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A continuación se pretende hacer una corta reflexión acerca de la moral sexual que se
presentaba en la antigüedad, para eso Michael Foucault presenta cuatro nociones que
desarrolla en el capítulo 1 titulado el uso de los placeres, 1) aphrodisia, la cual es la
aprehensión de una sustancia ética; 2) chrèsis, sujeción a la que la práctica de estos placeres
debería someterse para ser moralmente valorada; 3) enkrateia, el dominio que define la
actitud que se debe tener acerca de sí mismo para constituirse como sujeto moral; 4) la
libertad y la verdad, la cual están relacionadas con el significado de sabiduría y templanza,
y caracteriza el sujeto moral en su realización.
APHRODISIA
Cuando se habla de aphrodisia, se dice que son actos, gestos y contactos que
proporcionan ciertas formas de placer. Es por ello que para Aristóteles, la intemperancia se
restringe a los placeres del cuerpo, placeres del sexo y placeres de la alimentación; en
cuanto a los placeres causados por los demás sentidos no son intemperados. Puesto que el
vínculo del acto, deseo y placer, los aphrodisia forman una actividad, un dinamismo, es así
que lo que diferencian los hombres entre sí, para la medicina y la moral, es la intensidad de
la práctica sexual.
Según lo que Michel Foucault presenta, los aphrodisia son términos los cuales
involucran a dos actores, cada uno con su papel y función, en una polaridad activo-pasivo.
En cuanto al valor activo corresponde al papel del hombre en la relación sexual, puesto que
esta se define por la penetración; así mismo el pasivo, cumple el papel del compañero-
objeto (mujer).
No obstante, es preciso señalar que el exceso y la pasividad son dos formas de
inmoralidad en la práctica de los aphrodisia, y desde el punto de vista de esa ética (dicha
moral es hecha por los hombre y para los hombres), es por ello que la línea de demarcación
pasa entre los hombres y las mujeres, a causa de la diferenciación entre el mundo de los
hombres - espacio público- y el de las mujeres (espacio privado) en las sociedades antiguas.
Por eso los actores activos deberán ser hombres adultos y libres, pues serán sujetos de
la actividad; en cuanto a los actores pasivos, que casi siempre serán las mujeres. De forma
general, se puede decir que a partir de las percepciones que la actividad sexual es natural e
indispensable, aunque ontológicamente inferior, porque es común a los animales y a los
hombres, por eso Aristóteles señala que todo el mundo, disfruta del placer de la mesa, del
vino y del amor, pero no todos lo hacen como conviene.
CHRÊSIS
Por lo tanto, la cuestión no está en tratar lo que está permitido o prohibido entre los
deseos que se experimentan, sino que se trata de cuestiones de prudencia, de reflexión para
controlar sus actos. Es por ello que se busca y se hace más de un ajuste variado en el que es
necesario tener en consideración diferentes elementos y estrategias:
ENKRATEIA
El premio de esa práctica es la virtud, que en el orden de los placeres se ve como una
relación de dominación: dominación-obediencia, mando-sumisión, dominio-docilidad, lo
que se puede llamar estructura heautocrática del sujeto moral de los placeres. Dado que la
Enkrateia es lucha, los ejercicios son necesarios. Ese orden de las cosas, esa lucha, debe
apoyarse en una askésis, en ejercicios. Si no se ejercita el cuerpo, éste no puede desempeñar
bien sus funciones; es como el alma que se queda incapaz de «hacer lo que conviene y
abstenerse de lo que es necesario.
LIBERTAD Y VERDAD
En cuanto al último concepto utilizado por Michel Foucault, afirma que el buen uso de
los placeres asegura la felicidad y el buen orden de la ciudad; es por ello que para Platón,
quien dirige la ciudad perfecta ejerce autoridad absoluta sobre sí, porque en su posición,
podría satisfacer fácilmente sus deseos, por lo tanto en el Fedro se halla una dramaturgia
del alma luchando consigo misma y contra la violencia de sus deseos.
Y así mismo Foucault dice que el hombre que no domina sus placeres, es femenino,
puesto que la línea divisoria entre un hombre viril y un hombre afeminado no coincide con
nuestra oposición entre hetero y homosexualidad: tampoco se reduce a la oposición entre
homosexualidad activa y pasiva. Marca la diferencia de actitud respecto de los placeres, y
los signos tradicionales de esta femineidad.
BIBLIOGRAFÍA
Foucault, M. (1984) Historia de la sexualidad. Tomo II– El uso de los placeres. París:
Editorial siglo XXI.