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ECLESIOLOGÍA DE LAS CARTAS DE SAN PABLO

Para ser bien entendidos, estos enunciados deben ser situados en su


contexto epistolar2. El cuerpo de la carta está compuesto por tres partes
anunciadas por una partitio, en Col 1,21-23, y desarrolladas en sentido
inverso:
Exordio, con sus desarrollos hímnicos (1,3-20).
La partitio (1,21-23) o el anuncio de los temas tratados:
a) La obra de Cristo para la santidad de los creyentes (vv. 21-22).
b) La fidelidad al Evangelio recibido (v. 23a)
c) y anunciado por Pablo (v. 23b).
La probatio (1,24–4,1), que recoge los temas en orden inverso:
a) El combate de Pablo por el anuncio del Evangelio/misterio (1,24–2,5).
b) La fidelidad al Evangelio recibido (2,6-23).
c) La santidad de los creyentes (3,1–4,1).
1) Los principios (3,1-4).
2) Estado del cristiano y actuación ética/eclesial (3,5-17).
3) Aplicación a la vida familiar o doméstica (3,18–4,1).
Exhortaciones finales con función conclusiva (4,2-6).

Esta disposición exige un breve comentario.


En la primera parte, Col 1,24–2,5, Pablo presenta los desafíos de su
ministerio, fundamental para la vida de los creyentes: las exhortaciones de
las partes siguientes (2,6-23 y 3,1–4,6) encuentran su razón de ser y su
valor en la necesaria presentación del heraldo que recibió como misión
dar a conocer el misterio (mystêrion), porque sólo éste puede separar a los
creyentes del error. En otros términos, las exhortaciones de Col 2,6-23 y
3,1–4,6 son inseparables de la unidad que les precede y las justifica: el
«pues» (oun) de Col 2,6 indica precisamente que ellas tienen su razón de
ser en la unidad epistolar precedente (1,24–2,5). El cuerpo de la carta,
que empieza en Col 1,24, está así compuesto por tres partes cuya lógica
se puede describir:
– la importancia del mystêrion, del que Pablo está encargado (1,24–2,5),
– para resistir a las añagazas de la philosophia (2,6-23),
– para vivir en conformidad con el nuevo ser en Cristo (3,1–4,6).

2
Aquí se omite el marco epistolar inicial (1,1-2) y final (4,7-18). Para una justificación
completa de esta composición, cf. J.-N. ALETTI, «La dispositio de Colossiens. Enjeux exégétiques
et théologiques», en J. E. AGUILAR CHIU – F. MANZI – F. URSO – C. ZESATI ESTRADA (eds.), «Il Verbo
di Dio è vivo», FS A, Vanhoye, AnBib 165, Roma 2007, pp. 323-336.

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Col 1,18a
«Y él mismo [Cristo] es la cabeza del cuerpo [es decir], de la Iglesia»3.

Este enunciado, a la vez cristológico y eclesiológico, se encuentra en la


expansión hímnica (Col 1,15-20) que concluye el exordio de la carta. Si la
relación Cristo-Iglesia en términos de cabeza/cuerpo no se desarrolla allí,
sino que sólo se menciona de pasada, no obstante, ligado a lo que le pre-
cede, el enunciado de Col 1,18a subraya manifiestamente que aquel que es
cabeza de la Iglesia es el mismo por el que todas las cosas fueron creadas y
por quien subsisten, y que por eso está por encima de todo. En resumen, la
Iglesia no podía tener como cabeza (kephalê) un ser más eminente y más
poderoso que el Hijo amado:
a todas las cosas fueron creadas por él y para él (v. 16f),
b y él mismo está por delante de todo (v. 17a),
a’ y todas las cosas subsisten en él (v. 17b),
b’ y él mismo es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia (v. 18a).

En el siglo XX, la afirmación de Col 1,18 fue analizada sobre todo a


partir de la historia de la redacción, siendo considerado el genitivo «de la
Iglesia» como un añadido del autor de Colosenses para contrapesar una
cristología demasiado mitológica4. Esta lectura, muy seguida durante déca-
das, es hoy poco considerada, porque, dado que es indemostrable, los exe-
getas prefieren leer Col 1,15-20 en su contexto y en su función en la carta
en que se encuentra5. A fin de cuentas, que el genitivo «de la Iglesia» sea un
correctivo no dice aún nada sobre lo que significa y connota en el pasaje
donde ha sido insertado.
Por tanto, ¿qué quiere decir Col 1,18a? Con Yorke6, formulemos dos
preguntas: ¿es la Iglesia el cuerpo personal de Cristo resucitado o se trata
solamente de una analogía? Al afirmar que Cristo es «cabeza» (kephalê),
¿trata de decir el texto que es verdaderamente la cabeza de la Iglesia o sólo su
jefe y su señor? El autor que acabamos de mencionar piensa que se trata de

3
Texto griego: kai autos hê kefalê tou sômatos tês ekklêsias.
4
Zeus llamado cabeza del cosmos, que es su cuerpo, en un fragmento órfico (n. 168).
E. LOHSE, Kolosser, p. 94, menciona varios papiros. Habría una cita monoteísta de estas ideas
en el judaísmo helenístico, en particular en Filón, según el cual el Logos es la kephalê del
cosmos; dicho de otra manera, el que lo guía y lo dirige. Si hay un añadido, no debería ser
restringido al genitivo tês ekklêsias, sino que debería ser extendido al v. 18 completo.
5
Cf. ACFEB, Les Hymnes du Nouveau Testament et leurs fonctions, LD 225, París 2009, sin-
tomático del cambio de perspectiva exegética. Por desgracia, el artículo de A. DETTWILER,
«Démystification céleste. La fonction argumentative de l’hymne au Christ (Col 1,15-20) dans
la lettre aux Colossiens», pp. 325-340, de esta obra no hace justicia totalmente a este cambio.
6
G. YORKE, The Church as the Body of Christ, p. 87.

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una doble analogía, sin más. En efecto, Col 1,18a no dice que la Iglesia es
el cuerpo de Cristo –su cuerpo, tou sômatos autou–, sino sólo que ella es el
cuerpo, y, por tanto, se trata, como en 1 Cor, de una metáfora, siendo en-
tonces la Iglesia considerada como un cuerpo social. Y si esto es así, entonces
por vía de consecuencia la metáfora se extiende a Cristo, jefe y señor de ese
cuerpo social. Sin duda, se objetará que en Col 1,24 el autor de la carta dice
explícitamente que la Iglesia es el cuerpo de Cristo. A lo que Yorke responde
que el genitivo autou del sintagma tou sômatos autou denota la posesión: el
cuerpo eclesial pertenece a Cristo.
Varios helenistas han vuelto igualmente al sentido del vocablo kephalê,
a partir de evidencias externas, para llegar a conclusiones opuestas: según
unos, kephalê connotaría la autoridad; según otros, indicaría el origen, lo
que para Col 1,18a podría traducirse así: «Él mismo tiene total autoridad
sobre la Iglesia» o, por el contrario, «él mismo es la fuente de la Iglesia»7.
Sin renegar de esos estudios, es importante recordar que el contexto literario
–dicho de otro modo, la dinámica del pasaje– permite en última instancia
decidir sobre el sentido. Ahora bien, el pasaje completo (Col 1,15-20)
muestra que el Hijo de Dios (Col 1,13) no es cabeza (kephalê) en sentido
biológico, como miembro de un cuerpo vivo que tiene necesidad de los
otros miembros para subsistir, como en 1 Cor 12,21, ya que los vv. 16-17
afirman que él es anterior a todas las cosas y que todas las cosas han sido
creadas por el. Por el contrario, apoyándose en el v. 17b se puede decir que
la Iglesia no puede subsistir ni mantenerse sin él. Por último, como el pa-
saje no aplica al Hijo la preposición ek, que indica el origen para la exis-
tencia de los seres creados, sino sólo otras preposiciones (en, dia, eis, pro),
ciertamente se puede concluir que el término kephalê no connota el origen
o la fuente, sino más bien la autoridad total de Cristo sobre la Iglesia. En
efecto, la presencia del artículo delante del sustantivo kephalê en Col 1,18a
denota una insistencia en la designación –el Hijo, y sólo él, es la cabeza– y
no en la atribución; dicho de otra manera, en el sentido preciso del título
kephalê. Esto quiere decir que ninguno de los poderes celestes enumerados
en Col 1,16 puede reivindicar este título ni tener autoridad sobre la Iglesia
y, por tanto, sobre los creyentes. Se ve sin dificultad la importancia de este
estico para el resto de la carta, en particular para Col 2,6-23. Además, vin-
culado a las afirmaciones sobre el primado del Hijo en el orden creado y no
directamente a aquellas sobre la pacificación, el título kephalê significa que

7
W. GRUDEM, «kephalè», 1985 («cabeza» connota la autoridad); R. S. CERVIN, «kephalè»
(critica a Grudem; el término indica la fuente, el origen); W. GRUDEM, «kephalè» 1990 (respuesta
a Cervin); J. A. FITZMYER «Another Look at KEPHALE» (= ruler, leader [gobernante, líder]).

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la autoridad absoluta de Cristo sobre la Iglesia está ligada a su autoridad


sobre todo lo creado8. Porque se podría objetar que su resurrección (v. 18b)
no basta para concederle el primado sobre los poderes angélicos que sir-
ven y adoran desde siempre ante el trono divino; por eso el autor de Col
relaciona la autoridad del Hijo sobre la Iglesia con su superioridad sobre
estos seres en el nivel de su propia existencia (fueron creados en él, por él
y para él).
Una vez establecido que el sustantivo kephalê denota la autoridad,
queda por determinar el sentido de la doble metáfora. Porque si Cristo
es kephalê, dicho de otra manera, jefe y señor de toda autoridad y poder
(Col 2,10), a diferencia de la Iglesia, estos últimos no son su cuerpo. ¿El
genitivo autou de Col 1,18a es sólo de posesión –la Iglesia es el cuerpo
social que pertenece a Cristo– o denota una unión vital y única, como la
que existe entre cabeza y cuerpo? Un simple genitivo de posesión no po-
dría hacer justicia al contexto, a saber, el himno, pero tampoco a Col en
su conjunto, donde todo lo creado está subordinado a Cristo y le per-
tenece: si el resto de lo creado pertenece también a Cristo, el genitivo del
v. 18 debe connotar necesariamente algo más. Igual que en 1 Cor 12, donde
hemos observado la importancia heurística de la metáfora, la formulación
de Col 1,18 denota una unión indisociable: la Iglesia recibe su vida, su cre-
cimiento, su dinamismo, de Cristo. Pero el laconismo del estico no permi-
te ir más lejos. E incluso aunque el autor de Col recoge aquí el vocabulario
de las protopaulinas9, el deslizamiento es claro: no es la Iglesia en su reali-
dad orgánica, como unidad en la multiplicidad y la complementariedad de
sus miembros, lo que importa aquí, sino su dependencia y su unión con el
Hijo, así como la unicidad de esta relación.

Col 1,24
«Ahora me alegro en mis sufrimientos por vosotros, y completo lo que falta
a las tribulaciones de Cristo en mi carne por su cuerpo, que es la Iglesia»10.

Con este enunciado empieza la primera parte del cuerpo de la carta, don-
de Pablo anuncia que sus sufrimientos, lejos de ser inútiles o de desacreditar
su ministerio, por el contrario forman parte y están también ordenados a la
manifestación del mystêrion.

8
La misma interpretación en S. E. FOWL, Hymnic Material, p. 112. Por otra parte, el kai de
18a parece tener un matiz consecutivo.
9
Cf. Rom 12,4-5; 1 Cor 10,16-17; 12,12-13.
10
Texto griego: Nyn chairô en tois pathêmasin hyper hymon kai antanaplêrô ta hysterêmata tôn
thlipseôn tou Christou en tê sarki mou hyper tou sômatos autou, ho estin hê ekklêsia.

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