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RECTOR UNIVERSIDAD dE ANTIOQUIA DR. ADELSO YÁÑEZ LEAL REVISIÓN RESÚMENES TRADUCIDOS
DR. John JaiRo aRboleDa CéspeDes University of Otago, Nueva Zelanda lauRa santaCRuz MeJía (inglés)
adelso.yanez@otago.ac.nz
decano Facultad de comunicaciones
DR. EDWIN CARVAJAL CÓRDOBA COMITÉ CIENTÍFICO TRADUCCIÓN NORMAS PARA AUTOR
DR. AUGUSTO ESCOBAR MESA ANDRÉS ARANGO
DIRECTOR EDITOR Université de Montréal, Canadá VINÍCIUS DOS SANTOS
DR. ANDRÉS VERGARA AGUIRRE aescobar1974@yahoo.es
Universidad de Antioquia, Colombia DIAGRAMACIÓN
andres.vergaraa@udea.edu.co ChRistian benaviDes MaRtínez
PH. D. ÓSCAR R. LÓPEZ
Saint Louis University, EE. UU. christianbmit@gmail.com
comité editorial
DRa. ana MaRía aguDelo oChoa arieslop@yahoo.com
Impresión
Universidad de Antioquia, Colombia
DR. ERNESTO MÄCHLER TOBAR publiCaCiones viD
ana.agudelo@gmail.com
Université de Picardie Jules Verne, Calle 78 No. 52D-93
Francia cotizaciones@fovid.org.co
DR. JOSÉ MANUEL CAMACHO
ernesto.machler@u-picardie.fr Itagüí, Colombia
Universidad de Sevilla, España
jcamacho@us.es
PH. D. LEIRA MANSO SOPORTE VERSIÓN DIGITAL
Binghamton University, EE. UU. Programa De Integración de
PH. D. PATRICIA D’ALLEMAND Tecnologías a la Docencia
Queen Mary University of London, manso_l@sunybroome.edu
http://aprendeenlinea.udea.edu.co/
Reino Unido
DRA. JUANA MARTÍNEZ GÓMEZ revistas
p.e.dallemand@qmul.ac.uk
Universidad Complutense de Madrid, pit@udea.edu.co
DRA. DIANA PAOLA GUZMÁN MÉNDEZ España
Universidad de Bogotá Jorge Tadeo juanamar@filol.ucm.es PERIODICIDAD
Semestral
Lozano, Colombia
dianap.guzmanm@utadeo.edu.co PH. D. FRANCISCO A. ORTEGA
Universidad Nacional de Colombia, CARÁTULA
DR. DARÍO HENAO RESTREPO Colombia Carta de Rafael Gutiérrez Girardot
Universidad del Valle, Colombia faortegat@unal.edu.co a Eduardo Mallea, 14 de octubre de
darhenao@telesat.com.co 1965.
MG. CONSUELO POSADA GIRALDO
PH. D. ÓSCAR MONTOYA Universidad de Antioquia, Colombia CORRESPONDENCIA
University of Pennsylvania, EE. UU. consueloposadag@gmail.com Estudios de Literatura Colombiana
omontoya@sas.upenn.edu Calle 70 N° 52-21
PROF. DR. CARLOS RINCÓN FReie Facultad de Comunicaciones,
DR. PABLO MONTOYA CAMPUZANO Universität Berlin, Alemania Bloque 12-406
Universidad de Antioquia, Colombia rincon@zedat.fu-berlin.de Universidad de Antioquia
pablojmontoya@yahoo.com Teléfono: +57 (4) 219 59 15
PH. D. FLOR MARÍA RODRÍGUEZ-ARENAS revistaelc@udea.edu.co
Colorado State University - Pueblo, http://aprendeenlinea.udea.edu.co/
DRA. ANA CECILIA OLMOS
EE. UU. revistas/index.php/elc/
Universidade de São Paulo, Brasil
fmra15@gmail.com Medellín, Colombia
anaolmos@usp.br
contenido
editorial 9-10
a rtículos arbitrados / reFereed articles
conFerencia / lecture
Algunos aspectos del teatro de tema indígena en Colombia 167-177
Some aspects of indigenous theme theater in Colombia
Ernesto Mächler Tobar, Universidad de Picardie Jules Verne, CEHA-Centre
d’Études Hispaniques d’Amiens, Francia
entrevista / interview
Loveland, de Luis Alfonso Salazar Berrío, o la ley del más fuerte 181-188
Loveland by Luis Alfonso Salazar Berrío or The Survival of the Fittest
Gustavo Forero Quintero, Universidad de Antioquia, Colombia
reseñas / reviews
Años de vértigo: Baldomero Sanín Cano y la revista Hispania (1912-1916) 191-196
Rafael Rubiano Muñoz, Juan Guillermo Gómez García (eds.).
Siglo del Hombre Editores, Universidad de Antioquia, Gelcil y Kultur
Bogotá, 2016, 400 p.
Johny Martínez Cano, Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá
Bogotá: realidades, delirios y ficciones 197-200
Álvaro Antonio Bernal, Magisterio
Bogotá, 2016, 134 p.
Mauro Javier Hernández Ramos, Fundación Unipanamericana, Colombia
editorial
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Por otro lado, Eliana María Urrego en “Balandú como espacio
simbólico: una lectura desde el mito del origen” nos propone una lectura del
lugar imaginario de Balandú, creado por Manuel Mejía Vallejo, a la luz de
las teorías antropológicas del imaginario, en aras de explicar la importancia
de ese lugar simbólico y mítico en la literatura andina colombiana.
Y cerramos la sección de artículos con dos propuestas que giran en
torno a obras más contemporáneas. En “Erotismo femenino en la antología
Ardores y furores. Relatos eróticos de escritoras colombianas”, María Isabel
Reverón y Mario Antonio Parra plantean que en estos relatos eróticos escritos
por mujeres, se abre “un espacio al deseo femenino dentro de la ficción erótica
colombiana del siglo xxi para cuestionar algunas características impuestas
a ‘lo erótico’, tales como la restricción a la cópula sexual, la fugacidad y
la presencia de cuerpos voluptuosos”. Y Natalia Andrea Cardona nos lleva
a reflexionar sobre “La búsqueda del sentido de vida en relación con los
espacios en la obra Los hombres invisibles de Mario Mendoza”; búsqueda
que es un imperativo en el ser humano, en estrecha relación con el espacio.
En esta ocasión, la sección de la conferencia está a cargo del profesor
Ernesto Mächler Tobar, quien presenta una síntesis de su investigación
respecto a la dramaturgia indígena en nuestro país, en “Algunos aspectos del
teatro de tema indígena en Colombia”, la cual presentó en la Universidad
de Antioquia en 2018. Y la sección de entrevista en esta edición la ocupa
“Loveland, de Luis Alfonso Salazar Berrío, o la ley del más fuerte”, en la
que Gustavo Forero Quintero dialoga con un autor contemporáneo que,
como dice este, más allá de los intereses de mercado se la juega por la novela
negra para escribir sobre la realidad de nuestro país.
Y finalmente, en la sección de reseñas, Johny Martínez examina Años de
vértigo: Baldomero sanín Cano y la revista Hispania, de Rafael Rubiano Muñoz
y Juan Guillermo Gómez García, mientras que Mauro Javier Hernández revisa
la obra Bogotá: realidades, delirios y ficciones, de Álvaro Antonio Bernal.
En esta edición, a propósito de los cincuenta años que ha cumplido
nuestro campus principal de la Universidad de Antioquia, acompañamos la
edición con algunas imágenes de la Ciudad Universitaria.
Este es, en síntesis, el panorama que tenemos en la edición 44 de la
revista Estudios de Literatura Colombiana.
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artículos arbitrados
reFereed articles
la imaginación orgánica y sobrenatural en la
crítica literaria colombiana del siglo xix*
the oRganiC anD supeRnatuRal iMagination in nineteenth
CentuRy ColoMbian liteRaRy CRitiCisM
Resumen: las tensiones ideológicas que marcan el siglo xix se evidencian en toda clase de
discursos, entre ellos el de la crítica literaria. A pesar de las diferencias manifiestas entre
los ejercicios críticos de algunos autores de la época, puede hablarse de ejes que unifican
sus trabajos: el pensamiento positivista y el pensamiento religioso, notoriamente católico,
que encuentran lugar en la imaginación orgánica y en la imaginación sobrenatural,
respectivamente. A lo largo de este texto se analizarán las imágenes que configuran las
líneas de pensamiento mencionadas de acuerdo con algunas de las problemáticas literarias
que abordan.
Palabras clave: crítica literaria colombiana; imagen crítica; positivismo; imaginación
orgánica; imaginación sobrenatural.
Abstract: The ideological tensions that mark the nineteenth century are evident in all
kinds of discourses, including the literary criticism. Despite the obvious differences
between the critical exercises of some authors of the time, it is possible to talk about axes
that unify their works: positivist thought and religious thought; notoriously catholic, which
find place in the organic imagination and in the supernatural imagination, respectively.
Throughout this text, the images that make up the mentioned lines of thought will be
analyzed according to some of the literary problems that they address.
Keywords: Colombian literary criticism; Critical image; Positivism; Organic imagination;
Supernatural imagination.
*
Artículo derivado de investigación sobre literatura y pensamiento colombiano del siglo
xix.
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la iMaginaCión oRgániCa y sobRenatuRal en la CRítiCa liteRaRia ColoMbiana Del siglo xix
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CaMila palaCios aMézquita
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(1951a. p. 79). En contraste, vale la pena ver lo que pensaba el Indio Uribe de
las influencias extranjeras. En “La lira nueva”, Uribe (2013) habla de Víctor
Hugo como una boa inmensa “que fascina y se traga a los enamorados de su
abismo”. Dice también que
[…] se le debe estudiar y traducir, pero no imitar […] Quien se encuentre con
poderosas fuerzas, antes de caer en el gran molde, debe formar la paralela del
maestro; de otro modo solo logrará ser una chispa de su inmortal hoguera (p. 300).
Es notable que, no por apoyar la influencia francesa, el crítico fomente
su imitación, antes bien, hay una invitación a posicionarse críticamente frente
a la escritura del extranjero y una exhortación a ser original, a construir
grandeza en las formas propias. Si Caro, por un lado, parece ubicarse en
el papel del censor que lee y determina que una obra es venenosa y, por lo
tanto, no debería ser leída, el Indio Uribe incita el estudio, la traducción, la
lectura individual, pero crítica, que cada cual debe hacer de obras y autores de
cualquier latitud. Similar a la del Indio es la actitud de Sanín Cano (1934) en
“De lo exótico” que, hablando de la que debería ser la grande ocupación del
hombre de letras (“vivificar regiones estériles o aletargadas de su cerebro”),
pareciera contestarle a Caro:
Los ambientes diversos, los heredamientos acumulados en razas vigorosas les van
dando a las letras savia rica, que algunos no se atreven a llamar sana. Sería
injusticia no explotar una forma de arte nuevo solamente porque salió de una alma
eslava (p. 232).
También Samper (1953) toma posición frente a la discusión sobre la
tradición y las influencias. En el mismo discurso que hizo para la recepción en
la Academia colombiana, se compara con una onda que, después de perderse
entre la maleza, se confunde con el “caudal clarísimo, apacible y hábilmente
encauzado” (p. 167) que han compuesto los señores de la academia durante
quince años; Samper llama la atención sobre su pequeñez como individuo en
comparación al inmenso valor de la caudalosa tradición.
Pero si la tradición se asemeja a un caudal, como dice Samper,
también corre el riesgo de estancarse. Así lo señala al hablar de la literatura
colombiana antes de 1842, que “parecía estar muerta entre nosotros, o por lo
menos estancada, como un lago sin renovado caudal de aguas frescas y sin
fácil salida” (p. 170). El autor reconoce que ha habido una preponderancia
de la política sobre la literatura e intuye un problema que, a pesar de su
importancia, poco trata en su obra, y que estará mucho más cercano a las
discusiones de los modernistas como Silva y Sanín Cano: se trata de la
autonomía de la literatura y del arte.
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explícitamente del talento, parece entender por ello algo mucho más cercano
a la selva del genio que al jardín de la erudición:
El talento es una fuerza esparcida debajo de los cráneos, pero que se manifiesta en
sus obras con la misma desigualdad con que las fuerzas interiores del planeta se
revelan en la superficie. También tiene la inteligencia montañas, colinas, valles,
pozos y abismos (p. 297).
El hecho de que lo que el Indio llama talento se manifieste de forma
desigual permite pensar que no hay un control del poeta sobre la obra, ni
esta es resultado del laborioso trabajo del jardinero. Al contrario: todas las
fuerzas interiores del poeta, del planeta, se manifiestan como poder creador
y autosuficiente, orgánico, cíclico, sin que la consciencia del ser humano lo
pueda evitar o cambiar.
Imaginación sobrenatural
Hasta aquí he puesto en evidencia la influencia de las ideas positivistas
del siglo xix en la configuración de una imaginería orgánica y científica en
algunos escritos críticos de la época. Sin embargo, por más acogida que haya
tenido esta corriente de pensamiento, la religión católica y, sobre todo, la
imaginación sobrenatural que alrededor de ella se tejía siguieron ostentando su
autoridad e influyeron, también, en la construcción de imágenes en la crítica
literaria. Podría hablarse de reminiscencias de ese pensamiento religioso en
el planteamiento de ciertos asuntos que tienen que ver con la psicología de la
invención poética. Por supuesto, en un escritor como Caro no se trata de ello,
pues el pensamiento católico atraviesa toda su obra. Algo parecido pasa con
Samper, en quien “[…] confluyen todas las contradicciones de la época, sin
alcanzar una síntesis” (Jiménez, 2009, p. 35). En los demás escritores que
escogí para esta investigación —Uribe, Silva y Sanín Cano—, el pensamiento
religioso ya está mediado por procesos de secularización. Sanín Cano, en su
afán de separar los motivos religiosos y políticos del análisis estético de la
literatura, propone la discusión sobre la autonomía del arte a finales del siglo
xix. El Indio Uribe, por su parte, reconoce la fuerza de la religión católica en
su época, pero prevé su debilitamiento y, en “Juicio crítico”, habla de Dios
como un ente ficticio, muerto ya, que la religión todavía intenta proteger:
[…] la poesía católica va por el mundo en marcha amenazadora, a la manera de
aquel gran Titán Polifemo, de quien dice Virgilio que hacía temblar las montañas
a su paso, se apoyaba en el pino más crecido de la selva y las olas furiosas del
Océano apenas alcanzaban a mojar con espuma su cintura; pero como el Titán de
la Eneida, el Catolicismo es ciego, y día vendrá en que […] no sepa del camino ni
pueda parar los golpes del enemigo (Uribe, 2013, p. 99).
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Cabe resaltar que las imágenes que usan los escritores dan cuenta de una
imaginación alrededor de la religión que no ha sido completamente superada;
no obstante, esta imaginación adquirirá unos matices que le permitirán ir
más allá de la figuración de Dios como proveedor de la gracia poética. En
“La religión y la poesía”, Caro (1951b) achaca a Víctor Hugo un carácter
indeciso y una conciencia angustiada que le hacen “canta(r) los duendes y
las hadas, y agita(r) el kaleidoscopio de su vocabulario poético, produciendo
diversidad de figuras y colores” (p. 386), o sea, obras como Las Orientales.
Para Caro, esto es pseudopoesía que pone en evidencia un pensamiento
sin rumbo, ideación llamativa pero vacía; en contra de esto, para hacer
verdadera poesía, el poeta debe haber “mudado de dirección, renunciando
a las inspiraciones de duendes bellacos y traviesos, reconcentrándose en su
conciencia, y buscando allí luz y vida en las reminiscencias de su juventud”
(p. 388). Duendes y hadas no son vistos por Caro como portadores de la
gracia ni la inspiración, antes bien, son seres que hay que despreciar y alejar
por el propio bien, pues impiden al poeta salir de la angustia y lo llevan por
un camino colorido pero peligroso. Caro dice, en Estudios Virgilianos, que
el genio poético no vive sino en el corazón que afirma a Dios por encima de
todas las cosas, naturales y sobrenaturales.
El genio, dice Caro (1985), el poeta de primer orden, tiene, además
de la fertilidad de la mente, unas características que lo distinguen entre los
demás: “[…] la inteligencia de las cosas invisibles, la participación de la
conciencia en las ocultas miras providenciales que se mezclan a las cosas de
los hombres; […] el conocimiento del corazón humano […] y por último el
fino tacto” (p. 88); o sea, dice el autor, inspiración, sentimiento y gusto. La
inspiración nace, continúa Caro, de una visión sobrenatural que hace al poeta
sentir y cantar asuntos desconocidos para sus contemporáneos. Una vez el
poeta es poseedor de ella, un inspirado, se convierte en el mejor inventor.
Dice Caro que cuando Dios creó a los hombres a su imagen y semejanza, les
dio en esa instrucción el talento de la invención. Señala la labor del arquitecto
y del filósofo como de invención menor en comparación a la labor del poeta,
“en quien mejor se ve realizado el aserto bíblico”. En palabras de Caro,
Dios da al hombre alma y cuerpo, que son inseparables; hace igual el poeta,
en cuya obra pensamiento y forma nacen juntos y no se pueden separar (p.
149). Además, mientras Dios crea al hombre de la tierra, le da vida y lo hace
mortal, el poeta crea su obra, pone en ella sus “creencias, sentimientos y
ficciones” y les da “una forma imperecedera”. Dudo que Caro haya querido
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decir que el poeta se convierte, ayudado por Dios, en mejor inventor que
Dios mismo; sin embargo, la comparación que plantea corre el riesgo de ser
interpretada así.
También Sanín Cano habla de la inspiración, pero no la sitúa en las
“miras providenciales” de Caro que ostentan un tinte religioso. Sanín Cano
(1934) habla en “El milagro cotidiano” del orador cuya “palabra se convierte
en un elemento de propulsión más fuerte a veces que el raciocinio y más tenaz
que la voluntad” (p. 171). Dice que el cuerpo del orador vibra movido por la
fuerza de una voluntad exterior, que lo maneja como a un saco vacío. Al final,
el orador “sabe apenas lo que ha dicho. Ese poder inescrutable, que yacía
en el fondo de su ser, lo ha dominado por instantes y ha hecho vibrar en su
cerebro regiones que permanecen insensibles a otro género de excitaciones”
(p. 171). La imagen podría parecer romántica, sino se hablara de una “voluntad
exterior”. Al admitir que no es de la mente del orador de donde provienen las
palabras y su articulación en un discurso fuera de lo común, Sanín Cano está
apuntando a lo sobrenatural, a algo proveniente del exterior que bien podría
identificarse con la gracia de Dios, aunque no reciba ese nombre.
Juan de Dios Uribe parece enfrentarse con la necesidad de nombrar eso
que parece innombrable, además de oponerse a la creencia de que ese algo es
dado por Dios. Así, se configura la imagen de la musa que se encuentra en sus
estudios críticos. Para este autor, la musa se presenta de forma diferente a cada
poeta. Las Musas de planta ligera dan “las primicias de sus amores a donceles
garridos como Pombo” (Uribe, 2013, p. 319), por quienes son perseguidas
y a quienes dictan “fugitivas confidencias”. La musa de Diógenes Arrieta
es enemiga del error y lo lastima cada que pasa cerca de él (p. 121), además
suele manifestar su veneración por la verdad y es noble e intrépida. La musa
de Uribe Velásquez, por su parte, es una “peregrina”. Finalmente, la musa de
Antonio José Restrepo es
[…] una aldeana que no ha perdido el vigor del campo en los refinamientos de
las ciudades. No sufre achaques de mujeres. Sus cóleras son legítimas, su dolor
sentido, su alegría verdadera y su risa franca. Es un talento sincero. El hombre sirve
de garantía al poeta (p. 176).
Hasta este momento no hay nada que nos diga que estas musas
provienen del interior o del exterior del poeta. Sin embargo, podría pensarse
que, a pesar de que trabajan con el poeta buscando la verdad e inspirando
su talento, no son un mismo ser. Estas musas parecen tener vida propia y un
carácter diferente al de los poetas que acompañan. Esto se confirma en un
texto de Uribe sobre Juan C. Tobón en el que, vaticinando las consecuencias
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CaMila palaCios aMézquita
que los vicios y las pasiones violentas tendrán en él, dice: “entonces las
musas lo abandonarán y doblará la frente temprana en la oscuridad que
apenas turbó un ligero resplandor” (p. 137). Las musas para el Indio Uribe
son, entonces, figuras sobrenaturales que provienen del exterior y que bien
pueden decidir cuándo marcharse.
De manera parecida configura Samper (1953) su idea de la musa. Por
ejemplo, la musa de Gregorio Gutiérrez le inspiraba “alternativamente las
endechas sentimentales y los más burlescos epigramas” (p. 140). Además,
Samper encuentra que es diferente para cada quien cuando afirma que su musa
es inferior en inspiración a la del “bardo antioqueño”, pero no en lo tocante a
la espontaneidad y fidelidad del sentimiento. Al hablar de Samper sí podría
pensarse en una musa proveniente del interior, no solo porque este autor
fuese profundamente romántico, sino también porque él mismo manifiesta
que la musa cantaba su dolor. Ella conoce a Samper tan profundamente y
logra expresar tan bien sus sentimientos, que resulta imposible pensar que
no sea parte intrínseca e inseparable de él.
Por su parte, Silva habla de las musas en varias ocasiones. Dice de
la musa de Baudelaire que fue incapaz de “defenderlo de la idea fija de la
muerte” (Silva, 1888, n.p.). En la musa de Verlaine ve transformaciones
que no obedecen a la calidad o al carácter de los versos del poeta. Ya en
esto hay una pista de que la musa no corresponderá a la figura del poeta
y de que viene de fuera. Para confirmar esto, basta echar un vistazo a una
de sus prosas líricas titulada “La protesta de la Musa”, publicada en 1891
en la Revista Literaria. En este texto, Silva sitúa al lector en el cuarto de
trabajo de un poeta. De repente, en la habitación, que estaba sumida en la
oscuridad, aparece la musa, “sonriente, blanca y grácil”, de “ojos claros
en que se reflejaba la inmensidad de los cielos” (Silva, 1891, p. 133), y
empieza a hablar con el poeta sobre lo que él ha escrito: un libro de sátiras.
Avergonzado, el poeta confiesa haber recibido su inspiración de las flechas
de los Genios del odio y del ridículo. A continuación, interpela a la Musa y
le critica su seriedad:
Tú nunca te ríes; mira, las flechas al clavarse herían, y los heridos hacían muecas
risibles y contracciones dolorosas; he desnudado las almas y las he exhibido en su
fealdad, he mostrado los ridículos ocultos, he abierto las heridas cerradas […] y me
he reído al hacer reír á los hombres, al ver que los hombres se ríen los unos de los
otros. Musa, ríe conmigo (p. 133).
Pero la Musa, cada vez más contrariada, reclama al poeta el haber
usado y profanado las formas sagradas en un innoble propósito. Lo reprende
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CaMila palaCios aMézquita
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visiones de nación en la literatura colombiana del
siglo xix: tres propuestas estéticas*1
visions of nation in the ColoMbian liteRatuRe of the 19th
CentuRy: thRee aesthetiC appRoaChes
CaRolina CáCeRes DelgaDillo
ccd1201@gmail.com
univeRsiDaD santo toMás, ColoMbia
Palabras clave: Literatura colombiana del siglo xix; Nación y Literatura; Julio Flórez;
Candelario Obeso; José Asunción Silva.
Abstract: This article will review the influences of national and political projects in the
poetic works of three authors of Colombian literature at the end of the 19th century:
Candelario Obeso, Julio Flórez and José Asunción Silva. This review will help to
understand the ideological perspectives of this Colombian poets and their points of view
in different topics like the institutional modernization, the capitalism, and the so-called
“evil of the end of the century” (the spiritual decline), those who face nineteenth century
society with the arrival of Modernity.
Keywords: Colombian literature of the nineteenth century; Nation and Literature; Julio
Flórez; Candelario Obeso; José Asunción Silva.
*
Artículo derivado del avance de tesis de Doctorado en Español: Investigación Avanzada
en Lengua y Literatura (Universidad de Salamanca).
Cómo citar este artículo: Cáceres Delgadillo, C. (2018). Visiones de nación en la literatura
colombiana del siglo xix: tres propuestas estéticas. Estudios de Literatura Colombiana
44, pp. 31-46. DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.n44a02
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Entre fines del siglo del xix e inicios del xx, el historiador y
sociólogo Max Weber (1864-1920) presenta una definición sobre la nación
y el nacionalismo. En 1912 publica “Relaciones de comunidades étnicas y
comunidades políticas”, estudio que aparecerá en algunos apartados de su
libro póstumo Economía y Sociedad (1922), donde afirma que la nación
es un “concepto perteneciente a la esfera estimativa” que comprende
una “comunidad de origen y de semejanza de carácter (con contenido
indeterminado)” (Weber, 2002, p. 680) no vinculada a la comunidad política
ni tampoco de carácter necesario. Con esta definición aparece un factor
de unificación inexplorado hasta Weber: la conciencia nacional, elemento
marcadamente psicológico con el que la nación penetra en el mundo de los
valores, permitiendo así que exista un objeto común inserto en ese “contenido
indeterminado” (p. 681). Pese a su desvinculación primaria con la política,
toda esta red de valores y sentimientos comunes se manifiesta de forma
adecuada en un Estado propio que le facilita su autogobierno, dando origen
a lo que posteriormente se conocerá como nacionalismo.1 A lo largo del siglo
xx proliferaron los estudios sobre la nación y sus posibles relaciones con el
Estado y la ideología de Estado encarnada en el nacionalismo. De hecho, en
la actualidad muchas de las disputas ideológicas se deben a estas acepciones
de nación, no siempre coincidentes entre los pueblos.
Con el advenimiento de la posmodernidad, los estudios sobre la nación
han tenido que enfrentar diferentes desafíos, máxime si se considera la ruptura
de los sistemas modernos basados en la univocidad de conceptos como el
tiempo, el espacio y la historia. Los asuntos nacionales y sus narrativas se
enfrentan al desquebrajamiento epistémico de sus bases conceptuales, y las
ideas de Estado, ciudad, nación, orden, etc., ceden y se convierten en fronteras
porosas y mutables. Hoy la pregunta no se centra en la definición de la nación,
sino en su posibilidad de existencia en un panorama de desterritorilización,
lógicas trasnacionales y nuevas tecnologías (Noguerol, Pérez, Montoya y
López, 2011, p. 8). No obstante, aún hay quienes reafirman, y a ellos se
une este estudio, la importancia de entender los aspectos trascendentales de
nuestro recorrido vital como especie, entre los que se incluye la nación como
eje central de aspectos como la relación con los hábitats, la identidad, la
cultura, el lugar, el tiempo y los espacios de filiación con la alteridad, pues
1
Existen múltiples estudios sobre la nación, pero con el fin de sintetizar, teniendo
en cuenta la naturaleza del artículo, solo abordamos las que consideramos más
importantes. Para ampliar el tema recomendamos el estudio de Francisco Tirado, La
evolución del concepto Nación en la historia de Estados Unidos (siglo xx) (2015).
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vejada, desgarradora ironía del que mucho sufre” (p. 63). De esta manera
su crítica contra la realidad se hace violenta, los defectos del ser humano se
radicalizan, se critica la simulación, el engaño, la retórica de la vida social
de finales de siglo, el sentimentalismo del Romanticismo en decadencia, la
burguesía liberal criolla:
Juan Lanas, el mozo de la esquina. / Es absolutamente igual/ al Emperador de la
China: / los dos son el mismo animal. / Juan Lanas cubre su pelaje / con nuestra
manta nacional; / el gran magnate lleva un traje de seda verde excepcional. / Del
uno cuidan cien dragones/ de porcelana y cristal; / Juan Lanas carga maldiciones /
y gruesos fardos por un real (Silva, “Egalité”, 1984, p. 138).
Si bien, Silva no pretende hacer una crítica social, en él se evidencia
la denuncia al espíritu decadente de su época. Su idea de nación, en la poesía,
se patentiza a través de la irónica burla a los poderes del Estado, al hombre
moderno, al decadente mundo de final de siglo. El humor que se trasluce en
el tratamiento sobre el debate desde el cual se estaba construyendo la nación,
a finales del siglo xix, y que se resume en el antagonismo entre la necesidad
de un espíritu moderno, y sus no tan positivas consecuencias en el individuo,
es su arma; anunciar el crepúsculo del espíritu, el agotamiento del alma y el
declive del mundo es su propósito.
No ocurre lo mismo con Candelario Obeso, quien es quizá el primer
poeta que intenta insertar el elemento popular como factor fundamental de la
cultura nacional colombiana; siendo él de origen popular, entendió mejor que
nadie los filamentos de una época que mantuvo al margen al pueblo negro
y mulato. Sin ser reaccionario, Obeso propone a través de su poesía una
concepción de nación anclada en la riqueza cultural y multirracial del país,
en el que se deberían tener en cuenta todos los componentes culturales que
la conforman (los mundos afro, indígena, mestizo e hispano). En esta misma
dirección, pero desde otro foco cultural, está Julio Flórez. El boyacense, por
medio de sus poesías de métrica fácil e imágenes recurrentes, evoca el mundo
melancólico y pintoresco del campesino colombiano; organiza el panteón
de los próceres a través de poemas casi heroicos y, finalmente, renueva el
valor de la tierra, el paisaje y las costumbres sencillas. Sin embargo, ya en
Flórez comienza a percibirse el cambio espiritual del hombre moderno, que
se preocupa por la trascendencia y la individualidad en un mundo convertido
en colmena que almacena obreros en urbes contaminadas por el humo de las
fábricas modernas.
Si en Flórez apenas se percibía un tono de melancolía que avistaba
el hundimiento del espíritu humano, Silva lo anuncia como irremediable. La
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de mi tierra: un puente entre las
Frutos
narraciones literaria y periodística de medellín*1
Frutos dE mi tiErra: a bRiDge between the liteRaRy anD
JouRnalistiC naRRations of MeDellín
CésaR alzate vaRgas
cesar.alzate@udea.edu.co
univeRsiDaD De antioquia, ColoMbia
*
Derivado de la investigación sobre las dinámicas del periodismo literario en Colombia,
que el autor desarrolla como tesis para el Doctorado en Literatura de la Universidad de
Antioquia.
Cómo citar este artículo: Alzate Vargas, C. (2018). Frutos de mi tierra: un puente entre
las narraciones literaria y periodística de Medellín. Estudios de Literatura Colombiana
44, pp. 47-62. DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.n44a03
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La ciudad literaria
Para hablar de la novela iniciática de Tomás Carrasquilla, se puede
trazar una línea continua que se iniciaría en el naturalismo, pasaría por el
3
El abuelo Naranjo era financista de la aventura literaria de Carrasquilla y de su
traslado a Bogotá para el proceso de edición y publicación de Frutos de mi tierra.
Juan Bautista Naranjo fallecería pocos meses después de la publicación de la novela.
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Allí donde a los otros el cuadro les sirve para mostrar las costumbres,
al maestro antioqueño le sirve para desnudar en primer lugar el alma de un
pueblo, y en segundo lugar y sobre todo, el carácter de lo humano. Que este
carácter esté puesto en un punto específico de la geografía y en un momento
específico del tiempo, es simple circunstancia: los Alzate, los Escandón, los
Gala se hallan en Medellín, Antioquia, Colombia, a finales del siglo xix, como
podrían hallarse en cualesquiera otras coordenadas espacio-temporales. El
propio Carrasquilla (1958b) lo especifica en la “Homilía N° 1”:
No os intime la región: el punto geográfico y el medio, nada importan. Bajo accidentes
regionales, provinciales, domésticos, puede encerrarse el universo; que toda nota
humana que dé el artista, tendrá de ser épica y sintética, toda vez que el animal con
espíritu es, de Adán acá, el mismo Adán con diferentes modificaciones (p. 672).
Y, sin embargo, resulta fundamental la pertenencia de Tomás
Carrasquilla y su universo literario a esas coordenadas específicas. Ya se ha
dicho y sostenido, y seguirá diciéndose y sosteniéndose en este artículo, que
a él le correspondió el papel de iniciador. No fue el primero que mencionó a
Medellín en el plano de lo escrito, pero sí fue el primero que logró trasladar
a las palabras la esencia de la ciudad.
Realismo, naturalismo, costumbrismo, literatura urbana (y crónica y
reportaje, mediados estos dos, por ser géneros literarios del lado del periodismo,
por la imposibilidad de la ficción) son en síntesis términos de gran proximidad
entre sí. Y todos en alguna medida describen la obra de Carrasquilla.
Para el escritor Guido Tamayo (2009), “la ciudad puede ser
perfectamente un tema literario, escogido por el interés o la necesidad de
un autor determinado”. Apunta que escritores urbanos no son aquellos
que se refieren a la ciudad a través de una simple nominación de calles, de
bares en esas calles, de personajes en esos bares, “como si la descripción
más o menos pormenorizada de esas pequeñas geografías nos develara una
ciudad en toda su complejidad” (p. 7). Asimismo, señala que lo urbano
no es necesariamente lo que ocurre en la urbe y aclara que una narración
puede ubicarse en la ciudad, pero referirse a una forma de pensar, actuar
y expresarse ajena al universo comprendido por lo urbano. Concluye: “En
consecuencia se podría afirmar que la narrativa urbana es aquella que trata
sobre los temas y los comportamientos que ha generado el desarrollo de lo
urbano y siempre a través de unos lenguajes peculiares” (p. 8).
Y yendo específicamente a la ciudad de Carrasquilla en sus Frutos, el
colombianista estadounidense Raymond L. Williams indica que el referente
de la novela es un Medellín en transformación. En efecto, la que durante la
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Colonia y las décadas iniciales de la República había sido apenas una villa
aletargada en un valle de la cordillera central de los Andes, y ni siquiera
había tenido una participación activa en la colonización que a lo largo del
siglo xix llevara a cabo la “raza” antioqueña del occidente casi despoblado
del país, despertaba ahora al ritmo paradójicamente dinamizador de las
guerras civiles y las convulsiones políticas. “El auge del cultivo del café en
Antioquia, a partir de 1880, fue causa importante para la transformación de
aquel poblado en ciudad”, ilustra (Williams, 1992, p. 169). La ciudad, pues,
crecía, y atestiguaba la conformación de una nueva clase social capitaneada
por empresarios y comerciantes (he ahí a los Alzate).
El Medellín de Carrasquilla
Dado que en el siglo xix es imposible hablar de Colombia sin pensar
en ella como en una suma de regiones-nación, aisladas unas de otras por las
voluptuosidades de la geografía y en ocasiones enfrentadas en conflictos
bélicos en los que el enemigo llegaba incluso a ser el Estado central,
conviene visitar los conceptos de la académica estadounidense Doris
Sommer. Al reflexionar sobre la idea de novela nacional, dice Sommer
que en Latinoamérica se puede identificar como tal al libro frecuentemente
requerido en la escuela secundaria como fuente de historia local y orgullo
literario. En esta medida, en Colombia lo más cercano al concepto es María
(1867) de Jorge Isaacs, aunque en algunos momentos hubo quien proclamara
a La vorágine (1924) de José Eustasio Rivera. Es claro, sin embargo, que
estas novelas no satisfacen a plenitud los requerimientos necesarios para
una identidad colombiana de conjunto. Bastante han discutido escritores y
estudiosos el tema. Y no faltan quienes ahora proponen como novela nacional
una obra mucho más reciente, pero de un alcance más universal: Cien años
de soledad (1967) de Gabriel García Márquez.
Raymond L. Williams cuenta que en los años veinte, cuando se
agitó el asunto, Carrasquilla llegó a proponer la idea de una novela nacional
basada no en la imagen de una persona, sino en valores nacionales. Y citando
a Rafael Gutiérrez Girardot, Williams comenta (1992) que “las actitudes
regionalistas de Carrasquilla podrían interpretarse también como un rechazo
al poder central que ejercían los humanistas de la Atenas Suramericana”, y
recuerda que adicionalmente el antioqueño había proclamado en 1906, en
su célebre “Homilía N° 2”, una forma de independencia literaria basada en
la novela moderna pero liberada de modelos extranjeros (pp. 62-63). Entre
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que a finales del siglo xix estaba en proceso de ser dominado, mediante la
canalización de su cauce primero y el secado de las tierras aledañas después,
para en el xx derrotarlo y convertirlo en el vertedero de aguas negras que es
en el xxi.
El tiempo de la escritura de Frutos de mi tierra coincide con el final
del tiempo de la narración en la década de 1890. Así refieren el estado de
la ciudad en dicha década Roberto Luis Jaramillo y Diego Suárez Vallejo
(2004):
En Medellín querían muy pomposas las celebraciones de los 400 años de la llegada
de Cristóbal Colón; y era obligatorio que el sabio anciano Manuel Uribe Ángel
se manifestara, por cualquier vía. Meses antes le había publicado unas cartas el
editor bogotano Isidro Laverde Amaya, en las cuales describía a Medellín con su
entorno. Como médico le preocupaban los suelos bajos y anegadizos cercanos al
río, cenagosos en tiempo invernal, que había que desecar para mantener la salud
pública asegurada; en ese entonces ya no solamente se seguían haciendo cuelgas
para rectificar el río sino que se hablaba de aumentar su velocidad con profundizar
su cauce (p. 41).
Luego citan una de las aludidas cartas del médico Uribe Ángel. En la
misma es de observarse la diferencia de tono con la narración de Carrasquilla:
Se dará pronto con el Puente de Colombia sobre el río Medellín; y es colocado
sobre él y extendiendo la vista en todas las direcciones, como se pueden contemplar
los más lindos paisajes de la comarca; porque las curvas del río, los bosquecillos
de sauces, la brillantez del cielo, la suavidad del aire, los encantos del agua en
movimiento, el azul de las cordilleras, la concurrencia de los vecinos y la vida en
toda su plácida armonía, se nos ofrecen allí como en campo paradisíaco (Jaramillo
y Suárez Vallejo, 2004, pp. 41-42).
Y, sin embargo, el desagrado de ciertos lectores por el tipo local
descrito en la novela de Carrasquilla es muy inferior a la reacción que ella
genera por sus virtudes literarias. El entusiasmo es inmediato y la recepción
por parte de lectores, críticos y académicos es amplia y tiene resonancias
nacionales. Acaba de salir el libro de la imprenta de Medardo Rivas en
Bogotá y ya está apareciendo en La Miscelánea de Medellín, aunque firmado
desde la capital por Julián Páez (1896), el primer ensayo laudatorio:
La descripción de Medellín y de El Cucaracho, para los que no conocemos aquellas
tierras, son una provocación que á esas comarcas nos atraerá de por vida. No he
tenido la fortuna de ir á Antioquia, y no puedo decir, por tanto, si los tipos descritos
por el novelista son, ó no, los que privan generalmente en las diversas clases
sociales que él pinta; pero sí puedo afirmar que, con las diferencias impuestas por
la naturaleza, el mondus vivendi, la educación y otras causas, esos tipos se hallan
también en otros puntos del país, en análogas clases sociales. ¡Que el novelista ha
exagerado! dirán algunos. Sí, señores: el Sr. D. Pedro Nel responde á esto en el
prólogo, con la cita que hace de Macaulay: los mejores retratos tienen siempre algo
de caricatura (p. 261).
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buena literatura (p. 36). Hoyos defiende la idea de que no se precisan las
escuelas, que no hay que hablar de literatura urbana en Tomás Carrasquilla
ni en sus sucesores, sino de textos bien o mal logrados en función de lo dicho
arriba.
El primero de esos nombres es el del periodista Carlos Mario Correa,
quien recoge el testimonio de sus años como corresponsal del diario El
Espectador, justo por la época en que dicho medio se erigía como la máxima
autoridad moral del país en la lucha contra el narcotráfico: Las llaves del
periódico (2008, coescrito con el académico Marco Antonio Mejía). Pocos
años después, Jorge Mario Betancur rescata del olvido las historias de un
grupo de mujeres sometidas por la ‘atrabilis’ de los Agustos posteriores al de
Carrasquilla en la realidad de la urbe del siglo xx, en Déjame gritar (2013),
mientras que Juan Guillermo Romero diseccionará en sus Vidas de feria
(2013) el microcosmos de Medellín en su feria de ganados.
Desde luego sin ser los únicos, estos cuatro nombres y los títulos
mencionados se identifican como remotos continuadores de eso que inició
Tomás Carrasquilla con sus Frutos: el relato último de lo que Medellín es.
Hablamos, pues, de una novela que por las características de su narración y
por la disección que hace de sus personajes se acerca bastante al periodismo
y de unos relatos periodísticos que por el vuelo de su estilo alcanzan los
terrenos de la literatura.
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la clave paródico-satírica: una lectura de lo
cómico y lo marginado en “utria se destapa”, de
José Félix Fuenmayor*1
the paRoDiC-satiRiCal key: a ReaDing about the hilaRious
anD the MaRginalizeD in “utRia se Destapa”, by José félix
fuenMayoR
Resumen: este artículo propone una lectura de las relaciones entre lo cómico y lo
marginado de Utria (personaje del cuento “Utria se destapa”), al ser él mismo una parodia
que reproduce y desarticula un modelo lingüístico: esta imitación y deformación (que
toca la sátira) se traduce en la artificialidad y automatismo que configuran al personaje,
características que conducen a la risa. En el análisis se relaciona la lectura paródico-
satírica de Utria (desde la diégesis del relato y de manera extra-textual) con algunos
aspectos del devenir/acontecer literario y social de Colombia, en la primera mitad del
siglo xx. El artículo tiene en cuenta las propuestas de Henri Bergson, en La risa (1973), y
los aportes de Linda Hutcheon, en “Ironía, Sátira, Parodia. Una aproximación pragmática
a la ironía” (1981).
Palabras clave: José Félix Fuenmayor; Utria; sátira; parodia; cómico; marginado.
Abstract: The present article discusses the relationship between Utria’s comic
and marginalized sides. He is the main character in “Utria se destapa” by José Félix
Fuenmayor. Utria is a parody that reproduces and disassembles a linguistic model. That
is, an imitation and deformation (that verge on the satire) that become into the artificiality
and automatism that shape the character, these are the features that later lead to laughter.
This article aims to relate the parody-satirical aspects of Utria (from the diegesis to the
extra-textual features of the story) to some aspects of the social and literary arena in
Colombia in the early twentieth century. Finally, this study takes into account Bergson
(The laughter, 1973) and Hutcheon’s (Ironie, satire, parodie: une approche pragmatique
de l’ironie, 1981) discussions and theoretical proposals.
Keywords: José Félix Fuenmayor; Utria; satire; parody; hilarious; marginalized.
*
Artículo derivado de la investigación “Análisis de la clave irónico-paródico-satírica
en el libro de cuentos La Muerte en la calle, de José Félix Fuenmayor”, desarrollado
para obtener el grado de Maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de
Guanajuato, México.
Cómo citar este artículo: Gómez Rey, N. (2018). La clave paródico-satírica: una lectura
de lo cómico y lo marginado en “Utria se destapa”, de José Félix Fuenmayor. Estudios
de Literatura Colombiana 44, pp. 63-80. DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.n44a04
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Introducción
Tras un año de la muerte del escritor José Félix Fuenmayor
(Barranquilla, 1885-1966), se publica el libro de cuentos La muerte en la
calle, en el cual se incluye “Utria se destapa”. En dicho cuento se pueden
encontrar los rasgos de lo cómico y lo marginado en el personaje Utria:
una suerte de genial idiota que pesca, a partir de conversaciones ajenas, una
serie de términos inconexos que toma como adorno en su propio hablar, un
discurso de orden arbitrario al que denomina la Lucusta. Este artículo analiza
la configuración cómica y marginal del personaje, pues estas confluencias
pueden develar, en una lectura paródico-satírica1 (Linda Hutcheon, 1981),
la puesta en crisis de modelos lingüísticos y literarios que parecían imperar
en Colombia durante la primera mitad siglo xx —esto, principalmente, a
partir de algunos comentarios de María Bustos Fernández (1990) y Rafael
Gutiérrez Girardot (2005)—. El análisis abordará el funcionamiento de
lo cómico desde lo planteado por Henri Bergson (1973), así como los
mecanismos de una risa correctora y condicionante, presente en la diégesis
del cuento. La lectura pragmática2 que presenta el artículo involucra texto,
lector y campo literario, por esta razón, hay que advertir que en el análisis
se tendrán en cuenta dos tipos de risa: la que se genera en los personajes que
burlan y marginan a Utria, y la que se puede dar en el lector, que es inversa a
la anterior, en tanto es efecto de la parodia y la sátira que se articula en Utria.
El artículo está organizado en tres apartados: el primero, “Utria, lo
cómico y lo marginado”, presenta en detalle el porqué de la figuración del
personaje con las características mencionadas; como avance se podría decir
que lo cómico se entenderá a partir de lo discontinuo en el comportamiento
de Utria, es decir, lo incoherente en el actuar y en el lenguaje del personaje,
rasgo que Bergson llama “automatismo”, y que de igual manera se reafirma
con la idea de que “lo cómico es el efecto de lo incongruente que desencadena
la risa” (Bravo, 1997, p. 132); lo marginal corresponde a la exclusión del
1
Esta relación se da desde la cercanía que Linda Hutcheon da a los dos géneros: la
parodia como imitación de un modelo lingüístico, por ejemplo, y la sátira como la
crítica hacia el comportamiento social que amparan esos modelos, en el caso del
cuento. No se trata de una insistencia por uno de los dos, sino de la posibilidad de
diálogo entre estos, desde los rasgos de la diégesis, como es la comicidad de Utria:
una suerte de discontinuidad o ruptura en el lenguaje.
2 Se trata del análisis del cuento en relación con un contexto particular, desde la
evaluación que de este pueda hacer el lector. Si bien para el análisis de la clave
paródico-satírica se parte de aspectos textuales, se hace importante la evaluación
contextual para buscar un sentido crítico del cuento.
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expresa, “La cosa es que no me gusta pasar con machete por la ciudad para
que del porrazo la gente me calcule hombre de monte” (Fuenmayor, 1994,
p. 81). Así va Utria desde que sale de la finca, pasa por el pueblo y se interna
en las primeras calles, “Avanzando, Utria se hundía en sus pensamientos y
descuidaba al disimulo el machete” (p. 82). Al leer la intención de Utria de
esconder la herramienta mientras va de un lugar a otro, se puede entrever
en esta actitud una suerte de negación y distracción: primero, esconde la
herramienta y, en seguida, cae en el descuido y en el ensimismamiento; en
este aspecto empieza a configurarse lo cómico del personaje, porque actúa
de manera discontinua, ya que hay intervalos e incoherencia en sus acciones,
característica que se acerca a una de las definiciones que Henri Bergson
(1973) da acerca de lo cómico: “¡Qué profundidad alcanza lo cómico en lo
novelesco y en el espíritu que se pierde en quimeras! […] corren tras un ideal
y tropiezan en las realidades; corredores cándidos a los que la vida acecha
maliciosamente” (p. 22). Así, la falta de juicio de Utria, acerca de las palabras
que imita, reafirma la pérdida en quimeras que comenta Bergson, pues este
campesino las repite mecánicamente. Como se verá en el desarrollo del
análisis, Utria va por la ciudad en busca del reconocimiento de los otros, sin
darse cuenta de la burla que, en el andar inconsciente, representa para ellos,
así las cosas, Utria no es un cómico para sí mismo, sino para el lector que
juzga la parodia y la sátira que articula el cuento. Además, el automatismo en
el actuar del personaje no se reduce al ocultamiento del machete,3 también
abarca la idealización (las quimeras) que representa el grupo de palabras que
acostumbra atrapar en casa del señor Manuel:
Durante las tertulias sabáticas de la casa del señor Manuel, Utria en el jardín, […]
atrapa al vuelo expresiones nuevas, para él brillantes, que lo impresionaban con
particular hechizo. Desarticuladas por el viento y la resonancia de otras voces, las
palabras de su encanto caían deformadas en su imaginación, y poco se le alcanza de
su significado: eran, de todos modos, los vocablos finos de su adorno (Fuenmayor,
1994, p. 82).
La Lucusta, el conjunto de expresiones que Utria toma al vuelo
forman un discurso que deviene en retahíla inconexa. Hay que prestar
atención a que las palabras, que más adelante motivarán la risa de otros
personajes del cuento, son un encanto para Utria, el adorno en su manera
3
Esta es una de las características más relevantes en la propuesta que hace Bergson
(1973) acerca del personaje cómico. Según él, la risa es motivada por el comportamiento
casi mecánico y reiterado que presentan algunos personajes. Es importante entender
la manera como Utria imita el discurso de los doctores: la parodia que articula el
personaje se entenderá desde el rasgo autómata de este, pues no valora, no enjuicia,
no reflexiona detalladamente sobre el lenguaje que “atrapa” y utiliza.
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Y ahí mismo sentí el aviso que era de mi asunto y me lo daba sin la oreja que me
la puso ladeadita y yo la vi como el embutido más lindo del mundo para que yo le
echara vocablos finos. […] le eché por el embutido la Purciúncula, la Enedia, el
Partinón y la Ciclopedia (Fuenmayor, 1994, p. 83).
La señorita Martina es la única que escucha atentamente los “vocablos
finos” sin reír. Más adelante, Utria no podrá verla de nuevo, ya que estará
confinado en el espacio de la ciudad: “Lo que pasa es que la señorita Martina
va los sábados al pueblo, los domingos se la llevan para el potrero de su tío
y los lunes ya está otra vez en su tierra” (p. 83). En el párrafo citado se lee
la parodia de términos relacionados con la tradición clásica: primero está la
“Purciúncula”, que bien sería expresión degradada de la iglesia Porciúncula,
en donde empezó el movimiento franciscano; en seguida, “la Enedia”,
clara referencia a la epopeya de Virgilio; continúa el “Partinón”, cercano al
Partenón de la Grecia Clásica, y, finalmente, la “Ciclopedia” (Enciclopedia),
baluarte del conocimiento sustentando en la escritura; este conjunto de
expresiones es importante, pues presenta la reducción inconexa del discurso
que Utria forma a partir de lo que escucha en la reuniones del señor Manuel
y los “ilustrados”. Al revisarlo anterior, es válido proponer que a Martina le
agradan los vocablos de Utria, pues los encuentra particulares: los artilugios
resultan extraños para ella, campesina de otro lugar, y tal vez atrayentes
por lo enrevesado de las “finas palabras” que él suelta para impresionarla;
el fragmento es cercano al cortejo, por lo que el carácter supuestamente
galante de las expresiones es recibido por la campesina —que también las
desconoce— como un detalle de fina elegancia, y por este motivo no se burla
de Utria, sino que lo anima a continuar: “Qué cosas tan lindas me has dicho
Utria: dime más” (p. 83). Al cavilar sobre lo anterior, se puede decir que la
señorita Martina, la única campesina que escucha a Utria con atención, se
ve igualmente atraída por las expresiones parodiadas de la cultura letrada.
Por otra parte, un aspecto que caracterizará a Utria como personaje
cómico es la insistencia en el relato de su figura atragantada por los vocablos,
la Lucusta: “Se me atoraron aquí, me he visto negro para tragármelos.
Verdad, verdad, la Lucusta me rasó el galillo” (Fuenmayor, 1994, p. 86);
la repetición de su figura atragantada se verá también en la tendencia del
relato a “destapar” al personaje. En un encuentro con otro campesino, se
puede leer: “Telésforo no guardó mucho. ‘Bueno, pues, señor Utria’ —le
dijo desagradado y burlón y se alejó refunfuñando: Ya está que se destapa”
(p. 88). Henri Bergson llama a este recurso cómico “el diablo de resorte” y
caracteriza a la repetición como uno de los procedimientos más eficaces de
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La risa correctora
Hasta el momento se ha dicho que Utria es un personaje cómico y
marginado en busca de que los señores escuchen las palabras de su adorno,
pero al hacerlo se convierte en un autómata que no logra el objetivo y, por
el contrario, es burlado en el intento. Utria está fuera del lugar que ocupan
el señor Manuel —“Utria, te estás volviendo loco” (p. 82)—, la esposa del
señor Manuel —“[…] cállate animal” (p. 82)— y don Severo —“[…] un
imbécil” (Fuenmayor, 1994, p. 88)—; Utria no pertenece a la ciudad, aunque
en ella busque interlocutores para la Lucusta. Al responder ante don Severo,
como se vio anteriormente, Utria es víctima de la risa:
El empleado rió ruidosamente, en una explosión. […] “No sé qué clase de sangre
es la suya cuando lo divierte un imbécil. Llévese inmediatamente de aquí a ese
estúpido y entiéndase con él, que buena pareja harán. Aquí no vuelva a traerme a
ese loco” (p. 88).
La reacción del empleado se relaciona con una insistencia de Bergson
(1973), ya que: “La risa es un gesto social que subraya y reprime una
determinada distracción especial de los hombres y de los acontecimientos”
(p. 77). De ahí que no se trata de la risa carnavalesca que se comparte y
disfruta en el grupo que vive la fiesta (Bajtín, 1998); por el contrario, es
una risa personal que tiende a señalar una automatización y conduce a una
corrección de comportamiento. La risa estruendosa del empleado viene a
mostrar, por un lado, el automatismo7 (que deriva en artificialidad, de ahí
también el efecto cómico y las implicaciones paródicas y satíricas) en
el que vive Utria al hablar con los artilugios de la Lucusta, y por otro, a
sacarlo de ese adormecimiento en el que se hunde: “Ahora bien: la risa tiene
precisamente como función la de reprimir las tendencias separatistas. Su
7
Hay que insistir en que Utria es consciente de que está “atrapando” las palabras de
sus patrones, lo hace porque quiere ser superior a los suyos (pues cree expresarse
bien, supone hablar exactamente como los doctores); sin embargo, no es consciente
de lo que dice, no cuestiona el sentido de los vocablos, por ello salen deformados: allí
radica su automatismo.
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La clave paródico-satírica
Linda Hutcheon (1981) estudia con atención las relaciones que se
pueden establecer, en un mismo texto literario, entre la ironía, la sátira y la
parodia. Al revisarlas, observa que entre estas se da “un fenómeno dialógico,
en el sentido en que se presenta una suerte de intercambio entre el autor y
el lector” (p. 187). De esta manera se abre la posibilidad para sustentar la
hipótesis de que en el cuento “Utria se destapa” confluyen, especialmente,
la sátira y la parodia, y que, además, para entenderlas es necesario revisar
un vínculo extra-textual, lo que L. Hutcheon (1981) denomina el blanco al
que se dirigen,8 que para el caso estudiado podría tratarse de convenciones
lingüísticas y literarias. Para ahondar en el último punto se puede seguir con
la propuesta de la autora:
Hay normas (sintácticas, semánticas, diegéticas) que son a la vez analizables y
establecidas en el mismo texto, y que se encuentran en estado de proporcionar al
lector (a partir de las transgresiones) las señales de una evaluación irónica, sobre
todo cuando [las transgresiones] se repiten o yuxtaponen (p. 191).
En “Utria se destapa” se lee una transgresión con relación al lenguaje,
a formas lingüísticas pretendidas como cultas y que Utria, involuntariamente,
imita y degrada. Este aspecto también resalta que Utria se configura como
marginado, al no ser reconocido por los letrados, al no tener quien lo
escuche. Ahora bien, con el fin de discutir la relación paródico-satírica del
8
El blanco es idea fundamental en la propuesta de L. Hutcheon, ya que se trata de la
dirección que toma la perspectiva pragmática de la ironía, la crítica social de la sátira
y la reivindicación o subversión que cumple el texto paródico.
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14
Vale insistir en que la irreverencia se toma en sentido pragmático, es decir, el lector
debe comprender que hace parte de la clave de lectura, mas no del comportamiento
autómata de Utria, imperante en la diégesis.
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Referencias bibliográficas
1. Bajtín, M. (1998). La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El
contexto de François Rabelais. Madrid: Alianza.
2. Bergson, H. (1973). La risa. Madrid: Espasa-Calpe.
3. Bravo, V. (1997). Figuraciones del poder y la ironía. Esbozo para un mapa de la
modernidad literaria. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
4. Bustos-Fernández, M. (1990). Vanguardia y renovación en la narrativa latinoamericana:
Macedonio Fernández, José Félix Fuenmayor y Jaime Torres Bodet. Boulder:
Universidad de Colorado.
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lectura sociocrítica de el hombre de talara de
arturo echeverri meJía*1
soCio-CRitiCal ReaDing of EL hombrE dE taLara of aRtuRo
eCheveRRi MeJía
augusto esCobaR Mesa
ramon.augusto.escobar@umontreal.ca
univeRsité De MontRéal, CanaDá
ReCibiDo (07.08.2018) - apRobaDo (11.10.2018)
doi.org/10.17533/udea.elc.n44a05
Abstract: The object of this article is, from a sociocriticism view point, to observe how
an expression of the protagonist —“The gringos of the Wellbor say that their filthy oil
serves to remedy”—, the fact that it comes from a social practice and discursive or doxa,
will determine the destiny of the protagonists and of the Fishermen of Talara in the
novel El hombre de Talara by Arturo Echeverri Mejía. This expression that arises from a
capitalist economic circumstance and a dominant cultural subject penetrates and affects
the will of the protagonists to the point of generating in them an interpersonal conflict. We
are interested in showing the reader how a once-only expression determines the course of
the novel and reveals what is underlying socio-ideologically beneath the simple anecdote.
*
Cómo citar este artículo: Escobar Mesa, A. (2018). Lectura sociocrítica de El hombre
de Talara de Arturo Echeverri Mejía. Estudios de Literatura Colombiana 44, pp. 81-98.
DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.n44a05
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circunstancias: “uno quisiera pescar los peces que a uno le gusta y no esa
porquería de tiburones que yo quisiera asesinar sin pescar. Y para colmo
de males, escasean los malditos” (p. 34). Desde una perspectiva semántica,
“porquería” se relaciona con lo que ensucia y que huele mal. La Wellbor
ha alterado todo y ha hecho de la vida de los pescadores algo insoportable,
los ha contaminado tras la búsqueda de tiburones cuyo aceite consideran
“cochino”, porque nada de ellos es comestible. Ha ensuciado la relación
entre los pescadores mismos, por eso Antonio, luego de su molesta reacción
contra María por sus funestos pronósticos, se siente como el peor, como “un
puerco” (p. 24). Esa imagen de algo perturbador y alienante que ha llegado
y anuncia tragedia va a extrapolarse en los sueños de María, que considera
“malos” y “sucios”; asimismo en las palabras resentidas y ofensivas que
ambos se dirigen cuando la comunicación se ha hecho pedazos. Para él, ella
se ha convertido en una “piojosa”, “maldita”, “enferma”, “sucia”; y para ella,
él no es más que un “cerdo, “diablo”, “hijo de perra”, “peste”, “demonio”,
“guano”. Detrás de esas puyas que van y vienen como dardos envenenados
se esconden un profundo desarraigo y “olvido del ser”.
“Cochino aceite que sirve para remedio” (p. 33). Este enunciado que
apenas si se menciona en la novela, casi de inmediato se convierte en un
ideologema, porque porta y soporta el peso socioideológico y discursivo
del texto. Lo que es apenas una breve expresión, se convierte en un todo
altamente significativo por el grado de condensación de sentido en su
mínima forma expresiva, como diría Lotman. Los lemas “servir” y “remedio”
adquieren nueva connotación en el momento en que quedan vinculados bajo
la mediación de la preposición “para”, que viene a cumplir la función de
un objetivo, de una finalidad útil. Si antes lo que servía para remedio tenía
el sentido de restablecer la salud, de cura, es decir, cargado de un valor
cualitativo —valor de uso—, ahora dicha expresión se ha impregnado de
sentido contrario, es un valor de cambio sujeto a la oferta y la demanda.
Antes, lo que valía era el atún y el bonito; ahora han perdido todo valor y
solo sirven de carnada para atrapar a los tiburones. Así, la actividad de los
pescadores ha quedado sometida a una economía de mercado impuesta por
las trasnacionales, una “invención institucional” que en el siglo xx, según
Polanyi (2007), se “convirtió en la fuerza dominante […] que abarcó a toda
la sociedad” (p. 69). Es a este sistema al que Antonio califica de “cochino”,
porque ha pervertido y desnaturalizado un sano y productivo oficio en
el que nadie sacaba provecho del otro. Así, lo que “sirve para remedio”
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nada que explotar, sino una tierra y un mar yermos rodeados de bagazos
humanos. Este es el nuevo sujeto cultural que llega al lugar, se instala y reina,
y al que todos deben acatar porque no hay disyuntiva. Es la representación
de la nueva práctica discursiva dominante que se manifiesta como un todo
absoluto y determina conductas, ideologías, modos de vida y de pensar. Es
ahí donde se produce su reificación, es decir, que toda actividad humana
productiva se transforma en una mercancía, en un objeto de circulación e
intercambio bajo las leyes anónimas de la oferta y la demanda. Antonio, el
Cholo y demás pescadores no son nadie para la Wellbor. Bajo ese sistema
implacable, los pescadores terminan siendo objetos de un mismo proceso,
son reificados y, por ende, desindividualizados. En este sentido, como lo
señala Zima (1985), la “anonimidad” de las leyes del mercado “es el origen
de la reificación de los objetos, en la medida en que ella borra su condición
de productos humanos para satisfacer ciertas necesidades y privilegiar su
carácter de simples mercancías, de objetos” (p. 27). Como una segunda
naturaleza, el mundo capitalista es, según Lukács (1971), un “mundo
poderoso” al cual nada escapa y petrifica no solo el trabajo, sino también
las relaciones sociales que convierte en algo “extraño e inepto”, incapaz de
“despertar la interioridad”. En definitiva, termina envolviéndolo todo en “un
osario de interioridades muertas” (pp. 66-67).
Sin duda alguna la escasez de recursos para sobrevivir genera en la
pareja un doble efecto: extrañamiento y alienación, términos que se asocian
con elementos que provienen de fuera del ámbito familiar, provocando con
ello una especie de “muerte lenta” en ambos. Se trata de esa exterioridad en
la que cada “uno se convierte en un extraño para sí mismo” y para los otros;
“exterioridad hostil, desgraciada, y por lo tanto, involuntaria, totalmente
ajena” a ellos mismos (Bloch, 1998, p. 115). Por ello, recuperar la palabra
mediada a través de un gesto previo de solidaridad al final de la novela es la
única manera de liberarse de la carcasa de silencios que avasalla a la pareja;
es luchar contra el solipsismo y estado de soledad que los aliena. Ambos
necesitan salir de la escafandra monológica que los envuelve sin piedad,
y recuperar el diálogo. Durante varias semanas la pareja vive en túneles
paralelos, agobiada por las dudas infundadas y la urgencia de comunicación,
sin saber que caminan el uno al lado del otro royendo las palabras que
quisieran lanzarse, decirse, raparse, porque están a punto de claudicar ante
el abismo en que se encuentran. Ante los sueños de María, Antonio podría
pensar que ellos “anonadan” porque dejan “abiertas las puertas a esos
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monstruos” (Cocteau, 1957, p. 97). Por eso María se siente mal cuando se
los revela a su marido, pero nada puede hacer porque emergen de modo
inconsciente y a través de ellos se avizora el naufragio de su marido. Son
sueños que ponen al desnudo su amargura ante la evidencia de los propios
límites; sueños que “nos ensuciarían la vida y nos la harían irrespirable”
(p. 98). La vida de la pareja se ha vuelto insoportable y un combate a todo
momento, como se observa en el siguiente diálogo:
–Si no fuera por los niños —dijo él— me largaría. Eres la peor peste que he conocido.
La mujer se frotó el cuello y lentamente desplazó la mirada murmurando palabras
inaudibles. Estaba desolada. Las últimas frases de Antonio resonaban en su cerebro
como ecos de notas breves y agudas. De pronto dijo: –Está bien… ¡Lárgate…!
Ahora estoy segura de que hay otra mujer (Echeverri Mejía, 1991, pp. 15-16).
El cuerpo y la conciencia de María se ponen en alerta al observar
que su hombre ya no le habla ni la mira ni la toca como antes, porque
presumiblemente otros cuerpos lo han conquistado. Como un mecanismo
de defensa, la conciencia de María prende las alarmas y sus temores salen
a flote sin contención alguna a través de sus infaustos sueños. Con la
ausencia de tiburones, el amor de la pareja parece haber huido y dejado
una playa vacía y un rescoldo apagado. Si bien ella solo piensa en el bien
de su marido, a Antonio lo único que le preocupa es la sobrevivencia
económica de la familia. Mientras esos dos estados de conciencia sigan por
caminos opuestos, los prejuicios y malentendidos se interponen e impiden
la comunicación entre ambos hasta convertirlos en islas solitarias. En medio
de esa atmósfera enrarecida flotan las palabras llenas de animosidad y de
dolor. Los intentos entrecortados de diálogos entre Antonio y María, más
que un punto de partida de la palabra, que implica un “poner y presuponer
al otro” (Benveniste, 1999, p. 95), llevan a una polarización verbal, a un
alejamiento de la palabra. Cada uno se abandona y repliega sobre sí mismo.
En tal situación anómica, las palabras distancian y transgreden su propia
condición, se vuelven espinas que ahondan las heridas, como se observa en
este breve diálogo:
–Tú has cambiado. No eres el mismo Antonio de antes.
–Yo no he cambiado. Soy el mismo.
–No. No eres el mismo. Ahora ni siquiera me atiendes cuando te hablo. ¿Ves? Ahora,
por ejemplo, te estoy hablando y ni siquiera me has mirado. Es como hablar con un
palo o con un perro. Los rasgos de Antonio se modificaron, estaba fastidiado […]
–Escucha… ¿No podemos vivir en paz?
–Es cosa tuya. Si quisieras podríamos vivir en paz.
–¡Bueno…! ¡Maldita sea…! ¡Pues vivamos en paz esta vida piojosa…! (Echeverri
Mejía, 1991, p. 15).
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Las palabras y las miradas les son ahora esquivas y, cuando estas
desaparecen, solo se percibe una imagen difusa y un lejano rumor del otro.
Por eso María reclama a Antonio ser vista, porque percibe la opacidad en
esa mirada o su ausencia: “¡no me miras como antes…! ¡Me miras y no
me ves!” (p. 20). Una brecha profunda se ha establecido entre los dos.
La desazón unida a la rabia enceguece y pone a los interlocutores entre
paréntesis para no ser escuchados ni vistos, y es ahí cuando se avecina
la muerte en vida. El deseo de romper el silencio con gestos o gritos de
angustia no es más que un malogrado intento por dirigirse el uno al otro
para pedir ayuda y testimoniar el estado de mutua desesperación. Pero
sabemos, con Steiner (2003), que sigue a Wittgenstein, que “el silencio,
que en cada momento rodea la desnudez del discurso, parece no tanto un
muro como una ventana” (p. 38). Es mediante diversos gestos que cada uno
busca manifestar su descontento, pero también el deseo de ser reconocido,
escuchado, comprendido. Se espera esa aceptación como “confirmación
del propio ser” (Gusdorf, 1977, p. 58), pero por el momento no hay la
voluntad de superar la brecha que los invisibiliza y niega.
En sus semidiálogos, esos dos seres muestran un yo dirigido a un tú-
yo, ateridos ambos en su profundo desgarre y ensimismamiento, pero aun
así en el momento en que el yo se manifiesta, este evoca “el pronombre tú,
para oponerse en conjunto a una tercera persona, a él” (Benveniste, 1999,
p. 70). El diálogo no es posible en este caso, sino en la medida en que cada
personaje se manifiesta como “sujeto que se remite a sí mismo como un yo
en su discurso. En virtud de esto el yo plantea otra persona que, por más
ajena que sea a ese ‘yo’, se torna en su propio eco al que le dice tú y ella
me dice tú” (Benveniste, 1997, p. 181). Cuando ese yo habla al otro, así
sea increpándolo, es porque lo reclama, le urge. Es una manera de llenar
su propio vacío, y esto es “afirmar el carácter primordial de la relación
con el otro, fijar la esencia del ser en el otro, decirnos que lo simple es
doble”, que el hombre “no existe sino en relación con el otro y bajo su
mirada” (Todorov, 1980, pp. 152-153). Antonio y María, violentados por
sus propias angustias y un horadador silencio que obnubila los gestos y la
mirada, marchan por atajos paralelos sin posibilidad alguna de interacción.
Solo escuchan los sordos resquemores que los acompañan, pero les queda
la palabra, única realidad a la cual asirse.
La palabra interviene no solo para facilitar esas relaciones, sino que
las constituye. Solo hace falta un gesto acompañado de palabras para que se
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puesta en jaque ante su mujer y los deudores a los que tanto debía, o echar
por la borda un futuro sin apremios con tal de salvarlos. Su decisión es
acorde con lo que había sido siempre: un buen padre de familia y hombre
solidario. La primera muestra de ello es pedirle el consentimiento al
silencioso compañero de faenas, al Cholo. Ambos resuelven salvar a los
náufragos, a quienes llevan a buen seguro en el puerto, no sin antes retornar
al mar, por el exceso de peso, lo que le habían quitado, la gran pesca, y
con ella se van sus esperanzas. Antonio experimenta una honda pena, pero
también una sensación de bienestar que recorre su cuerpo y su espíritu. Se
siente transparente, purificado de dudas y malos presagios; reconfortado,
“pleno de una extraña sensación de bienestar; nunca, hasta ahora, se había
sentido tan limpio, tan hombre ni tan poderoso” (Echeverri Mejía, 1991,
p. 52). Y con ese gesto de solidaridad hacia los otros, Antonio recupera su
dignidad. Aunque teme llegar de nuevo a su casa con las manos vacías,
no es el mismo temor de semanas atrás. Un aliento vigoroso, una extraña
calma invade su cuerpo que transmite a su mujer en un acoplamiento de
amor y ternura. Ese frenesí no hubiera sido posible sin aquel previo acto
heroico de solidaridad con los otros. Tender la mano a los náufragos se
convierte en el puente para recuperar el amor de su mujer y liberarla de
tantas dudas imaginadas. La brecha ha quedado saldada, por eso ahora
puede ver a María de manera distinta: “una magnífica mujer” (p. 38). El
bienestar llega a ambos porque “la esperanza había reemplazado la imagen
de la muerte” (p. 48) y la “felicidad” era posible para todos: para su “mujer,
sus hijos, sus amigos los acreedores” (p. 44). En el transcurso de la novela,
las palabras, con su peso específico, pasan de dardos que hieren, impiden
toda comunicación y niegan al otro, a lazos que envuelven y reconcilian.
Como un imán, Antonio transmite ese aliento solidario a María que la
aligera y hace vibrar al unísono. Ahora, el lamentable pasado ha quedado
en el olvido. El reencuentro de los cuerpos abre el espacio a la escucha del
otro. Ese diálogo de cuerpo y palabras “está ligado a la presencia del otro”
y “la apertura al otro contribuye al mismo tiempo a la constitución del ser
personal”, “a una toma de conciencia” y por eso “tiene una virtud creativa”
(Gusdorf, 1977, p. 66). Lo importante ahora es la confianza que ha vuelto a
renacer entre los dos en aquel ósculo de amor y diálogo de los cuerpos. En
ese acoplamiento, el cuerpo se hace lenguaje y asidero del amor y, en tales
circunstancias, el “cuerpo habla de diversas maneras y a diversos niveles”
(Guiraud, 1980, p. 3), tal como se da en el momento en que Antonio, luego
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Ella corrió una de sus manos por el pecho de Antonio y los dedos se movieron
delicados por entre los vellones de pelos negros.
–Bueno, antes sí me importaba. Hoy no. Ahora soy otra… acércate… ¡Dios mío!
¡Qué bien estás, así…! Pobre, antes tenías frío y ahora estás tibio… (Echeverri
Mejía, 1991, pp. 55-56).
La fusión de los cuerpos restituye la unidad perdida: familiar, social,
psíquica. A través de los cuerpos se cruzan y se combinan dos conciencias:
la de un yo con un tú que es a la vez otro yo. Las palabras del protagonista
de El túnel de Sábato (1998) podrían compendiar el estado del alma de
Antonio y María, pues la llegada del elemento enajenador que se instaló en
Talara y alteró sus vidas, la Wellbor, pero ahora han recuperado su yo y su
dignidad:
[…] y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles
paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes
en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una
escena pintada por mí, como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio
de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían por fin unido y que la hora
del encuentro había llegado (pp. 159-160).
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raFael gutiérrez girardot: el giro hacia los
marxismos*
1
gutiéRRez giRaRDot: the tuRn to MaRxisMs
Juan CaRlos heRReRa Ruíz
jcherrera@udem.edu.com
univeRsiDaD De MeDellín, ColoMbia
Resumen: el artículo enfoca su atención en ocho ensayos sobre los marxismos, algunos
de los cuales son inéditos, escritos por Rafael Gutiérrez Girardot entre 1970 y 1990. La
sustancia de estos materiales remite a su recepción crítica de las tesis filosóficas que
postulan algunos intelectuales marxistas de la segunda posguerra y permite seguirle el
rastro al modo en que Gutiérrez Girardot integró las ideas del materialismo histórico-
dialéctico a su obra como crítico literario.
Abstract: The article focuses on eight essays about Marxisms, some of which are yet
unpublished, written by Rafael Gutiérrez Girardot between 1970 and 1990. The contents
of these materials are related to his critical reception of the philosophical thesis advocated
by some Marxist intellectuals of the second postwar period and allow to trace the way in
which Gutiérrez Girardot integrated the ideas of historical-dialectical materialism into his
work as a Literary critic.
*
Artículo derivado de la Estrategia de Sostenibilidad 2018-2019 del Gelcil de la
Universidad de Antioquia.
Cómo citar este artículo: Herrera Ruíz, J. C. y Vivas Hurtado, S. (2018). Rafael
Gutiérrez Girardot: el giro hacia los marxismos. Estudios de Literatura Colombiana
44, pp. 99-116. DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.n44a06
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mejor. Y sus constantes referencias a una utopía concreta están tan llenas de
vaguedad que mejor sería considerarlas como una de esas partes en la que
no se sabe de qué habla”. Ese “no saber de qué habla”, agrega Gutiérrez
Girardot más adelante, esconde un conflicto generacional y epistemológico
al que se enfrentaron intelectuales que se formaron bajo el influjo de los
más variados cruces ideológicos: “bolchevismo y revolución conservadora,
como en Ernst Niekisch; expresionismo y marxismo, como en Ernst Bloch;
irracionalismo filosófico y ciencia, como en Gottfried Benn, por solo citar
algunos ejemplos”.
En un ejercicio crítico similar al que realiza con Adorno, Gutiérrez
Girardot esboza algunos de los rasgos más característicos del diálogo de
Herbert Marcuse con la ideología marxista y en general a lo que fue su
recepción antropológica-existencial de Marx y de Hegel. En el ensayo “Para
una lectura de Herbert Marcuse”, advierte en este un giro epistemológico en
el sentido de que pretendió reactualizar las exigencias revolucionarias del
materialismo histórico “en el optimismo de la razón de Kant y en la plenitud
filosófica del pensamiento hegeliano”, de los cuales, afirma Gutiérrez
Girardot, el mismo Marx también es heredero. Paradójicamente, añade, en
ello tuvieron su peso las tesis de Heidegger sobre la “ontología fundamental”
que Marcuse adaptó a una “situación básica marxista del “Dasein”, del cual
depende la revolución proletaria”.
Aparte de estas que llama “resonancias heideggerianas”, Gutiérrez
Girardot estima que al igual que en Adorno la asimilación marxista de
Marcuse estuvo estrechamente ligada a Hegel, en particular a los contenidos
de la Fenomenología del espíritu (1807) y en la “dialéctica del amo y el
esclavo”; de este estudio y en el marco de su participación en el Instituto
de Investigación Social, la crítica social de Marcuse se ocupó de demostrar
la sintonía entre Hegel y Marx, tanto en el terreno político como en el
económico, especialmente en temas como la noción del trabajo enajenado,
la alienación mercantil y el totalitarismo estatal.
Para Gutiérrez Girardot, las tesis revolucionarias de Marcuse, que
junto con las de Adorno también alentaron la radicalización del movimiento
estudiantil a finales de la década del sesenta, tuvieron mucho de utópico; esto
en el sentido de que apelaron a una esperanza de liberación humana, esperanza
que hace converger corrientes del humanismo y de la filosofía clásica alemana
que Marcuse trató de hacer armónicas y complementarias entre sí. Gutiérrez
Girardot agrega:
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Crítica al dogmatismo
Una reflexión, consignada por los editores de La encrucijada
universitaria, volumen de ensayos de Gutiérrez Girardot sobre la educación
superior en Colombia, permitiría abordar este aspecto del marxismo. Gómez
García y Vivas Hurtado (2011) enfatizan en que el crítico colombiano se
manifestó siempre contrario a los partidos y movimientos estudiantiles de
izquierda, en razón de encontrarlos “modelados por el marxismo-leninismo,
es decir, por una forma abreviada y necesariamente confusa de la obra de
Marx”, modelos que se quedaban en el grado de apenas “una cartilla o píldora
dosificada del exigente Marx”, de inspiración autoritaria, por demás, que no
diferían en mucho de la visión de pobreza crítica, escolástica, dogmática y
demagógica de la sociedad burguesa que buscaban combatir (p. 16). Aunque
esta crítica se da en el marco de una reflexión que interesa puntualmente
al sistema universitario colombiano, resulta propicia para delinear los
contornos ideológicos de los autores “marxistas” o seguidores de Marx que
lo convirtieron en un dogma.
Resulta claro, hasta ahora, que a Gutiérrez Girardot le llamaron más
la atención los marxistas utópico-heterodoxos, especialmente Benjamin, que
aquellos que optaron por el camino del dogmatismo o de la radicalización
extrema; ello quizás por encontrarlos más originales y creativos, pero sobre
todo independientes de lo que él mismo en varias oportunidades llamó “los
catecismos de partido”. Un ejemplo que viene a sumar en favor de esta
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las que percibía una disimulada comunión con el estalinismo. Ello le costó
a Kołakowski la descalificación por parte del partido comunista polaco y el
exilio a finales de la década de los sesenta. Kołakowski es para Gutiérrez
Girardot un ejemplo asaz representativo de aquellos intelectuales que en
la segunda posguerra tentaron una recuperación del pensamiento marxista,
libre del “marxismo soviético”, lo que equivale a plantear un modelo de
pensamiento que pusiera a prueba las tesis filosóficas de Marx, en función
de un enfrentamiento crítico con la realidad. Esto suponía, al igual que en
Korsch, revitalizar el método crítico marxista aplicándolo al mismísimo
Marx, y enfatiza Gutiérrez Girardot que en absoluto debía entenderse aquello
como una “desacralización”, ni mucho menos una afrenta, del materialismo
dialéctico, pues este era todo menos un dogma.
La crítica de Gutiérrez Girardot al marxismo y a la estética política
marxista del siglo xx tuvo, como se ve, múltiples aristas, esto según se tratara
de pensadores originales y auténticamente revolucionarios o de simples
advenedizos de la moda. Con todo, cabe decir que en unos y en otros tuvo
más peso el escepticismo que la esperanza. Buena parte de las cuestiones
planteadas hasta aquí, convergen en “Crisis de la izquierda o los funerales
del marxismo”, escrita según se deduce del contenido a finales de la década
de los ochenta, en la que realiza un balance del estado de los movimientos
revolucionarios en Europa y en América, a la luz de las experiencias verificadas
en el “socialismo real”, en los movimientos estudiantiles europeos y en los
“populismos” de la izquierda “tercermundista”. Para Gutiérrez Girardot,
los clamorosos desaciertos en la interpretación del concepto de dialéctica
y en general del ideario político-económico de Marx dieron al traste con
la esperanza de construcción de una sociedad auténticamente democrática,
liberada del yugo y de los valores de la burguesía capitalista.
En todo ello, no dejó de percibir el tufo de una tradición derechista
que formó por igual en las filas del fascismo o del liberal-conservadurismo,
cuya lectura superficial del Manifiesto comunista (1848) dio como resultado
una restauración mixta entre la escolástica y el despotismo ilustrado. Señala
Gutiérrez Girardot que en la búsqueda del marxismo, muchos intelectuales,
entre otros el sacerdote colombiano Camilo Torres, adhirieron a la lucha
revolucionaria por el camino de una interpretación teológica, adaptada
según una fragmentaria y muy superficial lectura de Marx, pretendiendo así
“convertir la Iglesia, que hasta ahora había sido de los ricos, en Iglesia para
los pobres, sin percatarse de que con ello estaban socavando profundamente
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balandú como espacio simbólico: una lectura desde
el mito del origen*1
balanDú CoMo espaço siMbóliCo: uMa leituRa DesDe o Mito Do
oRigeM
Resumen: Balandú es un espacio ficcional creado por Manuel Mejía Vallejo, inspirado
en su pueblo Jardín. Este mundo imaginario, al igual que otros más reconocidos como
Macondo, se estructura como una geografía simbólica y toma el lugar de un mito. Este
artículo, producto de una investigación sobre el tema, presenta una lectura de dicha aldea
literaria a la luz de las teorías antropológicas del imaginario, que permiten entender
su importancia como uno de los espacios simbólicos y míticos de la literatura andina
colombiana.
*
Artículo derivado de la tesis doctoral “Balandú, pueblo en vía de sueño. Universo
literario de Manuel Mejía Vallejo”, Universidad de Salamanca.
Cómo citar este artículo: Urrego Arango, E. M. (2018). Balandú como espacio
simbólico: una lectura desde el mito del origen. Estudios de Literatura Colombiana 44,
pp. 117-131. DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.n44a07
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ser rodeado por lo simbólico, y por ello las entendemos como preguntas
primordiales. Estas requieren de la simbolización para dar un sentido al
vacío que evidencian, necesitan de la cultura y sus construcciones colectivas
como la mitología, la religión, la magia y el arte:
El relato épico y la novela, como los demás géneros literarios, prolongan en otro
plano y con otros fines la narración mitológica. En ambos casos se trata de contar
una historia significativa, de relatar una serie de acontecimientos dramáticos que
tuvieron lugar en un pasado más o menos fabuloso (Eliade, 1968, p. 209).
El mundo creado por Mejía Vallejo da una posible respuesta a esa
pregunta por el origen, en tanto se ordena como espacio simbólico. El
tono en el que se construye Balandú es mítico, entendiendo mito como
“un sistema dinámico de símbolos, arquetipos y esquemas; sistema
dinámico, que bajo el impulso del esquema, tiende a componerse como
relato” (Durand, 2004, p. 64). Para poder dar cuenta de esa pregunta por
el génesis, cuyo sentido está velado para el lenguaje común, se necesita del
mito en tanto relato que dispone el mundo para el misterio, que abre las
posibilidades de comprender lo que subyace como inentendible. Sin que
se limite a un discurso incomprensible, la potencialidad del mito radica en
acercar el mundo divino al humano, pues el pensamiento mítico consigue
dar claridad y sentido a la cotidianidad al traer continuamente a colación los
actos que se llevaron a cabo en el origen. Balandú, “pueblo en vía de sueño”
(Mejía Vallejo, 1994, p. 16), se estructura como un mundo mítico: el lugar
donde suceden los hechos primeros y se divisa el destino de las personas
que viven en la montaña, una geografía que delimita los movimientos al
cargar simbólicamente el mundo sensible. Entendemos, según las teorías
que venimos revisando, que el espacio, así concebido, se expresa como lugar
de actuación, una metáfora de considerable potencial semántico que varía
según los contextos y las relaciones que en ellos se puedan establecer, al
vincularse con las diversas formas de la narración.
Balandú es un espacio atravesado por el pensamiento mágico donde
la palabra y el nombre contienen al objeto mismo, su acción tiene poderes
reales; así, por ejemplo, una maldición tiene efectos al ser pronunciada y al
evocar un muerto este recobra existencia. Desde la primera descripción de
la ubicación de Balandú, entramos en un tiempo remoto:
En lo más alto de la cordillera que corresponde a Balandú hay un páramo de
vegetación escasa y extraña. Enormes piedras soltadas por una explosión —que
destruyó el mismo volcán que la produjo— ayudan a esta imagen de abrupta
soledad y apretado abandono (Mejía Vallejo, 1994, p. 15).
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verdad. Esa imagen reveladora es entregada por Mejía Vallejo (1984) cuando
integra el espacio con estados del alma: “Si miras un llanto frente a una boca
que ríe, campanas al fondo, eso es Balandú; si notas que el amor te hiere y se
estanca en el corazón olvidado, eso es Balandú” (p. 50).
Así, la palabra destinada a responder las preguntas más profundas
del género humano actúa como epifanía, conectándose con la experiencia
de lo sagrado. Dice Octavio Paz (1956) que “toda aparición implica una
ruptura del tiempo y del espacio: la tierra se abre, el tiempo se escinde […]
El vértigo brota de ese abrirse el mundo en dos y enseñarnos que la creación
se sustenta en un abismo” (p. 138). Aparece aquí una paradoja que da cuenta
de la imposibilidad de alcanzar el sentido total del símbolo, pues la imagen
que revela y presenta lo interior escondido, al hacerlo, nos pone frente a
un abismo que vuelve a mostrarnos que hay algo que quedó por fuera de la
significación y abre de nuevo una pregunta, que conlleva la necesidad de
otros símbolos que vuelvan a repetir la epifanía:
Mediante ese poder de repetir, el símbolo satisface de manera indefinida
su inadecuación fundamental. Pero esta repetición no es tautológica, sino
perfeccionante, merced a aproximaciones acumuladas. A este respecto es
comparable a una espiral, o mejor dicho a un solenoide, que en cada repetición
circunscribe más su enfoque, su centro. No es que un solo símbolo no sea tan
significativo como todos los demás, sino que el conjunto de todos los símbolos
relativos a un tema los esclarece entre sí, les agrega una “potencia” simbólica
complementaria (Durand, 1971, p. 17).
Se manifiesta así el proceso de creación y de recreación, en el que
imágenes diferentes aparecen con un mismo sentido. Momento del retorno
arquetípico que demuestra que las preguntas primordiales solo consiguen
resolverse temporalmente por medio del mito, que actúa como la memoria
arcana. La “imagen simbólica que necesita ser revivida sin cesar, casi como
un trozo musical o un héroe teatral requiere de un ‘intérprete’” (Durand,
1971, p. 38), es este el lugar del escritor. Balandú es la revivificación de una
imagen que podemos recorrer desde los tiempos antiguos de la Arcadia o
de la Atlántida hasta el Nuevo Mundo, ese territorio innominado que actúa
como imagen simbólica y necesita de intérprete. El arquetipo se construye
a partir de diversas representaciones de un mismo motivo, estas varían sus
detalles y manifestaciones manteniendo un tema básico que actúa como el
núcleo desde donde se reordenan los sentidos. Nuestro pueblo imaginario
responde a un esquema arquetípico, el de la ciudad de donde surge todo,
el espacio que explica las formas existenciales de un grupo humano. Por
esta razón, en las historias relatadas en Balandú podemos observar cómo
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Conclusión
Balandú, ese gran proyecto de Mejía Vallejo, se consolida como
espacio simbólico en la medida que alcanza las resonancias del mito, nombra
el origen y posiciona los símbolos primeros, es un canto sobre la contienda
del hombre que abrió la montaña andina y fundó aldeas, sintió suyos los
ríos y los montes, y los entregó en herencia a sus hijos. Además, es un relato
detallado de temores, costumbres cerradas que generan infortunios, vicios
que dan matices a la vida y arrastran a la perdición, son cuentos de relaciones
apasionadas, de amores tranquilos, de esperas sin presentimientos de cambio,
de arraigos a una tierra que se deja atrás para abrirse futuro: “Casa de las
dos Palmas, páramos de Balandú. Allá regresaba, los ojos amplios para
abarcarlo todo” (Mejía Vallejo, 1994, p. 120). Esta aldea andina expresa la
preocupación de un continente por nombrarse, por reconocer sus formas y
contornos, muestra la necesidad de levantar un memoria de características
particulares que recoja uno a uno los sentidos ancestrales, los contemple
con detenimiento para volverlos a convertir en imágenes simbólicas, para
no dejar de existir en la palabra de los que están por venir. Balandú nos
devuelve la esperanza del mito, que no es vana ilusión de un mundo sin
dificultades, sino que consigue rodear con símbolos a la muerte. Este tipo
de aldeas infunden valor para pararse frente al abismo de los significantes
humanos que nos muestran el fin, ayudándonos a sobrellevar la sensación de
vacío, haciéndonos partícipes de rituales, historias y danzas. Al sumergirnos
en la lectura de Balandú reemprendemos la labor de su autor como si nos
sentáramos en el telar para continuar moviendo los hilos, entramando los
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colores para tejer una imagen que consiga nombrar lo más íntimo, que retorne
hasta los días primeros y vuelva a traer la palabra del mito refrescada con una
nueva belleza. Balandú, como creación artística, es revivificación del mito,
ensoñación en cuyo fondo poético resuenan los ecos del saber originario.
Referencias bibliográficas
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Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 117-131 131
erotismo Femenino en la antología ardores y
Furores. relatos eróticos de escritoras colombianas*1
feMale eRotiCisM in ardorEs y FurorEs. rELatos ErótiCos dE
EsCritoras CoLombianas
Resumen: el texto muestra cómo la primera antología de relatos eróticos escritos por
mujeres publicada en Colombia, Ardores y furores (2003), abre un espacio al deseo
femenino dentro de la ficción erótica colombiana del siglo xxi para cuestionar algunas
características impuestas a “lo erótico”, tales como la restricción a la cópula sexual,
la fugacidad y la presencia de cuerpos voluptuosos. Asimismo, el artículo reflexiona
sobre diversas formas de presentación del erotismo femenino en la obra y cómo el
deseo femenino no puede expresarse ni completa ni conscientemente aún en la sociedad
colombiana y por ello se apela en la antología a subterfugios como el desdoblamiento o
el sueño.
Palabras clave: literatura colombiana; narrativa erótica; erotismo femenino.
Abstract: The text shows how the first anthology of erotic stories written by women
published in Colombia, Ardores y furores (2003), opens a space to feminine desire within
the Colombian erotic fiction of the 21st century questioning some characteristics that
have been imposed on “the erotic thing” such as the restriction to sexual intercourse,
the transience and the presence of voluptuous bodies. Likewise, the article thinks about
diverse forms of presentation of female eroticism in the work and how the feminine desire
cannot be fully or consciously expressed even in Colombian society and because of it one
appeals in the anthology to subterfuges such as split personality or the dream.
Keywords: Colombian literature; erotic narrative; female eroticism.
*
Artículo derivado de la investigación “Artes visuales y narrativa erótica en Colombia.
Fase II: 2000-2015” financiada por la Universidad Autónoma de Colombia.
Cómo citar este artículo: Reverón Peña, M. I. y Parra Pérez, M. A. (2018). Erotismo
femenino en la antología Ardores y furores. Relatos eróticos de escritoras colombianas.
Estudios de Literatura Colombiana 44, pp. 133-149. DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.
n44a08
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que en este relato se da, Mari no es valorada por sí misma, sino porque sus
manos le recuerdan al joven que le llevó un domicilio a su casa, el sabor
de la masa cruda que hacía su tía en Urumita (Guajira). También aparecen
cuerpos femeninos faltos de hermosura como el de Leonora en “Sinfonía
erótica” de la bogotana Lina María Pérez (2003), carencia que “suple” con
un cuerpo “desparpajado a la hora del sexo: caderas desinhibidas, senos
apetecibles, bríos voluptuosos” (p. 93). Incluso, hasta se deja sin nombrar
el sexo femenino, como ocurre en “Rompecabezas”: “siento que empiezo
a inundarme... Cómo es de agradable sentir su beso ahí, y presumir que no
me exigirá (tácitamente, sobra decir) que le pague con la misma moneda...”
(Echeverri, 2003, p. 45). Pero en esta última referencia podríamos
preguntarnos si con el recurso se amplía el goce femenino al no concentrarlo
en la vulva, en el goce fálico tal y como lo entiende Lacan (1989) en su
Seminario Aún, o si se le quita existencia pues, como sabemos, lo que no se
nombra no existe.
En la descripción de los hombres, más allá del físico resulta importante
su experticia en las artes amatorias: no hay aquí hombres apresurados ni
en caricias ni en secreciones. Son hombres que permiten que se cumpla a
cabalidad la locución latina Post coitum omne animal triste est sive gallus et
mulier (Después del coito todo animal está triste excepto el gallo y la mujer).
Así, en “Rompecabezas”, la mujer refiere el virtuosismo (real o imaginario)
del desconocido, a diferencia de Mario, su pareja actual:
Se nota que tiene experiencia en el asunto, o mejor, como fruto de mi imaginación,
sabe perfectamente qué debe hacer, cómo y a qué ritmo [...] todo un sueño que
un amante se ocupara de darme toda la dicha sin exigirme nada en absoluto, ni
siquiera demostrar el clímax. ¡Los hombres piden tanto! “Haz esto, date la vuelta,
¿llegaste?, dime todo lo que sientes” (Echeverri, 2003, pp. 44-45).
Ese amante perfecto en “El elegido” es ubicado en relación con la
animalidad:
[…] un joven delgado, completamente desnudo, de músculos firmes, con un pelo
negro de seda que le caía sobre los hombros y los ojos verdes de gato salvaje […]
se levantó y se acercó a la ventana, sonriéndole, con el sexo erecto, frotándolo,
como un animal solitario […] El sexo del hombre le latió en el vientre como una
serpiente viva (2003, pp. 67-68).
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[…] aparentemente solo los hombres han hecho de su actividad sexual una
actividad erótica, y lo que diferencia al erotismo y a la actividad sexual simple es
una investigación o búsqueda psicológica independiente del fin natural dado en la
reproducción y en el ansia por tener niños (p. 23).3
Del mismo modo, Octavio Paz (1995) afirma que “el erotismo no
es mera sexualidad animal: es ceremonia, representación. El erotismo es
sexualidad transfigurada: metáfora” (pp. 10-11). Así las cosas, creemos que
el “retorno a la animalidad”, a la “mera sexualidad”, a los “bajos instintos”
se puede leer en la antología como una estrategia de amplificación del goce,
dado que, al no tener lenguaje articulado, los animales no tienen la limitación
que tenemos los humanos para la expresión del goce; pues si bien el lenguaje
es necesario para ello, también lo limita. Ya el psicoanalista francés Gérard
Pommier, citado en González; Moreno y Sanmiguel (1997), han referido
cómo las consonantes frenan el goce “vocálico” y, con ello, se entiende que
sea el grito/la vocal el sonido que aparezca en los momentos de máximo goce
humano: “la posición de las vocales y la de las consonantes es totalmente
distinta respecto al goce de hacer sonido al hablar. Las vocales tienen algo
de abierto, las consonantes tienen algo de cerrado; y la ley cierra el goce de
las vocales: ‘aaa’, ‘ooo’” (p. 165).
El goce amplificado en el lenguaje se percata con facilidad en “10,
Chémin du Devin”, esta vez con el sonido vocálico de la conjunción “y” (i
griega), la supresión de puntos y las repeticiones de palabras:
Atontada, Rosella no tuvo ya alientos de seguir en esa lucha inútil mientras Ruegg
le sacaba la blusa. Al contrario, de pronto parecía consentir, sí, asentir, inclusive
colaboraba con gestos abruptos y como descontrolados [...] ella misma estaba
acezando, jadeando, ella misma, sí, ella misma llevando a tanteos hasta sus labios la
mano febril de Ruegg, los dedos temblorosos de Ruegg, ella misma lamiendo golosa,
desesperadamente, ella misma y su lengua raspándose en ese pellejo áspero, salado,
sus labios chupando como si de ese modo pudiera saciar la sed que ahora Ruegg sí
estaba saciando, porque ya sentía el peso de su cabeza y el roce húmedo de su boca
y su lengua, y sentía a Ruegg abriéndole los muslos y clavándose allí, buscando,
3
También hay detractores de la afirmación referida a la carencia de imaginación cuando
se habla de sexualidad animal. Uno de ellos es el director de cine español y de la
colección de literatura erótica La Sonrisa Vertical (1977-2002), Luis García-Berlanga,
quien menciona: “Yo no estoy seguro de que, del mismo modo que pueden sentir terror,
algunos animales no tengan necesidad de adornar sus actos amorosos, de embellecerlos,
de introducir en ellos alguna variación repentina. Ciertos pájaros se exhiben y se hacen
regalos, los gatos se muerden en el cuello, los ciervos y los leones luchan por las hembras.
Se me dirá que lo llevan en sus genes y que no pueden hacer otra cosa. Pero también
hay animales que practican el sexo sin fines de procreación. Se masturban con objetos,
por ejemplo, o desarrollan preferencias hacia otras especies, entre ellas la humana, y se
desentienden de las suyas. No sé en qué zoo, quizá en el de Madrid, había un pavo real
que se había enamorado de un puercoespín, y le hacía la corte” (1995, pp. 7-8).
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buscando, lamiendo más y más hondo hasta entrar poco a poco mientras Rosella
se retorcía y se cimbraba y gemía y temblaba y le tiroteaba el cabello suplicándole
que no más, por favor, que no más y le tiroteaba hasta hacerle levantar la cabeza y
Ruegg tenía los mismos ojos vidriosos, la misma mirada extraviada, pero los labios,
los dientes, las encías como si sangraran y era su sangre, la de Rosella y Rosella
gemía una vez más con una mueca frenética (Araújo, 2003, pp. 33-34).
Este relato en particular introduce elementos diferenciadores
en relación con otros de la narrativa erótica colombiana: por un lado, la
sexualidad entre personas mayores y enfermas (Ruegg tiene hepatitis
y Rosella, cistitis) y con ello el alejamiento de la asociación sexualidad-
penetración-fuerza-vigorosidad-juventud-belleza, tan generalizada en este
tipo de literatura; por otro, la reivindicación de la sangre menstrual en el
goce del encuentro de los cuerpos: en el cuento el deseo del hombre lleva a
otro plano el “agobio” que la mujer siente por su menstruación y el rechazo
cultural a la que esta se somete.
Sobre este último punto quisiéramos insistir, puesto que las referencias
a la nieve roja (otra forma de denominar a la menstruación) son de por sí
escasas en los textos literarios, y aún más en los relatos eróticos. Además,
cuando las alusiones aparecen, se dan desde la vergüenza y el asco, y no
desde la exuberancia del goce. Al decir esto, pensamos en “Zaynab”, un
relato de Enrique Serrano que aparece en la antología de cuentos eróticos
Aaaaaahhh...! Doce relatos eróticos (2002).
Ahora bien, retornando a Ardores y Furores, tenemos que tanto en “10,
Chemin du Devin” como en la antología en general, el principal motor que
enciende el deseo erótico es la infidelidad. Pero, en este punto, la obra no
se distancia de lo característico del género: como menciona Patrick Hanan
(1992), “Está en la naturaleza de la ficción erótica la exploración del territorio
prohibido” (p. 13). Habría que preguntarse, entonces, qué ha sido para la mujer
colombiana lo prohibido —sexualmente hablando— para que pueda surgir con
ahínco en la narrativa erótica.4 Si se miran las prohibiciones impuestas por la
Iglesia, el Estado y la sociedad patriarcal, es evidente que la infidelidad es una
de las principales dentro de la ética entre esposos, y contra esta imposición la
mujer se rebela en este tipo de literatura: encontramos que en “10, Chemin du
Devin”, Rosella tiene dos encuentros “imposibles” con un hombre impensable,
Ruegg, quien es la antitesis de la pulcritud —chaqueta deshilachada, nicotina,
caspa en las hombreras, “costras blancuzcas cubriendo las entradas de aquella
4
En la vía de las prohibiciones culturales, Hanan (1992) nos recuerda cómo en la
ficción erótica china el “territorio prohibido” era el adulterio, mientras en la europea
era la desfloración.
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¡Qué barbaridad!, es idéntico al ángel de la iglesia […] No, que yo le haya visto las
nalgas al ángel. ¡Ni que Dios lo permita! No. Pero en misa, cuando uno lo analiza
se da cuenta de que debajo de esa túnica el ángel tiene que tener necesariamente
esos mismos músculos que en este momento Dios me está permitiendo vislumbrar
en este joven […] ¡Es el querubín de los infiernos, el ángel caído! (Samper, 2003,
pp. 103, 108).
No obstante, lo desconocido no necesariamente es el otro, pues
también puede corresponder a un objeto. Así, en “El pañuelo de gasa”, de la
profesora Emma Lucía Ardila, se plantea el erotismo desde el descubrimiento
de nuevas sensaciones; esta vez, desde el color y la suave textura de una
pañoleta. La historia se puede resumir así: un hombre mayor, ya canoso,
conoce a Támara, una colegiala que todos los miércoles disfruta de un helado
distinto en un mismo lugar. Hay una atracción mutua y uno de esos miércoles
el hombre le entrega a Támara una pañoleta que se le ha caído a una “fina”
mujer en el centro comercial y que él ha recogido y guardado para ella:
La pañoleta se desenvolvió largamente y extendió el perfume por el aire. Ella abrió
los ojos y se encontró con los de él, muy cerca de su cara. El aroma los envolvió
a los dos, y también la efusión de colores que despedía la tela. La niña, con una
marca de chocolate en la boca, entreabrió los labios, acercó el pañuelo al rostro y
de nuevo cerró los ojos. Una sensación desconocida la invadía, era como un gusto
que le llenaba todo el cuerpo y que no sabía explicar (Ardila, 2003, p. 37).
Mencionaremos aquí una última forma de presentación del erotismo en
la antología y es la relativa al deseo de los personajes femeninos. Al respecto,
debe rescatarse el protagonismo que se da a los personajes femeninos y a su
deseo. En la mayoría de los relatos sus protagonistas son mujeres —pese a
que en apariencia en algunos cuentos sea el hombre quien lo es (“Pañuelo
de gasa” y “Sinfonía erótica”)— que se asumen como sujetos deseantes y
no meros “objetos de deseo” dentro de encuentros heterosexuales, y aquí
debe mencionarse que la totalidad de los relatos aborda este tipo de relación
(aunque en “Pañuelo de gasa” la relación sea con un objeto: una pañoleta).
No obstante, en varias de estas historias encontramos de manera reiterativa
que la mujer no asume de manera consciente su deseo, sino que aparecen
subterfugios: el personaje se desdobla (“no soy yo la que goza, es otra en
mí”), o utiliza la imaginación para tener sexo con un otro distinto al otro real
con quien se está. Si bien es claro que en el goce los recursos imaginarios
se activan sobremanera, aquí no hablamos de esa otra faceta individual que
surge en el encuentro sexual y no se puede reconocer como propia, sino en
recursos empleados por las autoras para que las protagonistas de sus relatos
no asuman o no puedan asumir de modo consciente su deseo, sino que, de
cierto modo, se evadan del goce.
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eRotisMo feMenino en la antología ardorEs y FurorEs. rELatos ErótiCos dE EsCritoras CoLombianas
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La mujer menciona:
No entiendo nada. Sé que Mario no está, y además no es su estilo. Así que debo estar
teniendo un sueño inusual […] No es nada desagradable, lo admito, pero me inquieta
no reconocer a quien me toca. Sin embargo estoy tan cansada, tan aletargada que no
logro actuar; ni siquiera abro los ojos, en el fondo porque no quiero despertarme.
Mejor me abandono a mi placer por extraño que sea (pp. 43-44).
Y en “Ocultó sus ojos tras los párpados”, se apela al recuerdo para
no enfrentar la ausencia de deseo de Ángela por Miguel. El relato alterna la
construcción de dos historias: por un lado, la historia “presente” de Ángela y
Miguel; por otro, una historia “pasada”, un recuerdo que viene a la mente de
Ángela de cuando ella estaba con Juan, “ese gran amor necesario, ese primero
y único amor” (Ospina, 2003, p. 75), con quien llevaba tres meses saliendo.
Todo ocurre mientras los personajes, en un automóvil, se van de la ciudad y
vuelven a esta; solo que la trama se invierte: mientras en el presente es Miguel
quien busca seducir a Ángela y ella escapa todo el tiempo de él, en el recuerdo
es Ángela quien quiere hacer el amor con Juan y él se escabulle. Hasta que
al final, las dos historias confluyen, tanto Miguel como Ángela logran su
cometido: mientras Ángela, ocultando sus ojos bajo sus párpados, recuerda
el lúbrico encuentro con Juan, Miguel la posee en el carro. Solo que al volver
a la “realidad”, Ángela se da cuenta de que está con Miguel y no con Juan,
aparece un grito insondable y “un silencio que ahora les pertenece a ambos”
(p. 82). El presente, entonces, trae de manera “redoblada” el recuerdo, como
se anticipa en el epígrafe de Marcel Proust de Por el camino de Swann que
utiliza la escritora en el sentido de que aquello de lo que más huimos, es
aquello que más fuertemente se nos presenta; y la felicidad… solo está en el
recuerdo, aquí asociada al amor.
En “Sinfonía erótica”, el fingimiento —la representación— se da en
un nivel mayor, pues Leonora interpreta con un otro una sinfonía erótica para
su voyeur marido en El Palacete, lugar al que este semanalmente asiste
para deleitarse viendo sexo en vivo. La engañifa se incrementa porque
durante todo el relato se nos ha hecho creer que Leonora no sabe ni de las
andanzas ni de las infidelidades de su esposo y al final se demuestra su
“astucia”,6 pues cuando él quiere conocer a la mujer que le dio tan grandes
satisfacciones a su ojo por ser una “hembra voraz en la iniciativa, ávida
en la réplica y sabia en dirigir posiciones con las que retarda el orgasmo
6
La astucia femenina es un tema recurrente en la narrativa erótica. Baste mencionar obras
como Autobiografía de una pulga (anónimo) y Memorias de una cantante alemana
(Wilhelmine Schroeder-Devrient) para darnos una idea.
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eRotisMo feMenino en la antología ardorEs y FurorEs. rELatos ErótiCos dE EsCritoras CoLombianas
de su amante de turno” (Pérez, 2003, p. 95), descubre con espanto que esa
mujer es su esposa Leonora, quien sonríe burlonamente. Y la impresión
se aumenta por las características endilgadas a Leonora: una mujer bien
educada, a la altura profesional y social del protagonista y quien, además,
“no esgrime remilgos feministas” (p. 93).
Ahora bien, ese elemento de “extrañeza” que propicia el encuentro
sexual no solo atiende a los personajes, sino a ambientes o fenómenos
naturales. Así, en “10, Chemin du Devin”, el deseo femenino es justificado
por el tiempo y espacio donde ocurren las acciones del relato: un verano en
Suiza. El calor del cuerpo es una prolongación del calor de la ciudad: es en
agosto, cuando “la ciudad se calentaba y hasta se alegraba desordenándose,
relajándose” (Araújo, 2003, p. 11), que puede darse el encuentro sexual
entre Rosella y Ruegg. Del mismo modo ocurre en “El elegido”, donde los
acontecimientos transcurren en el verano, pero esta vez norteamericano.
Este aspecto resulta importante, pues puede leerse como una crítica hacia la
postura conservadora que en Colombia se tiene frente a la exploración del
cuerpo, y la afirmación de la necesidad de pasar por el referente extranjero
para ampliar la apertura hacia el goce.7
En el relato “A solas con el científico”, de la escritora y antropóloga
manizalita Gloria Inés Peláez, es otro elemento extraño, un cometa, el que
propicia el encuentro sexual. Al inicio del texto se plantea que, por influencia
de un cometa, Francisco José de Caldas ha amado “sin temores” a la
narradora protagonista, quien se desempeña como copista del científico. Ella,
con intenciones de terminar de darle a Caldas sus instrucciones en el “arte
del amor”, decide volver a visitarlo en el Observatorio, de modo tal que en
este segundo encuentro termina bajo la frazada junto al cuerpo del científico,
quien explora de modo inexperto sus sinuosidades; pero él, una vez “nutre
su inteligencia”, se aparta, “cierra su cuaderno” (Peláez, 2003, p. 89). Aquí,
pese a que es la mujer quien busca, quien fragua el encuentro, no por ello su
deseo se satisface: el acto sexual se queda en los preliminares, lo que lleva
a la narradora a mencionar al final del relato que “Acaso el cometa que le
7
En este mismo sentido puede leerse la posición del escritor Hernán Hoyos, considerado
por algunos como “el pornógrafo caleño” o “el Sade colombiano”; en varias de
sus obras de sexo-ficción (término acuñado por el autor para superar el adjetivo
pornográfico con el que era señalado su trabajo): lo extranjero (lugar o personaje)
se caracteriza por ampliar la mirada frente al goce. Al respecto, sugerimos revisar
nuestro trabajo “No es porno, señoras y señores, es sexo-ficción: una mirada crítica
a la ‘modernidad’ caleña de los años setenta del siglo xx en Colombia en la obra
Aventuras de un impotente de Hernán Hoyos”.
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A modo de conclusión
Nos recuerda Morales (1998), apoyándose en Foucault, que desde
la Grecia clásica, en la relación erastés-erómenos (amante-amado), ambos
roles asumidos por hombres, se ha ubicado la actividad de Eros en erastés. La
mujer, primero desde la ausencia en este tipo de relación y, luego puesta en el
lugar de erómenos en el amor udrí y en el amor cortés, logra paulatinamente,
desde mediados del siglo xx, asumir el rol de poseedora de Eros o, lo que es
lo mismo, pasar de ser objeto de amor a amante.
Este paso es evidente en la antología Ardores y furores que
aparece en el 2003 y viene a enriquecer el panorama erótico colombiano
revelándonos algunas formas de concepción del erotismo femenino. En esta
obra, aunque se privilegian lo desconocido y la infidelidad como móviles
del deseo sexual reafirmando la idea que no hay nada más antierótico que el
matrimonio, al mismo tiempo podemos ver que se cuestiona la transgresión
como condición sine qua non de la ficción erótica al contemplar, en algunos
relatos, la construcción de un vínculo permanente que pueda integrar la
antinomia sexualidad-amor, tan propia del modelo erótico masculino.
Ahora bien, en cuanto a la asunción de la mujer como sujeto deseante,
vemos que su interés está puesto en la figura de hombres avezados en las artes
amatorias para dar cumplimiento a sus fantasías heterosexuales. Por un lado,
los hombres elegidos permiten el retorno a lo instintivo, a la animalidad;
presuponemos, a un goce superlativo en tanto el animal se fuga de la prisión
de la palabra, de la simbolización.
Este escape, en algunos relatos, y como si se tratara de equiparar las
posibilidades de goce entre hombres y mujeres, se da en lugares que han
sido por siglos efigie del goce masculino: los burdeles. Así, en “El elegido”
aparece una mansión erótica que le permite a la mujer cumplir la fantasía de
poder estar con cualquiera que desee, que le permite ser dueña y señora de su
cuerpo y de su tiempo. En esta equiparación, incluso la figura del hombre se
vuelve prescindible; el hombre resulta no solo disminuido, sino innecesario
para el goce femenino cuando se tiene entre manos un consolador. En
“Sinfonía erótica”, aunque es la mujer quien trabaja como prostituta, no lo
hace desde la posición resignada de la necesidad, sino desde la elección del
goce carnal. No obstante, estos lugares en los que se puede expresar con
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eRotisMo feMenino en la antología ardorEs y FurorEs. rELatos ErótiCos dE EsCritoras CoLombianas
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la búsqueda del sentido de vida en relación con los
espacios en la obra los hombres invisibles de mario
mendoza*1
the seaRCh foR the Meaning of life in Relation to the spaCes in
the woRk Los hombrEs invisibLEs by MaRio MenDoza
Abstract: The following text has as purpose analyze the research for the meaning of
life in relation with the spaces in the novel Los hombres invisibles, by the writer Mario
Mendoza. For that it is taken as a reference the concept meaning of life from the
Viktor Frankl’s and expositions and Alfred Längle in the Logotherapy and Existential
Analysis, through which it is possible to demonstrate that finding the meaning of life is
an imperative in the human being, and that sense, is determinant the spaces in which he
sets and develops his life’s project.
Keywords: sense of life; Colombian novel; urban space; jungle; psychotherapy.
*
Artículo derivado de la investigación Estudios de literatura colombiana, Grupo de
Investigación Humanitas de la Universidad Católica de Oriente.
Cómo citar este artículo: Cardona Jaramillo, N. A. (2018). La búsqueda del sentido de
vida en relación con los espacios en la obra Los hombres invisibles de Mario Mendoza.
Estudios de Literatura Colombiana 44, pp. 151-164. DOI: doi.org/10.17533/udea.elc.
n44a09
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la búsqueDa Del sentiDo De viDa en RelaCión Con los espaCios en la obRa Los hombrEs invisibLEs...
Introducción
Mario Mendoza, nacido en Bogotá en el año 1964, es uno de los
escritores colombianos actuales cuya producción literaria ha estado enfocada
en la novela y recientemente en la novela juvenil. Inicia su recorrido como
escritor con el libro de cuentos La travesía del vidente, el cual le hizo
merecedor del Premio Nacional de Literatura del Instituto Distrital de
Cultura y Turismo de Bogotá en el año 1995. En 1997 publica La ciudad
de los umbrales, que es propiamente su primera novela; desde entonces, el
autor presenta un amplio proceso de escritura sobre la ciudad de Bogotá,1
la cual ha querido retratar desde una perspectiva crítica, pues en su obra el
espacio urbano va a entorpecer progresivamente las dinámicas de los seres
que la habitan.
La novela Los hombres invisibles, publicada en el año 2007, tiene
como protagonista a Gerardo Montenegro, un hombre que vive en un periodo
determinado de su vida una serie de eventos que lo llevan a replantear su
existencia, a cuestionarse las diferentes relaciones con los seres que ama y
con el mundo en general. En un tiempo breve ocurre la muerte de sus padres,
y se divorcia. Su trabajo como actor se estanca y su vida se convierte en un
desastre.
La pregunta por el sentido de la vida que se plantea este personaje
nace al contemplar que todo aquello en lo cual basaba su seguridad en el
mundo se ve alterado, y ello lo mueve a realizar cambios importantes. Es
así como en el protagonista surge la necesidad de huida, y la manera de
materializarla es emprender un viaje en el cual desaparece la persona que
había sido, con sus rutinas, su empleo y sus seres queridos. Esto lo lleva
inevitablemente a cuestionarse y a descubrir quién es realmente él, o quién
quiere ser, al margen de lo que hasta ese momento constituía a Gerardo
Montenegro.
El texto que a continuación se presenta abordará la noción o
categoría de sentido de vida de acuerdo con la propuesta de La Logoterapia
1
El proyecto de escritura sobre la ciudad de Bogotá lo comprenden las novelas:
Scorpio City (1998), Relato de un asesino (2001), Satanás (2002) —novela con la
cual recibe el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral y es llevada al cine por Andrés
Baiz—, Cobro de sangre (2004), Los hombres invisibles (2007), Buda Blues (2009),
Apocalipsis (2011) y Lady Masacre (2013). Posterior a este periodo, Mario Mendoza
continúa con un tipo de escritura alternativo con obras como Paranormal Colombia
(2014), y en 2015 inicia la primera entrega de seis libros que componen la saga juvenil;
El mensajero de Agartha (2015), La melancolía de los feos (2016), El libro de las
revelaciones (2017) y su más reciente publicación, El diario del fin del mundo (2018).
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Soy - ¿Puedo ser? Tal pregunta toma en consideración tanto las circunstancias
concretas (hechos) de mi ser aquí en primer lugar, así como también mi propio
poder para soportar o cambiar las actuales condiciones de mi vida. Para lograrlo
necesitamos tres requisitos previos importantes: espacio, protección y apoyo
(Längle, 2007, pp. 10-11).
Llegado el momento de hacer un balance de su propia vida, Gerardo
debe reconocerse como un hombre que en sus condiciones actuales no tiene
idea de quién quiere ser realmente, y en vista de ello, como si se tratara de un
nuevo proyecto, resuelve olvidarse de la persona que ha sido hasta entonces.
Sin embargo, su forma de pensar no tiene correspondencia con su modo de
vida, por lo que considera que el marcharse haica otro lugar le ayudará en
esa intención de replantearse y decidir quién puede ser. Dado que Gerardo
privilegia el espacio entre los elementos importantes para llevar a cabo el
poder ser, decide cambiar su lugar y alejarse de la ciudad; en contraste, se
propone la selva, lo que indica evidentemente un cambio drástico en relación
con el espacio y con todo lo que desea reformar.
En la medida en que crece la desazón de Gerardo Montenegro por
las diversas situaciones vividas, la ciudad se le presenta progresivamente
como un lugar hostil, gris y convulsionado. Es así como al emprender la
búsqueda de sí mismo, el espacio se convierte en el punto de partida. Por
ello, alejarse de la ciudad y de lo que esta representaba era la búsqueda de la
paz y la armonía que le podría brindar un espacio diferente y de esta manera
pensarse como un hombre nuevo. En este sentido, la selva es considerada
por Gerardo como el espacio ideal, ya que al representar lo opuesto a las
urbes, le generaba mayor seguridad para su objetivo: dejar de ser quien era
en la ciudad, para poder ser en la selva.
De igual modo, la confianza en sí mismo y en el mundo se construye
con otros componentes importantes en esta primera motivación. La protección
y el sostén, representados en algo o alguien, así como la experiencia,
fundamentan la confianza en el ser, es decir, su estancia en el mundo. Como
se ha dicho, Gerardo no contaba con el respaldo ni la compañía de sus seres
queridos, y su experiencia de vida más cercana estaba marcada por eventos
negativos, lo cual aceleró el proceso en cuanto a la primera motivación:
ratificarse en el mundo y poder ser. Lo anterior puede observarse en el
siguiente relato:
La ausencia de un afecto real que me retuviera, me confirmó que la vida de Gerardo
Montenegro estaba liquidada, que lo mejor era dejarla atrás e iniciar otra en un
paraje que no tuviera nada que ver con el que había marcado al funesto personaje
(Mendoza, 2007, p. 164).
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y metas de los otros. En palabras de Längle, se permite ser tocado por las
vivencias de los demás, y de esta manera se cumple la segunda motivación.
La tercera motivación, por su parte, plantea el permitirse ser uno
mismo o el descubrimiento de sí y de la ética, pues al consolidar quién se
puede ser y tener las ganas de vivir, el paso a seguir, como a continuación lo
propone Längle (2007), es ser auténtico al aceptarse y proyectarse al mundo:
Yo soy yo, pero, ¿me siento inconfundible y único? ¿Siento que se me permite y
alienta a ser como soy y a comportarme de la manera que lo hago? ¿Experimento
el reconocimiento, respeto y estima por mi propio valor? Estas experiencias y
sentimientos surgen como resultado de: consideración, justicia y aprecio (p. 32).
De acuerdo con los planteamientos de Längle, las experiencias y
sentimientos son el fundamento de la autoestima, puesto que en la relación
con los demás se comparte la esencia propia y del otro; en este sentido, se
establece el reconocimiento de quien se es y, en esa diferencia, el valor de la
propia vida y de ser único.
Para el caso de Gerardo, las experiencias y sentimientos que vivencia
en la ciudad no contribuían al fortalecimiento de su autoestima: “Nada de lo
que había hecho valía la pena. No tenía trabajo, mi madre había muerto en
malas condiciones y mi padre estaba fuera de combate. ¿Por qué no irme?
El sitio era lo de menos” (Mendoza, 2007, p. 38). En estas condiciones, el
aprecio y la consideración eran ausentes, y por lo mismo la vida se le antojaba
injusta; las pérdidas de sus seres queridos lo dejaban sin la posibilidad de
experiencias, de encuentros con el otro desde la fraternidad y el afecto. Al
no tener las experiencias y sentimientos que requiere, Gerardo asume que la
desolación que siente está asociada al espacio de la ciudad, por lo que salir
de allí representa la posibilidad de nuevos vínculos y afectos.
Esta motivación también es fundamental para Gerardo, ya que se
descubre como la persona que no está en conformidad con lo que desea; al
reconocerse y hacer un balance de quién es hoy, decide realizar un cambio
contundente, no ser quien hasta ahora era: “Contemplé la posibilidad
de cambiarme el nombre para que quedara claro que el actor Gerardo
Montenegro no tenía nada que ver conmigo. Aunque alguna vez hubiera
vivido en mi cuerpo” (Mendoza, 2007, p. 292).
En esta etapa, Gerardo se confronta consigo mismo y entiende la
necesidad de desprenderse de quien ha sido hasta ahora; lejos de percibirse
como alguien auténtico que se acepta, decide aniquilar al ser que ha
constituido durante años. No reconocerse a sí mismo lo conduce a la
elaboración de un nuevo Gerardo conforme a su deseo, y es el camino que
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la selva como un lugar sagrado y ancestral que, al no ser tocado por el hombre
de ciudad, conserva una especie de pureza.
Es por ello que el sentido de vida en relación con lo urbano en la
novela se manifiesta como un desafío para el ser humano que se enfrenta
a las dinámicas atomizantes y deshumanizadas que propone la ciudad. El
ser citadino se cuestiona y hastía a tal punto que busca reconocerse en otros
espacios y con otros seres. La necesidad de salir de los convencionalismos
y configurar una existencia más profunda, es lo que se disputa en dicha
relación.
Finalmente, la búsqueda de Gerardo Montenegro demuestra que
encontrar sentido a la existencia es un imperativo en el ser humano, así
como encontrar un lugar en el mundo donde establecerse y llevar a cabo su
proyecto de vida es determinante.
El artículo abre la puerta a posteriores desarrollos que busquen rastrear
esto mismo en otras novelas, o apoyarse en otras escuelas psicoterapéuticas,
para explorar más la relación psicoterapia-narración.
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conFerencia
lecture
algunos aspectos del teatro de tema indígena en
colombia*1
soMe aspeCts of inDigenous theMe theateR in ColoMbia
Cómo citar esta conferencia: Mächler Tobar, E. (2018). Algunos aspectos del teatro de
tema indígena en Colombia. Estudios de Literatura Colombiana 44, pp. 167-177. DOI:
doi.org/10.17533/udea.elc.n44a10
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 167-177 167
algunos aspeCtos Del teatRo De teMa inDígena en ColoMbia
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eRnesto MäChleR tobaR
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 167-177 169
algunos aspeCtos Del teatRo De teMa inDígena en ColoMbia
170 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 167-177
eRnesto MäChleR tobaR
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algunos aspeCtos Del teatRo De teMa inDígena en ColoMbia
carácter lúdico; quizás ello explique que varias de las obras sean para un
público infantil. Este teatro popular, afirma Roland Barthes, debe conllevar
tres características: “un público de masa, un repertorio culto, una dramaturgia
de avanzada”, lo que le permite asegurar que “el teatro popular es el teatro
que confía en el hombre”. ¿Pedagogía o elemento vital para el cambio?
En las sociedades occidentales, donde las expectativas sociales y la clase
política generan desconfianza, donde tienden a desaparecer los códigos y las
referencias heredadas, este teatro popular festivo de carácter ritual se acerca
a la ceremonia religiosa o colectiva. ¿Estamos lejos del fenómeno catártico
producido por un deporte popular como el fútbol?
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algunos aspeCtos Del teatRo De teMa inDígena en ColoMbia
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eRnesto MäChleR tobaR
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algunos aspeCtos Del teatRo De teMa inDígena en ColoMbia
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eRnesto MäChleR tobaR
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 167-177 177
entrevista
interview
loveland, de luis alFonso salazar berrío, o la ley
del más Fuerte*1
LovELand by luis alfonso salazaR beRRío oR the suRvival of
the fittest
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 181-188 181
LovELand, De luis alfonso salazaR beRRío, o la ley Del Más fueRte
182 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 181-188
gustavo foReRo quinteRo
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LovELand, De luis alfonso salazaR beRRío, o la ley Del Más fueRte
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gustavo foReRo quinteRo
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LovELand, De luis alfonso salazaR beRRío, o la ley Del Más fueRte
186 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 181-188
gustavo foReRo quinteRo
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LovELand, De luis alfonso salazaR beRRío, o la ley Del Más fueRte
Referencias bibliográficas
1. Forero, G. (2007). La novela de crímenes en América Latina: un espacio de anomia
social. Bogotá: Siglo del Hombre Editores.
2. Forero G. (2013). La anomia en la novela de crímenes en Colombia. Bogotá: Siglo del
Hombre.
3. Salazar, L. A. (2007). Loveland. Pereira: Secretaría de Cultura.
188 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 181-188
reseñas
reviews
años de vértigo: baldomero sanín cano y la revista
hispania (1912-1916). raFael rubiano muñoz, Juan
guillermo gómez garcía (eds.)*1
siglo Del hoMbRe eDitoRes, univeRsiDaD De antioquia, gelCil
y kultuR,
bogotá, 2016, 400 p.
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 191-196 191
años dE vértigo: baLdomEro sanín Cano y La rEvista hispania (1912-1916)
La idea de que las revistas tienen una función social y cultural directa
en el entorno en el que se desenvuelven es el eje que articula el estudio de
Rubiano Muñoz y Gómez García sobre las bases ideológicas, los antecedentes
y las afinidades editoriales, los principales temas y posiciones de Hispania.
Su objetivo es entender, justamente, cuál fue la función —social y cultural,
pero también política e intelectual— que cumplió esta revista en su medio,
y para ello analizan cómo aquella se manifestó ante esos “años de vértigo”
europeos. Hispania fue, aseguran los autores del estudio, una comunidad
que se formó a partir de una serie de intereses comunes: la conformaron
intelectuales colombianos exiliados, expatriados o en labores diplomáticas;
latinoamericanos que reflexionaban sobre su propia identidad; españoles que
querían tejer puentes comunicativos con el continente americano. Lo que los
congregó fue un “ánimo de crítica al imperialismo, al colonialismo, a la
guerra y a la crueldad de la modernidad del siglo xx, al capitalismo salvaje”
(p. 65). Esta posición común tiene como semilla el discurso que el fundador
de la revista, el liberal radical colombiano Santiago Pérez Triana, dio en
el banquete de la Sociedad de Beneficencia Iberoamericana de Londres
en 1901. Como varios intelectuales de la época, Pérez Triana apoyaba
en su discurso la unión hispanoamericana como forma de defensa ante la
amenaza de intervención de Europa y Estados Unidos en sus repúblicas:
“Esta reacción antiimperialista y la consecuente afirmación de la unidad
cultural de los pueblos de lengua española eran los aglutinantes decisivos de
Hispania” (p. 43).
A pesar de la afinidad de Sanín Cano con los ideales del proyecto
de Pérez Triana, sus preocupaciones a lo largo de los cuatro años en que
funcionó la revista tienen su propio desarrollo. Dichas preocupaciones
están atadas entre sí por la permanente denuncia del estado de crisis que,
para Sanín Cano, atravesaba Europa. En todos los artículos compilados en
la segunda parte del libro no hay uno solo enteramente celebratorio; todos
expresan una protesta, una denuncia, una inconformidad con su tiempo. A
lo largo de 1912 y 1913, Sanín Cano se dedica a señalar los factores que
han llevado a la crisis. El rumbo económico que han tomado las naciones
europeas y Estados Unidos es uno de los principales, para él. Señala, por
ejemplo, las consecuencias sociales que trae el incremento de los impuestos
para aumentar el poderío militar de las naciones; denuncia la forma en la
que los propietarios de tierras sostienen los precios de los productos a través
del desperdicio de los mismos en época de abundancia, la forma en la que
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Johny MaRtínez Cano
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años dE vértigo: baLdomEro sanín Cano y La rEvista hispania (1912-1916)
194 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 191-196
Johny MaRtínez Cano
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años dE vértigo: baLdomEro sanín Cano y La rEvista hispania (1912-1916)
196 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 191-196
bogotá: realidades, delirios y Ficciones
álvaro antonio bernal*1
eDitoRial pontifiCia univeRsiDaD JaveRiana,
bogotá, 2017, 222 p.
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 197-200 197
bogotá: rEaLidadEs, dELirios y FiCCionEs, álvaRo antonio beRnal
198 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 197-200
MauRo JavieR heRnánDez RaMos
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 197-200 199
bogotá: rEaLidadEs, dELirios y FiCCionEs, álvaRo antonio beRnal
sus habitantes en los últimos sesenta años. En ese sentido, y en esa faceta
particular, el texto goza de dos virtudes. Una, la periodización o incluso
el muestreo de los múltiples cambios que ha enfrentado la ciudad y su
ciudadanía, y dos, basar parte de esa documentación, de manera original, a
partir de historias de ficción de la literatura y el cine nacionales. Se podría
pensar también que algún texto o película digna de mencionar haya quedado
quizá inadvertidamente omitida dentro de este corpus. Tal desliz puede
suceder en este tipo de investigaciones que nunca son definitivas y que solo
obedecen a un segmento temporal específico. De todos modos, queda claro
que este estudio es una versión parcial que puede y debe suscitar algún tipo
de debate intelectual. En esa medida, la propuesta también cumple con el
propósito académico de estimular la reflexión relacionada con la temática
tratada.
Bogotá: realidades, delirios y ficciones, con sus dos perspectivas,
puede ser entendido e interpretado como un manual de vivencias de la
gran ciudad colombiana, que ofrece escenas urbanas que para muchos
transeúntes pueden ser fútiles; además, una visión histórica de algunos
hechos fundamentales recientes, o tal vez una peregrinación comentada por
varios barrios y sectores. Bernal se encarga de andar por la ciudad, evocar
su cotidianidad, y de esta manera se arriesga a narrarla siendo testigo de
sus logros y desgracias. A la vez, el libro es una especie de vademécum que
contiene nociones y referencias de aquella literatura y cine de las últimas
décadas, en las que la capital colombiana ha emergido no solo como una
cartografía o un plano, sino también como protagonista.
200 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 197-200
índice de autores
Alzate Vargas, César: magíster en Literatura Colombiana y estudiante del
Doctorado en Literatura de la Universidad de Antioquia. Profesor
asociado del programa de Periodismo de la misma universidad.
Contacto: cesar.alzate@udea.edu.co
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 201-203 201
ínDiCe De autoRes
202 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 201-203
Reverón Peña, María Isabel: magíster en Literatura Hispanoamericana,
Instituto Caro y Cuervo. Docente investigadora del programa de
Estudios Literarios de la Universidad Autónoma de Colombia, y
miembro del Grupo Grafía. Línea: literatura y cultura.
Contacto: maadrgreveron@gmail.com
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 201-203 203
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Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 205-216 205
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entre comillas” (número de página). Ej:
Contrario a lo planteado, Foucault (1992) propone que “el discurso no es simplemente
aquello que traduce las luchas o sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y
en medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (p. 12).
• Sin nombre explícito: “cita entre comillas” (apellido, año publicación fuente citada
y número de página). Ej:
Otros investigadores consideran que “el discurso no es simplemente aquello que
traduce las luchas o sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y en medio de
lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (Foucault, 1992, p. 12).
• Notas a pie de página: 10 puntos, justificado, interlineado 1.0, sangría izquierda 0.8 cm.
Deben reservarse para fortalecer los planteamientos, evitando su empleo excesivo. No
consigne referencias bibliográficas ni citas textuales. Procure transmitir solo una idea
por nota a pie de página. Si esta excede la extensión regular de un párrafo (15% de una
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Artículo de revista en línea: Apellido, N. (año). Título del artículo. Título de la publicación
volumen (número). Disponible en enlace [d.m.a]
Alstrum, J. J. (1986). La poesía de Luis Carlos López y la tradición de la antiliteratura
en las letras hispánicas. Boletín Cultural y Bibliográfico 23 (7). Disponible en http://
www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti4/bol7/poesia.
htm [8.02.2014]
Artículo de revista con DOI: Apellido, N. (año). Título del artículo. Título de la publicación
número, pp. xx-xx. DOI:
López Mejía, A. (2015). Los personajes afrodescendientes en “Nabo, el negro que
hizo esperar a los ángeles”. Estudios de Literatura Colombiana 37, pp. 15-27. DOI:
10.17533/ udea.elc.n37a01.
Entrevistas
Solo se publicarán diálogos con escritores colombianos vivos. Puede seguirse el modelo
tradicional de pregunta-respuesta o transcribir las palabras del entrevistado.
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points within brackets [...]. Use the following citation style:
• With the author’s name before the quotation: author (year), “quote in double quotation
marks” (pages).
Contrario a lo planteado, Foucault (1992) propone que “el discurso no es simplemente
aquello que traduce las luchas o sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y
en medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (p. 12).
• Without the author’s name: “quote in double quotation marks” (author, year, pages).
Otros investigadores consideran que “el discurso no es simplemente aquello que
traduce las luchas o sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y en medio de
lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (Foucault, 1992, p. 12).
• Footnotes: 10-point font size, justified, 1.0 line spacing, 0.8 cm left indentation.
Footnotes should be reserved for strengthening the approach, and excessive use should
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footnote per page. If the footnote exceeds the regular length of a paragraph (15% of a
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and theoretical aspects investigated). Avoid using abbreviations. It is recommended
that the title not exceed one line.
• Abstract: (100 words maximum): should describe the topic, purpose of the article,
theoretical framework, and main contributions to its field of knowledge.
• Keywords: up to five words and not exceeding one line. Avoid expressions that may
make indexing difficult.
• Translation: title, abstract, and keywords must be translated into a second language.
• Epigraph: must be integrated into the argumentative development of the article.
• Presentation of the article: maximum one page. Do not repeat the summary.
• First section: 5 pages minimum.
• Second section: 5 pages minimum.
• Third section: 5 pages minimum.
• Conclusions: self-critical text (one page) pointing out the achievements and shortcomings
of the research. Do not repeat what is stated in the summary and introduction. There is
no need to include the word “conclusions.”
• Bibliography: the list of references must only include the works quoted in the article
(min. 10, max. 15). It should be placed at the end of the article, consecutively numbered
with Arabic numerals, alphabetically organized, Times New Roman font, 1.5 line
spacing, and with hanging indentations of 0.8 cm. All entries should include the author,
disregarding repetition. Pieces by the same author must be chronologically organized.
If there are quotations of works by the same author published in the same year, lower
case letters must be placed next to the year (e.g., 2000, 2000b, 2000c), in order to
differentiate the sources. Some examples of the most common references:
Book: Author, A. (year). Title of book. Location: Publisher..
Rivas Polo, C. (2005). Revista Mito: vigencia de un legado intelectual. Medellín:
Editorial Universidad de Antioquia.
Book chapter: Author, A. (year). Title of chapter or entry. In A. Editor & B. Editor (Eds.).
Title of book (pp. xx-xx). Location: Publisher.
Weinberg, L. (2014). Crítica literaria y trabajo intelectual. En S. Vivas Hurtado
(Coord.). Utopías móviles. Nuevos caminos para la Historia intelectual en América
Latina (pp. 90-117). Bogotá: Diente de León, Editorial Universidad de Antioquia.
Journal article: Author, A. (year). Title of article. Title of periodical volume (number), pp.
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Acevedo, C. (2010). Eduardo Caballero Calderón: panorámica de su obra ensayística.
Estudios de Literatura Colombiana 27, pp. 119-134.
Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 205-216 211
noRMas paRa los autoRes
Online journal article: Author, A. & Author, B. B. (Date of publication). Title of article. Title
of Online Periodical volume (issue number if available). Retrieved from http://www.
someaddress.com/full/url/ [d.m.y]
Alstrum, J. J. (1986). La poesía de Luis Carlos López y la tradición de la antiliteratura
en las letras hispánicas. Boletín Cultural y Bibliográfico 23 (7). Disponible en http://
www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti4/bol7/poesia.
htm [8.02.2014]
Journal article with DOI: Author, A. & Author, B. B. (year). Title of article. Title of Journal
volume (number), pp. xx-xx. DOI:
López Mejía, A. (2015). Los personajes afrodescendientes en “Nabo, el negro que
hizo esperar a los ángeles”. Estudios de Literatura Colombiana 37, pp. 15-27. DOI:
10.17533/ udea.elc.n37a01.
Interviews
Only dialogues with living Colombian writers will be published. You may follow the
traditional question and answer model or transcribe the interviewee’s words.
• Structure: title (with interviewee’s name), date and place of the interview (in a footnote).
The name, email address, and academic institution of the interviewer.
• Format: Word format, letter size paper, 3.0 margins on all sides.
• Text: Times New Roman 12-point font size, justified, 1.5 line spacing, 1.2 cm left
indentation on the first line with no spaces between paragraphs.
• Length: 5 pages maximum.
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212 Estudios dE LitEratura CoLombiana 44, enero-junio 2019, ISSN 0123-4412, pp. 205-216
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6.583).
• Corpo do texto: Times New Roman 12, justificado, com espaçamento entre linhas
de 1.5, parágrafos recuados à esquerda 1.2 cm. na primeira linha, sem espaços entre
parágrafos.
• Citações superiores a 40 palavras e epígrafes: parágrafo a parte, sem aspas, 10 pontos,
justificado, com espaçamento entre linhas de 1.0, parágrafo recuado à esquerda 1.2 cm.
Fragmentos suprimidos entre […]. Não devem exceder 10% do corpo do texto.Toda
citação exige um comentário que indique sua pertinência dentro do artigo. Não serão
aceitos trabalhos que se limitem a copiar e colar uma citação atrás da outra.
• Citações com menos de 40 palavras: Independente do idioma em que se cite, serão
incorporadas ao texto entre aspas curvas duplas, indicando os fragmentos suprimidos
entre […]. Seguir estes estilos de citação:
• Com nome explícito antes da citação: Sobrenome (ano), “citação entre aspas curvas
duplas” (páginas).
Contrario a lo planteado, Foucault (1992) propone que “el discurso no es simplemente
aquello que traduce las luchas o sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y
en medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (p. 12).
• Sem nome explícito: “citação entre aspas curvas duplas” (sobrenome, ano, páginas).
Otros investigadores consideran que “el discurso no es simplemente aquello que
traduce las luchas o sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y en medio de
lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse” (Foucault, 1992, p. 12).
• Notas de rodapé: 10 pontos, justificado, com espaçamento entre linhas de 1.0, parágrafo
recuado à esquerda 0.8 cm. Devem ser reservadas para fortalecer as abordagens,
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evitando seu emprego excessivo. Não consigne referências bibliográficas nem citações
textuais. Procure transmitir somente uma ideia por nota de rodapé de página. Se a
mesma exceder a extensão regular de um parágrafo (15% de uma página), considere
incorporá-la ao texto principal.
• Negrito: somente para o título do artigo e o título dos parágrafos.
• Cursiva: título de livros, revistas, periódicos, obras de arte, filmes, programas de televisão.
• Aspas curvas duplas: citações textuais (com menos de 40 palavras), título de contos,
poemas, artigos de revista e jornal, capítulos de livros e outros gêneros curtos incluídos
em uma obra maior.
Partes do artigo
• Título: deve indicar de maneira clara e concisa o conteúdo específico do artigo (obra,
autor e aspectos teóricos pesquisados). Evite o uso de abreviaturas. É recomendável
não exceder uma linha.
• Resumo: máximo 100 palavras. Deve descrever tema, objetivo, marco teórico e
principais contribuições ao campo estudado.
• Palavras-chave: máximo 5 ou que não excedam uma linha. Evite expressões que
possam dificultar sua indexação.
• Tradução: título, resumo e palavras-chave devem ser traduzidas a uma segunda língua.
• Epígrafe: Deve estar integrada ao desenvolvimento argumentativo do artigo.
• Apresentação do artigo: máximo uma página. Não repetir o resumo.
• Primeiro capítulo, seção ou parte: mínimo 5 páginas.
• Segundo capítulo, seção ou parte: mínimo 5 páginas.
• Terceiro capítulo, seção ou parte: mínimo 5 páginas.
• Conclusões: texto autocrítico (uma página) na qual sejam sinalizados resultados e
as carências da pesquisa. Não repita o consignado no resume e na introdução. Não é
necessário que escreva a palavra conclusões.
• Bibliografia: Lista de obras efetivamente citadas. Mínimo 10, máximo 15 referências.
• Numeração consecutiva, ordem alfabética, Times New Roman 10, justificado, com
espaçamento entre linhas de 1.5, parágrafo francês 0.8 cm. Todas as entradas devem
levar o sobrenome do autor, sem importar que o mesmo seja repetido; estas entradas
devem ser organizadas cronologicamente e, caso tenham sido publicadas no mesmo
ano, serão diferenciadas com letras minúsculas (2000, 2000a, 2000b). Exemplos:
Livro: Sobrenome, N. (ano). Título do livro. Cidade: Editorial.
Rivas Polo, C. (2005). Revista Mito: vigencia de un legado intelectual. Medellín:
Editorial Universidad de Antioquia.
Capítulo de livro: Sobrenome, N. (ano). Título do capítulo. Em N. Sobrenome (Ed). Título
do livro (pp. xx-xx). Cidade: Editorial.
Weinberg, L. (2014). Crítica literaria y trabajo intelectual. En S. Vivas Hurtado
(Coord.). Utopías móviles. Nuevos caminos para la Historia intelectual en América
Latina (pp. 90-117). Bogotá: Diente de León, Editorial Universidad de Antioquia.
Artigo de revista: Sobrenome, N. (ano). Título do capítulo. Título da publicação volume
(número), pp. xx-xx.
Acevedo, C. (2010). Eduardo Caballero Calderón: panorámica de su obra ensayística.
Estudios de Literatura Colombiana 27, pp. 119-134.
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Versión:
marzo de 2018
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