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MODELOS DE DESARROLLO Y DE EXTENSIÓN RURAL EN EL

SECTOR AGROPECUARIO
Material didáctico elaborado por el Ing. Agr. José Manuel Salas Oroño para el curso
de Sociología Agraria de la Facultad de Agronomía y Zootecnia de la Universidad
Nacional de Tucumán. Tucumán, agosto de 2010.

Los modelos de desarrollo agrícola.

El economista norteamericano Vernon Ruttan planteó, en 1982, una sucesión de etapas o


"modelos" en el desarrollo agropecuario aplicables a buena parte del mundo occidental. El
criterio central que empleó para caracterizar los diferentes modelos fue la modalidad con
que se fue adecuando la producción agropecuaria a las necesidades de los otros
sectores de la sociedad local o mundial en cada momento histórico, tanto en cantidad -
en producción y productividad de los recursos- como en actividades o rubros
productivos. Así distinguió como etapas del desarrollo agrario a los siguientes modelos:
conservacionista, fronterizo, de impacto urbano- industrial, de insumos de alto rédito y de
innovación inducida. Este material didáctico tiene por uno de sus propósitos facilitar la
interpretación local de ese planteo describiendo esos modelos en la evolución del agro
argentino.

En lo que respecta a la evolución de la extensión rural -la actividad profesional agronómica


vinculada con la promoción del desarrollo rural a través de la transferencia de tecnología-
Carlos Alemany, en 2002, planteó como etapas en la actividad de extensión en el INTA
la evolución desde el modelo educativo al transferencista, y luego a los proyectos
orientados a los diferentes tipos de productores como modalidad de resistencia a las
privatizaciones de la década de 1990, para terminar en la discusión de las nuevas
modalidades que se diseñan en la actualidad.

El modelo conservacionista y la agricultura tradicional.

En un trabajo anterior se ha hecho referencia a “la agricultura tradicional” en sus


componentes técnicos, ecológicos y sociales. Con diferentes estilos en diferentes
momentos históricos y diferentes regiones, el modelo conservacionista tuvo origen en la
acumulación de experiencias campesinas en la agricultura tradicional, y se caracterizó por
su énfasis en la conservación de la capacidad productiva de recursos naturales como los
suelos.

El modelo conservacionista evoluciona casi desde el momento en que la agricultura y la


ganadería dejan de ser nómades o itinerantes - con la revolución neolítica, diez mil o cinco
mil años atrás en los diferentes continentes, cuando las comunidades campesinas se
radican definitivamente en determinados lugares- hasta la revolución industrial y sus
consecuencias sobre la agricultura desde mediados del siglo XIX.

Como todos los modelos, el conservacionista “fue bueno mientras duró". Durante el
período en que -por el lento desarrollo de la medicina “precientífica”- los índices de
mortalidad fueron muy próximos a los de natalidad dando por resultado el bajo
crecimiento de la población, en tanto la mayor parte de la población mundial estuvo
radicada en el campo autoabasteciéndose de alimentos, y en tanto el comercio
interregional e internacional estuvo poco extendido –por la ineficiencia del transporte
terrestre en carretas, y el marítimo a vela- las cantidades de alimentos producidas
mediante las técnicas conservacionistas resultaron normalmente suficientes para abastecer
las necesidades de la humanidad, a nivel de cada localidad. Ruttan estima que en ese

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largo período el incremento anual de la producción agrícola fue del orden del 1% anual,
aproximadamente igual al crecimiento de la población.

Es difícil encontrar en la historia agraria de nuestro país otros ejemplos de modelo


conservacionista que los aplicados en el periodo precolombino por los pueblos andinos y
guaraníes, ambos extrapampeanos. Si ambas situaciones se analizaran comercialmente,
lo que posiblemente no tiene sentido, se hablaría de economías cerradas en el sentido de
que casi no había intercambios interregionales. En estos casos particulares no ocurre que
la declinación del modelo tuviera origen en la adecuación a la revolución industrial, por
cuanto su sustitución fue consecuencia directa de la violencia de la conquista, impulsada
por el interés comercial y no por el industrialismo. Los que sí trajeron a nuestro país y a la
región pampeana componentes de la agricultura tradicional –y conservacionista- fueron
muchos inmigrantes europeos que llegados al país entre 1850 y 1930 se hicieron
agricultores argentinos como colonos o como arrendatarios.

El modelo fronterizo. Tres estilos de ocupación territorial en las pampas.


(1810/1880 a 1930/45)

Marco mundial. La división internacional del trabajo.


El proceso conocido como "revolución industrial" articuló grandes cambios técnicos,
políticos y sociales. La aparición de los motores independizó de la energía animal y
humana primero al transporte, con los motores a vapor aplicados a buques y ferrocarriles,
luego a los procesos industriales y mucho después, ya con combustibles líquidos y
motores de combustión interna, a las producciones agrícolas. Pero los motores surgieron
en el marco de una revolución científica y tecnológica que, en sus aplicaciones sanitarias,
redujo drásticamente las tasas de mortalidad con lo que el crecimiento poblacional pasó
rápidamente del 1 al 3 y hasta 4% anual dando comienzo a la llamada "explosión
demográfica".

La demanda de trabajo industrial concentró la población en las ciudades, con lo que la


mayoría de la población dejó de producir su propio alimento. Los cambios en el
transporte multiplicaron los intercambios comerciales a nivel internacional. El crecimiento de
las fábricas motorizadas determinó el incremento progresivo de la demanda de
materias primas agrícolas. En estas nuevas condiciones la reducida capacidad de hacer
crecer la producción mediante el modelo conservacionista -de solo el 1% anual- resultó
insuficiente.

Durante sus casi dos primeros siglos -más o menos entre 1750 y 1945- la
industrialización creció en el marco de la “división internacional del trabajo”, a través de la
cual los países del hemisferio norte –Inglaterra primero, luego Estados Unidos- se
especializaron en la producción industrial y los países del hemisferio sur -como Argentina-
se dedicaron a producir materias primas, agrícolas y mineras, en un proceso conocido
como "expansión agro exportadora", y en el marco de una economía liberal y abierta al
comercio exterior.

El modelo aplicado para incrementar la producción agropecuaria con destino a


exportación consistió en el aumento del área sembrada -la expresión "fronterizo" surge de
expandir las fronteras de cultivos sobre áreas antes no sembradas-, en aquellos lugares
del mundo en que esto fue posible.

Marco nacional
En Argentina mediante sucesivas campañas militares llevadas a cabo entre 1810 y 1879
se desalojó a tehuelches -aonikén, en su lengua- y mapuches de las aproximadamente
cincuenta millones de hectáreas de la llamada "pampa húmeda", en las provincias de

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Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y La Pampa.

La modalidad de apropiación y puesta en producción de la tierra determinó al menos tres


estilos distintos de ampliación del área cultivada o las fronteras agrícolas: El del este y norte
de la provincia de Buenos Aires -la llamada “pampa criolla”-, el de las provincias de Santa
Fe, Córdoba y Entre Ríos -la “pampa gringa”-, y el del oeste y sur de Buenos Aires, sur
de Córdoba y este de La Pampa o las “pampas del sur”. Hay que tener en cuenta que
en buena parte de este período, llamado de las “guerras civiles" y “la organización
nacional", estas tres regiones llegaron a corresponderse con tres organizaciones políticas
enfrentadas, o casi tres países enfrentados: Buenos Aires, la Confederación y el "desierto"
o país de los indios pampas.

El modelo fronterizo en la pampa criolla.


Con los procesos independentistas iniciados en 1810 se abrió la posibilidad de
exportar a través de Inglaterra carnes saladas -tasajo- de pésima calidad y destinado a la
alimentación de los esclavos de las plantaciones caribeñas. En el período colonial solo se
exportaron cueros obtenidos mediante la cacería de vacunos salvajes o "vaquerías". Pero
desde 1810 se instalaron los saladeros y las tierras próximas al puerto, ricas en praderas
naturales para alimentar y ríos para abrevar la hacienda tomaron un valor que antes no
tenían.

Las campañas militares expulsaron a los indios del norte y este de Buenos Aires y las tierras
se privatizaron a través de variados procesos que incluyeron desde la "enfiteusis" de
Rivadavia hasta los premios militares dados por Rosas. Para darnos una idea de los
tamaños de las estancias que se adjudicaron basta tener en cuenta que la unidad de
medida fue la “legua" -de 5 kilómetros por 5 kilómetros- equivalente a 2.500 hectáreas, y que
las adjudicaciones eran normalmente de varias leguas. Hacia 1850 casi 13.000.000 de
hectáreas se repartieron entre menos de 400 estancieros y comerciantes, lo que da un
promedio de más de 30.000 ha para cada uno. El arrastre histórico determinó que la
pampa criolla fuera predominantemente estanciera y latifundista hasta hace poco más de una
década.

La expresión pampa criolla surge del carácter mestizo de su población, en la que


coexistieron y se hibridaron los gauchos -originariamente cruza de europeo por india
guaraní- dedicados al trabajo de a caballo en el campo, con los africanos esclavizados
aplicados al trabajo de a pie en los saladeros productores del tasajo, La orientación
económica de los gobiernos de Buenos Aires fue tendiente al librecambio, a la
exportación e importación, siempre en relación con Inglaterra, promoviendo las
exportaciones agropecuarias del momento - tasajo y cuero- y facilitando las importaciones
industriales, principalmente textiles. Hasta los chiripas y ponchos de paño inglés -de
"merino"- predominaron en la vestimenta del gauchaje.

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Desde el momento en que a comienzos del siglo XX los barcos frigoríficos posibilitaron
las exportaciones de carnes sin salar de calidades progresivamente superiores, los
estancieros criadores de la pampa criolla se orientaron principalmente a la etapa
reproductiva o de cría de ganado, que por ser menos exigente que el engorde en cuanto
a calidad de pastos pudo hacerse sobre las praderas naturales sin necesidad de
implantar pasturas cultivadas. En 1888, para organizarse en el proceso de importación de
toros para mejorar sus rodeos y también para representar sus intereses económicos y
políticos, los estancieros criadores de la pampa criolla formaron la Sociedad Rural
Argentina.

El modelo fronterizo en la pampa gringa


Las provincias del interior -entre ellas Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos- no contaron con
las ventajas naturales de las praderas y los ríos, ni tampoco la cercanía al puerto,
como para plegarse a la expansión saladeril exportadora. Además, la entrada de tejidos
industriales baratos desde Inglaterra las perjudicó sus intercambios con las provincias del
norte con sus telares artesanales. Esta fue una de las causas de su alineamiento en las
guerras civiles –primero en la liga Artiguista y después en la Confederación- con
orientación proteccionista y opuesta a la política librecambista de Buenos Aires.

Sus proyectos apuntaron entonces más hacia la producción para consumo interno, y su
modo de favorecer la cultura agro artesanal consistió en facilitar la inmigración de
familias de campesinos pobres europeos, más o menos a partir de 1850. Esto se hizo
posibilitándoles a través de procesos de colonización el acceso a la propiedad de
medianas extensiones de tierra -frecuentemente de entre 30 y 60 hectáreas- y
proveyendo también, en muchos casos, algunos animales y elementos de trabajo. Así fue
como estas provincias lograron la radicación de decenas de miles de pequeños
agricultores europeos, con lo que el norte pampeano quedó sembrado de "colonias
agrícolas" pobladas de chacareros propietarios. La expresión “pampa gringa” se relaciona
con el origen europeo "puro" de sus pobladores. Con la instalación del ferrocarril se
abarató el transporte y las colonias desarrollaron el cultivo de cereales -combinado con
ganadería, tambo, frutales, huerta, granja y procesamiento artesanal de parte de su
producción-, pasando de 350.000 hectáreas sembradas en 1870 a 4.000.000 en 1900, y
destinando ya una significativa parte a la exportación.

Si bien las colonias de inmigrantes agricultores fueron el estilo predominante de


ocupación territorial en esta región, también se instalaron en ella los latifundios
ganaderos.

El modelo fronterizo en las pampas del sur.


Hasta la "campaña del desierto" de 1879, todo el oeste y sur de Buenos Aires, el
noreste de La Pampa y el extremo sur de Córdoba fueron tierra de indios. Las matanzas y la
expulsión de los indígenas sobrevivientes al sur del Río Negro dejaron libres muchos
millones de hectáreas, que rápidamente se distribuyeron en grandes extensiones. Se
premió con seis leguas de tierra a los generales, con cinco a los coroneles, con una a los
capitanes, y se cubrieron los gastos de la campaña con la venta anticipada y en grandes
extensiones de las tierras a conquistar.

En 1920 ya prácticamente no quedaban tierras públicas o fiscales en el área


pampeana. Como la zona oeste y sur era pobre en praderas naturales por su clima
semiárido fue necesario implantar alfalfa. Para hacerlo, fue frecuente que los estancieros
cedieran “a medias” –en aparcería o en arriendo- por tres años parcelas de unas 100
hectáreas cubiertas de pajonales y hormigueros a cada familia inmigrante, a condición de
que hicieran el primer año lino -al que no comen las hormigas, para dejarlas sin alimento-
el segundo año trigo, y el tercero lino con alfalfa, para devolver entonces al campo

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alfalfado a la estancia y trasladarse a implantar alfalfa a otro pajonal.

Estos mecanismos explican como la expansión ganadera estimuló el desarrollo de la


agricultura, con lo que el área sembrada con granos llegó -en toda el área pampeana- a
21.000.000 de hectáreas en la década de 1920. También este procedimiento hizo posible
la implantación y reposición de 8 millones de hectáreas de alfalfa. Toda esta expansión
se logró mediante una mecanización no motorizada, con equipos de cultivo tracción a
sangre y el enorme esfuerzo de los inmigrantes arrendatarios. La carencia de pastos
naturales y la implantación de alfalfares de alta calidad orientó la actividad ganadera de
modo predominante hacia el engorde o invernada, comprando terneros "de destete" a los
estancieros criadores de la pampa criolla y engordándolos hasta su venta para faena al
llegar a los 400 kilos.

Tipos de productores.
En este período -con modalidades propias en cada una de las tres zonas aparecen tres
tipos de productores que, con sus vinculaciones y conflictos, dejarán huellas
profundas en la historia agraria pampeana. Por una parte los latifundistas, aquellos
estancieros principalmente radicados en la pampa criolla que continuaron dedicándose a
la cría vacuna sobre muy grandes extensiones de pastos naturales. Estos, tanto para la
importación de toros ingleses como para presionar conjuntamente sobre los gobiernos, en
1888 formaron la Sociedad Rural Argentina (SRA).

El segundo tipo de productor que se difunde con el modelo fronterizo es el familiar o


campesino propietario, denominado en nuestras pampas "chacarero", originado en los
inmigrantes pobres. Los chacareros de la pampa gringa que surgieron como pequeños
propietarios a través de las colonizaciones provinciales pudieron evolucionar
favorablemente desde su origen, arrastrando en su pujanza a los pueblos de su zona.

Un tercer tipo está representado por los chacareros de las pampas del sur, que
tuvieron mayores dificultades por el alto precio que debían pagar por el alquiler de las
tierras, y por la inestabilidad que les daba el ser trasladados cada tres años a nuevas
parcelas, lo que les impidió ahorrar y capitalizarse. Las luchas para enfrentar estas
situaciones llevaron a los arrendatarios a organizarse en la Federación Agraria Argentina
(FAA), surgida a partir del célebre "Grito de Alcorta" de 1912.

El “granero del mundo”.


La acumulación de estos tres diferentes procesos regionales del modelo fronterizo
generó la expansión agro exportadora que transformó en cinco décadas a Argentina en lo
que con orgullo se denominó "el granero del mundo", colocándola a la cabeza del
comercio mundial de granos y carnes y generando la ilusión del crecimiento ilimitado en el
marco de la comercialmente exitosa inserción mundial en la división internacional del
trabajo. Pero en el granero del mundo había desocupación, miseria y hambre en las
ciudades por falta de desarrollo industrial, y un despotismo casi esclavistas en el campo,
con arrendatarios explotados y obreros rurales marginados del derecho laboral.

La ilusión del crecimiento permanente se resquebrajó cuando la expansión agrícola


llegó a las áridas provincias de San Luis y Santiago de Estero, donde entonces no eran
posibles los cultivos sin riego. Ya no se pudo seguir aumentando la producción mediante
el aumento de superficie, y las tierras ya ocupadas empezaron a evidenciar los daños de
los monocultivos sobre los suelos, en forma de disminución de fertilidad y procesos
erosivos.

La división internacional del trabajo que enmarcó al modelo fronterizo tuvo su propia
crisis, manifestada en la creciente desocupación urbana de los países agrícolas,

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particularmente en Argentina, debido a que el crecimiento poblacional no estuvo
acompañado por crecimiento de empleo industrial. Además, a nivel mundial, los
intercambios comerciales se redujeron como consecuencia de la segunda guerra
mundial, y también porque los países industriales, terminada la guerra, empezaron a
autoabastecerse de alimentos. La articulación de estos procesos marcó el fin del modelo
fronterizo, o de expansión de fronteras agrícolas, o agro exportador, en nuestro país.

Tecnología sin Extensión Rural: Agricultura con técnicas tradicionales


gringas y ganadería con técnicas tradicionales criollas
Si bien el Modelo Fronterizo argentino se enmarcó claramente en la división
internacional del trabajo, que fue la primer etapa de la modernización o el industrialismo,
los procedimientos y los medios empleados en la producción agropecuaria pueden
considerarse más tradicionales que modernos. En la agricultura, la mecanización no fue
motorizada sino de tracción a sangre y los implementos –arados, rastras, cultivadores-
eran casi los mismos de la agricultura tradicional, pero llevados a mayor tamaño, tales
que pudieran trabajar 50 a100 hectáreas tirados por ocho a doce grandes caballos. No se
usaron tractores, ni agroquímicos, y muy pocas variedades vegetales. Los que trajeron los
conocimientos técnicos para esta modalidad de producción agrícola fueron los inmigrantes
o gringos.

En la ganadería, recién después de 1900 se difundieron los alambrados, los molinos


con aguadas artificiales, los toros de razas inglesas y, especialmente en las pampas
del sur, los alfalfares. En las técnicas de manejo de rodeo anteriores, “a campo abierto”,
tuvieron gran importancia la pericia de los jinetes con su manejo del lazo y hasta de la
boleadora, componentes de la cultura gaucha, o criolla rural.

La extensión rural, como encargada de trasladar los conocimientos técnicos desde los
centros de investigación agrícola hasta los productores, no tuvo casi significación en este
período en el área pampeana, en la que los generadores y dueños de los
conocimientos agrícolas eran los gringos inmigrantes y los conocimientos ganaderos eran
parte de las tradiciones de los gauchos reducidos a peonaje.

La situación fue distinta en la agroindustria azucarera del noroeste y en la


vitivinicultura cuyana, cuya modernización tecnológica requirió procesos de investigación y
extensión, con la fundación de estaciones experimentales provinciales en Tucumán y
Mendoza a comienzos del 1900.

El modelo proteccionista. La industrialización por sustitución de


importaciones. Integración del agro y la industria -el “impacto urbano/
industrial”- con mediación del Estado. La Extensión como educación.
(1930/1945 a 1966)

El marco mundial
Se ha dicho antes que casi hasta el fin de la segunda guerra mundial, la
industrialización se desenvolvió en el marco de la división internacional del trabajo. El
surgimiento de trabas al comercio internacional, primero económicas relacionadas con “el
quiebre de Wall Street” (la bolsa de comercio norteamericana) en 1929, y luego bélicas,
con la segunda guerra mundial entre 1939 y 1945. A partir de entonces se instalaron
tendencias al autoabastecimiento que determinaron el proceso de “industrialización por
sustitución de importaciones”, que llevó a Argentina y otros países latinoamericanos a
industrializarse y funcionar -en parte- como economías cerradas, exportando menos y
auto proveyéndose de gran parte de los productos de origen industrial.

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La manera como terminó la segunda guerra mundial fue un determinante central para los
cincuenta años siguientes. La caída de Berlín ocurre mediante del ataque convergente de
los ejércitos norteamericano e inglés por un lado y el ejército soviético por el otro.

Ambos se atribuyen la victoria, o al menos el compartirla. (Años después la división de


Berlín y la construcción del muro materializan esa controversia.) Unos meses después
Estados Unidos hace estallar bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, en un Japón ya
prácticamente vencido, en una acción que es considerada ya como una contundente
demostración de fuerza para el proceso que se inicia justamente con el fin de la segunda
guerra: la ”guerra fría" o competencia por el dominio mundial entre Estados Unidos de
Norteamérica y la Unión Soviética, y entre capitalismo y socialismo. Poco tiempo después
tienen lugar los “acuerdos de Yalta”, frecuentemente interpretados como un “reparto del
mundo” entre las potencias triunfantes, que pronto se formalizan en la OTAN, de
liderazgo norteamericano, y el Pacto de Varsovia, liderado por la Unión Soviética.

El marco nacional
En busca de una posición independiente de esas opciones opuestas, muchos países
latinoamericanos desarrollaron políticas que algunos denominaron “populistas” y otros
“socialdemócratas” donde en la economía coexistieron el capital privado con el capital
estatal mediante una fuerte regulación gubernamental de la economía, tal como ocurrió
con los gobiernos de origen peronista y radical de este período en Argentina. Las
industrias se instalaron entonces en países del hemisferio sur pero con un conjunto de
políticas económicas que dieron un perfil propio a este período. Estas características
fueron:

1.- Industrias orientadas totalmente al consumo interno, sustituyendo las


importaciones del período anterior.

2.- El predominio de capitales nacionales, con amplia participación de pequeñas


y medianas empresas.

3.- El objetivo central de dar trabajo en las ciudades y lograr el pleno empleo,
para atender las necesidades planteadas por el crecimiento poblacional, la incapacidad
del campo para dar más trabajo, y la consecuente migración rural- urbana.

4.- La fuerte intervención política y económica del estado nacional, a través


de medidas “proteccionistas” consistentes en cargar con altos impuestos a las
importaciones industriales, para favorecer a la industria local evitando la competencia
del exterior, y aplicar también impuestos a las exportaciones agrícolas, para bajar
el costo de los alimentos y las materias primas en el interior del país.

La evolución en el campo
Este estilo de intervención económica se extendió también al campo, participando
intensamente el gobierno nacional mediante el peso de la ley en sus negociaciones y
conflictos, tanto entre estancieros y chacareros arrendatarios como entre patrones y
peones y entre agricultores e industriales. El gobierno fijó tanto el precio de los
arrendamientos -haciéndolos más bajos- como la duración de los contratos -haciéndolos
más largos-, mejoró los salarios y condiciones de trabajo de los obreros rurales y fijó los
precios a los que las agroindustrias debían comprar la materia prima a los agricultores,
todo esto a través de una vasta red de organismos reguladores y de control.

Se intentó articular intensamente las actividades rurales y urbanas en la planificación del


bienestar general. El campo debía estimular el crecimiento industrial proveyéndole
materias primas baratas para reducir sus costos y alimentos de bajo precio tales que
posibilitaran salarios industriales relativamente bajos. Incluso se consideró al campo

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como proveedor de mano de obra -la expulsada por la creciente motorización agrícola-
para emplearse en las fábricas urbanas. Por su parte, las industrias urbanas debían
proveer al campo de maquinarias, insumos y artículos de consumo familiar.

El E stado no se limitó a mediar en las negociaciones y conflictos del agro, sino que
intervino directamente en acciones de apoyo y promoción, participando mayoritariamente
en el crédito agrario, la comercialización interna y externa de la producción, y la asistencia
técnica. El Banco Hipotecario dio créditos especiales a los chacareros para que
compraran las tierras que arrendaban, con lo que estabilizó la situación de una gran parte -
posiblemente la mitad- de estos. El Banco Nación y los bancos provinciales dieron
créditos para la mecanización de los chacareros. Las Juntas Nacionales de Granos, de
Carnes, etc. aseguraron los precios internos y la comercialización externa de la
producción. El INTA, desde 1956, apoyó con investigación, experimentación y extensión
agrícola a los productores, con un particular estilo de extensión “educativa” que priorizó la
atención de los agricultores familiares. Vernon Ruttan denominó a este modelo “de
impacto urbano industrial”, y usó la denominación de difusionismo para los estilos de
extensión rural que se implementaron en su interior.

La capitalización de los chacareros


Las nuevas circunstancias determinaron cambios significativos en los tipos de productores
y también los conflictos entre ellos. Ante la protección estatal a los arrendatarios
–bajando los alquileres de los campos y prolongando los plazos- a los grandes
estancieros dar en arriendo no les resultaba lo bastante lucrativo y se negaron a dar más
tierras en alquiler, lo que frenó la expansión intrapampeana del área sembrada,
disminuyendo significativamente los cereales, y hasta los alfalfares. Por su parte, el
amplio sector de chacareros que logró comprar sus tierras encontró a partir de allí
condiciones favorables para el ahorro y la inversión, incorporando tractores y maquinarias
y desarrollándose de este modo el predominio del tipo denominado “familiar capitalizado”,
o chacarero argentino considerado en muchos rasgos similar al “farmer” norteamericano
del “corn belt” o cinturón maicero.

El sector empresarial: Un comienzo con limitaciones a su expansión.


Se ha hecho referencia antes a los grandes terratenientes, instalados especialmente en la
pampa criolla y las pampas del sur. En su evolución posterior y especialmente en las
pampas del sur, cuando los chacareros arrendatarios se independizaron de ellos
comprándoles parte de sus tierras, estos “estancieros invernadores" se vieron ante la
necesidad y la posibilidad de llevar a cabo por cuenta propia -con inversiones en
maquinarias compradas a crédito y con trabajadores asalariados- las implantaciones de
alfalfa y pasturas. Luego, ya equipados, combinaron el engorde con el cultivo de granos
por cuenta propia, lo que fue diluyendo el anterior estilo latifundista y generándoles un
perfil más moderno y empresarial. Definidos finalmente como empresarios de actividad
mixta -invernada y agricultura- fueron la base de las Confederaciones Rurales Argentinas
(CRA), claras representantes del sector empresarial agrícola de la época.

El creciente peso que como factor de producción adquirió el capital en la producción


agrícola hubiera dado lugar, en otras circunstancias, a una más pujante proliferación de
productores de tipo empresarial. Pero el intenso proteccionismo del periodo, con sus altos
impuestos a las importaciones de maquinarias e insumos modernos y sus pesadas
retenciones a las exportaciones agrícolas, determinó altos costos y bajos ingresos para la
producción agroexportadora de gran escala e hizo que "el negocio del campo" fuera poco
atractivo para los inversores, si bien en menor escala permitía el crecimiento de los
chacareros. El sector empresarial que sí tuvo un fuerte impulso fue el de las
agroindustrias destinadas al consumo interno, como la azucarera, vitivinícola, yerbatera,
etc., todas extrapampeanas.

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Con las nuevas leyes de arrendamiento –a largos plazos y con regulación estatal de los
alquileres de tierras- surgieron nuevos conflictos entre los arrendatarios que querían
quedarse y los estancieros que querían expulsarlos, y esto determinó el fin de la expansión
agrícola vía arrendamientos. Sumado esto a las ya mencionadas dificultades para la
expansión empresarial, en este largo período denominado del "estancamiento del agro
pampeano" no se creció ni en el área sembrada ni en la producción exportable,
manteniéndose ambas en valores próximos a las 20 millones de hectáreas sembradas y a
25 millones de toneladas de cereales y oleaginosas. Argentina dejó de ser “el granero del
mundo” simplemente porque industrializaba y consumía su producción, mejorando su
nivel de vida.

Los comienzos del INTA: La Extensión Rural como educación modernizadora hacia
las familias rurales.
A mediados de este período fueron predominantes los análisis que atribuyeron la lentitud
en el crecimiento de la economía argentina al “estancamiento pampeano”, y en ese
contexto el estado nacional decidió la formación del INTA –Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria- en 1956. Las dos actividades centrales que se le asignaron
fueron:

1.- La Investigación, destinada a desarrollar medios y procedimientos técnicos acordes al


perfil natural y social de las diferentes regiones del país. Esta actividad se desarrolló en
las “Estaciones Experimentales Regionales Agropecuarias” (EERA), que se distribuyeron
en las principales áreas de producción. La actividad de investigación se vinculó con la
“sustitución de importaciones”, tanto por la necesidad de producir con baja proporción de
insumos importados como por la vocación por trabajar con tecnología propia –a la medida
de los objetivos y la posibilidad nacional- y no importada.

2.- La Extensión Rural, cuyo objetivo fue impulsar la reactivación del campo logrando que
los agricultores conozcan y apliquen las técnicas generadas en el proceso de
investigación. Estas actividades se realizaron en “Agencias de Extensión Rural” (AER). En
la actualidad, entre estaciones experimentales y agencias de extensión de diverso tipo, el
INTA cuenta con 290 unidades operativas en el campo argentino.

En el mencionado análisis de Carlos Alemany, (“Apuntes para la construcción de los


períodos históricos de la Extensión Rural del INTA”, en “La Extensión Rural en
debate”, INTA, Buenos Aires, 2003) se denomina “educativa” a la labor de extensión del
INTA en el período 1956 – 1976, y atribuye esta orientación a la influencia de la
sociología rural norteamericana en el marco del “desarrollismo” argentino.

Los economistas desarrollistas o industrialistas argentinos coincidieron en considerar que el


crecimiento de la industria “liviana” argentina –productora de artículos de consumo-
estaba limitada en su crecimiento por la falta de divisas –o dólares- necesarios para
la importación de componentes de la industria “pesada” –productora de equipos
productivos y máquinas herramientas- que le permitieran expandirse. Para aumentar
el ingreso de divisas se intentó incrementar las exportaciones agropecuarias,
aumentando la productividad o los rendimientos mediante el mejoramiento tecnológico.

La sociología rural norteamericana aportó exhaustivos análisis de las diferencias entre


la “sociedad tradicional” –o agrícola- y la “sociedad moderna” –o industrial-, y
consideró que la “mentalidad tradicional” de los productores familiares implicaba una
importante resistencia al progreso técnico.

Pese a la influencia de esta visión, desde el INTA no se pudo dejar de advertir que eran
justamente los productores familiares –y particularmente los capitalizados, los

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chacareros pampeanos- los “actores dinámicos” del agro en ese período. Efectivamente,
ante las políticas proteccionistas los minoritarios empresarios agrícolas del período se
auto describían como “desalentados” por la escasa rentabilidad. Respecto de los
latifundistas –los estancieros- se interpretaban que al lograr sus objetivos de lujo,
prestigio y poderío local con enormes extensiones sometidas a tecnologías extensivas de
muy bajos rendimientos por hectárea, pero casi sin costos ni riesgos, no estaban
motivados hacia el cambio tecnológico. Los que movilizaban el agro, aquellos a los que
se podía ver comprando máquinas y vendiendo granos, eran principalmente los
chacareros –los “actores dinámicos”-, y el INTA consideró que con ellos se debía trabajar.

La sociología rural norteamericana, surgida de la observación de los “farmer” de su zona


cerealera, desarrolló la idea de que el proceso de tecnificación debía pasar
necesariamente por el “cambio de mentalidad” del conjunto de los miembros de las
familias rurales. Como el necesario “cambio de mentalidad” se consideraba no
exclusivamente tecnológico sino integralmente educativo y sobre todo el grupo familiar,
las agencias de extensión se integraron con tres agentes: Un técnico agrícola –
normalmente ingeniero agrónomo- que asesoraba a los padres o jefes de familia
campesinos en la cuestión productiva, una “asesora de hogar rural” –frecuentemente
asistente social- que trabajaba con las madres en cuestiones vinculadas con la “calidad
de vida” -educación, salud, vivienda, alimentación, higiene, etc.- y un “asesor de
juventudes” –perito agrónomo con formación de promotor social- destinado a fomentar la
socialización y el interés por el progreso técnico en los hijos considerados como el
“semillero”, aquellos jóvenes que en el futuro cercano tomarían la conducción de la finca.

El otro aporte que se tomó de la sociología rural norteamericana fue el


“difusionismo” –una teoría acerca de cómo se difunden las ideas (conocimientos, valores,
actitudes), en este caso en el medio rural-. El difusionismo tipificaba o clasificaba a los
productores del área de influencia de la agencia en función del orden temporal en que
adoptaban las nuevas técnicas: Los que primero incorporaban maquinarias, nuevas
semillas, agroquímicos, nuevas técnicas de riego o de manejo de rodeos eran tipificados
como los “adoptadores tempranos” , los agricultores progresistas considerados “líderes de
la comunidad”. Estos, a su vez, eran ejemplo de toda la gran masa de “adoptadores
tardíos”, que recién incorporaban las nuevas técnicas cuando estas habían sido probadas
exitosamente por los líderes.

A partir de esta clasificación y este modo considerado “natural” en la difusión de las


conductas productivas y no productivas, las acciones de los extensionistas del INTA
dieron especial importancia a detectar esos líderes, ganar su confianza y concentrar en
ellos sus acciones tanto técnicas como sociales. A medida que se lograban éxitos en los
líderes, estos cumplían el rol de “demostradores” ante su grupo territorial, y en sus fincas
organizaba el INTA las “demostraciones” y “días de campo” donde los productores líderes
explicaban a sus vecinos las características y ventajas de las nuevas técnicas aplicadas.

El relativo éxito de la compleja “ingeniería institucional” montada por el INTA en este


período impregnó a muchos extensionistas de un “sentido misional” haciéndolos
sentirse la avanzada de una “cruzada educativa” o civilizatoria en un agro tradicionalista y
atrasado.

Las luchas sociales y la crisis del proteccionismo. La prop ues ta d e P aul o


Frei re apl i cad a a l a ex ten si ón rural . (1966-1976)

El marco mundial: Recrudecimiento de la guerra fría


A mediados de la década del 6 0 el enfrentamiento entre los EEUU y la URSS, y entre
capitalismo y comunismo, fue percibido por ambas potencias como un período de

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etapas definitorias en la llamada “guerra fría” que llevaron a los contendientes a “jugarse
el todo por el todo”. El ejército norteamericano, después de una prolongada invasión, fue
finalmente derrotado en Vietnam; y en Asia, África y América Latina crecían los
movimientos emancipatorios y liberadores –que incluyeron a organizaciones guerrileras -
contrarios al imperialismo norteamericano y sus aliados. Surgieron en ese contexto las
acciones del gobierno norteamericano destinadas a asegurar sus áreas de dominio en
América Latina, erradicando violentamente los intentos de evolución –o revolución- hacia
el socialismo.

La estrategia d e E E . U U . fue la represión mediante la participación abierta o


encubierta en la instalación en Latinoamérica de dictaduras militares pronorteamericanas,
de un discurso anticomunista que luego se denominó “doctrina de la seguridad nacional”.
Instalados esos gobiernos adictos, las políticas económicas que aplicaron favorecieron la
entrada de capitales extranjeros que se orientaron principalmente a la adquisición de
industrias nacionales preexistentes.

El marco nacional: Las luchas sociales hacia el final del proteccionismo.


En la década de 1960 las luchas sociales y políticas se habían extendido por toda
América Latina, planteando la evolución -o la revolución- hacia el socialismo y la
liberación de la dominación económica norteamericana. El entonces gobierno electo
argentino –uno de cuyos sectores fue partícipe de esas luchas- intentó en 1974 una
decidida acción para activar y democratizar el desarrollo del agro mediante un proyecto
de “Ley Agraria” que pretendió resolver el grave problema del “latifundio improductivo”
representado por las grandes estancias ganaderas extensivas que ocupaban casi la mitad
del área pampeana. Se proponía, entre otras medidas, gravar con altos impuestos a las
tierras que se mantuvieran con muy bajos niveles de productividad, dejando prevista la
posibilidad de expropiación de estancias improductivas o con estos impuestos impagos,
para repartir estas tierras mediante procesos de colonización entre hijos de productores
familiares. “La tierra para quien la trabaja”, fue la consigna de este intento de Reforma
Agraria al estilo argentino que, pese a la mayoría electoral que tuvo por respaldo, fracasó
ante la resistencia presentada de los terratenientes agrupados en la Sociedad Rural
Argentina, que demostraron contar hasta con eventual apoyo militar.

Evolución autocrítica en la extensión educativa: los proyectos emancipatorios.


Las relaciones directas e interpersonales entre técnicos y productores llevaron a muchos
extensionistas a vivir experiencias que los pusieron en situaciones de conocer y valorar
positivamente los conocimientos técnicos y la organización social y económica de las
familias campesinas, y también a desarrollar vínculos de compromiso o solidaridad con
los grupos territoriales pobres con que trabajaban. En la visión “desde adentro” de
muchas problemáticas campesinas se hacía evidente que la principal causa de sus
problemas no era técnica sino socioeconómica, al estar determinada por los bajos
salarios, o los bajos precios pagados por la agroindustria, o la extrema escasez de tierra.
Esto condujo –a muchos extensionistas, no a todos- en la década del 70 a una intensa
autocrítica respecto a la modalidad de extensión fundacional del INTA.

Desde Brasil los planteos tercermundistas del educador Paulo Freire calificaron de
“bancario”, “mecanicista” y hasta “domesticador” a este estilo de extensión. Se consideró
que partía del prejuicio de que los únicos conocimientos válidos eran los que surgían de
la investigación formal, desvalorizando así la herencia cultural campesina, y que, con esta
visión, lo que los extensionistas estaban haciendo era trasladarlos “mecánicamente” y
“depositarlos” en la mente supuestamente vacía del agricultor, sin tomar en cuenta ni
experiencia, ni sus necesidades, ni sus propósitos.

La crítica a la extensión llegaba más allá, al denunciar que estos procedimientos


bloqueaban la búsqueda independiente de solución a sus problemas por parte de las

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familias rurales pobres y explotadas, y por esta vía tendían a “domesticarlas” logrando
que aceptaran como naturales e inevitables las injusticias sociales imperantes.
Partiendo de la base de que los conocimientos se construyen grupal y participativamente y
como respuesta a los problemas más sentidos, Paulo Freire propuso la articulación de dos
tipos de acciones educativas a realizar en conjunto entre técnicos y grupos de pobladores
rurales:

1.- La “problematización”, o trabajo conjunto de definición y priorización de los


principales problemas que afectaban a cada grupo campesino, y el origen de
esos problemas, y

2.- la “concientización mediante la acción” o el “aprender haciendo”, a través de


las acciones que, a partir de la problematización desarrollaban los pobladores
rurales para solucionar esos problemas.

Esta evolución del estilo de extensión, aplicado con minifundistas –especialmente en


zonas extrapampeanas, como el NEA- condujo muchas veces a detectar como
problemas de mayor prioridad a los socioeconómicos, como los bajos precios de materia
prima (algodón, yerba, caña, tabaco) pagados a los minifundistas por las agroindustrias, o
los bajos salarios en el trabajo extrapredial, o los altos arriendos cobrados por los
terratenientes. Ante tales problemas las acciones a desarrollar en el proceso de
concientización llegaron a implicar duros enfrentamientos y conflictos sociales, con el
desarrollo de asociaciones y movilizaciones campesinas en lucha, presionando sobre los
que consideraban sus explotadores y también sobre el gobierno para el logro de mejores
precios o salarios, o para la redistribución de la tierra. Las “ligas agrarias” del nordeste
fueron ejemplo de estas situaciones, ya en la década del 70. Estas luchas fueron parte
del clima revolucionario de esos años.

Si bien los desarrollos de este estilo “liberacionista” de extensión rural fueron


abortados por los procesos represivos desatados desde 1976, su desarrollo teórico y sus
experiencias de acción grupal fueron la base de la extensión rural de tipo “participativo”
aplicada en la década del 90 en acciones de extensión tanto en el INTA –los programas
“Cambio Rural”, “Minifundio” y “Prohuerta”- como fuera de él, en el Programa Social
Agropecuario.

La Dictadura Militar y el anticipo de la globalización: apertura económica con


represión social y política. La Extensión “transferencista” (1976-1983)

En 1976 un golpe militar derroca al gobierno constitucional, ya en crisis. Su primer


definición fue la “Doctrina de la seguridad nacional” –que ponía el triunfo sobre el
comunismo o lo que denominó la “subversión” por encima del orden legal- y fue ejecutada
a través de la represión ilegal con violaciones a los derechos humanos en forma de
secuestros masivos, cárceles clandestinas, torturas y la “desaparición de personas” como
modalidad de pena de muerte a opositores.

El otro componente central de la política de la dictadura militar fue la “apertura


económica” consistente en eliminar los impuestos a las importaciones y exportaciones.
Esto masificó las importaciones de productos industriales lo que llevó al cierre a
numerosas empresas industriales argentinas, con consecuencias de creciente desempleo.

La manera de enfrentar la resistencia y las protestas ante la desindustrialización y el


desempleo fue el mismo estilo represivo antes descrito. La apertura económica dio de esta
manera fin al modelo del proteccionismo y la sustitución de importaciones. Otra

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consecuencia de la apertura económica, con sus crecientes importaciones de
productos industriales de consumo, máquinas e insumos agrícolas y hasta armamentos,
fue la aceleración del proceso de endeudamiento externo, de tan significativas
consecuencias posteriores.

La evolución agrícola.
Con un dólar "libre" -consecuencia del decreciente control del estado sobre los
cambios- con maquinarias e insumos importados a bajo costo y con bajas retenciones, en
el campo resultó económicamente más conveniente la producción para exportación que
para consumo interno. Los precios de las materias primas exportables o "commodities"
como los granos y las carnes, subieron significativamente. Con importaciones -de
maquinarias, de nuevas semillas y de agroquímicos- libres de aranceles, los costos de las
más modernas tecnologías se redujeron, y la actividad agroexportadora pasó a "ser
negocio", y de gran atracción, para los terratenientes o estancieros, lo que fue
transformando a muchos en productores de tipo empresarial. Los productores de tipo
empresarial, que como se dijo tuvieron restricciones para proliferar en el período anterior
encontraron en el marco de la apertura económica condiciones propicias para su
expansión.

Vernon Ruttan denomina a este modelo de desarrollo "de insumos de alto rédito" y a su
estrategia para aumentar la productividad la describe como: “Poner a disposición de los
agricultores de los países en desarrollo los insumos más modernos, aquellos capaces de
aumentar la productividad y la rentabilidad". La expresión "Revolución Verde" hace
referencia al conjunto de nuevas tecnologías desarrolladas desde mediados de la década
del 1960 en EEUU, y que recién ingresan masivamente a los países del sur -como los de
América Latina- cuando declina el proteccionismo y se ingresa primero a la apertura
económica y más adelante a la globalización.

Primera expansión empresarial.


Antes del golpe militar, intensas crisis inflacionarias sugerían la inestabilidad del
modelo económico de sustitución de importaciones. La apertura económica, especialmente
referida a importaciones y exportaciones, inaugurada por el gobierno militar, logró
que "el campo fuera negocio" para el sector empresarial cuya expansión determinó
que la producción de cereales y oleaginosas alcanzara los 35 millones de toneladas.

Esta primera expansión empresarial tuvo como características:

1.- Desarrollarse principalmente sobre parte de las tierras antes destinadas a


la ganadería, sin desplazar a los chacareros que aprovecharon la coyuntura
para continuar su proceso de capitalización.

2.- El franco predominio del "capital productivo" de muy reducida movilidad,


con inversiones fijas en maquinarias, instalaciones y hasta tierras, determinante
de un empresariado agrícola estable –por tener máquinas y tierras propias- y,
aparentemente, de capitales predominantemente nacionales.

3.- El empleo de una tecnología que aún siendo diseñada para extensiones
relativamente grandes -centenares y hasta miles de hectáreas- en comparación con
los tamaños de finca de los chacareros, era similar a la empleada por estos:
labranza convencional (con la introducción del la “labranza vertical” con
cinceles), uso de variedades o híbridos, y herbicidas selectivos.

El gobierno nacional promovió entonces una reestructuración en la modalidad de


extensión rural del INTA, pasando del enfoque “educacionista” anterior orientado a las

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familias rurales, a un estilo “transferencista” que tuvo por principal destinatario al nuevo
sector empresarial en expansión.

Intentos fallidos de retorno al protec cionismo (1983-1989).


Un intento de débil "contramarcha" a este primer avance neoliberal se produce con la
reinstauración de un gobierno electo, a fines de 1983. La política económica intentó volver a
ser abiertamente proteccionista, reimplantando los aranceles a importaciones y exportaciones
para proteger a la industria nacional y favorecer el crecimiento del empleo.

La dimensión de los intereses económicos afectados correspondientes al creciente poder


financiero transnacional, determinó reacciones de este que terminaron desestabilizando
monetariamente al país. En 1989 -el mismo año de la caída del muro de Berlín- ocurrieron las
hiperinflaciones determinantes de un estado de pánico social e ingobernabilidad que
culminó con el anticipado cambio de gobierno hacía las autoridades políticas que
condujeron al país durante toda la década del 90.

El INTA ante el cambio de modelo económico y político. El estilo


“transferencista” de Extensión Rural.
Represión y apertura económica se combinaron también en el rediseño del INTA, y
particularmente en su estilo de extensión rural. Conducida la institución militarmente, la
represión cayó primero sobre los extensionistas más comprometidos con los métodos
“liberacionistas”, determinantes de movilizaciones rurales, y hubo secuestros,
desapariciones, exilios y cesantías. Más adelante la represión alcanzó -mediante
postergaciones, discriminaciones y retiros- a los que por estar más comprometidos con el
modelo educativo anterior se resistieron al transferencismo.

Pero fue la apertura económica lo que delineó el nuevo modelo de extensión, al volver
a estimular las exportaciones agrícolas –por la eliminación de las retenciones-, al dar
lugar a la nueva tecnología de la llamada “revolución verde”– por el ingreso masivo de
maquinarias e insumos importados-, y al favorecer la aparición de nuevos actores, los
mencionados al describir la “primera expansión empresarial”. Los “actores dinámicos” del
período 1976 – 1989 fueron las grandes empresas agrícolas de capital fijo, y en menor
medida las PyMEs y el segmento más capitalizado de los chacareros.

Las nuevas técnicas, en la medida en que estaban asociadas a la adquisición de


maquinarias, agroquímicos y semillas, dieron lugar a la expansión de una modalidad
privada de extensión como transferencia tecnológica, en forma de propaganda comercial,
promoción y la venta de equipos e insumos tecnológicos, porque estas promociones y
ventas están frecuentemente acompañadas por el asesoramiento técnico a cargo de los
ingenieros agrónomos que trabajan en las empresas vendedoras.

El modelo de extensión “transferencista” de este período tuvo sus propios “para qué
transferir”, “a quienes transferir”, “que transferir” y “como” hacerlo. El “para qué” tuvo
como prioridad aumentar las exportaciones, muy especialmente las de granos.

El “a quienes transferir” ya no fue a las familias rurales en tanto familias sino a “los
productores” y, dentro de ellos, a los calificados como “viables” por tener capacidad
económica para adquirir y aplicar las máquinas e insumos importados. Estos fueron los ya
mencionados “actores dinámicos” del período: grandes empresas, algunas PyMes, y los
chacareros más capitalizados. Esto no significó que se desatendiera deliberadamente a
los minifundistas, pero sí que perdieron prioridad y que, cuando se trabajó con ellos fue
tratándolos como productores empresariales y no como familias.

Junto a la expansión empresarial crece en este período la contratación privada de

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ingenieros agrónomos y profesionales afines para el asesoramiento y el control técnico en
las empresas agrícolas, y como tales se transforman en importantes destinatarios de los
mensajes del INTA. Al mismo tiempo en las técnicas de comunicación del INTA crece el
uso de medios masivos –como prensa, radio y televisión- en detrimento de las relaciones
“cara a cara”.

Al dedicarse a “productores” y no a “familias” las agencias de extensión fueron


prescindiendo de sus asesoras de hogar rural y promotores de juventudes, y en muchos
casos sustituyeron a los ingenieros extensionistas formados en la relación interpersonal y
el modelo educativo, por becarios recién recibidos a los que se especializaba sólo
técnicamente en la actividad o cultivo predominante en la zona.

En la definición del “que” se tuvo en cuenta la combinación de la acción privada y la


pública. Si ya la acción privada de los vendedores o sus técnicos hacía conocer el
eficiente empleo de cada nueva máquina o insumo, a la acción pública del INTA se le
asignó hacer conocer como se combinaban entre si los nuevos insumos, en lo que se
denominó los “paquetes tecnológicos” (indicando para el nuevo cultivo el uso de
determinada máquina combinada con determinados semillas y agroquímicos, en
determinada fecha de siembra, etc.). Esto determinó a su vez en los extensionistas una
especialización “por producto”.

El “cómo transferir” surge de todo lo anterior: Si se trabaja con empresas o


productores en vez de con familias, no es necesario educar –no hay que cambiar la
mentalidad ni la actitud- sino tan solo informar.

El modelo de la globalización. Producción para exportación en gran escala,


con insumos importados. Agricultura financiera versus Agroecología (desde
1989).

Marco mundial
La llamada "guerra fría" puede considerarse concluida con la crisis del comunismo y el
desmembramiento de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, cuyo momento
emblemático se consideró la caída del muro de Berlín en 1989. La consecuencia más
inmediata fue el indiscutible dominio militar del mundo por parte de EEUU, ya sin ejércitos
capaces de oponérsele, y bajo ese único dominio el rápido desarrollo del complejo
proceso de globalización o mundialización.

La globalización aparece asociada a un conjunto de cambios tecnológicos; como la


informatización y sus consecuencias en la carrera armamentística, la robotización
industrial, las comunicaciones satelitales, la ingeniería genética, etc.; cambios políticos
como la hegemonía norteamericana y la reducción de capacidad de decisión de los
estados nacionales; cambios ideológicos como el neoliberalismo capitalista impuesto con
jerarquía de “pensamiento único" y el casi arrollador peso de los medios masivos en el
desarrollo de la conciencia individual y colectiva y finalmente, en coherencia con todas
estas transformaciones, cambios económicos vinculados con la generalización de los
libres y casi incontrolados flujos mundiales materiales, como las exportaciones e
importaciones y flujos inmateriales o virtuales, en los casos del capital financieros y las
comunicaciones tanto individuales –la telefonía satelital, Internet- como masivas –
televisión abierta y por cable, radio, prensa escrita-.

En su evolución hasta el momento actual la globalización no ha implicado de ninguna


manera una tendencia a la igualación de las condiciones económicas entre los países, las
regiones o las personas. Por el contrario, la brecha entre ricos y pobres aumenta
rápidamente llegando a generar una nueva categoría, la de los excluidos, también

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llamados "inviables", que son aquellos cuyo trabajo y cuyas producciones dejaron de
tener utilidad y valor en el mundo de la globalización financiera. Y esto vale tanto para los
países como para las regiones y las personas. Según algunos analistas la globalización
genera una nueva división internacional, que ya no es la del trabajo agrícola y el trabajo
industrial, sino la que se genera entre globalizadores y globalizados.

En estos enfoques, los “globalizadores" son los dueños del mundo virtual o inmaterial que
incluye el capital financiero, la información estratégica, las comunicaciones masivas, las
grandes redes de comercialización, la generación y el control de las nuevas
tecnologías, y pretenden hoy extender sus derechos de propiedad sobre recursos
materiales estratégicos para el futuro cercano, como el petróleo, eventualmente el agua
potable, y los genomas vegetales, animales y hasta humanos.

Los "globalizados" son los que, aparentemente sin tener otra opción, deben poner su
trabajo, su equipamiento y sus recursos naturales al servicio del capital financiero -tal
como ocurre con la expansión sojera argentina- en condiciones en las que se generan
desequilibrios ecológicos, económicos y sociales que hacen crecer la exclusión y la futura
"'inviabilidad". Los globalizados son los pueblos que están severamente condicionados
por la deuda externa o la amenaza militar, los que pueden resultar aislados por un
bloqueo económico, en caso de no pagar sus deudas, o pueden ser blanco de una
“guerra preventiva” –como Afganistán, como Irak- en caso de ser categorizados como
“terroristas".

El marco nacional
En este marco mundial las economías cerradas, socialdemócratas, de industrialización por
sustitución de importaciones, dejaron de tener sustento. Bajo fuerte presión de
organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización
Mundial de Comercio, el nuevo modo de organización económica fue el neoliberalismo,
que combinó cinco políticas básicas:

1. Apertura económica: Eliminación del arancelamiento a importaciones y


exportaciones.

2. Apertura financiera: Libre movimiento de capitales, sin regulaciones y con mínimo


control, a través de la fronteras.

3. Desregulación: Reducción o eliminación de la participación del estado en controles de


precios, calidades, salarios, protección ambiental, etc.

4. Privatización: Venta o concesión de las empresas públicas de producción y de


servicios.

5. Ajuste: o drástica reducción de los gastos del estado, incluidos los servicios de
salud, educación, asistencia técnica, financiamiento, seguridad, etc.

Estas cinco políticas surgen del núcleo central del “pensamiento único” neoliberal. Se
afirma que el dinamismo económico de los países solo surge cuando el estado no
interfiere con sus políticas intervencionistas o proteccionistas -con aranceles al comercio
externo y controles a los precios internos- en los mecanismos de formación de precios, en
la libre oferta y demanda, considerada ya a nivel global o planetario. La apertura
económica y las desregulaciones apuntan a bloquear estas intervenciones estatales y a
afianzar el imperio del mercado.

El neoliberalismo interpreta también que el daño del estado no solo opera al interferir en

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el mercado, sino que además sus empresas de servicios públicos –luz, agua,
teléfonos, combustibles, transportes, investigación, previsión y asistencia social, etc.- son
siempre deficitarias y obligan por una parte a aplicar altos impuestos a las actividades
económicas reduciendo su competitividad internacional, y por otra parte a imprimir
moneda sin respaldo para pagar los sueldos de los numerosos empleados públicos, con
lo que generan procesos inflacionarios.

La libre importación desestabilizó y condujo al cierre a muchas medianas empresas


industriales de capital nacional. El libre ingreso de capitales – la apertura financiera-
desarrolló industrias automatizadas o robotizadas con cada vez menos empleo de mano
de obra, con lo que la desocupación se extendió en las ciudades. También fue lo que en
el agro posibilitó el enorme ingreso de fondos de inversión y egreso de ganancias con la
expansión sojera.

El gobierno de la década de 1990 se declara abiertamente neoliberal, considera a


Argentina un país "del primer mundo", y se alinea incondicionalmente con EEUU. La
nueva apertura económica y financiera, la desregulación con prescindencia casi total del
estado en las negociaciones entre particulares, y la privatización masiva de las empresas
del E stado, adecuan al país a los objetivos del poder financiero transnacional dominante
en la globalización.

Segunda expansión empresarial. Los agronegocios y la agricultura financiera


En el agro a estos cambios de política económica - favorables al sector agroexportador-
se combinan con la disponibilidad de grandes cambios tecnológicos, desde informáticos
hasta genéticos, y la apertura financiera o libre flujo mundial de capitales que
posibilitan y benefician a la producción en muy grandes extensiones. Nuevamente la
producción de commodities -en nuestro caso granos, y principalmente soja, para
exportación- fue un muy buen negocio que atrajo a los inversores, con lo que en el año
2004 la producción de cereales y oleaginosas llegó a los 80 millones de toneladas.

Este cambio se realizó principalmente a través de un nuevo sector empresarial -los


llamados "agronegocios" (o "agrobusiness", o “pools de siembra”, o más recientemente
“fideicomisos”) que tuvo como principales características:

1.- Desarrollarse desplazando a los chacareros pampeanos, que imposibilitados de


aplicar las nuevas técnicas por estar diseñadas para muy grandes extensiones
terminan dejando el campo, en unos casos por no poder atender el endeudamiento
generado por intentos fallidos de cambio tecnológico, y en otros casos motivados
por las ventajas económicas que, en el corto plazo, les plantean los altos
arrendamientos ofrecidos por los "agronegocios". El intenso despoblamiento del
agro llevó a que desde posiciones contrarias se denominara al modelo como
de "agricultura sin agricultores".

2.- El franco predominio del "capital financiero" proveniente de fondos de inversión de


difícil identificación que incluyen al capital transnacional, y de altísima movilidad por
no asentarse en inversiones fijas como tierra y maquinarias. El agronegocio típico
está compuesto por fideicomisos que convocan al sector inversor que aporta
fondos con los que se paga arrendamiento a terratenientes, servicios a
contratistas, asistencia técnica a especialistas, insumos a proveedores, y se
contratan las aseguradoras.

3.- El empleo de una tecnología que normalmente está atada a una muy gran escala -
del orden de decenas de miles de hectáreas- y es cualitativamente distinta de la
empleada por los chacareros. En el caso del cultivo más extendido en esta modalidad,
la soja, la tecnología combina la transgénesis con el uso de un herbicida total

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– glifosato- y el empleo de las grandes maquinarias de la siembra directa
con perspectivas de ser cada vez más orientada en el futuro cercano por el
control satelital, y la ausencia total de rotaciones, La "agriculturización" de las
pampas -con la ganadería vacuna confinada en pistas de engorde (o "feed lot”) y
lotes menores de pasturas con suplementación de granos- fue la primera etapa.
Con la autorización ministerial para el empleo de soja transgénica en 1996, que
facilitó la siembra directa o labranza reducida, comenzó una segunda etapa -en la
que nos encontramos, con casi el 70 % del área sembrada dedicada a soja- a
la que se suele denominar “sojización".

El INTA y su manera de resistir a la privatización: La diferenciación de audiencias.


En consonancia con el pensamiento gubernamental en la época, se pretendió llegar con
la política de privatizaciones hasta la actividad de extensión rural del INTA. Con un
pensamiento neoliberal casi fundamentalista, y posiblemente considerando que los
“actores dinámicos” del momento eran solo los grandes agronegocios –no solo los
sojeros, sino también los nuevos conglomerados agroindustriales- para los cuales “no
hacía falta” la extensión rural del INTA ya que contaban con asesoramiento técnico
especializado privado que no hacía sino aplicar “paquetes tecnológicos” que ya venían
diseñados desde EEUU. Se puede tomar por ejemplo de estos “paquetes” a la asociación
de la soja transgénica con el glifosato, la siembra directa y la aplicación de maquinarias
de gran tamaño progresivamente computarizadas y con información y control satelital.

Con ese tipo de ideas fue que el gobierno nacional de la década del 90 pretendió la
privatización del área de extensión del INTA, intentando prescindir de su personal y
vender sus instalaciones y equipos. Este intento se encontró con una cerrada oposición,
tanto en los extensionistas, que defendían la validez de su trabajo y no querían perderlo,
como de los productores rurales no incluidos en el modelo de “agricultura financiera”
antes descrito. Los representantes de estos agricultores, predominantemente pequeños y
medianos, desde el retorno de la democracia en 1983/84 formaban parte de la conducción
del INTA a través de los “Consejos Regionales”, y desde esas posiciones desarrollaron
como contrapropuesta a la privatización el diseño de un nuevo estilo de extensión.

El argumento central de productores y extensionistas fue la necesidad de tener en


cuenta la “diversificación de audiencias”, significando con esto que los agronegocios no
eran ni los únicos ni los principales actores de la producción agropecuaria y que, si el
INTA se retiraba, la gran masa de pequeños y medianos productores –desde minifundistas
hasta PyMEs, pasando por los productores familiares con diferentes grados de
capitalización- quedarían sin apoyo técnico para enfrentar los grandes cambios que
imponía la globalización. Se propuso entonces desarrollar programas de extensión
diferenciados para los distintos tipos de productores, con estrategias de intervención que
teniendo en cuenta la capacidad económica de los diferentes productores lograra que, en
los casos en que esto era posible, estos participaran del costo de los programas de
extensión, como un modo de aceptar parcialmente la intención de reducción del gasto
público del gobierno nacional.

Los convenios de vinculación tecnológica.


Para las grandes empresas agrícolas y las agroindustrias se estructuraron los “convenios de
vinculación tecnológica” a través de los cuales los empresarios planteaban al INTA los
problemas técnicos que pretendían que este resolviera, con lo que el INTA calculando
los costos de las investigaciones necesarias hacía convenios con las empresas a través
del cual estas pagaban los costos de los servicios recibidos. Esta estrategia no dio lugar a
un número significativo de convenios.

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El Programa Cambio Rural
Para las PyMEs y los productores familiares se diseñó el proyecto “Cambio Rural”,
también denominado “Programa de reconversión productiva para la pequeña y mediana
empresa rural”, que fue lo más representativo de la extensión rural de la época. Se
trataba de promover la formación de grupos medianos –de ocho a diez productores- que
se actualizaran tecnológicamente compartiendo el asesoramiento técnico de profesionales
formados y coordinados por el INTA. Para facilitar la formación de los grupos el estado
nacional a través del INTA pagaba durante los primeros años de funcionamiento del grupo
la totalidad de los honorarios de ese “promotor asesor” del programa –elegido por los
agricultores- al que entrenaba previamente. En los siguientes años, se pretendió que el
grupo de productores participara en proporciones crecientes del pago del técnico, con la
intención de que al llegar al quinto año ya fuera totalmente pagado por los productores y
el INTA se limitara a la actualización tecnológica del profesional.

Cada agencia de extensión cuenta desde entonces con un “agente de proyecto” del
programa cuya función es controlar la calidad del accionar de los “promotores asesores” y
promover su capacitación y el intercambio de sus experiencias. Llegaron así a formarse –
en todo el país- unos 700 grupos con más de 7.000 productores, que emplearon a casi
500 ingenieros agrónomos y técnicos agrícolas.

El Proyecto Minifundio
Un tercer componente de este diseño fue el “Proyecto minifundio”, destinado a los más
pequeños productores familiares, y atendido directamente por las agencias de extensión
radicadas e n regiones de concentración de minifundios. El apoyo técnico a la
diversificación, al procesamiento artesanal de la producción y a la autoproducción de
alimentos son algunas de sus líneas de acción. Se pusieron en marcha 132 proyectos que
incluyeron a 14.600 familias minifundistas.

Prohuerta
El cuarto componente es el Programa “Prohuerta”, que provee a familias carenciadas
asesoramiento técnico e insumos –principalmente semillas- para promover posibilidades
de autoproducción de alimentos en los sectores sociales más pobres, tanto rurales como
suburbanos. En la actualidad el programa atiende a 550.000 huertas que aportan a la
alimentación de 3.500.000 personas, con modalidad de producción orgánica.

Además, los agentes de extensión del INTA apoyan con asesoramiento técnico al
Programa Social Agropecuario -del Ministerio de Agricultura de la Nación- que atiende
con asistencia técnica, crédito y promoción de la organización grupal a numerosas
familias minifundistas.

Los modelos de la resistencia a la globalización: Desarrollo local o territorial,


tecnologías apropiadas, agroecología y agricultura familiar mejorada en la
búsqueda de sostenibilidad.

El marco mundial
El fin de la guerra fría o de la competencia entre capitalismo y comunismo no dio lugar ni al
fin de las ideologías ni al fin de la historia, como llegaron a suponer algunos analistas.
En poco tiempo, la globalización agudizó problemas ecológicos, sociales y políticos
permitiendo presagiar además su agravamiento futuro al comprometer agudamente las
diferentes dimensiones de la sostenibílidad, lo que hizo recomenzar la lucha ideológica
en la sociedad mundial.

En 1992 al nivel de las Naciones Unidas (UN) se intentó llegar a acuerdos para la

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preservación ambiental a nivel mundial, a través de la reunión “Cumbre del mundo" en Río
de Janeiro. Si bien los avances logrados por la investigación científica permitían describir
con suficiente fundamento y certidumbre la gravedad de los problemas ambientales y el
ritmo de su empeoramiento, a la hora de plantear las conclusiones y recomendaciones -
fijadas en la "agenda para el siglo XXI"- el gobierno de EEUU retiró su representación de
la reunión, supuestamente para proteger los intereses económicos que serían afectados
por el avance hacia una legislación ambiental mundial. El retiro de la principal potencia
mundial redujo la representatividad y operatividad de las resoluciones de la "cumbre de
Río". De todos modos surgieron de ella avances significativos en la conceptualización y
medición de la sosteniblidad en sus dimensiones económica, ecológica y social.

Por un lado, liderados por Estados Unidos, Gran Bretaña y el capital transnacional, se
afianzan los partidarios de la profundización de la globalización en el marco del
neoliberalismo, considerando como favorable su efecto en el crecimiento económico, en el
desarrollo de las comunicaciones masivas y, más recientemente, en la lucha contra el
terrorismo y su esperado efecto en el mejoramiento de la seguridad mundial. Desde esta
posición, se niega la gravedad de los problemas ambientales o se confía en que la
evolución tecnológica les encontrará repuesta antes de que se tornen críticos. Respecto
de problemas sociales como el desempleo y la exclusión, se confía en el futuro "derrame"
de la riqueza, afirmando que a mediano plazo el crecimiento de las inversiones del capital
globalizado determinará oportunidades de trabajo y progreso par todos.

Los sucesos del año 2001, como la reacción político militar norteamericana ante el
atentado a las torres gemelas con invasiones a Afganistán, Irak y amenazas extendidas a
muchos países, generaron en Europa, Asia y América Latina diversas reacciones de
repudio que socavaron al discurso neoliberal en su pretendido carácter de “pensamiento
único”.

Actualmente se cuestiona desde diversos ángulos la globalización neoliberal, al


considerar que el crecimiento económico beneficia solo a minorías excluyendo a las
mayorías, que las comunicaciones masivas vinculadas a las nuevas tecnologías
televisivas -financiadas y orientadas por la publicidad comercial y los intereses
dominantes- lejos de favorecer el diálogo creativo incomunican y degradan las
conciencias individuales y sociales, y que las hoy llamadas "guerras preventivas" contra el
"terrorismo" son solo las justificaciones argumentadas desde EEUU por el poder
financiero, quien realmente pretende apropiarse de recursos naturales estratégicos, como
el petróleo de Irak.

Desde estas posiciones se afirma que la evolución tecnológica, en la medida que


continué orientada al servicio del capital financiero, no hará sino acelerar los hoy ya
graves problemas ecológicos, y se niega el esperado "efecto derrame" de las inversiones
del capital transnacional por considerar que éstas solo incrementarán la desocupación al
incorporar tecnologías desplazadoras de mano de obra.

El marco nacional.
Algunos párrafos atrás se mencionaron “los sucesos del 2001” y la nueva estrategia en
la política mundial desarrollada por EEUU a partir del atentado a las torres gemelas.
Para muchos analistas políticos y económicos, un componente de esta nueva estrategia
llegó a Argentina en Diciembre de ese mismo año cuando el gobierno nacional,
presionado para garantizar el pago de la deuda externa, inmovilizó y desvalorizó todos los
fondos privados depositados de diversos modos en los bancos, en lo que se llamó el
“corralito”, el “corralón” y la “pesificación”. El frenaje que produjeron estas medidas en la
economía argentina fue tan fuerte que generó casi inmediatamente procesos de
desabastecimiento, desempleo y pánico social que movilizaron a diferentes sectores de la

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población en “piquetes”, “cacerolazos” y “asambleas” que, bajo la consigna común “que se
vayan todos” expresaban el extremo rechazo a las políticas y los políticos sumisos al
poder financiero transnacional. Cayó el gobierno nacional y, tras meses de duras crisis
económicas y políticas, emergió un nuevo gobierno con discurso y acciones contrarias al
sometimiento financiero.

El conflicto con “el campo”.


La expresión más acabada de la globalización neoliberal y la agricultura financiera en
Argentina se manifestó en la modalidad y el alcance de la expansión del cultivo de la soja.
Como se ha planteado antes, el nuevo paquete tecnol ógico –semilla transgénica, uso del
glifosato, siembra directa con grandes equipos progresivamente computarizados y con
control satelital- logra su máxima rentabilidad solo cuando es aplicado sobre superficies muy
extensas, tanto como decenas de m iles de hectáreas. Como de hecho en el área agrícola ni
las más grandes estancias llegaban a esos tamaños, se hizo necesario el surgimiento de un
nuevo “tipo de productor” capaz de aplicarla: el agronegocio que evolucionó desde los
pooles, hasta los actuales fideicomisos financieros ya descriptos.

El alcance de la expansión llevó en el año 2010 a algo m ás de 20.000.000 de Ha.


sembradas con soja, sobre un total de 30. 000.000 de cultivos de cosecha. Entre las
consecuencias productivas de esta expans ión se cuenta la brusca restricci ón del área
ocupada con actividades estrat égicas para el consumo interno –desde el maíz y el trigo
hasta la crianza de terneros- y la consecuente suba del precio de estos productos de alta
incidencia en el costo de vida.

Como se planteó en párrafos anteriores, los gobiernos surgidos luego de los sucesos del
año 2001 rompieron la continuidad de las pol íticas neoliberales anteriores, empezando por
la apertura económica.

En marzo del año 2008 la expectativa de un significativo aumento en el precio internacional


de la soja, llevó al gobierno nacional a disponer por decreto (Resoluci ón 125) un “régimen
de retenciones móviles” tal que, en el caso de aumentar el precio de la soja se
incrementaran proporcionalmente los i mpuestos a la exportación.

Este decreto chocó con los intereses de los diversos participantes de la “cadena de la soja”,
desde los inversores financieros hasta los terratenientes y chacareros que ced ían sus tierras
en arriendo; desde los proveedores de insumos hasta los contratistas. En conjunto y con el
apoyo coyuntural de sectores opuestos al gobierno, llevaron a cabo acciones de
confrontación directa consistentes principalmente en masivos y prolongados cortes de ruta
en gran parte del país. Llevada la controversia a la C ámara de Senadores de la Nación, ésta
decidió no respaldar el decreto presidenc ial, y retrotrajo las retenciones al nivel en que se
encontraban antes del conflicto.

El llamado “conflicto del gobierno con el campo”, que tuvo tantas consecuencias pol íticas
posteriores, puede analizarse como descriptivo de las crisis actuales vin culadas con la
oposición entre la globalización neoliberal (en este caso el libre comercio o el imperio del
mercado global) y la resistencia a la misma mediante acciones del Estado que p retendan
organizar las actividades econ ómicas. También resulta explicativo de c ómo y por qué
gobiernos latinoamericanos que pretenden pol íticas autónomas respecto del capital
transnacional no pueden entrar en aquellos reductos donde se concentran los m ás
poderosos intereses, como los de las com modities y, en otro ámbito los medios de
comunicación masivos.

Un notable triunfo político-comunicativo de los participantes de la “cadena de la soja” en esta

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contienda, es haber logrado hacerse denominar “el campo”, y aún los “hombres de campo”,
con todo el potencial simbólico de esas denominaciones. Se podría también pensar que “el
campo” es todo el campo y no solo lo que está sembrado con soja, y que los “hombres de
campo” son las 300.000 familias rurales argentinas y no las solo 50.000 vinculadas a la
“cadena de la soja”.

Las propuestas para la evolución agrícola.


El trabajo analizado de Vernon Ruttan propone, bajo la denominación de "modelo de
innovación inducida", la adecuación del desarrollo tecnológico de los países pobres a la
diversidad de sus limitaciones, sus posibilidades y sus objetivos, generando lo que en
otros análisis se denominan "tecnologías apropiadas" adecuadas al “desarrollo local" en
cada realidad histórica y ecológica. Su análisis parte de hacer notar como, en dos países
de alto desarrollo tecnológico agrícola, los estilos de desarrollo fueron notablemente
distintos.

En EEUU la gran disponibilidad de tierras aptas y la escasez de la población rural, ante


la creciente demanda urbana de alimentos y materias primas determinada por la
exitosa industrialización, influyeron en que el disparador de la modernización tecnológica
fuera la mecanización, y sus consecuencias posteriores la proliferación de los
monocultivos, las semillas mejoradas, los fertilizantes y los biocidas. El recurso más
escaso en el campo fue la mano de obra, y la tecnología para sustituiría la mecanización,
que multiplica la productividad del trabajo sin influir necesariamente en los rendimientos
por hectárea.

De un modo diferente en Japón el crecimiento de la demanda interna de materias


primas y alimentos -consecuencia de su proceso de industrialización- lo encontró con muy
escasa disponibilidad de tierras aptas y abundante población rural. El objetivo fue
entonces aumentar la productividad de la tierra, los rendimientos por hectárea, sin
necesidad de que se incrementara la productividad del trabajo, ya que se contaba con
mano de obra en abundancia. Los disparadores de la modernización tecnológica fueron
entonces las técnicas químicas -como la fertilización- y biológicas -como el policultivo y
las rotaciones organizadas- con apoyo de obras de infraestructura física -como nivelación,
obras de riego, invernáculos, etc.- todo esto con uso intensivo de mano de obra.

Puede deducirse de esto que no hay un solo estilo de modernización tecnológica. En


ambos casos se desarrollaron, por caminos divergentes, "tecnologías apropiadas" para
cada realidad ecológica y social. En ambos casos se trató de economías autónomas,
orientadas con prioridad al mercado interno.

En el caso de países de América Latina -y también de Asia y África- su ubicación en la


división internacional del trabajo como proveedores de materias primas y sus relaciones de
dependencia -coloniales primero y económicas después- determinaron menor
autonomía en su desarrollo tecnológico que, más que en la investigación propia se basó
en la copia del modelo norteamericano que partió de la mecanización y luego continuó en
lo que se considera la atención de sus consecuencias. Pero en la mayor parte de las
regiones latinoamericanas no había gran disponibilidad de tierras aptas -excepto en las
pampas argentinas- ni escasez de mano de obra. Por el contrarío, en general las tierras
aptas son muy escasas y la población rural muy numerosa, por la escasez de empleo
industrial en las ciudades.

No puede decirse que en América Latina se desarrollaran "tecnologías apropiadas", o


adecuadas a sus disponibilidades de recursos en modelos de "desarrollo local", sino lo
contrario, y las consecuencias son los desequilibrios ecológicos y sociales.

Ruttan considera que fue el mercado lo que orientó hacia la mecanización en EEUU,

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donde las tierras eran baratas y los salarios altos, y hacia las técnicas intensivas en mano
de obra en Japón, donde las tierras eran muy caras y los salarios bajos. Pero también
llega a la conclusión de que los precios del mercado, en países dependientes y orientados a
la exportación, no son suficientes para orientar la investigación agrícola hacia la
generación de tecnologías apropiadas y que debe recurrirse a diversos mecanismos de
"innovación inducida" –con planificación y control estatal- para lograrlas. Inclusive el qué
tecnologías desarrollar, para qué y para quienes, no puede quedar en estos países librado
totalmente a la iniciativa de los investigadores, por cuanto estos resultan frecuentemente
atraídos por la comunidad científica de los países lideres a través de ventajas
económicas, como la financiación de sus investigaciones, y también académicas, como el
reconocimiento de sus aportes, lo que los impulsa a orientar su trabajo en consonancia
con las finalidades de los grandes grupos económicos como por ejemplo los proveedores
de insumos importados.

Otros aportes, compatibles con los análisis de V. Ruttan, avanzan respecto a las
propuestas técnicas propias de "la resistencia a la globalización", tales que sean capaces
de mejorar la sostenibilidad ecológica y social de la producción agropecuaria. Líderes de
estos planteos son los países de la Unión Europea, con especial énfasis en la protección
ambiental y también interesantes avances en lo que respecta a la sostenibilidad
económica y social.

Desde los países del Tercer Mundo -en América Latina, Asia y África- también han
surgido propuestas de tecnologías apropiadas para atender la problemática ambiental y
social de sus regiones. En general, tanto las propuestas europeas como las del Tercer
Mundo tienen como ejes principales las diversas vertientes de la agroecología.

Una forma integradora de resistencia al modelo globalizador puede ser el desarrollo


local o territorial, tanto por sus objetivos de protección y uso adecuado de los recursos de
cada población, como por la prioridad asignada a la atención de las necesidades locales
antes que a la exportación, y su búsqueda del bienestar a través del pleno empleo. Las
técnicas más apropiadas para el modelo de desarrollo local en los países
latinoamericanos pueden ser las agroecológicas.

Según Miguel Altieri la agroecología apunta a una "agricultura que sea ambientalmente
sana, que sea diversificada y rompa el monocultivo, para que así no dependa de
insumos agrotóxicos externos que son caros y ecológicamente peligrosos. Para la
construcción de esta nueva agricultura también se busca la viabilidad económica y la
justicia social. Por esta razón, la agroecología debe complementarse con políticas
agrarias que busquen la seguridad alimentaria, la conservación de los recursos naturales
y la eliminación de la pobreza rural, lo que nosotros denominamos una agricultura
sustentable.” En otro trabajo, el mismo autor agrega: “la agroecología necesariamente
requiere de campos pequeños esparcidos en un mosaico estructural de cultivos
adyacentes y tierra no cultivada que proporcione refugio y alimentación alternativa a los
enemigos naturales de las plagas".

Como se dijo antes, la agroecología está presente en modelos de desarrollo


alternativos tanto en Europa como en muchos países del tercer mundo. No es el caso de
Argentina ni de su región pampeana, donde las diferentes variantes de la “revolución
verde" como los agronegocios, las grandes empresas y, con cada vez menos peso, las
chacras mixtas, todas se sitúan de alguna manera en el marco de la la “agricultura de
altos insumos". Sólo en muy pequeña escala, y con destino al autoconsumo de familias
carenciadas rurales y suburbanas, el programa Prohuerta, ejecutado por el Ministerio de
Desarrollo Social con apoyo del INTA, representa estos modos de acción.

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Ante el diseño de un nuevo modelo de extensión en INTA.
A partir del 2002 se revierte la política privatizadora de la década del 90 y se plantea la
recreación de un estado con capacidad de intervención y control. Libre ya de la amenaza
privatizadora el INTA evalúa sus experiencias anteriores y discute respecto a como
adecuar su estilo de extensión a la problemática de la realidad rural actual y el replanteo
de objetivos nacionales. Pese a encontrarse en un momento de profundos análisis y
naturales controversias, los extensionistas deben dar diariamente respuesta a la
diversidad de situaciones que enfrentan con los diferentes tipos de productores en cada
región, y aparentemente lo hacen adecuando sus experiencias anteriores más exitosas
a las posibilidades actuales.

En general, los proyectos surgidos de la “diferenciación de audiencias” de la década del


90 siguen vigentes, con algunas modificaciones. Ya no se requiere que los productores
aporten al pago de los promotores asesores de Cambio Rural. Se reforzó el proyecto
“ProFam”, que atiende los que se encontró como agricultores intermedios entre el
minifundio y las PyMEs. Y también se trabaja en la articulación de todos estos proyectos
entre sí y con otros provenientes de otras instituciones públicas y empresas privadas para
promover acuerdos y complementaciones -en algunos casos como “cadenas”- tras del
objetivo mayor del desarrollo territorial.

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