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Jesús pregunta a sus discípulos "quién dicen ustedes que soy yo", poniéndolos ante dos incógnitas: cómo lo ve la gente y cómo lo ven ellos. La gente del mundo ve a Jesús de diversas formas incorrectas que no reconocen su divinidad. Pedro es el único que, gracias a la revelación de Dios, reconoce a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios.
Jesús pregunta a sus discípulos "quién dicen ustedes que soy yo", poniéndolos ante dos incógnitas: cómo lo ve la gente y cómo lo ven ellos. La gente del mundo ve a Jesús de diversas formas incorrectas que no reconocen su divinidad. Pedro es el único que, gracias a la revelación de Dios, reconoce a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios.
Jesús pregunta a sus discípulos "quién dicen ustedes que soy yo", poniéndolos ante dos incógnitas: cómo lo ve la gente y cómo lo ven ellos. La gente del mundo ve a Jesús de diversas formas incorrectas que no reconocen su divinidad. Pedro es el único que, gracias a la revelación de Dios, reconoce a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios.
La pregunta del millón. Jesús lleva a sus discípulos a Cesarea de Filipo, un
territorio donde los judíos no iban, porque era un territorio pagano, lleno de templos paganos, pero seria en medio de este ámbito donde Jesucristo los confrontaría a todos sus discípulos. Hoy pues, nos confronta en esta mañana a nosotros, al preguntarnos, “quien dicen ustedes que soy yo”
Para ello tomaremos como base el pasaje del libro de Mateo 16:13-17
Lo que nos pone ante dos incógnitas,
Primero, ¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?
Segundo, y ustedes, ¿Quién dicen que soy?
Y por último nos aclara de donde viene la revelación que permite a pedro dar respuesta a la pregunta.
Respondámonos, la gente del mundo, como concibe a Cristo, sabiendo las
proezas, conociendo la revelación de la creación, considerando que la historia misma reconoce la existencia del Mesías, al dividir la historia de la humanidad en AC y DC, volcando nuestra mirada al mundo pecaminoso y caído en el que vivimos, que usa la palabra de Dios y la figura de Cristo para apuntalar sus pensamientos y filosofías, además de respaldar su pecaminosidad. ¿Acaso el mundo no lo ve como un revolucionario?, acaso el mundo no lo ve como el amigo?, acaso el mundo no dice que necesita de santos y corredentores como María para cumplir con su trabajo de Justificador ante el Padre?, acaso los mismos evangélicos y cristianos, no suavizan el evangelio para no causar controversia y simpatizar mas con la gente, colocando su objetivo en el crecimiento de las masas en numero y no en regenerados por causa del espíritu santo?, acaso el espectáculo, el desorden, el escandalo y las interpretaciones incorrectas del evangelio, no llenan salones inmensos, porque le dicen al hombre lo que desea oír y no lo que tiene que escuchar?, y acaso Jesús mismo no nos advirtió de esto? En 2 Timoteo 3: 1-5, Mateo 7: 13-15, 24: 3- 12, 2 Pedro 2:1-3. Pues no se trata de nosotros, sino de Jesús que es Dios mismo. Se trata de corazones regenerados, no de corazones muertos ni encerrados esperando a que se les abra la puerta del pecado para deleitarse en su perversidad, los tales no son de Dios, sino del diablo. Hay muchos que hacen las cosas de Dios, porque les toca, cuando en realidad odian hacerlo, y sueñan con las cosas que aman, que para Dios es pecado, los tales son del diablo. Hermano mío, pues le informo que, si usted se identifica con cualquiera de estas formas de definir a Cristo, pertenece al mundo, y su pensamiento es pecaminoso y el castigo para el pecado es la muerte. Dios odia el pecado y detesta al pecador, no tiene comunión con pecadores, ni se deleita con sacrificios de transgresores de su ley. A Dios no le importa que le digas seño, señor, y sigas pecando deliberadamente, que no te preocupes por agradarle. A Dios no le interesa en lo más mínimo que le lleves ofrendas ante su altar, cuando tu iniquidad transpira azufre. A Dios no le interesa que te creas a ti mismo, buena persona, cuando cumples con su ley a tu manera, y la injusticia es tu bandera. A Dios no le interesa que intentes con tu esfuerzo en pagar por tus pecados, nada de lo que tu hagas, no cambia ni un ápice, la sentencia de muerte eterna dictada en tu contra, pues solo en Cristo Jesús esta pagado toda la deuda. Pues El mismo declara sobre si en Juan 14:6, entonces por que tanta necedad por tratar de pagar nuestros pecados conforme a nuestra manera de pensar, cuando la única manera de pagar por nuestros pecados es creyendo en el unigénito de Dios quien clavo en el madero todos nuestros pecados. Solo arrepintiéndonos de todo corazón, abandonando todo lo que el mudo nos ofrece, tomando nuestra cruz y siguiéndole, Mateo 16:24, nos podemos considerar seguidores de Cristo, como seguidores, debemos ser obedientes y al obedecer, damos gloria a Dios, que es en ultima instancia, el objetivo por el cual todo ser humano fue creado; darle gloria a Dios. Isaías 43:7. Porque como criaturas de Dios fuimos creados a su imagen y semejanza, Genesis 1:26, por lo tanto, nosotros deberíamos conocer de manera personal a nuestro señor y creador, así como a nuestro salvador Jesucristo, pues El estuvo desde el principio, Juan 1:1-5, entonces, si el nos pregunta, y ustedes, ¿Quién dicen que soy?, por que no podemos dar respuesta…sencillo…se debe al pecado. El pecado nos ha segado, nos ha separado, nos ha alejado, nos ha desdibujado el rostro de nuestro salvador. El pecado nos ha llenado de vergüenza. Pero por que estamos llenos de vergüenza. ¿Acaso Jesús ya no pago por nuestros pecados?, acaso ya no fuimos justificados? Pues debemos saber, que eso se debe al remanente de pecado que nos persigue. Sin embargo, tenemos de nuestro lado a nuestro abogado, a aquel que pago con su sangre por nuestras faltas. Mis amados hermanos, somos restaurados, limpiados, presentados como salvos ante el padre, nuestra cuenta se ha borrado para la gloria de Dios en el cuerpo y sangre de Cristo. El madero es nuestro recordatorio. Confíe en que el sacrificio de nuestro señor Jesús es suficiente para que herede con El, la vida eterna en l a presencia del padre, y viva siempre una vida de santidad.
En nuestra próxima reunión daremos respuesta a la pregunta que Dios mismo, en
la persona de Cristo Jesús nos hace… y ustedes, ¿Quién dicen que soy?