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Origen del filosofar, pregunta filosófica


La soledad y el silencio que enmarcan la pregunta filosófica bien podrían alcanzarse se nos
objetara, luego de la jornada laboral o escolar, en el momento de ocio. Allí se acallan las
cuestiones prácticas, el hombre puede tomar distancia, entrar en relación con las profundas
necesidades de su existencia, con el valor de los seres que lo rodean, ver en perspectiva su
vida y reconsiderar sus prioridades. Despertar sus capacidades dormidas. ¿Pero está en
condiciones de hacerlo?
Nuestro modo de ocio corresponde a nuestro modo de trabajo. Estamos entrenados en el
activismo pragmático. Paradójicamente el activismo pragmatista genera hombres pasivos. El
imperativo de producción máxima es la palanca que mueve “desde fuera”, como norma a ser
acatada por aquel que busca la supervivencia1. Si la velocidad y la eficiencia pueden
llamarmos a engaño y hacernos pensar que estamos frente a una energía que surge
espontáneamente del interior del ser humano, ante una mirada más profunda se revela que el
hombre es más bien movido como a los empujones, “desde fuera”, coaccionado por las leyes
de juego del mundo laboral. Para experimentar la energía vital como brotando
espontáneamente desde el interior de la persona, haría falta que algo la atrajera por sí mismo,
como cuando estamos enamorados.
No es el caso del hombre que se dirige a su oficina. Ni del que vuelve a casa cansado por el
estilo de vida de la jornada. .De donde sacara la energía o surgirá la iniciativa, para entrar en
la espesura del sentido de su vida? El ocio ha pasado a ser el espacio de la huida, el lugar de
distensión; en él, el hombre actúa como espectador pasivo, no se involucra activamente, se
distrae mediante el espectáculo de la TV: “El espectáculo», sostiene Guy Debord, “entendido
en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es
un complemento del mundo real, una decoración superpuesta a este. Es la medula del
irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda,
publicidad o consumo directo de entretenimientos, el espectáculo constituye el modelo actual
de la vida socialmente dominante. Es la afirmación omnipresente de una elección ya hecha en
la producción y de su consumo que es su corolario.
Forma y contenido del espectáculo son, idénticamente la justificación total de las condiciones
y fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia permanente de esta
justificación, en tanto colonización de la parte principal del tiempo vivido fuera de la
producción moderna”2.
El espectáculo es la “presencia permanente de la justificación total de las condiciones y fines
del sistema existente”. Es la colonización del ocio por el sistema económico. Nos dice cuál es
el sentido de la vida, aquello que debemos perseguir. (Responde aun antes de haber sido
formulada, a aquella pregunta “.Que hacemos aquí?”). La existencia torna banal y pierde su
belleza. El tiempo se experimenta circularmente: Metro - trabajo - cena - trabajo - butaca -
televisión - sueño - metro – trabajo 3. Nos acostumbramos a que nos “empujen”, nos invade la
inercia, el abandono de la libertad.
Nos resulta difícil soportar el silencio. Nos volvemos impacientes frente a un silencio en el que
nos han hecho sospechar, acecha la nada.
El hombre se trata entonces también a sí mismo como una herramienta. Se desconecta al
atardecer de la jornada para que el motor no se recaliente. Y lo que es grave también, se
acostumbra a tratar a los demás de ese modo. Como instrumentos u obstáculos. Retrocede
de la vida comunitaria. Se vuelve individualista. .Acaso no se levantan quejas por mal trato

1
Los marginados del sistema siguen otras reglas para su supervivencia que indirectamente también dependen
del imperativo de producción-consumo.
2
Guy Debord, La sociedad del espectáculo, Buenos Aires, La Marca, 1995, parágrafo 6.
3
“Algunas cosas día tras día. Metro - trabajo - cena - trabajo - butaca - televisión - sueno - metro - trabajo. .Cuánto
más puedes tragar? Uno de cada cinco sufre un colapso nervioso”. Grafiti de Londres en la década del ‘70. Cfr.
Greil Marcus, Rastros de carmín, Barcelona, Anagrama, 1993, p. 157.
contra “el médico, jurisconsulto, sacerdote, poeta, sabio” a quienes el sistema de trabajo “ha
convertido en sus servidores asalariados”?4
MOSTO Marisa. Las desmesuras del amor. Ensayos sobre el poder de la vida personal.
Buenos Aires, Sabiduría Cristiana, 2012, 18-19

Mosto
Filosofía, crítica, valor de la filosofía
No se esconde acaso una «filosofía» en nuestro «modo de vida»? .No se cuela por todos
lados el espíritu típicamente burgués del individualismo pragmático? Dice Max Horkheimer:
“Lo que hay que aclarar es que no es que la goma de mascar perjudique a la metafísica, sino
que la goma de mascar, es metafísica” 5. Horkheimer se refiere a la sociedad de consumo y
entretenimiento dependientes del sistema de aceleración productiva y lo simboliza con la
goma de mascar. La goma de mascar, nuestro estilo de vida, nos mantiene “activos”, en
movimiento pero sin alimentarnos. Parafraseando a Horkheimer, no es que nuestro modo de
vida impida la filosofía, sino que ya es filosofía. Todo modo de vida manifiesta una
comprensión del mundo, del sentido de la vida, del orden de los valores alrededor de los
cuales se organiza. Filosofía y vida son inseparables. Mi vida manifiesta la filosofía que la
inspira.
El gran problema de la situación actual es que en general la filosofía que vivimos, es asumida
acríticamente. Nos atraviesan las coordenadas de sentido vigentes y las experimentamos
como fruto de la necesidad y no de la libertad. Sucumbimos a su hechizo.
La idea de que la vida intelectual (que no es vida solo de la inteligencia como intente describir
más arriba) pudiera tener sus “caballos de Troya” la he tomado del libro Sobre la televisión del
sociólogo francés, Pierre Bourdieu6. Allí Bourdieu describe, entre otras cosas, como las reglas
de juego del mundo de la televisión, del espectáculo que a su vez dependen del mundo
económico se cuelan en el ámbito de la “cultura”, en el espacio de la vida intelectual o
académica disolviendo su modo de ser propio y neutralizando una de sus capacidades
esenciales: la posibilidad de resistencia al avance totalitario del pragmatismo.
Aparecen formas, dice Pieper, de pseudo arte, pseudo filosofía y pseudo religión que
sustituyen al arte, la filosofía y la religión genuinas, que son a su modo de ver las actividades
(junto con el amor) capaces de trascender eso que él llama “mundo del trabajo” y de rozar
aquello que es buscado por sí mismo y no en función de otra cosa7. Esas falsificaciones,
formas bastardas de la cultura, sostiene Pieper, no hacen sino encerrar aún más al hombre
dentro de la cúpula de la instrumentalidad. Se despliega una industria de la cultura que al
seguir la ley del mercado disuelve las condiciones de posibilidad de la cultura misma.

MOSTO Marisa. Las desmesuras del amor. Ensayos sobre el poder de la vida personal. Buenos Aires, Sabiduría
Cristiana, 2012, pp. 20-2114 La expresión es de Adorno, Dialéctica Negativa, Madrid, Taurus, 1975, p. 342-348.

4
Manifiesto del partido comunista, Buenos Aires, Anteo, 1971, p. 35- 37.
5
M. Horkheimer, citado por Adorno en la introducción a Un mundo feliz de A. Huxley, México, Porrúa, 1990.
6
Sur la television, Taris, LIBER-Raisons d’agir, 1996, p. 73.
7
El ocio y la vida intelectual, conferencia primera.

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