Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
cológica
Bases operativas:
una ecopolítica
IDEAS
17
Moisés Wasserman
Rector
ISBN: 978-958-719-467-8
Impreso en Colombia
Abril de 2010
Introducción 9
1. Un punto de partida 11
4. Políticas en agrodesarrollo 57
6. La política Gaiana 87
Bibliografía 167
L
a historia del hombre sobre el planeta ha sido, desde siempre, una historia
de guerras por el dominio sobre el otro. Desde la Modernidad, este senti-
do del dominio ha sido llevado también a la naturaleza, pero además, se
ha desarrollado una sociosfera erigida sobre el individualismo y la competencia
entre esos individuos. Este sistema social intencionado ha generado desarrollos
tecnológicos físicos, químicos, biológicos, sociales, y hasta psicológicos, para
acentuar ambos dominios, sobre el otro y sobre la naturaleza y, al final se ha
creado lo que Madron y Jopling han denominado la “Monetocracia Global”, que
cuantifica todo, inclusive el sentimiento, en moneda y hace de la acumulación de
ésta, el gran poder que campea sobre la sociedad.
Desde hace medio siglo se viene llamando la atención sobre esta grave
situación y se han formulado diversas propuestas técnicas y políticas, pero la
“Monetocracia Global” ha encontrado la forma de desconocerlas, por cuanto
las más adecuadas pasan, necesariamente, por el cambio de la Economía, que,
como sabemos, domina la política. El llamado “Desarrollo Sostenible” propues-
to y promocionado desde la alta institucionalidad política mundial, sigue siendo
acogido por los líderes políticos a pesar de que ya ha mostrado suficientemente
su ineficacia, en tanto, dada su ambigüedad, vaguedad e incoherencia, permite
evadir de alguna manera sus propuestas concretas.
Es claro que desde la publicación de “Los límites del Crecimiento” por el Club
de Roma -1972-, hasta el Informe Stern de 2006, ha empeorado dramáticamente
L
a humanidad ha vivido varias transformaciones profundas que la han mo-
vido a modificar a fondo sus derroteros: la demográfica del Paleolítico
cambió la caza y la recolección por la agricultura; la del mundo greco-ro-
mano de la colonización y conquista permanente, le dio paso al mundo sereno y
autosuficiente del convento y el feudo medioevales; la del cosmos finito, creado
y ordenado jerárquicamente del medioevo, da paso a ese mundo infinito regido
por leyes homogéneas universales que dan cuenta de su propia naturaleza, en la
modernidad; y ahora puede decirse que ese mundo moderno de la ciencia clásica
empeñada en descubrir y describir sus propias leyes mediante la metodología
universal de la ciencia clásica analítica y experimental, y centrada económica-
mente en las «leyes universales e inmutables» del mercado, que hacen posible la
acumulación individual, debe dar paso al mundo de la posmodernidad que inten-
ta replantear la visión de las particularidades analíticas de la modernidad, lleván-
dolas hacia una unidad sistémica, compleja, autoorganizada, lejos del mundo de
las certezas y cuyo campo del conocimiento más representativo es la Ecología,
bien distante, en su estructura conceptual, del patrón de la ciencia clásica; esta
postmodernidad le pide a la economía replantear sus formas operativas para que
el desarrollo se desenvuelva dentro de límites ecológicos y permanezcan así via-
bles las dinámicas de la Biosfera. Hay que decirlo: de la tierra ha brotado la vida
y de ella depende; pero además, el hombre está integrado al conjunto de la bios-
fera y no es, no puede ser, una nueva especie independiente del resto de la vida.
1
J. Puig y J. Corominas. 1990. La ruta de la energía. Editorial Anthropos. Barcelona. P. 102.
2
Idem, p. 102.
3
K. Polanyi. 1997. La Gran Transformación (Crítica del liberalismo económico). Trad. por J. Varela y F.
Álvarez-Uria. Las ediciones de La Piqueta. Madrid. P. 209.
4
Idem, p. 212.
14 Economía ecológica
entre sus habitantes. Y en la medida en que este carácter se ha formado siguiendo
un principio totalmente desfavorable para la felicidad del individuo o el bienes-
tar general, producirá los más lamentables males y los más duraderos, a menos
que las leyes intervengan y confieran una dirección contraria a esta tendencia’”5.
Esta acertada advertencia premonitoria de Owen, tendrá sin embargo, unas me-
jores condiciones para que se exprese a plenitud, cuando la Economía Clásica
dé un paso más, que es presentado por los teóricos como de depuración cientí-
fica. Se adopta entonces, el modelo de la físico-matemática que permite llegar
al máximo nivel de cuantificación; el proceso productivo con las dificultades
que ofrece para una homogeneización cuantitativa (trabajo + materias primas),
es marginalizado y su sitio de honor es ocupado por la transacción que siempre
es realizada en dinero, de manera tal que ahora el mercado es el espacio donde
la propensión a consumir y a acumular se constituye en su dinámica intrínseca,
que es asistida, muy eficazmente además, por un vigoroso aparato financiero
llamado a proveer todo el circulante necesario. Se llega así al escenario de los
Neoclásicos, la «economía de mercado», que ya en el siglo XX tiene sus mani-
festaciones más destacadas en las guerras permanentes que sacuden a Occidente
e involucran a Oriente en tanto existen allí intereses económicos de gran impor-
tancia, pero que, en ningún momento se ocupa de la problemática ambiental que
viene acompañando el crecimiento de la economía, hasta hacerse tan visible en
la segunda mitad del siglo XX, que, parecen sobrepasar, o, al menos igualar a los
desajustes sociales que el mismo Marx y los Utopistas revelaron para la época
de la economía clásica.
5
Idem, p. 212.
6
J. S. Huxley. 1961. El individuo en el reino animal. Trad. Por J. Gómez P. Y T. Efrón. Editorial Pleamar.
Buenos Aires. P. 14.
7
A. Koyrè. 1977. Galileo y Platón. En “Estudios de historia del pensamiento científico”. Trad. por E. Pérez
y E. Burtos. Siglo XXI editores. México. P. 150.
8
W. S. Jevons. 1865. The coal question; an inquiry concerning the progress of the nation, and the probable
exhaustion of our coal-mines. MacMillan and Co. London. P. 150.
16 Economía ecológica
Puede agregarse algo más, la economía convencional se inscribió dentro de
los postulados de la ciencia clásica, la que tiene por objeto «conocer» la natura-
leza mediante detallados procesos de descomposición del todo en sus partes. En
este proceso analítico, las interacciones son inexistentes y se llega cuando más
a cálculos numéricos de correlación, regresión y multifactoriales, en los cuales,
bajo ninguna circunstancia pierden su identidad las partes objeto de los análisis
de relación.
9
S. Kauffman. 2003. Investigaciones. Trad. por L. E. De Juan. Tusquets editores. Barcelona.
W. I. Thompson. 1992. Gaia y la política de la vida (¿Un programa para los noventa?). En “Gaia. (impli-
10
caciones de la nueva biología)”. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos. Barcelona. P. 183.
18 Economía ecológica
demandas de la economía, -aunque debiera ser al contrario-, y que, más aún,
incorpora uno de sus elementos más importantes como fetiche, nos referimos
al dinero, pero como lo dice G. Bateson (1998)11, la sociedad elabora conscien-
temente sus políticas económicas, pero con muy poco conocimiento de su vida
biológica dentro de un entorno.
Hay que reconocer, sin embargo, que aunque hay el convencimiento entre
muchos investigadores y analistas de que están ocurriendo profundos cambios en
muchos ordenes, particularmente en la economía, la visión científica del mundo,
la demografía, la biología y la tecnología, no siempre estas transformaciones
apuntan a un cambio de la dirección actual sino más bien a una profundización
en la misma dirección.
11
G. Bateson. 1998. Efectos del propósito consciente sobre la adaptación humana. En “Pasos hacia una eco-
logía de la mente”. Trad. Por R. Alcalde. Ediciones Lohlé-Lumen. Buenos Aires.
12
Es conveniente señalar que el neoliberalismo como expresión política de la economía de libre mercado,
es, paradójicamente, un movimiento que desde el poder político normatiza la economía cuando se ven en
riesgo los grandes capitales, que son precisamente quienes, generalmente, dan soporte al poder.
13
E. L. Jones. 1997. Crecimiento recurrente (El cambio económico en la historia mundial). Trad. Por E. Ra-
basco y L. Toharia. Alianza editorial Madrid. P. 15.
14
Idem, p. 225.
Pero hay que tener sumo cuidado con la peligrosa idea de estos desarrollos
del conocimiento, que por paralelos se presentan siempre como lineales, y son
reforzados en esta tendencia por apoyos ideológicos que deforman u ocultan
discusiones muy importantes que subyacen a todo el desenvolvimiento concep-
tual científico.
Idem, p. 225.
15
20 Economía ecológica
impulso que, dados los desastres de la segunda guerra mundial, produjo avances
inmediatos formidables en el crecimiento económico, como manera de superar
esos desastres.
16
Opus cit., p. 476.
17
G. Bateson escribió este artículo como ponencia para la Conferencia Conmemorativa Wenner-Gren, reali-
zada en Austria en 1968, y la cual presidió.
18
Idem, p. 477.
Idem, p. 477.
19
J. M. Domenach. 1980. Crisis del desarrollo, crisis de la racionalidad. En “El mito del desarrollo”. Dirigido
20
22 Economía ecológica
las culturas, se propaga un modelo idéntico a través de todas las diferencias de
situación, de régimen, de cultura; y, salvo breves periodos, hombres idénticos
–planificadores, técnicos, industriales- proceden a valorar su país”.
Toda esta situación tiene entre otras manifestaciones una que es particu-
larmente relevante, en tanto el mito del «desarrollo» echa sombras sobre esa
peligrosa realidad y para el efecto lo apoda «sostenible», lo reviste de una gran
importancia económica y social y lo promociona como un marco de acción me-
diante el cual se protege el medioambiente sin perjudicar el desarrollo. Nos re-
ferimos a la forma de relacionar las grandes tragedias súbitas, el daño silencioso
de las transformaciones ambientales de pequeños niveles pero persistentes y los
grandes intereses militares, políticos y económicos. Tal es el caso de los plaguici-
das y la radiación atómica. La gran tragedia de Chiquinquirá el 25 de noviembre
de 1967, cuando murieron cerca de 100 personas entre adultos y niños por comer
pan fabricado con harina que había sido contaminada accidentalmente con Pa-
ration (pesticida agrícola organofosforado) durante el transporte, solo promovió
acciones de “más cuidado durante el transporte de pesticidas”; 17 años más tarde
ocurriría la mayor tragedia industrial del mundo, esta vez en la producción de
pesticidas agrícolas, en Bhopal (India) cuando murieron inmediatamente alre-
dedor de 3.700 personas en la fábrica y sus inmediaciones y quedaron enfermas
más de 300.000, al escapar de un tanque 36 toneladas métricas de isocianato de
metilo para la producción de pesticidas a base de carbamatos. Estas tragedias
que ocurrieron en países pobres del sur, han motivado la configuración de algún
número de normas cuya vigencia se bloquea políticamente por los países pro-
ductores: Convenio de Basilea, de 1989, sobre el control de movimientos trans-
fronterizos de desechos peligrosos y su eliminación; Protocolo de Montreal, de
1987, sobre sustancias agotadoras de la capa de ozono; Código de conducta de
la FAO, del 2001, sobre distribución y utilización de plaguicidas; Convenio de
Rótterdam, de 1998, sobre el procedimiento de consentimiento previo para pla-
guicidas y productos químicos peligrosos; Convención de Estocolmo, del 2001,
sobre contaminantes orgánicos persistentes; etc., y mientras tanto la muerte y
la enfermedad dilatada en el tiempo en gran escala, pero perceptible sólo en
los grandes agregados nacionales, regionales o mundiales, sigue presentándose:
cáncer, mutagénesis, desarreglos endocrinos, desarreglos nerviosos, etc. Es bien
conocido ahora el caso de “la tragedia silenciosa en las plantaciones de tabaco”
por el incremento de los suicidios en Venancio Aires, una pequeña localidad del
Estado de Río Grande del Sur en México donde hay un promedio siete (7) veces
superior al promedio nacional de 3 por cada 100.000 habitantes. Esta altísima
rata de suicidios se le atribuye al elevado uso de pesticidas organofosforados
21
M. Macan-Markar. 2000. Una tragedia silenciosa en las plantaciones de tabaco. WWW. Tierramérica.
22
M. Moore. 2002. Hidden dimensions of damage. (Pesticides and Health). E.n “Fatal Harvest (The tragedy
of industrial agricultura). Edited by A. Kimbrell. Island Press. Washington. P. 256.
23
K. Shrader-Frechette. 1998. First things first: balancing scientific and ethical values in environmental sci-
ence. Annals of the association of American Geographers. Vol., 88 (2): 287-289.
24
C. N. Martin. 1957. El átomo (Dueño del mundo). Trad. por T. De Dibon Chanel. Editorial Cartago. Buenos
Aires. P. 92.
25
G. Tyler Miller. 2004. Ecología y medio ambiente. Trad. por I. De León R. Yy V. Gonzálea V. Grupo
Editorial Iberoamérica. México. PP. 542-544.
24 Economía ecológica
precauciones. De nuevo Shrader-Frechette (2002)26 nos alerta sobre la manera
inestable e insegura con la que se han manejado los desechos nucleares en Es-
tados Unidos, y en general en el mundo entero. Los debates en el Congreso
han revelado repetidamente por medio siglo, que es una política caracterizada
por el secreto, la decepción y la violación flagrante de las leyes ambientales.
De otro lado, la autorizada afirmación de E. Tiezzi (1990)27 es muy reveladora:
“la población que vive en la zona de una central nuclear (distancia de 50 a 100
km) está expuesta a pequeñas dosis de radiación y a los átomos radioactivos
errantes. Las pequeñas dosis fraccionadas en el tiempo resultan, para los fines
del cáncer, más peligrosas que la suma de tales dosis suministradas de una sola
vez”. Se entiende sin embargo que este tipo de problemas son menores para los
grandes intereses de poder económico y militar, no importa la solidez de los
datos. Los daños ambientales, aún los que tienen el carácter de catastróficos
por la gran cantidad de muertes de forma inmediata, pueden ser manipulados
por la actual forma de «política democrática» que se supone busca el bien de la
sociedad, para favorecer los intereses económicos de las grandes corporaciones
transnacionales, los intereses de poder militar de los Estados y, a nivel interno
de los países pobres, el interés económico de los potentados.
26
K. Shrader-Frechette. 2002. Environmental Justice (Creating equality, Reclaiming Democracy). Oxford.
University Press. Pp. 87-88.
27
E. Tiezzi. 1990. Tiempos históricos, tiempos biológicos. Trad. por I. Rosas A. Fondo de cultura económica.
México. P. 162.
Pero hay que insistir en que es necesario replantear las expresiones cul-
turales del hombre actual, sobre todo aquellas derivadas de los efectos de los
comportamientos económicos que han generado unos grandes desequilibrios
que están afectando la supervivencia como consecuencia de un problema de los
equilibrios en la fluctuación. La supervivencia de la economía depende de los
equilibrios entre la oferta y la demanda, capital y trabajo, innovación y obsoles-
cencia, pero la búsqueda desesperada de esta supervivencia, o mejor diríase de
acrecentamiento de la acumulación individual, ha provocado efectos a distintos
niveles que conducen a problemas en el bienestar individual y en el social.
26 Economía ecológica
La economía no es simplemente un fenómeno social, sino que es también
material y energético, en cuanto tiene que ver con la incorporación de elementos
del entorno para los procesos de producción, distribución y consumo que a su
turno generan desechos que van a ese mismo entorno. Ambos fenómenos –trans-
formación de materia y energía importadas desde el entorno, y liberación de
desechos a ese entorno – han provocado profundos desequilibrios en la dinámica
espontánea de esa parte del entorno que es la biosfera.
28
C. Loring Brace. 1973. Los estadios de la evolución humana. Trad. Por J. E. Cirlot. Editorial Labor. Bar-
celona. P. 61.
29
Opus cit, p. 477.
30
El concepto de crisis en este contexto, hace relación a transformaciones en las interacciones internas al
sistema social y de éste con el entorno biofísico, de tal manera que se restablezca la sostenibilidad de aquel,
esto es, que se restablezca el acoplamiento estructural entre sistema social y entorno biofísico.
31
P. Wagner. 1997. Sociología de la modernidad (Libertad y disciplina). Trad. por M. Villanueva. Editorial
Herder. Barcelona. P. 75.
28 Economía ecológica
En este sentido, se trata de generar transformaciones en instituciones y
prácticas sociales para que se produzcan acciones políticas que modifiquen las
relaciones hombre/naturaleza, de forma tal que se alivie la sobrecarga de los
ecociclos. Si es cierto, como se ha señalado anteriormente, que esta sobrecarga
es producto de la dinámica propia de la Economía Convencional y esta diná-
mica es un elemento fundamental en el ordenamiento de la sociedad y la forma
de vida cotidiana de los seres humanos, las transformaciones sociales que se
derivarían de la crisis, deben expresarse también en transformaciones a este
nivel. Estamos pues en el punto de una transformación que debe superar tanto
lo puramente social, como lo puramente ecológico, es decir se trata de una
transformación socioecológica.
Por ser una plataforma para el desarrollo de una política debe ésta estar
orientada para que las formas y condiciones de producción y la transacción de
los bienes y servicios económicos, apunten a mantener una sana relación entre
el hombre y el resto de la naturaleza, lo cual implica reformular los modelos
macro y microeconómicos y las formas técnicas de producción, así como aban-
donar al mercado como regulador de la dinámica económica y a la acumulación
como el motor de esa dinámica y, en su lugar instaurar el reconocimiento de la
existencia de un “Punto Umbral”, siguiendo la expresión de M. Max Neef, más
allá del cual sobreviene el malestar humano en lugar del bienestar como conse-
cuencia de la sobrecarga sobre los ecociclos. Obsérvese cómo en este punto se
hace necesario abandonar el individualismo para dar paso a la sociedad en su
conjunto y al interés individual por la acumulación, procurando así una sana
relación hombre/naturaleza.
30 Economía ecológica
J. Lovelock (2000)32 podríamos tener mucho tiempo por delante de nosotros y
nuestra especie podría sobrevivir dentro de su «tiempo asignado»”.
¿La iluminación de esa noesis debe partir de la política gaiana, del ecode-
sarrollo, del desarrollo sostenible, de la ecología profunda, del agrodesarrollo,
de la ecoética global, de un sincretismo entre todas o varias, o de una posición
básica completamente nueva? Esa es la pregunta que pretende resolver la pre-
sente investigación.
Se irán examinando las líneas maestras de cada una de las principales po-
siciones políticas conocidas, atinentes al medio ambiente en la búsqueda de sus
J. Lovelock. 2000. Las edades de Gaia (Una biografía de nuestro planeta vivo). Trad. por J. Grimalt. Tus-
32
32 Economía ecológica
LA POLÍTICA
2. DE LA ECOLOGÍA
PROFUNDA
“La aceptación de la idea de que
los humanos no son la única parte
de valor de la naturaleza, es la
fuente donde se percibe que fluye
la Ecología Profunda”.
A. McLaughin.
G.
Sessions, 199533, escribe que: “El movimiento de Ecología Profunda
de Largo Alcance surgió más o menos espontánea e informalmente
como un movimiento filosófico y político/social científico durante la
llamada Revolución Ecológica de los 1960’s. Su preocupación principal ha sido
lograr una transformación del paradigma mayor – un cambio en la percepción,
valores y estilos de vida – como base para redireccionar el patrón ecológica-
mente destructivo de las modernas sociedades de crecimiento industrial. Desde
los 1960’s, el movimiento de Ecología Profunda de Largo Alcance, se ha ca-
racterizado filosóficamente por un desplazamiento desde el antropocentrismo al
ecocentrismo y por un activismo ambiental”.
G. Sessions. 1995. Preface. In “Deep ecology for the 21st. century”. Edited by G. Sessions. Shambhala.
33
Boston. P. ix.
En esta declaración hay por lo menos dos elementos que caracterizan esta
importante postura con respecto a la crisis ambiental. En primer lugar el llamado a
superar una simple actitud conservacionista, que por ser contemplativa no mueve
a la acción política, es decir, a enfrentar los centros de poder; y en segundo lugar,
la superación del marco puramente estatal, para inscribirse dentro de un marco
global, lo que reconoce entonces, la naturaleza planetaria de la crisis ambiental.
Este aspecto es particularmente importante porque no se trata de considerar sola-
mente a las políticas y acciones a favor del medio ambiente como planetarias en
su alcance, sino que además, gran cantidad de problemas ambientales concretos
superan las barreras estatales y cubren grandes espacios de la Tierra a través del
aire, el agua y las redes tróficas, algo que ya R. Carson35 desde el inicio de la
década de los 1960’s había demostrado al encontrar DDT en los osos polares del
Ártico, una región, por supuesto sin agricultura ninguna, cuando su uso estaba
confinado casi exclusivamente a los cultivos del sur de Estados Unidos.
Idem, p. Xi.
34
36 Economía ecológica
Esta posición sólo es entendible desde el marco de una perspectiva que
reconozca a la ecología como un fenómeno que abarca toda la biosfera y que
incluya al hombre como un organismo inmerso en esa dinámica sin ninguna po-
sibilidad de dominación que le de ventajas sobre los otros seres vivos.
Es deducible además, desde esta visión, que la sola posición científica y tec-
nológica resulta completamente insuficiente y que es necesario superar la simple
racionalidad y la confianza en la autoridad a partir del convencimiento propio
para promover actividades ambientales.
En este sentido T. Berry, 199536 señala que “para ser viable la comunidad
humana tiene que moverse desde sus normas antropocéntricas actuales a normas
geocéntricas de realidad y valor. Dentro del sistema solar, la tierra es el contexto
inmediato de la existencia humana”.
36
T. Berry. 1995. The viable human. In “Deep ecology for the 21st. century. Edited by G. Sessions. Shamb-
hala. Boston. P. 8.
37
G. Sessions. 1995. Introduction- Part tour. In “Deep Ecology for the 21st. century”..... p. 265.
38
P. Shepard. 1995. Ecology and man- A view point. In “Deep Ecology for the 21st century… p. 131.
39
F. Capra. 1995. Deep Ecology. A new paradigm. In “Deep Ecologgy for the 21st. century”… p. 20.
40
A. Naess. 1995. Deep ecology and lifestyle. In “Deep ecology for the 21st. century”…. P. 261.
41
G. Sessions. 1995. Ecocentrism and the anthropocentric detour. In “Deep ecology for the 21st. century”….
P. 174.
38 Economía ecológica
llamó ‘una explosión popular verdaderamente asombrosa’”. La envergadura de
estas marchas y el gran fervor despertado por ellas, creó una verdadera ola de
interés juvenil por la defensa de la tierra que impulsó en forma definitiva el eco-
centrismo como referente superior al antropocentrismo para enfrentar la crisis
ambiental. Ese primer día de la tierra estuvo precedido por la formación del
grupo “Amigos de la Tierra”, una organización que se propuso publicar el libro
“Manual Ambiental”, editado por Garret DeBell con un mes de anticipación a
ese primer Día de la Tierra. También P. Ehrlich y B. Commoner realizaron gran
cantidad de conferencias acerca de la sobrepoblación y el medioambiente en Co-
legios y Universidades tratando de ambientar la movilización para ese día.
Idem, p. 176.
42
A. McLaughlin. 1995. The Heart of Deep Ecology. In “Deep Ecology for the 21st. century”…. P. 86.
43
6. Deben cambiarse entonces las políticas. Éstas afectan las bases económicas,
las tecnológicas y las estructuras ideológicas. El estado resultante de los
negocios será profundamente diferente al actual.
8. Aquellos que suscriban los puntos enunciados tienen una obligación directa
o indirecta de tratar de implementar los cambios necesarios.
A. McLaughlin. 1995. The Heart of Deep Ecology. In “Deep ecology for the 21st. century”…. P. 86.
44
Idem, p. 89.
45
40 Economía ecológica
Hay que destacar también en esta plataforma, la característica inequívoca-
mente política con la que los autores la concibieron, apoyándose eso sí, muy soli-
damente, en elementos científicos, y que los lleva, en el último punto a demandar
el compromiso de acción social que adquieren todos aquellos que suscriban ese
ideario. Pero seguramente uno de los más importantes refuerzos, que ha venido
desde la comunidad científica, diríase que de manera un poco inesperada puesto
que su militancia respecto a lo ambiental estaba muy activa en un frente casi
displicente con el ideario político de Naess y sus seguidores. Hablamos de J.
Lovelock46, quien en 2006, se declara seguidor de las posiciones políticas de la
Ecología Profunda. Escribe entonces: “Sabía que nuestra autorreguladora Tierra
había evolucionado favoreciendo a las especies que dejaban un mejor entorno
para su progenie y eliminando las que destruían su hábitat, pero no me di cuenta
de que habíamos sido destructivos hasta tal punto que habíamos dañado tan gra-
vemente la Tierra que ahora Gaia nos amenaza con la pena capital: la extinción”.
Sea punto para anotar que de todas maneras y en contra de la Ecología Profunda,
Lovelock sigue considerando que la salida energética a la problemática ambien-
tal es la energía nuclear, lo que le ha traído desavenencias con varios de sus
amigos intelectuales.
No cabe duda de que muchos se han suscrito a esta plataforma y han inten-
tado formas de acción en la búsqueda de la transformación de la dinámica eco-
nómica dominante y aun de los estilos de vida, sin embargo la crisis ambiental se
ahonda año a año y se registra ese ahondamiento en la institucionalidad mundial,
sin que se adopten las propuestas descritas, sustentadas y difundidas. Es segu-
ro que las grandes preocupaciones de la alta institucionalidad política nacional
e internacional son de otro tipo, como la política armamentista, la irrigación
de los excedentes monetarios del norte hacia el sur para mantener o mejorar la
rentabilidad de los capitales de los conglomerados económicos, etc. Reciente-
mente, dentro de esta dinámica han aparecido algunas formas de actividad po-
lítica saludadas con gran beneplácito por F. Capra, uno de los ideólogos de la
Ecología Profunda. Este autor señala que un fenómeno de tanto alcance y de
tan rápida difusión como la globalización económica “ha sido diseñada y puede
ser rediseñada”47. Indica cómo el «mercado global» es una red de máquinas que
operan a la manera de un autómata programado y los programas que determinan
46
J. Lovelock. 2007. La venganza de la Tierra. (La teoría Gaia y el futuro de la humanidad). Trad. por M.
García P. Editorial Planeta Chilena. Santiago. P. 212.
47
F. Capra. 2003. Las conexiones ocultas (Implicaciones sociales, medioambientales, económicas y biológi-
cas de una nueva visión del mundo). Trad. por D. Sempau. Editorial Anagrama. Barcelona. P. 269.
Todas las normas establecidas para esta forma de capitalismo global “son
impuestas con firmeza y activamente promovidas por tres instituciones financie-
ras cuya actividad tiene ámbito mundial: el Banco Mundial (BM), el Fondo Mo-
netarios Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC)”49,
y deben, por supuesto, mantener ese principio fundacional del capitalismo cual
es la ganancia que alimenta la acumulación. No se puede negar que existe una
gran cantidad de movimientos comunitarios de base que reclaman la necesidad
de rediseñar toda esta política económica que ha producido mucho desarrollo,
mucho progreso, pero principalmente pobreza, hambre y miseria.
Capra identifica este movimiento con una gran consciencia de los valores
de la dignidad humana y de la sostenibilidad ecológica que fundamenta una éti-
ca para la remodelación de la globalización y que atrajo una amplia coalición
global de las ONG’s que se han incrementado año a año. “El 30 de noviembre
de 1999 unas cincuenta mil personas pertenecientes a más de setecientas or-
ganizaciones, tomaron parte en una manifestación muy bien coordinada, apa-
sionada y prácticamente no violenta, que cambiaría para siempre el escenario
político de la globalización”50. Este grupo lo ha denominado el mismo Capra
“La coalición de Seattle”, y le atribuye la característica de ser una nueva clase
de movimiento político, hijo legítimo de la informática, de gran efectividad e
independiente por completo de las ataduras de la institucionalidad nacional o
internacional tradicionales.
48
Idem, p. 269.
49
Idem, 271.
50
Idem, p. 275.
42 Economía ecológica
Más allá de la protestas de un buen número de ONG’s, la actividad política
en red tuvo una primera cristalización en su oposición al Acuerdo Multilateral
sobre Inversiones, (AMI), que fue negociado por la Organización para la Co-
operación y el Desarrollo Económico (OCDE) con el objeto de crear una nor-
matividad para la protección de las inversiones extranjeras, con énfasis, natural-
mente, en los países en desarrollo. Este acuerdo fue negociado en principio, por
más de dos años a puerta cerrada por los gobiernos participantes en la OCDE,
pero su primer borrador llegó a manos de varias ONG’s a través de la red, y se
fue levantando una fuerte oposición que produjo, antes de que se completara su
discusión y dos años antes de la Coalición de Seattle, que se abandonara por
completo la negociación.
Estaba claro que había nacido una “nueva sociedad civil global” represen-
tada por ONG’s con gran capacidad para cuestionar las políticas de la globali-
zación institucionalizada. Otra expresión de esta “sociedad civil global” es el
Grupo de Estudio de Alternativas (GEA) constituido antes del evento de Seattle
por las principales ONG’s de la Coalición, con el objetivo de plantear los ele-
mentos que hicieran posible un modelo alternativo a la globalización económica
en marcha.
Este grupo, nos dice Capra, 200351, se puso bajo el liderazgo del Foro Inter-
nacional sobre la Globalización (FIG) y publicó un informe sobre sus análisis a
partir de comentarios, sugerencias, propuestas, críticas de distintas fuentes de in-
telectuales y militantes de todo el planeta. El informe “contrasta valores y princi-
pios de organización del Consenso de Washington con un conjunto de principios
y valores alternativos, que incluyen la sustitución de los gobiernos al servicio de
las corporaciones por otros que sirvan a la ciudadanía y a las comunidades, la
creación de nuevas normas y estructuras que privilegien lo local y se atengan al
principio de subsidiariedad («Siempre que el poder pueda residir a nivel local,
residirá en ese nivel »), el respeto a la diversidad y a la integridad culturales, un
fuerte énfasis en la seguridad alimentaria (el derecho a los alimentos sanos y
seguros) y diversas cuestiones primordiales relacionadas con los derechos huma-
nos, sociales, laborales y otros”52.
Idem, p. 285.
51
Idem, p. 285.
52
J. Riechmann. 2004. Cultivos y alimentos transgénicos: una guía crítica. Ediciones Pensamiento Crítico.
53
Bogotá. P. 59.
44 Economía ecológica
proteger la bioseguridad; sin embargo el peso de las grandes transnacionales evitó
avanzar de manera importante sobre tal Protocolo, e inclusive, el mismo Conve-
nio sobre Biodiversidad de 1992, no ha sido firmado aún por Estados Unidos.
Fue así como el llamado “Grupo de Miami” que reúne a los países exportadores
de transgénicos (Estados Unidos, Canadá, Argentina, Uruguay, Chile y Australia)
hizo uso del derecho de veto a la posición común de los 132 países restantes.
Los gobiernos europeos desde 1998 y 1999, a raíz del escándalo del silen-
ciamiento del científico investigador Arpad Pustazi, quien denunció los efectos
dañinos de la alimentación con papa transgénica en ratas, puso a la comunidad
en alerta y al gobierno británico en dificultades para defender el negocio de las
transnacionales. De ahí en adelante los boicots y manifestaciones se regaron
por toda Europa e inclusive llegaron a la India y, mediante agitación popular,
acciones directamente sobre los cultivos de transgénicos y cartas enviadas por
organizaciones de base, lograron moratorias en muchos países, sobre todo de
Europa. Son sobresalientes las reacciones de los cultivadores pobres de algodón
en la India quienes han lanzado una “Campaña de Incineración de Monsanto”
mediante la cual queman los campos de cultivo de algodón GM; en Gran Breta-
ña el grupo Genetix Snowball ha adoptado la táctica no violenta de rociar tintes
indelebles sobre las cosechas de algodón GM. También en algunas ciudades en-
tran grupos de activistas a los supermercados y luego salen con gran cantidad de
comestibles GM, diciendo que son productos contaminados (Organise, 1999)54.
Cuenta Capra, 200355, que la Comisión Europea declaró obligatorio el etiquetado
de alimentos GM (genéticamente modificados), al igual que Japón, Corea del
Sur, Australia y México. Pero además, en enero de 2000, ciento treinta países
firmaron en Montreal, la oposición a la pretensión de Estados Unidos de oponer-
se al derecho de cualquier país a prohibir la entrada en su territorio de cualquier
forma de vida genéticamente modificada.
Pero la movilización obtuvo aun otros logros mediante los cuales muchos
industrializadores de alimentos, restaurantes y fabricantes de bebidas declararon
públicamente que eliminarían cualquier componente de OMG en sus productos.
54
Organise!. 1999. N° 51. Spring/Summer. London. P. 9.
55
Opus cit., pp. 288-289.
56
Idem, p. 290.
A. Naess. 1995. Politics and the ecological crisis (An introductory note). In Deep ecology for the 21st. cen-
58
tury……. P. 451.
46 Economía ecológica
en lo ecológico; pero en los países pobres, sin descuidar este aspecto que es fun-
damental, no puede olvidarse que “la principal fuerza orientadora del movimiento
de Ecología Profunda, comparado con los restantes movimientos ambientales, es
el de la identificación y solidaridad con el conjunto de la vida. La humana es la
más cercana, en términos de identificación con el conjunto de la vida: los partidos
Verdes deben incluir planes políticos de participación en la lucha contra el ham-
bre mundial y la dignidad humana básica”59. Insiste además, en la importancia
de contribuir a la crisis ambiental pero mediante un activismo no violento; de
ahí que se considere que uno de los desarrollos políticos concretos por los que se
debe luchar en la actividad política, sea la de transferir los recursos militares para
tareas ambientales.
59
Idem, p. 452.
60
Pensamiento Político Verde (una nueva ideología para el siglo XXI). Trad. por J P. Tosaus. Ediciones
Paidós Ibérica. Barcelona. P. 97.
61
Idem, p. 98.
E
l concepto de Ecodesarrollo surgió como un programa político. En efecto,
esta denominación a una forma de acción social que dinamizara a un tipo
de producción económica realizada bajo ciertas condiciones, se le atribu-
ye inicialmente a Maurice Strong, cuando se posesionó como primer director del
Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (PNUMA) (1973), cuando la crisis ambiental tenía pleno reconoci-
miento en la alta institucionalidad de la política mundial, y ya se había producido
el Informe del Club de Roma sobre Los Límites del Crecimiento.
Esto implica una necesaria revisión de los estilos de vida y los patrones de
consumo. En esta perspectiva se considera que se debe promover un desarrollo
autónomo y endógeno que se oriente a la satisfacción de las necesidades básicas,
pero siendo ambientalmente sano.
62
J. Tinbergen. 1977. (Coordinador). Reestructuración del Orden Internacional. (Informe al Club de Roma).
Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México. P. 247.
63
Idem, p. 248.
52 Economía ecológica
sentido niega el dilema implícito en el Informe Los Límites del Crecimiento,
de «crecimiento vs medioambiente». En otras palabras parte del axioma de la
importancia del «Desarrollo Económico».
Esta visión inicial del problema pudo ser reafirmada por la ocurrencia de
un acontecimiento que reforzaría lo que parecía ser la fortaleza del discurso del
Ecodesarrollo. Se trata de la crisis del Sahel64; región africana al sur del Sahara,
milenariamente pastoril, que en razón del programa de descolonización salido
de la ONU, empeño a los países europeos que habían sido sus colonizadores, en
sacarla del subdesarrollo propio de la condición de colonias, mediante la intro-
ducción de la Revolución Verde para revertir su condición de pueblos atrasados.
Se partió del axioma económico neoliberal que señala que la vinculación al mer-
cado internacional de las economías subdesarrolladas es un paso fundamental
para acceder al desarrollo. En el caso del Sahel se estableció desde los inicios de
los 1960’s aproximadamente, un ambicioso programa de producción de alta tec-
nología de materias primas agrícolas para la agroindustria europea: maní, soya,
sorgo, etc. Se construyeron sistemas de riego, se hizo adecuación del suelo, se
importaron semillas y agroquímicos y se llevó al mínimo la antiquísima forma de
pastoreo trashumante que seguía el rebrote de los pastos a tono con los ritmos del
clima. El profundo cambio en el ecosistema transformó la tradicional regularidad
climática y a partir de 1968 se empezaron a percibir profundos cambios ambien-
tales, una de cuyas manifestaciones más notables fue una sequía recurrente cada
vez más fuerte que, en 1972 alcanzó su mayor magnitud y produjo una hambruna
que llevó a la muerte de unas 100.000 personas y puso en condiciones de grave
subnutrición, apenas aligerada por las ayudas alimentarias procedentes de los
Sahel = borde, en árabe. Región compuesta por los ocho países ubicados en el límite sur del desierto del
64
65
N. Wade. 1974. Sahelian drought: no victory for Western aid. Science, 185: 234-237.
66
J. M. Naredo. 1997. Sobre el origen, el uso y el contenido del término sostenible. Documentos “La cons-
trucción de la ciudad sostenible”. http://habitat.aq.upm.es/cs/p2/a004.html. P. 2.
67
I. Sachs. 1977. El ambiente humano. Anexo 8. En “Reestructuración del orden internacional”. Coordinado
por J. Tinbergen. Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México. P.449.
68
I. Sachs. 1984. Las estrategias del ecodesarrollo. Revista Ceres, N° 100 (vol 17, N| 4), p. 20.
54 Economía ecológica
piezas claves del mismo, trátese de una explotación campesina o de un moderno
complejo agroindustrial”69.
En este orden de ideas se puede lograr una caracterización general del Eco-
desarrollo desde tres enunciados propuestos por Sachs70:
a) Sus objetivos sociales, intentando realizar «una civilización del ser basada
en el respeto equitativo del tener»;
Idem, p. 20.
69
Idem, p. 18.
70
56 Economía ecológica
POLÍTICAS EN
4. AGRODESARROLLO
La globalización conduce a la homogeneización,
y la naturaleza viva es, por esencia heterogénea,
entonces no permitamos que se globalice
la agricultura.
E
l concepto de agrario, tal como se entiende en este texto, hace relación a
la producción del campo, como distinto de la ciudad (latín: agrarius; de
ager, agri = campo) según la entendieron los romanos, esto es, la produc-
ción agraria es la explotación de las especies vivas ya sean cultivadas o silvestres,
domésticas o salvajes, en el espacio no urbano. Esto permite reconocer que más
allá de la explotación agronómica, zootécnica y silvocultural, existe una amplia
explotación boscosa, de caza, pesca y recolección. La economía convencional
distingue sin embargo, entre agricultores de subsistencia, ya sea en explotación
agronómica, zootécnica o mixta, con el objetivo de desarrollar una economía
familiar que no busca la acumulación; agricultura comercial, cuando el fin es la
acumulación económica a través de la inserción al mercado; y la explotación ex-
tractiva, aquella que usufructúa la producción espontánea de la naturaleza, que,
en términos ecológicos, se denomina producción primaria neta.
J. B. Say. 1836. Tratado de Economía Política. Trad por M. Mª Gutiérrez. En Casa de Lecointe, librero. 49,
71
Pero pocos años después de estas interesantes afirmaciones sobre las nuevas
orientaciones del aparato económico productivo, y cuando precisamente surge la
escuela neoclásica de la economía que pone el determinante del valor en la tran-
sacción y no en el trabajo del asalariado, aparece la primera gran preocupación
conocida sobre el papel fundamental de la agricultura en la elevación de la cali-
dad de la energía solar en términos estrictamente físicos, es decir, como disminu-
ción de la entropía, y sus efectos sobre el trabajo del ser humano y de los anima-
les, en la perspectiva de la actividad biológica. Este trabajo pionero es el de S. A.
Podolinsky y fue publicado en 1880, bajo el título: “El trabajo del Ser Humano
y su Relación con la Distribución de la Energía”. Muestra este autor ucraniano
cómo el trabajo no puede entenderse sino como la acción biológica positiva que
lleva la energía inferior, - energía que se dispersa sin realizar trabajo mecánico
orientado a llenar las necesidades del hombre-, a energía superior: “El trabajo
72
A. Smith. 1958. Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. Trad. por G. Franco.
Fondo de Cultura Económica. México. P. 7.
73
Idem, p. 10
74
W. S. Jevons. 1865. The coal question; an inquiry concerning the progress of the nation, and the probable
exhaustion of our coal-mines. MacMillan and Co. London. P. 150.
75
Idem, p. 171.
60 Economía ecológica
es una utilización de trabajo mecánico y psíquico acumulado en el organismo
que tiene como resultado el aumento de la cantidad de energía disponible en la
superficie de la tierra”76, o dicho de forma más específica con relación al trabajo
del hombre: “La productividad [energética] del trabajo del ser humano aumenta
de forma considerable con la utilización de dicho trabajo para transformar las
formas inferiores de la energía en formas superiores, por ejemplo, con la domes-
ticación de los animales de carga, la construcción de máquinas, etcétera”77.
76
S. A. Podolinsky. 1995. El trabajo del ser humano y su relación con la distribución de la energía. En “Los
principios de la Economía Ecológica”. (Textos de: P. Geddes, S. A. Podolinsky y F. Soddy). Compilación
de J. Martínez-Alier. Trad. por M. Estapé. Fundación Argentaria-Visor. Madrid. P. 91.
77
Idem, p. 141.
78
Idem, p. 97.
79
Idem, p. 97-98.
80
Idem, p. 97.
Este difícil balance entre una producción obsoleta indispensable, pero eco-
nómicamente inferior en términos de sus rendimientos referidos a la eficiencia
del capital; y la producción industrial, se resolvió en el Reino Unido en tiempos
de Jevons mediante dos expedientes: desde el interior, por la sustitución parcial
de la mano de obra por el caballo y la máquina de vapor; y desde el exterior,
estimulando la producción agrícola en las colonias que se convirtieron entonces
en proveedoras de alimentos y materias primas para la industria (lana, algodón,
fibras vegetales, etc.).
62 Economía ecológica
pueden trabajar en forma simultánea, aisladas en gran medida de las dinámicas
propias de la biosfera. Se trataba de aplicar el «modo industrial» de producción
a los seres vivos de importancia económica. Esta transformación tuvo por conse-
cuencia, importantes efectos negativos en el orden económico internacional y en
la dinámica propia de la biosfera.
83
R. Ewell. 1966. Population Outlook in developing countries. In “The role of animal agriculture in meeting
world food needs”. Proceeding, 15th. Annual meeting and minutes of the business sessions. Agricultural
Research Institute. National Academy of Science. Washington, D. C. p. 3.
84
Idem, p. 14.
85
N. Leon, et al., 2003. Globalización, dependencia tecnológica y agroindustrial. En “Seminario Internacio-
nal: Globalización y seguridad alimentaria”. Bogotá.
Efecto Notario, término acuñado por Carpintero, Echeverría y Naredo para designar la valorización que por
86
unidad de costo físico se va generando en los procesos de producción a medida que se acercan las etapas
finales de comercialización y venta. En tales condiciones, entre menos valor agregado tengan los productos
agrarios, menor será su valorización. En O. Carpintero, S. Echeverría y J. M. Naredo. 1999. Flujos fijos y
valorización monetaria en el comercio mundial: el “efecto notario” en el reparto de los frutos del comercio
a nivel internacional. En “Desarrollo Económico y Deterioro ecológico”. Fundación Argentaria-Visor. Ma-
drid. Pp. 325-377.
64 Economía ecológica
orden económico internacional, crea mayores dependencias a los países pobres
que son forzados, mediante expedientes que pasan por el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional, a producir materias primas para la produc-
ción de agrobiocombustibles. De esta manera el mérito, muy discutible por lo
demás, de producir combustibles renovables que sustituyan, por lo menos par-
cialmente, los no renovables, resulta ser una característica muy engañosa, pero
que es promovida actualmente por la alta institucionalidad política mundial, o
por los países desarrollados a través de sus agencias financieras.
87
Así se denomina en el documento de la FAO a la energía generada por los biocombustibles y no incluye el
trabajo humano ni el animal. Es interesante llamar la atención que de esta manera equivocada se quieren
distinguir los biocombustibles actuales de los combustibles fósiles, que también son de origen biológico.
88
FAO. 2000. The energy and agricultural Nexus. Environmental and natural resources. Working paper N° 4.
Roma. 92 pp.
89
Idem, p. 15.
90
D. A. Pfeiffer. 2003. Comiendo combustibles fósiles. The wilderness publications. 6 pp.
91
D. Pimentel, et al., 1973. Food production and energy crisis. Science, Vol., 182:443-448.
92
FAO. 1976. El estado mundial de la agricultura y la alimentación: Energía y Agricultura”. Roma.
Pp.81-111.
93
G. Leach. 1976. Energía y producción de alimentos. Trad. por T. Montes y M. A. García. IPC science and
technology Press. Madrid. 150 pp.
94
G. Leach. 1980. Energy futures: appropriate scales. Schumacher UK Bristol Lectures. December. Bristol. 11 pp.
Idem, p. 59.
95
Idem, p. 59.
96
66 Economía ecológica
del acceso a energías modernas para que las poblaciones rurales alivien su po-
breza y proyectos orientados a reducir los impactos en la salud del uso de com-
bustibles tradicionales.
Múltiples firmas institucionales e individuales. 2004. La Fao declara la guerra a los agricultores, no al
97
hambre. (Carta abierta a Mr. Jacques Diouf, Director General de la FAO). 16 de junio de 2004. http://www.
grain.org/front-files/fao-open-letter-june-2004-final-es.pdf. 3 pp-
L
a tragedia en que se constituyó la segunda guerra mundial del siglo XX,
produjo en muchos inseguridad, frustración y desesperanza, y esta situa-
ción “sólo puede transformarse si halla una nueva base, una nueva sus-
tancia para su creencia en si misma. La nueva base tiene que ser social”, escribió
J. Huxley en 194298 en el sótano refugio del Zoo de Londres, mientras afuera
explotaban las bombas lanzadas desde los aviones, y contra éstos disparaban
los cañones antiaéreos en su afán de controlar a sus «enemigos». Su propuesta
para recuperar la esperanza que se diluía, era clara y radical: “la tarea vital por
excelencia de la época presente consiste en formular una base social para la civi-
lización, destronar los ideales económicos y sustituirlos por ideales humanos”.
J. Huxley. 1953. El hombre está sólo. Trad. por C. A. Jordana. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. P. 9.
98
P. T. de Chardin. 1954. La aparición del hombre. Trad. por C. Castro. Taurus ediciones. Madrid. P. 346.
99
100
A. Dobson. 1997. Pensamiento político verde (una nueva ideología para el siglo XXI). Trad. por J. P. To-
saus. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. P. 29.
101
R. F. Ardo. 1939. An essay in dynamic theory. Economic Journal, 49: 14-33.
102
E. Domar. 1946. Capital expansion, rate of growth and employment. Econometrics, 14: 137-147.
103
UNCTAD = Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo que constituyó después, una
agencia especializada GATT que fue sustituido posteriormente por la Organización Mundial del Comercio
(OMC).
104
I. Sachs. 1977. El ambiente humano (anexo 8). En “Reestructuración del orden internacional” (Informe al
Club de Roma). J. Tinbergen, Coordinador. Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México.
Pp. 448-466.
105
I. Sachs. 1994. Environnement, developpement, marché: pour une économie anthropologique. Entrevieu
avec Jacques Weber. Natures, Sciences, Societés. Vol. 2, N° 3. pp. 258-265. Paris.
72 Economía ecológica
de la Asamblea General de la ONU y en concordancia con el capítulo IX de la
Carta de la ONU, relativa a la Economía Internacional y a la Cooperación Social,
que dice que “la ONU debe promover: a) un estándar de vida más alto, pleno
empleo y condiciones económicas, y progreso social y desarrollo”, se constituye
la Comisión Mundial sobre el medio ambiente y el desarrollo (CMMAD), cuya
dirección se le encarga a la noruega Gro Harlem Brundtland, quien había presi-
dido en su país el primer ministerio del Medio Ambiente, creado en 1974. El reto
dado a esa comisión fue el de elaborar “Un programa global para el cambio”106,
que consistía en “encontrar unas sendas de desarrollo sostenible (que) deberían
proporcionar el impulso – y en realidad el imperativo- para proseguir una re-
novada búsqueda de soluciones multilaterales y llegar a un sistema económico
internacional reestructurado de cooperación”107.
106
G. H. Brundtland. 1987. Prefacio del presidente. En “Nuestro futuro común”. Informe de la CMMAD.
Alianza editorial Colombiana. Bogotá. P. 5.
107
Idem, p. 6.
108
CMMAD. 1987. Nuestro futuro común. Alianza Editorial Colombiana. Bogotá. P. 29.
109
VOX. 1956. Diccionario General Ilustrado de la Lengua Española. (Reimpresión corregida de la 2ª. Edi-
ción). Publicaciones y Ediciones SPES. Barcelona
Hay que recalcar que más allá del crecimiento económico, entendido como
un aumento en la disponibilidad del capital en una sociedad, por incremento del
ahorro, de la productividad, del progreso e innovación tecnológica, o cuales-
quiera otras razones; también el concepto de «desarrollo» se utiliza como una
desafortunada analogía. P. Achard (1980)112 hace notar precisamente cómo es W.
W. Rostov en su obra “Las etapas del crecimiento económico”, quien se plantea
claramente éste –el crecimiento- como un proceso de desarrollo en el que dis-
tingue cinco fases, a saber: la sociedad tradicional, las condiciones previas para
el impulso inicial, el impulso inicial, la marcha hacia la madurez, la era del gran
consumo en masa; y en su descripción, sin lugar a dudas, además de plantearse
110
C. E. von Baer. 1828. Citado por W. Coleman. 1983. La biología en el siglo XIX. (Problemas de forma,
función y transformación). Trad. por G. Guerrero. Fondo de Cultura Económica. México. P. 66.
111
H. Marcuse. 1981. El final de la utopía. Trad. por M. Sacristán. Editorial Ariel. Barcelona. P. 17.
112
P. Achard. 1980. La biología en las representaciones de la economía. Crecimiento y desarrollo. En “Dis-
curso biológico y orden social”. P. Achard y otros. Trad. por T. Pizarro y N. Castiñeiras. Editorial Nueva
Imagen. México. P. 84.
74 Economía ecológica
un proceso, el término «madurez» remite directamente a su equivalente biológi-
co, - desarrollo desde la infancia hasta alcanzar todas las potencialidades en el
estado adulto-, esto es, el desarrollo del individuo tal como lo había descrito en
detalle, la embriología.
Por esta utilización equivocada que la teoría económica hizo de los térmi-
nos desarrollo y crecimiento, que además de asimilarlos el uno al otro, se equipa-
ran con «progreso», se llegó a considerar en el decenio de 1960, según Achard113
que “quedaba bien repetir en todas partes, en los medios relacionados con los
economistas que la cuestión no era repartirse mejor el queso sino seguir repar-
tiéndose, de la misma forma, un queso cada vez más grande. La «política de los
ingresos», sigue diciendo, sólo es una aplicación de esta doctrina, con la cual se
redujo la desigualdad a un problema menor”. Sin embargo, aunque menor, este
problema, dados sus jugosos dividendos políticos, se convirtió en un propósito
permanente para ser tratado en las agendas de todas las instituciones económicas
de cobertura mundial, como la misma Asamblea General de la ONU, el Banco
Mundial, el Grupo de los ocho, etc., sin que efectivamente se haya creado un
programa real al respecto. La misma presidenta de la Comisión Mundial del Me-
dio Ambiente y el Desarrollo, lo consignaba en el prefacio al Informe: “A pesar
de las esperanzas oficiales expresadas por doquier, actualmente no se identifica
tendencia alguna, ni programa o política, que ofrezca verdaderas esperanzas de
colmar el creciente foso que separa a las naciones pobres de las ricas”114. Esta
situación es todavía más grave cuando en el mismo Informe, se dice unas pocas
páginas más adelante: “La actividad económica se ha multiplicado hasta el punto
de crear una economía mundial de 13 billones de dólares que podrían quintupli-
carse o decuplicarse en los próximos cincuenta años. La producción industrial
ha crecido 50 veces en los últimos cien años, y las cuatro quintas partes de este
crecimiento se han producido a partir de 1950”115. Es bueno anotar en este punto
que 20 años antes de la publicación del Informe la economía era de 3 billones y
20 años después de 400. Es claro que a pesar de este crecimiento tan descomu-
nal, aproximadamente la mitad de la población mundial actual está en la línea de
la pobreza o por debajo de ella.
113
Idem, p. 83.
114
G. H. Brundtland. 1987. Opus cit., p. 7.
115
CMMAD. 1987. Nuestro futuro común. Alianza Editorial Colombiana. Bogotá. P. 24.
116
Idem, p-67.
117
Idem, pp 68 y 69.
76 Economía ecológica
Más adelante, en el mismo capítulo 2 se dice: “28. Entre los objetivos de-
cisivos que para la política sobre el medio ambiente y el desarrollo se siguen del
concepto de desarrollo sostenible cabe señalar:
• Revitalizar el crecimiento;
Pero para que este ideario no quedara en letra muerte suponen los comi-
sionados que es necesario darle el carácter de Declaración de la ONU, teniendo
en cuenta que ya al Informe de Estocolmo de 1972 se le había otorgado el mismo
carácter y en tal razón en el capítulo 12 titulado “Hacia la acción común: pro-
puestas para el cambio en las instituciones y las leyes”, se dice en el numeral 85.
“Basándose en la Declaración de Estocolmo de 1972, La Declaración de Nairobi
de 1982 y muchas convenciones internacionales existentes y resoluciones de la
Asamblea General, se siente ahora la necesidad de consolidar y ampliar los prin-
cipios jurídicos pertinentes en una nueva Carta que guíe la conducta de los Es-
tados en la transición hacia el desarrollo sostenible…; y continúa en el numeral
86. “Recomendamos que la Asamblea General se comprometa a preparar una
Declaración Universal primero, y luego una Convención, sobre la protección del
medio ambiente y el desarrollo sostenible….., listo para la firma de los Estados
dentro de tres a cinco años”119 a partir de 1988. Este ideario se convertía así en
política desde la más alta institucionalidad y es lo que la política diaria pregona,
pero claramente, veinte años después es claro que el efecto de Sostenibilidad
sobre el medio ambiente, no sólo no se ha conseguido sino que ha empeorado
118
Idem, p. 74.
119
Idem, p. 391 y 392
R. U. Ayres. 1996. Limits to the growth paradigm. Ecological economics, 19: 117-134.
121
78 Economía ecológica
radicalmente mi visión sobre varios aspectos importantes, especialmente sobre
crecimiento económico, comercio, progreso social y equidad…… Pienso ahora
(como muchos otros) que el crecimiento económico como medida del GDP, al
menos en países desarrollados, es más que todo una ilusión….. Pienso ahora
que la frase popular ‘crecimiento económico sostenible’, tal como se interpreta
corrientemente por las instituciones gubernamentales y de negocios dominantes
de nuestra sociedad, es probablemente un oxímoron”. Esta afirmación la da
después de observar que a pesar del aumento incuestionable de la actividad
económica medida por la producción y el comercio, produce muy poco o ningún
progreso en cuanto al bienestar humano en términos reales, es decir, en salud,
alimentación, techo, educación, y además es claro que hay un deterioro notable
de la vida familiar y social. A. A. Bartlett (1998)122, es aún más tajante en cuanto
a la característica de oxímoron del término «Desarrollo Sostenible», ya que esta
expresión lo que significa para él es crecimiento indefinido en el tiempo, pero
resulta que es incuestionable que los recursos, los ecosistemas, el ambiente y la
Tierra tienen un tamaño finito.
122
A. A. Bartlett. 1998. Reflections on sustainability, population growth, and environment. (Revised version).
Renewable resources journal. Vol., 15 (N° 4): 6-23. Bethesda MD.
123
J. M. Naredo. 1997. Sobre el origen, el uso y el contenido del término sostenible. http://habitat.aq.upm.es/
cs/p2/a004.html. 10pp.
124
CMMAD. 1987. Nuestro futuro común…, p. 29.
125
Idem, pp, 71 y 73.
126
Idem, p. 73.
127
Idem, p. 74.
80 Economía ecológica
materiales, tecnología, conservación de energía, información tecnológica y bio-
tecnológica a las urgencias de los países en desarrollo”128. Pero además de esta
incoherencia en cuanto a la forma de presentar las técnicas para el desarrollo, lo
que en efecto se ha logrado a lo largo del tiempo en que bajo esta concepción am-
bientalista se promueve el uso de la técnica, es la comprobación de que frecuen-
temente el efecto de una solución técnica lo que generalmente logra es desplazar
un problema a otro lado, en tanto se requieren nuevas producciones de equipos y
más demandas energéticas y materiales, con lo cual el indiscutible logro tangible
es el crecimiento, pero sin que el desarrollo sea sostenible.
Idem, p. 86.
128
N. Stern. 2007. The economics of climate change: The Stern Review. Cambridge University Press. Cam-
129
J. A. Tainter. 1996. Complexity, problem solving, and sustainable societies. In “Getting down to earth:
131
82 Economía ecológica
protección legal de intereses individuales132. En otro aparte se queja el autor de
que no se entienda que la investigación, la educación, la regulación y las nue-
vas tecnologías no pueden mitigar nuestros problemas, puesto que la dificultad
es que estas inversiones son costosas y demandan seguramente una gran parte
del producto interno bruto de las naciones. Todo esto significa, según su con-
clusión final, que es lamentable no saber que es necesaria una transformación
drástica hacia una sociedad que tenga la habilidad de saber cómo resolver los
problemas. En el fondo se trata de una gran falla en la aplicación práctica de la
Economía Ecológica133.
132
Idem, p. 14.
133
Idem, p. 14.
134
Opus cit.,
12. (Ley de Eric Sevareid, 1970). La principal causa de problemas son sus
soluciones.
14. Si, por cualquier razón, los humanos fallan en detener la ratas de crecimiento
poblacional y de consumo de los recursos, la naturaleza si lo hará.
84 Economía ecológica
17. La adición de la palabra «sostenible» a nuestro vocabulario, a nuestros in-
formes, programas o artículos, a los nombres de nuestras instituciones aca-
démicas y de investigación y a las iniciativas de la comunidad, no son sufi-
cientes para que nuestra sociedad se haga sostenible.
Como aspecto final, pero no menos importante, hay que tener en cuenta la
difícil compaginación lógica entre la economía convencional y la ecología. Se
trata de campos que operan dentro de cuerpos del conocimiento con caracterís-
ticas muy diferentes; de un lado la Economía dominante es una disciplina social
que ha sufrido, como es de esperarse, profundas transformaciones en cuanto al
centro en torno al cual se agrupan en interacción sus principios; la ecología tiene
claramente definido ese centro desde que se reconoce como campo claramente
identificado del conocimiento, y apenas se pueden señalar dos grandes formas de
estudiar los elementos que la constituyen.
135
J. M. Gowdy and A. Ferreri C. 1999. Toward Consilience between biology and economics: the contribution
of ecological economics. Ecological Economics, 29: 337-348.
136
R. Thom. 1988. Matemática y teorización científica. En “Pensar la matemática”. (Seminario de Filosofía y
Matemática de la Ecole Normale Supériere de París, dirigido por J. Dieudonné, M. Loi y R. Thom). Trad.
Por C. Bidón-Chanal. Tusquets editores. Barcelona. P. 141.
86 Economía ecológica
LA POLÍTICA
6. GAIANA
“Gaia no es intencionalmente antihumana,
pero cuanto más tiempo continuemos
cambiando el medioambiente global contra
sus preferencias, animamos nuestra
sustitución por otra especie más
ambientalmente decente”.
J. Lovelock.
B
ajo la existencia innegable de una crisis ambiental, que se le atribuye a la
forma que tomó la economía de la producción especialmente en los últi-
mos cinco o seis decenios, se han visto aparecer dos versiones económi-
cas que pretenden conjurar dicha crisis, como ya reiteradamente se ha señalado: la
Economía Ambiental y la Economía Ecológica; se entiende que además existe un
número de personas que niegan la existencia de dicha crisis y consideran que las
transformaciones ambientales son el producto normal de los procesos terrestres
y en consecuencia no es necesario adoptar políticas que estimulen cambios en el
desenvolvimiento de la economía; algo más, se sostiene por este grupo, que en el
caso de una tal problemática ambiental la mejor manera de mejorar la situación es
impulsando aún más el crecimiento económico para disponer de los recursos que
hagan posible desarrollar tecnologías adecuadas y se superen tales dificultades.
137
J. E. Lovelock. 1991. Geophysiology – Tha science of Gaia. In “Scientist on Gaia”. Edited by S. H. Sch-
neider and P. J. Boston. The MIT Press. Cambridge. Mass. P. 4.
138
Idem, p. 5.
90 Economía ecológica
materias primas”139. Esta forma de teorizar le permite concluir: “los organismos
vivos tienen que regular su planeta, de otra manera fuerzas inevitables de evolu-
ción física y química lo volverían inhabitable”140.
Lovelock, 1989141, atribuye a Gaia una gran fortaleza, sobre todo porque
ella simplemente responde con transformaciones que reajustan su equilibrio
dinámico; y estas transformaciones bien pueden pasar por grandes o pequeñas
extinciones de especies vivas que en últimas significa su recuperación: “Parece
muy improbable –escribe- que cualquier cosa que hagamos amenace a Gaia.
Pero si conseguimos alterar de modo significativo el medioambiente, como pue-
de ocurrir con la concentración atmosférica de bióxido de carbono, puede que
suceda una nueva adaptación”.
En otro texto de 1993143, señala con gran seguridad: “si el mundo se hace poco
habitable por nuestra causa, existe la posibilidad de un cambio a otro régimen que
será mejor para la vida, pero no necesariamente mejor para nosotros”; y agrega
más adelante en el mismo texto: “Gaia no es intencionalmente antihumana, pero
cuanto más tiempo continuemos cambiando el medio ambiente global contra sus
preferencias animamos nuestra sustitución por otra especie más ambientalmente
decente”144. En esta perspectiva no era Lovelock, un representante de quienes tie-
nen profundas preocupaciones sobre la crisis ambiental, aunque sí un pionero en
la investigación de la química atmosférica, y, tal vez esto explique que algunos de
quienes habían planteado una política gaiana, no promovieran cambios dramáti-
cos en la orientación de la economía convencional y sólo apuntaran hacia cambios
menores e inclusive dieran prioridad a otras orientaciones diferentes a las de la di-
námica económica. Pero tardaría sólo trece años para replantear por completo una
139
Idem, p. 5.
140
Idem, p. 10.
141
J. E. Lovelock. 1989. Gaia (Un modelo para la dinámica planetaria y celular). En “Gaia (Implicaciones
de la nueva biología). Editado por W. I. Thompson. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos.
Barcelona. P. 92.
142
J. Lovelock. 1989. Opus cit., p. 93.
143
J. E. Lovelock. 1993. Las edades de Gaia (Una biografía de nuestro planeta vivo). Trad. por J. Grimalt.
Tusquets editores. Barcelona. P. 193.
144
Idem, p. 251.
145
Opus cit., p. 212.
146
R. Madron and J. Jopling. 2003. Gaian Democracies (Redefining Globalization & People-Power). Green
books Ltd. Bristol.
147
J. Passmore. 2004. Actitudes hacia la naturaleza. En “Naturaleza y Valor (Una aproximación a la ética
ambiental)”. M. M. Valdés, compiladora y traductora. U. Nacional Autónoma de México. Fondo de Cultura
Económica. México. P. 274.
148
W. I. Thompson. 1989. Gaia y la política de la vida (¿Un programa para los noventa?). En “Gaia (Implica-
ciones de la nueva biología). Editado por W. I. Thompson. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos.
Barcelona. P. 195.
92 Economía ecológica
desacuerdos con otros gobiernos que en caso de agravarse, pueden llevar a con-
frontaciones bélicas que pueden desestabilizar la sociedad bajo su protección.
“Si los Estados Unidos van a continuar en la transición de la civilización a la pla-
netización, tendrán que llegar a una comprensión más ecológica de la interacción
de las diferencias y los opuestos en un campo que aflora”. Los comportamientos
o actividades políticas que se derivan de enfrentar una situación de este tipo con
el propósito de mantener su estabilidad, conducen a “sociedades que se estruc-
turan totalmente en la guerra. Los gobiernos, los sistemas de comunicación, las
fuentes de innovación tecnológica y toda la economía de los Estados Unidos, se
mantienen por la carrera de armamentos”, dice Thompson149; pero también, por
supuesto, hay una reacción similar en el otro polo del poder; y en ambos casos
esa política es el efecto de la “misma fuerza consciente colectiva”. La políti-
ca gaiana consiste entonces, en “transformar nuestro mundo político del estado
noético global del Estado de Terror al estado noético planetario de compasión, de
com-pasión, es decir, compartir con los otros la «catástrofe» que es la transición
discontinua de un sistema mundial a otro”150.
Esta transformación inducida desde esa política gaiana lo que hace es vol-
ver visibles los elementos que mantenían el equilibrio precario del proceso que
se quiere cambiar y que se ha mantenido oculto por efecto de haber construido,
mediante la imaginación, una cultura política a través de la creación de un Estado
que debe defenderse, para mantener su estabilidad, pero con la característica de
que muchas de las actividades de ese Estado son inconscientes. Ese hacer visi-
bles los elementos que mantienen las estructuras reales del Estado, se logra sin-
tiéndolas más que reconociéndolas en el sentido objetivo de la ciencia clásica.
149
Idem, p. 198.
150
Idem, p. 196.
151
Idem, pp. 210 -211.
Los Pershing II y misi- La retirada de todos los Pershing II, misiles Cruise y armas
les Cruise para defender atómicas de Alemania Occidental, y la transformación de
Alemania. la Wehrmacht en una milicia civil al estilo suizo.
152
R. Thom. 1976. Una teoría dinámica de la morfogénesis. En “Hacia una biología teórica”. Editado por C.
H. Waddington y otros. Trad. por M. Franco R. Alianza editorial. Madrid. P. 189.
153
J. Harte. 1991. Ecosystem stability and diversity. In “Scientists on Gaia”…… p. 77
94 Economía ecológica
Formas actuales Transformaciones futuras
Las Naciones Unidas Las Naciones Unidas como un Harvard mundial, una Aca-
como un Gobierno demia de las Artes y las Ciencias mundiales, que sirviera
mundial y fuerza poli- como la tercera cámara en una legislatura de tres cámaras
cial global fracasados. superiores en que las naciones-estado poseyeran las cá-
maras superiores e inferiores, Lores y Comunes, Senado
y Congreso, pero todas las naciones tuvieran las Naciones
Unidas como su tercera cámara para proporcionar investi-
gaciones y recomendaciones relativas a problemas a largo
plazo de la civilización humana, como el efecto inverna-
dero, la lluvia ácida, el tráfico de drogas, los derechos hu-
manos, etc.
El Fondo Monetario Establecer colegios planetarios de concesión de tierras,
Internacional como un «Colegios Gaianos», como centros de investigación bio-
«mecanismo» para to- rregional para establecer los inicios de una economía infor-
mar dinero de los po- macional en zonas empobrecidas como el Chad o Haití.
bres de los países ricos
y dárselo a los ricos de
los países pobres.
Subvenciones para insti Una Tarjeta American Express, o capital directo a la
tuciones o grupos selec- aventura para cada ciudadano en lugar de una renta anual
tos, como la industria garantizada: se le concede una cantidad de US$ 50.000
nuclear, el comercio del a cada individuo en su mayoría de edad para fundar un
petróleo, granjeros. negocio, subvencionar una educación universitaria o dejar
que el dinero gane interés, hasta que el ciudadano decida
una inversión personal. Los ciudadanos que no se creye-
ran competentes para invertirlo, podrían dejar el dinero en
lo que sería, en esencia, un fondo nacional.
Cuadro tomado de W. I. Thompson, opus cit., pp. 196 a 198.
Idem, p. 192.
154
No es, pues, la política gaiana propuesta por Thompson, una forma de acti-
vidad política que pueda conducir a la base de una Economía Ecológica, según
se ha propuesto, aunque seguramente generaría grandes transformaciones en una
política económica pero con proyecciones más hacia lo sociopolítico que hacía
lo socioeconómico.
J. Todd. 1989. Un orden económico ecológico. En “Gaia. (Implicaciones para una nueva bio..)...p.128.
155
H. Henderson. 1989. Una guía para montar el tigre del cambio. En “Gaia (Implicaciones...) p. 161.
156
96 Economía ecológica
Gráfico N° 1. Transición hacia una política Gaiana.
1 2 3
ACELERACIÓN
Tampoco esta posición nos conduce a configurar una política que estimule
una Economía Ecológica y se mueve, como en el caso de Thompson hacia un
redireccionamiento de las relaciones internacionales mediante una política cons-
ciente de tipo sociopolítico.
G. E. Brown and A. E. Scoville. 1991. The greenhouse civilization and the Gaia Hypothesis: A view from
157
Congress. In “Scientist on Gaia”. Edited by S. H. Schneider and P. J. Boston. MIT Press. Cambridge.
p.405.
158
Gaia Fuerte es la denominación dada a la posición que sostiene que tanto la vida modela el ambiente físico,
como éste modela a la vida. J. J. Kineman, por su parte define Gaia Débil como una clase de fenómenos que
representa un intento por entender las manifestaciones sistémicas globales e interactivas, en términos de los
conceptos teóricos actuales. Gaia Fuerte en cambio, tiene que referirse a las interpretaciones de Gaia que
requieren la modificación de los supuestos teóricos acerca de la naturaleza y nuestros métodos científicos.
En J. J. Kineman. 1991. Gaia: hypothesis or worldview? In “Scientist on Gaia… p. 47.
159
J. W. Kirchner. 1991. The Gaia Hypotheses: Are they testable? Are they useful?. In “Scientist on … p. 39.
160
G. E. Brown and A. E Scoville. 1991. Opus cit., p. 405.
98 Economía ecológica
“1. Consolidación de la Oficina de Políticas de Ciencia y Tecnología, el Consejo
sobre Calidad Ambiental, y el Consejo de consejeros económicos;
Idem, p. 410.
161
162
Opus cit., p.11.
163
Idem, p. 11.
164
Idem, p. 11.
165
Idem, p. 68.
Propósito
común del
Crecimiento de
la moneda
en orden a mantener
el sistema
moneda-débito
Teorías Arsenal
operacionales de instrumentos
compartidas operativos
Economía neoliberal; Corporaciones capitalistas
Soberanía nacional; transnacionales; instrumen-
Democracia representativa; tos legales y financieros;
Consentimiento políticas nacionales y agen-
Manufacturero cias estatales; instituciones
Liderazgo de internacionales; manipu-
comando y lación de la opinión
control
MONETOGRACIA
GLOBAL
Liderazgo
central global
Cubrimiento de la
política, finanzas,
negocios, academia y
comunicación
APARATO
FINANCIERO
D
D D D´
D D D
D
D´ D´
D´ D´ D´
D´
Materia
Extracción prima Transfor- Objetos Distribución
minera amorfa mación de cambio y consumo
167
Idem, p. 54.
168
Idem, p. 73.
169
Idem, p. 127.
170
Idem, p. 129.
Sistemas
Gaianos
Propósitos
Red y principios
gubernamental compartidos
Componentes
del núcleo del
paradigma de la Conceptos de
democracia sistemas blandos
Líderes
gaiana
de políticas
liberalizantes
Principios de
Procesos de aprendizaje de
cambio Paulo Freire
participativo
• Los insatisfechos al interior del sistema actual, es decir, aquellos que quieren
que el sistema vigente funcione, pero se sienten frustrados, senadores, par-
lamentarios en general, administradores de urbes, gobernantes territoriales,
burocracias corporativas, escuelas, hospitales, universidades, ONG´s, etc.
• Los enfadados del exterior. Son los agitadores y analistas que desde fuera
ven lo mal que funciona el sistema.
• Las victimas del sistema que están enojadas y al sentirse heridos por el fun-
cionamiento del sistema piensan en la manera en que pueden defenderse.
171
Idem, p. 109.
U
na mirada de conjunto a los análisis específicos sobre cada una de las
manifestaciones que desde la política se ha dado sobre la problemática
ambiental permite reconocer hasta donde se ha llegado y las formas en
que se han ido perfilando las diferentes posiciones existentes hoy día.
G. Prins. 1990. Politics and environment. International Affaire. Vol., 66, N°. 4. pp. 711-730.
172
173
A. Comte. 1943. Selección de textos. Trad. por D. Náñez. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. P. 119.
174
Idem, p. 120.
175
C. Darwin. 1953. El origen de las especies (Por medio de la selección natural).Trad. por S. A. Ferrari. Edi-
torial Diana. México. P. 139.
176
H. Marcase. 1981. El final de la utopía. Trad. por M. Sacristán. Editorial Ariel. P. 21.
177
Opus cit, p. 21.
178
F. Capra. 2003. Las conexiones ocultas. (Implicaciones sociales, medioambientales y biológicas de una
nueva visión del mundo). Trad. por D. Sempau. Editorial Anagrama. Barcelona. P. 278.
Puede decirse que mientras el Club de Roma llama la atención sobre la re-
lación Economía-Desarrollo; Estocolmo´72, lo hace sobre la relación Política-
Desarrollo.
179
R. Carson. 1962. Silent Spring. Boston: Houghton Milffin.
180
P. H. McGauhey. 1972. Buried in affluence. Britannica Yearbook of Science and the Future. Encyclopædia
Britannica. W. Benton, publisher. Chicago. P. 352.
181
H. L. Edwin. 1971. Conservation. In “Británica Book of the Year. 1971. Encyclopædia Britannica. W.
Benton, publisher. Chicago. P. 217.
182
T. M. Brown. 1971. Alaskan Dilemma. Británica Book of the Year. 1971. Encyclopædia Britannica. W.
Benton, publisher. Chicago. P. 220-
E. Leff. 1978. Ecología y capital. (Hacia una perspectiva ambiental del desarrollo). Siglo XXI editores.
183
México.
184
I. Sachs. 1977. El ambiente humano. En “Reestructuración del Orden Internacional”. Informe coordinado
por J. Tinbergen. Trad. por E. L. Suárez. Fondo de Cultura Económica. México. Nota de pie de pág. P. 449.
185
Idem, p. 462.
El segundo gran problema fue el de la energía, que emerge a partir del mo-
mento en que los países productores de petróleo, sobre todo del Medio Oriente,
impusieron condiciones especiales para el mercado internacional configurando
un cartel del petróleo que tomó el nombre de Organización de Países Exportado-
res de Petróleo- OPEP- Este fenómeno puramente económico, en su momento de
relaciones Norte-Sur, puso más en relieve y agregó elementos nuevos de efectos
en el cuadro del Orden Económico Internacional, a la conciencia de las deman-
das desbordadas de energía que el rumbo del desarrollo económico de postguerra
estaba presentando. H. Perry (1971)188 escribía dos años antes de la crisis ener-
gética 73/74, lo siguiente: “reducir la demanda de energía para lograr un balance
con los suministros tendrá muy amplios efectos sobre las ratas de crecimiento
económico y seguramente sobre el estilo de vida. Puede ser posible utilizar me-
nos energía y continuar el crecimiento económico, pero el conjunto histórico
186
R. Ewell. 1966. Population Outlook in developing countries. In “The role of animal agriculture in meet-
ing world food needs”. Proceeding, 15th annual meeting and minutes of the business session. Agriculture
Research Institute. National Academy of Science. Washington. P. 3.
187
Idem, p. 14.
188
H. Perry. 1971. The energy crisis. In “1971 Britannica Yearbook of Science and the future”. Encyclopædia
Britannica. W. Benton, publisher. Chicago. P. 133.
189
J. Tinbergen (Coordinador). 1977. Reestructuración del Orden Internacional. Trad. por E. L. Suárez. Fondo
de Cultura Económica. México. P. 63.
190
“Agua renovable es el volumen máximo de agua utilizable en el curso del año, sin agotar las reservas terres-
tres y subterráneas”. H. Le Bras. 1977. Los límites del planeta. (Mitos de la naturaleza y de la población).
Trad. por F. J. Cabezón A. Editorial Ariel. Barcelona. P. 117.
191
A. Colman. 1971. Washing our dirty water. 1971 Britannica Yearbook of Science and the Future. Ency-
clopædia Britannica. W. Benton, publisher. Chicago. P. 366.
192
P. H. McGauhey. 1971. Buried in affluence. 1972 Britannica Yearbook of Science and the Future. En cy-
clopædia Britannica. W. Benton Publisher. Chicago. P. 356.
193
J. Tinbergen. 1977. Opus cit., p. 23 – 24.
194
R. Dorfman and N. S. Dorfman (editors). 1972. Economics of the environment (Selected Readings). W. W.
Norton & company. New York.
195
Idem, p. XIV.
196
Idem, p. XIV.
197
D. W. Pearce. 1976. Environmental economics. Longman. London.
198
N. Georgescu-Roegen. 1996. La ley de la entropía y el proceso económico. Trad. por L. Gutiérrez A. Fun-
dación Argentaria-Visor. Madrid.
ECONOMÍA Y
MEDIOAMBIENTE
Economía Economía
Convencional Natural
Economía
Ambiental Termoeconomía
(Desde las rela- Bioeconomía Econ. Ecológica
(Desde las relaciones (Desde las relaciones (Desde la dinámica
ciones medio- termodinámica-
ambiente y biosfera-economía de la ecosfera)
economía)
libre mercado)
J. M. Naredo. 1996. La economía en evolución (Historia y perspectivas de las categorías básicas del pensa-
200
Es muy revelador al respecto que se diga que “el tema principal de este
informe (Informe RIO) ha sido la afirmación de que el sistema internacional
existente requiere cambios estructurales fundamentales, no reformas margina-
les”, pero sin embargo, las propuestas para lograr esos cambios estructurales, se
refieren sólo a aspectos de tipo estrictamente económico convencional con algu-
nas recomendaciones menores de corte político más amplio: el orden monetario
internacional; la redistribución del ingreso y el financiamiento del desarrollo;
producción de alimentos; industrialización, comercio y la división internacional
del trabajo; energía, minerales metalíferos y otros minerales; investigación cien-
tífica y desarrollo tecnológico; empresas transnacionales; el ambiente humano;
reducción armamentista; y, administración de océanos.
Idem, p. 449.
202
203
M. Redclift. 1989. Los conflictos del desarrollo y la crisis ambiental. Trad. por J. J. Utrilla. Fondo de cultura
económica. México. P. 228.
204
J. Stanovnik. 1978. Una riqueza que fabrica pobres. En “Del temor a la esperanza (Los desafíos del año
2000)”. UNESCO. París. P. 26.
205
P. Ustinov. 1978. Man, Humanity´s only hope. In: “UNESCO. Suicide or survival? (The challenge of the
year 2000). UNESCO. París. P.p. 66-71
206
C. Mendès. 1979. Introducción. El diálogo límite de Figline-Valdarno. En “El mito del desarrollo”. Trad.
por J. Fibla. Editorial Kairos. Barcelona. P. 10.
207
F. Lentin, 1980. Ecología y biología. En “Discurso biológico y orden social”. P. Achard y otros. Trad. por
T. Pizarro y N. Castiñeiras. Editorial Nueva Imagen. México. P. 258.
208
G. H. Brundtland. 1987. Prefacio del presidente. En “Nuestro futuro común”. Alianza editorial Colombia-
na. Bogotá. P. 5.
209
Idem, p. 5.
210
Comisión mundial sobre el medio ambiente y el desarrollo. 1987. Nuestro futuro común. Alianza editorial
colombiana. Bogotá. P. 22.
Pero estos dos grupos de idearios políticos tienen además de las diferen-
cias en cuanto a su núcleo teórico, distintas posibilidades de acción política.
Es particularmente destacada la capacidad de actividad política del «Desarrollo
Sostenible», lo cual es comprensible si no se pierde de vista que ésta es la línea
211
A. McLaughlin. 1995. The Heart of deep ecology. In “Deep Ecology for the 21st century. Edited by G. Ses-
sions. Shambhala. Boston. P.p. 85-93.
212
W. I. Thompson. 1989. Gaia y la política de la vida. ¿Un programa para los noventa? En “Gaia”. Editado
por W. I. Thompson. Trad. por D. Clark y C. Carbó. Editorial Cairos. Barcelona. P.p. 165-211.
213
Idem, p. 182.
DESDE LA DESDE EL
PROMOCIÓN DEL ABANDONO DEL
DESARROLLO DESARROLLO
1987. Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozo-
no. Montreal.
1992. Convención marco de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Río
de Janeiro.
1996. Cumbre de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible. Santa Cruz
de la Sierra.
A. Dobson. 1997. Pensamiento político verde. Trad. por J. P. Tosaus. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona.
214
P. 21.
Las nuevas discusiones que se van generando llaman a una nueva termi-
nología, muchas veces con las inconsistencias que se siguen de identificar nue-
vos fenómenos y denominarlos adecuadamente. El congresista demócrata G. E.
Brown y su asesor en ciencia y política económica A. E. Scoville acuñan el
término «Civilización invernadero», para recoger la significación planetaria del
fenómeno del calentamiento global, poniendo como telón de fondo la «Hipótesis
Gaia». Su caracterización es como sigue: “La civilización invernadero es el re-
sultado de la revolución informática del siglo XX que condujo a nuestra especie
a una penetración económica y tecnológica profunda en los ciclos planetarios de
energía y materiales que crearon y sostienen la vida sobre la tierra en los pasados
cuatro mil millones de años”216.
215
Idem, p. 22.
216
G. E. Brown Jr. And A. E. Scoville. 1991. The greenhouse civilization and the Gaia hypothesis: a view
from Congress. In “Scientists on Gaia”. Edited by S. H. Schnider and P. J. Boston. MIT Press. Cam-
bridge. P. 405.
217
S. H. Schnider and P. J. Boston. 1991. Preface. In “Scientist on Gaia”….. p. XIII.
218
P. Bruckner. 2003. Miseria de la prosperidad. (La religión del mercado y sus enemigos). Trad. por A. Ros.
Tusquets editores. Barcelona. Pp. 83-84.
219
F. Ost. 1996. Naturaleza y derecho. (Para un debate ecológico en profundidad). Trad. por J. A. Irazabal y J.
Churruca. Ediciones Mensajero. Bilbao. P. 11.
220
Idem, p. 328.
221
A. A. Bartlett. 1998. Opus cit., p. 21.
Pero también algunos demógrafos del mundo industrializado que han sido
tan activos desde los setenta, apelan en algunos casos más a la ideología que a la
ciencia para situarse del lado del gran establecimiento político-económico. H. Le
Bras, 1977223, un connotado demógrafo francés es un ejemplo formidable de esta
posición, habla de una ideología sobre la cual se desarrolla la teoría ecologista de
la superpoblación mundial, y escribe entonces: “Que dicha ideología supone un
desfase entre la realidad y el significado que se le atribuye. Este libro sirve para
mostrar cómo esta ideología naciente constituye una tentativa de formalización
de las grandes jugadas políticas mundiales, y por tanto para desvelar la tensión
política que disimula el recurso a la naturaleza”. Pero, quizás en razón de esa
consideración ideológica tan inherentemente ambigua para su interpretación, al
recorrer con atención el texto se encuentran posiciones que desde la «objetivi-
dad científica» resultan contradictorias en cuanto a la interpretación de los datos
pero le permiten llegar a conclusiones a favor del «Desarrollo Sostenible», en
el sentido de que pueda mantenerse el crecimiento económico, a pesar de las
restricciones propias de la disponibilidad de recursos. Así, al referirse a los re-
cursos naturales, y en particular a las reservas de petróleo señala cómo no tiene
sentido hablar de un límite con “barrera fija”, sino que se trata de una “restricción
exterior al sistema del que ellos son parte integrante, interactuando con la curva
del consumo y dependiendo del progreso técnico por mediación del sistema de
precios”224; esto quiere decir que la Economía Ambiental tiene la solución; y para
ser más categórico agrega más adelante en el mismo texto: “se ha visto que el
hombre puede sobrevivir al agujero de ozono y al calentamiento del planeta”225.
222
J. A. Tainter. 1996. Opus cit.
223
H. Le Bras. 1997. Los límites del planeta (Mitos de la naturaleza y de la población). Trad. por F. J. Cabezón
A. Editorial Ariel. Barcelona. P. 9.
224
Idem, p. 82.
225
Idem, p. 84.
226
R. U. Ayres. 1996. Limits to the growth paradigm. Ecological Economics, 19: 117-134.
227
N. Luhmann. 1991. Sistemas sociales (Lineamientos para una teoría general). Trad. por S. Pappe y B. Er-
ker. Anthropos editorial. Barcelona. P. 53.
228
Opus cit.
229
N. Luhmann. 1997. Observaciones de la modernidad (Racionalidad y contingencia en la sociedad moder-
na). Trad. por C. Forta G. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. P. 160.
230
L. Ferry. 1994. El nuevo orden ecológico(El árbol, el animal y el hombre). Trad. por T. Kauf. Tusquets
editores. Barcelona.
231
Opus cit., p. 23.
232
V. Climent. 1999. Producción y crisis ecológica: los agentes sociales ante la problemática medioambiental.
Ediciones de la Universitat de Barcelona. Barcelona. P. 16.
233
Idem, p. 107.
234
K. Shrader-Frechette. 2002. Opus cit., pp. 5 y ss.
235
H. Küng.
236
H. Jonas.
237
L. Boff. 1996. Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Trad. por J. C. Rodríguez H. Editorial Trotta.
Madrid. P. 11.
238
Opus cit., p. 274.
Puede decirse entonces, en resumen, que hay una línea clara de actividad
política que nace con el Ecodesarrollo al amparo de agencias de las Naciones
Unidas y que es luego puesta a la sombra por un predominio marcado de la de-
claración del «Desarrollo Sostenible» que se confiesa ambientalista y promueve
las Convenciones, Conferencias, Protocolos, etc., como acción política para mo-
rigerar los efectos ambientales negativos del aparato industrial, teniendo como
fondo operativo la Economía Ambiental. Del otro lado hay un grupo de acti-
vistas políticos que apoyándose en posiciones ecologistas, derivadas de buenos
o regulares conocimientos de la Ecología Profunda, o del conservacionismo a
ultranza que se declara como “amor a la naturaleza”, tratan de ejercer alguna
acción política desordenada, en tanto no hay procesos de consenso; pero además
sin ninguna institucionalidad con peso político, que, sin embargo, en nombre
de la democracia y la libertad de expresión es reconocida por la otra parte, pero
Este aspecto del punto de apoyo es de gran importancia, baste reparar en las
posiciones dominantes del Desarrollo Sostenible en el que se inscriben práctica-
mente todas las grandes corporaciones industriales y comerciales y, por supues-
to, el grueso de los gobiernos, que ante la magnitud de la crisis ambiental, se les
reclama fijar una posición dentro de las campañas políticas para acceder al poder
o para mantenerse en él.
T
odo el recorrido hecho anteriormente nos permite concluir inicialmente
que hay tres raíces fundamentales del problema de la insostenibilidad
ecológica. En primer lugar la perspectiva economicista del dinero que
pierde su naturaleza de facilitador del intercambio para convertirse en la ne-
cesidad primaria, a partir de la cual es posible llenar todas las demás. Esto es:
primero producir –desarrollarse se dice-, entendido como la configuración de
un «aparato productivo» industrial o comercial y de servicios para satisfacer las
necesidades sociales (alimento, vestido, vivienda, educación, diversión, salud
y demás elementos del «bienestar») y luego, como consecuencia de lo anterior,
generar «ganancias», siempre cuantificables en dinero.
En cuanto al primer punto, se creó, -y esto desde Marx está claro para la
teoría económica capitalista-, el fetiche del dinero que empezó a ser el centro
del interés de la dinámica económica convencional, en tanto es la representación
ideal y simbólica de la acumulación, objetivo fundamental del «sujeto econó-
mico». Para acumular dinero se encontró que la mejor manera no es a través de
la producción agrícola, que tiene ritmos (ciclos) biológicos poco maleables y
generalmente largos, sino a través de la industria, el comercio y los servicios que
tienen ritmos (ciclos) muy maleables y cortos y para la cual se han desarrollado
técnicas ahorradoras de trabajo (cantidad y tiempo) y por consiguiente incre-
mentadoras de plusvalía. Estos conjuntos tecnológicos industriales han provo-
cado una intensa degradación tanto material como energética (entropía) que se
manifiesta en lo que se conoce hoy como crisis ambiental. El desarrollo de esta
crisis, muy pronunciado en el último medio siglo, ha provocado la aparición de
la llamada «Economía Ambiental» como una rama de la Economía Convencio-
nal que a pesar de su aplicación a gran escala ha resultado ser casi inocua para
morigerar esa crisis.
239
M. Redclift. 1989. Los conflictos del desarrollo y la crisis ambiental. Trad. por J. J. Utrilla. Fondo de Cul-
tura Económica. México.p 219.
240
Idem, p. 220.
comercio/división internacional
de la mano de obra
SUR sociedad de
(no industrial) materias primas “necesidades
básicas”
R. Bahro. 1978. The alternative in Eastern Europe. New Left Books. London.
241
A. Dobson. 1997. Pensamiento político verde (Una nueva ideología para el siglo XXI). Trad. por J. P.
243
Idem, p. 220.
244
British Medical Association (BMA) 1991. The new genetics (A report of the BMA on the scientific basis
246
and social and ethical consequences on gene isolation, Analysis and Therapy. Preliminary report. P. 36.
247
Opus cit., p. 230.
248
Idem, p. 234.
249
Idem, p. 234.
H
ay un gran acuerdo en que desde hace varios siglos, si situamos su ori-
gen en la Modernidad, el sistema Naturaleza/Producción como lo llama
Zizek250, es decir, la relación dominante del hombre sobre la naturaleza
que la hace su explotada, se considera como una constante invariable sobre la
cual se ha construido el mundo económico actual, y que esta dinámica social
solo puede intensificarse o debilitarse, mediante procesos tecnológicos, pero en
ningún caso transformarse a fondo.
Para despejar esta densa sombra sobre el futuro de la humanidad, se han ido
proponiendo distintas posiciones que se pueden dividir en tres grandes grupos: el
250
S. Zizek. 2003. Introducción. El espectro de la ideología. En “Ideología: un mapa de la cuestión”. Trad., por
M. Podetti. Fondo de Cultura Económica de Argentina. Buenos Aires. P. 7.
251
Idem, p. 7.
F. Tapia y M. Toharia. 1995. Medio ambiente: ¿alerta verde? (Gestión ambiental contra desarrollo insoste-
252
M. Foucault. 1997. Las palabras y las cosas. (Una arqueología de las ciencias humanas). Trad., por E. C.
253
Bases científicas.
Bases ideológicas.
Bases operativas.
254
C. Castoriadis. 1979. Comunicación (sobre “Reflexiones sobre el «desarrollo» y, la «racionalidad». En
“El mito del desarrollo”. Dirigido por Cándido Mendèz. Trad. Por J. Fibla. Editorial Kairós. Barcelona. P.
214.
J. E. Lovelock. 1996. La hipótesis Gaia. En “Evolución Ambiental (Efectos del origen y evolución de la
256
vida sobre el planeta). Editado por L. Margulis y L. Olendzenski. Trad., por M. Solé R. Alianza editorial.
Madrid. Pp 309-338.
Biosf
era
I. Prigogine. 1973. ¿Tan sólo una ilusión? (Una exploración del caos al orden). Trad. Por F. Martín. Tusquets
257
Se llega así al problema del “valor”, tan importante en las posiciones an-
tropocentristas y ecocentristas, y que, en nuestro caso, no puede soslayarse. Se
trataría entonces, para la posición hacía una ecopolítica como forma operativa
de una Economía Ecológica, de un concepto de valor humanístico, o mejor aún,
vitalista, pero no inherente como lo entiende el ecocentrismo, sino siempre con
la referencia al hombre como ser vivo, no como ser cultural. Hablamos entonces,
de una ética relativa, en el sentido de relación con, en este caso con la vida del
hombre; pero se parte de la idea, ya expuesta, de que no es posible, como ya se
ha dicho, y se considera el núcleo ideológico de esta posición, la vida humana
sin la vida no humana. Esto quiere decir que las vidas no humanas tienen sentido
para el hombre, o mejor, tienen valor, en cuanto hacen posible la vida de la hu-
manidad. Es, si se quiere, una ética de la responsabilidad, no con la naturaleza no
humana, sino con la naturaleza genérica en tanto alberga y constituye condición
sine qua non, de la vida humana. Y es que evidentemente si el hombre desapare-
ce, desaparecen con él todas sus construcciones mentales, y por tanto el concepto
de valor como tal, puesto que ésta es una característica que otorga el hombre a
otros seres o conceptos, y es pensada desde el hombre mismo y con relación a él.
Hay que decirlo, en contra de la objetividad de que habla la ciencia clásica: si el
hombre no existe, no existe la naturaleza.
PRIMER
Dependencia del hombre
de la naturaleza { Alimentación
Vestido
Salud
{
NIVEL
El concepto de basura: reciclaje de lo
Entorno inmediato
orgánico y reutilización de lo inorgánico
Ecociclos
– (CO2 O2)
y agua Te
Desechos
Calor
rm l pla
de
sólidos, líquidos
od neta
y gaseosos
iná
Producción y +
mica
distribución
Sum
id de bienes y
ero
servicios
Ec Calor
onosfera
Recursos para BIODIVERSIDAD
la econósfera –
+ – Agricultura
+ Tradicional
DEMOGRAFÍA
ra
s fe
Eco
Hay por lo menos dos frentes de gran importancia que se deben abordar en
lo urbano: el de la energía y el de los desechos. En cuanto al primero, el gravísi-
mo problema del cambio climático debe mover a las administraciones municipa-
les a impulsar, antes que las grandes avenidas y vías elevadas para la movilidad
de los vehículos particulares, al desarrollo de sistemas masivos de transporte au-
tomotor, movidos en lo posible por energía eléctrica; de ciclovías y de movilidad
peatonal. Esta es una de las políticas más urgentes que se debe promover a nivel
planetario. Se entiende que complementario a estas políticas, la utilización de las
telecomunicaciones con el Internet, deben ayudar notoriamente a la disminución
del traslado de personas y objetos dentro y entre ciudades.
Memorando de circulación interna en el Banco Mundial, citado por S. George. 1996. Liberalismo econó-
259
Si bien ésta debería ser la pieza central de una ecopolítica, se entiende que
esto sólo es posible mediante una transformación de la “Monetocracia Global”,
a una Economía Ecológica, y en consecuencia éste será el punto de llegada como
efecto de la presión de grupos, por fuera de los grandes intereses que se forman
al amparo de la Economía Convencional, lo que requiere que los pasos iniciales
acá propuestos, sean la punta de lanza para una transformación, que de no ser
por estos medios, vendrá por imposición inapelable de la dinámica inherente a
la naturaleza.
• Decisiones
Centro de decisión política • Resoluciones
(mundiales, internacionales, • Leyes
regionales y locales) • Decretos
• Actos administrativos
• Recomendaciones
Cumbres, consejos y comisiones • Protocolos
de conciliación y viabilización • Declaraciones
(Ej. Estocolmo 1972, Kyoto, • Guías
Río: IPCC) • Documentos
• Pautas
{
Centros de investigación • Identificación y definición de umbrales
científica y desarrollo • Reducción de incertidumbres
tecnológico • Producción limpia
(Tomado de Gómez, Vargas y Posada. 2007).
L. J. Gómez, E. Vargas y L. G. Posada. 2007. Economía Ecológica. Idea. Universidad Nacional de Colombia.
260
Bogotá. p. 134.