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Como dioses

Emilio del Barco

La creencia es la antítesis de la ciencia. Si, quienes predican la verdad única, la que


ellos representan, logran meterte en la botella inexistente de sus límites, los que
ellos fijan, estás atrapado. No pensarás más. A la mosca encerrada en la trampa, no
se le muestra la salida de la botella, porque, realmente, está encerrada en sí
misma. La botella, es decir, el límite exterior, el de sus conocimientos, no existe. La
persona es lo que es, como suma y resumen de todo lo que ha sido. Las
restricciones a su vuelo, le vienen dadas por la propia limitación de sus fuerzas. La
formación marca el camino. Moralmente, se te permite volar sólo en espacios
acotados, si formas parte de una sociedad dominada por creencias. .

Con límites a la expansión del espíritu y la adquisición de conocimientos, no


tendremos nunca la tentación de ‘querer ser como dioses’. Pretender avanzar,
querer saber siempre algo más, es considerado, por los dictadores morales, un
pecado de soberbia, de vanidad,...la tentación de Belfegor. El vanidoso demonio
que, dicen, inspira a los científicos, para hacerles creer que pueden ser como
dioses: creadores. Con lo que la creación científica se convierte en objeto de
pecado. Realmente, el peligro lo ven en el espíritu mismo de la ciencia. En ciencia
no se cree, se investiga, se disiente, se prueba, se demuestra. Hasta llegar al
estado más cercano a la verdad, que pueda percibirse. Para retomar el progreso
científico continuado, es decisivo desligar, totalmente, la ciencia de la religión. Para
que no se tema, topar con la justicia de sus ministros religiosos, cada vez que se
pretende avanzar en los estudios humanos.

En toda religión, encontramos teorías de clara evolución y otras que han


permanecido cerca de sus orígenes. El creyente admite cuanto le viene dado, en el
tiempo que le es proveído. Si le surgiesen dudas, las achacaría a su falta de fe, no a
fallos doctrinales. Un motivo más para aumentar su sentido de culpabilidad. Sin
embargo, todas las religiones modernas han surgido de creencias anteriores, que
han ido evolucionando. Ninguna surgió de la nada. En el Hinduismo, religión la más
prolífica entre todas, se llegó a admitir la existencia de trescientos treinta millones
de dioses. La inclinación actual destaca la importancia de algunos de ellos,
declarando a los demás como dioses menores, o semidioses. Donde se ha llegado
al monoteísmo, se han ido concentrando todos los atributos divinos en uno solo de
ellos. Prescindiendo de los demás.

La vuelta a la ortodoxia tradicionalista, protagonizada por rebrotes integristas, las


reafirma como organizaciones de poder, cuya principal arma no sólo es el miedo a
lo desconocido, sino la inmediatez añadida de terribles castigos corporales. Tales
como diversas mutilaciones, o la muerte. Que fueron sentenciadas en todas las
religiones derivadas de la Biblia. Como aún es práctica en algunas corrientes
islámicas. Tal como lo fue en todos los países europeos de creencias cristianas. La
Inquisición dejó vestigios imborrables en nuestra historia. Recordemos, de paso,
que el único país europeo, donde está vigente la pena de muerte, es en el muy
cristiano y diminuto Estado Vaticano. Los principios de dominio siguen teniendo su
base en el miedo, que suele derivar en terror. Las verdades absolutas son el mayor
enemigo de la Humanidad, pues no admiten la duda. Son el freno de todo
pensamiento disidente. Emilio del Barco. 06/04/09. emiliodelbarco@hotmail.es

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