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El informe nos señala que, de las veintitrés subcategorías de servicios prestados por los
ecosistemas a la humanidad, quince están en declive. En otras palabras, desde una
perspectiva global, la destrucción y degradación de los ecosistemas ha tenido como
consecuencia que ellos, cada vez más, estén en menor capacidad de prestar parte de los
servicios de aprovisionamiento (agua dulce, pesquerías de captura, alimentos silvestres,
combustible, medicinas y productos bioquímicos, recursos genéticos), de regulación (del
clima, el agua, la erosión, las pestes, los desastres naturales, purificación del aire,
purificación de las aguas, polinización), y culturales (espirituales, estéticos). Si bien
producción global de alimentos correspondiente a la agricultura y la ganadería se encuentra
en ascenso, el estudio muestra que parte de los agroecosistemas que proveen estos servicios
se encuentra en procesos de degradación.
Además, los patrones de consumo del transporte, basado éste en los motores de
combustión, y de la energía eléctrica procedente de las termoeléctricas, y otras fuentes, han
agravado en forma sustantiva el problema del calentamiento global. Así, el predominio del
automóvil privado sobre el transporte público y el uso irrefrenado de la energía eléctrica
son causa de una acumulación adicional de gases de efecto invernadero, en comparación
con un escenario hipotético caracterizado por uno patrones de consumo de estos bienes y
servicios que privilegiaran el transporte colectivo, en el primer caso, y el ahorro de la
electricidad, en el segundo caso. En otras palabras, con estos ejemplos estamos recordando
aquí que las tecnologías no son neutras en su aplicación y que sus beneficios e impactos
están profundamente vinculados con la organización social de su uso; lo cual, en última
instancia, es un asunto de naturaleza política.
Con frecuencia, las intervenciones humanas en el medio natural, incluyendo las efectuadas
mediante la ingeniería, se han hecho a partir de la visión predominante de que los bosques,
la fauna, las aguas y los suelos, son recursos renovables. En esta perspectiva, cada uno de
estos recursos se concibe como un bien para ser modelado en un producto material o como
un recipiente para la disposición de desperdicios. Se trata, entonces, de “administrar
racionalmente los recursos naturales renovables” como un medio para asegurar un flujo
continuo de los productos de la naturaleza. Pero, esa “administración racional” ha
acentuado, en muchos casos, la optimización del uso de los recursos mismos sin entrar a
establecer las consecuencias de ese propósito para los ecosistemas que los producen.
Colombia es uno de los países con mayor biodiversidad del planeta y un caso excepcional
de diversidad étnica y cultural, características que lo ubican en una situación privilegiada
con respecto al resto del mundo, lo que implica por igual el tener que satisfacer múltiples
necesidades de una sociedad heterogénea y con demandas crecientes en el uso de servicios
y recursos naturales.
El sector forestal colombiano presenta una serie de atributos y ventajas comparativas que
permiten prever a futuro una opción importante de crecimiento y bienestar socioeconómico.
En tal sentido, el primer principio de la Política de Bosques (MinAmbiente y DNP, 1996),
los reconoce como un recurso estratégico de la nación, al ser parte integrante y soporte de
la diversidad biológica, étnica y de la oferta ambiental, por lo que su conocimiento y
manejo son tarea esencial del Estado con apoyo de la sociedad civil. La gestión forestal en
el país busca mantener la provisión de bienes y servicios de estos ecosistemas a la sociedad,
garantizando a largo plazo la conservación, uso, manejo y aprovechamiento de los bosques.
Las iniciativas para la organización y manejo de áreas boscosas y de aptitud forestal parten
de necesidades internacionales, nacionales y locales.
Colombia tiene una superficie total de 2.070.408 km² (207.040.800 hectáreas), repartidos
en un área continental de 1.141.748 km² (114.174.800 hectáreas) y un área marítima de
928.660 km² (92.866.000 hectáreas) que representa el 44,5% de la superficie total del país
(IGAC, 2009). A partir del mapa de Ecosistemas Continentales, Costeros y Marinos de
Colombia, escala 1:500.000, y su leyenda técnica (IDEAM et al., 2007), se documentó la
información concerniente al tema de cobertura de la tierra, teniendo en cuenta las siguientes
consideraciones:
b) las coberturas mayormente naturales, es decir aquellas que no han sufrido mayores
transformaciones por acción antrópica o que, habiendo sido transformadas, responden a una
dinámica de regeneración natural, incluyen a los bosques naturales y a la vegetación
secundaria (las cuales se consideraron por separado).
Los departamentos de Amazonas, Caquetá, Guainía, Guaviare y Vaupés son los que poseen
la mayor área de bosques naturales del país con 35.184.675 hectáreas que representan
aproximadamente el 50% del total nacional, lo que evidencia que la mayoría de las
coberturas boscosas se encuentra en la zona suroriental del país. Antioquia, Cesar,
Magdalena, Valle del Cauca y Cundinamarca tienen la mayor superficie de bosques
plantados del país, la cual asciende a 92.039 hectáreas y corresponde al 57,15% del total
nacional. Cinco departamentos, Antioquia, Chocó, Cesar, Nariño y Santander, representan
aproximadamente el 53% del área de vegetación secundaria del país y corresponden a
4.258.870 hectáreas.
Por su parte, el bosque plantado en los resguardos indígenas tiene un área de 819 hectáreas
(1% del total nacional), distribuidos únicamente en cincoresguardos: Embera, Embera-
Chami, Guahibo, Páez y Wayuu que corresponden al 1% del total nacional. La vegetación
secundaria tiene un área de 583.347 hectáreas (7% del total nacional); en los resguardos
Eperara-Siapidara-Trua, Yukpa y Wiwa-Arzario esta cobertura abarca más del 95% de su
área.
[Texto extraído de IDEAM (2010). Informe anual sobre el estado del medio ambiente y los recursos naturales
renovables en Colombia. Bosques 2009. Bogotá: IDEAM]