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UNIDAD DIDÁCTICA II

Los Sofistas y
Sócrates
IES “Luis de Camoens” – Ceuta
Los Sofistas y Sócrates – IES “Luis de Camoens” 2

1. Los sofistas

El término “sofista” procede del superlativo del “sofós” (sabio). Describía a


un conjunto de personas, conocidas en Atenas por su amplísimo
conocimiento, que se dedicaban a la enseñanza.

La concepción que hemos heredado de los Sofistas es la que Platón


transmitió en su obra y es sumamente negativa, ya que Platón
responsabilizó directamente a los sofistas de ser los inductores de la
condena a muerte de su maestro Sócrates. En la actualidad se ha dado un
proceso de revalorización de estos pensadores más allá del estereotipo
platónico.

Los sofistas han sido considerados como manipuladores. Ellos enseñaban a


vender en los debates que se celebraban en la Asamblea popular durante la
democracia ateniense. Dado que casi todas las magistraturas eran asignadas
por sorteo, el poder solamente se podía ejercer en virtud de la capacidad de
influencia que se tuviera sobre el resto de los ciudadanos congregados en el
ágora.

Los sofistas han sido considerados los primeros maestros de la retórica,


entendida como el arte de persuadir por medio de las palabras, no buscando
tanto la verdad como el convencimiento. Dado que convencer era el único
objetivo, los sofistas enseñaban a sus discípulos a utilizar todo tipo de
estratagemas retóricas (los sofismas) para conseguir que lograsen la
victoria sobre los adversarios en la discusión.

Se pueden distinguir dos etapas en la Sofística. La primera tendría en


Protágoras a su máximo representante y suya es la idea de que el ser
humano es la medida de todas las cosas, es decir, que la subjetividad es la
que dicta lo que es la realidad y no la realidad la que se muestra para ser
conocida externamente por el ser humano. También Protágoras fue el
primer pensador que introdujo la noción de “ley natural”. La segunda etapa
de la Sofística tiene como principal valedor de Gorgias y su escepticismo
radical, según el cual nada existe, si existiese algo sería incognoscible y si
fuera cognoscible sería incomunicable.

2. Sócrates

Sócrates tiene una áurea de fundador de la Filosofía, áurea que le confirió


su discípulo Platón. De Sócrates no conservamos ningún escrito, murió a
causa de la exposición pública de su pensamiento en lo que históricamente
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se ha considerado un acto de intrínseca injusticia. Hadot, historiador de la


Filosofía Antigua, compara la construcción de la figura de Sócrates, por
estas circunstancias, con la Cristo.

Las fuentes sobre Sócrates se reducen a tres autores: Platón, Jenofonte y


Aristófanes. Los dos primeros nos presentan a un Sócrates profundamente
idealizado mientras que el segundo da la imagen de una persona
absolutamente ajena al mundo de la cual se mofa. La visión de Sócrates
que se ha impuesto es la de sus discípulos Platón y Jenofontes, ya que
Aristófanes considera que Sócrates no era más que un sofista más.

Una de las diferencias que se señalan entre Sócrates y los sofistas era que
éste no cobraba por sus enseñanza, sino que las daba gratuitamente a
quienes a él se acercaban, mientras que los sofistas vivían de sus clases y,
por tanto, no se debían a la verdad sino a la utilidad social y política de sus
conocimientos.

El método de enseñanza de Sócrates era también su forma de conocer la


verdad que él sí consideraba existente, absoluta y cognoscible. Establecía
un diálogo con sus discípulos, un diálogo en el que a través de continuas
preguntas y respuestas se iban depurando los conceptos hasta encontrar el
concepto verdadero. Ese concepto tenía que ser válido en cualquier ámbito
y no generar equívocos.

Pero el conocimiento en Sócrates no sólo tenía una faceta intelectual, sino


también moral. Únicamente es posible conocer si se reconoce previamente
la ignorancia, asumir que la mayor sabiduría que existe es la confesión de
la propia ignorancia. Sócrates es igualmente el creador de una doctrina
ética conocida como “intelectualismo moral”, según la cual la virtud y el
conocimiento van asociadas, de modo que el mal se realiza no por decisión
de hacer el mal, sino por desconocimiento del bien.

Sócrates murió tras haber sido encontrado culpable, por el Consejo de los
Quinientos, de la acusación de “asebéia” (impiedad), sobre los cargos de
corrupción de la juventud, relacionarse con un “daimon” y querer
introducir en Atenas nuevos dioses. Murió ejecutado por su propia mano,
privilegio de sus ciudadanos atenienses, por medio de la ingesta de un vaso
de cicuta.

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