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CUANDO LA

MUERTE LLEGA A
UNA FAMILIA

Cómo interpretar y atravesar:


El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

DAVID MOISES FIRMAN

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2
CUANDO LA MUERTE LLEGA A UNA FAMILIA
David Moisés Firman
ISBN N° 987-05-1991-1

Las citas bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera Revisada, 1960,
Nueva Traducción Viviente y la Nueva Versión Internacional.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este material puede ser
reproducida excepto en pasajes breves para reseña mencionando la fuente,
ni puede ser guardado en un sistema de recuperación o reproducido por
medios mecánicos, fotocopiado o grabado o de alguna otra manera sin el
permiso escrito de los autores.

2006 Primera Edición.


Edición del autor.

2020 Edición Revisada y Ampliada.


Edición del autor.

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Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Dedicatoria
En memoria de Jorge Gabriel Firman.
Gracias viejo por enseñarme que Dios es bueno,
y que la vida es simple.
Gracias por enseñarme el gran valor de las relaciones humanas.
Te veré cuando sea mi tiempo.

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Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Agradecimientos
A mi esposa, mi amor, mi co-equiper, mi aliento, mi estímulo
constante. Te amo.
A mi familia por nunca bajar los brazos.
A Lucho Tkachuk. Tu vida me alienta.
Al Dr. Pablo Deiros por su corazón sensible y su disposición.
A los que incondicionalmente siempre creen y apoyan lo que hago,
me honran con su actitud. Gracias.

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Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Índice de contenido
Preámbulo del autor 7
Prefacio del autor 17
Introducción 21
Capítulo 1: “Jorge Gabriel Firman” (Testimonios) 23
Capítulo 2: “Julio Cesar (Lucho) Tkachuk” (Testimonios) 35
Capítulo 3: “La perspectiva bíblica” 45
Capítulo 4: “Dios: ¿Es amor?” 59
Capítulo 5: “La muerte” 71
Capítulo 6: “El duelo” 83
Capítulo 7: “Los propósitos de la adversidad” 95
Capítulo 8: “Consolados que consuelan” 103
Influencias y Bibliografía 111
Acerca del autor 113

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Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

PREÁMBULO DEL AUTOR


MARZO 2020
Hace un par de años vengo muy inquieto con el deseo de relanzar este libro.
Es un tema muy común a todas las familias y lamentablemente muy poco
hablado en todos los ámbitos. Sobre todo en la Iglesia.
Pero lo que más me mueve es ver que tristemente cientos de familias
cristianas no saben interpretar las diferentes circunstancias de la vida y no
tener un entendimiento claro respecto a Dios y respecto a la vida y la
muerte. Las circunstancias difíciles, las adversidades ponen en evidencia
nuestro nivel de madurez y entendimiento.
Desde muy niño me llamaba la atención la Biblia y sobre todo los escritos
del apóstol Pablo. Él a pesar de haber atravesado muchas diversas y
terribles circunstancias parecía no perder el eje aún terminando sus días
preso en Roma por causa del evangelio.
Cuando leemos algunos de sus textos lo vemos con entendimiento y una
interpretación de las circunstancias muy elevado.
Veamos algunos ejemplos:
18
Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son
comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse, 19 porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la
manifestación de los hijos de Dios. 20 La creación fue sujetada a vanidad,
no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en
esperanza. 21 Por tanto, también la creación misma será libertada de la
esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de
Dios. 22 Sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con
dolores de parto hasta ahora.
Romanos 8. 8 – 22 RVR (énfasis del autor)

7
Pablo usa aquí una palabra muy interesante y esta es “comparables”. Él ve
las aflicciones pero las interpreta como parte de una creación sujeta a
corrupción por causa de la desobediencia del primer matrimonio en el
origen. Las aflicciones del tiempo presente son parte de esta vida. Pero
compara las aflicciones con el producto final, con lo que van a producir en
nosotros.
Y en este mismo contexto sigue escribiendo:
35
¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que él
ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos
o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza
de muerte? 36 (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada
día; nos tratan como a ovejas en el matadero»). 37 Claro que no, a pesar de
todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo,
quien nos amó. 38 Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos
del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni
nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera
los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. 39 Ningún
poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la
creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en
Cristo Jesús nuestro Señor.
Romanos 8. 35 – 39 NTV (énfasis del autor)

Aquí Pablo es categórico respecto a su posición en Cristo y como nada lo


puede sacar de ahí. “…a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es
absoluta por medio de Cristo, quien nos amó”. Y esa posición es el amor de
Dios en Cristo. De hecho deja claro que ni la vida con sus circunstancias, ni
la muerte nos puede separar del amor de Dios. Si estamos en Cristo dice
Pablo, vida y muerte están resueltas. El eje está puesto en el amor de Dios a
nosotros y no en las circunstancias. La voluntad de Dios es que disfrutemos
de Su amor en cualquier circunstancia y que demos a conocer Su amor que
es una realidad eterna en nosotros. El amor de Dios que es Cristo nos habita.
Y obviamente que no habla de conceptos o desde la teoría. Veamos lo que
les escribe a los hermanos en Filipo.
12
Además, mis amados hermanos, quiero que sepan que todo lo que me ha
sucedido en este lugar ha servido para difundir la Buena Noticia. 13 Pues
cada persona de aquí —incluida toda la guardia del palacio— sabe que
estoy encadenado por causa de Cristo; 14 y dado que estoy preso, la
mayoría de los creyentes de este lugar ha aumentado su confianza y anuncia
con valentía el mensaje de Dios sin temor.

8
20
Tengo la plena seguridad y la esperanza que jamás seré avergonzado, sino
que seguiré actuando con valor por Cristo, como lo he hecho en el pasado.
Y confío en que mi vida dará honor a Cristo, sea que yo viva o
muera. 21 Pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún
mejor. 22 Pero si vivo, puedo realizar más labor fructífera para Cristo. Así
que realmente no sé qué es mejor. 23 Estoy dividido entre dos deseos:
quisiera partir y estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí; 24 pero
por el bien de ustedes, es mejor que siga viviendo.
Filipenses 1. 20 – 24 NTV (énfasis del autor)

En esta carta Pablo está escribiendo desde la cárcel. Y eso no es un detalle


menor sobre todo por cómo él interpreta lo que le está sucediendo. Todo ha
servido para el avance del evangelio les dice a los Filipenses.
Pero lo que más me impactó siempre en este texto es que aún en una
situación adversa como esta, Pablo parece estar haciendo una broma
respecto a morir o vivir. Lo tiene tan resuelto que le da lo mismo. Nosotros
no sólo no hablamos del tema sino que jamás se nos ocurriría ponernos
irónicos o hacer bromas al respecto. Pero Pablo lo tiene resuelto. No se
maneja por criterios humanos, ni por las circunstancias. “Para mi el vivir es
Cristo” les dice. Y ahí está la clave de todo. ¿Vivimos nuestra propia vida o
vivimos Su vida?
A los Romanos les escribió esto mismo.
7
Pues no vivimos para nosotros mismos ni morimos para nosotros
mismos. 8 Si vivimos, es para honrar al Señor, y si morimos, es para honrar
al Señor. Entonces, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos al
Señor.
Romanos 14. 7 – 8 NTV (énfasis del autor)

A los Colosenses también les escribió lo mismo.

Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en
las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la
derecha de Dios. 2 Piensen en las cosas del cielo, no en las de la
tierra. 3 Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está
escondida con Cristo en Dios.
Colosenses 3. 1 – 3 NTV (énfasis del autor)

Aquí Pablo profundiza un poquito más la cuestión. “Ustedes han muerto a


esta vida…” es una gran clave para interpretar toda circunstancia. Al
profundizar en la obra de la cruz, vemos que hemos muerto con Cristo y
ahora hemos resucitado con Él. Cristo es nuestra resurrección y nuestra
9
vida. Por eso Pablo tiene el tema resuelto. El ya murió y ahora vive en
Cristo, vive a Cristo. Ahora Pablo sabe que su vida está escondida con
Cristo en Dios. Toda circunstancia se interpreta desde allí, con la mira
puesta en las cosas de arriba. Con criterios eternos y no temporales.
De esto les habla a los Corintios y de hecho interpreta las circunstancias
como leves o pequeñas al compararlas con lo eterno que es el crecimiento
de Cristo en nosotros.
16
Es por esto que nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo
está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día. 17 Pues nuestras
dificultades actuales son pequeñas y no durarán mucho tiempo. Sin
embargo, ¡nos producen una gloria que durará para siempre y que es
de mucho más peso que las dificultades! 18 Así que no miramos las
dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que
no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán
ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre.
2 Corintios 4. 16 – 18 NTV (énfasis del autor)

Escribiendo a los Romanos les deja claro que interpreta las circunstancias a
partir de la obra de justificación en nosotros por medio de la cruz.

Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio
de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor
hizo por nosotros. 2 Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar
de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con
confianza y alegría participar de la gloria de Dios.
3
También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque
sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. 4 Y la resistencia
desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza
segura de salvación. 5 Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues
sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu
Santo para llenar nuestro corazón con su amor.
Romanos 5. 1 – 5 NTV (énfasis del autor)

Ya sobre el final de sus días, le escribe a su amado hijo espiritual Timoteo y


le habla acerca de cómo interpreta su vida y su muerte.
6
En cuanto a mí, mi vida ya fue derramada como una ofrenda a Dios. Se
acerca el tiempo de mi muerte. 7 He peleado la buena batalla, he terminado
la carrera y he permanecido fiel.
2 Timoteo 4. 6 – 7 NTV (énfasis del autor)

10
Pablo entiende que está llegando a la meta y va a pasar al perfecto y
completo descanso con el Señor, Aquel a quien tanto amó y sirvió. Vuelve a
Cristo de dónde salió en la eternidad.
Sin dudas si nuestra vida es Cristo, todas las circunstancias y sobre todo la
muerte serán siempre medidas con criterios eternos.
Santiago en su carta también lo expresa en los mismos términos.
2
Amados hermanos, cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de
problemas, considérenlo como un tiempo para alegrarse mucho 3 porque
ustedes saben que, siempre que se pone a prueba la fe, la constancia tiene
una oportunidad para desarrollarse.
Santiago 1. 2 – 3 NTV (énfasis del autor)

En la versión Reina – Valera leemos “tened por sumo gozo…”.


Necesitamos entender que el gozo es una condición interna, es la naturaleza
de Cristo en nosotros y nada tiene que ver con las circunstancias externas.

Hace algunos meses atrás tuve la muy grata oportunidad de estar en un


encuentro de pastores en Bs. As. Argentina escuchando una enseñanza de
Fabián Liendo sobre el gozo en las tribulaciones. Luego de algunas semanas
nos volvimos a encontrar en una cena y en una charla pudimos profundizar
lo transmitido en su enseñanza y me quedé muy impactado por su vida y sus
palabras. Ese día, lo que ya me inquietaba se hizo más fuerte así que aquí
me encuentro, preparando este prefacio. Con el permiso de Fabián les
comparto algunas líneas aquí para ampliar la plataforma desde la cuál
debemos volver a hablar sobre este tema tan complejo para las familias y
del cuál pareciera que nadie quiere hablar.

“Gócense con el Señor” les decía Pablo a Filipenses.


En la primera carta a los Tesalonicenses Pablo les dice:
16
Estén siempre gozosos.
1 Tesalonicenses 5. 16 RVR (énfasis del autor)

“Siempre gozosos” dice Pablo. La Palabra es verdad. El Evangelio es


verdad. Así que estar siempre gozosos es actuar de una manera cabal como
Dios dice que somos.
Necesitamos evaluar permanentemente: ¿Qué hay de Cristo y que hay de
nosotros en nosotros?
Algo que estamos entendiendo en esta generación, es que los procesos, las
adversidades no ponen más de Cristo en nosotros porque ya lo tenemos

11
todo. Estamos completos en Él. Lo que sí el proceso, la adversidad va a
hacer, es formar a Cristo mas exactamente en nosotros.
En 2 Timoteo 2. 7 Pablo le dice a su hijo espiritual, su colaborador
apostólico “Considera lo que te digo (esa es nuestra parte) y el Señor te de
entendimiento en todo”. Dios debe derribar todo lo que se construyo sobre
orgullo humano, con un claro eje antropocéntrico para poner Su verdad
eterna en nosotros.
Pablo dice “Por nada estés afanoso” por un lado, pero está preocupado por
la Iglesia por el otro. ¿Hay contradicción en esto?
Si los persiguen, huyan a otra ciudad dice. ¿Hay contradicción?
Estar siempre gozosos parece una contradicción y un imposible. Pero
debemos verlo desde la mente de Cristo y entender que podemos estar
tristes pero siempre gozosos. En la tristeza hay gozo y en el gozo también
hay tristeza. El gozo no es humano, es un fruto del Espíritu y no depende de
circunstancias naturales.
En Hebreos 10. 34 leemos: “…el despojo de vuestros bienes sufristeis con
gozo…”. Esto sólo es posible si entendemos lo eterno, si entendemos que
tenemos una herencia perdurable en los cielos.
El bien es Cristo en nosotros. Ese es el bien de Dios. Todo ayuda a bien dice
Pablo en Romanos 8.
C. S. Lewis decía, los actos más poderosos de obediencia radical,
empezando con el dolor del pecado debe estar motivado por el profundo
valor del gozo de Dios.
Tenemos que gozarnos en el conocimiento de Dios antes de experimentar el
verdadero dolor por no tenerlo.
Entristecidos más siempre gozosos les dice Pablo a los Corintios.
10
Hay dolor en nuestro corazón, pero siempre tenemos alegría. Somos
pobres, pero damos riquezas espirituales a otros. No poseemos nada, y sin
embargo, lo tenemos todo.
2 Corintios 6. 10 NTV (énfasis del autor)

Necesitamos entender que Dios no resuelve problemas personales. El ha


resuelto un problema global y eterno: la muerte espiritual del hombre. Ese
es el gozo y eso no nos deja estar ociosos. El gozo nos hace amar lo que
Dios ama. Somos parte de una eterna solución, de una eterna redención. La
muerte natural ya fue resuelta en la cruz y por obra de la regeneración
tenemos acceso a ella.
La gloria de Dios es todo lo que Dios es. En esa gloria hay una absoluta
plenitud. Fuimos creados en esa realidad como lo vemos en el origen.
Salimos de Cristo. La plenitud era nuestra realidad.

12
El pecado (salirnos del diseño e independizarnos de Dios) nos deja fuera de
la gloria como lo expresa Pablo en Romanos 3. 23. Ahora los seres
humanos están fuera en la nada y muertos. Y surge así el vínculo almático
que es la necesidad. El ser humano interpreta todo desde el alma (mente,
voluntad y emociones).
Pero Dios reúne todo en Cristo y nos devuelve a esa realidad. Nos vuelve al
estado original.
El verbo vino y habitó entre nosotros y vimos Su gloria. Ver esa gloria nos
llena de gozo.
El Hijo es el gozo, la complacencia de Dios. El Hijo Cristo está en nosotros.
Vemos en Mateo 16. 24 que Jesús decía “el que quiera ser mi discípulo…
…niéguese a si mismo y tome su cruz y sígame…” “…el que pierde la vida
la hallará”. La cruz se lleva adelante por el camino del gozo. Jesús lo hizo
como lo vemos en Hebreos 12. 2 “Por el gozo puesto delante de El sufrió la
cruz…”.
Debemos ser el linaje de la cruz que todo lo hace por amor a Él con gozo,
que menosprecia los padecimientos con gozo.
Si vamos a Él con gozo elegimos perderlo todo.
10
Formaba parte del buen plan del SEÑOR aplastarlo
y causarle dolor.
Sin embargo, cuando su vida sea entregada en ofrenda por el pecado,
tendrá muchos descendientes.
Disfrutará de una larga vida,
y en sus manos el buen plan del SEÑOR prosperará.
11
Cuando vea todo lo que se logró mediante su angustia,
quedará satisfecho.
Y a causa de lo que sufrió,
mi siervo justo hará posible
que muchos sean contados entre los justos,
porque él cargará con todos los pecados de ellos.
Isaías 53. 10 – 11 NTV (énfasis del autor)

Dios quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Formaba parte del


plan eterno. …ha puesto Su vida en expiación por el pecado…
El que no me ama a mi más que a todas las cosas no puede ser mi discípulo.
Eso pasó con el primer Adán, quedó fuera de la gloria porque quiso otra
cosa mas que a Dios.
El profeta Jeremías 2. 13 dice “me dejaron a mi y cavaron sus propias
cisternas”. El mal es me dejaron a mi, es la naturaleza humana.
Debemos graduar nuestra interpretación de las cosas desde la perspectiva
humana y temporal a la perspectiva eterna. Lo malo para Dios es todo lo
13
que no es suyo. Todo lo que no está produciendo el Espíritu no es de Dios.
Todo lo que no sale de la naturaleza de Cristo en nosotros Dios no lo recibe.
Fuimos creados para Su gloria. Esa es nuestra identidad. No tenemos
permiso para hacer lo que queremos. Venimos a Cristo y morimos a nuestra
propia vida. Así tenemos la mente de Cristo que es un estado de gobierno y
reposo en cualquier circunstancia.
En la segunda carta a los Corintios en el capítulo 4 verso 6 Pablo dice:
“Dios resplandeció en nuestros corazones para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”.
Así como todos estábamos en Adán, hoy todos los que abrazamos la cruz
estamos en Cristo y experimentamos esa posición. Dios no mira la
experiencia personal. Dios mira la experiencia de Adán y la de Cristo. En
Cristo Él hace nuevas todas las cosas.
La Iglesia no es un hospital. Es un cementerio. Estamos todos muertos. Y
todas las cartas apostólicas hablan de esto.
El Padre se gozó en quebrantar a Su Hijo para que todo vuelva al plan
original, al propósito eterno. El precio dictamina la importancia. El precio
es morir. La gloria del Padre es de infinito valor. Eso es por el gozo puesto
delante de Él sufrió… Jesús vio el gozo del Padre de que todo el desastre
cósmico de la desobediencia de Adán volviera a su lugar por la obediencia
del segundo Adán.
Por eso en la oración que vemos en Juan 17 Jesús dice “Le glorificaré
completando la obra para la cuál fui enviado”.
Nuestra experiencia es la de Cristo, tomar la cruz. Yo muero y obra Él quién
es mi resurrección y vida.
En Juan 6. 35 encontramos que Jesús decía “…yo soy el pan de vida…”
“…no tendrán más hambre…”. Hay una plenitud que sale de la misma
fuente. Él es la fuente que satisface eternamente porque vemos Su gloria.
En su carta a los Efesios en el capítulo 4 verso 10 Pablo dice que “Cristo
subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”. Él es la plenitud.
La fuente de nuestro gozo no es temporal ni circunstancial. La fuente es
Cristo. Es perdiendo la vida que se gana la vida. Y eso es cruz. La vida y la
muerte ya están resueltas en la cruz.
3
Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está
escondida con Cristo en Dios.
Colosenses 3. 3 NTV (énfasis del autor)

En el Salmo 16. 11 el salmista decía “en tu presencia hay plenitud de gozo”.


Debemos entender y recordar que desde la cruz, ahora estamos en Él, en Su
presencia siempre, en el gozo siempre.

14
En los Hechos 5. 41 leemos “…salieron gozoso por ser dignos de padecer
afrenta por causa de Su Nombre”.
En Juan 12. 23 Jesús decía “…ha llegado la hora de ser glorificado…” “…si
el grano de trigo no muere no puede dar fruto… pero si muere lleva mucho
fruto”. Ser glorificado era morir.
Cuando pensamos que necesitamos algo y si lo tuviéramos estaríamos mejor
es que nos falta comer el pan de vida. El es el gozo, El es la plenitud. En Él
estamos completo. No necesitamos nada. El es la perfecta alegría, el
perfecto gozo en toda circunstancia.
En la oración de Juan 17, en el verso 26 Jesús dice: “Yo les he dado a
conocer tu nombre para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo
en ellos”.
Salimos de Cristo en el origen y en la cruz volvemos a El. Ahí está nuestro
gozo, estamos en Cristo. Esa es nuestra posición. Esa es nuestra realidad.
En Hechos 20. 24 leemos a Pablo diciendo “no estimo preciosa mi vida con
tal que acabe la carrera con gozo…”.

Sin dudas cuanto más entendimiento tenemos acerca de la obra de la cruz y


su operación en nosotros, mayor fortaleza interior tenemos para enfrentar,
interpretar y atravesar cualquier: dolor, tragedia, sufrimiento y aún la
muerte y el duelo.
Le animo a que lea las siguientes páginas desde el entendimiento de este
preámbulo. Si es necesario vuelva una y otra vez a este comienzo para
poder interpretar bien lo que lee pero sobre todo que pueda tener las
herramientas para interpretar y atravesar las circunstancias que como
familias tengan que enfrentar.

Un placer servirles,
David Firman

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Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Prefacio del autor

Este es un trabajo que hace tiempo estaba en mi mente.


Hacen ya 13 años que cientos de preguntas rondan mi mente
y corazón.
Fue a mis 21 años cuando de repente me encontré con la
realidad de que la muerte había llegado a mi familia. Me encontré
con la dura realidad de la muerte de mi hermano, de tan sólo 19 años.
Un año y medio menor que yo.
De un segundo al otro, en el momento menos esperado,
estudiando en la universidad a mil kilómetros de mi hogar y familia,
me llega la noticia de que acababa de “perder” a mi hermano en un
accidente automovilístico. Mis padres acababan de “perder” un hijo.
El mundo parecía detenerse o peor aún, derrumbarse. Todo parecía
perder sentido. El profundo e intenso dolor indescriptible, difícil de
poner en palabras, de pronto invadió hasta lo más profundo de mi
ser.
Cuatro años antes ya había experimentado algo similar
cuando sufrimos la muerte de uno de mis mejores amigos y mentor
de mi vida, mi abuelo paterno Esteban. Como me dolió esa muerte!
Pero parecía más fácil de sanar porque ya era anciano y había estado
agonizando un tiempo.
Hace poco más de un año, experimentamos con mi esposa la
realidad terriblemente dolorosa de la pérdida de un embarazo (en

17
especial para ella que es la madre). Nuevamente enfrentamos
interrogantes y dolor. Dios ha sido fiel y bueno al consolarnos.

Después de todos estos años en los que se fue sanando mi


corazón y en los que fui encontrando respuestas que trajeron sentido
y consuelo a mi vida, me siento suficientemente preparado, sobre
todo emocional y espiritualmente para llevar adelante esta tarea.
Este es un trabajo que, por supuesto, me toca muy de cerca, y
por lo tanto representa una mezcla de emociones.
Por un lado, me remonta a momentos de mi vida en que tuve
que experimentar el más profundo dolor. Pero por el otro, me llena
de emoción poder transmitir experiencias, principios y fundamentos
para el consuelo y la sanidad de las historias de dolor, tragedia,
sufrimiento y muerte en la vida de muchas familias.
Estoy consciente que existen varios mitos o ideas que se
creen que son verdad y no lo son respecto a estos temas. Uno de ellos
es la idea simplista de que si atravesamos circunstancias difíciles es
por nuestro pecado, o por nuestra poca fe. Otro mito es creer que
podemos tener todas las respuestas certeramente y saber todos los
porqués de las diferentes situaciones difíciles que nos toca vivir.
Quisiera aquí anular estos mitos.
Está claro que estas circunstancias como el dolor y la muerte,
son inevitables en la vida. Pero sin embargo, siempre surgen las
preguntas: ¿Por qué a mi? ¿Son estas circunstancias la voluntad de
Dios? ¿Puede un Dios de amor y misericordia ser el autor de tanto
sufrimiento y dolor? ¿Cuál es el sentido de padecer todas estas
circunstancias dolorosas y traumáticas en esta vida?

Es mi humilde intención poder brindar algunas posibles


respuestas o herramientas de interpretación de las circunstancias
difíciles a partir de mi experiencia en enfrentar estas situaciones,
desde la búsqueda de las respuestas a estas preguntas y muchas otras
que probablemente usted se haya hecho.
Estoy consciente que el dolor no es igual en cada individuo,
ya que todos somos seres únicos. Todos vivimos las mismas
situaciones de diferentes maneras, pero creo que existen principios
generales aplicables a cada situación similar y ese es el desafío que
he aceptado: encontrar y transmitir estos principios.

18
Trataré de abarcar en este trabajo varias perspectivas sobre el
tema como la psicológica y el aspecto espiritual, por ejemplo.
Teniendo en cuenta que vivimos en Latinoamérica, cuya cultura es
cristiana, trabajaremos desde principios cristianos comunes a todos
nosotros. Además, he decido hacer una acercamiento a la realidad de
las vivencias de dos familias en crisis, dolor, sufrimiento, muerte y
duelo. Una de estas familias es la mía, al enfrentar la adversidad
estaba apoyada en la vida espiritual y los valores cristianos. La otra,
ahora una hermosa familia amiga, se encontraba a la hora de la
adversidad, viviendo lejos de una vivencia espiritual fresca y
cotidiana que diera sentido a su vida.
Analizaremos así las vivencias y las opciones que
enfrentaron cada una de estas familias ante la crisis, el dolor, el
sufrimiento, la muerte y el duelo. Sobre todo veremos la vivencia
actual de estas familias y el sentido y consuelo que han hallado para
sus vidas.

Es mi anhelo de todo corazón que este material le sirva de


consuelo y le traiga luz acerca de una interpretación más sana, quizá
más acertada de las circunstancias adversas de la vida.

Con amor y respeto,

David Moisés Firman

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Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Introducción

En este libro usted podrá encontrar algunas respuestas


posibles y testimonios de experiencias respecto a las preguntas más
habituales que rodean al tema del dolor, la tragedia, el sufrimiento, la
muerte y el duelo.
Habiendo acompañado como Psicólogo a cientos de personas
en dolor y duelo, y habiendo vivido en carne propia estas situaciones,
me embarco en este inmenso desafío personal de traer consuelo y
brindar algunas respuestas para estas situaciones comunes a todo ser
humano. Dios me ha dado la gracia de ayudar a cientos de personas
como terapeuta en mi consultorio y en las conferencias que brindo
cada semana. Pude ver así como aplicar los principios volcados en
este libro les ha ayudado grandemente a transitar el camino del dolor.
Por favor no cierre este libro antes de llegar al final. Tómese
el tiempo y haga el esfuerzo de continuar aunque algunas cosas no le
suenen del todo correctas. Si llega al final, tendrá una idea completa
de todo lo expuesto y podrá llegar a sus propias conclusiones.
Este material de ninguna manera pretende dar todas las
respuestas y mucho menos afirmar que son las acertadas. Esa sería
una ambición desmedida e irreal. Además, no existen todas las
respuestas a todas las situaciones que tenemos que enfrentar en esta
tierra. Incluso vamos ver que hay situaciones acerca de las cuales la
Biblia guarda silencio, por lo que no podemos tener respuestas
definitivas.

21
Sin embargo, me he propuesto investigar y ofrecer principios
generales que le ayuden a interpretar más sanamente las
circunstancias de la vida y le ayuden a reaccionar mejor ante estas
vivencias para no quedarse anclado en el fracaso.
El único fracaso que existe en la vida es reaccionar
equivocadamente ante una situación y no poder superarla. El fracaso
es caerse y quedarse postrado. Sin embargo, como veremos más
adelante, el fracaso es una oportunidad para ser fortalecidos y pasar a
otro nivel. Si nos caemos nueve veces, nos levantamos diez.
Transite estas páginas y reciba el consuelo y la fortaleza para
no quedarse postrado.

22
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Uno
“Jorge Gabriel Firman”

Jorge Gabriel Firman – Un año antes del accidente.

Testimonio de David Firman (hermano mayor)


Era una noche lluviosa en Rosario, provincia de Santa Fe en
Argentina. Era el quinto sábado de octubre de 1993. Yo estaba a mil
kilómetros de mi familia terminando de cursar el segundo año de la
carrera de Psicología. Era en una noche hermosa cerca de Dios, en
una reunión de los jóvenes evangélicos bautistas de la ciudad y las
23
zonas aledañas, unas 1.200 personas en total que nos reuníamos
todos los quintos sábados que tiene cada año. Estaba viviendo
felizmente el momento rodeado de amigos. Nunca hubiera esperado
que esa noche escondiera tanto dolor.
En la ciudad de Posadas, Capital de la provincia de Misiones
se estaba llevando a cabo una reunión similar con los jóvenes
evangélicos bautistas de la provincia. Jorge Gabriel estaba en medio
de un montón de jóvenes disfrutando la noche, los amigos,
disfrutando de estar juntos con Dios allí, a 100 kilómetros de su casa.
Creo que tampoco imaginaba lo que estaba por venir.
Con 19 años de edad, lleno de vida y amigos, cerca de la una
de la mañana al finalizar la reunión se dispone a regresar a su casa
con su mejor amigo en la camioneta de nuestro padre. Siempre con
un corazón servicial y dispuesto, ofreció llevar a su casa a unos
amigos de la ciudad de Oberá, a unos 130 kilómetros en el interior de
la provincia, a 30 kilómetros de donde se dirigía, a su casa.
El viaje transcurre tranquilo y sin complicaciones, sólo un
pesado sueño estaba molestando, “hablame que me duermo” le decía
a su amigo. Dejaron a sus amigos en Oberá y se dispusieron a
regresar a Além restando nada más que 30 kilómetros, unos 20 o 25
minutos de viaje. Faltando solamente 5 minutos para llegar,
pudiendo ver ya desde allí las luces de su ciudad, Jorge se durmió al
volante y perdiendo el control. La camioneta salió fuera de la ruta y
comenzó a dar vueltas para todos lados. Eran aproximadamente las
3:30 de la mañana cuando en los vuelcos, mi hermano salió
despedido del vehiculo y perdió la vida.
Su amigo salió de adentro de los hierros retorcidos ileso, sin
siquiera un raspón. Hay cosas que jamás entenderemos. Dios le
prolongo la vida.
Yo estaba durmiendo esa noche en casa de un amigo y
compañero de estudios para comenzar temprano a preparar juntos
algunos exámenes porque estábamos a fin de año y era la época de
cerrar el ciclo lectivo 1993.
Era domingo tipo 9 de la mañana cuando recién me ubican
en casa de Gustavo. Suena el timbre de la puerta y llega la noticia
que a uno jamás le gustaría recibir, que uno jamás espera. No
estamos preparados para esto, no hay forma de prepararse para algo
así. “Hubo un accidente…” me dicen, y un silencio destructor,

24
eterno, aterrador. Luego lo inesperado “tu hermano se murió”. De
golpe, de repente, no había vuelta atrás. La sensación era fulminante,
indescriptible.
Tenía sólo 19 años. En la plenitud de la vida. Lo había visto
tan sólo 15 días antes y estaba todo bien, estaba lleno de vida y
energía como siempre. Así era él, siempre lleno de positividad y
ganas de vivir con Dios a full.
Como reaccionar, que decir, que pensar. Me quede
anestesiado, bloqueado unos minutos. No podía reaccionar. No podía
ser verdad, algo estaba mal. Como a todos, la negación es la primera
reacción que tenemos. Es como estar dormido, estar soñando, pero
estás despierto.
Mil preguntas en mi mente pero ninguna respuesta. Lo peor
de todo, ningún sentido lógico para algo así.
Me llevaron a mi casa para preparar mis cosas papa viajar.
Me esperaban mil kilómetros que recorrer. Solo en un ómnibus por
16 horas. Una larga noche de soledad, dolor indescriptible y mil
preguntas sin respuestas.
Mientras preparo mi bolso llorando sin consuelo, me
vinieron a la mente todas las lecciones aprendidas desde chico en la
iglesia, el sentido de la muerte para los cristianos. Pero algo no
cerraba. ¿Era voluntad de Dios esto? ¿Como podía ser esta su
voluntad si le quedaba toda la vida por delante? Si Dios es amor,
¿para que este sufrimiento sin sentido? Pensaba en mis padres,
cuanto dolor estarían sufriendo. No, definitivamente no tenía sentido,
no había respuestas. Sólo pude encontrar algo que me tranquilizo y
estaba en mi Biblia “Dios Habla Hoy” color azul que estaba en la
mesa de luz. Leí el salmo 62. Si Dios “habla hoy” era justo cuando
necesitaba que lo hiciera. En el instante las palabras que leí se
hicieron vida y vino consuelo y fortaleza a mi vida: “Sólo en Dios
encuentro paz…” escribía el rey David, “mi salvación viene de Él”.
Me agarré fuerte de esta palabra y emprendí el viaje más difícil y
doloroso de toda mi vida.
El viaje se hizo eterno y la noche oscura, muy oscura y fría.
Cuando llegue a Posadas, Capital de la provincia de
Misiones, después de 14 horas de viaje, todavía me quedaban 100
kilómetros por recorrer. Me encontré con algunos familiares que
vinieron a buscarme, y me tranquilizó pensar que podría al fin tener

25
algunas respuestas y sobre todo más información sobre lo que había
sucedido realmente. Vinieron algunas respuestas a mis interrogantes,
y pocos detalles de lo sucedido, mezclados con juicios e
interpretaciones personales de quienes me lo estaban transmitiendo.
Hoy me doy cuenta que esos 100 kilómetros hasta el sepelio
de mi hermano serian el comienzo del largo camino del dolor, el
comienzo de lo que hoy sé que se llama anulación del duelo y su
posterior duelo patológico (que explicaremos en las páginas de este
libro).
Algo que marcó mucho mi vida negativamente y dio paso a
la anulación del duelo fue recibir recomendaciones (muy bien
intencionadas e inocentes en ese momento) como por ejemplo:
“ahora no te pongas a mariconear, mira que tenés que sostener a tus
viejos que están hechos bolsa”, o “No vayas a andar lloriqueando
tanto que no es de buen testimonio cristiano”, entre otras. Ahí
comenzó parte de mi mayor dolor sin darme cuenta en ese momento.
Por supuesto que me hice cargo. Me hice hombre, me tragué
el dolor y le hice frente a todo lo que había que hacer, principalmente
contener a mis padres. Luego del entierro, tuve que ocuparme de dar
de baja su servicio militar, ir a la policía y al registro de las personas
a dar de baja el documento de identidad, me ocupe además de
resolver el arreglo mecánico de la camioneta y negociar su venta (ya
que mis padres no querían tenerla más). Ante todos era el hijo ideal,
haciéndole frente con altura a la situación.
Revisé también mi vida espiritual y decidí comprometerme
más en vez de alejarme de Dios. Parecía un tiempo en el que todo
estaba bajo control.
Reflexioné acerca del gran esfuerzo de mis padres por
permitirme estudiar sin trabajar y, por supuesto, no podía permitirme
perder un año de estudio. Así que una vez más, me tragué el dolor,
me esforcé y viaje a rendir 4 de los 5 exámenes de materias anuales
largas y pesadas, ya que era fecha de rendir. Al mes y una semana de
la muerte mi hermano me quedaba sólo una materia por aprobar del
segundo año de mi carrera. Me sentía muy bien, estaba logrando el
objetivo de ser buen hijo, hacer las cosas bien, y sobre todo, dar
“buen testimonio cristiano”. Lo que ignoraba era que el dolor es para
que duela. El dolor tiene que salir. Pasaron dos años y vino lo
inesperado e inexplicable para mí, la depresión.

26
Me preguntaba: ¿por qué me siento tan mal? ¿Por qué tantas
ganas de llorar? ¿Por qué tanto dolor? Aparentemente estaba todo
bien, sin embargo el dolor estaba y era muy fuerte, tanto que
comenzó a bloquearme. Todo estaba en juego, mis estudios, mis
relaciones interpersonales, mi vida. Todo estaba negro, sin sentido,
sin rumbo. Lo único que había era dolor y angustia, mucha angustia.
En ese momento tuve la gracia de ser comprendido y
acompañado por Cristina, (psicóloga) y Damián su esposo (un
hermoso hombre de Dios y experimentado consejero). Con ellos
pude recorrer por varias semanas el camino del dolor, pude revisar
los errores y cambiar mi manera de pensar. Pude entender algunas
cosas y sobre todo, comenzar un duro pero hermoso proceso sanador
de perdón a quienes me habían lastimado en mis cortos 23 años de
vida. Y sobre todas las cosas, me ayudaron a sacar el dolor, a
transitar el proceso sano y normal del duelo: la elaboración
emocional y espiritual de una pérdida. Me dieron permiso de llorar.
Yo me di permiso de llorar, y que bueno fue. Lo oscuro se
transformo en luz. La angustia y el dolor se transformaron en paz y
luego fortaleza. Sobre todo, los porqués se transformaron en para
que!!! Conocí a Dios de otra manera. Él es bueno, su esencia es
amor, y todo su deseo y voluntad es nuestro bienestar.
En ese mismo año, tuve el honor de estar presente en una
conferencia del reconocido Historiador y Teólogo, el Pastor Pablo
Deiros. Estando en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, este
hermoso hombre de Dios nos hablo una mañana de domingo a unas
1.000 personas acerca de la muerte. Mi vida experimentaría un antes
y un después a partir de esa tremenda enseñanza.
Pude experimentar un consuelo extraordinario y entendí una
de los principales “para qué” que cambió y orientó mi vida: puedo
ser una persona “consolada que consuela”.

La anulación del duelo no solamente me trajo


complicaciones a mí, sino también a mis padres.
Mis padres, inocente e inconcientemente, relegaron todo en
mí y en otros familiares. Consecuentemente, esto anuló y su duelo y
les garantizó años de sufrimiento. Sin embargo, de no haber estado
apoyados en la fe cristiana, esta situación podría haber sido mucho
peor.

27
Mis padres no fueron a reconocer el cuerpo de mi hermano.
No fueron a reconocer el lugar del accidente. No fueron al
regimiento militar a dar de baja su servicio militar obligatorio. No
fueron al registro de las personas ni a la policía a dar de baja el
documento de identidad. No fueron al taller mecánico a hacerse
cargo del arreglo de la camioneta. Todo esto (entre otras cosas que
seguramente se me escapan) los llevó a la anulación del duelo. No se
confrontaron con todo el dolor y no dejaron que todo el dolor saliera.
Me acuerdo que a poco tiempo de haber transcurrido el accidente, no
se habló más del tema. La vida continuó y parecía que todos éramos
muy fuertes.
Hoy puedo ver que salir adelante les llevaría
aproximadamente unos diez años. Dios movería las cosas muy suave
y gentilmente para que en esos diez años enfrentaran un dolor que no
los matara y los llevara a cerrar la gran herida de la pérdida de un
hijo de 19 años. En esos diez años mi padre tuvo dos trabajos
importantes en su pequeña empresa de construcción: uno justo en
frente del lugar del accidente, y el otro justo en frente del regimiento
militar donde habían ido a visitar a mi hermano periódicamente el
último año. Esto fue duro pero a la vez sanador. Ellos tuvieron que ir
durante meses día tras día a los lugares que evitaron ir al momento
del accidente.
Me acuerdo otro suceso interesante. Aproximadamente unos
dos años después del accidente, surgió la necesidad de renovar el
vehiculo y la única oportunidad que había era una camioneta azul
idéntica a la del accidente, la que habían evitado ver y usar en ese
momento. ¿Y qué pasó?
En fin, Dios es bueno y tiene sus maneras de sanar nuestras
heridas, consolarnos y darnos la bendición de ayudar y consolar a
otros en nuestra misma situación.

Testimonio de Mary Firman (mamá)


Cuando nos enteramos, nos enteramos mal.
Eran tipo las tres de la mañana del sábado 1 de noviembre de
1993. Ni mi esposo ni yo podíamos dormir bien, como si tuviéramos
la sensación de que algo no estaba bien. Fue ahí cuando escuchamos
golpes de manos y golpes en el techo de nuestra casa para

28
despertarnos. Cuando sale mi esposo ve a una persona desconocida.
Dice que al pasar por la ruta vio un accidente y se detuvo. Nos
comenta que nuestro hijo estaba mal en el hospital y debíamos ir a
verlo.
Cuando llegamos nos esperaban los médicos y una enfermera
cristiana que nos atendió y acompañó muy bien, porque ahí nos
enteramos que en realidad nuestro hijo estaba muerto. Fue un golpe
muy feo, muy duro, porque nosotros habíamos ido con la esperanza
de verlo. Lo habíamos visto por última vez el día anterior al medio
día, cuando llegó de San Javier, donde estaba realizando su servicio
militar. Comió y se fue a Posadas a un encuentro de jóvenes
cristianos. Después ya no lo vimos más. Tengo en mi mente el
recuerdo de que estuvo un ratito y se fue con una remera y un jean
azul.
Al salir de casa para ir al hospital, ya estaba afuera la policía
para acompañarnos. Ahora me doy cuenta de que inconscientemente
en ese momento imaginé lo peor.
Lo poco que recuerdo de la experiencia en el hospital es que
le dijeron a mi esposo que nuestro hijo había fallecido en el lugar del
accidente. En ese momento me quedé como anestesiada, bloqueada.
El dolor fue tan grande que me descompuse de tal manera que se me
adelanto el periodo menstrual después de solo unos días de haberlo
tenido, empecé a tener vómito y diarrea. Estaba totalmente
descompensada. Me llevaron a una habitación del hospital y me
dieron calmantes. Ahí no pude verlo, lo vi recién en el velatorio. No
me acuerdo de nada más: ni cómo nos volvimos del hospital, quién
me trajo, nada. Sólo recuerdo estar frente al ataúd de mi hijo de sólo
19 años, muerto.
Después, al pasar las horas, los días y me puse a pensar en lo
que había pasado. Pude hallar consuelo en la realidad que, como
familia cristiana creemos, que mi hijo estaba con Dios. Pasaron los
días y mi hijo me hacía mucha falta. Su cama estaba siempre vacía.
Un poco me había quedado la sensación de que en cualquier
momento regresaba del servicio militar, pero la cama seguía. En el
fondo sabía que nunca más iba a volver.
La gente conocida y querida fue acercándose todos los días
para acompañarnos y traernos consuelo. Lo que me decían era que
tenía que seguir adelante, en especial por mis hijos más chicos, de 3

29
y 5 años que me necesitaban. De todas maneras, nada lograba
menguar el dolor. Me acuerdo que en uno de esos días en que
estaban algunas personas en casa, quise encender la cocina para
preparar un mate y, sin darme cuenta, se encendió en llamas un
repasador. Yo estaba desenfocada, perdida, no sabía lo que hacía.
Con el tiempo tuve que “resignarme” que no lo iba a ver más
en esta tierra y aferrarme de la esperanza de verlo en un futuro junto
a Dios. Esto fue mucho tiempo después. Mucho tiempo me llevo
poder resignarme y seguir. Por dentro yo sabía que tenía que
resignarme, pero los recuerdos venían todo el tiempo. Por un lado no
podía y por el otro no quería soltarlo. Siempre el consuelo lo
encontré en Dios.
Hoy, después de 13 años me doy cuenta de que siempre me
hace falta, recuerdo todas las fechas importantes sin faltar una y me
doy cuenta que no esta y lo extraño.
Me consuela mucho recordar cosas buenas de él. Por
ejemplo, mientras estaba en el regimiento militar había llevado su
Biblia. Un día lo descubrieron y le preguntaron qué era y qué estaba
haciendo, a lo que contestó que estaba estudiando una Biblia. Desde
ese momento, pasó muchas horas con compañeros y jefes leyendo
historias de la Biblia. Él no escondía su fe. Después en el sepelio esa
misma Biblia se la regalamos al jefe mayor del ejército donde había
prestado su servicio militar obligatorio.
Hoy vivo resignada a que no está Tengo que seguir adelante,
la vida sigue.
Me llevó muchos años superar el dolor. Hoy gracias al
consuelo de Dios puedo hablar sobre esto con mi esposo, con otra
gente, incluso pude ver que fui de ayuda a otra gente que vivió
situaciones similares y pude consolarlas. Quizá no vivieron la misma
situación de perder un hijo, pero hace un tiempo hablé con una
señora que perdió a su esposo. Ella no se podía resignar y pude
ayudarla en esto, le conté mi historia y comenzó a resignarse y dejar
salir el dolor para seguir con su vida. La gente la juzgaba porque ella
no quería ni podía ir al cementerio, pudimos hablar sobre esto y
pudimos ver que llorar sobre la tumba no va a revivirlo. No queda
otra que pensar que ya no va a volver más y que la vida sigue.
Lo que más consuelo da es estar con Dios y recordar las
cosas positivas.

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Hoy puedo decir con toda seguridad que si me dicen que
puedo tenerlo otra vez, pero de la misma manera, por tan sólo 19
años, elijo tenerlo otra vez para disfrutarlo aunque sea esos 19
hermosos años.

Testimonio de Alejandro Firman (papá)


Estábamos durmiendo. Eran pasadas las tres de la mañana
cuando alguien comenzó a golpear las manos frente a nuestra casa.
Cuando salgo veo que era una persona desconocida. Me preguntó mi
apellido y me dijo: “su hijo tuvo un pequeño accidente y volcó la
camioneta”. Hasta ahí no sonaba tan grave, incluso le pregunté si
estaban lastimados y él dijo que “bastante”. Al decir bastante me dio
cierta tranquilidad que estaba vivo. Ofreció llevarnos al hospital,
pero le dije que no porque tenía otro auto. Nos fuimos solos y cuando
llegamos salieron a nuestro encuentro los médicos. Por cómo movían
las manos yo ya me di cuenta de que algo malo estaba pasando.
Ahí nos dijeron: “no pudimos hacer nada”, entonces me
agarró una desesperación y bronca a la vez, porque entendí que esa
persona que vino a avisarnos nos mintió. Eso fue como un doble
dolor, porque si hubiera dicho de entrada que quizás estaba muerto,
entonces ahí ya uno está sabiendo lo que pasa. Pero fui totalmente
tranquilo esperando que mi hijo estuviera vivo y al final me encontré
que estaba muerto.
En el hospital nos dieron calmantes. Había una enfermera
con fuertes convicciones cristianas que nos ayudó y consoló. Ella nos
alentó a apoyarnos en la realidad de que como hijos de Dios era sólo
una breve despedida. Nos dijo que esa era la ley de Dios, que la vida
se cortaba con la muerte, y que nuestra vida estaba en manos de
Dios.
Lo único que me acuerdo es que no pude encontrar consuelo,
y tuve que salir solo a recorrer con el auto y avisar a algunos
familiares. Anduve solo y medio perdido por toda la ciudad, llorando
todo el tiempo. Cuando fui a la casa de uno de mis cuñados para
avisarle, me tiré en el césped del jardín del frente de su casa y no me
quería levantar de la desesperación. Quería morirme, no sabía qué
hacer. Fue realmente una desesperación horrible, es algo feo que no
hay palabras para explicarlo, lo sabés solamente viviéndolo. La gente
trata de alentarte y animarte, pero a vos no te llega nada.

31
Siempre busque el “por qué” y el “para qué” pero creo que
recién lo sabré cuando esté en la Presencia de Dios.
Lo único que siempre me consoló, me animó, me ayudó a
seguir adelante, es saber que mi hijo estaba en su mejor momento
espiritual. Me consuela saber que un día lo voy a ver. Dice la Biblia
que si morimos con Cristo también resucitaremos con Él. Consuela
saber que mi hijo volvía de un encuentro de jóvenes cristianos.
Estuvo sirviendo a Dios hasta el último momento de su vida, ya que
volvió tarde por hacer una hora más de viaje para llevar a su casa a
otra ciudad a chicos que no tenían como viajar de regreso. Me
consuela saber que los policías estaban sorprendidos por no
encontrar alcohol ni en su cuerpo ni en la camioneta.
Fue muy duro. Sin ánimos de hacer diferencias entre los
hijos ni despreciarlos, este hijo que murió era algo especial por la
relación cercana que nos unía. Habíamos compartido muchas horas
juntos, éramos muy amigos y confidentes, me pedía consejos, era
algo especial. Vino una hermana mía de Estados Unidos y me dijo
que iba a luchar con el dolor por más de tres años, y yo no le creía
porque pensé que se me iba a pasar más rápido. Pero realmente por
más de tres años lloré a mi hijo. No podía ver sus fotos.
En una ocasión vinieron a casa unos jóvenes de la iglesia y
trajeron un video de un viaje a un congreso a Rosario, y mi hijo
estaba en ese video. Cuando lo vi me largué a llorar
desesperadamente porque lo vi vivo y sentí el dolor de no tenerlo
más. Fue algo tremendo. Los chicos apagaron el video y nunca más
lo vi. Hoy, después de trece años, siento el profundo deseo de ver ese
video pero no sé quien lo tiene, quisiera conseguirlo.
Realmente por muchas cosas me guardé el dolor. Por mi
esposa, por mis tres hijos. Recuerdo una oportunidad en la que
hablando con uno de ellos, yo empecé a elogiar las cualidades de mi
hijo muerto y el hijo con el que estaba hablando se sintió muy mal,
rechazado. Ese día hice una cruz y decidí nunca más hablar nada de
mi hijo. Lo hice en especial por los hijos y mi esposa para no
causarles dolor. Sé que mi esposa sufrió mucho pero lo supo
disimular muy bien, cosa que yo no pude hacer. Por eso decidí
olvidarme de todo, incluso ni recordar las fechas importantes, los
cumpleaños o la fecha de su muerte. Mi esposa me recordaba las
fechas y yo nunca dije nada para no entristecerla. Pero dentro de uno

32
esta ese dolor que uno no quiere dar rienda suelta para no hacer daño
a las personas.
También me pasó algo tremendo cuando falleció mi suegro
nueve años después de la muerte de mi hijo. Cuando fuimos al
cementerio para sepultarlo yo me acerqué a la tumba de mi hijo. Me
acosté encima de su tumba y empecé a llorar desesperadamente. No
pude controlarme, me quedé por más de media hora llorando ahí
sobre la tumba de mi hijo. Vino mucha gente a alentarme y
consolarme. Es algo muy tremendo, muy feo, muy doloroso, que uno
no se lo desea ni a su peor enemigo. Es una cosa muy fea. Uno vive
siempre como tenso, porque los otros hijos salen con el auto y
entonces siempre estás pendiente de que vuelvan bien y no les pase
nada. Siempre estás alerta y orando a Dios que los guarde. Es algo
tremendo. Ese día decidí no ir más al cementerio. Él no esta ahí.
El dolor nunca se va del todo. Lo guardás, disimulás y te
resignás. Me dije a mi mismo que tengo tres hijos más por los que
tengo que seguir adelante. Dios vive en mí y me da las fuerzas. Él me
da esperanza. En la terrible tristeza hay un gozo interior que me
alienta a seguir, sabiendo que lo voy a ver. La carne desfallece pero
en lo espiritual estás fuerte.
Ahora veo que guardarme el dolor me hizo sufrir más
tiempo, pero lo hice para no herir a mi familia. Después Dios me fue
llevando a hacer trabajos frente a lugares específicos, como el
regimiento o el lugar del accidente. Ahí me choque con la realidad y
fui sacando mi dolor.
Ahora veo que todo el año anterior a su muerte, en el que mi
hijo había estado cumpliendo su servicio militar obligatorio, fue
como una preparación para su ausencia. Al no tenerlo al lado
permanentemente, hay un acostumbramiento obligado a la realidad
de que no está. Creo que de otra forma, hubiera sido todo peor.
Tiendo a creer que Dios nos estaba preparando porque llegaba su
hora de partir. Es algo que suela pensar. De otra manera el dolor
seria mucho más grande.
Hoy ya lo tengo todo más superado, puedo hablar de él,
puedo ver sus fotos, pero el dolor está adentro y no se va.
La gente me decía siempre: “hay que resignarse”. Pero
¿cómo? Es fácil decirlo desde afuera, pero el que lo vive no sabe qué
hacer para no vivir lo que está viviendo.

33
Me consuela saber que él no escondía su fe ni en la escuela
ni en el regimiento. La gente, sus compañeros lo admiraban por eso.
Solamente con el amor y el consuelo de Dios se puede
superar esto. Todas las dificultades y golpes como ese me acercaron
más a Dios. El Diablo tiene otro propósito, que es alejarnos de Dios
y desanimarnos, hacernos maldecir y renegar de Dios. Pero en mí
todo fue al revés: siempre me acerco más a Dios, me hizo más fuerte.
El consuelo más grande que tengo es saber que lo voy a
volver a ver.

34
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Dos
“Julio Cesar (Lucho) Tkachuk”
Lucho es un gran amigo a quien admiro y quien me inspira
mucho. Sobrevivió a un terrible accidente automovilístico pero
perdió a su novia allí. En el accidente sufrió aplastamiento de
médula, lo que hoy en día le imposibilita caminar. Sin embargo, hoy
vive su vida a pleno y pudo encontrar un sentido nuevo y que
completó su vida y la de toda su familia. Tras la tragedia, se
fortaleció, se transformó en una mejor persona y conoció a Dios de
una manera diferente junto con toda su familia.
A continuación trascribo textualmente parte de su impactante
testimonio y vivencia. Gracias Lucho por honrarme con tu vida en
estas páginas.

Antes del accidente


Tenía 35 años. Ya hacían 7 años que estaba trabajando como
médico ginecólogo. Hacían 5 años que estaba de novio con Karina,
una chica de Eldorado, provincia de Misiones, a quien le faltaban
muy pocas materias para recibirse de escribana publica. Teníamos
programada nuestra boda para febrero o marzo del año próximo.
Estábamos tramitando un viaje porque ella se recibía a fin de año, y
ese era el premio a su esmero.
Yo vivía principalmente para el trabajo todo el día y aun por
las noches. En esta ciudad no hay clínicas, entonces todas las
cirugías, los partos, las urgencias los atendía en L. N. Além a 45
35
kilómetros de aquí, y habían días en que hacia hasta 4 viajes a esta
ciudad llevando o trayendo pacientes o a revisar pacientes operadas.
A pesar de eso, atendía un promedio de 40 pacientes por día.
Trabajaba únicamente a nivel privado con una muy buena cartera de
pacientes. Por lo tanto, yo estaba convencido de que todo lo que
tenía, lo tenía porque era bueno o trataba bien a la gente, es decir, por
mi propio esfuerzo. Creía que yo tenía el control de todo.
A veces atendía sin cobrarle los honorarios a gente que no
me podía pagar. Lo mismo con los viajes. Muchas veces llevaba a
mis pacientes en mi auto para que no tengan que pagar una
ambulancia. Trataba de ser buena persona en todo lo que podía,
creyendo que con eso estaba comprando el futuro o asegurando la
eternidad. Siempre creía firmemente que nunca me iba a pasar nada
malo porque hacia cosas buenas de corazón y creía que a las
personas que hacen cosas buenas nunca les pasa nada.
Hoy entiendo que era un ritualista e idolatra. En mi lista de
prioridades estaba en primer lugar mi novia. En segundo lugar estaba
el trabajo y junto con el trabajo el dinero que creía yo que era mío.
Luego estaba el auto, que era último modelo y por el cual me
desvivía. Luego las amistades, los asados y las salidas. Y recién por
último estaba mi familia y creo que Dios. Cada vez que me apretaba
el zapato, que me encontraba en aprietos, recurría a Dios. Por
supuesto que recurría a Él como un ritual, porque realmente no lo
conocía. Cada vez tenía una cirugía o un parto, rezaba un montón de
oraciones, que lo hacia de memoria, ya como un versito que se
disparaba mientras me lavaba las manos. Luego salía del quirófano
diciendo un “gracias” también de memoria.
Mi novia estudiaba a unos 450 de mi ciudad, en la ciudad de
Corrientes. En todos mis viajes de fines de semana paraba en cada
altar a la virgen que encontraba para realizar mi ritual de oraciones.
Creía que eso era lo que protegía y bendecía mi vida para vivirla
como la estaba viviendo. Incluso había llegado a viajar en dos
oportunidades en los últimos 4 años a la provincia de San Juan,
atravesando gran parte del país para venerar a la Difunta Correa. Y
todo esto lo hacía sinceramente porque había algo dentro de mí que
me llevaba a moverme todo el tiempo. Recuerdo que era muy poco el
tiempo que me quedaba en mi casa. Siempre estaba en movimiento

36
por la provincia, en Corrientes o Chaco, o yendo a Buenos Aires.
Todo el tiempo de salidas con amigos o en algún congreso.
Hoy puedo darme cuenta que en ese momento sabía que me
faltaba algo, pero no lo sabía descifrar. Tenía un vacío profundo que
no se llenaba con nada.
Tenía dos grandes debilidades que opacaban mi vida. Una
era el casino, a donde iba tres veces por semana, y la otra el vicio del
cigarrillo. Había hecho muchos intentos en dejarlo, sin buenos
resultados. Hoy veo que mi pronóstico no era muy favorable.

El accidente
El 09 de julio del año 2002, aproximadamente a las 05:30 de
la mañana viajaba de Oberá a San Javier, cuando a unos 6 kilómetros
antes de llegar a mi pueblo, me accidento.
Esa noche previa comimos un asado con una pareja amiga.
Luego nos fuimos a Oberá, al casino. Cuando el lugar cerró, salimos
de regreso a nuestra ciudad con esta pareja amiga muy joven en la
parte trasera del auto. Mi novia venía como acompañante adelante.
En una estación de servicio a mitad de camino paramos a comprar
unas golosinas y seguimos viaje. Me acuerdo que eran casi las 05 de
la mañana, de una mañana muy fría. Ya no volvimos a ponernos los
cinturones, con esa idea tonta que a veces tenemos que ya estamos
cerca y no hace falta. Veníamos tranquilos, miré los controles y el
auto me indicaba 03 grados bajo cero (cosa que nunca me olvido por
el dolor y el frío que pase creyendo que me moría). Unos 2
kilómetros antes del accidente enciendo la luz interior para ver como
venían todos; mi novia venía durmiendo y también el marido de mi
amiga que estaba despierta. Estuve a punto de despertar a mi novia
para que se pusiera el cinturón de seguridad, pero no quise
despertarla faltando tan poco para llegar.
Llegamos a un punto en la ruta en la que había un banco de
niebla que me cegaba realmente. La ruta estaba en pésimo estado y
sin ninguna señalización ni luces en un cruce de rutas. Cuando me
doy cuenta, aminoro la marcha y de repente se termina la ruta,
porque se divide en dos. Seguimos derecho a un espacio triangular
que hay. Me quedo tranquilo pensando en que el auto iba a caer a un
descampado de pasto. Pero había un pozo profundo al terminar el
terraplén donde el auto se clava. Escuché mucho ruido de vidrios y

37
hierros retorcidos y lo próximo fue darme cuenta que estaba en
medio del pasto. Creí que estaba con el auto dado vuelta y que el
pasto entraba, pero cuando trato de escarbar con las manos para ver
que tenía debajo mío me doy cuenta que era barro. En ese momento
me doy cuenta que estaba fuera del auto, que había salido despedido.
Hasta ese momento no sentía ningún dolor. Intento moverme
y me doy cuenta que no puedo. Hago un poco más de fuerza y me
doy cuenta de que no muevo mis piernas. Me toco los genitales para
ver si me había orinado y vi que no sentía ni mis genitales ni mi
abdomen, entonces me doy cuenta que me fracture la columna y la
médula. Trato de sentarme a pesar de eso, pero cuando lo intento
haciendo fuerzas con los brazos, siento un dolor muy intenso en el
costado izquierdo porque tenía siete costillas rotas y una de ellas me
perforó el pulmón y se me produjo un neumotórax. Entonces me
quedo respirando con mucha dificultad por falta de aire sólo con el
pulmón derecho y escucho que mi amigo comienza a llamarme.
Escuchaba también el grito de dolor y desesperación de la mujer de
él. Mi amigo me ubica en medio del frío, de la oscuridad y de la
niebla. Me pregunta que pasó y le explico que volcamos, y le doy
referencias del lugar donde estamos. Quise darle mi celular y me
encuentro solamente con el porta celular. Por esta razón no pudimos
llamar a nadie. Le explico cómo salir a la ruta, pero antes le pido que
busque a mi novia. Él sale y la busca pero no la encuentra. Sin
embargo me dice que estaba todo bien y que me quedara tranquilo.
Durante el tiempo en que mi amigo sale a buscar ayuda a 2
kilómetros de allí a la casa de unos amigos que viven en el campo,
yo sentía mucho frío y dolor, y el grito de nuestra amiga me
desesperaba.
Veo que me estaba muriendo, que no podía respirar, me
estaba mareando. Como médico, sabía que no me tenía que dormir.
Me cerré bien la campera y en ese momento me invadió un estado
muy difícil de descifrar: era una mezcla de miedo, dolor,
desesperación. Miedo a lo desconocido, a la muerte. Lo llamativo
para mi hoy es darme cuenta que en ese momento no recé. Yo que
tanto rezaba, ahora no lo estaba haciendo. No me acordé ni de Dios
ni de Jesús, ni de ninguna virgen. Hoy me doy cuenta que a Dios no
lo conocía, ¿cómo lo iba a llamar entonces?

38
Luego de dos horas, llega la ambulancia con un colega y un
enfermero amigo. Les explico que tenía la columna para que tomen
los recaudos necesarios y les pregunto por mi novia. Tardan unos
momentos y me dicen: vos sos la prioridad. En ese momento, el
dolor y el frío me estaban matando, ya no aguantaba más. Lo único
que comencé a pedir era que me calmen el dolor. Era un dolor
insoportable.
Me llevan en la ambulancia muy rápido a L. N. Além donde
me atiende la doctora Koch, y me da un buen analgésico, un buen
sedante y de allí me llevan a Posadas, capital de nuestra provincia, en
otra ambulancia de alta complejidad. Otro amigo, el Doctor
Gutiérrez me acompañó y se jugó por mí, haciendo lo imposible por
llegar rápido y atenderme bien. Estuve conciente todo el viaje y
cuando llegamos al sanatorio, me bajan de la ambulancia y veo un
techo gris o blanco y no recuerdo más nada. Eso era el 09 de julio de
2002.
Cuando vuelvo a tomar conciencia de la realidad era el día
03 de agosto del mismo año. Estaba internado en el centro de
rehabilitación del Hospital Perrando de Resistencia, capital de la
provincia de Chaco a unos 450 kilómetros de mi ciudad.
Según todas las historias clínicas, en ningún momento figuro
en coma, pero no me acuerdo de nada. Estaba en terapia, entubado y
sedado pero no en coma. Igualmente no recuerdo nada de lo que pasó
en un lapso de más de un mes.
En la tarde del día del accidente, debatían los médicos si
hacerme una cirugía o no, porque por mi estado precario de salud
esperaban que me muriera en cualquier momento. Mis familiares no
sabían qué hacer y entonces un grupo de colegas deciden que si iba a
morir que fuera en el quirófano. Me ingresan con una presión arterial
muy baja, de 80 – 40, y en esa presión me mantuve las 5 horas que
estuve en el quirófano. Ahí trabajan con mi fémur que estaba roto
poniéndome tres clavos, y me arreglan la columna que la tenía
quebrada a nivel D 12 lumbar 1.

La dura realidad después del accidente


Cuando despierto a la nueva realidad, me acuerdo del
accidente, y de todo lo que estoy relatando. Lo primero que pregunto
es por mi novia y me dicen que estaba muy grave internada en otra

39
clínica, que me quedara tranquilo. Continúo por mis prioridades y
pregunto por mi auto, y me dicen que me quede tranquilo que estaba
todo bien. Pregunto dónde estaba y me explican que estaba internado
en Resistencia, Chaco.
A unas 2 horas de despertar, no sé cómo pero yo sabía con
seguridad que mi novia estaba muerta. Les pregunto otra vez y les
pido que no me mientan y me confirman que sí, había muerto en el
lugar del accidente. Para mí el dolor no fue tanto al saber que estaba
para siempre paralítico como cuando supe que ella murió. Fue en ese
momento en que mi vida perdió todo sentido.
Lloré bastante y comencé a preguntar por su sepelio y todos
los demás detalles. Pido por favor que llamen a mi suegro, el padre
de mi novia para hablar con él.
Quise superar todo ese mundo derrumbado por mí mismo.
Estaba con incontinencia de esfínteres anales y urinarios.
Usaba pañales, tenía escaras (heridas profundas) por todos lados.
Incluso después, durante mucho tiempo me quedó como una
repulsión a las moscas, porque apenas abrían una ventana entraban
moscas a la habitación de la clínica.
En ese momento creí que mi vida no tenía más salida, que no
tenía más solución. Ahí me confronte con la realidad de que en un
segundo había perdido todo: mi hermosa novia de 24 años, el nivel y
reconocimiento socio-cultural de mi ciudad, la aceptación que tenía
como médico, el mejor auto que tenía, el dinero, las amistades, el
título y la profesión, todo, todo se había esfumado. Todo se había
terminado en un segundo. Me había quedado sin nada.
Sólo me había quedado lo que tenía por último que era mi
familia. Fueron lo únicos que se quedaron firmes conmigo. Mis
padres y mi hermana con su esposo estuvieron conmigo en todo
momento. Eso es algo muy valioso para mí, el hecho de que la
familia esté presente le ayuda a cualquier persona a superar cualquier
cosa.
Como médico, con la sensación clásica de omnipotencia,
muy testarudo, muy cabeza dura, creí que solo iba a poder salir de
esto. Otra vez con el ritual me llené de estampitas y santos. Fui muy
abierto a que todas las personas que me fueran a visitar lo hicieran,
sin importar credo o religión. No hice diferencias, acepté a todos.

40
Un día, me visitó uno de los hombres más sabios que
conozco. Un hombre de 72 años, sin estudios secundarios siquiera.
Este hombre comenzó a hablarme con sencillez pero con mucha
profundidad y verdad. Recuerdo que una de las preguntas que me
hizo y produjo un antes y un después en mi vida emocional y
espiritual fue: ¿conocés a Dios? A lo que respondí con un
contundente sí. Allí comenzó a explicarme quién es Dios. Me di
cuenta que a Dios lo conocía como a San Martín, o a Belgrano o a
Sarmiento (grandes líderes de nuestro país) o al presidente de turno.
Sabía quién era de oídas, de teoría, pero no lo conocía. Este hermoso
hombre es el pastor Darío, quien me presentó a Dios como mi Papá,
como mi Padre. Yo conocía al Dios creador, pero a partir de ahí
comencé a conocer a Dios el Padre. Me pude dar cuenta que sin Dios
es difícil vivir y que Él tenía el poder de restaurar todo en mi vida.
En ese momento me quebré, lloré mucho, y pude empezar a vivir mi
vida espiritual aceptando el amor de Jesús y viviendo una vida con
sentido de la mano de mi Dios, mi Papá.
Hasta ese momento, todo el esfuerzo que había hecho y todo
lo que había alcanzado y construido no tenía sentido. Todo se me
había ido en un segundo y me di cuenta de que no tenía nada
duradero. Recién en ese momento me empezaba a encontrar con el
verdadero sentido de la vida, con verdaderas prioridades, con
verdaderos valores, con Dios.
Con los días fui conociendo a un Dios amigo y padre
siempre presente. Aprendí a hablar con Él, a conocerlo en su
Revelación de Sí mismo que es la Biblia.
En esa época comencé con Psicoterapia. Eran personas muy
bien intencionadas, pero que no me podían ayudar. Eran muy
pasivos, no hablaban, no contemplaban mi aspecto espiritual, que era
lo que estaba muy en juego en ese momento. Sentí que me llevaban
de nuevo al abismo, y decidí suspender ese tratamiento.
Los médicos insistieron en un tratamiento psiquiátrico, que
daba sus resultados mientras duraba el efecto de la medicación.
También renuncié a ese tratamiento.
Me aferré fuerte a Dios, a mi nuevo sentido de la vida y a mi
familia para salir adelante. Volví a retomar mi terapia de
rehabilitación psicomotriz, que había abandonado hacía un tiempo.

41
Con la ayuda de una chica muy querida de tan sólo 15 años
estudiaba la Biblia todos los días al medio día y fui así avanzando en
un proceso de recuperación gradual y progresiva en todas las áreas
de mi vida.
Yo, a pesar de estar siempre con la actitud de ir para
adelante, había tenido episodios de bajones y depresiones antes del
accidente, pero después de vivir con Dios día a día nunca más los
experimenté. Siempre con ganas, con fuerzas y para adelante. En tan
solo 4 años Dios hizo lo que pensé que nunca iba a superar.
Comencé a hablarle a todo el mundo de todo lo que estaba
experimentando y aprendiendo. Por las noches se turnaban dos
chicos para darme vueltas cada dos horas por el dolor y las escaras.
Les decía que no fueran como yo que había vivido por 35 años en
una religión en vez de en una relación con Dios. Los médicos me
llevaban a animar a otros pacientes en mi misma condición pero
deprimidos y sin sentido. Fue un tiempo de cambio día tras día.
Terminé mi rehabilitación con muy buenas expectativas y
pronóstico. Dios hace milagros.
Volví a San Javier para seguir con mi vida. Tuve otras
complicaciones intestinales y tuve que ser intervenido
quirúrgicamente.
Al año del accidente comencé nuevamente a trabajar. Mi
familia siempre me apoyó muchísimo.
Igualmente hubo un desgaste tremendo de mis padres por su
edad. Papá tiene hoy 69 años y 67 mi mamá. Estoy muy agradecido a
las personas que también se acercaron a mis padres para abrirles los
ojos y hacerles ver a este Dios que me sostiene y consuela hoy. Ellos
también eran muy idolatras y ritualistas. Tal es así que frente a
nuestra casa teníamos una gran estatua de una virgen de 1,80 metros
de altura. Ellos entendieron y conocieron a Dios de la misma manera
y hoy vivimos nuestra vida con propósito y sentido.
Dios los lleno con nuevas fuerzas para seguir con la vida.
Por afinidad comencé a desarrollar nuevas amistades, que
desde allí nunca me abandonaron. Mis amigos Luis y Tati vinieron a
visitarme durante un año todos los días para apoyarme.

La vida hoy
Mi vida hoy tiene sentido.

42
Es fácil decir “Dios es primero” cuando cumplo con el ritual
de ir de vez en cuando a la iglesia. Pero la vida tiene sentido cuando
entendemos y ponemos a Dios primero en cada área de nuestra vida.
Yo incentivo a todos a poner a Dios en primer lugar cada día
de la semana. Dios primero en el trabajo, en las relaciones, en la
familia, en las finanzas, en todo.
Hoy, sin poder hacer cirugías, sin poder hacer muchas otras
actividades, Dios me permite ver un crecimiento profesional y
económico superior al anterior. Incluso en esta condición terminé
una nueva especialidad: ecografía.
Dios no sólo restauro mis emociones, sino que también me
ayudó a elaborar los duelos, a avanzar en mi rehabilitación, a volver
a trabajar y a prosperar integralmente.
Unos 5 meses después del accidente, me visitaron los padres
de mi novia. Ahí lloré tremendamente y pude descargar el dolor.
Dios me ayudó a recordarla positivamente y soltarla.
Había algo que realmente me molestaba y estorbaba, en lo
que Dios me ayudó. Por las noches me despertaba por los ruidos de
vidrios y hierros retorcidos que escuchaba. Un día, charlando con un
pastor, me pregunto si me sentía culpable por el accidente. Le dije
que sí, ya que yo manejaba. Este pastor me ayudó a ver que todo
había sido un accidente, que había niebla, no había señalizaciones, y
demás. Me preguntó si me sentía culpable por la muerte de mi novia,
a lo que respondí que sí. Entonces me ayudó a recibir el perdón de
Dios y a comenzar el proceso de perdonarme a mi mismo. Esto algo
muy tremendo. Tuve que estudiar, investigar y entender que sin el
perdón, no hay restauración. Después que me perdoné a mí mismo,
dejé de sufrir esa tortura de las noches.
También estoy tranquilo porque con Nito y Zulma, los
padres de mi novia, tenemos una relación muy fluida. Ellos fueron
siempre como unos padres para mí. Me hace mucho bien saber que
entendieron que fue un accidente, como así también sus hermanos
Rolo y Norbert. Los quiero como a mi familia.
Después de toda esta experiencia durísima en mi vida, me
doy cuenta que hoy con Dios tengo la paz que antes del accidente no
tenía.
Me impactó mucho en ese tiempo el texto de Romanos 8 que
dice que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien.

43
Dios usó el accidente, esta circunstancia difícil de la vida que puede
vivir cualquier ser humano, para que mi familia y yo lo
conociéramos. Él permitió que entendamos que la muerte es un paso
a la eternidad. La paz que tengo hoy es indescriptible.
Entendí también que no tengo que esperar que Dios haga
magia. Él trabaja en equipo con nosotros. Me impactó el texto de
Josué capítulo 1, donde se nos recomienda esforzarnos y ser
valientes y aferrarnos a Dios todo el tiempo. Yo pensaba que Él
hacia todo y yo nada, pero pude comprender que no es así.
Un texto lema en mi vida es “Todo lo puedo en Cristo que
me fortalece” de Filipenses 4. 13. Esa es una gran verdad. Con las
fuerzas de Dios todo se puede. Yo sólo no puedo.
Yo siempre pensé que había logrado todo solo, sin embargo
pude comprender que Dios me había dado todo lo que tenía y yo no
lo reconocía. Hoy entiendo que todo lo material es bueno, pero no es
lo más importante. Todo lo que tuve, en un segundo lo perdí. Lo
material va y viene.
Hoy, con la paz de Dios, lo material volvió. Pero ya no
ocupa en mi vida el lugar de antes. Lo más importante es mi vida
espiritual de la mano de Dios. La relación con Dios segundo a
segundo, minuto a minuto, día a día. Esta es definitivamente una
mejor vida.
Mi familia pasó por momentos muy difíciles, pero Dios
siempre los acompañó y sostuvo en todo.

Físicamente, la evolución fue impactante.


Yo no tenía sensibilidad de las costillas para abajo. Ese era el
pronóstico médico, no muy favorable. Además, me decían que iba a
tener que usar pañales permanentemente y usar una silla de ruedas de
respaldo alto por la falta de control del torso.
Hoy tengo sensibilidad hasta los genitales, manejo
voluntariamente el esfínter, en forma normal. Tuve la gracia de pasar
por cirugía para revertir la colostomía definitiva que tenía. Muevo la
cintura, trabajo en el consultorio ginecológico (sin hacer partos), me
traslado de la silla al auto sin dificultad, entre otras cosas.
Sigo confiando en el Dios de lo imposible. Espero que Dios
termine el proceso de milagro que comenzó en mí.

44
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Tres
“La perspectiva bíblica”

La realidad
El dolor, la tragedia, el sufrimiento, la muerte y el duelo son
circunstancias inevitables de la vida.

La perspectiva bíblica
En el Libro de Job, en los capítulos 1 y 2 encontramos una
historia de dolor terrible que nos sirve como ejemplo para entender
algunas cosas. El sufrimiento y dolor experimentados por Job fueron
tremendos, acrecentados por “amigos” que intentaron dar una
explicación al sufrimiento de Job. Y como muchas veces también lo
hacemos nosotros, no tuvieron muy buenas respuestas para dar y casi
logran destruir las convicciones de Job ante esta situación. Vamos a
ver como Job después de mucho tiempo pudo salir fortalecido de esta
situación y logró desarrollar una relación más íntima con Dios.

1
1
Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre
perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. 2Y le nacieron
siete hijos y tres hijas. 3Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil
camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y
muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los
45
orientales. 4E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada
uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que
comiesen y bebiesen con ellos. 5Y acontecía que habiendo pasado en
turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se
levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de
todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y
habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera
hacía todos los días.
6
Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de
Dios, entre los cuales vino también Satanás. 7Y dijo Jehová a
Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo:
De rodear la tierra y de andar por ella. 8Y Jehová dijo a Satanás:
¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la
tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
9
Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de
balde? 10¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo
que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto,
sus bienes han aumentado sobre la tierra. 11Pero extiende ahora tu
mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu
misma presencia. 12Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene
está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió
Satanás de delante de Jehová.
13
Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino
en casa de su hermano el primogénito, 14y vino un mensajero a Job, y
le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de
ellos, 15y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los
criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia.
16
Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de
Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los
consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. 17Todavía
estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres
escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y
mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para
darte la noticia. 18Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo:
Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su
hermano el primogénito; 19y un gran viento vino del lado del desierto
y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los
jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.

46
20
Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se
postró en tierra y adoró, 21y dijo: Desnudo salí del vientre de mi
madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el
nombre de Jehová bendito. 22En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a
Dios despropósito alguno.
2
1
Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para
presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos
presentándose delante de Jehová. 2Y dijo Jehová a Satanás: ¿De
dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la
tierra, y de andar por ella. 3Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has
considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra,
varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que
todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él
para que lo arruinara sin causa? 4Respondiendo Satanás, dijo a
Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
5
Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si
no blasfema contra ti en tu misma presencia. 6Y Jehová dijo a
Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
7
Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job
con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de
la cabeza. 8Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba
sentado en medio de ceniza.
9
Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice
a Dios, y muérete. 10Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las
mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y
el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
11
Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar
naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido,
vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir
juntos para condolerse de él y para consolarle. 12Los cuales, alzando
los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada
uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus
cabezas hacia el cielo. 13Así se sentaron con él en tierra por siete
días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que
su dolor era muy grande.

47
Introducción
Ejemplo: Un niño jugando en la vereda sale corriendo a la
calle y lo atropella un colectivo. Una amiga de la madre se acerca a
ella con angustia y dolor y le dice: “Fue la voluntad de Dios”.

Las situaciones de tragedia, dolor y muerte ¿son realmente


voluntad de Dios?
El hecho de que Dios sea omnisciente significa que Dios
tiene conocimiento previo de las cosas que nos suceden, pero eso no
significa que Él quiera que eso suceda ni que Dios mismo cause que
eso ocurra.
Nosotros también podemos tener pensamiento previo del
suceso al mirar la dirección del colectivo y la dirección de la carrera
del niño. En un segundo podemos darnos cuenta de qué es lo que va
a suceder, lo que no significa que sea nuestro anhelo que suceda.
Siempre recurrimos a la vía fácil para resolver o dar
respuesta a las tragedias, el dolor y la muerte. Pero esas respuestas no
concuerdan con ese Dios que en Jesucristo conocemos como un Dios
de gracia, misericordia y amor. Al no poder dar respuesta decidimos
refugiarnos en un fatalismo cristiano o decidimos no refugiarnos más
en el Dios de amor.
Hay un poder de maldad en el universo. El Diablo desea
nuestra muerte. Jesús dijo que él vino a robar, matar y destruir y la
Biblia le da el nombre de Satanás. Algunos pensarán y se
cuestionarán porqué Dios no destruye a este ser de maldad,
contradicción, dolor, sufrimiento, pérdida. La realidad es que según
la Biblia, Dios está destruyendo a este ser a través de la batalla
cósmica cuerpo a cuerpo. Es un proceso permanente. Como lo
expresó el apóstol Juan en su primera carta capítulo 3 versículo 8, el
Hijo de Dios vino a deshacer las obras del Diablo. Mientras tanto el
Diablo continúa llevando adelante su obra nefasta de destrucción de
la corona de la creación: nosotros los seres humanos. Y lo hace de
múltiples maneras: por medio de las tentaciones, del dolor, del
sufrimiento, de la muerte, de la pruebas.
Si entendemos esto debemos estar preparados para resistir al
Diablo hasta que huya de nosotros. Todo este pensamiento lo vemos
claro en el libro de Job.

48
El libro de Job presenta la historia de esta persona de una
manera dramática. Esta historia puede ser dividida en tres partes: un
prólogo que abarca los primeros 2 capítulos. Un diálogo que ocupa la
mayor parte del libro. Y, finalmente, un epílogo que abarca los
últimos capítulos donde se resuelve la historia.
En el prólogo se presenta a Satanás presentándose delante de
Dios en los cielos. En el diálogo se describe una serie de obras
perversa por parte de este ser de destrucción y todos los esfuerzos
humanos por darle explicación con una serie de argumentos
humanos. Finalmente en el epílogo encontramos a Dios
imponiéndose a la obra de este ser maligno y cumpliendo su
propósito eterno de amor en la vida de esta persona que tanto había
sufrido: Job.

Cómo interpretar las circunstancias adversas


(Trascripción autorizada de parte de una conferencia del Dr. Pablo
Deiros sobre el dolor y la muerte en los cristianos).

En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, este hermoso


hombre de Dios nos habló una mañana de domingo a unas 1.000
personas acerca de la muerte. Mi vida experimentaría un antes y un
después desde esa tremenda enseñanza esa mañana. Tengo el honor
hoy de tener su permiso para usar esa enseñanza en esta obra, para la
sanidad y libertad de muchas personas que estén sufriendo, puedan
encontrar consuelo a través de estas líneas.
Dios bendiga su vida, Dr. Deiros, y lo siga usando para traer
libertad a todo el Reino de Dios en la tierra como lo hizo hasta hoy.

El Dr. Pablo Deiros, reconocido Historiador y Teólogo


argentino, escritor de varios libros, Pastor y Apóstol, sugiere
interpretar las circunstancias adversas de la vida analizando tres
palabras que se relacionan a estas circunstancias: ejemplo, examen y
explicación.
Debemos interpretar las circunstancias de sufrimiento, dolor
y muerte a la luz de la Biblia y con la seguridad de que el Dios de
amor y misericordia está de nuestro lado en esta lucha y resistencia
contra las obras del maligno en la humanidad.

49
La primera palabra a analizar es Ejemplo: la historia de Job
para el análisis y la aplicación a nuestra propia historia personal.
Hay dos preguntas que debemos responder para entender este
ejemplo.
La primera es: ¿quién era Job? El texto nos cuenta que era un
patriarca muy rico del cercano oriente, sus riquezas eran ovejas,
burros, camellos, tierras, un montón de siervos. Tenía el tesoro más
grande que se podía concebir: una esposa y muchos hijos. Una
familia grande y hermosa, todos los bienes y era un hombre íntegro,
un hombre que andaba de acuerdo a la voluntad de Dios. Era un tipo
10, plenamente realizado.
La segunda pregunta es: ¿qué le pasó? Cayó en desgracia.
Perdió sus bienes en manos de ladrones y en un fuego devastador. A
causa de estas circunstancias, podemos quedarnos de la noche a la
mañana sin sustento, sin trabajo, sin bienes, como le sucedió a Job.
Pero una de las peores cosas fue perder su tesoro más extraordinario:
sus hijos. Los pierde en una reunión de hermanos, que evidentemente
se llevaban muy bien, y mueren todos en un ciclón que destruyó la
casa donde estaban de fiesta. Finalmente, como si fuera poco, él
mismo cae en una enfermedad que lo llena de heridas desde la planta
del pié hasta la cabeza. La Biblia presenta claramente como gestor de
todas estas desgracias a Satanás. Sin embargo, la misma Biblia dice
que Job, lejos de rebelarse contra Dios, se humilló y adoró a Dios.
No maldijo, adoró. No siguió el consejo de su esposa en el capítulo 2
en donde le sugiere maldecir a Dios y luego lo abandona.
Job es el ejemplo por excelencia de un ser humano que sufre.
Pero la pregunta es ¿por qué ocurren desgracias a gente tan justa?,
¿por qué gente cristiana, gente fiel, que buscan vivir de acuerdo a la
voluntad de Dios sufren, padecen pérdidas, dolor y aún la misma
muerte?

La segunda palabra a analizar es Examen: tenemos aquí tres


cosas que analizar.
Primero, debemos analizar la causa: ¿por qué Job sufrió esta
tragedia? Tenemos 3 posibilidades: 1) La tragedia tiene su causa en
el pecado humano. De hecho esta es la tesis de los amigos de Job que
lo responsabilizan del castigo de Dios. La teología de los amigos se

50
basaba en los pecados de Job. La idea es que la prosperidad es
recompensa por el bien y la pobreza es el castigo por el pecado. Un
poco la ley moral nos dice que esto es así, sufrimos las
consecuencias de nuestra decisión. 2) Se piensa que la tragedia tiene
su causa en la soberanía de Dios. Job mismo consideraba que tanto
su prosperidad como su desgracia eran la obra de Dios. Esta es una
idea muy popular, creer que Dios es poderoso y soberano y controla
todo lo que ocurre. La Biblia enseña que de Dios provienen toda
dádiva y todo lo perfecto, pero no enseña que de Él provenga todo lo
trágico que me pueda ocurrir. Que Job lo haya pensado y dicho de
esta manera no quiere decir que Dios lo piense y lo diga. La Biblia
dice de tapa a tapa y en especial en el nuevo Testamento, que Satanás
es el gestor, promotor y causante de todo mal. La única verdad es
que quizá existen momentos en los que Dios no hace ningún milagro
para librarnos de esas situaciones de desgracia. Decir “es la voluntad
de Dios” no es correcto. 3) A la luz de la Palabra de Dios, la tragedia,
el dolor, la muerte tienen su causa en la obra de Satanás. Y para
entender la historia de Job y alguna circunstancia nuestra, es
necesario que la analicemos desde esta perspectiva.
Satanás aparenta estar sujeto a Dios según los primeros
versículos, cuando realmente no lo está. Pero vemos que el Diablo le
hace a Dios una pregunta digna de un cara dura, una pregunta hábil,
de manipulación y engaño: “¿acaso teme Job Dios de balde? ¿No le
has cercado?”. Y Satanás quiere tentar al mismo Dios y le sugiere
quitar ese cerco y ver como Job lo blasfema. Satanás calumnia a Job
delante de Dios y hoy sigue ocupado en lo mismo. Por eso la Biblia
presenta a Jesús como nuestro abogado, para defendernos de la
calumnia del Diablo permanentemente. El Espíritu Santo también es
nuestro parakletos, es decir, nuestro compañero que nos defiende
permanentemente del Diablo que nos acusa delante de Dios. Ésta es
sólo una vía de las obras de Satanás. También se presenta delante de
nosotros y nos habla mal de Dios, nos llena la cabeza
preguntándonos, por ejemplo: “¿perdonará Dios ese pecado que estás
cometiendo?” Le hacía pensar a Job que lo ocurrido en su vida fue la
voluntad de Dios, que si Él lo había permitido fue para su bien. Pero
la pregunta es ¿cómo puede Dios usar algo tan malo, como el hecho
de perder un hijo, para enseñarme algo bueno? Fue Satanás el que lo
hizo y le dijo a Dios que Job es bueno por todo lo que tiene, mientras

51
que a Job le dice que lo malo que le pasó fue voluntad de Dios. Esto
nos pasa todos los días cuando tenemos algún problema o desgracia.
Esto podemos verlo claro en el ejemplo en Génesis 3, donde empezó
todo esto. Ahí es exactamente igual: Satanás habla mal de Dios y
engaña y manipula, sembrando dudas en Adán y Eva, en cuanto al
amor de Dios. Su meta es siempre la misma: destruir la maravillosa
obra de Dios, el ser humano.
Segundo, debemos analizar la ocasión. La ocasión fue la
tentación a Job. Una tentación significa un examen para probar algo.
Pero dice la Biblia que Dios nunca nos tienta a hacer lo malo, ésta es
la tarea de Satanás. Dios nos prueba o permite la prueba en un
sentido para poner a prueba nuestra fidelidad. Pero Satanás nos tienta
para probar nuestra falta de fe. Los objetivos de Dios y Satanás son
diferentes. En el libro de Job dice que Satanás le propone a Dios
literalmente extender su mano y afligir, tocar a Job. Pero Dios no lo
hace, porque Dios no es así y no se sujeta la voluntad de Satanás.
Dios no lo toca a Job pero sí le permite a Satanás que lo haga con el
objetivo de que quedara demostrada la fidelidad de Job ante la
mentira acusadora de Satanás. La pregunta es ¿por qué Dios lo
permitió? Pero tenemos que pensar ¿cuándo fue la última vez que
pecamos? Lo hacemos sin que nadie nos obligue, ya que tenemos
libertad de decisión. Dios respeta esa libertad y no impide por
decreto que ocurran cosas que son nuestra decisión, incluso la
decisión de Satanás. Aquí se ve la voluntad permisiva de Dios que
permite que Satanás haga lo que no es su voluntad original. Mientras
Dios permite que Satanás lleve a cabo alguno de sus designios, queda
claro que le pone límites para que no nos destruya. Dios le recuerda a
Satanás que Dios sigue siendo fiel, y Satanás no está contento porque
su idea es la destrucción total. Así que viene a la carga de vuelta y
vemos en el capítulo 2 verso 4 que le dice a Dios: “piel por piel, todo
lo que el hombre tiene dará por su vida” y da así un paso adelante y
arguye que Job es sólo un egoísta que quiere salvarse a cualquier
costo: su familia y sus bienes. La acusación es muy seria. Y le dice a
Dios: “tócalo y verás qué pasa”. Vuelve a querer enredarlo a Dios en
el mal, pero no lo hace sino que le deja a Satanás que lo haga y le
vuelve a poner un límite: “no toques su vida”. La obra destructora de
Satanás es siempre la ocasión de nuestra aflicción. Qué pecado grave
que cometemos cuando le facturamos a Dios nuestras desgracias, y

52
lo que es peor, las desgracias que Satanás gesta contra nosotros.
Cada vez que nos preguntamos por qué Dios nos castiga, le estamos
culpando a Dios cuando la culpa de todo la tiene Satanás. Él nos
anda mintiendo, engañando, destruyendo y además nos lleva a pecar
echándole la culpa a Dios.
La tercera cuestión que debemos analizar es el proceso de
este examen. Hay una gran verdad. Esa verdad dice que ningún hijo
de Dios está eximido automáticamente de sufrir una tragedia. Si esto
fuese posible, la calumnia de Satanás sería cierta y estaríamos
sirviendo a Dios por lo que podemos obtener de Él. La relación con
Dios no es de transacción, de trueque: te sigo para que me vaya bien,
obedezco para que me prosperes, etc. Pero lo cierto es que cuando la
tragedia viene, no es la voluntad de Dios sino la de Satanás. En su
sabiduría y amor infinito Dios respeta la libertad que nos dio y aún la
de Satanás, y permite que pasemos por el fuego. Pero esto se da para
probar nuestra integridad, desarrollarnos en el proceso, pero no es
que Dios lo cause para obtener ese fin. Es Satanás quien causa todos
los males para probar nuestra falta de fe, para destruirnos y
aniquilarnos porque ése es su propósito. Y aún así, Dios siempre
pone límites a Satanás. Dios está siempre de nuestro lado cuando
pasamos tiempos de aflicción. Podemos pensar que lo que estamos
pasando no tiene solución, que no hay esperanza, que no hay salida,
pero Satanás no puede hacer lo que quiere con tu vida y con tus
cosas. Lo que Dios desea y espera es que El Espíritu Santo te dé luz
para que dejes de echarle culpas a Dios de las cosas que te suceden y
que te asocies con Dios en resistir al Diablo hasta que huya de tu
vida frente a cualquier enfermedad, sufrimiento o dolor en tu vida.
¿Por qué oramos por los enfermos? ¿Para que estén sanos? Sí, pero
es importante que junto con la proclamación del evangelio del Reino,
sanemos a los enfermos y echemos fuera demonios para que
asociados con Dios luchemos contra Satanás. La vida cristiana, te
guste o no te guste, es una constante guerra espiritual. Tenemos un
problema con Satanás que se ha rebelado y vive empeñado en
calumniar a Dios y destruir Su creación. Hasta que no nos plantemos
ante todo lo que descalifica al ser humano y le hagamos guerra a
Satanás vamos a seguir sufriendo y echándole la culpa a Dios.
Cuando la tragedia, el sufrimiento o el dolor estén en nuestra vida,
debemos recordar que Dios está a nuestro lado. Tenemos que

53
aferrarnos a la promesa de Dios que encontramos en 1ra Corintios
10. 13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación, prueba o ataque
del Diablo que no sea humana. Pero fiel es Dios que no os dejará ser
tentados, probados, afligidos más de lo que podáis resistir, sino que
dará juntamente con la tentación, la aflicción, el dolor la salida para
que podáis soportar”. Sin embargo, la salida la tenemos que
encontrar nosotros. Dios no nos puede forzar como en un embudo a
salir del problema. Somos nosotros que en oración, en batalla y con
la verdad de Dios debemos desbaratar los engaños del Diablo. Somos
nosotros que con el escudo de la fe apagamos los dardos que el
Diablo nos tira física, emocional y espiritualmente, en todas las áreas
de nuestra vida.

Detengámonos un momento a analizar la palabra


explicación. Por supuesto que no es fácil explicar la voluntad de
Dios, pero no es imposible lograr algún grado de explicación de lo
que es la voluntad de Dios.

La voluntad de Dios
Lo primero que nos dice la Biblia es que la voluntad de Dios
es siempre perfecta. Significa por un lado que su voluntad es
benevolente, siempre lo mejor para nosotros. La voluntad de Dios es
una expresión de su corazón, de lo que Él es, y Él es amor. La
voluntad de Dios es siempre una expresión de amor para nosotros. Su
amor no es sentimental, pasajero, circunstancial, condicional. El
amor de Dios es la expresión de su corazón, de su ser más íntimo. Su
amor es permanente y leal al objeto de amor que somos nosotros. En
consecuencia la reacción natural del amor de Dios es su odio o
resistencia al pecado porque nos afecta a nosotros, destruye nuestra
vida como objeto de su amor. Dios odia el pecado porque nos
destruye a nosotros, a quienes Él ama. Además, su voluntad es
inteligente: Él actúa siempre inteligentemente, no por impulso o
irreflexivamente. Él actúa siempre en relación al propósito eterno
para nuestras vidas, y ése propósito no cambia. Él como padre
impone disciplina en amor y para corrección de una conducta que
nos destruye. Existe la ley de la siembra y la cosecha, que es una ley
moral y espiritual en el universo. Muchas de las aflicciones que

54
padecemos son consecuencias de nuestras propias siembras.
Cosechamos lo que sembramos. Una persona que miente no puede
cosechar verdad. El que siembra infidelidad no puede esperar
fidelidad. Alguien que da lugar al Diablo no puede ser lleno del
Espíritu Santo. Siempre cosecharemos lo mismo que sembramos. La
paga del pecado es muerte. Para los que no son hijos de Dios el
pecado los separa de Dios pero no los separa de su amor. Los que
voluntariamente escogen vivir en pecado, la única vía es la
separación de Dios. Pero eso no es la voluntad de Dios sino la
nuestra, a menos que volvamos arrepentidos a Dios. Y de hecho
muchas veces la tragedia logra que nos volvamos a Dios en la fe en
Jesucristo; en la aflicción podemos darnos cuenta del amor y el deseo
de salvación de Dios y lo aceptamos.
Pero así como la voluntad de Dios es perfecta, también es
siempre variada.

Tres dimensiones de la voluntad de Dios


Podemos entender la voluntad de Dios respecto a las
tragedias si tomamos en cuenta la voluntad de Dios en tres
dimensiones: su voluntad intencional, su voluntad circunstancial y su
voluntad final.
En primer lugar, la voluntad intencional de Dios es la que se
propone el bien para todas sus criaturas. En el comienzo de la
creación vemos que el ser humano gozó de todas las bendiciones
materiales y de la comunión con Dios. También vemos lo mismo en
Job. Pero en cada caso, surgieron circunstancias provocadas por
Satanás que impidieron que se completara la voluntad intencional de
Dios. Lo que Dios quiere es nuestro bien. Por lo tanto, si no lo
experimentamos es porque Satanás está en el medio o porque
nosotros le dimos lugar. Pero nunca cambia la voluntad intencional
de Dios. Esta es: que nos vaya bien.
En segundo lugar nos encontramos con la voluntad
circunstancial de Dios. Él desea que vuelvas a Él y lo glorifiques y
en el proceso te desarrolles nuevamente a su semejanza y vuelvas a
encarrilarte en Su voluntad intencional. Lo que Dios quiere es que
dejes de caminar en pecado, en dirección errónea y vuelvas
arrepentido y camines a la luz del amor de Dios para encontrarte con

55
el propósito eterno de Él para tu vida. Dios no quiere el sufrimiento,
el dolor o la tragedia. Él no la planea para vos, pero cuando la
tragedia ocurre o la aflicción te golpea, Él te ofrece su ayuda y
consuelo para sacarte de esa situación: ésta es su voluntad
circunstancial. En medio de la enfermedad Él quiere sanarte. En
medio de la aflicción y las ataduras Él quiere darte libertad. En
medio del dolor Él quiere traer consuelo.
En tercer lugar tenemos la voluntad final de Dios. Es el
cumplimiento definitivo en nuestra vida de su voluntad intencional,
de lo que Él quiere para nosotros. Esta verdad está bien ilustrada en
el final de la historia de Job, en la cual vemos que a pesar de toda la
obra destructiva de Satanás Dios le da a Job finalmente todas las
bendiciones y aún más grandes de las que había conocido. La
voluntad final de Dios para nuestra vida es vida eterna en Cristo y
todo lo que eso incluye aquí en este mundo.

Mientras que la voluntad de Dios final se va a cumplir, todos


vivimos en la voluntad circunstancial de Dios. Estamos en medio del
campo de batalla en guerra con el enemigo, éste ángel rebelde de
tinieblas que quiere destruir este planeta, especialmente al ser
humano y sus relaciones. Por eso existen tantos conflictos en las
relaciones familiares, e interpersonales. Estamos controlados por
mentiras y cegueras. Por eso estamos cacheteados por el dolor y las
circunstancias adversas, y por eso aún muchas veces la misma
muerte nos azota. Pero esa “no” es la voluntad de Dios. Pero
mientras la voluntad final de Dios no se cumple estamos prisioneros
de esperanza, estamos batallando en el Nombre de Jesús contra las
adversidades, proclamando la verdad de Dios contra las mentiras del
Diablo. En medio de esta lucha vivimos el amor como Dios quiere.
Si podemos entender esto, vamos a ver que no hay problema
matrimonial que no se pueda resolver, no hay conflictos personales
que no se puedan superar, no hay soledad que no se pueda
sobrellevar.
El sólo pensamiento de que cuando se cumpla la voluntad
final de Dios no vas a estar más solo, te dará la suficiente esperanza
para vivir la vida humana con todas las limitaciones que haya. La
frustración no es por siempre, ya que la voluntad de Dios se va a
cumplir de manera perfecta. La voluntad final de Dios es que todos

56
los seres humanos sean de veras sus hijos. En la voluntad
circunstancial de Dios tuvo que enviar a su propio hijo, para que
todos por la fe en Él lleguemos a ser hijos. Pero nuestra condición
humana está caída, tu propia voluntad está en juego, como lo está la
de Satanás, y la rebeldía contra el creador. Para que seamos salvos es
necesario que tu voluntad se involucre. Dios ha expresado su
voluntad final para tu vida mediante la entrega de su propio Hijo. Él
anhelo de Dios es que seas salvo y llegues a ser completo, ocupando
la condición de hijo. Pero Él está esperando tu respuesta a Su
voluntad. Él no puede torcer tu brazo. La clave de todo es no vivir de
espaldas a Dios, sino el reconocerlo como creador y dueño de nuestra
vida. Él ya te ha demostrado Su amor en la cruz. No importan las
circunstancias, la voluntad de Dios es que se cumpla de manera
perfecta en tu vida Su voluntad intencional, pero Él espera que
ejerzas tu voluntad y recibas Su voluntad.

Debemos renunciar a la voluntad de Satanás y disponernos a


rendir nuestra voluntad a la de Dios. Cuando lo hagas, la enfermedad
no será tan amenazante, el dolor no será tan fuerte, la soledad no
pesará tanto, la discordia y los conflictos matrimoniales tendrán
solución, si de verdad nos colocamos bajo la voluntad de Dios.
El Diablo confunde, nos lleva a pecar, nos hace
desencontrarnos, nos llena de culpa, nos llena de rencor y odio, de
falta de perdón. Todo esto no es la voluntad de Dios. Debemos
renunciar a esto y ajustarnos a la voluntad de Dios.
Hacer la voluntad de Dios es lo mejor para nuestra vida.

57
58
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Cuatro
“Dios: ¿Es amor?”

Dios
En Latinoamérica cualquier persona común se considera a sí
misma cristiana: cree en Dios, en Jesucristo, en la Biblia y en la
iglesia. Sin embargo, son estas mismas personas las que tienen los
más diversos conceptos a la hora de describir o defender sus
creencias. La pregunta que da nombre a este capítulo es
frecuentemente planteada por estas mismas personas que,
sorprendentemente, cuestionan las mismas creencias que dicen
sostener.
Como podemos verlo en todo el eje bíblico, el amor es la
esencia de Dios. Por tal motivo podemos afirmar con toda seguridad
que Dios jamás utiliza medios malos para fines buenos. De Él sólo
sale amor.
Su corazón, la esencia de lo que Él es, es el amor. La
voluntad de Dios es siempre una expresión de amor para nosotros. Su
amor no es sentimental, pasajero, circunstancial, condicional. El
amor de Dios es la expresión de Su corazón, de su ser más íntimo. Su
amor es permanente y leal al objeto de amor que somos nosotros. En
consecuencia, la reacción natural del amor de Dios es su odio o
resistencia al pecado porque nos afecta a nosotros, destruye nuestras
vidas, que es el foco de su amor. Dios odia el pecado porque nos
destruye a nosotros a quienes Él ama.
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La declaración más clara y que resume esto la encontramos
en el Evangelio Según San Juan en el capítulo 3 verso 16:

“…de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo


unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas
tenga vida eterna”.

Dios ama a todos los seres humanos. Somos nosotros los que
decidimos si aceptamos o rechazamos su amor. Toda la humanidad
vive de espaldas a Dios, rechazando un amor como el que jamás van
a conseguir por otros medios.
El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia en Roma en el
capítulo 8 versos 38 y 39 nos deja claro que Dios es amor y no
existen circunstancias que nos puedan alejar o separar de ese amor.
Somos objetos de Su amor.

“...estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni


principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto,
ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del
amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”

En el Salmo 100 verso 3 leemos algo muy especial:

“Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo y no nosotros a


nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”

La declaración “pueblo suyo” la encontramos una y otra vez


en todo el eje bíblico. Ésa es nuestra realidad, somos objeto del amor
de Dios. Él nos ama, desea lo mejor para nosotros todo el tiempo.
Somos nosotros los humanos los que voluntariamente rechazamos su
amor, le damos la espalda y vivimos nuestras propias vidas, tomando
nuestras propias decisiones.
Muchas veces no sabemos como verlo o que pensar de Dios
porque no lo conocemos. Debiéramos dedicar nuestra vida a
conocerlo y poder así vivir tranquilos de su mano. Debiéramos tener
las respuestas seguras en nuestra vida acerca de lo que Dios piensa
de nosotros, lo que quiere para nosotros. Aquí tiene algunas
respuestas.

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“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del
Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de
variación”.
Santiago 1. 17

“Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de


día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de
aguas, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que
hace prosperará”.
Salmo 1. 2- 3

“…yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice


Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que
esperáis”.
Jeremías 29. 11

Dios quiere nuestro bienestar, quiere darnos todo lo bueno,


quiere nuestra felicidad y nuestra prosperidad integral. Dios quiere
darnos lo que espero, pero el problema es que a veces no sabemos lo
que esperamos: ¿como vamos a recibirlo entonces?

Las preguntas más comunes ante la adversidad


¿Por qué a mí? Dios puede salvarme... o Dios podría haberlo
impedido... pero ¿por qué no lo hizo?
Si Dios es amor ¿por qué suceden las cosas que suceden?
¿Qué clase de Dios se queda con los brazos cruzados cuando
suceden cosas malas?
¿Por qué Dios no usa todo su gran poder para evitar que nos
sucedan ciertas cosas?
Éstas, y otras decenas de preguntas son las que rondan
nuestra mente cuando enfrentamos situaciones difíciles. Pero como
lo estamos descubriendo, Dios nos tiene las respuestas a muchos
“para qué” pero no nos tiene las respuestas a los “por qué”. Las
explicaciones no nos sirven ante el dolor.
El planeta en que vivimos esta marcado por las tragedias, las
enfermedades, los accidentes, los desastres naturales y la muerte.
Nadie está exento de todo esto. Todas estas realidades son parte de la

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vida en un mundo en el que las personas viven de espaldas a Dios y
sus principios.
Veremos a continuación cómo podemos ser traicionados por
nuestras propias emociones y enredarnos en las trampas de preguntas
sin respuestas.
Debemos interpretar las circunstancias de sufrimiento, dolor,
muerte a la luz de la Biblia y con la seguridad de que el Dios de amor
y misericordia está de nuestro lado en esta lucha y resistencia contra
las obras del maligno.

La muerte de los niños


Abordaremos el tema de la muerte en el capítulo siguiente,
pero quisiera aclarar algunas cuestiones respecto a la muerte de los
niños en el contexto de este capítulo.
Respecto a este tema, surgen una cantidad interminable de
interrogantes. Voy a dejarle una postura personal (fundamentada en
mis investigaciones y convicciones al respecto) para que usted lo
investigue por su parte y logre definir su propia opinión sobre este
tema.
Nos surgen interrogantes acerca de la muerte de los niños,
como por ejemplo:
¿Si Dios es amor, por qué permite que mueran los niños?
¿Qué pasa con los miles de millones de niños, hijos de
padres no cristianos, que no han conocido la fe cristiana y que
mueren sin haber podido recibir ésta formación cristiana?
¿Qué pasa con los cientos de niños que murieron por las
persecuciones en la época del nacimiento de Moisés y de Jesús?
¿Qué pasa con los fetos, hijos de cristianos, que mueren
antes de que se sepa de su existencia sin culpa de nadie? ¿Y con los
hijos de los no cristianos en esta misma condición?
Si todos esos niños no llegan a la vida en la eternidad junto a
Dios ¿cómo comprender que haya un llamado a todo hombre a
participar del amor universal de Dios por todos los seres humanos, a
participar de Su gracia, y que ese llamado y vocación se frustre en la
inmensa mayoría de los seres humanos? ¿Y que se frustre sin culpa
ni pecado personal?
Y la lista de preguntas puede seguir.

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Por supuesto que no hay respuesta definitiva al tema, y en
realidad tampoco hay respuesta clara respecto al tema en la Biblia
que guarda silencio en este sentido. Sí podemos hacer una lectura de
todo el eje bíblico y llegar a algunas conclusiones, que como ya lo he
expresado, son muy personales. Siempre debemos tener claro que
Dios es soberano y queda todo en sus manos.
La primera realidad que tenemos que aceptar es que mueren
los niños como cualquier persona muere en esta vida. La muerte es
parte de la vida en esta tierra aunque nos cueste entenderla y, como
ya lo hemos visto, nadie esta exento a la misma.
En cuanto a lo que sucede al niño después de su muerte lo
veremos a continuación.
En la Primera Carta del Apóstol Pablo a su discípulo
Timoteo en el capítulo 2 verso 4 encontramos lo siguiente:

“…el cual (Dios) quiere que todos los hombres sean salvos y vengan
al conocimiento de la verdad”.

La misma actitud de Dios de amar a todo ser humano y


desear que todos vivan eternamente junto a Él ya la hemos visto en el
Evangelio Según San Juan en el capítulo 3 verso 16:

“…de tal manera amo Dios al mundo, que ha dado a su Hijo


unigénito, para que todo aquel que en el cree no se pierda, mas
tenga vida eterna”.

En el Evangelio Según San Marcos, en el capítulo 10 verso


14, vemos la actitud de Jesús en persona respecto a los niños y el
Reino de Dios:

“Dejad a los niños venir a mi, y no se lo impidáis:


porque de los tales es el Reino de Dios”.

Él los recibía, los tomaba en sus brazos y los bendecía.


El mismo Jesús, en el Evangelio Según San Mateo en el
capítulo 21 verso 16 repite lo expresado por el Salmista en el Salmo
8 verso 2:

63
“De la boca de los niños y de los que maman
perfeccionaste la alabanza”.

El salmista David expresó claramente la actitud de Dios para


con los niños en su Salmo:

"Porque tu formaste mis entrañas tu me hiciste en el vientre de mi


madre. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en lo oculto fui
formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión
vieron tus ojos, y en tu libro están escritas todas aquellas cosas que
fueron luego formadas, sin faltar una de ellas."
Salmo 139. 13, 15 - 16

En la Biblia vemos que Dios tiene una preocupación especial


por los niños. Todo el tiempo vemos una actitud de reconocimiento y
respeto de los niños. Es más, literalmente dice que “de los tales es el
reino de Dios” y los pone como ejemplo para los adultos de cómo
debemos relacionarnos con Él.
Además, de los textos que veremos a continuación podemos deducir
con claridad que existe una etapa de “inocencia” de los niños. La
Biblia no menciona una edad de responsabilidad. Pero encontramos
evidencias para deducir bíblicamente que hay cierto tiempo que si un
niño muere irá al cielo.
Por ejemplo: 2 Samuel 12. 23, David estaba seguro que volvería a
ver a su bebé un día. Indica su confianza que su bebé estaba seguro.
El profeta Isaías en el capítulo 7 en el verso 16 indica un
período durante la infancia: “antes que el niño sepa desechar lo malo
y escoger lo bueno”.
En el libro de Jonás en el capítulo 4 en el verso 11
encontramos otra referencia interesante en que se menciona esta
etapa. Se sabe que Nínive era una ciudad de aproximadamente un
millón de habitantes. Pero el texto menciona que había “más de
ciento veinte mil personas (niños) que no saben discernir entre su
mano derecha y su mano izquierda...”.
Podemos continuar con otros cientos de textos bíblicos
donde encontramos que cada ser humano responde por sí mismo y
otras cosas similares, pero no es la intención en este momento.

64
Sí podemos concluir que Dios es amor, que desea la
salvación de todos, que considera a los niños importantes y herederos
de Su Reino. Pareciera no caber entonces la posibilidad de
separación eterna de Su Presencia de tantos millones de niños. Estos
niños que no son sino criaturas de Dios.

Por otro lado, debemos aquí hacer una aclaración o


diferencia entre los términos salvación y conversión. Son términos
que los cristianos solemos confundir con facilidad. En el contexto
bíblico, cuando se habla de salvación la condición es creer y confesar
o invocar (puede leerlo en Romanos 10. 9, por ejemplo). La
salvación es personal. Sin embargo, cuando hablamos de conversión,
en el eje bíblico se hace referencia al proceso de cambio a la imagen
de Jesucristo; y este proceso puede durar toda la vida. La conversión
tiene que ver con cambiar nuestra manera de pensar según el pensar
de Dios.
Vemos entonces que el ladrón colgado junto a Jesús en la
cruz, en el último minuto de vida creyó e invocó y fue salvo según la
afirmación misma de Jesús: “hoy estarás conmigo en el paraíso” (ver
Lucas 23. 43). Fue salvo, recibió la posibilidad de estar en la
eternidad junto a Dios. Pero no fue convertido, su vida no
experimentó cambio alguno, no hubo tiempo de proceso de cambio.
¿Podrá aplicarse la misma realidad para la vida de un niño?
Me inclino a creer que si, aunque como ya lo expresamos, no hay
respuestas claras y definitivas al respecto. La reacción natural de
cualquier ser humano ante una situación extrema es invocar a Dios,
todos aún clamamos: Diooos!!
Como ya lo hemos planteado en trabajos anteriores, y como
puede verse en el eje bíblico, el ser humano es bio-psico-socio-
espiritual. Dios nos creó con un cuerpo, con un alma (mente,
voluntad y emociones) y con un aspecto espiritual, por medio del
cual todo ser humano tiene conciencia de Dios y la capacidad de
relacionarse con Él desde el mismo momento de la gestación. De esta
manera, podemos estar seguros de que un niño aun desde antes de
nacer ya tiene este aspecto espiritual en su vida y la capacidad y
sensibilidad a las cuestiones espirituales. De hecho, puede ver en lo
cotidiano que los niños no cuestionan la existencia de Dios como si
lo hacemos los adultos.

65
Los niños son inocentes. De ellos es el Reino de los cielos
dijo Jesús. Creo firmemente, es una convicción personal fuerte, que
la obra expiatoria de Cristo en la cruz cubre a los niños.

Como lo podemos ver, la Biblia guarda silencio al respecto


de una respuesta definitiva sobre este tema. No se pueden dar
entonces respuestas definitivas. Nos queda inclinarnos por lo que
mejor nos permite superar estas situaciones y confiar en la soberanía
y el perfecto amor de Dios.

“Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios, mas las


reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre,
para que cumplamos todas las palabras de esta ley”.
Deuteronomio 29. 29

La traición de las emociones


Una de las mayores muestras del amor de Dios por el ser
humano es la libertad. Dios nos dio a los seres humanos la libertad de
decidir, de elegir. No somos robots programados sino que somos
seres libres para decidir lo que nos parece correcto.
Las circunstancias difíciles nos hacen sentir abandonados por
Dios. Esto nos produce una tremenda frustración con Dios porque no
le encontramos el sentido o el significado a lo que nos toca vivir.

En cada circunstancia difícil de la vida experimentamos


sentimientos negativos, en especial respecto a nuestra filosofía de
vida o nuestras creencias. Podemos sentir que pareciera que Dios
está ausente, callado, desinteresado, lejano cuando más lo
necesitamos.

Pero, la realidad indica que nosotros somos responsables de


muchas de las cosas que nos suceden.
Por medio de nuestra vida desordenada. Por medio de
nuestras decisiones equivocadas tomadas irresponsablemente sin una
evaluación de las consecuencias que vendrán. Por medio del
quebrantamiento de algunas leyes. Por medio del pecado o
alejamiento de las normas de Dios, podemos generar que lleguen
circunstancias difíciles a nuestra vida. La raza humana tiene libre

66
decisión, y es claramente evidente que nuestras decisiones no han
sido del todo correctas.
A pesar de esto Dios sigue amándonos porque somos el
objeto de Su amor. Lo que debemos tener claro es que Él no ama
nuestra conducta destructiva, pero nunca dudemos de su amor por
nosotros, aún cuando atravesamos circunstancias difíciles.
(En el capítulo 7 ampliaremos la idea sobre las emociones
versus las convicciones).

Lo que aprendimos en la familia


Nacemos y somos formados en el seno de una familia.
Es en este ámbito donde aprendemos un alto porcentaje de lo
que sabemos y pensamos. Es en este ámbito principalmente donde
formamos lo que somos individualmente.
Del ámbito familiar recibimos los principios y valores, lo que
corresponde y lo que no, pero en especial recibimos la manera de
interpretar el mundo y lo que en el sucede.
Es la familia la que genera en cada uno la imagen que
tenemos de la vida, las circunstancias difíciles, y en especial la
imagen que tenemos de Dios. Cuantas veces hemos escuchado en el
circulo familiar por ejemplo: “si Dios es amor, ¿por qué el mundo
esta como esta?”, o “Dios es injusto: mira aquellos que son mala
gente como les va bien y a nosotros que somos honestos nos va mal”.
Tenemos toda una estructura de pensamientos que hemos heredado y
se ha formado en nuestra mente a partir de la influencia de nuestra
familia y de la sociedad.

Debemos cambiar la manera de pensar


Según pensamos actuamos y vivimos.
Si pensamos que no valemos o no podemos, de esa manera
nos desempeñamos en lo cotidiano.
La sociedad con su cultura y a través de los medios de
comunicación influye mucho en esto. De allí que a veces pensamos
cosas como las siguientes:
• “Trabaje como un negro”, decimos aun los que nos
consideramos cristianos después de una larga y pesada
jornada laboral. ¿No le parece un poco racista?

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• “Si todos lo hacen”, decimos a la hora de pasar el semáforo
en rojo o a la hora de dar un soborno.
• “Me salio el indio”, decimos para justificar la falta de control
de nuestras emociones. Pero si investigamos un poquito
veremos que los indios son más pacíficos que nosotros en
general. Además de haberles hecho mucho daño nos damos
el lujo de decir esto.
• “Hecha la ley, hecha la trampa”. Y la lista puede seguir.

Por esto, debemos revisar nuestra estructura de pensamientos


y cambiar.
Como seres humanos vamos heredando una naturaleza de ser
negativos y estar siempre con la actitud de mirar hacia atrás, a lo que
nos hicieron o lo que perdimos, etc.

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos mediante la


renovación de vuestro entendimiento (su mente… NVI), para que
comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta”.
Romanos 12. 2

“Pues aunque andamos según la carne, no militamos según la


carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando
argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios…”
2 Corintios 10. 3 – 5

“…todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo


puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud
alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.
Filipenses 4. 8

Vemos que en los textos se menciona las palabras


entendimiento, mente, argumentos, haciendo referencia la estructura
de pensamientos que mueve nuestras acciones. Vemos que deben ser
revisados, renovados. En la carta del Apóstol Pablo a los Filipenses
lo vemos recomendarles (y recomendarnos) las cosas que sí deben y
68
pueden ocupar nuestros pensamientos. Como usted puede verlo, no
se refiere a lo negativo ni a mirar hacia atrás.
Veamos un texto más del Apóstol en la misma carta en el
capítulo 3 desde el verso 12:

“…olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo


que esta delante, prosigo a la meta…”

En especial cuando se trata de interpretar las circunstancias


difíciles de la vida, debemos tener cuidado con nuestra manera de
pensar. Dios es amor.

Como ya lo hemos visto, Dios nunca es autor del mal. Pero sí


podemos asegurar que Él tiene todo el poder de transformar el mal en
algo bueno para nosotros.

“Vosotros pensasteis mal contra mi, mas Dios lo encaminó a bien,


para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho
pueblo” (énfasis del autor)
Génesis 50. 20

69
70
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Cinco
“La muerte”

La muerte
Según el Diccionario Nuevo Espasa Ilustrado significa:
“cesación de la vida”.
Por esto, siempre el sentido de la muerte está directamente
relacionada al sentido que tenemos para nuestra vida. Como ya lo
hemos visto, es fundamental revisar nuestra manera de pensar.

Los cristianos sabemos que esta vida es sólo el preámbulo de


la vida venidera, es un punto, un pequeño paréntesis en la eternidad.
Los humanos tenemos consciencia de la eternidad.
Por esto, cuando el diccionario habla de cesación de la vida,
sabemos que se refiere sólo a la vida física.
Dice el escritor del libro Eclesiastés en el capítulo 3 verso
11:

“Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y puso eternidad en el


corazón de ellos”.

Esto significa que Dios ha puesto o plantado eternidad en los


corazones humanos, significa que tenemos aquí en la tierra, en esta
existencia una cierta capacidad de vida mientras en la eternidad
viviremos para siempre. Es como un instinto natural grabado a fuego
71
en nosotros que nos hace buscar la inmortalidad. Esto, como
sabemos, no es nada nuevo en la raza humana. Por esto siempre nos
ha parecido y nos parecerá que la muere es injusta e inentendible.
Todo nuestro ser reacciona ante la muerte como algo ilógico porque
Dios mismo nos creó así: con la capacidad de vivir para siempre.

Somos seres espirituales residiendo temporalmente en un


cuerpo material, terrenal y con limitaciones. Pero cuando este cuerpo
se desgasta o por alguna razón accidental de esta vida deja de
funcionar, nuestra vida espiritual continua a través de la eternidad.

Vemos esto claramente en la segunda carta del apóstol Pablo


a los Corintios en el capítulo 5 versos 1 al 4:

“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este


tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no
hecha de manos, eterna en los cielos. Y por esto gemimos, deseando
ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así
seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo, los que
estamos en este tabernáculo gemimos con angustia, porque no
quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea
absorbido por la vida”

Esto debe hacernos reflexionar sobre la realidad de que el


sentido de la muerte depende del sentido de la vida. Si tenemos
consciencia de la eternidad toda nuestra vida, nuestras relaciones,
nuestras actitudes, valores y principios cambian. Seguramente que si
vemos nuestras vidas a la luz de la eternidad, revisaremos nuestras
prioridades, la inversión de hacemos de nuestro tiempo y dinero, el
tipo de relaciones interpersonales que tenemos.

Entonces, la muerte no significa el fin sino la transición.


Pasar a otra dimensión. Significa una partida, un éxodo. En
Filipenses 1. 23 el Apóstol Pablo hablaba de la muerte como una
partida:

“...teniendo deseo de partir para estar con Cristo, lo cuál es


muchísimo mejor”

72
Así que la vida es mucho más que “vivir el momento” como
se pregona en la sociedad actualmente. Todo lo que vivimos ahora,
las decisiones y actitudes que tomemos tienen consecuencias en la
eternidad. Dios nos diseñó para vivir eternamente.
La Biblia nos habla de sólo dos opciones para la eternidad: el
cielo o el infierno. Cerca de Dios, bajo su perfecto amor, o lejos de
Dios en el dolor y el sufrimiento eterno.
La elección es nuestra. El deseo de Dios es que todos
estemos cerca de él y bajo la cobertura de su amor, pero no puede
forzarnos a eso.
Nuestra relación con Dios en esta tierra determina la relación
que tendremos con Él en la eternidad. Se nos enseña en la Biblia que
si vivimos una vida de entrega, amor y confianza en Jesucristo el
Hijo de Dios, nuestra vida en la eternidad será al lado suyo. Pero
también se nos enseña que si decidimos rechazar su salvación, su
amor, su perdón y gracia aquí en la tierra, pasaremos la eternidad
lejos de Dios. Para siempre apartados de Dios. La elección es nuestra
aquí y ahora. Nuestra mente finita no alcanza a comprender la
magnitud de la vida en la eternidad.
Veamos a Jesús haciendo referencia al tema:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino


fino, y hacia cada día banquete con esplendidez. Había también un
mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel,
lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la
mesa del rico; y aún los perros venían y le lamían las llagas.
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al
ceno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en
hades alzo sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham,
y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre
Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la
punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy
atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate
que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero
ahora este es consolado aquí, y tu atormentado. Además de todo
esto, una gran cima esta puesta entre nosotros y vosotros, de manera
que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá

73
pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la
casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les
testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de
tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen;
óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere
a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo:
Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque
alguno se levantara de los muertos”.
Lucas 16. 19 - 31

Vemos así en la Biblia que tendremos un hogar eterno.


Sabemos que nos encontraremos con los seres queridos que hayamos
vivido una vida de entrega y aceptación del amor y la salvación de
Jesucristo. Podemos saber que no enfrentaremos el dolor, los
sufrimientos y la muerte que experimentamos aquí. Allí habrá
libertad y bienestar para siempre al lado de Dios. Y algo interesante
es que el proceso de la muerte es acompañado por los ángeles, no
estamos solos.

Entonces, si todos sabemos y vemos que la muerte es


inevitable y una realidad de la vida de cada uno, seríamos necios si
no nos preparáramos para enfrentarla si sabemos que es inevitable.
La muerte es la puerta a la eternidad. Si tenemos una relación
fresca y cotidiana, una relación personal con Jesucristo aquí y ahora,
no hay nada a que tenerle miedo. El apóstol San Juan lo ha resumido
muy bien en su primera carta en el capítulo 2 verso 17:

“...el mundo pasa, y sus deseos,


pero el que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre”

En la Nueva Versión Internacional leemos el mismo texto de


la siguiente manera:

“...el mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que


hace la voluntad de Dios
permanece para siempre”

74
En Evangelio Según San Juan capítulo 14 verso 2 leemos:

“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os


lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”.

Salomón, el hombre más sabio sobre la tierra lo ha expresado


claramente en su libro Eclesiastés en el capítulo 2 verso 7:

“y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios


que lo dio”.

El sentido de la muerte
Podemos concluir diciendo que el sentido de la muerte está
directamente relacionado al sentido de la vida.
El problema es que muchas personas no sólo no encuentran
sentido a su vida, sino que después de la muerte de un ser querido el
sentido es menor aún. Pero como lo ha expresado el Dr. Victor
Frankl en su libro el hombre en busca de sentido después de haber
atravesado por el dolor y el calvario de la tortura en cuatro campos
de concentración: “si encontramos una razón para vivir, siempre
encontraremos un cómo”.
Según vivamos nuestra vida en lo cotidiano, según sea
nuestra filosofía de vida, según vivamos este paréntesis de la
eternidad que es la vida en la tierra, será nuestra interpretación y
recepción de la muerte.

Elegir como morir


Por lo que veíamos antes, como cristianos ésta puede ser una
realidad para nosotros. Podemos hablar con Dios y pedirle la forma
queremos que sea nuestra muerte. Podemos ponernos de acuerdo con
nuestro Padre que nos ama, para que cuando llegue ese momento
nuestra muerte sea de tal o cual manera y Dios, que nos ama y desea
lo mejor para nosotros, no tendrá problemas en dárnoslo porque
siempre nos dará el fin que esperamos.
Hay personas que se ponen de acuerdo con el Diablo, y
confiesan a lo largo de su vida "yo voy a morirme hecho bolsa, así se
dan cuenta de lo que soy", o "prefiero morirme solo, en una isla,

75
desterrado, lejos de todos" y así se mueren. Eso es ponerse de
acuerdo con el Diablo y podemos llegar a morir así.
El sentido común nos muestra que convivimos todo el
tiempo con la muerte. Es más, probablemente todo el tiempo en
algún sentido morimos. Cada vez que nos peinamos se nos cae el
pelo viejo y aparece el pelo nuevo. El mismo proceso lo vive la piel,
sucede con las uñas, con los dientes. Cada once meses vamos
muriendo. Morir es un proceso de transformación, parte natural de la
vida es la muerte. Convivimos a diario con la muerte de cosas, de
personas, de ideas, de pensamientos, de ideologías.
Cuando llegamos a vivir todos los días con Cristo morimos a
la vieja vida para pasar a una nueva vida. Para vivir en victoria
tenemos que morir al fracaso. Para vivir en paz debemos morir a la
queja, a la pelea, a la discusión. Para vivir en salud debemos morir a
la enfermedad. Todos convivimos con la muerte todos los días y
deberíamos no tenerle miedo porque es algo natural de la vida y es
cotidiano.
Sin embargo, el sentido de perder nuestra vida nos paraliza y
ese temor a la muerte nos esclaviza, y “el que tiene miedo a la
muerte se transforma en siervo de eso a que le teme: la muerte”. Por
esto, cada vez que tengamos miedo de algo debemos recordar que
nos esclaviza, nos transformamos en sirviente de eso que tememos.
Cuando nos pasamos el día entero pensando en el tema de la muerte
es porque somos esclavos de la muerte, y Jesús vino para darnos
libertad para que nunca más seamos esclavos de nada y menos de la
muerte.

Todo muere a su tiempo


El problema es que los seres humanos generalmente
aceleramos los tiempos y permitimos que las cosas o las personas se
mueran antes de tiempo. Pero Dios nos diseñó para vivir larga vida, y
por las malas decisiones y los errores que cometemos acortamos los
tiempos.
Dios nos creó y nos dio libre decisión. Nosotros somos
responsables directos de nuestras acciones y decisiones. Cuando no
cuidamos nuestro cuerpo, podemos morirnos antes de tiempo.

76
Cuando decimos que todo muere a su tiempo, significa que
todo tiene un propósito, que cuando se cumple, termina el tiempo.
Cuando no nos cuidamos y nos dejamos morir, el peligro está en que
se muere también el propósito por el cual estamos en este mundo.
Todos tenemos sueños, metas, objetivos que Dios puso en nuestro
corazón y los debemos alcanzar. Por esto, no es la voluntad de Dios
que nos muramos antes de tiempo, antes de cumplir con el sueño que
esta en nuestro corazón.
Por esto podemos entender el porqué de tantas muertes fuera
de tiempo, y es porque nuestro enemigo el Diablo quiere abortar el
propósito y los sueños de nuestra vida. Y como Dios me dio
autoridad y libre decisión, yo tengo que decidir no dejarme morir.
Cuando nos encontramos frente a frente con la muerte, como
por ejemplo en un accidente o en una enfermedad, debemos saber
discernir si es el tiempo. Porque si no es el tiempo no debemos
dejarnos morir. Debemos pelear por alcanzar los sueños y propósitos
de nuestra vida para recién ahí ceder nuestra vida en esta tierra. En
Cristo tenemos autoridad para rechazar la muerte cuando no es el
tiempo todavía. Si no lo hacemos, la muerte va a tomar nuestra vida
y ejercerá su autoridad sobre nosotros.
Como lo expreso el Apóstol Pablo en la Carta a los
Filipenses en el capítulo 1 desde el verso 21 al 25, hay que escoger,
hay una elección:

“Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.


Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no
se entonces que escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en
estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cuál es
muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por
causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún
permaneceré con todos vosotros…”.

Es evidente que es él quien escoge y evalúa la cuestión en


base a la productividad o propósito de su vida aquí. Si todavía es útil,
no puede escoger estar con Cristo.

Veamos algunos otros ejemplos en nuestro “Manual de


Instrucciones” que es la Biblia.

77
En el Nuevo Testamento en el libro de Los Hechos de los
Apóstoles en el capítulo 27, tenemos el ejemplo del apóstol Pablo
cuando padece un naufragio. Vemos claramente que él sabe que no
es su tiempo y no accede a morir ante una situación real de estar
frente a frente con la muerte. Él no lo controlaba, no podía controlar
la tormenta, pero sí controlaba su vida para decidir no ceder su
espíritu.
Otros ejemplos podemos verlos en el Antiguo Testamento.
El profeta Eliseo junto con sus discípulos había preparado un
guisado, lo probaron y uno de los discípulos grita que hay veneno en
la comida. Literalmente dice “hay muerte en esa olla”.
Automáticamente el profeta Eliseo enfrenta a la muerte y pide harina
para esparcirla sobre la olla. Leemos en el texto que la muerte se fue
de allí. Eliseo y sus discípulos enfrentaron a la muerte antes de
tiempo pero lo hicieron con tranquilidad y firmeza. Se opusieron
porque no era su tiempo. Puede investigar más profundamente la
historia en el capítulo 4 del Segundo Libro de Reyes desde el verso
38 en adelante.
También tenemos el ejemplo del joven Daniel. Este
muchacho enfrenta la muerte con la seguridad de que iba a salir
victorioso con la ayuda de Dios, porque estaba seguro de que aún no
era su tiempo. Vemos en el capítulo seis del Libro de Daniel cómo
Daniel estaba en el pozo con los leones habiendo sido arrojado allí
injustamente, y también se vio cara a cara con la muerte pero salió
victorioso.
Hay otros ejemplos como el de David cuando en varias
oportunidades enfrenta la posibilidad de muerte por mano del Rey
Saúl. David lucha y se opone a la muerte en todas las oportunidades.
Es el mismo David quien a su tiempo experimenta la muerte, prepara
todas las cosas para sus hijos y les deja instrucciones antes de su
muerte (en especial a Salomón).
En el Libro de Los Hechos de Los Apóstoles en el capítulo
13 verso 36 leemos lo siguiente respecto a David:

“…David, habiendo servido a su propia generación según la


voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres…”

78
Cuando cumplió con su propósito según la voluntad de Dios
para su vida en esa generación, entonces llegó su tiempo. Pero, como
lo venimos viendo, recién cuando cumplió su propósito, sus metas,
sus sueños, sus objetivos de la vida.
A muchas personas el enemigo de Dios y nuestro enemigo
(Satanás) las atacó con enfermedades graves, con depresiones
profundas, con deseo de suicidarse, con accidentes terribles. Pero
debemos morir en el tiempo que Dios dice. No debemos ceder
nuestra vida a lo que el enemigo quiere hacernos.
El enemigo va a venir siempre a susurrarnos al oído "esta es
tu hora", y nos lo hace para que no cumplamos con el propósito y los
sueños que Dios nos dio. Cuando nos lo dice y creemos que no es
nuestro tiempo, debemos pararnos con autoridad y declarar “¿dónde
está oh muerte tu aguijón?” (1 Corintios 15. 55). Debemos
enfrentarla y decirle: “No tenés autoridad sobre mi vida para
tomarla". O podemos decirle a la muerte: "Este no es mi tiempo
porque todavía no cumplí mi propósito en Dios. Hasta que yo no
cumpla el sueño que Dios me dio no me voy a ir de esta tierra, así
que Satanás no tenés autoridad sobre mi cuerpo, no tenés autoridad
sobre mi espíritu, te vas en el Nombre de Jesús".
En Jesús tenemos libertad de la servidumbre de la muerte. Él
logró esta libertad quitándole el aguijón a la muerte. El aguijón que
tenía la muerte es la condenación eterna. Cuando vino Jesucristo y
murió en la cruz para perdonar nuestros pecados y acercarnos a Dios,
para sacarnos la condenación, al tercer día resucitó y le sacó a la
muerte el aguijón. Ahora los que creemos en Cristo Jesús no tenemos
condenación eterna sino vida eterna y estaremos siempre y por
siempre con Él. No hay aguijón sobre nuestra vida.

¿Podemos entonces elegir cómo y cuándo morir?


Tendiendo en cuenta todo lo expuesto hasta ahora y viendo
el eje Bíblico, estoy convencido que la respuesta es “si”. Esto es
personal, pero lo animo a investigar al respecto. Podemos elegir
cómo y cuándo morir.
Dios nos dio libre decisión. Nos dio libertad total y fiel a Su
esencia, que es amor, no va a ir nunca en contra de esa libertad.

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Vemos en el Evangelio según San Mateo en el capítulo 27 en
el verso 50 que Jesús “entregó Su espíritu”. Hubo una decisión de
Jesús de entregar su vida cuando llegó el momento.
Vemos claramente en el Evangelio Según San Juan en el
capítulo 10 desde el verso 17 que Jesús mismo dice: “…yo pongo mi
vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mi
mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para
volverla a tomar…”. Él controló Su espíritu hasta que decidió
voluntariamente entregarlo al Padre.
Tenemos otro ejemplo mucho más interesante en la vida de
Ezequías. Él era rey de Israel, que enfrentó la realidad de que para
Dios su tiempo ya se había cumplido. Tal es así que Dios le envía al
profeta para decirle literalmente: “ordena tu casa, porque morirás…”.
Vemos en el texto, en el capítulo 20 del Segundo Libro de
los Reyes que este rey se angustia mucho y le pide a Dios que le
extienda la vida. No se resigna, lucha, negocia con Dios. Lo
interesante es que Dios accede a esta negociación y acepta su
decisión de no ceder su espíritu. Para nuestra sorpresa, Dios le
concede 15 años más de vida.
A partir de esto podemos concluir que de nosotros depende
ceder voluntariamente en un momento determinado nuestra vida. Si
el enemigo viene en un momento equivocado y nos pone frente a
frente con la muerte, debemos pararnos y enfrentarla y oponernos.
Pero cuando llega el momento correcto donde ya sabemos que
cumplimos nuestro propósito, sabemos que terminamos o
alcanzamos nuestro sueño, sabemos que dejamos una herencia a
nuestros hijos, sabemos que muchos han aprendido acerca de lo que
enseñamos, sabemos que todo lo que Dios nos dijo que hagamos lo
hicimos, en ese momento nos ponemos de acuerdo con Dios y
cedemos el espíritu.
Creo que hay un momento en el que Dios nos da la
posibilidad de elegir si queremos seguir o irnos a casa con Él para
siempre. En ese momento no debemos luchar, ese es el momento de
decisión, y cedemos el espíritu si creemos que hicimos todo lo que
teníamos que hacer.
No debemos decidir con las emociones sino desde las
convicciones. Debemos luchar cara a cara con la muerte porque hoy,
gracias a Jesucristo, ya no tiene aguijón sobre nosotros, no tiene

80
autoridad sobre nuestra vida. Por eso, cuando reconocemos que
hicimos todo lo que teníamos que hacer, como decía el Apóstol
Pablo “…el tiempo de mi partida está cercano… …he acabado la
carrera… …me está guardada la corona de justicia” (2 Timoteo 4. 6
– 8), entonces cedemos el espíritu.
Dios nos avisa. Debemos ponernos de acuerdo con Dios y no
morirnos antes de tiempo porque todavía hay mucho por hacer. No
podemos ni debemos morirnos angustiados, humillados, con tristeza
y con resentimientos en el corazón. Debemos elegir morir bien, en el
momento justo.
La muerte es una transformación, es un camino, es de pronto
abrir los ojos y ver cara a cara Dios y vivir en Su perfecta voluntad
para siempre gracias a la entrega por amor de Su Hijo Jesús.

81
82
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Seis
“El duelo”

El duelo
El duelo significa combate entre dos. Es decir, que la persona
tiene un combate entre dos partes: una que acepta la pérdida, que
sabe que partió, pero hay otra parte que no acepta la pérdida, que
tiene bronca por esa pérdida, entonces viene una lucha. La lucha es
dura porque no podemos ni queremos aceptar la realidad de la
pérdida definitiva (físicamente hablado) de la persona amada.

El duelo es un proceso
Pueden darse hasta cinco etapas en el duelo, pero preferimos
aquí considerar o resumir las etapas en tres partes.
Etapas:
ü Etapa I: negación: etapa de choque y aturdimiento.
ü Etapa II: confrontación con el dolor de la pérdida: etapa de
depresión, desorganización y desesperación.
ü Etapa III: restablecimiento o aceptación. Comienza a disminuir
el dolor progresivamente a partir del duelo normal. Comenzaría
la etapa de reorganización de la vida. Mermar

El duelo implica un proceso doloroso, con las siguientes


características:

83
ü Un proceso de elaboración de la pérdida. No es bueno el
escapismo.
ü Reacción natural frente a la pérdida.
ü Estado de ánimo doloroso.
ü Disminución de autoestima.
ü Pérdida de interés.
ü Sensación de mundo y vida sin sentido.
ü Necesidad de acompañamiento.

Los síntomas psicológicos anteriores se asocian


frecuentemente con otros físicos: migraña, úlcera, colitis, problemas
respiratorios, palpitaciones, sudoraciones. Se puede presentar una
disminución en las defensas del organismo, lo cual facilita la
infección y el contagio de diferentes agentes.

El DSM IV, es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los


Trastornos Mentales en su versión IV. Este manual clasifica las
enfermedades mentales según sus manifestaciones o síntomas, y es
utilizado por los profesionales de la salud mental. Aquí se establece,
de manera más limitada, que el duelo es una categoría que debe
usarse cuando un individuo reacciona frente a la muerte de una
persona querida.
En todo caso, el duelo corresponde a un proceso psicológico
que se presenta en una persona frente a una situación traumática, la
cual implica una pérdida y a la vez genera pesar. Mediante el trabajo
del duelo se busca que la persona acepte la pérdida, readaptándose a
la nueva realidad de ausencia del objeto o persona, condición
esencial para la elaboración normal del duelo.

Todos en la vida pasamos permanentemente por pérdidas: en


el ámbito de la salud, en lo familiar, en lo laboral, en las amistades,
en los sueños, entre otros.
Cuando hay una pérdida, aunque ésta sea parte de la vida,
siempre aparece después el proceso de duelo.
Todos necesitamos hacer el proceso del duelo. Esto es
normal. Hay un proceso de recuperación o elaboración de esa
pérdida.

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Tipos de duelos negativos
Existen fundamentalmente tres tipos de duelos patológicos
(enfermos o negativos):
1. Anulación del duelo. Se da cuando la persona que tiene una
pérdida no expresa la emoción, en este caso el dolor. En líneas
generales son los varones los que reprimen, se tragan, o se
aguantan el dolor. "Los hombres tienen que ser fuertes, no
lloran, no expresan nada", hemos aprendido en nuestra sociedad.
Entonces racionalizamos la situación para no expresar las
emociones. En toda familia cuando hubo una pérdida siempre
hubo el que dijo "tengo que ser fuerte, porque sino esto se cae
todo". Entonces esta persona aguanta, reprime, vive la expresión
de la emoción como una señal de debilidad.
2. Duelo intensificado. Se da en la persona que no reprime la
emoción sino que la suelta toda, empieza a llorar, a gritar, tiene
bronca, angustia, dolor, culpa. El dolor lleva a la persona a la
pérdida total de control. El tiempo no cura el dolor, parecería
que el tiempo lo aumenta. Para esta persona, pasan los meses,
los años y entra en una depresión. Todo lo que hace le recuerda
a la persona que murió, tiene los objetos del familiar, la
habitación sin tocar. Asocia a la persona fallecida con cualquier
película que mira, con los lugares que frecuenta, y demás. Es
entonces que empieza a tener mucha culpa: "yo tengo la culpa
porque le deseé la muerte", o "mi mamá me decidía que como
me portaba la iba a matar de un infarto, y así murió". Hay
personas que tienen mucha bronca, porque interpretan que "las
abandonaron", o "las dejaron” en el momento que alguien
muere. Esa bronca o culpa hace que el duelo parezca no
terminar nunca. Pasan los años y la persona tiene depresión y
cuando se le pregunta dicen que hace veinte años que tuvieron
esa pérdida, pero lo recuerdan como si lo vivieran en ese
momento.
3. Duelo ambiguo o duelo congelado. Se da cuando la persona que
experimenta una pérdida no sabe si la persona se murió o no: el
caso de un desaparecido, de un secuestro, de un marido que
abandona, desaparece y nunca más vuelve. Puede ser el caso de
un papá que sigue viviendo pero el hijo no sabe dónde, o el
chico que fue adoptado que lo sabe pero no sabe dónde están sus

85
papás biológicos. También se llama "Duelo Congelado": la
persona siente de avanzar en la vida pero hay algo que la
bloquea; la persona siente alegría, pero a la vez dolor. Siente
simultáneamente dolor y esperanza; porque dice: "el tiempo
avanza, la gente avanza, todo avanza, pero yo me quedé
detenido".

El dolor duele, las emociones duelen. El dolor empuja por


salir, no busca respuestas sino salir. Nadie nunca jamás va a
experimentar el mismo dolor que experimentamos nosotros. Nunca
debemos esperar que los demás entiendan nuestro dolor, porque cada
uno experimenta el dolor de manera diferente y cada uno
personalmente es el único que sabe lo que ese dolor significa.
Nunca debemos decirle a una persona "yo te entiendo"
porque nunca vamos a entender al otro en su dolor aunque hayamos
tenido pérdidas similares. El dolor es personal.

Realidades diferentes
Según quién sea el que muere, cada integrante de la familia
tendrá experiencias y sentimientos diferentes.
Para los padres que experimentan la muerte de un hijo, el
dolor es muy fuerte debido a la realidad de lo injusto y desubicado de
la muerte. Está instalada en nuestras mentes la realidad de que la
vida debe durar hasta la ancianidad. Y como ya lo hemos visto, esto
es lo que Dios ha diseñado. Por esta razón, cuando experimentamos
la muerte de un niño, puede experimentarse una buena cantidad de
culpa y enojo que debe ser bien canalizado para evitar conflictos
conyugales y familiares en el futuro.
La persona a la que se le muere un padre, puede
experimentar pérdida de seguridad, abandono, sensación de pérdida
de rol de hijo, y muchas veces la realidad de tener que hacerse cargo
de responsabilidades adultas siendo todavía un niño o adolescente.
La experiencia es sentir la sensación de perder el pasado.
Si la persona pierde a su madre, puede experimentar
sentimientos como pérdida del amor incondicional, pérdida de
sentido de familia, pérdida de apoyo, y fundamentalmente abandono.
Cuando experimentamos la muerte de un hermano, puede
experimentarse un duelo muy difícil y doloroso. Generalmente el

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apego entre hermanos es fuerte. Frecuentemente hay vivencias de
crianzas compartidas o puede haber cercanía en las edades. Por eso la
experiencia suele ser muy dolorosa.
En el caso de muerte de los hijos durante el embarazo o
recién nacidos, el dolor no es menor por la poca convivencia con el
hijo como suele pensarse. Debe elaborarse el duelo como en
cualquier pérdida. La ceremonia de despedida del hijo muerto
(sepelio) puede ser una buena manera de exteriorizar el dolor y de no
quedarse con la sensación de que esta muerte fue un suceso sin
importancia. Debemos tener en cuenta que la muerte de un bebé o un
niño es un suceso muy fuerte y desestabilizador para cualquier
familia.
Generalmente, la madre que experimenta la pérdida de un
hijo durante el embarazo o en los primeros tiempos, puede
experimentar una gran sensación de culpa y quizá hasta enojo
consigo misma o con personas como el cónyuge o los médicos que la
atendían. Pueden también tener la sensación de fracaso como
mujeres o madres. Aunque suene cruel, en estos casos es
recomendable que los padres (en especial la madre) vean y toquen a
su hijo muerto para atravesar correctamente el duelo. La madre
convive con una gran frustración debido a que su cuerpo sigue por
algún tiempo respondiendo como si el hijo estuviera vivo (como por
ejemplo tener leche para amamantar).
Cuando muere un niño la experiencia es sentir la sensación
de perder el futuro.

El dolor tiene que salir, tiene que agotarse


El dolor suele durar más tiempo de lo que generalmente en la
sociedad se reconoce.
No es bueno que se enseñe que hay que reprimir el dolor y
no llorar. Muchas veces se dice: "No es de buen testimonio cristiano
andas llorando", o "Dios se lo llevó para evitar que sufra algo peor
después". O peor aún "Aguantate, tenés que hacerte cargo de tu
familia". Ninguna de estas recomendaciones es sana.
El dolor está hecho para salir, tiene que agotarse. Por eso
debemos evitar el escapismo. Debemos llorar o expresar el dolor
hasta quedar “satisfechos” (entiéndase la expresión), hasta sentir que
el dolor esta agotado.

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Usted debe llorar, gritar, hablar todo lo que quiera por lo que
perdió. El dolor tiene que agotarse y va a llegar un momento en que
el dolor se agotara. Tiene que dejarlo salir. Muchas veces puede ser
bueno escribir una carta expresando lo que siente, hablar con la gente
que contiene sin juicio. No debemos reprimir el dolor.
Generalmente este dolor viene acompañado de culpa y enojo.
Y es por esto también que es sumamente fundamental que salga y se
agote el dolor.
Nunca debemos juzgar a una persona porque llora. Porque el
dolor y la experiencia de pérdida es única. Fundamentalmente
cuando muere un hijo, los esposos (padres) no experimentaran lo
mismo jamás.
Superar el dolor es simplemente aceptar la nueva realidad y
acostumbrarse a vivir con ella. Este es un proceso personal, largo y
doloroso.
El dolor tiene que salir.

Controlar el dolor y administrar los recuerdos


Como lo venimos viendo, lo mejor es soltar el dolor. Pero el
peligro esta en quedarnos todo el día atado al dolor. Debemos
aprender el duro y difícil ejercicio de controlar el dolor. Deben haber
momentos en los que lloramos y dejamos que el dolor salga, y luego
momentos en los que cerramos el grifo del dolor para que no salga
más y continuamos con nuestras ocupaciones. La vida sigue, aunque
sea muy difícil aceptarlo.
Debemos aprender a sacar las fotos negativas o tristes del
álbum de nuestra mente. Debemos aprender a ponerle un alto a
nuestra mente. Debemos expresar el dolor, llorar todo lo que
necesitemos, decir lo que sentimos, pero hasta un punto. Cuando
aprendemos a administrar los recuerdos estamos listos para seguir
adelante sanamente con nuestras vidas.
Sin embargo, es necesario aclarar que aproximadamente
durante el primer año después de la pérdida del ser querido, es
importante posponer cualquier decisión trascendente. Debemos
evitar decisiones importantes y precipitadas.
En esta etapa de dolor, muchas personas acuden al recurso de
medicamentos. Creo que deben ser usadas sólo en casos sumamente
necesarios y bajo supervisión de un médico psiquiatra. Muchas veces

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el uso de medicamentos puede ser una vía de escape del dolor en vez
de una vía de agotamiento del dolor.

En los momentos de pérdida siempre habrá un apego


Apego afectivo, es cuando tenemos pérdidas y el temor o los
miedos que nos sobrevienen hacen que nos apeguemos a algo o a
alguien.
Esto es matemático, como que dos más dos es igual a cuatro.
Siempre que se pierde algo o a alguien, habrá un apego a algo o a
alguien. Por ejemplo, he atendido en mi consultorio a una persona
que al perder a su padre, se apegó y aferró tanto a su esposa que casi
terminan ahogados y separados.
El temor nos hace aferrarnos emocionalmente. Este tipo de
personas se apegan a otra y se vuelven dependientes. Sienten que
necesitan a esta otra persona para ser feliz. Necesitan la aprobación
de los demás, buscan relaciones exclusivas, rompen sus límites para
mezclarse con el otro.
Cuando se rompe este vínculo afectivo comienzan con un
trauma, una depresión muy grande. Sienten que no pueden seguir
viviendo porque “necesitan” al otro para vivir.
El apego afectivo es lo que vive la gente excesivamente
celosa. "¿A dónde y con quién te fuiste?", "¿Con quién estuviste
hablando?", "¿Y qué hablaste?, ¿Con quién estuviste?" Cada dato
nuevo que el otro le aporta, hace que nuevamente dude de la persona,
como si le mintiera, volviendo a indagar una y otra vez. Sienten que
el otro es de su propiedad.
Los celos empiezan a buscar diferentes cosas en las
profundidades del pasado para ver qué puede encontrar.
Hay personas que están apegadas a lo material, todo es
dinero: se levantan y piensan en el dinero, conocen a alguien y están
pensando qué le pueden pedir. Todo lo ven en términos del dinero, se
apegan mucho a lo material. No se enfurecen tanto cuando le pasa
algo a un miembro de su familia como cuando le chocan o rayan el
coche. Este tipo de personas se vuelven obsesivas con lo material.
También hay personas apegadas al pasado, apegada a los
ritos religiosos. Los apegos pueden ser diversos. Pero debemos ser
libres. Nadie nos debe nada ni nosotros le debemos nada a nadie. Por

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lo tanto no debemos esperar nada de los demás. La única
dependencia sana o apego sano es cuando dependemos de Dios.
El peor peligro quizás consiste en apegarse tanto al ser
querido que se vuelve el “más” en todo: “era el más simpático, el
más trabajador, el más cariñoso…” y recibe así una prioridad mayor
que cuando estaba vivo. Esto daña a la familia.

Duelo patológico o anormal


El duelo patológico es la imposibilidad para culminar de
manera exitosa el trabajo del duelo.
Entre los indicadores del duelo "patológico" o "anormal"
tenemos:
• La sensación de culpa por las cosas más que por las acciones,
recibidas o no por el sobreviviente, en el momento en que muere
una persona.
• Cierto pensamiento de muerte más que la voluntad por vivir, con
el sentimiento de que el vivo debería haber muerto con la persona
fallecida.
• Una preocupación mórbida con sentimientos de inutilidad;
enlentecimiento psicomotor; deterioro funcional acusado y
prolongado; y experiencias alucinatorias distintas de las de
escuchar la voz o ver la imagen fugaz de la persona fallecida.
• La persona puede también considerarse culpable de la muerte
ocurrida, la niega, se cree poseído o influido por el difunto, y cree
padecer la misma enfermedad que produjo la muerte de su ser
querido.

Pero lo que debemos tener en cuenta, es que la persistente


búsqueda de unión con el objeto perdido es el principal motivo
presente en el duelo patológico.
Los síntomas antes expuestos se manifestarían a partir de que
la persona no ha cortado la relación mental con lo que perdió.
Entonces son puestos en marcha los mecanismos psicológicos de
identificación y de despersonalización. El primero implica que la
persona incorpora atributos, gestos o actitudes del objeto perdido,
por ejemplo, padecer la misma enfermedad que aquejaba a la
persona. Mediante el segundo, la despersonalización, la persona se

90
siente perpleja y extraña, experimentando que algo en lo profundo de
sí mismo y en el mundo exterior está cambiando.

Consejos prácticos
Frente a una situación traumática resulta conveniente tener
en cuenta los aspectos descriptos a continuación. Estos aspectos
permitirán sobrellevar mejor la experiencia del duelo:
ü Es importante desahogarse, que la persona afectada hable de su
dolor a otro que lo escuche con interés. De esta manera
comparte su experiencia y la repite simbólicamente, en un
intento por elaborarla.
ü Conviene conocer los aspectos implicados con la pérdida y el
proceso del duelo, de tal forma que la persona sepa que se trata
de algo normal y momentáneo.
ü El dolor y la desazón que se experimentan no se resuelven
saliendo de viaje o dejando la casa en la cual se vivía con la
persona que se ha ido, mucho menos desapareciendo todo lo que
tuvo que ver con la persona perdida. Más importante que los
cambios en el mundo exterior resultan los procesos mentales
(internos) que llevan a culminar el proceso del duelo. Luego de
este momento resultaría conveniente emprender remodelaciones
en la casa, viajes y demás actividades que no lleven ya la
intención de borrar fallidamente recuerdos que sin duda alguna
traerán dolor.
ü Para conservar el recuerdo del que se ha ido es recomendable
guardar algunas pertenencias que se consideren valiosas. El
resto podrá ser desechado cuando el dolido así lo considere.
Guardar todo tal y como quedó, o tirar compulsivamente hasta
el último detalle relacionado con la persona perdida son
igualmente inconvenientes. Cada una de estas decisiones debe
tomarse según los criterios y deseos particulares del afectado
por la pérdida.
ü Siempre que sienta que algo se le ha salido de las manos, a usted
o a una persona cercana, acuda sin temor a un consejero
capacitado, a un pastor o líder religioso, o a un profesional en
salud mental. De ser posible una combinación de todo, esto
mejor aún.

91
En caso de suicidio
Es en casos de suicidio donde más nos cuesta manejar el
dolor. Sobre todo si la persona que toma esta decisión es un
adolescente o joven. La mayor dificultad para los que siguen con
vida es manejar la “culpa”. Por esto es bueno recordar lo siguiente:
• La decisión de una persona de quitarse la vida nunca es
predecible para quienes están a su alrededor sino hasta que
sucede.
• Las causas de estas decisiones son múltiples e internas, del
individuo. Recuerde que somos bio-psico-socio-espirituales.
Por lo tanto el suicidio es una reacción ante la desesperación
por múltiples causas o sufrimientos.
• El suicidio es una realidad alarmantemente creciente en las
últimas décadas.
• Aunque hayamos tenido limitaciones humanas como padres
(que de hecho las tenemos), nunca es “culpa” de los padres
una decisión de esta magnitud.
• El ser humano tiene libertad de elegir cómo y cuándo morir.

La despedida de la familia
Como lo vimos en el capítulo anterior, cuando llega el
momento correcto donde ya sabemos que cumplimos nuestro
propósito, sabemos que terminamos o alcanzamos nuestro sueño,
sabemos que dejamos una herencia a nuestros hijos, sabemos que
muchos han aprendido acerca de lo que enseñamos, sabemos que
todo lo que Dios nos dijo que hagamos lo hicimos, en ese momento
nos ponemos de acuerdo con Dios y cedemos el espíritu.
El que fallece debería despedirse y poder dejar algo a su
familia. Esta es una decisión que debemos tomar y prepararnos para
ese momento.
En el Primer Libro de los Reyes en el capítulo 2, tenemos el
ejemplo que nos deja el Rey David. Él se despide en especial de su
hijo Salomón, dejándole claras instrucciones y los preparativos para
la construcción del Templo para Dios.
En el Primer Libro de Crónicas, en el capítulo 28, tenemos
más detalles de cómo el Rey David no sólo deja todos los
preparativos e instrucciones, sino que presenta a su hijo al pueblo

92
como su sucesor. David se ocupa de dejar todo preparado cuando
llega su tiempo de dejar esta tierra.
Debemos aprender de esto y tomar las riendas de nuestras
vidas y prepararnos correctamente para ese momento de ceder
nuestro espíritu que todos debemos atravesar. Nosotros tenemos libre
decisión. Nosotros elegimos. De nosotros depende como será nuestro
final.

93
94
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Siete
“Los propósitos de la
adversidad”

Sólo dos opciones


Según la óptica del Diablo, las situaciones adversas van a
probar nuestra falta de fe, pero Dios las utiliza para hacer crecer
nuestra fe y fidelidad a Él.
Las adversidades forman el carácter de Cristo en nosotros.
Además, como ya lo hemos visto, muchas veces las
adversidades son traídas por las tinieblas, para enfrentarnos a la
muerte y abortar los sueños y propósito que Dios tiene con nuestra
vida.

Ante las mismas crisis, una persona sin fe, sin Dios, sin
creencias sólidas, se angustia, se desalienta. Sin embargo, una
persona con fe, con Dios, con creencias sólidas, tiene la capacidad de
enfrentarlas y formar así su carácter.
Tenemos dos opciones ante la adversidad:
1. Enojarnos con Dios. Renegar de Dios y aún alejarme de Él. Esto
traerá aparejado un camino de dolor, traerá la desesperación, el
enojo, la depresión, la falta de sentido de la vida.
2. Aferrarnos a Dios. Acercarnos más a Él reconociendo su
soberanía, amor y poder para consolarnos y dar sentido a nuestra
95
vida en esta situación. Esta segunda opción nos permitirá ser
sostenidos y consolados por Él.

Nosotros elegimos la opción. Dios no puede torcer nuestra


voluntad. La adversidad fortalece o desalienta. Nosotros elegimos.

Satanás va a querer hacerle creer a usted que Dios perdió el


interés en lo que le pasa y que perdió el control así de sus
circunstancias difíciles. De esta manera intentará que usted se aleje
de Dios.
Como nos enseña la Biblia en el evangelio según San Juan,
el Diablo es mentiroso. Lo dijo Jesús mismo en el capítulo 8 verso
44. Por esto podemos asegurar que en el medio del dolor o cualquier
circunstancia difícil el Diablo nos va a hacer creer que Dios nos
olvidó, nos abandonó, que no le importó nuestra realidad.
Probablemente irá más lejos y tratará de que creamos que lo
merecíamos o hacernos dudar pensando ¿así me cuida Dios? Sin
embargo podríamos asegurar, en base a la historia de Job, que el
Diablo no parará hasta hacernos creer que Dios lo hizo.

Lo único firme son nuestras convicciones


Las emociones siempre dependen de las circunstancias que
vivimos y por esto son inestables, son terreno movedizo.

A partir de la caída, el hombre se ha transformado en


almático, alguien que se mueve por emociones, alguien que decide
fuera de la influencia de Dios en su espíritu.
Además, estamos viviendo en una sociedad que prioriza el
sentir de cada uno, lo emocional, lo almático. Lo importante es lo
que uno siente, si quiere hacerlo, si tiene ganas debe hacerlo y punto.

Lo cierto es que las emociones son un terreno movedizo. Las


emociones no son seguras, no son firmes; siempre están ancladas en
las heridas, en las circunstancias de la vida y en las situaciones
cotidianas. Por eso, si nos manejamos por emociones, en un
momento estamos bien, pero al surgir una situación difícil
cambiamos.

96
Las emociones nos vuelven ciclotímicos: hoy estamos arriba
y mañana abajo. Cuando basamos nuestra seguridad en las
emociones estamos en peligro, ya que ellas no son seguras ni firmes.

Sin embargo las convicciones son principios que están


grabados en nuestro espíritu y deben gobernar nuestra alma.
Generalmente, las convicciones son seguras porque no cambian.
Si mis convicciones son principios divinos, no dependerán
de si lo siento o no, simplemente son así porque Dios lo dice. Si
tomo los principios y me muevo en base a ellos, puedo estar seguro
de que voy a estar firme.
Lo importante es decidir desde las convicciones grabadas en
mi espíritu, evaluando las consecuencias en base a los principios
divinos. Los sentimientos deben ir atrás, en base a las decisiones.
Por esto, en este material le dejamos una buena cantidad de
convicciones que le ayudarán a interpretar y atravesar mejor las
situaciones difíciles y dolorosas de la vida.
Me encanta una de las llaves de sabiduría planteadas por el
reconocido autor y conferencista Mike Murdock:

“La recompensa del dolor es el deseo de cambiar”.

Siempre podemos estar mejor después de atravesar por las


circunstancias adversas de esta vida.

Las decisiones según la Biblia


En la Palabra de Dios encontramos muchos ejemplos de
decisiones importantes.

En el libro de Génesis 1. 26 y 2. 18 Dios está decidiendo al


decir: “hagamos…”, “le haré ayuda…”.
Josué nos da otro ejemplo en el capítulo 24. 15 decidiendo al
decir: “…yo y mi casa serviremos a Jehová”.
David también en su Salmo 34. 1 decide bendecir a Jehová
“en todo tiempo”. También en el Salmo 103. 1, decide ordenarle a
sus emociones al decir: “Bendice alma mía a Jehová...”. La decisión
así gobierna a las emociones.

97
En el libro de Daniel 1. 8 lo encontramos tomando una
decisión importante, jugándose por Dios más allá de sus sentimientos
y de lo bueno que le estaban ofreciendo: “Daniel propuso en su
corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey…”.
Pero el mejor ejemplo lo encontramos en Jesús. En Lucas 9.
51 vemos que Jesús “…afirmó su corazón para ir a Jerusalén”.
Decidió ir aún sabiendo lo que le esperaba. Además lo vemos
decidiendo en una de sus horas más difíciles, cuando oraba en el
Getsemaní. En Marcos 14 (y en los pasajes paralelos) lo vemos a
Jesús comenzando a “entristecerse y angustiarse”. Aún Él mismo
expresa la profundidad de sus sentimientos “…hasta la muerte…”.
Sin embargo, en medio de su dolor y de lo fuerte de sus sentimientos,
Él le dice a su Padre “…no lo que yo quiero, sino lo que tú”.
Jesús nos mostró que el camino es la decisión, pero desde la
convicción y no desde la emoción. El fruto fue la salvación de la
humanidad.

Las emociones pueden llevarnos a perder el control

“Como ciudad derribada y sin muro


es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”.
Proverbios 25. 28

“El de grande ira llevará la pena;


y si usa de violencias, añadirá nuevos males”.
Proverbios 19. 19

“No te apresures en tu espíritu a enojarte;


porque el enojo reposa en el seno de los necios”.
Eclesiastes 7. 9

“Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e


iracunda”.
Proverbios 21. 19

“Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte;


y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”.
Proverbios 16. 32

98
“La cordura del hombre detiene su furor,
y su honra es pasar por alto la ofensa”.
Proverbios 19. 11

“El que tarda en airarse es grande de entendimiento;


mas el que es impaciente de espíritu, enaltece la necedad”.
Proverbios 14. 29

“El necio da rienda suelta a toda su ira,


mas el sabio al fin la sosiega”.
Proverbios 29. 11

Nosotros somos responsables de las elecciones que hacemos,


de las decisiones que tomamos. No podemos culpar a otros por
nuestras acciones. Puede ser que nos hayan lastimado o herido. Pero
debemos decidir sanar las heridas en Cristo y en especial decidir
movernos por convicciones y no por emociones.
Nuestra salud y la de nuestra familia dependen de las
decisiones que tomemos.

El perdón: una de las principales convicciones


Ahora, el perdón: ¿es un acto de la voluntad?, ¿es una
decisión?
En la mayoría de los casos, la falta de perdón es la raíz de los
problemas. Alguien que ha sido herido, rechazado, ofendido,
abusado, alguien que recibe una marca tremenda en su vida, guarda
ese rencor como una deuda pendiente a ser cobrada en el momento
oportuno.
Pero lo cierto es que la deuda esclaviza y destruye a la
persona herida y también destruye todas sus relaciones. La falta de
perdón frena la vida cristiana de quien no perdona. La persona que
no perdona es quien realmente pierde, ya que la falta de perdón se
cobra un alto precio: sostiene el sufrimiento de quien ya está herido
mediante el impedimento para la cicatrización de dicha herida. Una
herida abierta causa dolor, y aún es propensa a la infección, la que
agravará el problema.

99
En relación al perdón siempre encontraremos tres elementos:
1. Una herida, una ofensa, algo que marca profundamente y queda
sin sanar.
2. Una deuda a cobrar que resulta de la herida, una factura
pendiente que se guarda.
3. La cancelación o anulación de esa deuda pendiente.

El perdón es el otorgamiento de libertad a quien tiene una


obligación que es una deuda conmigo como resultado de un daño que
me causó.
Yo decido voluntariamente renunciar al derecho de
venganza, al deseo de cobrarle al otro lo que me hizo.

“Antes, sed benignos unos con otros, misericordiosos,


perdonándoos unos a otros como Dios también os perdonó
a vosotros en Cristo”
Efesios 4. 32

“…perdonad, y seréis perdonados”.


Lucas 6. 37

Dios nos ha mostrado que el perdón es un acto de la


voluntad, es una decisión. Dios nos mostró desde el Edén cómo el
perdón es la base del restablecimiento de las relaciones. A Dios lo
habían desobedecido, esa fue la herida del hombre a Dios. El perdón
de Dios culminó en la entrega de Su hijo Jesús en la cruz. Como
puede verse, el perdón no es barato, a Dios le costó Su propio Hijo
perdonarnos. Pero al decidir perdonar, todo se restablece. La deuda
es cancelada.

“Y a vosotros estando muertos en pecados…


…os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los
pecados,
anulando el acta de los decretos que había contra nosotros,
que nos era contraria, quitándola de en medio
y clavándola en la cruz”.
Colosenses 2. 13 – 14

100
El acta se anula. La deuda se cancela. El perdón produce la
cancelación de la deuda. Así como hemos sido perdonados, debemos
perdonar. No tenemos derecho a no perdonar.

Confusiones que nos impiden perdonar


ü Creer que perdonar es justificar la actitud de quien hiere. Esto
no es así. Recordemos que perdonar es liberar de la deuda a
quien nos hirió. De esta manera somos libres y sanos sin
importar la actitud de la otra persona.
ü Creer que con el tiempo la herida sanará por sí misma. Esto no
es verdad. Si no se perdona, la herida solamente se agravará y el
resentimiento perjudicará todas nuestras relaciones.
ü Creer que para perdonar tengo que ir a la persona que me hirió
y confesarle mi perdón, aún si ella no lo ha pedido. Esto puede
generar mayores problemas. Dios nos ha mostrado que aunque
nosotros no le pidamos perdón, Él nos ha perdonado, nos ha
liberado de la deuda. Muchas veces podemos perdonar a quienes
nos han herido por cosas que ellos ni saben que han causado. No
siempre es necesario ir a la persona, puedo perdonarla aún en su
ausencia y aún después de su muerte.

Recordemos que el perdón es producto de la obra de Cristo


en la cruz. Podemos y debemos perdonar porque hemos sido
perdonados.
No hay nada que podamos hacer por nuestro medio. Cristo
nos ha mostrado el camino. El perdón es una decisión. El perdón es
caro. El perdón es un acto que va más allá de la persona que nos ha
herido; no importa la persona, nuestra obligación es perdonar, soltar,
cancelar la deuda pendiente. Dios lo hizo así, Él nos perdonó más
allá de si nos reconocemos o no necesitados de perdón.

Si estamos sanos emocionalmente, estaremos más


preparados para enfrentar la adversidad, las situaciones difíciles de la
vida y no dejarnos morir fuera de tiempo. Además, muchas veces es
a nosotros mismos a quien debemos perdonarnos en muchas de las
situaciones que atravesamos en la vida.
El perdón, es el mejor camino a la sanidad y libertad.

101
Al transitar este libro y llegando cerca ya del final, usted
puede ver que de nosotros depende que propósitos tendrán las
adversidades que experimentemos en esta vida. Nosotros elegimos
que interpretación le damos a cada circunstancia o situación adversa,
de dolor, de enfermedad, de muerte que atravesamos. Debemos
atravesarlas con valentía y elegir salir fortalecidos de cada una de
ellas. Evitarlas es imposible, por lo tanto enfréntelas y salga airoso.

102
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Capítulo Ocho
“Consolados que consuelan”

Para qué
Hoy, después de tantos años puedo ser un testimonio viviente
(junto a miles de personas más) de la realidad de que el dolor se
agota y las adversidades se superan.
El poder ser de consuelo es quizá uno de los principales
“para qué” de atravesar las circunstancias difíciles de la vida. Una de
las principales tareas que podemos realizar en nuestra vida es ayudar
a otros a sobrellevar sus cargas.
Sobrellevar las cargas significa dejar al otro que desahogue
su dolor, su ira, su resentimiento. Todo esto debe salir.
Sobrellevar las cargas implica evitar dar respuestas o
explicaciones simplistas.
Sobrellevar las cargas implica evitar el juicio y la
condenación.
Sobrellevar significa consolar.
Consolar es oír sin juicio, es acompañar al que sufre.

Dios transforma en don mis dolores y vivencias difíciles y


usa de esa manera lo que me pasó para ayudar a otros en igual
situación. Veamos lo que nos enseña el Apóstol Pablo en su segunda
carta a los Corintios en el capítulo 1 versos 3 y 4:

103
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos
consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos
también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación,
por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por
Dios” (énfasis del autor)

En el texto vemos claramente que Dios nos consuela con una


finalidad. Hay un “para qué”.
En el evangelio según San Juan en el capítulo 20 verso 27
vemos a Jesucristo mismo utilizando sus heridas, las marcas de la
cruz para hablar en la vida de Tomás, uno de sus discípulos.

“...dijo a Tomás: pon aquí tu dedo, y mira mis manos...”

Las heridas hablan. Dios quiere usarlas para ayudar a otros.


Además, la realidad indica que todos somos “ex” de algo o
tuvimos alguna experiencia de la cual salimos adelante. Veamos lo
expuesto por el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios en
el capítulo 6 verso 11, donde él hace una declaración sorprendente
respecto a las personas de la iglesia en Corinto:

“Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido


santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor
Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”

No al escapismo. Si al círculo de afecto


Uno de los errores comunes que cometemos las personas es
embarcarnos en una serie de actividades y ocupaciones que no nos
dejen pensar en el dolor. El otro error es hacer lo opuesto,
encerrarnos, bloquearnos y enterrarnos en el dolor.
Como ya lo hemos expresado, debemos dejar que el dolor
salga. Debemos ponerle un control al dolor, un límite. Luego
debemos seguir con la vida cotidiana mientras atravesamos el
proceso del dolor agotándose, que es el duelo.
En este proceso, una de las cosas que más necesitamos
además de ser consolados y sostenidos por nuestra fe, es un buen
círculo de afecto. Necesitamos personas, seres que apreciamos y que

104
pueden estar acompañando sin decir nada. Necesitamos personas que
acompañen y escuchen sin juicios, críticas ni condenación.
Como cualquier herida, cuanto antes es tratada mejor. En
especial en las heridas del alma, de las emociones. Recuerde que no
es verdad que el tiempo lo cura todo.

Consuelo no es igual a respuestas a los porque


Necesitamos consuelo porque estamos viviendo un gran
sufrimiento, por un accidente, una enfermedad o una muerte. Hay
dolor de por medio, pero no hay explicaciones. Por eso, como ya lo
hemos expresado: el dolor debe salir. Eso es lo que busca, y no las
explicaciones.
Muchas veces sufrimos nosotros inútilmente. Nos
enganchamos, nos damos manija, nos rascamos la herida. Decidimos
(conciente o inconcientemente) quedarnos con el dolor y sufrir.
Hoy en día escuchamos mucho hablar de la palabra
resiliencia. Esto es la capacidad de una persona de hacerle frente a
las situaciones adversas, a los problemas de la vida.
Resiliencia es la capacidad de resistir a la presión, los
obstáculos o los momentos difíciles. Es la capacidad de atravesar y
salir fortalecido en las situaciones adversas.
Como ya lo hemos visto, tenemos la opción de que la
situación nos destruya o que nos fortalezca. Hay personas que
pueden atravesar cualquier situación adversa y la superan.

La resiliencia (un poquito de historia)


La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo para
seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos
desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a
veces graves. La resiliencia se sitúa en una corriente de psicología
positiva y dinámica de fomento de la salud mental y parece una
realidad confirmada por el testimonio de muchísimas personas que,
aún habiendo vivido una situación traumática, han conseguido
encajarla y seguir desenvolviéndose y viviendo, incluso, en un nivel
superior, como si el trauma vivido y asumido hubiera desarrollado en
ellos recursos latentes e insospechados. Aunque durante mucho
tiempo las respuestas de resiliencia han sido consideradas como
inusuales e incluso patológicas por los expertos, la literatura
105
científica actual demuestra de forma contundente que la resiliencia es
una respuesta común y su aparición no indica patología, sino un
ajuste saludable a la adversidad.
Por lo tanto, según los que investigan este tema, la resiliencia
es una manera de pensar, es una actitud, es una mentalidad resistente.
Por esto antes planteamos la necesidad de cambiar nuestra manera de
pensar.

El concepto de personalidad resistente aparece por primera


vez en la literatura científica en 1972, en relación a la idea de
protección frente a los eventos “estresores”. Son Kobasa y Maddi los
autores que desarrollan el concepto, a través del estudio de aquellas
personas que ante adversas o negativas parecían tener unas
características de personalidad que les protegían. Así, se ha
establecido que las personas resistentes tienen un gran sentido del
compromiso, una fuerte sensación de control sobre los
acontecimientos y están más abiertos a los cambios en la vida, a la
vez que tienden a interpretar las experiencias estresantes y dolorosas
como una parte más de la existencia. En general, se considera que es
un constructor multifactorial con tres componentes principales:
compromiso, control y reto. El concepto de personalidad resistente
está íntimamente ligado al existencialismo.

Principios prácticos para una buena resiliencia


Si nos esforzamos por mantener algunas de las siguientes
características, tendremos una mentalidad resistente a las
circunstancias difíciles de la vida:
a. En primer lugar, necesitamos una autoestima sana, una
autovaloración apropiada. Debemos tener seguridad, estar
firmes, afirmados. Debemos saber quiénes somos en Dios:
somos hijos del Rey, somos un pueblo especial, Dios nos
tiene en la palma de su mano, estamos marcados con el
Espíritu Santo, somos amados y aceptados, todo lo que
hagamos nos saldrá bien; todo lo podemos en Cristo que nos
fortalece y todo lo que le pidamos al Padre en el nombre de
Jesús creyendo lo recibiremos. Debemos sacarnos los
mensajes negativos y los rótulos que nos han metido en la
cabeza, como creer que no somos nadie, o nadie nos va a

106
querer, o no vamos a llegar a nada, entre otros peores como
“te vas a morir solo…”. Nuestro único rótulo o sobrenombre
debe ser: hijo de Dios. Nada nos va a faltar, estamos del
lado de la victoria y del éxito, somos amados con un amor
perfecto por un Padre perfecto. Debemos vernos como Dios
nos ve.
b. En segundo lugar, debemos saber comunicarnos o
relacionarnos con los demás. La gente que tiene buena
resiliencia, que es resistente a las adversidades es gente que
por haber pasado por estas situaciones sabe ser empático con
los demás y en especial con quien está atravesando una
situación adversa. Debemos aprender a escuchar sin juicio ni
crítica, aprender a tratar bien a los demás. Como lo expresa
el título de este capítulo, podemos ser “consolados que
consuelan”.
c. En tercer lugar, debemos aprender constantemente tanto
del éxito como del fracaso. Las situaciones de “aparente”
fracaso, no son más que oportunidades de aprender y pasar a
otro nivel. Las situaciones adversas, el dolor, la enfermedad,
la muerte son parte natural de la vida. Debemos aprender a
interpretarlas y a manejar nuestras reacciones. El éxito, el
bienestar, estar bien es nuestro destino. Para esto fuimos
diseñados y, como ya lo vimos, esa es la voluntad final de
Dios.
d. En cuarto lugar, debemos ser personas positivas. Las
personas con buena resiliencia son personas que tienen
pensamientos y actitudes positivas o de acción, mantienen
un buen sentido del humor y una actitud constante de
proyectarse hacia delante. El autor del libro de Proverbios
en el capítulo 17 en el verso 22 nos recomienda: "El corazón
alegre constituye un buen remedio, mas el espíritu triste
seca los huesos". La risa energiza el sistema inmunológico
(nuestras defensas) y reduce el stress.
e. En quinto lugar, debemos ser personas flexibles, abiertos a
los cambios que son parte natural de la vida humana. De
otra forma, todo lo rígido se quebrará.

107
En el Nuevo Testamento de la Biblia tenemos la historia del
Apóstol Pablo, quien atravesó una gran cantidad de situaciones
adversas (naufragios, cárceles, azotes) y de todas ellas salió airoso.
Incluso sus mejores cartas las escribió desde situaciones adversas
como estar encarcelado injustamente.
Siempre me impactó la historia de José, un hombre que llegó
a ser numero dos en la línea de poder del gobierno de Egipto sin ser
egipcio. La encontramos a partir del capítulo 37 del Génesis. Vemos
allí a un adolescente de 17 años que comienza a vivir un buen
número de circunstancias difíciles: la envidia de sus hermanos, el
maltrato, el abandono dentro de un pozo, después ser vendido como
esclavo, terminar en la cárcel injustamente y en cada situación tener
la capacidad de interpretar correctamente los sucesos y salir
victorioso.
En uno de los pasajes quizás más alentadores respecto al
tema de este libro que usted tiene hoy en su mano, lo encontramos a
José haciendo una tremenda declaración a sus hermanos después de
largos años sin verse. Lo leemos en el capítulo 50 del Génesis en el
verso 20:

“Vosotros pensasteis mal contra mi, más Dios lo encaminó a bien,


para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho
pueblo” (énfasis del autor)

Fíjese qué tremenda capacidad de interpretación de una


circunstancia difícil, o más bien de una vida difícil. Además, él
mismo está detallando algunos de los “para qué” de estas situaciones.
A mí me anima en gran manera. Dios tiene la capacidad de
encaminar a bien cualquier situación. ¿Estaremos dispuestos a que Él
lo haga?
Como ya lo hemos planteado, en cada circunstancia difícil
que atravesamos, tenemos dos opciones: aferrarnos a Dios o
alejarnos de Dios. La elección es nuestra.

Me encanta una de las llaves de sabiduría planteadas por el


reconocido autor y conferencista Mike Murdock:

“La recompensa del dolor es el deseo de cambiar”.

108
Siempre podemos estar mejor después de atravesar por las
circunstancias adversas de esta vida. No se conforme a vivir en
sufrimiento, elija estar mejor. Sea libre del dolor.

En medio del dolor siempre hay esperanza


Quisiera dejarle sólo algunos de los cientos de textos
preciosos que encontramos en nuestro Manual de Instrucciones, para
que al cerrar este libro, usted haya encontrado consuelo y esperanza,
y se transforme en un “consolado que consuela”.

“…perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová. Acuérdate de


mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel; lo tendré
aun en memoria, porque mi alma esta abatida dentro de mi; esto
recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré.
Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque
nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana;
grande es tu fidelidad.
Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en Él esperaré.
Bueno es Jehová a los que en Él esperan, al alma que le busca”.
Lamentaciones 3. 18 - 25

“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque


falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y
las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los
corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el
Dios de mi salvación. Jehová el señor es mi fortaleza, el cual hace
mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”.
Habacuc 3. 17 - 19

“Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le
invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá
asimismo el clamor de ellos y los salvará”.
Salmo 145. 18 - 19

“Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré


descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy

109
manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras
almas…”
Mateo 11. 28 – 29

“…Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque este


muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente. ¿Crees esto?”
Juan 11. 25 – 26

“Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo


tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.
Juan 16. 33

“…porque él dijo: no te desampararé; ni te dejaré; de manera que


podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré
lo que me pueda hacer el hombre.”
Hebreos 13. 5 - 6

La vida continúa. Como también lo expresó Victor Frankl


digamos: “Sí a la vida a pesar de todo”.

110
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Influencias y
Bibliografía

B.E.C.A “Biblioteca Electrónica Caribe”.


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Diccionario Nuevo Espasa Ilustrado.
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112
Cómo interpretar y atravesar:
El dolor,
La tragedia,
El sufrimiento,
La muerte y el duelo.

Acerca del autor

David moisés Firman


ü Psicólogo. Egresado el año 1998 en la Universidad Nacional de
Rosario, Argentina, Facultad de Psicología.
ü Profesor de Enseñanza Media y Superior en Psicología.
Egresado el año 1998 en la Universidad Nacional de Rosario,
Argentina, Facultad de Humanidades y Artes.
ü Terapeuta Familiar. Especialización realizada en los años 1996
y 1997 en el EDYAF (Equipo de Docencia, Investigación y
Asistencia Familiar). Rosario, Argentina.
ü Bachiller en Teología. Egresado en el año 2001 del IETL de
Rosario (Instituto de Educación Teológica del Litoral)
reconocido por la Asociación de Seminarios e Instituciones
Teológicas (ASIT).

David Moisés Firman y Denise Lilian Martinez


Unidos en matrimonio en enero de 1999 en la ciudad de
Rosario, Argentina, conforman una familia con dos hijos, Elías
nacido en septiembre de 2001 y Ana Paula nacida en mayo de 2005.
Residiendo actualmente en Rosario, Provincia de Santa Fe,
Argentina son pastores de CTHTN (Cristo Tu Haces Todo Nuevo)
Rosario y zona, y se dedican a proteger, restaurar y fortalecer
individuos, matrimonios y familias a la luz de los diseños eternos.

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Como parte de la visión de proteger, restaurar y fortalecer el
matrimonio y la familia, surge este material, en el que David Firman,
brinda testimonios y una guía práctica para la interpretación sana de
las adversidades y principios para la resolución de estas situaciones
para poder así recordarlas sin dolor.
Desde la ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe,
Argentina el Dr. Firman y su esposa se mueven dentro y fuera del
país llevando luz a cientos de personas, matrimonios y familias
ayudándolos a vivir de acuerdo a las intenciones del diseño original
de Dios.

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OBRAS ANTERIORES DEL MISMO AUTOR

LA FAMILIA SANADA POR DIOS – Tomo I


“Principios que Garantizan la Armonía Conyugal y Familiar”

LA FAMILIA SANADA POR DIOS – Tomo II


“Hacia la Comprensión y Sanidad de las Disfunciones
Familiares”

LA FAMILIA SANADA POR DIOS – Tomo III


“Aprendiendo a ser Hombres, Mujeres y Padres de verdad”

CONSTRUYENDO UN MATRIMONIO QUE FUNCIONA


“Manual de Protección, Restauración y Fortalecimiento matrimonial”

NOVIAZGO DE LA MANO DE DIOS


“Manual de Protección, Restauración y Fortalecimiento del noviazgo”

FAMILIAS CON PROPÓSITO

FAMILIAS ALINEADAS A LO ETERNO

FAMILIAS QUE EXPRESAN LO ETERNO

FAMILIAS QUE MULTIPLICAN LO ETERNO

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