró el discurso ambiental


a partir de los graves problemas que estaba provocando la creación del gran
aparato industrial de los países ricos que se constituía en un modelo universal
aplicable, según sus promotores, en cualquier parte y de efectos a nivel planeta-
rio, el Ecodesarrollo se planteó el problema de matizar este modelo para todos
los países tomando en consideración las características locales tanto en la dispo-
nibilidad de recursos como en la viabilidad de las técnicas propuestas desde la
perspectiva de la ecología y la cultura locales.

En el año de 1974, además de la Declaración de Cocoyoc, claramente polí-


tica como ya se ha señalado, pero ocupada del concepto genérico del Desarrollo,
se crea el primer Ministerio del Medioambiente en el mundo, en Noruega, que
es presidido por Gro Harlem Brundtland y culmina un periodo que hace inequí-
vocamente visibles cuatro problemas ambientales concretos que de una u otra

184
I. Sachs. 1977. El ambiente humano. En “Reestructuración del Orden Internacional”. Informe coordinado
por J. Tinbergen. Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México. Nota de pie de pág. P. 449.
185
Idem, p. 462.

Bases operativas: una ecopolítica 115


forma habían sido tocados en las posiciones políticas a las que ya se ha hecho
referencia o en documentos o conferencias de naturaleza estrictamente científi-
cos previos.

El primero fue tal vez el demográfico que quedó unido al de alimentación.


En 1966 R. Ewell186, Vicepresidente para la investigación de la universidad del
Estado de New York, decía, refiriéndose al problema alimento/población, que
“éste es el mayor, más fundamental y más cercano a lo insoluble que haya jamás
confrontado la raza humana. El problema es masivo, y, en consecuencia, los
programas para resolverlo tendrán que ser masivos para que puedan tener alguna
posibilidad de éxito”. Su propuesta estaba así planteada para la realización de dos
programas urgentes y complementarios: una transformación de la agricultura que
tomará el nombre de Revolución Verde, cuya puesta en marcha requería además
de un vasto programa mundial de educación que preparara especialistas agríco-
las en muchos campos, “cantidades masivas de capital para construir fábricas de
fertilizantes, plantas para producción de semillas, fábricas de pesticidas, fábricas
de equipos agrícolas, represas y sistemas de irrigación, plantas de desalinización
de agua marina, sistemas de transporte, ....”187; y un programa de control de la
natalidad, que buscara disminuir el crecimiento poblacional humano.

El segundo gran problema fue el de la energía, que emerge a partir del mo-
mento en que los países productores de petróleo, sobre todo del Medio Oriente,
impusieron condiciones especiales para el mercado internacional configurando
un cartel del petróleo que tomó el nombre de Organización de Países Exportado-
res de Petróleo- OPEP- Este fenómeno puramente económico, en su momento de
relaciones Norte-Sur, puso más en relieve y agregó elementos nuevos de efectos
en el cuadro del Orden Económico Internacional, a la conciencia de las deman-
das desbordadas de energía que el rumbo del desarrollo económico de postguerra
estaba presentando. H. Perry (1971)188 escribía dos años antes de la crisis ener-
gética 73/74, lo siguiente: “reducir la demanda de energía para lograr un balance
con los suministros tendrá muy amplios efectos sobre las ratas de crecimiento
económico y seguramente sobre el estilo de vida. Puede ser posible utilizar me-
nos energía y continuar el crecimiento económico, pero el conjunto histórico

186
R. Ewell. 1966. Population Outlook in developing countries. In “The role of animal agriculture in meet-
ing world food needs”. Proceeding, 15th annual meeting and minutes of the business session. Agriculture
Research Institute. National Academy of Science. Washington. P. 3.
187
Idem, p. 14.
188
H. Perry. 1971. The energy crisis. In “1971 Britannica Yearbook of Science and the future”. Encyclopædia
Britannica. W. Benton, publisher. Chicago. P. 133.

116 Economía ecológica


del Producto Nacional Bruto tendrá que alterarse y esto requerirá también una
modificación en el estilo de vida”. De esta manera lo que pasó con la crisis ener-
gética del 73/74, fue hacer patente, darle mayor visibilidad a un problema que
ya se reconocía desde finales del decenio anterior y que se iría acentuando cada
vez más, hacia adelante. Precisamente en el 3° Informe al Club de Roma189, co-
ordinado por J. Tinbergen y presentado en 1976 como Informe RIO (Reshaping
the Internacional Order) se dice: “es probable que los dos problemas de recursos
más importantes sean los abastos de energía y agua. Los países industrializados
tienen una historia de consumo excesivo de energía combinado con un desper-
dicio enorme”. Respecto al agua, para este tiempo simplemente señala que ha
recibido una atención menor que la relativa a la energía.

El tercer problema es el del agua, que tiene características paradójicas en


tanto no se trata de un problema de la disminución de la cantidad disponible
como en el caso de la energía fósil o de las minas de minerales cuyas fuentes se
agotan. En el caso del agua se habla de que se está haciendo «no renovable»190,
debido al uso descuidado que se ha hecho de ella. En expresión muy gráfica, em-
pezando el decenio de los setenta, A. Wolman191, describía el problema diciendo:
“Lavando nuestra agua sucia”, con lo que hacía hincapié en cómo el crecimiento
demográfico e industrial estaba generando el grave problema de las «aguas ser-
vidas», de tal manera que se hacía cada vez más escasa el agua potable y además
se iban diezmando importantes poblaciones de organismos acuáticos por la gran
cantidad de desechos solubles que iban impotabilizando los lagos y estanques o
por efecto de la eutrofización a causa del uso masivo de los detergentes con poli-
fosfatos que iban desequilibrando las redes tróficas. Una parte de este problema
está unido a la agricultura y para el efecto son ilustrativos los casos del Lago Aral
en Rusia y de los acuíferos de Ogallala en Estados Unidos, donde la revolución
verde se aplicaba a plenitud incluyendo el uso intensivo de técnicas de riego.
Pero además, ha ocurrido una brusca transformación de ciclo hídrico ecoorgani-
zador, a causa del llamado calentamiento global que ha modificado las relaciones
cuantitativas y temporales del agua líquida o en vapor, y del agua congelada en
casquetes polares, de alta montaña y de glaciares.

189
J. Tinbergen (Coordinador). 1977. Reestructuración del Orden Internacional. Trad. por E. L. Suárez. Fondo
de Cultura Económica. México. P. 63.
190
“Agua renovable es el volumen máximo de agua utilizable en el curso del año, sin agotar las reservas terres-
tres y subterráneas”. H. Le Bras. 1977. Los límites del planeta. (Mitos de la naturaleza y de la población).
Trad. por F. J. Cabezón A. Editorial Ariel. Barcelona. P. 117.
191
A. Colman. 1971. Washing our dirty water. 1971 Britannica Yearbook of Science and the Future. Ency-
clopædia Britannica. W. Benton, publisher. Chicago. P. 366.

Bases operativas: una ecopolítica 117


El cuarto problema es el de los desechos sólidos urbanos que se cuantifi-
can para la época en 1.200’000.000 de toneladas en Estados Unidos y que se
generan en el comercio, la industria y la vida doméstica. No se incluyen en esta
cifra los desechos de minería (1.700’000.000 tn/año); los de agricultura que que-
dan en el espacio rural (1.500’000.000 tn/año), ni los desechos de automóviles
(22’000.000 tn/año de metal)192. Dos elementos son fundamentales en este caso;
la demografía, particularmente el componente urbano, y el consumismo. Este
problema que menciona parcialmente el 1° Informe al Club de Roma, referen-
ciado como “sobrecarga de los sumideros”, tomará el nombre en el 3° Informe
al Club de Roma de “sobrecarga de los ciclos naturales”, y se constituirá en ade-
lante en uno de los problemas más difíciles de afrontar.

La exposición hasta este punto y fecha -1974- muestra cómo el decenio de


los años sesenta estuvo ocupado en hacer notoria la gran crisis ambiental que
se le atribuyó sin ninguna duda, a la forma de desarrollo –crecimiento econó-
mico mediante avance industrial- que se había puesto en marcha desde el inicio
de la postguerra y que produjo resultados inesperadamente altos: “el producto
mundial, obra de estos países en su mayor parte (los países industrializados), se
había triplicado en los veinte años que van de 1950 a 1970, periodo en el que
se creó la mayor parte de la capacidad industrial del mundo.... Los países ricos
habían creado una maquinaria industrial enormemente poderosa. Alimentada por
la creciente demanda en el mundo Occidental, fue estimulada por el suministro
de petróleo abundante y barato. Al precio de poco más de un dólar por barril, el
abasto de petróleo promovió el crecimiento de consumo de energía a una tasa
anual que fluctuaba entre 6 y 11%. El bajo precio aseguró el crecimiento rápido.
También alentó la extravagancia y el desperdicio”193.

Este gran crecimiento se manifestó negativamente en la problemática am-


biental y se denunció desde diferentes ángulos: desde la perspectiva científica
clásica, desde la perspectiva ambiental y, desde la perspectiva sociopolítica. Es-
tas denuncias movieron a plantearse principalmente soluciones puntuales me-
diante acciones de alcance nacional, regional o local, en cabeza de instituciones
creadas para tal fin, la EPA por ejemplo; pero que además movieron a posiciones
políticas desde la alta institucionalidad mundial –ONU- y desde posiciones de
grupos no gubernamentales como ya se ha descrito.

192
P. H. McGauhey. 1971. Buried in affluence. 1972 Britannica Yearbook of Science and the Future. En cy-
clopædia Britannica. W. Benton Publisher. Chicago. P. 356.
193
J. Tinbergen. 1977. Opus cit., p. 23 – 24.

118 Economía ecológica


Parece posible reconocer, ya para este tiempo, el surgimiento de dos grandes
posiciones políticas de acuerdo al punto de partida, aparte de quienes simplemen-
te se mantienen dentro de la Economía Convencional. Una que podemos llamar
ambientalismo, en tanto su punto de reacción es el daño al ambiente, entendido a
la manera comtiana, -es decir, como ese exterior que rodea al hombre- Esta pro-
puesta se propone combatir la crisis, apelando a un desarrollo técnico que vaya sa-
nando los daños ambientales sin que el crecimiento económico se desvirtúe como
política económica. Otra, conocida como ecologismo y cuyo punto de reacción
es el desajuste ecológico, entendido como presiones sobre las interacciones que
configuran la Ecosfera, en la cual el hombre es un elemento más.

Gráfico N° 5. Orientaciones de la Política Económica.

- Economía política convencional de


libre mercado.

- Economía política ambiental con con-


Política sideraciones ambientales que orienten
Económica y
el libre mercado.
Crisis Ambiental
- Economía política ecológica en la que
la política económica se orienta por la
dinámica de la ecosfera.

Se producen entonces grandes movimientos populares, científicos, institu-


cionales oficiales, institucionales particulares y filosóficos.

La reacción a estas realidades que la ciencia, desde reportes particulares y


desde el Club de Roma; la filosofía, desde el final de la utopía y el ecocentris-
mo; el ciudadano del común, desde los temores que avizora en su cotidianidad
y que expresa en sus movilizaciones y masivas protestas callejeras; y hasta la
alta institucionalidad política, que no puede evadir las responsabilidades que le
reclama el conjunto de la sociedad; la reacción decimos, es heterogénea y revela
la diversidad de intereses y puntos de partida que están en juego.

En primer lugar la Economía Convencional se aplica a la búsqueda de for-


malizaciones que internalicen los efectos negativos que sobre el ambiente arroja

Bases operativas: una ecopolítica 119


la dinámica imprimida a la exigencia del «desarrollo». Se funda así desde 1972
la “Economía del Ambiente”194 que rápidamente toma la forma de una rama de la
Economía Neoclásica que mantiene su anclaje en las «leyes del mercado».

La Economía Ambiental se movió entonces, entre tener claro que “nuestro


entendimiento del ambiente va a un paso que no supera nuestra capacidad para
destruirlo, y nuestra habilidad para controlar nuestro impacto que viene bastan-
te atrás” (Dorfman and Dorfman, 1972)195. Este nuevo elemento que irrumpe
de manera abrupta define entonces el ambiente como consistente de recursos
escasos y agotables, lo que implica que “la tarea de la Economía es percibir
precisamente porqué las viejas instituciones no pueden controlar las nuevas fuer-
zas, e inventar nuevos métodos que puedan realizar ese control”196; y reconoce,
algunos años más tarde, 1976, D. W. Pearce197, que las conclusiones de “Los
Límites del Crecimiento”, son exagerados y que los nuevos modelos de la Eco-
nomía Ambiental que ya se han ido produciendo desde Dorfman y Dorfman,
son suficientes para que el mercado oriente la dinámica económica, sobre todo
a partir de la internalización de las externalidades ambientales y las normativas
del Estado para regular aspectos que se escapan al mercado, es decir, los medidas
de “comando y control”.

Pero se presentaron posiciones que de alguna manera avalaron las conclu-


siones que con posteridad señalará el Club de Roma; pero además las superaron.
La primera incursión de fondo en el tema se le debe al rumano-norteamericano
Nicolás Georgescu-Roegen quien desde antes del 1° Informe, en 1971 se plan-
teó que el costo energético de los procesos de producción se estaba ignorando
en la teoría económica y que era necesario replantear por completo la teoría
del valor económico, y reformular la función de producción, incorporando las
consecuencias físicas de la segunda ley de la termodinámica198. Este aspecto
fue tratado de ahí en adelante por otros autores que se inscribieron en esa línea
que tomaría el nombre de «termoeconomía», tales como A. Valero; y otros que
profundizaron aún más el problema hasta llevarlo hacía la “dinámica del medio

194
R. Dorfman and N. S. Dorfman (editors). 1972. Economics of the environment (Selected Readings). W. W.
Norton & company. New York.
195
Idem, p. XIV.
196
Idem, p. XIV.
197
D. W. Pearce. 1976. Environmental economics. Longman. London.
198
N. Georgescu-Roegen. 1996. La ley de la entropía y el proceso económico. Trad. por L. Gutiérrez A. Fun-
dación Argentaria-Visor. Madrid.

120 Economía ecológica


natural”, «bioeconomía» (R. Passet, 1979, fecha del original en francés)199 y
hacía el «ecosistema» (J. M. Naredo, 1996)200.

Gráfico N° 6. Posiciones económicas antes de 1990.

ECONOMÍA Y
MEDIOAMBIENTE

Economía Economía
Convencional Natural

Economía
Ambiental Termoeconomía
(Desde las rela- Bioeconomía Econ. Ecológica
(Desde las relaciones (Desde las relaciones (Desde la dinámica
ciones medio- termodinámica-
ambiente y biosfera-economía de la ecosfera)
economía)
libre mercado)

En segundo lugar la ciencia hace más visibles e impulsa las teorizaciones


sobre Biosfera, Ecosfera, Gaia, Sistémica, que habían permanecido como cam-
pos menores en el análisis científico.

En tercer lugar la política somete a escrutinio el concepto y fines sociales


del desarrollo; crea instituciones tanto a nivel nacional como internacional para
que elaboren y lleven a cabo programas de recuperación ambiental, tales como
el PNUMA y los ministerios y agencias del medioambiente. Se elaboran y ponen
a prueba las primeras normas de protección ambiental.

En cuarto lugar se crean grupos de presión que obliguen al establecimiento


político y económico a orientarse hacía la conservación, a disminuir el despilfa-
rro y a controlar el consumismo, como manera de cuidar la naturaleza y preser-
var el ambiente.

R. Passet. 1979. L’Economique et le vivant. Payot. Paris.


199

J. M. Naredo. 1996. La economía en evolución (Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensa-
200

miento económico. Siglos XXI editores. Madrid.

Bases operativas: una ecopolítica 121


El decenio que va de 1973 a 1982, se empeña, sin mucho éxito es cierto, en
reorientar la presión que sobre el aparato político institucional habían ejercido
los distintos acontecimientos que ocurrieron a partir de la publicación de “La
Primavera Silenciosa” y que parecieron culminar con las decisiones políticas del
Congreso de los Estados Unidos en 1970, Estocolmo’72, el Informe del Club de
Roma y la Declaración de Cocoyoc. I. Sachs, (1977)201 lo declara abiertamente
en 1976 en el 3° Informe al Club de Roma, cuando dice: “La traducción de los
principios generales en acción (los alcanzados en Estocolmo’72) será inevitable-
mente muy difícil por causa de la resistencia de poderosos intereses creados que
favorecen el patrón actual de uso y administración de los recursos. Esta resis-
tencia es evidente ya en la actuación poco enérgica del PNUMA y en su escasa
capacidad financiera, así como en la indiferencia –si no es que hostilidad- de la
mayoría de los países industrializados hacía un documento orientado a la progra-
mación como la Declaración de Cocoyoc”.

Frente a este panorama de desinterés, y muy consciente del deterioro cre-


ciente del medioambiente, Sachs señala la importancia de la acción política: “Al
hacer hincapié en la problemática del ambiente humano estamos obligando a los
políticos, tomadores de decisiones, instituciones internacionales y nacionales, a
que afronten el reto del desarrollo socioeconómico sostenido a largo plazo”202.
Sin embargo el informe general está más orientado a plantearse el grave pro-
blema del sistema internacional signado por una gran brecha entre países ricos
e industrializados y países pobres proveedores de materias primas para la gran
industria del norte.

Es muy revelador al respecto que se diga que “el tema principal de este
informe (Informe RIO) ha sido la afirmación de que el sistema internacional
existente requiere cambios estructurales fundamentales, no reformas margina-
les”, pero sin embargo, las propuestas para lograr esos cambios estructurales, se
refieren sólo a aspectos de tipo estrictamente económico convencional con algu-
nas recomendaciones menores de corte político más amplio: el orden monetario
internacional; la redistribución del ingreso y el financiamiento del desarrollo;
producción de alimentos; industrialización, comercio y la división internacional
del trabajo; energía, minerales metalíferos y otros minerales; investigación cien-
tífica y desarrollo tecnológico; empresas transnacionales; el ambiente humano;
reducción armamentista; y, administración de océanos.

Opus cit, p. 449.


201

Idem, p. 449.
202

122 Economía ecológica


Es claro que los problemas coyunturales de la economía van jalonando las
propuestas inmediatistas así estén en contraposición con los problemas ambien-
tales de fondo y de largo aliento. La solución de ese gran problema de la pobreza
y el hambre que ya desde 1967 H. Marcuse había señalado como una falsa uto-
pía, porque a pesar de contar con las condiciones materiales y económicas, no
era posible materializarla, es el tema recurrente de la economía convencional, y
en ella se apoya el establecimiento político, para seguir diciendo con distintas
palabras, pero sin ningún argumento ni decisión que hay que seguir reificando el
crecimiento económico para superar ese problema social. Tinbergen y su grupo
investigativo para el Club de Roma, lo pone como centro de análisis en su In-
forme y se plantea como problema central la brecha entre países ricos y países
pobres dejando en un segundo lugar el aspecto ambiental; Redclift203, apenas
iniciado el decenio de los ochenta, lo señala explícitamente: “el argumento a
favor de más desarrollo se plantea ante una recesión grave y duradera. Es, en
gran parte, como un destello en los ojos de los políticos. ¿Dónde deja esto al mo-
vimiento ambiental? Por una parte, el desempleo en los países industrializados
parece haber llevado a la vacilante economía internacional a hacer un esfuerzo
desesperado por recuperar el crecimiento económico. Por otra parte, la privación
social no puede traducirse fácilmente en acción ambiental”.

Una posición diferente al conflicto señalado por Redclift, se obtuvo en la


reunión de la UNESCO de 1978 en París, cuando bajo el tema “Los Desafíos del
Año 2000”, se discutió entre un grupo de intelectuales tal conflicto llegando a
una conclusión opuesta a la del economista británico. Así, decía en esa ocasión
J. Stanovnik204, “la gente llegará a darse cuenta gradualmente de que los bienes
materiales no es lo único que importa en la vida. Por ello, paulatinamente la
humanidad llegará a darse cuenta de que el consumo inmediato se agota en una
generación y no deja nada para la posteridad”. P. Ustinov, (1978)205, fue más
contundente aún: “no me preocupa tanto lo que va a conseguir el hombre como
lo que puede perder: su vida, entre otras cosas, en algún holocausto descuidado;
su voz, en la muchedumbre; su dignidad, como esclavo del nivel de vida”.

Mientras unos intelectuales respondían a la convocatoria de la UNESCO, el


grupo universitario Candido Mendès patrocina “su primera reunión internacional

203
M. Redclift. 1989. Los conflictos del desarrollo y la crisis ambiental. Trad. por J. J. Utrilla. Fondo de cultura
económica. México. P. 228.
204
J. Stanovnik. 1978. Una riqueza que fabrica pobres. En “Del temor a la esperanza (Los desafíos del año
2000)”. UNESCO. París. P. 26.
205
P. Ustinov. 1978. Man, Humanity´s only hope. In: “UNESCO. Suicide or survival? (The challenge of the
year 2000). UNESCO. París. P.p. 66-71

Bases operativas: una ecopolítica 123


consagrada a la crisis del desarrollo”, e invita a otro conjunto de intelectuales
provistos de más preguntas que respuestas y dispuestos a enterrar el concepto
de desarrollo “para hacer lugar a una nueva visión del proceso social, cuyo eje
lo constituyen las nuevas entelequias, la armonía con la naturaleza que exige la
nueva consciencia ecológica”206.

Ante la desmitificación del concepto político económico de desarrollo y


el duro cuestionamiento, por parte de estos intelectuales, a la exaltación de la
posesión de elementos materiales como fondo del capitalismo; y ante el avance
del reconocimiento científico refrendado por las catástrofes, del desajuste del
ecosistema que F. Lentin207 resume magistralmente cuando escribe: “el movi-
miento ecológico lejos de ser un paladín de la unidad, se dedica a mostrar la
profunda heterogeneidad que marca los últimos desarrollos de una civilización
que se pretende orientada sobre el progreso científico, con relación al mundo na-
tural que constituye el hábitat de la especie humana”; la institucionalidad política
internacional, representada por el Secretario General de las Naciones Unidas, al
acoger el llamado urgente de la Asamblea General, propone la creación de «un
programa global para el cambio», que se le encarga a la “Comisión Mundial
Sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo” que será presidida por Gro Harlem
Brundtland208 y cuya primera finalidad, entre un conjunto de cuatro, es el de
“proponer unas estrategias medioambientales a largo plazo para alcanzar un de-
sarrollo sostenible para el año 2000 y a partir de esta fecha”209.

Es en ese informe donde se define y caracteriza el concepto de «Desarrollo


Sostenible», cuya adjetivación de «Sostenible» ya venía siendo utilizada con
el Ecodesarrollo, como si fuera fácilmente entendible; y desde 1987, cuando
sale a la luz pública el Informe completo de la Comisión, este será el norte que
alumbrará la política internacional: “pero la esperanza de la Comisión en el fu-
turo está condicionada a una decisiva acción política que debe comenzar ya a
administrar los recursos del medio ambiente de modo que se asegure un progre-
so y una supervivencia humanos sostenibles”, reza la recapitulación con la que
se inicia el texto210. No se renuncia pues al «desarrollo», a pesar de las fuertes

206
C. Mendès. 1979. Introducción. El diálogo límite de Figline-Valdarno. En “El mito del desarrollo”. Trad.
por J. Fibla. Editorial Kairos. Barcelona. P. 10.
207
F. Lentin, 1980. Ecología y biología. En “Discurso biológico y orden social”. P. Achard y otros. Trad. por
T. Pizarro y N. Castiñeiras. Editorial Nueva Imagen. México. P. 258.
208
G. H. Brundtland. 1987. Prefacio del presidente. En “Nuestro futuro común”. Alianza editorial Colombia-
na. Bogotá. P. 5.
209
Idem, p. 5.
210
Comisión mundial sobre el medio ambiente y el desarrollo. 1987. Nuestro futuro común. Alianza editorial
colombiana. Bogotá. P. 22.

124 Economía ecológica


y argumentadas críticas a que viene siendo sometido en muy diferentes foros,
pero para superar éstas se le adjetiva «sostenible», con lo cual se pretende ha-
cerlo compatible con el ambiente. Llama la atención que precisamente durante
el tiempo en que estuvo reunida la Comisión, entre octubre de 1984 y abril de
1987, ocurrieron gravísimos problemas ambientales que el mismo informe enu-
mera: graves sequías en el África que provocan intensas hambrunas; el escape de
isocianato de metilo en la fábrica de plaguicidas de la Union Carbide en Bhopal,
India; la explosión del tanque de gas licuado en ciudad de México; la explosión
del reactor nuclear de Chernobyl; el incendio de un depósito de agroquímicos,
solventes y mercurio en Suiza.

También en el mismo tiempo, más exactamente en 1984 cuando se inicia-


ron las reuniones de la Comisión, se redactó la llamada “Plataforma de la Eco-
logía Profunda”211, y en 1987 cuando terminaron las reuniones, se publicaron las
“Ocho Tesis para una Política Gaiana”212; estos idearios constituyen dos posicio-
nes políticas claramente opuestas a la que se propone en Nuestro Futuro Común,
y que toma el nombre de «Desarrollo Sostenible».

Se pueden reconocer antes de terminar el decenio de los años ochenta, cua-


tro posiciones políticas que pueden, en principio, agruparse en dos subconjuntos
a partir de su orientación fundamental: un primer grupo parte de mantener el
«desarrollo» -entendido como crecimiento- como propósito central de la acción
política, son el Ecodesarrollo y el Desarrollo Sostenible; el otro par, desecha el
crecimiento como el elemento orientador y promueve el reconocimiento y pre-
servación del ecosistema como lo que hay que sostener hacia el futuro en el caso
de la Ecología Profunda; y en abolir el armamentismo, promover la educación,
abandonar el “propósito inconsciente” de controlar la naturaleza y aplicar “las
teorías de la autopoiesis y la percepción a la política y a la economía”213, en el
caso de la política gaiana.

Pero estos dos grupos de idearios políticos tienen además de las diferen-
cias en cuanto a su núcleo teórico, distintas posibilidades de acción política.
Es particularmente destacada la capacidad de actividad política del «Desarrollo
Sostenible», lo cual es comprensible si no se pierde de vista que ésta es la línea

211
A. McLaughlin. 1995. The Heart of deep ecology. In “Deep Ecology for the 21st century. Edited by G. Ses-
sions. Shambhala. Boston. P.p. 85-93.
212
W. I. Thompson. 1989. Gaia y la política de la vida. ¿Un programa para los noventa? En “Gaia”. Editado
por W. I. Thompson. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos. Barcelona. P.p. 165-211.
213
Idem, p. 182.

Bases operativas: una ecopolítica 125


de pensamiento proclamada por las Naciones Unidas. A partir de los Convenios
se establecen distintos Tratados, Conferencias y Protocolos, vinculantes o no,
con los cuales se quieren desarrollar procesos de amplia escala.

Gráfico N° 7. Posiciones políticas antes de 1990.

DESDE LA DESDE EL
PROMOCIÓN DEL ABANDONO DEL
DESARROLLO DESARROLLO

ECODESARROLLO DESARROLLO ECOLOGÍA POLÍTICA


(Desarrollo con SOSTENIBLE PROFUNDA GAIANA
respeto (Con respeto en (Ecocéntrica) (Científica y
a la cultura y a la el tiempo a los Preservación antimilitarista).
ecología locales) recursos naturales de la dinámica Transición hacia una
limitados) ecológica política de educación
planetaria sin distingos,
y a la aplicación de la
autopoiesis y la percep-
ción a la política y a
la economía.

Antes del Informe Brundtland se dieron algunas acciones más o menos


tímidas y exitosas o no.
1971. Convención relativa a los humedales de importancia internacional espe-
cialmente como hábitat de aves acuáticas. Ramsar, Irán.

1972. Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio humano. Estocolmo.

1972. Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y


natural.

1973. Convención sobre el comercio internacional de las especies amenazadas


de fauna y flora silvestre. Washington.

126 Economía ecológica


1985. Convenio de Ginebra sobre contaminantes atmosféricos transfronterizos.
Ginebra.

1985. Protocolo de Helsinki para reducción de emisiones de óxidos de azufre en


un 30% antes de 1993, tomando como referencia 1980. Helsinki.

1985. Convenio de Viena para la protección de la capa de ozono. Viena.

1987. La Comisión Mundial sobre medio ambiente y desarrollo de las Na-


ciones Unidas publicó su informe “Nuestro futuro común”.

1987. Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozo-
no. Montreal.

1988. Protocolo de Sofía para el control de óxidos de nitrógeno o de sus flujos


transfronterizos. Sofía.

1991. Protocolo de Génova para el control de emisiones de compuestos orgáni-


cos volátiles. Génova.

1992. Cumbre de la Tierra. Conferencia de las Naciones Unidas sobre medio


ambiente y desarrollo. Río de Janeiro.

1992. Convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Río
de Janeiro.

1992. Convenio sobre diversidad biológica. Río de Janeiro.

1992. Agenda 21.

1994. Convenio de Basilea sobre el control de los movimientos transfronterizos


de los desechos peligrosos y su eliminación. Basilea.

1994. Convención de las Naciones Unidas de lucha contra la desertización en los


países afectados por sequía grave o desertización, en particular en África.
París.

1996. Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible. Santa Cruz
de la Sierra.

1997. Protocolo de Kyoto para seis gases invernadero no contenidos en el pro-


tocolo de Montreal. Kyoto.

Bases operativas: una ecopolítica 127


1998. Convenio de Rótterdam sobre el procedimiento de consentimiento previo
fundamentado aplicable a ciertos plaguicidas y productos químicos peli-
grosos objeto de comercio internacional. Rótterdam.

1998. Foro global sobre la biodiversidad explorando la sinergia. Buenos Aires.

2000. Protocolo de Cartagena sobre seguridad de la biotecnología. Cartagena.

2001. Convenio de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos persistentes. Es-


tocolmo.

Si se observa cuidadosamente, se nota que la naturaleza de los problemas


tratados responde a una segmentación de una crisis ambiental que es global y
que va siendo cada vez de mayor envergadura, sobre todo después del Informe
Brundtland. Pero hubo además dos fenómenos de escala realmente planetaria
que crearon alarma entre muchos gobiernos y organizaciones no gubernamen-
tales, pero que despertaron también un inocultable movimiento de contracríti-
ca que trató por todos los medios de restarle importancia a ese par de eventos.
El 20 de octubre de 1986, Susan Salomon anunció en directo desde la base
estadounidense de McMurdo sobre el Antártico que esa capa que protege la
tierra de ciertos rayos del sol está “agujereada” durante algunas semanas de la
primavera antártica.

En 1988 las Naciones Unidas llamaron a 300 especialistas para conformar


el Panel Intergubernamental del Cambio Climático o IPCC, que para 1990 emite
un primer informe que señala que los gases emitidos por las actividades indus-
triales y agrícolas son responsables de un recalentamiento anormal.

A. Dobson (1997)214 sin embargo plantea, con gran sentido práctico, el


pensamiento político desde lo ambiental, en forma más radical aunque no muy
diferente. Su intención, dice, es: “clarificar el debate académico en torno a la
política medioambiental”, dentro del cual reconoce dos posiciones claramente
identificables.: el medioambientalismo y el ecologismo. El primero “aboga por
una aproximación administrativa a los problemas medioambientales, convenci-
do de que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales en los actuales valores
o modelos de producción y consumo”. El segundo, el ecologismo “mantiene que
una existencia sustentable y satisfactoria presupone cambios radicales en nuestra

A. Dobson. 1997. Pensamiento político verde. Trad. por J. P. Tosaus. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona.
214

P. 21.

128 Economía ecológica


relación con el mundo natural no humano y en nuestra forma de vida social y
política”215.

Las nuevas discusiones que se van generando llaman a una nueva termi-
nología, muchas veces con las inconsistencias que se siguen de identificar nue-
vos fenómenos y denominarlos adecuadamente. El congresista demócrata G. E.
Brown y su asesor en ciencia y política económica A. E. Scoville acuñan el
término «Civilización invernadero», para recoger la significación planetaria del
fenómeno del calentamiento global, poniendo como telón de fondo la «Hipótesis
Gaia». Su caracterización es como sigue: “La civilización invernadero es el re-
sultado de la revolución informática del siglo XX que condujo a nuestra especie
a una penetración económica y tecnológica profunda en los ciclos planetarios de
energía y materiales que crearon y sostienen la vida sobre la tierra en los pasados
cuatro mil millones de años”216.

Su intervención se dio dentro de la Conferencia Scientist on Gaia, celebra-


da en San Diego en 1988, cuyas ponencias fueron publicadas en 1991. Esta con-
ferencia fue promovida para rescatar la Hipótesis Gaia de foros no científicos,
donde estaba siendo completamente desfigurada por sus detractores ayudados
por terceros excluidos como los productores de documentales de televisión217.
Esta condición recogida por los editores de las Memorias de la Conferencia,
revela claramente lo que estaba siendo una situación muy propia de la época en
que la postura ideologizada del desarrollo sostenible, resultaba muy adecuada
para todo el aparato político al servicio del neoliberalismo económico dominante
que se sentía fuerte aunque solidamente criticado por la comunidad científica
que iba revelando, una tras otra, las manifestaciones del deterioro ambiental.
P. Bruckner, 2003218, nos recuerda dos episodios muy reveladores de esa lucha
entre los hechos científicos y los intereses político-económicos. Con ocasión de
la guerra del Golfo, Bush padre decía con increíble arrogancia “el modo de vida
americano no es negociable”, al ser interrogado sobre la contribución del aparato
industrial estadounidense al cambio climático. Algunos años después, Bush hijo,
enfrentado a la incapacidad racional para negar la firma del Protocolo de Kyoto,
decía por boca de su portavoz, el 17 de mayo de 2001: “el presidente piensa que

215
Idem, p. 22.
216
G. E. Brown Jr. And A. E. Scoville. 1991. The greenhouse civilization and the Gaia hypothesis: a view
from Congress. In “Scientists on Gaia”. Edited by S. H. Schnider and P. J. Boston. MIT Press. Cam-
bridge. P. 405.
217
S. H. Schnider and P. J. Boston. 1991. Preface. In “Scientist on Gaia”….. p. XIII.
218
P. Bruckner. 2003. Miseria de la prosperidad. (La religión del mercado y sus enemigos). Trad. por A. Ros.
Tusquets editores. Barcelona. Pp. 83-84.

Bases operativas: una ecopolítica 129


un consumo de energía elevado es propio del modo de vida americano y una de
las tareas de las personas que han sido elegidas es protegerlo. El modo de vida
americano es sagrado”. Al leer estas posiciones, similares por supuesto, se tiene
la impresión de que estos gobernantes, en representación seguramente de la clase
industrial de su país, se sienten agredidos por la naturaleza, y es, en consecuencia
a ésta a la que hay que reclamarle.

También en Europa la ideología juega su papel entre hechos científicos e


intereses político-económicos. Entre 1990 y 1994 se patrocina un estudio con el
que se pretende dirimir los límites entre la naturaleza y el derecho, y cuyo infor-
me final lleva el muy ilustrativo título: “La naturaleza fuera de la ley. La ecología
a prueba del derecho” (La nature hors la loi. L’Ecologie à l’épreuve du droit, en
el original francés que se ha traducido al español como “Naturaleza y derecho”).
En este texto su autor F. Ost, 1996219, escribe: “La tesis fundamental de esta obra
es que nuestra época ha perdido, al menos desde los tiempos modernos, el senti-
do del vínculo y del límite en sus relaciones con la naturaleza. Dan fe de ello las
dos grandes figuras actualmente observables de esta relación: la que hace de la
naturaleza un objeto y la que, por un simple cambio de signo, la transforma en
sujeto. Habrá que tomar la medida exacta de esas dos reducciones, antagónicas
entre sí y sin embargo solidarias, para replantear sobre nuevas bases el problema
ecológico”. Para dar todo el peso al anterior propósito F. Ost220 concluye: “Las
decisiones capaces de cambiar nuestra manera de habitar la Tierra tendrán que
proceder del debate democrático, hoy en día interpolado por la urgencia de unos
desafíos inauditos”. La invocación, tanto a la democracia como a la libertad,
como también la han hecho en su momento Bush padre y Bush hijo, ha justifica-
do toda clase de atropellos no sólo al medioambiente sino además a la sociedad.
Cabe entonces la pregunta de si la naturaleza opera con esos criterios sociales o
si siquiera hacen parte del sentido de dominio que el hombre ha tenido desde el
inicio de la modernidad.

En 1994, A. Bartlett221, redacta un documento que causa una gran contro-


versia y que demuestra, con fría y sólida lógica, que el concepto de Crecimiento
Sostenible es un oxímoron y, en consecuencia, la sostenibilidad sólo es posible si
se escoge la conservación como patrón de vida, a conciencia de que esta vía sig-
nifica una vida más precaria que tiene que apoyarse, primero que todo, en parar

219
F. Ost. 1996. Naturaleza y derecho. (Para un debate ecológico en profundidad). Trad. por J. A. Irazabal y J.
Churruca. Ediciones Mensajero. Bilbao. P. 11.
220
Idem, p. 328.
221
A. A. Bartlett. 1998. Opus cit., p. 21.

130 Economía ecológica


el crecimiento poblacional. Lanza entonces la categórica premonición: “Sí, por
cualquier razón, la humanidad falla en parar el crecimiento poblacional y se incre-
menta la rata de consumo de recursos, la naturaleza parará estos crecimientos”.

Dos años después J. A. Tainter -1996222- partiendo de análisis históricos de


sociedades anteriores, concluye que la única solución, que de todas maneras la
ve como una utopía en la sociedad actual, es la aplicación en firme, sin esguin-
ces, de la Economía Ecológica.

Pero también algunos demógrafos del mundo industrializado que han sido
tan activos desde los setenta, apelan en algunos casos más a la ideología que a la
ciencia para situarse del lado del gran establecimiento político-económico. H. Le
Bras, 1977223, un connotado demógrafo francés es un ejemplo formidable de esta
posición, habla de una ideología sobre la cual se desarrolla la teoría ecologista de
la superpoblación mundial, y escribe entonces: “Que dicha ideología supone un
desfase entre la realidad y el significado que se le atribuye. Este libro sirve para
mostrar cómo esta ideología naciente constituye una tentativa de formalización
de las grandes jugadas políticas mundiales, y por tanto para desvelar la tensión
política que disimula el recurso a la naturaleza”. Pero, quizás en razón de esa
consideración ideológica tan inherentemente ambigua para su interpretación, al
recorrer con atención el texto se encuentran posiciones que desde la «objetivi-
dad científica» resultan contradictorias en cuanto a la interpretación de los datos
pero le permiten llegar a conclusiones a favor del «Desarrollo Sostenible», en
el sentido de que pueda mantenerse el crecimiento económico, a pesar de las
restricciones propias de la disponibilidad de recursos. Así, al referirse a los re-
cursos naturales, y en particular a las reservas de petróleo señala cómo no tiene
sentido hablar de un límite con “barrera fija”, sino que se trata de una “restricción
exterior al sistema del que ellos son parte integrante, interactuando con la curva
del consumo y dependiendo del progreso técnico por mediación del sistema de
precios”224; esto quiere decir que la Economía Ambiental tiene la solución; y para
ser más categórico agrega más adelante en el mismo texto: “se ha visto que el
hombre puede sobrevivir al agujero de ozono y al calentamiento del planeta”225.

222
J. A. Tainter. 1996. Opus cit.
223
H. Le Bras. 1997. Los límites del planeta (Mitos de la naturaleza y de la población). Trad. por F. J. Cabezón
A. Editorial Ariel. Barcelona. P. 9.
224
Idem, p. 82.
225
Idem, p. 84.

Bases operativas: una ecopolítica 131


En otra perspectiva de la misma controversia, R. U. Ayres, 1996226, de-
clara que ha cambiado radicalmente su visión sobre varios temas de gran im-
portancia, particularmente el crecimiento económico, el comercio, el progreso
social y la equidad. Hoy día, escribía en esa ocasión, tengo profundas dudas
acerca del crecimiento económico en si mismo. “Ahora pienso que la frase
popular «crecimiento económico sostenible», tal como se interpreta por las
instituciones de negocios y gubernamentales dominantes de nuestra sociedad,
es probablemente un oxímoron. Esto parece contradecir toda la sabiduría de la
economía convencional”.

Esta última afirmación puede explicarse desde la sistémica luhmanniana.


Cuando se plantea la naturaleza de los sistemas funcionales una de cuyas carac-
terísticas, común además a cualquier sistema complejo, es que se separan y ope-
ran delimitándose frente al entorno: “los límites del sistema excluyen siempre
el entorno”, escribe N. Luhmann (1991)227, con lo cual se quiere decir que los
sistemas actúan sólo dentro de las posibilidades de su operatividad inherente a
su organización, sin que esto signifique que no estén acoplados estructuralmente
con el medio, pero hay que tener en cuenta que este acoplamiento significa que la
plasticidad posible de sus estructuras le permite mantener su viabilidad operativa
dentro de esas condiciones del entorno, pero en ningún momento el sistema pue-
de hacer nada distinto que lo que su operatividad característica permite. Siendo
así el sistema político no puede operar sino como tal y en ningún caso como sis-
tema biológico o ecológico, por ejemplo; aunque si puede, el político y el cientí-
fico en materia de acción social sobre el ambiente, operar apoyándose uno en el
otro, según lo reclaman insistentemente G. Brown y A. Scoville, 1991228. En otro
texto Luhmann229 lo expresa con gran claridad: “la política y la jurisprudencia
buscan consejo en la ciencia, pero no se puede hablar de determinación de sus
decisiones producida por la ciencia... Sólo bajo presión se presenta el científico
ante los tribunales o interviene en cuestiones ecológicas, o en el desarrollo de
nuevas tecnologías o formas de vida más allá de lo que puede responder desde
un punto de vista estrictamente científico”.

226
R. U. Ayres. 1996. Limits to the growth paradigm. Ecological Economics, 19: 117-134.
227
N. Luhmann. 1991. Sistemas sociales (Lineamientos para una teoría general). Trad. por S. Pappe y B. Er-
ker. Anthropos editorial. Barcelona. P. 53.
228
Opus cit.
229
N. Luhmann. 1997. Observaciones de la modernidad (Racionalidad y contingencia en la sociedad moder-
na). Trad. por C. Forta G. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. P. 160.

132 Economía ecológica


Pero volviendo a la ideologización del ecologismo, L. Ferry, 1994230, vuel-
ve a reclamar con mucha vehemencia la supremacía del hombre, dada su histori-
cidad, sobre el resto de la naturaleza y se pronuncia sin atenuantes contra el ex-
ceso de naturalismo de la Ecología profunda que rebaja la humanidad al mismo
nivel de los seres sin historia: el árbol y el animal. Pero A. Dobson (1997), con
una posición política más decantada, señala que mientras el medioambientalis-
mo no es, no puede ser, una ideología en tanto el problema es afrontado, -la crisis
ambiental-, desde la perspectiva de características contingentes de las prácticas
sociales, el ecologismo en cambio, si cuenta con una ideología con expresión
política, por cuanto el problema afrontado es analizado desde el punto de vista
de alguna característica fundamental y necesaria de la condición humana, o, en
otras palabras, parte de «verdades» fundamentales acerca de la condición huma-
na. Mediante un ejemplo, Dobson231, aclara suficientemente esta posición: “en
nuestro caso, el ecologismo indicará que la lluvia ácida no es simplemente el
resultado de no fijar suficientes filtros de dióxido de carbono en las chimeneas de
las centrales térmicas que funcionan con carbón [posición medioambientalista],
sino más bien que es síntoma de una mala lectura de las posibilidades (o, más
exactamente en este caso, restricciones) inherentes a la condición de miembro de
una comunidad biótica y no biótica interdependientes”.

Sin la carga de humanismo de L. Ferry, V. Climent, 1999232, desde la socio-


logía política desnuda las verdaderas intenciones del llamado “capitalismo ver-
de” que “forma parte de la batería de soluciones aportadas por las organizaciones
empresariales para aliviar la crisis” y reconoce la necesidad de que los prin-
cipales agentes sociales – sindicatos, organizaciones empresariales y la propia
administración pública – asuman sus responsabilidades en la crisis y presenten
sus estrategias y perspectivas futuras sobre la problemática, desde una intención
política. “Para los empresarios capitalismo verde significa, desde un plano teó-
rico, «la integración de la política ambiental en la gestión empresarial» aunque,
en realidad, supone incorporar artilugios anticontaminantes al final de la línea
productiva para cumplir la legislación vigente”233. Se trata entonces de tomar la
crisis ambiental como otro nuevo negocio de nuevas tecnologías, sellos verdes,
filtros, etc., que garanticen mantener vigorosos a los grupos empresariales, que
tienen gran capacidad de influencia en las instituciones políticas.

230
L. Ferry. 1994. El nuevo orden ecológico(El árbol, el animal y el hombre). Trad. por T. Kauf. Tusquets
editores. Barcelona.
231
Opus cit., p. 23.
232
V. Climent. 1999. Producción y crisis ecológica: los agentes sociales ante la problemática medioambiental.
Ediciones de la Universitat de Barcelona. Barcelona. P. 16.
233
Idem, p. 107.

Bases operativas: una ecopolítica 133


Pero para Climent, la solución no es el ecologismo, puesto que éste no es un
movimiento político y en consecuencia no se puede oponer al discurso ambienta-
lista, que también considera a la naturaleza como un paquete de recursos de valor
monetario del que hay que apropiarse con algunas restricciones mínimas. La
solución le corresponde a instituciones verdaderamente políticas, pero debe par-
tirse desde la posición ecologista y rechazar la engañosa postura ambientalista.

Surgió además, el movimiento “Justicia Ambiental”, que reclama la igual-


dad y la democracia, sobre todo en Estados Unidos, a la hora de implementar so-
luciones a problemas ambientales o adoptar estrategias para encarar dificultades
insoslayables –disposición de desechos, alternativas de mitigación de problemas
creados, etc. Su marco teórico parte del principio de que la protección del hom-
bre y del planeta van de la mano y que su preocupación central es construir me-
todologías para que la sociedad evalúe y distribuya los riesgos ambientales, así
como también, corrija las desigualdades en las oportunidades para participar en
la construcción de decisiones ambientales (K. Shrader –Frechette, 2002)234.

No se ha hecho mención de la ecoética, que bien puede ser uno de los


componentes centrales de una posición política, aunque no la política misma; se
conoce al respecto una propuesta que parte de H. Küng235 y de H. Jonas236 des-
de el concepto de responsabilidad entendida, como lo especifica H. Jonas, más
hacía el futuro, es decir, hacia las generaciones venideras, que hacia el pasado y
que L. Boff, 1996237, matiza con el sentido Franciscano del amor a la naturaleza
y con la teología de la liberación en su llamada opción por los pobres: “la tierra
también clama. La lógica que explota a las clases y somete a los pueblos a los
intereses de unos pocos países ricos y poderosos, es la misma que depreda la
Tierra y expolia sus riquezas, sin solidaridad para con el resto de la humanidad
y las generaciones futuras”.

Además de las posiciones políticas antes enumeradas y que tienen un li-


derazgo claramente reconocible, F. Capra, 2003238 llama la atención sobre una
nueva expresión genuinamente política pero enmarcada dentro de la llama-
da «sociedad en red» que ya se había mencionado y que se distingue como

234
K. Shrader-Frechette. 2002. Opus cit., pp. 5 y ss.
235
H. Küng.
236
H. Jonas.
237
L. Boff. 1996. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Trad. por J. C. Rodríguez H. Editorial Trotta.
Madrid. P. 11.
238
Opus cit., p. 274.

134 Economía ecológica


“la coalición de Seatle”; está formada por una impresionante alianza libre de
ONG’s que toman a la dignidad humana y la sostenibilidad ecológica como
base ética para luchar a favor de una remodelación de la globalización. Tam-
bién, acudiendo a formas operativas similares, pero apoyada en el concepto de
Gaia, Madron y Jopling, 2003, como ya se ha descrito, promueven la llamada
Democracia Gaiana. Esta forma de trabajo político se vale de las ventajas de la
informática y de manera aparentemente acéfala, mueve grandes multitudes que
se oponen a la pretensión de los grandes intereses que promueven las grandes
instituciones financieras sobre las que cabalga el Consenso Neoliberal de Was-
hington y las normas políticas y económicas del llamado G-7 (Grupo de los
siete), que señala periódicamente la importancia del Desarrollo Sostenible y la
lucha contra la pobreza y el hambre pero resulta ser cada vez, un proyecto para
más adelante porque hay que dar primacía al crecimiento económico como
gran propósito inmediato del neoliberalismo.

Muy recientemente hay que resaltar, por lo inesperado, un curioso interés


de dos políticos de gran peso en Occidente que han considerado muy importante
tomar en serio el fenómeno del cambio climático y proponerlo como un pro-
grama político destacado. La propuesta fue expuesta públicamente por T. Blair,
expremier británico, a partir del Informe Stern, 2006, y por Al Gore, exvicepre-
sidente estadounidense, quien además desarrolló la problemática de la crisis del
cambio climático mediante un documental, “Una Verdad Incómoda”, para cine y
televisión que ha sido muy publicitado. A Al Gore además acaba de otorgársele
el premio Nobel de la Paz, en compañía del Panel Intergubernamental para el
Cambio Climático de las Naciones Unidas.

Puede decirse entonces, en resumen, que hay una línea clara de actividad
política que nace con el Ecodesarrollo al amparo de agencias de las Naciones
Unidas y que es luego puesta a la sombra por un predominio marcado de la de-
claración del «Desarrollo Sostenible» que se confiesa ambientalista y promueve
las Convenciones, Conferencias, Protocolos, etc., como acción política para mo-
rigerar los efectos ambientales negativos del aparato industrial, teniendo como
fondo operativo la Economía Ambiental. Del otro lado hay un grupo de acti-
vistas políticos que apoyándose en posiciones ecologistas, derivadas de buenos
o regulares conocimientos de la Ecología Profunda, o del conservacionismo a
ultranza que se declara como “amor a la naturaleza”, tratan de ejercer alguna
acción política desordenada, en tanto no hay procesos de consenso; pero además
sin ninguna institucionalidad con peso político, que, sin embargo, en nombre
de la democracia y la libertad de expresión es reconocida por la otra parte, pero

Bases operativas: una ecopolítica 135


neutralizada operativamente, precisamente por la mecánica de esa misma demo-
cracia, que nominalmente la reconoce.

Si esta interpretación es correcta, el movimiento ecologista necesita desa-


rrollar una infraestructura adecuada para operar políticamente, para lograr con-
figurar una representación institucional que enfrente sus posiciones con las del
ambientalismo del «Desarrollo Sostenible» apoyado en la Economía ambiental,
ahora dominante, y para tal efecto necesita un apoyo en un avance en el tema
económico como es el de la Economía Ecológica.

Este aspecto del punto de apoyo es de gran importancia, baste reparar en las
posiciones dominantes del Desarrollo Sostenible en el que se inscriben práctica-
mente todas las grandes corporaciones industriales y comerciales y, por supues-
to, el grueso de los gobiernos, que ante la magnitud de la crisis ambiental, se les
reclama fijar una posición dentro de las campañas políticas para acceder al poder
o para mantenerse en él.

Si se acepta que el aparato político, por lo menos en la mayor parte de Oc-


cidente, está soportado por el aparato económico, y este aparato económico se
rige por la Economía Convencional que reconoce la acumulación individual, es
decir, el individualismo económico como el corazón que mueve la operatividad
económica, se entiende que la Economía ambiental es el apoyo teórico a partir
del cual se determinan las políticas que deben configurar las restricciones al mer-
cado para hacer viables las políticas ambientalistas que la alta institucionalidad
oficial, nacional o internacional, demandan. Con esto se quiere significar que
las restricciones ambientales deciden hasta donde y que puntos de la Economía
Ambiental es necesario aplicar, a condición, eso sí, de respetar como centro de la
actividad política, el «desarrollo» entendido como crecimiento económico.

Es claro entonces el papel secundario de la Economía Ambiental, que ade-


más es una especialidad de la Economía Convencional; pero es igualmente claro
el fracaso de esta forma operativa en cuanto a la conjura de la crisis ambiental.

Dada la manera tan explícita como se está reconociendo el fenómeno pla-


netario del calentamiento global, parece válido preguntarse si no es necesario
transformar la escala actual de jerarquías para orientar la política. En el momen-
to, acorde con el «Desarrollo Sostenible», se tiene: 1. Los intereses del aparato
económico industrial-comercial-financiero; 2. Los intereses de la política subyu-
gados al primero; 3. Los aportes de la Economía Ambiental, como auxiliadora

136 Economía ecológica


del «desarrollo sostenible»; y 4. La ciencia, que apenas puede dar las alarmas y
explicar algunos fenómenos pero por fuera de la actividad política.

Esta jerarquización, según se entiende en este texto, ha entrado en crisis, de


tal manera que se obliga a que entren en consideración, la sostenibilidad, no del
desarrollo, sino del ecosistema; la Economía Ecológica que debe sustituir a la
Economía Ambiental; y la ciencia cumpliendo su papel de apoyo fundamental a
las anteriores. De esta manera, los intereses económicos deben estar subyugados
a la Economía Ecológica que debe apoyarse permanentemente en las señales,
-los límites-, que le debe estar suministrando la ciencia en su estudio permanente
de la ecosfera.

No se trata, como lo propone el congresista G. E. Brown, que la ciencia


busque sus foros y reclame a la política una posición de asesoría; se trata de que
los políticos se apoyen necesariamente en la Economía ecológica fundamentada
claramente en la ciencia de la Ecología.

Bases operativas: una ecopolítica 137


UN PUNTO DE
8. LLEGADA
El punto de llegada lo tenemos en frente:
la Sostenibilidad Ecológica. Sólo tenemos
que tomar el camino correcto y esto supone
abandonar la ilusa idea de estar por encima
de la naturaleza. Tenemos que ocupar de
nuevo nuestro puesto en la naturaleza.

T
odo el recorrido hecho anteriormente nos permite concluir inicialmente
que hay tres raíces fundamentales del problema de la insostenibilidad
ecológica. En primer lugar la perspectiva economicista del dinero que
pierde su naturaleza de facilitador del intercambio para convertirse en la ne-
cesidad primaria, a partir de la cual es posible llenar todas las demás. Esto es:
primero producir –desarrollarse se dice-, entendido como la configuración de
un «aparato productivo» industrial o comercial y de servicios para satisfacer las
necesidades sociales (alimento, vestido, vivienda, educación, diversión, salud
y demás elementos del «bienestar») y luego, como consecuencia de lo anterior,
generar «ganancias», siempre cuantificables en dinero.

En segundo lugar, haber incorporado la producción de alimentos –el ele-


mento básico e insustituible de sobrevivencia del hombre en particular, y de todo
ser vivo en general-, en la dinámica de la producción industrial. Esta dinámica, a
diferencia de la producción agrícola pura, extrae las ganancias, -la plusvalía- del
trabajo y no del proceso, mientras la agricultura genera las ganancias en el pro-
ceso productivo y no en el trabajo. Pero además mientras la agricultura primaria
transforma energía solar en energía útil para la vida mediante la fotosíntesis,
su incorporación a procesos industriales de energía fósil, degrada más energía
inanimada que la que se obtiene del proceso primario de producción con seres
vivos. Sobre esta base se construyó la llamada Revolución Verde que condujo a
la política de la “Seguridad Alimentaria”.

De esta manera, a la degradación (entropía) energética generada por los


procesos de producción de objetos –mercancías- inorgánicos, base funda-
mental de la producción capitalista; se agrega la de los procesos de produc-
ción agroindustrial.

Bases operativas: una ecopolítica 141


En tercer lugar el acelerado proceso de deforestación para incorporar el
suelo al mercado de tierras, es decir, a la dinámica económica, y de paso conver-
tir en bien económico una producción espontánea de la naturaleza, la madera. Se
produce de paso un profundo debilitamiento del papel eficiente de captura y disi-
pación de energía de la cubierta boscosa (autótrofos vegetales) con disminución
inherente de la biodiversidad en general, provocando una gran transformación
a la termodinámica del planeta y a la regulación de los dos grandes ecociclos:
el del CO2↔O2; y el hidrológico, todo lo cual puede ser dañino para la supervi-
vencia de la humanidad ; y a partir de estos cambios en este último ecociclo se
provoca un efecto pernicioso también sobre la preservación de la capa superficial
de los suelos agrícolas, dado el incremento del papel erosivo de la escorrentía
aumentada por la deforestación.

En cuanto al primer punto, se creó, -y esto desde Marx está claro para la
teoría económica capitalista-, el fetiche del dinero que empezó a ser el centro
del interés de la dinámica económica convencional, en tanto es la representación
ideal y simbólica de la acumulación, objetivo fundamental del «sujeto econó-
mico». Para acumular dinero se encontró que la mejor manera no es a través de
la producción agrícola, que tiene ritmos (ciclos) biológicos poco maleables y
generalmente largos, sino a través de la industria, el comercio y los servicios que
tienen ritmos (ciclos) muy maleables y cortos y para la cual se han desarrollado
técnicas ahorradoras de trabajo (cantidad y tiempo) y por consiguiente incre-
mentadoras de plusvalía. Estos conjuntos tecnológicos industriales han provo-
cado una intensa degradación tanto material como energética (entropía) que se
manifiesta en lo que se conoce hoy como crisis ambiental. El desarrollo de esta
crisis, muy pronunciado en el último medio siglo, ha provocado la aparición de
la llamada «Economía Ambiental» como una rama de la Economía Convencio-
nal que a pesar de su aplicación a gran escala ha resultado ser casi inocua para
morigerar esa crisis.

En cuanto al segundo punto, al inicio de la segunda mitad del siglo XX,


se señaló desde la economía convencional que el desarrollo económico consis-
tía en sustituir la gran producción agrícola por la creación de industrias metal-
mecánicas. Para responder al desarrollo de éstas era necesario sustraer mano
de obra agrícola para desplazarla a la ciudad y llenar así las necesidades de la
producción industrial. La sustitución de esta mano de obra campesina exigía la
mecanización de la agricultura, pero además el aumento de la producción por
unidad de superficie y/o de ser vivo de tal forma que se llenaran las crecientes
demandas del acelerado proceso de urbanización. A estos dos elementos se unió

142 Economía ecológica


un tercero, cual fue el extraordinario auge demográfico. Para responder a este
conjunto de situaciones se desarrolló la Revolución Verde que en un primer paso
incorporó la aplicación a escala, del mejoramiento genético; en un segundo paso
desplegó el monocultivo en grandes extensiones y, en un tercer paso aplicó el
uso masivo de agroquímicos tanto en el nivel de mejoramiento y conservación
de la fertilidad –abonos químicos- como en el de control de plagas –pestici-
das. Posteriormente ocurrió lo que algunos han llamado la segunda revolución
verde, nombre aplicado a la ingeniería genética cuya expresión más destacada
actualmente es la producción de transgénicos. Estos cambios en la producción
agrícola necesariamente implicaban el desarrollo de un gran aparato industrial
que suministrara todo el conjunto de herramientas, equipos e insumos deman-
dados por estas técnicas. Pero además se presentó un fenómeno adicional en el
conjunto de la sociedad. La incorporación de la mujer al mercado laboral, que
obligó al desarrollo de procesos de industrialización de oferta alimentaria para
trasladar el trabajo femenino no pago, de la actividad hogareña al trabajo pagado
de la fábrica, el centro comercial o la actividad de servicios; un fenómeno similar
en parte, al del traslado de la mano de obra campesina al trabajo urbano con la
consiguiente mecanización de la producción agraria. De esta manera el sector
primario de la producción que milenariamente gozaba de gran independencia
quedó indisolublemente ligado al aparato industrial, tanto en las actividades pre-
cosecha como en las poscosecha. Queda por señalar que estos cambios tan fuer-
tes de la actividad agraria generaron un importante mercado internacional que
quedó cobijado dentro de las conocidas relaciones económicas Norte-Sur, con
dominio del mercado del Norte mediante el expediente del llamado programa de
Seguridad Alimentaria, pregonado por la FAO, y el costoso sistema de subsidios
agrícolas, con los que los países ricos del Norte subsidian la ineficiente relación
energética que imponen las técnicas de Revolución Verde en la agricultura.

A este respecto se han referido muchos economistas y políticos. M. Redclift


(1989)239 ha señalado “El ambientalismo carece de dirección política coherente.
La paradoja central,…, es que, aunque el desarrollo amenace el ambiente en for-
mas muy tangibles, nos quedamos sin bagaje moral e intelectual para recoger el
desafío”. Esta opinión la apoya también en otra de Bahro, fundador del partido
verde alemán quien, según Redclift, 1989240, decía en 1982 “la producción de
bienes no es condición necesaria de la existencia humana, pero la obsesión de

239
M. Redclift. 1989. Los conflictos del desarrollo y la crisis ambiental. Trad. por J. J. Utrilla. Fondo de Cul-
tura Económica. México.p 219.
240
Idem, p. 220.

Bases operativas: una ecopolítica 143


los países desarrollados por los bienes si desvía la atención de las implicaciones
cabales de su modelo económico”. Es precisamente, creemos nosotros, la mis-
tificación de los bienes económicos como fuente de la acumulación, lo que ha
dado al «tener» la capacidad de jerarquizar la sociedad.

La forma en que R. Bahro241 plantea su posición es diferente a la de la Co-


misión Brandt, y Redclift la recoge en el diagrama siguiente que explica de la
siguiente manera:

(1) Brandt (1980, 1983)

A. El Norte se enfrenta a una crisis de subproducción/consumo. Ésta es la base


de la recesión industrial. Tanto en el Norte como en el Sur hay una falla de
la demanda, pero de bienes diferentes (sociedad de consumo contra sociedad
de necesidades básicas).

B. La solución para el Norte es hacer más rico al Sur mediante el incremento


del comercio, para causar una mayor demanda de artículos industriales.

El “diálogo Norte-Sur”: dos definiciones de interés mutuo

NORTE artículos sociedad de


(industrial) industriales “consumo”

comercio/división internacional
de la mano de obra

SUR sociedad de
(no industrial) materias primas “necesidades
básicas”

R. Bahro. 1978. The alternative in Eastern Europe. New Left Books. London.
241

144 Economía ecológica


C. Un mejor crecimiento económico del Sur, estimulado por el comercio ayu-
dará a reducir allí la pobreza y a mejorar la provisión de bienes de primera
necesidad en el Sur.

(2) Ambientalismo radical (Bahro 1982)

A. El Norte produce y consume en exceso bienes que no hacen falta, particular-


mente armamentos. Ésta es la base de la crisis ecológica.

B. La solución para el Norte es desindustrializar, y reducir con esto la compe-


tencia dentro del Norte en la producción de bienes de consumo innecesarios.
Esto también aminorará la desigualdad en el Norte.

C. Al reducir el crecimiento en el Norte decrecerá la demanda de las materias


primas en el Sur, ayudando allí a la conservación de los recursos.

D. La crisis ecológica es producto del crecimiento industrial en el Norte. Sólo


una acción ecológica hacia otra provisión social podrá satisfacer las nece-
sidades de productos básicos en el Sur (precaristas, tecnología apropiada,
medicina preventiva).

“Ambas posiciones, Brandt y Bahro, llaman la atención hacia la crisis in-


minente del sistema económico mundial, pero el análisis que cada uno ofrece de
ésta y las prescripciones ofrecidas son tan divergentes que podría decirse que el
análisis de los verdes invierte el de la Comisión Brandt”242, explica Redclift.

Pero aún hay más en esta dirección. A. Dobson (1997)243, no reconoce en el


ambientalismo un núcleo central que oriente todo su accionar político, sino que
opera de manera contingente respondiendo a los afanes e intereses del diario vi-
vir. “El «medioambientalismo» se refiere a aproximaciones administrativas, téc-
nicas y poco sistemáticas a la hora de afrontar problemas medioambientales”.

En esta paradoja del reconocimiento de la crisis ambiental provocada por


la forma de desarrollo económico y la carencia de una política coherente para
superarla, hay que reconocer que sólo se puede salir de ella si aceptamos que es

M. Redclift. 1989. Opus cit., p. 104.


242

A. Dobson. 1997. Pensamiento político verde (Una nueva ideología para el siglo XXI). Trad. por J. P.
243

Tosaus. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. P. 13.

Bases operativas: una ecopolítica 145


la relación de dominio del hombre sobre la naturaleza, que a su vez sirvió para
sustentar todo el desarrollo capitalista, la causa primera de la crisis y, en conse-
cuencia, la manera de darle coherencia a una política de sostenibilidad ecológi-
ca es partir de entender que es sólo desde el postulado de la “dependencia del
hombre de la naturaleza” y no desde el de el “dominio”, desde donde es posible
estructurar una política coherente.

Si esta posición es correcta, el desarrollo de una política ecológica o eco-


política, tiene que partir de transformar las bases del capitalismo, no sólo en el
sentido social, sino principalmente en el sentido técnico-científico. Cabe acotar
en este punto, que no puede entenderse esta transformación del capitalismo úni-
camente desde el punto de vista de las relaciones sociales, como a primera vista
podría creerse, puesto que todo el mundo socialista que surgió desde 1917, tam-
bién adoptó el modelo de crecimiento económico de occidente para sustituir una
economía agraria dominante en su tiempo, y, naturalmente el impacto ambiental
fue similar en todo al del capitalismo occidental.

Sin embargo, llama la atención en la exposición de M. Redclift el que a


pesar de reconocer como un elemento central de la discusión sobre una ecopolí-
tica, la forma en que el “hombre actúo sobre la naturaleza al construir el mundo
material”244, no se ubica en ese punto, sino que permanece anclado en la discu-
sión economía/socialismo; en las visiones marxismo/naturaleza, que mantienen
las consideraciones, todavía muy precarias, del conocimiento de la primera mi-
tad del siglo XIX, a tal punto que Engels nunca dio importancia a la discusión
propuesta por S. Podolinsky sobre termodinámica y economía; y en la prepon-
derancia que para ellos tenía el debate sobre el problema de la apropiación de la
plusvalía por el capitalista, en desmedro del proletariado.

Dobson en cambio, propone apoyarse en una política verde radical que es


fundamentalmente ecologista y no ambientalista. “El ecologismo, escribe, con-
vierte la Tierra como objeto físico en la piedra angular de su edificio intelectual,
sosteniendo que su finitud es la razón básica por la que son imposibles el infi-
nito crecimiento económico y demográfico y por la cual, consiguientemente, es
preciso que tengan lugar cambios profundos en nuestra conducta social”245. Este
planteamiento muestra una de las argumentaciones más esgrimidas en cuanto
a la crisis ambiental, pero conviene tener en cuenta, que si bien es necesario

Idem, p. 220.
244

A. Dobson, opus cit., p. 38.


245

146 Economía ecológica


mantener presente los límites físicos de los recursos, del planeta mismo y de
los sumideros; la razón más de fondo es reconocer la dependencia, que no
interdependencia, del hombre con respecto al resto de la Biosfera; esto es, el
hombre no puede vivir sólo aunque respete los límites. Para citar sólo unos
ejemplos: - “Hay unos 100.000 microbios sobre cada centímetro cuadrado de
piel, mientras una cucharadita (azucarera) de suelo contiene al menos 2 billo-
nes (millón de millones)”246; - Hay una red trófica en la que el hombre está
irremediablemente inscrito.

- Hay un bucle recursivo CO2↔ O2.

- Hay un necesario reciclaje entre materia orgánica ↔ materia inorgánica,

y todos estos ejemplos tienen que inscribirse necesariamente dentro de los


límites biosféricos, que suponen además el límite físico; esto quiere decir que
hay que hablar más propiamente de límites biofísicos, que se corresponden con
la sostenibilidad de la Ecosfera.

Los elementos para una ecopolítica pasan por el reconocimiento de bases


conceptuales adicionales a lo político, o mejor que adicionales, de apoyo a las
decisiones sociopolíticas de naturaleza técnico-científica, en tanto el problema
central es lograr desarrollar una dinámica de la econosfera que sea compatible
con la biosfera. En este sentido hay que partir de reconocer que la visión cientí-
fica que nos ayuda a entender el mundo tiene que ser sistémica y no cartesiano-
newtoniana; y la técnica que se elabore para la producción, la distribución y el
consumo de los bienes económicos tiene que ser altamente eficiente en cuanto a
la utilización de energía y materia, y sobre todo, tiene que distinguir el «desarro-
llo» del «crecimiento», lo que supone una completa reorientación de los fines de
la economía desde la acumulación y el mercado, hacia el bienestar humano y los
límites ecológicos. Esta transformación debe incluir de manera muy destacada
las técnicas de producción agraria, en las cuales se debe privilegiar la ciclicidad
de la materia y la biodiversidad (abono orgánico, policultivo y silvopastoreo),
además de procesos de desurbanización y control del aumento demográfico.

En forma general hay que decir que el capitalismo y la modernidad en ge-


neral, cambió el modo ecológico (ambiental) de pensar, al sacar al hombre desde
el interior de la naturaleza, darle una nueva naturaleza y colocarlo por encima

British Medical Association (BMA) 1991. The new genetics (A report of the BMA on the scientific basis
246

and social and ethical consequences on gene isolation, Analysis and Therapy. Preliminary report. P. 36.

Bases operativas: una ecopolítica 147


y por fuera de la naturaleza no humana. Todo esto supone que es necesaria la
creación de una cultura con la naturaleza, o mejor aún, una cultura dentro de
la naturaleza.

Hubo un momento en el siglo XIX, cuando entre los clásicos de la econo-


mía se reconoció que el problema fundamental de la sociedad era la pobreza,
-por supuesto se está hablando de la sociedad europea ya capitalista-; y que la so-
lución la brindaba la economía política mediante el incremento de la producción
y más producción, lo que significaba que al haber más producción había más
trabajo, y, en consecuencia, el pleno empleo garantizaba la superación de la po-
breza. Otra corriente consideraba que a pesar de ser esto cierto, no era suficiente
y era entonces necesaria además, la redistribución de la plusvalía, mediante una
“redistribución justa del producto del trabajo”.

Este interés por lo social y la acumulación, hizo a un lado cualquier preocu-


pación por los aspectos de naturaleza y ecología y mantuvo como idea central
la de “hombre dominador de la naturaleza”, y, en esta dirección sólo se planteó
alguna inquietud por el despilfarro, sobre todo de materias primas.

Otro aspecto importante de toda esta situación de la relación hombre/na-


turaleza, es el del armamentismo que a pesar de su antigüedad se ha convertido
en una de las soluciones a una caída de la producción y que tiene tras de sí el
concepto muy acendrado del dominio, no sólo de la naturaleza no humana sino
además sobre los grupos humanos que se les coloca entonces en la condición
de inferiores, pero que en la práctica visible busca el dominio de los recursos,
no ya sólo en términos de dominio sobre la naturaleza sino de posesión física
de tales recursos. La gran cantidad de materias primas y fuentes de energía que
se consumen en este propósito son de gran magnitud y, por supuesto que lo que
más se logra con ellos es aumentar el tamaño de la econosfera con relación a
la ecosfera.

Otra consideración muy importante es el orden de prioridades que se


establece dentro de las grandes organizaciones multilaterales con respecto a
las preocupaciones que son objeto de políticas transnacionales. Así, la mayor
preocupación es la política del poder bélico, a cargo de Instituciones políticas
transnacionales como El Consejo de Seguridad de la ONU, la OTAN, y otros;
vienen luego, en orden descendente, las preocupaciones por el comercio mun-
dial, OMC, la UNTACD; la preocupación por la salud, OMS; la preocupación
por la agricultura, FAO; la preocupación por la niñez, UNICEF; la preocupación

148 Economía ecológica


por la educación y la cultura, UNESCO; y, por último la preocupación por el
ambiente, CMMAD. Las actividades de esta última se ven limitadas por el res-
peto a la “soberanía nacional”, algo que no tiene el mismo valor en las preocu-
paciones bélicas o de salud por ejemplo y se subyugan a problemas sanitarios o
de comercio internacional; en todo caso se trata de proteger la soberanía de las
grandes potencias sin importar las de los demás. Como lo ha dicho el mismo
M. Redclift (1989)247 “Es inevitable la paradoja de que, cuando se vuelve más
urgente una acción multilateral concertada para proteger el ambiente, también
es menos probable”.

Es muy reveladora de la posición puramente desarrollista de M. Redclift, -a


pesar de confesarse contra el “desarrollismo”-, la forma en que termina su texto
diciendo que “la clave para dar nueva dirección a los discursos ambiental y de
desarrollo se encuentra en el apoyo político y económico dado a los pobres y a
quienes tienen poco poder. Es un engaño creer que los objetivos ambientales son
distintos de los políticos, o distintos de los redistributivos”248. Evidentemente el
marxismo es una posición política que responde a un problema de sociología
económica, pero no de economía ecológica, ni siquiera ambiental, y estos discur-
sos no son reducibles el uno al otro, sino que lo que se puede es hacerlos compa-
tibles. De ahí que pueda M. Redclift, rematar diciendo que el desafío consiste en
“alterar la economía mundial para que nuestros apetitos no hagan presión sobre
los «límites exteriores» de los recursos. Esto sólo puede hacerse alterando los
derechos de los pobres del sur, de modo que el discurso ambiental se convierta en
un discurso sobre el desarrollo”249. En esta afirmación desconoce que el proble-
ma ambiental no es reducible a problemas exclusivos de economía política, sino
que tiene, y hay que acentuar tiene, que tratarse desde una economía ecológica.
Cabe agregar eso sí, que esta no es excluyente de una economía sociopolítica.

247
Opus cit., p. 230.
248
Idem, p. 234.
249
Idem, p. 234.

Bases operativas: una ecopolítica 149


ELEMENTOS
PARA UNA
9. ECOPOLÍTICA
O MARCO
OPERATIVO
DE LA ECONOMÍA
ECOLÓGICA.
“Desde la perspectiva de los sucesos, los
Estados se ponen en movimiento junto
con el presente. Desde la perspectiva de los
Estados, los sucesos se ponen en movimiento
junto con el futuro y el pasado, lo que significa
que están abiertos a posibilidades alternativas”.
N. Luhmann.

H
ay un gran acuerdo en que desde hace varios siglos, si situamos su ori-
gen en la Modernidad, el sistema Naturaleza/Producción como lo llama
Zizek250, es decir, la relación dominante del hombre sobre la naturaleza
que la hace su explotada, se considera como una constante invariable sobre la
cual se ha construido el mundo económico actual, y que esta dinámica social
solo puede intensificarse o debilitarse, mediante procesos tecnológicos, pero en
ningún caso transformarse a fondo.

Desde que en el siglo XVIII surge la llamada revolución industrial, la in-


tensificación de esa explotación de la naturaleza se ha aumentado de manera
sorprendente, particularmente en los últimos seis decenios. Esta intensificación
ha sido tan recia que ya la naturaleza ha dado muestras de cambios, muy fuertes
y rápidos en sus ciclos naturales, lo que ha puesto a buena parte de la humanidad
bajo la sombra de un gran colapso.

Esta relación de dominación hombre/naturaleza, considerada como una


constante sobre la cual se ha desarrollado todo un abundante conjunto técnico y
se ha elaborado un discurso tecnológico que valida esa relación que explica el
conjunto técnico, constituye seguramente una ideología, que sustenta además las
políticas de desarrollo que lo impulsan. Como dice Zizek (2003): “De manera
que se puede afirmar categóricamente la existencia de la ideología en tanto matriz
generativa que regula la relación entre lo visible y lo no visible, entre lo imagina-
ble y lo no imaginable, así como los cambios producidos en esta relación”251.

Para despejar esta densa sombra sobre el futuro de la humanidad, se han ido
proponiendo distintas posiciones que se pueden dividir en tres grandes grupos: el

250
S. Zizek. 2003. Introducción. El espectro de la ideología. En “Ideología: un mapa de la cuestión”. Trad., por
M. Podetti. Fondo de Cultura Económica de Argentina. Buenos Aires. P. 7.
251
Idem, p. 7.

Bases operativas: una ecopolítica 153


ambientalismo, el ecologismo y el gaianismo. Dentro del ambientalismo se tienen
dos propuestas mayores, que se apoyan ambas en que es necesario el «desarrollo»
económico, tal como se viene entendiendo desde el fin la segunda guerra mundial
y según se expuso a espacio en un capitulo anterior. Su diferencia es sólo en cuan-
to al carácter espacial de su aplicación: Universalista en la propuesta del Desarro-
llo Sostenible, lo que significa que el modelo es sólo uno, el de los países ricos, y
que la manera de lograrlo por los países pobres, es mediante la aplicación de las
técnicas e innovaciones que han surgido a partir de los postulados de la ciencia
clásica, valiéndose de los principios de la Economía Convencional Capitalista o
la Economía Socialista. Localista, y no universalista, la del Ecodesarrollo, lo que
significa que hay múltiples modelos, en tanto hay que ajustar las técnicas e inno-
vaciones a las particularidades locales, tanto en lo ecológico como en lo cultural.

Desde el punto de vista ideológico se acogen a la categoría Desarrollo, en-


tendido como progreso técnico y crecimiento económico, lo que significa que el
hombre es dominador de la naturaleza mediado por la técnica que apuntala esa
relación de dominio, relación ésta que se torna inconsciente en tanto se le da el
carácter de ente autónomo gobernado por una suerte de operatividad intrínseca,
con sus propias leyes, de manera similar al mercado. En este dominio, la ciencia
clásica que sustenta la técnica, le permite, mediante su metodología analítica,
operar con fenómenos por separado, segmentando la naturaleza, y ateniéndose
socialmente, a la contingencia del diario vivir; esto es, cada problema que surge
hay que buscarle una solución para que el crecimiento no sólo no se perjudique
sino que además se estimule. Tal es el caso concreto que plantean F. Tapia y
M. Toharia (1995)252 para España, al señalar que los problemas ambientales se
insertan, en cuanto a sus soluciones, en un contexto meramente administrativo
bastante confuso e inconexo. La estructura administrativa, para la época en que
los autores escriben, residía en un conglomerado de Direcciones Generales, cada
una encargada de un problema específico: agua, meteorología, costas, aire, sue-
los, viviendas; y los problemas concretos de residuos urbanos y contaminación
por ruido en manos de administraciones locales. Todas estas direcciones genera-
les operan por separado y no se siente ninguna coordinación central.

En el caso del Ecologismo ya no es el crecimiento económico el rector de la


actividad política, sino la sustentabilidad de la red ecológica, lo que significa que

F. Tapia y M. Toharia. 1995. Medio ambiente: ¿alerta verde? (Gestión ambiental contra desarrollo insoste-
252

nible). Acento editorial. Madrid. P.p. 285-286.

154 Economía ecológica


se trata de orientar la sociedad hacia una forma de vivir que le de plena vigencia
al concepto de valor intrínseco de la vida no humana.

El Gaianismo por su parte presenta dos grandes propuestas: de un lado,


políticas que nos lleven a una vida de mayor cooperación y menos confrontación
internacional, de ayuda a los pobres, de un alto nivel educacional generalizado,
y de rechazo al militarismo; del otro lado, lograr una transformación radical del
sistema Monetocrático Global actualmente dominante, mediante una amplia par-
ticipación comunitaria que abandone el individualismo propio del capitalismo
convencional y busque un crecimiento cualitativo y no cuantitativo, mediante
democracias gaianas de corte ecológico y social a la vez.

Las anteriores y otras varias soluciones en actividad o apenas propuestas,


muestran, en nuestro sentir, distintas falencias que nos hacen pensar en la nece-
sidad de apuntarle a la formulación de una ecopolítica, la cual parte del recono-
cimiento de que la humanidad está en peligro físico de desaparecer y que ese
riesgo tiene como causa la magnitud de la invasión de la Econosfera sobre la
Ecosfera que soporta la Biosfera, entendida como la amplia red de la vida, uno
de cuyos nodos es la humanidad.

Como no se trata simplemente de un problema ubicable sólo dentro de la


Sociosfera como tal, en el sentido de desajustes dentro de la dinámica de la so-
ciedad como sistema funcional, reconocible por su operatividad, tal como una
desintegración política y moral de un grupo social concreto, o el hundimiento de
un gobierno por una acción de rebeldía de una parte del conjunto de la nación;
el concepto de política que acá se utiliza, hace relación a una acción social ten-
diente a hacer consciente a la humanidad como tal, del desajuste que ella, como
punto nodal en la red de la vida, tiene con el resto de la Ecosfera y a desarrollar
actividades consecuentes con esta situación. Ese desajuste puede conducir a que
desaparezca como tal nuestra especie –Homo sapiens -, o se resienta dramática-
mente su tamaño dentro de la red de la vida – la Biosfera-, como efecto de una
transformación súbita, -una crisis-, en la operatividad del biosistema, y su forma
social de vida – la Sociosfera.

Se entiende que una política es un conjunto de acciones que se configuran y


aplican institucionalmente para orientar la sociedad; o el enfrentamiento de una
parte, mayor o menor de esa sociedad, contra una o varias de esas acciones que
se han desplegado contra la estructura institucional, o contra parte de la institu-
cionalidad misma con el objeto de transformarlas. Entendida así, una ecopolítica

Bases operativas: una ecopolítica 155


no hace relación a una decisión científica propiamente, sino a una decisión social
pero apoyada en un conocimiento científico. Pero además hay otro elemento fun-
damental en esta ecopolítica. No se trata ahora de una visión, esto es, una ideolo-
gía que se genere y se aplique en un Estado-Nación cualquiera para orientar esa
sociedad en concreto al margen del resto del mundo, o planteándose posterior-
mente una expansión hegemónica, sino que se trata de establecer un “espacio del
orden”, - la expresión es de M. Foucault253-, en donde se anudan los elementos
que den lugar a forjar una ideología que alumbre una forma de acción social
sostenida con el doble carácter de lo local y lo transnacional. Esta ideología no
debe promoverse en el sentido individual, tal como Occidente lo ha entendido y
promocionado desde la Modernidad, y como la economía convencional lo ubica
en el centro de las decisiones como “agente racional”, según lo denomina, sino
en el sentido de un ser humano con dos ataduras irrenunciables que le muestran
que su «independencia» es sólo una «ilusión», puesto que es insoslayablemente
dependiente de la Sociedad y dependiente de la Ecosfera.

Esta ideología tiene que ser diferente en su estructura, a la actualmente do-


minante del «Desarrollo Sostenible», porque hay que abandonar la ambigüedad,
imprecisión e incoherencia de esta posición, que ha hecho posible disfrazar el
predominio ideológico del «Crecimiento Económico» cuya factibilidad se asien-
ta exclusivamente, dentro del contexto de la Economía Convencional, en el do-
minio del hombre sobre la naturaleza. Esto ha llevado a la necesidad de ocultar la
realidad histórico-política de que la Economía actual no es la única posible y que
se puede cambiar, como en efecto ha ocurrido varias veces en la historia, como
que al fin y al cabo el desenvolvimiento de la humanidad a lo largo de sus mile-
nios de historia, ha pasado por distintas opciones de producción, distribución y
consumo de sus elementos necesarios para reproducirse.

Pero además hay que decir que la Economía Convencional, la cual se ha


organizado alrededor de la racionalidad como ideología, y, en consecuencia se
ha estructurado en torno al cálculo económico, se aparta entonces directamente
de la incertidumbre característica de las «ciencias sociales», para acogerse a la
«cientificidad» propia de las ciencias físico-matemáticas, tal como lo proclamó
L. Walras desde el siglo XIX. Esta posición «racionalista» a ultranza, conduce
necesariamente al desarrollo entendido fundamentalmente como crecimiento, y
pone al hombre al servicio de la economía, transgrediendo el deber ser de ésta,

M. Foucault. 1997. Las palabras y las cosas. (Una arqueología de las ciencias humanas). Trad., por E. C.
253

Frost. Siglo veintiuno editores. 26ª. Edición en español. México. P. 235.

156 Economía ecológica


un campo creado por la sociedad para responder a su permanencia y a su desarro-
llo social. C. Castoriadis254 lo ha recogido magistralmente cuando dice: “Hemos
de volver a cuestionar la gran locura de Occidente moderno, que consiste en
establecer la «razón» como soberana, en entender por «razón» la racionalización
y por racionalización la cuantificación. Es este espíritu siempre operante lo que
hay que destruir”.

En este orden de ideas se propone un movimiento ecopolítico estructurado


sobre tres bases fundamentales:

Bases científicas.

Bases ideológicas.

Bases operativas.

Y con cuatro consignas concretas:

1. Promover el conocimiento de la forma en que opera la Biosfera y la po-


sición del hombre dentro de ella.

2. Promover movimientos sociales que enfrenten políticamente a la Econo-


mía del Crecimiento y la transformen en una Economía Ecológica.

3. Promover una maquinaria institucional que establezca los Límites Ecoló-


gicos y los ponga en forma de políticas mundiales, regionales y locales.

4. Acompasar lo ecológico con lo social, haciendo énfasis en la equidad en


todos los sentidos.

9.1. Bases científicas


Cuando se habla de una crisis ambiental se está haciendo referencia a un
fenómeno de perturbación de las interacciones entre las dinámicas inorgánicas
actualmente existentes en el planeta, -termodinámica de la Tierra, corrientes de

254
C. Castoriadis. 1979. Comunicación (sobre “Reflexiones sobre el «desarrollo» y, la «racionalidad». En
“El mito del desarrollo”. Dirigido por Cándido Mendèz. Trad. Por J. Fibla. Editorial Kairós. Barcelona. P.
214.

Bases operativas: una ecopolítica 157


aire, composición química del aire, erosión, etc.-; de las interacciones entre los
seres vivos entre sí, -relaciones predador/presa, simbiosis, comensalismo, etc. -;
y de las interacciones entre los seres vivos y el entorno inorgánico, -composición
química del agua y del aire, construcción y deconstrucción de materia orgánica,
etc. -. Esta enumeración y clasificación sólo tiene un objetivo pedagógico ya
que en la realidad es necesario tener en cuenta que operativamente cada una de
las categorías señaladas tiene un estado actual dependiente de las otras, lo que
las hace inseparables, constituyendo lo que V. I. Vernadsky255 ha denominado la
Biosfera, la cual, en su proceso evolutivo, generó la Noosfera, que, a su turno, en
su desarrollo configuró formas de intervención, -reconocidas muy recientemente
como técnicas de dominación-, sobre el resto de la Biosfera.

En el trabajo de reconocimiento y caracterización de las distintas inclina-


ciones políticas se han identificado dos posiciones como punto de partida: una
antropocéntrica y, por consiguiente, ambientalista y otra econcentrista. Nuestra
posición difiere de ambas en tanto es antrópica pero desde una perspectiva eco-
céntrica y más precisamente la podemos llamar Homonodal. Esto quiere decir
que cualquier actividad político-ambiental se emprende con el fin exclusivo de
salvar al hombre, pero conscientes de que la humanidad es apenas un nodo de
una amplia red, la Biosfera, y que por no poder sobrevivir desprendido de esa
red, es necesario operar en defensa de todo el conjunto, sin privilegio ninguno.
Esto es, para salvar a la humanidad hay que salvar a toda la Biosfera, y sólo
con una Biosfera en su plenitud operativa, puede existir una humanidad bioló-
gicamente activa en su totalidad. Es claro además que si colapsa la humanidad,
puede seguir existiendo el resto de la Biosfera, probablemente con modificacio-
nes importantes, pero el fenómeno inverso no es posible, es decir, la Biosfera
no requiere de la humanidad, mientras que ésta sí necesita de aquella. Además,
puede desaparecer la Biosfera y seguir existiendo el mundo inorgánico, segu-
ramente muy modificado en su configuración y dinámica. No se puede olvidar,
en efecto, que la actual composición del aire, el sustrato líquido y el suelo, está
determinado por la dinámica de la vida –Lovelock, 1996256-, y si ésta desaparece,
la dinámica planetaria sin vida es seguramente diferente, aunque no habrá quien
lo constate conscientemente.

V. I. Vernadsky. 1998. The Biosphere. Translated from russian by D. B. Langmuir. Copernicus. N. Y.


255

J. E. Lovelock. 1996. La hipótesis Gaia. En “Evolución Ambiental (Efectos del origen y evolución de la
256

vida sobre el planeta). Editado por L. Margulis y L. Olendzenski. Trad., por M. Solé R. Alianza editorial.
Madrid. Pp 309-338.

158 Economía ecológica


Gráfico N° 8. La Biosfera y su red nodal

Biosf
era

Homo sapiens Autótrofos Hetrótrofos

9.2. Bases ideológicas


La ideología de la sociedad industrial, causante de la crisis ambiental, está
basada en el crecimiento económico que genera niveles de vida cada vez más
altos aunque asimétricos, como base del bienestar humano, y la fe ciega en que
las técnicas lo arreglarán todo. Sin embargo, desde los años 1960’s se ha hecho
evidente que esta línea conceptual que ha alumbrado la actividad productiva
dominante es insostenible a largo, y quizás a mediano plazo.

Tenemos que hablar ahora, si queremos la supervivencia del hombre, de la


insostenibilidad de la Sostenibilidad Ambiental, tal como se viene practicando.
Esta situación nos lleva a un cambio de ideología para orientar la sociedad en su
relación con la naturaleza.

Esta nueva ideología se apoyaría en un núcleo específico con fuertes raíces


científicas, que, tal como ya se han enunciado, se aplican a la supervivencia de
la humanidad, la cual depende del “orden por fluctuaciones”, - la expresión es
de I. Prigogine, 1973257- una especie de equilibrio dinámico entre población y
alimento; la supervivencia del alimento para la humanidad, la cual depende, a

I. Prigogine. 1973. ¿Tan sólo una ilusión? (Una exploración del caos al orden). Trad. Por F. Martín. Tusquets
257

editores. Barcelona. P. 224.

Bases operativas: una ecopolítica 159


su vez, de la supervivencia de la Biosfera y, la supervivencia de ésta, sujeta a un
“orden por fluctuaciones” entre las poblaciones de seres vivos y el entorno físico
(temperatura, humedad, movilidad del aire, condición química, etc.).

Pero cada uno de estos elementos –Humanidad, Biosfera y Ecosfera- no


existen al margen de su entorno, sino que este hace parte con las dinámicas, de
sus propios equilibrios intrínsecos, de todo el conjunto sistema-entorno, en tanto
no es posible en la realidad, la existencia de sistemas aislados. En este sentido, la
tendencia de todo sistema complejo a la invasión del adyacente posible (Ley de
Kauffman), tiene que contener elementos correctores, es decir, hay fenómenos de
competencia y/o cooperación, que deben entrar en la dinámica de los equilibrios.

Se llega así al problema del “valor”, tan importante en las posiciones an-
tropocentristas y ecocentristas, y que, en nuestro caso, no puede soslayarse. Se
trataría entonces, para la posición hacía una ecopolítica como forma operativa
de una Economía Ecológica, de un concepto de valor humanístico, o mejor aún,
vitalista, pero no inherente como lo entiende el ecocentrismo, sino siempre con
la referencia al hombre como ser vivo, no como ser cultural. Hablamos entonces,
de una ética relativa, en el sentido de relación con, en este caso con la vida del
hombre; pero se parte de la idea, ya expuesta, de que no es posible, como ya se
ha dicho, y se considera el núcleo ideológico de esta posición, la vida humana
sin la vida no humana. Esto quiere decir que las vidas no humanas tienen sentido
para el hombre, o mejor, tienen valor, en cuanto hacen posible la vida de la hu-
manidad. Es, si se quiere, una ética de la responsabilidad, no con la naturaleza no
humana, sino con la naturaleza genérica en tanto alberga y constituye condición
sine qua non, de la vida humana. Y es que evidentemente si el hombre desapare-
ce, desaparecen con él todas sus construcciones mentales, y por tanto el concepto
de valor como tal, puesto que ésta es una característica que otorga el hombre a
otros seres o conceptos, y es pensada desde el hombre mismo y con relación a él.
Hay que decirlo, en contra de la objetividad de que habla la ciencia clásica: si el
hombre no existe, no existe la naturaleza.

9.3. Bases operativas


- Sobre las bases científicas e ideológicas expuestas, es necesario crear un
gran movimiento de escala mundial pero de acción local y transnacional,
que enfrente, en todos los foros académicos y sociopolíticos la visión del
Desarrollo Sostenible anclado y engañosamente esgrimido como válido des-
de la Economía dominante, es decir, la Economía del Crecimiento. Este
enfrentamiento debe darse de manera formal, si ello es posible, quizás

160 Economía ecológica


a través de instituciones como los Partidos Verdes, donde ellos existan;
y de manera informal en movimientos en red o muy locales, similares a
la “Coalición Seattle”, según la describe F. Capra o lo plantea Prins: “El
reto en política internacional es lograr que la información sea completa-
mente activa y utilizar cada aspecto de las comunicaciones modernas –la
acumulación de mensajes acerca de los problemas ambientales y otorgar
poder a los medios- para impulsar una acción colectiva, de imaginación
pública”258

PRIMER
Dependencia del hombre
de la naturaleza { Alimentación
Vestido
Salud

{
NIVEL
El concepto de basura: reciclaje de lo
Entorno inmediato
orgánico y reutilización de lo inorgánico

Operatividad del biosistema → La red de la vida.


Operatividad de la agroesfera → el proceso agrícola:
- Presión demográfica y vida urbana
SEGUNDO - Consumidores productores /Consumidores
NIVEL no-productores
- Ingreso de la agricultura a la lógica del
capitalismo (Producción para el mercado y
aplicación de la revolución verde)

El concepto de Gaia y su forma operativa


TERCER
Físico-química atmosférica
NIVEL
El fenómeno invernadero

- Simultáneamente con esta actividad política, es necesario desplegar una am-


plia tarea educativa que debe cubrir todo el ciclo de primaria y secundaria, a
la manera en que se enseñan las matemáticas, pero para formar en Ecología
Global y hacer consciencia sobre dos aspectos fundamentales: la posición
nodal y dependiente entonces, del hombre de la red de la vida; y la penetra-
ción y consecuencias sobre los “Límites Ecológicos”, de la Econosfera en la
Ecosfera. (Ver Gráfico N°. 9). Este desarrollo educativo puede desplegarse

G. Prins. 1990. Opus cit.,


258

Bases operativas: una ecopolítica 161


desde la primaria y a través de la secundaria, cubriendo lo que podrían ser
tres niveles de conocimiento, y que esquemáticamente pueden representarse
de la siguiente manera: (ver cuadro anterior de niveles de educación).

- Transformar la formación escolar para que en lugar de proyectar el sentido


individualista, se asiente en la sociosfera el sentido de cooperación y, ade-
más, se enseñe a desconfiar de los modelos de vida difundidos a través de
la llamada “Élite irresponsable” y de las “Celebridades”, por ser, estos mo-
delos de vida, estimuladores del comercio de lo inútil y degradantes de las
relaciones respetuosas hombre/naturaleza.

- Hay que impulsar una gran transformación de la Sociosfera, apuntalada en


tres ejes: el demográfico, el agrario y el urbano.

En lo demográfico, es necesario disminuir el tamaño de la población huma-


na con procesos educativos sobre la juventud, y llevar la medicina a una ética del
bien estar en salud en lugar del estar a toda costa.

En lo agrario hay que trabajar en dos frentes complementarios: de un lado,


en un agresivo programa de reforestación en todas las zonas posibles sobre todo
el planeta, privilegiando el trópico e incluyendo las ciudades y favoreciendo
la biodiversidad; de otro lado, en lo puramente agropecuario, llevando la agri-
cultura al uso de practicas más tradicionales – más abonamiento orgánico por
ejemplo (compostaje y abono verde)-; obtención de las semillas de la misma
cosecha; abandono por completo, salvo para fines de investigación en biología,
de la transgénesis y de la producción de líneas genéticas patentadas. Hay que
prohibir el horror del patentamiento de la vida y de la privatización de los recur-
sos naturales como el agua, las semillas incluyendo semen, óvulos y esporas, y
las secuencias de ADN. Estimulación del policultivo; control muy efectivo del
uso de agroquímicos, que deben reducirse al mínimo posible, y por último pro-
hibición de la producción a escala industrial de los agrobiocombustibles. En esta
línea sólo se debe aceptar, e incluso estimular la producción, a escala de granja
de biogás, como subproducto de los procesos biológicos de degradación de los
desechos orgánicos. Este mismo proceso a mayor escala, debe de generalizarse
en aquellas ciudades que recuperan, en grandes plantas, una gran cantidad de
desechos orgánicos, para hacer limpieza de los alcantarillados, antes de verter
las aguas a los ríos que las circundan. En estos casos, debe proveerse la manera
de regresar esos desechos, obtenidos como subproductos en la generación de
biogás, al campo agrario para disminuir la desertización en aquellas zonas de alta
producción agropecuaria.

162 Economía ecológica


Es necesario replantear los programas que la FAO realiza actualmente dán-
dole gran importancia a los desarrollos más recientes de la llamada Revolución
Verde, y que en su lugar estimule y contribuya a la generalización de políticas
de soberanía y autonomía alimentaria, en lugar del concepto actual, altamen-
te comercialista, de seguridad alimentaria. Conviene recordar que la Soberanía
alimentaria restablece los valores culturales y ecológicos locales, aliviando así
las presiones del gran capital sobre los países pobres; y el concepto de auto-
nomía, que también se apoya en la localidad cultural y ecológica, favorece la
autosuficiencia agrícola del pequeño productor, liberándolo de las presiones del
intercambio obligado. Por supuesto, el comercio internacional va en contravía de
la Soberanía y la Autonomía alimentaria, mediante manipulaciones políticas y
económicas del mercado, que estimulan lo superfluo y transforman las carencias
en necesidades.

Gráfico N°. 9. Forma en que operan los límites propuestos.

Ecociclos
– (CO2 O2)
y agua Te
Desechos
Calor
rm l pla
de

sólidos, líquidos
od neta

y gaseosos
iná

Producción y +
mica

distribución
Sum

id de bienes y
ero
servicios

Ec Calor
onosfera
Recursos para BIODIVERSIDAD
la econósfera –
+ – Agricultura
+ Tradicional

DEMOGRAFÍA
ra

s fe
Eco

(Tomado de Gómez et al.)

Bases operativas: una ecopolítica 163


- En cuanto al eje urbano es necesario partir del axioma de que, por defini-
ción, ninguna ciudad es “sostenible” ambientalmente hablando, dada su
necesaria dependencia, en primer lugar de la alimentación, -ésta se pro-
duce en el área rural fundamentalmente-, y de la energía y recursos in-
orgánicos, que se encuentran en lo que configura lo que actualmente se
llama “Ecosistemas Estratégicos”. Es, en este punto donde los conceptos
de “huella ecológica” y “huella hídrica”, tienen toda su importancia como
indicadores de límites ecológicos.

Hay por lo menos dos frentes de gran importancia que se deben abordar en
lo urbano: el de la energía y el de los desechos. En cuanto al primero, el gravísi-
mo problema del cambio climático debe mover a las administraciones municipa-
les a impulsar, antes que las grandes avenidas y vías elevadas para la movilidad
de los vehículos particulares, al desarrollo de sistemas masivos de transporte au-
tomotor, movidos en lo posible por energía eléctrica; de ciclovías y de movilidad
peatonal. Esta es una de las políticas más urgentes que se debe promover a nivel
planetario. Se entiende que complementario a estas políticas, la utilización de las
telecomunicaciones con el Internet, deben ayudar notoriamente a la disminución
del traslado de personas y objetos dentro y entre ciudades.

- El manejo de residuos nucleares y desechos químicos peligrosos, debe ser


una responsabilidad exclusiva de los gobiernos dentro de cuya jurisdicción
se generen. Hay que llamar la atención, para condenar sin atenuantes, la
lógica insultante de L. Summers, en calidad de alto ejecutivo del Banco
Mundial, -Vicepresidente y jefe de los economistas de la entidad-, cuando
decía que “verter los residuos tóxicos en África es una lógica impecable. Es
preciso contaminar los países menos contaminados, y África está subcon-
taminada; es preciso colocar los residuos tóxicos en los países donde los
salarios son más bajos”259.

- Es en este tipo de decisiones políticas de gran envergadura y alcance espa-


cial donde se requiere un importante desarrollo institucional, cuyo modelo
operativo podría ser, con los ajustes necesarios, el propuesto en el texto:
“Economía Ecológica: Bases fundamentales”. (Gráfico N°. 10)

Este tipo de operación institucional, es sobre la cual debe recaer el papel


moderador para ajustar la economía mundial a los “Límites Ecológicos”, que

Memorando de circulación interna en el Banco Mundial, citado por S. George. 1996. Liberalismo econó-
259

mico. Marginación del tercer mundo y de la naturaleza, en el Seminario “Ecología y Subdesarrollo” en


Barcelona. P. 39. Editorial Trotta. Madrid.

164 Economía ecológica


deben ir surgiendo de la instancia científica, tal como se presenta en la propues-
ta: “La determinación de los «límites ecológicos» debe surgir de la respuesta
a demandas socioeconómicas que serán recogidas en un marco institucional.
Mediante la deliberación autónoma, los centros de decisión política en los dis-
tintos niveles mundial, regionales, nacionales y locales, se expresarán a través
de actos administrativos como resoluciones, decisiones, leyes, decretos, etc. En
este esquema institucional se requiere el apoyo de cumbres de gobernantes, de
comisiones y consejos de conciliación y viabilidad que fundamenten la actividad
de los centros de decisión política. Las instancias de investigación científica y de
desarrollo tecnológico constituyen el soporte para la confiabilidad y eficacia de
las acciones de las instancias de fundamentación y decisión”260.

Si bien ésta debería ser la pieza central de una ecopolítica, se entiende que
esto sólo es posible mediante una transformación de la “Monetocracia Global”,
a una Economía Ecológica, y en consecuencia éste será el punto de llegada como
efecto de la presión de grupos, por fuera de los grandes intereses que se forman
al amparo de la Economía Convencional, lo que requiere que los pasos iniciales
acá propuestos, sean la punta de lanza para una transformación, que de no ser
por estos medios, vendrá por imposición inapelable de la dinámica inherente a
la naturaleza.

Gráfico N° 10. Operatividad del marco institucional

• Decisiones
Centro de decisión política • Resoluciones
(mundiales, internacionales, • Leyes
regionales y locales) • Decretos
• Actos administrativos

• Recomendaciones
Cumbres, consejos y comisiones • Protocolos
de conciliación y viabilización • Declaraciones
(Ej. Estocolmo 1972, Kyoto, • Guías
Río: IPCC) • Documentos
• Pautas

{
Centros de investigación • Identificación y definición de umbrales
científica y desarrollo • Reducción de incertidumbres
tecnológico • Producción limpia
(Tomado de Gómez, Vargas y Posada. 2007).

L. J. Gómez, E. Vargas y L. G. Posada. 2007. Economía Ecológica. Idea. Universidad Nacional de Colombia.
260

Bogotá. p. 134.

Bases operativas: una ecopolítica 165


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Este libro se terminó de imprimir en la ciudad de Bogotá, D.C.
en el mes de abril en los talleres de Opciones Gráficas Editores Ltda.

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