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Para que el dios trabaje, hay que pagarle. En su moneda, claro: Oraciones, velas,
flores, inciensos, sacrificios, promesas, dones, limosnas, propósitos, casi todo vale.
La cuestión es, pagar por el trabajo bien hecho. Un concepto tan antiguo como el
trueque, dio base a los primeros ritos. Para obtener el favor de los dioses, era
necesario ofrecerles algo. Dado que los dioses primitivos estaban concebidos con
medidas humanas, se les suponían sensibles a regalos y halagos. De ahí la
costumbre de llevarles presentes: flores, alimentos, metales preciosos, o, para la
obtención de mayores favores, sacrificarles animales, e incluso personas. Este
fenómeno se ha dado en todas las civilizaciones, perdurando, con mayor o menor
fuerza, en todas las religiones.
La Edad Media europea, oscura por tantos motivos, y, quizá, debido a eso, fue
prolija en ideas religiosas. Los cabalistas judíos medievales y anteriores, adoptaron
y adaptaron algunos conceptos místicos, entroncados con viejas teorías pitagóricas
y mazdeístas, sobre la magia de los números y las influencias astrales. También
recogieron ideas panenteístas (todo en Dios), presentes en las religiones indias,
que suponían la preexistencia de las almas en el seno de Dios, de donde salían y a
donde regresaban, tras su breve periplo terrenal. Cuando Cristo dice: ‘El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Las
palabras que yo os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que mora en mí, es
quien realiza sus obras. Yo estoy en mi Padre, vosotros en mí, y yo en vosotros.’,
está realizando un planteamiento totalmente acorde, claro, preciso y
absolutamente ortodoxo; si lo consideramos dentro del Panenteísmo, claro.
¿Debemos entender que, tras todas las variantes de mensajes, está el mismo Dios,
que se expresa de forma diferente, para adaptarse a la variedad de los creyentes?
Hay casi tantas versiones de los escritos bíblicos, como expertos los han estudiado.
Sencillamente expresado. Quien se involucra en su estudio, da su propia versión.
Que siempre difiere, en algún punto, de las versiones oficiales. En fin, los actuales
lectores podemos pensar lo que nos dicte nuestra conciencia. Así nos quedaremos
más tranquilos. Terminaremos coincidiendo con alguno. El pensamiento centrado
en el mundo de lo mágico, o religioso, suele tener unas fronteras muy elásticas.
Para un científico, el mismo hecho, o relato, tendrá un significado más concreto.
Más sujeto a leyes físicas y menos a la fantasía y las leyendas.