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Elaborado por: Luis Francisco Jara Pacheco.

No importa que las leyes e instituciones estén ordenadas o sean eficientes:

sí son injustas han de ser reformadas o abolidas.


John Rawls

Distintos elementos componen el sistema político en el cual la sociedad se

encuentra inmersa. La interrelación de los elementos, sirva de ejemplo, el

gobierno, la burocracia política, los grupos de interés y la sociedad civil, junto a la

variación de estos, altera toda actividad que busca materializar la sociedad ideal,

por tanto, alcanzar el bienestar social dependerá de la estructura y funcionalidad

del sistema, en sentido amplio, de las formas de interacción (Andrade, 1990).

Cabe aclarar que la utopía de la sociedad ideal únicamente puede ser

contemplada, no es posible experimentar sus bondades debido a la exacerbada

búsqueda del interés individual.

Ahora bien, desde un enfoque estructuralista, el gobierno se sitúa en la cima de

discrecionalidad de la entidad estatal. Al respecto, Porrúa (2005) agrega:

“El gobierno es el conjunto de instituciones organizadas por el ordenamiento

jurídico para el ejercicio de la soberanía […] representa el órgano supremo

central instituido para actuar, para realizar la voluntad del Estado; la vida de

éste recibe impulso y dirección del gobierno (p. 464).

La posición privilegiada que ocupa el gobierno en el sistema le obliga a

promover y garantizar la participación de todas las partes para transformar el


conflicto en concertación política. Conviene subrayar que la ruptura del status quo

no constituye una opción para el aparato ejecutivo. Para Sartori (2009), participar

es tomar parte activa y decidir cuáles son los issues que conforman la agenda

pública.

Lamentablemente, la participación que se practica en el Estado liberal se

reduce a la elección de representantes, más aun, la burocracia instaurada en las

instituciones electorales constantemente busca la maximización de beneficios

individuales. La mafia de lo público reduce la eficiencia del servicio, a su vez,

parafraseando a Chomsky (2015), el sector privado tiene derecho de financiar sin

limitante alguno las campañas electorales, lo que se traduce en un incremento de

las libertades y derechos de las empresas, por tanto, impera en la dinámica del

sistema el capitalismo salvaje, la apriorística atomística y no la consecución del

bien común.

Acorde con lo anterior, el interés de ciertos grupos que ostentan el poder

económico, impulsa dentro del sistema, políticas que favorecen a unos pocos

(contrario a la distribución de la riqueza), y el crecimiento económico, el simple

aumento de la cantidad de bienes y servicios que produce un país en un periodo

determinado, forma parte del discurso galante de la persona que dirige el Poder

Ejecutivo y otras instituciones gubernamentales. El discurso político se aleja de la

realidad social y el desarrollo de habilidades suficientes para que el individuo

pueda mejorar su condición paupérrima se contempla ausente, no es más que un

ideal. Desde la cúspide resulta necesario racionalizar la actuación del ejecutivo,

evitar a toda costa la práctica empírica y egoísta de los servidores públicos


(Woodrow, 1887), renovación periódica y un examen de profesionalización,

igualmente, mantener el equilibrio entre crecimiento económico y el desarrollo

integral del homini es una tarea imprescindible.

La presión de los miembros del círculo de interés motiva la movilización de la

sociedad civil. “Se entiende por sociedad civil la esfera de las relaciones sociales

que no está regulada por el Estado” (Bobbio, 1989, p. 39) y que puede alentar a la

evolución o revolución del sistema. Indiscutiblemente la participación de la

sociedad civil es una condición sine qua non para generar un verdadero cambio y

evitar la formación de regímenes autoritarios. La relación horizontal entre gobierno

y sociedad civil permite mejorar la lógica de la democracia, así como, identificar

con mayor rapidez los problemas que ponen en riesgo la integridad del colectivo.

En ese sentido, Bobbio (1989), concibe al Estado como el ente regulador de las

asociaciones civiles, no como el limitante de su desarrollo y renovación.

En definitiva, dentro del sistema político las intenciones de colocar al ciudadano

común como beneficiario de las interacciones son inexistentes. El sistema ideal

debe presentar como principios fundamentales el establecimiento de una sociedad

más justa, libre, critica y participativa en los asuntos decisivos que permitan

alcanzar el bienestar social.

La justicia es un principio conciliatorio, atenúa la ira, asegura la existencia y

convivencia pacífica de la sociedad políticamente organizada. Rawls (s.f) afirma

que “en una sociedad justa […] los derechos asegurados por la justicia no están

sujetos a regateos políticos ni al cálculo de intereses sociales” (p. 17).


En teoría, el sistema normativo o de justicia coloca a los individuos en el mismo

plano de igualdad y evita la destrucción derivada de la naturaleza egoísta del ser

humano (Porrúa, 2005; Galindo, 2008), es decir, la comunidad política sostiene su

statum creando un ordenamiento jurídico que reconoce y garantiza un mínimo de

derechos fundamentales e inviolables, sin embargo, el idealismo se ausenta de la

práctica interna de las entidades estatales y se incumple la regla mayoritaria

donde “los más” tienen el derecho a mandar, pero respetando los derechos de “los

pocos” (Sartori, 2009).

Las autoridades deben reconocer la importancia de la crítica y permitir la

práctica transformadora de la misma. El enjuiciamiento crítico debe iniciar con el

debate, la valoración objetiva de la realidad y actuar conforme a normas eficientes

que regulen todo interés social. La crítica debe asociarse con la moral y esta a su

vez influir positivamente en la práctica política. Como resultado, la cohesión entre

crítica, moral y política permite la formación de una sociedad más justa.

En relación a la libertad, parafraseando al intelectual austriaco, Friedrich Hayek

(Los Fundamentos de la Libertad, 1998), la libertad es la falta de coacción de otros

hombres, la libertad únicamente se convierte en positiva a través del uso que de

ella hacemos, más aun, una sociedad que no práctica la equidad entre

gobernantes y ciudadanos no es libre en todo sentido.

Luego, la participación ciudadana legitima el actuar de las autoridades y

permite la paz social. Philip Pettit (1999) advierte que “la legitimación democrática

insiste sin desmayo en la legitimación de lo libremente decidido por el pueblo, así

como en el modo en que las personas individuales participan de esa libertad


colectiva” (p. 24). Si la participación no es efectiva no es posible alcanzar el bien

común.

Desde un principio el alcanzar el bienestar social dependerá de la estructura y

funcionalidad del sistema, en sentido amplio, de las formas de interacción

(Andrade, 1990). En realidad, ni siquiera el cambio generacional reconoce el

peligro de la maximización de beneficios individuales y es que no permite “recurrir

a los testimonios, para fortalecer o invalidar, pero también para completar lo que

sabemos acerca de un acontecimiento...” (Halbwachs, 2004, p. 25). Resumiendo,

la utopía de la sociedad ideal únicamente puede ser contemplada, no es posible

experimentar sus bondades debido a la exacerbada búsqueda del interés

individual. Si los elementos que componen el sistema rechazan en la praxis los

principios anteriormente propuestos, se pone en riesgo la viabilidad del proyecto

sociopolítico y, por tanto, su destino es el fracaso.


Bibliografía

Andrade, E. (1990). Introducción a la Ciencia Política. México: Harla.


Bobbio, N. (1989). Estado, gobierno y sociedad: Por una teoría general de la
política. Fondo de Cultura Economica.
Galindo, M. (2008). Teoría del Estado. México: Editorial Porrúa.
Halbwachs, M. (2004). La memoria colectiva. Zaragoza: Prensas Universitarias de
Zaragoza.
Hayek, F. (1998). Los Fundamentos de la Libertad. (6ta Ed.) Madrid: Unión
Editorial.
Hutchinson, P. Nycks, K., & P, J., (Directores). (2015). Réquiem por el sueño
americano. Noam Chomsky y los diez principios de la concentración de
riqueza y el poder [Documental]. Estados Unidos de América: Netflix.
Porrúa, F. (2005). Teoría del Estado. Teoría Política. México. Editorial Porrúa.
Pettit, P. (1999). Republicanismo: Una teoría sobre la libertad y el gobierno.
Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Recuperado de
https://es.scribd.com/document/366135711/02-PETTIT-Philipe-
Republicanismo-Una-Teoria-Sobre-La-Libertad-y-El-Gobierno
Rawls, J. (s.f). Teoría de la Justicia. (M. Dolores, Trans.) México: FCE.
Recuperado de https://etikhe.files.wordpress.com/2013/08/john_rawls_-
_teoria_de_la_justicia.pdf
Sartori, G. (2009). La democracia en treinta lecciones. México: Editorial Taurus.
Woodrow, W. (1887). The Study of Administration. Political Science Quarterly.

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