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Carlos Axel Flores Valdovinos Seminario de Narrativa de la segunda mitad del siglo XX

LOS DEMONIOS DE LA LENGUA / ALBERTO RUY SÁNCHEZ


PALIMPSESTOS

“En la lucha con el ángel he perdido por indecisión”.


Juan José Arreola

Alberto Ruy Sánchez (ciudad de México, 1951) narrador y ensayista crítico. Su estilo literario
se plasma en una bella y elegante prosa poética. En los demonios de la lengua nos ofrece una
nueva narrativa, a manera de novela epistolar basada en diarios, periódicos, cartas e
investigaciones documentadas en manuscritos apócrifos y fuentes herméticas de la tradición
exegética como la demonología, tal como aparece en la figura del personaje Juan Antonio
Llorente. Los temas de su literatura son teológicos y filosóficos como el bien y el mal, la
denuncia a la Santa Inquisición, etc…
Gerard Genette en su libro Palimpsestos. La literatura en segundo grado, nos refiere
acerca de las relaciones intratextuales, intertextuales, architextuales, hipotextuales o
transtextuales, es decir, textos derivados de otros textos: “Hoy diría, en un sentido más
amplio, que este objeto es la transtextualidad o trascendencia textual del texto, que entonces
definía burdamente como «todo lo que pone el texto en relación, manifiesta o secreta con
otros textos»”.1 Primeramente, Genette recomienda detenerse en los paratextos, a saber:
títulos, subtítulos, prólogos, advertencias, notas al margen, epígrafes, viñetas y otras
alusiones que el autor deja entrever como señales o pistas para conducir al lector-crítico o en
términos de Genette a un “archilector”.
Mediante la genética textual podemos abordar los palimpsestos en la obra de Alberto Ruy
Sánchez, Los demonios de la lengua. Me llama la atención la “Advertencia” del autor, a
manera de nota preliminar, aviso o breve información que nos pone en alerta antes de entrar
de lleno a la obra, es pues, una especie de epiprólogo.

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Gerard Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, Traducción de Celia Fernández Prieto, Taurus
/ Alfaguara, Madrid, 1989, pp. 9-10.

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El subtítulo está dirigido al lector interesado: “A quienes quieran saber cómo se salvó del
fuego este tratado de los demonios de la lengua y quién fue el supuesto autor de tanto secreto
y entusiasmo”.2 Previamente el autor advierte que un boceto de “Los demonios de la lengua”
había sido publicado en la revista Vuelta3, que coordinaba Octavio Paz.
El personaje principal de esta obra se refiere a Don Juan Antonio Llorente [Antiguo
secretario de la Inquisición de Corte, académico y social de muchas Academias y Sociedades
literarias nacionales y extranjeras], quien escribió una voluminosa obra titulada: Historia
crítica de la nueva España, la cual se refiere como: “Obra original conforme a lo que resulta
de los Archivos del Consejo de la Suprema, y de los Tribunales de Provincia”, primeramente,
publicada por la Librería de Rosa, calle Chartres, núm. 12. París, 1825.
En el “Prólogo” podemos recopilar datos muy interesantes para nuestras pesquisas:
“Muchos escritores, extranjeros y nacionales han hablado de la Inquisiciones establecidas en
diversas partes del mundo católico, particularmente de la de España; pero ninguno lo ha
hecho con exactitud”.4
El propósito de este autor consiste en desmontar la verdad oculta desde la historiografía
cuyo título lleva Historia crítica de la Inquisición de la Nueva España. Esta obra muestra la
visión de un inquisidor o secretario, quien tuvo acceso a las fuentes originales: “Yo la
considero digna de tener historia particular propia suya, con exactitud en la narración de los
hechos, sin ocultar verdades importantes, como lo han hecho los que escribieron por parte de
la Inquisición ; sin exagerar otros hechos, como algunos escritores enemigos, que se dejaron
llevar del espíritu de resentimiento; y sin equivocarle acerca de las leyes secretas del gobierno
interior del tribunal, como ha sucedido a todos, menos a los que las ocultaban por malicia”.5
Ahora bien, el palimpsesto literario de Alberto Ruy Sánchez nos remite a esta historia
crítica desde el giro realista que mantiene la novela epistolar. En la advertencia inicial se
relata la genética de este “texto”, encontrado en la librería de la Rue de Rosiers.

2
Alberto Ruy Sánchez, Los demonios de la lengua, Transcripción de Iván Castillo Méndez, Cuadernos de la
Orquesta, Guatemala, 2012. Versión basada en la edición de Joaquín Mortiz, México, 1987, p. 2.
3
Alberto Ruy Sánchez, “Los demonios de la lengua”, en Vuelta, núm. 82, México, septiembre de 1983, pp. 22-
27.
4
Juan Antonio Llorente, Historia crítica de la nueva España, t. I, posteriormente editada por la Imprenta de
Oliva, ubicada en la calle de Platería en Barcelona publicada en el año de 1835.
5
Ibid., p. 4.

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Para los interesados en hallazgos de manuscritos, sean bibliófilos o “bibliótafos”, eruditos


filólogos o curiosos lectores estas anécdotas despertarán un mayor interés. Para ello es
necesario recurrir a los textos mismos para verificar su relación con otros textos. Una
comparación entre la “Advertencia” de la novela de Alberto Ruy Sánchez y el “Prólogo” de
Juan Llorente nos mostrará relaciones intertextuales que conviene exponer en esta recensión.
En la vida y obra de Juan Llorente se señala que fue secretario de la Inquisición de la corte
de Madrid de 1789 a 1791. Durante este período se dedicó a revisar testimonios, casos y
consultar documentos inaccesibles. A propósito de esto, Llorente nos describe lo siguiente:
“Desde entonces me dediqué a recoger papeles, sacar apuntamientos, hacer notas, y copiar
literalmente lo importante”.6 Del mismo modo, encontramos en Los demonios de la lengua,
paráfrasis elusiva: “Él se había aventurado a medias entre tantos papeles, avanzando más de
una vez por caminos sin salida”.7 Desde este enfoque podemos extraer algunas citas que
provienen de otras citas, ya sea a manera de transcripción, paráfrasis o pastiche.
En la novela de Ruy Sánchez se habla acerca de un supuesto “tratado de demonología”,
entendido como ciencia que estudia los demonios. En esta “biografía” se destacan los
diversos estudios filológicos e históricos sobre su vida y obra: “Don Juan Antonio de Llorente
fue un hombre que vivió fuera de su tiempo, muy por delante de las preocupaciones de sus
compatriotas y colegas”.8 Se hallan diferentes interpretaciones sobre la figura de este
personaje inquisidor, tal como se hace referencia en el retrato de Goya, quien lo pinta
solemnemente con su toga clerical, en la historiografía contamos con la condena de
Menéndez Pelayo acusado de herejía como “doble traidor a su religión y a su patria”.
De esta manera, podemos ver que en la versión literaria de Alberto Ruy Sánchez se trata
de recuperar la imagen del padre de la historiografía contemporánea sobre la Inquisición, tal
como se expone en la biografía contada por Julio Caro Baroja, quien se refiere a la figura
humanista del riojano que denunció a la Inquisición desde adentro, es decir, desde sus fuentes
mismas. Por otra parte, en la novela se presentan diversas facetas inéditas e insospechadas
de Llorente como inquisidor, humanista e historiador polémico. En Los demonios de la
lengua se describe que Juan Antonio Llorente fue “un viajero incansable” que se embarcó
hacia varios rumbos: la India, Japón, China, Turquía, Grecia y América.

6
Ibid., p. 5.
7
Alberto Ruiz Sánchez, op. cit., 2012, p. 2.
8
Ibid., p. 4.

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Juan Antonio de Llorente fue un filósofo que sembró la duda sobre ciertas creencias
arraigadas: “En sus ojos y en su boca se adivina al demonio de la inteligencia. Busca
incansablemente en los muros de la razón humana las grietas que delatan la inconsistencia
del edificio. Su obsesión: revelar el mal que se hace haciendo el bien y el bien que esconde
lo que comúnmente se piensa que es el mal”.9 El título de la novela se basa en una obra
apócrifa que aparece dentro del corpus: Tratado sobre los demonios de la lengua. No
sabemos si en verdad existió, pero en la obra literaria cobra cierta curiosidad al lector-
intérprete: “El manuscrito, muy probablemente hubiera ido a dar a la hoguera, con su autor
o sin él”.10 En todo caso, la literatura es una verdad mentida, entiéndase que es una recreación
no solo histórica, sino ficticia. La literatura de segundo grado que maneja Ruy Sánchez nos
invita a repensar la historia real, desde una narrativa que emplea recursos estilísticos que le
imprimen al personaje protagónico no solamente un tono realista, sino sensualista y
materialista. En la “Advertencia” se descubre que la literatura es invención o, mejor dicho,
reinvención, ya que como expone a continuación: “En sus manuscritos se muestra que, sobre
todo, le atraían los motivos oscuros del cuerpo, los impulsos imaginarios o reales de los
humanos (…) sus relatos muestran rincones sombríos de ese mundo del deseo en el que sueño
y realidad se confunden: mundo inmaterial arraigado como ningún otro en la materia puesto
que es en él donde los demonios se apoderan de la carne”.11 De esta manera, se afirma que
“su Tratado sobre los demonios de la lengua, es sin duda, la expresión de aquella carga. O
si se prefiere decirlo en términos de la época, es el exorcismo de aquellos demonios”.12 En
este libro apócrifo se halla lo que Gerard Genette llama “architexto” o metatexto. Es un texto
hipotético, ya que no sabemos si existió, si fue quemado o si en verdad, el autor lo cotejó
desde las fuentes originales. Llorente organizó el tratado sobre demonología por orden
alfabético donde presenta en cada capítulo el nombre del demonio. Se hace referencia a una
parte inédita: “Y ese fragmento, precisamente, es el que aquí se presenta. Incluyendo además
algunos grabados antiguos que Llorente, o tal vez algún guardián de estos papeles, un posible
editor, un ocioso o, simplemente, un demonio de los de Don Juan Antonio, mezcló con el

9
Idem.
10
Ibid., p. 5.
11
Ibid., p. 8.
12
Ibid., p. 9.

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manuscrito”.13 Cabe mencionar que el autor acude al architexto para citar del tratado de
Llorente las siguientes palabras: “En la noche sin nombres, sin respuestas, sin orillas, en la
noche muda nuestro cuerpo, aguardan impacientes los demonios de la lengua”.14 Por último,
consideramos referencias architextuales, esto es, citas que provienen de otras citas. Sánchez
Lacy considera que en este tratado de demonología se enseña lo que cualquier inquisidor
exorcista debe aprender: “nombrar a los demonios para dominarlos”. En este sentido, se apela
a los demonios de la lengua que no tienen nombres, los que no se pueden domeñar o someter,
son demonios sin nombres. El arte de la imitación es un arte poética. Pues bien, Alberto Ruy
Sánchez supo plasmar el lenguaje de una época, poniendo de boca de Juan Antonio Llorente
dos versiones contrastadas. La primera destaca que el personaje protagónico tuvo un pacto
con el demonio, quien a cambio de su alma le concibió ciertos dones para la oratoria, mientras
que la segunda lo redime como santo de los santos. El autor considera ambas versiones. Lo
cual parece paradójico, empero como hemos visto anteriormente confluyen en su vida y obra.
En la novela de Ruy Sánchez se muestra el piadoso, humanista y místico Llorente quien
pretende alcanzar la santidad. Sin embargo, se halla entre el bien y el mal, la pasión y la
oración, tal es su personalidad mezcla de culpa y liberación, de ángel y demonio. La novela
aborda diversos aspectos de la vida de don Juan Antonio de Llorente: “revelaciones”,
“inquisiciones”, “aparición del ángel”, “epifanías”, “la duda”, “la santa herejía”, “certeza
absoluta”, “padecimiento”, “al servicio del fuego eterno” y “ofrenda”.
En Los demonios de la lengua se refiere que Llorente realizó una falsa autobiografía de
San Ignacio de Loyola. En esta obra confluyen su vida y obra más allá del bien y del mal:
“tal vez su obra en el fondo era benéfica para el mundo, puesto que el mundo así prefería
creerlo. Tal vez había hecho el bien creyendo hacer lo contrario, engañado una vez más por
las tinieblas” y más adelante, en boca de Don Juan Antonio de Llorente se cita: “puesto que
no hay nada tan importante como observar el buen orden que Dios dio al mundo, y es tan
horrible poner el bien en el infierno como el mal en el paraíso, si yo hice el bien sembrando
un desorden extremo, con más seguridad me encamino hacia el infinito hoyo negro que me
llama. Pocas horas después de escribir esas líneas, predicador ahogaba sus angustias lanzando
su furioso y último sermón contra los demonios de la lengua”.15

13
Ibid., p. 10.
14
Idem.
15
Ibid., p. 32.

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