Sei sulla pagina 1di 16

LINEA JURISPRUDENCIAL SOBRE LA PROHIBICION DE LA TORTURA Y OTROS TRATOS O

PENAS CRUELES, INHUMANAS O DEGRADANTES EN EL SISTEMA INTERAMERICANO DE


DERECHOS HUMANOS

Grupo: Nathalia Jiménez Bará

Juanita Gómez González

Camila Umaña Tovar

PROFESOR: Jorge Andrés Illera Cajiao

UNIVERSIDAD ICESI

SANTIAGO DE CALI

2012
LINEA JURISPRUDENCIAL SOBRE LA PROHIBICION DE LA TORTURA Y OTROS TRATOS O
PENAS CRUELES, INHUMANAS O DEGRADANTES EN EL SISTEMA INTERAMERICANO DE
DERECHOS HUMANOS

El presente ensayo pretende hacer un análisis sobre el tratamiento de la prohibición de la


tortura y los tratos o penas crueles, inhumanos o degradante, por parte de la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, tanto en lo que respecta
a la conceptualización que se le ha dado a tal prohibición, así como las medidas de
reparación dispensadas a las víctimas del mismo, teniendo como fundamento los distintos
casos resueltos por la Corte dentro de las últimas dos décadas. Lo anterior con el fin de
determinar el alcance que esta jurisprudencia ha dado a la prohibición de la tortura y los
otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. De este modo, el desarrollo de
este trabajo estará compuesto por los siguientes ítems: (I) inicialmente se hará un breve
estudio sobre la noción de tortura que se ha venido empleando dentro del Sistema
Interamericano de Derechos Humanos; (II) para, a partir de lo anterior, dilucidar sobre el
tratamiento específico de la prohibición de la tortura proveído por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos; (III), y, con ello, se tendrán en cuenta las medidas
reparatorias establecidas por la Corte, analizando su progresividad en los casos resueltos
sobre Tortura.

La prohibición de la tortura y los tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes se ha


desarrollado en varios tratados interamericanos sobre derechos humanos, apreciándose
en ellos a la vez que importantes avances, debilidades en la conceptualización de tal
prohibición que hacen más complejo el control jurisdiccional internacional. Respecto a los
instrumentos interamericanos que abordan la prohibición de la tortura, se ha identificado
dos cuestiones fundamentales que dificultan dicho control jurisdiccional: a) los “matices”
de la definición normativa de la prohibición de tortura en los distintos tratados; b) la falta
de precisión en la determinación del alcance de tal prohibición. Así pues, tenemos que la
regulación normativa de la tortura en el ámbito interamericano se encuentra, en primer
lugar, en la Convención Americana sobre Derechos Humanos que establece el derecho a la
integridad personal en su Artículo 5. El numeral 1 del mismo, garantiza el derecho a la
integridad física, psíquica y moral. Al respecto, la Corte Interamericana ha establecido que
el alcance de este derecho “tiene diversas connotaciones de grado y que abarca desde la
tortura hasta otro tipo de vejámenes o tratos crueles, inhumanos y degradantes cuyas
secuelas físicas y psíquicas varían de intensidad según los factores endógenos y exógenos
que deberán ser demostrados en cada situación concreta” 1. El numeral 2 del mismo

1
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Loayza Tamayo Vs. Perú, Sentencia del 17 de septiembre de 2007.
artículo, prohíbe expresamente la tortura y los tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes y establece que toda persona privada de libertad será tratada con el respecto
debido a la dignidad inherente al ser humano. Por último, los numerales 3, 4, 5 y 6 del
Artículo 5 de la Convención estipulan protecciones adicionales para las personas,
incluyendo los menores, privadas de libertad como resultado de un procedimiento penal
pendiente o una condena.

En segundo lugar, la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura


reafirma lo establecido en la Convención Americana de Derechos Humanos, en el sentido
de dictaminar que todo acto de tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes constituyen una ofensa a la dignidad humana y una negación a los principios
consagrados en la Carta de la OEA y en la Carta de las Naciones Unidas y son violatorios de
los derechos humanos y libertades fundamentales proclamados en la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Con el propósito de consolidar las condiciones que permitan el
reconocimiento y respeto de la dignidad inherente a la persona humana, la Convención
dispuso en su artículo 1 que los Estados Partes de la misma están obligados a prevenir y
sancionar la tortura, definiendo la misma, en su artículo 2, de la siguiente manera:

“se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se
inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de
investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal,
como medida preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá
también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes
a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o
mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica.

No estarán comprendidos en el concepto de tortura las penas o sufrimientos


físicos o mentales que sean únicamente consecuencia de medidas legales o
inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización de los actos o la
aplicación de los métodos a que se refiere el presente artículo”.

A pesar que existen otros instrumentos interamericanos de derechos humanos que


prohíben claramente la tortura, la Corte y la Comisión Interamericana se han apoyado
principalmente en la definición que trae el artículo 2 de la Convención Interamericana
para Prevenir y Sancionar la Tortura. La Corte sostiene que esta Convención constituye
parte del corpus iuris interamericano y que, por tanto, debe ser utilizada como referencia
para interpretar el ámbito de aplicación y contenido del artículo 5-2 de la Convención
Americana. No obstante, en otros casos, la Corte se ha apoyado también en la definición
del artículo 1 de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes de las Naciones Unidas; al igual que en la prohibición de la
tortura o tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes establecida en la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, contenida en su artículo 1, que
garantiza a todo ser humano el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su
persona. Con fundamento en este artículo, la Comisión Interamericana ha dictaminado
que el derecho a la seguridad de la persona incluye el derecho al trato humano y a la
integridad personal. Es importante añadir que la Declaración Americana también consagra
el derecho a un tratamiento humano a toda persona que se encuentre bajo custodia del
Estado (artículo 25). Además de establecer el derecho a no recibir penas crueles,
infamantes o inusitadas en un proceso criminal (artículo 27).

Con fundamento en lo anterior, la Corte Interamericana ha concluido que, con


independencia de la existencia de tratados y declaraciones internacionales, la prohibición
de la tortura y otros tratos y penas crueles, inhumanos o degradantes se ha convertido en
una norma imperativa del Derecho Internacional (jus cogens), y en tal sentido, no admite,
bajo ninguna circunstancia, su derogación2. Expresamente, en el caso Cantoral Benavides,
la Corte estableció que, independientemente de si ciertos actos son constitutivos de
tortura, o de tratos crueles, inhumanos o degradantes, o de ambas cosas, “se trata de
comportamientos estrictamente prohibidos por el Derecho Internacional de los Derechos
Humanos”3, y añade que dicha prohibición rige aún en las circunstancias más difíciles para
el Estado, tales como guerra, amenaza de guerra, lucha contra el terrorismo y
cualesquiera otros delitos, estado de sitio o de emergencia, conmoción o conflicto
interior, suspensión de garantías constitucionales, inestabilidad política interna u otras
emergencias o calamidades públicas. En este sentido, se ha advertido que dichas
circunstancias no deben acarrear restricciones a la protección de la integridad física de la
persona. Al respecto, el artículo 27 de la Convención Americana, que regula la suspensión
de derechos en caso de guerra, de peligro público o de otra emergencia que suponga una
amenaza para la independencia o seguridad del Estado parte, estipula explícitamente que
el derecho a la integridad personal garantizado en el Artículo 5 no es derogable. Por su
parte, el artículo 5 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura
establece que la existencia de estado de guerra, amenaza de guerra, estado de
emergencia, disturbios internos u otro tipo de emergencias no puede ser invocada para
justificar la perpetración de actos que puedan ser calificados de tortura. Con fundamento
en lo anterior, la Corte sostuvo en el caso Loayza Tamayo que

“todo uso de la fuerza que no sea estrictamente necesario por el propio


comportamiento de la persona detenida constituye un atentado a la dignidad
2
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Lori Berenson Mejía Vs. Perú, Sentencia del 25 de noviembre de 2004; Corte I.D.H.,
Caso Caesar Vs. Trinidad y Tobago, Sentencia de 11 de marzo de 2005.
3
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Cantoral Benavides Vs. Perú, Sentencia del 18 de agosto de 2000.
humana en violación del artículo 5 de la Convención Americana. Las
necesidades de la investigación y las dificultades innegables del combate al
terrorismo no deben acarrear restricciones a la protección de la integridad
física de la persona”4.

Partiendo de las definiciones anteriores, a continuación se analizará la jurisprudencia de la


Corte Interamericana pertinente con el fin de definir el alcance de la prohibición de la
tortura y otros tratos y penas crueles, inhumanos o degradantes. En relación con los
elementos para que un acto sea constitutivo de tortura, en las sentencias donde se
resuelven los Casos Gómez-Paquiyauri, Bámaca-Velázquez y Cantoral Benavides, se
determinó que deben estar presentes los siguientes tres elementos: En primer lugar, una
acción deliberada o acto intencional. Con respecto del primer elemento, la
intencionalidad, la Corte resolvió en el Caso Bueno Alves que “los actos cometidos fueron
deliberadamente infligidos en contra de la víctima y no producto de una conducta
imprudente, accidente o caso fortuito”5. Para satisfacer este requisito, la Corte exige que,
tras la conducta lesiva, exista una intención o ánimo del Estado; y excluye la posibilidad de
considerar como tortura un acto que sea resultado de la negligencia grave o del caso
fortuito.

El segundo requisito es que la víctima sufra dolor y angustia físicos o psicológicos severos.
Sobre este punto, cabe precisar que a diferencia de otros instrumentos internacionales
que definen la tortura, el Artículo 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura no establece como requisito que el sufrimiento sea “severo” (o que
alcance un determinado grado o nivel de intensidad). Sin embargo, la jurisprudencia de la
CIDH posterior ha establecido que para calificar un acto de tortura, el dolor o sufrimiento
causado debe ser, en efecto, severo o intenso. En este sentido, la Corte “ha entendido que
existe tortura cuando el padecimiento causado reviste especial severidad, que pudiera ser
menor –aunque siempre reprochable, desde luego- en otras manifestaciones del maltrato
recogidas en el artículo 5.2 de la Convención Americana” 6. No obstante este requisito,
dicha jurisprudencia no ha definido el alcance de “severo”, por lo que no existe un
parámetro claro para distinguir la tortura de otras formas de maltrato.

En sentencia del 11 de marzo de 2005, en la cual se desarrolla el caso de Caesar vs


Trinidad y Tobago, la Corte Interamericana dictaminó, siguiendo la postura de la Corte
Europea de Derechos Humanos, que “para que un trato sea considerado como inhumano
o degradante y, en grado extremo, como tortura, debe alcanzar un mínimo nivel de
severidad. La evaluación de este nivel mínimo es relativa y depende de las circunstancias
4
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Loayza Tamayo Vs. Perú, Sentencia del 17 de septiembre de 2007.
5
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bueno Alves Vs. Argentina, Sentencia del 11 de mayo de 2007.
6
Corte I.D.H., Caso Caesar Vs. Trinidad y Tobago, Sentencia de 11 de marzo de 2005.
de cada caso, tales como la duración del trato y de sus consecuencias físicas y mentales”.
En otros casos sobre la existencia de torturas o de tratos crueles, inhumanos o
degradantes, como el Caso Bueno Alves, la Corte Interamericana ha abordado, entre otros
factores, el elemento de mayor o menor intensidad del sufrimiento ocasionado a la
víctima por la agresión a la integridad personal, de la siguiente manera:

“al apreciar la severidad del sufrimiento padecido, la Corte debe tomar en


cuenta las circunstancias específicas de cada caso, teniendo en cuenta factores
endógenos y exógenos. Los primeros se refieren a las características del trato,
tales como duración, el método utilizado o el modo en que fueron infligidos los
padecimientos, así como los efectos físicos y mentales que éstos tienden a
causar. Los segundos remiten a las condiciones de la persona que padece
dichos sufrimientos entre ellos la edad, el sexo, el estado de salud, así como
toda otra circunstancia personal”7.

En tal sentido, la Corte, a efectos de analizar el umbral de sufrimiento de la víctima,


atiende primero a criterios objetivos que determinan los hechos del caso y, en segundo
lugar, a criterios de tipo subjetivo, propios de la condición de la víctima 8. Cabe subrayar
que esta forma de analizar la intensidad del dolor vuelve patente las legítimas diferencias
que existen entre cada víctima y abandona la idea de un estándar abstracto o neutral que
no las reconozca. Es así como el análisis de la situación del titular de derecho concreto
permite un adecuado respeto y garantía de los derechos de la Convención.

Finalmente, el tercer elemento es que exista una finalidad por la que aplicar la tortura. De
acuerdo con el artículo 1 de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes de la Organización de las Naciones Unidas, la tortura
implica que

“se inflijan intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya


sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o
se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a
otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación,
cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público
u otra persona en ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su
consentimiento o aquiescencia”.

En relación con lo anterior, la Corte ha destacado que,

7
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bueno Alves Vs. Argentina, Sentencia del 11 de mayo de 2007.
8
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Ximenes Lopes. Vs. Brasil, Sentencia del 4 de julio de 2006.
“entre los elementos de la noción de tortura establecidos en el artículo 2 de la
Convención Interamericana contra la Tortura, se incluyen métodos para anular
la voluntad de la víctima con el objeto de obtener ciertos fines, como
información de una persona, o intimidación o castigo, lo que puede ser
perpetrado mediante violencia física, o a través de actos que produzcan en la
víctima un sufrimiento psíquico o moral agudo”9.

Sobre la finalidad del acto, en el Caso Bueno Alves vs Argentina, la Corte resolvió que, en
el caso específico, “los maltratos tuvieron como finalidad específica forzar la confesión del
señor Bueno Alves”10. De este modo, la Corte establece un umbral de exigencia en el cual
debe existir una orientación manifiesta en el accionar del Estado, pues de no mediar un
propósito, como es el de obtener una confesión 11, no nos encontraremos ante tortura.
Resulta importante destacar que, conforme a lo dispuesto en el artículo 2 de la
Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, los ataques que se
perpetren pueden realizarse “con fines de investigación criminal, como medio
intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con
cualquier otro fin”. Esta última causal es formulada en términos amplios, por lo que se
puede concluir que no existe una lista taxativa de “motivos” o “finalidades” de los actores
estatales que perpetran los actos de tortura; por lo tanto, debe analizarse cada caso
concreto para determinar cual fue el fin detrás de los actos de tortura u otros tratos
crueles, inhumanos o degradantes.

En el Caso Bueno Alves, la Corte analizó los elementos constitutivos de la tortura. Si bien
este tribunal tuvo oportunidad en el pasado de revisar violaciones al derecho a la
integridad personal, esta es la primera vez que sistematiza los criterios y requisitos
constitutivos del ilícito; pues hasta la dictación de esta sentencia, la Corte utilizaba en su
argumentación los elementos o categorías de otros sistemas de protección 12. Así pues, en
la sentencia donde se resuelve aquel caso se señala expresamente cuáles son los
elementos de la tortura y los actos cometidos por los agentes del Estado que configuraron
esta conducta punible. Para estos efectos, la Corte utilizó como fuente de interpretación
el artículo 5 de la Convención Americana y lo dispuesto por el artículo 2 de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Con estas fuentes como cimiento
señaló que “los elementos constitutivos de la tortura son los siguientes: a) un acto
intencional; b) que cause severos sufrimientos físico o mentales, y c) que se cometa con

9
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bueno Alves Vs. Argentina, Sentencia del 11 de mayo de 2007.
10
Ibídem.
11
Ibídem.
12
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Tibi Vs. Ecuador, Sentencia del 7 de septiembre de 2004); Corte I.D.H., Caso García
Asto y Ramírez Rojas Vs. Perú, Sentencia del 25 de noviembre de 2005.
determinado fin o propósito”13. En este orden de ideas, resulta manifiesto que la Sentencia
de la CIDH del 11 de mayo de 2007, Caso Bueno Alves vs Argentina, contribuirá en lo
sucesivo a la certeza jurídica, pues clarifica y unifica los elementos que constituyen un
acto de tortura, una de las conductas más reprochadas por el Derecho Internacional en
protección al derecho de integridad personal.

Es importante mencionar, por otro lado, que entre los elementos que menciona la Corte
no se hace referencia a la calidad del autor de las torturas. Lo anterior puede deberse a
que el artículo 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura no
hace referencia a este elemento en la definición de tortura, sino en un artículo posterior
(artículo 3) al referirse a quienes pueden ser responsables de la tortura, de la siguiente
manera:

“Serán responsables del delito de tortura: a. Los empleados o funcionarios


públicos que actuando en ese carácter ordenen, instiguen, induzcan a su
comisión, lo cometan directamente o que, pudiendo impedirlo, no lo hagan; b.
Las personas que a instigación de los funcionarios o empleados públicos a que
se refiere el inciso a. ordenen, instiguen o induzcan a su comisión, lo cometan
directamente o sean cómplices”.

Asimismo, en parte de su jurisprudencia, la Comisión Interamericana de Derechos


Humanos, basándose en el artículo 3 de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura, ha requerido que el acto constitutivo de Tortura u otros tratos
crueles, inhumanos o degradantes, sea perpetrado por un agente del Estado o cometido a
instigación de éste14, como elemento definitorio del mismo.

Una vez identificados los tres elementos que constituyen la noción de tortura y otros
tratos crueles, inhumanos o degradantes, es importante subrayar lo que la Corte
Interamericana ha establecido en cuanto al alcance de lo que se puede entender como
tortura. En relación con el Caso Urrutia, la Corte indicó que la tortura no se limita
únicamente a la violencia física; sino que también se puede infligir mediante el
sometimiento a sufrimiento psicológico o angustia moral. Así las cosas, se determinó que

“de acuerdo a las circunstancias de cada caso en particular, algunos actos de


agresión infligidos a una persona pueden calificarse como torturas psíquicas,
particularmente los actos que han sido preparados y realizados
deliberadamente contra la víctima para suprimir su resistencia psíquica y

13
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bueno Alves Vs. Argentina, Sentencia del 11 de mayo de 2007.
14
Luis Lizardo Cabrera vs República Dominicana, Caso 10. 832, Informe No. 35/96, Comisión I.D.H., Informe Anual 1997, OEA/Ser.
L/V/II.98 Doc. 6 rev. (1997), p. 85; Raquel Martín de Mejía vs Perú, Caso 10.970, Informe 5/96, Comisión I.D.H., Informe Anual 1995,
OEA/Ser. L/V/II.91 Doc. 7 (1996), p. 185.
forzarla a autoinculparse o a confesar determinadas conductas delictivas o
para someterla a modalidades de castigos adicionales a la privación de la
libertad en sí misma”15.

En tal sentido, dentro del Sistema Interamericano de Derechos Humanos se ha


conformado un régimen jurídico internacional de prohibición absoluta de todas las formas
de tortura, tanto física como psicológica, y respecto a esta última, se ha reconocido que
las amenazas y el peligro real de someter a una persona a lesiones físicas produce, en
determinadas circunstancias, una angustia moral de tal grado que puede ser considerada
“tortura psicológica”16. En virtud de dicho régimen, el Artículo 2 de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura establece que “se entenderá también
como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tenientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen
dolor físico o angustia psíquica”. Así pues, la Corte ha instaurado que la prohibición
absoluta de la tortura, en todas sus formas, pertenece hoy día al dominio de jus cogens
internacional.

Ahora bien, respecto a la distinción existente entre la tortura y los otros tratos crueles,
inhumanos o degradantes, la Corte se ha adherido a la jurisprudencia europea sobre
derechos humanos y ha llegado a la conclusión de que el criterio esencial para distinguir
una de otra, deriva de la intensidad del sufrimiento infligido 17. Ni el Artículo 5-2 de la
Convención Americana ni el Artículo 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura definen tratos y penas crueles, inhumanos o degradantes. No
obstante, la Corte Interamericana ha adoptado la postura de la Corte Europea de
Derechos Humanos, la cual “ha sostenido que para que un trato sea considerado como
inhumano o degradante y, en grado extremo, como tortura, debe alcanzar un mínimo
nivel de severidad”. La evaluación del nivel de severidad o intensidad que alcanzan los
actos perpetrados sobre la víctima es lo que llevará a la conclusión sobre si se trata de
tortura o, por el contrario, de un trato o pena cruel, inhumano o degradante. En el Caso
Caesar vs Trinidad y Tobago, la Corte citó a la Cámara de Juicio del Tribunal Penal
Internacional para la Ex Yugoslavia que, en el caso Celebici, define trato cruel o inhumano
como “un acto u omisión intencional, que (…) juzgado objetivamente, es intencionado y no
accidental, que causa graves sufrimientos o daños mentales o físicos, o constituye un serio
ataque a la dignidad humana”18. Por su parte, la Corte Interamericana ha considerado
desde el Caso Loayza Tamayo vs Perú que
15
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Maritza Urrutia Vs. Guatemala, Sentencia del 27 de noviembre de 2003.
16
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Cantoral Benavides Vs. Perú, Sentencia del 18 de agosto de 2000 ;Corte
Interamericana de Derechos Humanos, Caso Maritza Urrutia Vs. Guatemala, Sentencia del 27 de noviembre de 2003.
17
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Caesar Vs. Trinidad y Tobago, Sentencia del 11 de marzo de 2005.
18
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Caesar Vs. Trinidad y Tobago, Sentencia del 11 de marzo de 2005.
“[…l]a infracción del derecho a la integridad física y psíquica de las personas es
una clase de violación que tiene diversas connotaciones de grado y que abarca
desde la tortura hasta otro tipo de vejámenes o tratos crueles, inhumanos o
degradantes cuyas secuelas físicas y psíquicas varían de intensidad según los
factores endógenos y exógenos que deberán ser demostrados en cada
situación concreta. La Corte Europea de Derechos Humanos ha manifestado
que, aún en la ausencia de lesiones, los sufrimientos en el plano físico y moral,
acompañados de turbaciones psíquicas durante los interrogatorios, pueden ser
considerados como tratos inhumanos. El carácter degradante se expresa en un
sentimiento de miedo, ansia e inferioridad con el fin de humillar, degradar y de
romper la resistencia física y moral de la víctima” 19.

En el Sistema Interamericano de Derechos Humanos se concede un cierto margen para


evaluar si, en vista de su gravedad o intensidad, un hecho o práctica constituye tortura o
pena o trato inhumano o degradante. La “intensidad” del sufrimiento es relativa y
requiere un análisis caso por caso que contemple todas las circunstancias de la situación
particular, incluyendo la duración del trato inhumano, las secuelas físicas y psicológicas y
el sexo, edad y estado de salud de la víctima, entre otros factores. Con base en lo anterior,
la Corte ha señalado reiteradamente que en el caso de los menores (“niños”), cuando se
analiza si un determinado acto es constitutivo de tortura, éste se debe someter a un nivel
de escrutinio más riguroso20. En sentencia del 2 de septiembre de 2004, Caso “Instituto de
Reeducación del Menor”, la Corte subraya que, si bien la tortura produce efectos físicos
y/o psíquicos en todas las víctimas, “dichas consecuencias son más profundas en niños o
adolescentes por la vulnerabilidad de su psiquismo, y por no tener la madurez suficiente en
su personalidad y en sus mecanismos de defensa para poder resistir a la tortura” 21. Y
añade que “otro de los efectos importantes que la tortura produce en los niños es que crea
una desconfianza con el mundo adulto y terminan desvalorizándose a sí mismo” 22. Todo
ello, con fundamento en lo dispuesto en el artículo 19 de la Convención Americana, el cual
establece para el Estado la obligación de asumir su posición especial de garante y el deber
de tomar las medidas especiales orientadas en el principio del interés superior del niño 23.
Sin embargo, la Corte ha dicho que, en materia de derechos humanos, se pueden integrar

19
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Loayza Tamayo Vs. Perú, Sentencia del 17 de septiembre de 2007.
20
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay, Sentencia del 2 de
septiembre de 2004; Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004;
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bulacio Vs. Argentina, Sentencia del 18 de septiembre de 2003.
21
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay, Sentencia del 2 de
septiembre de 2004.
22
Ibídem.
23
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004; Corte
Interamericana de Derechos Humanos, Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 19 de
noviembre de 1999.
otras normas pertinentes que hacen parte del sistema dentro del cual se circunscriben, y
en tal sentido ha señalado que la Convención sobre los Derechos del Niño forman parte
del corpus juris internacional de protección de los niños que sirve a la Corte para fijar el
contenido y los alcances de la disposición general definida en el artículo 19 de la
Convención Americana24. Así pues, cabe resaltar que la Convención sobre los Derechos del
Niño contiene diversas disposiciones que guardan relación con el artículo 19 de la
Convención Americana, entre las que se destacan el artículo 2, 3, 6, 20, 27 y 37. En este
último artículo se dictamina que “los Estados Partes velarán por que: a) Ningún niño sea
sometido a torturas ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. No se
impondrá la pena capital ni la de prisión perpetua sin posibilidad de excarcelación por
delitos cometidos por menores de 18 años de edad (…)”. La norma trascrita, junto con las
mencionadas, permiten precisar los alcances de las “medidas de protección” a que alude
el artículo de la Convención Americana, tal como lo establece la Corte en sentencia del 19
de noviembre de 1999 (Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs.
Guatemala).

Por otro lado, la Corte advierte en su jurisprudencia la situación de potencial peligro que
supone toda medida de detención arbitraria, que implica que junto con el derecho a la
libertad personal, otros derechos como la integridad pueden verse igualmente afectados.
En relación con lo anterior, la Corte ha señalado que “dentro de las garantías judiciales
indispensables que deben respetarse, el hábeas corpus representa el medio idóneo para
controlar el respeto a la vida e integridad de la persona, para impedir su desaparición o la
indeterminación de su lugar de detención, así como para protegerla contra tortura u otros
tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes” 25. Debe tenerse en cuenta, al respecto,
la presunción de responsabilidad estatal formulada por la jurisprudencia de la Corte,
acogiendo la postura de la Corte Europea de Derechos Humanos, por los malos tratos que
exhibe una persona que ha estado bajo la custodia de agentes estatales 26. Tal presunción
implica que se invierta la carga de la prueba a favor de la víctima y en contra del Estado,
toda vez que es este asume la posición de garante de la persona detenida y debe velar
porque no se vulnere su derecho a la integridad personal bajo ninguna circunstancia.

Finalmente, en cuanto a las medidas reparatorias establecidas por la Corte en los casos
resueltos sobre tortura, se puede concluir que se ha observado un importante proceso
evolutivo que ha fortalecido el régimen de protección de los derechos humanos en el
Sistema Interamericano. La finalidad de dicho Sistema consiste en garantizar el
cumplimiento efectivo de las obligaciones de los Estado en materia de derechos humanos,

24
Corte I.D.H., Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 19 de noviembre de 1999.
25
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú, Sentencia del 30 de mayo de 1999.
26
Corte I.D.H., Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 19 de noviembre de 1999.
derivadas de las normas pertinentes que integran el mismo Sistema; y en lo
correspondiente a los casos de víctimas de tortura, la Convención Americana obliga a la
Corte Interamericana a disponer de las medidas de reparación que considere necesarias,
evaluando, claro está, cada caso en particular. En términos generales, puede establecerse
que tal evolución en el ámbito de las reparaciones, se ha observado principalmente desde
la mera consideración de los efectos en el plano material, y las reparaciones pecuniarias,
como el pago de indemnizaciones por los daños materiales y morales sufridos, hasta el
reconocimiento de una serie de medidas que complementan el sentido de justicia,
componen la noción de lo que se conoce como reparación integral de las víctimas por las
consecuencias generadas por la violación de la prohibición de tortura.

La Corte ha reiterado que es un principio del Derecho Internacional, que toda violación de
una obligación internacional que resulte en un daño comporta el deber de repararlo
adecuadamente27. De conformidad con dicho principio general, el artículo 63-1 de la
Convención Americana establece que

“Cuando decida que hubo violación de un derecho o libertad protegidos en


esta Convención, la Corte dispondrá que se garantice al lesionado en el goce
de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá asimismo, si ello fuera
procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha
configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa
indemnización a la parte lesionada”.

En otras palabras, la Corte ha dictaminado que el deber de garantizar los derechos


protegidos por la Convención Americana conlleva, además, una obligación de
proporcionar las reparaciones adecuadas cuando ha habido una violación de los mismos.
Sobre esta misma línea, el artículo 9 de la Convención Interamericana para Prevenir y
Sancionar la Tortura insta la obligación de los Estados a incorporar en sus legislaciones
nacionales el deber de proveer una indemnización adecuada a las víctimas de la tortura.

Aunque en su jurisprudencia inicial la Corte Interamericana declaró que la indemnización


era la forma más común de reparar las violaciones de los derechos humanos, en los
últimos años ha ampliado la disposición de medidas reparatorias de carácter no
pecuniario a las víctimas de violaciones de los derechos humanos. Teniendo en cuenta el
caso particular de vulneración al derecho a la integridad personal por actos de tortura, la
Corte ha ordenado algunas medidas reparatorias no pecuniarias en su jurisprudencia,
entre las que se pueden mencionar:

27
Caso Velásquez Rodríguez vs. Honduras.
1. Obligación de investigar los hechos que generaron las violaciones, identificar y
sancionar a los responsables28.
2. Acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional y de desagravio a los
familiares29.
3. Publicación de las partes pertinentes de la sentencia de la Corte 30.
4. Dar oficialmente el nombre de las víctimas a una institución educativa 31.
5. Adopción de medidas de formación y capacitación: personal judicial, del ministerio
público, policial y penitenciario, así como a los médicos y psicólogos correspondientes,
sobre el tratamiento de reclusos, la prevención de la tortura y la documentación de las
denuncias, de acuerdo con los estándares internacionales generalmente aceptados 32.
6. Tratamiento médico y psicológico33.
7. Fortalecimiento de los controles en centros de detención34.

En síntesis, la Corte ha determinado, como regla general aplicable igualmente a los casos
de tortura, que las reparaciones por infracciones de obligaciones internacionales deben
adoptar la forma, siempre que sea posible, de plena restitución o reparación integral
(restitutio in integrum), que consiste en el restablecimiento de la situación anterior a la
violación, la reparación de las consecuencias de la violación y una compensación
monetaria por los daños materiales e inmateriales (indemnización). Cuando no sea posible
la plena restitución (como sucede en los casos de tortura por tratarse de un delito de
ejecución instantánea), “cabe al tribunal internacional determinar una serie de medidas
para, además de garantizar los derechos conculcados, reparar las consecuencias que las
infracciones produjeron, así como establecer el pago de una indemnización como
compensación por los daños ocasionados”35. En últimas, el principio rector es que la
reparación debe aspirar a eliminar o al menos mitigar los efectos de la violación.

Sin embargo, antes de ordenar las medidas reparatorias, la Corte debe establecer quienes
son víctimas de los actos que constituyen tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes. Además de aquellas personas directamente afectadas por los

28
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004; Corte I.D.H., Caso
Gutiérrez Soler Vs. Colombia, Sentencia del 12 de septiembre de 2005; Corte I.D.H., Caso Tibi Vs. Ecuador, Sentencia del 7 de
septiembre de 2004.
29
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004; Corte I.D.H., Caso
Tibi Vs. Ecuador, Sentencia del 7 de septiembre de 2004.
30
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004; Corte I.D.H., Caso
Tibi Vs. Ecuador, Sentencia del 7 de septiembre de 2004; Corte I.D.H., Caso Gutiérrez Soler Vs. Colombia, Sentencia del 12 de
septiembre de 2005.
31
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004.
32
Corte I.D.H., Caso Tibi Vs. Ecuador, Sentencia del 7 de septiembre de 2004
33
Corte I.D.H., Caso Gutiérrez Soler Vs. Colombia, Sentencia del 12 de septiembre de 2005.
34
Corte I.D.H., Caso Gutiérrez Soler Vs. Colombia, Sentencia del 12 de septiembre de 2005.
35
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004.
actos de tortura, se han reconocido como víctimas de la tortura a los familiares de estas 36.
Respecto al término “familiares de la víctima”, la Corte hizo referencia, en sentencia del
25 de mayo de 2001 (Paniagua Morales y otros vs. Guatemala), a que se trata de “un
concepto amplio que abarca a todas aquellas personas vinculadas por un parentesco
cercano, incluyendo a los hijos, padres y hermanos, los cuales podrían ser tenidos como
familiares y tener derecho a recibir una indemnización, en la medida en que cumplan los
requisitos fijados por la jurisprudencia de este Tribunal”37. En cuando a los requisitos para
ser “familiar” de la víctima, la Corte determinó que las consecuencias sufridas por toda
persona sometida a agresiones y vejámenes (actos de tortura), se extiende, en ciertos
eventos como en los casos de daño moral 38, pérdida del patrimonio familiar39, etc., a los
miembros más íntimos de la familia, particularmente a aquéllos que estuvieron en
contacto afectivo estrecho con la víctima. Y añade que “en el caso de los padres de la
víctima, no es necesario demostrar el daño moral, pues éste se presume” 40. Al igual que se
presumen el sufrimiento moral por parte de los hijos de la víctima. Con respecto a los
hermanos, la Corte aclara que debe tenerse en cuenta el grado de relación y afecto que
existía entre ellos41.

En conclusión, en lo que se refiere a la prohibición de la tortura y los otros tratos o penas


crueles, inhumanos o degradantes, mediante la interpretación evolutiva de los
instrumentos internacionales que desarrollan la prohibición, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos ha fortalecido el carácter absoluto de la prohibición y ha impuesto
límites al persistente fenómeno de impunidad que en tiempos pasados ocurría en la
comisión de estos delitos. Si bien, la prohibición internacional de la tortura ha sido
reiterada y desarrollada en varias declaraciones y convenciones interamericanas, la
jurisprudencia de la Corte ha definido el alcance de la noción de tortura y ha ampliado
progresivamente la protección a las víctimas de la misma, así como las reparaciones a
estas reconocidas. Se debe destacar que la prohibición de la tortura es una norma
convencional, al mismo tiempo que consuetudinaria, internacionalmente reconocida y
aceptada, que no puede ser suspendida en ningún caso y que pertenece al “núcleo duro”
de los derechos humanos y al dominio del ius cogens internacional en tanto norma
imperativa oponible a cualquier Estado. Así pues, con el análisis de la jurisprudencia de la
Corte Interamericana pudimos establecer los principales criterios desarrollados por este
36
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Paquiyauri Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004.
37
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 25
de mayo de 2001; Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Loayza Tamayo Vs. Perú, Sentencia del 17 de septiembre de 2007.
38
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 25
de mayo de 2001.
39
Corte I.D.H., Caso Gutiérrez Soler Vs. Colombia, Sentencia del 12 de septiembre de 2005.
40
Ibídem.
41
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 25
de mayo de 2001.
Tribunal para contribuir a fortalecer la prohibición de la Tortura y los otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes, y delimitar su alcance.

JURISPRUDENCIA

 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Tibi Vs. Ecuador, Sentencia del 7 de
septiembre de 2004.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bueno Alves Vs. Argentina,
Sentencia del 11 de mayo de 2007.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso González y otras (“campo
algodonero”) Vs. México, Sentencia de 16 de noviembre de 2009.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Instituto de Reeducación del Menor
Vs. Paraguay, Sentencia del 2 de septiembre de 2004.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Martín del Campo Todd Vs. Estados
Unidos Mexicanos, Sentencia del 3 de septiembre de 2004.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Ximenes Lopes Vs. Brasil, Sentencia
del 4 de julio de 2006.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso 19 comerciantes Vs. Colombia,
Sentencia del 5 de julio de 2004.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Juan Humberto Sánchez Vs.
Honduras, Sentencia del 7 de junio de 2003.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de los hermanos Gómez Paquiyauri
Vs. Perú, Sentencia del 8 de julio de 2004.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Cantoral Huamaní y García Santa
Cruz Vs. Perú, Sentencia del 10 de julio de 2007.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gutiérrez Soler Vs. Colombia,
Sentencia del 12 de septiembre de 2005.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Rosendo Cantú y otras Vs. México,
Sentencia del 15 de mayo de 2011.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Cantoral Benavides Vs. Perú,
Sentencia del 18 de agosto de 2000.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Radilla Pacheco Vs. Estados Unidos
Mexicanos, Sentencia del 23 de noviembre de 2009.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Lori Berenson Mejía Vs. Perú,
Sentencia del 25 de noviembre de 2004.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Cabrera García y Montiel Flórez Vs.
México, Sentencia del 26 de noviembre de 2010.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Maritza Urrutia Vs. Guatemala,
Sentencia del 27 de noviembre de 2003.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Fernando Ortega y otros Vs.
México, Sentencia del 30 de agosto de 2010.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bayarri Vs. Argentina, Sentencia del
30 de octubre de 2008.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Blanco Romero y otros Vs.
Venezuela, Sentencia del 28 de noviembre de 2005.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Caesar Vs. Trinidad y Tobago,
Sentencia del 11 de marzo de 2005.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Gómez Palomino Vs. Perú,
Sentencia del 22 de noviembre de 2005.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Durang y Ugarte Vs. Perú,
Sentencia del 16 de agosto de 2000.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de “los niños de la calle” (Villagrán
Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 19 de noviembre de 1999.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la “panel blanca” (Paniagua
Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 25 de mayo de 2001.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Bamacá Velázquez Vs. Guatemala,
sentencia del 25 de noviembre de 2000.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Castillo Petruzzi otros Vs. Perú,
Sentencia del 30 de mayo de 1999.
 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso de la “Panel Blanca” (Paniagua
Morales y otros) Vs. Guatemala, Sentencia del 25 de mayo de 2001.

BIBLIOGRAFÍA

 RODRÍGUEZ-PINZÓN, Diego y MARTIN, Claudia, “La Prohibición de la Tortura y los


Malos Tratos en el Sistema Interamericano: Manual para Víctimas y Defensores”,
OMCT – Serie de Manuales, Segundo Tomo, octubre, 2006.
 GALDÁMEZ ZELADA, Liliana, “Alcance de la Prohibición de la Tortura y los otros Tratos
o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes en la Jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos”, Centro de Estudios Constitucionales, Chile,
2006.
 URGUILLA BONILLA, Carlos Rafael, “Jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en casos de tortura, y otros tratos o penas crueles, inhumanas o
degradantes: fondo y reparaciones”, Versión Preliminar, pág. 4-104.

Potrebbero piacerti anche