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En mi opinión, entre otras cosas, tres cosas son importantes mientras continuamos
experimentando la realidad del COVID-19, el coronavirus. La primera es la Oración,
la segunda cosa es el Arrepentimiento y la tercera es la Confianza en Dios. Todas
ellas están interrelacionadas; de igual manera, mis expresiones coincidirán con las
muchas experiencias de la vida real.
El ritmo de la vida de Jesús fue una continua presencia hacia Dios y una continua
presencia para la gente. De la presencia de Dios pasaba a la presencia de la gente y de
la presencia de la gente, retornaba a la presencia de Dios. No hizo nada sin
consultarlo con Dios. Ayunó y oró antes de comenzar su ministerio (Mt 4, 2). Él oró
antes de elegir a sus apóstoles (Lc 6, 12-16). Rezó antes de resucitar a Lázaro de
entres los muertos (Jn 11, 42). Rezó cuando se vio abrumado por el dolor en el Huerto
de Getsemaní. Rezó en el momento de su muerte.
Así como Jesús enfrento las alegrías y las penas de su vida con la oración, nosotros
también debemos hacer lo mismo. El peligro del COVID-19 es abrumador. No
podemos levantar una mano sin ayuda. Es sólo la mano de Dios la que lo puede
destruir por nosotros. No podemos hacerlo solos, incluso si fue causado por
manipulación humana; somos incapaces de remediarlo. Tenemos que ponernos de
rodillas, pidiendo a Dios con humildad que venga a ayudarnos. Dios vendrá en
nuestra ayuda; está lleno de misericordia, compasión y amor. ¿No dice Él?: "Porque
se ha unido a Mí, lo libraré, porque reconoce mi Nombre, lo engrandeceré. Me
invocará y Yo le escucharé; con él estaré en la tribulación, lo libraré y lo glorificaré.
Le saciaré de muchos días y le haré ver mi salvación.” (Sal 91, 14- 16)
No pierdan tiempo
No perdamos tiempo y asaltemos al Cielo pidiendo asistencia espiritual. Si lo dejamos
a nosotros mismos, estamos destinados a fracasar. Nada es más importante que un
grito de asistencia celestial desde el fondo del alma, una oración sincera y ardiente
que NO obtendrá un NO por respuesta. Estamos asediados en todo lugar de los
estragos del coronavirus que ha desafiado a la medicina. Acerquémonos al Trono de
la Misericordia y como el santo salmista reza: "Mis ojos están SIEMPRE fijos en el
Señor, pues Él saca mis pies de las redes. Mírame y ten piedad de mí, porque estoy
solo y humillado. ALIVIA las angustias de mi corazón, sácame de mis apuros. MIRA
mi miseria y mi fatiga, y perdona todos mis pecados” (Sal 25, 15-16).
La oscuridad en el mundo
El coronavirus ha propagado la oscuridad en el mundo. ¿Sucumbiremos a la
oscuridad? ¡Nunca! La Escritura dice que nosotros no pertenecemos a la noche ni a la
oscuridad. Entonces no deberíamos estar durmiendo como los demás, deberíamos
estar despiertos y sobrios. Es de noche que la gente duerme, es por la noche que la
gente se emborracha. Pero nosotros pertenecemos al día, y deberíamos estar sobrios.
Debemos llevar la Fe y el Amor como un pectoral, y nuestra esperanza de la salvación
como un casco. Dios no nos eligió para sufrir su ira sino para poseer la salvación a
través de nuestro Señor Jesucristo quien murió por nosotros para que podamos vivir
junto con Él, ya sea que estemos vivos o muertos cuando Él venga (1 Tesalonicenses
5, 5-9).
Jesús es nuestra luz, porque Él dijo: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12). No permitas que nada
disminuya tu fe. Disipemos la oscuridad del coronavirus con la luz de Cristo. Él es la
fuente de toda luz y nos ha constituido para ser lo que Él es, que es, la Luz del mundo.
Una ciudad construida en la cima de una colina no puede ser escondida. Nadie
enciende una lámpara para ponerla bajo una mesa, sino que la ponen en lo alto donde
Traducción de cortesía al español de la carta original escrita en inglés por Rev. Dr.
Ayo-Maria Atoyebi Op, Obispo Emérito de la Diócesis de Ilorin, Nigeria.
brilla para todos en la casa. De la misma manera, tu luz debe brillar a la vista de la
gente, para que, viendo tus buenas obras, puedan alabar a tu Padre en el Cielo. (Mt 5,
14). Ustedes son la luz constituida por Dios; por consiguiente, su luz debe dispersar la
oscuridad del coronavirus. Desháganse de la desesperación; no le den espacio al
desánimo; manténganse firmes en la fe en Cristo.
Supongamos que eres una de las víctimas del coronavirus, ¿qué tan preparado estás
para enfrentar la muerte? ¿Qué tan listo estás para encontrarte con Dios? ¿Lo veras
como un juez o un salvador a quien debes una eterna expresión de gratitud? Basado
en tu vida virtuosa en la tierra, ¿esperas oír de Jesús "Vengan, benditos de mi Padre,
tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo" (Mt.
25,34). Yo no rezo para que estés entre los condenados que vivieron sin amar su Dios
ni a su prójimo en la tierra.
No tengan miedo; no entren en pánico ante los estragos del Coronavirus. Sigamos
adelante rezando ya que tenemos un Dios que responde a la oración, el flagelo del
COVID-19 pronto terminará, pero no debemos volver a nuestro vómito.
Mantengámonos fieles a Dios y la pandemia desaparecerá. Dios dice:
Que la Preciosa Sangre que brota de la Sagrada Cabeza de nuestro Señor Jesucristo,
Templo de la Divina Sabiduría, Tabernáculo del Divino Conocimiento y Luz del
Cielo y la Tierra, nos cubra ahora y siempre. Amén.
Los bendigo (+). Amén.