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El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de

estudios sobre el mundo andino

Article · December 2015

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Alejandra Ramos
Universidad de Buenos Aires
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 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 24 (2): 98-115 (2015)
ISSN impreso: 1852-1002 / Versión en línea: 2422-7749

El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre

el mundo andino

Alejandra Ramos1

Resumen

Proponemos que a partir de la figura de John Murra es posible rastrear la constitución de una red
de investigadores en torno a la temática andina durante las décadas de 1970 y 1980. A partir de un
análisis biográfico y bibliográfico reconstruimos el interés de este investigador por el mundo andino y
examinamos las características del modelo que propone para abordarlo. Luego esbozamos los contactos
que estableció en distintos países y describimos las formas de comunicación y circulación que impulsó.
Afirmamos que Murra fue uno de los principales gestores de una red internacional de investigadores
que combinó lazos anclados institucionalmente con otros de carácter más informal, constituyéndose en
un nodo central de la red conformada por la comunidad internacional de investigadores dedicados a los
estudios andinos. Argumentamos que esto fue posible, por una parte, dada la plasticidad y la capacidad
de aglutinación de su propuesta teórico-metodológica para estudiar el mundo andino y, por otra, gracias
a sus propias características personales y las estrategias que desplegó para difundir su propuesta y captar
el interés de sus colegas.

Palabras clave: John Murra, Etnohistoria, estudios andinos, redes académicas, interdisciplina.

Abstract

We propose that based in the figure of John Murra it’s possible to trace the establishment of a network
of researchers around the Andean studies between the 1970’s and the 1980’s. From a biographical and
bibliographical analysis we’ll rebuild the interest of this researcher for the Andean world and we’ll
examine the characteristics of the model that he proposed to analyze it. Then we’ll outline the contacts
established in various countries and we’ll describe the communication and circulation forms that he
promoted. We affirm that Murra was one of the main managers of an international network of researchers
that combined institutionally ties with other more informal, becoming a central node in the network
formed by the international research community dedicated to Andean studies. We argue that this was
possible, on the one hand, given the plasticity and binding ability of their theoretical and methodological
proposal to study the Andes world, and on the other hand, thanks to their own personal characteristics
and strategies that he displayed to spread their proposal and capture the interest of their colleagues.

Keywords: John Murra, Ethnohistory, Andean studies, academic networks, interdiscipline.

Manuscrito recibido: 20 de junio de 2015.

Aceptado para su publicación: 3 de septiembre de 2015.

1
Sección Etnohistoria, Instituto de Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA). alejandraramos_@hotmail.com
Dirección postal Riglos 411, CABA.

98
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
Introducción
Desde mediados de la década de 1960 y sobre
todo en el trascurso de los años 70, se conformó un
grupo de investigadores provenientes de distintos
países y disciplinas en torno a lo que parecía ser
por aquellos años el enfoque por excelencia para
los estudios andinos: la Etnohistoria. En este
trabajo, a partir del seguimiento de la trayectoria
de uno de sus principales impulsores -John
Murra (1916-2006)-, nos adentraremos en la red
de investigadores que se desarrolló a partir de la
década de 1970.
Con el fin de situar el devenir de esta red es
necesario señalar que la indagación sobre lo andino2
tiene sus raíces en el interés de los investigadores
de principios del siglo XX por lo incaico. Las
producciones acerca de lo incaico fueron el punto
de partida que luego se complejizaría, tanto en lo
que respecta al objeto -de lo incaico a lo andino-
como en lo relativo a la metodología, a través de
la irrupción de una perspectiva antropológica en la
lectura de los documentos a mediados del siglos
XX.
Una serie de factores de diverso orden sitúan
a los incas como objeto de interés en las primeras
décadas del siglo XX, entre ellos: 1) las campañas
de exploración a Machu Picchu (1911-15); 2)
el hallazgo de nuevas fuentes como la crónica
de Felipe Guaman Poma de Ayala (1908) y los
debates en torno a los intentos de clasificación del
corpus, que se imbricaron con discusiones sobre la
cronología; 3) el sistema de organización incaico,
que entró también en el debate sobre los modos de
producción (se discutió ampliamente si se trataba
de un modo feudal, esclavista o socialista); y 4) el
rol que ocuparon la arqueología y la historia en la
conformación de una identidad nacional en Perú,
sobre todo tras la Guerra del Pacífico y con la
creación del Museo de Historia Nacional en Lima
(1905) (Hampe Martínez 1998; Tantaleán 2010;
Ramos 2011).
2
Se debe tener presente que lo andino es un término
multívoco y no ajeno a controversias, cuya amplitud
de sentidos posibilitó un marco de referencia común.
Se encuentra asociado tanto a la geografía como a la
cosmovisión y a la organización social, política y
económica.
99
A partir de la década del 1930, y sobre todo tras
la segunda posguerra, la influencia y financiación
de la investigación en Perú proveniente de Estados
Unidos fue incrementándose en detrimento de la
alemana, principalmente a través de la Fundación
Rockefeller –y luego de la Fundación Ford3.
Paralelamente y de la mano de los modelos
difusionistas aun en boga y la perspectiva
culturalista de la antropología norteamericana se
generalizó la referencia a las áreas de investigación
pensadas en términos geográficos y culturales
a la vez. Así el área andina, cuyos límites serían
frecuentemente revisados pero que en todos los
casos traspasaba las fronteras nacionales de Perú,
fue cobrando cada vez mayor interés y a mediados
del siglo XX tuvieron lugar una amplia variedad
de proyectos de investigación en la región.
A inicios de la década de 1940 Murra inició
sus investigaciones en el área andina como parte
de un proyecto de investigación arqueológica en
Ecuador y en la década siguiente realizó su tesis
de doctorado a partir del análisis de documentos,
mostrando las formas de articulación política
y económica entre el Estado inca y los grupos
étnicos bajo su dominio. A lo largo de su carrera
promovió el trabajo conjunto de disciplinas como
la Antropología, la Arqueología, la Historia
y empleó la denominación de Etnohistoria
andina para esta articulación. Si bien impulsó tal
denominación en la década del 70 ([1970] 1975,
[1979]1987), consideró igualmente pertinente
el término Historia andina propuesto por Pease
(Castro et al. 2000) e incluso llegó a pronunciarse
de la siguiente manera: “Me doy cuenta que la
gente hace fetiches de estas cosas. Los apellidos,
los nombres que son puramente para identificar
algo, se convierten en disciplinas. Al principio
es pura descripción. Por etnohistoria yo quiero
decir que voy a excavar, pero también que voy a
leer papeles. Como esas cosas se convierten en
banderas, en etiquetas, trato hoy de no usarlas.
Pero cuando estoy describiendo, no veo todavía el
peligro de que estas cosas se transformen en otras
cosas” (Castro et al. 2000: 80).
3
Hemos analizado algunos aspectos de la influencia
alemana en las investigaciones de la región en Ramos
(2013).
 CUADERNOS 24 (2): 98-115 (2015)
Por lo tanto el nombre Etnohistoria andina
podía ser dejado de lado o incluso cuestionado,
pero la necesidad de una articulación de
aproximaciones fue una preocupación constante
en Murra. Esta articulación era la vía de acceso
al mundo andino, así la Etnohistoria era un medio
para el fin de conocer lo andino; que, definido en
términos de logro y civilización, era el centro de la
propuesta de Murra.
Para muchos de sus contemporáneos Murra
revolucionó la manera de concebir y estudiar las
sociedades andinas; aunque no faltan quienes
sostienen que debe más su fama al aparato de
difusión que desplegó que a un aporte realmente
novedoso. Su interés en el funcio­namiento
económico del Estado inca lo llevó a identificar
estructuras políticas y económicas preexistentes
en él y a criticar las clasificaciones previas basadas
en categorías diseñadas para las sociedades
europeas, centrándose en las relaciones entre los
grupos étnicos y el Estado. Para ello propuso una
relectura de las crónicas a la luz de preguntas
antropológicas y el empleo de una variedad
más amplia de documentación, principalmente
visitas y litigios. En 1972 publicó el artículo
clave de su carrera académica, donde presentó
su modelo de control vertical de un máximo de
pisos ecológicos que daba cuenta de los principios
básicos de acceso y distribución de los recursos,
y postuló su aplicabilidad a distintas escalas
demográficas, trazando una continuidad temporal
en su implementación desde tiempos preincaicos
hasta la actualidad. Por tanto, el modelo de control
vertical, como comúnmente se lo conoce, permitía
enmarcar una gran variedad de investigaciones.
Murra convocaba a encontrar variantes y limites
del modelo, de manera que incluso aquellos
investigadores que en principio quedaban fuera del
marco común que proveía eran así reinsertados.
Incluso cuando el control vertical no se adecuaba
a una organización social determinada, ésta podía
ser explicada por el contraste. La referencia al
modelo de Murra era entonces casi ineludible.
Con el fin de reconstruir las estrategias -que
contribuyeron a la creación de una red académica
trasnacional y transdisciplinar- desplegadas por
Murra examinaremos en primer lugar, desde una
100
óptica biográfica y bibliográfica,4 cómo llegó a
interesarse por el mundo andino y nos detendremos
en las características del modelo que propone para
abordarlo. A continuación esbozamos los contactos
establecidos por Murra en distintos países y en las
formas de comunicación y circulación que impulsó.
Finalmente examinamos la imagen que generó de
sí mismo y la diversidad de la comunidad andina
en cuyo centro busco posicionarse.
El investigador y el modelo
En primer término reseñamos la formación
de Murra y las primeras décadas de su práctica
profesional, indicando su paulatina inmersión en
el mundo andino. A continuación examinamos la
conformación de un modelo para la organización
económica y política pensado específicamente
para el caso andino.
John Murra y su encuentro con el mundo andino
John Víctor Murra –Isak Lipschitz, hasta
fines de la década de 1930– nació en 1916
en Odessa, territorio que en ese momento se
disputaban Moldavia y Ucra­nia. Poco después de
su nacimiento, por temor a la guerra civil que se
desató tras la Revolución Rusa de 1917 su familia
migró a Rumania. Tras varias detenciones a causa
de su militancia política en el partido socialista
(mantenía también algunos vínculos con el partido
comunista, que en esos momentos era ilegal) y en
el marco del crecimiento de la Guardia de Hierro,5
migró a Estados Unidos donde se incorporó a
la Universidad de Chicago. Esta universidad
-pionera en la apertura de sus puertas a judíos,
afroamericanos y mujeres- era considerada
por aquellos años una institución radical y se
encontraba bajo la dirección de Robert Maynard
Hutchins, quien impulsó la interdisciplina y la
creación de espacios de debate (Guyotte 1997). En
4
Hemos realizado un análisis más detallado de su
producción bibliográfica y de la biografía de Murra en
nuestra tesis de licenciatura (Ramos 2011).
5
La Guardia de Hierro fue un movimiento nacionalista,
católico y anti-comunista rumano creado en 1930 como
rama paramilitar de la Legión del Arcángel Miguel
(fundada tres años antes), más tarde aquel nombre
designó a toda la Legión.
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
1936 Murra obtuvo el título de Bachelor of Arts
en Sociología y para su maestría realizó el pase
a Antropología, carrera que se encontraba bajo la
dirección de Fay-Cooper Cole.6 Pero sus estudios
se vieron interrumpidos cuando en 1937 se
incorporó a la lucha de la República en la Guerra
Civil Española y partió de Estados Unidos junto
con otros voluntarios convocados por las brigadas
comunistas (Murra [1984] 2006; Castro et al.
2000).7
En 1940 se reincorporó a la universidad y un
año más tarde, gracias al manejo del español que
había desarrollado en España, se incorporó como
asistente del arqueólogo Donald Collier en un
proyecto de excavación en Ecuador, financiado
por el Institute of Andean Research. Con el
material de esta investigación Murra presentó su
tesis de maestría en 1942 y escribió un artículo
para el Handbook of South American Indians,8
publicado en 1946 bajo el título The Historic
Tribes of Ecuador, en el que analizaba los relatos
tempranos de europeos sobre Ecuador. Mientras
consultaba las fuentes disponibles en la Biblioteca
del Congreso, en Washington, Murra conoció
al sociólogo José Antonio Arze y al antropólogo
Alfred Métraux, con quienes intercambió ideas
acerca de la organiza­ción social y económica inca,
teniendo como telón de fondo el debate sobre los
modos producción (Castro et al, 2000; Stocking
1979).
Murra planeaba continuar su investigación
en Ecuador pero no pudo hacerlo porque, a causa
6
Por iniciativa del Cole, la Universidad incorporó a la
carrera de Antropología a Robert Redfield y Edward
Sapir, cuya partida a Yale fue cubierta luego por Alfred
Radcliffe-Brown. Luego, tras graduarse en la misma
institución, se sumó Fred Eggan (Schusky y Eggan
1989; Stocking 1979).
7
A causa de su dominio de distintas lenguas fue
convocado como intérprete del Estado Mayor y al
finalizar la guerra permaneció varios meses de 1939 en
campos de refugiados en Francia, hasta que finamente
regreso a Estados Unidos.
8
El Handbook se publicó entre 1940 y 1947, financiado
por el Instituto Smithsoniano y bajo la dirección del
antropólogo Julian Steward –referente de la ecología
cultural-, reunió las contribuciones de más de un
centenar de académicos de Europa y América.
101
de su participación en la Guerra Civil Española,
el pasaporte le fue negado hasta 1956.9 Dadas
estas condiciones optó por estudiar los grupos
de la región andina a través de los documentos
disponibles en Estados Unidos, a los que ya
había tenido un primer acceso cuando escribía su
trabajo de 1946. Su tesis finalmente fue presentada
en 1955 y en el transcurso de esos años Murra
realizó actividades docentes y de investigación
en paralelo. Entre 1943 y 1945 reemplazó a
Fred Eggan como profesor de Antropología a la
Universidad de Chicago. En dos oportunidades
formó parte del plantel de docentes de posgrado en
las experiencias de trabajo de campo organizadas
por la Universidad de Yale, primero en Puerto
Rico en el proyecto coordinado por J. Steward
entre 1947 y 1949 -del que también formaron
parte Sidney Mintz, Eric Wolf, Elena Padilla Seda,
Robert Manners, y Raymond Scheele- y luego
en 1953 en Republica Dominicana. Desde 1950
y hasta 1961 dictó clases de antropología en el
Vassar College. Heather Lechtman, quien luego
se convertiría en una renombrada investigadora de
la metalurgia andina, fue una de sus alumnas en
Vassar y lo asistió además en la redacción de su
tesis doctoral.
The Economic Organization of the Inca State,
la tesis doctoral de Murra, fue elaborada a partir
del análisis de crónicas. Allí argumentó que
para comprender el sistema de gobierno incaico
se debían conocer los mecanismos del Estado
para administrar la energía de la que disponía
y establecer de qué manera la sociedad local
aseguraba su reproducción. A partir de su estudio
de las formas de tenencia de la tierra y los derechos
y obligaciones generados desde la agricultu­ra y
el tejido entre las comunidades étnicas y Estado
propuso la existencia de instituciones y pautas
de organización compartidas en la región andina
–como la generosidad del señor y la reciprocidad-
que se remontaban más allá del domi­nio incaico
9
Esto ocurrió durante el macartismo que, si bien tiene
sus raíces en los años previos, se desarrolló entre 1950
y 1956. Durante estos años el senador Joseph McCarthy
impulsó una serie de delaciones y la creación de listas
negras, cuyo objetivo eran personas sospechadas de ser
comunistas.
 CUADERNOS 24 (2): 98-115 (2015)
y que fueron reelaboradas en un nuevo contexto
bajo la forma de redistribución, la cual analizó
recuperando el concepto de ficción legal
trabajado por Max Gluckman. Las referencias a
la literatura etnográfica sobre sociedades africanas
y del Pacífico –punto de apoyo de la predicada
lectura antropológica de los documentos-
aparecen mayormente en los prólogos de la obra,
principalmente en el de 1977, y no son explicitas
en el cuerpo de la tesis, salvo justamente por este
concepto, que se vuelve central en el capítulo
destinado a tratar la tenencia de la tierra. Durante
las siguientes dos décadas la obra circuló entre
los investigadores en formato de microfilm,
adquiriendo cierta fama por su contenido pero
también por su carácter inédito, y recién en 1978
fue publicada en español–y un año más tarde en
inglés.
Durante la década de 1950 se mantuvo
vinculado (a través de los cursos que dictó y de
sus publicaciones) tanto con las investigaciones
sobre el área andina como con los estudios ligados
a las sociedades africanas, que se encontraban
en pleno proceso de descolonización. Por lo que
en los años 60 de manera paralela al armado del
Proyecto de Huánuco para Perú se presentó como
candidato para la dirección del nuevo Museo
Yoruba. Finamente prevaleció el primer proyecto
porque cuando le llegó la aceptación del Museo
–que en primera instancia lo había rechazado por
su edad- Murra ya con­taba con la financiación
para Huánuco, otorgada por el Institute of Andean
Research (IAR) de New York –institución a la que
no le fue sencillo ingresar dada la oposición de
algunos colegas- y la National Science Foundation
(Castro et al. 2000).
El Proyecto de Huánuco, desarrollado entre
1963 y 1966, se convertiría en un referente de las
empresas interdisciplinarias en el área andina.
Tras familiarizarse con la visita que Iñigo Ortiz
de Zúñiga (1562) realizó en esta región, Murra
elaboró un proyecto que buscó integrar el trabajo
en terreno en el centro administrativo de Huánuco
Pampa10 con la información que aporta la visita
10
Huánuco fue un importante centro dentro de la red
impuesta por el Estado Inca, conformado por estructuras
residenciales, de almacenamiento, adminis­trativas y
102
(Murra 1962), para lo cual se conformó un
equipo interdisciplinar que reunió antropólogos,
arqueólogos, lingüísticas y botánicos.11 Por
aquellos años también tuvo acceso a la visita de
Garcí Diez de San Miguel y a la de Diego Dávila de
Cangas y Bartolomé de Otazu, estos documentos
le permitieron volver sobre lo trabajado en su
tesis doctoral a partir de las crónicas y ampliar
el conocimiento sobre las autoridades étnicas
locales, las obligaciones y derechos de la
comunidad y su transformación bajo el dominio
inca. Como fruto de la lectura comparada de las
visitas Murra escribió El ‘control vertical’ de un
máximo de pisos ecológicos en la economía de
las sociedades andinas. Allí expuso un modelo
capaz de integrar y asignar un sentido mayor a
una forma compartida de percibir y acceder a los
recursos. Las instituciones para tal fin presentaban
una amplia distribución en la región andina, pero
a la vez encerraban variantes locales vinculadas
principalmente a las escalas en que eran puestas
en práctica; esto resultó por demás atractivo para
la nueva generación de investigadores.12
Un modelo propio para el “logro andino”
Precisaremos a continuación en qué consistía
y cuáles eran los alcances del modelo. En su
contribución al Handbook (1946) Murra había
religiosas. Siendo clave la existencia de este tipo de
centros para la comunicación y la administración en el
Estado Inca (Morris, 1978-1980).
11
En los últimos años Monica Barnes ha estudiado
las notas de campo y las fotografías conservadas
del Proyecto Huánuco, material que se encuentra
disponible en el American Museum of Natural History
(Nueva York). Barnes propone que el énfasis puesto
en las preguntas formuladas en base a las visitas
y la sugerencia de abordarlas a partir del registro
arqueológico desvió la atención de las debilidades de
la intervención arqueológica concreta realizada en
Huánuco (Barnes 2013).
12
A partir de los años 70 se incrementan notablemente
los investigadores del área, esto se encuentra ligado tanto
al crecimiento que había tenido lugar en la matricula
de las universidad y a la apertura de especializaciones
en Arqueología, Historia y Antropología como a las
posibilidades de financiación para la investigación que
ofrecen los acuerdos entre universidades e instituciones
norteamericanas (universidades y fundaciones).
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
caracterizado el sistema incaico como una forma
de feudalismo, afirmación que se enmarcaba en el
debate, iniciado a principios del siglo XX y que
aún continuaba vigente, acerca del carácter feudal,
esclavista o socialista de la sociedad incaica.
Pero luego, en su tesis doctoral, tomó distancia
de esta clasificación y propuso como alternativa
un estudio etnológico que, en sus palabras, se
centrara en una “descripción integradora de una
sociedad específica, y no en su clasificación según
categorías que surgen de la historia económica
y social de Europa” (Murra 1978:19). Para ello
proponía recurrir a las etnografías de África y el
Pacífico al considerar que se trata de sociedades
comparables en base a sus sistemas de jerarquías y
organización social.
Ya en The historic tribes of Ecuador (1946) se
podían encontrar referencias a una continuidad de
patrones andinos preincaicos, de acuerdo a Murra
estos elementos comunes habrían posibilitado
la adaptación exitosa al medio ambiente -más
adelante desarrolló esta idea en términos de logro
andino- y tal como expresa en su tesis doctoral
se trata de una continuidad a la vez espacial y
temporal. De manera que para Murra la mayor
parte de “las innovaciones [incaicas] consistieron
en la reorganización y proyec­ción sobre un
escenario más vasto de antiguas y probadas
técnicas andinas” y, en menor medida “otras fueron
necesariamente nuevas, dado que algunos de los
problemas que ahora debía enfrentar el estado no
tenían precedentes” (Murra 1978:135).
Es posible contraponer, tal como lo hemos
hecho en nuestra tesis de licenciatura (Ramos
2011), esta idea de “logro andino” con la propuesta
de Rowe (1946) de “logro inca”. Tanto Rowe
como Murra reconocieron una continuidad de las
prácticas andinas previas, un cambio de escala
tras la conquista inca e incluso la innovación del
Estado inca para dar respuesta a problemas que no
tenían precedentes. Pero se diferenciaban en que
Rowe entendía que a partir de la reorganización
que habría tenido lugar en el reinado de Pachacuti
toda la cultura andina fue resignificada. Ésta
habría sido entonces la tradición que tuvo
continuidad durante el período colonial y que se
mantiene hasta el presente. Dicha reorganiza­
103
ción era una creación original consecuencia de
las nuevas condiciones creadas tras la expansión
inca, y si bien retomaba pautas preexistentes, para
Rowe resultaban de mayor peso las innovaciones
generadas con el fin de imponer cierta unificación
lingüística e institucional –abarcando lo político,
económico y religioso– a la pluralidad existente
hasta el momen­to. Murra, en cambio, puso el
acento en las instituciones y prácticas an­dinas que
fueron retomadas por el Estado inca y entendió
el logro andino como el conjunto articulado
de estrategias que permitieron la reproduc­ción
social en un medio que él mismo denominó como
hostil. Se refirió principalmente a las técnicas
agrícolas que hicieron posible un cultivo intensivo
y variado, el acceso a distintas zonas ecológicas,
el acceso a bienes regulado por la reciprocidad,
las prestaciones en trabajo y la ge­nerosidad
institucionalizada.
Murra entendía lo andino como un continuum
de principios que sería a la vez ecológico y social:
las principales actividades como la agricultura, el
pastoreo y los tejidos se desarrollaban a partir de
un control territorial discontinuo que permitía el
acceso a espacios con distintas características, y
la posibilidad de disponer de bienes estratégicos
se encontraba mediada por los lazos de parentesco
y las pautas de reciprocidad. De manera tal que
una serie de elementos comunes e interconectados
atravesaban cualquier tema es­pecífico que se
quisiera estudiar.
Lo planteado en la tesis de doctorado respecto
del acceso a bienes regulado por la reciprocidad
y las prestaciones en trabajo se enriqueció con el
empleo posterior de las visitas, que desembocó –al
considerar el acceso a distintas zonas ecológicas-
en la formulación de su modelo de control
vertical de un máximo de pisos ecológicos. De
forma previa a este trabajo de 1972 Murra había
empleado términos como trueque ([1958] 1975) y
ferias inter-zonales (1966) para describir el flujo
de bienes.
En 1964, junto a José María Arguedas y
Waldemar Espinoza, editó la Visita hecha a la
Provincia de Chucuito por Garci Diez de San
Miguel en el año 1567. La Visita a la provincia
de León de Huánuco en 1562 por Iñigo Ortiz de
 CUADERNOS 24 (2): 98-115 (2015)
Zuñiga fue publicada en dos tomos, el primero
en 1967 y el segundo en 1972, este último es el
que incluye el trabajo sobre el modelo de control
vertical. Allí se analiza información de otra visita
que sería publicada recién en 1991, titulada Visita
de los valles de Sonqo en los yunka de coca de
La Paz (1568-1570). Sobre particularidades
del empleo de visitas, en la introducción a la
publicación de 1964, Arguedas escribía:
Su lectura parecerá menos amena que la
de los grandes cronistas como Garcilaso o
Cieza, pero estos documentos regionales
tienen la gran ventaja de describir en
mucho detalle —pueblo por pueblo y
algunas veces hasta casa por casa— un
grupo étnico local, un valle en particular,
una agrupación humana específica. Sus
autores no tienen pretensiones literarias;
son oficiales del rey, burócratas, mandados
por las autoridades coloniales de los
Reyes, Los Charcas o Quito a investigar
y dar su parecer sobre tal o cual situación
humana y social inmediata: el subir o
bajar de tributos, la ‘conservación’ de la
población amenazada a desaparecer, los
pretendientes a la sucesión de cacicazgos,
quejas contra los abusos de encomenderos,
litigios entre comunidades sobre aguas y
tierras (Arguedas 1964: VII- VIII).
Las visitas permitían formular preguntas sobre
el cacicazgo, el acceso a recursos y los mecanismos
de reciprocidad y redistribución, proporcionando
información sobre “cómo funcionaban las
instituciones andinas” (Murra [1970] 1975: 301).
Al vincularlas con un conjunto específico de
preguntas Murra dejaba en claro que no se trataba
de reemplazar las crónicas sino de incorporar
nuevos interrogantes para la investigación.13
En este sentido señalaba que las visitas proveen
información limitada sobre temas como “la
velocidad de expansión del Tawantinsuyu”;
13
De hecho Murra años más tarde trabajaría junto a
Rolena Adorno y Jorge Urioste en la reedición de El
primer nueva coronica y buen gobierno de Guaman
Poma ([1615-1616] 1980).
104
“la secuencia de incorporación de los grupos
étnicos al dominio cuzqueño o la frecuencia de
las rebeliones contra tal dominio”; o “las guerras
de sucesión real” (Murra [1970] 1975: 301). Los
nuevos interrogantes propuestos harían posible
tomar distancia de una visión cuzco-céntrica y
atender a las variedades locales.
En su trabajo de 1972 Murra tomó cinco casos
bien distintos con la intención de exami­nar tanto
los alcances como los límites del modelo. Estos
cinco casos se ubicaban en el período 1460-1560;
casos de verticalidad más antiguos estaban siendo
estudiados por arqueólogos, entre ellos Lumbreras,
y casos actuales por etnólogos entre los que
el autor cita a Fonseca y Mayer. El primer caso
comentado por Murra deriva de la in­formación
que provee la visita de Huánuco, a partir de la cual
propuso la existencia de un núcleo de población en
el que reside el mando político, que envía familias
a colonias ubicadas a unos pocos días de camino.
Es­tas familias conservan sus derechos en el núcleo
de origen y comparten su lugar de asentamiento
con otros grupos étnicos insertos en el mismo
ideal; por ello las colonias son multiétnicas. De
la visita a Chucuito Mu­rra extrajo los datos del
segundo caso, que le permitieron contemplar el
funcionamiento del modelo a una escala mayor.
Este cambio de escala introduce modificaciones
en las características de las colonias: por una parte
pueden ubicarse a una mayor distancia del núcleo
y, por otra, existen indicios de que en algunos casos
sus miembros pueden estar destinados a tareas
especializadas como la cerámica o la metalurgia.
Dado que en estos dos primeros casos el
centro de poder se encuentra en la sierra, Murra se
preguntó si el modelo podía ser aplicado cuando
este centro se ubica en la costa. Exploró esta
posibilidad con los casos III y IV, que presentan
diferencias de escalas similares a las tratadas
en I y II. A partir de un expediente de litigio
proporcionado por Espinoza y articu­lando esa
información con la proveniente de excavaciones
arqueológicas, Murra examinó si era posible
sostener la aplicación del modelo para un pequeño
grupo de la costa. En el IV caso analizó grandes
reinos costeños de la costa norte, pero para ellos
no encontró información suficiente más allá de
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
las crónicas y por lo tanto los datos no resultaron
concluyentes.
Finalmente, en el V caso se ocupó de un
pequeño grupo de la sierra que negaba haber
tenido acceso a otros territorios. Para este caso, el
docu­mento analizado por el autor fue publicado
dos décadas después con el título Visita a los
valles de Sonqo en los yunka de coca de La Paz
(1568-1570) (Murra 1991). Explicó este aparente
caso negativo como una colonia estatal, lo que
le permitió introducir las modificaciones que su­
frieron las colonias en el sistema incaico. El
autor ya marcaba diferencias –producto de la
modificación de la escala– entre los casos I y
II, pero en ambos se mantenía una verticalidad
física que se perdió bajo el dominio inca, siendo
reemplazada por una verticalidad estructural
y funciones independientes de la ecología. A
estos cambios se agregan preguntas por las
características del vínculo de los colonos con su
comunidad de origen y se plantea la posibilidad de
que los mismos se fueran debilitando.
De acuerdo a Lorandi (1977) además
de proponer una serie de elementos que
pueden encontrarse en distintos casos –ideal
de autosuficiencia económica, principio de
reciprocidad, discontinuidad territorial, colonias
multiétnicas- el modelo de Murra servía para pensar
la conformación de los horizontes pan-andinos,14
si se lo complementa con el conocimiento acerca
de las oscilaciones climáticas en la región y de los
sistemas hidráulicos -para lo cual la autora recurre
a las investigaciones realizadas por Augusto
Cardich y Pierre Duviols. El control vertical se
proponía entonces como un ideal compartido por
sociedades demográficamente muy distintas, desde
momentos preincaicos y con una distribución
panandina, generando así formas institucionales
bien diferenciadas. Murra animó a sus colegas a
estudiar las variantes de este modelo e incluso a
14
Los horizontes son momentos de unificación regional
(Chavín, Tiahuanaco e Inca) que se alternan con
periodos de diversificación local. Los horizontes han
sido concebidos tanto en términos de unificaciones
efímeras como en términos de una continuidad andina,
hemos realizados un desarrollo de esta discusión en
Ramos (2013).
105
encontrar sus límites. Pero su propuesta no sólo
tenía significado en términos de aportar un mayor
conocimiento sobre el mundo andino sino que se
erigía también, en términos de Romano (1978),
como una contribución a formas de pensamiento
por fuera de la ideologías dominantes, alejándose
de las interpretaciones del Estado inca como
socialista o feudal.
Conectando una comunidad andina de
investigadores
En el presente apartado, tras esbozar los
contactos establecidos por Murra en distintos
países nos adentramos en las formas de
intercambio que alentó. Luego nos detenemos
en la imagen que generó de sí mismo y en la
diversidad de la comunidad andina en cuyo centro
buscó posicionarse.
Inserción institucional y estrategias para la
circulación de ideas y personas
A fines de los años 50 Murra viajó a Cusco
y, junto a Nuñez del Prado, se dirigió a Lima al
Segundo Congreso de Historia Nacional, donde
presentó un capítulo de su tesis doctoral –todavía
inédita-. Allí conoció a María Rostworows­ki,
historiadora de formación autodidacta -vinculada
a la Universidad Mayor Nacional de San Marcos y
luego al Instituto de Estudios Peruanos- reconocida
por sus trabajos sobre los señoríos costeros;
a Franklin Pease, historiador de la Pontificia
Universidad Católica que investigó la historia
y cosmovisión inca y que fue gestor además
del actual programa de posgrado en estudios
andinos de dicha universidad; a José Matos Mar
antropólogo de la Universidad Mayor Nacional
de San Marcos, fundador del Instituto de Estudios
Peruanos y pionero en los estudios de antropología
urbana en Perú. A causa de los investigadores
presentes y los temas tratados Curatola (2002: 51)
propone que este Congreso, realizado en 1958,
“puede considerarse como el momento en el cual
se comenzó a gestar la etnohistoria en el país”.
En el marco de este viaje conoció también a José
María Arguedas. En 1996 fueron publicadas las
cartas que Arguedas intercambió con Murra desde
que se conocieron hasta su trágica muerte en 1969,
 CUADERNOS 24 (2): 98-115 (2015)
los temas de estos intercambios giraban en torno a
traducciones, documentos inéditos y financiación
para publicaciones (Murra y Lopez-Baralt 1996).
Luego del congreso Murra dictó algunas clases en
la Universidad de San Marcos y ya en ese entonces
se expresaba acerca de las posibilidades que
ofrecían las visitas como documentos. Pocos años
después, en 1964 y con la ayuda de Arguedas como
director de la Casa de Cultura de Perú iniciaría la
publicación de estos materiales.
En su primer viaje a Chile en 1965 Murra
estableció amistad con Ruggiero Romano,
historiador italiano que formó parte del Centre
de Recherches Historiques establecido por
Lucien Febvre y Fernand Braudel. Romano había
consultado archivos y dictado clases en Chile en
la década anterior a partir del contacto establecido
con el historiador Mario Góngora y en 1961 había
realizado tareas similares en Argentina a través de
la invitación del historiador José Luis Romero.
Repitió sus viajes a estos países y luego también
dictó clases en Perú.15 Murra consideraba a Romano
una figura central porque era el único que había
dirigido tesis de los hispanoamericanos en Paris
(Castro et al. 2000). Durante la década de 1960 el
Centro de Investigaciones de Historia Americana
de la Universidad de Chile, que contaba con la
financiación de la Fundación Rockefeller, recibió
a investigadores de América y Europa, entre ellos
Karen Spalding y Luis Millones (Cussen 2004).
En su visita al archivo de Bolivia, Murra
se contactó con Gunnar Mendoza, archivista
ampliamente reconocido por su labor como
director del Archivo y Biblioteca Nacional de
Bolivia desde 1944 hasta su muerte en 1994, y con
Ramiro Condarco Morales, fundador de la carrera
de historia en la Universidad Mayor de San Andrés,
quien en términos de simbiosis inter-zonales
ya venía trabajando en lo que Murra denominó
control vertical. En 1987 publicaron de manera
conjunta La teoría de la complementariedad
vertical eco-simbiótica. Por estos mismos años,
durante su estadía en México, visitó al antropólogo
15
Entre sus alumnos del Seminario que dictó en la École
estuvieron Enrique Tandeter, Aníbal Arcondo y Zacarías
Moutoukias de Argentina y los peruanos Alberto Flores
Galindo y Manuel Burga de Perú (Iparraguirre 2011).
106
Ángel Palerm -ambos habían luchado en la Guerra
Civil Española-, con quien en 1972 co-dirigió un
seminario comparativo de Andes y Mesoamérica.
Murra dictó clases en las universidades de
Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Argentina, España
y Francia, organizó seminarios internacionales
y contribuyó a la creación de instituciones y
programas fundamentales para el desarrollo
de los estudios andinos, como el Instituto de
Estudios Peruanos en 196416 o la maestría en
Historia Andina de FLACSO,17 que se inició
a mediados de la década de 1980 en Quito. Se
estableció institucionalmente en la Universidad de
Cornell, donde fue nombrado profesor titular en
1968. Xavier Albó, lingüista español radicado en
Bolivia, se encontraba realizando su tesis doctoral
cuando Murra ingresó a Cornell e inmediatamente
se pusieron en contacto (Bubba y Albo 2010).
El puesto en Cornell era el que había dejado
vacante Alan Holmberg y Murra lo había ocupado
por sugerencia del arqueólogo Craig Morris, con
quien había trabajado en el proyecto Huánuco. Si
bien Murra no continuó, como se esperaba, la línea
de antropología aplicada que Holmberg había
desarrollado con programas como el de Vicos,18
fue reconocido por su capacidad de gestionar
fondos y organizar encuentros (Salomon 2010),
como por ejemplo: 1) la realización del “Otoño
Andino” de 1977, para el cual gestionó además
el apoyo económico de la Comisión Fulbright
haciendo posible la participación de asistentes de
16
José Matos Mar fue el director de este instituto durante
las primeras dos décadas. Al momento de su creación
también participaron: Augusto y Sebastián Salazar
Bondy, Rosalía Ávalos Alva, José María Arguedas, Luis
E. Valcárcel, María Rostworowski, Alberto Escobar
y Aníbal Quijano. Tenía como objetivo construir un
espacio para el estudio de las Ciencias Sociales que
reuniera intelectuales nacionales y extranjeros.
17
En dicha maestría sería central el rol de Heraclio
Bonilla como coordinador del área de historia y director
de numerosas tesis.
18
Auspiciado por la Universidad de Cornell y el
Peruvian Indian Institute, Alan Holmberg dirigió entre
1951 y 1966 un proyecto de Antropología aplicada
que consistió en rentar la hacienda Vicos e impulsar
la modernización de los cultivos de la comunidad
(Patterson 2001). Una evaluación reciente del proyecto
puede encontrarse en Bolton et al. (2010).
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
los países andinos; 2) el mencionado seminario
comparativo sobre los Andes y Mesoamérica
organizado junto a Palerm en 1972, donde Murra
presentó una primera versión del trabajo que luego
sería publicado como “El control vertical de un
máximo de pisos ecológicos en la economía de
las sociedades andinas” (1972); 3) y el proyecto
de campo en el Lago Titicaca llevado a cabo con
el arqueólogo peruano Luis Lumbreras en 1973.
Una conversación entre Murra y Emilio Choy en
Lima había dado origen a este seminario, ambos
habían expresado su interés por estudiar la zona
del lago Titicaca con la intención de averiguar
si otros grupos, además de los lupaqa, recurrían
a la verticalidad. El proyecto se concretó junto a
Lumbreras y mediante las gestiones del grupo se
obtuvieron becas para estudiantes norteamericanos
y peruanos. Entre los participantes se encontraban
Xavier Albo, John Hyslop, Elias Mujica, Ana
Maria Soldi, Monica Checa, Franklin Pease y
Marcela Rios.
Murra supo aprovechar la ocasión del II
Simposio Internacional Americano de Arte
Rupestre que se realizó en Huánuco en 1967 para
reunir un grupo de investigadores y organizar
una visita al sitio arqueológico donde estaba
llevando a cabo su proyecto interdisciplinario.
En este grupo se encontraba Ana María Soldi,
quien en un reciente homenaje relata cómo tras
conocer su tema de investigación Murra la instó
ponerse en contacto con María Rostworowski
(Soldi 2010) y Ana María Lorandi, con quien se
encontraría nuevamente en el itinerante Congreso
del Hombre Andino – que se desplegó en Arica,
Iquique y Antofagasta. Este Congreso celebrado
en Chile en 1973 fue ocasión para que Murra
oficiara de puente entre Thomas Lynch, que
trabajaba también en Cornell, y los arqueólogos
chilenos interesados en su investigación sobre
trashumancia. Entre los participantes del congreso
se encontraban además Manuel Mamani, Gabriel
Martínez, Verónica Cereceda, Jorge Hidalgo,
José Luis Martínez, Victoria Castro, Carlos
Aldunate y John Hyslop, entre otros. El recorrido
de Murra continuó luego hacia el III Congreso de
Arqueología Argentina celebrado en Salta en 1974
y allí vuelve a encontrarse con Hidalgo, Lorandi
107
y Nuñez, y junto a algunos de los asistentes, entre
ellos Myriam Tarragó, recorre la región como
parte de las actividades post-congreso.
El vínculo que entablaron Murra y Lorandi
hizo posible que posteriormente Murra dictara un
seminario en la Universidad Buenos Aires, ocasión
en la realizó también trabajo de archivo en Buenos
Aires y participó como invitado de honor del I
Congreso Internacional de Etnohistoria (1989).
El Congreso contribuyó además a consolidar la
institucionalización de este campo de investigación
en la Facultad de Filosofía y Letras.19
En el reciente volumen de la revista chilena
Chungara realizado en honor Murra se acumulan
ejemplos sobre como oficiaba de puente que
conectaba a investigadores de distintos países. Es
en este sentido que la historiadora francesa Thérèse
Bouysse-Cassagne resalta la importancia de los
vínculos que Murra propiciaba: “para los jóvenes
que éramos en aquel entonces era muy importante
romper con la soledad de la investigación […]
y sentir que compartíamos el mismo interés
que otros” (Bouysse-Cassagne 2010: 68). Si
en algunos casos se trataba de conectar a los
investigadores entre sí, otras veces su intervención
estaba orientada a facilitar el acceso a becas, como
las otorgadas por la Fundación Ford a Jorge Flores
Ochoa –historiador peruano- y a César Fonseca –
antropólogo peruano-, uno de los integrantes del
Proyecto Huánuco (Flores Ochoa 2010; Ramos
2011). Otro ejemplo de la relevancia que Murra
daba a difundir la información acerca formas
de acceso a financiación puede encontrarse en
el testimonio de la historiadora chilena María
Marsilli (2010).
En el relato del historiador chileno Jorge
Hidalgo en Chungara (2010) pueden apreciarse
otra serie de prácticas, de carácter más informal,
empleadas por Murra. Habiéndolo conocido en
un seminario que dictara en Chile en 1965, y tras
un encuentro casual en Lima, Hidalgo obtuvo
una invitación para participar de ayudante en
la edición del primer volumen de la visita de
19
La Sección Etnohistoria había sido creada cinco años
antes como parte del renovado Instituto de Ciencias
Antropológicas –a partir del retorno a un régimen
democrático-, dirigido en aquel entonces por Lorandi.
 CUADERNOS 24 (2): 98-115 (2015)
Huánuco y sumarse al seminario informal que
Murra organizaba en su casa. Estos seminarios,
en el que los investigadores desfilaban por su
residencia reseñando los últimos avances en sus
trabajos, fueron una práctica que adquirió cierta
regularidad y tuvieron lugar tanto en su residencia
en Perú como en la de Estados Unidos (Platt 2010;
Salomon 2010). Por otra parte, en las cartas que
Murra intercambió con Franklin Pease,20 puede
verse el seguimiento que hacía del devenir de
algunas carreras académicas y como ponía al tanto
al resto de sus colegas de las publicaciones y de los
logros de cada uno de ellos.
De acuerdo a Thérèse Bouysse-Cassagne
el número de Annales que Murra editó junto a
los historiadores franceses Nathan Wachtel y
Jacques Revel en 1978 fue fruto de la “red de
relaciones a larga distancia [que] se materializaba
a través de contactos y publicaciones” (Bouysse-
Cassagne 2010: 68). Esta conexión a través
del material escrito se daba, al menos, en dos
sentidos. Por un lado “[v]arios investigadores
jóvenes, cuyas cuestiones las percibía como
importantes, pasaron sus manuscritos a su célebre
maletín y, gracias a su generosidad, pudieron
transformarse en publicaciones que sólo él sabía
introducir a través de sus ‘aliados’” (Núñez 2010:
129). En este sentido pueden verse tanto en la
contribución de Verónica Cereceda y como en
la de Lautaro Núñez al homenaje publicado en
Chungara (2010) las referencias a cómo Murra
impulsó la inclusión de sus trabajos en el número
de Annales de 1978. Por otro lado, Murra hacía
llegar fotocopias de las publicaciones recientes
a aquellos lugares donde eran de difícil acceso,
quienes lo conocieron recuerdan la importancia
que le daba a su fotocopiadora ubicada en un
lugar central de su biblioteca (Núñez 2010). De
manera que, “en los años 70, el sótano de su casa
se volvió una librería informal que despachaba por
correo, las visitas y otras obras importantes poco
comerciadas” (Salomon 2010: 17). De hecho en
las cartas intercambiadas entre Murra y Pease
puede apreciarse el interés compartido de estos
20
Agradezco a Mariana Mould de Pease que me ha
permitido el acceso a esta correspondencia.
108
investigadores por lograr un fluido intercambio
de publicaciones. Estos temas también pueden
apreciarse en las cartas publicadas por Duviols
(2010).
Pero los intercambios no solo eran de
publicaciones, como mencionamos, el seguimiento
de la trayectoria de sus colegas y la difusión de
sus trabajos mediante la correspondencia ocupaba
un lugar central entre las estrategias desplegadas
por Murra para conectar personas e instituciones.
Así, [Murra] daba noticias a sus corresponsales
sobre otras investigaciones en curso en diferentes
partes de los Andes y del mundo, sobre sus
conversaciones con colegas, sus proyectos,
sus sueños y frustraciones. Nos iba haciendo
participes de esa red de chismes profesionales que
poco a poco llegaba a ser un marco de referencia
insustituibles, en un contexto a la vez académico
social y político. Nos quería incorporar en su gran
proyecto, como intelectuales militantes por la
causa andina (Platt 2010: 50).
Retomando la metáfora de Platt podemos
pensar esta idea de militancia por la causa andina
como una forma más de apuntar a la cohesión
de una comunidad de investigadores. La misma
encierra varios elementos que le dan fuerza: en
primer lugar se establece la existencia de lo andino
como un conjunto de estrategias y pautas de
organización social y es entendido como un logro
de la humanidad; en segundo lugar, en tanto logro,
es revalorizado, exaltado e investigado; en tercer
lugar, para tal fin es necesario captar la atención
de los investigadores y sumarlos a la empresa;
finalmente, se debe poner en circulación la
producción de éstos a fin de reiniciar y reforzar el
circulo: los resultados de las investigaciones darán
cuenta de la magnitud de lo andino, se reestablece
entonces la necesidad de investigarlo, se impulsa
así la incorporación de nuevos adeptos. En el
siguiente apartado revisaremos de qué manera
dicha idea de militancia por la causa andina
se encuentra fuertemente asociada a la propia
reconstrucción biografía de Murra.
Una figura convocante
Hemos abordado hasta aquí, en primer lugar, la
amplitud y flexibilidad del modelo de Murra y, en
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
segundo lugar las formas en las que éste impulsó la
circulación de información y de los investigadores
mismos. Resta un tercer elemento que a nuestro
entender resulta indispensable para comprender la
magnitud de la influencia de Murra sobre todo en
las décadas de 1970 y 1980: se trata de la propia
imagen que construyó de sí mismo.
Sus colegas lo recuerdan como militante
(Harris 2010) y reclutador (Núñez 2010) a quien la
experiencia de la Guerra Civil española lo dispuso
a “formar parte de una causa más vasta, por encima
de los intereses personales”, de manera que tras
su distanciamiento de la militancia en el Partido
Comunista su nueva causa sería el logro andino
(Harris 2010: 9). Este desplazamiento se ponía
de manifestó en el lenguaje que empleaba, ya que
instaba a sus colegas a convertirse en militantes de
lo andino y aboga por la formación de “cuadros
nacionales” (Ansaldi, citado en Núñez 2010: 128).
Estas descripciones por parte de sus colegas
recuperan ciertas narrativas que el mismo Murra
puso en marcha (Murra 1984 y Castro et al. 2010)
y que vinculan determinados acontecimientos de
su vida personal con su propuesta particular de
cómo estudiar las sociedades andinas. De acuerdo a
estas narrativas el hito que cobró mayor relevancia
fue su participación en la Guerra Civil Española
y su posterior distanciamiento de la ortodoxia
comunista como causa de esta participación.
Este acontecimiento se convierte en el punto de
origen de sus aportes académicos, en una de sus
últimas entrevistas dijo “yo soy graduado de la
guerra civil española, no de la Universidad de
Chicago. Lo importante lo aprendí en la guerra”
(Castro et al. 2000: 58) y desde ese momento la
frase ha aparecido citada en la mayor parte de los
homenajes escritos en su honor.
A la imagen de militante se le superpone
la del outsider, en el relato autobiográfico de
Murra se da un juego constante entre centralidad
y marginalidad.21 La migración, la militancia y
la guerra guían su relato, siempre desde el lugar
de ser liminal: un académico norteamericano que
no es de hecho norteamericano y un marxista
21
Agradezco a la Dra. Roxana Boixadós por invitarme
a reflexionar sobre estos aspectos.
109
que abandona su militancia comunista tras la
experiencia concreta de la guerra. Aparece también
esta construcción de su figura como outsider en
las deudas académicas que reconoce y en las que
soslaya. Así, enfatiza su deuda intelectual con los
antropólogos estructuralistas y funcionalistas, en
un momento en que sus producciones comienzan
a ser fuertemente cuestionadas; pero minimiza la
influencia de Polanyi en su uso del concepto de
redistribución en pleno auge del sustantivismo,
así como cualquier similitud entre su propuesta de
control vertical y la ecología cultural de Steward,
como tomando distancia de las corrientes en boga.
Reexaminemos entonces los hitos y
posicionamientos resaltados por Murra. En primer
lugar, la guerra como punto de quiebre puede ser
puesto en duda si tomamos en cuenta la incidencia
de su paso por Chicago y la influencia de Fay-
Cooper Cole, Fred Eggan y Alfred Radcliffe-
Brown (Ramos 2011). Relativizar el carácter
de hito de su experiencia de militancia como
momento clave de su formación no implica dejarla
de lado, de hecho puede además ser recuperada
en términos de una reconversión de trayectoria.
Es decir, leída en términos de una capitalización
donde los conocimientos y las prácticas adquiridas
a partir de su militancia política, relativos a
la creación y sobre todo al usufructo de lazos
tanto institucionales como personales para la
financiación y la circulación, son trasladados a
un nuevo espacio -el académico- y revalorizados
de acuerdo a las reglas propias éste (Lamy 2004;
Tissot 2004).
En segundo lugar, debemos examinar su
posicionamiento como outsider. Si bien su
inserción en la academia Norteamérica no fue
sencilla, no solo en los años del macartismo,
sino por haberse doctorado “tardíamente” y con
su discutida incorporación al IAR -de hecho el
Proyecto de Huánuco sería la vía de acceso al
IAR y, de una manera más indirecta, a un puesto
permanente en la Universidad de Cornell. Al
examinar su situación más detenidamente vemos
cómo se produjo una retroalimentación positiva
que le permitió, por un lado, gozar de cierto
prestigio en los países andinos al provenir de un
centro académico –Estados Unidos-, aun cuando
 CUADERNOS 24 (2): 98-115 (2015)
Figura 1: Países de residencia de los investigadores vinculados a Murra.
su inserción no era plena y, por otro lado, alentar la
conformación del campo de la Etnohistoria andina
y fomentar una comunidad activa le permitió
hacerse un lugar en la academia norteamericana
como uno de sus referentes.
De manera que las estrategias desplegadas
en torno a la financiación de investigaciones,
circulación de la producción, conformación de
espacios institucionales y vinculación de personas
deben considerarse en relación a la pertenencia
de Murra a la academia norteamericana, que
le daba acceso a una serie de recursos que no
estaban disponibles para los investigadores de
los países andinos. En este sentido Loza (2010)
considera la mayor difusión que tuvo el modelo
de control vertical de Murra en relación al de
simbiosis inter-zonal de Condarco Morales como
efecto geopolítico del lugar de enunciación.
Como contracara, su lugar central en la red de
investigadores andinos y la referencia obligada a
su modelo lograron posicionarlo laboralmente en
una academia norteamericana que en principio
parecía hostil. Mediante la Etnohistoria andina,
el enfoque por excelencia durante las décadas de
1970 y 1980 para estudiar las sociedades andinas,
Murra se ubicó en un lugar central. De hecho en
1977 llegó a presidir la institución que estuvo a
punto de cerrarle sus puertas como investigador,
el Institute of Andean Research y ocupó un rol
similar en la American Society of Ethnohistory y
en la American Ethnological Society.
110
Italia
México
Reino Unido
Argentina
Bolivia
Francia
Chile
Estados Unidos
Perú
Una red internacional y pluridisciplinar
En las páginas precedentes fuimos nombrando
aquellos investigadores con los que Murra
compartió seminarios, congresos y proyectos.
También hemos comentados aquellos casos
en los que mediante su intervención propició
publicaciones o becas. Consideramos que cada
uno de estos vínculos cobra magnitud cuando se
los considera en conjunto, de manera que puedan
percibirse no como ejemplos aislados sino como
el producto de un modo singular de concebir la
circulación y el intercambio de información en la
academia. Hemos graficado los lazos entre Murra y
sus colegas mencionados hasta aquí agrupándolos
a partir de dos criterios: países y disciplinas.
En la Figura 1, incorporamos una clasificación
de acuerdo a la pertenencia geográfica de los
autores que se mencionan. Debemos hacer aquí
una salvedad, la asignación de país mayormente
corresponde con el lugar de nacimiento de
los investigadores, sin embargo, en algunos
casos ha sido necesario tener en cuenta otros
criterios vinculados a la formación y pertenencia
institucional. El caso más claro es el de Xavier Albó,
quien si bien es de origen español, ha desarrollado
la mayor de su vida académica en Bolivia y de
hecho ha optado por la nacionalizarse en dicho
país. De manera que en el gráfico ha sido incluido
en el grupo correspondiente a Bolivia. El objetivo
de una clasificación de acuerdo a la pertenencia
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
Figura 2: Disciplinas de proveniencia los investigadores vinculados a Murra.
geográfica, no es encasillar a un investigador en un
país, sino hacer visible la diversidad de países con
los que Murra estableció contacto. Consideramos
que tal diversidad es un elemento fundamental
de su capacidad para gestionar la circulación
de información y personas. Algo similar ocurre
ocurre respecto a la clasificación por disciplina, la
asignación de algunos sujetos en particular puede
ser dificultosa pero lo que no interesa es mostrar
una visión de conjunto [Figura 2].
Así, entre las décadas de 1960 y 1980
Murra se vinculó con investigadores de distintas
pertenencias nacionales y disciplinares y, a
través de él, se establecieron nuevos lazos o se
fortalecieron los preexistentes. Otra forma de
rastrear su vinculación con diversos investigadores
es a partir de las publicaciones colectivas en las
que participó. Podemos ilustrar la amplitud de sus
lazos recurriendo a algunas de las compilaciones
de las que formó parte en las décadas de 1970 y
1980:
- En 1972 acompañó la edición de la visita
de Iñigo Ortiz de Zuñiga con la publicación de
artículos de su autoría y con las contribuciones
de: Rolando Mellafe, Jose del Busto, Donald
Thompson, Robert Bird, Gordon Hadden, Cesar
Fonseca, Enrique Mayer, Ramiro Matos, Craig
Morris, Edmundo Guillen.
- En 1978, junto a Nathan Wachtel y Jacques
Revel, editó un número especial de Annales
titulado la Antropología histórica de las sociedades
111
Lingüística
Arqueología
Antropología
Historia
andinas. Allí se reunieron los trabajos de Olivier
Dollfus, Lautaro Nuñez, Ana María Lorandi,
Craig Morris, Jean Berthelot, Frank Salomon,
Floyd Lounsbury, Jorge Flores Ochoa, Verónica
Cereceda, Tom Zuidema, Thérèse Bouysse-
Cassagne, Tristan Platt, Olivia Harris, Thierry
Saignes, Antoinette Molinie, Enrique Tandeter.
- En 1985 Shozo Masuda, Izumi Shimada y
Craig Morris lo convocaron para ser parte de la
publicación Andean Ecology and civilization, junto
a Alan Craig, Enrique Mayer, Norio Yamamoto,
Elias Mujica, Franklin Pease, Jorge Hidalgo,
Catherine Julien, Jorge Flores Ochoa, Hiroyasu
Tomoeda, Tatsuhiko Fujii, Olivia Harris, Yoshio
Onuki, Maria Rostworowski, Susan Ramirez,
Richard Schaedel, Craig Morris, Hideo Kimura,
Frank Salomón.
- En 1987 se publicó La participación
indígena en los mercados surandinos, producto
del simposio coordinado por Olivia Harris, Broke
Larson y Enrique Tandeter y que tuvo sus raíces
en la convocatoria del Join committe on Latin
American Studies del Social Science Research
Council (SSRC) y el American Council of Learned
Societies (ACLS) en 1981. El libro reúne además
los trabajos de Carlos Assadourian, Thierry
Saignes, Ann Zulawski, Jorge Hidalgo, Olivia
Harris, Steve Stern, Rosario Leon, Broke Larson,
Roberto Choque Canqui, Enrique Tandeter,
Vilma Milletich, María Ollier, Daniel Santamaría,
Liliana Lewinski, Tristan Platt, Herbert Klein,
 CUADERNOS 24 (2): 98-115 (2015)
Erick Langer, Ramiro Molina Rivero, Jorge
Dandler, Xavier Albo, Tomas Greaves, Godofredo
Sandoval.
- En 1988 formó parte de la compilación
realizada por Xavier Albó en Raíces de América.
El mundo Aymara, también participaron en
ella Mauricio Mamani, Felix Palacios, Martha
Hardman, Olivia Harris, Therese Bouysse-
Cassagne, Veronica Cereceda, Tristan Platt,
William Carter, Victor Cardenas.
Es conveniente señalar además que las
compilaciones fueron publicadas inicialmente
-más allá de traducciones posteriores- en tres
idiomas distintos: español, inglés y francés.
Algo similar ocurre con los artículos en revistas
académicas, si bien la mayoría fueron escritos en
inglés y español, publicó también en francés y se
hicieron traducciones al japonés y el italiano. Sus
trabajos aparecieron en revistas norteamericanas
-American Antiquity, American Anthropologist,
Ethnohistory, Latin American Research Review-,
peruanas -Amaru, Revista del Museo Nacional,
Historia y Cultura, Folklore Americano, Revista
Peruana de Cultura, Histórica, Antropología
andina-, bolivianas -Historia y Cultura y Avances-,
chilenas –Chungara-, españolas -Historiografía
y Bibliografía Americanistas, Revista de la
Universidad Complutense-, francesas –Annales-
e italianas -Nova Americana-. Lo expuesto hasta
aquí no agota las relaciones de Murra con sus
colegas. Nuestra intención ha sido esbozar un
cuadro general de investigadores, disciplinas,
países y publicaciones que sirva de guía para
comprender el entramado de relaciones que se
desplegó en torno a la Etnohistoria andina y las
estrategias empleadas por Murra para conectar a
los investigadores.
Los pliegues de lo Andino
Murra fue uno de los principales gestores
de una red internacional de investigadores que
combinó lazos anclados institucionalmente con
otros de carácter más informal, constituyéndose
en un nodo central de la red conformada por
la comunidad internacional de investigadores
dedicados a los estudios andinos. Logró captar
la atención de investigadores con diferentes
112
intereses, provenientes de distintas disciplinas
y logró generar un marco común de debate.
Consideraremos que esto fue posible, por una parte,
dada la plasticidad y la capacidad de aglutinación
de su propuesta teórico-metodológica para
estudiar el mundo andino y, por otra, gracias a sus
propias características personales y las estrategias
que desplegó para difundir su propuesta y captar el
interés de sus colegas.
Se interesó por establecer contactos con
academias por fuera de Estados Unidos y
esto reforzó a la vez su lugar en la academia
norteamericana. Para ello dio capital importancia
a la correspondencia con sus colegas y elaboró,
siempre que le fuera posible, seminarios
informales que permitieran exponer y compartir
las investigaciones en progreso. Utilizó la
correspondencia para reforzar los lazos personales
para poner en circulación –y publicitar- artículos,
tesis y fuentes inéditas. Muchos de estos
materiales lograron ser publicados gracias a sus
gestiones que traspasaban las fronteras nacionales.
Esta movilidad puede ser apreciada también a
partir de los cursos de postgrado que dictó en los
distintos países que visitó y del empleo estratégico
de los recursos otorgados por la Fundación
Ford, la Comisión Fulbright o el Institute of
Andean Research, a través de becas, seminarios
internacionales y proyectos interdisciplinares.
Estas estrategias de circulación e intercambio se
desplegaban en un escenario en el que Murra y su
modelo -es decir, la figura que creó de sí mismo
y el carácter panandino de su propuesta- ejercían
cierta fuerza gravitacional.
Todo lo anterior se entrelaza para dar forma
al espiral ascendente en el que se enfatiza el
logro andino, se impulsa su estudio, se suman
nuevos investigadores y se reafirma a través de
esta producción la magnitud de dicho logro. En
última instancia, más allá del tema o del periodo
de investigación, todos estaban contribuyendo a
develar nuevas aristas del logro andino. Y dado
que ese logro había sido conceptualizado por
él en términos de control vertical su propuesta
se convertía en el centro alrededor del cual se
desplegaban el resto de las investigaciones.
En palabras del antropólogo Tristan Platt:
El aporte de J. Murra al desarrollo de una red académica trasnacional de estudios sobre el mundo
andino
“Murra intentó encauzar la crítica hacia nuevas
investigaciones. Y le gustaba imaginarlas, no
como fruto de enfrentamientos y polémicas, sino
como los pliegues de un abanico, donde uno puede
sospechar –con cariño- que sería él quien estaría
agitando el abanico” (Platt 2010: 56).
La propuesta de Murra tuvo su auge en los años
70 y 80, en las décadas siguientes la diversificación
y especialización de los estudios andinos sería a
la vez temática y cronológica y llegarían también
las críticas al andinismo –retomando la figura de
orientalismo propuesta por Said (Starn 1992). Si
bien se ensayaron algunas respuestas a las críticas,
ninguna de estas propuestas se constituyó en un
nuevo marco aglutinador de las investigaciones y
los debates –en parte porque la idea misma de un
gran modelo era puesta en duda-. Paralelamente, los
espacios de formación, los congresos y las revistas
especializadas se incrementaron notablemente.
Esto que por un lado puede verse como signo de
institucionalización y consolidación en la agenda
científica, por otro lado puede pensarse como
fragmentación a partir de la especialización. A
partir de la década de 1990, para comprender que
ocurre con la red de investigadores es necesario
tener en cuenta la atomización de lo andino,
en términos de Martínez (2005), y la crisis del
paradigma andinista (Degregori y Sandoval 2007;
De la Cadena 2008). Esto escapa de los alcances
del presente artículo y será abordado en futuros
trabajos.
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