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Poesía religiosa
La poesía religiosa es de menor interés. Se compone de villancicos escritos
por encargo para ser cantados en las catedrales de México, Puebla, etc.
Poesía profana
La poesía profana recrea algunos tópicos que circulaban por la poesía
española y europea del XVI y XVII. Así los retratos femeninos aplicados a las
virreinas o damas de la corte siguen el esquema y comparaciones acuñadas
por el petrarquismo: “Lámparas tus dos ojos, Febeas súbitos resplandores
arrojan: pólvora que, a las almas que llega tórridas, abrazadas transforma”.
Dentre de la veta filosófico-moral se encuentra el tópico de la fugacidad de la
vida: “Este, que ves engaño colorido”, “Miró Celia una rosa en el prado”. En
esta poesía es perceptible la influencia de Quevedo: “Amago de la humana
arquitectura / ejemplo de la vana gentileza / en cuyo ser unió naturaleza / la
cuna alegre y triste sepultura”.
Poesía amorosa
Es lo más apreciable de Sor Juana. En estos poemas se advierten las tres
etapas características: preludio esperanzado, momento tenso y desenlace
afortunado. Tópicos de la “ausencia del amado”, los celos, el desengaño final
que deja paso a la reflexión sobre el fenómeno amoroso, sobre el amor. La
reflexión sobre el fenómeno amoroso fuerza al empleo de vocabulario
filosófico, grato a una personalidad intelectualizadad como Sur Juana: “Ser
potencia y ser acto”, “operaciones”, etc.
La autora hace precisiones y anotaciones filosóficas que ella llama
“enfáticas razones”. Así muchos poemas amorosos son más bien una
especulación intelectual; son soluciones discursivas a problemas
académicos que recuerdan los debates medievales: si es mejor amar o
aborrecer; si los celos son un mal mayor que la ausencia; la mucha
ciencia resulta nociva para vivir. En cuanto a su carácter especulativo-
filosófico, por un lado, y su talento versificador, por otro, se podría
resumir su persona en aquellos versos suyos:
En dos partes dividida
tengo mi alma en
confusión:
una, es clara a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Corrió la leyenda siempre de que Sor Juana Inés de la Cruz se metió de
joven en un convento después de haber tenido un desengaño amoroso.
Esta leyenda es rechazada por muchos autores que quieren salvar la
“pureza de intención” que llevó a Sor Juana, según los testimonios de la
misma, al convento. De todos modos, la monja tuvo siempre problemas
con la sociedad en la que vivió por la avidez intelectual que ella
mostraba y que para una mujer era entonces algo no bien visto.
Contexto social e ideología en el mundo de Sor Juana
Para comprender cabalmente la poesía de esta gran autora barroca,
tenemos que ver el papel que la creación poética tiene en su vida y el
receptor al que esa poesía se dirige. Sor Juana escribe en verso por la
portentosa facilidad que tenía para ello. Versificar no era para ella la
lucha y el esfuerzo creativo, era algo natural, eta una facilidad tan
corriente en ella como la simple conversación.
En su Respuesta a Sor Filotea (pseudónimo del obispo de Puebla que
le achaca interesarse por libros profanos) se defiende Sor Juana de las
acusaciones contra sus versos así:
Pero no juzgo que se habrá visto una copla mía indecente. Demá, que yo
nunca he escrito cosa mía por mi voluntad, sino por ruegos y preceptos
ajenos; de tal menera, que no me acuerdo haber escrito por mi gusto sino es
un papelillo que llaman El Señor;...
La monja se tiene que defender de la “acusación” de poetisa por afición
y recalca que todo lo escrito fue por impulso y por estímulo cortesano.
Esto lleva a Salinas a definir la lírica de Sor Juana como:
“Un formalismo retórico que consta de formulaciones y combinaciones
ingeniosas de versos, con influencia de la lógica y retórica mecanicista de los
jesuitas. A través de Calderón y Gracián, recibirá esa combinación de
prosaísmo silogístico y elocución alambicada, tan notoria en sus poemas”.
Esto cuadra muy bien para mucha de su producción poética, pero no
para lo más interesante de la poesía de Sor Juana: Los poemas
amorosos de corte intimista (algunos sonetos y liras) que se consideran
entre las cimas de la poesía amorosa de lengua española (Amado
dueño mío, Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, Pues estoy
condenada).
La condición poética es, según Salinas, algo marginal de su
personalidad y fruto de estímulos exteriores solamente; lo mismo su
condición de monja: tres veces fue amonestada por sus superiores
porque dedicada más tiempo a las ciencias humanas que a la religión.
Lo esencial de su personalidad era el amor al saber, su hambre de
ciencia e insaciable deseo de ampliar sus conocimientos. Pero esta era
una vocación insólita para una mujer en una colonia española del siglo
XVII. Por eso, la vida monacal y su poesía no son más que actos
sustitutivos y tímidos acercamientos al saber, de una persona que no se
sentía a gusto en su tiempo, de una mujer que hubiera en otra época
desarrollado un talento intelectual más amplio.
Esto explica la falta de originalidad de su poesía. Sor Juana no abrió
ningún camino nuevo, se limitó a imitar perfectamente los caminos
abiertos en España. Lo mismo se puede decir de su teatro. Esta
frustrada vocación por el conocimiento se traduce en su carácter
reflexivo, dialéctico, razonador y discursivo que se percibe en buena
parte de sus versos. Así, Sor Juana es casi más interesante no por lo
que hizo y fue, sino por lo que quiso ser, por lo que quiso y no pude
hacer como monja, como mujer del siglo XVII colonial. Toda su vida
fue un querer ser lo que no le dejaban ser, entre una vocación
intelectual y las dificultades que la sociedad le imponía para ello.
El público de su poesía se encuentra en la corte virreinal de Nueva
España (México). Rimar versos era el pasatiempo favorito y la
actividad de moda de la élite criolla y la nobleza cortesana tenía la
poesía como actividad más noble y distinguida en la sociedad. En esta
capital no tardará Sor Juana en convertirse en la personalidad cultural
más importante e interesante, también para los cortesanos. Sus
relaciones con palacio eran frecuentes; visitaba a virreyes, halagada por
cortesanos, admirada por caballeros, su locutorio se convirtió en una
especie de academia.
Este ámbito de recepción ejerce sobre Sor Juana una doble presión:
a) La Corte, por un lado, estimula su creación poética, alaba la perfección de
sus versos, suministra temas y celebraciones, le da encargos para
solemnidades; solicita sus composiciones. En resumen, condiciona y dirige
su proceso creador; hace de ella una estupenda poetisa “cívica”.
b Pero el panorama socio-cultural de la colonia en el siglo XVII presentaba
) unas características que no permieieron a Sor Juana desarrollar su
vocación verdadera: estrechez dogmátic del Barroco, fuerte censura
inquisitorial, limitada entrada de libros de América, control de la cultura,
universidad dedicada a la Teología solamente o casi exclusivamente, olvido
de las ciencias y los saberes empíricos, de todo lo que pareciera “profano”.
La gran inteligencia, el afán de saber, la capacidad filosófica y la
claridad mental de la poetisa no se pudieron desarrollar en aquella
sociedad que lo que menos toleraba era a una mujer haciendo
razonamientos científicos sobre temas religiosos o vitales; la poesía era
un campo más neutral y neutralizante, y en este campo recibió las
alabanzas de su tiempo y el premio de la élite noble colonial.