Sei sulla pagina 1di 4

MOMENTO DE DESIERTO

“Te llevaré al desierto y te hablaré al corazón”


Cfr. Os 2, 16
1. Antes de empezar este ejercicio:

• Buscá un lugar tranquilo, que te permita el encuentro con vos mismo y con Dios. Es
bueno permanecer todo el tiempo en ese lugar (preferiblemente que no sea en los cuartos,
porque tendemos a dormirnos)
• Con el cuerpo toma una postura cómoda, relajada.
• Lentamente, intentá varias veces concentrarte en el ritmo de tu respiración.
• Por unos instantes, podés entrecerrar los ojos y repetir una palabra (ej: “Jesús”), una
oración, o la letra de una canción que te permita encontrarte con Dios en lo profundo de tu
corazón.
• Tal vez, en algún momento, haya ruidos que te molesten. No te inquietes…Una buena
forma de no perder la concentración es precisamente concentrarte en esos sonidos. Vas a ver
que llega un momento en que ya no te molestan más.
• Mirá que hacía Jesús cuando necesitaba sumergirse en Él mismo y en su Padre:

Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto, allí
estuvo orando. Mc 1,35

2. Cómo vivir un desierto…



• Invocá al Espíritu Santo. Decile: “Vení Espíritu Santo, enseñame a rezar, ayudame a
conocer a Jesús”.
• Este tiempo, es para que te sumerjas en la aventura de encontrarte un poco más con
vos mismo, con Jesús que vive en tu interior, en la naturaleza que te rodea, en el silencio… Lo
mismo hizo Jesús:

“…el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue
tentado…vivía entre las fieras y los ángeles lo servían.”Mc 1, 12

• Hablale y escuchalo de la manera como lo hacés con un amigo. Hay muchas cosas para
hablar con Jesús... Podés pedirle perdón, agradecerle, alabarlo por su grandeza y su amor…
• Este momento es sólo para vos y Jesús. No te preocupes por otra cosa. Confiá en Jesús,
que te invita a que te abandones totalmente en Él; entregate a Él… cerrá los ojos e intentá
sentir cómo te abraza… cuánto te cuida… cuánto te ama…

No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué
se van a vestir. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A
cada día le basta su aflicción. Mt 6, 25, 34

• No te preocupes por terminar todo el desierto. Ahí donde el Espíritu Santo te esté
hablando con más fuerza, con su paz y alegría, quédate. Lo importante no son las fotocopias,
sino lo que Dios va obrando en el corazón. La oración no es llenarse de palabras, sino estar
con Jesús, compartir un tiempo con Él, sabiendo que nos ama… más allá de lo que hablemos.
Fíjate si este relato te ayuda:
“Para estar con Él…”
Mc 3,13-14
13 Después Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a
los que quiso. Ellos fueron hacia Él, 14 y Jesús instituyó
a Doce para que estuvieran con Él, y para enviarlos a
predicar.

1. ¿QUÉ DICE?
Lee lentamente el texto y tratá de imaginarte la escena del Evangelio que estás leyendo.
Imaginá el lugar, los rostros, los gestos. Tratá de hacerte presente en la escena como si
fueras uno de los personajes. Imaginá que sos uno de los 12. Escucha la voz de Jesús que te
llama para que estés un rato a solas con Él…

Ahora tratá de leer las partes más significativas del texto haciéndolas oración. Acá tenés
una ayuda:

• Llamó a su lado a los que quiso… Señor Jesús, Vos tomás la iniciativa y nos llamás
desde siempre, simplemente porque querés y nos querés, nos amás, a cada uno, con
todo lo que somos y todo lo que tenemos.

• Ellos fueron hacia Él… Como los Doce, nosotros también queremos ir hacia Vos Jesús
y responder a tu llamado de amor. Queremos salir de nosotros mismos y arriesgarnos
por Vos, jugarnos, regalarte nuestro “Sí”, simplemente porque nosotros también te
queremos… Aquí estamos, Señor, para hacer tu voluntad!

• Para que estuvieran con Él… Sí Jesús, eso es lo primero que nos pedís y lo que más
deseás de nosotros: que estemos con Vos, que vivamos con Vos, que aprendamos de
Vos simplemente mirándote, escuchándote, contemplando tu Sagrado Corazón. Nos
pedís que te seamos fieles, que volvamos nuestra mirada solamente a Vos y que te
sigamos sin mirar atrás. Nos pedís que permanezcamos con Vos y en Vos, en tu amor…

• Y para enviarlos a predicar… Señor Jesús, después de haber estado un largo tiempo
a solas con Vos, no podemos hacer otra cosa que ponernos a tu servicio, salir a contarle
a los demás lo maravilloso que es estar con Vos. Ahora nos seguís invitando a estar
con Vos, pero de una manera diferente: anunciando tu Palabra, tu Buena Noticia, el
Reino de nuestro Padre, allí donde no te conocen. Aquí estamos Señor, enviános a
donde Vos quieras!
2. ¿QUÉ ME DICE?
• Dios nos llama a todos, porque nos ama y confía en nosotros. No depende de nuestros
méritos o fracasos. El llamado de Dios es puro don, pura gratuidad. Y ante todo nos
llama a la SANTIDAD, a ser FELICES estando junto a Él.

• El llamado de Jesús es ante todo para estar con Él, permanecer con Él y alimentarnos
de Él. Es un camino de seguimiento y cercanía.

• Por eso, para poder escuchar lo que Dios quiere de nuestras vidas, Jesús nos invita a
cada uno a subir a la montaña a rezar. Nos invita a retirarnos al desierto y estar en
silencio para poder entrar en intimidad con Él y escuchar su voz. Y esto implica una
respuesta y un compromiso con esa respuesta, para sostenerla y llevarla adelante.

Acá tenés algunas preguntas que te pueden ayudar a ORAR y ESCUCHAR lo que JESÚS
TIENE PARA DECIRTE. No es necesario que respondas todas. Leélas todas y elegí las que
más te ayuden a rezar.

§ ¿Siento la necesidad de sentirme amado por Dios? ¿He experimentado alguna vez el gozo
de sentirme amado por Dios? ¿Cuándo? ¿Descubrí la alegría interior de ser “Hijo de Dios”?
¿Cuándo experimenté ese sentimiento?

§ ¿Qué significa para mí que Dios me haya amado y me haya creado como hijo suyo?

§ ¿Qué produce en mí la llamada de Jesús a estar con Él? ¿Qué le respondo?

§ ¿Qué me separa de ÉL? ¿Cuáles son los “ruidos” (exteriores e interiores) que me impiden
hacer silencio y escuchar a Jesús? ¿Busco hacer silencio y acercarme a Jesús?

§ ¿Tengo verdadera fe en Jesús? ¿Comprendo que solo con Jesús voy a poder vencer los
“males” que aquejan a mi corazón?

§ ¿Qué cosas del mundo me atrapan y no me dejan descubrir el amor de Dios para conmigo?
¿Qué cosas me hacen quedarme en la superficie, en lo superficial, y me impiden ir a lo
profundo? ¿Qué cosas sí me dejan descubrir el amor de Dios?

§ ¿Confundo a Dios con sus cosas? ¿Cómo se relacionan mis tareas pastorales o parroquiales
con mi relación con Dios? ¿Cuál es la centralidad de cada una?

§ ¿Trato de buscar a Jesús en mi vida cotidiana? ¿Dedico un tiempo a estar con Él? ¿Cómo
es mi actitud frente a la oración, la misa, la Eucaristía, el amor al prójimo?

§ ¿Soy consciente que mis días no tienen altura si no descubro que Jesús me ama?

§ ¿Creo conocer a Dios por haber estudiado sus doctrinas o por tener conocimientos
teológicos o haber escuchado mucho de Él? ¿Qué repercusiones tiene todo este en mi
corazón? ¿Cuánto lo conozco en la intimidad y en mi vida interior?
§ ¿Dejo que el Jesús entre en mí? ¿Lo ignoro? ¿Le dejo espacio o me lleno del mundo
material, cultural, o activista impidiendo el diálogo profundo con Él?

§ ¿Qué es lo que Jesús ve cuando mira en mi interior? ¿Me dejo amar por Dios, tal cual soy,
con mis debilidades, fracasos, luchas, y buenas intenciones? ¿Me doy cuenta que sólo la
fuerza de su gracia puede transformar mi corazón?

§ Somos jóvenes realmente ricos en talentos y regalos. Dios nos regaló a cada uno de
nosotros distintos dones… ¿Reconozco a Dios como la fuente de esos talentos? ¿O soy tan
soberbio de creerlos míos? ¿Pongo mis dones al servicio de Dios y de los demás? ¿De qué
manera?

§ ¿Me doy cuenta que Dios me busca constantemente para tenerme a su lado? ¿En qué
gestos, personas, cosas puedo ver ese amor constante de Dios?

§ ¿Qué personas me fueron mostrando a Jesús a lo largo de mi vida (familiares, amigos,


maestros, profesores, catequistas, etc.)? ¿Rezo por esas personas?

§ ¿Renuncié a algo para seguir a “mi felicidad”? ¿A qué estaría dispuesto a renunciar?

3. ¿QUÉ LE DIGO?
§ Para terminar este rato de intimidad con Jesús, hablale y contale todo lo que te fue
pasando en este rato de oración, diciéndole aquello que brote de lo profundo de tu corazón
(podés pedir, agradecer, alabar, pedir perdón…). Termina rezando esta oración, pidiéndole
que te ayude a elegirlo siempre:

Toma, Señor, y recibe


toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.

Tú me lo diste,
a ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo.
Dispón de todo según tu voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta.

OTROS TEXTOS USADOS:


MC 10, 17-22 (hombre rico)
LC 10, 38-42 (Marta y María)
LC 18, 10-14 (Fariseo y Publicano)

Potrebbero piacerti anche