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Documento TOL1.782.959

Doctrina
Título: Abogacía y abogados
Fecha: 03/2010
Coordinadores: JOSÉ ÁNGEL GARCÍA FERNÁNDEZ

TEXTO:

ABOGACÍA Y ABOGADOS

En el año 2003, por encargo del Consejo General de la Abogacía Española, se realizó una encuesta
sobre la imagen de la Abogacía en la sociedad española , que constituye el mas importante estudio
sociológico efectuado hasta ahora en esa materia. De tal estudio se han obtenido conclusiones
positivas tales como que la sociedad española tiene una buena imagen de los abogados , los abogados
son los profesionales mejor valorados de la Justicia y ello, evidentemente, resulta gratificante. No
obstante, en el estudio a que nos referimos existe una dicotomía, que por honestidad no debemos
ocultar, cual es que, por una lado, el abogado como profesional al que acude el usuario en defensa de
sus intereses goza de una imagen suficientemente positiva y, por otro lado, sobre los abogados en
general entiéndase la Abogacía existen desde antiguo una serie de tópicos negativos en la opinión
pública, que tachan a los abogados de embaucadores que contribuyen mas a enredar las cosas y
complicarlas que a aclararlas y arreglarlas; que actúan por su propio interés; que los honorarios
suelen ser elevados ...

A finales de aquel año, en el VIII Congreso de la Abogacía Española, celebrado en Salamanca, se


trató del acercamiento de la Abogacía a la sociedad, mereciendo especial atención, entre las
ponencias debatidas, la relativa al ejercicio de la Abogacía, haciéndose notar el notable cambio
experimentado en los últimos cincuenta años: la profesión se ha masificado; la practica del derecho
se está internacionalizando; han surgido nuevos competidores de otras profesiones; las nuevas
tecnologías han cambiado la gestión en los despachos; existe una tendencia creciente a la fusión y
alianzas entre bufetes, etc. También, concretamente, durante la última década, se han venido
implantando en España grandes firmas internacionales de Abogados y se han consolidado los grandes
despachos españoles, lo que ha provocado la necesidad de que los despachos medianos y lógicamente
todos los pequeños hayan tenido que cambiar su estrategia con el fin de encontrar un hueco en un
mercado legal, cada vez mas saturado.

El despacho pequeño, formado por uno o dos abogados y uno o dos auxiliares administrativos, se
encuentran en una posición incomoda, dado que los grandes despachos, nacionales o internacionales,
asumen los asuntos de mayor relevancia económica y garantizan normalmente un servicio de
asesoramiento integral. Pero es que además, a nivel inferior, surgen como competencia las
denominadas asesorías fiscales y laborales y otras consultorías que acaparan clientes bajo una
política de bajo precio y rapidez de servicio, sin olvidar los asesoramientos on line de carácter
jurídico muy básico o primario, favorecido por las nuevas tecnologías, mediante el cual a un bajo
coste responden consultas en 48 horas.

No obstante, y a pesar del anterior panorama, existen una infinidad de asuntos profesionales y
clientes potenciales que se encuentran al alcance del pequeño despacho y, obviamente, del Abogado
novel que se inicia en el ejercicio profesional. Encontrar la vía de captación de las pequeñas y
medianas empresas, de las familias o de las personas que, en definitiva, son los clientes potenciales,
debe y puede lograrse mediante la prestación de un servicio profesional de calidad, efectuado por un

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precio razonable, lo que otorga un plus de satisfacción al cliente, siendo esta idea la que debe
prevalecer en el punto de mira de todo Abogado novel, a fin de lograr que cada cliente que vaya
obteniendo se convierta en un cliente permanente e incondicional. Metafóricamente se puede
sostener que el Abogado, generalmente, capta a los clientes de uno en uno, al igual que el pescador
de caña va llenando el copo pez a pez.

En vista a quienes va dirigido el presente libro hemos de dejar constancia de que en España, hasta la
segunda mitad del siglo XX, los Licenciados en Derecho que pretendía incorporarse a un Colegio
para ejercer como Abogados, salvo contadísimas excepciones, se iniciaban profesionalmente
irrumpiendo como pasantes en el despacho de un Abogado avezado, el que como maestro tomaba
sobre sí una enorme responsabilidad: la del ejemplo.

Angel Ossorio, insigne Abogado que fue Decano del Ilte. Colegio de Abogados de Madrid, en su
obra titulada El alma de la toga , preconiza sobre la pasantía que lo mas interesante que se aprende en
un bufete no es la ciencia, que pocas veces se exterioriza, ni el arte de discurrir, que no suele ser
materia inoculable, sino la conducta. Acerca de ella, es decir, acerca de la ética profesional, el
estudiante no ha aprendido ni una sola palabra en la Universidad. Es en el bufete donde recibirá la
primera lección [1].

Pues bien, lo habitual en aquellos tiempos era que los Abogados noveles se iniciaran siguiendo los
pasos de sus maestros, que la mayoría eran Abogados generalistas, por la simple razón de que no
existía el diluvio legislativo que hoy padecemos. Pero es que, además, el Abogado, en aquél
entonces, en comparación con el resto de los ciudadanos que en franca mayoría carecían de estudios
ni siquiera de grado medio era un erudito que gozaba de gran prestigio entre sus clientes, pues les
ofrecía confianza para aconsejar, poner paz y evitar polémicas, para dictaminar sobre la conveniencia
de comprar o vender, o para repartir equitativamente bienes, en resumen, ofrecía confianza absoluta
para seguir su criterio ante las complejidades de la vida.

Mas, en los últimos tiempos, la situación ha variado enormemente. A la general actividad profesional
actual se incorporan a tropel muchos Licenciados en Derecho. En el mundo de la empresa se
encuentran, afortunadamente, directivos intermedios con títulos universitarios y dentro del elenco de
los directivos ejecutivos es corriente encontrar titulados universitarios, que poseen incluso cursos
especializados de post grado obtenidos en Escuelas de alta dirección. En cualquier Colegio de
Abogados español el número de sus integrantes en los últimos sesenta años se ha multiplicado muy
notablemente[2] y ello ha provocado en la Abogacía una crisis de crecimiento , que ha derivado en
una creciente perdida de confianza en los Abogados entre los potenciales clientes, dado que los
Abogados actualmente, a diferencia con sus colegas de hace medio siglo, ya no cubren cada uno de
ellos todas las áreas del Derecho, pues la multitud de normas en vigor hacen prácticamente imposible
el mero conocimiento de su existencia para los profesionales. Por ello, incluso, suena a sarcasmo el
aforismo jurídico de que la ignorancia de las leyes no exime de su cumplimiento , cuando, según
reconoce el prestigioso jurista García de Enterría, no hay persona alguna, incluyendo a los juristas
mas cualificados, que pueda pretender hoy conocer una minúscula fracción apenas de esta marea
inundatoria e incesante de Leyes y Reglamentos, entre cuyas complejas mallas hemos, no obstante,
de vivir .

De ahí que se imponga recomendar a los Abogados noveles que rehuyan ser Abogados generalistas y
procuren lograr una especialización lo antes posible, a fin de poder ofrecer los mejores
conocimientos en un área concreta del Derecho, obviamente, elegida por el particular deseo de cada
Abogado o en la que ha desembocado el mismo por diversas circunstancias vitales, logrando así
mediante el ejercicio profesional especializado una mayor confianza de sus clientes, al encontrarse
estos debidamente asistidos para intentar lograr que prosperen sus pretensiones.

En definitiva: el Abogado actualmente debe tratar de conseguir que se le considere un especialista en


alguna rama del derecho y, como tal, ser el profesional adecuado para obtener soluciones eficaces,
pues por su formación se presumirá que supera el general conocimiento que en ese ámbito se le
supone a un abogado generalista, consiguiendo de este modo que los clientes lo respeten y lo
consideren un Abogado de prestigio, al que por serlo no podrán imponer el precio de sus servicios

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profesionales con la mera insinuación de que existen muchos a los que podría elegir para
encomendarle su asunto.

Vademécum para abogados noveles. 1ª Edición. 2010

NOTAS:

[1] Ángel Ossorio. El alma de la toga. Ediciones Jurídicas Europa-América. Buenos Airez. 7ª edición
Págs 251 y 252.

[2] A modo de ejemplo: Al inicio de 1958 el Colegio de Abogados de Sevilla lo integraban 435
Letrados ejerciente y 199 no ejercientes y en el año 2007 se encontraban incorporados 5.071 Letrados
ejercientes y 1.182 no ejercientes en el mismo Colegio.

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