Sei sulla pagina 1di 2

LA CONSTITUCIÓN DE 1991: SOCIAL, DEMOCRÁTICA Y PLURAL

Rodolfo Arango. PhD en Filosofía del Derecho y Derecho Constitucional (Kiel, Alemania). Profesor de
Filosofía, Universidad de los Andes.

La toma, retoma e incendio del Palacio de Justicia en 1985 llevaron a muchos a la convicción de que
habíamos tocado fondo. Pocas veces los colombianos habíamos vivido un horror de tal magnitud. Más de
cien personas inocentes, incluida la máxima inteligencia jurídica del país, fueron víctimas del odio y la
sinrazón de sus compatriotas. La grave ruptura del pacto social despertó la conciencia ciudadana. El
movimiento estudiantil cobró fuerza y exigió recuperar la autodeterminación política por vía constituyente,
camino cercenado en el plebiscito de 1957. El gobierno Barco logró durante el periodo 1986-1990
desmovilizar a cinco grupos guerrilleros. Para sellar el acuerdo de paz, que aspiró sin éxito a incluir a las
Farc, se gestó la única constitución verdaderamente democrática de nuestra historia republicana. Antes las
Cartas Políticas eran redactadas por gramáticos cercanos al poder y validadas por el Congreso. La del 91,
imperfecta y farragosa, fue deliberada y votada por setenta constituyentes, elegidos en forma directa por el
pueblo. Su resultado ha contribuido a la transformación del país.

La fórmula política adoptada por el constituyente, el Estado constitucional, democrático y social de derecho,
respondió a la gran deuda social con las personas y los grupos más desfavorecidos. De un Estado de derecho
formal, confesional y autoritario, se transitó hacia un Estado constitucional, democrático, republicano,
pluralista y social de derecho. Dentro de las piezas centrales del nuevo andamiaje constitucional están la
adopción de una extensa carta de derechos y deberes; las acciones de tutela, popular y colectiva; la creación
de la Corte Constitucional, la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo; la restricción al uso de los estados de
excepción, por mencionar solo algunos avances. Asuntos importantes que se quedaron entre el tintero
fueron un ordenamiento territorial favorable a la regionalización del país –como la soñara el gran ser humano
Orlando Fals Borda–; una reforma política favorable a una democracia real; y el acceso efectivo a la tierra
para millones de excluidos por la pobreza o la violencia, entre otros.

Antes de la reforma de 1991 los derechos fundamentales no estaban presentes en la conciencia ciudadana
como ahora. Por el contrario, la máxima “el interés general prima sobre el particular” dejaba traslucir la
primacía de intereses colectivos sobre el valor intrínseco de la persona humana. Más de cincuenta años de
estados de sitio recurrentes habían hecho su mella en el ánimo democrático, como otro tanto había
desmovilizado a la población el esquema del Frente Nacional. El constituyente pretendió cambiar la cultura
política utilitaria, autoritaria y excluyente. La dignidad humana; el pluralismo; el reconocimiento de la
diversidad étnica y cultural; el libre desarrollo de la personalidad; la igualdad real y efectiva; la solidaridad
social se adoptaron como principios fundamentales para la vida social y política. Luego vendrían doctrinas
constitucionales, desarrolladas por jurisprudentes ilustres, con nuevos métodos de interpretación. Gracias al
desarrollo de la Carta Política por parte de los jueces, en particular de la Corte Constitucional, hoy conforman
nuestro acervo jurídico instituciones como el Estado social de derecho; el derecho fundamental al mínimo
vital; la tutela por vías de hecho; los estados de cosas inconstitucionales; el derecho fundamental a la
consulta previa de grupos étnicos; el control material sobre los actos declaratorios de estados de excepción,
entre otros avances. Si bien la Constitución de 1991 no nos ha sacado de la vorágine de la violencia ni de la
trampa de la pobreza, sí ha contribuido a democratizar la sociedad, a desmontar el autoritarismo y a
neutralizar millones de injusticias concretas.

Una constitución es un pacto político y social que debe renovarse permanentemente, bien sea para
refrendarlo o para modificarlo de forma que responda a las exigencias de los tiempos. Debe ser tan estable
que ofrezca un futuro promisorio a largo plazo, pero tan flexible que no impida responder oportunamente a
los desafíos sociales y políticos. Dos décadas son un tiempo prudencial para reflexionar sobre los aciertos y
los desafíos de un acuerdo sobre lo fundamental. Los recientes fenómenos de corrupción en áreas como
salud, agricultura o minería, obligan a revisar el prejuicio según el cual el sector público es venal e ineficaz,
mientras el privado pulcro y eficiente. Más importante que las privatizaciones de instituciones y funciones
públicas para combatir la desigualdad económica y la pobreza parece ser una actitud dispuesta a revisar y
discutir, con fundamentos empíricos y desapasionadamente, las decisiones colectivas que el país necesita
para ser próspero e inclusivo económica y socialmente, sin dominación ni sujeción a poderes privados. Es
hora de deliberar democráticamente sobre la conveniencia de derogar la Ley 100 de 1993.    

El acceso a la propiedad y a la tierra para los campesinos; un estatuto de trabajo que garantice los principios
laborales mínimos y fundamentales; la protección plena a las mujeres y a sus derechos sexuales y
reproductivos; la justicia con las comunidades afrocolombianas, no suficientemente reconocidas y
garantizadas en sus derechos en la norma fundamental; el pleno respeto de los derechos de las personas
con diversa orientación sexual; los derechos de los animales y de la naturaleza; todos estos son desafíos
avizorados por los constituyentes de 1991 pero que aún carecen de un desarrollo adecuado en términos de
la preceptiva constitucional y legal.

La principal tarea inconclusa de la sociedad colombiana está en el ámbito cultural. La integración de la


comunidad política se encuentra en una situación análoga al estado de la infraestructura de carreteras,
puentes y caminos. La construcción de un pueblo que actúe cooperativamente; que confíe y no desconfíe;
que se enorgullezca de su pasado indígena, negro o mestizo en lugar de denigrarlo; que cultive y extienda su
riqueza lingüística y no la niegue; que quiera ahondar en sus raíces en vez de parecerse a sus antiguos
amos; que ejerza su soberanía y no se venza ante el neocolonialismo, la depredación ambiental o el saqueo
de los recursos naturales; que no se deje llevar por el facilismo del consumo sino que oponga resistencia
intelectual y estética a la banalización de la complejidad y la riqueza de la existencia. Esa es la sociedad
anhelada por el pueblo constituyente que dio origen y se mantiene fiel a la Constitución de 1991.

Fuente: http://www.uniandes.edu.co/xplorer/especiales/constituyente/arango.html

FUNDACIÓN UNIVERSITARIA KONRAD LORENZ

ÉTICA PROFESIONAL Y COMPETENCIAS CIUDADANAS

TALLER – QUIZ

 Leer con detenimiento y mucha atención, luego desde el texto anterior responder:

1- ¿Por qué se hizo relevante reconocer derechos fundamentales en la Carta Constitucional del 1991?

2- ¿Qué es un Estado Social de Derecho? ¿Por qué se adquiere este tipo de modelo en el caso
colombiano?

3- ¿Por qué el autor afirma que: “Una constitución es un pacto político y social que debe renovarse
permanentemente, bien sea para refrendarlo o para modificarlo de forma que responda a las exigencias de
los tiempos.”? ¿Cómo entienden esta afirmación?

4- ¿Cuál es la conclusión del autor? Según su interpretación, ¿Qué lo llevo a concluir esto?

Potrebbero piacerti anche