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Traducción de

GASTON BACHELARD
I da V í t a l e

LA POÉTI CA
DE LA ENSOÑACIÓN

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO
Primera edición en francés, 1960
Primera edición en español, 1982
Quinta reimpresión, 2004
A

Bachelard, Gastón MI H IJA


La poética de la ensoñación / Gastón Bachelard ; trad.
de Ida Vítale. — México : FCE, 1982
323 p. ; 17 x 11 cm — (Colee. Breviarios ; 330)
Título original La poétique de la réverie
ISBN 968-16-5338-6

1. Sueños 2. Filosofía 3. Literatura —*• Crítica e inter­


pretación I. Vítale, Ida, tr. II. Ser III. t

LC B829 .5 B3 Üewey 082.1B846 V.330

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Título original:
La poélique de la réverie
D. R. © 1960, Presses Universitaires de France, París

D. R. © 1982, F ondo df. C ultura E conómica ,


Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D. F.

ISBN 968-16-5338-6 (rústica)


ISBN 968-16-1190-X (empastada)
Impreso en México ®Printed in México
IN T R O D U C C IÓ N

Méthode, Méthode, que me veux-tu? T u sais


bien que j ’ai mangé du fruit de l’incons-
cient.*
Jules L a f o r g u e , “ Moralités légendaires” ,
Mercare de Trance, p. 24.

E n u n libro reciente, que completa libros anterio­


res consagrados a la imaginación poética, intenta­
mos señalar el interés que ofrece el método fe-
nomenológico para tales investigaciones. Según los"5
principios de la fenomenología, se intentaba sacar a
plena luz la toma de conciencia de un individuo J
maravillado por las imágenes poéticas. Esta toma de
conciencia, que la fenomenología moderna quiere su­
mar a todos los fenómenos de la psiquis, parece
otorgar un precio subjetivo duradero a imágenes que
a menudo sólo tienen una objetividad dudosa, una
objetividad fugitiva. Al obligarnos a cumplir un
regreso sistemático sobre nosotros mismos y un es­
fuerzo de claridad en la toma de conciencia, a pro­
pósito de una imagen dada por un poeta, el método
fenomenológico nos lleva a intentar la comunicación
con la conciencia creante * * del poeta. La imagen
* “ Método, Método, ¿qué pretendes de mí? Sabes
bien que he comido del fruto del inconsciente.” [T.]
* * En francés créante. [T.]

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10 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 11

poética nueva — ¡ una simple imagen!— llega a ser nos métodos del psicólogo que describe lo que ob­
de esta manera, sencillamente, un origen absoluto, serva, que mide niveles, que clasifica tipos, que ve
un origen de conciencia. En las horas de los gran­ nacer la imaginación en los niños, sin examinar ja ­
des hallazgos, una imagen poética puede ser el ger­ más, a decir verdad, cómo muere en el común de
men de un mundo, el germen de un universo los hombres?
imaginado ante las ensoñaciones de un poeta. La ¿Pero puede un filósofo convertirse en psicólogo?
conciencia de maravillarse ante ese mundo creado ¿Puede doblegar su orgullo hasta conformarse con
por el poeta se abre en toda su ingenuidad. Sin la comprobación de hechos, una vez que ha ingre­
duda la conciencia está destinada a mayores empre­ sado, con todas las pasiones requeridas, en el reino
sas. Se organiza con tanta más fuerza en la medida de los valores? Un filósofo queda, como se dice
en que se entrega a obras cada vez más coordina­ hoy, “en situación filosófica” ; a veces tiene la pre­
das. En especial, “la conciencia de racionalidad” tie­ tensión de empezarlo todo, pero, ¡ ay! continúa. . .
ne una virtud de permanencia que plantea un pro­ ¡ Ha leído tantos libros de filosofía! Con el pretexto
blema difícil al fenomenólogo: debe decir de qué de estudiarlos, de enseñarlos, ¡ ha deformado tantos
modo la conciencia se enlaza en una cadena de ver­ “ sistemas” ! Cuando llega la noche, cuando ya no
dades. Por el contrario, al abrirse sobre una imagen enseña, cree tener el derecho de encerrarse en el
aislada, la conciencia imaginante tiene —por lo me­ sistema de su elección.
nos a primera vista— menos responsabilidades. La Así he elegido yo la fenomenología con la espe­
conciencia imaginante considerada en relación con ranza de volver a examinar con una mirada nueva
imágenes separadas podría entonces proporcionar te­ las imágenes fielmente amadas, tan sólidamente fi­
mas para una pedagogía elemental de las doctrinas jadas en mi memoria que ya no sé si las recuerdo
fenomenológicas. o las imagino cuando las vuelvo a encontrar en mis
Pero henos aquí frente a una doble paradoja. ¿Por sueños.
qué —preguntará el lector no advertido— sobre­
carga usted un libro sobre la ensoñación con el pe­ 2
sado aparato filosófico que implica el método feno-
menológico? La exigencia fenomenológica con respecto a las imá­
¿Por qué — dirá por su parte el fenomenólogo de genes poéticas es, por lo demás, simple: consiste en
oficio— elegir una materia tan elusiva como las poner el acento sobre su virtud de origen, captar el
imágenes para exponer principios fenomenológicos? ser mismo de su originalidad, beneficiándose así de
¿ Sería acaso más simple, si siguiéramos los bue­ la insigne productividad psíquica de la imaginación.
12 IN T R O D U C C IÓ N
INTRODUCCIÓN 13
Esta exigencia, para una imagen poética, de ser
un futuro. Se diría que la imagen poética, en su
un origen psíquico tendría, sin embargo, un excesivo
novedad, abre un futuro del lenguaje.
rigor si no pudiéramos encontrar una virtud de ori­ Correlativamente, al emplear el método fenome-
ginalidad a las variaciones mismas que actúan sobre nológico para el examen de las imágenes poéticas,
los arquetipos más fuertemente arraigados. Puesto nos parecía que estábamos siendo automáticamente
que queríamos profundizar como fenomenólogos la psicoanalizados; que podíamos, con la conciencia
psicología del maravillarse, la menor variación de clara, relegar nuestras antiguas preocupaciones de
una imagen maravillosa debía servirnos para afinar cultura psicoanalítica. Como fenomenólogos, nos sen­
nuestras investigaciones. La sutileza de una novedad tíamos liberados de nuestras preferencias, de esas
reanima orígenes, renueva y redobla la alegría de preferencias que transforman el gusto literario en
maravillarse. hábitos. Gracias al privilegio que la fenomenología
La alegría de hablar se agrega en poesía al ma­ concede a la actualidad, estamos abiertos a las imá­
ravillarse. Esta alegría hay que tomarla en su ab­ genes nuevas que nos ofrece el poeta. La imagen
soluta positividad. La imagen poética, al surgir como
estaba presente en nosotros, distante de todo el pa­
un nuevo ser del lenguaje, no puede compararse, para
sado que podía haberla preparado en el alma del
usar una metáfora común, con una válvula que se poeta. Sin preocuparnos por los “ complejos” del poe­
abre para liberar instintos relegados. La imagen poé­ ta, sin hurgar en la historia de su vida, éramos
tica ilumina con tal luz la conciencia que es del todo libres, sistemáticamente libres, para pasar de un poe­
inútil buscarle antecedentes inconscientes. Al menos ta a otro, de un gran poeta a un poeta menor, con
la fenomenología puede permitirse tomar la imagen motivo de una simple imagen que revelaba su va­
poética en su propio ser, en ruptura con un ser
lor poético mediante la riqueza misma de sus varia­
antecedente, como una conquista positiva de la pa­ ciones.
labra. Si le hiciéramos caso al psicoanalista, termi­ Así, el método fenomenológico nos exigía que pu­
naríamos definiendo la poesía como un majestuoso siéramos en evidencia la totalidad de la conciencia
Lapsus de 1a, Palabra. Pero el hombre no se engaña
con motivo de la menor variación de la imagen. No
cuando se exalta. La poesía es uno de los destinos se lee poesía pensando en otra cosa. Desde el mo­
de la palabra. Al tratar de afinar 1a, toma de con­ mento en que una imagen poética se renueva en
ciencia del lenguaje en el plano de los poemas, te­ uno de sus rasgos, manifiesta su inocencia primera.
nemos la impresión de tocar al hombre de la pa­ Es esta inocencia, sistemáticamente despertada,
labra nueva, de una palabra que no se limita a la que ha de darnos su pura acogida en los poe­
expresar ideas o sensaciones sino que intenta tener mas. En nuestros estudios sobre la imaginación
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activa seguiremos, pues, los pasos de la Fenomenolo­ Frente a una tan desmesurada ambición, unida
gía como los de una escuela de inocencia. al hecho de que todo nuestro libro debe salir de
nuestros ensueños, nuestra empresa de fenomenólo­
go debe encarar una paradoja radical. En efecto, es
3 común inscribir la ensoñación entre los fenómenos
de la tregua física. Se la vive en un tiempo de des­
Ante las imágenes que nos proporcionan los poe­ canso, en un tiempo que ninguna fuerza traba.
tas, ante esas imágenes que nunca nosotros habría­ Como no va acompañada de atención, a menudo
mos podido imaginar por nuestra cuenta, esta ino­ carece de memoria. Consiste en una huida fuera de
cencia del maravillarse es muy natural. Pero si lo real, sin encontrar siempre un mundo irreal con­
vivimos con pasividad ese maravillarnos, no partici­ sistente. Siguiendo “ la pendiente de la ensoñación”
paremos demasiado profundamente en la imagina­ —una pendiente que siempre desciende— la con­
ción creadora. L a fenomenología de la imagen nos ciencia se distiende y se dispersa y por consiguiente
pide que activemos la participación en la imagina­ se oscurece. Cuando se sueña, por lo tanto, nun­
ción creadora. Dado que la finalidad de toda feno­ ca es hora de “hacer fenomenología” .
menología consiste en traer al presente la toma de ¿Cuál va a ser nuestra actitud frente a tal para­
conciencia, en un tiempo de extrema tensión, debe­ doja? Lejos de intentar acercar los términos de la
remos concluir que no existe, en lo que se refiere evidente antítesis entre un estudio simplemente psi­
a los caracteres de la imaginación, una fenome­ cológico de la ensoñación y un estudio propiamente
nología de la pasividad. Sin duda, la descripción fenomenológico, aumentaremos aún más el contras­
de los psicólogos puede proporcionarnos documen­ te poniendo nuestras investigaciones bajo la depen­
tos, pero el fenomenólogo debe intervenir para si­ dencia de una tesis filosófica que querríamos de­
tuar esos documentos en el eje de la intencionalidad. fender en primer lugar: para nosotros toda toma
¡ Que esta imagen que acaba de serme ofrecida sea de conciencia es un crecimiento de la conciencia,
mía, verdaderamente mía, que se vuelva — cima del un aumento de luz, un refuerzo de la coherencia
orgullo del lector— mi obra! ¡ Y qué gloria de lec­ psíquica. Su rapidez o su instantaneidad pueden en­
tura si logro vivir, ayudado por el poeta, la inten­ mascararnos ese crecimiento. Pero existe en toda
cionalidad poética! Mediante la intencionalidad de toma de conciencia un crecimiento del ser. La con­
la imaginación poética el alma del poeta encuen­ ciencia es contemporánea de un devenir psíquico
tra la apertura consciente que conduce a toda ver­ vigoroso, un devenir que propaga su vigor en todo
dadera poesía. el psiquismo. La conciencia, por sí sola, es un acto, el
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acto humano. Es un acto vivo, pleno. Incluso cuando ción, la que una conciencia qu e.crece puede seguir.
la acción que sigue, que debería seguir, que habría Esta ensoñación es una ensoñación que se escribe
debido seguir queda suspendida, el acto de la con­ 0 que, al menos, promete escribirse. Ya está ante
ciencia tiene total positividad. En el presente ensa­ ese gran universo que es la página blanca, en el
yo, sólo estudiaremos este acto en el dominio del cual las imágenes se componen y se ordenan. El
lenguaje, más precisamente, en el lenguaje poético, soñador escucha ya los sonidos de la palabra escrita.
cuando la conciencia imaginativa crea y vive la Un autor cuyo nombre no recuerdo decía que la
J imagen poética. Aumentar el lenguaje, crear len- punta de la pluma era un órgano del cerebro. Y
! guaje, valorizar el lenguaje, amar el lenguaje son es verdad: cuando mi pluma escupe no estoy pen­
otras tantas actividades en las que se aumenta la sando correctamente. ¿ Quién me devolverá la bue­
conciencia de hablar. En ese dominio tan estrecha­ na tinta de mi vida escolar?
mente delimitado, estamos seguros de encontrar nu­ Todos los sentidos se despiertan y armonizan en
merosos ejemplos que probarán nuestra tesis filo­ la ensoñación poética. Y esta polifonía de sentidos
sófica más general sobre el devenir esencialmente es aquello que la ensoñación poética1 escucha y la
aumentativo de toda toma de conciencia. conciencia poética debe registrar. Conviene a la ima­
Pero, frente a esta acentuación de la claridad y gen poética lo que Federico Schlegel decía del
del vigor de la toma de conciencia poética, ¿ desde lenguaje: es “una creación de un solo impulso” .1 El
qué ángulo deberemos estudiar la ensoñación si pre­ fenomenólogo de la imaginación debe tratar de re­
tendemos servirnos de las lecciones de la fenome­ vivir estos impulsos.
nología? Al fin de cuentas, nuestra propia tesis Es verdad que un psicólogo encontraría más di­
filosófica aumenta las dificultades de nuestro pro­ recto estudiar al poeta inspirado, haciendo estudios
blema. En efecto, esta tesis arrastra un corolario: concretos de la imaginación sobre algunos genios
una conciencia que disminuye, una conciencia que en particular. ¿ Pero llegaría a vivir de esa manera
se adormece, una conciencia que desvaría ya no es los fenómenos de la inspiración? 2 Esos documentos
una conciencia. L a ensoñación nos lleva por el mal humanos sobre los poetas inspirados sólo podrían
declive, por el declive que desciende. ser relatados dentro de ideales observaciones obje-
Un adjetivo salvará todo, permitiéndonos pasar
1 “Eme Hervorbringung im Ganzen.” Tomamos de Er-
por sobre las objeciones de una psicología que se nest Renán la bella traducción que empleamos. Cf. De l’ ori­
conforma con el primer examen. La ensoñación qu>' gine du langage, 3* ed., 1859, p. 100.
r queremos estudiar es la ensoñación poética, una en- 2 “La poesía es algo más que los poetas” , George Sand,
j soñación que la poesía lleva hacia la buena inclina­ Questions d’art et de littérature, p. 283.
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tivas, de una manera exterior. L a comparación en­ nosotros, por el contrario, una ensoñación transmi­
tre poetas inspirados haría perder muy pronto la sible, una ensoñación inspiradora, es decir, una ins­
esencia de la inspiración. Toda comparación dismi­ piración a la medida de nuestros talentos de lec­
nuye los valores de expresión de los términos com­ tores.
parados. El término inspiración es demasiado gene­ En tal caso, los documentos abundan para un fe­
ral como para decir la originalidad de las palabras nomenólogo solitario, sistemáticamente solitario. El
inspiradas. En los hechos, la psicología de la inspii fenomenólogo puede despertar su conciencia poética
ración, aun cuando cuente con el auxilio de los con motivo de las mil imágenes que duermen en
relatos sobre los paraísos artificiales, es de una evi­ los libros. Resuena ante la imagen poética en el mis­
dente pobreza. Los documentos sobre los cuales pue­ mo sentido de la “resonancia” fenomenológica tan
de trabajar el psicólogo, en esos estudios, son muy bien caracterizada por Eugéne Minkowski.3
poco numerosos y sobre todo no son realmente asu­ Hay que observar, además, que una ensoñación, a
midos por el psicólogo. diferencia del sueño, no se cuenta. Para comunicar­
La noción de Musa, noción que debería ayuda r- la, hay que escribirla, escribirla con emoción, con
nos a dar un ser a la inspiración y a creer que hay gusto, reviviéndola tanto más cuando se la vuelve
un sujeto trascendente para el verbo inspirar, nq a escribir. Tocamos acá el dominio del amor escri­
puede entrar naturalmente en el vocabulario de un to. La moda de esto pasa, pero su beneficio per­
fenomenólogo. Siendo ya un joven adolescente me manece. Todavía existen las almas para las cuales
era imposible entender que un poeta al que quería el amor es el contacto de dos poesías, la fusión de
tanto pudiese utilizar musas y laúdes. Cómo decir dos ensoñaciones. L a novela epistolar expresa el
con convicción, cómo recitar sin reír a carcajadas amor mediante una hermosa emulación entre las
ese primer verso de un gran poem a: imágenes y las metáforas. Para decir un amor hay
que escribir. Nunca se escribe demasiado sobre él.
Poete, prends ton luth et me donne un baiser. ¡ Cuántos amantes que llegados a las más tiernas
[Poeta, toma tu laúd y dame un beso.] citas abren el escritorio! El amor nunca ha termi­
nado de expresarse y cuanto más poéticamente so­
Era más de lo que podía resistir un muchacho de
ñado mejor se expresa. La-s ensoñaciones de dos
la Champagne.
almas solitarias preparan la dulzura de amar. Un
i No! Musa, Lira de Orfeo, fantasmas del hachís
realista de la pasión sólo verá en esto fórmulas
o del opio sólo pueden enmascararnos el ser de li¡
inspiración. La ensoñación poética escrita, guiad! 3 Cf. L a poétique de l’espace, puf, p. 2. [Hay edición del
hasta producir una página literaria, va a ser par| fce; L a poética del espacio.]
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evanescentes. Pero no por eso es menos cierto que Dans un monde qui nait de ,lüi, l’homme peut tout
las grandes pasiones se preparan entre grandes en­ devenir.4'
soñaciones. Al separar el amor de toda su irrealidad [En un mundo que nace de él, el hombre puede llegar a
se mutila su realidad. (ser todo.]
En esas condiciones, se comprende de inmediato
Entonces, si consideramos la poesía en su Ímpetu
lo complejas y movidas que van a ser las discusio­
de devenir humano, en la cúspide de una inspiración
nes entre una psicología de la ensoñación, apoyada
que nos entrega la palabra nueva, ¿de qué podría
en observaciones sobre los soñadores, y una feno­
servir una biografía que nos transmita el pasado, el
menología de las imágenes creadoras, fenomenología
denso pasado del poeta? De tener la menor incli­
que tiende a restituir, aun en un lector modesto, la
nación por la polémica, ¡ qué archivo podríamos
acción innovadora del lenguaje poético. De una ma­
juntar con relación a los excesos biográficos! Dare­
nera más general, se comprende también todo el in­
mos sólo una muestra.
terés que tiene, según creemos, determinar una feno­
Hace medio siglo, un príncipe de la crítica lite­
menología de lo imaginario en la que la imaginación
raria asumía la tarea de explicar la poesía de Ver-
esté puesta en su lugar, en el primer lugar, como
laine, que no le gustaba mucho. Porque, ¿cómo
principio de excitación directa del devenir psí­
amar la poesía de un poeta que vive al margen de
quico.
las letras?:
La imaginación intenta un futuro. Es en primer
lugar un factor de imprudencia que nos aleja de las Nadie lo ha visto ni en las avenidas, ni en el tea­
pesadas estabilidades. Veremos que algunas ensoña­ tro, ni en un salón. Está en alguna parte, en al­
ciones poéticas son hipótesis de vidas que amplían gún extremo de París, en la trastienda de un co­
merciante donde bebe vino azul.
la nuestra poniéndonos en confianza dentro del uni­
verso. Vino azul. ¡ Qué injuria para el beaujolais que
En esta obra, daremos numerosas pruebas de entonces se bebía en los pequeños cafés de la colina
esta entrada en confianza con el universo mediante Sainte-Geneviéve!
la ensoñación. Un mundo se forma en nuestra en­ El mismo crítico literario termina de determinar
soñación, un mundo que es nuestro mundo. Y ese el carácter del poeta por el sombrero. Escribe: “ Su
mundo soñado nos enseña posibilidades de creci­ sombrero blando parecía él mismo adaptarse a su
miento de nuestro ser en este universo que es el triste pensamiento, inclinando sus bordes vagos al-
nuestro. En todo universo soñado hay futurismo. Joé 4 Citado sin referencia por Gastón Puel en un articulo
Bousquet ha escrito: de la revista Le Temps et les Hommes, marzo, 1958, p. 62.
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rededor de su cabeza, especie de aureola negra para emociones, de ensueños, de recuerdos crece para
esa frente preocupada. ¡ Su sombrero! Sin embargo, iní sobre ese poema. Por encifna —no por debajo,
también él alegre a algunas horas, y caprichoso no en una vida que no he vivido— , no en la vida
como una mujer muy morena, a veces redondo, in­ mal vivida de ese desdichado poeta. En sí misma,
genuo, como el de un niño de Auvernia o de Sabo- por sí misma, ¿la obra no ha dominado la vida, la
ya, a veces como un cono hendido a la tirolesa e obra no ha sido un perdón para aquel que la ha
inclinado, arrogante, sobre la oreja, otras veces jo­ malvivido?
cosamente terrible: creeríamos estar ante el tocado En todo caso, en ese sentido el poema puede acu­
de algún banditto, sin pies ni cabeza, un ala hacia mular ensoñaciones, sueños y recuerdos.
abajo, otra hacia arriba, la delantera como visera, La crítica literaria psicológica nos dirige hacia
la trasera cubriendo la nuca.” 5 otros intereses. Hace de un poeta un hombre. Pero
¿Existe un solo poema, en toda la obra del poeta, frente a los grandes logros de la poesía, el problema
que pueda ser explicado por esas contorsiones lite­ sigue en pie: ¿cómo un hombre puede, a pesar de
rarias del sombrero? la vida, volverse poeta?
¡ Es tan difícil unir la vida y la obra! El biógrafo Pero volvamos a la simple tarea de indicar el ca­
puede ayudarnos diciéndonos que determinado poe­ rácter constructivo de la ensoñación poética y, para
ma fue escrito mientras Verlaine estaba en la pri­ preparar esta tarea, preguntémonos si la ensoña­
sión de Mons: ción es, en todos los casos, un fenómeno de disten­
sión y de abandono como lo sugiere la psicología
Le ciel est par-dessus le toit clásica.
Si bleu, si calme.
[El cielo está, por encima del techo, / tan azul, tan calmo.] 4
En la cárcel. ¿Quién no está en la cárcel en sus
horas de melancolía? En mi cuarto parisiense, lejos La psicología puede perder más de lo que gana si
de mi tierra natal, arrastro la ensoñación verlainia- constituye sus nociones básicas bajo la inspiración
na. Un cielo de otras épocas se extiende sobre la de las derivaciones etimológicas. De esta manera, la
ciudad de piedra. Y en mi memoria cantan las etimología amortigua las diferencias muy nítidas que
estancias musicales que Reynaldo Hahn escribió so­ separan el sueño de la ensoñación. Por otra parte,
bre los poemas de Verlaine. Todo un espesor de como los psicólogos se precipitan sobre lo más ca­
racterístico, primero estudian el sueño, el sorpren­
r>Citado por Antheaume y Dromard, Poésie et folie,
dente sueño nocturno, prestando poca atención a
París, 1908, p. 351.
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las ensoñaciones, ensoñaciones que sólo son para ellos tinción entre sueño y ensoñación, puesto que la
sueños confusos, sin estructura, sin historia, sin enig­ posible intervención de la Conciencia en la ensoña­
mas. La ensoñación se transforma entonces en un ción proporciona un signo decisivo.
poco de materia nocturna olvidada en la luz del Alguien ha podido preguntarse alguna vez si exis­
día. Si la materia onírica se condensa un poco en te realmente una conciencia del sueño. L a rareza
el alma del soñador, la ensoñación cae en el sue­ del sueño puede ser tal que parezca que otro viene
ño; los “accesos de ensoñación” , que los psiquiatras a soñar en nosotros. “ Un sueño me visitó.” He aquí la
observan, asfixian el psiquismo, la ensoñación se fórmula que establece la pasividad de los grandes sue­
vuelve somnolencia, el soñador se duerme. Una es­ ños nocturnos. Es necesario que volvamos a habitar
pecie de destino de caída marca así la continuidad en esos sueños para convencernos de que fueron nues­
de la ensoñación en el sueño. Pobre ensoñación la tros. Después, con ellos hacemos relatos, historias
que invita a la siesta. Habría que preguntarse inclu­ de otros tiempos, aventuras de otros mundos. Miente
so si en este “ adormecimiento” el propio inconscien­ bien el que viene de lejos.
te no padece una declinación del ser. El inconsciente A menudo agregamos inocentemente, inconscien­
retomará su acción en los sueños del dormir verda­ temente, un rasgo que aumenta lo pintoresco de
dero. Y la psicología trabaja inclinándose hacia los nuestra aventura en el reino de la noche. ¿H an
dos polos del pensamiento claro y del sueño noc­ observado ustedes el rostro del hombre que cuenta
turno, segura de este modo de tener controlado todo su sueño ? Sonríe de su drama, de sus terrores. Se
el dominio de la psiquis humana. divierte con ellos. Quisiera que también ustedes se
Pero hay otras ensoñaciones que no pertenecen a divirtieran con ellos.6 El narrado rde sueños goza
este estado crepuscular en que se mezclan vida noc­ a veces de su sueño como de una obra original. Ve
turna y vida diurna. Y la ensoñación diurna merece, en él una originalidad delegada y por eso mismo
por muchos aspectos, un estudio directo. La enso­ queda muy sorprendido cuando el psicoanalista le
ñación es un fenómeno espiritual demasiado natural
6 Confieso que, a menudo, el narrador de sueños me
—demasiado útil también al equilibrio psíquico— aburre. Su sueño podría interesarme si estuviese franca­
para que se lo trate como un derivado del sue­ mente elaborado. ¡ Pero escuchar un discurso glorioso de
ño, para que se lo incluya sin discusión en el orden su insania! Todavía no he puesto psicoanalíticamente en
de los fenómenos oníricos. En resumen, conviene, claro este aburrimiento durante el relato de los sueños
para determinar la esencia de la ensoñación, volver de los demás. Quizás he conservado rigideces de racio­
nalista. No sigo dócilmente un relato de reivindicada in­
sobre la propia ensoñación. Y es precisamente la!
coherencia, suponiendo siempre que una parte de las ton­
fenomenología la que puede poner en claro la dis­ terías relatadas son tonterías inventadas.
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dice que otro soñador ha conocido la misma “ ori­ algunos greses curiosos” . Cae la moche, la ciudad se
ginalidad” . La convicción de Un soñador de sueños calla; ¿ dónde está la ciudad?
de haber vivido el sueño que narra no debe enga­
ñarnos. Es una convicción establecida que se re­ Todo esto no era ni una ciudad, ni una iglesia,
fuerza cada vez que lo cuenta. No hay ninguna ni un río, ni color, ni luz, ni sombra: era la en­
soñación.
identidad entre el sujeto que narra y el sujeto que Permanecí mucho rato inmóvil, dejándome pe­
ha soñado. Por eso mismo, una elucidación pro­ netrar dulcemente por este conjunto inexpresa­
piamente fenomenológica del sueño nocturno es un ble, por la serenidad del cielo, por la melancolía
problema difícil. Sin duda dispondríamos de ele­ de la hora. No sé lo que pasaba por mi espíritu y
mentos para resolverlo si se desarrollara más una no podría decirlo, era uno de esos momentos
inefables en que uno siente en sí algo que se
psicología y consecutivamente una fenomenología
adormece y algo que se despierta.8
de la ensoñación.
En vez de buscar el sueño en la ensoñación, se Todo un universo contribuye así a nuestra di­
buscaría la ensoñación en el sueño. Existen playas cha cuando la ensoñación viene a acentuar nues­
de tranquilidad en medio de las pesadillas. Roberf tro reposo. A quien quiera soñar bien hay que de­
Desnos ha observado esas interferencias entre el sue­ cirle : comience por ser feliz. Entonces la ensoñación
ño y la ensoñación: “Aunque estoy adormecido y cumple su verdadero destino: se convierte en enso­
sueño sin poder determinar exactamente qué es sue­ ñación poética: gracias a ella y en ella todo se vuelve
ño y qué ensoñación, conservo la noción de las apa­ hermoso. Si el soñador tuviese “oficio” , haría una
riencias.” 7 Vale decir que el soñador, en la noche obra con su ensoñación. Y esta obra sería grandiosa
del sueño, recupera los esplendores del día. Es cons­ puesto que el mundo soñado es automáticamente
ciente entonces de la belleza del mundo. L a belleza grandioso.
del mundo soñado le devuelve durante un instante Los metafísicos hablan a menudo de una “aper­
su conciencia. tura del mundo” . Pero parecería, al escucharlos, que
L a ensoñación ilustra así un descanso del ser, un les basta correr una cortina para estar de pronto,
bienestar. El soñador y su ensoñación entran en mediante una única iluminación, de cara al Mundo.
cuerpo y alma en la sustancia de la felicidad. Du­ Cuántas experiencias de metafísica concreta tendría­
rante una visita a Nemours en 1844, Victor Hugo mos si prestáramos más atención a la ensoñación
había salido a la hora del crepúsculo para “ir a ver
8 Victor Hugo, En voyage. Frunce el Belgique. En
7 Robert Desnos, Domaine public, Gallimard, 1953,
L ’homme qui rit (t. I, p. 148) Víctor Hugo escribe: “ El
p. 348. mar observado es un ensueño.”
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poética. Abrirse al mundo objetivo, entrar en el cibe es entonces asimilado. El mundo real es absor­
inundo objetivo, constituir un mundo que conside­ bido por el mundo imaginario:' Shelley nos ofrece
ramos objetivo son largos pasos que sólo pueden ser un verdadero teorema de la fenomenología al decir
descritos por la psicología positiva. Pero esos pasos que la imaginación es capaz “de hacernos crear
para constituir a través de mil rectificaciones ur¡ lo que vemos” .9 De acuerdo con Shelley, de acuerdo
mundo estable, nos hacen olvidar el deslumbra­ con los poetas, la fenomenología de la percepción
miento de las primeras aperturas. La ensoñación propia debe ceder su sitio a la fenomenología de la
poética nos da el mundo de los mundos. L a enso­ imaginación creadora.
ñación poética es una ensoñación cósmica. Es una Gracias a la imaginación y a las sutilezas de la
apertura hacia un mundo hermoso, hacia mundos función de lo irreal, entramos en el mundo de la con­
hermosos. Le concede al yo un no-yo que es el bien fianza, en el mundo del ser confiante, en el mundo
del yo; mi no-yo. Ese no-yo mío hechiza al yo del mismo de la ensoñación. En seguida daremos mu­
soñador; los poetas saben hacérnoslo compartir. Para chos ejemplos de esas ensoñaciones cósmicas que
mi yo soñador, ese no-yo mío me permite vivir rnj enlazan al soñador y a. su mundo. Esta unión se
confianza de estar en el mundo. Ante un mundo ofrece espontáneamente a la investigación fenome-
real podemos descubrir en nosotros mismos el ser nológíca. El conocimiento del mundo real exigiría
de la preocupación. Entonces somos arrojados al investigaciones fenomenológicas complejas. Los mun­
mundo, entregados a la inhumanidad del mundo, a dos soñados, los mundos de la ensoñación diurna, si
su negatividad; el mundo se convierte, entonces, e¡ se está atento, competen a una fenomenología ver­
la nulidad de lo humano. Las exigencias de nuestra daderamente elemental. De este modo hemos lle­
función de lo real nos obligan a adaptamos a la gado a pensar que hay que aprender fenomenología
realidad, a constituirnos como una realidad, a fa­ mediante la ensoñación.
bricar obras que son realidades. ¿Pero acaso la en­ La ensoñación cósmica, tal cual la estudiamos, es
soñación, por su propia esencia, no nos libera de un fenómeno de la soledad, un fenómeno que tiene
la función de lo real? Si lo consideramos en se su raíz en el alma del soñador. No necesita un de­
simplicidad, vemos que es el testimonio de una fu# sierto para establecerse y crecer. Le basta un pre-
ción de lo irreal, función normal, útil, que preserva texto —y no una causa— para que nos pongamos
al psiquismo humano, al margen de todas las bru­
9 La formula de Shelley podría recogerse como la m á­
talidades de un no-yo hostil, de un no-yo ajeno. xima fundamental de una fenomenología de la pintura.
Hay horas en la vida de un poeta en las qui Es necesaria una tensión mayor para aplicarla a una fe­
la ensoñación asimila a lo real mismo. Lo que per­ nomenología de la poesía.
30 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 31

“ en situación de soledad” , en situación de soledad afinan y se multiplican en el comercio de los es­


soñadora. En esta soledad, los recuerdos mismos píritus. Las imágenes realizan en su esplendor una
se establecen por cuadros. Los decorados predomi- muy simple comunión de las almas. Deberían or­
nan sobre el drama. Los recuerdos tristes logran al ganizarse dos vocabularios para estudiar, uno el sa­
menos la paz de la melancolía. Y eso agrega una di- ber, el otro, la poesía. Pero esos vocabularios no
ferencia más entre la ensoñación y el sueño. El sue- coinciden. Sería inútil redactar diccionarios para
ño queda sobrecargado por las pasiones mal vividas traducir una lengua a la otra. Y la lengua de los
en la vida del día. La soledad siempre tiene una hos­ poetas debe ser aprendida en forma directa, preci­
tilidad en el sueño nocturno. Es ajena. No es ver­ samente, como el lenguaje de las almas.
daderamente nuestra soledad. Sin duda, se le podría pedir a un filósofo que
Las ensoñaciones cósmicas nos apartan de las en­ estudiara esta comunión de las almas en los domi­
soñaciones de proyectos. Nos sitúan en un mund<¡ nios más dramáticos, comprometiendo valores hu­
y no en una sociedad. Una especie de estabilidad, manos o sobrehumanos que pasan por ser más im­
de tranquilidad, es atributo de la ensoñación cós­ portantes que los valores poéticos. ¿Pero ganan las
mica. Nos ayuda a escapar al tiempo. Es un esta­ grandes experiencias del alma al ser proclamadas ?
do. Vayamos al fondo de su esencia: es un estado ¿No es posible confiar en la profundidad de toda
de alma. Decíamos en un libro anterior que la poe­ “resonancia” para que cada uno de los que leen
sía nos proporciona documentos para una fenome­ páginas sensibles participe a su manera en la invi­
nología del alma. Con el universo poético del poeta tación a una ensoñación poética? Por nuestra parte
se nos entrega toda su alma. creemos —vamos a explicarlo en un capítulo de este
Le corresponde al espíritu la tarea de crear sis­ libro— que la infancia anónima revela más cosas
temas, de organizar experiencias diversas para in­ sobre el alma humana que la infancia singular, to­
tentar comprender el universo. Al espíritu le con­ mada en el contexto de una historia de familia. Lo
viene la paciencia de instruirse a lo largo de todo esencial es que una imagen no desafine. Podremos
el paseo por el saber. ¡ El pasado del alma está entonces confiar en que tome el camino del alma,
tan lejos! El alma no vive siguiendo la corriente que no se deje perturbar por las objeciones del es­
del tiempo y encuentra su reposo en los universo! píritu crítico, que no sea detenida por la pesada
que la ensoñación imagina. mecánica de las contenciones. ¡ Qué sencillo es re­
Por eso creemos poder demostrar que las imáge­ encontrarse con su alma en lo hondo de una enso­
nes cósmicas pertenecen al alma, al alma solita­ ñación ! L a ensoñación nos pone en estado de alma
ria, al alma principio de toda soledad. Las ideas se naciente.
32 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 33

En nuestro modesto estudio de las más simples Del lado del soñador, formando parte de él, de­
imágenes, nuestra ambición filosófica es, pues, gran­ bemos, pues, reconocer una potencia de poetización
de. Intentaremos probar que la ensoñación nos da que bien podemos llamar una poética psicológica;
el mundo de un alma, que una imagen poética una poética de la psiquis en la cual se armonizan
da testimonio de un alma que descubre su mundo, todas las fuerzas psíquicas.
el mundo en el que quisiera vivir, donde merece Querríamos, pues, introducir el poder de coordi­
vivir. nación y de armonía desde el adjetivo hasta el
sustantivo, estableciendo una poética de la ensoña­
5 ción poética, subrayando así, al repetir la palabra,
que el sustantivo acaba de ganar la tonalidad del
Antes de señalar con más precisión los temas espe­ ser. Una poética de la ensoñación poética. Grande,
ciales tratados en este ensayo, quisiera justificar su demasiado grande ambición puesto que implicaría
título. darle a todo lector de poemas una conciencia de
Al hablar de una Poética de la ensoñación, cuan­ poeta.
do por mucho tiempo me tentó uno más simple: La
ensoñación poética, quise señalar la fuerza de cohe­ 6
rencia que recibe un soñador cuando es de veras fiel
a sus sueños y cuando sus sueños ganan precisamen­ Digamos, pues, ahora, brevemente, con qué espíritu
te coherencia por sus valores poéticos. L a poesía hemos escrito los distintos capítulos de este ensayo.
constituye a la vez el soñador y su mundo. Mientras Antes de emprender las búsquedas de Poética po­
que el sueño nocturno puede desorganizar un alma, sitiva, búsquedas apoyadas, según nuestra costumbre
propagar en el día las locuras ensayadas durante de filósofo prudente, en documentos precisos, quisi­
la noche, la buena ensoñación ayuda realmente al mos escribir un capítulo más frágil, sin duda dema­
alma a gozar de su reposo, a gozar de una fácil siado personal, sobre el cual debemos dar explica­
unidad. Los psicólogos, en su ebriedad de realismo, ciones en esta Introducción. Elegimos como título
insisten demasiado en el carácter de evasión que de ese capítulo: Ensoñaciones sobre la ensoñación y
tienen nuestras ensoñaciones. No siempre reconocen lo dividimos en dos partes; la primera tenía por
que la ensoñación teje en torno al soñador dulces título: El soñador de palabras, y la segunda: “ Ani­
lazos, que es una argamasa, que, en resumen, en mas” - “Anima” . En ese doble capítulo habíamos des­
toda la fuerza del término, la ensoñación “ poetiza” arrollado ideas aventureras, fáciles de contradecir,
al soñador. propicias, lo creimos, para detener al lector que no
34 IN T R O D U C C IO N IN T R O D U C C IÓ N 35

gustara de encontrar oasis de ocio en una obra donde blanca da el derecho a soñar. Si tan sólo se pudiera
se promete organizar ideas. Pero, puesto que se tra­ escribir para uno mismo. ¡ Qué duro es el destino
taba para nosotros de vivir en la bruma del psi- del hacedor de libros! Hay que cortar y volver a
quismo soñador, se nos hacía un deber de sinceridad coser para tener continuidad en las ideas. Pero, cuan­
decir todas las ensoñaciones que nos tientan, las do se está escribiendo un libro sobre la ensoñación,
singulares ensoñaciones que a menudo perturban ¿no habrá llegado el momento de dejar correr la
nuestras ensoñaciones razonables, un deber seguir pluma, de dejar hablar a la ensoñación y mejor
hasta el fin las líneas de aberración que nos son aún, de soñar la ensoñación en el mismo momento
familiares. en que uno cree estarla transcribiendo?
En efecto, soy un soñador de palabras, un soñador Soy — ¿necesito decirlo?— un ignorante de la lin­
de palabras escritas. Creo leer. Una palabra me güística. Las palabras, en su lejano pasado, tienen
detiene. Dejo la página. Las sílabas de la palabra el pasado de mis ensoñaciones. Para un soñador,
empiezan a agitarse. Los acentos tónicos se invier­ para un soñador de las palabras, éstas están llenas
ten. L a palabra abandona su sentido como una so- de locuras. Para empezar, que cada uno piense en
brecarga demasiado pesada que impide soñar. Las ello, que “empolle” un poco una palabra que le sea
palabras toman entonces otros significados como si familiar. Entonces, la eclosión más inesperada, la
tuviesen el derecho de ser jóvenes. Y las palabras más rara, surge de la palabra que dormía en su
van, entre las espesuras del vocabulario, buscando significación —inerte como un fósil de significados.10
nuevas, malas compañías. Muchos conflictos me­ 10 La opinión de Ferenczi sobre la investigación del ori­
nores hay que resolver cuando, de la ensoñación gen de las palabras no puede menos que recibir el oprobio
vagabunda, se vuelve al vocabulario razonable. por parte de los sabios lingüistas. Para Ferenczi, uno de
Y es peor cuando en vez de leer me pongo a los más finos psicoanalistas, la búsqueda de las etimologías
escribir. Rajo la pluma, la anatomía de las sílabas es un sustituto de las preguntas infantiles sobre el origen
de los niños. Ferenczi evoca un articulo de Sperber (/m o ­
se despliega lentamente. L a palabra vive sílaba por
jo, 1914, I. Jah rgan g), sobre la teoría sexual del len­
sílaba, en peligro de ensoñaciones internas. ¿Cómo guaje. Podríamos quizás reconciliar a los sabios lingüistas
mantenerla unida obligándola a sus habituales ser­ con los finos psicoanalistas si planteáramos el problema
vidumbres dentro de la frase esbozada, frase que psicológico de la lingüística de la lengua materna efec­
quizás vamos a tachar del manuscrito? ¿No ramifica tiva, de la lengua que aprendemos en el seno de nuestras
madres. En ese momento el ser está en el punto en que
la ensoñación la frase comenzada? L a palabra es un la lengua se desentumece y baña todavía en las líquidas
brote que pretende dar una ramita. Cómo no soñar felicidades, donde está, como decía un autor del siglo xvi,
mientras se escribe. L a pluma sueña. L a página “el mercurio del pequeño mundo” .
36 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 37

En verdad, las palabras sueñan. soñación realmente natural— ,representa el poder


Pero quiero hablar de una sola de las locuras mismo del ser en reposo. Es; en verdad, para todo
de mis ensoñaciones: para cada término masculino ser humano, hombre o mujer, uno de los estados
sueño un femenino muy asociado, maritalmente aso­ femeninos del alma. En el segundo capítulo trata­
ciado. Me gusta soñar dos veces las hermosas pa­ remos de proporcionar pruebas menos personales
labras de la lengua francesa. Claro está que no me acerca de esta tesis. Pero, para conseguir algunas
basta con una simple desinencia gramatical, que ideas, hay que tenerle mucho amor a las quime­
llevaría a creer que el femenino es un género subal­ ras. Hemos confesado las nuestras. Quien acepte
terno. Sólo soy feliz después de haber encontrado seguir tras esos quiméricos indicios, quien agrupe
un femenino casi en su raíz, en la extrema profun­ sus propias ensoñaciones en ensoñaciones de enso­
didad, algo así como en la profundidad de lo feme­ ñaciones encontrará quizás, en el fondo del sueño, la
nino. gran calma del ser femenino íntimo. Volverá a ese
¡ Qué bifurcación implica el género de las pala­ gineceo de recuerdos que es toda memoria, una muy
bras! ¿Pero estamos alguna vez seguros de hacer antigua memoria.
bien la división ? ¿ Qué experiencia o qué luz ha Nuestro segundo capítulo, más positivo que el
guiado nuestros primeros pasos? Al parecer el vo­ primero, aún deberá ser colocado, sin embargo, bajo
cabulario es parcial y privilegia al masculino tratando la mención general de las Ensoñaciones de Enso­
a menudo al femenino como un género derivado, ñaciones. Utilizamos lo más posible documentos
subalterno. proporcionados por los psicólogos, pero como mez­
Volver a abrir en los propios nombres profundi­ clamos dichos documentos a nuestras propias ideas-
dades femeninas es uno de mis sueños sobre las vir­ sueños, conviene que el filósofo que utilice el saber
tudes lingüísticas. de los psicólogos mantenga la responsabilidad de
Nos hemos permitido estas confidencias sobre to­ sus propias aberraciones.
dos esos vanos sueños porque nos han preparado La situación de la mujer en el mundo moderno
para aceptar una de las tesis principales que que­ ha sido objeto de numerosas investigaciones. Libros
remos defender en la presente obra. La ensoñación, como los de Simone de Beauvoir y de F. J. J. Buy-
tan diferente del sueño, tantas veces marcado con tendijk son análisis que tocan el fondo de los pro­
los duros acentos de lo masculino, nos ha parecido blemas.11 Nuestras observaciones se limitan a “situa-
en efecto —esta vez más allá de las palabras— de
11 Simone de Beauvoir, Le deuxiéme sexe, G allim ard;
esencia femenina. L a ensoñación cumplida en la F. J. J. Buytendijk, La femme. Ses modes d’etre, de parai-
tranquilidad del día, en la paz del reposo —la en­ tre, d’exister, Desclée de Brouwer, 1954.
38 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 39

dones oníricas” , tratando de precisar un poco cómo no era posible hacer una psicología de la imagina­
lo masculino y lo femenino — sobre todo lo feme­ ción creadora si no se llegaba 'a distinguir claramen­
nino— trabajan nuestras ensoñaciones. te la imaginación de la memoria. Si hay un dominio
Por ende, extraeremos la mayor parte de nuestros en el - que esa distinción es especialmente difícil,
argumentos de la psicología de las profundidades. es en el de los recuerdos de infancia, el dominio de
C. G. Jung ha demostrado en numerosas obras la las imágenes amadas, guardadas en la memoria des­
profunda dualidad de la psiquis humana, poniendo de la infancia. Esos recuerdos que viven por la
esta dualidad bajo el doble signo de un animus y imagen, en la virtud de la imagen, llegan a ser en
de un anima. No seguiremos todos los desarrollos ciertas horas de nuestra vida, sobre todo al llegar
que la psicología de la profundidad le ha dado a la edad de la calma, el origen y la materia de una
ese tema de una dualidad íntima. Simplemente que­ ensoñación compleja: la memoria sueña, la enso­
remos demostrar que la ensoñación en su estado ñación recuerda. Guando esta ensoñación del recuer­
más simple, más puro, pertenece al anima. Aunque do se convierte en el germen de una obra poética, el
es verdad que toda sistematización corre el riesgo complejo de memoria y de imaginación se estrecha
de mutilar la realidad, también ayuda a fijar pers­ y se producen acciones múltiples y recíprocas que
pectivas. Digamos a grandes rasgos, pues, que para engañan la sinceridad del poeta. Más exactamente,
nosotros el sueño corresponde al animus y la enso­ los recuerdos de la infancia feliz están dichos con
ñación al anima. L a ensoñación sin drama, sin una sinceridad de poeta. Sin cesar, la imaginación
acontecimientos, sin historia nos muestra el verda­ reanima la memoria, la ilustra.
dero reposo, el reposo de lo femenino. Con ella Trataremos de presentar, condensadamente, una
ganaremos la dulzura de vivir. Dulzura, lentitud, filosofía ontológica de la infancia que se desprende
paz, tal es la divisa de la ensoñación en anima. En del carácter duradero de este estado. Por algunos de
la ensoñación podemos encontrar los elementos fun­ sus rasgos, la infancia dura toda la vida. Vuelve a
damentales para una filosofía del reposo. animar largos sectores de la vida adulta. En primer
Hacia ese polo del anima van las ensoñaciones lugar, la infancia no abandona nunca sus moradas
que nos llevan de nuevo a nuestra infancia. Esas nocturnas. A veces, un niño viene a velar en nues­
ensoñaciones dirigidas a la infancia serán el objeto tro sueño, pero en la vida de la vigilia, cuando
de nuestro capítulo tercero. Pero ya será necesario la ensoñación trabaja sobre nuestra historia, la
indicar desde qué ángulo examinaremos los recuer­ infancia que conservamos nos proporciona sus be­
dos de infancia. neficios. Es necesario vivir y a veces es bueno vivir
En trabajos anteriores hemos dicho a menudo que con el niño que hemos sido. De él recibimos una
40 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 41

conciencia de raíz. Todo el árbol del ser se recon­ obras en las que el animus está activo, clarividen­
forta con ello. Los poetas nos ayudarán a encontrar te, prudente y audaz, compleja. En nuestra tarea
en nosotros esta infancia viva, esta infancia perma­ de analizar las ensoñaciones, dejamos de lado
nente, duradera, inmóvil. los proyectos del animus. Nuestro capítulo sobre las
En esta Introducción corresponde subrayar que ensoñaciones hacia la infancia no es, pues, sino una
en el capitulo “Las ensoñaciones que tienden a la contribución a la metafísica del tiempo elegiaco.
infancia” , no desarrollamos una psicología del niño. Después de todo, ese tiempo de la elegía íntima, ese
No encaramos la infancia sino como un tema de enso­ tiempo de la pena que dura, es una realidad psico­
ñación. Tema que volvemos a encontrar en todas las lógica. Él es la duración que dura. Nuestro capítulo
edades de la vida. Nos mantenemos dentro de una se presenta, pues, como el esbozo de una metafísica
ensoñación y dentro de una meditación del anima. de lo inolvidable.
Serán necesarias otras búsquedas para iluminar los Pero le es difícil a un filósofo distraerse de sus
dramas de la infancia, sobre todo para demostrar largos hábitos de pensamiento. Aun al escribir un
que esos dramas no se borran, que pueden rena­ libro de entretenimiento, las palabras, las antiguas
cer, que quieren renacer. La cólera dura, las cóleras palabras, quieren entrar en servicio. Por eso hemos
primitivas despiertan infancias adormecidas. A veces creído nuestro deber escribir un capítulo bajo un tí­
en la soledad, esas cóleras relegadas nutren pro­ tulo muy pedante: “ El cogito del soñador.” En los
yectos de venganza, planes de crimen. Son las cons­ cuarenta años de mi vida de filósofo, he oído decir
trucciones del animus. Sería necesario un plan de que la filosofía tomaba un nuevo impulso a partir
investigación distinto del nuestro para examinarlas. del cogito ergo sum de Descartes. Yo mismo he te­
Pero todo psicólogo que estudia la imaginación del nido que enunciar esta lección inicial. ¡ Es una
drama tendrá que referirse a las cóleras infantiles, a divisa tan clara, en el orden de los pensamientos!
las rebeldías de la adolescencia. Un psicólogo de las ¿Pero no perturbaríamos el dogmatismo si le pre­
profundidades como el poeta Pierre-Jean Jouve no guntáramos al soñador si está bien seguro de ser
deja de hacerlo. Al prologar los cuentos a los que el ser que sueña su sueño? Esa pregunta no pertur­
le ha puesto por título: Historias sangrientas, el poe­ baba para nada a Descartes. Para él, pensar, ver,
ta, en una condensación de cultura psicoanalítica, amar, soñar, es siempre una actividad del espíritu.
dice que en la base de sus historias existen “estados Hombre feliz, estaba seguro de que era él, totalmente
de infancia” .12 Los dramas irrealizados dan lugar a el, él solo, el que tenía pasiones y sabiduría. Pero
12 Pierre-Jean Jouve, Histoires sanglantes, Gallimard, un soñador, un verdadero soñador que atraviesa
p. 16. por las locuras de la noche, ¿ está tan seguro de ser
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él mismo? Lo dudamos. Siempre hemos retrocedido ¡as toman como si fuesen pepsámientos. Revivién­
ante el análisis de los sueños nocturnos. Y así hemos dolos a nuestra medida, hemos tratado de demostrar
llegado a. esta distinción un tanto sumaria que, no que para nosotros eran escapes de ensoñación. L a
obstante, debía iluminar nuestras investigaciones. El ensoñación nos ayuda a habitar el mundo, a habitar
soñador nocturno no puede enunciar un cogito. la felicidad del mundo. Le hemos puesto, pues, por
El sueño de la noche es un sueño sin soñador. Por el título a ese capítulo: “Ensoñación y cosmos.” Es evi­
contrario, el soñador de ensoñaciones conserva bas­ dente que un problema tan vasto no podemos tra­
tante conciencia como para decir: soy yo el que tarlo en un capítulo tan corto. Muchas veces lo
sueña la ensoñación, el que está feliz de soñarla, el abordamos en el curso de nuestras investigaciones
que está feliz del ocio en el que ya no tiene la obli­ precedentes sobre la imaginación sin tratarlo nunca
gación de pensar. Eso es lo que hemos tratado de a fondo. Estaríamos felices si hoy pudiéramos plan­
mostrar, ayudándonos de las ensoñaciones de los tear el problema un poco más claramente. Los mun­
poetas, en el capítulo titulado: “El cogito del so­ dos imaginados determinan profundas comuniones
ñador.” de ensoñaciones. No al punto de poder interrogar a
Pero el soñador de las ensoñaciones no se abstrae un corazón pidiéndole que confiese sus entusiasmos
en la soledad de un cogito. Su cogito que sueña ante la grandeza del mundo contemplado, del mun­
tiene de inmediato su cogitatum, como dicen los do imaginado mediante profundas contemplaciones.
filósofos. De inmediato, la ensoñación tiene un ob­ ¡Cuántas nuevas llaves para alcanzar el fondo del
jeto, un simple objeto, amigo y compañero del so­ alma encontrarían los psicoanalistas, esos maestros
ñador. Naturalmente les hemos pedido a los poetas de la interrogación indirecta, si practicaran un poco
nuestros ejemplos de objetos poetizados por la enso­ el cosmo-análisis! He aquí un ejemplo de este cosmo-
ñación. Al vivir de todos los reflejos de poesía que análisis tomado de una página de Fromentin.13 Do-
le proporcionan los poetas, el yo que sueña la en­ minique, en los instantes decisivos de su pasión,
soñación se descubre no poeta, pero sí yo poetizador. conduce a Madeleine a algunos sitios largamente
Después de este acceso de filosofía indurada, vol­ elegidos: “ Me gustaba sobre todo probar el efecto
vemos, en el último capítulo, a un examen de las sobre Madeleine de ciertas influencias más físicas
imágenes extremas de la ensoñación sin cesar ten­ que morales a las cuales yo mismo estaba continua­
tada por la dialéctica del sujeto excitado y del mun­ mente sometido. L a enfrentaba a ciertos paisajes del
do excesivo: he querido seguir las imágenes que campo elegidos entre aquellos que, invariablemente
abren el mundo, que lo amplían. Las imágenes cós­ compuestos de un poco de vegetación, mucho sol y
micas son a veces tan majestuosas que los filósofos 13 E. Fromentin, Dominique, p. 179.
44 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 45

una inmensa extensión de mar, tenían el don infali­ 7


ble de emocionarme. Observaba en qué sentido la
impresionaban, por qué ángulos de indigencia o de Al término de esta Introducción, digamos algunas
grandeza ese triste y grave horizonte siempre des­ palabras sobre dónde tendremos que ir a buscar
nudo podía agradarle. En la medida en que me nuestros documentos, en nuestra soledad, sin posi­
era permitido, la interrogaba sobre esos detalles de bilidad de recurrir a investigaciones psicológicas. Es­
sensibilidad exterior.” tán en los libros, ya que toda nuestra vida es lec­
Así, delante de una inmensidad, parecería que el tura.
ser interrogado es naturalmente sincero. El lugar La lectura es una dimensión del psiquismo mo­
domina las pobres y fluentes “ situaciones” sociales, derno, una dimensión que traspone los fenómenos
¡ Qué precio tendría entonces un álbum de lugares psíquicos ya traspuestos por la escritura. Hay que
que sirviesen para interrogar mediante él nuestro considerar el lenguaje escrito como una realidad
ser solitario, para revelarnos el mundo donde ten­ psíquica particular. El libro es permanente, está bajo
dríamos que vivir para poder ser nosotros mismos! nuestros ojos como un objeto. Nos habla con una
L a ensoñación nos entrega este álbum de lugares monótona autoridad que su propio autor no ten­
con una prodigalidad que no encontraríamos en múl­ dría. Hay que leer lo que está escrito. Por lo demás,
tiples viajes. Imaginamos mundos donde nuestra vida para escribir el autor ya ha operado una transpo­
tendría todo el esplendor, todo el calor, toda la ex­ sición. No diría lo que ha escrito. H a entrado —el
pansión posible. Los poetas nos arrastran hacia cos­ hecho de que trate de no hacerlo no cambia para
mos sin cesar renovados. Durante el romanticismo, el nada el asunto— en el reino del psiquismo escrito.
paisaje fue una herramienta de sentimentalismo. En De ahí toma su permanencia el psiquismo ense­
el último capítulo de este libro, hemos intentado ñado. Esta página en la que Edgar Quinet habla
estudiar la expansión de ser que recibimos de las de la fuerza de transmisión del Ramayana tiene gran
ensoñaciones cósmicas. Con las ensoñaciones de cos­ alcance.14 Valmiki dice a sus discípulos: “Aprended
mos, el soñador conoce la ensoñación sin responsa­ el poema revelado; da virtud y riqueza: lleno de
bilidad, la ensoñación que no exige pruebas. Por dulzura cuando está adaptado a las tres medidas
último, imaginar un cosmos es el destino más natural del tiempo, más dulce si está casado con el son de
los instrumentos o si se canta con las siete cuerdas
de la ensoñación.
de la voz. El oído encantado exalta el amor, el
14 Edgar Quinet, Le génie des religions. L ’ épopée in-
dienne, p. 143.
46 IN T R O D U C C IÓ N IN T R O D U C C IÓ N 47

valor, la angustia, el terror [. . .] O el gran poema, tados como para renovar incesantemente los medios
imagen fiel de la verdad.” La lectura muda, lenta, objetivos de un estudio de la imaginación exaltada?
ofrece al oído todos esos conciertos. Los poetas siempre imaginarán más rápido que los
Pero la mejor prueba de la especificidad del libro, que los miran imaginar.
consiste en que es a la vez una realidad de lo virtual ¿Cómo entrar en la poeticosfera de nuestro tiem­
y una virtualidad de lo real. Mientras leemos una po? Acaba de abrirse una era de imaginación libre.
novela estamos en otra vida que nos hace sufrir, Por todas partes las imágenes invaden los aires, van
esperar, compadecer, pero siempre, de todas ma­ de un mundo al otro, reclaman los oídos y los ojos
neras, con la compleja impresión de que nuestra hacia sueños más vastos. Los poetas abundan, gran­
angustia permanece bajo el dominio de nuestra 1¡. des y pequeños, célebres y oscuros, los que amamos
bertad, de que no es radical. Todo libro angustiante y los que nos deslumbran. Quien vive para la poesía
puede entonces ofrecer una técnica de reducción debe leerlo todo. Cuántas veces, de un simple cua­
de la angustia. Un libro angustiante ofrece a los dernillo, ha brotado para mí la luz de una imagen
angustiados una homeopatía de la angustia, que nueva. Cuando aceptamos dejarnos animar por las
actúa sobre todo en una lectura meditada, en la imágenes nuevas, descubrirnos irisaciones en las imá­
lectura valorizada por el interés literario. Entonces genes de los viejos libros. Las edades poéticas se
dos planos del psiquismo se escinden, el lector par­ unen en una memoria viva. La edad nueva despier­
ticipa de los dos y cuando se vuelve bien consciente ta a la antigua. L a edad antigua revive en la nue­
de la estética de la angustia, está muy cerca de des­ va. La poesía no es nunca tan una como cuando se
cubrir su facticidad, dado que la angustia es facti­ diversifica.
cia: estamos hechos para respirar bien. ¡ Cuántos beneficios nos deparan los nuevos libros!
Por esto la poesía —cumbre de toda alegría es­ Quisiera que cada día me cayesen del cielo a canas­
tética— es bienhechora. tadas los libros que expresan la juventud de las imá­
Sin la ayuda de los poetas, ¿qué podría hacer genes. Este deseo es natural. Ese prodigio es fácil.
un filósofo cargado de años, que se obstina en hablar ¿Acaso, allá arriba en el cielo, el paraíso no es una
de la imaginación? No tiene a nadie a quien some­ inmensa biblioteca?
ter a pruebas. Se perdería de inmediato en el labe­ Pero no basta con recibir, hay que acoger. Con
rinto de los tests y contra-tests en donde se debate la misma voz lo dicen el pedagogo y la dietista: hay
el individuo examinado por el psicólogo. Además, que asimilar. Para eso nos aconsejan no leer de­
¿existen, acaso, en el arsenal del psicólogo, tests masiado rápido y tener cuidado de no tragar trozos
de imaginación? ¿Hay psicólogos lo bastante exal­ demasiado grandes. Dividan, nos dicen, cada una
48 IN T R O D U C C IÓ N

de las dificultades en tantas parcelas como se pueda,


para mejor disolverlas. Sí, hay que masticar bien,
I. E N SO Ñ A C IO N E S ' SO BRE LA
beber pequeños tragos, saborear verso a verso los
poemas. Todos esos preceptos son buenos y hermo­ E N SO Ñ A C IO N . E L SOÑADO R
sos. Pero están regidos por un principio. Primero DE PALABRAS
hace falta una buena gana de comer, de beber y
de leer. Hay que tener deseos de leer mucho, de Au fond de chaqué mot
j ’assiste á ma n aissan ce*
seguir leyendo, de leer siempre.
Asi, desde la mañana, delante de los libros acumu­ A l a in B o s q u e t , Premier poeme.

lados sobre mi mesa, le hago al dios de la lectura


mi plegaria de lector devorante: J ’ai mes amulettes: les m o ts.**

“Nuestra hambre cotidiana dánosla hoy.” H e n r i B o s c o , Sites et paysages, p. 57.

' 1

Los s u e ñ o s y las ensoñaciones, los ensueños y las


ilusiones, los recuerdos y la rememoración son otros
tantos índices de la necesidad de poner en femenino
todo lo que hay de envolvente y de dulce más allá
de las designaciones demasiado simplemente mascu­
linas de nuestros estados de alma. Sin duda, esta
será una observación muy limitada a los ojos de los
filósofos que hablan el lenguaje de lo universal, a
los ojos de los pensadores que consideran el lenguaje
un simple instrumento que hay que forzar para ex­
presar con precisión todas las finezas del pensa­
miento. Pero un filósofo soñador, que deja de refle­
xionar cuando imagina y que para sí ha declarado
* “Al fondo de cada palabra / asisto a mi naci­
miento.” [T.]
* * “ Tengo mis am uletos: las palabras.” [T.]

49
50 E L SO ÑA D OR D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R D E PA LA BRAS 51

el divorcio del intelecto y de la imaginación, cuan­ Orbes des mots, murmurante mémoire
do sueña con el lenguaje, cuando las palabras salen [Orbes de las palabras, murmurante memoria]
para él del fondo mismo de sus sueños, ¿cómo no
habría de ser sensible a la rivalidad entre lo mascu­ dice el poeta.1
lino y lo femenino que descubre en el origen de Al pensar en nuestra lengua materna —¿ acaso
la palabra? Ya, por el género de las palabras que podemos vivir ensoñaciones en otra lengua que esta
los designan, el sueño y la ensoñación se anuncian confiada a la “murmurante memoria” ?— creemos
como distintos. Hay matices que se pierden cuando reconocer un privilegio de ensoñación en las pala­
consideramos que el sueño y la ensoñación son dos bras femeninas. Ya de por sí las desinencias feme­
especies de un mismo onirismo. Conservemos, más ninas son dulces. Hay palabras en las cuales el fe­
bien, las claridades del genio de nuestra lengua. Va­ menino impregna todas las sílabas. Tales palabras
yamos hasta el fondo del matiz y tratemos de asumir son palabras para la ensoñación. Pertenecen al len­
la feminidad de la ensoñación. guaje del anima.
A grandes rasgos —trataré de sugerir esto al lector Pero puesto que estamos en el umbral de un libro
benévolo— el sueño es masculino, la ensoñación es en el que la sinceridad del fenomenólogo es un
femenina. Sirviéndonos, después, de la división de método, debo decir que, muy a menudo, creyendo
la psiquis en animus y anima, tal como ha sido es­ pensar he divagado sobre el género masculino y
tablecida por la psicología de las profundidades, femenino de las cualidades morales, tales como el
demostraremos que la ensoñación es, tanto en el orgullo y la vanidad, el valor y la pasión. Me parecía
hombre como en la mujer, una manifestación del que el masculino y el femenino en las palabras acen­
anima. Pero antes será necesario que preparemos, tuaban los contrarios, dramatizaban la vida moral.
mediante una ensoñación sobre las mismas palabras, Luego, de las ideas en torno a las cuales divagaba,
las convicciones íntimas que aseguran, en toda psi­ pasaba al nombre de las cosas con las que estaba
quis humana, la permanencia de la feminidad. seguro de soñar bien. Me gustaba la idea de que
en francés los nombres de los ríos son generalmente
femeninos. ¡ Es tan natural! El Aube y el Sena, el
2 Mosela y el Loire * son mis únicos ríos. Para mí
el Ródano y el Rin son monstruos lingüísticos. Aca­
Para acercarnos al núcleo de la ensoñación feme­ rrean el agua de los glaciares. ¿N o harían falta
nina, confiaremos en el femenino de las palabras. 1 Henri Capien, Signes, 1955.
* Ríos cuyos nombres en francés son femeninos.
E L SO ÑA D O R D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PALABRAS 53
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nombres femeninos para respetar la feminidad del rea con trozos de carne y éstos se reintegrarán a
agua verdadera? su unidad primigenia. Las 'bellas palabras son ya
r e m e d i o s .2
Este no es más que un primer ejemplo de mis
ensoñaciones de palabras. Puesto que, cuando tuve Cuando dudo ante la idea de hacer públicas estas
la dicha de contar con un diccionario, me dejé sedu­ ensoñaciones que, sin embargo, vuelven a menudo
cir durante horas y horas por el femenino de las a mi espíritu, me doy ánimo leyendo a Nodier. No-
palabras. Mis divagaciones seguían las inflexiones dier ha soñado muy a menudo entre palabras y
de la dulzura. El femnismo en una palabra acentúa cosas, entregado por completo a la felicidad de nom­
la felicidad de hablar. Pero hace falta para eso al­ brar. “ Hay algo maravillosamente dulce en este es­
gún amor por las sonoridades lentas. tudio de la naturaleza, que destina un nombre a
Eso no es siempre tan fácil como se cree. Existen todos los seres, un pensamiento a todas las palabras,
cosas tan sólidas en su realidad que nos olvidamos afectos y recuerdos a todos los pensamientos.” 3
de soñar sobre su nombre. No hace mucho que Basta una sutileza más que una el nombre y la
descubrí que la chimenea era un camino, el camino palabra y este afecto hacia las cosas bien nombradas
de la dulce humareda que se dirige lentamente provoca en nosotros olas de feminidad. Amar las co­
hacia el cielo. sas por su uso implica masculinidad. Son ellas las
A veces el acto gramatical que otorga un femenino piezas de nuestras acciones, de nuestras vivas accio­
a un ser magnificado en el masculino resulta una nes. Pero amarlas íntimamente, por sí mismas, con
torpeza total. El centauro es el ideal prestigioso de las lentitudes de lo femenino nos lleva al laberinto
un caballero que sabe que nunca será volcado de su de la naturaleza íntima de las cosas. Termino así
montura. Pero, ¿cómo puede darse una centauresa? en medio de “ensoñaciones femeninas” el atractivo
¿ Quién puede soñar con una centauresa? Mi enso­ texto en el que Nodier junta su doble amor por
ñación de las palabras encontró muy tarde su equi­ las palabras y por las cosas, su doble amor de gra­
librio. Leyendo entre reflexiones ese diccionario de mático y de botánico.
plantas que es la Botanique chrétienne del abate Claro está que una simple desinencia gramatical,
Migne, descubrí que el femenino soñador de la pa­
2 Perdonemos la palabra centauresa porque Rim baud
labra centauro era la centáurea. Flor pequeña sin pudo ver “ las alturas donde las centauresas seráficas evo­
duda; pero su virtud es grande, verdaderamente lucionan entre las avalanchas” (Les illuminations, V ille s).
digna del saber médico de Quirón, el sobrehumano Lo esencial es prohibirse imaginarlas galopando en la lla­
centauro. ¿ Acaso Plinio no nos dice que la centáurea nura.
3 Charles Nodier, Souvenirs de jeunesse, p. 18.
cura las carnes desunidas? Hágase hervir la centáu-
54 E L SOÑADOR DE PALABRAS E L SO Ñ A D O R D E PA LA BRAS 55

una e muda añadida a un nombre masculino nunca ¡ Cuántos escándalos hay que. atravesar a veces, de
ha sido suficiente, en la meditación de mi diccio­ una lengua a otra, para aceptar inverosímiles femi­
nario, para entregarme los grandes sueños de la fe­ nidades, feminidades que turban las más naturales
minidad. Es necesario que sienta la palabra femini- ensoñaciones! Numerosos textos cósmicos donde in­
zada de parte a parte, dotada de un femenino tervienen en alemán el sol y la luna me parecen
irrevocable. personalmente imposibles para soñar gracias a la ex­
Pero ¡ cómo nos perturba tener la experiencia, al traordinaria inversión que otorga al sol el género
pasar de una lengua a otra, de una feminidad per­ femenino y a la luna el género masculino. Cuando
dida o de una feminidad enmascarada por sonidos la disciplina gramatical obliga a los adjetivos a
masculinos! C. G. Jung observa “que en latín los masculinizarse para asociarse a la luna, un soñador
nombres de árboles tienen una terminación masculi­ francés tiene la sensación de que su ensoñación lunar
na siendo sin embargo femeninos” .4 Ese desacuerdo se pervierte.
entre sonidos y géneros explica de algún modo las En cambio, ¡ qué hermosa hora de lectura cuan­
numerosas imágenes andróginas asociadas a la sus­ do, al pasar de una lengua a otra, conquistamos un
tancia de los árboles. Allí la sustancia contradice femenino! Un femenino conquistado puede dar pro­
al sustantivo. Hermafroditismo y Anfibología se en­ fundidad a todo un poema. Así, en un poema, Hein-
tretejen. En las ensoñaciones de un soñador de pa­ rich Heine habla del sueño de un pino aislado que
labras terminan por sostenerse uno a otra. Comen­ dormita entre el hielo y la nieve, perdido de soledad
zamos por engañarnos al hablar y terminamos por en una árida planicie del norte: el pino “sueña con
no disfrutar de la unión de los contrarios. Proudhon, una palmera que allá, en el Oriente lejano, langui­
que nunca sueña y que de inmediato se muestra dece solitaria y taciturna en la ladera de un pe­
sabio, no vacila en encontrar una causa de feminidad ñasco ardiente” .0 Pino del norte, palmera del sur,
para el nombre latino de los árboles: “ Es sin duda soledad helada, soledad ardiente, sobre esas antítesis
—dice— a causa de la fructificación.” 5 Pero Proud­ debe soñar el lector francés. Muchas otras ensoña­
hon no nos da suficientes reflexiones para ayudarnos ciones se le ofrecen al lector alemán, puesto que en
a pasar de la manzana al manzano, para hacer que alemán, si pino es masculino, palmera es femenino.
el femenino refluya de la manzana hasta el árbol. En el árbol recto y vigoroso bajo el hielo, ¡ cuántos
sueños hacia el árbol femenino, abierto en todas
4 C. G. Jung, Métamorphoses de l’áme. Trad., p. 371.
sus palmas, atento a todas las brisas! En cuanto a
5 Proudhon, Un essai de grammaire genérale. En apén­
dice al libro de Bergier, Les éléments primitifs des langues, 6 Citado por Albert Béguin, El alma romántica y el sue­
Besangon y París, 1850, p. 266. ño, fce, 1981, p. 397.
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mí, al poner en femenino a este ser del palmar, ten­ vido profundamente, sobre to d o ' bajo la forma
go sueños infinitos. Viendo tanta vegetación, tal alemana de Brunnen, cuya consonancia prolonga
exuberancia de palmas verdes salir del corsé esca­ en mí una dulce impresión de reposo.” Para apre-
moso de un tronco rudo, considero ese hermoso Ciar los goces de las palabras vividos por el escritor
ser del sur como una sirena vegetal, como la sirena danés, convendría saber cuál es el género de la p a­
de las arenas. labra fuente en su lengua materna. Pero para nos-
Así como en pintura el verde hace “cantar” al otros, lectores franceses, la página de Joergensen per-
rojo, en poesía una palabra femenina puede pro­ turba, despierta radicales reflexiones. ¿ Es posible
porcionar gracia al ser masculino. En el jardín de que existan lenguas en las que fuente sea palabra
Renée Mauperin, un horticultor, como los que sólo masculina? De pronto el Brunnen me propone re­
se encuentran en la vida imaginaria, ha hecho cre­ flexiones diabólicas como si el mundo acabara
cer rosales a todo lo alto de un pino. El viejo árbol de cambiar de naturaleza. Soñando un poco más y de
puede así “remover rosas en sus brazos verdes” .7 otra manera el Brunnen termina por hablarme. Com­
¿Quién nos hablará de las bodas de la rosa y del prendo que el Brunnen murmure más profundamen-
pino? Agradezco a los novelistas tan agudos ante las te que la fuente. Cae menos dulcemente que las
pasiones humanas por haber tenido la bondad de fuentes de mi país. Brunnen-Fuente son dos sonidos
poner rosas en los brazos del árbol frío. originales para un agua pura, para un agua fres­
Cuando las inversiones, de una lengua a otra, to­ ca. Y sin embargo, para quien gusta de hablar so­
can seres de un onirismo que nos es congénito, sen­ ñando con sus palabras, no es la misma agua la que
timos enormemente divididas nuestras aspiraciones sale de la fuente y del Brunnen. L a diferencia entre
poéticas. Quisiéramos poder soñar dos veces con los géneros trastueca todas mis ensoñaciones. Toda
un gran objeto de ensoñaciones que se ofrece bajo un la ensoñación, en verdad, cambia de género. Pero
“género” nuevo. sin duda es una tentación diabólica la de ponerse
En Nuremberg, delante de “la venerable Fuente a soñar en una lengua que no sea la lengua ma­
de las Virtudes” , Johannes Joergensen8 exclama: terna. Debo ser fiel a mi fuente.
“ ¡ Tu nombre me parece tan bello! El nombre ‘fuen­ Con respecto a las inversiones de los valores del
te’ contiene una poesía que siempre me ha conmo- femenino y del masculino, de una lengua a otra, los
lingüistas proporcionarían sin duda muchas explica­
7 Edmond y Jules de Goncourt, Renée Mauperin, ed.
1879, p. 101.
ciones de tales anomalías. Sin duda habría salido
8 Johannes Joergensen, Le livre de route. Traducido por ganando si me hubiese informado con los gramá­
Teodor de Wyzewa, 1916, p. 12. ticos. Expresemos, sin embargo, nuestro asombro al
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ver cómo tantos lingüistas se desembarazan del pro­ sobre las palabras que todavía sueñan, sobre las pa­
blema diciendo que el masculino y el femenino de labras que son “hijas de la boche” . Precisamente,
los nombres dependen del azar. Evidentemente, no cuando Clémence Ramnoux estudia la filosofía he-
encontraremos ninguna razón para ello si uno se li­ raclitana, conduce su investigación tal como lo in­
mita a las razones razonables. Quizá hiciera falta un dica el subtítulo de su libro: “Al buscar al hombre
examen onírico. Simone de Beauvoir parece desilu­ entre las cosas y las palabras.” 10 Y los nombres de
sionada por esa falta de curiosidad de la filología las grandes cosas como la noche y el día, como el
erudita. Escribe: 9 “L a filología se muestra más bien sueño y la muerte, como el cielo y la tierra, sólo
misteriosa sobre este asunto del género de las pa­ cobran sentido designándose como “ parejas” . Una
labras; todos los lingüistas están de acuerdo en re­ pareja domina a otra, una pareja engendra otra.
conocer que la distribución de los nombres concretos Toda cosmología es una cosmología hablada. Al
en géneros es puramente accidental. Sin embargo, en convertirla en dioses forzamos la significación. Pero
francés la mayoría de las entidades están en feme­ visto desde más cerca, como hacen los historiadores
nino: belleza, lealtad, etc.” El etcétera acorta un modernos y como lo hace Clémence Ramnoux, el
poco la prueba. Pero el texto apunta un tema im­ problema no se simplifica tan rápidamente. En los
portante de la feminidad de las palabras. L a mujer hechos, desde que un ser del mundo tiene una po­
es el ideal de la naturaleza humana y “el ideal que tencia, está pronto a identificarse sea como potencia
el hombre plantea ante sí mismo como el Otro masculina, sea como potencia femenina. En los he­
esencial, y lo feminiza porque la mujer es la figura chos, desde que un ser del mundo tiene un poder,
sensible de la alteridad; por eso casi todas las ale­ está muy cerca de especificarse, sea como poder
gorías, en el lenguaje como en la iconografía, son masculino, sea como poder femenino. Toda potencia
mujeres” . es sexuada. Incluso puede ser bisexuada. Pero nunca
Las palabras, en nuestras sabias culturas, han sido será neutra, al menos por mucho tiempo. Cuando
definidas y redefinidas tantas veces, han sido escu­ recordamos una trinidad cosmológica debemos de­
driñadas con tanta precisión en nuestros diccionarios, signarla como 1 + 2, como el caos del que salen
que realmente se han convertido en instrumentos del el Erebo y la Nix.
pensamiento. Han perdido su potencia de onirismo Con esos significados que van de lo humano a lo
interno. Para volver sobre este onirismo unido a divino, de los hechos tangibles a los sueños, las
los nombres, habría que organizar una investigación palabras reciben cierta densidad de significado.

9 S. de Beauvoir, Le deuxiéme sexe, Gallimard, t. I, 10 Clémence Ramnoux, Héraclite ou l’homme entre les
p. 286, texto y nota. choses et les mots, I.es Belles Lettres, París, 1959.
60 E L SO Ñ A D O R D E PALABRAS
E L SO Ñ A D O R D E PA LA BRAS 61

Pero desde que hemos comprendido que todo po­ este capítulo no pretendo otra,cósa que presentar un
der se acompaña de una armónica de sexualidad, se
“caso” —mi caso personal—, el caso de un soñador
vuelve natural auscultar las palabras valorizadas, las
de palabras.
palabras que tienen un poder. En nuestra vida de
civilizados de la época industrial, estamos invadidos 3
por los objetos. Cada objeto representa una multi­
tud de objetos. ¿ Cómo, entonces, tendría “poder” ¿Pero profundizarán de veras las explicaciones lin­
un objeto, puesto que carece de individualidad? Pero güísticas nuestra reflexión? Una hipótesis singular
retrocedamos un poco hacia el lejano pasado de los —incluso aventurada— excitará siempre más nues­
objetos. Restituyamos nuestras ensoñaciones ante un tra ensoñación que una sabia demostración. ¿Cómo
objeto familiar. Luego retrocedamos con nuestros no habría de divertirnos el doble imperialismo que
sueños todavía más, hasta el punto de perdernos al Bernardin de Saint-Pierre otorga a la denominación?
querer saber cómo un objeto ha podido encontrar Ese gran soñador decía: “Resultaría peregrino ave­
su nombre. Soñando entre la cosa y su nombre en riguar si los nombres masculinos han sido puestos
la modestia de los seres familiares, como Clémence por las mujeres y los nombres femeninos por los
Ramnoux lo hace en las tinieblas heraclitanas para hombres a las cosas que sirven especialmente a
las grandezas del destino humano, el objeto, el mo­ los usos de cada sexo, y si los primeros han sido
desto objeto, se aviene a desempeñar su papel en el creados del género masculino porque presentaban
mundo, en un mundo que sueña, tanto en lo peque­ rasgos de fuerza y de poder y los segundos del gé­
ño como en lo grande. La ensoñación sacraliza su nero femenino porque presentaban caracteres de
objeto. De lo familiar amado a lo sagrado personal gracia y encanto.” Bescherelle, que, en su dicciona­
no hay más que un paso. Muy pronto el objeto rio, en el artículo género, cita a Bernardin de Saint-
se convierte en un amuleto que nos ayuda y nos pro­ Pierre, sin referencia, se muestra ante ese problema
tege en la vida. Su ayuda es maternal o paternal. como un lexicógrafo tranquilo. Se desembaraza de
Todo amuleto es sexuado. El nombre de un amuleto él, como de tantos otros, diciendo que para los
no tiene el derecho de equivocarse de género. seres inanimados, la designación en masculino o en
De todos modos, carentes de preparación en los femenino es arbitraria. Pero no es simple, por poco
problemas de la lingüística, no tenemos la preten­ que soñemos, decir dónde se detiene el reino de lo
sión, en este libro ocioso, de instruir al lector. No es animado.
a partir de un saber como se puede soñar de veras, Y si gobierna lo animado, ¿no tendremos que
sin reservas, soñar en una ensoñación sin censura. En poner en la primera línea los más animados de todos
E L SO ÑA D OR D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PA LA BRAS 63
62

los seres, el hombre y la mujer, que constituyen uno este efecto el nombre se prolongá en una termina-
y otro principios de personalización ? Para Schelling, ción particular, imagen de ideas de blandura, de
todas las .oposiciones han sido traducidas casi natu­ debilidad, de pequeñez. Era una pintura por ana­
ralmente en una oposición del masculino y del fe­ logía y el femenino constituía en primer lugar en
menino. “ ¿Acaso toda denominación no es ya una jos nombres lo que llamamos diminutivo. En to­
personificación? Y dado que todas las lenguas de­ das las lenguas la terminación femenina fue, pues,
signan mediante diferencias de género los objetos más dulce, más tierna, diríamos, que la del mascu­
que implican una oposición, dado que decirnos, por lino” .
ejemplo, el cielo y la tierra [. . .] ¿no estamos cu­ Esta referencia al diminutivo deja en suspenso
riosamente cerca de expresar de este modo nociones muchos sueños. Se diría que Proudhon no pensó
espirituales mediante divinidades masculinas y fe­ en la belleza de lo que se vuelve pequeño. Pero la
meninas?” Este texto aparece en la Introduction mención que hace de vocales tiernas unidas a las
á la philosophie de la mythologie.11 Nos advierte palabras femeninas no puede dejar de tener un eco
sobre el largo destino de la oposición de los géneros en las ensoñaciones de un soñador de palabras.13
que va, pasando por el hombre, de las cosas a la Pero no todo queda dicho con el empleo de síla­
divinidad. Y así Schelling puede añadir: “ Estamos bas bien codificadas. A veces, para expresar todas
casi tentados a decir que la propia lengua es una las sutilezas psicológicas, un gran escritor sabe crear
mitología privada de su vitalidad, una mitología, por o suscitar “dobletes” sobre el tema de los géneros,
decir así, exangüe, y que sólo ha conservado en esta­ poniendo en un lugar oportuno un masculino y un
do abstracto y formal lo que la mitología contiene en femenino bien asociados. Por ejemplo, cuando dos
estado vivo y concreto.” Si un gran filósofo llega fuegos fatuos —seres de una sexualidad muy in­
tan lejos, se justifica quizá un soñador de palabras decisa— deben seducir a hombres o mujeres, se
que en su ensoñación vuelve a dar un poco de “vi­ transforman precisamente, según el ser que han
talidad” a las oposiciones borradas. de perder, en flambettes o flamboires.14
Para Proudhon,12 “en todas las especies de ani­
males la hembra es de ordinario el ser más peque­
ño, más débil, más delicado: era natural designar
13 Pero es un drama cuando en una familia de palabras
ese sexo con el atributo que lo caracteriza; y por
el masculino es más pequeño que el femenino, cuando la
11 F. W. Schelling, Introduction a la philosophie de la cruche (cántaro) es más grande que el cruchon (canta-
mythologie. Trad. S. Yankelévitch, Aubier, 1945, t. I, p. 62. rillo).
12 Loe. cit., p. 265. 14 Cf. George Sand, Légendes rustiques, p. 133.
64 E L SO Ñ A D O R D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R D E PA LA BRAS 65

Gare aux flamboires, fillette! jos femeninos. Pero, en ese dominio, no bastaría una
Gare aux flambettes, nigaud! estadística. Hay que determinar los “pesos” , medir
[¡Cuidado, con ios fueguecitos, chiquilla! / ¡C uidado con la tonalidad de las preferencias. A fin de prepararse
las candelitas, tontuelo!] para esas mediciones sentimentales del vocabulario
Esta advertencia suena muy bien para quienes d'e un autor, quizás habría que aceptar volverse
_ine siento confuso por dar este consejo— un so­
saben amar las palabras, con las exigidas pasiones.
Y, en el estilo siniestro, para asustar más a una ñador de palabras.
mujer o a un hombre, los negros cuervos se trans­ Pero si dudo sobre el método, en cambio confío
forman en grandes “coares” .15 en los ejemplos vividos por los poetas.
Todo lo que es conflicto o atracción en el psiquis-
mo humano está precisado y acentuado cuando se
4
agregan a la más tenue de las contradicciones, a
la más confusa de las comuniones, los matices que Veamos primero un modelo de unión entre el mascu­
hacen de una palabra un masculino o un femeni­ lino y el femenino de un nombre.
no. De esta manera, ¡ qué “mutilación” deben pa­ El buen cura Jean Perrin sueña, puesto que es
decer las lenguas que han perdido por envejeci­ poeta,
miento de su gramática, las verdades primeras del :
género! ¡Y cuántos beneficios recibimos del fran­ De marier l’aurore avec le clair de tune.16
cés, lengua apasionada que no ha querido conservar [Casar a la aurora con el claro de luna.]
un género “neutro” , ese género que no elige, cuan­ Deseo este que nunca asomaría a los labios de
do es tan agradable multiplicar las ocasiones de un pastor anglicano condenado a soñar en una len­
elegir! gua sin géneros. Para ese matrimonio de palabras
Pero demos un ejemplo de ese placer de elegir, todas las campanas de las enredaderas, ya cuelguen
de asociar el masculino y el femenino. Una enso­ de los setos o de los montes, suenan a vuelo en la
ñación de palabras viene a poner no sé qué picante parroquia de Faremoutiers.
en la ensoñación poética. Nos parece que la estilís­ Un segundo ejemplo muy distinto mostrará en
tica ganaría si agregara a esos diferentes métodos los objetos el reinado del femenino. Lo tomaremos
de examen una investigación un poco sistemática de un cuento de Rachilde. Es un cuento de juven­
sobre la abundancia relativa de los masculinos y de tud. Ha debido escribirlo en la época en que escribía
15 George Sand, loe. cit., p. 147. 16 Jean Perrin, L a colline d’ivoire, p. 28.
66 E L SO ÑADOR D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PALABRAS 67

Monsieur Venus. Rachilde quiere hablar de la oleada Asi, en este texto, los nombres masculinos y fe­
de flores que van a curar la llanura de Toscana meninos están bien escogidos, claramente confron-
arrasada, por la peste.17 L a rosa es entonces el fe- tados. Fácilmente encontraríamos otras pruebas si
menino enérgico, conquistador, dominante: “Las prosiguiéramos, a lo largo de todo el cuento de
rosas, bocas de brasa, llamas de carne (lamían) la Rachilde, el análisis por el género que hemos es­
incorruptibilidad de los mármoles.” Otras rosas de bozado.
“ una especie que se enredaba” invadían el campa­ Fácilmente los psicoanalistas harían una historia
nario. Lanzando “por una ojiva, el bosque de sus a partir de una rosa que lame un mármol. Pero al
espinas feroces” ella —esta especie que se enredaba— darle responsabilidades psicológicas demasiado remo­
“ se prendió a lo largo de una cuerda, haciéndola : tas a la página poética, nos privarían de la alegría
ondular bajo el peso de sus jóvenes cabezas” . Y de hablar, sacándonos las palabras de la boca. El
cuando llegan a cien las que tiran de la cuerda, se análisis de una página literaria por el género de los
escucha tocar a rebato. “Las rosas tocaban a reba­ nombres —el genoanálisis— corre sobre valores que
to. Al incendio del cielo enamorado se agrega el parecerán superficiales a los psicólogos, a los psico­
horno del olor de su pasión.” Entonces “ el ejército analistas y a los pensadores. Pero nos parece una
de las flores responde a los llamados de su reina” línea de examen posible —existen muchas otras—
para que 1a. vida floral triunfe de la vida maldita. pata ordenar las simples alegrías del habla.
De todos modos, pongamos la página de Rachil­
Las plantas de nombres masculinos siguen, con una
de en el archivo de lo hiperfemenino. Y para evitar
cadencia menos ardiente: “Las madreselvas, de pis­
toda confusión, recordemos que Rachilde publicó en
tilos digitados, avanzaban corno sobre manos con
1927 un libro titulado: Por qué no soy feminista.
garras [. . .] Las granas, los licopodios, las resedas,
Agreguemos, por último, apoyándonos en ejem­
plebe verde y gris [. . .] se multiplicaban en inmen­
plos como los que citamos, que páginas muy m ar­
sos tapices por encima de los cuales corría la van­
cadas por un género gramatical privilegiado o que
guardia de las locas enredaderas, portadoras de
equilibran con cuidado los dos géneros masculino
copas desde las que chorreaba una azul ebriedad.” 18
y femenino pierden una parte de su “ encanto” si
17 Rachilde, Contes et nouvelles, Suivis de Théátre, Mer- se las traduce a un lenguaje asexuado. Repetimos
cure de Franee, 1900, pp. 54-55. L a novela lleva por tí­ esta observación frente a un texto muy caracterís­
tulo: Le mortis. Está dedicada a Alfred Jarry, a quien
tico. Pero la tenernos siempre en mente y será siem­
Rachilde llamara el supermacho de las letras (cf. Jarry,
ou le Surmale de lettres, Grasset, 1928).
pre un argumento polémico que nos dará confianza
18 Rachilde, loe. cit., p. 56. en nuestros sueños de lectura.
68 E L SOÑADOR D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PALABRAS 69

Leamos, pues, como golosos los textos que nu­ algo su ser cuando cambian los poemas. ¿Dónde
tren nuestra manía. están las virtudes campestres' de las amapolas de
Sin conservar en femenino los nombres de la pra­ antes? Para un soñador de palabras la palabra am a­
dera y del alba, cómo vivir bien ese recuerdo de un pola hace reír; suena de una manera demasiado
adolescente que espera ser amado: “Surgida en la ruidosa. Difícilmente puede ser el germen de una
rubia pradera, el alba cortejaba las grandes amapo­ ensoñación agradablemente continuada. Muy hábil
las pudibundas.” 10 ha de ser el soñador que descubra la contraparte
Amapola, rara flor en masculino * que sujeta mal femenina de amapola que eche a andar la enso­
sus pétalos, que cualquier cosa deshoja, que defien­ ñación. Tampoco se puede hacer mucho con la
de sin vigor el rojo masculino de su nombre. margarita, otro nombre apoético. Hace falta más
Pero las palabras, con su temperamento propio, genio para hacer ramos literarios.
ya se “ cortejan” y así, mediante la voz del poeta, la Nos resultará más agradable soñar con los ramos
rubia aurora inquieta a la roja amapola. literarios que Félix prepara para Mme. de Mortsauf
En otros textos de Saint-Georges-de-Bouhélier los en Le lys dans la vallée. Tal como Balzac los des­
amores del alba y de la amapola son menos dulces cribe, más que ramos de flores son ramos de p a­
y, podríamos decir, menos previsibles: “L a aurora labras, incluso ramos de sílabas. Un genoanalista los
Oye en el justo equilibrio de palabras femeninas y
retumba en el trueno de las amapolas.” 20 En cuan­
to a la amante del poeta, la dulce Glarisse, “las masculinas. Estamos ante “las rosas de Bengala di­
amapolas demasiado grandes le daban miedo” .21 seminadas entre las locas puntillas del daucus, las
Llega el día en que habiendo pasado de la infancia plumas del lino silvestre, los marabúes de la reina
a una edad más viril, el poeta puede escribir: “Re­ de los prados, las umbélulas del perifollo salvaje, las
cogí unas enormes amapolas sin inflamarme a su bellas aspas de la crucecita blanca como la leche,
contacto.” 22 Los fuegos masculinos de las amapo­ los corimbos de las milenramas” .23 Los adornos
las han dejado de ser “pudibundos” . Así, hay flores masculinos se traspasan a las flores femeninas y a
que nos acompañan toda la vida, cambiando en la inversa. No podemos apartarnos de la idea de
que el escritor ha buscado esos equilibrios. Un bo­
18 Saint-Georges-de-Bouhélier, “ L ’hiver en méditation” ,
Mercare de France, 1896, p. 46.
tánico del campo ve quizás esos ramos literarios,
* En francés, amapola (coquelicot) es un nombre mascu­ pero un lector como Balzac, sensible ante los nom­
lino. [T.] bres femeninos o masculinos, los oye. Páginas en­
20 Loe. cit., p. 47. teras se llenan de flores vocales: “Alrededor del
21 Loe. cit., p. 29.
22 Loe. cit., p. 53. 23 Balzac, Le lys dans la vallée, p. 125.
70 E L SOÑADOR D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PA LA BRAS 71

cuello ensanchado de la porcelana, supongamos un naciones masculinas dominan, rematando cada mo­
gran margen compuesto únicamente de las matas vimiento por un golpe apagado y duro sin elastici­
blancas características del telefio de las vides en dad y sin eco. Ningún artificio amortigua aquí ese
Turena, vaga imagen de las formas deseadas, en­ defecto del francés que consiste en venir con un
vueltas como las de una esclava sumisa. De este movimiento acelerado a precipitarse de cabeza sobre
asiento salen las espirales de las enredaderas de blan­ la última sílaba. El autor parece ignorar el globo
cas campanillas, las ramillas de la gatuña rosada, de los femeninos, la gran ala de lo incidental que,
mezcladas con algunos heléchos, con algunos reto­ lejos de hacer más pesada la frase, la aligera no
ños de roble de hojas magníficamente coloreadas y permitiéndole tocar tierra hasta que no ha agotado
lustrosas; todas se adelantan humildemente proster­ todo su sentido.” 25 Y en una nota que debería in­
nadas como sauces llorones, tímidas y suplicantes ; teresar a los estilistas, Claudel muestra cómo una
como plegarias.” Un psicólogo que creyera en las frase puede vibrar si se intercala un inciso femenino:
palabras penetraría quizás la composición sentimen­ Supongamos —dice— que Pascal hubiera escri­
tal de tales ramos. En ellos cada flor es una confe­ to: El hombre no es sino un junco; la voz no en­
sión, discreta o clamorosa, meditada o involuntaria. cuentra ningún apoyo seguro y el espíritu queda en
A veces una flor expresa una rebeldía, a veces una un penoso suspenso; pero escribió:
sumisión, una pena, una esperanza. Y qué partici­
El hombre no es sino un junco, el más débil de
pación en el amor escrito si nosotros mismos, sim­
la naturaleza, pero es un junco pensante — y la
ples lectores, nos imaginamos sentados a la mesa de frase vibra entera con una amplitud magnífica.
trabajo del novelista. El propio Balzac ha dicho que
todos los adornos florales de sus páginas eran “flores En otra nota (pág. 79), Claudel agrega: “ Sería
de escritorio” .24 Balzac, en esas páginas en que la injusto olvidar que a veces Flaubert alcanzó ciertos
novela se detiene mientras que los ramos se amon­ logros moderados. Por ejemplo: ‘Y yo sobre la últi­
tonan, es un soñador de palabras. Los ramos de ma rama iluminaba con mi cara las noches de ve-
flores son ramos de nombres de flores. rano .
Cuando los nombres femeninos faltan en una pá­ 25 Paul Claudel, “ Positions et propositions” , Mercure de
gina, el estilo adquiere un carácter macizo, que France, t. I, p. 78.
26 El gramático F. Burggraff concluía su capítulo sobre
tiende a lo abstracto. El oído de un poeta no se
los géneros con esta observación sobre la eufonía de una
engaña. De ahí que Claudel denuncie en Flaubert
lengua con doble género: “ L a variedad de las termina­
lo monótono de una armonía soltera: “Las termi- ciones que señalan los géneros, observa Court de Gebelin,
24 Loe. cit., p. 121. produce una gran armonía en el discurso; excluye la
72 E L SO ÑA D OR DE PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PA LA BRAS 73

5 por pruebas extraídas de la vicia' cotidiana. Es de­


masiado fácil caracterizar al silencio como un retiro
Cuando nos entregamos con predilección a tales en­ lleno de hostilidad, de rencor, de enfurruñamiento.
soñaciones sobre palabras, es reconfortante encontrar El poeta nos lleva a soñar mucho más allá de esos
al leer un hermano de quimeras. Hace poco leía las conflictos psicológicos que dividen a los seres que
páginas de un poeta que, en el pináculo de su edad, no saben soñar.
es más audaz que yo. Resuelve, cuando una palabra Sentimos que hay que atravesar una barrera para
importante se echa a soñar en su propia sustancia, escapar de los psicólogos, para entrar, en un domi­
ponerla en femenino, contra todos los usos. Para nio que no “se observa” , donde nosotros mismos no
Edmond Gilliard, la palabra silencio es la primera nos dividimos en observador y observado. Entonces
que él quiere sentir en su feminidad esencial. Para el soñador está del todo fundido con su ensueño.
él la virtud del silencio es “ completamente feme­ Éste es su vida silenciosa. Esta paz silenciosa es lo
nina; debe dejar que todas las palabras penetren en que nos quiere comunicar el poeta.
él hasta la materia del Verbo [. . .] Me cuesta, ¡Feliz el que conoce, feliz el que recuerda esas
dice el poeta, mantener frente al silencio el artículo silenciosas veladas en las que el silencio mismo es
que lo define como gramaticalmente masculino” .27 el signo de la comunión de las almas!
Quizás la palabra silencio ha recibido la dureza Con qué ternura Francis Jammes, al recordar esas
masculina porque la ponemos en tiempo imperati­ horas, podía escribir:
vo. Silencio, dice el maestro que quiere que se le
je te disais tais-toi quand tu ne disais ríen.
oiga con los brazos cruzados. Pero cuando el silencio
trae la paz a un alma solitaria, sentimos que el [Yo te decía cállate cuando no decías nada.]
silencio prepara la atmósfera para un anima tran­ Se inicia entonces el ensueño sin proyectos, sin
quila. pasado, toda la presencia de la comunión de las
El examen psicológico está ofuscado en este caso almas en el silencio y en la paz de lo femenino.
uniformidad y la monotonía, ya que siendo esas termina­ Después del silencio, Edmond Gilliard ha rodea­
ciones unas fuertes y otras suaves, de ello resulta en el do al espacio de una ensoñación femenina: “ Mi
lenguaje una mezcla de sonidos dulces y de sonidos llenos pluma tropieza, dice, sobre el artículo que cierra el
de fuerza que le otorgan gran encanto” (F. Burggraff,
acceso de la extensión aceptadora. La inversión
Principes de grammaire genérale ou exposition raisonée des
éléments du langage, Lieja, 1863, p. 230). masculina del espacio insulta su fecundidad. Mi si­
27 Edmond Gilliard, Hymne terrestre, Seghers, 1953. lencio es femenino, al ser de la naturaleza del es­
pp. 97-98. pacio.”
74 E L SO Ñ A D O R DE PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PALABRAS 75

Sacudiendo por dos veces las rutinas de la gra­ tado hacia la madre pueden ser tan constructivos
mática, Edmond Gilliard descubre la doble femini­ en el lenguaje poético?
dad del silencio y del espacio, una sostenida por la La psicología de lo lejano no debe sobrecargar
otra. la psicología del ser presente, del ser presente en
Para mantener mejor el silencio en las moradas su lenguaje, vivo en su lenguaje. Las ensoñaciones
de la feminidad, el poeta quiere ver el espacio como poéticas nacen así, sea cual fuere su lejano origen, de
una cuba. Tiende el oído a la abertura de la cuba las fuerzas vivas del lenguaje. L a expresión reac­
para que el silencio le permita oír los rumores de ciona poderosamente sobre los sentimientos expresa­
lo femenino. Escribe: “ Mi ‘cuba’ es una gran aber- : dos. Al limitarse a responder con esa sola expresión:
tura de escucha.” Así, puesto a escuchar, van a na­ regreso a la madre, a los enigmas que se multiplican
cer voces, venidas de la fecundidad totalmente fe­ al expresarse, el psicoanalista no nos ayuda a vi­
menina del silencio y del espacio, de la paz silenciosa vir la vida del lenguaje, una vida hablada que vive
de la extensión. en el matiz, por el matiz. Hay que soñar más, so­
ñar en la propia vida del lenguaje para sentir
El título de la meditación poética de Edmond
cómo, siguiendo la expresión de Proudhon, el hom­
Gilliard es —triunfo del femenino— Revenance de
bre ha podido “ otorgarle sexos a sus palabras” .2®
l’Outre,28
El psicoanálisis pondría pronto su etiqueta: “Re­
greso a la madre” sobre un poema semejante. Pero i
6
el dulce trabajo de las palabras no se explica me­
diante una determinación tan general. Si se trata
En un viejo artículo reproducido por el Cañé Rou­
simplemente de un “regreso a la madre” , ¿cómo !
ge/0 Edmond Gilliard cuenta sus alegrías y sus pe­
explicar una ensoñación que pretende transformar
nas de artesano del lenguaje:
la lengua materna? Más aún, ¿cómo impulsos tan :
remotos que provienen de un gran apego experimen- , Si estuviera más seguro de mi oficio, levantaría
orgulloso mi estandarte: “Aquí se desengrasan
28 ¿ Será el oído lo que resulta desgarrado cuando un las palabras [ . . . ] Raspador de palabras, limpia­
gran escritor pone outre (cuba u odre) en masculino? dor de vocablos: duro, pero útil oficio.
Voltaire dice: “ Señor, nadie come mi albahaca, la he
puesto en un pequeño odré bien inflado y cubierto con
una piel fina.” Citado por M . P. Poitevin: L a grammaire, 28 Proudhon, loe. cit., p. 265.
les écrivains et les typographes modernes. Cacographie et 3° Periódico mensual que aparece en Lausana, diciem­
cacologie historiques, p. 19. bre de 1958.
76 E L SO ÑA D O R DE PALABRAS
E L SO Ñ A D O R DE PA LA BRAS 77

En cuanto a mí, en las felices mañanas en las que :


sas, el mundo, los sentimiento^,’ los monstruos, van,
los poetas me ayudan, me gusta limpiar mis pala­ uno en busca de su compañera, otra, de su compa­
bras familiares. Administro equitativamente las ale­ ñero: la luna y el espejo, la pulsera-reloj fiel y el
grías de ambos géneros. Imagino que las palabras ; cronómetro exacto, la hoja del árbol y el pliego del
sienten pequeñas felicidades cuando se las asocia de libro, el bosque y la floresta, la nube y el nuba­
un género a otro, también pequeñas rivalidades en rrón, la serpiente alada y el dragón, el laúd y la
los días de malicia literaria. ¿Quién cierra mejor lira, los llantos y las lágrimas. . .
la casa, el portón o la puerta? ¡ Cuántos matices : A veces, harto de tantas oscilaciones, busco re­
psicológicos entre el portón desagradable y la puer­ fugio en una palabra y me pongo a quererla por
ta acogedora! Cuántas palabras que no pertenecen ! sí misma. Descansar en el corazón de las palabras,
al mismo género podrían ser sinónimos. Es necesa- 1 ver con claridad en la célula de un nombre, sentir
rio que no nos guste escribir para creerlo. que es un germen de vida, un alba creciente. . . El
Como el fabulista que contaba el diálogo entre i poeta dice todo esto en un verso: 31
el ratón citadino y el ratón campesino, me gusta­
ría hacer hablar a la lámpara amistosa y a la estú­ Un mot peut etre une aube et méme un sur abri.
pida araña, ese Trissotin de las luces del salón. Las [Una palabra puede ser un alba y aun un abrigo cierto.]
cosas ven, hablan entre ellas, como pensaba el bue- i
no de Estaunié, quien les hacía contar, como si fue­ Desde ese momento, qué alegría en la lectura y
sen comadres, el drama de los habitantes de la casa. qué felicidad en el oído cuando, al leer a Mistral,
Cuánto más vivos serían los discursos, cuánto más | escuchamos al poeta de Provenza poner en femenino
íntimos, entre las cosas y los objetos, si “ cada uno la palabra cuna (le berceau).
pudiese encontrar a su cada una” . Porque las pa- ; La historia sería dulce de contar en la belleza
labras se aman. Como todo lo que vive, han sido ! de las circunstancias. Para recoger las “flores de
“ creados hombre y mujer” . arcilla” , Mistral, de cuatro años, se cae en un es­
Por eso en inacabables ensueños aliento los valo- j tanque. Su madre lo saca y le pone ropas secas. Pero
res matrimoniales de mi vocabulario. A veces, en i son tan hermosas las flores del estanque que el
sueños plebeyos, caso el cofrecito con la vasija de : niño, por cogerlas, vuelve a dar un paso en falso. A
conservas. Pero las sinonimias muy próximas que ¡ falta de ropas de recambio, hay que ponerle su
van del masculino al femenino me encantan. No ropa de los domingos. Endomingado, la tentación
dejo de soñar con ellas. Todas mis ensoñaciones se
31 Edmond Vandercammen, L a porte sans mémoires,
duplican. Todas las palabras, no bien tocan las co- , p. 33.
78 E L SO Ñ A D O R D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PA LA BRAS 79

es más fuerte que todas las prohibiciones y el niño cuando le buscamos un sentido después de sustraer­
vuelve al estanque y vuelve a caer de inmediato al la de su función instantánea.” 33 Las palabras que
agua. La* buena madre lo seca con su delantal y, Valéry toma como ejemplos son dos palabras que,
dice Mistral, “por miedo de un enfriamiento, des­ ambas, desde hace mucho, “se ven importantes” :
pués de hacerme beber una cucharada de vermífu­ son las dos palabras tiempo y vida. Retiradas de la
go, me acostó en mi cuna donde, cansado de circulación ambas palabras se presentan de inme­
llorar, después de un rato me dormí” .32 diato como figuras de enigma. Pero para palabras
Hay que ir al texto y leer toda la historia que menos ostentosas la observación de Valéry crece en
he resumido, y de la cual no he podido retener fineza psicológica. Entonces las simples palabras
otra cosa más que la ternura que se condensa en ! —palabras completamente sencillas— vienen a des­
una palabra que consuela y ayuda a dormir. En mi cansar en el seno de una ensoñación. Aunque V a­
cuna, dice Mistral, en la cuna, ¡ qué gran sueño : léry diga 34 “ que sólo nos comprendemos a nosotros
para la infancia! mismos gracias a la velocidad de nuestro pasaje por
En una cuna descubrimos el verdadero sueño, las palabras” , la ensoñación, la lenta ensoñación des­
puesto que dormimos en el femenino. cubre las profundidades en la inmovilidad de una
: palabra. Mediante la ensoñación creemos descubrir
;:
en una palabra el acto que nombra.
7
Les mots révent qu’on les nomme
[Las palabras sueñan que se las nombra]
Uno de los más grandes trabajadores de la frase :
hizo un día esta observación: “ Ustedes han notado ¡ Escribe un poeta.35 Quieren que se sueñe al nom­
sin duda el hecho curioso de que tal palabra, per- : brarlas. Y esto, simplemente, sin ahondar en el abis­
fectamente clara cuando la oímos o la empleamos mo de las etimologías. En su ser actual, las pala­
en el lenguaje corriente y que no ofrece ninguna , bras amasando sueños, se vuelven realidades. Qué
dificultad cuando estamos embarcados en el ritmo ¡ soñador de palabras podría dejar de soñar al leer
rápido de una frase común, se vuelve mágicamente ; estos dos versos de Louis Ém ié: 3G
turbadora, introduciendo una extraña resistencia, ;
desafiando todos los intentos de definirla, no bien la ;
33 Paul Valéry, Variété V, Gallimard, p. 132.
retiramos de circulación para examinarla aparte y i
34 Loe. cit., p. 133.
32 Frédéric Mistral, Mémoires et récits (traducidos del 35 Leo Libbrecht, Mon orgue de Barbarie, p. 34.
provenzal), Pión, p. 19. 36 Louis Émié, Le nom du feu, Gallimard, p. 35.
80 E L SO ÑA D OR D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PA LA BRAS 81

Un mot circule dans l’ombre 0ye el mar en un caracol, un soñador de palabras


et gonfle les draperies. escucha los rumores de un mundo de sueños.
[Una palabra circula en la sombra / e infla las colgaduras,] Nacen todavía otros sueños cuando, en vez de
Me gustaría transformar estos dos versos en un ¡eer o de hablar, escribimos, como se escribía an­
test de la sensibilidad onírica con relación a la sen­ tes, cuando éramos escolares. Al preocuparnos por
sibilidad ante el lenguaje. Habría que preguntar: una hermosa escritura, parece que nos desplazamos
¿no cree usted que ciertas palabras tienen tal so­ por el interior de las palabras. Una letra nos asom­
noridad que ocupan un lugar y un volumen entre bra porque la oíamos mal al leer y la escuchamos
las criaturas del cuarto? ¿Qué era realmente lo que de otra manera bajo la pluma atenta. Por eso un
hinchaba las cortinas del cuarto de Edgar Poe: un poeta escribe: “ ¿Sabré instalar mi morada en los
rizos de las consonantes, que nunca resuenan; en
ser, un recuerdo o una palabra?
Un psicólogo de espíritu “claro y nítido” se asom­ los nudos de las vocales, que nunca vocalizan?” 31
braría ante los versos de Émié. Querría que por La siguiente afirmación de un poeta demuestra
hasta dónde puede llegar un soñador de palabras:
lo menos se le dijera cuál es esa palabra que mueve
“Las palabras son cuerpos, cuyos miembros son las
las cortinas; quizás, a partir de la palabra desig­
letras. El sexo es siempre una vocal.” 38
nada, seguiría una posible fantasmalización. Al pedir
En el penetrante prólogo de Gabriel Bounoure
esas precisiones el psicólogo no siente que el poeta
acaba de abrirle el universo de las palabras. El a la colección de poemas de Edmond Jabés, podemos
cuarto del poeta está lleno de palabras, de palabras leer: 39 el poeta “sabe que una vida violenta, re­
que circulan en la sombra. A veces las palabras son belde, sexual, analógica se desenvuelve en la escritura
infieles a las cosas. Intentan establecer sinonimias y la articulación. Las consonantes que dibujan la
oníricas de una cosa o de otra. Se expresa siempre estructura masculina del vocablo se enlazan con los
la fantasmalización de los objetos en el lenguaje rasgos cambiantes, las coloraciones finas y matiza­
de las alucinaciones visuales. Pero para un soñador de das de las femeninas vocales. Las palabras tienen
palabras hay fantasmalizaciones por el lenguaje. sexo como nosotros y como nosotros son miembros
Para alcanzar esas profundidades oníricas hay que del Logos. Como nosotros, buscan su realización en
dejarle a las palabras tiempo de soñar. Y así, pen­ un reino de verdad; sus rebeliones, sus nostalgias, sus
sando en la observación de Valéry, llegamos a li­ 3r Robert Mallet, Les signes de l’addition, p. 156.
beramos de la teleología de la frase. De esta manera, 88 Edmond Jabés, Les mots tracent, Les Pas Perdus, p. 37.
para un soñador de palabras, las hay que son conchas 39 Edmond Jabés, Je batís rila demeure, Gallimard, pre­
de palabras. Sí, al oír ciertas palabras, como el niño facio de Gabriel Bounoure, p. 20.
82 E L SO ÑA D O R D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PA LA BRAS 83

afinidades, sus tendencias están como las nuestras en el corazón mismo de una palabra? Oigamos los
imantada por el arquetipo del Andrógino” . sufrimientos de un verso mallarmeano en el que
Para llegar tan lejos en el sueño, ¿basta con leer? cada hemistiquio tiene su conflicto de vocales:
¿No hay que escribir también? ¿Escribir como en
Pour ouir dans la chair pleurer le diamant.
nuestro pasado de escolares, como en aquellos tiem- ;
[Para oír en la carne llorar el diamante.]
pos en que, como dice Bounoure, las letras, una por
una, se escribían, o bien con su giba o bien con En tres partes queda dividido el diamante, reve­
su presuntuosa elegancia? En esos tiempos, la orto- : lándose la fragilidad de su nombre. Así se expresa
grafía era un drama, nuestro drama de cultura ac­ el sadismo de un gran poeta.
tuando en el interior de una palabra. Edmond Jabés Si leemos rápidamente, el verso es un decasíla­
me lleva así hacia recuerdos olvidados. Escribe: bo. Pero cuando mi pluma deletrea, el verso recupera
“Dios mío, haz que mañana en la escuela sepa la sus doce píes y el oído queda obligado al noble
ortografía de ‘crysanthéme’, que entre las diversas trabajo de un raro alejandrino.
maneras de escribir esa palabra dé con la buena. Pero esos grandes trabajos de la musicalidad de
Dios mío, haz que las letras que la componen ven­ los versos superan el saber de un soñador. Nuestras
gan en mi ayuda, que mi maestro entienda que se ensoñaciones sobre palabras no descienden dentro
trata de la flor que a él le gusta y no del pixidio, ; de la profundidad de las palabras y sólo sabemos
cuyo cuerpo puedo colorear a gusto, dentar la som- \ decir versos en un habla interna. Decididamente
bra y el fondo de los ojos y que obsede mis sueños.” 40 no somos más que unos adeptos a la lectura soli­
¿Y de qué género puede ser esa palabra crisan­ taria.41
temo con un interior tan cálido? Su género depende
para mí de algunos noviembres de otras épocas. En 8
mi antigua tierra se decía ya uno, ya una. Sin la
ayuda del color, ¿cómo llevar el género en el oído? Después de haber confesado —sin duda con dema­
Al escribir, descubrimos en las palabras las so­ siada complacencia— esos pensamientos vagabundos
noridades interiores. Los diptongos suenan de otro que giran en torno de una idea fija, esas vesa­
modo en la pluma. Los oímos en sus sonidos divor- ; nias que se multiplican en las horas de ensoñación,
ciados. ¿Se trata de sufrimiento? ¿De una nueva séame permitido señalar el lugar que han tenido en
voluptuosidad? ¿Quién nos dirá las delicias doloro- mi vida de trabajador intelectual.
sas que el poeta encuentra dejando caer un hiato 41 U na vez escribimos un capítulo con el título: “La
40 Edmond Jabés, loe. cit., p, 336. declamación muda” . Cf. El aire y los sueños, f c e .
84 E L SO ÑA D OR D E PALABRAS E L SO Ñ A D O R D E PALABRAS 85

Si tuviera que resumir una carrera irregular y racional intervienen los intérconceptos, o sea los
laboriosa, marcada por diversos libros, lo mejor sería conceptos que no reciben su sentido y su rigor sino
ponerla bajo los signos contradictorios, masculino de sus relaciones racionales. Hemos dado ejemplos de
y femenino, del concepto y de la imagen. Entre el estos interconceptos en nuestro libro: Le rationa-
concepto y la imagen no hay síntesis. Tampoco hay lisme appilqué. Dentro del pensamiento científico,
filiación; sobre todo no existe esa filiación, siempre el concepto funciona mejor en la medida en que
dicha y nunca vivida, mediante la cual los psicólo­ está separado de toda imagen previa. En su pleno
gos hacen surgir el concepto de la pluralidad de ejercicio, el concepto científico está liberado de to­
las imágenes. Quien se entrega con todo su espíritu das las lentitudes de su evolución genética, evolu­
al concepto, con toda su alma a la imagen, sabe ción que dependerá desde ese momento, simplemen­
bien que los conceptos y las imágenes se desarrollan te, de la psicología.
sobre dos líneas divergentes de la vida espiritual. La virilidad del saber aumenta a cada conquista
Quizás incluso sea bueno excitar una rivalidad de la abstracción constructiva, cuya acción es tan
entre la actividad conceptual y la actividad de ima­ diferente de la que se describe en los libros de psi­
ginación. En todo caso, sólo encontramos desengaños cología. El poder de organización del pensamiento
cuando pretendemos hacerlas cooperar. L a imagen abstracto en matemáticas es manifiesto. Como dice
no puede dar materia al concepto. El concepto al Nietzsche: “En matemáticas [. . .] el conocimiento
darle estabilidad a la imagen sólo ahogaría su vida. absoluto celebra sus saturnales.” 43
No seré yo tampoco el que intente debilitar me­ Quien se entrega con entusiasmo al pensamiento
diante transacciones creadoras de confusión la clara racional puede desinteresarse de las humaredas y
polaridad del intelecto y de la imaginación. Una de las brumas mediante las cuales los irracionalistas
vez creí mi deber escribir un libro para exorcizar las tratan de arrojar dudas en tomo de la luz activa
imágenes que en una cultura científica pretenden de los conceptos bien asociados.
engendrar y sostener los conceptos.42 Guando el con­ Brumas y humaredas, objeción de lo femenino.
cepto ha emprendido su actividad esencial, es decir, Pero, en cambio, no seré yo tampoco quien, ha­
cuando funciona en un campo conceptual, ¡qué blando de mi amor fiel por las imágenes, las estudie
blandura, qué feminidad habría en servirse de imá­ con gran refuerzo de conceptos. Nunca la crítica
genes! En ese cerrado tejido que es el pensamiento intelectualista de la poesía nos llevará al foco en
42 Cf. L a formation de l’esprit scientifíque. Contribu- 43 Nietzsche, l.,a naissance de la philosophie a l’époque
tion a une psychanaly.se de la connaissance objective, Vrin, de la tragédie grecque. Trad. G. Bianquis, Gallimard,
París, 3a ed., 1954. p. 204.
86 E L SO ÑA D O R DE PALABRAS E L SO Ñ A D O R DE PALABRAS 87

que se forman las imágenes poéticas. Hay que evi­ conciencias que serían la del, pleno día y la que
tar dirigir la imagen como un magnetizador dirige acepta el lado nocturno dél alma. Para que yo
a la sonáynbula.44 Para conocer la felicidad de las goce de una doble buena conciencia, reconociendo
imágenes, vale más seguir la ensoñación sonámbula, al fin ,1a buena conciencia de mi doble naturaleza,
escuchar, como hacía Nodier, el somniloquio de un sería necesario que pudiese escribir todavía dos li­
soñador. La imagen sólo puede ser estudiada me­ bros: un libro sobre el racionalismo aplicado, un
diante la imagen, soñando las imágenes tal como libro sobre la imaginación activa. Una buena con­
se reúnen en la ensoñación. Es una falta de sentido ciencia, para mí, por insuficientes que sean las obras,
pretender estudiar objetivamente la imaginación, es una conciencia ocupada —nunca vacía—, la
puesto que no recibimos realmente la imagen si no i conciencia de un hombre que trabaja hasta su úl­
la admiramos. Ya cuando comparamos una imagen timo aliento.
con otra, corremos el riesgo de perder la participa­
ción en su individualidad.
De este modo, las imágenes y los conceptos se
forman en esos dos polos opuestos de la actividad
psíquica que son la imaginación y la razón. Entre
ellas juega una polaridad de exclusión. Esto no tiene
nada en común con los polos del magnetismo. Aquí
los polos opuestos no se atraen,; se rechazan. Hay :
que amar los poderes psíquicos con dos amores di- ;
ferentes si se aman los conceptos y las imágenes,
ios polos masculino y femenino de la psiquis. Lo ;
comprendí demasiado tarde. Demasiado tarde co­
nocí la buena conciencia en el trabajo alternado 1
de las imágenes y de los conceptos, dos buenas j

44 Ritter le escribía a Franz von Baader: “ Cada quien i


lleva en sí su sonámbula, de la cual es magnetizador”
(citado por Béguin, El alma romántica y el sueño, f c e ,
p. 109). Cuando la ensoñación es buena, cuando tiene la •
continuidad de las buenas cosas, es insensiblemente en nos­
otros la sonámbula la que dirige a su .magnetizador.
“A N IM U S ” — “A N IM A ’' 89

objetivamente, en el ideal mismó' del espíritu cien­


II. E N SO Ñ A C IO N E S SO B R E LA tífico. Entre ellos, las palabras no sueñan. Si el
psicólogo fuera siquiera sensible a nuestros índices,
E N SO Ñ A C IÓ N . “ A N IM U S ” "“ A N IM A ”
no dejaría de decirnos que las pobres designaciones
verbales de los géneros corren el riesgo de aparecer
Pourquoi n’es-tu jam ais seule avec moi
Femme profonde, plus profonde que l’abirne como una inflación de los valores del masculino y
Oú s’ attachent les sources du passé? del femenino. Será fácil objetarnos, empleando una
fórmula hecha, que dejamos la cosa por el signo
Plus je t’approche, plus tu sombres
Au ravin des préexistences.*
y que los caracteres de la feminidad y de la viri­
lidad están tan profundamente inscritos en la na­
Y v a n G oll, Múltiple femme, p. 31.
turaleza humana que hasta los mismos sueños de
la noche conocen los dramas de las sexualidades
J ’aí tout á la fois l’ame d’un faune et
d’une adolescente. * * opuestas. Pero aquí, como en tantas otras páginas
de este ensayo, opondremos sueño y ensoñación. En­
F r a n g ís J am m es, Le román du liévre, p. 270.
tonces, en nuestros amores de palabra, en las enso­
ñaciones en las que preparamos las frases que dire­
1 mos a la ausente, las palabras, las hermosas palabras
cobran plena vida y será necesario que un día un
A l contar tan sencillamente como acabamos de ha­
psicólogo llegue a estudiar la vida en la palabra, la
cerlo, con una inocencia de filósofo, nuestros sue­ vida que cobra sentido al hablar.
ños sobre el masculino y el femenino de las palabras, Creemos poder demostrar también que las pala­
sabemos perfectamente que sólo estamos sugiriendo
bras no tienen exactamente el mismo “peso” psíqui­
una psicologia de superficie. Tales observaciones que
co según pertenezcan al lenguaje de la ensoñación
juegan con el vocabulario no pueden retener la aten­
o al lenguaje, de la vida clara — al lenguaje des­
ción de los psicólogos, que se esfuerzan en transmi­
cansado o al lenguaje vigilado—, al lenguaje de la
tir, en un lenguaje preciso y estable, lo que observan
poesía natural o al lenguaje martillado por las pro­
* “ ¿Por qué no estás nunca sola conmigo / M ujer pro­ sodias autoritarias. El sueño nocturno puede muy
funda, más profunda que el abismo / Al que se aferran
bien ser una lucha violenta o astuta contra las cen­
las fuentes del pasado? Cuanto más me acerco a ti, más
te hundes / En la hondonada de las prexistencias.” [T.]
suras. La ensoñación nos permite conocer el lenguaje
* * “Tengo a la vez el alma de un fauno y de una ado­ sin censura. En la ensoñación solitaria podemos de­
lescente.” [T.] círnoslo todo a nosotros mismos. Tenemos todavía
88
90 A N IM U S” — “ ANIM A” 'A N IM U S” — “ A N IM A ” 91

una conciencia bastante clara para estar seguros de do la poética de la ensoñación ,al prosaísmo de la
lo que nos decimos a nosotros mismos, de lo que vida.
de veras pos decimos.
No tiene nada de asombroso entonces que en la 2
ensoñación solitaria nos conozcamos a la vez en
masculino y en femenino. L a ensoñación que vive En los hechos, nos parece indiscutible que una p a ­
el futuro de una pasión idealiza el objeto de esa labra permanece vinculada a los más lejanos, a los
pasión. El ser femenino ideal atiende al soñador apa- más oscuros deseos que animan las profundidades
sionado. L a soñadora suscita las declaraciones de del psiquismo humano. El inconsciente murmura sin
un hombre idealizado. En los capítulos siguientes vol­ cesar y escuchando esos murmullos oímos su ver­
veremos sobre ese carácter idealizador de algunas dad. A veces esos deseos dialogan en nosotros — ¿de­
ensoñaciones. Esta ensoñación idealizadora es una seos?, ¿ recuerdos quizás, reminiscencias hechas de
realidad psíquica innegable. La ensoñación idealiza sueños inconclusos?—, un hombre y una mujer ha­
a la vez a su objeto y al soñador. Y cuando la blan en la soledad de nuestro ser. Y en la ensoña­
ensoñación vive en una dualidad de lo masculino ción libre, hablan para confesarse sus deseos, para
y de lo femenino, la idealización es a la vez con­ comunicarse en la tranquilidad de una doble natu­
creta y sin límite. raleza bien acordada. Nunca para combatirse. Si
Para conocernos doblemente como seres reales y este hombre y esta mujer íntimos, conservan rastros
como seres idealizadores, tenemos que escuchar nues­ de alguna rivalidad, es porque se sueña mal, es
tras ensoñaciones. Creemos que pueden ser la mejor porque se les ponen nombres de todos los días a los
escuela de la “ psicología de las profundidades” . To­ seres de la ensoñación intemporal. Cuanto más se
das las lecciones que hemos recibido de la psicología desciende en las profundidades del ser parlante, más
de las profundidades, las aplicaremos para com­ simplemente la alteridad esencial de todo ser par­
prender mejor el existencialismo de la ensoñación. lante se designa como la alteridad de lo masculino
Una psicología completa que no concede privi­ y de lo femenino.
legios a ningún elemento del psiquismo humano, De todas las escuelas de psicoanálisis contempo­
debe integrar la idealización más extrema, aquella ráneo, ha sido la de C. G. Jung la que más clara­
que alcanza la región que hemos designado en un mente ha demostrado que el psiquismo humano es, en
libro anterior como la sublimación absoluta. En su primitivismo, andrógino. Para Jung, el incons­
otras palabras, una psicología completa debe unir ciente no es un consciente rechazado, no está hecho
a lo humano lo que se separa de lo humano —unien­ de recuerdos olvidados; es una naturaleza primera.
92 “ A N IM O S’ ’— “ A N IM A” “ANI M U S ”—“‘A N IM A ” 93

El inconsciente mantiene, pues, en nosotros sus po- todas esas coberturas y esas compensaciones, ¿quién
deres de androginidad. Al hablar de androginidad, n0s descubrirá al Nietzsche ffemenino ?
rozamos, ,con una doble antena, las profundidades Nosotros, que limitamos nuestras investigaciones
de nuestro propio inconsciente. Creemos contar una al mundo de la ensoñación, podríamos decir que,
historia, pero la historia interesa hasta el punto en tanto en el hombre como en la mujer, la androgi­
que se convierte en psicología actual. ¿Por qué nidad armoniosa conserva su papel, que es el de
Nietzsche dice que “Empédocles recordaba haber mantener la ensoñación en su nivel apaciguador. Las
sido [. . .] muchacho y muchacha” ? 1 ¿Se asombra reivindicaciones conscientes, y en consecuencia vi­
Nietzsche de esto? ¿V e en ese recuerdo de Empé­ gorosas, son perturbaciones manifiestas para ese re­
docles una prueba de la profundidad de meditación poso psíquico, manifestaciones de una rivalidad en­
de un héroe del pensamiento? ¿Se trata de un texto tre lo masculino y lo femenino en el momento en
útil para “ comprender” a dicho héroe? ¿Nos ayuda que ambos se desprenden de la androginidad primi­
ese texto a descender en las insondables profundi­ tiva. A partir del momento en que abandona su
dades de lo humano? Y otra pregunta aún: con refugio — como lo es la ensoñación profunda— la
motivo de un texto citado objetivamente, como his­ androginidad se convierte en desequilibrio, entre­
toriador, ¿Nietzsche se vio envuelto en una ensoña­ gándose a oscilaciones. Esas oscilaciones es lo que
ción paralela? ¿Acaso reanimando el tiempo en el nota el psicólogo, marcándolas con un signo de
cual el filósofo era “muchacho-muchacha” descu­ anormalidad. Pero cuando la ensoñación se pro­
briremos una línea de investigación para “analizar” fundiza, esas oscilaciones se amortiguan, y el psi-
la virilidad de lo sobrehumano? En realidad, ¿ con quismo recupera la paz de los géneros, la que conoce
qué sueñan los filósofos? el soñador de palabras.
¿ Ante tan grandes sueños podemos ser simple­ El psicólogo Buytendijk en su hermoso libro L a
mente psicólogos? No basta decir que Nietzsche femme 2 trae una referencia donde se dice que el
nunca olvidó ese extraño paraíso perdido que un hombre normal es masculino en un 71% y que
presbiterio protestante colmado de presencias feme­ la mujer es femenina en un 51%. Esos números se
ninas fue para él. L a feminidad de Nietzsche es ofrecen evidentemente a título polémico, para arrui­
más profunda por más escondida. ¿Qué hay debajo nar la tranquila seguridad de los dos monolitismos
de la máscara super-rnasculina de Zaratustra? En paralelos del masculino y del femenino integrales.
la obra de Nietzsche hay, con respecto a las muje­ Pero el tiempo trabaja todas las proporciones; el día,
res, algunos pequeños desprecios de mala ley. Bajo la noche, las estaciones y las edades no dejan tran-
1 Nietzsche, loe. cit., p. 142. 2 F. J . J . Buytendijk, loe. cit., p. 79.
94 “ A N IM U S” — “ A N IM A ’1 ‘A N IM U S ”— “A N IM A ” 95

quila nuestra equilibrada androginidad. En cada Cuando el genio interviene en las determinaciones
ser humano, el reloj de las horas masculinas y el dentro de una misma alma dé lás potencias de ani­
reloj de las horas femeninas escapan al reino de las mus y de anima, un signo dominante se apoya sobre
cifras y de las medidas. El reloj de lo femenino la dualidad de una unidad personal. Milosz escri­
anda de continuo, en una duración que transcurre be la palabra amor, “el que se jacta de escribir con
calmamente. El reloj de lo masculino tiene el dina­ el alma de las palabras”, sabiendo que esa palabra
mismo del tirón. Eso lo sentiríamos de modo más contiene “el eterno femenino-divino de Alighieri y
claro si se aceptara poner en una franca dialéctica de Goethe, la sentimentalidad y la sexualidad angé­
la ensoñación y los esfuerzos de conocimiento. licas, la maternidad virginal donde se funden, como
No se trataría, por lo demás, de una dialéctica en un ardiente crisol, el adramandónico de Swe-
verdaderamente paralela, que operara al mismo ni­ denborg, el hespérico de Holderlin, el eliseano de
vel como la pobre dialéctica de los síes y de los noes. Schiller: el acorde humano perfecto, formado por
L a dialéctica de lo masculino y de lo femenino se la sabiduría atractiva del esposo y la gravitación
desenvuelve sobre un ritmo de la profundidad. Va amorosa de la esposa, la verdadera situación espi­
de lo menos profundo, siempre menos profundo (lo ritual de uno con respecto a la otra, arcano esen­
masculino) a lo siempre profundo (lo femenino). Y cial, tan terrible y tan bello que, desde el día que
será en la ensoñación, “ en la inagotable reserva de lo penetré, se me ha hecho imposible hablar de él
la vida latente” , como dice Henri Bosco,3 donde sin derramar un torrente de lágrimas” . Ese texto,
encontraremos lo femenino desarrollado en toda su tomado de la Epístola a Storge,4 está citado en el
amplitud, descansando en su simple tranquilidad. hermoso estudio que Jean Cassou consagra a Milosz.
Luego, como hay que volver a la claridad, el reloj No por nada Milosz reúne “aquí los genios. De un
del ser íntimo da las campanadas de lo masculino, de poeta a otro, las síntesis de animus y de anima son
lo masculino para todos, hombres y mujeres. Llegan diferentes, pero esas síntesis se oponen, precisamente
entonces para todos las horas de la actividad social, porque están todas bajo el signo de la síntesis esen­
actividad esencialmente masculina. E incluso en la cial, de gran alcance, que reúne en un mismo arcano
vida pasional, hombres y mujeres saben servirse cada las potencias de animus y de anima. Esas síntesis
uno de su doble potencia. Surge entonces un nuevo, tan abarcadoras, tan sumamente consolidadas en lo
difícil problema: poner o mantener en cada uno de sobrehumano, son fácilmente destruidas por el con­
los dos participantes la armonía de su doble género. tacto de la vida cotidiana. Pero las sentimos esbo-
3 Henri Bosco, Un ramean de la nuit, Flammarion, Pa­ 4 Jean Cassou, Trois poetes: Rilke, Milosz, M achado,
rís, p. 13. Pión, p. 77.
96 ‘A N IM U S ” —“ A N IM A ’ “A N IM U S ” - - “A N IM A ” 97

zarse, volver a tomar forma, quizá, cuando escucha­ remos defender en el presente,.ensayo: la e n so ñ a ­
mos a los grandes soñadores de la grandeza humana ción está p u e sta b a jo el sign o d e l a n im a . Guando
citados por Milosz. ]a ensoñación es realmente profunda, el ser que vie­
ne a soñar en nosotros es nuestra an im a.
3 Para un filósofo que se inspira en la fenomenolo­
gía, una ensoñación sobre la ensoñación es exacta­
Para que no hubiese confusión con las realidades
mente una fenomenología del a n im a ; al coordinar
de la psicología de superficie, G. G. Jung tuvo la
ensoñaciones de ensoñaciones confía en constituir
feliz idea de poner el masculino y el femenino de
una “Poética de la ensoñación” . Expresado en otras
las profundidades bajo el doble signo de dos sus­
palabras, la poética de la ensoñación es una poética
tantivos latinos: a n im u s y a n im a . Son necesarios
del an im a.
dos sustantivos para una sola alma a fin de transmi­
Para evitar toda falsa interpretación, recordemos
tir la realidad del psiquismo humano. El hombre
que nuestro ensayo no pretende incluir una poética
más viril, demasiado simplemente caracterizado por i
del sueño nocturno, como tampoco una poética de
un a n im u s fuerte, tiene también un a n im a , un anima i
lo fantástico. Esta poética de lo fantástico reclama­
que puede poseer manifestaciones paradojales. De
ría una, gran atención a la intelectualidad de lo
igual modo, la mujer más femenina tiene también i
fantástico. Nos limitamos, pues, a un estudio de
determinaciones psíquicas que prueban en ella la ;
la ensoñación.
existencia de un a n im u s .5 L a vida social moderna, j
Por otra parte, al aceptar la referencia a las dos
con su ornpetencia que “mezcla los géneros” , nos I
instancias psicológicas a n im u s y a n im a para clasifi­
enseña a refrenar las manifestaciones de la andró- ¡
car nuestras reflexiones sobre la feminidad esencial
ginia. Pero en nuestras ensoñaciones, en su gran 1
de toda ensoñación profunda, nos ponemos, cabe
soledad, cuando estamos tan profundamente libera- :
esperar, al abrigo de una objeción. En efecto, se
dos que ni siquiera pensamos ya en las rivalidades
nos podría observar —siguiendo el automatismo que
virtuales, toda nuestra alma se impregna de las
padecen tantas dialécticas filosóficas— que si el hom­
influencias del a n im a .
bre centrado sobre el an im u s sueña su ensoñación
Y henos aquí en el centro de la tesis que que-
en an im a, la mujer centrada sobre el a n im a debería
6 En los numerosos libros de Ju n g esta doble determi­
soñar en an im u s. Sin duda, la tensión de civiliza­
nación no siempre ha sido mantenida. Sin embargo la
referencia a esta simetría es muy útil en un examen nsi-
ción es hoy tal que el “feminismo” refuerza gene­
cológico. A veces, ayuda a registrar trazas psicológicas poco ralmente el a n im u s de la mujer. . . Se ha dicho
visibles, activas, sin embargo, en las ensoñaciones libres bastante que el feminismo arruina la feminidad. Pero,
98 “A N IM U S” — “A N IM A ” “A N IM U S”— “A N IM A ” 99

una vez más, si se le quiere dar a la ensoñación ; nos pertenece. No es el bien de nuéstro ser. El sueño
su carácter fundamental, si se la quiere ver corno i abre en nosotros una posada’ para fantasmas. Por
un estado, ,un estado presente que no necesita exhi­ la mañana tenemos que barrer las sombras ; a golpes
bir proyectos, hay que reconocer que la ensoñación de psicoanálisis hay que desalojar a los visitantes
libera a todo soñador, sea hombre o mujer, del que se van quedando, e incluso hacer salir, de lo
mundo de las reivindicaciones. L a ensoñación va más profundo, a los monstruos de otros tiempos, al
en el sentido inverso de toda reivindicación. En 1 dragón y la serpiente alada, todas esas concreciones
una ensoñación pura, que lleva al soñador a su animales de lo masculino y lo femenino, inasimi­
tranquila soledad, todo ser humano, hombre o mu­ ladas, inasimilables.
jer, encuentra su reposo en el anima de la profun- i Muy por el contrario, la ensoñación diurna se be­
didad, descendiendo, descendiendo siempre “la pen- ; neficia con la tranquilidad lúcida. Incluso si se
diente de la ensoñación” . Descenso sin caída. En • tiñe de melancolía, será de una melancolía que
esta profundidad indeterminada reina el reposo fe- ; descansa, flexible, que concede continuidad a nues­
menino. En éste, al margen de las preocupaciones, tro reposo.
de las ambiciones, de los proyectos, conocemos el Podríamos sentir la tentación de creer que esta
reposo concreto, el reposo que hace descansar a todo : tranquilidad lúcida es la simple conciencia de la
nuestro ser. Aquel que conoce ese reposo concreto ¡ ausencia de preocupación. Pero la ensoñación no
en el que alma y cuerpo se bañan en la tranquilidad í duraría si no la nutrieran las imágenes de la dul­
de la ensoñación comprende la verdad de la para- 1 zura de vivir, las ilusiones de la felicidad. La enso­
doja enunciada por George Sand, quien decía: “Los ; ñación de un soñador alcanza para hacer soñar a
días están hechos para descansar de nuestras no­ todo un universo. El descanso del soñador basta
ches, es decir, las ensoñaciones del día lúcido están para dar reposo a las aguas, a las nubes, al viento.
hechas para que descansemos de nuestros sueños En el umbral de un gran libro en el que se soñará
nocturnos.” 6 Porque el descanso del sueño sólo des- ¡ mucho, Henri Bosco escribe: “Yo era feliz. Nada
cansa al cuerpo. No siempre lleva el descanso al se desprendía de mi placer que no fuese agua
.alma, sino raramente. El descanso de la noche no límpida, estremecimiento de follajes, capa olorosa
de humaredas jóvenes, brisas de las colinas.” 7 De
Ernest la Jeunesse (I/im itation de notre maitre Na- ; este modo la ensoñación no implica un vacio de es­
poléon, p. 45), decía: “Dormir es la más fatigante de las
píritu, sino más bien el don de una hora que conoce
funciones.” La ensoñación asimila las pesadillas de la no- ¡
la plenitud del alma.
che. Constituye el psicoanálisis natural de nuestros dramas
nocturnos, de nuestros dramas inconscientes. 7 Henri Bosco, Un ramean de la nuit, p. 13.
100 ‘A N IM U S” — “A N IM A ” “A N IM U S”— “A N IM A ” 101

Así, al animus pertenecen los proyectos y las preo­ las imágenes en anima, las imágenes de los poetas,
cupaciones, dos maneras de no estar presente ante se nos presentan como documentos de ensoñación
uno mismo, Al anima pertenece la ensoñación que natural. Apenas recibidas ya estamos imaginando
vive el presente de las imágenes felices. En las ho­ que habríamos podido soñarlas. Las imágenes poé­
ras dichosas los dones de esta gran despreocupación ticas suscitan nuestra ensoñación, se fundan en ella,
que es la esencia de lo femenino, se sostienen, tan grande es el poder de asimilación del anima.
se equilibran en la paz del anima. Esas imágenes se Leernos y he aquí que soñamos. Una imagen recibida
fundan en una íntima calidez, en la constante dul­ en anima nos pone en estado de ensoñación con­
zura que en toda alma baña el núcleo de lo femeni­ tinua. Durante el curso de nuestra obra daremos
no. Repitámoslo, ya que es la tesis que guía nuestras muchos ejemplos de ensoñaciones de lectura, eva­
investigaciones: la ensoñación pura, colmada de siones que derogan el deber de una crítica literaria
imágenes, es una manifestación del anima, quizás objetiva.
su manifestación más característica. En todo caso, es En suma, hay que reconocer que hay dos lectu­
en el reino de las imágenes donde, como filósofo so­ ras posibles: la lectura en animus y la lectura en
ñador, encontramos los beneficios del anima. Las anima. No soy el mismo hombre según lea un libro
imágenes del agua producen en todo soñador de ideas en el que el animus debe estar vigilante,
las ebriedades de la feminidad. Aquel que está mar­ pronto a la critica, a la respuesta, o un libro poé­
cado por el agua conserva fidelidad a su anima. Y tico cuyas imágenes deben ser recibidas en una
de un modo general, las grandes imágenes simples, especie de acogida trascendental de los dones. Para
captadas en su nacimiento en una ensoñación sin­ ser el eco de ese don absoluto que es una imagen
cera, expresan a menudo su virtud de anima. de poeta, sería necesario que nuestra anima pudiese
¿ Pero dónde podría un filósofo solitario como ; escribir un himno de agradecimiento.8
yo recoger esas imágenes? ¿En la vida o en los li- i
8 A propósito de una novela de Goethe sobre la caza,
bros? En nuestra vida personal tales imágenes sólo
que “el severo Gervinus” hallaba “ de una indecible insig­
serían las pobres imágenes nuestras. No estamos en ; nificancia” , el traductor del libro de Eckermann, Émile
contacto, como los psicólogos de observación, con > Délérot, hace observar ( Conversations de Goethe, trad.,
documentos “naturales” bastante numerosos como , t. I, p. 268, nota) : “ Sin embargo, Goethe nos afirma que
para determinar la ensoñación del hombre medio, i la ha llevado dentro durante treinta años. Para encontrarla
digna de su autor, hay que leerla a la alemana, es decir,
Quedamos pues confinados en nuestro papel de psi­
otorgándole un largo comentario de ensoñaciones. Las obras
cólogos de la lectura. Pero, felizmente para nuestras que más se adecuan al gusto alemán son las que mejor
búsquedas en libros, si recibimos verdaderamente pueden servir de punto de partida a sueños infinitos.”
102 “ A N IM U S”— “ ANIMA' “ A N IM U S ” — “A N IM A ” 103

El animus lee poco; el anima lee mucho. de la ternura, de la doble ternyía, de la ternura de
A veces mi animus me regaña por haber leído animus y de la ternura de anima. Por eso, en su
demasiado., voluntad de no ser víctimas de las designaciones
Leer, leer siempre, dulce pasión del anima. Pero fisiológicas simplistas, los psicólogos de la profun­
cuando, después de haberlo leído todo, nos entrega­ didad han sido llevados a hablar de la dialéctica
mos a la tarea de hacer un libro con ensoñacio­ de animus y de anima, dialéctica que permite estu­
nes, el trabajo es para el animus. Siempre es un dios psicológicos más matizados que la estricta opo­
duro trabajo el de escribir un libro. Siempre esta­ sición macho y hembra.
mos tentados a limitarnos a soñarlo. Pero con crear nombres no decimos todo. Hay
que cuidarse de hablar el mismo viejo lenguaje
con nombres nuevos. Será conveniente que no nos
4 quedemos en una designación por paralelismo. Un
geómetra sugería que se definieran las relaciones
El anima a la que nos arrastran las ensoñaciones del animus y del anima como dos desarrollos anti­
del reposo no siempre puede ser bien definida por paralelos, lo que equivaldría a decir que el animus
sus apariciones en la vida cotidiana. Los síntomas se ilumina y reina en un crecimiento psíquico, mien­
de feminidad que enumera el psicólogo para esta­ tras que el anima se profundiza y reina descendien­
blecer esas clasificaciones caracterológicas no signi- do hacia la gruta del ser. Descendiendo, descen­
fcian un verdadero contacto con el anima normal, diendo siempre se descubre la ontología de los
el anima que vive en todo ser humano normal. A valores del anima. En la vida cotidiana, los térmi­
menudo el psicólogo sólo observa la espuma de las nos “hombre” y “mujer” —faldas y pantalones—
fermentaciones de un anima perturbada, trabajada son designaciones suficientes. Pero, en la vida sorda
por “problemas” . ¡Problemas! ¡Como si los hubiera del inconsciente, en la vida retirada de un soñador
para aquel que conoce las seguridades del reposo solitario, las designaciones perentorias pierden su
femenino! autoridad. Las palabras animus y anima han sido
En la clínica de los psiquiatras, a pesar de todas elegidas para esfumar las designaciones sexuales,
las anomalías, la dialéctica hombre y mujer per­ para escapar a la simplicidad de las clasificaciones
manece apoyada sobre rasgos de relieve muy fuer­ de estado civil. Sí, bajo las palabras que vienen en
te. Parecería que el hombre se divide demasiado ayuda de nuestros sueños, hay que cuidarse de no
brutalmente bajo los dos signos de la división sexual volver demasiado pronto a los pensamientos habi­
fisiológica para que se pueda esbozar una psicología tuales. Hasta los más grandes caen en ello. Cuando
104 “ A N IM U S” — “ A N IM A ” “ A N IM U S ” — “A N IM A ” 105

Claudel anuncia “para ayudar a que se compren­ 5


dan ciertos poemas de Arthur Rimbaud” una “pa­
rábola de Animus y de Anima” , finalmente sólo 1 Así, siempre en las ensoñaciones de los otros, leí­
evoca bajo esos términos la dualidad del espíritu das con la lentitud de nuestras ensoñaciones de
y del alma. Aún más, el espíritu — animus está muy lector —nunca dentro de la psicología corriente— ,
cerca de ser un cuerpo, un pobre cuerpo que va ; debemos esbozar una filosofía del anima, una filoso­
a pesar sobre la espiritualidad: “ En el fondo —dice fía de la psicología de lo femenino profundo. Nues­
el poeta—, Animus es un burgués, tiene hábitos re­ tros medios limitados nos ofrecen quizás una garantía
gulares; le gusta que le preparen los mismos platos. de seguir siendo filósofos. En el fondo, considerada
Pero [. . •] un día que Animus regresaba de im- ‘ en la vida corriente, el anima no será más que la
proviso, o quizás dormitaba después de cenar o digna burguesa asociada a ese burgués de animus
quizás estaba absorbido en su trabajo, oyó a Anima que nos presenta Paul Claudel. A menudo una
que cantaba sola detrás de la puerta cerrada: una j psicología demasiado evidente ofusca la mirada del
curiosa canción, algo que él no conocía.” 9 Y la ' filósofo. L a psicología de los hombres obstaculiza
“parábola” claudeliana se vuelve una discusión so­ la filosofía del hombre. Así, el propio C. G. Jung,
bre los alejandrinos. quien ha proporcionado tanta luz sobre el anima
Reparemos tan sólo en ese trazo de luz: Anima en el transcurso de sus estudios sobre las ensoña­
es la que sueña y la que canta. Soñar y cantar es ciones cósmicas de un Paracelso o sobre las cosmici-
el trabajo de su soledad. La ensoñación —no el dades cruzadas del animus y del anima en las medi­
sueño— es la libre expansión de toda anima. Sin taciones alquímicas, acepta, al parecer, una pérdida
duda con las ensoñaciones de su anima el poeta de tono en sus pensamientos filosóficos cuando estu­
llega a darle a sus ideas de animus la estructura dia el anima como cliente. Todos hemos conocido
y la fuerza de un canto. hombres autoritarios en sus funciones sociales —al­
Según esto, ¿ cómo leer, sin ensoñación de anima, gún militar de quepis tieso— que se vuelven muy hu­
lo que el poeta ha escrito en una ensoñación de mildes por la noche, cuando regresan bajo la auto­
anima? Con esto me justifico de no saber leer a los ridad de la esposa o de la anciana madre. Con esas
poetas de otra manera más que soñando. “contradicciones” en el carácter, los novelistas hacen
novelas fáciles, novelas que todos comprendemos, lo
que prueba que el novelista dice la verdad, que
la “observación psicológica” es exacta. Pero si la
9 Paul Claudel, Positions et propositions, t. I, p. 56. psicología está escrita por todos, la filosofía sólo
!A N IM U S” — “ A N IM A : “A N IM U S ”— “ANIM A' 107
106

puede ser escrita por algunos. Esos crecimientos del nos tiempos de las “ Manchas,-de tinta”, en su des­
ser que le otorgan al hombre las grandes funciones j preocupada juventud, Barres escribió a Rachilde:
sociales rvo son más que gruesas determinaciones “En la soledad y en mis sollozos, he encontrado a
psicológicas: no corresponden necesariamente a un veces una más real voluptuosidad que en los bra­
relieve del ser que podría interesarle al filósofo. El zos de una mujer.” 11 ¿Estamos ante un documento
psicólogo tiene razón en interesarse en ellos. Debe capaz de sensibilizar los límites del animus y del
tenerlos en cuenta en esos estudios de “medio” y se anima en el autor del Jardín de Bérénice? ¿Debe­
lo agradecerán en la corporación de esos nuevos remos tener confianza en ese documento, difícil­
utilizadores de la psicología que revisan todo lo que mente concebible?
viene de lo humano para clasificarlo en los diversos ¡ ¿No es notable que a menudo las contradicciones
niveles de un oficio. Pero desde el punto de vista del animus y del anima den lugar a juicios iróni­
de la filosofía del hombre profundo, del hombre cos? Con la ironía tenemos a muy poco costo la im­
en soledad, ¿no habrá que tener cuidado de que presión de que somos consumados psicólogos. El
determinaciones tan simples, tan evidentes, demoren inconveniente es que terminamos por creer dignos
el estudio de una ontología sutil? ¿Revelan los ac­ de nuestra atención los únicos casos en que, gracias
cidentes a la sustancia? Cuando Jung nos dice que a nuestra ironía, estamos seguros de entrada de
Bismarck sufría ataques de lágrimas,10 tales desfa­ nuestra “ objetividad” . Pero la observación psicoló­
llecimientos del animas no nos descubren, automá­ gica distingue, divide. Para participar en las unio­
ticamente, manifestaciones positivas del anima. El nes de animus y de anima, habría que conocer la
anima no es una debilidad. No damos con ella observación soñadora, lo que cualquier observador
cuando el animus sufre un síncope. Tiene sus pro­ nato considerara una monstruosidad.
pios poderes; es el principio interior de nuestro Para recibir los poderes positivos del anima, cree­
reposo. ¿Por qué ese reposo llegaría al final de una ; mos que sería necesario, pues, desdeñar las inves­
avenida de lamentaciones, de tristeza, de fatigas? ¡ tigaciones de los psicólogos que andan a la pesca
¿Por qué las lágrimas de animus, las lágrimas de j de psiquismos accidentados. El anima rechaza los
Bismarck, deberán ser el signo de un anima inhi- í accidentes. Es una dulce sustancia, una sustancia
bida? | unida que quiere gozar dulce, lentamente, de su
Por lo demás, hay un signo peor que las lágrimas j ser unido. Se vive más seguramente en anima pro-
lloradas y es el de las lágrimas escritas. En los bue- i 11 Fragmento de una carta de Barres a Rachilde citada
10 C. G. Jung, Le moi et Vinconscient. Trad. Adamov. ipor Rachilde en el capítulo que le ha consagrado a B a­
U n capítulo tiene por título: “El anima y el animus” . rres en su libro: Portraits d’hommes, 1929, p. 24.
108 ‘A N IM U S”— “ A N IM A ” “ A N IM U S ” — “A N IM A ” 109

fundizando la ensoñación, amándola, sobre todo la centes, en cambio no dejarnos de aprobar su efica­
ensoñación de las aguas, el gran reposo de las aguas cia cuando seguimos a Jung en sus estudios de las
dormidas, ¡ Agua hermosa sin pecado que renueva grandes ensoñaciones cósmicas de la alquimia. Todo
las purezas del anima en la ensoñación idealizante! un campo de ensoñaciones que piensan y de pensa­
Ante ese mundo así simplificado por un agua en mientos que sueñan se abre, con la alquimia, al
reposo, la toma de conciencia de un alma soñadora psicólogo que quiere asir los principios de un ani­
es simple. La fenomenología de la simple y pura mismo estudioso. El animismo del alquimista no se
ensoñación nos abre una vía que nos conduce a un satisface con ser expuesto en himnos generales so­
psiquismo sin accidente, hacia el psiquismo de nues­ bre la vida. Las convicciones anirnistas del alqui­
tro reposo. L a ensoñación ante las aguas dormidas mista no están centradas sobre una participación
nos ofrece esta experiencia de una consistencia psí­ inmediata como ocurre con el animismo ingenuo,
quica permanente, muy del anima. En ella recibirnos natural. El animismo estudioso es en este caso un
la enseñanza de una calma natural y una solicita­ animismo que se experimenta, que se multiplica
ción para que tomemos conciencia de la calma de en innumerables experiencias. En su laboratorio, el
nuestra propia naturaleza, de la calma sustancial alquimista expone sus ensoñaciones a la experiencia.
de nuestra anima. El anima, principio de nuestro Desde ese momento, la lengua de la alquimia
reposo, es la naturaleza en nosotros que se basta a es una lengua de la ensoñación, la lengua materna
sí misma,12 es lo femenino tranquilo. El anima, de la ensoñación cósmica. Esta lengua hay que
principio de nuestras ensoñaciones profundas, es aprenderla tal cual ha sido soñada, en la soledad.
verdaderamente en nosotros el ser de nuestra agua Nunca se está tan solo como cuando se lee un libro
durmiente. de alquimia. Se tiene la impresión de que se está
“solo en el mundo” . Y no bien se sueña el mundo,
6 se habla el lenguaje de los comienzos del mundo.
Para reencontrar tales sueños, para comprender
Si ante el empleo de la dialéctica animus-anima tal lenguaje, hay que tener cuidado de desocializar
en la psicología común, podernos mostrarnos reti­ los términos del lenguaje cotidiano. Para dar plena
realidad a la metáfora hay que producir un vuelco.
12 Rémy de Gourmont, estudiando, a su modo, con más ¡ Cuántos ejercicios para un soñador de palabras! L a
cinismo que poesía, la física del amor, escribe: “ El ma­ metáfora se vuelve entonces origen, el origen de una
cho es un accidente, la hembra habría bastado” ( “ La phy-
imagen que actúa directa, inmediatamente. Si el rey
sique de l’amour” , M ercare de Frunce, p. 73). Cf. también
Buytendijk, L a femme, p. 39.
Y la reina, en una ensoñación alquimista, asisten
110 “A N IM U S” -...“ A N IM A ” “ A N IM U S ” — “A N IM A ’ 111

a la formación de una sustancia, no sólo presiden de las materias bajo el signo de' las más queridas
una alianza de los elementos. No son tan sólo y sim­ paternidades. Un espíritu positivo —algún historia­
plemente emblemas para la grandeza de la obra. dor de la alquimia que quiera encontrar rudimentos
Son verdaderamente las majestades de lo masculino de ciencia bajo los textos de exaltación— no deja­
y de lo femenino en el trabajo de lograr una crea­ rá de “reducir” el lenguaje. Pero tales textos se
ción cósmica. Nos vemos transportados de golpe a han mantenido vivos por su lenguaje. Y el psicólogo
la cumbre del animismo diferenciado. En sus gran­ no puede engañarse porque el lenguaje de la alqui­
des acciones, lo masculino y lo femenino vivientes mia es un lenguaje apasionado, un lenguaje que
son reina y rey. sólo puede ser comprendido como el diálogo de
Bajo el signo de la doble corona del rey y de un anima y de un animus unidos en el alma de un
la reina, mientras que el rey y la reina cruzan su soñador.
flor de lis, las fuerzas femeninas y masculinas del Una inmensa ensoñación de palabras atraviesa
cosmos se unen. Reina y rey son soberanos sin di­ ]a alquimia. Aquí se revelan en todo su poder el
nastía. Son dos potencias combinadas que pierden masculino y el femenino de los nombres dados a
su realidad si las aislamos. El rey y la reina de los los seres inanimados, a las materias originales.
alquimistas son el Animus y el Anima del mundo, ¿Qué acción podrían tener los cuerpos y las sus­
figuras engrandecidas del animus y del anima del tancias si no fueran nombrados con un agregado
alquimista soñador. Y esos principios están muy de dignidad en el que los nombres comunes se con­
próximos en el mundo como lo están en nosotros. vierten en nombres propios? Raras son las sustan­
En la alquimia, las conjunciones de lo masculi­ cias cuya sexualidad es versátil: y tienen un papel
no y de lo femenino son complejas. Nunca se sabe que un sexólogo advertido podría elucidar. En todo
bien en qué nivel se realizan las uniones. Muchos caso el animus tiene su vocabulario y el anima el
textos reproducidos por Jung se refieren a momen­ suyo. Todo puede nacer de la unión de dos voca­
tos de la incestuosidad. ¿Quién nos ayudará a lo­ bularios cuando rastreamos las ensoñaciones del ser
grar todos los matices de las ensoñaciones alquími- parlante. Las cosas, las materias, los astros deben
cas, mediante un trabajo de los géneros, cuando obedecer al prestigio de su nombre.
se habla de la unión del hermano y de la herma­ Esos nombres son elogios o desprecios, pero casi
na, de Apolo y de Diana, del Sol y de la Luna? Las siempre elogios. De todos modos, el vocabulario de
experiencias de laboratorio se engrandecen cuando la imprecación es más breve. L a imprecación rom­
puede ponerse la obra bajo el signo de tan gran­ pe la ensoñación. En la alquimia, asegura el fra­
des nombres, cuando se pueden poner las afinidades caso. Guando hay que despertar los poderes de la
112 “A N IM U S” — “A N IM A ” “ A N IM U S” ... “A N IM A ” 113

materia, el elogio es soberano. Recordemos que psicología. Jung eligió felizmente ' el título de su
el elogio tiene una acción mágica. Esto es evidente estudio: Psychologie und Alcherriie. Y la psicolo­
en la psicología humana. Y lo mismo debe ocurrir gía del alquimista es la de las ensoñaciones que se
con una psicología de la materia que le da a la, esfuerzan en constituirse en experiencias sobre el
sustancias fuerzas y deseos humanos. En su libro mundo exterior. Entre ensoñación y experiencia hay
Servius et la fortune, Georges Dumézil escribe que establecer un doble vocabulario. La exaltación
(pág. 67) lo siguiente: “Así, cubierto de elogios, de los nombres de sustancia es el preámbulo de las
Indra púsose a crecer.” experiencias sobre las sustancias “ exaltadas” . El oro
La materia a la cual, al manejarla, se le habla alquímico es una cosificación de una extraña nece­
como corresponde, crece bajo la mano del traba­ sidad de realeza, de superioridad, de dominación
jador. Esta anima acepta los halagos del animus que anima el animus del alquimista solitario. El
que la hace salir de su torpeza. Las manos sueñan. soñador no quiere el oro para un uso social lejano,
Entre la mano y las cosas se desarrolla toda una sino para un uso psicológico inmediato, para ser
psicología. En esta psicología las ideas claras desem­ rey en la majestad de su animus, puesto que el al­
peñan un papel muy reducido. Permanecen real­ quimista es un soñador que quiere, que goza con
mente en el contorno, siguiendo, corno dice Bergson, querer, que se agiganta en “gran querer” . Al in­
el punteado de nuestras acciones habituales. Como vocar el oro —este oro que va a nacer en la caverna
para las almas, también para las cosas el misterio del soñador— el alquimista le pide, como antigua­
está en el interior. Una ensoñación de intimidad mente se le pedía a Indra, que “ponga vigor” . De
—de una intimidad siempre humana— se abre para esta manera la ensoñación alquimista determina
quien entra en los misterios de la materia. un psiquismo vigoroso. Este oro resulta, pues, muy
Si al examinar actualmente los libros alquímicos masculino.
no recibimos todas las resonancias de la ensoñación Y las palabras marchan por delante, siempre por
hablada, corremos el riesgo de ser víctimas de una delante, atrayendo, arrastrando, animando, claman­
objetividad transpuesta. En efecto, hay que tener- do a la vez por esperanza y por orgullo. La ensoña­
miedo de dar a sustancias concebidas como sorda­ ción hablada de las sustancias llama la materia al
mente animadas el estatuto del mundo inanimado nacimiento, a la vida y a la espiritualidad. La lite­
de la ciencia actual. Por lo tanto hay que recons­ ratura está actuando aquí directamente. Sin ella,
truir sin cesar el complejo de ideas y de ensoña­ todo se apaga, los hechos pierden la aureola de sus
ciones. Para esto conviene leer dos veces cualquier valores.
libro de alquimia, en historia de la ciencia o en De ahí que la alquimia sea una ciencia solera-
114 “ A N IM U S”— “ A N IM A ” ‘A N IM U S ” — “A N IM A ” 115

ne. En todas sus meditaciones, el anirnus del alquj. aquí está relacionada con la psicología de la idea­
mista vive en un mundo de solemnidad. lización. La poética de la ensoñación debe darle
, | cuerpo a todas las ensoñaciones de idealización. No
basta, como suelen hacer los psicólogos, considerar­
7 las como escapatorias fuera de lo real. La función
de lo irreal encuentra su empleo sólido en una
En una psicología de la comunión de dos seres que idealización muy coherente, en una vida idealizada
se aman, la dialéctica del animus y del anima apa­ que le da calidez al corazón y un dinamismo real
rece como el fenómeno de la “proyección psicoló­ a la vida. El ideal de hombre proyectado por el ani­
gica” . El hombre que ama a una mujer “proyecta” mus de la mujer y el ideal de mujer proyectado
sobre esta mujer todos los valores que venera en por el anima del hombre son fuerzas flexibles que
su propia anima. Y, de la misma manera, la mujer pueden superar los obstáculos de la realidad. L a
“proyecta” sobre el hombre que ama todos los va­ gente se ama con el mayor idealismo, encargándole
lores que su propio animus querría conquistar. al otro que realice la idealidad tal cual él la sueña.
Esas dos “proyecciones” cruzadas, cuando tienen Asi, en el secreto de las ensoñaciones solitarias se
un buen equilibrio producen las uniones fuertes. animan, no las sombras sino los resplandores que
Cuando una u otra de esas “proyecciones” es de­ iluminan el alba de un amor.
fraudada por la realidad, entonces comienzan los Un psicólogo, al describir lo real, concederá el
dramas de 1a. vida frustrada. Pero esos dramas nos lugar justo a la realidad de las fuerzas idealizantes,
interesan poco en el presente estudio que fundamos desde el momento en que sitúe en el origen de todo
sobre la vida imaginada, imaginaria. Muy preci­ psiquismo humano todas las potencialidades que la
samente, la ensoñación nos abre siempre la posibi­ dialéctica designa como animus y anima; tendría
lidad de abstraemos de los dramas conyugales. Una que establecer las relaciones cuadripolares entre dos
de las funciones de la ensoñación consiste en libe­ psiquismos que comprenden cada uno una potencia­
rarnos de los fardos de la vida. En nuestra anima lidad de animus y una potencialidad de anima. Un
■ está activo un verdadero instinto de ensoñación y estudio psicológico fino, que no olvide nada, ni la
este instinto de ensoñación le asegura a la psiquis realidad ni la idealización, debe analizar la psico­
la continuidad de su reposo.13 Nuestra vínica tarea logía de la comunión de ambas almas, según este
1:1 “ El amor en el sexo débil es el instinto de esta debi­ esquema:
lidad” , citado por Amédée Pichot, Les poetes amoureux,
p. 97.
116 “ A N IM U S” ....“ ANIM A” “ A N IM U S” ..“ A N IM A ” 117

excrecencia de animus que deforrha el carácter ver­


Animas- ,Animas
dadero.
t t Pero al emitir tales juicios, me aventuro en un
terreno que no es el mío. No sé soñar sobre una
Anima' 'Anima novela siguiendo toda la línea del relato. En relatos
de ese tipo encuentro tal enormidad de devenir que
Sobre este teclado de cuatro seres en dos personas descanso quedándome en un sitio psicológico donde
habría que estudiar lo bueno y lo malo de todas las puedo hacer mía una página soñándola. Leyendo
relaciones humanas próximas. Por supuesto que esos y releyendo Le lys dans la vallée no contuve mi
múltiples lazos de los dos animus y de las dos ani­ pena al ver que Félix abandona su río, “el rio de
mas se tensan o se distienden, se debilitan o se ellos” . ¿No era suficiente el castillo de Clochegour-
refuerzan según las peripecias de una vida. Son de, con toda la Tu re na en torno, para fortificar
lazos vivos y el psicólogo debería medir infinita­ el animus de Félix? Félix, ser de infancia débil, casi
mente su tensión. privado de madre, ¿ no podia llegar a ser un verda­
En los hechos, la ensoñación de la psicología ima­ dero hombre viviendo un amor fiel? ¿ Por qué una
ginante sigue en todo novelista las múltiples pro­ gran novela de ensoñaciones se convierte en una no­
yecciones que le permiten vivir alternadamente en vela de hechos sociales, incluso de hechos histó­
animus y en anima en cada uno de sus diferentes ricos? Tales preguntas son las confesiones de un
personajes. Los amores de Félix y Mme. de Mort- lector que no sabe leer un libro objetivamente, como
sauf en Le lys dans la vallée resuenan sobre todas si un libro fuese un objeto definitivo.
las cuerdas de las relaciones cuadripolares, sobre ¿ Cómo ser objetivo ante un libro que amamos,
todo en la primera mitad del libro en donde Balzac que hemos amado, que hemos leído en distintas
ha sabido mantener una novela de ensoñaciones. Esa edades de nuestra vida? Un libro así tiene un pasa­
novela de ensoñaciones está tan bien equilibrada do de lectura. Releyéndolo no siempre hemos su­
que me cuesta leer el final del libro. En este final, frido en la misma página. No se sufre de la misma
ei animus de Félix me parece un animus ficticio, un manera, y sobre todo ya no se espera con la mis­
animus venido de lo externo y que el novelista apli­ ma intensidad en todas las estaciones de una vida
ca sobre su personaje. L a corte de Luis X V III apa­ de lectura. ¿ Podemos acaso revivir las esperanzas de
rece en ¡a obra como una fábula de nobleza que la primera lectura cuando sabemos ahora que Félix
me cuesta trabajo asociar con la vida profunda ha de traicionar? Las búsquedas en animus y en
y simple del primer Félix. Se encuentra allí una anima no ofrecen en todas las edades de la vida
118 “ A N IM U S” -.-‘‘A N IM A ’ ‘A N IM U S ” — “A N IM A ” 119

de un lector las mismas riquezas. Los grandes li­ esta búsqueda de pureza que debe llegar al corazón
bros en especial permanecen psicológicamente vivos. de las sustancias no tiene nada en común con la
Nunca se los termina de leer. preparación de los cuerpos puros en la química
conteipporánea. No se trata de eliminar impurezas
materiales en un metódico trabajo de destilaciones
8 fraccionadas. Se comprenderá de inmediato la dife­
rencia absoluta que existe entre una destilación cien­
El esquema que anteriormente señalamos ha sido tífica y una destilación alquímica si se recuerda que
propuesto por Jung en su obra sobre la Uebertra- el alquimista, no bien terminada una destilación, la
gung. En los hechos, Jung lo aplica a las relaciones vuelve a empezar mezclando de nuevo el elixir y
entre pensamiento y ensoñación que se establecen en­ la materia muerta, lo puro y lo impuro, para que
tre un alquimista y una compañera de laborato­ el elíxir aprenda de algún modo a liberarse de su tie­
rio. El adepto y la hermana de trabajo, doble signo rra. El sabio continúa. El alquimista recomienza.
para expresar la sexualidad de los misterios de la sus­ Por este motivo las referencias objetivas a las pu­
tancia trabajada. Superamos la dualidad del oficio rificaciones de la materia no pueden enseñarnos nada
y de lo doméstico. Para unir las sustancias hace falta con relación a las ensoñaciones de pureza que dan
el doble magister psíquico del anirnus del adepto y al alquimista paciencia para recomenzar. En la al­
del anima de la sóror. L a “conjunción” de las sus­ quimia estamos, no delante de una paciencia inte­
tancias es siempre, en alquimia, la conjunción de lectual, sino en la acción misma de una paciencia
los poderes del principio masculino y del principio moral que escarba en las impurezas de una concien­
femenino. Cuando esos principios han sido muy exal­ cia. El alquimista es un educador de la materia.
tados, cuando han recibido su idealización total, es­ ¡ Qué sueño de moralidad primordial el que vol­
tán prontos para las hierogamias. viera a darle su juventud a todas las sustancias de
En la esperanza de tales uniones, se trata enton­ la tierra! Después de ese largo trabajo de morali­
ces, para el alquimista, de romper en primer lugar dad, los principios mezclados en una primitiva an-
las confusas androginias de las materias naturales, droginidad están “purificados” hasta el punto de
de separar en ellas los poderes solares y los poderes ser dignos de una hierogamia. De la androginidad
lunares, las potencias activas del fuego y la potencia a la hierogamia: tal es la distancia que recorren
aquiescente del agua. Lina ensoñación de “pureza” las meditaciones alquímicas.
de las sustancias —una pureza casi moral— anima A menudo, en obras anteriores, hemos insistido
así los largos trabajos alquímicos. Claro está que sobre los significados psicológicos dominantes de las
120 “ A N IM U S” — “ A N IM A ” ( ‘A N IM U S ” ... “A N IM A ” 121

obras alquímicas. Sólo aludimos a ellos aquí para tar un alma es encontrar su ,p ropia alma. En las
evocar la existencia de ensoñaciones trabajadas. Las ensoñaciones de un amante,' de un ser que sueña
ensoñaciones del alquimista aspiran a ser pensamien- ' cor) otro ser, el anima del soñador se profundiza
tos. Durante largo tiempo, cuando nos esforzábamos soñando con el anima del ser soñado. La ensoña­
en hacer su historia, crucificaron nuestro espíritu en ción de comunión ya no es aquí una filosofía de
ese tormento de la falsa unión del concepto y de la comunicación de las conciencias. Es la vida den­
la imagen del que hablamos en el capítulo prece­ tro de un doble, por un doble, una vida que se
dente. En todas las obras del alquimista, como si anima en una dialéctica íntima de animus y de.
la ensoñación no fuese suficiente por sí misma, el anima. El doblar y el desdoblar intercambian su
alquimista busca verificaciones materiales. Los pen- < función. Doblando nuestro ser al idealizar al ser
samientos de animus quieren verificaciones en las en­ ainado, desdoblamos nuestro ser en sus dos poten­
soñaciones de anima. El sentido de esta verificación cias de animus y de anima.
es inverso de aquel que puede desear un espíritu Para tomar la medida, de todas las idealizaciones
científico, un espíritu limitado a su conciencia de del ser amado y adornado de virtudes en una enso­
animas. ñación solitaria, para seguir todas las transposiciones
que otorgan una realidad psicológica a idealidades
formuladas soñando la vida, hay que encarar, según
nos parece, una transferencia compleja de un alcan­
En esta digresión nos hemos extendido sobre pro­ ce muy distinto que la transferencia descubierta pol­
blemas que le otorgan importancia a los documen­ los psicoanalistas. Teniendo en cuenta esa transfe­
tos alquímicos, porque encontramos en ellos buenos rencia compleja querríamos dar todas sus funciones
ejemplos de convicciones complejas, de convicciones a la U ebertragung, tal como la encara Jung en sus
que reúnen síntesis de pensamientos y conglomerados trabajos sobre la psicología de los alquimistas. Una
de imágenes. Gracias a esas convicciones comple­ simple traducción de la palabra Uebertragung por
jas, seguras de las fuerzas del animus y del anima, el término transferencia tan largamente utilizado
el alquimista cree captar el alma del mundo, par­ por el psicoanálisis clásico, simplifica demasiado los
ticipar en el alma del mundo. Así, desde el mundo problemas. La Uebertragung es en cierta medida
al hombre, la alquimia es un problema de almas. una transferencia por encima de los caracteres más
Encontraremos el misino problema en la ensoña­ contrarios. Esa transferencia pasa por alto el detalle
ción de la unión de dos almas humanas, ensoñación de las relaciones cotidianas, por encima de las rela­
pinna de inversiones que ilustran el tema: conquis- ciones sociales, para vincular situaciones cósmicas.
122 “ A N IM U S” -' “ A N IM A ” “A N IM U S” - - “A N IM A ” 123

Se nos invita entonces a comprender al hombre no losophorum, la unión del rey y. de la reina es tan
sólo a partir de su inclusión en el mundo sino si­ completa que tienen un solo cuerpo. Un solo cuerpo
guiendo sus impulsos de idealización que el mundo dominado por dos cabezas coronadas. Hermoso sím­
trabaja. bolo de la doble exaltación de la androginidad. L a
Para convencerse del alcance de esta explicación androginidad no está hundida en alguna animali­
psicológica del hombre, por el mundo trabajado por dad indistinta, en los orígenes oscuros de la vida. Es
sus ensoñaciones andróginas, bastaría con meditar una dialéctica de la cima. Muestra, viniendo de un
sobre los grabados del libro de Jung: el libro de mismo ser, la exaltación del animus y del anima.
Jung 14 reproduce, en efecto, una serie de doce gra­ Prepara las ensoñaciones asociadas de lo sobre-mascu­
bados tomados de un viejo libro de alquimia: Le lino y lo sobre-femenino.
Rosariurn Philosophorum. Esos doce grabados son
todos ilustraciones de la unión alquímica del rey
y la reina. Este “ rey” y esta “ reina” reinan en el 10
mismo psiquismo, son las majestades de las poten­
cias psicológicas que, gracias a la obra, van a reinar El apoyo que extraernos de una psicología del alqui­
sobre las cosas. La androginidad del soñador va a mista. para sostener una filosofía de la ensoñación
proyectarse en una androginidad del mundo. Si­ i puede parecer muy frágil y lejano. También se
guiendo en su detalle las doce imágenes, añadiendo nos puede objetar que la imagen tradicional que nos
todas las dialécticas del sol y de la luna, del fuego hacemos del alquimista es la de un trabajador so­
y del agua, de la serpiente y de la paloma, de los litario, imagen que a justo título podría ser la de un
cabellos cortos y de la cabellera larga, se reconoce filósofo que sueña en su soledad. ¿Acaso el meta-
el poder de las ensoñaciones asociadas que están físico no es el alquimista de ideas demasiado gran­
también bajo el signo del adepto y de su compa­ des para ser realizadas?
ñera. Allá se igualan dos ensoñaciones de cultura. Pero no hay objeciones capaces de detener a un
Nos mantenemos en equilibrio de ensoñación apo­ soñador que sueña sobre sus ensoñaciones. Llegaré
yándonos sobre las dos transferencias cruzadas que por lo tanto al fondo de todas las paradojas que
siguen las proyecciones del animus sobre el anima dan una intensidad de ser a las imágenes efímeras.
y del anima sobre el animus. La primera de las paradojas ontológicas es esta: la
En cuatro de los doce grabados del Rosariurn Phi- ensoñación, al transportar al soñador a otro mundo
hace del soñador un ser diferente de sí mismo. Y
14 C. G. Jung, Die Psychologie der Uebertragung, Zu-
rich, 1946. sin embargo este otro ser sigue siendo él mismo, el
124 “ A N IM U S” ...“ A N IM A ” “ A N IM U S” ...“ ANIM A” 125

doble de sí mismo. La literatura sobre “el doble” no reforzaría con algunas dudas. En- los hechos la en­
escasea. Poetas y escritores podrían proporcionarnos soñación desdobla más dulce' y naturalmente al
numerosos documentos. Los psicólogos y los psiquia- hombre. ¡Y con qué variedad! Existen ensoñaciones
tras han estudiado el desdoblamiento de la perso­ en las que soy menos que yo mismo. L a sombra es
nalidad. Pero esos “desdoblamientos” son casos ex­ entonces un ser rico, un psicólogo más penetrante
tremos en donde de alguna manera se rom [jen los que el psicólogo de la vida cotidiana. Esta sombra
lazos entre dos personalidades desdobladas. La en­ conoce al ser que duplica mediante la ensoñación
soñación ....y no el sueño... conserva el dominio de el ser del soñador. La sombra, el doble de nuestro
esos desdoblamientos. En los casos que encontrarnos ser, conoce en nuestras ensoñaciones la “ psicología
en psiquiatría, la naturaleza profunda de la enso­ de las profundidades” . Así, el ser proyectado por la
ñación se borra. ensoñación —dado que nuestro yo soñador es un
El “ doble” es sostenido a menudo por una inte­ ser proyectado— es tan doble corno nosotros mis­
lectualidad y registra verificaciones que son quizás inos y, como nosotros mismos, aniinus y anima!. He­
alucinaciones. A veces los mismos escritores fuerzan nos aquí en el nudo de todas nuestras paradojas: el
la nota, dando cuerpo a seres de fantasmagoría. “doble” es el doble de un ser doble.
Pretenden seducirnos mediante hazañas psicológica,* Entonces, en las ensoñaciones más solitarias, cuan­
extraordinarias. do evocamos a los seres desaparecidos, cuando idea­
Son documentos demasiado pesados para nosotros, lizamos a los seres queridos, cuando, en nuestras
experiencias en las cuales no participamos. El opio lecturas, somos lo bastante libres como para vivir
literario nunca ha podido hacerme soñar. en hombre y mujer, sentimos que la vida entera se
Volvamos pues a la simple ensoñación, a una duplica en su idealización, que el mundo incorpora
ensoñación que puede ser la nuestra. A menudo la todas las bellezas de nuestras quimeras. Sin psi­
ensoñación va a buscar a nuestro doble en alguna cología quimérica, no existe psicología verdadera ni
parte extraña, lejos de aquí. Más a menudo aún. en psicología completa. En sus ensoñaciones, el hombre
un [jasado [Jara siempre desaparecido. Y luego, des­ es soberano.
pués de esos desdoblamientos que todavía pertenecen La psicología de observación, el estudiar al hom­
a nuestra historia, puede producirse un desdobla­ bre real, solamente encuentra a un ser que ha per­
miento que sería, si “ pensáramos” en ello, un des­ dido su corona.
doblamiento propio de filósofo: ¿dónde estoy?, Para analizar todas las potencialidades psicológi­
¿quién soy':’, ¿de qué reflejo del ser soy el ser? Pero cas que se ofrecen al solitario de la ensoñación, hay
esas preguntas piensan demasiado. Un filósofo las que partir pues de la divisa: estoy solo, por lo tanto
126 ‘A N IM U S” -..“ ANIM A” “A N IM U S ”....“A N IM A ’ 127

somos cuatro. El soñador solitario se enfrenta a si­ alcanza. Tendría que disponer, de una doble dua­
tuaciones cuadripolares.15 lidad, una “cuadruplidad” . Un lingüista nos dice
Estoy solo, por lo tanto sueño con el ser que ha que hay lenguas que conocen esta maravilla sin in­
Curado mi soledad, qué ha curado mis soledades. formarnos bien sobre el pueblo soñador que habla
Con su vida me proporcionaba las idealizaciones de en ellas.1'
la vida, todas las que duplican la vida, que arras­ Y es aquí donde los juegos intermediarios del pen­
tran la vida hacia sus cumbres, que hacen que el samiento y de la ensoñación, de la función psíquica
soñador viva él también desdoblándose, de acuerdo de lo real y de la función de lo irreal se multiplican
con la gran afirmación de Patrice de la Tour du y se entrecruzan para producir esas maravillas psi­
Pin que dice que los poetas encuentran “ su base cológicas de la imaginación de lo humano. El hom­
elevándose” .1(; bre es un ser por imaginar. Ya que, por último, la
Cuando la ensoñación alcanza tal tonalidad deja función de lo irreal funciona tan bien ante el hom­
de ser una simple idealización de los seres de la bre como ante el cosmos. ¿Qué conoceríamos de
vida. Es una idealización psicológica en profundi­ los demás si no lo imagináramos? ¡ Qué refinamien­
dad. Es una obra de psicología creadora. La ensoña­ tos de psicología sentimos cuando leemos a un no­
ción da lugar a una estética de psicología. La en­ velista que inventa al hombre, y a todos los poetas
soñación es, pues, una obra de psicología creante. Y que inventan prestigiosos crecimientos de lo huma­
el ser idealizado se pone a hablar con el ser idea­ no! Todas esas extralimitaciones son las que vivi­
lizador. Habla en función de su propia dualidad. En mos, sin osar decirlo, en nuestras ensoñaciones ta­
citurnas.
la ensoñación del soñador solitario comienza un
concierto a cuatro voces. Para un ser doble como ¡ Cuántos pensamientos indisciplinados e indiscre­
es él cuando habla a su doble, el lenguaje dual no tos se dan en la ensoñación de un hombre solo!
¡Cuánta compañía de seres soñados en una ensoña­
15 Strindberg, según parece, ha conocido estos desdobla­ ción solitaria!
mientos del dobie. En Leyenda, escribe: “Comenzamos a
\ Y en qué proyecciones cruzadas se anima el ser
amar a una mujer depositando cerca de ella nuestra alma
trozo a trozo. Desdoblamos nuestra persona y la mujei más próximo a nosotros, nuestro doble, doble de
arriada, que antes nos resultaba neutra e indiferente, co­ nuestro ser doble! Así, en nuestras ensoñaciones lú­
mienza a revestirse con nuestro otro yo, volviéndose do­ cidas conocemos una especie de transferencia inte­
ble.” Citado por Otto Rank, Don Juan , trad. francesa, rior, una Uebertragung que nos lleva más allá de
p. 161, en nota.
16 Patrice de la Tour du Pin, L a vie recluse en poésie, 17 Pierre Guiraud, L a grammaire, Col. “ Que sais-je?” ,
núm. 788, p. 29.
p. 85.
128 “ A N IM U S” - “ ANIM A ” “A N IM U S ”— “A N IM A ” 129

nosotros mismos hacia otro nosotros mismos. El es­ entenderse si se participa en, él con una sensibi­
quema que proponíamos más arriba para analizar lidad femenina, llevando registro, sin embargo, de
las relaciones interhumanas es, pues, válido y útil las pequeñas rabias masculinas con las que el al­
para analizar nuestras ensoñaciones de soñador so­ quimista atormenta la materia. El alquimista busca
litario. e] secreto del mundo como un psicólogo busca el
Pero volvamos un poco hacia atrás. Es verdad que secreto de un corazón. Y allí está la sóror para dul­
hay numerosos grabados en los libros de alquimia cificarlo todo. En lo más hondo de toda ensoñación
que representan al adepto y a la hermana de pie encontramos ese ser que hace todo más profundo,
delante del atanor en tanto que un peón semides- un ser permanente. En cuanto a mí, cuando la pa­
nudo sopla el fuego con toda su fuerza en la parte labra hermana aparece en el verso de un poeta,
baja del hogar. ¿Pero será realmente esta una figu­ escucho ecos de una lejana alquimia. ¿E s un texto
ra que describa una realidad? El alquimista hubiera poético o un texto de alquimia del corazón? ¿Quién
tenido mucha suerte si hubiera tenido una compa­ habla en estos dos grandes versos?:
ñera de meditación, una sóror de ensoñaciones. Es
Viens avec moi prier, ma soeur,
más verosímil que estuviera solo, como todos los Pour retrouver la végétale permanence.ls
grandes soñadores. El dibujo nos muestra una si­
[Ven y ruega conmigo, hermana mía, / Para encontrar la
tuación soñada. Todos ios apoyos humanos, tanto vegetal permanencia.]
la sóror que medita como el trabajador que sopla,
son apoyos imaginados. La unidad psicológica del “La vegetal permanencia” ; ¡ qué verdad del ani­
cuadro se obtiene por transferencias cruzadas. To­ ma, qué símbolo para el descanso de un alma en
das esas transferencias son interiores, íntimas. La un mundo digno del sueño!
confianza del alquimista en su meditación y en sus
obras venía de la confortación prodigada por el do­
ble de su doble. En las profundidades de su ser 11
era ayudado por una sóror. .Durante su trabajo su
animus era sostenido por una transfiguración de Al indicar —sin duda con mucha imprudencia— la
su anima. paradoja de nuestras ensoñaciones de cuatro po­
Así los grabados antiguos y los antiguos textos los, hemos abandonado el apoyo habitual en las en­
nos dan, cuando nos ponemos a imaginar sobre ellos, soñaciones de los poetas. Por otra parte, si nos
algunos testimonios de psicología refinada. La al­ 18 Edmond Vandercammen, La porte sans mémoire,
quimia es un materialismo matizado que sólo puede p. 49.
180 :ANI M U S” - - “ ANIM A” “ A N IM U S” - “A N IM A ” 131

hubiéramos permitido buscar referencias en libros blerna exclusivamente en el plano de la creación


eruditos, habríamos podido esbozar sin problemas poética, la referencia habituál a los temperamentos
una filoso/ía del ser andrógino. Nuestra única am­ „os parece que vuelve más pesada la búsqueda. El
bición consiste en atraer la atención sobre una poé- epíteto Weiblüh (femenino) aplicado a los grandes
tica de la androginia, que se desarrollaría en el sen­ creadores es una etiqueta falaz. Un psiquismo que
tido de una doble idealización de lo humano. f)e se abre a las dos potencias del animus y del anima
todas maneras, leemos de otra manera, con una escapa por eso mismo a los impulsos temperamen­
participación profunda, los libros eruditos relativos tales. Tal es, al menos, nuestra tesis y justifica
a la androginia, cuando hemos tornado conciencia a nuestros ojos la propueta de una poética de la
de las potencialidades del anirnus y del anima que ensoñación como doctrina de una constitución del
descansan en el fondo de cualquier alma humana. ser que separa al ser en animus de una parte y en
Junto con esta toma de conciencia en animus y en anima, de otra.
anima, podríamos liberar a los mitos del sobrepeso Por lo demás, la androginia no está en nuestro
de una historicidad explícita. ¿Habrá que recurrir pasado, en una lejana organización de un ser bio­
realmente a leyendas antehumanas para participar lógico que comentaría un pasado de mitos y de
en la androginia, cuando el psiquismo muestra tan leyendas: está ante nosotros, abierta a todo soña­
claras marcas de androginia? ¿Hay que remontarse dor que sueñe en cumplir tanto con el superfeme-
a la cultura platónica de Schleiermacher, corno lo nino como el supermasculino. Las ensoñaciones en
hace Giese en su hermoso l i b r o , p a r a captar el animus y en anima son así psicológicamente pros­
dinamismo de la feminidad del traductor de Pla­ pectivas.
tón? El libro de Fritz Giese es por lo demás de FJ masculino y el femenino, cuando se los idealiza,
una incomparable riqueza. Presenta el medio social se convierten en valores. Y si no se los idealiza, re­
donde se formó el romanticismo alemán dentro de cíprocamente, no son otra cosa que pobres servi­
la gran comunidad cultural que unió a los pensa­ dumbres biológicas. Por lo tanto, una poética de la
dores con el resto. Al parecer, en tal comunión de ensoñación debe estudiar la androginidad designa­
corazones, la cultura misma era andrógina. Muchas da por la dualidad Animus y Anima como valor
veces la referencia al Banquete era en los escritores de ensoñación poética, como principio de ensoña­
del romanticismo alemán una precaución oratoria ción idealizante.
para referirse a una androginia que es la vida mi­ Una emulación en el plano del ser determina va­
ma de su sensibilidad poética. Si se plantea el pro- lores de más que ser. Un gran verso de Elisabeth
19 Fritz Giese, Der romantische Charakter, t. I, 1919. Barrett Browning dilata toda vida amante:
132 “ A N IM U S” — “A N IM A ” “ A N IM U S ” — “A N IM A ’ 133

Make thy lave large r to enlarge my worth, debe dominar la vida, arrastrar lá vida hacia su ápi­
[Haz más grande tu amor para engrandecer mi valor.] ce: “El hombre verdadero, en la plenitud de su
personalidad ideal, no puede, evidentemente, ser sólo
Este verso podría ser tomado como divisa por una
hombre o mujer, sino que tiene que poseer una
psicología de la idealización mutua entre dos ver­
unidad superior de los dos sexos. L a realización de
daderos amantes. esta unidad, la creación del hombre verdadero —uni­
La intervención de un valor cambia de cabo a
dad libre de los principios masculino y femenino
rabo el problema planteado por los hechos. De ese
que conservan su individualidad formal, pero des­
modo la filosofía y la religión pueden cooperar, como
pués de haber superado su diversidad esencial y su
en el caso de las obras de Soloview, para hacer de
desintegración— es, precisamente, la tarea propia
la androginia la base de una antropología. Los
e inmediata del amor.” 21
documentos que tendríamos que utilizar vienen de
Por el hecho mismo de que limitamos nuestros
una larga meditación sobre los Evangelios. No se
esfuerzos a separar el elemento de una poética crea­
los puede transportar a una obra que pretende re­
dora, no podemos apoyarnos sobre los numerosos
ferirse tan sólo a los valores poéticos, en el nivel documentos de la antropología filosófica.
simple de la ensoñación de un soñador solitario.
Podremos encontrar en la tesis de Koyré sobre
Limitémonos a señalar que el andrógino de Solo­ Jacob Boehme, en la de Susini sobre Franz von
view es el ser de un destino supraterrestre. Ese ser Baader, numerosas páginas en las que el verdadero
completo aparece en una voluntad de ideal que destino del hombre aparece como una búsqueda de
habita ya en los corazones amantes, en los grandes la androginidad perdida. Una vez encontrada esta
fieles del amor total. A través de tantos fracasos androginidad sería, para Baader, una unión en las
sentimentales, el gran filósofo ruso ha mantenido cumbres en la complementariedad de los altos va­
este heroísmo del amor puro que prepara la vida lores. Después de la caída, después de la pérdida de
andrógina del más allá. Los fines metafísicos están la androginidad primitiva, Adán se convirtió en el
tan alejados de nuestra experiencia de soñador que depositario de “el poder severo” y Eva en “la guar-
sólo podríamos entreverlos en un largo estudio de diana de la tierna dulzura” .22 Mientras están se­
todo el sistema. Para preparar un estudio así, remi­ parados, estos valores son hostiles. La ensoñación
timos al lector a la tesis de Stremooukoff.20 Digamos de los valores humanos debe tender a coordinarlos,
simplemente que para Soloview un amor exaltado
21 V. Soloview, L e se n s d e l’ a m o u r , trad., p. 59.
20 D. Stremooukoff, V la d i m i r S o lo v ie w et so n oeu vre 22 E. Susini, F r a n z v o n B a a d e r e t le r o m a n tis m e m y s ti-
m e s s ia n iq u e , París, 1935. que, Vrin, t. II, p. 572.
134 ‘A N IM U S” — “ ANIM A’ “ A N IM U S” — “A N IM A ” 135

a incrementarlos en una idealización recíproca. En enmascararía fácilmente los rastros mismos de la


un místico como Von Baader, esta idealización está idealización. Ésta muy bien puede utilizar “proyec­
determinada por la meditación religiosa, pero, aun se- ciones” , pero su movimiento es más libre, va más
parada de la plegaria, esta idealización tiene una lejos, demasiado lejos. Toda la realidad, tanto la
existencia psicológica. Es uno de los dinamismos presente, como la que permanece como una he­
de la ensoñación. rencia de épocas desaparecidas, está idealizada, ver­
Como es natural, un psicólogo, aunque crea en tida en el movimiento de una realidad soñada.
la realidad de esta integración de seres masculinos Pero, más cerca de los problemas que encaramos
y femeninos, querrá proseguir su integración en la en este libro, existe una gran obra en la que la
vida positiva. Por lo tanto, para él las marcas socia­ psicología de animus y de anima se presenta como
les de lo femenino y de lo masculino serán deter­ una verdadera estética de la psicología. Nos refe­
minantes. El psicólogo siempre querrá transferir rimos al ensayo filosófico de Balzac titulado Séraphi-
imágenes a la realidad psicológica. Pero nuestra po­ ta. Por muchos de sus rasgos, Séraphita es un poe­
sición de fenomenólogo simplifica el problema. Cuan­ ma de androginia.
do volvemos a las imágenes de lo masculino y de Recordemos, en primer lugar, que el primer capí­
lo femenino •—incluso a las palabras que los desig­ tulo se denomina “Séraphitüs” , el segundo “Séraphí-
nan— volvemos a las idealizaciones, tales como son. ta” y el tercero “Séraphíta-Séraphitüs” . Así el ser
Siempre será un hecho que la mujer es el ser que integral, suma de lo humano, está presentado suce­
idealizamos, el ser que también quiere su idealiza­ sivamente en sus virtudes activas del elemento
ción. Del hombre a la mujer y de la mujer al hom­ masculino y en sus poderes de conservación del fe­
bre hay una comunicación de anima. Y el anima menino, antes de que se produzca la síntesis, como
es el principio común de la idealización de lo hu­ solidaridad total del animus y del anima. Esta síntesis
mano, el principio de la ensoñación del ser, de un determina una asunción que lleva la marca de lo que
ser que aspiraría a la tranquilidad y por lo tanto, a ! será el destino sobrenatural de la androginia de
la continuidad del ser. Es verdad que la ensoñación Soloview.
de idealización está llena de reminiscencias. Y así Ante este ser andrógino que domina todo lo que
se justifica por muchos motivos que la psicología hay de simplemente terrestre en la creación, Balzac
jungiana vea en ella un proceso de proyección. Hay coloca una inocente joven, Minna, y un hombre que
numerosas pruebas de que el amante proyecta sobre ha conocido las pasiones de la ciudad, Wilfrid. En­
la amada imágenes maternales. Pero todo ese ma- ; tonces el ser andrógino será Séraphitüs ante Minna
terial tomado de un viejo, muy viejo pasado, y Séraphita ante Wilfrid. Se podrían producir dos
136 “ A N IM U S” — “ A N IM A ” “ A N IM U S ” — “A N IM A ” 137

uniones con los seres de la tierra si el ser suprate­ químicas, la psicología de la vidá conyugal común:
rrestre pudiera dividirse y personificar socialmente “El anima suscita ilógicos cambios de humor, el
cada una >de esas potencias: viriles y femeninas. animus produce lugares comunes irritantes.” 23 ¡ Ilo-
A partir de ese momento ya nos encontramos gicidad o chatura, pobre dialéctica de lo cotidiano!
ante la ensoñación de cuatro polos, desde que en Sólo se dan allí, como lo indica Jung, “persona­
la novela filosófica de Balzac hay dos que aman , lidades parcelarias” , personalidades que tienen “el
al andrógino, dos que aman al ser doble, puesto carácter de un hombre inferior o de una mujer in­
que por sí solo Séraphitüs-Séraphita posee el doble ferior” .
magnetismo que atrae todos los sueños. ¡ Cuántas No fue esa novela de las naturalezas inferiores
ensoñaciones cruzadas, entonces, en las páginas del : lo que Balzac quería ofrecer a la Amada, a “ Mine.
gran narrador! ¡ Qué bien conoce Balzac la doble Éveline de Hanska, condeza Rzewuska”, como lo
psicología de Ella para Él y de Él para Ella! Cuan­ indica la dedicatoria de Séraphita.
do Minna ama a Séraphítüs, cuando Wilfrid ama a ( En la vida de todos los días, las designaciones
Séraphita, cuando Séraphitüs-Séraphita quiere ele­ de animus y anima son quizás superflüas, las sim­
var las dos pasiones terrestres a una vida idealiza­ ples designaciones de viril y de afeminado pueden sin
da, ¡ cuántas “proyecciones” de animus en anima duda ser suficientes. Pero cuando queremos enten­
y de anima en animusl Así se nos ofrece a los lectores 1 der las ensoñaciones del ser que ama, que querría
una poesía del psiquismo de idealización, una poesía amar, que lamenta no ser amado tanto como ama
psicológica del psiquismo exaltado. Y que no se : —y Balzac conoció esas ensoñaciones—, las poten­
nos diga que estamos en plena irrealidad. Todas j cias y las virtudes del anima y del animus deben
esas tensiones psíquicas, todas esas iluminaciones del ser evocadas en su idealización. L a ensoñación cua-
ser han sido vividas en el alma-espíritu del poeta. dripolar comienza. El soñador puede proyectar sobre
En segundo plano, abajo, muy abajo, el novelista la imagen de la amada su propia anima, sin que
sabe bien que la naturaleza humana teje las posi­ haya en esto un simple egoísmo de la imaginación.
bilidades de unión —un matrimonio, quizás— entre El soñador quiere que su anima proyectada tenga
Minna y Wilfrid. también un animus personal que no sea el simple
En el matrimonio los sueños se apagan, se desin­ reflejo de su propio animus. En su interpretación
tegran los poderes, se aburguesan las virtudes. Y el el psicoanalista es demasiado pasatista. El anima
animus y el anima a menudo sólo se manifiestan i proyectada por el animus tendrá que ser acompa-
mediante “animosidad” . Bien lo sabe el propio Jung 23 C. G. Jung, Psychologie et religión, trad., Correa,
cuando aborda, muy lejos de las ensoñaciones al- . p. 54.
138 “ A N JM U S” ....“ A N IM A ” “ A N IM U S ” ....“A N IM A ” 139

fiada por un animiis digno del animus de su acom­ recibe de ello un bienestar. Para quien ama soñar
pañante. Lo proyectado es, pues, ün doble, un doble dentro de la red del animus f del anima, la lectura
de una infinita bondad [anima) y de una gran del libro es como una distensión del ser. Para quien
inteligencia [animus). Nada se olvida en los proce­ ama perderse en el bosque del anima, la lectura
sos de idealización. No dejándose tomar por los del libro es una profundización del ser. Ese soña­
recuerdos, sino soñando siempre los valores de un dor piensa que el mundo debe ser redimido por
ser al que amáramos, se desenvuelven las ensoña­ el ser femenino.
ciones de idealización. Y es así como un gran so­ Después de tal lectura en plena ensoñación de un
ñador sueña con su doble. Su doble magnificado libro de un gran soñador, nos asombrarnos ante
lo sostiene. un lector que no se asombra ante un libro asom­
Cuando al final de la novela filosófica Séraphí- broso. Hippolyte Taine desorbitó sus ojos sin lograr-
ta, el ser andrógino que condensa los destinos su- ver nada en él. Después de haber leído Séraphita
praterrestres de lo femenino y de lo masculino deja y Louis Lambert, a los que llama “ los hijos legítimos
la tierra en una “asunción” en la cual participa o adulterinos de la filosofía” , dice: “ Muchos se
todo un universo redimido, los seres terrestres Wil- fatigan y abandonan Séraphita y Louis Lambert
frid y Minna quedan dinamizados por un destino como sueños huecos, penosos de leer.” 24
de idealización. La lección dominante de la medi­ Ante un juicio semejante, cómo no convencerse
tación balzaciana es la incorporación de un ideal de que un gran libro debe ser leído dos veces: una
de vida en la vida misma. La ensoñación que idea­ vez “pensando” como Taine, otra vez soñando en
liza las relaciones entre animus y anima forma par­ compañía de una ensoñación con el soñador que lo
te entonces de la vida verdadera: la ensoñación es ha escrito.25
una fuerza activa en el destino de los seres que
quieren unir su vida por un amor creciente. Gracias 12
al ideal, las complejidades psicológicas se armonizan.
Estos son los ternas que la psicología divisora ---la Durante el romanticismo alemán, cuando se trata­
que se agota buscando en cada ser un núcleo de ba de explicar la naturaleza del hombre con ayuda
ser-- no puede encarar de ningún modo. Y sin
24 H. Taine, Nouveaux essais de critique et d’histoire,
embargo, un libro es un hecho humano y un gran 9' cd., 19J4, p. 90.
libro como Séraphita utiliza numerosos elemento1 25 Nos permitimos remitir al lector al prefacio que es­
psicológicos. Estos elementos llegan a ser coheren­ cribimos para Séraphita en la edición de las obras com­
tes por una especie de belleza psicológica. El lectoi pletas de Balzac, Formes et reflets, 1952, t. 12.
140 “ A N IM U S” — “ A N IM A ” “ A N IM U S ” — “A N IM A ” 141

de los nuevos conocimientos científicos sobre los e] imán sólo da motivo a upa'' lección inicial. La
fenómenos físicos y químicos, no se dudaba en re­ física de los físicos y de los matemáticos hace del
lacionar >la diferencia de los sexos con la polaridad electromagnetismo una doctrina homogénea. En ella
de los fenómenos eléctricos, con la polaridad, más n0 existe el menor hilo de ensoñación que pueda
misteriosa aún, del magnetismo. Goethe decía: Das llevarnos de la polaridad magnética a la polaridad
Magnet ist ein Urphanomen. “ El imán es un fenó­ de los géneros masculino y femenino.
meno fundamental.” Y agregaba: “ Un fenómeno Hacemos esta observación para acentuar la se­
fundamental que basta expresar para tenerlo expli­ paración que en el final del capítulo precedente
cado; así se convierte en un símbolo para todos los planteamos como necesaria entre el racionalismo
demás fenómenos.” 26 De esa manera, apoyándose del pensamiento científico y una meditación filosó­
sobre una física ingenua, se explicaba una psicolo­ fica de los valores estetizantes de la naturaleza hu­
mana.
gía rica en las observaciones de los más grandes
observadores de la naturaleza humana. Un genio Pero una vez excluida toda referencia a polarida­
del pensamiento, como Goethe, un genio de la en­ des físicas, el problema de la polaridad psicológica
soñación como era Franz von Baader, descienden que tanto ocupó a los románticos sigue planteándose.
esta pendiente en la que la explicación olvida la El ser humano considerado tanto en su realidad
naturaleza de lo que debe explicar. profunda como en su fuerte tensión de devenir, es
La psicología contemporánea, enriquecida por las un ser dividido, un ser que se divide de nuevo no
diversas escuelas de psicoanálisis y por la psicología bien se confía por un instante a una ilusión de uni­
de las profundidades, debe cambiar la perspectiva de dad. Se divide y luego se unifica. Si llegase al ex­
tales explicaciones. L a psicología debe conquistar tremo de la división en cuanto al tema de anirnus
explicaciones autónomas. Además, los progresos del y anima se convertiría en un ser fingido. Tales fin­
conocimiento científico anulan incluso el cuadro de gimientos existen: hay hombres y mujeres que son de­
las antiguas explicaciones que definían muy econó­ masiado hombres, hay hombres y mujeres que son
micamente los caracteres cósmicos de la naturaleza demasiado mujeres. L a buena naturaleza tiende a
humana. El imán de acero que atrae el hierro dul­ eliminar esos excesos en provecho de un comercio
ce, que los Goethe, los Schelling, los Ritter contem­ íntimo, en una misma alma, de los poderes de ani­
plaban, ya no es más que un juguete anticuado. En mas y de anima.
la cultura científica más elemental de nuestra época Claro está que los fenómenos de la polaridad que
la psicología de las profundidades designa median­
26 Citado por Fritz Giese, Der romantísche Charakter,
te la dialéctica animus-anima son complejos. Un filó-
1919, t. I, p. 298.
142 “ A N IM U S” -...“ ANIM A” “A N IM U S ” .- “A N IM A ” 143

sofo alejado de los conocimientos fisiológicos precisos Humboldt nos lleva a captar la acción profunda de
no está bien preparado para medir el psiquismo de los géneros masculino y femenino sobre las obras.
las causalidades orgánicas bien definidas. Pero, del En nuestras ensoñaciones de lectores tendremos que
mismo modo que ha roto con las realidades físicas, aceptar las parcialidades masculinas o femeninas del
se ve tentado a. romper con las realidades fisioló­ escritor. Guando se trata del hombre que produce
gicas. De todos modos, le concierne un aspecto del obras poéticas no existe el género neutro.
problema: el de las polaridades idealizantes. Si lo Sin duda, leyendo como soñador, en su restituida
instamos a la polémica el filósofo soñador declara: actualidad de ensoñaciones, los textos románticos,
Los valores idealizadores carecen de causa. La idea­ nos complacemos en una utopía de lectura. T rata­
lización no pertenece al reino de la causalidad. mos la literatura como un valor absoluto. Aislamos
Recordemos que nuestra tarea precisa, en este el acto literario, no sólo de su contexto histórico
libro, es la de estudiar la ensoñación idealizadora, sino también de su contexto de psicología corrien­
una ensoñación que introduce los valores humanos te. Para nosotros, un libro es siempre un punto
en el alma de un soñador, una comunión soñada de alto, que se destaca de la vida cotidiana. Un libro
animus y de anima, principios del ser integral. es vida expresada, por lo tanto vida aumentada.
Para esos estudios de la ensoñación idealizadora, Dentro de nuestra utopía de lectura, abandona­
el filósofo no está limitado a sus propios sueños. mos, pues, las preocupaciones del oficio de biógra­
Precisamente todo el romanticismo, una vez desem­ fo y las usuales determinaciones del psicólogo, de­
barazado de su ocultismo, de su magia, de su pesada terminaciones necesariamente formuladas a partir del
cosmicidad, puede ser revivido como un humanismo hombre medio. Y naturalmente, no creemos útil, a
del amor idealizado. Si pudiéramos separarlo de su propósito de los problemas de la idealización en ani-
historia, captarlo en su vida abundante transpor­ mus y anima, evocar aspectos fisiológicos. Ahí están
tándolo en una vida idealizada de hoy, reconocería­ las obras para justificar nuestras búsquedas hacia
mos que conserva una acción psíquica siempre uti- la idealidad. Una explicación hormonal de Séraphi-
lizable. Las páginas tan ricas y profundas que tüs-Séraphita, o de Pelléas et Mélisande, sería una
Wilhelm von Humboldt consagra a los problema? fantochada. Sin embargo, tenernos derecho a con­
de la diferencia de los géneros ponen de relieve una siderar las obras poéticas como realidades humanas
diferencia entre los genios de lo masculino y de lo efectivas. En las que hemos invocado se realiza una
femenino, y nos ayudan a definir a los seres por su? idealización efectiva en animus y en anima.
elementos más descollantes.27 De esta manera Vori t. I: Ueber den Geschlechtsunterschied und dessen Ein-
27 Cf. Wilhelm von Humboldt, Obras, Leitzsmann, 1903. jlusz auf die organische Natur (1794), i., 311.
144 “ A N IM U S” —-“ A N IM A ” ‘A N IM U S ” ...-“ANIM A' 145

La ensoñación idealizante avanza en un sentido 13


único, de un nivel a otro cada vez más elevado. Un
lector que, siga mal el ascenso, puede tener la Nosotros, que sólo podemos trabajar sobre docu­
impresión de que la obra se le escapa en una evanes- mentos escritos, sobre documentos que son produ­
cencía. Pero quien mejor sueña aprende a no re­ cidos por una voluntad de “redactar” , no podemos
chazar nada. Las ensoñaciones de idealización exce­ borrar una indecisión al llegar a las conclusiones
siva están libres de todo rechazo. En su vuelo, “pasan de nuestras búsquedas. En los hechos, ¿quién es­
por sobre la barrera de los psicoanalistas” . cribe? ¿E l animas o el anima? ¿Es posible que un
La ensoñación excesiva, la ensoñación idealizado­ escritor lleve al extremo su sinceridad de animas
ra que toca un fondo tan complejo como el de las y su sinceridad de anima ? No somos tan confiados
relaciones de la virilidad y de la feminidad, se ma­ como podía serlo el anotador del libro de Eckermann,
nifiesta como una hazaña de la vida imaginada. Esta quien tenía como axioma para determinar una psi­
vida imaginada en una ensoñación que colma de cología de escritor: “Dirne qué es lo que creas y
sus beneficios a un soñador, se cumple en favor te diré quién eres.” 28 La creación literaria de una
de su anima. Ésta es siempre el refugio de la vida mujer por un hombre, de un hombre por una mu­
simple, tranquila, continua. Jung ha podido decir: jer son creaciones ardientes. Tendríamos que ha­
“ He definido el anima simplemente como Arquetipo cerle al creador una doble pregunta: ¿qué eres
de la vida.” 28 Arquetipo de la vida inmóvil, esta­ en cuanto animas, qué eres en cuanto anima ? Y
ble, unida, de acuerdo con los ritmos fundamentales de inmediato la obra literaria, la creación literaria,
de una existencia sin dramas. Quien sueña con la entraría en las peores ambigüedades. Siguiendo el
vida, con la simple vida, sin buscar un saber, se eje más simple del ensueño feliz, nos complacemos
inclina hacia lo femenino. Concentrándose en torno en los ensueños de idealización. Pero, ante la vo­
del anima, los ensueños ayudan al reposo. Nuestros luntad de crear seres que el escritor pretende rea­
mejores ensueños, en cada uno de nosotros, hombres les, duros, viriles, el ensueño pasa a un segundo
y mujeres, provienen de nuestro femenino. Tienen plano. Y el escritor acepta una perspectiva de en­
Ja marca de una innegable feminidad. Si en nosotros vilecimiento. Hay compensaciones que entran en
no existiese un ser femenino, ¿cómo descansaríamos? juego. Un animus que no ha encontrado en su vida
De ahí que hayamos podido inscribir todos nuestros un anima pura, despreciará lo femenino. Querría
ensueños sobre el Ensueño bajo el signo del Anima. encontrar raíces de idealización en lo real psicoló-
28 C. G. Jung, Métamorphoses de l’ áme et ses symboles, 29 Conversatíons de Goethe recueillies par Eckermann.
trad. Le Lay, Ginebra, Georg, 1953, p. 72. trad. Émile Délérot, 1883, t. I, p. 88.
“ A N IM U S” -...“ ANIM A ” “A N IM U S ” — “A N IM A ’ 147
146

gico. Será refractario a la idealización que sin em­ cerebro en cierta medida infame y coqueto.” Y
bargo tiene sus raíces en su propio ser. citando a Rachilde, Barres continúa: “Dios tendría
En cuanto a nosotros, nos prohibimos atravesar que haber creado el amor por un lado y los senti­
ese límite, ir de la psicología de la obra a la psico­ dos por otro. El amor verdadero sólo debería com­
logía de su autor. Yo nunca seré más que un psi­ ponerse de una amistad cálida.” 31
cólogo de libros. En esta psicología de los libros al Y Maurice Barres concluye expresando lo que
menos dos hipótesis tendrán que ser probadas: sigue:
el hombre es semejante a su obra o el hombre es
¿Acaso no parece que Monsieur Venus, amén
contrario a su obra. ¿Y por qué no podrían ser de las luces que proporciona sobre ciertas de­
válidas las dos a la vez? La psicología no es una pravaciones de su tiempo, es un caso infinita­
contradicción. Midiendo la posibilidad de aplicación mente atractivo para aquellos preocupados por
de ambas hipótesis podremos estudiar en todas sus las relaciones, tan difíciles de captar, que unen
finezas, en todos sus subterfugios, la psicología de la obra de arte con el cerebro que la ha dado
a luz? 32
la compensación.
En el caso extremo de las contradicciones de ani­ Al final de cuentas, para idealizar a la mujer, hay
mus y de anima que aparecen en obras que “con­ que ser hombre, un hombre con el sueño recon­
tradicen” a sus autores, debemos abandonar la cau­ fortado en su conciencia de anima.. Después de las
salidad de sus densas pasiones. Valéry escribía a Gide primeras pasiones, Barres sueña con “crearse una
en 1891: “ Cuando Lamartine escribió L a chute d’un imagen femenina, fina y dulce, que se estremezca
ange, todas las mujeres de París eran sus amantes. en él, que fuera él” .33 En una verdadera declara­
Cuando Rachilde escribió Monsieur Venus, era vir­ ción a su alma dice: “Y me amo tan sólo a mí
gen.” 30 mismo por el perfume femenino de mi alma.” En
¿Qué psicoanalista nos ayudará a entrar en todas esta fórmula, el egotismo barresiano recibe una
las vueltas y revueltas del prefacio que Maurice dialéctica que no puede ser analizada sino dentro
Barres escribió en 1889 para el libro de Rachilde: de la psicología de animus y de anima. Al comien­
Monsieur Venus? Este prefacio se titula precisamen­ zo del relato habíamos podido leer que se trataba
te: Complications d’amour ¡Cómo Barres se asom­
31 Rachilde, Monsieur Venus, prefacio de Maurice B a­
bra ante ese libro, por “ ese vicio que estalla en rres, Félix Brossier, París, 1889, p. xvn.
el sueño de una virgen” ! “ Rachilde nació con un 32 Loe. cit., p. xxi.
30 Citado por Hcnri Mondor, Les premiers temps d’une 33 Maurice Barres, Sous l’oeil des barbares, Émile Paul,
1911, pp. 115, 117.
amitié, p. 146.
148 “ A N IM U S” — “ A N IM A ”

no de una historia de amor sino más bien de “la


historia de un alma con sus dos elementos, femenino
III. L A S E N SO Ñ A C IO N E S ' Q U E T IE N D E N
y masculinp” .34
Sin duda cometería un error el soñador que qui­ A L A IN F A N C IA
siera pasar de Berenice a Beatriz, del relato barre-
siano de pobre sensualidad a la mayor de las idea­ Solitude, ma mere, redites-moi ma vie.*
lizaciones de los valores humanos de Dante. Al O. W. de M icos z , L ’amoureuse iniciation.
menos nos llama la atención que el propio Barres Grasset, . . .
haya buscado esta idealización. No ignoraba el pro­
blema planteado por la filosofía de Dante: ¿Beatriz Je n’ai vécu, en quelque sorte, que pour avoir
no representa acaso la Mujer, la Iglesia, la Teolo­ a quoi survivre. En confiant au papier ces
fútiles rernembrances, j ’ai conscience d’ac-
gía? Beatriz es una síntesis de las más grandes idea­ complir l’acte le plus important de ma vie.
lizaciones : para un soñador de los valores humanos J ’étais predestiné au Souvenir. * *
representa el Anima sabia. Resplandece por el co­ O. W. de M ilo sz ,L ’amoureuse initiation,
razón y por la inteligencia. Haría falta un gran Grasset, p. 2.
libro para tratar ese problema. Pero ese libro ya
está escrito; el lector podrá remitirse a la obra de Je t’apporte d’une eau perdue dans ta
Étienne Gilson: Dante et la philosophie,35 ( mémoire—
suis-moi jusqu’á la source et trouve son
(secret. * * *
Pa t r ic e de la T our d u P i n , Le second jen,
Gallimard, p. 106.

* Soledad, madre mía, repíteme mi vida. [T.]


* * “ De alguna manera, sólo he vivido para tener
a qué sobrevivir. Al confiar al papel estos fútiles recuer­
dos, tengo conciencia de realizar el acto más importante
de mi vida. Yo estaba predestinado al Recuerdo.” [T.]
34 Loe. cit., p. 57. * * * “T e traigo un agua perdida en tu memoria / sígue­
E. Gilson, Dante et la philosophie, Vrin, París, 1939. me hasta la fuente y encuentra tu secreto.” [T.]

149
150 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FANCIA EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA 151

1 mos con frecuencia la pendiente qúe nos devuelve a


nuestras soledades infantiles. ■
C u a n d o , en .la soledad, soñamos largamente, aleján­ Dejemos al psicoanálisis el cuidado de curar las
donos del presente para revivir los tiempos de la infancias maltratadas, y los pueriles sufrimientos
vida primera, varios rostros de niños vienen a nues­ de una infancia indurada que oprime la psiquis de
tro encuentro. Fuimos varios durante ese ensayo tantos adultos. Hay una tarea abierta a un poetico-
de nuestra vida, en nuestra vida primitiva. Sólo análisis que podría ayudarnos a reconstruir en nos­
hemos conocido nuestra unidad por los cuentos de otros el ser de las soledades liberadoras. El poetico-
los demás. Siguiendo el hilo de nuestra historia análisis debe devolvernos todos los privilegios de la
contada por ellos, terminamos, año tras año, por imaginación. L a memoria es un campo de ruinas
parecemos. Reunimos nuestros seres en torno a la psicológicas, un revoltijo de recuerdos. Toda nuestra
unidad de nuestro nombre. infancia debe ser imaginada de nuevo. Al reimagi­
Pero la ensoñación no cuenta. O al menos hay narla tendremos la suerte de volver a encontrarla
ensoñaciones tan profundas, ensoñaciones que nos en la propia vida de nuestras ensoñaciones de niño
ayudan a descender tan profundamente en nosotros solitario.
que nos desembarazan de nuestra historia, nos li­ De ahí que las tesis que pretendemos defender
beran de nuestro nombre. Esas soledades de hoy en este capítulo terminen todas haciendo reconocer
nos devuelven a nuestras soledades primeras. Éstas, la permanencia en el alma humana de un núcleo
soledades de niño, dejan en algunas almas marcas de infancia, de una infancia inmóvil pero siempre
imborrables. Toda la vida está sensibilizada por la viva, fuera de la historia, escondida a los demás,
ensoñación poética, por una ensoñación que sabe disfrazada de historia cuando la contamos, pero
el precio de la soledad. La infancia conoce la des­ que sólo podrá ser real en esos instantes de ilumi­
dicha gracias a los hombres. En la soledad puede nación, es decir en los instantes de su existencia
distender sus penas. El niño se siente hijo del cos­ poética.
mos cuando el mundo de los hombres lo deja en Mientras sonaba en su soledad el niño conocía
paz. Y es así como en la soledad, cuando es señor una existencia sin límites. Su ensoñación no es sim­
de sus ensoñaciones, el niño conoce la dicha de plemente una ensoñación de huida. Es una ensoña­
soñar que será más tarde la dicha de los poetas. ción de expansión.
¿Cómo no sentir que hay una comunicación entre Hay ensoñaciones de infancia que surgen con el
nuestra soledad de soñador y las soledades de la brillo de un luego. El poeta vuelve a encontrar su
infancia? Por algo en la ensoñación sosegada segui­ infancia al decirla con verbo de fuego:
152 EN SO Ñ ACIO N ES E IN FA N CIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 153

Verbe en feu. Je dirai ce que fut mon enfance. nuestra infancia el ensueño nos, daba la libertad. Y
On dénichait la lune rouge au fond des bois.1 llama la atención que el dominio más favorable
[Verbo encendido. Diré lo que ha sido mi infancia. / Des­ para recibir la conciencia de la libertad sea preci­
cubríamos la luna roja en el fondo de los bosques.] samente el ensueño. Captar esta libertad cuando
Un exceso de infancia es un germen de poema. interviene en una ensoñación infantil sólo resulta
Nos burlaríamos de un padre que por amor a su una paradoja cuando se olvida que seguimos soñan­
hijo fuese a “descolgar la luna” . Pero el poeta no do con la libertad como cuando éramos niños. Fuera
retrocede ante ese gesto cósmico. Sabe, en su ar­ de la libertad de soñar, ¿qué otra libertad psicoló­
diente memoria, que se trata de un gesto de infan­ gica tenemos? Psicológicamente, sólo en la ensoña­
ción somos seres libres.
cia. El niño sabe bien que la luna, ese gran pájaro
rubio, tiene su nido en alguna parte del bosque. Guardamos en nosotros una infancia potencial.
Así, las imágenes de la infancia, las que un niño Cuando vamos tras ella en nuestras ensoñaciones,
ha podido crear, las que un poeta nos dice que un la revivimos en sus posibilidades, más que en la
niño ha creado, son para nosotros manifestaciones realidad. Soñamos con todo lo que podría haber
de la infancia permanente. Son imágenes de la so­ llegado a ser, soñamos en el límite de la historia y
ledad. Hablan de la continuidad de las ensoñaciones de la leyenda. Para alcanzar los recuerdos de nues­
de la gran infancia y de las ensoñaciones del poeta. tras soledades, idealizamos los mundos en los que
fuimos niños solitarios. Darse cuenta de la ideali­
zación real de los recuerdos de infancia, del interés
personal que tomamos en ellos, es, pues, un problema
de psicología positiva. Así, hay comunicación entre
Parece natural que si nos ayudamos con las imáge­ un poeta de la infancia y su lector mediante la
nes de los poetas, la infancia se revele como psi­ infancia que dura en nosotros. Esta infancia per­
cológicamente bella. No podemos’ menos que hablar ¡ manece como una simpatía de apertura a la vida,
de belleza psicológica ante un acontecimiento atra­ permitiéndonos comprender y amar a los niños
yente de nuestra vida íntima. Esta belleza está en como si fuésemos sus iguales en primera vida.
nosotros, en el fondo de nuestra memoria. Su be­ Un poeta nos habla y nos sentimos agua viva,
lleza es la de un vuelo que nos reanima, que pone fuente nueva. Oigamos a Charles Plisnier:
en nosotros el dinamismo de una belleza viva. En
Ah! Pourvu que j’y cánsente
1 Alain Bosquet, Premier Testament, Gallimard, París, ¡ mon enfance te voici
p. 17. aussi vive, aussi présente
154 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FANCIA EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA 155

Firrnament de verre bleu en las colinas. Pero la colina,.crece, la curva del


arbre de feuille et de neige río se ensancha. Lo pequeño se vuelve grande. El
riviére qui court, oü vais-je? 2
mundo de la ensoñación de infancia es también
[¡A h ! Siempre que yo lo admita / aquí estás infancia
grande, mayor que el mundo ofrecido a la ensoña­
mía / tan viva, tan presente / Firmamento de vidrio azul /
árbol de hoja y nieve / rio que corre, ¿dónde voy?]
ción actual. Existe comercio de grandeza entre la
ensoñación poética ante un gran espectáculo del
Al leer estos versos, veo el cielo azul por encima mundo y la ensoñación de infancia. De este modo,
de mi río en los veranos del siglo pasado. la infancia está en los orígenes de los mayores pai­
El ser del río atraviesa sin envejecer todas las sajes. Nuestras soledades de infancia nos han dado
edades del hombre, de la infancia a la vejez. Y las inmensidades primitivas.
por ello, experimentamos como una especie de du­ Soñando con la infancia, volvemos a la cueva de
plicación de ensoñación cuando, ya tarde en la las ensoñaciones, a las ensoñaciones que nos han
vida, intentamos revivir nuestras ensoñaciones de abierto el mundo. L a ensoñación nos convierte en
infancia. el primer habitante del mundo de la soledad. Y
Esa duplicación de ensoñación, esa profundiza- habitamos tanto más el mundo cuanto que lo habi­
ción que sentimos cuando soñamos con nuestra in­ tamos como el niño solitario habita las imágenes.
fancia, explica que en toda ensoñación, incluso en En el ensueño del niño, la imagen prevalece sobre
esa en que nos sume la contemplación de una gran todo. Las experiencias sólo vienen después. Van a
belleza del mundo, en seguida nos encontremos en contraviento de todas las ensoñaciones de vuelo. El
la pendiente de los recuerdos; insensiblemente nos niño ve mucho y bien. La ensoñación hacia la in­
vemos arrastrados a antiguas ensoñaciones, a veces
fancia nos entrega a la belleza de las imágenes pri­
tan antiguas que no cabe pensar en fecharlas. Un meras.
resplandor de eternidad desciende sobre la belleza
¿Puede ser el mundo tan bello ahora? Nuestra
del mundo. Estamos frente a un gran lago cuyo
adhesión a la belleza primera fue tan fuerte que
nombre saben los geógrafos, en medio de altas mon­
si la ensoñación nos devuelve a nuestros más que­
tañas, y de pronto retrocedemos hacia un lejanísimo
ridos recuerdos, el mundo actual resulta totalmente
pasado. Soñamos mientras recordamos. Recordamos
descolorido. Un poeta que escribe un libro de poe­
mientras soñamos. Nuestros recuerdos nos vuelven
mas bajo el título: Jour de béton [Dias de ce­
a dar un simple río que refleja un cielo apoyado
mento] puede decir:
- Charles Plisnier, Sacre, X X I.
156 EN SO Ñ ACIO N ES E IN FA NCIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 157

.. .Le monde chancelle ¿é ese momento quedó con una luz más fija: se
lorsque je tiens de mon passé hubiese dicho que experimentaba el sentido de
de quoi vivre au fond de rnoi-rneme.s sí misma despertándose dentro de nuestras tinie­
[El mundo vacila / cuando recibo de mi pasado / de qué blas” .
vivir en el fondo de mí mismo.] Así, “en una hora sin nombre” , “ el mundo se
a f ir m a para lo que es” y el alma que sueña es una
¡ Ah! ¡ Qué sólidos seríamos dentro de nosotros
conciencia de soledad. Al final del relato de Villiers
mismos si pudiéramos vivir, revivir, sin nostalgia, ar­
de L ’Isle-Adam (pág. 225), la heroína podrá de­
dorosamente en nuestro mundo primitivo!
cir: “ Mi memoria abismada de pronto en los
En suma, esta apertura hacia el mundo de la que
profundos dominios del sueño, experimentaba incon­
se valen los filósofos, no es sino una reapertura al
cebibles recuerdos.” E l alma y el mundo, juntos,
mundo prestigioso de las primeras contemplaciones.
están, así, abiertos a lo inmemorial.
Dicho de otro modo, esta intuición del mundo, esta
De este modo en nosotros, como un fuego olvida­
Weltanschauung, no es otra cosa que una infancia
do, siempre una infancia puede volver a despertar.
que no se atreve a decir su nombre. Las raíces
El fuego de antes y el fuego de hoy se tocan en un
de ¡a grandeza del mundo se unen en una infancia.
gran poema de Vicente Huidobro:
El mundo comienza para el hombre por una re­
volución de alma que a menudo se remonta a una En mi infancia nace una infancia ardiente como un
infancia. Una página de Villiers de L ’ísle-Adam nos Me sentaba en los caminos de la noche ( alcohol
dará un ejemplo. En su libro Isis, escribió, en 1862, A escuchar la elocuencia de las estrellas
de su heroína, la mujer dominadora: 4 “ El carác­ Y la oratoria del árbol
ter de su espíritu se determinó solo, y fue por Ahora la indiferencia nieva en la tarde de mi alma.5
oscuras transiciones que alcanzó las proporciones Esas infancias que sobrevienen del fondo de la
inmanentes en que el yo se afirma. En cuanto a infancia no son de verdad recuerdos. Para medir
la hora sin nombre, la hora eterna en la que los toda su vitalidad, un filósofo tendría que poder des­
niños dejan de mirar vagamente el cielo y la tie­ arrollar todas las dialécticas demasiado pronto re­
rra, para ella sonó en su noveno año. Lo que en sumidas por esas dos palabras, imaginación y me­
los ojos de esta jovencita soñaba confusamente, des- moria. Vamos a consagrar un parágrafo corto a
3 Paul Chaulot, jo u rs de betón, Amis de Rochefort, sensibilizar el límite de los recuerdos y de las imá­
p. 98.
genes.
4 Conde de Villiers de L ’ ísle-Adam, Isis, Librairie In­
ternationale, París, Bruselas, 1862, p. 85. 5Vicente Huidobro, Altazor.
158 EN SO Ñ A CIO N ES E INFANCIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 159

3 ción que recuerdo sean más ciarás, distingamos al­


gunos centros de polémica entre hechos y valores
Cuando manejábamos en nuestro libro: La poétique psicológicos.
de l’espace los temas que a nuestro modo de ver En su primitivez psíquica, imaginación y memoria
constituían la “psicología” de la casa, vimos jugar aparecen dentro de un complejo indisoluble. R e­
infinitamente las dialécticas de los hechos y de los lacionándolas con la percepción las analizamos mal.
valores, de las realidades y los sueños, de recuerdos El pasado recordado no es simplemente un pasado de
y de leyendas, de proyectos y de quimeras. Exami­ la percepción. Puesto que recordamos, el pasado
nado dentro de tales dialécticas, el pasado no es aparece ya en la ensoñación por su valor de ima­
estable, no vuelve a la memoria ni con los mismos gen. Desde el origen, la imaginación colorea los
rasgos ni con la misma luz. No bien captamos el cuadros que querrá volver a ver. Para ir hasta los ar­
pasado dentro de una red de valores humanos, en chivos de la memoria, hay que encontrar valores
los valores de intimidad de un ser que no olvida, más allá de los hechos. No se analiza la familiaridad
aparece con el doble poder del espíritu que recuer­ contando las repeticiones. Las técnicas de la psico­
da y del alma que se alimenta de su fidelidad. Alma logía experimental no pueden de ningún modo en­
y espíritu no tienen la misma memoria. Sully Prud- carar el estudio de la imaginación considerada en
homrne sabía de esta división, cuando escribió: sus valores creadores. Para revivir los valores del
pasado hay que soñar, hay que aceptar esta gran
O souvenir, l’arne renonce,
dilatación psíquica que es la ensoñación, en la paz
Effrayée, á te concevoir.
de un gran reposo. Entonces imaginación y me­
[Oh, recuerdo, ei alma renuncia, / aterrada, a concebirte.]
moria rivalizan para damos las imágenes que tie­
Sólo cuando el alma y el espíritu están unidos nen de nuestra vida.
en una ensoñación por la ensoñación nos beneficia­ En suma, decir bien los hechos, en la positividad
mos de la unión de la imaginación y la memoria. de la historia de una vida, es la tarea de la memo­
Sólo dentro de tal unión podemos decir que revi­ ria del animus. Pero el anirnus es el hombre exte­
vimos nuestro pasado, que nuestro ser pasado se rior, el que necesita de los otros para pensar. ¿ Quién
imagina que revive. nos ayudará a encontrar en nosotros el mundo de
Por lo demás, para poder constituir la poética de los valores psicológicos de la intimidad? Cuanto
una infancia evocada en una ensoñación, hay que más leo a los poetas, más encuentro consuelo y paz
darle a los recuerdos su atmósfera de imagen. Para en las ensoñaciones del recuerdo. Los poetas nos
que nuestras reflexiones de filósofo sobre la ensoña­ ayudan a mimar a nuestras dichas de anima. Natu-
160 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FANCIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 161

raímente, el poeta no nos dice nada de nuestro ¿e la aventura, muy diferente en éso del sueño, que
pasado positivo. Pero, por la virtud de la vida ima­ sie m p re quiere contarnos una- historia.
ginada, el poeta pone en nosotros una nueva luz: en La historia de nuestra infancia no está psíquica­
nuestras ensoñaciones, creamos cuadros impresio­ mente fechada. Las fechas las colocamos a destiem­
nistas de nuestro pasado. Los poetas nos convencen po; vienen de otros, de fuera, de un tiempo distinto
de que todas nuestras ensoñaciones infantiles mere­ del tiempo vivido, del tiempo en que contamos.
cen ser reanudadas. Víctor Ségalen, gran soñador de vida, ha sentido
El triple lazo: imaginación, memoria y poesía de­ la diferencia entre la infancia contada y la infancia
berá entonces — segundo tema de nuestra investi­ situada en una duración que se sueña: “Si se le
gación— ayudarnos a situar en el reino de los valores cuenta a un niño algún pasaje de su primera in­
ese fenómeno humano que es una infancia so­ fancia, lo retendrá, sirviéndose más tarde para re­
litaria, una infancia cósmica. cordarlo, contar a su vez y prolongar, por repeti­
De esta manera, si podemos profundizar nuestro ción, la duración facticia.” 6 Y en otra página,7
esbozo, tendremos que despertar en nosotros, me­ Victor Ségalen querrá volver a encontrar “el primer
diante la lectura de los poetas, gracias, a veces, a adolescente” , encontrándose verdaderamente “ por
una única imagen poética, un estado de nueva in­ primera vez” con el adolescente que fue. Si repe­
fancia, de una infancia que va más lejos que los timos demasiado los recuerdos, “ese fantasma raro”
recuerdos de nuestra infancia, como si el poeta no- será nada más que una copia sin vida. Los “recuer­
hiciera continuar, terminar una infancia que no se dos puros” , repetidos sin cesar se convierten en
realizó totalmente, que sin embargo era nuestra y estribillos de la personalidad.
que, sin duda, en muchos casos, hemos sonado a ¿Cuántas veces un “recuerdo puro” puede cal­
menudo. Los documentos poéticos que reuniremos dear un alma que recuerda? ¿N o podrá, también
deben entregarnos ese onirismo natural, original, sin el “recuerdo puro” , convertirse en un hábito? Para
nada previo, el onirismo de nuestras propias enso­ enriquecer nuestras ensoñaciones monótonas, para
ñaciones de infancia. revivificar los “recuerdos puros” que se repiten, las
Esas infancias, multiplicadas en mil imágenes, no “variaciones” que nos ofrecen los poetas nos ayudan
tienen fechas. Intentar arrinconarlas dentro de coin­ mucho. L a psicología de la imaginación debe ser
cidencias para ponerlas en relación con los mínimos una doctrina de las “variaciones psicológicas” . La
acontecimientos de la vida doméstica sería ir contra
8 Victor Ségalen, Voyage au pays du réel, Pión, París,
su onirismo. La ensoñación desplaza globos de pen­ 1929, p. 214.
samientos sin preocuparse mucho por seguir el hilo 7 Loe. cit., p. 222.
162 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA E N SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 163

imaginación es una facultad tan actual que suscita transmiten la mayoría de los recúerdos de su pri­
“ variaciones” hasta en nuestros recuerdos infanti­ mera infancia, toda una historia que el niño sabrá
les. Todas esas variaciones poéticas que recibimos contar para siempre. L a pasta que es la infancia es
en plena exaltación son otras tantas pruebas de la puesta en el molde para que el niño siga adecuada­
permanencia en nosotros de un núcleo de infancia. mente la continuación de la vida de los demás.
Si, como fenomenólogos, pretendemos captar su El niño penetra así en la zona de los conflictos
esencia, la historia nos perturba más de lo que nos familiares, sociales, psicológicos. Se convierte en un
ayuda. hombre prematuro. Ni qué decir que este hombre
Tal proyecto fenomenológico de captar en su ac­ prematuro está en estado de infancia reprimida.
tualidad personal la poesía de las ensoñaciones de El niño interrogado, examinado por el psicólogo
infancia es, naturalmente, muy diferente de los exá­ adulto, seguro de su conciencia de animus, no en­
menes objetivos tan útiles de los psicólogos de la trega su soledad. La soledad del niño es más secreta
infancia. Incluso si dejamos hablar libremente a que la soledad del hombre. A menudo descubrimos
los niños, incluso observándolos sin censura, mien­ muy tarde en la vida, en toda su profundidad, nues­
tras están en la total libertad de sus juegos, aun tras soledades infantiles, las soledades de nuestra
oyéndolos con la dulce paciencia de un psicoanalista adolescencia. En el último cuarto de vida compren­
de niños, no se alcanza necesariamente la pureza demos las soledades del primer cuarto, al repercutir
simple del examen fenomenológico. Estamos dema­
las soledades de la edad anciana sobre las olvidadas
siado instruidos para eso y como consecuencia de­ soledades de la infancia.8 El niño soñador es un
masiado llevados a aplicar el método comparativo.
Una madre, que ve en su hijo un incomparable, lo 8 Gérard de Nerval escribió: “Los recuerdos de infan­
haría mejor. Pero, ay, una madre no suele saber cia se reaniman cuando se alcanza la mitad de la vida”
tanto [. . .] Desde que un niño ha alcanzado “ la edad ( L e s f ilie s d u f e u , A n g é liq u e , 6* carta, edic. du Divan,
p. 80). Nuestra infancia espera largo tiempo antes de ser
de la razón” , desde que pierde su derecho absoluto
integrada a nuestra vida. Este reintegro sólo es realizable,
a imaginar el mundo, la madre considera un deber, sin duda, en la última mitad de la vida, cuando volvemos
como todos los educadores, enseñarle a ser obje­ a descender la colina. Jung escribe ( D i e P s y c h o lo g ie d e r
tivo, objetivo de la simple manera en que los adultos U e b e r t r a g u n g , p. 167): “La integración del Uno es, en

se creen “objetivos” . Se le atiborra de sociabi­ su sentido profundo, algo que corresponde a la segunda
mitad de la vida.” Cuando se está en la plenitud de la
lidad. Se le prepara para su vida de hombre dentro
edad, parece que la adolescencia que subsiste en nosotros
del ideal de los hombres estabilizados. Se le ins­ pone diques a una infancia que aguarda ser vivida otra
truye también en la historia de su familia. Se le vez. Esta infancia es el reino del uno mismo, del Selbst
164 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA E N SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 165

niño solo, muy solo. Vive en el mundo de su enso­ fantiles nos permiten conocer a ,uh ser previo a nues­
ñación. Su soledad es menos social, menos dirigida tro ser, toda una perspectiva de antecedencia de ser.
contra la sociedad, que la soledad del hombre. El ¿ Soñábamos con ser y, ahora, al soñar con nues­
niño conoce una ensoñación natural de la soledad, tra infancia, somos nosotros mismos?
una ensoñación que no hay que confundir con la Esta antecedencia de ser se pierde en la lejanía
del niño enfurruñado. En esas felices soledades, el del tiempo; entendamos, en las lejanías de nuestro
niño soñador conoce la ensoñación cósmica, la que tiempo íntimo, en esta múltiple indeterminación de
nos une al mundo. nuestros nacimientos en el psiquismo, ya que el psi-
Nos parece que es en los recuerdos de esta so­ quismo es intentado repetidas veces. Sin cesar, él
ledad cósmica donde encontraremos el núcleo de in­ psiquismo trata de nacer. Esta antecedencia de ser,
fancia que permanece en el centro de la psiquis esta infinitud del tiempo de la lenta infancia, es
humana. Allí es donde más cerradamente se anudan correlativa. L a historia — siempre la historia de los
la imaginación y la memoria. Es allí donde el ser demás— instalada sobre los limites del psiquismo
de la infancia anuda lo real y lo imaginario, viviendo oscurece todas las potencias de la metamnesia per­
con toda su imaginación las imágenes de la realidad, sonal. Y sin embargo, psicológicamente hablando,
Y todas esas imágenes de su soledad cósmica actúan los limbos no son mitos. Son realidades psíquicas
en profundidad en el ser del niño; al margen de imborrables. Para ayudarnos a penetrar en esos lim­
su ser para los hombres se crea, bajo la inspiración bos de la antecedencia del ser, los raros poetas van
del mundo, un ser para el mundo. Ese es el ser de a traernos sus resplandores, su luz ilimitada.
la infancia cósmica. Los hombres pasan, el cosmos
queda, un cosmos siempre inicial, un cosmos que
4
ni los mayores espectáculos del mundo borraron
durante el curso de la vida. L a cosmicidad de nues­ Edmond Vandercammen ha escrito:
tra infancia permanece en nosotros, reapareciendo Toujours en amont de moi-meme
en nuestros ensueños en ¡a soledad. Por lo tanto, ese ] ’avance, implore et me poursuis
núcleo de infancia cósmica permanece en nosotros — O dure loi de mon poéme
como una falsa memoria. Nuestras ensoñaciones so­ Au creux d’une ombre qui me fuit.0
litarias son las actividades de una metamnesia. Al pa­ [Siempre rio arriba de mí mismo / Avanzo, suplico y me
recer nuestras ensoñaciones hacia las ensoñaciones in­ persigo / — Oh dura ley de mi poema / En el hueco
de una sombra que me huye.]
evocado por Jung. El psicoanálisis debería ser ejercido por
9 Edmond Vandercammen, L a porte sans mémoire, p. 15.
ancianos.
166 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 167

En busca del más lejano recuerdo, el poeta quiere Alors que dans les .echamps
un viático, un valor primero más grande que el de son enfance étefnelle
simple recuerdo de un acontecimiento de su his­ le poete se proméne
toria : qui ne veut rien oublier?1
[Mientras que en los campos / de su infancia eterna / el
Oú je croyais me souvenir
poeta se pasea / no queriendo olvidar ñaua.]
]e ne voulais qu’un pen de sel
Me reconnáitre et repartir.
¡Qué grande es la vida cuando meditamos sobre
[Donde creía recordar / Sólo quería un poco de sal / Re­
sus comienzos! Meditar sobre un origen, ¿no es so­
conocerme y volver a partir.]
ñar? ¿Y soñar sobre un origen no es superarlo? Más
Y en otro poem a10 remontándose todavía más allá de nuestra historia se tiende “nuestra incon­
atrás, el poeta pudo decir: mensurable memoria” según una expresión que Bau-
delaire toma de De Quincey.12
Nos ans ne sont-ils pas des songes minéraux? Para forzar el pasado, cuando el olvido nos aco­
[¿No son nuestros años sueños minerales?] rrala, los poetas nos invitan a reimaginar la infancia
perdida. Nos enseñan “ las audacias de la memoria” .13
Si los sentidos recuerdan encontrarán en una ar­ Hay que inventar el pasado, nos dice un poeta:
queología de lo sensible esos “sueños minerales” , esos
sueños de los “elementos” , que nos atan al mun­ Invente. II n’est jete perdue
au jond de la memoire.1*
do, en una “ infancia eterna” .
“Hacia atrás de mí mismo” , dice el poeta; “re­ [Inventa. No hay fiesta que se pierda / en el fondo de
la memoria.]
montando hacia atrás” , dice la ensoñación que in­
tenta remontar hada las fuentes del ser; estas son Y cuando el poeta inventa esas grandes imágenes
las pruebas de la antecedencia del ser. Esta antece­ que revelan la intimidad del mundo, ¿ no está re­
dencia los poetas la buscan donde existe. Tal segu­ cordando?
ridad es uno de los axiomas de una filosofía del A veces la adolescencia, esa fiebre del tiempo en
0)1 irismo. la vida humana, lo cambia todo. Los recuerdos son
¿En qué más allá los poetas no saben recordar? demasiado claros para que los sueños sean gran-
¿Acaso la vida primera no es un ensayo de eterni­
dad? Jean Follain puede escribir: 11 Jean Follain, Exister, p. 37.
12 Baudelaire, Les paradis artificiéis, p. 329.
I;i Pierre Erninanuel//’ombeau d’Orphée, p. 49.
10 E. Vandercammen, loe. cit., p. 39. 11 Robert Ganzo, I/oeurre poétique, Grasset, p. 46.
168 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA
EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 169
des. Y el soñador sabe que hay que ir más allá del estados la contradicción entre ,eí ser y el no-ser
tiempo de las fiebres para dar con el tiempo de disminuye. Un menos-ser trata de ser. Esta antece­
la calma, el tiempo de la infancia feliz en su propia dencia de ser no tiene todavía la responsabilidad
sustancia. En esta página de Jean Follain hay mu­ del ser. Tampoco tiene la solidez del ser constituido
cha de esa sensibilidad en el límite entre la época que cree poder confrontarse con un no-ser. En tal
de la infancia tranquila y la época de la adoles­ estado de alma, sentimos bien que la oposición ló­
cencia agitada: “Había mañanas de esas en que la gica, en su luz más viva, borra toda posibilidad de
sustancia lloraba [ . . . ] Ya había desaparecido el ontología de la penumbra. Son necesarios toques
sentimiento de eternidad que lleva consigo la pri­ muy suaves para seguir, en una dialéctica del res­
mera infancia.” 15 ¡ Qué cambio en la vida cuando plandor y de la penumbra, todas las emergencias
caemos bajo el reinado del tiempo que desgasta, del de lo humano que trata de ver. Vida y muerte son
tiempo en el que la sustancia del ser tiene lá­ términos demasiado burdos. En una ensoñación, la
grimas ! palabra muerte es un término grosero. No debemos
Reflexionemos sobre todos los poemas que aca­ servirnos de él para un estudio mícrometafísico del
bamos de citar. Son muy distintos entre sí y sin
ser que aparece y desaparece para reaparecer si­
embargo todos dan testimonio de una aspiración guiendo las ondulaciones de una ensoñación de
a cruzar el límite, a subir contra la corriente, a ser. Por lo demás, si en ciertos sueños morimos,
alcanzar el gran lago de aguas tranquilas en donde en los sueños, es decir en el onirismo apacible, no
el tiempo descansa de correr. Y ese lago está en morimos. ¿H ará falta decir que, en general, naci­
nosotros, como un agua primitiva, como el medio miento y muerte no son psicológicamente simétri­
en el que una infancia inmóvil permanece aún. cos? Hay en el ser humano muchas fuerzas nacientes
Cuando Jos poetas nos llaman hacia esa región, que, al comienzo, no conocen la fatalidad monótona
entramos en un ensueño tierno, en un ensueño hip­ de la muerte. Sólo morimos una vez. Pero psicoló­
notizado por lo lejano. Llamamos a esta tensión gicamente nacemos múltiplemente. L a infancia corre
de las ensoñaciones de infancia, no teniendo otro desde tantas fuentes que sería tan vano trazar su
nombre mejor, antecedencia del ser. Para entreverla geografía como trazar su historia. Lo dice el poeta:
hay que aprovechar la destemporalización de los es­
tados de gran ensoñación. Creemos que así se pue­ Des enfanees f en ai tant et tant
Que je m’y perdrais en les coniptant™
den conocer estados que están ontológicamente por
[Tantas y tantas infancias tengo / Q ue contándolas rae
debajo del ser y por encima de la nada. En esos
perdería en ellas.]
15 Jean Follain, Chef-lieu, p. 201.
16 Aiexandre Arnoux, Fetits poernes, Seghers, París, p. 31.
170 ENSOÑACIONES E INFANCIA E N SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 171

Todos esos resplandores psíquicos de los nacimien­ 5


tos esbozados iluminan un cosmos naciente que es
Los grandes soñadores de infancias son atraídos por
el cosmos de los limbos. Resplandores y limbos, en
este más allá del nacimiento. K arl Philipp Moritz,
éso consiste la dialéctica de la antecedencia del ser
que logró hacer en su Antón Reiser una autobio­
de infancia. Un soñador de palabras no puede de­
grafía donde se tejen estrechamente sus sueños y
jar de ser sensible a la dulzura de la palabra que
sus recuerdos, ha frecuentado esos preámbulos de
pone resplandores y limbos bajo el imperio de dos
la existencia. Las ideas de la infancia son quizás,
labiales. Con el resplandor, hay agua en la luz y
dice, el lazo imperceptible que nos vincula con
los limbos son acuáticos. Y siempre encontraremos
esos estados anteriores, al menos si eso que ahora
la misma certeza onírica: la infancia es un agua
es nuestro yo ha existido ya una vez, en otras con­
humana, un agua que sale de la sombra. Esta in­
diciones.
fancia entre brumas y resplandores, esta vida en la
“Nuestra infancia sería entonces el Leteo en
lentitud de los limbos, nos da una cierta espesura
el que habríamos bebido para no disolvernos en el
de nacimientos. ¡ Cuántos seres hemos empezado a
Todo anterior y futuro, para tener una personali­
ser! ¡ Cuántas fuentes perdidas que sin embargo han
dad convenientemente delimitada. Estamos situados
corrido! La ensoñación hacia nuestro pasado, la en­
en una especie de laberinto; no encontramos el
soñación que busca la infancia, parece volver a la
hilo que nos permitiría salir y, sin duda, es necesa­
vida vidas que no han llegado a tener lugar, vidas
rio que no lo encontremos. Por eso unimos el hilo
imaginadas. La ensoñación es una mnemotecnia de
de la historia en el preciso lugar en que se rompe
la imaginación. En la ensoñación, tomamos nue­
el hilo de nuestros recuerdos (personales), y vivi­
vamente contacto con posibilidades que el destino
mos, cuando nuestra propia existencia se nos esca­
no ha sabido utilizar. Una gran paradoja se enlaza
pa, en la de nuestros antepasados.” 17
con nuestras ensoñaciones hacia la infancia: ese
El psicólogo que se ocupa de la psicología infan­
pasado muerto tiene en nosotros un futuro, el fu­
til pronto coloca su rótulo de metafísica sobre tales
turo de sus imágenes vivas, el futuro de ensueño
ensoñaciones. Para él serán las más inútiles de to­
que se abre delante de toda imagen recuperada.
das puesto que se trata de ensoñaciones que no todos
17 Citado por Albert Béguin, El alm a romántica y el
sueño. Debemos leer con esta conciencia de penumbra las
estancias de Saint John Perse: “ . . . ¿ Quién sabe aún el lu­
gar de su nacim iento?” (citado por Alain Bosquet, Saint
John Perse, Seghers, p. 5 6 ).
172 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 173

hacen o que el más loco de los soñadores no se Existe en nosotros una “noche, de los tiempos” . Lo
atrevería a confesar. Pero el hecho existe, la en­ que “aprendemos” por la prehistoria, por la histo­
soñación ha sido ensoñada y ha recibido de un gran ria, por la alineación de “dinastías” no podrá ser
soñador y gran escritor, la dignidad de la escritura. nunca una “noche de los tiempos” vivida. ¿Cómo
Esas locuras, esos vanos sueños, esas páginas abe­ podrá entender nunca un soñador que con diez
rrantes encuentran lectores que se apasionan por siglos se haga un milenio? Que nos dejen, pues, so­
ellas. Albert Béguin, después de citar la página de ñar sin cifras con nuestra juventud, con nuestra
Moritz agrega que Cari Gustav Garus, médico y infancia, con la Infancia. ¡ Ah, qué lejos están esos
psicólogo, decía que “ daría todas las memorias con tiempos! ¡ Qué antiguo es nuestro milenario íntimo,
que se inunda la literatura a cambio de observa­ ese que es nuestro, que está en nosotros, listo para
ciones de esta profundidad” . tragarse lo que está antes que nosotros! Cuando
Los sueños de laberinto que evoca la ensoñación se sueña a fondo, nunca se termina de empezar.
de Moritz no pueden explicarse mediante experien­ Novalis escribió:
cias vividas. No se forman con ansiedades de tú­ Aller wirklicher Anfang ist ein zweiter Momení.20
nel.18 No es con experiencias como los grandes soña­ [Todo comienzo efectivo es un segundo momento.]
dores de infancia se plantean la pregunta: ¿de
dónde salimos? Quizás haya una salida hacia la con­ Dentro de esa ensoñación hacia la infancia, la
ciencia clara, ¿pero dónde estuvo la entrada del profundidad del tiempo no es una metáfora tomada
laberinto? Dice Nietzsche: “ Si quisiésemos esbozar de las medidas del espacio. L a profundidad del
una arquitectura de acuerdo con la estructura de tiempo es concreta, concretamente temporal. Basta
nuestra alma [. . .] habría que concebirla a imagen soñar junto con un gran soñador de infancia como
de un Laberinto.” 10 Un laberinto de paredes blan­ Moritz para temblar frente a esta profundidad.
das entre las cuales anda, se desliza el soñador. Y Cuando en la cima de la edad, al llegar a su
de un sueño al otro, el laberinto cambia. fin, vemos tales ensoñaciones, retrocedemos al re­
18 Tampoco recordaremos analizando tales ensueños el
conocer que la infancia es el pozo del ser. Soñando
traumatismo del nacimiento estudiado por el psicoanalista así con la infancia insondable, que es un arque­
Otto Rank. Tales pesadillas y sufrimientos pertenecen al tipo, sé bien que soy considerado otro arquetipo. El
sueño nocturno. Más adelante tendremos ocasión de sub­ pozo es un arquetipo, una de las imágenes más
rayar todavía la diferencia profunda que separa el oniris- graves del alma humana.21
mo del sueño nocturno y el onírismo de la ensoñación en
vigilia. 20 Novalis Schriften, Minor, Jena, 1907, t. II, p. 179.
19 Nietzsche, Aurora. 21 Juan Ramón Jiménez (Platero y yo) escribe: “ ¡ El
174 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 175

Esta agua negra y lejana puede marcar una in­ 6


fancia. H a reflejado un rostro asombrado. Su espejo
no es el de ,1a fuente. Un Narciso no puede compla­ pebe haber una gran tensión de infancia en reser­
cerse en ella. Ya en su imagen viva bajo la tierra va en el fondo de nuestro ser para que la imagen
el niño no se reconoce. L a bruma flota sobre el agua de un poeta nos haga revivir repentinamente nues­
y plantas demasiado verdes enmarcan el espejo. Un tros recuerdos y reimaginar nuestras imágenes, a
soplo frío respira en su profundidad. El rostro que partir de palabras bien reunidas. Y a que la imagen de
aparece en esta noche de la tierra es un rostro del un poeta es una imagen hablada, no una imagen
otro mundo. Si un recuerdo de tales reflejos viene vista por nuestros ojos. Un rasgo de la imagen ha­
en la memoria ¿no es el recuerdo de un premundo? blada basta para que leamos el poema como el eco
Un pozo marcó mi primera infancia. Nunca me de un pasado desaparecido.
acercaba a él si no era con la mano sujeta por la Hay que embellecer para restituir. La imagen
mano de un abuelo. ¿Quién tenía miedo, el abuelo del poeta le vuelve a dar una aureola a nuestros
o el niño? Sin embargo el brocal era alto. Pronto recuerdos. Estamos muy lejos de una memoria exac­
perdí aquel jardín, pero me quedó un malestar ta que pudiera conservar el recuerdo puro encua­
sordo. Sé lo que significa un pozo del ser. Y puesto drándolo. En Bergson parece que los recuerdos
que cuando se evoca la infancia hay que decirlo puros fueran imágenes encuadradas. ¿Por qué recor­
todo, tengo que confesar que el pozo de mis ma­ daremos haber aprendido una lección sobre el ban­
yores temores fue siempre el pozo de mi juego de co de un jardín? Gomo si quisiésemos fijar un punto
la oca. En medio de las veladas más dulces tenía de la historia. Sería necesario, puesto que estamos
más miedo de él que de la calavera colocada sobre en un jardin, repetir los ensueños que distraían
la cruz de tibias.22
el pozo próximo a la casa. En sus soledades el niño se
pozo! [. . .] ¡Q ué palabra tan honda, tan verdinegra, tan dirigía hacia el pozo. Sus ensoñaciones ante el pozo son­
fresca, tan sonora! Parece que es la palabra ¡a que tala­ deaban los orígenes de su ser. L a madre del niño venía
dra, girando, la tierra oscura, hasta llegar al agua fría.” Un a arrancarlo de esta obsesión por los orígenes, de esta
soñador de palabras no puede pasar ante esta ensoñación obsesión por el agua perdida en el fondo de las tierras. El
sin anotarla. pozo es una imagen demasiado fuerte para un niño soña­
22 En la novela de K arl Philipp Moritz, Andreas Hartk- dor.” Y Moritz, en una nota que tiene que impresionar a
nopf, leemos una página que, para nosotros, hace revivir un soñador de palabras, agrega que la palabra pozo bas­
el pozo en todos sus rasgos arquetípicos. “ Cuando An­ taba para traer al alma de Hartknopf el recuerdo de la
dreas era niño le había preguntado a su madre de dónde más lejana infancia (cf. K arl Philipp Moritz, Andreas
había venido. Y la madre le había contestado mostrándole Hartknopf, Berlín, 1786, pp. 54-55).
176 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 177

nuestra atención escolar. El recuerdo puro sólo pue­ pernos encontrar nuestro ser desconocido, suma de
de encontrarse en el ensueño. No viene en el mo­ todo lo incognoscible que es el alma de un niño.
mento preciso a ayudamos en la vida activa. Bergson Cuando la ensoñación llega tan lejos, nos asombra­
es un intelectual que se ignora. Por una fatalidad mos de nuestro propio pasado, nos asombramos de
de la época cree en el hecho psíquico y su doctri­ haber sido ese niño. Hay horas en la infancia en
na de la memoria es, al fin de cuentas, una doc­ las que todo niño es un ser asombroso, el ser que
trina de la utilidad de la memoria. Bergson, pese a su realiza el asombro de ser. Descubrimos así en nos­
voluntad de desarrollar una psicología positiva, no otros una infancia inmóvil, una infancia sin deve­
encontró la fusión del recuerdo con la ensoñación. nir, liberada del engranaje del almanaque.
Y sin embargo, cuántas veces el recuerdo puro, el En ese caso, ya no es el tiempo de los hombres
recuerdo inútil de la infancia inútil, vuelve como que reina sobre la memoria y tampoco el tiempo
un alimento de la ensoñación, como un favor de de los santos, esos jornaleros del tiempo cotidiano
la no vida que nos ayuda a vivir por un instante al que sólo marcan la vida del niño con su nombre,
margen de ¡a vida. Dentro de una filosofía dia­ sino el tiempo de las cuatro grandes divinidades
léctica del reposo y del acto, del ensueño y del del cielo: las estaciones. El recuerdo puro carece de
pensamiento, el recuerdo de infancia dice con bas­ fecha. Tiene una estación. L a estación es la marca
tante claridad la utilidad de lo inútil. Nos entrega fundamental de los recuerdos. ¿Q ué sol o qué viento
un pasado ineficaz para la vida real, pero que es hacía en ese día memorable? Esa es la pregunta
repentinamente dinamizado en la vida, imaginada o que da la tensión justa de reminiscencia. Entonces
reimaginada, que es el ensueño bienhechor. Guando los recuerdos se convierten en grandes imágenes,
envejecemos, el recuerdo de infancia nos lleva a agrandadas, agrandadoras. Están asociados al uni­
los sentimientos delicados, a esa “pena sonriente” verso de una estación, que no engaña y que bien
de las grandes atmósferas baudelaireanas. En la “pena podemos llamar la estación total, que reposa en la
sonriente” vivida por el poeta, realizamos al parecer inmovilidad de la perfección. Estación total por­
la extraña síntesis de la pena y del consuelo. Un que todas sus imágenes expresan el mismo valor,
hermoso poema nos hace perdonar un dolor antiguo. porque con una imagen particular ya poseemos la
Para vivir en esta atmósfera de un pasado debe­ esencia, como este amanecer surgido de la memo­
mos desocializar la memoria y, más allá de los re­ ria del poeta:
cuerdos contados y repetidos, por nosotros mismos
y por los demás, por todos los que nos han hablado
de cómo éramos en nuestra primera infancia, de­
178 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA NCIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 179

Quelle aube, soie déchirée cada estación resuena en nosotros uno de los dina­
Dans le bleu de la chaleur mismos de nuestra entrada al mundo, esta entrada
A surgí remémorée? que tantos filósofos evocan a propósito de cualquier
Quels mouvements de couleurs? 23
cosa y en cualquier momento. L a estación abre el
[¿Q ué alba, seda desgarrada / En el azul del calor / Ha
mundo, mundo en el que cada soñador ve expan­
surgido recordada? / ¿Q ué movimientos de colores?]
dirse su ser. Y las estaciones provistas de su dina­
El invierno, el otoño, el sol, el río del verano son mismo primero son las estaciones de la infancia.
raíces de estaciones totales. No son sólo espectáculos Después, las estaciones pueden engañar, madurar
para la vista, son valores del alma, valores psicoló­ mal, confundirse, volverse insípidas. Pero en nues­
gicos directos, inmóviles, indestructibles. Vividos en tra infancia nunca equivocaban sus signos. L a in­
la memoria, son siempre bienhechores. Son favores fancia ve el mundo ilustrado, el mundo con sus
que permanecen. El verano sigue siendo para mí primeros colores, verdaderos. El gran antes que vol­
la estación del ramo. El verano es un ramo, un ramo vemos a vivir soñando con nuestros recuerdos de
eterno que no puede marchitarse, ya que recupera infancia es el mundo de la primera vez. Todos los
siempre la juventud de su símbolo: es una ofrenda veranos de nuestra infancia dan testimonio del “eter­
siempre nueva, siempre fresca. no verano” . Las estaciones del recuerdo son eter­
Las estaciones del recuerdo son embellecedoras. nas porque son fieles a los colores de la primera
Cuando vamos soñando por el fondo de su simpli­ vez. El ciclo de las estaciones exactas es el ciclo
cidad, en el centro mismo de su valor, las estacio­ mayor de los universos imaginados. Señala la vida
nes de la infancia son estaciones de poeta. de nuestros universos ilustrados. En nuestras enso­
Esas estaciones encuentran el medio de ser sin­ ñaciones volvemos a ver nuestro universo ilustrado
gulares sin dejar de ser universales. Giran en el con sus colores de infancia.
cielo de la infancia y marcan cada infancia con
signos indelebles. Nuestros grandes recuerdos se ubi­
can así en el zodíaco de la memoria, de una me­ 7
moria cósmica que no necesita las precisiones de
la memoria social para ser psicológicamente fiel. Toda infancia es fabulosa, naturalmente fabulosa.
Es la memoria misma de nuestro pertenecer al mun­ No porque se deje impregnar, como podría creerse
do, a un mundo gobernado por el sol dominador. En fácilmente, por las fábulas siempre facticias que se
23 Noel Ruet, “ Le bouquet de sang” , Cahiers de Roche- le cuentan y que sólo sirven para entretener al
]ort, p. 50. antepasado que cuenta. ¡ Cuántas abuelas toman a
E N SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 181
EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA
180
cilidad cuentos para niños, escribiendo así fábulas
su nieto por un tonto! Pero el niño picaro atiza la
de infantilidades. Para entrar en los tiempos fabu-
manía de contar, las sempiternas repeticiones de
1osos hay que ser serio como un niño soñador. L a
la vieja narradora. L a imaginación del niño no vive
fábula no divierte, encanta. Hemos perdido el len­
de esas fábulas fósiles, de esos fósiles de fábulas,
guaje encantador. Henry Thoreau escribió: “Parece­
sino de sus propias fábulas. El niño encuentra sus
ría que en la edad madura no hacemos más que
propias fábulas, que no le cuenta a nadie, en su
languidecer para decir los sueños de nuestra in­
propia ensoñación. Entonces la fábula es la vida
fancia, y éstos se desvanecen de nuestra memoria
misma: antes de que hayamos podido aprender su len­
Y ai vécu satis savoír que je viváis ma fable. guaje.” 26
[He vivido sin saber que vivía mi fábula.] Para volver a encontrar el lenguaje de las fábu­
las hay que participar del existencialismo de lo fa­
Ese gran verso se encuentra en un poema que se buloso, volverse en cuerpo y alma un ser admirati­
titula: Je ne suis sur de rien.2i Sólo el niño perma­ vo, reemplazar ante él mundo percepción por
nente puede entregarnos el mundo fabuloso. Edmond admiración. Admirar para recibir los valores de lo
Vandercammen pide ayuda a la infancia para “se­ que se percibe. Y en el pasado mismo, admirar
gar más cerca del cielo” : 25 el recuerdo. Cuando Lamartine regresa a Saint-Point
en 1849, en un lugar donde va a revivir el pasado,
Le ciel attend d’étre touché par une main escribe: “ Mi alma era un cántico de ilusiones.” 27
D’enfance fabuleuse
— Enfance, mon désir, ma reine, ma berceuse — Ante los testigos del pasado, ante los objetos y lu­
Par une haleine du matin. gares que llaman y precisan los recuerdos, el poeta
[El cielo espera ser tocado por una mano / D e fabulosa conoce la unión de la poesía del recuerdo y de la
infancia / — Infancia, mi deseo, mi reina, mi canción verdad de las ilusiones. Los recuerdos de infancia
de cuna— / Por un aliento matinal.] vueltos a vivir en el ensueño son verdaderamente
“cánticos de ilusiones” en el fondo del alma.
Por lo demás, ¡ cómo contaríamos las fábulas que j
fueron nuestras si precisamente hablamos de ellas ¡
como de “fábulas” ! No sabemos ya qué es una j
fábula sincera. Los mayores escriben con mucha fa- j
24 Jean Rousselot, II n’y a pas d’exil, Seghers, París, p. 41. | 26 Henry David Thoreau, Life in the woods.
25 Edmond Vandercammen, Faucher plus prés du ciel, i 27 Lamartine, Les foyers du peuple¡ 1* serie, p. 172.
p. 42. !
182 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA NCIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 183

8 reposos vividos en un existencialismo de lo poéti­


co. El mundo es muy bello en esas horas en las que
Cuanto más vamos hacia el pasado, más indisoluble no pasa nada. Estábamos dentro de un universo de
pos resulta la mezcla psicológica memoria-imagina­ calma, de ensoñación. Esas grandes horas de no-
ción. Para participar del existencialismo de lo poé­ vida dominan la vida, profundizan el pasado de un
tico hay que reforzar la unión de la imaginación ser separándolo mediante la soledad de las con­
y la memoria. Para eso hay que liberarse de la me­ tingencias ajenas a su ser. El poeta sabe restituirnos
moria historiadora que impone sus privilegios idea- el prestigio de vivir en una vida dominada por la
tivos. No hay otra memoria viva que la que corre vida, en una duración que no dura. Christiane Bu-
por la escala de las fechas sin detenerse demasiado rucoa escribe:
en los lugares del recuerdo. La memoria-imaginación
nos hace vivir situaciones no fácticas, en un exis­ Tu ¿tais, tu viváis et tu ne duráis pas.2a
tencialismo de lo poético que se desembaraza de [Eras, vivías y no durabas.]
los accidentes. Mejor aún, vivimos un esencialismo Los poetas más que los biógrafos nos traen la
poético. En nuestro ensueño que imagina mediante esencia de esos recuerdos del cosmos. Baudelaire toca
el recuerdo, nuestro pasado recupera sustancia. Más en una frase ese punto sensible: “ La verdadera
allá de lo pintoresco, los lazos del alma humana y memoria, considerada desde el punto de vista filo­
del mundo son fuertes. En ese caso lo que vive en sófico, no consiste sino en una imaginación muy
nosotros no es una memoria de la historia sino una viva, creo, fácil de conmoverse y por lo tanto sus­
memoria del cosmos. Vuelven las horas en las que ceptible de evocar en apoyo de cada sensación las
no pasaba nada. Horas grandes y bellas de la vida escenas del pasado ofreciéndolas como el encanto
de antaño en las que el ser soñador dominaba cual­ de la vida.” 30
quier hastío. Un buen escritor de mi Champagne Con esto, Baudelaire parece considerar sólo el
natal escribía: “ [ . . . ] el hastío es la dicha mayor ¡ punto de vista del recuerdo, una especie de instinto
de la provincia. Pienso en este hastío profundo, irre­ que hace que una gran alma componga la ima­
mediable, que por su violencia, libera en nosotros gen que va a ser confiada a la memoria. El tiempo de
la ensoñación” .28 Horas como esas manifiestan su realizar esta composición estética lo da la ensoña­
permanencia en una imaginación recuperada. Están ción, rodeando lo real de bastante luz como para
dentro de una duración distinta de la duración vi­
29 Christiane Burucoa, “ L ’ombre et la proie” , p. 14, Les
vida, en esta no duración que conceden los grandes
cahiers de Rochefort, núm. 3.
28 Louis Ulbach, Voyage autour de mon clocher, p. 199. 30 Baudelaire, Curiosités esthétiques, p. 160.
184 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA NCIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 185

que la visión sea amplia. Los fotógrafos geniales extraordinaria frescura en una mémoria imaginaria.
también saben darle duración a sus instantáneas En medio de vastas extensiones despojadas por el
precisamente una duración de ensueño. El poeta olvido, relucía de continuo esta infancia maravillo­
hace lo mismo. Entonces, lo que confiamos a nues­ sa que tiempo atrás me parecía haber inventado.”
tra memoria de acuerdo con el existencialismo de “Porque mi niñez, para mí, era la que yo me
lo poético es nuestro, está en nosotros, es nosotros. había creado, y no esta niñez que me había im­
Hay que poseer con alma íntegra el centro de la puesto desde fuera una infancia dolorosamente p a­
imagen. Las circunstancias demasiado minuciosamen­ sada.” 31
te anotadas dañan el ser profundo del recuerdo. Son En Bosco oímos la voz de nuestra ensoñación que
las paráfrasis que perturban el gran recuerdo si­ nos incita a imaginar nuestro pasado. Andamos en
lencioso. otra parte muy cercana en la que se confunden
El gran problema del existencialismo de lo poé­ realidad y ensoñación. Es la Otra-Casa, la Gasa de
tico radica en mantener el estado de ensoñación. Otra-Infancia, construida con todo lo que hubiera-
Pedirnos a los grandes escritores que nos trasmitan debido-ser, sobre un ser que no fue y que de pronto
sus ensoñaciones, que nos confirmen en las nues­ se empeña en ser, constituyéndose en la morada de
tras, permitiéndonos así vivir en nuestro pasado nuestra ensoñación.
reimaginado. Cuando leo páginas como las de Bosco siento
Muchas páginas de Henri Sosco nos ayudan a celos: sueña mejor que yo, que sueño tanto. Al
reimaginar nuestro propio pasado. En las notas so­ menos al seguirlo alcanzo las imposibles síntesis de
bre la Convalecencia — ¿acaso no es una infancia los lugares de los sueños dispersados en las estan­
cualquier convalecencia?— encontramos ordenada cias felices en el curso de mi vida. La ensoñación
toda una preontología del ser que vuelve a ser agru­ hacia la infancia nos permite una condensación, en
pando las imágenes felices y salutíferas. Releamos un solo punto, de la ubicuidad de los recuerdos
la admirable página 156 del relato Hyacinthe: “No más queridos. Esta condensación suma la casa de
perdía la conciencia, pero a veces me alimentaba la amada a la casa del padre, como si todos aque­
de las primeras ofrendas de la vida, de algunas sen­ llos a quienes hemos amado debieran vivir juntos
saciones venidas del mundo, nutriéndome entretan­ cuando llegamos a la culminación de nuestra vida.
to de una sustancia interior. Sustancia rara y parsi­ El biógrafo, historia en mano, nos diría: Se equi­
moniosa, pero que no debía nada a los aportes voca usted, la amada no estaba en su vida en los
nuevos. Ya que si todo estaba abolido en mi me­ grandes días de la recolección. El padre no estaba
moria verdadera, todo, por el contrario, vivía con 31 Henri Bosco, Hyacinthe, p. 157.
186 EN SO Ñ A CIO N ES E IN FA N CIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA .187

presente en las veladas junto al hogar cuando el ]as ensoñaciones hacia el pasado,' el escritor sabe
hervidor cantaba. poner una especie de esperanza en la melancolía,
¿Pero por qué mi ensoñación ha de conocer mi una juventud de imaginación en una memoria que
historia? L a ensoñación extiende precisamente la his­ ¡io olvida. Estamos realmente ante una psicología
toria hasta los límites de lo irreal. Es verdadera a fronteriza, como si los recuerdos verdaderos duda­
pesar de todos los anacronismos. Es múltiplemente ran un poco antes de cruzar una frontera para
verdadera en los hechos y en los valores. Los valores conquistar la libertad.
de imágenes se convierten en la ensoñación en he­ Muchas veces Henri Bosco, en su obra, ha fre­
chos psicológicos. En la vida de un lector de enso­ cuentado esta frontera, viviendo entre historia y
ñaciones que el escritor ha vuelto tan hermosas leyenda, entre memoria e imaginación. Dice en el
sucede que las ensoñaciones del escritor se trans­ más extraño de sus libros, en ese Hyacinthe donde
forman en ensoñaciones vividas por el lector. Le­ realiza una gran operación de existencialismo df
yendo “ infancias” la mía se enriquece. Por lo pronto, psicología imaginada: “Conservaba de una memo­
el escritor ha recibido el beneficio de una “ensoñación ria imaginaria toda una infancia que todavía no
escrita” , que supera, por función, lo que el escritor conocía y que sin embargo reconocía.” 34 L a enso­
ha vivido. Henri Bosco dice: “Junto al pasado pe­ ñación que el escritor traza en la vida actual tiene
sante de mi existencia verdadera, sometido a las todas las oscilaciones de las ensoñaciones de infan­
fatalidades de la materia, hice florecer de un soplo cia entre lo real y lo irreal, entre la vida real y
un pasado de acuerdo con mis destinos interiores. la vida imaginaria. Bosco escribe: “Sin duda era la
Y soñando con la vida iba naturalmente hacia las infancia prohibida, con la que ya soñaba cuando
ingenuas delicias de esta memoria irreal.” 32 era niño. En ella me encontraba, extrañamente sen­
Al terminar la convalecencia, cuando la infan­ sible y apasionado. Vivía en una casa calma y fa­
cia irreal va a perderse en un pasado inseguro, el miliar, que nunca tuve, con compañeros de juegos,
soñador de Bosco puede decir, al encontrarse con como los que alguna vez había soñado tener.” 35
algunos recuerdos reales: “ Mis recuerdos no me re­ ¿Será que el niño que subsiste en nosotros per­
conocen [. • •] soy yo, y no ellos, quien parece inma­ manece bajo el signo de la infancia prohibida? Es­
terial.” 33 tamos ahora en el reino de las imágenes, de las
Páginas a la vez tan aéreas y tan profundas están imágenes más libres que los recuerdos. La interdic­
hechas de imágenes que podrían ser recuerdos. En ción que hay que levantar para soñar libremente
32 Henri Bosco, loe. cit., p. 157. 34 Loe. cit., p. 84.
33 Henri Bosco, loe. cit., p. 168. 35 Loe. cit., p. 85.
188 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 189

no depende del psicoanálisis. M ás allá de los com­ tipo de la felicidad simple. Seguramente hay en
plejos relacionados con los padres existen complejos nosotros una imagen, un centro de imágenes que
antropocósmicos contra los cuales la ensoñación nos atrae las imágenes felices y rechaza las experiencias
ayuda a reaccionar. Esos complejos bloquean al de la desdicha. Pero esta imagen al principio no
niño en lo que llamaremos con Bosco la infancia es del todo nuestra; tiene raíces más profundas que
prohibida. Deberemos retomar todos nuestros sue­ nuestros simples recuerdos. Nuestra infancia testi­
ños de infancia para que tengan todo su desarrollo monia la infancia del hombre, del ser tocado por
poético. Es la tarea que debería cumplir el poetico- la gloria de vivir.
análisis. Pero cómo intentarlo; para ello habría que Por otra parte los recuerdos personales, claros y
ser psicólogo y poeta. Y esto es mucho para un solo a menudo repetidos, nunca explicarán por com­
hombre. Guando dejo mis lecturas, cuando sueño pleto por qué tienen tal atractivo, tal valor de
conmigo mismo, cuando vuelvo a ver el pasado, a alma las ensoñaciones que nos vuelven a llevar
cada imagen no puedo sino recordar esos versos, que hacia nuestra infancia. L a razón de este valor que
vuelta a vuelta me consuelan y me atormentan, esos resiste a las experiencias de la vida radica en que la
versos de un poeta que se pregunta, también él, qué infancia sigue siendo en nosotros un principio de
es una imagen. vida profunda, de vida siempre acordada a las po­
Et souvent ce n’est rien qu’une bulle d’enjance sibilidades de recomenzar. Todo lo que comienza
Sous les lentisques du chagrín™ en nosotros en la nitidez de un comienzo es una
[Y a menudo sólo es una burbuja de infancia / Sobre los locura de la vida. El gran arquetipo de la vida que
lentiscos de la pena.] empieza proporciona a todo comienzo la energía
psíquica que Jung reconoció para todo arquetipo.
Como los arquetipos del fuego, del agua y de la
9
luz, la infancia que es un agua, que es un fuego,
En nuestros sueños hacia la infancia, en los poe­ que se convierte en luz, determina una gran abun­
mas que todos querríamos escribir para hacer revivir dancia de arquetipos fundamentales. En nuestras
nuestras primeras ensoñaciones, para entregarnos ensoñaciones hacia la infancia, todos los arquetipos
los universos de la felicidad, la infancia apare­ que vinculan al hombre con el hombre, que logran
ce, en el estilo mismo de la psicología de las pro­ un acuerdo poético de] hombre y del universo, to­
fundidades, como un verdadero arquetipo, el arque- dos esos arquetipos son de algún modo revivifi­
36 Jean Rousselot, II n’y a pos d’exil, Seghers, París, cados.
p. 10. Le pedimos al lector que no rechace sin examen
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esta noción de acuerdo poético de los arquetipos. se limita a abrir otra vez la puerta del sueño. Allí
Querríamos poder demostrarle que la poesía es una está el arquetipo, inmutable, inmóvil bajo la me­
fuerza de síntesis para la existencia humana. Los moria, inmóvil bajo los sueños. Y cuando gracias
arquetipos son, desde nuestro punto de vista, reser­ a los sueños, hemos hecho revivir la potencia de
vas de entusiasmo que nos ayudan a creer en el arquetipo de la infancia, todos los grandes arqueti­
mundo, a amar el mundo, a crear nuestro mundo. pos de las potencias paternas y de las potencias
¡ Cuánta vida concreta le sería concedida al filoso- maternas retoman su acción. El padre está allí,
fema de la apertura del mundo, si los filósofos también él inmóvil. La madre está allí, también
leyeran a los poetas! Cada arquetipo es una aper­ ella inmóvil, ambos escapados del tiempo; ambos
tura al mundo, una invitación al mundo. Desde cada viven con nosotros en otro tiempo. Y todo cam­
apertura surge una ensoñación de expansión. Y la bia: el fuego de antes es un fuego distinto del
ensoñación hacia la infancia nos devuelve las vir­ fuego de hoy. Todo lo que la infancia acoge
tudes de las primeras ensoñaciones. Cuántos prin­ tiene una virtud de origen. Y los arquetipos siem­
cipios verdaderos para un análisis del mundo, el pre serán orígenes de imágenes poderosas.
agua del niño, el fuego del niño, los árboles del Un análisis mediante los arquetipos tomados como
niño, las flores primaverales del niño. fuentes de imágenes poéticas gana una gran homo­
Si la palabra “ análisis” debe tener un sentido geneidad, ya que los arquetipos unen a menudo su
tocante a la infancia, es necesario decir que se ana­ poder. Bajo su reino la infancia carece de com­
liza mejor una infancia mediante poemas que me­ plejos. En sus ensoñaciones el niño realiza la unidad
diante recuerdos, mejor mediante ensueños que de poesia.
mediante hechos. Creemos que tiene sentido hablar Correlativamente, si hacemos un psicoanálisis ayu­
de análisis poético del hombre. Los psicólogos no lo dándonos con poemas, si tomamos un poema como
saben todo. Los poetas proyectan otras luces sobre él. herramienta de análisis para medir su resonancia a
Al meditar sobre el niño que fuimos, más allá distintos niveles de profundidad, a veces consegui­
de toda historia de familia, después de haber supe­ remos reavivar ensueños abolidos, recuerdos olvi­
rado la zona de la pena, después de haber disper­ dados. Una imagen que no está en nosotros, una
sado todos los espejismos de la nostalgia, alcanzamos imagen a veces singular, nos lleva a soñar en pro­
una infancia anónima, un puro hogar de la vida, de fundidad. El poeta ha dado en el clavo. Su emoción
vida primera, de vida humana primera. Y, vol­ nos conmueve, su entusiasmo nos anima. De la
vamos a subrayarlo, esta vida está en nosotros, queda misma manera los “padres contados” no tienen nada
en nosotros. Un sueño nos lleva a ella. El recuerdo en común con nuestro padre, nada en común, sal­
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vo en los grandes relatos de un poeta, la profundidad arquetipo, reubicada en el cosmos de los grandes
de un arquetipo. Entonces la lectura se llena de arquetipos que están en la base del alma humana, la
sueños y se' vuelve un diálogo con nuestros desapa­ infancia meditada es más que la suma de nuestros
recidos. recuerdos. Para comprender nuestro apego al mun­
Soñada y meditada, meditada en la intimidad do, hay que agregarle a cada arquetipo una in­
misma de la ensoñación solitaria, la infancia toma fancia, nuestra infancia. No podemos amar el agua,
la tonalidad de un poema filosófico. El filósofo el fuego o el árbol sin poner en ello una amistad, un
que le otorga un lugar a los sueños en la “reflexión amor que se remonta a nuestra infancia. Los amamos
filosófica” conoce, con la infancia meditada, un co­ desde nuestra infancia. Todas esas bellezas del mun­
gito que sale de la sombra, que conserva una franja do, cuando ahora las amamos en el canto de los
de sombra, que es quizás el cogito de una “sombra”. poetas, las estamos amando en una infancia reen­
Ese cogito no se transforma de inmediato en cer­ contrada, en una infancia reanimada a partir de esta
teza, como el cogito de los profesores. Su luz es un infancia latente en cada uno de nosotros.
resplandor que desconoce su origen. En él la exis­ Basta así la palabra de un poeta, la imagen nue­
tencia no está nunca bien afirmada. En primer va pero arquetípicamente verdadera, para que re­
lugar, ¿por qué existir ya que se sueña? ¿Dónde encontremos los universos de la infancia. Sin in­
comienza la vida, en la vida que no sueña o en la fancia no hay verdadera cosmicidad. Sin canto
vida que sueña? ¿Dónde fue la primera vez?, se cósmico, no hay poesía. El poeta despierta en nosotros
pregunta el soñador. En el recuerdo todo es nítido, la cosmicidad de la infancia.
pero, ¿y en la ensoñación que se vincula con el Vamos a dar a continuación bastantes imágenes
recuerdo? Parecería que esta ensoñación rebota so­ en las que los poetas determinan en nosotros, en el
bre lo insondable. La infancia se constituye por frag­ sentido en que lo empleaba Minkowski, una “ reso­
mentos en el tiempo de un pasado indefinido, nial nancia” de los arquetipos de la infancia y de la
armada gavilla de comienzos vagos. El de inmedia­ cosmicidad.
to es una función temporal del pensamiento cla­ Porque, y en eso radica el hecho fenomenológico
ro, de la vida que transcurre en un solo plano. decisivo, la infancia, en su valor arquetípico, es co­
Pensando la ensoñación para descender hasta las municable. Un alma nunca es sorda a un valor de
seguridades del arquetipo, hay que “ profundizar”, infancia. Por singular que sea el trazo evocado, si
para emplear una expresión que algunos alquimistas tiene el signo de la primitivez de la infancia, des­
gustaban emplear. pierta en nosotros el arquetipo de la infancia. La
Así, tomada en la perspectiva de sus valores de infancia, suma de las insignificancias del ser hu­
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mano, tiene una significación fenomenológica pro- 10


pia, una significación fenomenológica pura, puesto
que está bajo el signo de la maravilla. Gracias al Entre la melancolía ligera de la que nace cualquier
poeta nos hemos convertido en el puro y simple ensoñación y la melancolía lejana de un niño que
sujeto del verbo maravillarse. ha soñado mucho, el acuerdo es profundo. Por la
Muchos nombres propios vienen a herir, a vejar, melancolía del niño soñador, la melancolía de toda
a doblegar al niño anónimo de las soledades. En la ensoñación tiene un pasado. Por este acuerdo se
propia memoria, vienen demasiados rostros a im­ forma una continuidad de ser, la continuidad del
pedirnos recuperar los recuerdos de las horas en existencialismo del ser soñador. Sin duda conoce­
que estábamos solos, muy solos, en el profundo has­ mos ensoñaciones que preparan nuestro vigor, que
tío de estar solos, también libres para pensar en el dinamizan nuestros proyectos. Pero ellas precisamen­
mundo, libres para ver el sol poniente, el humo que te tienden a romper con el pasado. Alimentan una
sube desde un techo, todos esos grandes fenómenos rebelión. Ahora bien, las rebeliones que permanecen
que vemos mal cuando no estamos solos para mi­ en los recuerdos infantiles nutren mal las rebeliones
rarlos. inteligentes de hoy. L a función del psicoanálisis
El humo que sube de un techo, nexo entre la ciu­ es curarlas. Pero las ensoñaciones melancólicas no
dad y el cielo. En los recuerdos siempre será azul, son nocivas, incluso ayudan a nuestro descanso, dán­
lento y leve. ¿Por qué? dole cuerpo.
Cuando somos niños nos muestran tantas cosas Si pudiésemos proseguir nuestras búsquedas so­
que perdemos el sentido profundo de ver. Ver y bre la ensoñación natural, sobre la ensoñación des­
mostrar están fenomenológicamente en antítesis vio­ cansada, deberían convertirse en una doctrina com­
lenta. ¡ De qué manera, además, los adultos nos plementaria del psicoanálisis. El psicoanálisis estudia
muestran el mundo que han perdido! una vida de acontecimientos. Tratamos de conocer
Saben, creen que saben, dicen que saben. Demues­ la vida sin acontecimientos, una vida que no engrana
tran al niño que la tierra es redonda, que gira con la vida de los demás. Es la vida de los demás
alrededor del sol. Pobre niño soñador, ¡ qué cosas la que trae a nuestra vida los acontecimientos. Ante
te toca escuchar! ¡Qué liberación para tu ensoña­ esta vida apegada a su paz, sin acontecimientos, to­
ción cuando abandonas la clase para subir a la dos los sucesos corren el riesgo de resultar “ trau­
colina, a tu colina! mas”, brutalidades masculinas que turban la paz
¡Qué ser cósmico es un niño soñador! natural de nuestra anima, del ser femenino que en
nosotros sólo vive bien en su ensueño.
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Suavizar, borrar el carácter traumático de ciertos talgia de la nostalgia. El poeta dé las aguas pálidas
recuerdos de infancia, tarea saludable del psicoaná­ e inmóviles, Georges Rodenbách, conocía esta nos­
lisis, equivale, a disolver esas concreciones psíquicas talgia redoblada. Al parecer lo que extraña de la
formadas en tomo a un acontecimiento singular. infancia no son las alegrías sino la tristeza tranqui­
Pero una sustancia no puede disolverse en la nada. la, la tristeza inmotivada del niño solitario. L a vida
Para disolver las concreciones desdichadas, la en­ nos aparta demasiado de esta melancolía radical.
soñación nos ofrece sus aguas calmas, las aguas Rodenbách debe la unidad de su genio poético a
oscuras que duermen en el fondo de toda vida. El esta melancolía infantil. Hay lectores que piensan
agua, siempre el agua viene en ayuda de nuestra que la poesía melancólica es monótona. Pero si nues­
tranquilidad. De todos modos los ensueños reposan­ tro ensueño nos hace sensibles a los matices olvi­
tes necesitan encontrar una sustancia de reposo. dados, los poemas de Rodenbách nos vuelven a
Si la noche y sus pesadillas competen al psico­ enseñar a soñar dulcemente, a soñar fielmente. En­
análisis, la ensoñación de las hermosas horas de re­ sueños hacia la infancia: ¡ nostalgia de la fidelidad!
poso no necesita, para ser positivamente saludable, Así el poema xiv de Le rriiroir du ciel natal (1898),
sino ser mantenida por una conciencia de tranqui­ reanima en cada una de sus estrofas la melancolía
lidad. Incluso la función de una fenomenología de primera:
la ensoñación sería multiplicar el beneficio de la
ensoñación por una conciencia de ésta. L a poética Douceur du passé quon se remémore
A travers les brumes du temps
de la ensoñación no tiene más cometido que de­ Et les brumes de la mémoire.
terminar los intereses de ensoñación que mantengan
al soñador en una conciencia de tranquilidad. Douceur de se revoir soi-méme enfant,
Aquí, en una ensoñación hacia la infancia, el poe­ Dans la vieille maison aux pierres trop noircies
ta nos llama a la tranquilidad consciente, ofrecién­
dose a transmitimos el poder tranquilizador de la Douceur de retrouver sa figure amincie
D’enfant pensif, le front aux vitres. . .
ensoñación. Pero, una vez más, esta tranquilidad
[Dulzura del pasado que uno recuerda / A través de las
tiene una sustancia, la sustancia de una melancolía
brumas del tiempo / Y las brumas de la memoria. / D ul­
tranquila. En esta sustancia de la melancolía, dicha zura de volverse a ver niño, / En la vieja casa de piedras
tranquilidad sería vacía, sería la tranquilidad de oscurecidas... / Dulzura de reencontrar su rostro adel­
la nada. gazado / De niño pensativo, con la frente en los vidrios. . .]
Se explica entonces que lo que nos arrastra hacia
los ensueños de la infancia sea una especie de nos­
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La poesía resplandeciente, la poesía de sílabas que Así, muy simplemente, el poeta nos pone ante un
resuenan en busca del brillo de los sonidos y de los recuerdo de estado. En un poema descolorido, sin
colores, sentirá muy poca simpatía por este niño pen­ acontecimientos, reconocemos estados conocidos, pues­
sativo, con “la frente en los vidrios” . Ya no se lee to qu.e en la infancia más turbulenta, en la más
a Rodenbach. Pero en él se guarda una infancia: la alegre, existen horas “del Norte” .
infancia desocupada, la infancia que al aburrirse Esas horas sin reloj están todavía en nosotros. L a
conoce el tejido unido de la vida. En la ensoñación ensoñación nos las trae propicias, apaciguadoras.
teñida de melancolía, el soñador conoce en ese te­ Son simple pero noblemente humanas. Todas las pa­
jido el existencialismo de la vida tranquila. Vol­ labras del poema de Rodenbach son verdaderas y
vemos, pues, con el poeta a las playas de la infan­ si soñamos con tal poema pronto reconocemos que
cia, alejadas de toda tormenta. no son superficiales y que nos llaman a una pro­
En el mismo poema Rodenbach escribe (pág. 63): fundidad del recuerdo. Porque en nosotros, entre
todas nuestras infancias existe ésta: la infancia me­
A-t-on été cet enfant que voild? lancólica, una infancia que ya encerraba la seriedad
Silencieuse et triste enfance y la nobleza de lo humano. No la cuentan los que
Qui jamais ne rit. cuentan los recuerdos. ¿De qué modo podrían ha­
[¿Hemos sido ese niño que está ahí? / Silenciosa y triste cernos vivir un estado contándonos acontecimien­
infancia / Que no ríe jamás.]
tos? Quizás hace falta un poeta para que se nos
revelen tales valores de ser. En todo caso la ensoña­
y en la página 64:
ción hacia la infancia conocerá un gran bienestar
Enfant trop nostalgique et qui se sentait triste de reposo si profundiza tras la ensoñación de un
poeta.
Enfant qui ne jouait jamais, enfant trop sage En nosotros, todavía en nosotros, la infancia es
Enfant dont l’ame était trop atteinte du Nord un estado de alma.
Ah! ce noble, ce pur enfant qu’on a été
Et qu’on se remémore 11
Toute sa vie . . .
[Niño demasiado nostálgico y que se sentía triste / . . .Niño
Encontramos en nuestras ensoñaciones este estado
que no jugaba nunca, niño demasiado prudente / Niño cuya
alma estaba demasiado alcanzada por el Norte / ¡ Ah! ese
de alma, que viene en nuestra ayuda para llevar
noble, ese puro niño que hemos sido / Y que recordamos nuestro ser al reposo. Es nuestra infancia sin sus
toda la vida, . .] turbulencias. Sin duda podemos recordar que fui-
EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 201
20 0 ;

mos un niño difícil. Pero los actos de la cólera de o que escribir, no había nada más grande para mí;
ese lejano pasado no revivifican la cólera de hoy, me parecía estar colmada de Dios; y sin embargo,
Psicológicamente, los acontecimientos hostiles están nada más pequeño y débil que yo; porque era como
desarmados ahora. L a verdadera ensoñación no pue­ un niño pequeño. Nuestro Señor quiso no sólo
de ser malhumorada; la ensoñación hacia nuestra que yo llevase su estado de infancia de un modo que
infancia, la más dulce de nuestras ensoñaciones, embelesaba a los que eran capaces de ello, sino
que quiso además que comenzase a honrar con un
debe darnos la paz.
En una tesis sostenida recientemente, Andró Saúl- culto exterior su divina infancia. Le inspiró a ese buen
nier ha estudiado el “espíritu de infancia” en la hermano cuestor del que ya he hablado la idea de
obra de Mme. Guyon.37 Demás está decir que para enviarme un Niño Jesús de cera y de una belleza des­
un alma religiosa, la infancia puede aparecer como lumbrante ; me di cuenta que cuanto más lo miraba,
la inocencia encarnada. L a adoración del Divino más se me fijaban las disposiciones de infancia. N a­
Niño hace que el alma que reza, viva en una at­ die puede imaginar el trabajo que me dio dejarme
mósfera de inocencia primera. Pero la palabra ino­ llevar por este estado de infancia, puesto que mi
cencia primera conquista demasiado fácilmente sus razón se confundía, pareciéndome que era yo quien
valores. Son necesarias más finas búsquedas mora­ provocaba este estado. Guando reflexionaba, me ale­
les para estabilizar los valores psicológicos. Son esas i jaba de él, entrándome una pena insoportable; pero
búsquedas morales las que deben ayudarnos a re- ; no bien volvía a entregarme, me descubría dentro
construir en nosotros el espíritu de infancia. En 1 un candor, una inocencia, una simplicidad infantil
esta “aplicación” el niño que subsiste en nosotros ! y algo de divino.” 38
tiene que convertirse de veras en el sujeto de nuestra ¡ Kierkegaard ha comprendido hasta qué punto el
vida de amor, en el sujeto de nuestros actos de ‘ hombre sería metafísicamente grande si el niño lo
oblación, de nuestros actos buenos. Mediante el “es- j dominara. En la meditación titulada: “ Los lirios
píritu de infancia” , Mme. Guyon recupera la bon­ del campo y los pájaros del cielo” , escribe: “ ¡Quién
dad natural, simple, sin discusión. Tan grande es podría enseñarme el buen corazón de un niño!
el bienestar que, para Mme. Guyon, es necesario i Cuando la necesidad imaginaria o real nos sume en
que medie una gracia, una gracia que proviene de! j la preocupación y el desánimo, haciéndonos sentir
niño Jesús. Dice Mme. Guyon: “ Estaba, como dije, j mal o abatidos, es grato experimentar la influencia
en un estado de infancia: cuando tenía que hablar 1b bienhechora de un niño, aprender de él y, con el

37 André Saulnier, L ’ esprit d’ enfatice dans la vie et k ■ 38 Madame Guyon, Oeuvres, t. II, p. 267 (citado por
Saulnier, loe. cit., p. 74).
poésie de Mme. Guyon, tesis mecanografiada. ¡
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alma calmada, llamarle maestro con reconocimien­ tología es un claro ejemplo de 'mitologema. Para
to.” 39 ¡ Hasta ese punto necesitamos las lecciones captar bien el valor y la acción de ese mitologema,
de una vida que comienza, de un alma que se ex­ de este tener acceso de un ser a la mitología, hay que
pande, de un espíritu que se abre! En las grandes detener el curso de una biografía, dando al niño
desdichas de una vida, se gana en ánimo cuando tal relieve que su estado de infancia pueda reinar
se es el sostén de un niño. Kierkegaard, en su me­ permanentemente sobre la vida, ser un dios inmor­
ditación, apunta al destino de eternidad. Pero en tal de la vida. En un hermoso artículo de Criti­
una vida humilde que carece de las certidumbres que (mayo de 1959), Hervé Rousseau, al estudiar
de la fe, las imágenes de su hermoso libro actúan. la obra de Kerényi, señala con rasgos claros el ais­
Y para entrar en el espíritu mismo de la medita­ lamiento del divino niño. Este aislamiento puede
ción kierkegaardiana, habría que decir que es la deberse a un crimen humano: el niño ha sido aban­
preocupación la que sostiene. L a preocupación que donado, su cuna entregada a las aguas y llevada
se tiene por el niño alienta un valor invencible. El lejos de los hombres. Pero ese drama previo está
“ espíritu de infancia” de Mme. Guyon recibe con apenas vivido en las leyendas. Sólo está indicado
Kierkegaard un aflujo de voluntad. para subrayar el aislamiento del niño prestigioso
que no debe tener un destino humano. El mitolo-
geina del niño expresa, según Kerényi, dice Hervé
12 Rousseau, “el estado solitario del niño esencialmente
huérfano, pero a pesar de todo cómodo en el mun­
El plan del presente ensayo no nos permite seguir do original y amado por los dioses” (loe. cit., p. 439).
las búsquedas de los mitólogos que han señalado Huérfano en la familia de los hombres y amado
la importancia de los mitos de la infancia en la en la familia de los dioses: esos son los dos polos
historia de las religiones. Estudiando entre otras del mitologema. Necesitamos una gran tensión de
la obra de Karl Kerényi veremos qué perspectiva ensoñación para revivir sobre el plano humano todo
de profundización del ser puede dibujarse en una el onirismo. ¿Acaso no existen las ensoñaciones en
infancia divinizada.40 Para Kerényi el niño en mi­ que hemos sido un poco huérfanos y en las que
tendimos nuestras esperanzas hacia seres idealizados,
sa S. Kierkegaard, Les lis des champs et les oiseaux du los dioses mismos de nuestras esperanzas?
ciel, Alean, 1935, p. 97. Pero, si nos ponemos a pensar en la familia de
40 Véase en especia! el libro de Kerényi escrito en co­
laboración con G. Q. Jung, Introduction a l’essence de
los dioses, caeríamos en la biografía. El mitologema
la Mythologie, tr. Pavot. de la infancia nos invita a mayores sueños. Por
204 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA 205

nuestra propia ensoñación nos volvernos sensibles al tomamos parte en esta restitución de poder de los
mitologema de las infancias divinizadas en esta adhe­ sueños abolidos. Sin duda tenemos que conquistar
sión al cosmos original. En todos los mitos de las esa objetividad que es la gloria del arqueólogo. Pero
infancias divinizadas, el mundo se ocupa del niño. esta objetividad conquistada no suprime los inte­
El niño dios es el hijo del mundo. Y el mundo es reses complejos. No podemos menos que admirar lo
joven ante este niño que representa un nacimiento que estudiamos cuando vemos surgir del fondo del
continuo. En otras palabras, el cosmos joven es una pasado las leyendas de las épocas de la vida.
infancia exaltada.
Desde nuestro simple punto de vista de soñador,
todas estas infancias divinizadas prueban la actividad 13
de un arquetipo que vive en el fondo del alma huma­
na. Arquetipo del niño y mitologema del niño di­ Pero sólo anotamos estos grandes estados de alma
vinizado son correlativos. Sin el arquetipo del niño del espíritu religioso para indicar una perspectiva de
recibiríamos los numerosos ejemplos que la mitolo­ las investigaciones en las que el niño aparece como
gía nos ofrece como simples hechos históricos. Como un ideal de vida. No estamos explorando el hori­
señalábamos antes, a pesar de nuestras lecturas de zonte religioso, sino queriendo permanecer en con­
las obras de los mitólogos, no es nuestro asunto tacto con los documentos psicológicos que podemos
clasificar los documentos que nos proporcionan. El revivir personalmente, en la modestia de nuestras
mero hecho de que esos documentos sean nume­ ensoñaciones familiares.
rosos prueba que está planteado el problema de Pero éstas, situadas bajo la tonalidad dominante
una infancia de la divinidad. Es el signo de una de la melancolía, pasan por variaciones que modi­
permanencia de la infancia, de una permanencia fican su carácter. Al parecer la ensoñación melan­
viva en las ensoñaciones. En todo soñador vive un cólica no es sino una apertura de ensoñación, pero
niño, magnificado y estabilizado por la ensoñación. tan consoladora que una felicidad de soñar nos
Ella lo arranca de la historia, poniéndolo fuera del anima. En el gran libro de Franz Hellens: Docu-
•tiempo, ajeno a él. Una ensoñación más y este niño ments secrets, encontramos un matiz nuevo. Al es­
permanente, magnificado, será dios. cribir sobre los recuerdos de infancia, el poeta nos
De todos modos, cuando conservamos en nosotros habla de la importancia vital de la obligación de
un fondo de infancia, leemos con tanta más adhe­
escribir.41 En la lenta escritura, los recuerdos de in-
sión todo lo que concierne al arquetipo de la infan­
cia y al mitologema de la infancia. Parecería que 41 Exiliado en París, Adam Mickiewicz dijo: “Al escribir
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fancia se distienden, respiran. La paz de la infancia pero de recuerdos donde iba a -llorar cuando era
recompensa al escritor. Franz Hellens sabe que los niño? L a casa natal —perdida, destruida, arrasada—
recuerdos de infancia no son anécdotas.42 Éstas son 1 sigue siendo el cuerpo del edificio para nuestras en­
a menudo accidentes qué esconden la sustancia, fio. soñaciones de infancia. Los refugios del pasado aco­
res marchitas. Pero nutrida por la leyenda, la fuerza gen y protegen nuestras ensoñaciones.
vegetal de la infancia subsiste en nosotros toda la Bien protegidos, los recuerdos renacen como irra­
vida. Aquí descansa el secreto de nuestro profundo diaciones de ser más que como dibujos fijos. Franz
vegetalismo. Dice Franz Hellens: “ L a infancia no es Hellens nos confía: “ Mi memoria es frágil, pronto
algo que muere en nosotros y se seca cuando ha cum­ olvido el contorno, el trazo; sólo la melodía perma-
plido un ciclo. No es un recuerdo. Es el más vivo de ¡ nece en mí. Retengo mal el objeto, pero no puedo
los tesoros, y sigue enriqueciéndonos a nuestras es­ olvidar la atmósfera, que es la sonoridad de las cosas
paldas [. . .] Triste de quien no puede recordar su y de los seres.” 44 Franz Hellens recuerda como un
infancia, recuperarla en sí mismo, como a un cuerpo poeta.
dentro de su propio cuerpo o una sangre nueva den­ Tiene también un sólido sentido del vegetalismo
tro de su propia sangre: desde que ella lo ha aban­ de la infancia a través de todas las edades de una
donado está muerto.” 43 vida. Traduce así la impresión que siente al reen-
Flellens cita a Holderlin: “No arrojéis al hombre ' contrarse con Gorki en Italia: “ Me encontré ante
demasiado temprano de la cabaña donde ha trans­ un hombre que resumía e iluminaba de modo sin­
currido su infancia.” Este ruego de Holderlin ¿no gular, con una sola mirada de sus ojos azules, la
está dirigido acaso al psicoanalista, este ujier que idea que me había hecho de la edad madura inva-
se cree obligado a expulsar al hombre de ese gra­ j dida y como renovada por la frescura de una in-
j fancia que no ha dejado de crecer en él a sus es­
mo parece estar en Lituania.” Escribir sinceramente es paldas.” 45
recuperar la juventud y la patria. j Una infancia que no deja de crecer; de ahí pro­
42 Escribe Franz Hellens {loe. cit., p. 1 6 7 ): “Tanto la
viene el dinamismo que anima las ensoñaciones de
historia humana como la de los pueblos está hecha tanto
de leyendas como de realidad y no exageraríamos al afir­ un poeta cuando nos hace vivir una infancia y nos
m ar que la leyenda es una realidad superior. Digo la le­ sugiere que revivamos la nuestra.
yenda y no la anécdota; la anécdota descompone, la leyenda Según el poeta, parecería que cuando profundi­
construye.” Y todo ser humano da testimonio, al recordar zamos en nuestra ensoñación hacia la infancia, arrai-
su infancia, de una infancia legendaria. Toda infancia es
legendaria en el fondo de la memoria. 44 Loe. cit., p. 151.
43 Franz Hellens, loe. cit., p. 146. i 45 Franz Hellens, loe. cit., p. 161.
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gamos más profundamente el árbol de nuestro des­ nuestros recuerdos de infancia. Pero quien quiera
tino. Queda en pie el problema de saber dónde están penetrar en la zona de la infáncia indeterminada,
las verdaderas raíces del destino humano. Pero junto en la infancia a la vez sin nombres propios y sin
al- hombre real, más o menos capaz de enderezar la historia, será sin duda ayudado por la vuelta de
línea de su destino, a pesar del choque de los con­ los grandes recuerdos vagos, como son los recuerdos
flictos, a pesar de los desórdenes de los complejos, de los olores de otros tiempos. Los olores, primer
existe en cada hombre un destino de la ensoña­ testimonio de nuestra fusión con el mundo. Al ce­
ción, destino que nos precede en nuestros sueños y rrar los ojos, vuelven los recuerdos de los olores.
que se corporiza en nuestras ensoñaciones. ¿Acaso Antaño cerrábamos los ojos para saborear su profun­
no es la ensoñación donde el hombre es más fiel didad. Cerramos los ojos, por lo tanto de inmediato
a sí mismo? Y si nuestros sueños alimentan de algún soñamos un poco. Si soñamos bien, si soñamos sim­
modo nuestros actos, siempre será provechoso que plemente en una tranquila ensoñación, vamos a re­
meditemos sobre nuestros viejos sueños en la atmós­ cuperarlos. Tanto en el pasado como en el presente,
fera de la infancia. Franz Hellens tiene esta reve­ un olor amado es el centro de una intimidad. Hay
lación : “ Siento un gran alivio. Regreso de un largo memorias fieles a esta intimidad. Los poetas van a
viaje y he adquirido una seguridad: la infancia del darnos su testimonio sobre esos olores de infancia,
hombre plantea el problema de su vida entera; le que impregnan las estaciones de la infancia.
toca a la edad madura encontrar su solución. Du­ Un gran escritor, demasiado temprano sustraído
rante treinta años anduve con este enigma, sin con­ a la poesía francesa, escribía:
cederle ni un pensamiento y hoy sé que todo estaba
Mon enfance est une gerbe d’odeurs.47
dicho ya cuando me puse en camino.
[Mi infancia es un ramo de olores.]
” Los reveses, las penas, las decepciones pasaron so­
bre mí pero sin rozarme ni cansarme.” 46 Y en otra obra que cuenta una aventura lejos de
la tierra natal, Chadourne concentra toda la me­
moria de los días de antes bajo el signo de los olo­
14 res: “Días de nuestra infancia en los cuales hasta
los tormentos nos parecen la felicidad y cuyo tenaz
Las imágenes visuales son tan nítidas, forman tan perfume embalsama nuestra estación tardía.” 48 Cuan­
naturalmente cuadros que resumen la vida, que tie­ do la memoria respira todos los olores son buenos.
nen el privilegio de una fácil evocación dentro de 17 Louis Chadourne, L ’inquiéte adolescence, p. 32.
48 Franz Hellens, loe. cit., p. 173. 48 L. Chadourne, Le livre de Chanaan, p. 42.
210 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N C IA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 211

Los grandes soñadores saben, pues, respirar el pa. Y Louis Ghadourne agrega: ,>
sado, como Milosz que “ evoca el encanto oscuro
Qui done ne se souvient
de los días 'esfumados” : “ El olor musgoso y somno- — ó fraternité
liento de las viejas casas es el mismo en todos los d’un arbre, d’une maison ou d’une enfance.51
países, y muy a menudo, durante mis solitarias pere- [Entonces quién no recuerda / —oh fraternidad / de un
grinaciones a los santuarios del recuerdo y de la árbol, de una casa o de una infancia.]
nostalgia, me había bastado con cerrar los ojos en
alguna vivienda de otros tiempos para trasladarme Puesto que la capuchina mojada por el otoño nos
de nuevo a la sombría casa de mis antepasados ofrece todo eso, todo un mundo.
daneses y para revivir de ese modo, en un instante, Basta una capuchina mojada para que todas nues­
todas las alegrías y todas las tristezas de una in­ tras infancias de octubre y todas nuestras rabias
fancia acostumbrada al olor tierno, tan lleno de escolares renazcan en nuestra memoria. El olor ha
lluvia y de crepúsculo de las casas antiguas.” 49 Los quedado en la palabra. Proust necesitaba la mag­
cuartos de las casas perdidas, los corredores, el só­ dalena para recordar. Pero una palabra inesperada
tano y el granero son yacimientos de olores fieles, de cobra por sí sola el mismo poder. Retornan muchos
olores que el soñador sabe que sólo a él le perte­ recuerdos cuando los poetas nos dicen su infancia.
necen : He aquí la primavera de Ghadourne que se conser­
va en el perfume de un brote:
Notre enfance éternise un parfum de velours,50
[Nuestra infancia eterniza un perfume de terciopelo.]
dans Varóme amer et poisseux des bourgeons.52
[en el aroma amargo y pegajoso de las yemas.]
Qué asombroso resulta entonces que, en una lec­
tura, se nos comunique un olor singular, restituido Busquemos un poco: todos encontraremos en nues­
en la memoria de los tiempos perdidos. T al: tra memoria el perfume de un brote de primavera.
Para mí, el aroma de la primavera estaba en el
. . . l’odeur d’un pauvre capuchón mouillé brote del álamo. Ah, jóvenes soñadores, prueben a
Par toi Automne aplastar entre los dedos una yema pegajosa de ála­
[ .'..e l olor de una pobre capuchina por ti mojada, Otoño,] mo, prueben esta pasta untuosa y amarga y guar­
darán su recuerdo para toda la vida.53
49 O. W. Milosz, L ’ amoureuse initiation, Grasset, París,
p. 17. 51 Louis Ghadourne, Accords, p. 31.
5° Yves Cosson, Une croix de par Dieu, 1958 (sin pa­ 52 Ibid., p. 36.
ginación). 53 Alain Bosquet, Premier Testament, p. 47, escribe:
212 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA NCIA EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA 213

El olor en su primera expansión es así una raíz do íntimo: “L a menta nos arrojaba al rostro su
del mundo, una verdad de infancia. El olor nos aliento mientras que en un tono menor nos escoltaba
entrega los universos de infancia en expansión. Guan­ ]a frescura del musgo.” 55 Por sí solo el olor a menta
do los poetas nos hacen entrar en ese dominio de es un complejo de calidez y de frescura. Aquí está
los olores desvanecidos, nos dejan poemas de una orquestado por la dulzura húmeda del musgo. Un
gran simplicidad. Émílíane Kerhoas, en Saint-Ca- encuentro semejante ha sido vivido, vivido en la
dou, dice: lejanía de la vida que pertenece a otra época. No
Gomme odorante se trata de hacer hoy la experiencia. Hay que soñar
des jours anciens mucho para encontrar un clima justo de infancia
que equilibra el fuego de la menta y el olor del
ó Paradis d’Enfance arroyo. De todos modos, sentimos bien que el escritor
[Resina olorosa / de los antiguos días / . . .oh Paraíso de que nos ofrece esta síntesis respira su pasado. El
Infancia.] recuerdo y la ensoñación están en una simbiosis
total.
Y la resina que resbala del árbol conserva el olor
de todo el jardín del paraíso de nuestros veranos. En su libro: Musas de hoy, subtitulado: Ensayo
En un poema titulado Enfance, Claude-Anne Bo- de fisiología poética, Jean de Gourmont da mucha
importancia a las “imágenes olorosas, las más suti­
zombres dice con la misma sencillez:
les, las más intraducibies de todas las imágenes” .56
Varóme des sentiers Cita este verso de Marie Dauguet:
ourlés de menthe
danse dans mon enfanceV L ’accord des buis amers et des oeillets musqués.
[El perfume de los senderos / bordeados de menta / baila [El acuerdo de los bojes amargos y de Sos claveles almiz­
en mi infancia.] clados.]

A veces una singular conjunción de olores re­ Esas uniones de dos olores pertenecen al pasado.
cuerda desde el fondo de nuestra memoria un matiz Su mezcla se cumple en la memoria. Las sensacio­
de olor tan único que no sabemos si estamos so­ nes presentes serían esclavas de su objeto. Boj y
ñando o recordando, como en este tesoro de recuer- clavel, en lo lejano del recuerdo, ¿no nos dan un
antiquísimo jardín?
“ ¿ Cuántos recuerdos? cuántos recuerdos / Luego un per­
fume muy solo: / él me ha explicado todo.” 55 Jacques de Bourbon-Busset, Le silence et la joie,
64 C. A. Bozombres, “ Tutoyer l’arc-en-ciel” , Cahiers de p. 110.
Rochefort, p. 24. 56 je a n de Gourmont, Muses d’aujourd’hui, p. 94.
EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 215
214

Jean de Gourmont ve en ello una aplicación de qUe administra su granja en el Périgord. Una carta
la fórmula de las sinestesias acumuladas por Huys- “tan palpitante de humilde ternura, impregnada del
mans. Pero'el poeta, al poner dos olores en el cofre 0]or de mi henar, de mi bodega, de todas esas cosas
de un verso 57 los convierte para una duración in­ que estaban en mis sentidos y en mi corazón” .60
definida. De una nieve de infancia, Henri Bosco Todos esos olores vuelven juntos en el sincretismo
dice que respiraba en ella “ el olor de rosa y de de los recuerdos de la infancia cuando la vieja sir­
sal” . Es el olor mismo del frío vivificador.58 vienta era la buena nodriza. Heno y bodega, lo seco
Todo un universo desvanecido puede ser guar­ y lo húmedo, el sótano y el granero, todo se une
dado por un olor. Lucie Delarue-Mardrus, la her­ para dar al exiliado el olor total de la casa.
mosa normanda, escribe: “El olor de mi país era Henri Bosco conoce esas síntesis indestructibles:
una manzana.” Y es de Lucie Delarue-Mardrus ese “He sido criado en el olor de la tierra, del trigo y
verso tan a menudo citado sin referencia: 59 del vino nuevo. De ellos me llega, ahora que lo
pienso, un vivo vapor de alegría y de juventud.” 61
Et qui done a jamais guéri de son enfance. Bosco pone un matiz decisivo: un vapor de alegría
[Quién se ha curado nunca, entonces, de su infancia.] sube de la memoria. Los recuerdos son el incienso
que el pasado reserva. Un autor olvidado ha es­
En una vida de viajes aumentada por viajes fa­
crito: “Porque los olores, como los sonidos mu­
bulosos, desde la lejanía de los tiempos resuena este
sicales, son raros sublimadores de la esencia de la
grito: memoria.” Como George du Maurier practicaba
Ah! je ne guérirai jamais de mon pays.
fácilmente la ironía consigo mismo, agrega entre pa­
[¡ Ah!, nunca voy a curarme de mi tierra.]
réntesis : “Vaya una frase de prodigiosa sutileza, es­
Cuanto más lejos se está del país natal, más se pero que signifique algo.” 02 Pero significar es poca
sufre la nostalgia de los olores. En un relato de cosa cuando se trata de dar a los recuerdos su at­
aventuras en las lejanas Antillas, un personaje mósfera de sueño. Unida a sus recuerdos de olor, una
de Chadoume recibe la carta de una vieja sirvienta infancia huele bien. En las pesadillas nocturnas y
57 ¡ Si yo tuviera la sacralidad poética necesaria para no en las libres ensoñaciones el alma es atormentada
abrir “ el tabernáculo del soneto” , lo que Valéry a los por los olores del infierno, por el azufre y la pez
veinte años tenía derecho de hacer! Cf. Henri Mondor, que arden en ese infierno excrementicio donde su-
Les premiers temps d’une amitié (André Gide et Valéry).
80 Louis Chadourne, Terre de Chanaan, p. 155.
p. 15.
58 Henri Bosco, Bargabot, p. 130. 61 Henri Bosco, Antonin, p. 14.
59 Citado por Jean de Gourmont, loe. cit., p. 75. 62 George du Maurier, Peter Ibbeston, p. 18.
216 EN SO Ñ A C IO N ES E IN FA N CIA i EN SO Ñ A C IO N E S E IN FA N C IA 217

fría Augusta Strindberg. L a casa natal no huele a fancia es, en la vida, si puede decirse así, un detalle,
cerrado. La memoria es fiel a los perfumes de an­ inmenso. Esa nada agregada al todo modifica el ser
taño. Un poema de Léon-Paul Fargüe expresa esta mismo del soñador. Esa nada le hace vivir la en­
fidelidad a los olores: soñación engrandecedora: leemos con toda nuestra
Regar de. Le poéme des ages s’amuse et sonne... simpatía al poeta que ofrece este engrandecimiento
O jardín de jadis, veilleuse parjum ée. . .03 ] de infancia en germen en una imagen. Cuando leí
[Mira. El poema de los tiempos se divierte y su en a... / este verso de Edmond Vandercammen:
Oh jardín de otros tiempos, veladora perfumada. ..]
Mon enfance remonte a ce pain de froment.
Cada olor de infancia es una veladora en la cá­ [Mi infancia se remonta a ese pan de trigo.]
mara de los recuerdos. Jean Bourdeillette tiene esta
un olor a pan caliente invadió una casa de mi ju ­
plegaria:
ventud. El flan y la hogaza vuelven a mi mesa. Las
Maitre des odeurs et des chases fiestas se asocian a ese pan doméstico. El mundo
Seigneur alborozado festejaba el pan caliente. Dos pollos en
Pourquoi sont-elles martes avant moi el mismo espetón se asaban en el hogar al rojo.
Ces cornpagnes infideles.64
[Señor de los olores y de las cosas / Señor / Por qué han Un soled bien beurré rótissait au ciel bleu.
muerto antes que yo / Esas compañeras infieles.] [IJn sol bien enmantecado se asaba en el cielo azul.]

Y como el poeta quiere con toda su alma man­ En los días de felicidad el mundo es comestible. Y
tener los olores en su fidelidad: ¡ cuando los grandes olores que preparaban los fes­
Votre odeur dormirá dans mon coeur jusqu’au boat tines me vuelven a la memoria, me parece, como
Fauteuil fané de l’enfance. baudelaireano que he sido, que “ como recuerdos” .
[Tu olor dormirá en mi corazón hasta el final / Sillón Me vienen ganas de coleccionar todos los panes ca­
gastado de la infancia.] lientes que tienen los poetas. Me ayudarían trincho
a darle al recuerdo los grandes olores de la fiesta
Cuando, al leer a los poetas, se descubre que toda
reiniciada, de una vida que retomaríamos jurándole
una infancia está evocada por el recuerdo de un
; reconocimiento a las primeras dichas.
perfume aislado, se comprende que el olor en la in-
63 Léon-Paul Fargue, Poetnes, 1912, p. 76.
64 Jean Bourdeillette, Reliques des songes, Seghers, Pa­
rís, 1958, p. 65.
E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 219

esas semi-noches. En ellas, nuestro'ser anda todavía


por ahí, arrastrando dramas húmanos, toda la pesa­
IV . E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R
dez de las vidas mal hechas. Pero bajo esta vida
hundida ya está abierto un abismo de no-ser que
Pour toi-meme, sois un songe
De ble rouge et de fumée se traga ciertos sueños nocturnos. En esos sueños
absolutos, se nos entrega a un estado presubjetivo.
Tu ne vieilliras ja m a is* Ños volvemos inasibles a nosotros mismos, ya que
Jean R o u s s e l o t , Agrégation damos nuestros fragmentos a cualquiera y a cual­
du temps, Seghers, p. 19. quier cosa. El sueño nocturno dispersa nuestro ser
sobre fantasmas de seres heteróclitos que ni siquiera
La vie est insupportable á qui n’ a pas a tout son sombras de nosotros mismos. Las palabras: fan­
heure sous la main un enthousiasme. * * tasmas y sombras son palabras demasiado fuertes.
M aurioe B arres, Un homme libre, p. 62. Todavía se aferran demasiado a las realidades. Nos
impiden ir hasta el extremo de la anulación del
ser, hasta la oscuridad de nuestro ser que se disuelve
1
en la noche. L a sensibilidad metafísica del poeta
E l s u e ñ o de la noche no nos pertenece. No es
nos ayuda a acercarnos a nuestros abismos noc­
nuestra propiedad. Para nosotros es un raptor, e! turnos. Creo que los sueños están formados, dice
más desconcertante de los raptores: nos arrebata Paul Valéry, “por algún otro durmiente, como si, en
nuestro ser. Las noches no tienen historia. No se la noche, se equivocaran de ausente” .1 Ausentarse
ligan unas a otras. Y cuando se ha vivido mucho, entre seres que se ausentan en la huida absoluta, la
cuando ya se han vivido unas veinte mil noches, dimisión de todas las potencias del ser, la dispersión
nunca sabemos en qué noche antigua, muy antigua, de todos los seres de nuestro ser. Nos sumimos así
hemos partido hacia el sueño. L a noche no tiene ■ en el sueño absoluto.
futuro. Sin duda, hay noches menos negras en las ¿Qué podemos recuperar de semejante desastre
que nuestro ser del día vive aún bastante como para del ser? ¿Existen todavía fuentes de vida en el fondo
negociar con sus recuerdos. El psicoanalista explora de esta no-Vida? ¡ Cuántos sueños tendríamos que
conocer, en el fondo y no en la superficie, para
* “ Para ti mismo, sé un sueño / De trigo rojo y de
h u m a re d a ... No envejecerás jam ás.”
1 Paul Valéry, Eupalinos. L ’áme et la danse. Dialogue
* * “ L a vida es insoportable para quien no tiene a toda
de l’arbre, Gallimard, París, p. 199.
hora un entusiasmo a la mano.”
218
220 EL “ C O G IT O ” D E L SO ÑA D O R E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 221

determinar el dinamismo de esas nivelaciones! Si el que trabaja en el fondo de nuestras tinieblas. Sólo
sueño desciende de manera bastante profunda en un poeta, a veces, puede traernos una imagen de
los abismos- del ser, ¿cómo creer, con los psicoana­ esa permanencia, un eco del drama ontológico de un
listas, que siempre conserva sistemáticamente signi­ sueño sin memoria, cuando nuestro ser estuvo quizás
ficados sociales? Existen en la vida nocturna pro­ tentado por el no-ser.
fundidades en las que nos hundimos, en donde En la Nada o en el Agua los sueños carecen de
expresamos la voluntad de no vivir más. En esas historia, los sueños que podrían iluminarse en una
profundidades rozamos íntimamente la nada, núes- ¡ perspectiva de aniquilación. Es obvio que en tales
tra nada. ¿Hay otras nadas fuera de la nada de ! sueños el soñador nunca encontrará una garantía
nuestro ser? Todas las desapariciones de la noche de su existencia. Esos sueños nocturnos, esos sue­
convergen en esa nada de nuestro ser. En el límite, ños de noche extrema, no pueden ser experiencias
los sueños absolutos nos sumen en el universo de la en los que pueda formularse un cogito. El sujeto
Nada. pierde en ellos su ser, son sueños sin sujeto.
Recuperamos vida cuando esa Nada se llena de ¿Qué filósofo nos dará la Metafísica de la no­
agua. Dormimos mejor, entonces, salvados del dra­ che, de la noche humana? Las dialécticas de lo
ma ontológico. Hundidos en las aguas del buen sue­ negro y de lo blanco, del no y del sí, del desorden
ño estamos en un equilibrio de ser con un universo - y del orden, no bastan para encuadrar a la nada
en paz. ¿Pero estar en equilibrio de ser con un que trabaja en el fondo de nuestro sueño. ¡ Qué
universo, es de veras ser? ¿Acaso el agua del sueño distancia recorrida desde la orilla de la Nada, de
no disuelve nuestro ser? En todo caso, al entrar en esa Nada que hemos sido hasta ese alguien, por
el reino de la noche sin historia nos convertimos borroso que sea, que encuentra su ser más allá del
en seres sin historia. Guando así dormimos en las sueño! ¡ Ah, cómo un espíritu puede arriesgarse a
aguas del sueño profundo, a veces conocernos re­ dormir!
molinos, nunca corrientes. Vivimos sueños de per- j ¿Pero la Metafísica de la noche no podrá quedar
manencia que no son sueños de vida. Por un sueño . reducida a una suma de vistas periféricas sin poder
que contamos al volver a la luz del día, ¡ cuántos volver a encontrar nunca el cogito perdido, un
sueños cuyo hilo hemos perdido! El psicoanalista cogito radical que no sería el cogito de una sombra?
no trabaja en esas profundidades. Cree poder ex­ Por lo tanto, para encontrar documentos de psi­
plicar las lagunas, sin fijarse en que esos agujeros cología subjetiva, hay que encarar sueños nocturnos
negros que interrumpen la línea de los sueños con­ menos grandes. Guando se hayan medido mejor las
tados son quizás la marca del instinto de muerte pérdidas ónticas de los sueños extremos, seremos más
222 EL “ C O G IT O ” D E L SO ÑADOR E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 223

prudentes en las determinaciones ontológicas del diurna, pero esta frontera existe.' Hay dos centros
sueño nocturno. Por ejemplo, incluso cuando se trata de ser en nosotros, pero el centro nocturno es un
de sueños que, salidos de la noche, pueden desarro­ centro de concentración fluida. No se trata de un
llarse sobre el hilo de una historia, ¿ se nos dirá “sujeto” .
alguna vez cuál es el ser verdadero del personaje ¿Desciende la investigación psicoanalítica hasta
que lo anima? ¿Somos de veras nosotros? ¿Siempre el ante-sujeto? ¿Si penetrara en esta esfera, podría
nosotros? ¿Reconocemos en él a nuestro ser anima­ encontrar en ella elementos explicativos para elu­
dor, el simple hábito de llegar a ser que está vincu­ cidar los dramas de la personalidad? Para nosotros
lado a nuestro ser? ¿Acaso el sueño no es el testi­ este problema queda abierto. Nos parece que las
monio del ser perdido, de un ser que se pierde, de desdichas humanas no descienden tan profundamen­
un ser que huye de nuestro ser, incluso si podemos te; las desdichas del hombre permanecen “ superfi­
repetirlo, volver a encontrarlo en su extraña trans­ ciales” . Las noches profundas nos vuelven al equi­
formación? librio de la vida estable.
En ese caso un filósofo del sueño se pregunta: Cuando meditamos sobre las lecciones del psico­
¿puedo pasar verdaderamente del sueño nocturno análisis, ya nos sentimos rechazados hacia la zona su­
a la existencia del sujeto soñador, como el filósofo perficial, hacia la zona socializada. Estamos, por lo
lúcido pasa del pensamiento —de un pensamiento demás, ante una curiosa paradoja. Cuando el pacien­
cualquiera— a la existencia de su ser pensante?2 te ha expuesto las raras peripecias de su sueño,
En otros términos, para seguir los hábitos del len­ cuando ha subrayado el carácter inesperado de
guaje filosófico, no nos parece posible hablar de un ciertos acontecimientos de su vida nocturna, el psi­
cogito válido para un soñador de sueño nocturno. coanalista, seguro de su vasta cultura, puede decirle:
Sin duda es difícil señalar la frontera que separa “Ya conozco eso, ya comprendo eso, eso me lo espe­
los dominios de la psiquis nocturna y de la psiquis raba. Usted es un hombre como los demás. Pese a
todas las aberraciones de su sueño, usted no tiene el
2 L a gramática nocturna no es la misma que la diurna.
En el sueño de la noche, la función de cualquiera no privilegio de una existencia singular.”
existe. No hay un sueño cualquiera, no hay imágenes oní­ Y entonces le toca al psicoanalista la tarea de
ricas cualesquiera. Todos los adjetivos del sueño nocturno enunciar el cogito del soñador diciendo: “Sueña por
son adjetivos calificativos. Al filósofo que crea poder in­ la noche, por lo tanto la noche existe. Sueña como
cluir el sueño dentro del pensamiento, le costará mucho
todos, por lo tanto existe como todos.”
pasar, permaneciendo en el mundo del sueño, del cual­
quiera al alguien, tan cómodamente como lo hace en sus “Durante la noche se cree él mismo y es cual­
meditaciones lúcidas. quiera.”
224 E L “C O G IT O ” D E L SO ÑADOR E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 225

¿Cualquiera? ¿O quizás —desastre del ser huma­ sentido del abismo. ¿ Quién nos ayudará a descender
no— cualquier cosa? en nuestras cavernas? ¿ Quién ños ayudará a encon­
¿Cualquier cosa? Cualquier ola de sangre calien­ trar, a reconocer, a conocer nuestro ser doble que,
te, cualquier hormona excesiva que ha perdido la de una noche a otra, nos guarda en la existencia?
sabiduría orgánica. Ese sonámbulo que no anda por los caminos de la
¿ Cualquier cosa que llega desde cualquier mo­ vida, pero que desciende, desciende siempre en bus­
mento? Alguna leche demasiado parca de los bibe­ ca de moradas inmemoriales.
rones de antes. El sueño nocturno, en sus profundidades, es un
L a sustancia psíquica examinada por el psicoana­ sueño de ontología. ¿E n qué puede consistir el ser
lista aparecería entonces como una suma de acciden­ de un soñador que cree vivir aún en el fondo de
tes. También quedaría impregnada por los sueños su noche, que cree ser todavía el ser de los simu­
de otros tiempos. El psicoanalista filósofo debería lacros de vida? Se equivoca sobre su ser aquel que
decir, al estilo de cogito: “ Sueño, por lo tanto soy pierde ser. Ya en la vida clara, el sujeto del verbo
sustancia soñadora.” Los sueños serían, entonces, lo engañar es difícil de establecer. En el sueño abismal,
que arraiga más profundamente en la sustancia so­ ¿no hay noches en las que el soñador se equivoca de
ñadora. Los pensamientos pueden contradecirse, y abismos? ¿Desciende en sí mismo? ¿V a más allá
por lo tanto, borrarse. ¿Pero los sueños? ¿Los sueños de sí mismo?
de la sustancia soñadora? Sí, todo no es más que preguntas en el umbral de
Preguntémonos una vez más: entonces, ¿dónde una metafísica de la noche.
colocar el yo en esta sustancia soñadora? El yo Antes de llegar tan lejos, quizás haya que estu­
se disuelve, se pierde en ella. . . En ella, el yo se diar las inmersiones en el menos-ser dentro de un
apresta a sostener accidentes anticuados. En el sue­ dominio más accesible que el sueño de la psiquis
ño nocturno, el cogito del soñador balbucea. El sueño nocturna. Ese es el problema sobre el que quere­
nocturno no nos ayuda a formular ni siquiera un mos reflexionar, ocupándonos simplemente del co­
no-cogito que diera sentido a nuestra voluntad de gito del ensueño y no de un cogito del sueño noc­
dormir. L a metafísica de la noche debería solida­ turno.
rizar a ese no-cogito con pérdidas de ser.
En suma, el psicoanalista piensa demasiado; no 2
sueña lo bastante. Al querer explicar el fondo de
nuestro ser mediante residuos que la vida diurna Si el “sujeto” que sueña el sueño nocturno se nos
deposita en la superficie, oblitera en nosotros el escapa, si es mejor captado objetivamente por aque-
226 EL “ C O G IT O ” D E L SOÑADOR E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 227

líos que lo reconstruyen analizando los relatos que fuera del tiempo y del lugar, el-soñador de ensoña­
el soñador les hace, el fenomenólogo, en cambio, no ción sabe que es él quien se'ausenta, él, en carne
puede trabajar sobre los documentos de los sue­ y hueso, quien se convierte en “espíritu” , un fantas­
cos nocturnos. Debe dejar el estudio del sueño noc­ ma del pasado o del viaje.
turno al psicoanalista y al antropólogo que com­ Se nos puede objetar fácilmente que hay toda
pararán el sueño nocturno con los mitos. Todos una gama de estados intermedios que van de enso­
esos estudios iluminarán al hombre inmóvil, al hom­ ñaciones algo claras hasta los informes desvarios. A
bre anónimo, al hombre intransformable, que nuestro través de esta zona confusa, los fantasmas nos llevan
punto de vista de fenomenólogo nos lleva a denomi­ insensiblemente del día hacia la noche, de la som­
nar el hombre sin sujeto. nolencia al sueño. Pero, ¿es necesario que de la
Según eso, no es estudiando el sueño nocturno ensoñación pasemos al sueño? ¿Existen de veras
como podemos descubrir las tentativas de individua­ los sueños que prolongan las ensoñaciones? Si el
lización que animan al hombre despierto, al hombre soñador de ensoñaciones se deja apresar por la som­
que las ideas despiertan, al hombre que la ima­ nolencia, su ensoñación se deshilacha, perdiéndose
ginación llama a la sutileza. en las arenas del sueño, como los arroyos del de­
Así, dado que queremos alcanzar las potencias sierto. Queda el lugar libre para un sueño nuevo, un
poéticas del psiquismo humano, lo mejor para nos­ sueño que, como todos los sueños nocturnos, tiene
otros es concentrar todas nuestras búsquedas en la un comienzo abrupto. De la ensoñación al sueño, el
simple ensoñación, tratando de separar bien la es­ soñador ha atravesado una frontera. Y el sueño es
pecificidad de la simple ensoñación. tan nuevo que raramente los narradores de sueños
Y esta es para nosotros la diferencia radical entre nos confían una ensoñación anterior.
sueño nocturno y ensoñación, una diferencia que Pero no responderemos a la objeción de una con­
proviene de la fenomenología: mientras que el so­ tinuidad entre la ensoñación y el sueño en el reino
ñador del sueño nocturno es una sombra que ha de los hechos. Recurriremos en primer lugar a los
perdido su yo, el soñador de ensoñación, si es un principios de la fenomenología. En efecto, fenome-
poco filósofo, puede, en el centro de su yo soñador, nológicamente hablando, es decir, considerando el
formular un cogito. En otras palabras, la ensoñación examen fenomenológico ligado, por principio, a toda
es una actividad onírica en la que subsiste un res­ toma de conciencia, hay que repetir que una con­
plandor de conciencia. El soñador de ensoñación ciencia que se oscurece, que disminuye y se ador­
está presente en su ensoñación. Incluso cuando ésta mece, ya no es una conciencia. Las ensoñaciones del
da la impresión de una escapada fuera de lo real, adormecimiento son hechos. El sujeto que las padece
228 E L “C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R E L “C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 229

ha abandonado el reino de los valores psicológi­ usar imágenes psicotrópicas, puesto que hay imá­
cos. Tenemos por lo tanto todo el derecho del mun­ genes psicotrópicas que estimulan el psiquismo arras­
do a descuidar las ensoñaciones que descienden por trándolo en un movimiento continuado. L a imagen
la mala pendiente y reservar nuestras búsquedas para psicotrópica pone una ligera línea de orden en el caos
los ensueños que nos mantienen en una conciencia psíquico. El caos psíquico es el estado de la psiquis
de nosotros mismos. ociosa, el menos-ser del soñador sin imágenes. La
La ensoñación va a nacer, naturalmente, en una farmacéutica del miligramo viene ahora a enrique­
toma de conciencia sin tensión, en un cogito fácil, cer ese psiquismo larvado.
dando certidumbres de ser con motivo de una ima­ Ante un éxito semejante, un soñador eficaz no
gen que agrada, una imagen que nos agrada porque puede quedarse corto. L a sustancia química pro­
acabamos de crearla, fuera de toda responsabilidad, porciona la imagen. Pero quien nos proporciona la
en la absoluta libertad de la ensoñación. L a con­ imagen, únicamente la imagen, ¿no nos dará todos
ciencia imaginante mantiene su objeto (la imagen los beneficios de la sustancia? Imitar bien el efecto
que imagina) en una absoluta inmediatez. Jean De- en el campo de la psicología es estar muy cerca de
lay, en un hermoso artículo aparecido en Médecine suscitar la causa. El ser del soñador de ensoñacio­
de France, emplea el término psicotropismo “ para nes se constituye mediante las imágenes que susci­
designar el conjunto de sustancias químicas, de ori­ ta. L a imagen nos despierta de nuestra torpeza y
gen natural o artificial, que tienen un tropismo nuestro despertar se anuncia en un cogito. Una va­
psicológico, es decir, que son susceptibles de modifi­ lorización más y estaremos en presencia de la enso­
car la actividad mental [. . .] Gracias a los progresos ñación positiva, de una ensoñación productiva, de
de la psicofarmacología, los clínicos disponen hoy de una ensoñación que, sea cual fuere la debilidad de lo
una gran variedad de drogas psicotrópicas que permi­ que produce, bien puede ser denominada ensoñación
ten variar en diferentes sentidos los comportamientos poética.
psicológicos e instaurar a voluntad un régimen de En sus productos y en su productor, la enso­
distensión, un régimen de estimulación, un régimen ñación bien puede recibir el sentido etimológico
de sueño o de delirio” .3 Pero si la sustancia bien del término poético. L a ensoñación acumula ser
elegida determina psicotropismos, esto significa que en tomo a su soñador, dándole la ilusión de ser
hay psicotropismos; y un psicólogo afinado podría más de lo que es. Así, sobre ese menos-ser que es
3Jean Delay, “Dix ans dq psycho-pharmaceutique en
el estado distendido donde se forma la ensoñación
psychiatrie” , apudt Médecine de France, Olivier Perrin, Pa­ se dibuja un relieve, un relieve que el poeta sabrá
rís, p. 19. acrecentar hasta que no llegue a ser un más-ser. El
230 E L “C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R E L “ C O G IT O ” D E L SO ÑA D O R 231

estudio filosófico de la ensoñación nos trae matices El sujeto de la ensoñación queda asombrado de
de ontología.4 recibir la imagen, asombrado, encantado, despier­
Y esta ontología es fácil, puesto que es la onto­ to. Los grandes soñadores son maestros de la con­
logía del bienestar, de un bienestar a la medida del ciencia centelleante. Una especie de cogito múltiple
ser del soñador que sabe soñarlo. No hay bienestar se renueva en el mundo cerrado de un poema. Sin
sin ensoñación, ni ensoñación sin bienestar. Por la duda harían falta otras potencias conciencíales para
ensoñación descubrimos que el ser es un bien. Un tomar posesión de la totalidad del poema. Pero ya
filósofo diría: el ser es un valor. en el resplandor de una imagen encontramos una
¿Debemos prohibirnos esta caracterización suma­ iluminación. Muchas ensoñaciones punteadas vie­
ria de la ensoñación por la dicha, so pretexto de nen a señalar el estado soñador. Dos tipos de en­
que la dicha es psicológicamente un estado chato, soñaciones son posibles, según nos dejemos llevar
pobre, pueril, so pretexto también de que basta la por la secuencia feliz de las imágenes, o vivamos
sola palabra dicha para suspender todo análisis en el centro de una imagen sintiéndola irradiar. Un
y hundir el psiquismo en la trivialidad? Los poetas cogito se afirma en el alma de un soñador que
•—pronto los citaremos— nos traerán los matices de vive en el centro de una imagen radiante.
una felicidad cósmica, matices tan numerosos y di­
versos que tenemos que decir que el mundo de la
ensoñación comienza con el matiz. De este modo el 3
soñador de ensoñaciones recibe una impresión de
originalidad. Con el matiz, captamos que el soñador Repentinamente una imagen se sitúa en el centro
conoce el cogito naciente. de nuestro ser imaginante, reteniéndonos, fijándonos,
El cogito que piensa puede errar, esperar, elegir; el infundiéndonos ser. El cogito está conquistado por
cogito de la ensoñación está inmediatamente unido a un objeto del mundo, un objeto que por sí solo
su objeto, a su imagen. El trayecto entre el sujeto representa al mundo. El detalle imaginado es una
que imagina y la imagen imaginada es el más corto punta acerada que penetra al soñador, originando
de todos. L a ensoñación vive de su primer interés. en él una meditación concreta. Su ser es a la vez un
ser de la imagen y un ser de adhesión a la imagen
4 Siento nostalgia por los remedios de nombres hermo­ que asombra.
sos. Apenas hace doscientos años había lindas frases en
la medicina. Cuando el médico sabía “ echar un vehículo La imagen nos trae una ilustración de nuestro
en los humores” , el enfermo comprendía que iban a rea­ asombro. Los registros sensibles se corresponden, se
nimarlo. complementan los unos a los otros. Conocemos en
232 E L “C O G IT O ” D E L SO ÑA D O R E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 233

un ensueño que sueña con un simple objeto, una fiador. Francis Jammes lo sabíjK “No puedo expe­
polivalencia de nuestro ser que sueña. rimentar un sentimiento qué nó se acompañe de
Una flor, ,un fruto, un simple objeto familiar soli­ la imagen de una flor o de un fruto.” 6
citan, de pronto, que pensemos en ellos, que so­ Todo el ser del soñador se redondea gracias a un
ñemos en su cercanía, que les ayudemos a elevarse fruto. Gracias a una flor, todo el ser del soñador se
al rango de compañeros del hombre. Sin los poetas distiende. Sí, qué distensión del ser en este único
no sabríamos encontrar complementos directos de verso de Edmond Vandercammen:
nuestro cogito de soñador. No todos los objetos del
Je devine une fleur, adorable loisir. . . 7
mundo están disponibles para las ensoñaciones poé­
[Adivino una flor, adorable descanso. . .]
ticas. Pero una vez que un poeta ha elegido su
objeto, el objeto mismo cambia de ser y es pro­ La flor que nace en el ensueño poético es entonces
movido a lo poético. el propio ser del soñador, su ser floreciente. El
¡ Qué alegría entonces tomarle la palabra al poe­ jardín poético domina todos los jardines de la tie­
ta, soñar con él, creer lo que nos dice, vivir en el rra. En ningún jardín del mundo se podrá recoger
mundo que nos ofrece al poner el mundo bajo este clavel, el clavel de Anne-Marie de Backer:
el signo del objeto, de un fruto del mundo, de
una flor! II m’a laissé tout ce qu’il faut pour vivre
Ses oeillets noirs et son miel dans man sang.8
4 [Me dejó todo lo necesario para vivir / Sus claveles negros
y su miel en mi sangre.]
Comienzo de vida, comienzo de sueño, asi nos su­
Un psicoanalista satanizará fácilmente esos dos
giere Pierre Albert-Birot que vivamos la felicidad versos. Pero no podrá expresarnos este inmenso per­
de A dán: “ Siento que el mundo entra en mí como fume de una flor de poeta que impregna toda una
los frutos que como; en verdad, sí, me nutro del vida. ¿Y quién nos expresará cómo esta miel — el
mundo.” 5 Cada fruto bien saboreado, poéticamente
ser incorruptible— asociada al perfume de la ne­
exaltado, es un tipo de mundo feliz. Y el soñador,
grura conservado por los claveles mantiene en vida
al soñar, sabe que es un soñador de los bienes del al soñador? Si leemos con toda simpatía estos poe-
mundo, de los más próximos bienes que le ofrece
el mundo. 6 1 rancis Jammes, L e román du tievre, notas agrega­
das, p. 271.
Los frutos y las flores viven ya en el ser del so-
7 Edmond Vandercammen, L ’ étoile du berger, p. 15.
5 Fierre Albert-Birot, Mémoires d’Adam, p. 126. 8 Anne-Marie de Backer, Les étoiles de novembre, p. 16.
234 E L “ C O G IT O ” D E L SO ÑA D OR E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 235

mas sentimos que al pasado de lo que fue se ha alcanzar la claridad, el despertar, la transparencia,
unido el pasado de lo que habría podido ser: llegar a ser algo de aquí que signifique el sol, la
(tierra.10
Les souvenirs manques sont pires qu’il ne faut
El traductor se encuentra enfrentado a una tal
lis parlent sans arret pour inventer la vie.
condensación poética que, en una lengua analítica,
[Los recuerdos frustrados son lo peor de todo / Hablan
sin cesar para inventar la vida.]
ha debido dispersarla un poco. Pero los centros de
condensación permanecen. L a dulzura “erguida des­
Así las imágenes de la ensoñación del poeta ahon­ de el gusto” concentra una dulzura del mundo. El
dan la vida, agrandan sus profundidades. Recojamos fruto que tenemos en la mano da pruebas de su
todavía esta flor en el jardín psíquico: madurez. Su madurez es transparente. Madurez,
tiempo economizado para el bien de una hora. Hay
L a pivoine d’argent s’effeuille au fond des fables,9
muchas promesas en un solo fruto que reúne el
[La peonía de plata se deshoja en lo hondo de las fábulas.]
doble signo del cielo asoleado y de la tierra pa­
¡ A qué profundidad de realidad psíquica descien­ ciente. El jardín del poeta es un jardín fabuloso. Un
de el surrealismo femenino! pasado legendario abre mil voces a la ensoñación.
Para soñar bien las flores y los frutos, las belle­ Irradian avenidas de universo a partir del objeto
zas del mundo, hay que decirlos y decirlos bien. El “celebrado” . L a manzana celebrada por el poeta
soñador de objetos sólo encuentra los acentos del es el centro de un cosmos, un cosmos en el que es
entusiasmo efímero. Encuentra un gran apoyo cuan­ bueno vivir, en donde estamos seguros de vivir.
do el poeta le dice: “has visto bien; tienes, pues, Tous les fruits du pommier sont des soleils levants
derecho a soñar” . Entonces, oyendo la voz del poeta [Todos los frutos del manzano son soles nacientes.]
entra en el coro de la “celebración” . Los seres ce­
lebrados son promovidos a una nueva dignidad de dice otro poeta para “ celebrar” la manzana.11
existencia. En otro soneto a Orfeo,12 el centro del mundo
Oigamos a Rilke “ celebrar” la manzana: es la naranja, un centro de dinamismo que trans­
mite movimientos, frenesíes, exuberancia, ya que la
Atreveos a decir lo que llamáis manzana. máxima de vida que nos propone Rilke es “Bailad
Esta dulzura que primero se condensa la naranja” , “ Tanzt die Oran ge” :
para, con una dulzura erguida desde el gusto,
10 Rilke, Sonetos a Orfeo, I, núm. xm.
11 Alain Bosquet, Premier Testament, p. 26.
12 Sonetos, I, núm. xv.
« Ibid., p. 19.
236 E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 237

Bailad la naranja. ¡E l paisaje más cálido to. L a inmóvil heráldica sólo puede retener valores
proyectadlo fuera, que ella irradie madurez estéticos pasados de moda. Para soñar bien con ella
en el aire det su p aís!. . . habría que ser infiel a los emblemas. Ante la flor
o ante el fruto, el poeta nos entrega al nacimiento
Corresponde a las jóvenes “bailar la naranja” , li­ de una felicidad. En ello encuentra Rilke, preci­
geras como perfumes. ¡Los perfumes!, recuerdos samente, “la felicidad de la infancia eterna” :
de la atmósfera natal.
La manzana y la naranja son para Rilke, como Mira las flores, esas fieles de la tierra
dice de la rosa, “objetos inagotables” .13 “ Objeto Quién las llevara en la intimidad del sueño y
inagotable” es el signo del objeto que la ensoñación {durmiera
profundamente con las cosas— : oh, qué ligero se
del poeta saca de su inercia objetiva. L a ensoña­
( volvería,
ción poética es siempre nueva ante el objeto con diferente frente al día diferente, de la común
el cual se relaciona. De una ensoñación a otra, el {profundidad.15
objeto ya no es el mismo, se renueva, y esa reno­
vación es una renovación del soñador. Angelloz tiene Sin duda, para la gran renovación, habría que
un comentario extenso del soneto que “ celebra” la arrastrar las flores a nuestros sueños nocturnos. Pero
naranja.14 Lo pone bajo la inspiración de Paul Va- el poeta nos muestra que ya en la ensoñación, las flo­
léry, L ’ame et la dance (la bailarina es “el acto res coordinan imágenes generalizadas. No sólo imá­
puro de las metamorfosis” ) ; también bajo el signo genes sensibles, colores y perfumes, sino imágenes
del hombre, delicadezas de sentimientos, calideces de
de las páginas que André Gide ha escrito en Les
nourritures terrestres sobre “ L a ronda de la granada”. recuerdos, tentaciones de ofrenda, todo lo que pue­
de florecer en un alma humana.
Pese a su condición intempestiva, la granada,
como la manzana y como la naranja, es redonda. Ante esta prodigalidad de frutos que nos invitan
a saborear el mundo, ante estos mundos-frutos que
Cuanto más redonda es la belleza de la fruta, más
solicitan nuestros ensueños, cómo no afirmar que el
segura está de sus poderes femeninos. Y sentimos
hombre de la ensoñación es cósmicamente feliz. A
ui. gran redoblamiento de placer cuando todas esas
cada imagen corresponde un tipo de felicidad. No
ensoñaciones las soñamos en anima.
podemos decir del hombre de la ensoñación que
Sea como fuere, cuando leemos semejantes poe­
“está entregado al mundo” . El mundo le es todo
mas, nos sentimos en estado de simbolismo abier­
acogida y él mismo es un principio de acogida. El
13 So n eto s, II, nú m . vi, loe. cit., p. 205.
14 R. M. Rilke, loe. cit., p. 266. 15 S o n e to s a O rfeo , II, núm. xiv, loe. cit., p. 221.
238 E L “C O G IT O ” D E L SO ÑA D OR E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 239

hombre de la ensoñación se baña en la felicidad de pierto. En tales encuentros una Poética de la Enso­
soñar el mundo, se baña en el bienestar de un mun­ ñación toma conciencia de sus tareas: provocar con­
do feliz. El soñador es una doble conciencia de su solidaciones de los mundos imaginados, desarrollar
bienestar y del mundo feliz. Su cogito no está divi­ la audacia de la ensoñación constructora, afirmarse
dido en la dialéctica del sujeto y del objeto. en una buena conciencia de soñador, coordinar li­
L a correlación entre el soñador y su mundo es bertades, encontrar lo verdadero en todas las disci­
una correlación fuerte. Ese mundo vivido por la plinas del lenguaje, abrir todas las cárceles del ser
ensoñación remite más directamente al ser del hom­ para que lo humano tenga todos los devenires posi­
bre solitario. El hombre solitario posee directamente bles. Tareas a menudo contradictorias entre lo que
los mundos que sueña. Para dudar de los mundos concentra al ser y lo que lo exalta.
de la ensoñación haría falta no soñar, habría que
salir de la ensoñación. El hombre de la ensoñación
y el mundo de su ensoñación están muy próximos, 5
se tocan, se compenetran. Están en el mismo plano
del ser; si hay que relacionar el ser del hombre con Claro está que la Poética de la Ensoñación que
el ser del mundo, entonces el cogito de la ensoña­ esbozamos no es de ninguna manera una Poética
ción se enunciará así: sueño el mundo, por lo tanto de la Poesía. Los documentos de onirismo despierto
el mundo existe como yo lo sueño. que nos entrega la ensoñación deben ser trabaja­
Radica en esto un privilegio de la ensoñación dos — a menudo largamente— por el poeta para
poética. Parecería que al soñar en una soledad se­ que reciban la dignidad de poemas. Pero, en fin,
mejante sólo podríamos alcanzar un mundo tan sin­ esos documentos formados por la ensoñación son la
gular que sería ajeno a cualquier otro soñador. Pero materia idónea para ser convertida en poemas.
el aislamiento no es tan grande y los ensueños Para nosotros, que no somos poetas, esta es una
más profundos, los más singulares son a menudo de las vías de acceso a la poesía. Los poetas nos
comunicables. Existen, al menos, familias de soña­ ayudan a canalizar la sustancia fluyente de nues­
dores cuyos ensueños se consolidan, profundizando tros sueños, a mantenerla en un movimiento que
al ser que los recibe. De este modo, los grandes recibe leyes. El poeta conserva bastante distintamente
poetas nos enseñan a soñar, nos nutren con imáge­ la conciencia de soñar para dominar la tarea de
nes con las cuales podemos concentrar nuestras en­ escribir su ensoñación. Hacer de una ensoñación
soñaciones de descanso. Nos ofrecen sus imágenes una obra, ser autor en la ensoñación misma es una
psicotrópicas con las que animamos un onirismo des­ gran promoción de ser.
240 E L “C O G IT O ” D E L SO ÑA D OR
E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 241

¡ Qué relieve tiene en nuestro lenguaje una ima­


primera. Los poetas lo saben. Ros poetas nos lo di­
gen poética! Si pudiéramos hablar en ese lenguaje
cen. Mediante la proeza de un poema, la ensoña­
elevado, subir con el poeta en esta soledad del ser
ción va de un nirvana a la paz poética. Henry
parlante que le da un sentido nuevo a las palabras
Benrath, en un libro sobre Stefan George, escribía:
de la tribu, estaríamos en un reino donde no entra
“Toda creación deriva de una especie de nirvana
el hombre activo para el cual el hombre de la en­
psíquico.” 16 Muchos poetas sienten ordenarse las
soñación “ no es más que un soñador” y para el que
fuerzas de la producción mediante la ensoñación,
el mundo de la ensoñación “no es más que un
en un onirismo despierto, sin llegar hasta el nirvana.
sueño” .
La ensoñación es este estado simple en el que la
¡ Qué nos importa a nosotros, filósofos del sueño,
obra toma de sí misma sus convicciones sin verse
los desmentidos del hombre que vuelve a encontrar,
atormentada por censuras. Así, para muchos escrito­
después del sueño, los objetos y los hombres! La
res y poetas la libertad de la ensoñación abre las
ensoñación ha sido un estado real, a pesar de las
vías a la obra: “Es una extraña disposición de mi
ilusiones denunciadas a destiempo. Estoy seguro de
espíritu, escribe Julien Green, no creer en algo si
que yo fui el soñador. Yo estaba allí cuando todas
no lo he soñado. Por creer, entiendo no sólo tener
esas cosas bellas estaban presentes en mi ensoñación.
una seguridad, sino retenerla en uno de tal modo
Esas ilusiones han sido bellas y, por lo tanto, bienhe­
que el ser se vea modificado por ella.” 17 ¡ Qué
choras. L a expresión poética ganada en la ensoña­
texto tan hermoso para una filosofía de la ensoña­
ción aumenta la riqueza de la lengua. Claro, si
ción este en que se nos dice que el sueño coordina
analizamos las ilusiones por medio de los conceptos,
la vida y prepara las creencias de la vida!
aquéllas se dispersan al primer choque. ¿Pero existen
El poeta Gilbert Trolliet titula uno de sus poe­
todavía en nuestro siglo, profesores de retórica que
mas: “Tout est d’abord revé” , donde escribe :
analicen los poemas con ideas?
De todos modos, buscando un poco, un psicólogo J ’attends. Tout est repos. Done futur innervé
encuentra siempre una ensoñación bajo el poema. Tu es image en rnoi. Tout est d’abord revé.ls
¿L a ensoñación del poeta? Nunca estaremos segu­
ros, . pero cuando amamos el poema nos aplicamos
16 Henry Benrath, S te fa n G eorge, p. 27.
a darle raíces oníricas y de este modo la poesía 17 Julien Green, L ’ au b e verm eille, 1950, p. 73: la cita de
alimenta en nosotros ensoñaciones que nunca había­ Green ha sido colocada en exergo por el psiquiatra J. H.
mos sabido expresar. Van den Berg en un estudio sobre Robert Desoille, E v o -
Resultará siempre que la ensoñación es una paz lution p sy c h ia triq u e , núm. 1, año 1952.
18 Gilbert Trolliet, L a b onne fo rtu n e , p . 61.
242 E L “C O G IT O ” D E L SO ÑA D OR E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 243

[Espero. Todo es reposo. Por lo tanto futuro inervado. / tanto que hubiéramos creído poder tocarlas con el
T ú eres imagen en mí. Todo es primero soñado.] dedo. Los objetos tangibles, por el contrario, se
convertían en sus propios fantasmas y yo estaba pró­
Así la ensoñación creadora anima los nervios del
ximo a creer que era posible pasarles a través, tan
futuro. Ondas nerviosas corren sobre las líneas de
fácilmente como atravesamos los muros cuando se
las imágenes dibujadas por la ensoñación.19
circula en sueños. Guando todo volvía al orden, yo
En una página de L ’antiquaire, Henri Bosco nos
no recibía otro signo que una repentina y extraor­
deja un hermoso documento que debe ayudarnos
dinaria facultad de amor por los ruidos, las voces,
a probar que la ensoñación es la materia prima de
los perfumes, los movimientos, los colores y las
una obra literaria. Las formas tomadas de lo real
formas, que de pronto se volvían perceptibles de
necesitan ser henchidas de materia onírica. El es­
otra manera y con una presencia sin embargo fa­
critor nos muestra la cooperación entre la función
miliar que me maravillaba.” 20
psíquica de lo real y la función de lo irreal. En la
¡ Qué invitación a soñar lo que vemos y a soñar
novela de Bosco habla un personaje, pero cuando
lo que somos! El cogito del soñador se desplaza y
un escritor alcanza a la vez esta lucidez y esta pro­
cede su ser a las cosas, a los ruidos, a los perfu­
fundidad, no podemos equivocarnos sobre la inti­
mes. ¿Quién existe? ¡Q ué descanso para nuestra
midad de la confidencia: “No hay duda de que
propia existencia!
en ese tiempo singular de mi juventud, lo que viví
Para tener el beneficio sedante de tal página, hay
creí soñarlo, y lo que soñé, creí vivirlo [ . . . ] A
que leerla en lectura lenta. La comprendemos de­
menudo esos dos mundos (el de lo real y el del
masiado rápido ( ¡ el escritor es tan claro!). Olvida­
sueño) se compenetraban y creaban a mis espaldas
mos soñarla como ha sido soñada. Soñando ahora
un tercer mundo equívoco entre la realidad y el
en una lectura lenta, vamos a creerla, a aprove­
sueño. A veces, la realidad más evidente echaba
charla como un agua de juventud, poniendo en ella
cimientos en las brumas, en tanto que una ficción
nuestra mocedad soñadora, ya que también nosotros,
de una rara extravagancia iluminaba el espíritu,
alguna vez, hemos creído vivir lo que soñamos. . .
volviéndolo maravillosamente sutil y lúcido. Enton­
Si aceptamos la acción hipnótica de la página del
ces las vagas imágenes mentales se condensaban
poeta, nuestro ser soñante, de lejana memoria, nos
19 Sobreponiéndose a todo el destino humano, un vi­ es devuelto. Una especie de recuerdo psicológico,
sionario como Blake podía decir: “ Todo lo que hoy trayendo a la vida una antigua psiquis, y recordando
existe fue imaginado antaño.” Y Paul Eluard se refiere
al ser mismo del soñador que hemos sido, sostiene
a este absoluto de la imaginación (Paul Eluard, Sen-
t ie r s . . ., p. 46). 20 Henri Bosco, L ’ a n tiq u a ire , p. 143.
E L “ C O G IT O ” D E L SO ÑA D OR 245
244 E L “ C O G IT O ” D E L SO ÑA D OR

nuestro ensueño de lectores. El libro acaba de ha- los objetos más pobres son saqüitos de perfume,
blarnos de nosotros mismos. que a ciertas horas hay luces- internas que vuelven
translúcidos los cuerpos opacos, que toda sonoridad
es una voz. ¡ Cómo suena el vaso metálico de nues­
6 tra infancia! Nos asedia una intimidad que viene
de todas partes, de todos los objetos. Sí, en verdad
El psiquiatra ha encontrado sin duda en numero­ soñamos cuando leemos. La ensoñación que trabaja
sos pacientes la fantasmalización de los objetos fa­ poéticamente nos conserva en un espacio de intimi­
miliares. Pero el psiquiatra, con sus relaciones ob­ dad que no se detiene ante ninguna frontera, espa­
jetivas, no nos ayuda, como el escritor, a hacer cio que une la intimidad de nuestro ser que sueña
que los fantasmas sean nuestros fantasmas. En los do­ con la intimidad de los seres que soñamos. En esas
cumentos de los alienistas los fantasmas apenas son intimidades compuestas se coordina una poética del
brumas endurecidas que se ofrecen a la percep­ ensueño. Todo el ser del mundo se amasa poé­
ción. Una vez que el alienista los ha nombrado no ticamente alrededor del cogito del soñador.
tiene por qué describirnos cómo esos fantasmas par­ Por el contrario, la vida activa, la vida animada
ticipan en nuestra imaginación gracias a su materia por la función real es una vida dividida, divisora
íntima. Por el contrario, los fantasmas que se for­ fuera de nosotros y en nosotros, que nos rechaza al
man en la ensoñación del escritor interceden para exterior de toda cosa. Estamos, pues, siempre fue­
enseñamos a participar en la vida doble, en la ra. Siempre enfrentados a las cosas, enfrentados al
frontera sensibilizada entre lo real y lo imaginario. mundo, enfrentados a los hombres de abigarrada
Una fuerza poética conduce a esos fantasmas de humanidad. Salvo en los grandes días de los amo­
la ensoñación. Esta fuerza poética anima todos los res verdaderos, salvo en las horas del Umarmung
sentidos; la ensoñación se vuelve polisensorial. De novaliano, el hombre es una superficie para el hom­
la página poética recibimos una renovación de la bre. El hombre esconde su profundidad y deviene
como en la parodia de Carlyle, la conciencia de sus
alegría de percibir, una sutileza de todos los sen­
ropas. Su cogito apenas le asegura la existencia en
tidos, sutileza que traslada el privilegio de la per­
un modo de existencia y así, a través de dudas
cepción de un sentido a otro, en una especie de
ficticias, de dudas en las cuales podríamos decir
correspondencia baudelaireana alertadora, de una co­
que no cree, se declara pensador.
rrespondencia que despierta y que no adormece.
El cogito del soñador no pasa por tan complica­
Una página que nos gusta puede hacernos vivir
dos preámbulos. Es fácil, es sincero, está ligado
intensamente. Así, al leer a Bosco aprendemos que
246 E L “C O G IT O ” D E L SO ÑA D O R E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 247

naturalmente a su complemento de objeto. Las bue­ mais perdus dans la nuit


nas, dulces cosas, se ofrecen con toda ingenuidad al se gorgent aussi bien d’hetires
soñador ingenuo. Y los sueños se acumulan ante un longues
ou breves.22
objeto familiar. El objeto es entonces el compañero
[La menor cascadura / de un vidrio o de un tazón / puede
de la ensoñación del soñador. Fáciles certidumbres
traer la felicidad de un gran recuerdo / los objetos des­
vienen a enriquecer al soñador. Entre el soñador nudos / muestran su fina arista / resplandecen de gol­
y el mundo surge, en ambos sentidos, una comuni­ pe / al sol / pero perdidos en la noche / también se
cación de ser. Un gran soñador de objetos, como colman de horas / largas / o breves.]
Jean Follain, sabe de horas en que la ensoñación se
anima en una ontología ondulante. Una ontología ¡ Qué poema de la tranquilidad! Digámoslo len­
con dos polos unidos hace que resuenen sus certi­ tamente: descenderá en nosotros un tiempo de ob­
dumbres. El soñador estaría demasiado solo si el jeto. El objeto que soñamos nos ayuda a olvidar
objeto familiar no acogiera su ensoñación. Jean la hora y a estar en paz con nosotros mismos. A
Follain escribe: solas “ en la casa cerrada” con un objeto elegido
como un compañero de soledad, sentimos una gran
Dans la maison refermée seguridad de ser en la simple existencia. Vendrán
U fixe un objet dans le soir Otras ensoñaciones que, como las de un pintor que
et joue á ce jen d’exister.21
gusta de vivir el objeto en sus siempre singulares
[En la casa cerrada / mira un objeto en la tarde / y juega
apariencias, podrán llevar al soñador a la vida pin­
al juego de existir.]
toresca, otras ensoñaciones que vendrán de recuer­
El poeta juega muy bien a ese “juego de existir” . dos muy lejanos. Pero la solicitación de una pre­
Dibuja su existencia mediante el objeto sobre la sencia muy simple lleva al soñador de objetos a
mesa, el ínfimo detalle que da existencia a una una existencia subhumana. A menudo en la mirada
cosa: de algún animal, de algún perro, el soñador cree
La moindre félure encontrar esta existencia subhumana. Los ojos del
d’une vitre ou d’un bol asno de Bérénice dieron esta clase de sueños a Mau-
peut ramener la félicité d’un grand souvenir rice Barres. Pero la sensibilidad de los soñadores
les objets ñus de la mirada es tan grande que todo lo que miran
montrent leur fine arete
asciende al plano de lo humano. Un objeto inani­
étincellent d’un coup
au soleil mado se abre a los mayores sueños. La ensoñación
21 Jean Follain, T e rrito ire s, p. 70. 22 Jean Follain, loe. cit., p. 15.
248 E L “C O G IT O ” D E L SONADOR E l. “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 249

subhumana que iguala al soñador y al objeto se el plato y los cristales de la araña se extiende un
transforma en una ensoñación subviviente. Vivir esta campo magnético que permite medir la humanidad
no-vida es llevar hasta las últimas consecuencias de los seres de la casa, de todos, hombres y cosas.
el “juego de existir” al que nos compromete Follain Ayudados por el poeta nos despertamos de los sue­
en la pendiente dulce de sus poemas. ños de la indiferencia. Si, ¿cómo podemos perma­
La ensoñación de objetos tan sensibilizados re­ necer indiferentes ante tal objeto? ¿Por qué buscar
suena en el drama de objeto que nos sugiere el más lejos cuando podernos soñar con las nubes del
poeta: cielo mientras contemplamos un plato?
Soñando ante un objeto inerte, un poeta encon­
Quand tombe des rnains de la servante
la palé assiette ronde trará siempre un drama de la vida, y de la no-
de la couleur des nuées vida:
il en faut ramasser les débris
tandis que frérnit le lustre Je suis un caillou gris; je n’ai pas d’autres titres
dans la salle a manger des maitres.‘JS Je reve, en durcissant les reves de man choixr4
[Cuando cae de manos de la sirvienta / el pálido plato [Soy un pedruzco gris; carezco de otro título / Sueño,
redondo / color de nube / hay que recoger los pedazos / endureciendo los sueños que he elegido.]
mientras que la araña se estremece / en el comedor de
Toca al lector ponerle a ese poema su preámbulo
los amos.]
de tristezas, revivir todas las penas menudas que
Del prestigio de las palabras sencillas poética­ ponen la mirada gris, todas las que vuelven de pie­
mente reunidas, el plato, ya sea pálido y redondo, dra al corazón. En ese poema de Premier Testament,
ya sea del color de las nubes, recibe una existencia el poeta nos llama al coraje que endurece la vida.
poética. No está descrita y, sin embargo, quien sue­ Alain Bosquet sabe que para decir todo el ser del
ñe un poco no la confundirá con ninguna otra. Para hombre hay que existir como la piedra y el viento:
mí, es el plato de Jean Follain. Un poeta como
este podría ser una prueba de adhesión a la poesía C’est un honneur d’etre le vent
C ’est un bonheur d’etre la pierredr‘
de la vida común. ¡ Qué solidaridad muestra entre
[Es un honor ser el viento / Es una dicha ser la piedra.]
los seres de la casa! El poeta sabe inspirar piedad
humana a la araña que se estremece por la muerte ¿ Pero para un soñador de cosas, existen las “ na-
de un plato. Entre la sirvienta y los señores, entre
24 Alain Bosquet, P rem ie r T e sta m e n t, Gallimard, París,
23 Jean Follain, T e rrito ire s, p. 30. El poema se titula: p. 28.
“ L ’assiette” . L o e . cit., p. 52.
250 EL “C O G IT O ” D E L SOÑADOR E L “C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 251

turalezas muertas” ? ¿Pueden ser indiferentes las co­ nocidos. Hace falta “ cultura” para entenderse en
sas que han sido humanas? ¿Las cosas que han medio de ese entrevero de muestrarios de univer­
sido nombradas no reviven en el ensueño de su sos. No hace falta mucho para estar acompañado
nombre? Todo depende de la sensibilidad soñadora por esos objetos. No se sueña bien, con ensoñacio­
del soñador. Chesterton escribe: “Las cosas muer­ nes bienhechoras, ante objetos dispersos. La ensoña­
tas tienen tal poder de apoderarse del espíritu vi­ ción de objetos es una fidelidad al objeto familiar.
viente que me pregunto si es posible que alguien La fidelidad del soñador a su objeto es la condición
lea el catálogo de un remate sin caer sobre algunas del objeto familiar. L a fidelidad del soñador a su
cosas que, tomadas de pronto, harían correr lágri­ objeto es la condición de la ensoñación íntima. L a
mas elementales.” 26 ensoñación conserva la familiaridad.
Sólo la ensoñación puede despertar semejante Un autor alemán ha podido decir: “Cada nuevo
sensibilidad. Dispersadas en los remates, ofrecidas a objeto, bien considerado, abre en nosotros un nuevo
cualquier comprador, ¿encontrarán las cosas, las dul­ órgano” (Jeder neue Gegenstand, wohl beschaut,
ces cosas, cada uno su soñador? Un buen escritor schliesst ein neues Organ in uns au f). Las cosas no
de Champagne, Grosley, natural de Troyes, dice que van tan rápido. Hay que soñar mucho delante de
su abuela, cuando no sabía contestar a sus preguntas : un objeto para que determine en nosotros una es­
infantiles, agregaba: pecie de órgano onírico. Los objetos privilegiados
por la ensoñación llegan a ser los complementos
Va, va, quand tu seras grand, tu venas qu’il y a directos del cogito del soñador. Se aferran al soña­
bien des choses dans un chosier.
dor, lo tienen. Son entonces, en la intimidad del
[Anda, anda, cuando seas grande verás que hay muchas
soñador, órganos de ensoñación. No estamos dispo­
cosas en un cosario.]
nibles para soñar con cualquier cosa. Nuestras en­
¿Pero nuestro cosario está realmente lleno? ¿No soñaciones de objeto, si son profundas, se hacen
está más bien atiborrado de objetos que testimonian mediante el acuerdo entre nuestros órganos oníricos
nuestra intimidad? ¿Acaso nuestras vitrinas de chu­ y nuestro cosario. Con lo que nuestro cosario nos
cherías no son a fin de cuentas “cosarios” en el resulta precioso, oníricamente precioso, puesto que
estilo de la abuela champañesa? Un curioso viene nos da los beneficios de las ensoñaciones vincula­
al salón en que exhibimos nuestros adornos, esos das. En ellas, el soñador se reconoce como sujeto
objetos que no dicen de inmediato su nombre. Bus­ i soñante. ¿Q ué más prueba de existir que encontrar
camos que sean raros, muestras de universos desco- en una fidelidad de ensoñación el yo soñador y el
2S G. K. Chesterton, L a v id a d e R o b e r t Brovuning. objeto mismo que acoge nuestra ensoñación? En
252 EL “ C O G IT O ” D E L SO ÑADOR
E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 253

la meditación del sueño nocturno no podríamos plenitud de ligera densidad. Esta región interme­
encontrar estas relaciones de existencias. El cogito dia amortigua la dialéctica de! ser y del no-ser. La
difuso del soñador de ensoñación recibe de los obje­ imaginación desconoce el no-ser. Todo su ser puede
tos de su ensoñación una tranquila confirmación muy bien pasar por un no-ser a los ojos del hom­
de su existencia. bre razonable, a los ojos del hombre de trabajo, bajo
1a, pluma del rnetafísico de ¡a ontología fuerte. Pero,
7 en contrapartida, el filósofo que se concede la su­
ficiente soledad corno para entrar en la región de
Los filósofos de la ontología fuerte, que ganan el las sombras está sumergido en un medio sin obs­
ser en su totalidad y lo guardan íntegramente in­ táculos donde ningún ser dice que no. Gracias a su
cluso cuando describen las modas más fugaces, ensoñación vive en un mundo homogéneo a su ser, a
se opondrán fácilmente a esta ontología dispersa su semiser. El hombre de la ensoñación vive siem­
que se apega a detalles, quizá a accidentes, y que cree pre en el espacio de un volumen. Habitando ver­
multiplicar sus pruebas multiplicando sus puntos de daderamente todo el volumen de su espacio, el hom­
vista. bre de la ensoñación está en su mundo por todas
Pero durante toda nuestra vida de filósofo nos partes, en un dentro que no tiene fuera. Por algo
hemos empeñado en elegir a nuestra medida los se dice corrientemente que el soñador está hun­
temas de nuestros estudios. Y un estudio filosófico dido en su ensoñación. El mundo ya no está en­
de la ensoñación nos tienta por su carácter simple frentado a él. El yo no se opone más al mundo. En
a la vez que muy definido. La ensoñación es una
la ensoñación no hay no-yo. En la ensoñación el no
actividad psíquica manifiesta. Proporciona documen­
carece de función: todo es acogida.
tos sobre diferencias en la tonalidad del ser. En el
Un filósofo imbuido de historia de la filosofía po­
plano de la tonalidad del ser puede proponerse,
dría decir que el espacio en el que el soñador está
pues, una ontología diferencial. El cogito del soña­
sumergido es un “ mediador plástico” entre el hom­
dor es menos seguro que el cogito del filósofo. El bre y el universo. Parecería que en el mundo in­
ser del soñador es un ser difuso. Pero, en cambio,
termediario donde se mezclan ensoñación y realidad,
este ser difuso es el ser de una difusión. Escapa a
se realiza una plasticidad del hombre y de su
la puntualización del hic y del nunc. El ser del so­
mundo sin que sea necesario saber dónde radica el
ñador invade lo que toca, difuso en el mundo. Gra­ principio de esta doble maleabilidad. Es tan cierto
cias a las sombras, la región intermedia que separa
este carácter de ensoñación que, al revés, podemos
al hombre del inundo es una región plena, de una
decir que donde hay maleabilidad hay ensoñación.
254 E L “ C O G IT O ” D E L SO ÑA D O R E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 255

Es suficiente con que a solas se les ofrezca una masa pesadillas, cerramos perspectivas que apuntan al
a nuestros dedos para que entonces estemos en ap­ destino humano, al mismo tiempo que nos priva­
titud de echarnos a soñar.27 mos del esplendor literario de mundos de apocalip­
Al revés del ensueño, el sueño nocturno no sabe sis. Pero teníamos que dejar de lado bastantes pro­
para nada de esta dulce plasticidad. Su espacio blemas si queríamos tratar sencillamente el problema
está atiborrado de sólidos, y los sólidos tienen siem­ de la ensoñación de una conciencia despierta.
pre en reserva cierta hostilidad. Mantienen sus for­ Si ese problema quedaba aclarado, podía ser que
mas, y cuando aparece una forma hay que pensar, el onirismo del día ayudase a conocer mejor el
nombrar. En el sueño nocturno, el soñador padece onirismo nocturno.
una geometría dura. En el sueño nocturno no bien Puede observarse que existen estados mixtos, en­
vemos un objeto puntiagudo, nos hiere. En las pe­ soñaciones-sueños y sueños-ensoñaciones, ensoñacio­
sadillas nocturnas, los objetos son malignos. Un psi­ nes que terminan en sueño y sueños que se colorean
coanálisis que trabajara sobre las dos orillas, del de ensoñación. Robert Desnos ha hecho observar
lado objetivo y del lado subjetivo, reconocería que que nuestros sueños nocturnos son entrecortados por
los objetos dañinos nos ayudan, digamos, a lograr simples ensoñaciones. En esas ensoñaciones, nues­
nuestros “ actos frustrados” . A menudo nuestras pe­ tras noches recuperan su dulzura.
sadillas son coordinaciones de actos frustrados. A Una investigación más larga que la nuestra sobre
menudo nos permiten vivir vidas frustradas. ¿Cómo la estética del onirismo debería encarar un estudio
el psicoanálisis, tan abundante en estudios del sue­ de los paraísos artificiales tal como los describen
ño-deseo, le ha dado tan poco lugar al estudio del los escritores y los poetas. ¡ Qué miras fenornenoló-
sueño-remordimiento? La melancolía de algunas de gicas serían necesarias para descubrir el “yo” de
nuestras ensoñaciones no baja a estas desdichas vi­ los diferentes estados correspondientes a diferentes
vidas, revividas, que un soñador nocturno puede narcóticos! Por lo menos habría que clasificar esos
tener siempre temor de revivir. “yoes” en tres especies: el “yo” del sueño, si existe;
No podemos dejar de renovar constantemente el “yo” de la narcosis, si tiene algún valor de in­
nuestros esfuerzos para señalar la diferencia entre dividualidad; el “yo” de la ensoñación, mantenido
el sueño nocturno y la ensoñación de una concien­ bajo tal vigilancia que puede darse el gusto de
cia despierta. Sentimos que al eliminar de nuestras escribir.
investigaciones las obras literarias inspiradas en las ¿Quién podrá fijar el peso ontológico de todos
los “yoes” imaginados? Un poeta escribe:
27 Cf. L a tierra y la s en soñ acion es de la v o lu n tad , Corti,
cap. iv.
256 E L “ C O G IT O ” D E L SO ÑADOR E L “ C O G IT O ” D E L SO Ñ A D O R 257

Ce songe en nous est-il le notre ser leídos, con la seguridad de qúé el valor poético
je vais seul et multiplié sería, del autor al lector, el ’ medio de comunica­
suis-je moi-rneme, suis-je un autre ción. Para escribir muchos poetas trataron de vivir
ne sommes-nous qu’irnaginés.2li las ensoñaciones del opio. ¿ Pero quién nos dirá qué
[Ese sueño en nosotros, ¿es el nuestro? / voy solo y parte es la que corresponde a la experiencia y cuál al
multiplicado / ¿soy yo mismo, seré otro? / ¿sólo somos arte? A propósito de Edgar Poe, Edmond Jaloux
imaginados ?]
hace una penetrante observación. El opio de Edgar
¿Existe un “ yo” que asuma esos múltiples “ yoes” ? Poe es un opio imaginado. Imaginado antes, vuelto
¿Un “yo” de todos esos “yoes” que domine todo a imaginar después, nunca escrito durante. ¿Quién
nuestro ser, todos nuestros seres íntimos? Novalis es­ nos dará la diferencia entre el opio vivido y el opio
cribió: “ Die hóchste Aufgabe der Bildung ist, sich magnificado? Nosotros, lectores que no queremos
seines transzendentalen Selbst xu bernáchtigen, das saber sino soñar, debemos seguir la subida que va
Ich seines Ichs zugleich zu sein.” 2" Si los “ yoes” va­ de la experiencia al poema. “ El poder de la ima­
rían de tonalidad de ser, ¿dónde está el “yo” do­ ginación del hombre, concluye Edmond Jaloux, es
minante? ¿No encontraremos, mientras buscamos el mayor que todos los venenos.” 20 Edmond Jaloux
“yo” de los “yoes” , y soñando como Novalis, el “yo” agrega todavía hablando de Edgar Poe: “ Le otorga
del “yo” , el yo trascendental? a la adormidera una de las más impresionantes
¿ Pero qué buscamos en los paraísos artificiales, particularidades de su propia espiritualidad.” 31
nosotros que no somos más que psicólogos de cá­ Pero aun allí, aquel que vive las imágenes psi-
mara? ¿Sueños o ensoñaciones? ¿Cuáles son para cotrópicas, ¿no puede encontrar en ellas los impulsos
nosotros los documentos determinantes? Los libros, de 1a. sustancia psicotrópica? La belleza de las imá­
siempre los libros. ¿Acaso si no estuviesen escritos, genes aumenta su eficacia. La multiplicidad de las
los paraísos artificiales serían paraísos? Para nos­ imágenes sustituye la uniformidad de la causa. Un
otros, lectores, esos paraísos artificíales son paraísos poeta no duda en entregarse por entero a la efi­
de lectura. cacia de la imagen. Henri Michaux escribe: “ No
Los paraísos artificiales han sido escritos para hay necesidad de opio. Todo es droga para quien
28 Géo Libbrecht, “ Enchanteur de toi-rnéme” , a p u d Poe­ elige para vivir el otro lado.” 32
m as ckoisis, Seghers, París, p. 45.
2il Novalis, S c h rijte n , ed. Minor, t. II, 1907, p. 117. “ La 30 Edmond Jaloux, E d g a r Poe et les fetnm es, Ed. du
tarca suprema de la cultura es la de tomar posesión de su Milieu du Monde, Ginebra, 1945, p. 125.
sí mismo trascendental, de ser al mismo tiempo el yo de 31 L o e . cit., p. 129.
su yo.” 32 Henri Michaux, P lu m e , p. 68.
258 E L “ C O G IT O ” D EL SO ÑA D OR

Un bello poema no es sino una locura retocada.


Un poco de orden poético impuesto a las imágenes V . EN SO Ñ A C IÓ N ' Y ; CO SM O S
aberrantes., Una conducta de inteligente sobriedad
en el empleo —de todos modos intensivo— de dro­ L ’h om m e qui a une am e n ’o b jit q u ’a l ’uni-
gas imaginarías. Las ensoñaciones, las locas ensoña­ v e r s.*
ciones conducen a la vida. G a b r iel G e r m a in , C h a n ts pour l’ame d ’A fri­
que, p. 89.

D é fin ir cornm ent M ilo sz pen se le m o n d e, c ’est


¡a ir e le p o rtra it du p u r p oete de to u s les
te m p s. * *

J kan !> k Ro sc h er e, Prefacio a los P o ém es


de O. V. de /,. M ilosz, ed. Laífont, p. 54.

Moi j ’h a b ita is un proverbe si vaste


q u ’il me fa lla it l’u n ivers pour l’e r n p l i r . * * *

R obekt S abatiek, D é d ic a c e d’ un navire,


p. 47.

C u a n do un so ñ a d o r d e en so ñ acion es ha a p a r t a d o
todas las “ p re o c u p a c io n e s” qu e e sto rb ab an su vid a
co tid ian a, c u a n d o se ha lib e rad o de la p r e o c u p a ­
ción q u e p rovien e d e la p reo c u p a ció n d e los d e m á s,
cu an d o se vuelve realm en te el a u to r de su s o le -

* “ El hombre que tiene un alma sólo obedece al uni­


verso."
* * “ Definir de qué modo Milosz piensa el mundo es
hacer el retrato del más puro poeta de todos los tiempos."
* * * “ Habitaba un proverbio tan vasto / que me hacía
falta el universo para colmarlo."

259
262 EN SO ÑACIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 263

contemplar, el primer testigo del poderío de la con­ do, sobre eso no le caben dudas! Una sola imagen
templación. El mundo es, entonces, el complemento cósmica le da una unidad dé ensoñación, una uni­
directo del verbo contemplar. ¿Contemplar soñando dad de mundo. De la imagen primera nacen otras
es conocer? ¿Es comprender? Sin duda no es perci­ imágenes que se juntan y embellecen mutuamente.
bir. El ojo que sueña no ve o al menos ve en otra Las imágenes nunca se contradicen y el soñador de
visión. Esta visión no se constituye con “ restos” . La mundo desconoce la división de su ser. Frente a
ensoñación cósmica nos hace vivir en un estado todas las “aperturas” del mundo, el pensador de
que no hay más remedio que designar como ante­ inundo cumple con la norma de dudar. El pensa­
perceptivo. La comunicación entre el soñador y su dor de mundo es el ser de una vacilación. Desde
mundo es, en la ensoñación de soledad, muy cer­ que el mundo se abre mediante una imagen, el soña­
cana, carece de “ distancia” , de esa distancia que dor de mundo habita el que le acaba de ser ofre­
marca el mundo percibido, el mundo fragmentado cido. De una imagen aislada puede nacer un uni­
por las percepciones. Claro está que no hablamos verso. Una vez más vemos en acción la imaginación
aquí de la ensoñación de fatiga, pospercepción don­ creciente, según la regla enunciada por Arp:
de se entenebrecen las percepciones perdidas. ¿En
Le petit tient le grand en laissep
qué se transforma la imagen percibida cuando la
[El pequeño m aneja a su antojo al grande.]
imaginación se hace cargo de ella para convertirla
en el signo del mundo? En la ensoñación del poeta Señalábamos en el capítulo precedente que un
el mundo es imaginado, directamente imaginado. fruto por sí solo era una promesa de mundo, una
Tocamos aquí una de las paradojas de la imagina­ invitación a estar en el mundo. Guando la imagi-
ción : en tanto que los pensadores que reconstruyen ! nación cósmica trabaja sobre esta imagen primera,
un mundo recorren un largo camino de reflexión, la el mundo mismo es como un fruto gigantesco. La
imagen cósmica es inmediata. Nos da el todo antes luna y la tierra son astros frutales. Si no, cómo
que las partes. En su exuberancia cree decir todo saborearíamos un poema como este de Jean Gayrol:
del Todo. Se apodera del universo por uno de sus
O silence rond comtne la terrc
signos. Una sola imagen invade todo el universo, di­ rnouvements de l’Astre niuet
fundiendo en todo él la felicidad que sentimos por gravitation du fruit autour du noyau d’argilcP
habitar en el mundo mismo de esta imagen. El
:i Arp, Le siége de l’air, edit. Alain Gheerbrant, 1946.
soñador, en su ensoñación ilimitada y sin reservas, p. 75.
se da en cuerpo y alma a la imagen cósmica que ■’ Jean Cayrol, Le rniroir de la Rédemption du monde,
acaba de encantarlo. El soñador está en un mun- p. 25.
264 EN SO ÑACIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 265

[Oh silencio redondo como ¡a tierra / movimientos del cuando en sus sueños llega “hasta el fondo de las
Astro mudo / gravitación del fruto en torno al núcleo cosas” . Todo se hace a la’ vez grande y estable
de arcilla.]
cuando la ensoñación une cosmos y sustancia. Du­
El mundo resulta así soñado en su redondez, en rante nuestras búsquedas interminables respecto a
su redondez frutal. Entonces la felicidad refluye la imaginación de los “ cuatro elementos” , respecto
desde el mundo hacia el fruto. Y el poeta que ha a las materias que. en todas las épocas el hombre
pensado el mundo como un fruto puede decir: ha imaginado para sostener la unidad del mundo,
muchas veces soñamos con la acción de las imágenes
Que personne ne blesse le Fruit tradicionales cósmicas. Esas imágenes, recogidas pri­
il est le passé de la joie qui s’arrondité'
mero muy cerca del hombre, crecen por si solas
[Que nadie lastime el fruto / es el pasado de la alegría
hasta no alcanzar su nivel universal. Soñando ante el
que se redondea.]
fuego descubre la imaginación que el fuego es el mo­
Si en vez de un libro placentero estuviéramos tor del mundo. Soñando ante una fuente, la ima­
escribiendo una tesis de filosofia estética, deberíamos ginación descubre que el agua es la sangre de
multiplicar ahora los ejemplos de esta potencia de la tierra, que la tierra tiene una profundidad viva.
cosmicidad de las imágenes poéticamente privile­ Y si tenemos bajo nuestros dedos una masa dulce
giadas. Desde el momento en que un poeta le da a y perfumada nos ponemos a amasar la sustancia del
una imagen particular un destino de grandeza, un mundo.
cosmos particular se forma alrededor de la imagen. De vuelta de esas ensoñaciones, apenas si nos
El poeta le da al objeto real su doble imaginario, atrevemos a decir que hemos soñado a tales altu­
su doble idealizado. Éste se vuelve inmediatamente ras. Como dice el poeta, el hombre “no podiendo
idealizante y así nace un universo de una imagen soñar más, pensó” .0 Y el soñador del mundo se pone
en expansión. a pensar en éste mediante el pensamiento de los
demás. Si de todos modos queremos hablar de esos
2 sueños que sin cesar se vuelven tan vivos y acti­
vos, nos refugiarnos en la historia, en una historia
En ese crecimiento que llega a ser cósmico, las imá­ lejana, en una lejana historia, en la historia de los:
genes son, de seguro, unidades de ensueño. Pero de cosmos olvidados. ¿Acaso los filósofos de la Antigüe­
tan numerosas son efímeras. Aparece una unidad dad no nos han dejado testimonios precisos de esos
más estable cuando un soñador sueña con materia,
* Ernest I.a Jeunesse, l.’imitation de notre maitre N a ­
5 Loe, cit., p. 45. poleón, París, 1897, p. 51.
266 EN SO Ñ A CIÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A G IÓ N Y C O SM O S 267

mundos sustancializados por una materia cósmica? nalidad del regreso” .7 Cuando .soñamos con el uni­
Esos eran sueños de grandes pensadores. Siempre verso, partimos siempre, habitarnos en otra parte,
me asombra que los historiadores de la filosofía en otra parte siempre confortable. Para designar bien
piensen esas grandes imágenes cósmicas sin soñar­ un mundo soñado, hay que marcarlo con una fe­
las nunca, sin restituirles nunca el privilegio de la licidad.
ensoñación. Soñar las ensoñaciones, pensar los pen­ Siempre nos encontramos, pues, con esa tesis nues­
samientos: sin duda son dos disciplinas difíciles de tra que tenemos que afirmar, tanto para lo grande
equilibrar. Creo, cada vez más, en términos de una como para lo pequeño: la ensoñación es una con­
cultura trastornada, que se trata de las disciplinas ciencia de bienestar. T arto en una imagen cósmi­
de dos vidas diferentes. Me parece que lo mejor ca como en una imagen de nuestro hogar nos
es separarlas, rompiendo así con la opinión común encontramos en el bienestar del descanso. La ima­
que cree que la ensoñación conduce al pensamien­ gen cósmica nos entrega un descanso concreto, es­
to. Las cosmogonías antiguas no organizan pensa­ pecífico; ese reposo corresponde a una necesidad, a
mientos, son ensoñaciones audaces y para volver a un apetito. Hay que sustituir la fórmula general del
darles vida hay que volver a aprender a soñar. Hay filósofo: “ el mundo es mi representación” , por la
arqueólogos de hoy que comprenden el onirismo de fórmula: “ el mundo es mi apetito” . Morder en el
los primeros mitos. Cuando Charles Kerényi escri­ mundo sin otra “preocupación” que la felicidad de
be : “ El agua es el más mitológico de los elemen­ morder, ¿no es entrar en el mundo? Una mordedu­
tos” , presiente que el agua es el elemento del oni­ ra, ¿no es un modo de conquistar el mundo? El
rismo dulce. Sólo por excepción salen del agua las mundo es entonces el complemento directo del verbo
divinidades malignas. Pero en el presente ensayo no como. Del mismo modo, para Jean Wahl el cordero
utilizamos los documentos mitológicos, sólo encara­ es el complemento directo del lobo.. El filósofo del
mos las ensoñaciones que podemos revivir. ser escribe, comentando la obra de William Blake:
Recibimos, pues, una experiencia del mundo gra­ “El cordero y el tigre son un mismo ser.” 8 Carne
cias a la cosmicidad de una imagen; la ensoñación
7 Víctor Ségalen, “ Équipée” , V o y ag e au pay s du ré e l,
cósmica nos hace habitar un mundo. Aquella cos- Pión, París, 1929, p. 92.
rnicidad le da al soñador la impresión de un estar en 8 Jean Wahl, P en sée, P erc ep tio n , Calmann-Lévy, 1948,
su casa en el universo imaginado. El mundo imagi­ p. 218. ¡Q u é documento para una metafísica de la man­
nado nos ofrece una casa en expansión, el envés del díbula! Leemos en los P rin c ip e s de p h o n o lo gie de Trou-
betzkoy, trad., 1949, p. x x i i i , en nota: “ Martynov, un
hogar que representa el cuarto. Victor Ségalen, el
alienado ruso de fines de siglo, había publicado un fo­
poeta del viaje, decía que el cuarto propio es “la fi- lleto titulado: D é co u v e rte du m ystére de la lan g u e hu-
268 EN SO Ñ A CIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 269

tierna, dientes fuertes, ¡ qué armonía, qué unidad una adhesión a un medio deL mundo. Tornamos
del ser total! este ejemplo del método del “training autógeno” del
Ligando el mundo con la necesidad del hombre, psiquiatra J. FI. Schultz. Se trata de volver a ense­
Franz vori Baader escribía: “ La única prueba po­ ñar a.1 enfermo angustiado las seguridades de la
sible de la existencia del agua, la más convincente buena respiración: “En los estados que tratamos de
y la más íntimamente verdadera, es la sed.” 9 inducir, la respiración se vuelve muy a menudo, se­
¿Cómo decir, ante todas las ofrendas que el mun­ gún los relatos de los pacientes, una especie de
do ofrece al hombre, que el hombre es rechazado ‘medio’ en el cual se mueven [. . .] Me levanto y
del mundo y primero arrojado al, mundo? me bajo mientras respiro como una barca en un
A cada apetito, un mundo. El soñador participa mar tranquilo [. . .] En los casos normales basta con
entonces en el mundo nutriéndose de una de las aplicar la fórmula: ‘Respire con calma’. El ritmo
sustancias del mundo, sustancia densa o rara, cálida respiratorio puede adquirir tal grado de evidencia
o dulce, clara o llena de penumbra según el tempe­ interior10 que puede decirse: ‘Soy todo respira*
ramento de su imaginación. Y cuando un poeta vie­ I ciónV’ “
ne en ayuda del soñador renovando las bellas imá­ El traductor de la página de Schultz agrega en
genes del mundo, el soñador logra obtener la salud una nota: “ Esta traducción no es sino una débil
cósmica. aproximación de la expresión alemana: Es atmet
mich, literalmente: ‘Eso me respira’. Dicho de otro
3 modo: el mundo viene a respirar en mí, participo
de la buena respiración del mundo, estoy inmerso
Un bienestar difuso nace del sueño. Difuso-difusor, en un mundo respirante. Todo respira en el mun­
según la regla onírica del pasaje del participio pa­ do. La buena respiración, la que va a curarme de
sado al participio presente. El bienestar difusor trans­ mi asma, de mi angustia, es cósmica.”
forma al mundo en “ medio” . Demos un ejemplo
10 Subrayado por nosotros.
de esa renovación de la salud cósmica ganada por 11J . H. Schultz, Le training autogéne. Adaptación, p u f ,
maine en révélation de la faillite de la linguistique sa­ ¡ p. 37. Gf. G. Sands, Derniéres pages, p . 33: “ El aire que
nante en el que trataba de probar que todas las palabras ! se toma sin poner atención no vivifica como el que se
de las lenguas humanas se remontaban a raíces que sig­ ¡ toma para tomarlo.” En esa tesis de medicina sostenida
nificaban ‘comer’ (nota de Jacobsen). Morder es una. | en Lyon en 1958, Francois Dagognet ha proporcionado
entrada en materia para p a r tic ip a r del mundo.” j muchos elementos a una psicología de la respiración. U n
9 E. Susini, Franz von Baader et le romantisrne mysti- i capitulo de esta tesis ha sido publicado por la revista
que,, t. I, p. 143. ¡ Thalés, 1960.
270 EN SO ÑACIÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 271

En una de sus Orientales, Mickiewicz. (Oeuvres su círculo de vapores corno un,.gran ser vivo que
traduites, t. I, p. 83) expresa la plena vida del pe- aspira y respira eternamente.' Si la tierra aspira,
dio dilatado; “ ¡Oh, qué dulce es respirar con todo atrae hacia sí el círculo de vapores que se acerca
el pecho! Respiro libremente, plenamente, largamen­ a su superficie y se adensa en nubes y lluvia. Lla­
te. Todo el aire de la Arabia apenas basta a mis nto a este estado la afirmación acuosa; si durara
pulmones.” más allá del tiempo reglamentario, anegaría la
fules Supervielle, traduciendo como poeta un poe­ tierra. Pero ésta no lo permite; vuelve a respirar y
ma de jorge Guillen, conoce esta respiración del envía hacia arriba los vapores de agua que se ex­
mundo: panden por todos los espacios de la atmósfera alta
Air que je respire á fond adelgazándose hasta tal punto que no sólo el res­
Tant de soleils l’on fait dense plandor del sol los atraviesa, sino que la eterna no­
Et, pour plus d’avidité, che del espacio infinito, vista a través de ellos, se
Air oú le temps se respire. (olorea de un brillante tono azul. Llamo a ese se­
[Aire que respiro a fondo, / De muchos soles muy den­ gundo estado de la atmósfera la negación acuosa. En
so, / Para mi avidez, actual / Aire en que respiro tiempo.) el estado de negación acuosa no sólo no llega desde
En el pecho humano feliz el inundo se respira, el arriba ninguna humedad, sino que además la hu­
tiempo se respira. Y el poema continúa: medad de la tierra desaparece en el aire, de modo
que si este estado se prolongara más allá del tiempo
fe respire, je respire reglamentario, incluso sin sol, la tierra correría e!
Si a fond que je me vais riesgo de secarse y endurecerse por entero.” IS
/ ouissant du paradis
Par excellence, le nótre,I- Cuando las comparaciones relacionan tan fácil­
mente al hombre con el mundo, un filósofo raciona!
[Respirando, respirando / 'Panto a mis anchas entiendo
que gozo del paraíso / Más embriagador: el nuestro.|
da sin error su diagnóstico de antropomorfismo. El
razonamiento que sostiene las imágenes es simple:
Un gran respirador como Goethe, pone la me­ puesto que la tierra está “viva” , es obvio que, como
teorología bajo el signo de la respiración. La at­ todos los seres vivos, respira. Corno el hombre, res­
mósfera entera es respirada por la tierra en una pira expulsando su aliento lejos de sí. Pero aquí es
respiración cósmica. En una conversación con Ecker- Goethe el que habla, el que razona, el que imagina.
marin, Goethe decía; “ Me represento la tierra con2 Por lo demás, si se quiere alcanzar el nivel goethea-
l2 Jules Supervielle, Le corps tragique, G a llim a r d , pá­ 1:1 C o n v ersac io n es de G o eth e con E ck e rm an n , trad., t:. I,
ginas 122-123. p. 335.
272 EN SO ÑACIÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 273

no, hay que invertir la dirección de la compara­ Voz y poema son la respiración común del soña­
ción. Sería poco decir: la tierra respira como el dor y del mundo. El último terceto lo proclama:
hombre. Hay, que decir: Goethe respira como respira
la tierra. Goethe respira a todo pulmón como la ¿Me reconoces, aire, tú, lleno aún de lugares que
tierra respira a toda atmósfera. El hombre que al­ (fueron míos?
¿tú, que fuiste un día la corteza lisa,
canza la gloria de la respiración respira cósmica­ la curvatura y la hoja de mis palabras?
mente.14
El primer soneto de la segunda parte de Los so­ ¿Y cómo no vivir en la cumbre de la síntesis
netos a Orfeo es un soneto de la respiración, de cuando el aire del mundo hace hablar al árbol y al
una respiración cósmica.15 hombre, mezclando todos los bosques, los del vegetal
y los de los poetas?
Respirar, ¡oh invisible poema!
Intercambio puro y que nunca cesa entre nuestro Así los poemas vienen en nuestra ayuda para re­
y los espacios del mundo. . . (ser propio cuperar la respiración de los grandes soplos, la res­
piración primera del niño que respira el mundo. En
Ola única, cuyo mi utopía de curación por los poemas propondría
mar progresivo soy;
tú, el más parco de todos los mares posibles, la meditación de este único verso:
ganancia de espacio. :
Cantique de Venfance, ó poumons de paroles.16
Entre esos lugares, cuántos espacios hubo ya [Cántico de la infancia, oh pulmones de palabras.]
dentro de mí mismo. M ás de un viento
es como hijo mío. ¡ Qué engrandecimiento del soplo cuando son los
Hasta ahí llega el intercambio de ser en igualdad pulmones los que hablan, los que cantan y crean
entre el ser que respira y el mundo respirado. El poemas! L a poesia ayuda a respirar bien.
viento, las brisas, los grandes soplos ¿ no son los Habría que agregar que en la ensoñación poéti­
seres, los hijos del pecho del poeta que respira? ca, triunfo de la calma, cumbre de la confianza del
mundo, se respira bien. Los ejercicios del training
54 Barres no hubiera llegado tan lejos, puesto que se
curaba de su angustia proponiéndose como regla “ respirar
autógeno recibirían un gran refuerzo de eficacia si
con sensualidad” (U n homme libre, p. 234). Según una fuera posible asociar los ejercicios propuestos por
doctrina imaginativa, hace falta, al contrario, mucho de el psiquiatra con ensoñaciones bien elegidas. El pa­
“ de fuera” para curar un poco “ de dentro” . ciente de Schultz ha evocado por algo la barca
16 Rilke, Las elegías de Ruino. Los sonetos a Orfeo,
p. 195. 16 Jean Laugier, L ’espace muet, Seghers, París.
274 EN SOÑACIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 275

tranquila; la barca, esa cuna que duerme sobre las Son fragmentos de universo. Y muy precisamente, en
aguas que respiran. una ensoñación cósmica, el universo recibe una uni­
Parecería que si pudiéramos reunir bien tales imá­ dad de belleza.
genes, le darían una eficaxia suplementaria al con­ Para tratar este problema de un cosmos valori­
tacto que el buen psiquiatra tiene con el paciente. zado por una unidad de belleza, sería muy favora­
ble la meditación sobre la obra de los pintores. Pero
como pensamos que cada arte exige una feno­
4 menología específica, deseamos presentar nuestras
observaciones sirviéndonos de los documentos litera­
Pero nuestra finalidad no es la de estudiar soña­ rios, que son los únicos que están a nuestra dis­
dores. Nos moriríamos de hastío si tuviéramos que posición. Recordemos simplemente una fórmula de
hacer investigaciones con respecto a los compañeros Novalis que expresa de una manera decisiva el pan-
de relajación. Queremos estudiar, no la ensoñación calismo activo que anima la voluntad del pintor
que adormece, sino la ensoñación actuante, la enso­ cuando trabaja: “ El arte del pintor es el arte de
ñación que prepara obras. Los libros y no los hom­ ver lo bello.” 18
bres son en este caso nuestros documentos y todo Pero esta voluntad de ver de manera bella ha
nuestro esfuerzo al volver a vivir la ensoñación del sido también adoptada por el poeta que debe ver
poeta consiste en experimentar su carácter actuan­ de manera bella para decir de manera bella. Exis­
te. Tales ensoñaciones poéticas nos hacen entrar en ten ensoñaciones poéticas en las que la mirada se
un mundo de valores psicológicos. El eje normal vuelve actividad. El pintor, según una expresión que
de la ensoñación cósmica es aquel a lo largo del Barbey d’Aurevilly emplea para expresar su victoria
cual el universo sensible es transformado en un uni­ sobre las mujeres, sabe “hacerse una mirada” , como
verso de la belleza. ¿Acaso es posible soñar, en una el cantante, con un largo ejercicio, sabe hacerse la
ensoñación, con la fealdad, con una fealdad inmóvil voz. Entonces el ojo no es simplemente el centro
que ninguna luz pueda corregir? Llegados a este de una perspectiva geométrica. Para el contempla­
punto volvemos a tocar la diferencia característica dor que “ se ha hecho una mirada” , el ojo es el
entre el sueño y la ensoñación. Los monstruos per­ proyector de una fuerza humana. Una potencia
tenecen a la noche, al sueño nocturno.1. Los mons­ adaradora subjetiva realza las luces del mundo. Exis­
truos no se organizan en un universo monstruoso. te una ensoñación de la mirada viva, una ensoñación
que se anima en un orgullo de ver. de ver claro, de
17 Las caricaturas pertenecen al “ espíritu” . Son “ socia­
les” . El ensueño solitario no podría complacerse en ellas. 18 Novalis, Schriften, ed. Minor, t. II, p. 228.
276 EN SO Ñ A CIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 277

ver bien, de ver lejos, y este orgullo de visión es de múltiples colores f. . .] Mis ojos 'tienen otro bri­
quizás más accesible al poeta que al pintor: el pin­ llo. Tengo miedo de que hagan agujeros en el
tor debe pintar .esta visión realzada, mientras que cielo” .21
el poeta sólo debe proclamarla. Má.s contemplativa y menos agresiva es la cos-
Podríamos citar muchos textos que dicen que el micidad del ojo en Glaudel: “Podemos —dice el
ojo es un centro de luz, un pequeño sol humano poeta— ver en el ojo una especie de sol reducido,
que proyecta su luz sobre el objeto mirado, bien portátil, por lo tanto un prototipo de la facultad
mirado en una voluntad de ver claramente. de establecer un rayo suyo en cualquier punto de
Un texto muy curioso de Copérnico puede, por la circunferencia.” 22 El poeta no podía abandonar la
sí solo, ayudarnos a plantear una cosmología de la palabra rayo a la tranquilidad geométrica. Tenía
luz, una astronomía de la luz. Copérnico, ese refor­ que darle su realidad solar. Entonces un ojo de
mador de la astronomía, escribe del Sol: “Algunos poeta es el centro del mundo, el sol de un mundo.
lo han llamado la pupila del mundo, otros el espí­ Lo redondo bien puede ser un ojo cuando el
ritu, otros, por último, su rector. Trismegisto lo poeta acepta las ligeras demencias de la poesía :
llama Dios visible. L a Electra de Sófocles lo llama
O cercle magique: oeil de tout etre!
el omnividente.” 19 Por lo tanto los planetas giran Oeil de volcan injecté des sangs malsains
alrededor de un ojo de luz y no de un cuerpo Oeil de ce lotus noir
pesadamente atrayente. L a mirada es un principio Surgí des calmes du songe.
cósmico. [i Oh círculo mágico, ojo de todo ser! / Ojo de volcán
Pero quizás nuestra demostración será más deci­ inyectado de sangres malsanas, / O jo de ese loto negro /
siva si tomamos algunos textos más recientes, más Surgido de las calmas del sueño.]
claramente marcados por el orgullo de ver. En una
Yvan Goll, al concederle al sol-mirada su poder
Oriental de Mickiewicz, un héroe de la visión ex­
imperioso, puede escribir también:
clama: “ Contemplé con orgullo las estrellas que
ponían sobre mí sus ojos de oro, puesto que sólo I/univers tourne autour de toi
a mí me veían en el desierto.” 20 Oeil d jaceites qui chasse les yeux des étoiles
En un ensayo de juventud, Nietzsche escribe:
21 Richard Blunck, Frédéric Nietzsche. Enfatice et jeu-
“ [ . . . ] la aurora se representa en el cielo adornado
nesse, trad. Eva Sauser, Correa, París, 1955, p. 97.
19 Copérnico, Des révolutions des orbes celestes, introduc­ 22 Paul Claudel, Art poétique, p. 106. Los respectivos
ción, traducción y notas de A. Koyré, Alean, París, p. 116. sentidos de rayo y radio se expresan en francés por ra­
20 Mickiewicz, loe. cit., t. I, p. 82. yón. [T.]
278 EN SO Ñ A CIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 279

Et les implique dans ton systéme giratoire rnunicación de dos principios de visión entre el
Emportant des nébul&uses d’yeux dans ta démence.2* objeto hermoso y el ver hermoso.' Entonces, en una
[El universo gira en torno de ti / Ojo con facetas que exaltación de la felicidad de ver la belleza del mun­
expulsa, los ojos de las estrellas / Y los implica en tu do, el soñador cree que entre él y el mundo existe
sistema giratorio / Llevándose nebulosas de ojos en tu un intercambio de miradas, como la doble mirada
demencia.]
del amado y la amada. “ El cielo [ . . . ] parecía un
Totalmente entregados a nuestras ensoñaciones fe­ gran ojo azul que miraba amorosamente la tierra.” 24
lices no abordamos en este sencillo libro la psicolo­ Para expresar la tesis de Novalis de un pancalismo
gía del “mal de ojo” . Habría que emprender mu­ activo deberíamos pues decir: todo lo que miro me
chas búsquedas para distinguir el mal de ojo contra mira.
los hombres del mal de ojo contra las cosas. Aquel Dulzura de ver y admirar, orgullo de ser admi­
que considera que tiene poder contra los hombres rado: se trata de relaciones humanas, activas, en
admite- fácilmente que dispone de poder contra las ambas direcciones, en nuestra admiración del mun­
cosas. Encontramos la siguiente nota en el Diction- do. El mundo quiere verse, el mundo vive en una
naire infernal de Collin de Plancy (pág. 553) : “En curiosidad activa con ojos siempre abiertos. Unien­
Italia había brujas que con una sola mirada se co­ do sueños mitológicos podemos decir: El Cosmos
mían el corazón de los hombres y la parte de aden­ es un Argos. El Cosmos, suma de bellezas, es un
tro de los pepinos.” Argos, suma de ojos siempre abiertos. Así se traduce
Pero el soñador de mundo no contempla éste al plano cósmico el teorema de la ensoñación de
como un objeto y nada tiene que ver con la agre­ visión: todo lo que brilla ve y no hay nada en el
sividad de la mirada penetrante. Es sujeto con­ mundo que brille más que una mirada.
templador. Parecería entonces que el mundo contem­ El agua ofrece mil testimonios del universo que
plado recorre una escala de claridad cuando la ve, del universo-argos. A la menor brisa el lago
conciencia de ver es conciencia de ver grande y se cubre de ojos. Cada ola se alza para ver mejor
bello. La belleza trabaja activamente lo sensible. La al soñador. Théodore de Banville ha dicho: “Existe
belleza es a la vez un relieve del mundo contem­ una pavorosa semejanza entre la mirada de los lagos
plado y una elevación en la dignidad de ver. Cuan­ y la de las pupilas humanas.” 25 ¿Tendremos que
do aceptamos seguir el desarrollo de la psicología darle a esta “pavorosa semejanza” todo su sentido?
estetizante en la doble valorización del mundo y de
24 Théophile Gautier, Nouvelles. Fortunio, p. 94.
quien lo sueña, parecería que alcanzamos una co- 25 Revue fantastique, t. II, 15 de junio de 1861, en un
23 Yvan Goll, Les cercles magiques, Falaize, París, p. 45. artículo consagrado a Bresdin.
280 EN SO ÑACIÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 281

¿E l poeta ha sentido el espanto que sobrecoge al L a hazaña del poeta en la cumbre de su ensoña­
soñador ante el espejo cuando se siente mirado por ción cósmica consiste en constituir un cosmos de
sí mismo? Ser visto por todos los espejos del lago la palabra.20 ¡ Cuántas seducciones debe asociar el
remata quizás en la obsesión de ser visto. Creo que poeta para arrastrar al lector inerte, para que com­
es Alfred de Vigny el que anota el pudor alarmado prenda el mundo a partir de las celebraciones del
de una mujer que se da cuenta de pronto que su poeta! ¡ Qué adhesión al mundo implica vivir en
perro la ha mirado mientras cambiaba de camisa. el mundo de la celebración! Todas las cosas am a­
Pero más adelante volveremos sobre este trastro­ das se convierten en el ser de ese elogio. Al amar
camiento del ser que el soñador proporciona al las cosas del mundo se aprende a celebrar el mun­
mundo contemplado por el pintor que ve bello. Pero do: entramos en el cosmos de la palabra.
del mundo al soñador el trastrocamiento es mayor ¡ Qué nueva compañía, entonces, entre el mundo
aun cuando el poeta obliga al mundo a convertirse, y su soñador! Una. ensoñación hablada transforma
más allá de un mundo de la mirada, en un mundo la soledad del soñador solitario en una compañía
de la palabra. abierta a todos los seres del mundo. El soñador
En el mundo de la palabra, cuando el poeta aban­ le habla al mundo y éste le habla a su vez. De la
dona el lenguaje significativo por el lenguaje poé­ misma manera que la dualidad del contemplado
tico, la estetización del psiquismo se vuelve el signo al contemplante se magnifica en una dualidad del
psicológico dominante. La ensoñación que quiere Cosmos al Argos; la dualidad más sutil de la voz
expresarse se vuelve ensoñación poética. En este sen­ y del sonido alcanza el nivel cósmico en una dua­
tido Novalis ha podido decir claramente que la li­ lidad del soplo y del viento. ¿Dónde está el ser
beración de lo sensible en una estética filosófica se dominante de 1a. ensoñación hablada? Cuando un
hacía siguiendo la escala: música, pintura, poesía. soñador habla, ¿quién habla, él o el mundo?
No tomaremos en cuenta esta jerarquía de las Invocaremos aquí uno de los axiomas de la Poé­
artes. Para nosotros todas las cumbres humanas son tica de la Ensoñación, un verdadero teorema que
eso, cumbres. Las cumbres nos revelan los presti­ debe convencernos de enlazar indisolublemente al
gios de las novedades psíquicas. El mundo de la soñador y a su mundo. Tomaremos este teorema
palabra es renovado por el poeta en su principio. El poético de un maestro en ensoñaciones poéticas:
verdadero poeta, al menos, es bilingüe y no confunde “Todo el ser del mundo, si sueña, sueña que habla.” 2"
el lenguaje de la significación con el lenguaje poé­ 20 “ La imagen está form ada por las palabras que la sue­
tico. Traducir una de esas lenguas a la otra sería ñan” dice Edinond Jabés, Les rnots tracent, p. 41.
apenas un oficio bastante pobre. 27 Henri Bosco, L ’antiquaire, p. 121. Y no hay páginas
282 EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 283

¿Pero el ser del mundo sueña? Antiguamente, ¿ Podrían renacer acaso esos tiempos en que el
antes de la “cultura” , ¿ quién lo hubiera puesto en mundo hablaba? Quien va hasta el fondo de la
duda? Todos sabían que el metal en la mina madu­ ensoñación recupera la ensoñación natural, una en­
raba lentamente. ¿Y cómo madurar sin soñar? soñación del primer cosmos y del primer soñador. Y
¿Cómo acumular bienes, poderes, olores, en un el mundo deja de ser mudo. La ensoñación poética
hermoso objeto del mundo, sin acumular sueños? Y reanima el mundo de las primeras palabras. Todos
la tierra, cuando no daba vueltas, ¿ cómo hubiera los seres del mundo se ponen a hablar mediante el
madurado sus estaciones sin sueños? Los grandes nombre que llevan. ¿Quién los ha denominado? Pa­
sueños de la cosmicidad garantizan la inmovilidad recería, dado lo bien elegido que está su nombre,
de la tierra. Cuando la razón, después de largos que se lo hubieran puesto ellos mismos. Una palabra
trabajos, prueba que la tierra gira, queda en pie, arrastra otra. Las palabras del mundo quieren cons­
sin embargo, el hecho de que tal declaración es truir frases. Bien lo sabe el soñador que, de un
oníricamente absurda. Nadie podría convencer a un nombre que ha soñado, hace salir una cascada
soñador del cosmos dé que la tierra gira sobre sí de palabras. El agua que “ duerme” negra en el
misma y vuela por los cielos. No se sueña con ideas estanque, el fuego que “duerme” bajo la ceniza, todo
recibidas.28 el aire del mundo que “duerme” en un perfume,
Sí, antes de la cultura, el mundo soñó mucho. todos esos “durmientes” testimonian, al dormir tan
Los mitos surgían de la tierra, abriéndola para que bien, un sueño interminable. Nada es inerte en la
con el ojo de sus lagos mirara el cielo. Un destino ensoñación cósmica, ni el mundo ni el soñador; todo
de altura ascendía desde los abismos. Los mitos en­ vive una vida secreta, donde todo habla sincera­
contraban así de inmediato las voces de los hombres, mente. El poeta escucha y repite. L a voz del poeta
la voz del hombre que sueña con el mundo de sus es una voz del mundo.
sueños. El hombre expresaba la tierra, el cielo, las Somos dueños, naturalmente, de pasarnos la mano
aguas. El hombre era la palabra de ese macro-an- por la frente y apartar todas esas imágenes locas,
tropos que es el cuerpo monstruoso de la tierra. En todas esas “ensoñaciones sobre la ensoñación” de
los sueños cósmicos primitivos, el mundo es cuerpo filósofo desocupado. Pero entonces no deberemos
humano, mirada humana, voz humana. seguir adelante con la página de Henri Bosco. No
habrá que leer a los poetas. Los poetas, en sus
como las 121-122 para quien quiera comprender que la
ensoñaciones cósmicas, hablan del mundo con pala­
ensoñación poética une al soñador y al mundo.
28 Musset escribe (Oeuvres posthumes, p. 7 8 ): “ El poe­ bras primigenias, con imágenes primigenias. H a­
ta nunca ha soñado que la tierra gira alrededor del sol.” blan del mundo en el lenguaje del mundo. Las
284 EN SO Ñ A CIÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 285

palabras, las hermosas palabras, las grandes palabras Palabras cósmicas, imágenes cósmicas tejen, pues,
naturales creen en la imagen que las ha creado. Un los lazos del hombre en el mundo. Un ligero delirio
soñador de palabras reconoce en una palabra del lleva al soñador de ensoñaciones cósmicas de un
hombre aplicada a una cosa del mundo una especie vocabulario del hombre a un vocabulario de las
de etimología onírica. Si la montaña tiene “gargan­ cosas. Las dos tonalidades, humana y cósmica, se
tas” , ¿no es porque el viento, antiguamente, habló refuerzan. Por ejemplo, al escuchar a los árboles
por ellas?20 En Les vacances du lundi, Théophile nocturnos preparar sus tormentas, el poeta dirá:
Gautier oye en la garganta de la montaña vientos “Los bosques se estremecen bajo las caricias del
“ animalizados” , “ agotados y hartos de sus tareas” .30 delirio de dedos de cristal.” 33 Lo que tiene de eléc­
.Existen también palabras cósmicas, palabras que otor­ trico el estremecimiento —ya pase por los nervios
gan el ser del hombre al ser de las cosas. De este del hombre o por las fibras del bosque— encuen­
modo el poeta ha podido decir: “ Es más fácil in­ tra, en la imagen del poeta, un detector sensible.
cluir el universo en una palabra que en una frase.” 31 Semejantes imágenes nos traen ia revelación de una
Las palabras se vuelven inmensas mediante la en­ especie de cosmicidad íntima. Unen al cosmos de
soñación, abandonando su pobre sentido primero. El fuera con el cosmos de dentro. L a exaltación poé­
poeta encuentra el mayor, el más cósmico de los tica —el delirio de manos de cristal— estremece
cuadrados al escribir: en nosotros un bosque íntimo.
O Grand cañé qui n’a pas d’angles.*2 A menudo parece en las imágenes cósmicas que
|¡ Oh gran cuadrado sin ángulos!] las palabras del hombre infunden energía humana
29 Un cascabel más a mi manía de soñador de palabras: en el ser de las cosas. Veamos, por ejemplo, la
sólo un geógrafo que crea que las palabras sirven para hierba salvada de su humildad por el dinamismo
describir “objetivamente” los “ accidentes” del terreno pue­ corporal de un poeta:
de considerar sinónimos “ garganta” y “ estran g u la m ie n to ” .
Para un soñador de palabras es el femenino, por supuesto, L ’herbe
el que dice una verdad humana de la. montaña. Para emporte la pluie sur ses millions d’¿chines,
expresar mi apego a las colinas, a los valles, a los caminos, retient le sol de ses millions d’orteils.
a los bosquecillos, a los peñascos, a la gruta, tendría que
escribir una geografía “ no figurativa” , una geografía de La hierba
los nombres. En todo caso, esta geografía no figurativa es la
geografía de los recuerdos. 33 Fierre Reverdy, Olisques et périls, p. 150. Y también
30 Th. Gautier, L e s v ac an ces d u lu n d i, p. 306. (p. 157) Pierre Reverdy oye los álamos que suben muy
31 M. Havrenne, P o u r une ph y siqu e de l’ écritu re, p. 12. alto a hablar en el cielo: “ Los álamos gimen dulcemente,
32 Henry Bauchau, Géologie, Gallimard, París, p. 84. en su lengua maternal.”
286 EN SO Ñ A CIÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 287

répond a chaqué menace en croissant. esencial que engrandece ciertas imágenes privilegia­
L ’herbe aime le monde autant qu’elle-mérne, das. En el presente capítulo consagrado a la ima­
L ’herbe est heufeuse, que tes temps soient durs ginación cósmica faltaría algo, creo, si no diéramos
(o>u non,
algunos ejemplos de esas imágenes princeps. Tom a­
L ’herbe passe enracinée, l’herbe chernine
remos nuestros ejemplos de obras que desgracia­
debouté<4
[La hierba / lleva la lluvia sobre millones de lomos, /
damente conocimos demasiado tarde para sostener
retiene el suelo con millones de dedos. / ...resp o n d e a con ellas nuestras tesis sobre la imaginación de la
cada amenaza creciendo. / L a hierba ama al mundo tanto materia, pero que nos animan a proseguir nuestras
como a sí misma, / L a hierba es feliz, sean los tiempos búsquedas sobre la fenomenología de la imagina­
duros o no, / La hierba pasa enraizada, la hierba cami­ ción creadora. ¿No llama acaso la atención que
na / de pie.]
desde que soñamos con imágenes de alta cosmi-
El poeta pone de pie al ser doblegado-doblegante. cidad, como las imágenes del fuego, del agua, del
Gracias a él la vegetación tiene energía. El apetito pájaro, tengamos, al leer a los poetas, el testimonio
de vida aumenta por el brío de las palabras. El de una actividad de la imaginación creadora to­
poeta no describe, exalta. Hay que comprenderlo talmente nueva?
siguiendo el mecanismo de su exaltación. Entrare­ Empecemos por una simple ensoñación ante el
mos entonces al mundo admirándolo. Éste está cons­ hogar. L a extraemos de uno de los libros más pro­
tituido por el conjunto de nuestras admiraciones. Y fundos de Henri Bosco: Malicroix.
siempre volvemos a encontrar la máxima de nuestra Se trata, claro está, de la ensoñación de un soli­
crítica admirativa de los poetas: Admira primero, tario, de una ensoñación liberada de la tradicional
después comprenderás. sobrecarga de imagen que se recibe de una velada
familiar alrededor del fuego. El soñador de Bosco
5 es tan fenomenológicamente solitario que los co­
mentarios psicoanalíticos serían superficiales. El so­
En el transcurso de nuestras obras anteriores sobre ñador de Bosco se encuentra solo ante el fuego pri­
la imaginación de las materias valorizadas, a me­ mordial.
nudo habíamos encontrado manifestaciones de la El fuego que arde en el hogar de Malicroix es
imaginación cósmica, pero no siempre hablarnos un fuego de raíces. No se sueña de la misma manera
considerado bastante sistemáticamente la cosrnicidad ante un fuego de raíces que ante un fuego de leña.
34 Arthur Lundkvist, Feu contre feu, traducción del El soñador que echa al fuego una raíz nudosa se
sueco, Falaize, París, p. 43. prepara para una ensoñación acentuada, para una
288 EN SO ÑACIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 289

ensoñación de doble cosmicidad que une la cosini- recuerdos se despiertan en nosotros- ante su llama,
cidad del fuego a la cosmicidad de la raíz. Las revelándonos los territorios más profundos de nues­
imágenes se sostienen: sobre la fuerte brasa de la tra alma secreta. Iluminan por sí solos, más allá del
madera dura la corta llama se arraiga: “ Una len­ tiempo que preside nuestra existencia, los días an­
gua viva subía, balanceándose en el aire negro como teriores a nuestros días y los pensamientos incog­
el alma misma del fuego. Esta criatura vivía al ras noscibles de los cuales nuestro pensamiento no es
del suelo, sobre su viejo hogar de ladrillos. Vivía quizás sino una sombra. Contemplando esos fuegos
allí pacientemente, con la tenacidad de los peque­ asociados al hombre durante milenios de fuego, per­
ños fuegos que duran y ahondan despacio la ceni­ demos el sentimiento de la huida de las cosas; el
za.” 35 Parecería que la ceniza ayuda a arder a esos tiempo se sumerge en la ausencia; y las horas nos
pequeños fuegos que “ahondan la ceniza” con len­ abandonan sin sacudimientos. Lo que fue, lo que es,
titud de raíz; parecería que la ceniza fuese ese humus lo que será, devienen, fundiéndose, la presencia mis­
que alimenta el tronco del fuego.313 ma del ser; y nada más, en el alma encantada, la
“ Era uno de esos fuegos —prosigue Henri Bos- distingue de sí misma, salvo quizás la sensación
co— de un antiguo origen que nunca han dejado infinitamente pura de su existencia. No afirmamos
de ser alimentados y cuya vida persiste, al abrigo de para nada que somos; pero queda todavía un res­
la ceniza, sobre el mismo hogar, desde años innu­ plandor ligero de que somos. ¿Seré?, murmuramos,
merables.” y sólo quedamos aferrados a la vida de este mundo
Sí, ¿hacia qué tiempo, hacia qué memoria nos por esa duda, apenas formulada. De humano en
conduce el sueño delante de esos fuegos que ahon­ nosotros sólo queda el calor; porque ya no vemos
dan el pasado de la misma manera que “ ahondan la llama que lo comunica. Somos nosotros mismos
la ceniza” ? “ Esos fuegos —dice el poeta— tienen ese fuego familiar que arde a ras del suelo desde
tal poder sobre nuestra memoria que las vidas in­ la aurora de los tiempos, pero del cual siempre se
memoriales que dormitan más allá de los más viejos levanta una punta viva por encima del hogar don­
35 Henri Bosco, Malicroix, Gallimard, p. 34. de vela la amistad de los hombres.” 3;
36 Las raíces que arden en el hogar de Malicroix son No hemos querido interrumpir esta gran página
raíces de tamariz. Pero sólo cuando el bienestar del so­ de dulce ontología, pero habría que comentarla
ñador se acentúe sentirá “ la llama olorosa” (p. 3 7 ). Al linea por linea para agotar todas sus enseñanzas fi­
arder, la raíz exhalará las virtudes de la flor. Así se
losóficas. Nos remite al cogito del soñador, de un
consuma como un sacrificio nupcial la unión de la madera
y de la llama. Se sueña doblemente ante un fuego de soñador que no se permitiría dudar de sus imágenes
raíces. 37 Loe. cit., p. 35.
290 EN SOÑACIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 291

para afirmar su existencia. El cogito del soñador nuestro yo, para convencerse de.-Su existencia, de
de Malicroix nos abre la existencia de una an­ una existencia que dura, no está obligado a afir­
teexistencia. El .tiempo inmemorial se abre ante maciones firmes, a decisiones que nos traen el fu­
nosotros cuando soñamos con la “ infancia” del fue­ turo de proyectos enérgicos. La ensoñación unida
go. Todas las infancias son iguales: infancia del hom­ nos ha entregado una existencia unida, la dulce
bre, infancia del mundo, infancia del fuego, vidas fluencia de la ensoñación que nos ayuda a derra­
todas que no corren sobre el filo de una historia. El marnos en el mundo, en su bienestar. Una vez más,
cosmos del soñador nos introduce en un tiempo in­ la ensoñación nos enseña que la esencia del ser
móvil y nos ayuda a fundirnos en el mundo. El radica en el bienestar, un bienestar arraigado en
calor está en nosotros y nosotros estamos en él, en el ser arcaico. ¿Cómo puede un filósofo estar seguro
un calor igual a nosotros mismos. El calor propor­ de ser sin haber sido? El ser arcaico me enseña a
ciona al fuego el apoyo de su dulzura femenina. Una ser yo mismo. El fuego de Malicroix, tan constante,
metafísica brutal nos diría que hemos sido arrojados tan prudente, tan paciente, es un fuego en paz
al calor, arrojados al mundo del fuego. La metafí­ consigo mismo.
sica oposicional no tiene nada que hacer contra Ante ese fuego que enseña al soñador lo arcaico
las evidencias de la ensoñación. Cuando leemos la y lo intemporal, el alma deja de estar sumida en
página de Bosco, el bienestar del mundo nos invade un rincón del mundo, para estar en el centro del
por completo. Todo se funde, se unifica; el bienes­ mundo, en el centro de su mundo. El hogar más
tar tiene olor a tamariz, el calor perfuma. simple encuadra un universo. Al menos ese movi­
A partir de ese reposo en el bienestar de una miento en expansión es uno de los dos movimientos
imagen, el escritor nos lleva a un cosmos de descan­ metafísicos de la ensoñación frente al fuego. Hay
so en expansión. En otra página de Malicroix, Bos­ otro que nos trae hacia nosotros mismos. Así, frente
co escribe: “ Fuera, el aire descansaba sobre la punta al hogar, el soñador es alternativamente alma y
de los árboles, sin moverse. Dentro, el fuego vivía cuerpo, cuerpo y alma. A veces, el cuerpo recupera
con prudencia, para durar hasta el día. De él sólo todo el ser. El soñador de Bosco conoce esas horas
escapaba el puro sentimiento del ser. En mí, ningún del cuerpo dominante: “Sentado delante del fuego,
movimiento: mis propósitos descansaban, mis figu­ me entregaba a la contemplación de los tizones, de
ras mentales dormitaban en la sombra.” 38 las llamas, de las cenizas, hasta bastante tarde. Pero
Fuera del tiempo y del espacio, frente al fuego, nada salía del hogar. Los tizones, las llamas, las ce­
nuestro ser ya no estaba encadenado a un estar-allá; nizas siguieron siendo prudentemente lo que eran;
38 H. Bosco, Malicroix, p. 138. y no llegaron a ser (como también son) misteriosas
292 EN SO ÑACIÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 293

maravillas. Sin embargo me gustaban, pero más por pecto mineral [. . .] ¿V ivirá? ¿Pero.■ quién vivía, fue­
su calor útil que por su poder evocador. No soñaba ra de mí y de mi cuerpo solitário?” El fuego, al
sino que me calentaba; esto nos da el sentimiento morir, ¿no borra nuestra alma? ¡ Vivíamos tan uni­
del cuerpo, el contacto con uno mismo; y si ima­ dos al alma de los resplandores del hogar! Todo
ginamos algo es el exterior, la noche, el frío, puesto era resplandor en nosotros y fuera de nosotros. Vi­
que nos apelotonamos entonces sobre nuestro pro­ víamos de la luz dulce, gracias a la luz dulce. ¡ Los
pio calor, friolentamente mantenido.” 39 Texto útil últimos resplandores del fuego tienen tal ternura!
en su simplicidad, puesto que nos enseña a no olvi­ Nos creíamos dos, pese a que estábamos solos. La
darnos de nada. Hay horas en las que la ensoñación mitad de un mundo acaba de sernos recortada.
digiere la realidad, horas en las que el soñador incor­ ¿En qué otras páginas habría que meditar para
pora su bienestar o se calienta en profundidad. comprender que el fuego habita en la casa? En el
Tener mucho calor es para el cuerpo una manera estilo de la utilidad, se diría que el fuego hace ha­
de soñar. Y así, en los dos movimientos de la en­ bitable la casa. Esta última expresión pertenece al
soñación delante del fuego, el movimiento que nos lenguaje de aquellos que no conocen las ensoña­
funde en un mundo feliz y el movimiento que con­ ciones del verbo habitar.40 El fuego transmite su
vierte nuestro cuerpo en una esfera de bienestar, amistad a la casa toda y así hace de la casa un
Henri Bosco nos enseña a caldear nuestro cuerpo Cosmos del calor. Bosco lo sabe y dice: “El aire
y nuestra alma. Un filósofo que supiera acoger igual­ dilatado por el calor llenaba todos los huecos de
mente bien el calor de un hogar, desarrollaría con la casa, pesando contra los muros, el suelo, el te­
facilidad una metafísica de adhesión al mundo, has­ cho bajo, los muebles macizos. Por allí circulaba
ta la antítesis de las metafísicas que conocen el mun­ la vida, desde el fuego a las puertas cerradas y
do por sus oposiciones. Un soñador de hogar no desde las puertas al fuego, trazando invisibles círcu­
puede engañarse en esto: el mundo del calor es el los de calor que me rozaban el rostro. El olor de las
mundo de la dulzura generalizada. Y para un soña­ cenizas y de la madera, arrastrado por el movimien­
dor de palabras, el calor es verdaderamente, en toda to de traslación, hacía esta vida más concreta aún.
la profundidad del término, el fuego en femenino. Los menores resplandores de la llama temblaban
La velada de Malicroix continúa. Viene ahora la coloreando débilmente las paredes revocadas. Un
hora en que el fuego se adormece. Ya sólo es “un murmullo dulce de donde brotaba un hilo ligero de
fragmento de calor visible al ojo. Ya ni un vapor, vapor llegaba desde el hogar en actividad. Todo
ni un crujido. El inmóvil resplandor tiene un as- 40 Hemos estudiado estas ensoñaciones en nuestro libro:
39 H. Bosco, Malicroixy pp. 134-135. La poétique de Vespace, p u f , 1957. [Hay edición d e l f g e .]
294 EN SO ÑACIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O S M O S 295

eso formaba un cuerpo tibio cuya penetrante dul­ tomarlas en otra obra. En el preserite libro sobre la
zura invitaba al reposo y a la amistad.” 41 ensoñación, tan sólo queríamos mostrar que ante el
Quizás se nos objetará, al leer esta página, que el hogar, un soñador tiene la experiencia de una en­
escritor no habla ya de su ensoñación sino que soñación que se ahonda. Soñando ante el fuego o
describe su bienestar en un cuarto cerrado. Pero ante el agua alcanzamos una especie de ensoñación
leamos mejor, leamos soñando, leamos recordando. estable. El fuego y el agua tienen un poder de
El escritor nos había de nosotros mismos, en cuanto integración onírica. Las imágenes tienen entonces
soñadores, en cuanto fieles a la memoria. También una raíz. Siguiéndolas, nos adherimos al mundo, nos
a nosotros el fuego nos ha hecho compañía y hemos enraizamos en él.
conocido la amistad del fuego. Nos comunicamos Al seguir en un poeta su ensoñación ante el agua
con el escritor porque nos comunicamos con las imá­ dormida, vamos a encontrar nuevos argumentos a
genes que yacen guardadas en el fondo de nosotros favor de una metafísica de adhesión al mundo.
mismos.
Volvemos a soñar en los cuartos donde conocimos
la amistad del fuego. Henri Bosco nos repite todos 6
los deberes que esta amistad implica: “ Hay que
velar [ . . . ] y alimentar ese fuego simple, por pie­ Las ensoñaciones frente al agua dormida nos pro­
dad, por prudencia. No tengo otro amigo como porcionan, también, un gran descanso del alma.
él para entibiar la piedra central de la casa, la pie­ Más dulcemente, y por ende, más seguramente que
dra comunicativa, cuyo calor y luz sube a mis ro­ las que se producen ante llamas demasiado vivas,
dillas y a mis ojos. Allí se sella, entre el hombre y esas ensoñaciones del agua abandonan las fantasías
el refugio, el viejo pacto del fuego, de la tierra desordenadas de la imaginación. Simplifican al so­
y del alma, religiosamente.” 42 ñador. ¡ Con qué facilidad se vuelven intempora­
Todas esas ensoñaciones frente al fuego tienen el les! ¡ Qué fácilmente enlazan el espectáculo con eJ
gran signo de la simplicidad. Para vivirlas en esa recuerdo! ¿El espectáculo o el recuerdo? ¿Es real­
simplicidad hay que amar el reposo. Un gran reposo mente necesario ver el agua tranquila, verla ac­
de alma es el beneficio de tales ensoñaciones. Na­ tualmente? Para un soñador de palabras, las palabras
turalmente hay otras muchas imágenes que podernos agua dormida tienen una dulzura hipnótica. Soñando
poner bajo el signo de] fuego. Esperamos poder re- un poco, venimos a saber que toda tranquilidad es
41 Henri Bosco, loe. cit., p. 165.
agua durmiente. Hay un agua dormida en el fondo
1,2 Ibid., p. 22Ü. de toda memoria. Y en el universo, el agua dur­
296 EN SO ÑACIÓ N Y CO SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 297

miente es una masa de tranquilidad, de inmovili­ de las aguas durmientes va incesantemente de una
dad. En el agua durmiente el mundo reposa. Ante a otra. El soñador sueña en su "propia profundidad,
el agua durmiente, el soñador se a d h i e r e al reposo Aquí Llenri Bosco va a ayudarnos de nuevo a
del mundo. darle un cuerpo a nuestros sueños. Desde el fondo
El lago y el estanque están ahí. Tienen un pri­ de un “retiro lacustre” escribe: “Allí solamente lle­
vilegio de presencia. El soñador poco a poco está gaba a veces para subir desde lo más negro de mí
ante esta presencia. En ella el yo del soñador no mismo y para olvidarme. Mi vacío interior se col­
sabe ya de oposición. Y a no hay nada c o n t r a él. El maba [ . . . ] L a fluidez de mi pensamiento, en el
universo ha perdido todas las funciones del c o n t r a . que había tratado vanamente hasta entonces de en­
El alma está en su casa por todas partes, en un contrarme a mí mismo, me parecía más natural y
universo que reposa sobre el estanque. El agua dur­ asi, menos amarga. A veces tenía la sensación casi
miente integra todo, tanto el universo como su so­ física de otro mundo subyacente, cuya materia, tibia
ñador. y también moviente, afloraba, por debajo de la taci­
En esta unión el alma medita. Cerca del agua turna extensión de mi conciencia. Y entonces, se
durmiente es donde el soñador plantea con más estremecía como el agua límpida de los estanques.” 43
naturalidad su c o g i t o , verdadero c o g i t o de alma en Los pensamientos pasaban sobre la conciencia taci­
donde va a asegurarse el ser de las profundidades. turna sin poder asegurar el ser. La ensoñación fija
Después de una especie de olvido que desciende al ser en comunión con el ser de! agua profunda.
hasta el fondo del ser, sin necesitar las charlas de Ésta, contemplada en una ensoñación, ayuda a ex­
la duda, el alma del soñador vuelve a la superfi­ presar el alma profunda del soñador: “ Perdido so­
cie, vuelve a vivir su vida de universo. ¿Dónde bre los estanques -—prosigue el escritor— pronto te­
viven estas plantas que vienen a dejar sus largas nía la ilusión de encontrarme, no ya. en un mundo
hojas sobre el espejo de las aguas? ¿De dónde vie­ real, compuesto de limo, de pájaros, de [llantas y de
nen esas ensoñaciones tan frescas y tan antiguas? ¿Y arbustos vivaces, sino en medio de un alma, cuyos
el espejo de las aguas? Es el único espejo que tiene movimientos y calmas se confundían con mis va­
una vida interior. En un agua tranquila, la super­ riaciones interiores. Y esta alma se me parecía. En
ficie y la profundidad están muy próximas. Pro­ ella mi vida mental superaba fácilmente mi pensa­
fundidad y superficie están reconciliadas. Cuanto miento. No se trataba de una evasión [. . .] sino de
más profunda es el agua, más claro es el espejo. La una fusión interior.” 41
luz sale de los abismos. La profundidad y la su­ 43 Henri Bosco, Hyacinthe, Gallimard, París, p. 28.
perficie se pertenecen una a la otra y la ensoñación 44 Ibid., p. 29.
298 EN SO Ñ A CIO N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 299

Sin duda que los filósofos conocen la palabra fu­ más allá de lo real. Tal es la ley fenomenológi-
sión. ¿Pero la cosa? ¿De qué manera, sin la virtud ca del ensueño poético. L a poesía prolonga la belleza
de la imagen, ppdríamos tener la experiencia me­ del mundo, estetizándolo. Veremos nuevas pruebas
tafísica de una “ fusión” ? ¡ Fusión, adherencia total de esto si escuchamos a los poetas.
a una sustancia del mundo! Adhesión de todo nues­ En medio de una de sus novelas extremadamente
tro ser a una virtud acogedora como hay tantas apasionadas, D ’Annunzio ha ubicado una ensoñación
en el mundo. El soñador de Bosco nos cuenta cómo frente al agua límpida en la que el alma viene a
su alma de soñador se ha fundido en el alma del encontrar su descanso, el descanso en el sueño de
agua profunda. . . Bosco, en verdad, ha escrito una un amor que podría permanecer puro: “ Entre mi
página de psicología del universo. Cuánto mejor ha­ alma y el paisaje existía una secreta corresponden­
bitaríamos en el mundo si, sobre ese modelo, pu­ cia, una afinidad misteriosa. Parecía que la imagen
diera desarrollarse una psicología del universo de del tronco en el agua de los estanques fuese verda­
acuerdo con una psicología de la ensoñación. deramente la imagen soñada de la escena real. Como
en el poema de Shelley, cada estanque parecía un
cielo estrecho que se hubiese hundido en el mundo
7 subterráneo, un firmamento de la luz rosada ten­
dido sobre la tierra oscura, más profundo que la
El lago, el agua durmiente, gracias a la belleza de noche profunda, más puro que el dia y en el que
un mundo reflejado, despiertan naturalmente nues­ los árboles se hubieran desarrollado de la misma
tra imaginación cósmica. Cerca de ellos, un soñador manera que en el aire superior, pero con finezas
recibe una sencilla lección para imaginar el mun­ y tonos más perfectos que todos los que ondulaban
do, para duplicar el mundo real con un inundo en este lugar. Y vistas deliciosas como nunca se han
imaginado. El lago es un maestro en acuarelas na­ contemplado en la superficie de nuestro mundo es­
turales. Los colores del mundo reflejado son más taban pintadas allí por el amor del agua para el
tiernos, más dulces, más bellamente artificiales que hermoso bosque; y estaban penetradas en toda su
los colores pesadamente sustanciales. Ya esos colores profundidad de una claridad elísea, de una atmós­
llevados por los reflejos pertenecen a un universo fera sin variaciones, de un crepúsculo más dulce
idealizado. Los reflejos invitan así a cualquier so­ que el nuestro.”
ñador del agua durmiente a la idealización. El poeta
que va a soñar frente al agua no tratará de hacer
de ella una pintura imaginaria. Irá siempre un poco
300 EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S EN SO Ñ A C IÓ N Y C O SM O S 301

De quel lointain des ages nous venait cette heure-lá! 45 La duplicación del cielo en el .espejo de las aguas
[¡D e qué lejanía de los tiempos nos venía esa hora!] llama a la ensoñación a una lección superior. Ese
cielo encerrado en el agua, ¿ no es la imagen de un cie­
L a página lo dice todo: En esta ensoñación ¿no
lo encerrado en nuestra alma? Ese sueño es exce­
es el agua la que sueña? Y para soñar tan fielmente,
sivo, pero ha sido hecho, ha sido vivido por ese
tan tiernamente, aumentando la belleza de lo que
gran soñador que fue Jean-Paul Richter. Jean-Paul
se sueña, ¿el agua del estanque no tiene que amar
impulsa hacia lo absoluto la dialéctica del mundo
“el hermoso bosque” ? ¿Y este amor no es compar­
contemplado y del mundo recreado por la ensoña­
tido? ¿El bosque no ama al agua que refleja su
ción, al preguntarse cuál es más verdadero, si el
belleza? ¿No existe acaso entre la belleza del cielo
cielo sobre nuestras cabezas, o el cielo en 1a. inti­
y la belleza de las aguas una mutua adoración? 46
midad de un alma que sueña frente a un agua
En esos reflejos el mundo es dos veces bello.
tranquila. Jean-Paul no duda en responder: “ El
¿De qué lejanía de los tiempos viene esta claridad
cielo interior restituye y refleja el cielo exterior que
de alma elísea? El poeta lo sabría si ya el nuevo
no es un cielo.” 47 El traductor ha debilitado el
amor que lo inspira no siguiera, la fatalidad de
texto.
los amores consagrados a la voluptuosidad. Esta
Es necesario, escribe Jean Paul Richter, “dass der
hora es un recuerdo de la pureza perdida. Ya que
i riñere Himmel den áusseren, der selten einer ist,
el agua que “ recuerda” , recuerda estas horas. Aquel
erstatte, reflektiere, verbaue” .18 Para el soñador del
que sueña frente a un agua límpida sueña con las
j u b i l e o , las fuerzas constitutivas pertenecen al cielo
purezas primigenias. Entre el mundo y el soñador,
interior del alma que sueña mientras mira el mundo
el ensueño de las aguas conoce una comunicación
en el fondo del agua. L a palabra v e r b a u e , que no
de la pureza. Querríamos recomenzar esa vida, una
ha sido traducida, es la palabra extrema de la in­
vida que fuese la vida de los primeros sueños. Toda
versión t o t a l . El mundo no está tan sólo reflejado o
ensoñación tiene un pasado, un pasado lejano, y
estáticamente restituido; el soñador es quien se pro­
la ensoñación de las aguas tiene para ciertas almas
diga por entero para constituir el cielo exterior. Para
un privilegio de simplicidad.
un gran soñador, ver en el agua es ver en el alma
45 G. d’Annunzio, L ’enfant de volupté, trad. Herede, y pronto el mundo exterior sólo es lo que él ha
p. 221.
46 El propio Sainte-Beuve — que nunca sueña—. dijo en 17 Jean-Paul Richter, Le jubilé, trad. Albert Béguin.
Volupté: L a lune du firmament admire en paix celle des Stock, París, 1930, p. 176.
flots. [La luna del firmamento admira en paz la de las 48 Der Jubelsenior, Ein Appendix von Jean Paul, J . G.
ondas.] Beigang, Leipzig, 1797, p. 364.
302 E N S O Ñ A C IÓ N Y C O S M O S EN SO Ñ A C IÓ N Y CO SM O S 303

soñado. Esta vez, lo real no es sino el reflejo de lo Je te regar de me regardery mon oeil
imaginado. Monte je ne sais d’oú
A la surface de mon visage
Creemos que qn texto tan decisivo de un soña­
Avec l’impertinent regará des lacs.!>0
dor tan decidido como Jean-Paul Richter, abre la
[Te miro mirarme: mi ojo / Sube no sé hasta dónde / A
vía a una ontología de la imaginación. Si somos
la superficie de mi rostro / Con la impertinente mirada
sensibles a esta ontología, una imagen que un poeta de los lagos.]
da al pasar encuentra en nosotros ecos prolongados.
L a imagen es nueva, siempre nueva, pero la reso­ La psicología de la imaginación de los reflejos
nancia es siempre la misma. Una simple imagen frente a un agua límpida es tan variada que habría
puede ser así un revelador del mundo. Jean-Cla- que escribir todo un libro para distinguir en ella
rence Lambert escribe: todos sus elementos. Veamos un solo ejemplo en
el que el soñador se abre a una imaginación que
Le soleil sur le tac s’attarde comme un paon.is> bromea. Tomamos de Cyrano de Bergerac esta en­
[El sol sobre el lago se demora como un pavo.] soñación que se divierte. Un ruiseñor ve su imagen
sobre el espejo de las aguas: “El ruiseñor que, des­
Esa imagen reúne todo. Está en ese filo en el que
de lo alto de una rama se mira dentro [de las
el mundo es alternadamente espectáculo o mirada.
aguas], cree que ha caído en el río [. . .] Gorjea,
Cuando el lago se estremece, el sol le proporciona
prorrumpe en cantos, se desgañita, y el otro ruise­
el destello de mil miradas. El lago es el Argos de
ñor, sin romper el silencio, se desgañita en apariencia
su propio Cosmos. Todos los seres del mundo me­
como él y engaña al alma con tanto encanto que
recen las palabras escritas en mayúsculas. El lago
uno se figura que se desgañita para hacerse oír
se luce como el pavo hace la rueda, para ostentar su
por nuestros ojos.” 51 Llevando su juego aún más
plumaje ante todos los ojos. Una vez más tenemos
lejos, Cyrano escribe:
la prueba de la verdad de nuestro axioma de cos­
mología imaginaria: todo lo que brilla ve. Para un El lucio que lo busca, lo toca y no puede sen­
soñador del lago, el agua es la primera mirada del tirlo, va tras él y se asombra de haberlo atra­
.mundo. Yvan Goll escribe en un poema cuyo título vesado tantas veces [. . .] Es una nada visible, una
es: Oeil (Ojo) : noche que la noche hace morir.

50 Yvan Goll, Les cercles magiques, Falaize, París, p. 41.


49 Jean-CIarence Lambert, Dépaysage, Falaize, París, 51 Citado por Adrien de Meeüs, Le romantisme, Fayard,
p. 23. París, 1948, p. 45.
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Un físico se empeñará en denunciar la ilusión de cada sensación anotada se ve .aumentada en una


ese lucio que cree, como un filósofo clel 'sueño, poder imagen. Entramos en la región de una poética de
alimentarse de .imágenes “virtuales” . Pero cuando lo sensible. Y si hay una experiencia, habría que
un poeta se dispone a decir todas esas fantasías, no hablar de una verdadera experiencia de la imagi­
será un físico quien lo detenga. nación. L a realidad desnuda amortiguaría esta ex­
periencia de poética de lo sensible. Para empezar
no hay que leer tales proezas en la vida del agua
8 refiriéndolas a nuestras experiencias, a nuestros re­
cuerdos ; hay que leerlas imaginativamente, parti­
Para dar un ejemplo concreto de una psicología cipando en la poética de lo sensible, en la poética
del universo, vamos a seguir un relato cuyo deco­ del tacto, en la poética de las tonalidades muscu­
rado de un lago de montaña crea de algún modo lares. Observemos de paso esos adornos psicológicos
su personaje, en el que el agua profunda y fuerte, que dan vida estética a las simples percepciones.
provocada por la natación, transforma a un ser hu­ Presentemos en primer lugar a la heroína del mun­
mano en un ser del agua, transforma a una mujer do de las aguas.
en Melusina. Nuestro comentario se centrará en un Audiberti sueña directamente con las fuerzas de
gran libro de Jacques Audiberti: Carnage. la naturaleza. No se necesitan cuentos y leyendas
Audiberti sólo ocasionalmente nos ofrece imáge­ para crear una Melusina. Mientras viva sobre la
nes del reflejo. Su ensoñación está atraída por e! tierra, su Melusina es una muchacha del pueblo.
agua como si su imaginación tuviera poderes de hi- Habla y vive como las muchachas del pueblo. Pero
dromancia, atracciones de hidrof iba. El soñador sue­ el lago la vuelve sola y desde que ella está sola cerca
ña con vivir en la espesura de las aguas. Vivirá imá­ del lago, el lago se convierte en un universo. La
genes del tacto. La imaginación nos ofrecerá no sólo muchacha de pueblo entra en el agua verde, en
un más allá de las imágenes contempladas, sino un un agua moralmente verde, hermana de la sustancia
más allá de las alegrías musculares, un más allá íntima de una Melusina. L a vemos sumergirse: una
de los poderes de la natación. Al leer las páginas espuma sale de las profundidades blanqueando con
que Jacques Audiberti escribe en un capítulo que mil flores de espino albar la intimidad del mundo
lleva como título: “El lago” /'2 podríamos creer al líquido. L a nadadora está ahora bajo las ondas:
principio que traducen experiencias positivas. Pero “Ahora ya nada existía, fuera de un éxtasis de ru­
52 Jacques Audiberti, Carnage, G a llim a r d , P arís, 1942, mor más azul que todo en el mundo.” 53
p. 36. C f. pp. 49-50. 53 J . A u d ib e rti, Carnage, p . 49.
306 E N S O Ñ A C IÓ N Y C O S M O S E N S O Ñ A C IÓ N Y C O S M O S 307

“Un éxtasis de rumor más azul que todo en el che favorable, entraba, viajaba, • meditaba, mucho
mundo.” ¿ A qué registro sensible pertenece esta más allá de los poderes de la 'natación.” 54
imagen? Que el psicólogo lo decida; pero el soña­ Pero estos universos tan nuevos, tan fuertemente
dor de palabras está encantado porque la ensoña­ imaginados, no pueden dejar de trabajar en su tras­
ción de las aguas, en este caso, es una ensoñación fondo al ser que los imagina. Si seguimos con
hablada. La poética de la palabra es aquí la poética toda sinceridad las imágenes del poeta, nos parece
dominante. Hay que repetir y volver a repetir para que la imaginación anula en nosotros a un ser de
entender todo lo que dice el poeta. Para un oído la tierra. El poeta ha inventado un ser, por lo tanto
que quiera escuchar la voz de la corriente, no hay es posible inventar seres. Para cada mundo inven­
mejor caracola que la palabra rumor. tado, el poeta hace nacer un sujeto que inventa y
El escritor prosigue: la nadadora “recorría el delega su potencia inventora en el ser que ha in­
interior del azulado líquido [. . .] Atada al agua ventado. Entramos en el reino del yo cosmizante.
blanca que la cerca, la colma y la disuelve, registraba Revivimos, gracias al poeta, el dinamismo de un
los golpes de látigo negros que la claridad infusa origen en nosotros y fuera de nosotros. Un fenó­
dibuja bajo las aguas” . En el seno de las aguas meno de ser se levanta bajo nuestros ojos, en una
nace otro sol, la luz tiene remolinos y propaga res­ ensoñación a fondo, y colma de luz al lector que
plandores. Quien mira sobre las aguas a menudo acepta las impulsiones de imágenes del poeta. L a
tiene que proteger su retina. A cada brazada, el Melusina de Audiberti vive una transformación del
mundo de las aguas cambia de violencia. La ar­ ser, anula una naturaleza humana para recibir una
diente Melusina —dice Jacques Audiberti— “ enro­ naturaleza cósmica. “D eja de ser, para ser mucho
llaba a su cuerpo esos rosarios de universo furioso mas” acordada a la gloria de abolirse, sin morir,
en donde se traduce la respiración de los caballos sin embargo.” 55 Fundirse en el elemento fundamen­
invisibles que protege la maravilla” . Ya que el poeta tal es un suicidio humano necesario para quien
—tal es su función— debe ofrecernos los mundos quiere vivir un surgimiento en un nuevo cosmos. Ol­
de la maravilla, esos mundos que nacen de una vidar la tierra, condenar nuestro ser terrestre, es
imagen cósmica exaltada. Y, esta vez gracias a la una doble necesidad para quien ama el agua con
exaltación, la imagen cósmica no es pura y sim­ un amor cósmico. AÍiora bien, antes del agua nada
existe. Por encima del agua no hay nada. El agua
plemente extraída del mundo; de alguna manera va
es el todo del mundo. ¡ A qué drama de ontologia
más allá del mundo superando todo lo que es per­
cibido. Audiberti escribe de su nadadora: “En la 54 Loe. cit.y p . 50. S u b ra y a d o p o r n osotro s.
centelleante noche de las aguas, noche lacustre, no­ 55 J . A u d ib e rti, Carnage, p . 60.
308 E N S O Ñ A C IÓ N Y C O S M O S E N S O Ñ A C IÓ N Y C O S M O S 309

nos llama el poeta! ¡ Qué novedad de vida esta en su exceso, en el absoluto de una.' imagen increíble,
la que los acontecimientos son suscitados por las signo de un ser extraordinario;
imágenes! Al venir hacia el lago, la Melusina “ rom­ En las ensoñaciones habituales del agua, en la
pía con cualquier forma de destino social. Llenaba psicología clásica del agua, las Ninfas no eran,
la copa de la nada de la naturaleza. Se volvía inmen­ a fin de cuentas, seres extraordinarios. Se las podía
sa en el suicidio. Pero cuando, bañada hasta el fon­ imaginar como seres de la bruma, como aguas “fa­
do del corazón, regresaba al mundo y a su seque­ tuas” , hermanas flexibles de los fuegos que corren
dad, sentía casi que era el agua misma del lago. El sobre el estanque. Las ninfas sólo representan una
agua del lago se levanta y anda” .56 Melusina, al promoción humana subalterna. Seguían siendo se­
volver a la tierra, al caminar por ella, ha guardado res de la dulzura, de la blandura, de la blancura.
la energía de su natación. En ella el agua puede Melusina contradice a la sustancia fácil. Es un agua
ser una energía. En el caso de la heroína del agua que aspira a la verticalidad, un agua dura y vi­
de Audiberti, podemos decir, utilizando un verso de gorosa. Pertenece más a una poética de la ensoña­
Tristan Tzara, que “el agua dulce y el agua muscu­ ción de las fuerzas que a una poética de la enso­
losa” se han encontrado.57 ñación de la sustancia. Vamos a ver el testimonio
Esta agua que “ se levanta” , esta agua erguida, de esto avanzando más en Carnage, ese gran libro.
esta agua de pie es un ser nuevo.
Alcanzamos aquí un extremo de la ensoñación.
Puesto que el poeta se atreve a escribir esta enso­ 9
ñación extrema, es necesario que el lector se atreva
a leerla hasta una especie de más allá de las enso­ En una vida cósmica imaginada, imaginaria, los
ñaciones de lector, sin reticencias, sin reducciones, mundos diferentes a menudo se tocan y completan.
sin preocuparse por la “objetividad” , agregando La ensoñación de uno atrae la ensoñación del otro.
incluso, si es posible, su propia fantasía a la fantasía En una obra anterior,58 reunimos numerosos docu­
del escritor. Una lectura siempre en la cumbre de mentos que demuestran la continuidad onírica que
las imágenes, tendida hacia el deseo de superar las une los sueños de nadar y los sueños de volar. Ya,
cumbres, le ofrecerá al lector unos ejercicios bien para el puro espejo del lago, el cielo se convierte
definidos de fenomenología. El lector conocerá la en un agua aérea. El cielo es entonces para el agua
imaginación en su esencia puesto que la vivirá en el llamado a una comunión en la verticalidad del
ser. El agua que refleja el cielo es una profundi-
56 J . A u d ib e rti, loe. cit., p . 5 0.
57 T r ista n T z a r a , Parler seul, ed . C a ra c te r e s, p . 4 0 . 58 C f. E l aire y los sueños, ed . f c e , c a p . 1.
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dad del cielo. Ese doble espacio moviliza todos lor Pero dejemos tantas filosofías y, íetomemos nues­
valores de la ensoñación cósmica. Desde que un ser tro aprendizaje del arte psicológico de la dinamoge-
que sueña ilimitadamente, desde que un soñador nia siguiendo las lecciones de ensueño del poeta.
abierto, a todos los sueños vive con intensidad en De esta manera Melusina sueña dos veces, siem­
uno de los dos espacios, también quiere vivir en el pre dos veces —en el azul del cielo o en el azul
otro. Audiberti ha logrado crear mediante esos sue­ sombrío del lago—, y Audiberti escribe grandes pá­
ños de natación un agua tan dinámica, un agua ginas de psicología dinamizada sobre el vuelo ensa­
tan “musculosa” , que la Melusina de las aguas sue­ yado, sobre el vuelo realizado, sobre el vuelo frus­
ña con formas que, en una zambullida hacia el fondo trado. En primer lugar, veamos las convicciones
del cielo, le darían el ser de una Melusina de los adquiridas en los sueños nocturnos, convicciones oní­
aires. Quiere volar y sueña con seres que vuelan. ricas que se encuentran preparadas o confirmadas
¡ Cuántas veces, a la orilla del lago, la Melusina por el ensueño de alivio que no abandona al espí­
ha contemplado al gavilán que da vueltas alrededor ritu de Melusina durante el día: “A veces, los ojos
del cénit! ¿Los círculos en el cielo no son acaso cerrados, acostada en la hierba o en su casa, trataba
imágenes de los círculos que corren sobre el río de evadirse de su pesadez. Nos salimos de nuestro
sensible al menor viento? El mundo también lo es. cuerpo en lo que es irreductible a la peregrinación
Las ensoñaciones se unen, soldándose. El ser ala­ ligera. Nos situamos con fuerza, en el aire, por
do que da vueltas en el cielo y las aguas que vuelven encima de nuestros despojos, y sin embargo este des­
sobre su propio torbellino se alian. Pero el gavilán pojo, nuestra carne, lo llevaremos con nosotros, pero
gira mejor. ¿En qué piensan los gavilanes que se sin huesos y sin venenos. Una noche, incluso, creyó
duermen allá arriba dando vueltas? ¿No serán, tam­ lograrlo. Se sintió llevada hacia el techo. No tocaba
bién ellos, como la Luna del filósofo, arrastrados nada ni con la espalda, ni con los pies, ni con el
por un torbellino? Sí, ¿con qué sueñan los filósofos vientre. Ascendía dulcemente [ .. .] ¿Soñaba o no?
cuando las imágenes del agua se vuelven inmediata­ Sin embargo, cogió la viga con su mano izquierda.
mente pensamientos del cielo? El soñador sigue sin Antes de descender, pudo arrancar tres astillas de
término el viaje astronómico del gavilán. ¡ Qué glo­ ligera madera, testimonios seguros. Y luego cayó
ria, qué vuelo prestigioso el de ese círculo tan bien de nuevo — ¡ cayó!— en el sueño. Al despertar, las
dibujado alrededor del cénit! L a natación sólo co­ tres astillas de madera habían desaparecido.” 59
nocía la línea recta. Hay que volar como el gavilán El escritor que imagina es aquí un psicólogo exac­
para comprender concretamente la geometría del to. Sabe que en el sueño de vuelo, el soñador se
cosmos. 69 J . A u d ib e rti, loe. cit., pp. 56-57.
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ve colmado de pruebas objetivas. El soñador arran­ Las montañas mismas forman parte de la sustancia
ca una astilla de la madera, recoge úna hoja en de las alas, las montañas con sus alpacas, sus casi­
la copa del árbol, saca un huevo del nido del cuer­ tas, sus pinos [. . .] Ella admite que esas alas vivan,
vo. Une a esos hechos precisos los bien armados ra­ que se agiten. Quieren agitarse, se agitan. Anda.
zonamientos, los argumentos bien elegidos que dará Vuela. Es en todas sus partes lo que vuela.” 60
a aquellos que no saben volar. Desgraciadamente, al Hay que leer estas páginas con una lectura muy
despertar, ni las pruebas han quedado entre las ma­ tensa, creyendo en lo que se lee. El escritor quiere
nos ni los buenos razonamientos en el espíritu. convencer al lector de la realidad de las fuerzas
Pero el bienestar del sueño nocturno de ligereza cósmicas activas en las imágenes de vuelo. Existe
permanece. La ensoñación retoma el germen del una fe que, aún más que la que levanta las mon­
ser aéreo formado en la noche. L a ensoñación lo tañas, las hace volar. ¿Acaso las cumbres no son
alimenta ya no con pruebas ni con experiencias alas? Para llamar al lector a una simpatía de la
pero sí con imágenes. Aquí, una vez más, las imá­ imaginación, el escritor lo hostiga, lo espolea. Me
genes todo lo pueden. Cuando una impresión feliz parece escuchar al poeta decir: “ ¿Volarás al fin,
de ligereza aparece en el alma, también alcanza lector? ¿T e quedarás sentado, inerte, mientras que
al cuerpo y por un instante la vida tiene un destino todo un universo tiende hacia el destino de volar?”
de imágenes. Los libros también tienen su propia ensoñación.
¡ Sentirse ligero es una sensación muy concreta, Cada uno tiene una tonalidad de ensoñación, puesto
muy útil, preciosa y humanizadora! ¿Por qué no que toda ensoñación cuenta con una tonalidad par­
se preocupan los psicólogos de organizamos una ticular. Si muy a menudo desconocemos la individua­
pedagogía de esta ligereza del ser? Al poeta le co­ lidad de una ensoñación, es porque hemos decidido
rresponde, pues, el deber de enseñamos a incorporar mantener la ensoñación como un estado psicológico
las impresiones de ligereza a nuestra vida, dándole confuso. Pero los libros que sueñan corrigen este
al cuerpo impresiones a menudo desdeñadas. Siga­ error. Los libros son, pues, nuestros verdaderos maes­
mos un poco más a Audiberti. tros de soñar. Sin una total simpatía por la lectura,
No bien Melusina trepa la suave cuesta de la ¿por qué leer? ¿Pero cómo dejar de leer cuando
colina, en su marcha ligera, ya está volando: “Ebria realmente se ha entrado en la ensoñación del libro?
de tantos cielos comidos como granos, granos del Entonces, prosiguiendo la lectura del libro de
elixir de azul que hace volar, anda, todavía anda, Audiberti, los ojos se abren: vemos de qué manera
pero ya le asoman alas, negras alas nocturnas, cor­ el vuelo conquista el mundo. El mundo debe volar.
tadas por la cumbre espinosa de las montañas. ¡No! 60 J . A u d ib e rti, loe. cit., p . 63.
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Existen tantos seres que viven de volar que el vuelo tanta seguridad a un brote de vida! ¡H abía dado
es seguramente el destino próximo del mundo su­ tanta existencia a nuestro ser imaginante! Había sig­
blimado: “ [. . .] .tantos pájaros, los pequeños, los nificado para nosotros una apertura a un mun­
grandes, y la libélula arrugadiza, y el síálido de do nuevo, muy por encima del mundo usado por
alas de mica,"1 dos veces más corto que su hembra. la vida cotidiana.
Sí, el universo es un lago. Pisotear el piso de ese Al menos, sea cual fuere la debilidad que puedan
lago, con las rodillas un poco bajas, como ahora tener nuestras alas imaginarias, la ensoñación de
lo está haciendo, le da un poco de vergüenza” .62 vuelo nos abre un mundo, tiene una gran, una vasta
Entonces, incesantemente, hay que renovar la proeza apertura sobre el mundo. El cielo es la ventana del
que llevará a la soñadora hacia el azul del cielo. Un mundo. El poeta nos enseña a mantenerla abierta
ser que puede volar no debe permanecer en tierra: de par en par.
“ Es necesario que de veras vuele. Es necesario que A pesar de los largos y numerosos extractos que
se precipite y nade y cruce a través de los aires. hemos presentado del libro de Jacques Audiberti,
Vuela, hija de nada, alma sola, cirio oscuro [. . .] nunca pudimos seguir la ensoñación de los aires en
¡Vuela! [. . .] Vuela [. . .] Las sustancias se alteran. todos sus remolinos y ocasiones, ni hemos podido
Un soplo espeso como una ola la sostiene. Logra el decir todas las peripecias de una dialéctica que va
poder pajaril. Domina.” 63 del universo líquido al aéreo. Fragmentando nues­
Pero durante el éxito extremo, se produce el de­ tras citas, hemos roto con el impulso del texto,
rrumbe. La ensoñación aterriza. Una pena inmensa con la corriente poética de las imágenes que, pese
“ tiembla en las campanas de la derrota” que tocan a su riqueza y fantasía, conquistan una unidad de
la síncopa de un ser que cae desde semejante sueño ensoñación. Sin embargo, querríamos haber con­
en la realidad. “ ¿Nunca volverá a volar? ¿Será tan vencido a nuestro lector del crecimiento del poder
grande la distancia entre la esencia del aire y la psíquico que el arte del poeta proporciona al simple
esencia del agua?” ¿Es posible que una ensoñación relato de los acontecimientos del sueño. Una unidad
tan grande, tan fuerte, tan imperiosa pueda ser de poesía se afirma sobre la unidad de ensoñación.
contradicha por la realidad? Se soldaba tan bien Si pudiera constituirse una Poética de la Enso­
a la vida, ¡a nuestra vida! ¡D aba nacimiento con ñación, ésta se desprendería de los protocolos de
examen que nos permitirían estudiar sistemática­
61 T o d o s los m in erales de la tie rra son o tros tan to s p á ­
mente la actividad de la imaginación. Del ejemplo
ja r o s que h acen v o la r al cie lo el cristal.
62 Loe. cit., p . 63.
que acabamos de exponer, sacaríamos también un
63 Loe. cit., p. 64. protocolo de preguntas que se podrían plantear para
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determinar las posibilidades de adhesión a la poesía. estuviera de pie. Su sueño desarrollaba esta convic­
Son los valores poéticos los que hacen que la enso­ ción. Observe que, en los casos en que se siente
ñación sea psíquicamente benéfica. Mediante la poe­ volar, cree sentir su cuerpo a un lado, a derecha
sía, la ensoñación se vuelve positiva, una actividad o a izquierda, levantándolo con un brusco movi­
que debe interesar al psicólogo. miento del brazo, como un aletazo. Ese lado es
¿Cómo constituiríamos una psicología de la ima­ justamente aquel sobre el que está usted apoyado.
ginación de no seguir al poeta en su ensoñación Si se despierta notará que la sensación de esfuerzo
deliberadamente poética? ¿Buscaríamos documentos para volar está unida a la sensación de presión del
en quienes no imaginan, en quienes se prohíben ima­ brazo y del cuerpo contra la cama. Aislada de su
ginar, en quienes “reducen” las imágenes abundantes causa, sólo era una vaga sensación de fatiga pro­
a una idea estable, en quienes —negadores más vocada por un esfuerzo. Unida entonces a la con­
sutiles de la imaginación— “interpretan” las imá­ vicción de que el cuerpo había abandonado el suelo,
genes, arruinando a la vez toda posibilidad de una queda determinada en la sensación precisa de un
ontología de las imágenes y de una fenomenología esfuerzo para volar” .
de la imaginación? Muchos puntos de esta “descripción” corporal
¿Qué pasaría con los grandes sueños de la noche podrían dar lugar a discusiones. A menudo el sueño
si no estuviesen sostenidos, nutridos, poetizados por de vuelo es un sueño sin alas. Las alitas del talón de
las bellas ensoñaciones de los días felices? ¿Cómo Mercurio bastan para dar el impulso. Es bastante
reconocería un soñador del vuelo su experiencia difícil relacionar las delicias del vuelo nocturno con
nocturna en la página que le consagra Bergson? 64 la fatiga de un brazo apretado entre la ropa de
Bergson, al explicar ese sueño, entre otros, por cau­ cama. Pero nuestra crítica mayor no se dirige a
sas psicofisiológicas, no parece tener en cuenta la esos hechos corporales mal relacionados. Faltan en
acción misma de la imaginación. Para él la imagi­ la explicación bergsoniana las virtudes de la imagen
nación no es una realidad psicológica autónoma. viva, la vida en imaginación total. En ese dominio,
Veamos las condiciones físicas que, según él, deter­ los poetas saben más que el filósofo.
minan el sueño de vuelo. De su vuelo onírico, “al
despertar bruscamente, creo que esto es lo que va
a sentir. Sentirá que los pies han perdido su punto 10
de apoyo, puesto que está usted efectivamente acos­
tado. Diría usted que ya no toca la tierra, aunque Al seguir en los últimos parágrafos de este capitulo
64 H . B ergson , L ’énergie spirituelle, A le an , p . 90. las diferentes ensoñaciones de evasión que parten
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de las imágenes privilegiadas del fuego, del agua, preparaba en modo alguno para él conocimiento de
del aire, de los vientos y del vuelo, aprovechamos la ciencia moderna.65
imágenes que se , dilatan por sí mismas, propagán­ Así, pues, de todo ese pasado de cultura se des­
dose hasta convertirse en imágenes del mundo. Po­ prende, para nosotros, que las imágenes de las sus­
dría pedírsenos que estudiáramos con el mismo es­ tancias son alcanzadas por una polémica entre la
píritu las imágenes que están bajo el signo del imaginación y el pensamiento. Por lo tanto, ni siquie­
cuarto elemento, del elemento terrestre. Pero si hi­ ra se nos ocurre retomar su examen en un libro
ciéramos tal estudio abandonaríamos las perspectivas consagrado a las simples ensoñaciones.
de la presente obra. Ya no nos ocuparíamos de las Por supuesto que las ensoñaciones frente a las
ensoñaciones de la tranquilidad del ser, de las en­ materias de la tierra también gozan de alivio. L a
soñaciones de nuestro ocio. Para intentar búsque­ pasta que amasamos pone en nuestros dedos una
das de lo que podríamos llamar la psicología de dulce ensoñación. En los libros que hemos escrito
las sustancias hay que pensar y hay que querer. sobre las materias terrestres nos hemos detenido
Muy a menudo hemos encontrado ensoñaciones bastante en esas ensoñaciones como para que no
que piensan en los estudios que hemos emprendido retomemos su examen en esta obra.
para “comprender” la alquimia. En esos casos in­ Junto a las ensoñaciones que piensan, junto a
tentamos una comprensión mixta, una comprensión esas imágenes que se dan como pensamientos, hay
que acogería a la vez imágenes e ideas, contem­ también ensoñaciones que exigen, ensoñaciones re­
placiones y experiencias. Pero esta comprensión mix­ confortantes, puesto que preparan un deseo. Hemos
ta es impura y quien pretenda seguir el extraordi­ reunido ensoñaciones de varios tipos en el libro al
nario desarrollo del pensamiento científico debe cual le hemos puesto por título precisamente: L a
romper definitivamente con los lazos de la imagen y tierra y las ensoñaciones de la voluntad. Estas últi­
del concepto. Para poner en acción esta decisión mas preparan y sostienen el ánimo en el trabajo. Al
hemos hecho numerosos esfuerzos en nuestra en­ estudiar su poética encontraríamos los cantos del
señanza filosófica. Entre otros libros hemos escrito trabajador. Esas ensoñaciones engrandecen el oficio,
uno que tiene como subtítulo: Contribución a un poniéndolo en el Universo. Las páginas que consa­
psicoanálisis del conocimiento objetivo. Y, más con­ gramos a las ensoñaciones de la fragua han querido
cretamente, sobre el problema de la evolución de probar el destino cósmico de los grandes oficios.
los acontecimientos relativos a la materia, en nuestro 65 C f. L a formation de l’esprit scientifique. Contribution
libro: El materialismo racional, intentamos demos­ a une psychanalyse de la connaissance objective, V r i n ;
trar cómo la alquimia de los cuatro elementos no Le matérialisme rationnel, p u f .
320 E N S O Ñ A C IÓ N Y C O SM O S

Pero los apuntes que hemos podido hacer en


nuestro libro L a tierra y las ensoñaciones de la vo­
ÍN D IC E
luntad deberían ser multiplicados. Habría que re­
tomarlos, sobre todo, para poner las ensoñaciones
de la voluntad en el plano de los oficios actuales. In tr o d u c c ió n ...................................... 9
Ya no deberíamos satisfacernos con las pobres pe­
dagogías manuales que se maravillan de ver a un I. Ensoñaciones sobre la ensoñación. El so­
niño que se interesa en los oficios-juguetes. El hom­ ñador de p a la b r a s ...................................... 49
bre acaba de entrar en una nueva madurez. Por lo
II. Ensoñaciones sobre la ensoñación. Ani-
tanto la imaginación debe servir a la voluntad, des­
mus.-anima. . ................................ 88
pertándola a todas las nuevas perspectivas. De ahí
que un soñador de ensoñaciones no pueda confor­ III. L as ensoñaciones que tienden a la infancia 149
marse con ensoñaciones rutinarias. Sentiríamos mu­
cha alegría si pudiéramos apartamos de un libro IV. El cogito del so ñ a d o r ................................ 218
que terminamos para empezar con otro. Pero dentro V. Ensoñación y c o s m o s .............................. 259
de ese deseo no debemos confundir los géneros. Las
ensoñaciones de la voluntad no deben venir a bru-
talizar, a masculinizar las ensoñaciones del ocio.
Y puesto que es un buen método, al terminar un
libro, referirse a las esperanzas que alimentábamos
al comenzarlo, veo bien que he mantenido todas
mis ensoñaciones en las facilidades del anima. Es­
crito en anima, querríamos que este simple libro
fuera leído en anima. Pero con todo, para que no se
diga que el anima es el ser de toda nuestra vida,
querríamos escribir aún otro libro que, esta vez, sea
la obra de un animus.

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