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- SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ (1651-1695) es el valor más relevante de

la literatura colonial. Su nombre de pila era Juana de Asbaje y Ramírez de


Cantillana. Hija ilegítima, nació en San Miguel Nepantla, hoy estado de
México. Aprendió a leer y escribir a los tres años; estudió en la biblioteca de
su abuelo y a los ocho años escribió una loa eucarística. Muy joven viajó a la
ciudad de México, donde estudió latín (en sólo 20 lecciones). En 1665 entró
en la Corte al servicio de la virreina, doña Leonor Carreto, marquesa de
Mancera, y fue objeto de asombro y veneración por su inteligencia, memoria
y discreción. En la corte del virrey fue admirada como niña prodigio.
Instigada por su confesor, el poderoso jesuita Antonio Núñez de Miranda, en
1667 decidió ingresar en el convento de San José de las carmelitas descalzas
para poder dedicarse al estudio. Más tarde, abandonó este convento por
enfermedad, pero en 1669 ingresó de forma definitiva en el convento de San
Jerónimo de la ciudad de México, donde permanecería el resto de su vida.
Sor Juana reunió una valiosísima biblioteca que llegó a tener unos 4.000
volúmenes y adquirió conocimientos de las más diversas disciplinas:
teología, astronomía, pintura, lenguas, filosofía o música.
A los 16 fue “perseguida por hermosa y desgraciada por discreta”. De joven
ingresa en la orden del Carmelo, del que sale por débil salud física. Vuelve
luego al convento menos estricto de las Jerónimas, desde el qeu alterna con
sabios de América y España.
Fue admirada por literatos del tiempo desde el Perú a España. Fue
intelectual y de firme voluntad, de gran interés intelectual. El obispo de
Puebla la ataca por su afición a los libros profanos. Por obediencia abandonó
los libros y dio a los pobres el producto de la venta de los mismos. Atendió a
todos los menesteres del convento, que “si Aristóteles hubiera guisado,
mucho más habría escrito”. Murió a consecuencia de una epidemia de peste,
mientras cuidaba a sus hermanas de la orden.
  Su época más fecunda comienza en 1680 con la concepción del Neptuno
Alegórico, arco triunfal en honor de los marqueses de la Laguna y condes de
Paredes, barroca y magnífica obra que le abrió las puertas de palacio y la
convirtió en favorita de los virreyes, sus mecenas. Es entonces cuando
despidió a su confesor, según la Carta al padre Núñez, escrita en torno a
1682, y que ha mostrado una faceta polémica y argumentativa de la monja.
Desde el año 1680 hasta el 1688 sor Juana vivió una época de gran
producción literaria, en la que abundan sus admirables sonetos, endechas,
glosas, quintillas, décimas, redondillas, ovillejos amorosos, religiosos,
filosóficos y satíricos, numerosos romances y otras composiciones. Esta
cualidad la sitúa, según Tomás Navarro Tomás, entre los más altos poetas de
su periodo, apenas igualada por ninguno anterior. En los villancicos, quizá
uno de los aspectos menos estudiados de su obra, despliega su mayor
riqueza.
Obras de todo género y tipo, cortesanas y religiosas, se van acumulando en
su producción. Comedias de enredo, como Los empeños de una casa y La
segunda Celestina, tal vez escrita con Agustín Salazar y Torres; comedia
mitológica, como Amor es más laberinto, escrita en colaboración con Juan
de Guevara; tres autos sacramentales, El Divino Narciso, El Cetro de José y
El Mártir del Sacramento (San Hermenegildo), en los que utilizando la
poética de Calderón de la Barca nunca desmerece de su modelo; en las loas
que preceden a los dos primeros autos mencionados se reitera la relación de
los sacrificios humanos aztecas con la Eucaristía, concediéndole derecho de
existencia a la religión de los antiguos mexicanos.
Primero Sueño es un extraordinario poema en forma de silva de 975 versos
en el que rivaliza con el Góngora de las Soledades, y del que ella misma dijo:
“No me acuerdo de haber escrito por mi gusto sino un papelillo que llaman
El Sueño”. Gracias a la condesa de Paredes, su mecenas y musa, se publicó
en España Inundación castálida; el primer volumen reunía sus doce
primeras loas. 
En 1690, mientras en la Nueva España abundaba el hambre, las rebeliones
de los indios y las epidemias, el obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz,
le editó su Carta Athenagórica (o crítica del sermón del Mandato) en la que
brilla el ingenio de sor Juana como prosista. En esa obra teológica, sor Juana
discute sobre las máximas finezas de Cristo y parece impugnar al jesuita
portugués Antonio Vieira. Sin embargo, su confesor le recomienda una
mayor santidad y Santa Cruz le dirige su Carta de Sor Filotea, en la que
conmina a sor Juana a dejar sus escritos profanos y abrazar los religiosos.
Así comienza una probable persecución que le obligó a abandonar las letras.
Justamente célebre es su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691),
contestación a la Carta del obispo, una brillante defensa del derecho de las
mujeres a expresarse con toda libertad.
Una polémica sobre los últimos años de su vida dividió a los sorjuanistas:
unos postulaban la tesis de su conversión, otros atribuían su silencio final a
una persecución. El historiador mexicano Elías Trabulse publicó en 1996 un
documento satírico, muy probablemente autógrafo de sor Juana, La Carta
de Serafina de Cristo, escrita en 1691, un mes antes de la Respuesta a Sor
Filotea de la Cruz (1691), en donde la monja revela que el verdadero
personaje impugnado en su Athenagórica es el padre Núñez y se defiende de
los ataques del obispo de Puebla por su afición a leer libros no religiosos y
explica las razones de su vocación religiosa. Trabulse asegura que sor Juana
fue objeto de un juicio secreto conducido por el obispo Aguiar y Seixas,
amparado por el derecho canónico, si se incurría en “un error religioso”.
A partir de 1694 dejó de publicar sus obras, aunque siguió escribiendo, como
prueban los Enigmas, poemas manuscritos que conforman un libro
intitulado La Casa del Placer. Un inventario del siglo XIX encontrado en su
celda da cuenta de 15 manuscritos póstumos con poemas sagrados y
profanos.
En teatro la producción de Sor Juana, siempre en verso, entra de lleno en la
órbita de Calderón de la Barca. Escribió solo dos comedias: Los empeños de
una casa, representadao en 1633 en la corte del marqués de La Laguna; es
una típica comedia de enredo. Amor es más laberinto (1669) pertenece al
género mitológico-galante, entre el Renacimiento y el Barroco. Sus tres autos
sacramentales siguen también la línea de Calderón: El cetro de José, El
Mártir del Sacramento y El divino Narciso, este último es de tema
mitológico y está considerado por algunos como uno de los mejores autos
sacramentales españoles.
Pero es la poesía la que la sitúa en el lugar privilegiado que ocupa en la
literatura hispanoamericana con sus obras poéticas: Inundación de
Castálida (Madrid, 1689), Segundo volumen de las Obras de sor Juana Inés
de la Cruz (Sevilla, 1692), Fama y obras póstumas (Madrid, 1700).

LA OBRA LÍRICA DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ


Sor Juana es culterana y conceptista, es decir, barroca. Su poesía es
variada, su técnica es de un virtuosismo que supera a veces al gran
Góngora. Su maestría es erudita.
La obra lírica de Sor Juana Inés de la Cruz supone una perfecta
asimilación de las diversas poéticas concurrentes en el Siglo de Oro
español, que para algunos se cierra con su muerte (no con la de
Calderón de la Barca: 1681) en el 1695.
LENGUA LITERARIA DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
La lengua literaria de Sor Juana Inés de la Cruz participa, en líneas
generales; de las características del discurso barroco del Siglo de Oro.
Desde el punto de vista fonológico apenas se distinguen peculiaridades
propias del español de México.
En cuanto a la métrica, su habilidad es enorme, así como su capacidad
para versificar. Ella misma die: “la habilidad de hacer versos que en mí
es natural que aun me violento para que esta carta no lo sean, y pudiera
decir aquello de quidquid conabatur dicere, versus erat.
Compuso sonetos, endechas, redondillas, villancicos, liras, etc., pero
sobre todo romances. El romance le sirve para, sin demasiadas
exigencias formales, dar rienda suelta a su vena razonadora y
discursiva. Son composiciones a menudo largas que no tienen nada que
ver con la temática heroico-popular del romancero castellano. Los
romances le sirven para alabar a un personaje de la corte, responder a
un caballero, o acusar la “hipocresía de mucha ciencia, que teme inútil
para saber y nociva para vivir”.
La introspección del fenómeno amoroso, característico de su poesía
erótica le obliga, en el plano de la sintaxis, a constantes definiciones,
matizadas estilísticamente por oraciones clasificatorias con el verbo
“ser”, como se aprecia en el famoso soneto a su propio retrato: es un
vano artificio del cuidado, es una flor al viento delicada, es un
resguardo inútil para el hado: es una necia diligencia errada.
Su poesía está dominada por un orden interno, propio de su
personalidad hondamente intelectualizada. En la sintaxis se refleja esto
con la abundancia de marcas conectoras, la más frecuente es la
repetición anafórica de una palabra al comienzo de una serie de
estrofas sucesivas. Un verbo principal imperativa, genera un grupo de
interrogativas directas que se suceden al comienzo de los diferentes
grupos estróficos. Las estructuras paralelísticas son
frecuentes: Feliciano me adora y le aborrezco; Lisardo me aborrece y
yo le adoro.
En sus poemas de imitación gongorina abundan los adjetivos típicos de
Góngora: canoro cisne, magisterio purpúreo; así como los violentos
hipérbatos, y los demás recursos de la poesía culterana.
Del léxico llama la atención su variedad y riqueza. Llena sus versos de
vocabulario musical, matemático, legislativo, gramatical y, sobre todo,
filosófico. Las palabras abstractas (razón, entendimiento, discurso,
ignorancia) son más frecuentes que las referidas a cosas concretas.
Resucitó vocablos latinos y creó neologismos: flexible, poluto, frígido,
cálamo, sudor sabeo (gomas olorosas que destilan los árboles de
Saba). Usa muchos nombres de la mitología clásica y bíblica. Cultivó
también el lenguaje popular, aunque de forma más esporádica.
De gran interés son aquellos poemas que recogen las distintas hablas
que convivían en aquellos momentos en la capital virreinal: como el
habla de los negros (acá tamo tolo Zambio, lela, lela, que tambié
sabemo cantaye las Leina, el latín macarrónico (hodie Nobascus
divinus in Caelis est collocatus. Yo tengo asco del vino, que antes
muero por tragarlo), el portugués (Timoneyro que governas la Nave
do el Evangelio e los tesouros da Igrexa va a tua maun sugeitos).
Versos en náhuatl (Tla ya timolmica, totlazo Zuapilli, maca ammo,
Tonantzin titechmoilcahuíliz = amada señora, si te vas y tristes nos
dejas, ¡oh Madre, no allá nos olvides!), son versos peustos en boca de
indios en su teatro. La lengua de la delincuencia, o “germanía”,
popularizada por las jácaras de Quevedo: que esto se te conoce hasta
en el tuyo, mas no es razón que, siendo yo tu rufo, les sirvas a otros
gustos de garrafa.
Esta es la enorme habilidad de Sor Juana, la incorporación de diversos
registros lingüísticos a su poesía, el vocabulario de la tradición literaria
peninsular, de la ciencia, de la realidad social colonial, de los estratos
sociales diferentes, etc. Todo esto unido a un completo dominio de la
forma.
ESTILO LITERARIO DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
La producción poética de Sor Juana se puede dividir en dos grupos:
Poesía de imitación
  Es poesía escrita a la sombra de Góngora, Gracián, Quevedo y Calderón. Su
encanto está en la “gracia femenina” que añade a las concepciones poéticas
barrocas de origen peninsular. “De lo gongorino aprovecho el sistema de
metáforas y translaciones imaginativas; de lo gracianesco, las agudezas y
afiladuras de ingenio”.
Poesía de circunstancias u oración
  La mayor parte de sus composiciones breves tenían su origen en episodios
del mundo social que la rodeaba: fiestas, llagadas de virreyes. Asimila
perfectamente las distintas poéticas imperantes en la Península.
Gongorismo
  La influencia de Góngora fue decisiva en la poesía virreinal. Su cabeza
filosófica le lleva a copiar muy bien a Góngora y la imaginería y lenguaje
culterano, aunque pocas veces alcanza la belleza sensorial de Góngora.
Conceptismo
  Los conceptismos son abundantes en su poesía, fuertemente
intelectualizada: juegos de palabras, contraposiciones de conceptos, ironía y
sátira al estilo desengañado de Quevedo y Gracián.
Renacentismo
  Hay un grupo de poemas amorosos (Amado dueño mío, p. e.) que se
mantiene en un difícil equilibrio entre el conceptismo y el culteranismo. Es
un estilo que se acerca a la poesía amorosa del XVI (Cántico espiritual de
San Juan de la Cruz, y la traducción de Fray Luis de León del Cantar de los
Cantares).

Desde el punto de vista temático se puede dividir su


producción poética en poesía religiosa y poesía profana.

Poesía religiosa
  La poesía religiosa es de menor interés. Se compone de villancicos escritos
por encargo para ser cantados en las catedrales de México, Puebla, etc.
Poesía profana
  La poesía profana recrea algunos tópicos que circulaban por la poesía
española y europea del XVI y XVII. Así los retratos femeninos aplicados a las
virreinas o damas de la corte siguen el esquema y comparaciones acuñadas
por el petrarquismo: “Lámparas tus dos ojos, Febeas súbitos resplandores
arrojan: pólvora que, a las almas que llega tórridas, abrazadas transforma”.
Dentre de la veta filosófico-moral se encuentra el tópico de la fugacidad de la
vida: “Este, que ves engaño colorido”, “Miró Celia una rosa en el prado”. En
esta poesía es perceptible la influencia de Quevedo: “Amago de la humana
arquitectura / ejemplo de la vana gentileza / en cuyo ser unió naturaleza / la
cuna alegre y triste sepultura”.
Poesía amorosa
  Es lo más apreciable de Sor Juana. En estos poemas se advierten las tres
etapas características: preludio esperanzado, momento tenso y desenlace
afortunado. Tópicos de la “ausencia del amado”, los celos, el desengaño final
que deja paso a la reflexión sobre el fenómeno amoroso, sobre el amor. La
reflexión sobre el fenómeno amoroso fuerza al empleo de vocabulario
filosófico, grato a una personalidad intelectualizadad como Sur Juana: “Ser
potencia y ser acto”, “operaciones”, etc.
La autora hace precisiones y anotaciones filosóficas que ella llama
“enfáticas razones”. Así muchos poemas amorosos son más bien una
especulación intelectual; son soluciones discursivas a problemas
académicos que recuerdan los debates medievales: si es mejor amar o
aborrecer; si los celos son un mal mayor que la ausencia; la mucha
ciencia resulta nociva para vivir. En cuanto a su carácter especulativo-
filosófico, por un lado, y su talento versificador, por otro, se podría
resumir su persona en aquellos versos suyos:
  En dos partes dividida
tengo mi alma en
confusión:
una, es clara a la pasión,
y otra, a la razón medida.
Corrió la leyenda siempre de que Sor Juana Inés de la Cruz se metió de
joven en un convento después de haber tenido un desengaño amoroso.
Esta leyenda es rechazada por muchos autores que quieren salvar la
“pureza de intención” que llevó a Sor Juana, según los testimonios de la
misma, al convento. De todos modos, la monja tuvo siempre problemas
con la sociedad en la que vivió por la avidez intelectual que ella
mostraba y que para una mujer era entonces algo no bien visto.
Contexto social e ideología en el mundo de Sor Juana
Para comprender cabalmente la poesía de esta gran autora barroca,
tenemos que ver el papel que la creación poética tiene en su vida y el
receptor al que esa poesía se dirige. Sor Juana escribe en verso por la
portentosa facilidad que tenía para ello. Versificar no era para ella la
lucha y el esfuerzo creativo, era algo natural, eta una facilidad tan
corriente en ella como la simple conversación.
En su Respuesta a Sor Filotea (pseudónimo del obispo de Puebla que
le achaca interesarse por libros profanos) se defiende Sor Juana de las
acusaciones contra sus versos así:
  Pero no juzgo que se habrá visto una copla mía indecente. Demá, que yo
nunca he escrito cosa mía por mi voluntad, sino por ruegos y preceptos
ajenos; de tal menera, que no me acuerdo haber escrito por mi gusto sino es
un papelillo que llaman El Señor;...
La monja se tiene que defender de la “acusación” de poetisa por afición
y recalca que todo lo escrito fue por impulso y por estímulo cortesano.
Esto lleva a Salinas a definir la lírica de Sor Juana como:
  “Un formalismo retórico que consta de formulaciones y combinaciones
ingeniosas de versos, con influencia de la lógica y retórica mecanicista de los
jesuitas. A través de Calderón y Gracián, recibirá esa combinación de
prosaísmo silogístico y elocución alambicada, tan notoria en sus poemas”.
Esto cuadra muy bien para mucha de su producción poética, pero no
para lo más interesante de la poesía de Sor Juana: Los poemas
amorosos de corte intimista (algunos sonetos y liras) que se consideran
entre las cimas de la poesía amorosa de lengua española (Amado
dueño mío, Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, Pues estoy
condenada).
La condición poética es, según Salinas, algo marginal de su
personalidad y fruto de estímulos exteriores solamente; lo mismo su
condición de monja: tres veces fue amonestada por sus superiores
porque dedicada más tiempo a las ciencias humanas que a la religión.
Lo esencial de su personalidad era el amor al saber, su hambre de
ciencia e insaciable deseo de ampliar sus conocimientos. Pero esta era
una vocación insólita para una mujer en una colonia española del siglo
XVII. Por eso, la vida monacal y su poesía no son más que actos
sustitutivos y tímidos acercamientos al saber, de una persona que no se
sentía a gusto en su tiempo, de una mujer que hubiera en otra época
desarrollado un talento intelectual más amplio.
Esto explica la falta de originalidad de su poesía. Sor Juana no abrió
ningún camino nuevo, se limitó a imitar perfectamente los caminos
abiertos en España. Lo mismo se puede decir de su teatro. Esta
frustrada vocación por el conocimiento se traduce en su carácter
reflexivo, dialéctico, razonador y discursivo que se percibe en buena
parte de sus versos. Así, Sor Juana es casi más interesante no por lo
que hizo y fue, sino por lo que quiso ser, por lo que quiso y no pude
hacer como monja, como mujer del siglo XVII colonial. Toda su vida
fue un querer ser lo que no le dejaban ser, entre una vocación
intelectual y las dificultades que la sociedad le imponía para ello.
El público de su poesía se encuentra en la corte virreinal de Nueva
España (México). Rimar versos era el pasatiempo favorito y la
actividad de moda de la élite criolla y la nobleza cortesana tenía la
poesía como actividad más noble y distinguida en la sociedad. En esta
capital no tardará Sor Juana en convertirse en la personalidad cultural
más importante e interesante, también para los cortesanos. Sus
relaciones con palacio eran frecuentes; visitaba a virreyes, halagada por
cortesanos, admirada por caballeros, su locutorio se convirtió en una
especie de academia.
Este ámbito de recepción ejerce sobre Sor Juana una doble presión:
a) La Corte, por un lado, estimula su creación poética, alaba la perfección de
sus versos, suministra temas y celebraciones, le da encargos para
solemnidades; solicita sus composiciones. En resumen, condiciona y dirige
su proceso creador; hace de ella una estupenda poetisa “cívica”.
b Pero el panorama socio-cultural de la colonia en el siglo XVII presentaba
) unas características que no permieieron a Sor Juana desarrollar su
vocación verdadera: estrechez dogmátic del Barroco, fuerte censura
inquisitorial, limitada entrada de libros de América, control de la cultura,
universidad dedicada a la Teología solamente o casi exclusivamente, olvido
de las ciencias y los saberes empíricos, de todo lo que pareciera “profano”.
La gran inteligencia, el afán de saber, la capacidad filosófica y la
claridad mental de la poetisa no se pudieron desarrollar en aquella
sociedad que lo que menos toleraba era a una mujer haciendo
razonamientos científicos sobre temas religiosos o vitales; la poesía era
un campo más neutral y neutralizante, y en este campo recibió las
alabanzas de su tiempo y el premio de la élite noble colonial.

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