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Creencias y Obediencias

Emilio del Barco

Bendito sea quien no encuentra la fe, porque eso significa que sigue buscando su
verdad, no la de otros. Intentar perfeccionarse y perfeccionar su entorno, es
comienzo del progreso. Quien encuentra rápido su meta, ha acabado pronto. Está
al final del camino. Ya no siente la necesidad de seguir; más allá.

Si la obediencia es considerada como virtud, ciertamente lo es menor. Con mayor


razón lo es la creatividad, más que virtud, talento. Quien crea algo nuevo, es
porque se ha saltado las reglas de lo imperante. Con disciplina, se avanza en una
sola dirección, la que marquen los jefes. Con creatividad se avanza en lo nuevo, sin
caminos trazados, en lo desconocido, en lo imprevisto; o en lo tenido por
inalcanzable. Ante el talento, debe inclinarse la obediencia. Los creadores, siempre
son disidentes. La disciplina es importante, pero no debe ser prioritaria, en
cualquier circunstancia. Ni debe confundirse disciplina con obediencia.

Dependiendo de las prioridades, lo ideal sería conjugar los términos, según


convenga en cada momento. Conservando la libertad decisiva. Las prioridades
debería imponérselas, a sí mismo, el propio creador. Que sabe a dónde va, sin
esperar a que un jefe lo ordene.

Es curioso observar cómo, todas las tropas del mundo, basan su acción y éxito en
la aceptación de órdenes, que implican la desaparición del individuo; para actuar
como una partícula de la masa. También resulta sorprendente, cuanto menos,
saber que en los ejércitos de todo el mundo hay mayor proporción de fieles
creyentes de su respectivas creencias, que en la correspondiente población civil.
Creyente, luchador y obediente es la principal suma de virtudes que han de reunir
quienes se apunten a una causa, para imponer sus creencias a quienes no sean
fieles a las mismas. Los ejércitos, cuya principal misión es derrotar al enemigo, o
sea, a quienes sus jefes hayan considerado clasificar como enemigos, funcionan
como cuerpo ejecutor; no como cabeza rectora. Son una fuerza subordinada.

La disciplina encierra más destrucción en sí, que fuerza constructora. Sobre todo, la
disciplina impuesta, la obediencia ciega, que anula personalidades, hasta convertir
a todos los fieles en sujetos descerebrados. La represión de los instintos, es el
arma más eficaz, para convertir lo fácil en difícil. Todo se transforma en algo
innecesariamente complicado.

Los estamentos dogmáticos, a través de la administración de las creencias


inculcadas, que imparten, van posesionándose de la voluntad de las personas, que
hayan depositado su confianza en ellos. Durante la Edad Media, y aún en la
actualidad, no era Dios quien encendía las hogueras, sino sus autoproclamados
embajadores: los prebostes dogmáticos, de cualquier creencia, que convierten la
religión, las religiones, en centros de poder y auténticos reinos del horror. Las
organizaciones de creencias, al imponer su disciplina, calcan formas
intrínsecamente exactas a las de las organizaciones de países dictatoriales. De ahí
su continuada buena sintonía con los gobiernos fuertes de pretendidos dictadores
militarizados.

Nada es estable, nada es eterno, más que la propia eternidad. La misma eternidad,
requiere cambios constantes, para conservarse. Todo lo vivo evoluciona. Sólo la
nada permanece inalterable en el tiempo.

Emilio del Barco. delbarco23@hotmail.com ,, 25/01/09 ,,

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