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Comentarios de Uriel Iglesias Colón.

En términos generales, me parece un texto bien elaborado y con un dominio del tema; sin
embargo, el texto es muy corto. Sugiero los siguientes puntos:
1. Clarificar algunos de los términos aquí referidos, sobre todo el término
barroquización y el uso de substantivo+el adjetivo barroco. Si bien es cierto que
esto significa un amplio campo de estudio, debe haber una delimitación puesto que
no explica cuál sería la diferencia entre algo barroco y algo que no lo es.
2. Falta la sección de subformas y sinónimos.
3. Creo que el referente semántico podría ampliarse y faltaría hacer una división más
clara entre los tres significados de silva que allí se mencionan.
4. Es un texto muy sintético que podría beneficiarse de que se amplifiquen algunos
puntos que se aluden brevemente.

María Fernanda González Gallardo


(UNAM)

OJO ACLARAR EL PROTOCOLO DE IDIOMAS.

EN LATIN Silva (de…)

1. Materialidad

La silva es un impreso en el que se ofrece la selección o fragmentos de obras de distintos


temas de uno o más autores. Su formato oscila entre el 8º y el 12º, puede tener de 180 a
1000 páginas, y extenderse a más de un volumen. La mayoría de las silvas se encuentran en
latín, ya sea como silva o sylva, en singular, aunque también pueden aparecer en plural,
silvae. ¿EN PLURAL, ES LA MISMA FORMA O ES OTRA? (POR EJEMPLO
SERMÓN EN SINGULAR ES UNA FORMA Y EN PLURAL OTRA) Hay algunas en
español, silva, y en italiano, selva. Por lo regular, son monolingües, sin embargo, las que
están en lengua latina pueden incluir los textos preliminares en lengua vernácula. El tema y
el contenido de la silva se anuncian en la portada a partir del título, pues siempre va
determinado por un complemento (adjetivo o sustantivo), por ejemplo: Silva distichorum
moralium, Silva locorum communium, Silva selectorum operum, etc. Es decir, no hay
ningún impreso que se llame únicamente Silva.
La silva que la Compañía de Jesús desarrolló principalmente entre los siglos XVI y
XVIII, es la que contiene autores clásicos y está dirigida a escolares. Su formato es
pequeño, está formada por lo regular en 8º y su número de páginas va de 200 y 300. Cuenta
con una portada en la que se anuncia qué autores incluye, para qué estudiantes está dirigida,
así como el pie de imprenta, la fecha de impresión y la constancia de licencias y privilegios.
Incluye la mayoría de las veces el monograma de la Compañía de Jesús. El nombre del
recopilador o del revisor no aparece en la portada, se encuentra más bien en la redacción de
las licencias. En ocasiones se edita en diferentes volúmenes. Cada volumen aborda un tema
según el grado de los alumnos a los que va dirigida la compilación. Está escrita casi por
completo en latín, pero por lo regular, los prólogos, las censuras, las licencias y las sumas
de tasa, se presentan en lengua vernácula, predominantemente española. ¿SÓLO EN EL

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CASO DE LAS QUE ESTÁN EN ESPAÑOL O EN OTROS CASOS TAMBIÉN? Los
autores de estos paratextos desempeñaban oficios de autoridad, por ejemplo, el escribano de
cámara, el corrector general por Su Majestad, el vicario de la villa de Madrid, o maestros de
latinidad del Colegio Imperial.

2. Referente semántico

El sustantivo latino silva o sylva, literalmente se refiere a “bosque”, “lugar de árboles”, de


ahí que haya sido usado, a manera de metáfora, para nombrar una colectividad, una
“recopilación” de textos de determinado tema. AQUÍ FALTARÍA DECIR QUE HAY UN
SEGUNDO SENTIDO DE SILVA QUE ES LA DEL VERSO EN LO GENERAL,
ANTES DE REFERIRSE AL USO QUE HACEN LOS JESUITAS. POR OTRA PARTE,
Y ESTO ES MUY IMPORTANTE, ES VER SI SILVA, COMO VERSO, ES OTRA
FORMA DISCURSIVA, Y SERÍA UN CASO ESPECIAL QUE TENDRÍA QUE
DILUCIDARSE A TRAVÉS DE UN CONTEXTO ESPECÍFICO, O BIEN, SI NO ES
OTRA FORMA DISCURSIVA, Y APARECE EN LIBROS DE POESÍA O EN OTRO
TIPO DE TEXTOS, HABRÍA QUÉ SEÑALARLO.
No se debe confundir la forma discursiva silva con el tipo de verso del mismo
nombre que también fue cultivado AQUÍ HABRÍA QUE DECIR QUE AMBOS TIPOS
DE FORMA DISCURSIVA??? FUERON USADOS POR LOS JESUITAS, Y PONER
EJEMPLO DE AMBOS CASOS CLARAMENTE DISTINGUIDOS por la Compañía,
principalmente para alabar a autoridades, como la Silva gratuloria de Laurent de Celières,
en el siglo XVII o la Silva heroica Ludovici Magni Equus triumphalis aeneus Divione
dedicatus, de Laurent Reginald Gelier, en 1725.
AQUÍ HAY QUE EXPLICAR ESTE CASO COMO UN CAMBIO
DIACRÓNICO, O BIEN AÑADIR ESTE SENTIDO AL QUE SE ENUNCIA EN UN
PRINCIPIO, YA QUE AHÍ NO SE HABLA DE “ORGANIZADOS” O
“DESORGANIZADOS”. O CABE LA POSIBILIDAD DE QUE SEAN AMBAS SUB-
FORMAS DE FORNMA DE. Lleva el mismo nombre, silva, la “variedad de materias
desorganizadas”, sentido que Pedro de Mexía introdujo en 1540 con su Silva de varia
lección. Esta silva con sentido de “entretenimiento”, no desarrollada por los jesuitas, se
alejó tempranamente de las colecciones de extractos de otras obras para el uso escolar y dio
origen a otra forma conocida como miscelánea.
Así pues, convivieron al mismo tiempo obras tituladas de manera parecida, pero que
no tenían la misma función, y por lo tanto eran formas discursivas distintas.

3. Función social

Pueden diferenciarse dos subformas de silva: la escolar y la catequística, siendo la escolar


la más trabajada por la Compañía. La silva escolar presenta contenido literario y no es de
extrañar que también incluya temas morales.
Cincuenta años después de que se inventara la imprenta, se imprimió la primera
silva, ésta, que no era jesuítica, tenía carácter escolar. Se trata de la Silvae morales de Josse
Bade, publicada en París en 1492, una colección de extractos de obras que abarcan desde
poetas clásicos a contemporáneos italianos en 12 libros, cada uno bajo un tópico. Adjunta a

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los extractos comentarios acerca de vocabulario y gramática; iba dirigida a la educación de
los jóvenes. Teniendo a esta como antecedente, los miembros de la Compañía de Jesús
desarrollaron las suyas, con la intención de cumplir el programa educativo que marcaba la
Ratio Studiorum. Éstas ofrecían la selección de obras de determinados autores latinos e iban
dirigidas específicamente a los estudiantes de los colegios jesuíticos. Algunas incluían
comentarios sobre vocabulario, gramática y explicaciones sobre los géneros literarios.
Las silvas jesuíticas fueron parte del material didáctico (manuales y gramáticas,
diccionarios y léxicos) para cumplir el programa educativo que marcaba la Ratio
Studiorum, la cual pedía explicar, estudiar y recitar, en las prelecciones diarias, obras
específicas de determinados oradores, historiadores y poetas, “con tal que estén expurgados
de toda obscenidad (modo sint ab omni obscaenitate expurgati).”1
Reforzaban el estudio de la lengua latina, medio para acceder a las facultades
mayores que culminaban con el estudio de Teología, y promovía el cultivo de la memoria,
mismo que según la pedagogía jesuítica, posibilitaría el desarrollo posterior del ingenio del
alumno, uno de los objetivos primordiales de la enseñanza barroca de la Compañía.
Facilitaron el acceso a fragmentos de autores cuyos libros completos no podían
tener los estudiantes por falta de recursos económicos o por escasez de los textos originales.
Así, eliminaron la necesidad que tenían los alumnos de copiar o tomar dictados. Aunado a
esto, al ser selecciones y purga de autores y obras, cumplían con una función moral,
dirigiendo la atención de los lectores a determinados temas, y conformaban el canon
literario para estudiar en las escuelas, dando uniformidad a los textos, a las materias y al
método para impartirlas.
Se desarrollaron sobre todo en España, aunque el primer registro jesuítico que se
tiene, de 1588, se ubica en Portugal, en ese entonces gobernada por el rey hispano Felipe II.
La mayoría de estas silvas fue publicada en los siglos XVII y XVIII, por lo que se vieron
influidas por un fenómeno presente en las gramáticas jesuíticas latinas de esos siglos: el
recargamiento de preceptos, reglas, irregularidades, ejemplos, y oscuridad en las
explicaciones, denominado por algunos “barroquización”.
El Colegio Imperial de Madrid, debido a su pedagogía “barroca”, fue uno de los
principales usuarios de estas compilaciones, y algunos de sus profesores fueron los
principales editores de varias de ellas, por ejemplo, el Padre y Preceptor de Latinidad,
Bartolomé Alcázar, obtuvo el privilegio de impresión (refrendado de Antonio Zupide y
Aponte, Secretario del Rey) durante diez años, desde 1687, de una silva, de la cual, los
maestros de Latinidad en el mismo colegio, los Padres Manuel Fernández de la Quadra, y
Francisco Vergado, hicieron la censura en 1711.
La función educativa de estas silvas de facilitar el acceso a determinados autores
sirvió como argumento a sus detractores, principalmente los ilustrados Manuel Martí y
Gregorio Mayáns y Siscar, quienes en el siglo XVIII consideraron la fragmentación de las
obras como un terrible atentado contra la obra y espíritu de los autores grecolatinos. Éste
fue un factor determinante para el destierro del método ignaciano de la enseñanza de la
latinidad durante el periodo de la Ilustración.
A pesar de estas críticas, las silvas de la Compañía fueron utilizadas y reproducidas
por otras órdenes, como la Orden de Nuestra Señora de la Merced, que en 1741 consiguió
una licencia para reimprimir y vender una silva que incluía varios textos de Cicerón.

1
Ratio Studiorum, XVII, 388.

3
Las silvas editadas posteriormente a la expulsión de los jesuitas no incluyen ninguna
alusión ellos.

4. Contenidos y estructura discursiva

El contenido de las silvas varía, pero en el mismo título queda determinado.


La mayoría de las silvas presenta índice, ya sea de títulos, de fragmentos, de
autores, etc. Su estructura discursiva responde a la cronología de los autores (o al asunto
histórico que se esté tratando), al grado escolar al que van dirigidas (estudios menores de
latinidad, estudios mayores, etc.), o a la relevancia moral de los temas (Dios, virtudes,
valores, etc.). Debido a su finalidad educativa, las silvas jesuíticas resultaron ser las más
estructuradas.
Como ya se dijo, estas silvas contienen obras y fragmentos de obras seleccionadas
de los autores latinos permitidos por la Ratio y la distribución de sus contenidos sigue el
programa de estudios jesuíticos, por lo que hay unas dedicadas a la Gramática, otras a la
Retórica y otras a las Humanidades.
El autor más estudiado es Cicerón, debido a los puntos de coincidencia entre la
enseñanza ciceroniana y la jesuítica, ya que ambas se centraban en el sentido moral e
instrumental de la educación de la humanitas y de la propia oratoria al servicio del estado,
así como de la propia persona que la cultiva.
La silva dirigida a las primeras aulas de latinidad –Gramática- tiene la siguiente
estructura:
1. En la primera parte se incluyen textos cortos, como Fábulas de Esopo, Diálogos
de Juan Luis Vives, algunos fragmentos del primer libro de los Progymnasmata
de Jacobo Pontano, y varias cartas de Cicerón.
2. En la segunda parte hay textos más elaborados, como algunos de Jacobo
Pontano, y otras cartas de Cicerón.
3. En la tercera y última parte se presentan textos más extensos y complejos:
discursos de Cicerón, de Quinto Curcio, poemas de Ovidio Nasón, y de Juan
Bonifacio.
La silva prototípica para estudios mayores de latinidad -Retórica y Humanidades-
fue la elaborada por el Padre Bartolomé Alcázar. Se divide en:
1. Oratoria e Historia. Incluye textos de Cicerón, Julio César, y del historiador
Suetonio, Valerio Máximo, Justino, y Lucio Floro.
2. Didáctica. Incluye obras sobre el modo de hablar, como los Progymnasmata de
Aftonio, el sofista.
3. Poética. Incluye algunas bucólicas, geórgicas y libros de la Eneida de Virgilio,
fragmentos de poemas de Ovidio, tragedias de Séneca y una selección de la obra
poética de Horacio.
Así pues, además de estar dirigidas, unas a los estudios menores de latinidad, y otras a los
mayores, las silvas tenían una propia división interna que seguía también la gradación
marcada por el plan de estudios de la Ratio y en ocasiones, cada apartado iba precedido por
una explicación en lengua latina.

5. Frecuencia de publicación

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Se tiene registro de que las silvas se publicaron desde finales del siglo XV hasta el XX.
La silva de contenido escolar apareció por primera vez en Lisboa, Portugal, en
1588. Sin embargo, su desarrollo se dio en España. Se comenzó a publicar, editada por la
Imprenta del Colegio Real de Madrid, en 1639, a partir de la orden que dio el visitador, el
Padre Fernando de Valdés, al Colegio Imperial de Madrid, de renovar los estudios de
latinidad en las escuelas de Gramática del Colegio Imperial, colegio más importante de la
Compañía en toda España, desde la segunda mitad del siglo XVII, hasta prácticamente la
segunda mitad del siglo XVIII.
Durante la segunda mitad del siglo XVII se incrementó su publicación, gracias en
parte a la labor compilatoria del Padre Alcázar, quien elaboró una silva prototípica para
estudios mayores de latinidad. El siglo XVIII vio un auge de reimpresiones, especialmente
de aquellas silvas dedicadas a obras de Cicerón, modelo de latinidad para los ignacianos. A
finales del siglo XVIII e inicios del XIX, la producción se redujo considerablemente, pues
esta forma discursiva jesuítica barroca iba en contra de los ideales de la Ilustración.
No hay registros que muestren silvas en otras lenguas que no sea la latina con los
textos preliminares en lengua española, a excepción de la de 1588 que los tiene en portugés,
pues como textos “barroquizantes” se desarrollaron en España, y se ubican por tanto como
un fenómeno específicamente español.
Después de la supresión de la Compañía, algunas silvas fueron expurgadas por
distintos auditores, como Enrico Cruz Herrera, y volvieron a imprimirse. Éstas no hacen
alusión a los jesuitas ni incluyen prólogo, aunque es probable que hayan tenido la misma
finalidad que las anteriores.

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