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¿Agentes del poder o empresarios rurales?

Los intermediarios
del señorío en Cataluña medieval, auge y decadencia1
Pere Benito i Monclús

La pregunta sobre el estatuto y la condición de los intermediarios del señorío rural en


la Cataluña medieval, formulada en estas jornadas sobre las elites rurales en la Europa
medieval, puede ser planteada sobre bases mucho más sólidas que si hubiera sido formulada
en las primeras ediciones de las jornadas de Flaran. En efecto, luego de una veintena de años
de estudios e investigaciones sobre la historia de la administración real, del señorío y del
campesinado catalán, estamos hoy en día en condiciones de presentar una imagen bastante
más precisa de los bailes (lat. baiuli; cat. batlles)2, de sus funciones e ingresos, así como de
los modos de concesión y detentación de las bailías (lat. baiulie) rurales. Nuestros
conocimientos sobre esta figura clave del señorío catalán, fundados sobre los pilares de los
antiguos trabajos de J. A. Brutalis y Eduardo de Hinojosa3, deben mucho, primero, al estudio
institucionalista de J. Lalinde4 y, desde fines de los años '70, a las investigaciones sobre el
dominio real, el señorío y la sociedad campesina de P. Bonnassie, Th. N. Bisson, J. Schideler,
J. M. Salrach, Ll. To, R. Viader, F. Sabaté, J. Serrano Daura, V. Farías, J. Vilaginés y P.
Benito5, a los cuales faltaría sumar las numerosas y a menudo preciosas monografías locales
que han aportado información sobre las funciones y la identidad de los bailes locales y ciertos
estudios prosopográficos sobre las familias rurales que dententaron bailías.

¿Qué es un baile?

1 “Agents du pouvoir uo entrepreneurs ruraux? Les intermédiaires de la seigneurie en Catalogne Médiévale,


essor et déclin” En: Les élites rurales dans l'Europe médiévale et moderne. Actes des XXVII es Journées
Internationales d'Histoire de l'Abbayé de Flaran, 9-11 septembre 2005. Presses Universitaires du Mirail, 2007, p.
111-127. Traducción especial para uso interno: Carla Cimino.
2 Sobre el empleo de la palabra baiulus en la documentación medieval catalana, ver Glossarium Mediae
Latinitatis Cataloniae, Barcelona, 1963-1986, col. 223-226; Eulalia Rodón Binué, El lenguaje técnico del
feudalismo en el siglo XI en Cataluña, Barcelona, 1957, p. 36-38. Las palabras minister y ministrali se
encuentran también en las fuentes del siglo XI, mientras que el arcaismo villicus, recogido en los documentos del
XII es más raro y no se encuentra más allá del siglo XIII.
3 Jean-Auguste Brutalis, Étude sur la condition des populations rurales du Roussillon au Moyen Age, París,
1891; Eduardo de Hinojosa y Naveros, “El régimen señorial y la cuestión agraria en Cataluña durante la Edad
Media”, Obras, t. II, Madrid, 1955, p. 33-323.
4 J. Lalinde Abadía, La jurisdicción real inferior en Cataluña (corts, veguers, batlles), Barcelona, 1966.
5 Pierre Bonnassie, La Catalogne du milieu du Xe à la fin du XIe siècle, croissance et mutations d'une société,
Toulouse, 1975-1976. [Hay trad. castellana: Cataluña mil años atrás (siglos X-XI), Barcelona, 1988.]; J.
Shideler, A Medieval Catalan Noble Family. The Montcadas (1000-1230), Berkeley, 1983; Thomas N. Bisson,
Fiscal accounts of Catalonia under the early count-kings (1151-1213), Berkeley-Los Ángeles-Londres, 1984; J.
M. Salrach, “La renta feudal en Cataluña en el siglo XII: estudio de los honores, censos, usos, y dominios de la
casa de Barcelona”, en M. Sánchez Martínez (comp.), Estudios sobre renta, fiscalidad y finanzas en la Cataluña
bajomedieval, Barcelona, 1993, p. 29-70; Roland Viader, Les contrats agraires des archives capitulaires de
Barcelone (XIe-XIIIe siècle), maestría, Universidad de Toulouse-Le Mirail, 1990; Ll. To Figueras, El monestir de
Santa Maria de Cervià i la pagesia, Barcelona, 1991, p. 162-166; Flocel Sabaté i Curull, El territori de la
Catalunya medieval, Barcelona, 1997, p. 234-238; Josep Serrano Daura, Senyoriu i municipi a la Catalunya
Nova (segles XII-XIX), Barcelona, 2000, p. 788-809; Víctor Farías Zurita, “Sobre la reorganización del señorío
rural y la figura del baiulus en la Catalunya del noreste de los siglos XII y XIII”, Anuario de Estudios
Medievales, 30/2, 2000, p. 887-916; J. Vilaginés, El paisatge, la societat i l'alimentació al Vallès (segles X-XII),
Barcelona, 2001, p. 182-185; P. Benito i Monclús, Senyoria de la terra i tinença pagesa al comtat de Barcelona
De manea general, el baile puede ser definido como el agente o representante del señor
encargado de la gestión económica y administrativa del señorío a nivel local. De hecho, el
ámbito de acción del baile no es exactamente el señorío, sino la bailía, palabra que designa a
la vez el conjunto de funciones, derechos y rentas ligadas a un baile y el distrito
administrativo donde ejerce sus funciones6.
Las primeras apariciones de las palabras baiulus y baiulia en la documentación
catalana datan del siglo XI; después, durante el trascurso de los siglos XII y XIII, se
multiplican espectacularmente al ritmo de la proliferación de los tipos documentales que
conciernen a la gestión del señorío: las cartas de precaria, las cartas de encomienda de las
bailías, los cabreos, etc7. Estos testimonian una profunda reorganización administrativa de los
grandes dominios, que pone en primer plano la figura del baile, aunque no hay prueba de que
esta figura no haya existido en la época carolingia8.
Entre las funciones asociadas al oficio de baile, la gestión y la explotación económica
del señorío ocupa un lugar central9. El baile es, en primer lugar, el agente señorial encargado
de la exacción del conjunto de las rentas de la bailía que detenta. Debe recolectar,
naturalmente, las rentas de naturaleza dominical, debidas por la tenencia y la explotación de la
tierra (el diezmo, las primicias, las rentas de aparcería y todos los pagos fijos en especie o
dinero), pero también las tasas de mutación, los censos que pagaban los campesinos por
utilizar la infraestructura banal, el conjunto de los derechos judiciales, los derechos de
mercado y eventualmente las rentas privadas, que correspondían al señor por sus actividades
financieras.
En consecuencia, el baile tiene un rol central en la lucha contra el fraude y la
morosidad de los campesinos. Por eso debía estar presente tanto durante la siega y la trilla del
trigo, como al momento de hacer la distribución de la cosecha y de percibir el diezmo, las
rentas de los aparceros y los censos. Lo mismo vale para las vendimias; él debía autorizarlas,
señalar el día en que debían comenzar y vigilarlas para evitar las vendimias furtivas. Con la
ayuda de los cabreos, inventarios señoriales, debía tener un control preciso de las deudas de
los tenentes, anotar las rentas insatisfechas y reclamar su pago en los plazos consuetudinarios
o convenidos, tener al día las cuentas de ingresos y gastos de la bailía y rendir cuentas
regularmente al señor.
Sin embargo, el rol económico del baile en el señorío no se limita a la recaudación de
las rentas. La gestión del baile es un asunto mucho más complejo, que reposa sobre un
conjunto de políticas dominicales apuntando a optimizar los resultados económicos del
señorío a través de su desempeño. Encargado de la explotación de la reserva, él debe
organizar las tareas agrícolas, recibir las corveas de los campesinos, vigilar su trabajo,
eventualmente contratar a los asalariados, etc.
De hecho, es el dominio entero el que está bajo su dirección. A él corresponde
fraccionar la reserva en parcelas o en mansos y concederlos a los campesinos o, por el
contrario, reintegrar al dominio directo del señor los mansos abandonados, o bien buscar
nuevos campesinos que puedan explotarlos y acordar con ellos los términos de su tenencia.
Debe proceder siempre con acuerdo del señor, quien decide, en última instancia, las políticas
a seguir.
Desde el siglo XII, cuando se operan cambios importantes en el seno de los señoríos
rurales catalanes -parcelamiento de espacios dominicales, creación de mansos, instauración de
(segles XI-XIII), Barcelona, 2003, p. 270-279.
6 F. Sabaté, El territori..., p. 235-238; V. Farías, “Sobre la reorganización...”, p. 895-897.
7 P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 270-271 y 288-290.
8 Según J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 56-57, las apariciones tardías de la palabra baiulus en la documentación
demuestran una creación tardía de este oficio en relación al de veguer, presente desde el siglo IX.
9 P. Bonnassie, La Catalogne..., II, p. 597-598.
la servidumbre de la gleba-, los bailes reciben funciones administrativas cada vez más
complejas: les corresponde otorgar plazos a los campesinos y firmar las cartas de precaria y
los arrendamientos a censo de los mansos y parcelas, recibir el homenaje de los siervos,
autorizar a los campesinos a salir del señorío y fijar las tasas de redención, recibir y registrar
las declaraciones de los campesinos enfiteutas cuando se realizan pesquisas por decisión de
los señores.
Cuando el ban del lugar pertenece al señor, corresponde al baile mantener las
industrias banales, las infraestructuras defensivas, los caminos, los puentes, los cursos de
agua, así como gestionar la explotación del bosque comunal 10. Él debe organizar también las
ferias y mercados en las villas que, por privilegio del señor, los reciben anualmente. El
castillo, la domus, el palacio, ya sean la residencia habitual del señor o un lugar de estancia
ocasional, están también a cargo del baile, que debe asegurar el mantenimiento de los
edificios y los abastecimientos11. Por debajo del baile, y según la importancia de las
propiedades a administrar, se encuentran muchos agentes especializados que le ayudan en sus
funciones: el sayón (cat. saig), los recaudadores de rentas, el herrero, el molinero, el
guardabosques, el pastor, etc., que deben ser fieles al baile y obedecer sus órdenes.
No se puede olvidar, por último, la tercer gran función de los bailes. Ya sea en los
señoríos banales o en los dominios fundiarios, los bailes ejercen en nombre del señor el
mandamentum y el districtum, el derecho de juzgar, castigar y maltratar a los campesinos
recalcitrantes y de confiscar sus bienes; ellos recolectan las rentas provenientes de la
administración de justicia, las sumas depositadas por los campesinos al principio de los
pleitos, los cinco “malos usos” del derecho catalán (intestia, exorquia, cugucia, arsina,
homicidia), las multas, etc12.
En remuneración de sus trabajos, los bailes reciben una participación importante en las
rentas del señorío: a las rentas de aparcería asociadas al oficio de la bailía en Cataluña Vieja
-el braciaticum (cat. braçatge)13, una antigua carga dominical equivalente, según el caso, a la
onceava, la dieciseisava o veinteava parte de la cosecha, y el retrodecimum (cat. redelme),
equivalente a la décima u onceava parte de las rentas agrarias recaudadas 14- se sumaron la
tercia de las tasas de mutación y la tercia de los derechos de justicia y de las rentas que
provenían de su administración.
El poder de los bailes rurales es, pues, enorme, tanto más cuanto por lo general el
señor, que reside en la villa, es una figura ausente y su autoridad es desconocida in situ. A ojos
de los campesinos los bailes personifican al señorío, al cual representan en el plano jurídico.
Si en el siglo XV el jurista Tomás Mieres podía escribir que el baile no formaba sino una
persona con su señor15, el imaginario colectivo de los campesinos no parece alejarse mucho de
esta definición. Según un antiguo relato oral, en la pequeña aldea de Calonge de les Gavarres,

10 Ll. To Figueras, El monestir de Santa Maria de Cervià..., p. 162.


11 Es el caso de los bailes reales de Vilamajor, encargados del hotel que los condes de Barcelona poseían en la
villa de Vallès. Ver Th. Bisson, Fiscal accounts..., p. 49-52; J. Vilaginés, El paisatge..., p. 184. Bernat d' Auriac,
baile de Guillema de Montcada, era el intendente del castillo de Sentmenar; él llevaba un control estricto de los
gastos, de las compras y las deudas. R. Conde, “Alimentación y sociedad: las cuentas de Guillema de Montcada
(AD 1989)”, Medievalia, 3, 1982, p. 7-21.
12 Sobre los bailes como administradores de justicia y sus atribuciones, ver J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 87;
V. Farías, “Sobre la organización...”, p. 893-894; J. Serrano Daura, Senyoriu i municipi..., p. 791-801.
13 Sobre el braçatge, J.-A. Brutails, Étude..., p. 154; E. de Hinojosa, “El régimen señorial...”, p. 175-176; R.
Viader, Les contrats agraires..., p. 66; Ll. To Figueras, “Le mas catalan...”, p. 165; V. Farías, “Sobre la
reorganización...”, p. 903; J. Vilaginés, El paisatge..., p. 185; P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 272, 378-380.
14 Sobre el retrodecimum, J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 213-214, 254-255; V. Farías, “Sobre la
reorganización...”, p. 903; P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 272-273.
15 Tomás Mieres, Apparatus, I, col. 2, cap. XXXX, n° 18, comentado por J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 66.
el derecho de pernada (cat. cuixa), versión catalana del ius primae noctis16, no era “percibido”
por el señor del castillo de Calonge, sino por los Vallmanya, la familia que detentaba la bailía
desde el siglo XV, llamados por esta razón los “señores del mal uso”17.
En este punto, se podría llegar a pensar que la expresión “intermediarios del señorío”
aplicada a los bailes no es demasiado pertinente. Sin embargo, ¿actúan siempre en
antagonismo de los campesinos y como fieles representantes de los señores? Es necesario
dudar tanto de una imagen como de la otra. Parece que los bailes evolucionaron en el marco
de un equilibrio difícil e inestable entre la defensa de los intereses de los señores y una cierta
connivencia con los campesinos y que, dentro de este estrecho margen de maniobra,
encontraron un espacio para actuar en favor de sus intereses, que no coincidían siempre ni con
los de los señores ni con los de los campesinos. He aquí pues una institución, la bailía, que ha
favorecido el nacimiento de una capa rural intermedia diferenciada por su condición de los
señores, a quienes pretendían imitar, y distinta por sus funciones e intereses de sus vecinos,
los campesinos, con quienes compartían a menudo el mismo origen, la misma condición
jurídica y los mismos marcos de sociabilidad.

Origen e identidad de los bailes

¿Agentes del poder o empresarios rurales? Esta disyuntiva se ha vuelto un lugar


común de los estudios que se interrogan sobre el origen e identidad de los ministeriales y del
rol económico que éstos jugaron en la sociedad rural. ¿La delegación de poderes señoriales
explica el enriquecimiento de los bailes o bien el éxito económico de ciertas familias rurales
les ha llevado a asegurar la representación del poder señorial? Probablemente no exista una
respuesta única a esta pregunta. Cualquiera sea, hace falta distinguir en el análisis dos
problemas muy diferentes entre sí: aquél del origen, la identidad y la condición social de los
agentes reclutados por los señores para ocupar las bailías y aquél del lugar que la adquisición
y la posesión de las bailías han tenido en las estrategias económicas y de diferenciación social
de las elites rurales.
Todavía se conoce mal la identidad de estos agentes que actúan a nivel local, dentro de
espacios delimitados, en nombre de los condes, de los nobles, de los castellanos, de los
obispos y canónigos, de los abades y prebostes, de los burgueses, de los pequeños propietarios
urbanos, etc. Parece que se trata a menudo de hombres originarios de las regiones donde
habitan y en las cuales dententan las bailías: un buen conocimiento de la realidad local era una
de las competencias que los señores más consideraban al momento de reclutar a sus
ministeriales. El origen local de los bailes fue, por cierto, una condición de hecho en muchas
de las bailías rurales detentadas después de mucho tiempo, generación tras generación, por
una misma familia. Pero, cuando se trataba de elegir un nuevo baile, el vínculo con la región
era un imperativo. Una sentencia condal de 1069 a propósito de una contienda entre los
señores de Cervià, en la región de Girona, dejó sentado que las dos partes deberían tener un
ministerial en común encargado del bosque; éste debía ser de la villa y contraer matrimonio

16 El uso está certificado en la región de Girona a partir de muchas fuentes independientes del siglo XV. Ver Jörg
Wettlaufer, “Ius primae noctis. Historisch-anthropologische Überlegungen zum Verständnis eines
mittelalterlichen Feudalrecht”, Francia, 21/1, 1994, p. 245-262. Su abolición figura entre las demandas del
colectivo de campesinos remensas en el proyecto de acuerdo de 1462 y fue sancionado por la Sentencia Arbitral
de Guadalupe (cap. IX) promulgada por el rey Fernando el Católico en 1486. Ver J. Vicens Vives, Historia de los
remensas en el siglo XV, Barcelona, 1978, p. 342.
17 Jaume Aymar Ragolta, “Els Vallmanya, batlles de sac del castell de Calonge”, Estudis del Baix Empordà, 8,
1989, p. 141.
allí18. Es bien sabido, por cierto, que desde el siglo XII los grandes señores eclesiásticos
ejercieron un control especial sobre los matrimonios de algunos de sus hombres,
especialmente de los bailes19.
Sin embargo, el origen local y la condición campesina de los bailes rurales no se
verifica siempre. Berenguer d'Auriac, baile de la familia Montcada en el siglo XII, era sin
dudas un caballero (miles). Él tenía el privilegio de acompañar a su señor a caballo y de
comer con él pan blanco20. La distinción entre el baile noble, aquel que comía cotidianamente
pan de trigo y cabalgaba con el séquito de su señor como un miles, y el baile innoble, el de
origen campesino, ya había sido establecida en los “Usatges de Barcelona21”.
De hecho, las distinciones en el estatuto social de los bailes reflejan las diferencias de
significación entre las bailías. Desde el siglo XII, se establecieron grandes diferencias entre
las bailías del dominio real, centradas en torno a pequeñas villas que ejercían su jurisdicción
sobre los dominios rurales de su distrito, las bailías de los señores banales, aquellos que
ejercían el mandamentum y el districtum sobre el territorio de un castillo, y las bailías de los
dominios rurales grandes y pequeños, cuyo centro era a menudo una domus o un antiguo
manso dominical fortificado. La naturaleza del poder y de los derechos ejercidos y el origen y
la condición de los bailes era, evidentemente, muy diferente en cada caso22.
Las diferentes bailías y bailes pueden ser observadas al interior de los grandes señoríos
eclesiásticos formados, por lo general, de un conjunto heterogéneo de posesiones. En los
dominios de la abadía de Sant Cugat del Vallès, más allá del río Llobregat, correspondientes a
territorios resultantes de la fragmentación de grandes castellanías, el baile es siempre un
pequeño noble local que se apropió del control militar y el ban del territorio. Su figura se
acerca más a la del castellano (cat. castlà) que a la del administrador del señorío. ¿No sería
acaso el poder que ellos ejercían sobre territorios relativamente lejanos al monasterio lo que
llevó a los abades a aceptar su autoridad y a concederles las bailías monásticas, a menudo tras
largas contiendas23?
Pero este no es, no obstante, el perfil más común de los bailes rurales de estas grandes
abadías y, en general, de los señores eclesiásticos, extremadamente reticentes a elegir a sus
ministeriales entre los milites. Los bailes rurales de los dominios eclesiásticos eran, la mayor
parte de las veces, campesinos enriquecidos que poseían un manso fortificado, un patrimonio
rural que sobrepasaba largamente el marco de la explotación familiar y uno o más molinos o
derechos de uso sobre éstos24.
Abades y prebostes parecen haber reclutado a sus ministeriales de manera preferencial
entre los boni homines, probi homines o proceres25, los que, por su conocimiento del territorio,
por su habilidad y por su buena reputación, disfrutaban de una consideración moral que los
volvía aptos para ejercer los poderes judiciales inferiores en materia civil y criminal, a
intervenir en los conflictos y en la regulación de diversos aspectos de la vida económica de la

18 Archivos de la Corona de Aragón, Chancillería, Ramón Berénguer I, pergamino n° 418, editado por Ll To
Figueras, El monestir de Santa Maria de Cervià..., doc. 19, p. 217.
19 P. Benito, Senyoria de la tierra..., p. 208-211.
20 J. Shideler, The Montcadas..., p. 172.
21 Joan Bastardas (ed.), Usatges de Barcelona, Barcelona, 1984, art. 10; J. Shideler, The Montcadas..., p. 172-
173; J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 67. La condición de los bailes nobles fue tratada también en el siglo XV por
el jurista Jaume Callis, Antiquiores, f. XXv.
22 F. Sabaté, El territori..., p. 236.
23 Josep M. Salrach, “Formació, organització i defensa del domini de Sant Cugat en els segles X-XII”, Acta
Historica et Archaeologica Mediaevalia, 13, 1992, p. 157, 159-160.
24 P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 276.
25 Es el caso de Berenguer d'Auriac, baile de Guillem Ramon de Montcada. Ver J. Shideler, The Montcadas..., p.
172.
comunidad rural26. Cuando accedían a la bailía, tenían ya experiencia en las prácticas
judiciales locales y en la mediación entre señores y campesinos. De ahí en adelante
continuaban colaborando estrechamente con este cuerpo selecto y prestigioso de
mediadores27.
Es posible que más de una elección de baile haya sido el resultado de un acuerdo tácito
entre el señor y la comunidad rural. Estos bailes, reclutados entre los boni o probi homines,
representantes en cierto modo de la comunidad, serían los antecesores de los bailes
municipales. Cuando una pequeña villa o una comunidad rural pertenecía enteramente a un
solo señor, nombrar al baile con el acuerdo de la totalidad o de la mayor parte de los
habitantes podía ser importante para asegurar el éxito de su gestión.

El rol de la bailía en las estrategias económicas del campesinado acomodado

La segunda cuestión que se plantea alrededor del origen y la condición de los bailes es
la de saber cuál es el lugar de la compra y la detentación de las bailías y el conjunto de
estrategias económicas de los bailes en el largo proceso de enriquecimiento de ciertas familias
campesinas. Hay que admitir que aún faltan estudios prosopográficos para poder dar una
respuesta definitiva a esta pregunta. Nos limitaremos, entonces, a ciertas observaciones
generales obtenidas de estudios sobre las estrategias económicas de algunos bailes.
El acceso a la bailía, si no está siempre en el origen de las fortunas de los bailes,
constituye al menos un punto de inflexión en el proceso de enriquecimiento de estos agentes y
sus familias. Pero las rentas asociadas al oficio de la bailía no son casi nunca la única fuente
de ingresos de estos jefes de la aldea. No hay que olvidar que los bailes suelen dar créditos a
sus vecinos, incluso antes del acceso a la bailía, que ellos son a menudo acreedores de sus
señores y que, una vez en posesión de la bailía, desarrollan una política de acumulación de
tierras que los sitúa al frente de patrimonios que sobrepasan largamente el concepto de
explotación agrícola familiar.
Los bailes fueron, ciertamente, los grandes acreedores de los campesinos durante toda
la Edad Media y hasta el final del Antiguo Régimen. En los señoríos catalanes, se los ve
prestar a los campesinos de su bailía de una doble manera: directamente, otorgándoles dinero
o simiente con la garantía de sus bienes rurales; de manera indirecta, cuando se transforman
en acreedores de las rentas impagas, que los bailes han adelantado a los señores28.
De hecho, ciertos bailes locales actuaron también como acreedores de sus señores
cuando éstos enfrentaban las dificultades debidas a un tren de vida desenfrenado, a gastos
extraordinarios o a las crisis económicas generales. J. Shideler fue el primer historiador que
llamó la atención sobre la figura del baile financiero y su rol en el señorío. Bernat Barutí
presenta la imagen de un ministerial que prosperó y llegó a alcanzar un estatuto social
privilegiado gracias a sus prácticas financieras29.
En el dominio real, durante el reinado de Pedro I y los primeros años del de Jaime I,
26 Sobre los boni o probi homines, ver Ll. To Figueras, “El marc de les comunitats pageses: villa i parròquia en
les diòcesis de Girona i Elna”, Catalunya i França meridional a l'entorn de l'any mil, Barcelone, 1991, p. 218-
220. Su acción en materia jurisdiccional en el seno de las comunidades rurales dió origen al judici de prohoms.
Sobre esta institución local y sus atribuciones, ver J. Serrano Daura, Senyuriu i municipi..., p. 1030.
27 J. M. Font Rius, “Los orígenes del régimen municipal de Cataluña”, Anuario de Historia del Derecho
Español, XVI, XVII, p. 269-273.
28 J. Vilaginés ha presentado un ejemplo que puede servir como modelo del rol jugado por los bailes rurales en
el sistema señorial: se trata de Berenguer de Bannalocha, baile del obispo de Barcelona en Mollet, en el Vallès. J.
Vilaginés, “Berenguer de Bannalocha. Batlle episcopal de Mollet”, Mollet del Vallès. Notes, 3, 1989, p. 9-18.
29 Este baile de los Montcada, pronto devenido procurador de sus dominios (1209-1225), contribuyó a financiar
las empresas de esta poderosa familia noble entre 1212 y 1223 mientras recibía en prenda el conjunto de las
rentas de ciertos derechos (J. Shideler, The Montcadas..., p. 173-176).
especialmente en el período de 1204 a 1220, se utilizó en gran escala el crédito por medio del
empeño o el arriendo temporal de las rentas de las bailías para remediar el déficit fiscal de la
corona. Entre los acreedores del rey se encontraban nobles, burgueses, judíos, pero también
bailes30.
Parece, pues, que ciertos bailes locales sacaron provecho de su experiencia como
administradores y acreedores de los campesinos para invertir los ingresos de su oficio en el
arrendamiento o la adquisición de nuevas rentas señoriales. Pero no es menos cierto que los
señores, especialmente el rey y ciertos nobles, escogieron muy conscientemente a sus bailes
entre los individuos más solventes de sus dominios, quienes podían asegurarles la estabilidad
de sus ingresos, aunque éstos disminuyeran drásticamente por la sucesión de malas cosechas o
por el endeudamiento colectivo de los campesinos, y quienes podían prestarles dinero en
malos momentos, ya que su recuperación estaba garantizada por las rentas de la bailía.
La estabilidad de los ingresos del señorío, he aquí un ideal que llevó muy pronto a los
señores catalanes a optar por el arriendo de las rentas de sus dominios. A partir de la segunda
mitad del siglo XIII, los grandes señores eclesiásticos, los templarios, los hospitalarios, la alta
y baja nobleza, incluso los pequeños señores rurales, recurrieron al arriendo temporario de las
rentas de las bailías. A partir de la segunda mitad del siglo XIII en la mayor parte de los
grandes señoríos, el arriendo se transformó en una práctica regular y cotidiana31.
El objeto del arriendo era a menudo el conjunto de las rentas de una bailía y los
arrendatarios de las rentas señoriales eran tal vez los mismos bailes que las detentaban 32. El
arriendo suponía ventajas evidentes para los señores que no tenían más necesidad de fiscalizar
las tareas de recaudación de los bailes, mientras que para éstos la perspectiva de un beneficio
procedente de la diferencia entre el precio que habían pagado por el arriendo y lo que
recaudaban representaba el mejor aliciente posible al buen ejercicio de sus funciones. Es inútil
insistir en qué medida el arriendo pudo contribuir a una mejor gestión del señorío, en
particular a la recaudación de las rentas, a la lucha contra el fraude y la pasividad de los
campesinos y al incremento de los ingresos y, por tanto, de los beneficios que los bailes
recibían de los dominios que administraban. Por lo demás, el arriendo a corto plazo era para
los señores la mejor alternativa posible a la enajenación del patrimonio.
Desde este punto de vista, el arriendo se presenta como un pacto entre quienes
detentaban derechos señoriales y las elites locales que los reclamaban, entre ellos los bailes.
Sin embargo, éstos no son los únicos que arrendaban las rentas señoriales. Entre los
arrendatarios se encuentran también pequeños nobles, burgueses y comerciantes de las villas
vecinas, judíos especializados en el crédito, campesinos enriquecidos, etc. Parece, pues, que
los señores recurrieron a una clientela diversificada para no confiar demasiado poder a los
bailes33.
Para enfrentar el endeudamiento y las necesidades de moneda los señores recurrieron a
la alienación de las rentas de sus dominios, separándolos de los derechos sobre el señorío. La
compra de las rentas señoriales está a menudo en el origen del ascenso social de antiguas
familias de bailes que, transformadas en rentistas, pudieron imitar la condición y el nivel de
vida nobiliarias. Ciertas familias que, en los siglos XIV y XV, disfrutan de rentas de origen
señorial pero que no pueden ser vinculadas con la posesión de castillos, domus y derechos
banales o jurisdiccionales y que en los siglos XVI y XVII terminaron por acceder al rango de
la pequeña nobleza (homes de paratge), fueron los descendientes de los antiguos bailes

30 J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 193; Th. Bisson, Fiscal Accounts..., I, p. 117-150.


31 J. Serrano Daura, Senyuriu i municipi..., p. 691-701; G. Feliu, El funcionament del règim senyorial a l'Edat
Moderna, Lleida, 1990, p. 95-114.
32 Mercè Aventín i Puig, La societat rural a Catalunya en temps feudals, Barcelone, 1996, p. 188-189.
33 G. Feliu, El funcionament del règim senyorial..., p. 95-114.
locales34.
No obstante, el acceso de los bailes a la propiedad de las rentas asociadas a las
castellanías no es un fenómeno general. En cambio, a lo largo del siglo XII, se observa a la
mayoría de los bailes locales llevar adelante una política en apariencia más modesta de
expansión de su patrimonio rural. Hacia fines del siglo XII la mayor parte de los bailes locales
figuran a la cabeza de un patrimonio rural que sobrepasa largamente las dimensiones del
manso, la explotación familiar, incluyendo el manso dominical encomendado con la bailía.
Algunos bailes lograron acumular tres, cuatro, incluso hasta cinco mansos en un solo lugar 35.
En el siglo XIV se observa que algunos de estos bailes poseen incluso hombres propios,
campesinos de remensa, que les prestan juramentos de fidelidad y homenaje al momento de
reconocer sus tenencias36.
Los bailes rurales fueron seguramente los grandes beneficiarios del proceso de
concentración rural durante los períodos de extrema debilidad demográfica rural. Agrandaron
sus tenencias mediante la adquisición de parcelas y mansos abandonados. Incluso si una parte
de estas explotaciones parece haberles correspondido por derechos de sucesión, la ampliación
de sus tenencias no puede explicarse en su conjunto sin aludir a las estrategias económicas
desarrolladas gracias a la detentación de la bailía. Ya hemos aludido a las prácticas
financieras, activas y pasivas, llevadas a cabo por los bailes con los campesinos de sus bailías.
La coincidencia de la compra de parcelas y mansos con los períodos de hambre confirma que
los bailes aprovecharon los períodos de dificultad extrema de los campesinos de sus distritos
para incorporar tenencias en sus patrimonios rurales.

Desarrollo y decadencia (siglos XI-XIV): la edad de oro de los bailes y la reacción


señorial contra su poder

En las páginas anteriores se presentó una imagen de la figura del baile, de sus
funciones y de su estatuto tal como se constituyó en la época clásica del señorío, entre los
siglos XI y XIII. Ahora bien, esta imagen no se corresponde con la del baile de la baja Edad
Media y la época moderna, reducido a un simple recolector de rentas y administrador del
señorío, desprovisto de atribuciones judiciales y con fuertes restricciones para la transmisión
hereditaria de la bailía que detentaba. ¿Se puede apreciar una evolución del rol de los bailes
locales en sus relaciones con sus señores?
El siglo XII es la época de oro de los bailes. Tienen un rol capital en la
reestructuración del señorío rural, especialmente en la reconversión de los grandes espacios
dominicales en el sistema del manso y la tenencia hereditaria (que se atestigua, por otro lado,
en Cataluña Vieja entre fines del siglo XI y principios del XIII, en particular en los territorios
de nueva colonización al oeste del Llobregat). El rol de los bailes catalanes del siglo XII en la
reconversión de las antiguas tierras dominicales se revela tan fundamental que la
encomendación de la bailía aparece muy frecuentemente asociada a la cesión en feudo de un
centro dominical, un manso fortificado llamado torre, sala, soler o masó.
En el transcurso del siglo XII los bailes ven reconocidos sus derechos hereditarios

34 Los Sala, bailes del monasterio de Sant Pau del Maresme en Arenys (condado de Girona) hasta 1437,
consiguieron obtener del rey un título de nobleza en 1632 en razón de la antigüedad de su casa. Ver Benet Oliva i
Ricós, La petita noblesa del Maresme, Mataró, 2002, p. 71.
35 P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 323-324, 328-334.
36 El ejemplo paradigmático es el de los Sala, citados más arriba, cuyas estrategias económicas están bien
documentadas desde 1212. Transformados en “hombres propios” de la abadía de Sant Pau del Maresme, de la
cual eran bailes, lograron acumular un importante patrimonio rural constituido por tenencias y alodios. Durante
el siglo XIV actuaron a la vez como “hombres propios” y de remensa de la abadía, y como señores de
campesinos remensas. Ver B. Oliva, La petita nobleza del Maresme..., p. 72-89.
sobre la bailía a través de un documento específico, la carta de encomendación de la bailía
(comendatio baiulie), a menudo asociado, en un mismo acto, a la concesión precaria de un
manso y de un conjunto de tierras 37. Ya hemos visto que los bailes llevan a cabo una prudente
política de acumulación de tierras que los sitúa al frente de patrimonios que sobrepasan
largamente el marco del centro dominical o de la explotación agrícola recibida en encomienda
o en precaria.
Pero muy pronto los señores van a reaccionar contra el poder adquirido por los bailes
locales. La reacción señorial contra los bailes se presentará en muchos frentes: control fiscal
de la gestión de las bailías, avasallamiento, lucha contra la acumulación patrimonial, control
sobre la transmisión hereditaria de las bailías y limitación de las facultades jurisdiccionales de
los bailes.
Las reformas administrativas en vista a controlar la gestión de los bailes comenzaron
muy pronto en los dominios del conde/rey; luego se difundieron entre los templarios, los
hospitalarios y los grandes señores eclesiásticos. Durante la segunda parte del reinado de
Ramón Berenguer IV y el de Alfonso el Trovador (1162-1196), los bailes locales fueron
sometidos a un control estricto de su gestión económica. Se constituyó un tribunal central de
auditores en vistas a supervisar regularmente las cuentas que aquellos debían presentar
periódicamente38. Siguiendo su ejemplo, las órdenes militares y los grandes monasterios
pusieron en marcha complejos sistemas jerarquizados de auditoría contable. En las abadías
benedictinas, dependientes desde 1215 del monasterio de Sant Cugat del Vallès, se
implementaron dos oficios monásticos en el transcurso del siglo XIII, el preboste y el cillerero
(lat. cellarius, cat. cellerer), encargados de los bienes temporales del monasterio y de su
intendencia, respectivamente. El preboste debía supervisar las cuentas del dominio que le
presentaban anualmente los bailes y semanalmente el cillerero, e informar al abad todos los
meses39. En ciertos lugares, además, los grandes monasterios establecieron una suerte de
jerarquía entre bailes mayores y menores, en vistas a mantener bajo control la gestión de los
bailes locales40. Desde mediados del siglo XII los cabreos se transforman en instrumentos
clave tanto para los señores, para llevar adelante las auditorías de las cuentas fiscales
presentadas por los bailes41, como para los éstos mismos, para sus tareas de recolección de las
rentas de cara a los campesinos.
Desde fines del siglo XII los señores impusieron a los bailes y a sus descendientes la
obligación de residir en el manso, de ser sus hombres fieles y ligios (solius), de prestarles
homenaje, de devolverles la potestas del manso cuando se la requirieran y, si abandonaban el
señorío, de redimirse y liberar sus bailías y sus tenencias. Sujetos a la gleba, sometidos a los
malos usos, a la remensa y a la justicia del señor, los bailes fueron asimilados a la condición
de los siervos, la cual compartieron, de ahí en adelante, con el resto de los campesinos de sus
bailías42.

37 J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 251-252; P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 277.


38 A. Aragó Cabañas, “La institución baiulus regis en Cataluña en la época de Alfonso el Casto”, VII Congreso
de Historia de la Corona de Aragón, Barcelona, 1962, III, p. 140-141; T. Bisson, Fiscal Accounts..., I, p. 78-116.
39 P. Benito, “Crisi i reforma del règim econòmic intern de les comunitats monàstiques benedictines”, Abadies,
cartoixes, convents i monestirs... XXII Journades d'Estudis Històrics Locals, Palma de Mallorca, 2004, p. 225-
242.
40 Tal es el caso de Matadera, donde la abadía de Sant Llorenç del Munt tenía un baile mayor cuya función era
supervisar las cuentas de los bailes menores (Archivos de la Corona de Aragón, Órdenes Monásticas, pergaminos
de Sant Llorenç del Munt, n° 408a y 408d). Sobre los bailes y subbailes, ver J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 232;
V. Ferro, El Dret Públic Català. Les Institucions a Catalunya fins al Decret de Nova Planta, Vic, 1987, p. 124.
41 T. Bisson, Tormented voices..., p. 75; idem, “Credit, Prices and Agrarian Production in Catalonia: a Templar
Account (1180-1188)”, Order and Innovation in the Middle Ages: Essais in Honor of Joseph R. Strayer,
Princeton, 1976, p. 97.
42 P. Freedman, The origins of peasant servitude in medieval Catalonia, Cambridge, 1991; V. Farías, “Sobre la
Este cambio en el estatuto sociojurídico de los bailes en el seno del señorío se operó en
relativamente poco tiempo, entre fines del siglo XII y la tercera década del XIII, y fue seguido
por una ofensiva judicial de los señores contra los bailes que habían acumulado demasiadas
tierras, poderes e influencias. Durante la primera mitad del siglo XIII los grandes señores
eclesiásticos recurrieron ampliamente a sus poderes jurisdiccionales para someter a los bailes
locales a la justicia43. Los conflictos entre los abades y sus bailes implicaban diversas
cuestiones, pero claramente apuntaban a impedir la transmisión integral del patrimonio rural
acumulado por los bailes, cuando éste estaba constituído por más de un manso, y a impedir
luego la transmisión hereditaria de las bailías, lo cual era usual en la mayor parte de los
grandes señoríos eclesiásticos44.
En efecto, desde fines del siglo XII las grandes abadías se dieron cuenta que la
heredabilidad de las bailías confería demasiado poder a los bailes. Éstos podían hacer frente a
los reclamos de los señores en los pleitos, pero no podían ser desprovistos de sus derechos
sobre las bailías45. Para rescatar las bailías que escapaban a su control y encomendarlas de
nuevo bajo condiciones más favorables, los señores debieron indemnizar a los bailes con
grandes sumas de dinero o con propiedades rurales. En otros casos, tras largas contiendas, los
abades de los monasterios debieron llegar a acuerdos con los bailes, ya sea sobre las
condiciones de detentación de la bailía, ya sea sobre su patrimonio rural.
Desde fines del siglo XII, cada vez más las bailías fueron encomendadas por lo
general a los hijos, nietos o sobrinos de sus antiguos detentores, pero a título vitalicio. La
renovación de la encomienda de la bailía y del centro dominical en cada generación permitía a
los señores retener el control sobre la sucesión de la bailía. Las renovaciones obedecían al
principio, recogido en los Usatges, según el cual ningún baile podía transmitir su bailía a sus
herederos sin el consentimiento de su señor46.
En los señoríos eclesiásticos los derechos hereditarios de los bailes, basados en
antiguos documentos de encomienda de las bailías, resistieron mejor, pero su gestión fue
fuertemente fiscalizada y controlada por los abades y prebostes o por sus oficiales. La simple
sospecha de fraude en la presentación de las cuentas bastaba para despojarlos de su cargo47.
En el ámbito nobiliario, en cambio, pocas familias triunfaron en mantener el oficio de la bailía
por más de dos generaciones48. El desarrollo de un activo mercado de castillos, domus y
jurisdicciones a partir del siglo XIII impidió la consolidación del poder delegado en el seno de
las elites rurales.

reorganización...”, p. 898-899; P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 429-434, 456-458, 483-487.


43 P. Benito, Senyoria de la terra..., p. 504-518.
44 Un proceso de 1220 entre la abadía de Sant Cugat del Vallès y Saurina, madre de Bernat, baile de Valldoreix
fallecido, que actuaba como procuradora de su nieta, heredera de Bernat, es representativo en este sentido. Frente
a las pretensiones del lugarteniente del abad, que decía que la bailía de Valldoreix debía revertir al dominio del
monasterio luego de la muerte de Bernat, Saurina respondía que ella y su familia debían tener la bailía a
perpetuidad en virtud del adverbio semper, contenido en la carta de encomienda de la bailía entregada a su
marido (Archivos de la Corona de Aragón, Órdenes Monásticas, Sant Cugat del Vallès, pergamino n° 440).
45 Ll. To Figueras, El monestir de Santa Maria de Cervià..., p. 165; J. Fernández i Trabal, Una família catalana
medieval. Els Bell-lloc de Girona (1267-1533), Bercelona, 1995, p. 184.
46 J. Bastardas (ed.), Usatges de Barcelona, art. 83 (De baiuliis).
47 Fue lo que hizo en 1316 la abadesa Saura del monasterio de Sant Pere de les Puelles con su baile de
Esplugues, Ramon Figueres (Archivos de la Catedral de Barcelona, reg. notariales, 90, f. 8r). Esta misma
abadesa intentó desposeer a Berengario de Puig y a su madre Sibila de sus derechos sobre la bailía de Lliçà de
Vall, Lliçà de Munt, Canovelles y Palaudàries, que Berengario detentaba por herencia de su abuela Ermessenda,
quien la había recibido en encomienda de la abadía en 1255 “eo quia predecessores dictorum Sibilie et
Berengarii non reddiderant computum seu rationem de iuribus eiusdem baiulie”, y también de limitar sus
derechos sobre la bailía al rediezmo (ACB, reg. notariales, 90, f. 34v-39v).
48 M. Assumpció Zapata Buxens, Les jurisdiccions locals en el pas de l'Edat Mitjana a l'Edat Moderna, Mataró,
1998, p. 111-123.
Si, por un lado, en los señoríos eclesiásticos los bailes locales fueron sometidos a la
justicia señorial, por otro, en el dominio real y en las pequeñas baronías, éstos sufrieron
superposiciones sobre sus atribuciones jurisdiccionales. En el dominio real, cuando bajo el
reinado de Alfonso I se implantó una justicia pública sobre todo el territorio catalán con los
végueres, funcionarios encargados de la administración judicial superior en los distritos
supralocales llamados veguerías, los bailes locales se transformaron en subordinados de los
végueres y sus atribuciones fueron limitadas al ejercicio de la justicia local ordinaria de los
“plebeyos”49.
De manera similar, en los grandes estados nobiliarios de la baja Edad Media, los bailes
locales no disfrutaron casi nunca de atribuciones judiciales en materia criminal. Éstas
quedaron reservadas para oficiales superiores, llamados procuradores, gobernadores o bailes
generales, que ejercieron su autoridad sobre los bailes y supervisaron su gestión económica50.
Estas diferencias son las que originan las distinciones jurídicas establecidas por los
juristas catalanes de la baja Edad Media entre el “baile natural”, aquél que ejercía el derecho
de ban y la jurisdicción general sobre el distrito de una villa, de un castillo o de una parroquia
-según la definición de Jaume Marquilles en sus comentarios a los Usatges 51-, y el “baile de
bolsa”, cuyo poder se limitaba a funciones administrativas52.

* * *

Todos estos cambios tuvieron, sin dudas, consecuencias sobre la condición, el estatuto
y las fortunas de los bailes rurales durante la baja Edad Media y el Antiguo Régimen. A fines
de la Edad Media, cuando muchas comunidades rurales, siguiendo el ejemplo de las villas, se
incorporaron a la jurisdicción real y obtuvieron de los reyes privilegios de organización
municipal, los señores vieron su representación limitada a los “bailes de bolsa”, encargados de
la administración y recolección de sus derechos y rentas. En los señoríos rurales de Cataluña
Vieja estos recaudadores de rentas no eran otros quizás que pequeños o medianos tenentes
para quienes el oficio de la bailía servía para complementar los ingresos que obtenían de sus
explotaciones agrícolas. Sometidos a los malos usos y a la justicia señorial, compartían la
condición y chocaban con los mismos límites que el resto de los tenentes. Se comprende
fácilmente que no hayan dudado en tomar parte en favor de los remensas cuando éstos se
sublevaron contra sus señores en 1462 para obtener la abolición de los derechos serviles que
pesaban sobre ellos y sus tenencias.

49 J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 87-88, 93-125 (sobre las funciones y competencias de los végueres), 128-137
(sobre las competencias de las bailías reales en materia de jurisdicción ordinaria), 153-179 (sobre las
interferencias y conflictos de competencias entre el veguer y el baile).
50 J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 250; V. Ferro, El Dret Públic Català..., p. 148; F. Sabaté, El territori..., p.
236; J. Serrano Daura, Senyoriu i municipi..., p. 786-788; E. Toda i Güell, La davallada de Poblet (Poblet als
segles XVI i XVII), Abadia de Poblet, 1997, p. 305-310.
51 J. Marquilles, Comentaria super usaticis Barchinone, Barcelona, 1505, f. XLIv.
52 Sobre estas distinciones jurídicas, ver J. Lalinde, La jurisdicción..., p. 245-250; Victor Ferro, El Dret Públic
Català..., p. 123-125 y 139.

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