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INSTITUTO EMILIANI

Alumno : Duglas Fernando


Pineda

Docente : Arely Villegas

Asignatura: Orientación
Cristiana

Sección: 3B2
ABRAHAM
La historia de Abraham se encuentra en el primer libro de la Biblia, el Libro del
Génesis. Vivía en la ciudad de Ur, cerca de los ríos Tigris y Eufrates, cuando Dios le
pidió el sacrificio de alejarse de su tierra, que era muy fértil, y de su hermosa
ciudad e irse a un país desconocido y desértico, lejos de familiares y amigos.
Abraham aceptó este sacrificio, y Dios en pago le prometió que sus descendientes
poseerían por siempre aquel país.
Abraham deseaba tener un hijo que prolongara su familia, y Dios permitió que su
esposa fuera estéril y que a la edad de 90 años Abraham todavía no lograra tener el
hijo que tanto deseaba. Sin embargo Nuestro Señor le prometió que su
descendencia sería tan numerosa como las arenas del mar y Abraham creyó a esta
promesa de Dios, y esta fe le fue apreciada y recompensada.
Abraham era un hombre fracasado, pues carecía de las cosas que su corazón
anhelaba y que eran importantes en aquellos tiempos: una tierra propia y
descendencia. Conviene mencionar que por aquel entonces era a través de la
descendencia donde se perpetuaba el nombre de un hombre y era recordado “para
siempre”. De esta forma, Abraham, pese a tener muchos bienes carecía de una
cosa fundamental: el sentido de su vida. En esta situación de desesperanza es
cuando Dios toma la iniciativa y busca a Abraham, haciéndose el encontradizo con
él: Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes
contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó
como justicia (Génesis 15, 5-6). Y así actúa Dios con nosotros: sale siempre a
nuestro encuentro y le da sentido a nuestra vida. Un sentido que nada ni nadie más
le ha podido dar hasta el momento.
Dios se le aparece en forma de viajero peregrino (acompañado de dos ángeles
disfrazados también) y Abraham los atiende maravillosamente bien. Dios le
promete que dentro de un año tendrá un hijo. Sara la esposa, que está oyendo
detrás de una cortina, se ríe de esta promesa, porque le parece imposible ya que
ellos dos son muy viejos. Dios manda que al niño le pongan por nombre "Isaac",
que significa "el hijo de la sonrisa". Y cuando el jovencito tiene 12 años, Dios pide a
Abraham que vaya a un monte y le ofrezca el hijo en sacrificio. Abraham acepta
esto que le cuesta muchísimo y cuando ya va a matar a Isaac, un ángel le detiene la
mano y oye una voz del cielo que le dice: "He visto cuán grande es tu generosidad.
Ahora te prometo que tu descendencia nunca se acabará en el mundo". Y luego ve
un venado enredado entre unas matas de espinas y lo ofrece en sacrificio a Dios.
Los enemigos atacaron a la ciudad donde vivía Lot, el sobrino de Abraham,
llevándose a todos prisioneros. Entonces el patriarca reunió a sus obreros (318) y
atacó por sorpresa a los enemigos y libertó a todos los cautivos. En acción de
gracias llevó a Melquisedec, sacerdote de Jerusalén, la décima parte de todo lo que
había conseguido. Desde entonces quedó la costumbre de dar para Dios y para los
pobres el diezmo, o sea la décima parte de lo que cada uno gana.

Nuestro Señor le comunicó a su amigo Abraham que iba a destruir a Sodoma por
que en esa ciudad se cometían pecados de homosexualidad. Abraham le rogó a
Dios que no la destruyera si había allí siquiera diez personas buenas. Pero como no
las había, cayó una lluvia de fuego y los mató a todos. Solo se salvó Lot, por ser el
sobrino de Abraham. Pero la mujer de Lot desobedeció la orden de los ángeles y al
salir de la ciudad se puso a mirar hacia atrás y quedó convertida en estatua de sal.

Abraham fue padre de Isaac, del cual nacieron Esaú y Jacob. Los hijos de Jacob se
llaman los doce Patriarcas, de los cuales se formó el pueblo de Israel. Dios le
cambió el nombre de Abrán, que significa "padre", por el nombre de "Abraham",
que significa: padre de muchos pueblos.
Abraham puede ser considerado el punto de arranque o fuente de
la religión del Antiguo Testamento. De modo que desde los días de Abraham,
los hombres se acostumbraron a hablar de Dios como el Dios de Abraham,
mientras que no encontramos a Abraham refiriéndose en la misma forma a
cualquiera anterior a él. Así tenemos al criado de Abraham hablando de "el Dios de
mi padre Abraham" (Génesis 24,12). Yahveh, en una aparición a Isaac, habla de sí
mismo como el Dios de Abraham (Gen. 26,24), y para Jacob El es "el Dios de mi
padre Abraham" (Gen. 31,42). Así, también, mostrando que la religión de Israel no
comienza con Moisés, Dios dice a Moisés: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de
Abraham" etc. (Ex. 3,6). La misma expresión se usa en los Salmos [47(46),10] y es
común en el Antiguo Testamento. 
La S. Biblia alaba a Abraham porque creyó contra toda esperanza y porque nunca
dudó de que Dios sí cumple lo que promete, aunque parezca imposible.
JACOB
El hijo de Isaac y Rebeca, tercer gran patriarca del pueblo elegido, y el ancestro
inmediato de las doce tribus de Israel. Los incidentes de su vida se hallan en partes
de Génesis, 25,21 – 50,13, los eruditos modernos distinguen los documentos (J, E,
P) (vea Abraham). 

Su nombre posiblemente una abreviación de JacobEl (Babilonio: Ya kub-ilu), con el


cual compara Israel, Ismael, etcsignifica "el suplantador", y alude a la bien conocida
circunstancia de su nacimiento (Gen. 25,25). Sus primeros años estuvieron
marcados por variados esfuerzos para obtener los derechos de nacimiento de su
hermano Esaú. Su lucha por ello comenzó antes de su nacimiento (25,22-25). Más
tarde, él tomó ventaja de la irreflexión y desesperación de Esaú al comprárselos
por un plato de lentejas (25,29-33). En virtud de esta compra, y a través de un
ardid, finalmente lo obtuvo asegurándose la bendición que Isaac destinaba para
Esaú (27 ,1-37). Entonces ocurrió que, para escapar del furor vengativo de su
hermano, y aparentemente también para obtener una esposa del linaje de
sus padres, escapó a Jarán, el lugar de residencia de Labán, su tío materno (27,41 –
28,5).
En su camino hacia allá, tuvo en Luza la visión de ángeles ascendiendo y
descendiendo por una misteriosa escalera que se extendía desde la tierra hasta
el cielo, y de Yahveh renovándole las gloriosas promesas que Él había hecho
a Abraham y a Isaac; como consecuencia de esto, él llamó a ese lugar Betel, e hizo
la promesa solemne de rendir culto exclusivamente a Yahveh si Él lo acompañaba
en su camino y lo devolvía seguro a su hogar (28,11-22). Las relaciones de Jacob
con la familia de Labán forman un interesante episodio, los detalles del cual son
perfectamente verdaderos en la vida oriental y no necesitan ser expuestos aquí.
Además de bendecirlo con once hijos, Dios otorgó a Jacob una gran prosperidad
material, de modo que Labán estaba naturalmente deseoso de retenerlo. Pero
Jacob, muy hastiado con los frecuentes engaños de Labán, y también mandado por
Dios a regresar, partió en secreto, y, aunque alcanzado y amenazado por su
indignado suegro, él se las arregló para apaciguarlo y proseguir su propio camino
hacia Canaán (caps. 29 - 31). Se las ingenió también---después de una visión de
ángeles en Mahanaim, y una noche completa de lucha con Dios en Penuel, en cuya
ocasión recibió una nueva bendición y el significativo nombre de Israel---para
calmar a su hermano Esaú, quién había venido a enfrentarse con él junto a 400
hombres (32 – 33,16).
Pero la historia de Jacob tampoco fue fácil: se fue de su casa, se casó, engendró
hijos con dificultad y tuvo que huir de la casa de su suegro. Después decidió volver
a la casa de su padre y reconciliarse con su hermano. Sin embargo, y pese a las
dificultades, Dios lo había bendecido y tenía muchos bienes, pues Dios realmente
provee. Al igual que pese a las dificultades de nuestra vida Dios nos provee y cuida
siempre de nosotros. Así pues, para reconciliarse con su hermano, Jacob envía
todos sus bienes y a su familia por delante con la intención de ofrecer regalos a
Esaú para calmarlo y reponer parte de lo que en principio iba a ser para él.
Y Jacob se queda solo. Y estando solo lucha contra Dios toda la noche, como tú y yo
luchamos muchas veces contra Él y nos rebelamos contra su voluntad. Pero Dios le
venció. Entonces Jacob, reconociendo que efectivamente Dios es más fuerte que él,
le pide su bendición. Jacob se decide por Dios, y Dios le bendice y le da un nombre
nuevo: Israel. Este nombre nuevo es imagen del hombre nuevoque Dios quiere
obrar en cada hombre, venciendo al hombre viejo del pecado.
Este hombre nuevo está hecho a imagen de Jesucristo. Y al igual que Dios lo hizo
con Israel, hará de ti un hombre nuevo si dejas de luchar contra Él y aceptas su
voluntad en tu vida, que es sin duda la mejor.

JOSÉ HIJO DE JACOB

El undécimo hijo de Jacob, primogénito de Raquel, y el antecesor inmediato de


las tribus de Manasés y Efraín. Su vida es narrada en Génesis 30,22-24; 37; 39-50,
en el que los estudiosos contemporáneos distinguen tres principales documentos
(J, E, P). (Vea Abraham).
El final del libro del Génesis es una relación de acontecimientos de los hijos de
Jacob, que se centran en José. La historia de José está marcada no tanto por
revelaciones, como en sus antepasados, sino por los sueños, que también son una
forma de manifestarse de Dios.
Los primeros sueños de José (Gén 37, 5-11) provocan un odio profundo en sus
hermanos, que llegan hasta el punto de venderlo a unos mercaderes israelitas que
iban a Egipto (Gén 37, 12-27). Dios permite estos acontecimientos para resaltar su
Providencia, que incide en los proyectos de los hombres y sabe cambiar sus
intenciones torcidas, pues «todo concurre para el bien de los que aman a Dios»,
como dice San Pablo (Rom 8, 28).
Efectivamente, por este acontecimiento del pecado de sus hermanos no sólo se
salva José, sino que él mismo se convierte en instrumento del plan de Dios: la
llegada de los hijos de Jacob a Egipto. Esta emigración prepara el nacimiento del
pueblo de Israel. Siempre la misma perspectiva, «hacer sobrevivir a un pueblo
numeroso» (Gén 50, 20), recorre todo el Antiguo Testamento para desembocar y
ensancharse en Jesucristo. Así pues, José llega como esclavo a Egipto donde los
mercaderes lo venden a Potifar.
La mujer de Potifar intenta seducirlo y, al no conseguirlo, le acusa con engaños
ante su marido, que lo pone en prisión. Éste es un momento clave en la vida de
José, pues por su fidelidad a Dios, no consintiendo en el pecado de adulterio, es
conducido a las mazmorras oscuras del faraón. José es una imagen bellísima de
Jesucristo y encarna la figura del siervo de Yavhé profetizada en Isaías 53, 3-12.
Jesucristo es el siervo de Yavhé que, igual que José, conocerá las zonas oscuras de
la muerte por su fidelidad al Padre. Pero así como el Padre va a rescatar a Jesús de
la oscuridad por medio de la Resurrección y lo va a convertir en Luz del Mundo,
también va a sacar a José de las profundas y oscuras prisiones del faraón y lo va a
convertir en piedra angular del futuro pueblo de Israel.
Esto sucede cuando el faraón tiene unos sueños que nadie le puede interpretar y
José es llamado a discernir ese lenguaje de los sueños. El faraón queda tan
impresionado de la sabiduría que Dios ha dado a José que le nombra primer
ministro de Egipto. Después sobreviene una gran hambruna en toda la región y
sólo Egipto, guiado por la buena administración de José, puede no sólo sobrevivir
sino también vender sus productos a otros pueblos limítrofes.
Es así como los hijos de Jacob bajan a Egipto y, al fin, José se da a conocer a ellos
permitiéndoles venir a instalarse con sus familias. En total, dice la Escritura,
vinieron setenta personas. José aparece como un hombre de Dios que tiene
entrañas de misericordia, por eso puede perdonar a sus hermanos. Nos revela algo,
esencial en los hijos de la Iglesia, que es devolver bien por mal y esto es en
definitiva la esencia de los Evangelios.
MOISÉS
De extracción levítica y nacido en una época en que un edicto real había decretado
el ahogamiento de todos los descendientes varones entre los israelitas, el
“hermoso niño” Moisés, tras vivir escondido por tres meses, fue puesto en una
cesta en la ribera del Nilo. Un hermano (Éx. 7,7) y una hermana mayores, Aarón y
María (V.A. y V.R., Miriam) ya habían agraciado la unión de Yokebed y Amram.
María se mantuvo de vigilia en el río y fue esencial para inducir a la hija del faraón,
la cual rescató al niño, a confiarlo a una nodriza hebrea. Fue Yokebed a quién ella
intencionalmente convocó para el encargo, la cual, cuando su “hijo hubo crecido”,
se lo entregó a la princesa. En su nuevo ambiente, él fue educado “en toda la
sabiduría de los egipcios” (Hch. 7,22).

Moisés juntamente con Abraham son los dos personajes centrales del Antiguo
Testamento. Es el libertador del pueblo elegido, y el mediador de la Alianza
renovada en el Sinaí, y conforme a ella es el organizador de la teocracia hebrea. Tal
fue su importancia en la historia de Israel que muchas veces el Mesías es concebido
como una reencarnación del gran "Profeta" por antonomasia del Antiguo
Testamento. Los días del Éxodo habían quedado como los tiempos heroicos de la
historia israelita y el principal protagonista de las gestas, Moisés, quedó en la
memoria de todas las generaciones como el amigo de Dios por excelencia.
Su mismo nacimiento está ya marcado con el signo de la predilección divina.
Oriundo de la tribu de Leví, fue abandonado por su madre en una cestilla de juncos
en el Nilo. La persecución de los israelitas había llegado a su punto culminante, y
las madres hebreas tenían que deshacerse de sus hijos varones, cuya extinción
estaba decretada por las autoridades egipcias. Son los tiempos de reacción contra
los semitas. Habían pasado los años de la dominación de los Hiksos, de origen
asiático, que protegían a los extranjeros oriundos de Canaán y Fenicia, porque les
ayudaban a mantener sujetos a los egipcios. José, el cananeo descendiente de
Jacob, había logrado escalar al amparo de esta situación de privilegio para los
semitas, las más altas dignidades del Estado egipcio. A su sombra los hebreos
habían prosperado desmesuradamente en la parte oriental del Delta, de tal forma
que llegaron a crear un problema a los mismos nativos súbditos del faraón. Al subir
otra dinastía, de procedencia netamente egipcia, se generalizó una política de
persecución contra los extranjeros semitas, que habían colaborado con los odiados
Hiksos. Víctimas de esta política sectaria fueron entre otros los hebreos, que
pacíficamente se dedicaban a la cría de rebaños en Gesen. La opresión
sobrepasaba toda medida, y Dios iba a intervenir milagrosamente para salvar a su
pueblo vinculado a la promesa de bendición hecha al gran antepasado Abraham.
Para ello había de preparar al instrumento de su especial providencia. La Biblia
recalca estas intervenciones milagrosas de Dios en la vida de Moisés. El niño fue
recogido por una princesa egipcia, que se lo llevó a la corte del faraón como hijo
adoptivo, dándole el nombre de "Mossu" o Moisés, que en egipcio parece significar
simplemente niño. Allí creció formado conforme a la exquisita educación
cortesana. El alma egipcia se distingue por su delicadeza y bondad. Conocemos
muchas composiciones literarias llenas de belleza estilística y de grandes
pensamientos. Quizá el niño hebreo tuvo entre sus manos las maravillosas
"Enseñanzas de Amenhemec", que dejarán huella en la literatura sapiencial
hebraica.
La vida de Moisés en la corte era muelle y distraída entre cantos de harpistas y
recitaciones de versos por los escribas. Pero en sus oídos resonaban los gritos de
dolor de sus compatriotas que estaban empleados en trabajos forzados en la
construcción de una ciudad residencial que llevará el nombre de su fundador
Ramsés II. Los capataces egipcios imponían horas agotadoras de trabajo y
manejaban el bastón con demasiada frecuencia. Por otra parte los nativos
despreciaban a sus compatriotas y les hacían la vida imposible. Un día el joven
cortesano Moisés vio que un egipcio estaba abofeteando a un compatriota. La
sangre le hirvió en las venas, y en un momento de furor mató al egipcio agresor.
Para evitar consecuencias enterró su cadáver en la arena. Pero el hecho trascendió,
pues su compatriota, al que había ayudado, le delató ante la opinión pública. El
asunto era muy grave, y Moisés tuvo que abandonar la corte para no caer en
manos de la policía egipcia. La península del Sinaí con sus estepas era el mejor
lugar para huir a las pesquisas de los egipcios. Saliendo de la zona oriental del
Delta, donde estaba la corte del faraón, le bastaban unas horas de camino para
encontrarse ya en terreno de nadie.

El joven hebreo debió adaptarse a la nueva vida, muy distinta de la complicada de


la corte faraónica. Durante años su género de vida será la del beduino que conduce
sus rebaños de un lugar a otro en busca de pastos. Pronto entró en relaciones con
un jeque-beduino, que como Melquisedec era también sacerdote de su tribu. De su
experiencia se aprovechará más tarde para organizar la vida civil de los israelitas. El
momento culminante de la vida trashumante de Moisés por las estepas sinaíticas
es aquel en que el Dios de Israel se le apareció en una zarza ardiendo, con la
declaración solemne: "Yo, soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob". Desde ese momento Moisés tendrá que hacerse cargo de
una ardua misión, la de salvar a sus compatriotas de la opresión egipcia. Sin duda
que Moisés había oído entre los suyos de las bendiciones especiales que su Dios
había prometido a sus antepasados, los gloriosos patriarcas Abraham, Isaac y
Jacob. Ahora Dios se declaró solemnemente vinculado a sus legendarios padres.
Pero el nombre de "Dios (Elohim) de Abraham..." le parece demasiado genérico
para en nombre suyo presentarse como el liberador de sus compatriotas, y así
preguntó a Dios por su nombre específico, que autenticara su misión. En su
estancia entre los egipcios había oído hablar de los diversos nombres de sus dioses,
y por eso ahora quiere que su "Dios" le revele el nombre concreto que defina su
personalidad. La respuesta por parte de Dios no pudo ser más evasiva: a la
pregunta inquisidora llena de vana curiosidad "¿Tú quién eres?" respondió: "¡Yo
soy el que soy!". Dios quiso rodear de misterio su nombre para que no se le
materializara concibiéndole de un modo sensible conforme a cualquier noción
basada en la imaginación, En adelante "El que es" ("Yahvé") será la mejor definición
de la trascendencia divina. En el Decálogo se prohibirá representar sensiblemente
al Dios de los israelitas, que se ha querido definir misteriosamente como: "El que
es".
Ahora empieza una nueva etapa de la vida de Moisés. Por orden de su Dios debe
volver a Egipto para convencer al faraón de la necesidad de que el pueblo israelita
salga hacia el desierto. En los planes de Dios Israel debe aislarse de los otros
pueblos hasta adquirir una nueva conciencia religiosa y nacional. En los años de
estancia en el país del Nilo se había contaminado con los cultos idolátricos y era
preciso despertar en él la añoranza de sus antiguas tradiciones patriarcales en
tierra de Canaán, que les iba a ser entregada como heredad. Para ello nada mejor
que llevarle a las estepas del Sinaí para hacerle olvidar las idolatrías de Egipto e
ilusionarle con la "tierra que mana leche y miel de Canaán. El cometido de Moisés
es difícil. El faraón se resistía a desprenderse de aquellos semitas que necesitaba
para sus obras de construcción. Por fin, después de los milagros de las plagas
permitió que los israelitas se fueran al desierto. Moisés decidió la marcha y en el
mes de Abib (Nisán) sus compatriotas celebraron la fiesta agrícola de la Pascua, que
este año tenía carácter de despedida, y había de quedar como recuerdo de la
liberación de la opresión egipcia. Los israelitas salieron furtivamente con los
despojos de los egipcios camino del desierto.
El éxodo no quedó desapercibido. El faraón revocó su permiso y envió un
destacamento armado para obligarles a volver. La suerte estaba echada, y Moisés
no permitió a los suyos el retorno, y así les animó a correr hacia la estepa, pero
llegó un momento en que no pudieron avanzar. Ante ellos se extendía una laguna
de agua que les cerraba el paso. De nuevo la intervención taumatúrgica de Moisés
salvó la situación. Yahvé envió un viento huracanado, y el agua se retiró de forma
que los hebreos pudieron pasar a pie enjuto, Detrás el ejército del faraón entró en
su persecución sin apercibirse de la anomalía de la retirada del agua, creyendo
fuera la retirada normal de la marea; pero, cuando los israelitas habían pasado, el
agua volvió de nuevo y anegó a los soldados y carros del faraón. Es el gran portento
del paso del mar Rojo, que será el símbolo de la protección de Yahvé a su pueblo.
Durante generaciones los israelitas contarán el gran milagro, que había tenido
lugar allá en tiempos de los faraones de la XIX dinastía (s. XIII a. de J. C.).
Pasado el mar Rojo los hebreos se adentraron en la península sinaítica, hasta llegar
a una gran montaña, que también iba a tener eco en la tradición israelita. La nueva
legislación que iba a enmarcar la teocracia hebrea surgiría en la cima de ese monte
donde Yahvé se manifestó a Moisés como "un amigo a otro amigo". Allí se
establecieron, en efecto, las bases de la nueva teocracia: de un lado Israel debía
reconocer a Yahvé como Dios único, comprometiéndose a guardar sus preceptos, y
de otro Yahvé prometía protegerle como pueblo a través de la historia. Sin
embargo, este pacto fue roto muchas veces ya en los días de la peregrinación en el
desierto. El pueblo hebreo siguió con su propensión a la idolatría, levantando al pie
del Sinaí un becerro de oro para adorarle. En la marcha a través del desierto Israel
se mostró como pueblo de dura cerviz. Se multiplicaban los milagros (el maná, las
codornices, el agua de la roca), pero a la primera contrariedad los hebreos querían
abandonar a su Dios y volverse a Egipto. Es el caudillo Moisés el que tuvo que hacer
frente a esta obstinación materialista. Durante una generación su vida estuvo
consagrada a modelar el alma nacional y religiosa de un pueblo rudo y
recalcitrante, y cuando se hallaba ya para entrar en la tierra de promisión murió,
haciendo sus últimas recomendaciones de fidelidad a Yahvé. Por una falta
misteriosa que la Biblia no especifica, el gran libertador de los israelitas fue privado
de entrar en Canaán, término de la larga peregrinación por el desierto.
LINEA DE TIEMPO

JOSE MOISES
ABRAHAM JACOB

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1850 a.C 544 a.C xiv a.c
VOCACIÓN Y MISIÓN

• ABRAHAM
La misión de Abraham fue fundar un gran pueblo que creyese y adorase a Dios, por
esta causa Abraham dejó atrás toda su vida, su pueblo natal, sus comodidades, su
familia y emprendió un viaje que le sería reconocido por Dios por su lealtad, su
vocación y su sacrificio.
Dios pudo ver que Abraham confió en su palabra y que estaría dispuesto a hacer lo
que le pidiese con tan de salvar a la humanidad. Cuando Él le pidió que matase a su
hijo, Abraham contra todo pronóstico quiso hacer el trabajo que le fue
encomendado, pero Dios, siendo misericordioso, lo absolvió de esa
responsabilidad.
Dios le prometió una numerosa descendencia dando lugar a 12 príncipes que
fundaron una gran nación.

• JACOB

Dios pidió a Abraham renunciar a su “único” porque nada debe usurpar el lugar de
Dios en el corazón del hombre. Y esto es muy importante porque nada ni nadie
puede “darte la vida”, sino únicamente Dios. Por eso, es importante renunciar al
engaño que el maligno hace sobre ese único: que lo necesitamos para ser felices.
Pero no es verdad, sólo Dios basta Y sólo Dios puede darte la Vida. Por supuesto,
todos tenemos muchas veces un único: algo o alguien que nos importa y que
queremos más que nada más, incluído Dios.
• JOSÉ

José fue muy despreciado por sus hermanos, ya que él fue siempre favorito de su
padre Jacob, pero a pesar de todo lo que sufrió no guardo rencor al contrario
perdono a sus hermanos. José fue una persona que sabía mucho de Dios, él ayudó
a Egipto en tiempos de escases era un virrey, ayudaba al que lo necesitaba así el
perdonó a sus hermanos y también los ayudó en tiempo de escases, así fue como
cumplió su misión.

• MOISÉS

Elegido para liberar a su pueblo que estaba sometido a la esclavitud, caracterizada


por ser una respuesta de fe a la Revelación de Dios. Así lo leemos en la Carta a los
Hebreos: Por la fe, salió de Egipto sin temer la cólera del rey, y se mantuvo firme
como quien ve al invisible. Por la fe, celebró la Pascua y la aspersión de la sangre,
para que el exterminador no tocara a sus primogénitos. Por la fe, cruzaron el Mar
Rojo como si fuera tierra seca, mientras que los egipcios que lo intentaron fueron
tragados por las aguas.
Moisés nos permite contemplar que la fe es para la entrega, convirtiéndose en «un
nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre» La
fe ilumina la propia existencia, dándole un sentido de misión
APRENDIZAJE DE CADA UNO
• ABRAHAM
1. Nosotros dudamos a veces del amor de Dios, Abraham en cambio, ante la
promesa divina no cedió a la incredulidad si no que tuvo mucha fe, dando
siempre gloria a Dios.

2. La capacidad que tuvo Abraham de escuchar y obedecer a Dios, a veces no


sabemos o no tenemos la capacidad de escuchar a Dios. Desarrolló
confianza de escuchar y practicar lo que manda Dios.

3. El aceptar que nunca es demasiado tarde o se es demasiado viejo para


iniciar nuevos proyectos en la vida, o cambiar y poder “iniciar” de nuevo tu
vida.

• JACOB
1. Jacob nos enseña la reconciliación con el prójimo, en la historia de Jacob se
nos muestra como busco a su hermano para reconciliarse con él, es algo que
nos hace falta muchas veces y por lo que se rompen relaciones entre
nuestros seres queridos.

2. Aceptar la voluntad de Dios en su vida, que Dios quiso hacer de él un


hombre nuevo, el acepto esa voluntad de Dios y se convirtió en un hombre
hecho a imagen de Jesucristo.

3. Dios le pidió a Abraham renunciar a su “Unico” porque nada debe usurpar el


lugar de Dios en nuestros corazones, y esto es muy importante para
nosotros, debido a que nada ni nadie puede darnos la vida, si no solo y
únicamente Dios.
• JOSÉ

1. Creo que el valor más notorio e importante que nos enseña José es el
perdón, el perdonó a sus propios de hermanos, le tenían envidia por ser el
hijo favorito. Tenemos que aprender a perdona, sobre todo a nuestros
familiares, hoy en día se ven muchos casos de divisiones en familias.

2. Poner nuestros conocimientos al servicio de nuestra comunidad, Jacob fue


una persona muy sabia, y logró utilizar esa sabiduría para ayudar a su
pueblo. Es algo que nosotros podemos realizar, personas como yo, que
gracias a Dios tengo la suerte de poder realizar estudios superiores,
podemos utilizar nuestros conocimientos para ayudar a nuestras
comunidades.

3. Incluso en las luchas debemos mantener la fe en Dios. José fue muy


perjudicado por lo menos dos veces en su vida. La primera cuando sus
hermanos lo vendieron como esclavo, y la segunda cuando terminó en la
prisión, después de la trampa que la esposa de Potifar le había hecho. Sin
embargo, él no buscó venganza, ni renunció a seguir luchando, sino que
actuaba con prudencia y sabiduría delante de todos, honrando al Dios que
servía. Y esas personas, alrededor de José, percibieron su buen ejemplo.

• MOISÉS

1. Moisés nos permite aprender que la fe es para la entrega. Nos llama a tener
fe y comprometerse con Dios a vivir con una misión. A veces pecamos en no
poner en practica lo que nos manda Dios, solo lo escuchamos, le tenemps fe,
pero eso debe impulsarnos a la practica.
2. Llevar el mensaje de Dios de la manera correcta, y asumir la responsabilidad
que esto conlleva con convicción, a Moisés se le entregan los 10
mandamientos, lo que todos los cristianos debemos seguir, fue el encargado
de transmitir lo que Dios le entregó.

3. Nos enseña que los planes de Dios para nuestra vida, se tienen que hacer en
el tiempo de Dios. Tenemos que encomendar todo lo que hagamos y Dios
nos guiará siempre hacia el mejor camino. Moisés fue elegido para liberar a
su pueblo de la esclavitud y con la ayuda de Dios lo logró.

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