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La noche de Halloween acecha de nuevo y,
con ella, revive la adrenalina de aquellos que necesitan ser estimulados
con historias de terror que activen todos sus sentidos. Hay leyendas clásicas que
resucitan con éxito cada temporada, y otras que afloran con el paso de los años
condimentando una velada que hace las delicias de los amantes del miedo. Y es
que ciertos momentos de turbación, aunque parezca contradictorio, nos pueden
estimular, especialmente cuando logramos tomar distancia con aquello que nos
cuentan y, si es necesario, acudir a casa en busca de una buena manta que nos
proteja (¿seguro?). Estos son algunos mitos con los que os podéis regocijar esta
terrorífica noche eligiendo, además, si uno prefiere creer que son verdad o
ficción.
Las tornas cambiaron cuando, en sus siguientes consultas, dos pacientes más
aseguraron haber visto al mismo hombre en sueños. El psiquiatra decidió hacer
copias del dibujo y enviarlo a varios compañeros de profesión. Meses después,
vieron que el número de personas que habían soñado con él no paraban de
aumentar y optaron por crear una página web en la que se registraran todas sus
apariciones. Los facultativos descubrieron que el misterioso hombre se había
colado en los sueños de cerca de dos mil personas.
Sus “apariciones” son de lo más dispares. Uno de los pacientes aseguró haberlo
visto vestido de Papá Noel. Otro dijo haberse enamorado en cuanto lo vio. Un
tercero asegura que cuando sueña que vuela, el hombre lo hace junto a él, y
nunca habla.
El fenómeno ha dado pie a múltiples teorías conspirativas. Una de ellas señala
que el intruso es una persona real con la habilidad de irrumpir en los sueños.
Otra, incluso afirma que se trata de un proyecto oculto de los gobiernos para
controlar las vidas de los ciudadanos. La hipótesis más científica, sin embargo,
indica que este rostro forma parte de la “conciencia común”.
El visitante nocturno
Leonor se mudaba de nuevo. A su madre le encantaba la restauración, así que su
predilección por las casas antiguas empujaba a la familia a llevar una vida más
bien nómada. Era la primera noche que dormían allí y, como siempre, su madre
le había dejado una pequeña bombilla encendida para espantar todos sus miedos.
Cada vez que se cambiaban de casa le costaba conciliar el sueño.
Santana creía que había sido maldito. Tiempo atrás, había encontrado el cuerpo
de una joven que había fallecido ahogada a orillas de los terrenos del hombre.
Empezó a convertirse en protagonista de episodios paranormales: oía voces,
pasos y el llanto de una mujer, por lo que decidió colocar muñecas por la isla
para ahuyentar el alma de la chica. Su obsesión llegó hasta tal punto que pasaba
las horas buscando muñecas en las basura y en los canales de Cuemanco.
Santana falleció en 2001 cuando se encontraba a orillas del río, justo después de
comentarle a su sobrino que una sirena quería llevárselo. Ahora, el lugar se ha
convertido en un sitio turístico y las autoridades de la región se plantean crear un
museo para conservar las muñecas.
Las muñecas permanecen colgadas por todas partes (iStockphoto)AMPLIAR
Desde entonces, algunos viajeros aseguran que al pasar por ese tramo unas
interferencias se cuelan en la radio y se oye una misteriosa melodía: el tarareo de
unas niñas.
El hombre agudizó los sentidos y redujo la marcha. En ese mismo instante, los
faros del vehículo iluminaron la figura de una chica que, empapada por la lluvia,
esperaba inmóvil a que algún conductor se apiadara de ella y la llevara a su
destino. Sin dudarlo ni un momento, frenó en seco y la invitó a subir. Ella aceptó
de inmediato, y mientras se sentaba en el lugar del copiloto, el chofer se fijó en
su vestimenta. Llevaba un vestido blanco de algodón arrugado y manchado de
barro. Por su pelo enmarañado, parecía que llevaba un buen rato esperando.
Reanudó el viaje y empezaron una distendida conversación en la que la chica
esquivó en varias ocasiones la historia de cómo había llegado hasta aquel lugar.
Hasta que llegó el momento idóneo. Con una voz fría y cortante, le pidió que
redujera la velocidad hasta casi detener el vehículo. “Es una curva muy cerrada”,
le advirtió. El hombre siguió su consejo y, cuando vio lo peligroso que podría
haber sido, le dio las gracias. Ella, con voz cortante y fría, le espetó: “No me lo
agradezcas, es mi misión. En esa curva me maté yo hace más de 25 años. Era una
noche como ésta.” Un escalofrío recorrió la espalda del hombre y erizó su piel.
Cuando giró la vista hacia el copiloto, la joven ya no estaba. El asiento, sin
embargo, seguía húmedo.