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TÍTULO
MATERNIDAD COMO ELECCIÓN Y ABORTO COMO DECISIÓN
INTEGRANTES
MÓDULO
PERSPECTIVAS TEÓRICAS DE LO PSICOSOCIAL
DOCENTE
SAYDI JHULY VELÁSQUEZ SUÁREZ
Abril de 2020
MATERNIDAD COMO ELECCIÓN Y ABORTO COMO DECISIÓN
En las últimas décadas del siglo XX, con la masificación de los métodos
anticonceptivos, para las mujeres con información y acceso a esos métodos, la
maternidad dejó de ser un destino impuesto y se volvió una elección… hasta el
siglo anterior, las mujeres habían sido madres como consecuencia de su propia
naturaleza biológica (¿Maternidad biológica o maternidad social?, 2003).
1 Naciones Unidas, Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ver: Objetivo 3: Garantizar una vida sana y promover
el bien estar para todos en todas las edades; Objetivo 5: Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a
todas las mujeres y las niñas. Ver: http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/
2 Corte Constitucional, Sentencias T-732 de 2009, T-585 de 2010, T-841 de 2011 y T-627 de 2012, entre
otras.
3 Pro-vida no es una organización como tal, sino un término desde el cual se organizan varias personas para
defender la vida en diferentes prácticas, sobre todo en la defensa a la vida de los embriones y los fetos, y en
otros temas como la eutanasia, la pena de muerte, la clonación de humanos y la investigación con células
madres
relación con la existencia de una coalición de derechos fundamentales,
(considerados así para quienes aceptan que el aborto afecta el derecho a la vida,
y solo de coalición de principios jurídicos para otros que no lo aceptan), entre la
vida del que está por nacer, y los derechos de la mujer y su autonomía para
decidir sobre sí (Ramírez, 2016).
Ahora bien, el aborto sin duda desde esta perspectiva es un conflicto, ya que
contrapone posiciones, valores y objetivos entre sus partícipes y la comunidad,
siendo imposible que sea percibido por las personas de la misma manera en un
mismo momento y lugar, entendiendo que tiene múltiples causas, consecuencias y
reacciones. La Interrupción Voluntaria del Embarazo IVE, ha generado un
sinnúmero de polémicas y debates, debido a las diversas posturas que se toman a
su alrededor, ya que se vinculan asuntos políticos, sociales, jurídicos, religiosos y
biológicos.
Para Tarde el comportamiento social es producto de la influencia recíproca entre
los individuos dentro de una colectividad. Tal planteo presenta a este sociólogo
como fundador del concepto de interacción social. La interacción entre los
individuos provoca que algunos ejerzan influencia mental sobre otros, que de este
modo asimilan modelos, a los cuales terminan imitando (Perlo, 2006).
Desde que el aborto se despenalizó, decenas de personas han presentado
acciones legales que buscan penalizar el aborto en cualquier escenario. La última
de estas iniciativas fue interpuesta por la abogada Natalia Bernal, a raíz del caso
antes mencionado, quien pide penalizar el aborto en todas las causales de
embarazo y que se considere al feto como un ser humano apoyada, además, por
senadores cristianos y miembros de la bancada pro-vida, quienes anunciaron que
promoverán un referendo para oponerse a la despenalización de esta práctica.
Generalmente, estos colectivos están conformados o influenciados por
perspectivas religiosas. "La vida es sagrada porque es un maravilloso don de Dios,
nadie tiene el derecho a decidir sobre ella, en este caso, ni siquiera la madre,
porque ambos -madre y nasciturus- son seres diferentes, con su propio código
genético", escribió en una reciente columna, la senadora María del Rosario Guerra
(Pardo, 2020)
El comportamiento social es el resultado de un proceso de influencia recíproca
entre las conciencias (Pág. 92). Según Mead la conducta de los individuos sólo
puede entenderse en tanto conducta del grupo social del cual él mismo forma
parte. La acción individual de cada persona lleva implícita una conducta social
más amplia que transciende al sujeto individual y que a su vez implica a otros
miembros del grupo (Pág. 95). (Perlo, 2006)
Partiendo de esta percepción, se logran identificar algunos constructos de quienes
se identifican con esta colectividad o que se autodenominan pro-vida, visualizado
a través de discursos que asignan significancia a la práctica del aborto
comparándolo con homicidio; sustentan que la legalización del aborto sólo
provocará que sea usado como un método anticonceptivo y que se incremente
esta práctica; incluso, señalamientos de que, aunque una mujer se practique un
aborto, esto no la exime de ser madre y que siempre quedará en su conciencia.
Pese a que existen investigaciones como la de Lask (1975: 41), una de las
primeras en torno a las consecuencias psiquiátricas de la interrupción voluntaria
del embarazo, primer investigador en elaborar una escala para predecir el riesgo
psicológico del aborto, que concluye una escasa incidencia entre las afectaciones
psiquiátrica y la interrupción voluntaria del embarazo. Así mismo, existen
investigaciones que demuestran una mayor incidencia de depresión, en mujeres
en situación de post parto, que en aquellas que se encuentran en periodo post
aborto. Así también, se aprecian mayores consecuencias emocionales en mujeres
a las que se les ha denegado el aborto y se las ha forzado a una maternidad.
Vinculada a las consecuencias sociales de optar por despenalizar o no el aborto,
están las propias del ámbito jurídico, donde encontramos la experiencia
comparada de países en que está despenalizado el aborto, con aquellos que lo
sancionan y la situación de los que aceptan el aborto terapéutico… Al respecto se
puede observar que cada Estado establece su normativa con base en elementos
propios de su cultura, demografía, desarrollo e ideología política (Ramírez, 2016).
Según el Ministerio de Salud, en Colombia la Corte Constitucional reconoce que la
interrupción voluntaria del embarazo es un derecho íntimamente ligado al derecho
a la vida, a la salud, a la integridad, a la autodeterminación, intimidad y dignidad
de las mujeres, sin embargo, y a pesar de que toda mujer o niña tiene derecho a
acceder a la IVE, se encuentra también con distintas obstáculos para el acceso a
ello, tal como fue el caso de la interrupción de la mujer de 22 años en Popayán, en
el suroeste de Colombia, que acogiéndose a la ley, escogió interrumpir su
embarazo a los siete meses de gestación con el argumento, comprobado por
médicos, de que su salud mental se veía afectada a raíz de un embarazo no
deseado y el no estar preparada para asumir la maternidad; siendo la entidad
Profamilia, la entidad privada que practicó el aborto, dijo que este caso entra en la
última causal y que lo hizo en garantía de los derechos constitucionales de la
joven. Caso que reavivó el debate frente al aborto en el país y que, a su vez, tuvo
una exposición mediática, a pesar del principio de confidencialidad que confiere la
sentencia, exponiendo a la mujer involucrada, no sólo a la exposición sino al
rechazo social.
Manuela Lopera, periodista y narradora, que escribe sobre temas de género,
manifiesta “Uno de los mayores fracasos de salud pública en mi país (Colombia) y
en América Latina tiene su origen en la idea de la maternidad como mandato
social y no como elección. Esa manera de definir la maternidad —tan arraigada en
nuestra parte del mundo— alimenta la lógica perversa de que es posible legislar
sobre nuestro cuerpo… no todas las mujeres quieren ser madres ni todos los
momentos o circunstancias son los más adecuados para serlo. Entender esto es
fundamental; elegir es nuestro derecho.
Entendiendo que la penalización del aborto no disminuye la práctica de ésta,
puesto que el aborto es el cuarto método más frecuente usado por las mujeres
latinoamericanas para controlar su fecundidad. Según la OMS (Organización
Mundial de la Salud) anualmente ocurren 210 millones de embarazos en todo el
mundo y de estos hay 53 millones de abortos, de los cuales 19 millones son
abortos inseguros. (…) Existen limitantes estructurales y factores culturales más
que causas-efecto, que predisponen al aborto: problemas de salud, deficiente
educación sexual, limitaciones en el entendimiento de los comportamientos
sexuales principalmente de los jóvenes; problemas en la información en
anticoncepción, de acceso al sistema de salud, de acceso a los métodos de
regulación de la fecundidad, mal uso de los métodos, inequidad de género
reflejada en el poco poder de negociación de las mujeres con la pareja sexual y en
el proceso de toma de decisiones de abortar: autodeterminación, coacción
masculina o decisión conjunta; temor a la familia, carencia económica y violencia
sexual (Penagos).
Está demostrado que el número de abortos ha disminuido en los países en los que
se despenaliza, seguido de políticas educativas y preventivas, como es el caso de
Uruguay, cuya experiencia demuestra “La disminución acelerada de la mortalidad
materna que se observa desde el año 2005 es coincidente con la implementación
de una batería de acciones sociales y sanitarias de protección de la mujer, que
aumentó aún más desde 2010 con la aplicación de políticas específicas, como la
creación y ampliación de los servicios de salud sexual y reproductiva universales,
con implementación en todo el país”, explica un trabajo de la Federación
Internacional de Ginecología y Obstetricia.
La respuesta posible a este conflicto es una nueva forma de comprender la
maternidad que surge de la necesidad de resolver la paradoja "o madre o mujer",
por nuevas alternativas que hagan posible "tanto madre como mujer".
Resignificando, la maternidad como un deseo y no como una imposición;
entendiendo que cada mujer tiene intereses y conceptos diferentes relacionados
con su identificación de género, que no necesariamente está ligada a la
procreación. Así mismo, se debe plantear un debate que permita generar
acuerdos entre los distintos colectivos sociales, en torno al aborto, propendiendo a
analizar y generar alternativas que sean acordes a las vivencias, percepciones e
incluso condiciones, sociales, políticas y culturales de la mujer, planteando
alternativas que permitan el acceso y la práctica de una toma de decisiones
informada y con base en los preceptos de cada individualidad; sin coartar la
libertad humana y el señalamiento social.
Comprender que cada individualidad tiene una percepción de su propia realidad y
que las imposiciones sólo generan exclusión, asociándolo con el conductismo
metodológico, que permite comprender que la conducta social sólo puede ser
entendida dentro del contexto de la estructura social en la que toma lugar, según
Mead. De esta manera, se percibe incompatible pretender que toda persona sea
juzgada o deba acogerse a unas construcciones establecidas por un grupo
específico, sin contemplar la diversidad y la individualidad del ser humano.
Conforme a ello es que, en países de mayor desarrollo, donde se ha
despenalizado el aborto, se han adoptado medidas de educación temprana en
esta materia, creación de redes de cuidado significativas para las mujeres. Es así
como es posible apreciar que, a nivel internacional, existen países donde además
de legislar favorablemente sobre el aborto, han debido desarrollar políticas
públicas que permiten evitar las situaciones en las que una decisión de tal
naturaleza deba adoptarse, a partir de la facilitación de recursos de prevención,
información y otorgamiento de condiciones que eviten el aborto o le ofrezcan
buenas condiciones sanitarias básicas.
Bibliografía
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