JEAN ROSTAND

CIENCIA FALSA
Y FALSAS CIENCIAS

SALVAT EDITORES, S. A.
ALIANZA EDITORIAL, S.. A.
 Hombre de raíz fuertemente individualista, de estilo y expresión límpidos y
claros dentro de lo hermético de los temas que suele tratar, Jean Rostand sabe
conciliar en su labor de divulgación lo que es lite ratura y lo que es ciencia. No
en vano es hijo de Edmond Rostand, el célebre autor de Cyrano de Bergerac y de
L'Aiglon, y miembro de la Académie Francaise a partir de 1959. El mismo se ha
situado públicamente en la línea de un Fabre y de un Maeterlinck, a los
que, como modestamente ha reconocido, no ha podido superar. Su
personalidad resulta, en sus menores rasgos biográficos, extraordinariamente
simpática y atractiva.
Biólogo, historiador de la ciencia y publicista, Jean Rostand se distingue por
la gran variedad de temas que toca y por un incansable afán de síntesis y de
difusión de las que pueden considerarse nociones fundamentales de la
biología y, en particular, de la genética moderna. Materia de sus
investigaciones experimentales han sido la partenogénesis artificial en los
anfibios, la poliploidización por shock de temperatura y algunas de las
anomalías hereditarias registradas en determinadas especies, amén de otras
cuestiones y problemas próximos. Su obra incluye biografías, novelas, ensayos
de psicología y de ética, recopilaciones de reflexiones filosóficas (así, Pensées
© Librairie Gallimard, de París -Editorial Tecnos, S. A. © d'un biologiste) y textos tan ilustrativos como los estudios titulados La vie des
Salvat Editores, S. A. - Alianza Editorial, S. A. 1971 crapauds y La vie des libellules, que han disfrutado de una merecida fama,
Traducción de J. M. A. al igual que Hérédité et racisme, L'homme y Peut-on modi fier 1'homme?
Director asimismo de la colección «L'avenir de la science», Rostand es
Impreso en miembro prestigioso de numerosas sociedades científicas y ha merecido el
Gráficas Estepa, S. A. Carretera de Estella a Tafalla, km. 2 - Estella Premio Kalinga, que en 1960 le otorgó la UNESCO. En suma, homme de
(Navarra) - 1971 vérité, tal como él mismo ha calificado a gente tan diversa como pue dan serlo
Depósito Legal NA. 940 - 1971 Pasteur, Claude Bernard, Fontenelle, La Rochefoucauld.
Printed in Spain
En Ciencia falsa y falsas ciencias, que data de 1955, recoge Jean Rostand
unos cuantos ensayos cuyo propósito consiste en «descifrar y trans-

Edición íntegra, especialmente autorizada para

BIBLIOTECA GENERAL SALVAT
mitir el mensaje humano de la ciencia». Denuncia el autor las adultera -
ciones que puede llegar a sufrir la verdad científica, manipulada por in -
dividuos de distinto linaje, y se ocupa con extrema lucidez de materias tan
sugeridoras como «Biología y derecho», «Biología e infancia ina -
daptada», «El cine y la biología». En este último trabajo, que pone fin al
libro, sospesa el conocido biólogo francés las ventajas que pueda presentar el
denominado «cine científico». En resumidas cuentas, el didactismo de que es
exponente este volumen revela, para quienes las igno ran, y corrobora, para
los que ya las conocen, las grandes dotes de divulgador original y de
practicante que caracterizan a Jean Rostand.

INDICE
Págs.
. 11
Prólogo del autor . - '
1. Ciencia falsa y falsas ciencias -
13

II. Biología y derecho . '

49

III. Las singularidades del hombre . •

85

IV. Biología e infancia inadaptada . . .

111

V. Unidad y diversidad en biología .

139
VI. El cine y la biología . . .
. 157
 PRÓLOGO DEL AUTOR

He reunido aquí unos cuantos estudios dedicados a materias

aparentemente alejadas entre sí, pero que están unidas por la
preocupación común de descifrar y transmitir el mensaje humano de la
ciencia.
La que da título al volumen trata de los diversos modos por los que la
verdad científica puede ser adulterada por «magos» de todo género,
por fanáticos de cualquier ideología e incluso, sin saberlo, por verdaderos
sabios.
En Biología y derecho examino las principales consecuencias
jurídicas de las ciencias de la vida. Es éste un campo de reciente creación y
que ha de ensancharse necesariamente hasta que un día se cree, junto a
la medicina legal, una nueva disciplina autónoma, la de biología legal.
Las singularidades del hombre intenta demostrar cómo el
análisis de algunas «experiencias naturales» que se producen en nuestra
especie ha podido ya aportar -y seguirá haciéndolo- enseñanzas
preciosas para la biología humana ; Biología e infancia
inadaptada trata de precisar los múltiples factores biológicos de las
conductas anormales y hacer ver con qué medios, a veces indirectos,
colaboran estos factores con los de orden psíquico o social ; en Unidad
y diversidad en biología se estudian las modalidades de la
progresión diversificadora en la formación del individuo y en la de las
especies; finalmente, en El cine y la biología se señala la originalidad
del papel que desempeña la técnica cinematográfica en el estudio
profundo de los fenómenos vitales y en su interpretación.

11
 No ignoro que cada uno de los temas abordados merece un
desarrollo más amplio, pero conservo la esperanza de que, aun
incompletos, estos estudios puedan servir de punto de partida para
investigaciones de mayor alcance.
 I

CIENCIA FALSA Y FALSAS CIENCIAS

 En 1593, se extiende el rumor de que a un niño de
Silesia, de siete años, que había perdido los dientes
de leche, le había nacido uno de oro, en el sitio de una
de las muelas. Horstius, profesor de Medicina en
la Universidad de Helmstad, escribió en 1595 la
historia de este diente y sostuvo que en parte era
natural y en parte milagroso y que había sido
enviado por Dios a este niño para consolar a los
cristianos afligidos por los turcos. Imaginad el
consuelo y la relación que este diente pudo tener
para los cristianos y los turcos. El mismo año, y para
que este diente de oro no careciese de historiadores,
Rullandus escribió también su historia. Dos años más
tarde, otro sabio, Ingolsteterus, atacó las ideas que
Rullandus mantenía acerca del diente de oro y
Rullandus elaboró inmediatamente una hermosa y
docta réplica. Otro gran hombre, llamado Libavius,
reúne todo lo que sobre el diente se había dicho,
añadiendo sus ideas personales. Lo único que
faltaba a tan hermosas obras es que el diente de oro
hubiese sido en realidad auténtico. Pero cuando lo
examinó un orfebre, resultó que se trataba de una
delgada lámina de oro aplicada con gran habilidad
sobre el diente; pero se había comenzado por
escribir libros antes de consultar al orfebre.
Nada es más corriente, sin embargo, que el hacer
lo propio en otros aspectos de la vida. Lo que me
convence de nuestra ignorancia no son tanto las
cosas que son y cuya razón se nos escapa, cuanto las
cosas que no son pero de las que encontramos la
razón. Esto significa no sólo que no poseemos los
principios que nos puedan conducir a la verdad, sino
que tenemos otros que se adaptan perfecta
mente a lo que no es verdad.
Fontenelle, Histoire des Oracles.
No hay ningún científico que, a lo largo de sus
investigaciones, no se haya equivocado más o menos
profundamente; incluso el gran Pasteur, tan clarividente,
riguroso y escrupuloso, siguió, más de una vez, caminos
en los que se vio obligado a desandar lo andado. Estos
errores, que por lo demás pueden ser fecundos cuando
son cometidos por grandes ingenios, son generalmente in-
dividuales y propios del sabio que ha incurrido en ellos.
Pero, en la historia de las ciencias, nos encontramos con
un cierto número de errores de carácter colectivo,
errores «que hacen escuela» y son éstos los que nos
parecen merecer especialmente la atención del me-
todologista, en la medida en que pueden ilustrar el poder
de la idea preconcebida : a partir del momento en que un
hombre que goza
de cierta autoridad, declara la existencia de un fenómeno
ilusorio,
se encontrarán, o al menos podrán encontrarse, otros hombres,
que,
sin ser discípulos suyos ni ser embaucadores, vuelvan a
descubrir
este mismo fenómeno.
En este campo de la ilusión contagiosa, nada hay en mi
opi
nión comparable a la historia de los rayos N que un profesor de
física creyó descubrir, sometió a minucioso y profundo estudio,
determinando todas sus propiedades, y' midiendo su longitud
de
onda -rayos que tras él muchos otros sabios creyeron percibir
y
pretendieron estudiar- y que, a fin de cuentas, no
habían exis
tido nunca más que en la imaginación de estos honrados
inves
tigadores.
Tal historia, que hace pensar en la elucubración
delirante de
un neurópata o en un guión cinematográfico de Jules
Romains,
empieza a ser un poco olvidada, pues tuvo lugar
hace ya medio

15

siglo; creemos que no se debe olvidar y que incluso sería suficiente para
tentar a un historiador de las ciencias, pues la exégesis
detallada de los errores puede ser no menos instructiva que la de las
verdades.
***
Así pues, al comienzo del año 1903, un físico notable, profesor dé la
Facultad de Ciencias de Nancy, M. René Blondlot, miembro
correspondiente de la Academia de Ciencias, estaba haciendo experiencias,
al igual que varios de sus colegas en aquella profesión, sobre los famosos
rayos X que el físico alemán Rontgen acababa de descubrir.
Como los rayos X no han podido ser polarizados, Blondlot se esfuerza
en encontrar alguna técnica que permita comprobar su polarización; y, en
el curso de los ensayos que realiza con tal propósito, he aquí que
aparecen nuevos rayos, muy diferentes de los rayos X y que, a
diferencia de éstos, parecen ser polarizables 1.
No es raro, en las ciencias, el que se encuentre algo diferente de lo
que se busca: «Había atribuido. anteriormente a los rayos Rñntgen la
polarización, que en realidad es propia de los nuevos rayos; era imposible
evitar tal confusión antes de haber observado la refracción y tan sólo tras
esta observación pude reconocer con certeza que lo que estaba tratando no
eran los rayos de Rüntgen sino una nueva dase de luz» (Compres rendus
de 1'Académie des Sciences, 23 marzo 1903).
Los nuevos rayos están dotados de propiedades muy características;
pueden atravesar los metales, así como una gran cantidad de cuerpos que
son absolutamente opacos a todas las radiaciones espectrales conocidas con
anterioridad.
Blondlot los había descubierto, en primer lugar, en la emisión
de un foco emisor de rayos X; pero bien pronto los va a encon
trar en muchas otras irradiaciones, en especial en las de un soplete de
incandescencia, en las de una lámpara Nernst y, en geríeral, en todas
las fuentes ordinarias de luz y de calor.
Los bautiza «rayos N», designándolos por la inicial de la ciudad de
Nancy, para rendir así homenaje al lugar donde había sido reconocida por
primera vez la existencia de estas irradiaciones.
1. Vide Actualités scientifiques; Rayons N. Recueil des commu
nications faites á l'académie des sciences par R. Blondlot, Gauthier-
Villars, 1 9 0 4 .
16
La irradiación N no es una irradiación simple ; comprende
todo un conjunto de radiaciones diferentes, pero que producen
efectos comunes entre los que uno de los más manifiestos es el
de aumentar el brillo de una pequeña chispa, o llama o incluso
el de un cuerpo incandescente, cuando inciden sobre esa chispa,
llama o cuerpo.
Otro de sus efectos es el de acentuar la fosforescencia, que por
exposición a la luz, adquieren ciertos compuestos químicos, como
el sulfuro de calcio.
Esta última propiedad -hace notar Blondlot -es, entre to
das las que denuncian la presencia de los rayos N, «la más fácil
de comprobar ; es muy sencillo realizar y repetir la experiencia».
Se puede aún, como procedimiento demostrativo, utilizar el efecto
producido por los rayos N sobre la luz reflejada. Sehace llegar. un haz
de rayos N a una tira de papel blanco, y, de pronto, la luz difundida por
ésta se ve sensiblemente aumentada.
Sin duda, hay diferencias subjetivas en la manera de percibir el
aumento de brillo producido por los rayos N.
«Ciertas personas ven, desde un principio y sin dificultad alguna, el
aumento que los rayos N producen en el brillo de un pequeño foco
luminoso; para otros, estos fenómenos están casi en el límite de su
capacidad de percepción visual y sólo tras cierto tiempo de ejercicio, llegan
a localizar normalmente y a observarlos con toda seguridad. La poca entidad
de estos efectos y la delicadeza que su observación requiere, no deben
detenernos en un estudio que nos pone en posesión de irradiaciones
hasta ahora desconocidas».
Por otro lado -añade Blondlot- si se usa una lámpara Nernst
suficientemente poderosa (200 vatios) y que no esté protegida por una
embocadura de 'cristal -fuente especialmente rica en ra
yos N-, los fenómenos llegan a ser lo bastante intensos «para ser,
en mi opinión, fácilmente visibles a primera vista por todos los
ojos».
Tomando ciertas precauciones (evitar todo esfuerzo de la vista,
mantenerse en posición pasiva, abstenerse de fumar), «la observa
ción de los rayos N y de fenómenos análogos es accesible a todos,
salvo algunas excepciones, extremadamente raras, puesto que no
he encontrado más que tres o cuatro personas que no lo hayan
logrado».
Siguiendo su metódica encuesta, Blondlot recogerá sin cesar
nuevos datos, importantes y significativos.
17
 origen msoolar apuede eser, ctambién medio rayos de una y los de
de cuarzo. cuarzo. una lente
Además, los rayos N pueden ser almacenados dentro de ciertos
cuerpos, los cuales, después de haberlos recibido, pueden emitirlos a su
vez ellos mismos, bajo la forma de una irradiación sebre cundaria
1903)(Cometes rendur de 1'Académie des Sciences, 9 noviem
. el poder de emitir rayos N : así ocurre al alabear una plancha de vidrio, al
Esta propiedad de almacenamiento y ulterior emisión es propia del
cuarzo, del sulfuro de carbono, de diversas piedras, de los fragmentos
de piedra calcárea o de ladrillo, etc., mientras que
carecen de ella el aluminio, la madera, el
la parafina papel seco o mojado,
...
Dondequiera que se produzca, la emisión secundaria puede continuar
durante vario días, a condición de que la superficie de los cuerpos
emisores esté muy seca, lo cual no es de extrañar, desde el momento en
que sabemos que «la más delgada capa de agua basta para detener los
rayos N».
Y luego un descubrimiento inesperado : los rayos N no sólo
provocan un aumento de brillo en la emisión producida por un
cuerpo luminoso, sino que además redoblan directamente la impresión
recibida por el ojo: pero, si son detenidos por la más mínima capa de agua,
¿cómo, pues, se introducen en los humores del ojo?
¿No será que, a diferencia del agua pura, los líquidos salados sí se
dejan atravesar por los rayos N?
La experiencia confirma en seguida la hipótesis; incluso basta una
bajísima cantidad de cloruro de sosa para hacer que el agua sea
transparente a los nuevos rayos.
Pero aún hay más: ¡Es que el agua salada almacena incluso los rayos
N! Tenemos así un ejemplo único de «fosforescencia en un cuerpo
líquido»...
Partiendo de ello, se abre de ahora en adelante un nuevo campo para la
investigación. Como es natural, se piensa en experimentar con el agua de
mar y, como era muy de esperar, esta agua tan cargada de sales resulta
ser capaz de almacenar los rayos N y devolverlos en seguida.
¿No desempeñará cierto papel en algunos fenómenos terrestres esta
«fosforescencia del agua marina»? Se comienza a alimentar la idea
--Juego ampliamente desarrollada- de que los rayos N no dejan de
tener «influencia sobre ciertos fenómenos de la vida
18
animal y vegetal» (Compres rendus de l'Académie des Sciences, 28
noviembre 1903).
En espera de una confirmación a este respecto, Blondlot amplía aún
más su exploración en su calidad de físico puro. ,
Ha descubierto que la compresión de algunos cuerpos les confiere
curvar una vara de madera o al retorcer un trozo de caucho.
Y Blondlot empieza a preguntarse, en pura lógica, si en. los cuerpos
en estado de equilibrio interno forzado no se podrá notar una emisión
semejante de rayos N.
Tan pronto como se intenta, la experiencia da resultados de signo
afirmativo : las lágrimas de Batavia, el acero templado, el latón
martilleado en frío, el azufre fundido con estructura cristalina, todo
ello emite rayos N espontáneamente y de modo permanente...
Hay que hacer. notar que el acero no templado está desprovisto de
todo poder de irradiación del mismo modo que un buril de acero,
templado y destemplado sucesivamente, será también activo o inactivo
una vez tras otra.
En el caso del acero templado, la emisión de rayos N parece tener
limitada duración
«Unas herramientas de un torno y un sello para marcar el
cuero, que datan del siglo XVII, que se conservan en mi familia
y que no habían sido templados sin duda desde la época de su
fabricación, emiten rayos N como el acero recientemente templado.
Un cuchillo que proviene de una sepultura galo-romana, situada
en la comarca de Graincourt (Lorena) y que data de la época
sijas merovingia, según lo demuestran objetos encontrados con
él (vade vidrio y de barro, fíbulas, hebillas de cinturón,
un sable corto llamado sciasamax, etc.), emite rayos N igual que un
cuchillo moderno.»
Ahora bien, en el caso concreto de esta antigua arma, hay que
admitir que la emisión de rayos N continúa... ¡desde hace doce
siglos! Y, como era previsible, es sólo la hoja del cuchillo y no
el mango, la que es foco de irradiación.
datos Blondlot no se detiene en su camino feliz. No
contento con cualitativos, se dedica ahora a, determinar con
toda precisión las propiedades físicas de los rayos N (reflexión, refracción,
polarización) y a medir sus longitudes de onda. Y para ello, va a
recurrir a los diversos métodos que son ya clásicos en los labora
19

toreos --sistema del prisma, de la lente de aluminio de los anillos de
Newton
P° ~ de las redes;
der asegurar el éxito ; y va a multiplicar las m ediciones para
«Cada longitud de onda ha sido fijada por tres series de me
diciones efectuadas con tres redes diferentes.»
Como los resultados obtenidos concuerdan claramente, Blondlot
quedará satisfecho, aunque no deja de asombrarle el que las longitudes de
onda registrada son mucho más pequeñas que las de luz visible.
Para los rayos de índice 1,04, por ejemplo, se encuentran 0,0085
usando un método y 0,081 usando otro; para los rayos de índice 1,85 se
encuentran 0,017 y 0,0176 respectivamente... ¿Cabía esperar más
coincidencia?
«Aunque no pueda indicar con certeza el grado de aproximación de los
resultados, creo sin embargo que los errores relativos no llegan al 4 por
100.»
Nuevo descubrimiento en febrero de 1904 y éste de gran im-
portancia
Es posible fotografiar, si no los mismos rayos N, al menos los efectos
que producen, en especial los que ejercen sobre la chispa eléctrica.
De ahora en adelante, para estudiar sus efectos, se
dis
poner de un método constante y de irrebatible valor (se comprue
ba que sólo hay un fracaso cada cuarenta experiencias), un método que
permite eliminar enteramente el factor subjetivo o personal yy reducir
así a la nada las objeciones de los que, no habiendo conseguido ver los
rayos N, llegaban incluso a poner en duda su existencia...
Según dirá en 1905 el doctor H. Bordier, profesor adjunto
de la Facultad de Medicina de Lyon z
«Es contra ellos mismos contra quienes estos observadores deben
dirigir sus reproches; la técnica empleada era sin duda defectuosa o la
fuente productora de rayos deficiente; en todo caso, la
existencia de los N no puede ponerse en duda, sobre todo desde que sus
efectos han podido ser registrados fotográficamente, es decir, por un
método puramente objetivo.»
Casi en el mismo momento, otro investigador, el doctor Th. Guilloz,
presenta una experiencia de delicadísima interpre
2. «Les rayons N y les rayons N,», Actualités médicales, Bailliére,
1905.
20
tación que va a intrigar a Blondiot e inspirarle una idea suplementaria,
que resultará fructífera.
Si hay rayos N que estimulan el brillo ¿no podrá también haber
otros que sean amortiguadores, inhibidores?
Apenas se ha pensado en estos rayos de efecto antagonista, cuando ya la
prueba de su existencia viene dada por vía experimental. A su vez, también
se les bautiza: serán los rayos N,, cuyo estudio completará el de los
rayos N. Estudio que será emprendido con la misma paciencia,
asiduidad y rigor de que gozaron sus hermanos mayores, los rayos N.
determina su
Blondlot mide los índices de los rayos N, y longitud
de onda.
Comprueba, además, que ciertas fuentes de luz emiten tales . rayos
de modo exclusivo, o, al menos, que en el conjunto de la irradiación
son éstos los que dominan.
Es más, todas las propiedades fundamentales de los rayos N van a
reaparecer en los N,: se almacenan en ciertos cuerpos, para dar lugar en
seguida a emisiones secundarias ; los cuerpos some
tidos a extensión violenta los emiten, etc.
El estudio sistemático de sus efectos va a demostrar que éstos
son estrictamente opuestos a los de los rayos N : reducen el brillo
de la luz emitida normalmente y aumentan el de la luz tangen
cialmente emitida, es decir, lo contrario de lo que ocurre con los
rayos N.
Ahora, ya no es Blondlot el único que explora el nuevo do
minio que él ha conquistado ; otros investigadores se unen a él
para profundizar en el estudio de los rayos N y N,.
Marcé de Lépinay muestra que las vibraciones sonoras -cer
canas al vientre- emiten rayos N ; Guitton descubre rayos N
en el campo magnético de una barra imantada y de un oscilador
Hertz; Bichat ve que los gases licuados los producen; Charpen
tier observa lo mismo en el ozono y en las substancias odoríferas;
Lambert, en los ferméntos solubles; Colson, en ciertas reacciones
químicas que producen sales básicas...
Por añadidura, Charpentier demuestra que pueden ser con
ducidos por un hilo de cobre y, en general, por toda substancia
que les sea transparente; Bugard registra la rotación de su plano
de polarización bajo la influencia del campo magnético y tam
bién bajo la influencia de ciertos cuerpos disueltos (así las solu
ciones acuosas del ácido tártrico desvían la luz ordinaria hacia la
derecha y los rayos N hacia la izquierda).
21

Según Bugard, «el poder rotatorio de una solución de azúcar al recibir
un haz N de índice 1,04 es más de 700 veces mayor que con la luz
amarilla».
J. Becquerel señala que los anestésicos (cloroformo) disminuyen la
emisión de rayos N y, tras medir las longitudes de onda de diferentes
haces de rayos N y N1, encuentra entre ellas estrechas relaciones.
***
A partir de diciembre de 1903 (Comunicación a la Academia de
Ciencias, del día 14), A. Charpentier y sus alumnos van a trazar una
dirección totalmente nueva en el estudio de las nuevas irradiaciones.
A. Charpentier no es un advenedizo en la materia; es profesor de física
biológica en la Facultad de Nancy. Sus trabajos van a tender a
demostrar que los rayos N, o al menos algunas irradiaciones
parecidas a ellos, desempeñan un papel fundamental en los fenómenos
biológicos.
Afirma, en efecto, que tales rayos se desprenden del cuerpo animal o
humano, sobre todo en las cercanías de los músculos y de los nervios;
por otro lado, atribuye a los rayos N efectos fisiológicos de gran
influencia.
Gran cantidad de inesperados fenómenos van a ser descubiertos así en
el espacio de algunos meses.
Los rayos N o, más bien, las «irradiaciones fisiológicas» que se les
parecen, son emitidos no sólo por los organismos animales, sino también
por los tejidos vegetales -granos, hojas, raíces, cebollas-; los
anestésicos reducen la intensidad de su emisión, tras haberla acrecentado
ligeramente (fase de excitación), y, como ha hecho notar J. Becquerel, «si
el papel de los anestésicos se limitase únicamente a modificar la emisión
de los rayos N, resultaría, a causa de los efectos de la anestesia, que la
irradiación N constituiría uno de los 'fenómenos primordiales de la-
actividad vital».
Las «irradiaciones fisiológicas» no provienen, como cabría pensar,
de un almacenamiento de irradiaciones N emitidas por el Sol, pues
Charpentier prueba que aquéllas son emitidas de igual modo por una
persona que ha permanecido durante nueve horas en la más completa
obscuridad.
Además difieren, en cierta medida, de loss rayos N propiamente
dichos: su composición parece ser un poco más compleja,'
22
y el plomo y el agua son opacos a los rayos N, mientras que sólo lo son
parcialmente a las irradiaciones fisiológicas. Se nota incluso alguna
diferencia entre las irradiaciones producidas por el tejido muscular y las
producidas por el tejido nervioso, ya que estas últimas no atraviesan el
aluminio y aquéllas sí.
Gracias a la detectación de estas «irradiaciones vitales», emitidas por
los nervios, es posible -aunque tan sólo observando con gran
atención- el reconocer la presencia de un nervio superficial (el nervio
cubital, por ejemplo) y el seguir con precisión su trayectoria : la emisión
no solamente es observable al contacto con la piel, sino también a
distancia, aunque sea más débilmente. Y esto es también -hará notar
Bordier- un importante descubrimiento: «He aquí, en efecto, un
nuevo método de exploración para la actividad muscular y nerviosa;
en especial para esta última, este estudio puede llegar a ser
extremadamente valioso, pues hasta ahora las reacciones exteriores del
sistema nervioso eran nulas.»
Partiendo del hecho de que la médula espinal emite una irradiación,
se puede seguir, en. un cuerpo vivo, la trayectoria de este órgano, que es
descubierta o mejor dibujada por el efecto que sus propios rayos ejercen
sobre la fosforescencia de una pantalla de sulfuro de calcio; el brillo llega
a ser más intenso frente a los abultamientos cervical y lumbar y, por
consiguiente, es a esta altura donde la emisión se hace más abundante.
Si se hace contraer los dos brazos a la persona observada se ve
aumentar el brillo de la pantalla a la altura del ensanchamiento
cervical; si no contrae más que un solo brazo, el aumento de brillo se
hace al principio más patente en el lado correspon diente al brazo
contraído.
Puede verse así hasta qué precisión y delicadeza pueden llegar los
experimentadores...
Charpentier, por procedimientos del mismo género, estudiará luego la
topografía de ciertos centros nerviosos superficiales y, en particular,
de las llamadas zonas psicomotrices de la corteza cerebral.
Mientras una persona habla (en voz alta o incluso en voz baja), se
desliza una pantalla sensible por el lado izquierdo de su cráneo, y se
puede comprobar un aumento de luminosidad cuando ésta se aproxima
al centro de Broca, previamente localizado por medios clínicos. No ocurre
en cambio esto en el lado derecho, al menos entre personas normales.
23
 Charpentier va aún más lejos y obtiene una manifestación a distancia
del esfuerzo cerebral puro, sin expresión alguna. Que la persona estudiada
piense, que concentre su atención, que realice cualquier operación mental
(cálculo, razonamiento), y ello bastará para que se reavive la luminosidad
de la pantalla; se puede así «hacer patente de modo visible para un
observador, el esfuerzo cerebral de voluntad o de cálculo que una persona
está realizando; tales fenómenos pueden ser visibles incluso paar la misma
persona interesada que puede así verse pensar».
Por su parte, André Broca utiliza, para estudiar la irradiación emitida
por el cerebro, un tubito de plomo cerrado por un tapón de madera que
lleva unas ranuras impregnadas en sulfuro de calcio fosforescente. Si se
desliza uno de estos tubos junto al cráneo, se ve que el sulfuro toma brillos
variables y se puede comprobar fácilmente que los puntos donde el
sulfuro se oscurece van marcando unas líneas que siguen las hendiduras del
cerebro (estría interhemisférica, canal de Silvius, surco de Rolando).
«Las experiencias son fáciles de repetir y pueden servir de ejercicio a
quienes deseen acostumbrarse a contemplar los rayos N.»
La intensidad de la irradiación cerebral varía, naturalmente, con las
condiciones de actividad y, consecuentemente, J. Becquetel y A. Broca
pueden comprobar que, en un perro anestesiado con éter (o con
cualquier otro anestésico), la emisión de rayos N alcanza en un primer
momento una cantidad enorme; luego, a medida que la anestesia se
hace más profunda, la emisión disminuye y, finalmente, cesa por
completo la de rayos N, que son reemplazados por rayos N1.
Igualmente, si se provoca una aceleración respiratoria, por medio de
una excitación nerviosa, se observa una emisión abundante de rayos N, al
acercar al bulbo una pantalla adecuada; pero si se provoca una
interrupción de la respiración, es una emisión de rayos Nl la que puede
ser observada.
En cuanto a los efectos fisiológicos de los rayos N, éstos son múltiples
y muy notables : estos rayos aumentan no sólo la agudeza visual, sino
también la sensibilidad retiniana (J. Becquerel), la sensibilidad olfativa
(Charpentier), la auditiva y la gustativa. Actúan sobre los centros
corticales de la visión, como puede demostrarse si se hace pasar una
fuente de irradiación (una hoja de acero templado, por ejemplo) junto
al lado izquierdo del cráneo: en la mayor parte de la región posterior del
parietal y en la región occipital, el efecto se manifiesta por un aumento de
iluminación
24
de los objetos exteriores. Según el autor de la observación (Charpentier),
el efecto máximo se producía a unos cuatro centímetros y un poco por
encima del occipital, lo que debe corresponderse, en el cerebro, a la
cercanía del pliegue curvo y de su lóbulo.
También se puede hacer actuar a los rayos N sobre los centros
medulares.
Cuando se sitúa una pequeña fuente de rayos N por encima de la
séptima vértebra cervical, se provoca una dilatación pupilar que varía de
0,5 a 1 mm, y a veces más, según los sujetos y según la intensidad de la
fuente de irradiación (Charpentier y E. Meyer).
Según Charpentier, la acción de los rayos N puede extenderse por las
vías nerviosas cuando aquéllos son aplicados sobre un punto cualquiera
del organismo.
«Si se mantiene con los dedos o se apoya sobre sus extremidades una
pequeña pantalla de sulfuro de calcio ligeramente expuesta al sol con
anterioridad, y se le permite alcanzar su equilibrio luminoso, su brillo
aumentará levemente si se toca con una fuente movible de rayos N un
punto cualquiera de la mano, del brazo y, en general, de la superficie
del cuerpo,.» Moviendo la fuente de rayos N hacia el cráneo, Charpentier
consigue señalar un determinado punto, en el que el efecto llega a ser
máximo; y «este punto parece estar a la altura de la zona de Rolando, lo
que se reconoce por coincidir con los dedos que sostienen la pantalla».
«La excitación de los puntos indicados arriba puede, desde luego,
realizarse por medio de una corriente farádica, pero cuánto más elegante y
sobre todo menos cansado para el sujeto es la excitación por los rayos N,
que no se hace sentir» (Bordier).
¿Quién dejará de reconocer el inmenso interés y el notable valor
de este nuevo método de examen que permite realizar sobre los seres
vivos una auténtica investigación anatómica de las vías nerviosas ?
En cuanto a las aplicaciones médicas de los rayos N y sus «pa
rientes», las irradiaciones fisiológicas, éstas son innumerables puesto que,
en muchas afecciones, se podrán comprobar modificaciones
características en la intensidad de la irradiación emitida.
A. Broca y Zimmern son autores de toda una serie de observaciones
referentes a los efectos de la edad o de la enfermedad
en los focos de emisión situados en la médula espinal.
Estos focos son constantes y de poca actividad : los puntos más
activos corresponden a la segunda, quinta y undécima vértebras
dorsales, a la segunda lumbar y al centro del sacro. El punto má
25

ximo de la segunda vértebra dorsal corresponde sin duda al centro cilio-
espinal; el de la segunda lumbar, a los centros genitales, vesical y de la
defecación.
Los focos de emisión son más difíciles de localizar en las per sonas
ancianas que en los jóvenes, en especial en lo que se refiere a la segunda
lumbar.
En las mujeres a quienes se ha re^lizado la ablación de la matriz, se
notan diferencias sensibles, según que se hayan conservado o no las
glándulas del ovario.
El deseo de orinar puede aumentar el poder de irradiación, según
indica una observación de Broca y Zimmern.
En el curso de un examen clínico, en el que la emisión de los rayos N
se reflejaba en una pantalla, Broca encontró que una mujer privada hacía
tiempo de sus ovarios tenía poco marcado el centro de la segunda vértebra
lumbar, lo cual estaba de acuerdo con todo lo previsto. Pero, algo más
tarde, su colaborador Zimmern encontró este mismo centro claramente
visible. ¿Se trataba de diferencias subjetivas de apreciación? `No, sino
simplemente que el momento de realizar el segundo examen, el deseo de
orinar se había hecho imperioso en la enferma, hasta el punto de estimu lar
el funcionamiento de la médula lumbar.
Una vez realizada la micción, se repitió el examen y esta vez los dos
médicos estuvieron de acuerdo en no observar la menor iluminación a la
altura de la médula lumbar.
Otros autores señalaron modificaciones en la irradiación N en el curso
de algunas enfermedades que alteran el sistema nervioso o el muscular :
parálisis, neuritis, poliomielitis, etc.
El 22 de febrero de 1904, los doctores Gilbert Ballet y Del herm
envían a la Academia de Ciencias una nota relativa a un paciente atacado
de miopatía congénita; la emisión de los rayos N, normal en el rostro,
aparece muy disminuida a la altura de los extensores de los dedos y muy
débil en el deltoides; estas diferencias expresan fielmente las diferencias
del estado muscular: integridad de los músculos de la cara, atrofia
completa de los deltoides, atrofia parcial de los músculos del antebrazo.
En un sujeto que sufría hemiplejía del lado derecho desde su infancia,
el doctor Fabre comprueba que la emisión de rayos N se hace a través de
la sien derecha, porque el centro verbomotor (centro de Broca), situado
en el hemisferio izquierdo del cerebro, ha sido sustituido, en este caso,
por un centro del hemisferio derecho.
26
El mismo autor registra una emisión de rayos N en el momento de las
contracciones uterinas que preceden al parto ; la intensidad de la emisión es
proporcional a la violencia de las con
tracciones 3.
Por fin, Charpentier y Meyer demuestran, por medio de experiencias
practicadas en un perro vivo, un hecho curiosísimo, que promete tener
vastas aplicaciones en el dominio clínico : ciertas substancias químicas,
principalmente, de la familia de los alcaloides, tienen la propiedad de
aumentar la acción que ejercen las radiaciones fisiológicas sobre la
pantalla. Aún es más : este aumento es electivo, en el sentido de que
afecta a la irradiación propia del órgano sobre el que actúa la substancia.
Así, la digitalina -que actúa, como es sabido, sobre las fibras cardíacas-
aumenta la acción de las irradiaciones emitidas por el corazón; la pilocar-
pina -que actúa sobre las secreciones glandulares- aumenta la acción de
los rayos emitidos por las glándulas ; lo mismo le ocurre al cloral con los
rayos que emite el cerebro; la tiroidina, con los de la glándula tiroidea; el
extracto testicular con los de los testículos...
Así los médicos podrían disponer de pantallas de diversa sensibilidad
adaptadas cada una a la exploración de un determinado órgano.
***
Tal era, hacia 1904, el grado de desarrollo que el estudio de los rayos
N y de las irradiaciones fisiológicas había alcanzado en menos de dos
años.
Como puede observarse, el conjunto de datos positivos reunidos era
impresionante y su alcance parecía considerable tanto para la física pura
como para la biología y la medicina y tanto en el plano especulativo
como en el de las posibles aplicaciones.
Algunos meses más tarde, todo el edificio se venía abajo...
Ya no eran sólo las interpretaciones las que iban a ser rectificadas o
abandonadas, sino que todos los resultados de la observación y de la
experimentación, sin excepción alguna, se iban a revelar como erróneos.
Desde el mismo momento en que se produjo el «descubrimiento» de
Blondel, se habían manifestado ya algunas dudas y entre los especialistas
se habían elevado ya ciertas críticas. Estas
3. Société médicale des Hópitaux de Lyon, 23 de febrero de 1904. 27
críticas y aquellas dudas no habían conseguido poner trabas a la evolución
impetuosa de las investigaciones realizadas sobre los famosos rayos, pero sí
se habían hecho, poco a poco, más agudas, conminantes y persuasivas,
hasta que al fin llega el momento en el que -como si se hubiese arrancado
bruscamente la venda de los ojos- el número de los que afirman la
existencia de los rayos N empezará a disminuir progresivamente.
Mientras que hasta hace poco todo o casi todo el mundo creía verlos,
ahora nadie los ve ya... Parece como si se hubiera roto una especie de
hipnotismo.
Tras una breve resistencia, opuesta por el equipo de Nancy y por
algunos adictos obstinados, el asunto será archivado y enterrado
definitivamente. No sólo acaba aquí la historia de los rayos N, sino
también la de los rayos Nl y la de las irradiaciones fisiológicas...
Su nombre no volverá a aparecer nunca más en las páginas de los
serios periódicos que antes se habían honrado con su presencia.
Si hemos evocado esta extraña historia y si lo hemos hecho con una
insistencia que se podrá considerar excesiva en la descripción de un error,
no ha sido -casi es inútil decirlo- con intención de mofarnos
retrospectivamente de los investigadores que de tal modo se llegaron a
descarriar, sino porque creemos que en . esta ilusión colectiva, se puede
encontrar amplia materia para la rflexión.
Lo que es realmente extraordinario en este asunto, es el número y
la calidad de los «extraviados». No se trata de seudosabios, de
charlatanes, de extravagantes o de sensacionalistas; no, se trata de
auténticos científicos, desinteresados, probos, acostumbrados a los métodos
y a los cálculos propios de un laboratorio, hombres de mente- fría y sólida,
que antes o después de esta ocasión concreta, demostraron su valía como
investigadores profesores de Facultad, médicos de hospital, adjuntos:
Jean E~ querel, Gilbert Ballet, André Broca, Zimmern, Bordier, etc.
No menos extraordinario es el grado de coherencia y de
lógica obtenido a través de esta ilusoria construcción;
todos los resultados concordaban, se armonizaban entre sí y se
corroboraban
mutuamente 4.
4. «Al contrario de lo ocurrido con los rayos X, los rayos N no fueron
descubiertos de una vez: si el señor Blondlot tuvo el honor de descubrir las
nuevas irradiaciones fue gracias al encadenamiento metódico de unas
experiencias que se habían iniciado con otro fin.
28
El mismo Blondlot iba a llegar al colmo, en este aspecto, cuando,
mediante varios métodos diferentes encontró cifras aproximadamente
idénticas para las longitudes de onda de estos inexistentes rayos.
Lucien Cuénot ha sugeridos que «el falso descubrimiento de los rayos
N por parte de un científico de Nancy, que gozaba de justa estima, se
debe quizá en parte al interés de algún colaborador en llegar a ser
indispensable».
En el mismo estudio, dedicado a los delirios paracientíficos, Cuénot
añade : «El crítico -el buen observador es ante todo su propio
crítico-, debe desconfiar de todo, de su deseo de hallar algo nuevo y
sobre todo de sus ayudantes, si no puede incluso prescindir de ellos : los
ayudantes no tienen forzosamente ese amor escrupuloso a la verdad y ese
horror a la equivocación que tiene el maestro: quieren a veces serle
agradables, ofreciéndole resultados que coincidan con las ideas a priori
de éste ; o incluso encuentran un placer morboso en engañarle,
haciéndole cometer errores : la envidia oculta y la ingratitud son
corrientes. Desconfiar igualmente de las personas de trato íntimo: los
vínculos familiares no son en absoluto una garantía contra el engaño, que
parece aún mayor cuando se trata de un gran sabio : se conocen casos en
los que el hijo o el yerno han engañado a su padre o suegro.»
En lo que se refiere a los rayos N, no tenemos bases para pensar que
haya habido, al empezar el falso descubrimiento, ningún caso de
benevolencia o de engaño; pero es probable que el deseo de «encontrar
algo nuevo», tan obsesivo en todo hombre de ciencia, haya tenido una
contribución no pequeña en el momento de las primeras observaciones.
Luego, la idea preconcebida y la sugestión realizaron el resto,
junto con el atractivo de cooperar en el desbrozamiento de un terreno aún
sin explorar.
Tanto para la psicología individual como para la colectiva de los
investigadores, la epopeya de los rayos N está cargada de implicaciones;
hubiese entusiasmado, no nos quepa la menor duda, al autor de la
«Historia de los Oráculos».
***
Tan bello descubrimiento constituye un notable ejemplo de lo que puede
producir el método científico, si va unido a la inducción y a la
experiencia» (Bordier).
5. «Science et pseudo science», Revue scientifique, enero de 1940.
29

Si en el campo de la auténtica investigación científica, tan burdas
ilusiones han llegado a absorber a auténticos sabios, ¿qué no será en el
de las «seudociencias» donde toda dase de factores «impuros»
intervienen favoreciendo el nacimiento y la propagación del error?
El gusto por lo maravilloso y por lo misterioso, el pensamiento
mágico, la esperanza de encontrar lo sobrenatural -sin hablar de la
mitomanía y de la charlatanería venal- todos estos factores serán
cómplices de la simple credulidad. Por eso, mientras que el error no
puede gozar por mucho tiempo de crédito en la verdadera ciencia (en el
caso de los rayos N, sólo duró dos años), no ocurre lo mismo en las
«seudociencias», donde el error, renaciendo sin cesar, persiste y prospera,
hasta el punto de que se llega a dudar a veces de que sea posible acabar con
él.
La importancia de las seudociencias es considerable desde el punto de
vista social. Si se pudiese elaborar una lista de los adictos a la
radiestesia, la astrología, la metapsíquica, etc., se encontraría que su
número sobrepasa con mucho el de servidores de la verdadera ciencia.
No hay necesidad de llamadas elocuentes y prometedoras en aquel caso :
¡sus tropas se reclutan voluntariamente !
Una de las más florecientes en Francia, y me temo que en el mundo
entero, es la «radiestesia», de muy antiguo origen, pero que se
desarrolló en especial a partir de 1927, cuando fue bautizada así por
el abate Bouly.
Según los radiestesistas, ciertas personas, que por lo demás
representan una elevada proporción entre los seres humanos (el 70 u
80 por 100 aproximadamente), poseen una particular sensibilidad, una
especie de sexto sentido, que les permite descubrir cosas invisibles :
bolsas de agua o de petróleo, yacimientos metalíferos, cadáveres, etc.
La radiestesia usa un instrumento amplificador varilla o péndulo-
que se pone en movimiento por un reflejo muscular provocado por
la percepción inconsciente del objeto que se busca.
Para explicar este «poder de adivinación», los expertos se dividen
entre dos posibles teorías, la «mental» y la «psíquica» según ésta, el
objeto emite una verdadera irradiación que es percibida por la sensibilidad
del radiestesista, mientras que según aquélla, el don del radiestesista es
un don de «doble visión», análoga a la de la telepatía o la premonición.
Ciertos radiestesistas proclaman su poder de diagnosticar el sexo de
un feto, con sólo pasar un péndulo sobre el abdomen
30
materno. Muchos otros explotan su «don», aplicándolo al diagnóstico
médico, para descubrir una lesión visceral, un estado morboso oculto, la
presencia de parásitos, etc.
Esta radiestesia médica, extraordinariamente extendida, llega a
la pretensión de diagnosticar a distancia, a partir de una gota de
sangre, de orina o de saliva, o de un cabello, incluso de una fotografía,
o solamente con una simple hoja de papel sobre la que el enfermo ha
aplicado las manos.
El objeto, en tal caso, sólo parece que sirve para ayudar a la
concentración mental del que diagnostica.
Se cita el caso de radiestesistas que, frente a un mechón de pelo, han
determinado la tensión arterial de un individuo a millares de
kilómetros de distancia. (Concretamente, el radiestesista estaba en
Francia y el interesado en las islas Mauricio, en el océano Indico.)
Estos procedimientos de «telerradiestesia» son utilizados igualmente
para el descubrimiento de fuentes o de minas : en tal caso se trabaja
sobre mapas, sobre planos de ciudad o regionales.
La radiestesia ofrece múltiples variantes : los defensores del'
«método de Turena» miden, con una regla especial, la «longitud de onda»
del enfermo, que debe ser de ocho metros en un hombre sano y que se
acorta en caso de enfermedad o de deficiencia orgánica.
Otros hay que utilizan una baraja, cuyas cartas, iguales por el reverso,
llevan en el anverso diversos datos médicos. Después de barajar, se
extienden las cartas y, en presencia del enfermo o de su «testigo», se
interroga al péndulo, que designa la carta que hay que levantar: ya
sólo basta con leer en ella el diagnóstico.
La radiestesia permite no solamente identificar el mal, sino
prescribir una determinada terapéutica. Se hace oscilar un péndulo, frente
a una batería de frascos que contengan diferentes medicamentos, y el
mismo péndulo se detendrá junto al remedio idóneo. También se pueden
realizar curaciones a distancia, lanzando «ondas favorables», que
desintegran el microbio o aumentan la longitud de onda del órgano
dañado.
Fuera del terreno de la medicina, las aplicaciones de la radiestesia son
innumerables y suponen una ayuda preciosa para los pescadores,
cazadores, químicos, geólogos, arqueólogos, fisiólogos, astrónomos...
«Para estudiar sobre el mapa la superficie de un planeta, basta con
trazar un círculo de cualquier radio y dibujar en algún punto
31
de la circunferencia el símbolo del astro correspondiente, tal como se
encuentra en los almanaques. Luego, ya no hay más que traba jar con
los testigos corrientes necesarios : agua, rocas diversas, nieve, hielo, etc.»
e. De este modo, se puede explorar hasta el interior de los planetas,
estrellas y cometas, descubrir mundos desconocidos, asegurarse de
que la Luna está hueca, de que Júpiter posee una gran isla en el
centro de un océano casi circular, de que las estrellas ocultan
cavidades llenas de agua pesada, de que la teoría de Wegener (sobre el
movimiento de los continentes) es bastante dudosa, etc.
También el arte militar debe aprovechar las ventajas de la
radiestesia, al igual que la justicia para la búsqueda de gángsters o de
prisioneros evadidos y para la detectación de los sospechosos.
En la vida privada puede ser constantemente empleada (elec ción
de un empleo, de un colaborador, de un cónyuge). Puesto que una
unión perfecta exige la asociación del signo positivo con el negativo,
convendrá, antes de casarse, precisar la polaridad de los dos sujetos,
lo cual puede hacerse incluso a distancia; y la medida de las
longitudes de onda de las glándulas genitales, si se hace de modo
riguroso, permitirá prejuzgar la avenencia sexual (Liliane Jauzin).
***
¿Hace falta decir que todo esto es locura, ultralocura, y que,
cada vez que se ha sometido a estos zahoríes a pruebas precisas
y controladas, han obtenido un tanto por ciento de éxitos que no
pasaba del. que el simple cálculo de probabilidades dejaba prever? 7.
¿Es necesario recordar que los radiestesistas han cometido las
más sabrosas equivocaciones, como la de diagnosticar desarreglos
debidos al embarazo en un bombero y un tumor de próstata en
una monja?
Para toda persona, por muy poco informada que esté, la causa está
bien clara: no existe el problema de la radiestesia y el único problema,
de orden psicológico, es el de comprender cómo puede
6. Vide «Géologie et Radiesthésie», conferencia del teniente coronel Albert
de Bois, Initiation et Science, julio-septiembre 1956.
7. Cuando incluso no llegan siquiera a obtener lo que el azar hubiese
conseguido, aún se consideran triunfantes diciendo que este «desvío
negativo» prueba su poder igual que si fuera un desvío positivo.
32
ocurrir el que gentes, que están lejos de ser tontas o farsantes,
puedan aferrarse a tamaña locura.
«Lo extraordinario es que hay personas que deben ser inteligentes
y que son radiestesistas» (Cuénot, carta personal) R.
Existe sin duda una verdadera legión de charlatanes interesados
(entre radiestesistas, incluso, no todos se toman en serio . mutuamente),
pero, aquí, como en todo, existe una gama completa, que va desde la
ingenuidad perfecta hasta la perfecta impostura: muchos radiestesistas
se persuaden fácilmente de la eficacia de tan rentable método y
encuentran más fácil comprar un péndulo que aprender patología s.
«Todo el mundo de la radiestesia en nueve lecciones», promete el
coronel Le Gall, antiguo alumno de la Escuela Politécnica, ex profesor
de ciencias aplicadas de la Escuela de Artillería de Fontainebleau.
«Para utilizar el péndulo -escribe otro doctor en radiestesia, el
señor Henry de France-, basta con hacer un ligero esfuerzo de
inteligencia y tener un mínimo de habilidad manual para sos tener
debidamente la varilla o el péndulo.»
Siempre ocurre que la ciencia de la radiestesia está, cómo no, en
plena prosperidad. Las consultas de los médicos radiestesistas están
repletas. Hay sindicatos de médicos radiestesistas, sociedades de
investigaciones radiestesistas, universidades de radiestesia, cursos
superiores de radiestesia, cursos de radiestesia por correspondencia,
librerías, boletines, revistas de radiestesia (por no hablar del refuerzo a
la publicidad que suponen algunos artículos de los semanarios de gran
tirada). Hay tiendas especializadas en la venta de material de equipo del
radiestesista: varillas perfeccionadas hechas de ballena con doble
barba, péndulos de Mermet en ebonita negra o de Lesourd en materia
plástica, péndulos con punta de marfil para trabajos sobre cartas o
sobre planchas anatómicas
8. Vide Cuénot: Revue scientifique, 1 enero 1940. A. Lumiére: «La
crestomancia o adivinación por el péndulo». La Revue des Deux Mondes, 1
abril 1948.
9. Recordemos la opinión de Kant sobre el papel que tiene la ignorancia
en la génesis de las supersticiones: «Es difícil aprender y saber todo lo que
sabe el naturalista: por eso, se intenta hacer desaparecer la desigualdad- de
una manera más sencilla, colocando las cosas en una dirección en la que,
tanto de un lado como del otro, es imposible saber o ver algo, y en
consecuencia se tiene libertad para opinar de cualquier modo, sin que el
adversario pueda' superaros.»
33.
 investigase de qué clase de toxina se trataba y éste
"detectó" la de Jenner. Una disolució homeopática de
(500 francos), péndulo bimetálico de Le Gall (éste, con vacuna consiguió la desaparición del círculo negro.»
su cadena y sus bolas, llega a los 880 francos),
péndulos de lujo para investigaciones mineras a 3.500 34
francos, péndulos de diversas piedras -ágata,
calcedonia, venturina- (a 2.000 francos) para res -
ponder a ciertas afinidades especiales, etc. Todos estos
precios no están garantizados, pues están tomados de'
un catálogo de 1950...
En cuanto al público, nada tiene de sorprendente su
inmensa credulidad. No está preparado para hacer críticas
a un método que se da aires de ciencia y utiliza un
vocabulario solemne 1o.
Hay que añadir además que los radiestesistas -ni
más ni menos que los demás «curanderos»- pueden
curar, por cierto efecto sugestivo, ciertos trastornos
psicosomáticos. Y quizá curan tanto más cuanto que el
montaje mágico de sus actuaciones afecta más que otros al
inconsciente del enfermo.
Pero entonces, es posible que se objete, si el
radiestesista puede curar ¿por qué no dejarle actuar?
asta es una cuestión completamente diferente, a
saber cuál debe ser la conducta de la razón ante métodos
perfectamente antirracionales, pero que, por esta misma
causa, tienen una relativa eficacia en virtud de la
influencia que ejercen sobre la parte irracional del ser
humano...
No olvidemos además que los curanderos, aunque
alguna vez «curan», pueden también cometer el delito de
la «mala asistencia», al alejar de un auténtico
tratamiento médico a enfermos graves.

Mientras que es posible afirmar que ningún

investigador consciente toma en serio la radiestesia, no
ocurre lo mismo con la me

10. De un artículo publicado por los Cahiers de l'enfance («Les

Querelles de la vaccination» por M. Lavarenne, profesor de la
Facultad de Letras de Clermont-Ferrand, medalla de plata
dorada de la Academia de Medicina), tomo las siguientes
líneas, que dan cuenta de la «curiosa» observación de una
lectora: «Esta señora tenía en observación a una de sus hijas,
de algunos meses, que aún no había sido vacunada. Notó que
los ojos de la niña presentaban alrededor del iris un círculo
negro. Ahora bien, ella había leído en una obra que tal cerco
supone una i n t o x i c a c i ó n . Pidió a un radiestesista que
 35
tapsíquica. Freud y Carrel creían en la telepatía; Crookes, Oliver Lodge,
Crawford y Richet en la transmisión a distancia, en la
posible materialización de ciertas fuerzas psíquicas, etc.
Incluso hoy, aún hay personas cultas que ven con cierta
benevolencia la obra experimental de Rhine, que pretende
haber demostrado, mediante rigurosos métodos estadísticos,
la percepción extrasensorial y la acción del pensamiento
sobre la materia—.
«Algunos experimentos, como los de Rhine y Tyrrell sobre la
adivinación extrasensorial, algunos erlebnis como los de Gilbert
Murray sobre transmisión del pensamiento y las numerosas
trazas esporádicas de telepatía y de doble visión, sugieren
la hipótesis de que ciertas personas poseen por lo menos
ciertas posibilidades de conocimiento que no se limitan a las
vías ordinarias de percepción de los sentidos» (Julián
Huxley, L'Home, cet étre unique, pág. 47, Neuchátel, 1948).
Personalmente, estoy persuadido de que en todo esto no hay ni
siquiera un asomo de realidad.
Hasta nueva orden, considero a todos los fenómenos psíqui-
cos (desplazamiento de objetos a distancia, elevación del
cuerpo por el fluido humano, materializaciones, etc.) como
torpes supercherías.
En cuanto a los fenómenos mentales (transmisión del pensa-
miento o telepatía, premonición, videncia, etc.), me parecen
atribuibles, según los casos, o a la pura coincidencia o al
fraude, consciente o inconsciente -aunque casi siempre
consciente.
En mi juventud, he experimentado asiduamente con «mé-
diums», dentro y fuera del Instituto metapsíquico. Y, a lo
largo de esta encuesta, discontinua pero bastante nutrida
en conjunto, he comprobado, por una parte, la imposibilidad
de observar el menor fenómeno «supranormal» en
condiciones que yo considerase favorables, y por otro lado,
he encontrado, entre los defensores de la metapsíquica,
una preparación tan poco científica que me parecería
capaz de crear y alimentar toda clase de ilusiones.
El metapsíquico se comporta siempre -o al menos casi
siempre- como si estuviera efectivamente ligado a sus
convicciones, de las que obtiene, al parecer, un beneficio
psíquico, sea porque satisface así una cierta necesidad de
magia que existe en él, sea

11. Vide, sobre la materia, el estudio crítico de un joven estu-

diante de lógica inglés, G. Spencer Brown: Revue metapsychique,
1954.
.porque cree encontrar en tales convicciones un punto de apoyo para
mantener sus esperanzas en el más allá.
En todo caso, da la impresión de estar nimbado por una «ne -
cesidad de creer» que embota casi por completo sus facultades críticas.
Si con un determinado médium no obtenemos más que repe tidos
fracasos, se nos dirá «no querrá usted que tales fenómenos se consigan
con toda facilidad». O bien: «Es su falta de confianza y su
incredulidad lo que impide que se produzcan los fenómenos deseados
: un médium es un mecanismo hipersensible, de alta precisión, que se
puede paralizar por una nimiedad; necesita un ambiente de simpatía y
de confianza para manifestarse; si se quie re obtener algo de él, hay
que empezar por creer en él...»
Si pedimos que el médium trabaje a plena luz, se nos objetará:
«Los fenómenos exigen quizá la obscuridad.» «¿Acaso no se revelan
las fotografías en una cámara obscura?»
Si sugerimos el iluminar de pronto y en .plena sesión la habi -
tación, para poder controlar la posición del médium, la respuesta será:
«¡No se le ocurra hacerlo! Podría morir de sobrecogimiento.»
Si descubrimos un fraude y el médium se ve forzado a reco -
nocerlo, aún hay escape: «El médium es un mitómano, su confe sión
nada significa. Y además, aunque hoy hubiese intentado engañarnos,
esto no desacredita en absoluto los resultados que dio ayer y los que
dará mañana. Todos los inédiums engañan cuando, no disponen de sus
recursos supranormales : imitan entonces, con mayor o menor
habilidad, los fenómenos que de ellos se esperan y que no se sienten
en condiciones de producir.»
Etcétera 12.
¿Olvida usted, se me puede objetar, la adhesión que varios
12. He visto emplear un extraño argumento a un adicto de la
metapsíquica, que relacionaba mi incredulidad con cierta insuficiencia en el
dominio de las «relaciones íntimas», pues, según decía, la transmisión del
pensamiento alcanza, en este terreno, «a la pura sugestión experimental de
gestos adaptados a la finalidad mutua de la unión. Es difícil hacer comprender,
sin escandalizar, que un hombre que no ha conocido esto, pone de manifiesto
por la mera expresión de su crítica una deficiencia sensible que por lo demás
nada tiene de deshonrosa». Hay que hacer notar, además, que el
«metapsíquico» se considera a sí mismo, a menudo, como un hipersensible,
un intuitivo, que está «en connivencia con el misterio», y que no podría
satisfacer con un «torpe cientificismo» al estilo de Homais.
36
grandes científicos han dado a los pretendidos fenómenos meta -
psíquicos?
No les concedo el menor valor persuasivo -sería mi res puesta-,
pues los científicos demuestran a menudo estar despro vistos de todo
espíritu crítico en los terrenos que les son ajenos incapaces de
engañar a nadie y acostumbrados a la naturaleza que jamás engaña, les
cuesta mucho trabajo suponer que haya fraude en el prójimo.
Además, la misma fecundidad de su imaginación les puede inducir
a una excesiva complacencia en lo extraordinario
«La credulidad de Ampare -escribía Arago, y este pasaje se
podría aplicar perfectamente a un Charles Richet- había llegado a ser
en cierto modo proverbial ; pero en él esta credulidad era fruto de
su imaginación y de su genio creador. Al oír contar algún experimento
extraordinario, su primer movimiento era sin duda de sorpresa; pero
pronto su mente penetrante y fecunda descubría posibilidad, allí donde
las inteligencias comunes no veían más que el caos y ya no encontraba
tregua ni se daba descanso hasta que hubiese podido encontrar a la
cuestión de que se tratase una sólida base científica.»
El mismo Arago no creía en los fenómenos de videncia (leer a
través de una pared o cualquier otro cuerpo opaco); pero decía:
«Creería faltar a mi deber de académico si me negase a asistir a las
sesiones en que se prometen tales fenómenos, con tal de que se me
permitiese la suficiente influencia en la dirección de las experiencias
para estar seguro de no convertirme en la víctima de un juego de
manos.»
¡Actitud de loable imparcialidad, pero que corre el peligro de dar
carta blanca a la habilidad de los «prestímanos» ! Henri Poincaré
demostraba ser más prudente cuando se declaraba incapaz de juzgar
por sí mismo una experiencia metapsíquica:
«Se requieren para ello una atención siempre despierta y unos
sentidos agudizados. Como yo no poseo tales sentidos, seré siempre
engañado. Para que las experiencias sirvan para algo, deberán hacerse
en presencia de un ilusionista, mucho mejor preparado que yo para
captar inmediatamente el truco y además en plena luz y con una cámara
cinematográfica» (citado por Marcel Boll).
Si los metapsíquicos se enorgullecen de tener a su lado a gran des
científicos -cuya libertad de opinión y amplitud de miras se encargan
ellos de pregonar a los cuatro vientos- esto no lo hacen sino para
poder hundir la testarudez misoneísta de la ciencia oficial
37
que, en conjunto, se ha negado hasta ahora a aceptar los fenómenos
excepcionales que ellos proclaman auténticos. A los, representantes de esta
ciencia, les reprochan el no querer abrirsee lealmente a los pretendidos
hechos metapsíquicos. Ataque especialmente injustificado, ya que son
muchos --casi demasiados, estoy tentado a decir- los sabios que se han
interesado pasajeramente por la metapsíquica, para no alejarse de ella
sino tras una investigación atenta y leal que, en su opinión, les había
instruido suficientemente sobre el particular.
Como dice muy bien Cuénot, «los no oficiales no se dan cuenta de
hasta qué punto los "oficiales" están al acecho de toda novedad y de con
qué avidez e ímpetu se lanzarían al estudio de fenómenos insospechados,
con tanto mayor alegría cuanto más revolucionarios fueran éstos para la
ciencia tradicional».
Que la ciencia oficial haya cometido grandes errores, que haya
comenzado negando ciertas verdades que hoy todos aceptan, esto
nadie lo niega y cabe pensar que los metapsíquicos nos machacarán los
oídos recordando una y otra las equivocaciones clásicas de los expertos
: la Academia de Ciencias negándose a admitir el hombre fósil o los
aerolitos, la Academia de Medicina combatiendo las ideas de
Pasteur, etc.
Admitamos que la noción de lo digno de crédito es muy relativa y la
incredulidad puede basarse en un exceso de credulidad hacia los saberes
oficiales.
Por eso, se admitirá de buena gana que la negación absoluta de la
metapsíquica -como todo juicio absoluto- lleva en sí cierto riesgo
intelectual.
Por mi parte, ya no dudo en aceptar este riesgo, en la medida en que,
instruido por mi experiencia personal y tras haber pesado bien todas las
posibilidades, creo poder concluir que tal riesgo es prácticamente
despreciable.
***
Si hay alguna esperanza de terminar algún día con la ilusión
metapsíquica, y en general, con todas las ilusiones que alimentan a las
seudociencias, es menos por la oposición directa, que por medio de una
conveniente educación, de una higiene preventiva de las opiniones.
Enseñar a los jóvenes la mentalidad crítica, ponerles en guardia contra las
mentiras habladas y escritas, crear en ellos un terreno espiritual en el que
la credulidad no pueda echar raíces,
38
enseñarles lo que es coincidencia, probabilidad, razonamiento de
justificación, lógica efectiva y resistencia inconsciente a la verdad,
hacerles comprender lo que es un hecho y lo que es una demostración -y
sobre todo ponerles en guardia contra el testimonio humano,
haciéndoles aprender de memoria la historia del «diente de oro» y
haciéndoles reflexionar sobre la de los rayos N...
Recuerdo que, cuando era adolescente, leía con viva curiosidad las
obras metapsíquicas de Albert de Rochas, y en especial s u
«Extériorisation de la sensibilité» (Chacornac, 1909). Se traen a
colación', en este libro, ciertas experiencias en las que un sujeto «sensible»
(veintidós veces de veintidós intentos) distingue los polos de un
electroimán por el diferente colorido de los «efluvios polares» que eran
azules sobre el polo norte y rojos sobre el sur. Ahora bien, a esa edad,
me resultaba absolutamente imposible el pensar que todo esto -tan
escrupulosamente observado en apariencia y tan precisamente descrito,
era completamente falso.
Igualmente, cuando alguna' persona contaba delante de mí alguna
historia « supranormal», no me creía con derecho a negar
sistemáticamente su testimonio.
Autodidacto de la incredulidad, he aprendido =y comprendido poco a
poco que una gran cantidad de libros están exclusivamente formados por
mentiras, que hay bibliotecas enteras de imposturas y que las
personas más inteligentes e instruidas no son, en este aspecto, las que
dicen menos tonterías y propagan menos errores. He aprendido que
nada ocurre nunca como se cuenta y que, por muy leal y desinteresado
que sea, todo testigo añade siempre algo de fábula sin quererlo y sin
saberlo; he aprendido a sospechar siempre de la más ínfima
deformación, involuntaria e invisible, que es suficiente para falsear todo
y para impedir que un «hecho» sea un hecho...
Pero, este saber, este tesoro de escepticismo, es desgraciadamente
imposible de comunicar directamente a otros. Y cuando uno lo lleva
consigo mismo, parece que está atacado por una especie de duda
neurótica, cuando en realidad simplemente se posee el mínimo de
desconfianza necesario.
***
Como tercer ejemplo de ilusión científica, elegiremos la historia del
«mitchurinismo», que nos servirá ahora para ilustrar los daños del
dogmatismo ideológico.
39

Tras los sabios y los zahoríes, he aquí a los fanáticos...
En Francia, este asunto comienza en 1948 con las ruidosas pu-
blicaciones del poeta Aragon, que, desde la revista Europe (1948), se
constituye en heraldo de la nueva biología mitchuriniana, cuyas
conclusiones acababan de ser aprobadas y reconocidas oficialmente en
la URSS por el Comité central del partido comunista, tras una polémica
iniciada por el botánico Lyssenko.
«Jamás -escribe Aragon lleno de devoto entusiasmo- en ningún
país y en ningún momento de la historia humana, habrá_ disfrutado unaa
discusión científica de tamaña publicidad, ni habrá podido ser seguida
como en este caso por millones de hombres y de mujeres... Por primera
vez, el trabajo de un pueblo entero se ha asociado con la investigación
científica.»
De 1948 a 1952, el «mitchurinismo» se desarrolla violenta y
ruidosamente. Se rechazan todas las nociones clásicas de genética; la
biología occidental es llevada al banquillo de los acusados; las leyes
de Mendel, «teoría de monjes», son eliminadas; al igual que la mutación,
que cede su puesto al azar ; se niega la existencia de los genes, la
continuidad de los cromosomas, y por lo tanto, la teoría cromosómica; se
olvida la concepción monoespérmica y burguesa de la fecundación, para
afirmar que cuantos más espermatozoides entren en un huevo, más
vigoroso será el producto resultante; se proclama la transmisión de los
caracteres adquiridos, «la herencia por la savia» que demuestra la
hibridación por injerto; se sostiene que las condiciones del medio
«destruyen» la herencia de los organismos y hacen surgir variaciones
bruscas, en relación con el medio externo; se afirma que, ante nuestros
ojos, las especies 'se transforman unas en otras, que el centeno engendra
al trigo, que las malas hierbas nacen de las buenas, que las células se
forman a partir de cuerpos no celulares e incluso de cristales, etcétera.
Serán necesarias, al llegar aquí, algunas citas, pugs cuesta trabajo creer
que tal delirio científico se haya podido dar en el siglo XX: «Nuestra
biología mitchuriniana ha demostrado y probado ya sin posibilidad
alguna de discusión que algunas especies vegetales son engendradas
por otras especies actualmente existentes. Es decir, que la biología
mitchuriniana ha demostrado que los individuos de las especies
vegetales existentes no son engendrados por individuos iguales a ellos, o
sea de las mismas especies -por ejemplo el centeno por el centeno, la
cebada por la cebada, etcétera-; sino que los individuos de tales
especies pueden también
40
ser engendrados -y lo son en condiciones favorables- por otras
especies. Disponemos hoy de un gran número de datos que de-
muestran que el centeno puede ser engendrado por el trigo e incluso
por diferentes especies de trigo. Estas mismas especies de trigo pueden
engendrar cebada. El centeno puede engendrar a su vez trigo. La avena
puede engendrar ballueca. Todo depende de las condiciones en las que
se desarrollen las raíces de estas plantas» (Lyssenko, 1950, Questions
scienti fiques, Biologie, La Nouvelle Revue critique, 1953).
Como puede verse, no se trata sino de un retroceso hacia un
transformismo arcaico anterior a Ray y Linneo.
Y he aquí ahora un retroceso hacia ideas anteriores a Pastear
Las células -escribe la señora O. Lepechinskaia- se multi -
plican no sólo «por vía de división, sino también por vía de des-
composición de células en granulación minúsculas que se desarrollan de
nuevo para dar nuevas células de propiedades también nuevas».
«He estudiado la savia del áloe -añade la biólogo- y he en -
contrado que los cristales que se habían formado en él, tras añadirle
ácido nucleico, dan nacimiento a verdaderas células» (Questions
scientifiques, 1953).
Por su parte, el bacteriólogo Bochian afirma también el nacimiento
espontáneo de virus y de bacterias.
En apoyo de sus tesis, los mitchurinianos realizaban experimentos
de una puerilidad desconcertante, que nos hacían retroceder dos o tres
siglos. En los informes dirigidos a su Academia, se hablaba de
conejos que habiendo sido picados por ácaros, transmitían a su
descendencia las lesiones producidas por la picadura o de pollos que
habían cambiado de raza por haberse introducido en el huevo una «clara»
de otra raza; se anunciaba también la creación de «vacas gigantes con
ubres monstruosas», el éxito de hibridaciones fantásticas, la génesis de
pollos nacidos de varios gallos, etc.
Acompañaban al delirio mitchuriniano las más violentas acusaciones
contra sus adversarios, calificados de idealistas, de metafísicos, de
burgueses y -de manera más injuriosa- de obscurantistas,
degradados, falsificadores y asesinos de la ciencia, representantes de una
biología mendaz, absurda, escolástica e impotente...
¡£poca deplorable, en la que la ciencia, rebajada y embrutecida por la
«politización», servía de pretexto a una fea polémica
41

cuyo tono de jactancia y cuyas expresiones apasionadas no
se habían dado nunca, hasta entonces, en las discusiones
intelectuales !
No es nuestra intención en este momento el buscar las
causas originarias del error mitchuriniano: prejuicios
ideológicos, influen cia personal de Stalin, torpeza
técnica de algunos investigadores,
falsificación de los resultados por temor a salirse de la
recta línea marxista, etc. 13
.
Pero lo importante, para la historia de los grandes
errores, es el ver cómo a partir del momento en el que el
mitchurinismo fue reconocido en la URSS como verdad de
Estado, todos los comunistas, o al menos casi todos, en
todos los países del mundo, .
adoptaron como artículos de fe 14, las enormidades
científicas que acabo de exponer.
En Francia, algunos de los biólogos ligados con el
Partido han guardado silencio, pero la mayoría formó
parte de las legiones de ingenuos que creían
sinceramente en el mitchurinismo y de las de militantes
que, para apoyar el dogma oficial, se esforza ban en
sostener lo que no pensaban.
Quizá su «deber» táctico era el aceptar este
engaño, posponiendo el respeto a la verdad científica a
la obediencia intelectual.
13. Vide Darlington (Le Mystére de la vie, 1957, pág. 285). «El
falsificar los resultados de las experiencias parece una
costumbre fácil de adoptar para cualquiera que tenga una
cierta aptitud para este género de trabajo y demuestra
demasiada confianza en sí mismo. Las experiencias de
Krammerer no han sido falsificadas probablemente por él
mismo. Las de Mitchurin y Lyssenko... no han sido falsificadas
en absoluto en sus comienzos.
Al principio, sus errores se debieron en gran parte a
accidentes prácticos o a falta de interpretación. Tales
accidentes se hacen cada vez más fáciles, en especial por la
ignorancia de los que experimentaban. A tal ignorancia hay
que añadir el deseo irresistible de llegar a una conclusión que
de antemano se considera la única acertada y moralmente
justa y, por ello, la única que todo hombre honrado debe
adoptar. La ignorancia del maestro produce inevitablemente
la falsificación en el discípulo. Durante los diez últimos años la
impostura y la ignorancia han marchado de consuno por
doquier para presentar a la opinión pública los resultados de
Mitchurin y de Lyssenko. Hoy la impostura ha llegado a ser un
monopolio del Estado.»
14. Cfr. el Concilio Vaticano: «Se prohibe a los cristianos el
defender como legítimas conclusiones las opiniones que saben
que son contrarias a la fe. Deben considerarlas como errores
que no tienen
de verdad más que una apariencia falaz.»
42
Pero no voy a abordar aquí este delicado punto de la moral
del partido.
En cuanto a los ignorantes, a los que su adhesión en
nada podía molestar, la daban con ingenuo fervor; si no
comprendían nada del asunto y si no sospechaban
siquiera.el modo en que se planteaban los problemas,
¿qué otra cosa podían hacer sino seguir ciegamente las
eminencias de su Iglesia?
Por otro lado, las afirmaciones del mitchurinismo eran
seductoras por su propia audacia, que contrastaba con la
prudencia de la biología ortodoxa. Era, pues, natural que se
creyese ver en tal audacia la impronta del pensamiento
revolucionario. ¡Cuán tentador era, en tal caso, el pensar
que la «ciencia burguesa» no aceptaba las grandes
revelaciones de la «ciencia proletaria», porque era
demasiado timorata y estaba asfixiada por los prejuicios de
clase !
Gracias a ello, los más ignorantes tenían, en aquella
época, ideas bien claras sobre la transmisión de los
conocimientos, el mecanismo de la herencia biológica, los
procedimientos de la evolución orgánica, el origen de las
células... Quien no pensase como ellos era un simple
esbirro del capitalismo, un enemigo de la clase obrera.
Quien no fuese mitchurinista y no creyese en los tomates de
Lyssenko o en las granulaciones de Lepechinskaia
traicionaba la causa del pueblo, se denunciaba a sí mismo
como un cómplice de la iniquidad social y cometía una
«agresión política»...
Diputados, periodistas y hombres de laboratorio
confraternizaban en la expresión pública del entusiasmo
mitchuriniano.
Georges Cogniot, en L'Humanité 15, lanzaba palabras
definitivas:
«Es una verdadera época nueva de la biología -la
primera época de la biología nueva-, que transforma
audazmente la naturaleza viva... No es necesario, estaréis
de acuerdo conmigo, ser un hombre de ciencia para
comprobar que dos tendencias diametralmente opuestas
han aparecido en la biología, la tendencia avanzada y
materialista que busca su origen en el naturalista soviético
Mitchurin y la tendencia idealista y mística, fundada por
los biólogos reaccionarios como Weismann, Mendel,
Morgan. La teoría
de las mutuaciones, enemiga del pensamiento racional, ha
reci
bido un golpe decisivo...»
Y no es pura casualidad el que esta brillante victoria
sobre la

15. La biologie soviétique nous f ournit á tous des armes pour la lutte.

43
 naturaleza haya sido conseguida por el racionalismo precisamente «en
el país de quienes transforman prácticamente el mundo. Los
trabajadores avanzados de todo el mundo se alegran de esta con -
firmación supletoria, dialéctica y materialista, que no es sino la suya
propia. Se alegran de esta nueva derrota de las ideas reaccio narias,
siempre hostiles a su liberación... El tesoro de la ideología marxista
dispone de un arma más para luchar contra el capitalismo por la
conciencia de los hombres...»
Molotov saluda el triunfo de una «verdadera ciencia, basa da en los
principios materialistas, contra las supervivencias reac cionarias e
idealistas en el campo del trabajo científico» (Dis curso en la sesión
solemne del Soviet de Moscú, 6 de noviembre de 1948).
«¿Cuáles deben ser las conclusiones? --exclama WaldeckRochet-.
Sencillamente, que la metafísica y el idealismo filosófico son una
traba para el desarrollo de la. ciencia, mientras que el materialismo
dialéctico es un instrumento poderoso para hacerla avanzar.»
Y Robert Boudry, en Europe (junio de 1952), añadirá:
«Se ve claramente la diferencia de los objetivos perseguidos que
van sin duda más allá del marco de una disputa científica. Se trata
en realidad de dos concepciones filosóficas y sociales opuestas.»
Y Robert Cohen
«La victoria del mitchurinismo ha replanteado las bases de la
biología... Rusia entera está tras Lyssenko...»
Y, no menos segura de tener la verdad en su mano, añade
Jeanne Levy, catedrático de la Facultad de Medicina de París «Sus
tesis (las de los mitchurinistas) brotan de los propios
principios del materialismo dialéctico en el que vemos la guía
más eficaz para el pensamiento científico.»
***
De todo esto, que dio ocasión a tal orgía doctrinal, ¿qué queda
actualmente?
Exacta y absolutamente nada.
El mitchurinismo y el lyssenkismo se han venido abajo lasti -
mosamente y sus dos héroes, Lyssenko y Olga Lepechinskaia, son hoy
despreciados y negados como si se hubiese tratado de vulgares
dictadores.
44
En uno de los últimos números de La Pensée, leemos estas sig-
nificativas frases, debidas a la pluma de Marcel Prenant:
«La desaparición de Stalin y luego el XX Congreso del par tido
comunista de la URSS, han dado lugar a una nueva dirección durante
los últimos años. Se ha renunciado a la oposición categórica y formal
entre ciencia burguesa y ciencia proletaria, para no conservar más que las
indiscutibles diferencias de tendencia que dos regímenes económicos
diferentes imponen a las orientaciones científicas. Paralelamente, se h.n
borrado y casi olvidado por completo, personalidades como las de T. D.
Lyssenko y Olga Lepechinskaia, alrededor de quienes se había edificado
durante años toda una mitología»-. '
En el mismo artículo, Prenant admite las graves y frecuentes
faltas que «contra el método científico fue:3n cometidas por los
lyssenkistas» ; reconoce que «la endeblez teórica de la biología
lyssenkista produjo su fracaso en la práctica», que «nadie habla hoy
ya del trigo ramoso», que «las vacas gigantes de Kostroma no han
creado una nueva especie», que «su creador Chaumian ha sido
destituido hace ya tiempo por haber redactado sobre ellas al gunos
informes muy alejados de la realidad» y que, finalmente, «la
decisión tomada en el XX Congreso, de desarrollar el cultivo
de los maíces híbridos americanos, producto de las teorías de Men
del sobre la heterosis, es una desautorización oficial de Lyssenko
y de sus métodos».
Y, muy lealmente,, concluye el biólogo marxista que una cien
cia es rápidamente superada, «si reemplaza el estudio serio y con
cienzudo de los hechos, con aproximaciones sumarias y fórmulas
hueras, sin substrato experimental válido».
La misma opinión se encuentra aproximadamente en el estu
dio de Massimo Aloisi (La Situation dans les sciences biologi
ques), que ataca los resultados de Olga Lepechinskaia, para repro
charle -al igual que a Lyssenko- el haber cedido al error
vitalista (!) y precisar que su posición es «completamente ab
surda»; en cuanto a los trabajos de Bochian, sobre el origen es
pontáneo de las bacterias y de los virus, considera que ni siquiera
merecen el honor de una larga crítica.
Hoy, Roger Garaudy es casi el único que aún defiende el
mitchurinismo17.
16. Les problémes biologiques, une _mise au point.
17. La lutte idéologique chez les intellectuels, 1955.
45

«La pretendida desaparición del mitchurinismo en la Unión Soviética no
es más que una falsificación imaginada con fines políticos. La publicación
el año pasado de un manual de materialismo dialéctico en la URSS,
contradice por completo la afirmación de que el mitchurinismo haya
pasado a segundo plano. Si se hojea este manual se puede comprobar que
todas las leyes de la dialéctica y todos los principios materialistas son
ilustrados con ejemplos tomados de los trabajos realizados por los
mitchurinianos... En la página 116, las teorías de Mendel, Weismann y
Morgan se citan como ejemplos de teorías metafísicas que, bajo la mendaz
etiqueta del neodarwinismo, llegan a negar la evolución y las teorías
de la preformación ... » 18.
En todo caso, no se puede negar que las grandes afirmaciones de la
ciencia mitchuriniana -las que motivan los titulares «sen -
sacionalistas» de los diarios y semanarios comunistas : creación de la vida,
creación de especies nuevas, hundimiento del sistema genético de Mendel
y Morgan- están hoy retiradas de la circula ción. En rigor, todo lo
que aún podría considerarse que queda, y aun esto adoptando una
actitud muy generosa, son ciertos datos dudosos, de interpretación
discutible, provisionalmente ajenos a la genética clásica, pero que, una
vez mejor comprendidos, acabarían integrándose en ella y en todo caso
no podrían justificar en absoluto las exaltaciones declamatorias de los
mitchurinistas y de sus defensores.
¿Será necesario apuntar que las últimas experiencias de Benoit y de sus
colaboradores (sobre las modificaciones de los patos bajo la influencia del
DNA) no aportan confirmación alguna a las tesis mitchurinistas?
Quienes, con tal motivo, han escrito que la herencia de los caracteres
adquiridos había sido demostrada ahora y que ya se podía tocar a muerto con
respecto a las teorías de Morgan, demuestran simplemente que no han
entendido nada de las citadas experiencias.
***
Si hemos creído útil el recordar esta triste aventura, si hemos insistido
con detenimiento sobre la grandeza y decadencia del
18. En este mismo artículo, Garaudy habla de «observaciones empíricas
de Mendel realizadas en judías» (sic) y de las conclusiones «muy concretas y
modestas» del mendelismo.
46
mitchurinismo, no ha sido sin duda por el placer de tener fácil mente razón 19 al prever
la decadencia desde la fase de grandeza, ni ciertamente tampoco para
atacar -bajo un pretexto científico una concepción que consideramos
eminentemente respetable y a la que no tendríamos inconveniente en
unirnos con tal de que no se hiciera solidaria del más absurdo y retrógrado
de los dogmatismos intelectuales : si hemos obrado así ha sido
simplemente porque creemos que importa mucho el obtener alguna
enseñanza de esta historia.
Sería, en efecto, inadmisible que se corriese un púdico velo sobre todo
esto y el día de mañana alguien nos dijese despreocupadamente : todo el
mundo puede equivocarse en el campo de la ciencia, el mitchurinismo fue
un error como otro cualquiera y no es sino uno de los muchos que se
encuentran en la historia de la biología...
No, el mitchurinismo no fue un error como otro cualquiera.
Fue un delirio a base de intoxicación doctrinal e ideológica.
Hemos visto el alcance y la significación teológica que los co
munistas de ayer daban a esta doctrina. Podemos imaginar qué
uso hubieran hecho de su victoria y deducir el que nos corres
ponde a nosotros hacer de su fracaso.
No olvidemos tan pronto las indecorosas mentiras científicas,
históricas y filosóficas que, a lo largo de ese debate, fueron profe
ridas por el sectarismo marxista.
Desde luego, no imitaremos, en sentido contrario, a los «mit
churinistas». Nos guardaremos bien de decir que la ciencia bur
guesa triunfa sobre la ciencia proletaria, que la tendencia idea
lista es la única fecunda en biología o que la filosofía reaccionaria
y metafísica ha derrotado al materialismo.
Sencilla pero firmemente, nuestra conclusión -a la que tene
mos pleno derecho e incluso estamos obligados- será la de que
cualquier ideología es mala consejera para el investigador, que la
pretendida «brújula» del marxismo es defectuosa o, al menos, de
masiado delicada para ser manejada y consultada en el terreno
de la ciencia, que Claude Bernard sigue teniendo razón y que la
dictadura de una doctrina, sea cual sea, dificulta siempre el des
arrollo de la verdad.
19. Vide Jean Rostand: Les Grands Courants de la Biologie y L'Atomisme
en Biologie, Gallimard.
47
 II

BIOLOGIA Y DERECHO
 Pudiera ser tentador para el profano el desconocer esa verdad,
siempre presente en la mente de los juristas, de que el Derecho se
funda, ante todo y de modo esencial, en la historia natural del
hombre..
«Son los datos físicos, biológicos, psicológicos, los que sirven de
base inicialmente a las concepciones jurídicas» escribe el pro fesor R.
Savatier. Y, en efecto, el Derecho se ha construido por y para una
determinada especie viviente, dotada de características bien definidas,
con un ciclo vital propio, por y para una determi nada especie en la
que la reproducción es sexuada, en la que los dos sexos están
separados, en la que la proporción sexual está cercana a la unidad, en
la que la fecundación es interna', la ge neración se realiza según el
modelo vivíparo, el plazo de gestación es de unos nueve meses, el
fruto nace en estado de incapacidad, el sexo es reconocible desde el
nacimiento y, en general, no sufre variaciones a lo largo de la vida
individual, en la que la madurez genital no se adquiere sino al cabo
de cierto número de años, en la que los mecanismos hormonales crean
sensibles diferencias entre el macho y la hembra, etc.
Es evidente que si el hombre fuera hermafrodita como el ca racol,
si cambiase de sexo como el molusco Crepidula, si naciese adulto como
el cobaya, o si su cabeza volviese a crecer como la

1. «En un planeta en el que los hombres se multiplicasen como los peces,

en el que la fuerza de los hombres fuera posterior a la de las mujeres...»
(Diderot, Le Réve de d'Alembert).

51
del gusano de tierra o la de la planaria, las leyes que se ha im -
puesto a sí mismo serían diferentes 2.
Sin abandonar el mundo real, podemos ver, en algunas tribus
salvajes, que la ignorancia de los hechos biológicos elementales
coincide con especiales formas jurídicas. Por ejemplo, entre los
indígenas de la Malasia, que ignoran la relación causal entre la
cópula y el parto, la organización familiar es forzosamente ma -
triarcal. Esta organización puede además persistir tras la desapa rición
de aquella ignorancia, como se puede comprobar en algunas tribus
africanas, en donde el matriarcado sigue en vigor aunque no ignoran
en absoluto la intervención del padre en la producción del hijo.
«En cualquier época -escribe M. Julliot de la Morandiére-, las
concepciones biológicas han influido en el Derecho de familia. He aquí
un ejemplo que tomo de los recientes estudios sobre Derecho
canónico realizados por M. Robert Chabanne. Este autor demuestra
que si en la Edad Media la mayoría de los canonistas han afirmado la
necesidad de la supremacía marital, no era tanto porque se basase en
textos sagrados, que en conjunto son más bien favorables a la
igualdad de sexos, sino por otras razones. Una, la de que estaban
imbuidos de viejas tradiciones de origen germánico y otra, la de que
estas tradiciones encontraban fundamento en las concepciones
científicas de la época. Para los pensadores medievales, la mujer no
es, en esencia, diferente del animal, el principio activo de la
generación se encuentra en el hombre y en su semen y por tanto el
papel de la mujer es tan sólo el de recibir y hacer crecer este
depósito; la mujer es así ante todo un instrumentum. La evolución
del papel jurídico de la mujer en nuestro Derecho moderno y la
independencia cada vez mayor que se le concede, encuentran sin
duda su fundamento en el progreso de las ciencias biológicas que han
suprimido los errores de la Edad Media» 3.
Para precisar algunos puntos de Derecho, se han visto obligados
los juristas, en más de una ocasión, a recurrir a los biólogos
2. Por ejemplo, entre los «Erófagos» -nacidos de la imagina ción
de André Maurois (Nouveaux Discours du docteur O'Grady)está
prohibido bañarse con los hombros desnudos, porque estos seres tienen sobre
el brazo derecho una glándula que segrega un licor con propiedades
afrodisíacas.
3. Para los antiguos griegos, el asesinato de la madre era menos grave
que el del esposo, a causa de la supremacía biológica del varón (vide Las
Euménides de Esquilo).
52
y médicos : así, los redactores del Código de Napoleón se remi tieron
a Fourcroy (célebre químico de la época del Consulado) para fijar los
plazos extremos del embarazo 4.
Pero como el Derecho está elaborado para el hombre de es -
tructura normal, a veces se ha visto perplejo ante ciertas anomalías o
monstruosidades que se producen espontáneamente en la especie
humana.
Hablando de tales anomalías, Isidore Geoffroy Saint-Hilaire ha
insistido sobre las relaciones entre el Derecho y la fisiología se dan,
nos dice, muchos problemas que, llevados ante los tribu nales, serían
insolubles si no interviniese un médico bien informado, y esto ocurre,
sobre todo, en lo que se refiere a la determinación del sexo
«Las leyes de todas las naciones admiten la existencia de dos
grandes grupos de individuos entre los miembros de las socieda des
que rigen, división basada en la diferencia de sexos. A uno de estos
grupos se le imponen deberes de los que el otro está exento, pero
también se le conceden derechos de los que se priva al otro. Desde el
momento en que se conoce o se cree conocer el sexo de un recién
nacido, su porvenir queda ya de antemano regulado en los principales
momentos de su vida; se le clasifica en uno u otro de estos dos
grandes grupos al que corresponden funciones no ya diferentes sino
casi opuestas tanto en la familia como en la sociedad. En este aspecto,
no existen términos medios. Nuestras leyes no admiten su existencia, ni
prevén su posibilidad.»
Ahora bien, para el fisiólogo esto es un error o al menos una
simplificación abusiva, pues muchos individuos presentan a la vez
caracteres masculinos y femeninos y, en contra de las opiniones
antiguas, algunos de estos hermafroditas no pueden ser clasificados,
incluso ni por aproximación, en ninguna de las dos categorías
sexuales, sea porque presentan un sistema sexual de tipo indife -
renciado (hermafroditismo neutro), sea porque tal sistema presenta una
mezcla inarmónica de partes masculinas y femeninas por partes iguales
(hermafroditismo mixto) 5.
4. Este autor los fijó entre 186 y 286 días (Vide: Précis présenté au
Conseil d'État sobre la época del nacimiento humano y los nacimientos
prematuros y tardíos: Locre, Législation civile, t. VI, página 50; Fenet, t. X,
pág. 13). El Código francés los fija ahora entre los 180 y 300 días.
5. Antes de que se aclarase la cuestión del hermafroditismo, ha
53
 54
La cuestión del sexo es hoy aún más compleja de lo
que pudiera sospechar Isidore Geoffroy Saint-Hilaire, ya
que, para el biólogo de 1958, existen, por así decir,
tres «niveles de sexo» el sexo de los cromosomas o
genético, el sexo gonádico (sexo de las glándulas
genitales) y el sexo somático (caracteres sexuales del
cuerpo o soma), y los tres son, en cierta medida,
independientes entre sí.
Por ejemplo, un individuo concebido como hembra
puede adquirir gónadas masculinas a consecuencia de una
inversión precoz de la sexualidad (contradicción entre el
sexo genético y el gonádico) ; y también un individuo con
gónadas femeninas puede presentar caracteres somáticos
masculinos a consecuencia del desarrollo de un tumor
suprarrenal (contradicción entre el sexo gonádico y el sexo
somático).
Para mayor perplejidad del jurista, existen además
monstruos dobles, que provienen del desdoblamiento
imperfecto de un embrión originariamente único.
¿Qué es un ser así ante los ojos de la ley? ¿Se le
debe considerar como uno o como dos? ¿Se le inscribirá
en el registro civil con un nombre o con dos diferentes?
¿Cómo se casará? II. ¿Heredará como uno o como dos?
¿Cómo se aplicarán las sanciones legislativas si sólo uno
de ellos incurre en ellas?
Sobre estos problemas -escribía Isidore Geoffroy
Saint-Hilaire- y sobre otros muchos que se podrían
añadir a continuación, los abogados encontrarán quizá
materias para interminables discusiones; pero para quien
posea los datos científicos para su solución, el problema
más importante de todos es muy sencillo, hasta tal
punto, que en todos los países en donde han existido
monstruos dobles, el sentido común ha encontrado
generalmente soluciones iguales. Todo monstruo doble
con dos cabezas, tenga o no los cuerpos separados, debe
ser considerado como d o s ; todo monstruo doble con una
sola cabeza, tenga o no dos cuerpos, se considerará como un
único individuo... La determinación del estado civil de

habido personas de sexo indeciso que han sido sometidas a

suplicio, por haber profanado el sacramento del
matrimonio, al casarse.
6. Si un monstruo doble (un solo cuerpo con dos cabezas)
tiene un hijo y «cada fracción del monstruo reclama la
paternidad de éste, el médico jurisconsulto se encontrará
ante un problema absolutamente insoluble» (Dr. Martin,
Histoire des Monstres depuis l'antiquité jusqu'á nos jours. Reinwald,
1880).
 8. Vide: La duplicité monstrueuse par inclusión, por el doctor
Lachése, París, 1832.
un monstruo doble queda así libre de graves dificultades... Las 9. Postura que adopta también el Código Civil Español (Nota
cuestiones relativas a la capacidad para suceder, para testar del traductor).
y paró, la mayoría de los derechos civiles, quedan así
resueltas por la misma solución del problema capita 17 . 55
Si hubiese sujetos viables entre los monstruos rice f alíanos
(con cabeza única pero compuesta) -admite Isidore
Geoffroy SaintHilaire-, podrían surgir graves
dificultades, de las que nos vemos libres, pues estos
monstruos nacen muertos o a lo sumo viven una o dos
horas.
Tratándose de ciertas formas de monstruosidad
doble, la ignorancia del procedimiento de su génesis, pudo
provocar antiguamente graves acusaciones: en efecto,
ocurre a veces que un sujeto adulto lleva dentro de sí un
feto que no es en absoluto su hijo, sino su hermano
gemelo (inclusión fetal). Si el caso se produce en una mujer
soltera o en una casada alejada de su marido, pue den
surgir «acusaciones que el médico, si no ha podido
prevenir, debe al menos saber apreciar y valorar» s.
El simple caso de los gemelos -anomalía
relativamente frecuente de la reproducción- ha sido
objeto de debates jurídicos en lo que se refiere a la
fijación legal de la cualidad del primogénito. La antigua
jurisprudencia concedía la primogenitura a aquel de los
gemelos que venía al mundo en segundo lugar, sos -
teniendo que debía haber sido concebido y formado en
primer lugar y por ello había ocupado el fondo de la
cavidad uterina;
pero el Código Civil francés actual considera primogénito al
que
nace en primer lugar 9.
Recordemos finalmente que en los siglos XVI e incluso
XVII
algunas mujeres fueron cruelmente castigadas por
haber dado a
luz fetos monstruosos, ya que, como se ignoraban las
posibilidades

7. Según el erudito Sauval (Histoire des Antiquités de Paris, tomo

II, pág. 564), un monstruo doble que había matado a un hom-
bre con un cuchillo, fue condenado a muerte, pero no
ejecutado, a causa de la inocencia de uno de los sujetos que
integraban este ser. Esto ocurrió en el siglo XVII. El doctor
Martin considera que la justicia obró con exagerada
indulgencia: «No había ninguna necesidad de que la justicia
indultase al monstruo, pues si éste reincidiese, sólo aquélla
sería la responsable» (Ibíd., pág. 187).

biológicas de la hibridación, se les acusaba de haber mantenido relaciones
sexuales con animales...
En nuestros días, el conocimiento biológico de la especie humana
parece suficientemente avanzado para que el Derecho deba ya temer la
comisión de grandes equivocaciones por ignorancia de la biología.
De todas maneras, no está totalmente excluida la posibilidad de que
algún fenómeno excepcional y extraordinariamente improbable pueda dar
lugar a interpretaciones erróneas con consecuencias jurídicas.
Si, como apunta Mrs. Haldane, la partenogénesis (generación sin
padre) puede darse espontáneamente en la mujer, una vez entre 100.000
ó 1.000.000 de nacimientos (como ocurre con la pava), es fácil
imaginar casos en que este embarazo virginal po dría provocar una
equivocada acusación.
Dejando aparte estos casos, es indudable que el progreso de la biología
no deja de repercutir en el terreno jurídico.
«Puesto que son los hechos físicos, biológicos y psicológicos los
que sirven de base a las construcciones jurídicas, no es posible que las
construcciones de los juristas modernos sean indiferentes a los asombrosos
progresos realizados en el conocimientos de tales hechos» (Savatier).
Esta influencia de la biología sobre el Derecho es múltiple y debe ser
estudiada desde diversos puntos de vista.
Por un lado, la biología aporta nuevos datos que facilitarán a los
juristas nuevos elementos de información, por ejemplo en cuestiones de
filiación natural.
Por otro lado, en la medida en que, con sus nuevas técnicas, esta ciencia
modifica el comportamiento humano y en la medida en que, al cambiar el
estatuto normal de la especie, tiende a reemplazar al hombre natural por un
hombre artificial, es decir, un Homo biologicas, dotado de poderes que el
Derecho no podría prever, la biología obliga a éste a evolucionar, sea
aboliendo o modificando ciertas disposiciones, sea creando otras nuevas,
destinadas a regular y controlar el ejercicio de estos nuevos poderes.
En primer lugar, examinaremos el modo en que la biología puede
iluminar la verdad jurídica al precisar las relaciones de filia ción paterna,
sea en el caso de un hombre que desea probar que
56
él no es el padre del hijo que se le atribuye, o sea el caso del hombre que quiere
reconocer un hijo natural.
Uno de los postulados del Código Civil francés en materia de
filiación es que «la paternidad no puede ser conocida más que por la
investigación de las relaciones físicas que la madre haya mantenido
con el padre en la época de la concepción, que viene a su vez
determinada por la fecha del nacimiento».
Ahora bien, este postulado ha cesado sin duda de ser científicamente
válido a partir de las investigaciones realizadas sobre la herencia de los
caracteres sanguíneos.
El examen de los grupos sanguíneos (grupo clásicos, O, A,
B, AB, sistema rhesus, aglutinógenos M y N, etc.) permite en efecto, que
aparezca una incompatibilidad genética
entre la sangre del hijo y la del pretendido padre.
En una palabra, si bien no es posible -al menos por ahora
d
hijo demostrar por el análisis serológico que un niño determinado
es e un hombre determinado, sí se puede por el contrario, a veces,
demostrar que un niño no puede ser el hijo de un determinado
hombre.
Demos algunos sencillos ejemplos de incompatibilidades ge-
néticas.
Un niño del grupo A o B no puede tener dos progenitores del
grupo O: así pues, si la madre es del grupo O, el padre no puede
pertenecer a este grupo. Un niño del grupo MN no puede tener dos
progenitores del grupo N : así pues, si la madre es del grupo N, el padre
no puede ser del grupo N. Un niño rhesus posi tivo no puede tener dos
progenitores rhesus negativo : así pues, si la madre es rhesus negativo, el
padre no puede ser rhesus negativo... lo
Prácticamente, una «investigación de la paternidad» requiere el
análisis de sangre de tres interesados: el padre (?), la madre y el hijo. Su
objetivo es poner en evidencia, en el hijo, un «gene»
que esté ausente en uno y otro progenitores.
El rigor científico de la prueba da suficientes garantías, siem
pre que se hayan encargado de los análisis serologistas competen
tes. Queda siempre, naturalmente, la posibilidad teórica de que
una mutación de genes, sobrevenida en las células germinales de
10. En lo que se refiere al sistema rhesus, no se trata más que de una
aproximación, pero no se puede entrar aquí en detalles dema
siado complejos.
57
los padres, eche por tierra las previsiones genéticas ; pero esto es muy
improbable y tal improbabilidad se convierte casi en imposibilidad
cuando ha sido posible recoger varios argumentos genéticos que
abonan la exclusión de la paternidad 11
Según Andrée Tétry 12, desde el descubrimiento del sistema rhesus,
un hombre falsamente acusado de paternidad puede tener un 50 por 100
de probabilidades de demostrar su inocencia, mientras que con
anterioridad sólo llegaba al treinta y cinco ; el conocimiento de los
caracteres hereditarios sanguíneos progresa cada día y se puede prever que
los casos de exclusión de la paternidad serán cada vez más numerosos.
Hoy en día, la prueba pericial de la sangre es ya admitida ante los
tribunales. Así se aplicó desde 1924 en diferentes países de Europa, aunque
los juristas franceses la rechazaron al principio, . como «contraria al sistema
general de la ley francesa», según la cual la paternidad y la no paternidad no
son susceptibles de prueba directa (tribunal del Sena, sentencia de 12 de
noviembre de 1935) ; pero luego ha sido admitida sin reservas por los
tribunales de Niza (17 noviembre 1937), Marsella ( 1 9 3 8 ) , Aix (1939,
con reserva de consentimiento por los interesados), Lille ( 1 9 4 7 ) ,
Montpellier ( 19 48 ) , Pau ( 1 9 4 9 ) , etc.
Además, la ley de 15 de julio de 1955 introdujo en el texto del artículo
340 una disposición indicando que la acción de reconocimiento no será
admisible cuando el supuesto padre establezca por examen de sangres
que no puede ser el padre del niño.
De modo general, los juristas ven en la «prueba sanguínea» un
complemento de las otras pruebas más que la prueba principal. En caso de
denegación de la paternidad, en especial, el examen de las sangres no se
efectuará sino después de que el marido haya facilitado otra prueba
previa del hecho -por ejemplo encubrimiento del nacimiento.
«Permitir a todo marido el impugnar su paternidad, por el control
de la comparación de sangres -escribe con gran prudencia Savatier-
¿estaría de acuerdo con esa confianza voluntaria que es indispensable
en el matrimonio?... Por lo tanto, es sólo en los casos contados en los
que la ley autoriza la denegación de la pa
11. En la valoración de la prueba genética, se podrá quizás tener en
cuenta el crecimiento del porcentaje de mutaciones, cuando se ha
utilizado energía intraatómica.
12. Le Systéme sanguin Rhesus. Albin Michel, 1950.
58
ternidad, cuando. el examen de sangres es y debe ser una posible prueba
complemntaria.» La ley debe servir al orden social, no perturbarlo y
«vale más el asignar excepcionalmente a un matrimonio un niño intruso
que el destruir sistemáticamente los propios muros del edificio conyugal»
13. Cuestión delicadísima es la de la obtención de la sangre, que no se
puede imponer por la fuerza, pues constituiría un, atentado a la persona
humana.
La dificultad es especialmente considerable en el caso de denegación
de la paternidad, en el que el marido (demandante) querría obligar a la
madre (demandada) a aceptar un análisis de sangre que permita
utilizar tal prueba. Pero, incluso en el caso en que el análisis debiera
ser realizado sobre el demandante (caso de demanda de reconocimiento
de un hijo natural), sería jurídicamente inaceptable que se le obligase a
ello.
Sin duda Nerson considera intolerable que un demandante se niegue
a aceptar la molestia causada por el pinchazo de la aguja («El demandante
que se niegue a que se saque una muestra de su sangre para el análisis
abusa de su derecho a la integridad física»). Sin embargo, lo único que el
tribunal puede hacer es proponer el examen y en caso de negativa, sacar
las consecuencias desfavorables al demandante recalcitrante, que tendrá
de ese modo que elegir el inofensivo pinchazo y la presunción de una
autoconfesión en contra a su demanda.
La sociedad, señala Savatier, no puede nunca tener autoridad sobre el
cuerpo humano. Aún menos podrá el Derecho civil disponer de él para un
interés privado, que es el que domina en la investigación de la paternidad.
«Ciertamente, si este examen es inofensivo, como el de un simple
análisis de sangre, la negativa de sufrirlo puede indicar al tribunal la
falta de sinceridad por parte del autor de tal negativa; es cuenta suya
correr el riesgo de tal sospecha. Pero la inviolabilidad del cuerpo
humano debe ser principalmente inconmovible en Derecho civil.»
De todos modos, todas las demandas de prueba pericial de análisis de
sangre deben emanar de los tribunales y en opinión de Roger Merle
14
, es una práctica desagradable la de la búsqueda clandestina de las
pruebas científicas de la paternidad. Con ella se corre el peligro de
desencadenar, «por la revelación eventual
13. Ya Bonaparte decía que el Estado no tiene el menor interés en que se
ponga en tela de juicio la filiación de los hijos naturales. 14. Recueil Dalloz,
1952 (20 noviembre).
59

de la no-paternidad del demandante, los más graves trastornos en el ámbito
social y familiar; relaciones conyugales rotas, violencias del marido sobre
la persona de su mujer, ruptura de los vínculos sentimentales entre padre
e hijo que sin embargo quedarán quizá unidos jurídicamente el uno al
otro, exclusión del hijo del seno de una familia natural en la que, según
el estado actual de nuestras costumbres, hubiera podido encontrar cierto
afecto, y contradicción irritante e inútil de la cosa juzgada en el caso en que
la exclusión científica de la paternidad venga a desmentir una decisión
anterior y firme».
Si bien para un centro oficial de transfusión sanguínea será un poco
delicado el negarse rotundamente a una demanda oficiosa de análisis de
los grupos sanguíneos de una familia -aunque tales centros no estén
en absoluto obligados a satisfacer la mera curiosidad del público-, en
cambio un médico aislado jamás debería prestarse a este género de
investigaciones. No sólo no está obligado a hacerlo -pues los
«candidatos» a la «verdad biológica» no son enfermos y' por tanto
no pueden justificar ningún peligro en el sentido del artículo 63 (deber
de socorro)-, sino incluso, en caso' de hacerlo incurriría en serias
responsabilidades ante la ley penal. En efecto, cabría dudar si, en
ausencia de un requerimiento judicial, la triple operación que exige el
análisis (obtención de sangre del padre, la madre y el hijo) sería realmente
lícita y si no cabría aplicar la ley relativa a los golpes y heridas voluntarias,
al menos si el padre y la madre hubieran consentido en ello. Además, la
revelación a los interesados de los resultados obtenidos en el triple
análisis no parece que pueda conciliarse fácilmente con el respeto al
secreto profesional (artículo 378 del código penal).
Y R. Merle concluye: «Si parece justo y razonable el dar a los
descubrimientos biológicos el papel que desde ahora les corresponde en el
seno de los problemas de filiación, también parece irrazonable e
inquietante el permitir, gracias al examen clandestino de los grupos
sanguíneos, el desencadenamiento de inquietudes, sospechas y rencillas
conyugales. Como no se concede la debida atención a estas prácticas
clandestinas, dentro de pocos años podrá verse a los grandes almacenes de
nuestras ciudades ofrecer a la curiosidad morbosa de las masas el
"fotomaton" de la paternidad. Con ello pierde el orden público
familiar y también perderán a menudo los mismos intereses
particulares. No es la duda, sino la certeza la que hace locos, decía
Nietzsche.»
60
***
En materia de filiación, la meta suprema sería evidentemente
el' poder administrar la prueba positiva de la paternidad y no
solamente esa prueba negativa que constituye la exclusión de pa
ternidad. Ahora bien, no está en absoluto excluida la posibilidad
de que los progresos cada vez mayores de la genética sanguínea
lleguen a darnos los medios de conseguir tal meta. Esto constitui
ría un verdadero terremoto en el mundo jurídico, lo cual no asusta
a priori a los juristas, ya que serviría para obtener luz y verdad
donde ahora no las hay.
Con tal de que la identificación del padre no exija que se le
inflija un tratamiento incompatible con la libre disposición que de su
cuerpo debe tener, Savatier no ve en ella sino ventajas 'y beneficios para la
sociedad : «Al desaparecer el carácter oculto de la paternidad natural,
desaparecería también una' gran causa de iniquidades. Cada uno de los
progenitores se encontraría igualmente enfrentado con la
responsabilidad que al concebir al hijo contrajeron en común. Y ya no le
sería posible evadirse de tal responsabilidad. El propio Estado en
particular vería aligerarse la carga pecuniaria que la asistencia a la
infancia desvalida supone actualmente.»
Recordemos que, ya incluso ahora, existen casos excepcionales en los
que la biología ha podido facilitar el medio de identificar al padre : ocurre
así cuando este último presenta caracteres hereditarios muy raros y
señalados.
Así, en Noruega, hace más de veinte años, una mujer dio a luz un hijo
natural, cuyos dedos eran anormalmente cortos, por atrofia de las
falanginas. Las personas con esta anomalía ósea, que es muy conocida por
los médicos, se llaman braquidáctilos y se trata de una anomalía
dominante, es decir, que se transmite siempre de modo directo, de modo
que un individuo no puede sufrirla si no la sufre alguno de sus
progenitores. Como en este caso la madre era normal a este respecto, era
necesario -genéticamente- que el padre fuera anormal. Ahora bien,
precisamente, la madre imputaba la paternidad del niño a un hombre
braquidáctilo, que era además el único braquidáctilo de aquella región—.
15. Heredity and Disease, Norton and Company, Nueva York, 1934.
61
 Tras consultar a expertos en genética, el tribunal admitió la validez de
las declaraciones de la madre.
Como hace notar Otto L. Mohr, que es quien relata la historia, 'el
padre braquidáctilo sólo tenía el 50 por 100 de probabilidades de
transmitir su anomalía ósea (pues era sin duda heterocigoto para el gene
en cuestión)-, pero «había sacado la mala carta y había marcado a su
hijo».
***
La biología también permite a veces proceder a identificaciones legales
de niños, en particular cuando dos recién nacidos han sido cambiados por
accidente en una maternidad.
Casos de esta especie han sido relatados por Wiener (1933) y
Franceschetti (1948).
M. J., padre de dos falsos gemelos, Victor y Pierre (de siete años de
edad), ve un día en la calle a un niño (Eric V.) que se parece de un
modo extraordinario a su hijo Victor. Una vez informado, llega a saber
que el pequeño Eric ha nacido la misma noche y en la misma clínica que
sus propios hijos. En seguida piensa que ha habido un cambio de
bebés y que Eric V. es el verdadero gemelo de Victor.
A petición suya, un experto en genética, Franceschetti, procede a un
examen de sangres que da como resultado
1.2 Que Pierre J. no puede pertenecer a la familia J.
2.2 Que Pierre J. puede pertenecer a, la familia V.
3.° Que Eric y Victor, que tienen exactamente los mismos caracteres
sanguíneos, son verdaderos gemelos; esta condición es por añadidura
demostrada mediante la prueba del microinjerto cutáneo: un pequeño
girón de piel tomado de Eric es injertado en Victor y viceversa; los
girones sobreviven, cosa que no hubiera ocurrido si se hubiese realizado
tal operación con dos personas que no fueran verdaderos gemelos 17 .
La conclusión del ministerio fiscal es formal: los dos bebés Pierre y
Eric nacidos la misma noche en la misma clínica fueron cambiados por
error; el tribunal aceptando esta conclusión, ordena
16. Los sujetos homocigotos braquidáctilos no son viables.
17. Conviene expresar una ligera reserva al admitir esta afirmación.
El injerto cutáneo puede, muy excepcionalmente, tener éxito entre falsos
gemelos (vide capítulo III).
62
el nuevo cambio de los niños, probando así la confianza que la ley
concede a las demostraciones biológicas.
No ha mucho que la gran prensa ha comentado con alboroto el
asunto de' la substitución de niños que tuvo lugar en Roubaix. Mme.
Piesset y Mme. Wahl dieron a luz la misma noche (28 de agosto de
1950) en una clínica de esta ciudad. A Mme. Wahl se le entregó un
niño y a Mme. Piesset una niña.
Madame Wahl pretendió inmediatamente ser víctima de una
substitución involuntaria (pues la comadrona, en el momento del
nacimiento, le anunció que era una niña), pero Mme. Piesset afirmaba
que la criatura que le habían dado era sin duda la suya.
Madame Wahl persistió en sus protestas y recurrió a la justicia.
A partir de este momento, se sucedieron las instancias judiciales;
finalmente en 1957, la prueba pericial de sangres, verificada por el
doctor Moullec, confirmó sin discusión la tesis de la substitución: la niña
(Louise-Jeanne) no podía ser fruto del matrimonio Piesset y podía
serlo del matrimonio Wahl, mientras que el niño (Henri) no podía ser
hijo de los Wahl, pero podía serlo de los Piesset. -
Visto lo cual, el tribunal civil de Lille ordenó (13 de junio de 1957)
que la pequeña Louise-Jeanne fuera devuelta a sus verdaderos padres,
mientras que el pequeño Henri -no reclamado por el matrimonio
Piesset- quedaría, hasta nueva orden, en casa de quienes le educaron,
j
puesto que éstos aceptaban el conservarlo.
El tribunal estima «que sería peligroso para la salud física y moral de
la joven Louise-Jeanne Wahl el retardar su readaptación a su familia
natural hasta la expiración del plazo del recurso». Concede al
matrimonio Piesset derecho a ver a Louise-Jeanne el primer y
tercer domingo de cada mes, así como el segundo y cuarto ueves.
Tal decisión desencadenó el furor de Mme. Piesset, que declaró que se
opondría por la fuerza a su ejecución. Fue objeto también de vivas
críticas, aparentemente justificadas; se reprochaba a los magistrados el
hacer desgraciados a los niños desarraigándoles de su ambiente en
nombre de la «ley de la sangre», injustamente preferida a la «ley del
hogar».
En realidad, ninguna decisión podía ser satisfactoria. Como hizo notar
acertadamente Robert Bruyez : «¿Se puede cambiar un buen día de familia
a dos niños nacidos hace casi siete años, porque han sido substituidos al
nacer? ¿Se puede arrancar a una niñita de la madre que tiene la certeza de
ser su verdadera madre
63
 para confiarla a otra? ¿Se la puede sustraer de los hermanos y her-
manas a quienes ella considera como tales e introducirla en un
hogar en el que las posibilidades materiales, las costumbres de cada día
e incluso la educación son diferentes de las que ella ha cono cido
desde su nacimiento?... El corazón dice que no. Pero ¿y la ley y la
justicia? La justicia, a la que en este caso no hay que acusar de lentitud,
pues tal, problema exigía maduras reflexiones, la justicia no puede
tampoco hacer caso omiso de lo que la ciencia le dicta. Tampoco esto
es posible.»
A fin de cuentas (en septiembre de 1957), se decidió que los dos
niños serían enviados a un mismo internado, a partir del 2 de octubre,
que los gastos serían costeados por el municipio y que las dos
familias se repartirían el tiempo de vacaciones de los niños.
Este compromiso, propuesto por M. Provo, diputado-alcalde de
Roubaix, fue aceptado por las dos familias; facilita con ello una
solución, al menos provisional a un asunto penoso que, se arregle de
un modo u otro, ha acarreado consigo en cualquier caso graves
perjuicios afectivos.
Para evitar las substituciones de niños, convendría asegurar su
identidad desde el momento del nacimiento. Según C. Sannié el
único procedimiento eficaz es el de las huellas dactilares, huellas que
empiezan a aparecer en el feto hacia el cuarto mes de vida
intrauterina y que ya no se modifican a lo largo de toda la vida. Sin
embargo, existen graves inconvenientes, pues las crespas papi lares son
aún poco salientes en el recién nacido y sobre todo por que «es muy
difícil tomar las huellas de una mano de niño cris pada. Por ello, se
ha propuesto tomar las huellas de la planta del pie, que se puede
untar de tinta e imprimir sobre una ficha con mayor facilidad».
Se ha propuesto igualmente el poner un «sello» sobre el om bligo
del recién nacido o, si no, el marcar al recién nacido y a la madre por
medio de una tinta invisible que sólo se puede ver bajo la influencia
de los rayos ultravioletas y que posteriormente se di suelve sin dejar
rastro.
***
Todos los juristas están hoy de acuerdo en reconocer que las
técnicas de inseminación artificial han dejado ya desde ahora fuera de
uso ciertas disposiciones del Código civil relativas a la filiación
paterna.
64
Uno de los postulados sobre los que se basa toda la regla -
mentación de esta materia es el de que todo nacimiento es necesa-
riamente el fruto de un contacto físico entre el padre y la madre.
Ahora bien, la biología «ha cambiado todo esto...». Es evidente que
este postulado no es ya válido así cómo es patente la caducidad de los
artículos 312 y 340 que permiten la denegación de la paternidad cuando
ha existido imposibilidad para los esposos de cohabitar.
Evidentemente un marido ya no puede repudiar al hijo conce bido
cuando él se encuentra lejos de la madre, puesto que hubiera podido,
de acuerdo con ella, proceder a una inseminación artificial a distancia
(tele génesis).
Igualmente, el alejamiento del hombre en el momento de la
concepción no podría ser ya considerado como una prueba con cluyente
contra la investigación de la paternidad natural.
La inseminación artificial, dice Savatier, ha. sido una verdadera
sorpresa para el Derecho positivo francés, igual que para los de otros
países. Codificados hace más de cien años, estos derechos no podían
prever que llegaría el momento en que la técnica na cida de la
ciencia, disociaría el acto de fecundación del comercio carnal.
Esta disociación plantea además al jurista muchos otros problemas.
Si las dificultades jurídicas son casi nulas en el caso de la mu
jer no casada y escasas en el caso de la mujer casada que recibe
el semen de su propio marido, en cambio estas dificultades llegan
a ser considerables en el caso de una mujer casada que recibe el
semen de un tercero o «donante» (heteroinseminación).
En efecto, si el marido no ha dado su consentimiento a esta
heteroinseminación artificial, tal operación puede imponerle falaz
mente un hijo que no es suyo, y equivale a un «adulterio» que
debe ser punible como tal.
Si el marido ha dado su consentimiento a este «adulterio de
jeringa», no ha borrado con ello la falta cometida, pues el adul
terio sigue siendo delito incluso cuando hay connivencia o anuen
cia por parte del marido (artículo 336 del Código Penal francés)
y nada se opondría a que posteriormente el marido pudiese acudir
a los tribunales en demanda de divorcio por esta causa..
En todo caso, e independientemente de este riesgo, el sentir
de los juristas es en general desfavorable a la heteroinseminación
que, haciendo jugar la presunción : Pater is... (artículo 312 del
65

Código civil francés) con fines que desbordan su alcance original, puede
tener por efecto el introducir un intruso en la familia natural
integrando en ella un niño que es biológicamente adulterino y que
además no deja de crear dificultades en el orden social.
El marido que consiente en la heteroinseminación adopta, en suma, a
un niño extraño que luego impone fraudulentamente al resto de la
familia como si fuera un hijo de su carne. Es éste un acto socialmente
grave; por ello los médicos que participen en tales operaciones deberán
tomar las máximas precauciones para defenderse contra posibles
reclamaciones de los dos cónyuges, del hijo, del donante e incluso de la
mujer del donante...
En ciertas legislaciones, los médicos que participan en la inseminación
exigen que se asegure el porvenir material del hijo adulterino, sea por la
subscripción de una póliza de seguros, sea por un procedimiento de
adopción, para el caso en que otros herederos pudieran impugnar su
derecho a la herencia, a causa de su modo de procreación.
En ocasiones, se toma la precaución de elegir un donante que tenga el
mismo grupo sanguíneo que el padre legal con el fin de evitar la
prueba de no paternidad por el examen de sangre, eliminando así las
impugnaciones de los coherederos.
Es evidente que el padre biológico no tiene derecho alguno sobre el
niño en cuya procreación ha colaborado y que todos los derechos
paternos corresponden al padre legal.
Se ha dado el caso, en Dinamarca (septiembre 1951), de que la madre
se divorció del padre legal para casarse con el padre biológico; fue, por
supuesto, al primero a quien se confió la guarda legal del niño.
***
Los estudios modernos sobre las leyes de la herencia han determinado
que gran número de taras físicas o mentales se transmiten a la descendencia
según reglas seguras y cuasimatemáticas. Hemos mencionado más arriba el
caso del braquidáctilo, cuya tara es en realidad muy poco importante, pero
junto a ésta cabe pensar en otras más graves: fragilidad hereditaria de los
huesos, cataratas congénitas, baile de San Vito, xeroderma pigmentósum,
degeneraciones nerviosas o musculares, imbecilidad amaurótica familiar,
etcétera. Para combatir la propagación de taras genéticas, varios países
(veintidós de los Estados Unidos, Alemania, Suiza, etc.) han
66
adoptado y codificado el principio de la esterilización preventiva de
ciertas clases de tarados.
En el momento actual, más de cincuenta mil individuos han sido ya
esterilizados en los Estados Unidos.
La esterilización, operación benigna y fácil, no lleva consigo
disminución alguna de la función sexual.
Mientras que un buen número de juristas, en el extranjero, admiten la
idea de esta esterilización eugenésica, cuyos efectos, aunque lentos e
incompletos, serían sin duda alguna favorables a la salud biológica de
la colectividad 18, la mayoría de los juristas franceses se pronuncian
decididamente en contra, pues ven en ello un inadmisible atentado contra
la libertad y la dignidad de la especie humana.
No sólo se declaran contra la esterilización obligatoria, propuesta por
el cuerpo social, sino incluso se oponen a que un individuo que sabe que
tiene una tara grave sea esterilizado a petición propia, y esto último lo
afirman sobre la base de que «el orden público impone limitaciones al
derecho del individuo sobre su propio cuerpo».
Por ahora, la eugenesia negativa sólo se ha manifestado en Francia en
el derecho matrimonial, bajo la forma tímida y prácticamente
inoperante del «examen médico prenupcial», por el que tanto había
batallado Louise Hervieu.
Según el artículo.63 del Código civil francés (modificado por
disposición de 2 de noviembre de 1945), toda persona que va a contraer
nupcias debe presentar al encargado del Registro civil un certificado
médico, pero esta disposición no cuenta con ninguna sanción eficaz. El
matrimonio no está en modo alguno prohibido
para quien no pueda presentar un certificado favorable; ni siquiera
se obliga al interesado a que enseñe el certificado a su futuro cón
yuge ; como el secreto del examen es así absoluto, todo depende
de la conciencia individual de cada uno y de su sentimiento de
responsabilidad moral, y esto -como lo anota Savatier-, es algo
muy característico de las tendencias profundas del Derecho francés.
Aceptar la eugenesia coercitiva equivaldría a «dar al Estado
una omnipotencia virtual sobre el cuerpo, en aquello que el cuerpo
tiene de más específicamente humano, en aquello que la conciencia
18. Vide Manifeste de généticiens en el Congreso de Edimburgo (1939)
firmado por Haldane, Huxley, Muller, Needham y muchos otros
(Journal of Heredity, septiembre de 1939).
67
 actualmente proponen sus defensores cuanto por el
temor de los excesos a los que nos podría llevar una
humana consideraba como el más inviolable atributo de la «concepción biológica del Derecho», a partir del
persona. El ser humano ya no es así tratado como persona, momento en que se
sino como instrumento para la propagación y el
perfeccionamiento de una raza que el Estado dirige como
soberano». 68
Por su parte, Nerson condena cualquier medida de
este género
«Cualquiera que sea el sistema político, toda práctica
eugenésica impuesta por la fuerza nos parece condenable.
La dictadura médica no es más envidiable que la política;
no podemos admitir más que la eugenesia voluntaria, pero
nunca la impuesta.»
Y añade: «Incluso si llegase el día en que los
métodos preconizados estuviesen perfectamente
justificados desde el punto de vista científico, seguiríamos
nosotros opuestos a su aplicación ; comprendemos que es
lamentable dejar procrear a un individuo que tiene taras
hereditarias, pero ¿es que se puede ir más allá del
estado de eugenesia voluntaria, que se reduce a una
simple llamada al sentido común y a la conciencia del
enfermo, sin caer en un régimen de política médica, que
atenta a la libertad humana?»
Un poco menos categórico es J. Carbonnier, que deja
una puerta abierta a las injerencias de la biología:
«Pura psicología, nuestro derecho matrimonial no tenía
ya espacio para datos biológicos corporales. Sin duda,
incluso el realismo canónico le inspiró cierto horror. Por
así decir, el cuerpo humano no aparece nunca en el
Código Civil. En él, el hombre es sólo persona, es decir,
puro espíritu. Una vez establecidas las pu-, bertades con
igual rasero, ya no se va a hablar más del cuerpo humano
en el matrimonio... Pero podría ser que la biología no
hubiera dicho con ello su última palabra. Uno está tentado
de ver en ella el elemento progresivo, llamado en el
futuro a marcar el tono de toda la institución conyugal.
Los progresos o los abusos de la ciencia han introducido
en el mundo contemporáneo ciertas preocupaciones, a
veces de salud, otras de pureza de raza, que estaban
llamadas a encontrar eco en el derecho matrimonial.
Durante los años de la ocupación, Francia supo
resistir, en la esfera del matrimonio, el contagio del
racismo alemán, pero la idea de un control eugenésico
puede parecer más difícil de rechazar.»
Si, en conjunto, los juristas franceses rechazan
obstinadamente las ideas eugenésicas, no es quizá tanto
para hacer fracasar las limitadas medidas que
 69
hubiese derrumbado ya la frágil barrera que aún protege a la persona
humana contra las exigencias de la colectividad.
Algunos científicos, como el americano H. J. Muller, han
llegado, en efecto, a sugerir medidas de eugenesia positiva,
que incluyen la inseminación artificial de mujeres
voluntarias con semen obtenido de individuos superdotados
19
. Se comprende que aunque estuviese justificada desde un
punto de vista científico, tal perspectiva, de tipo
«veterinario», parecería escandalosa a muchos.
«La inviolabilidad de la persona, la libertad de los
particulares, el carácter sagrado de su intimidad, han
perdido ya, para la conciencia jurídica moderna, gran
parte de su sentido original. Las concepciones del
derecho. privado tienden a disolverse con el crecimiento
del derecho público y si este derecho público cae en
manos de alguna dictadura inspirada que se crea
encargada de la misión de construir un mundo nuevo, por
medio de las conquistas d e la biología, nadie sabe hasta
dónde podrá llegar su delirio jurídico» (Savatier).
El mismo autor añade
«Los biólogos calculan ya que, con una organización
metódica de la inseminación artificial, el "donante" viril
podría fecundar por año a veinte mil mujeres sin
excesiva fatiga. ¿Qué impediría según esto, a una
dictadura imbuida de fe biológica, el organizar la
selección de una "élite de donantes" (?), esterilizando a
los demás hombres? Esto sería el fin del matrimonio y de
todo lo que lleva consigo de humano, de moral y de
jurídico...»
Es curioso recordar que, mucho antes del desarrollo de
las teorías genéticas y de la eugenesia científica, varios
médicos, en especial franceses, habían denunciado
decididamente el peligro de las uniones consanguíneas y
habían pedido medidas legales que las prohibiesen 20.
«Puesto que los matrimonios entre pariente gozan del
triste privilegio de afligir a los desgraciados hijos que
de ellos nacen con la más grave invalidez, séanos
permitido el considerar a estos matrimonios como una
infracción de la higiene pública, pues nos

19. Hors de la nuit, traducción por Jean Rostand. Gallimard.

20. Estos matrimonios son, en efecto, perjudiciales desde
el punto de vista genético, pues favorecen la exteriorización y
la expresión de los genes ocultos o latentes. En la
descendencia de tales uniones, el porcentaje de ciertas taras
(albinismo, sordomudez, etc.), es claramente elevado en
relación a la descendencia de uniones ordinarias.
consideramos obligados a ponerlos de relieve para que se sometan a la
atención del legislador... ¿Cómo es posible que habiéndose ocupado
(la Ley) con tanta solicitud de los intereses de los hijos (pues es en
especial por ellos por quienes señala el Código la indisolubilidad del
matrimonio), no haya atendido antes que nada a asegurarles el
primero de todos los bienes, cual es el de la
salud?» 21 .
Sin plantearnos en su totalidad el problema de la libertad de
concepción -cuyo examen nos llevaría demasiado lejos- seña laremos
en sus relaciones con la eugenesia negativa, el caso con creto de una
madre que lleva en su seno un feto que tiene grandes probabilidades
de ser anormal. Este caso se presenta cuando ella ha sufrido roséola
durante las primeras semanas del embarazo, pues el virus de la roséola
ejerce una acción poderosamente teratógena sobre el embrión. ¿Habrá
que permitir en tal caso el aborto provocado -aborto que al menos
en Francia no está legalmente autorizado más que cuando el
embarazo supone un riesgo mortal
para la madre? 22.
Para estudiar a fondo el problema a la vez jurídico y moral del
aborto en caso de roséola, la Academia de Medicina francesa ha
nombrado una comisión y ha consultado a algunos miembros de la
Academia de Ciencias morales y políticas, a juristas y a eminentes
personalidades representativas de diversas disciplinas.
Por el momento, se puede aún dudar de la conducta a obser var,
puesto que no se trata más que de una probabilidad de anomalía, pero
si, el día de mañana y gracias a procedimientos más elaborados en el
diagnóstico, se comprobase con certeza la anomalía congénita, ¿sería
aceptable dejar venir al mundo a un ser ciertamente anormal?
***
Numerosos son también los problemas de. derecho planteados por la
técnica del trasplante o injerto, que explota la posibilidad de extraer
un órgano (o un tejido) de un organismo humano, para trasplantarlo
seguidamente, sea de un lugar a otro del cuerpo del mismo individuo
(autoinjerto), sea de un individuo a otro (homoinjerto).
21. Chazarin, Thése.
Montpellier, 1859.
En Suecia, concretamente, se interrumpe el embarazo por causa de
22.
roséola materna.
70
El homoinjerto entre dos seres vivientes es el que sobre todo
plantea serias dificultades, pues se trata de una experiencia reali zada
sobre el hombre, experiencia «en la que el donante sufre un perjuicio
sin contrapartida»-.
Naturalmente, el médico que realiza esta operación no deberá
dejar de obtener el «consentimiento perfectamente lúcido» del donante
del órgano : consentimiento que «para ser válido requerirá por una
parte que el donante sea advertido de lo que se va a tomar de su
cuerpo y de las consecuencias que esto pueda acarrear a su salud y .por
otra que se le haga saber el uso que se intenta dar al fragmento que
de él se ha obtenido» (Savatier).
En todo caso, el asunto es jurídicamente delicado, pues «el
ministerio que la ley da al médico, única persona a quien se per mite
mutilar el cuerpo humano con fines curativos, se le concede en
beneficio de la persona a quien mutila y no para establecer
compensaciones entre esta mutilación y la salud del prójimo, aun que
sea con consentimiento del paciente» 24.
Volvemos a encontrar aquí, al igual que al hablar de la in-
seminación artificial o de la esterilización voluntaria, el principio
jurídico fundamental de que la ley debe defender al individuo contra sí
mismo, y de que aunque el ser humano consienta y se preste
deliberadamente a operaciones de este tipo, no por ello desaparece la
calificación de delito de este acto dirigido contra sí mismo.
Por ahora, los homoinjertos son en realidad muy raros, pues casi
nunca, por no decir nunca, consiguen tener éxito, salvo en los casos de
dobles gemelos o cuando se trata de órganos embrionarios (bre f o
plastia).
Pero, al perfeccionarse las técnicas de injerto, es previsible que los
homoinjertos sean cada vez más realizables : no ha mucho, el biólogo
americano G. Snell descubrió una substancia (enhancing
23. Según Aurel David, se puede incluso imaginar un litigio en el
sujeto de un autoinjerto: «Es cosa sabida que las circunstancias
teóricas más sorprendentes se dan siempre en la práctica jurídica, con
características extrañas que dejan atrás a menudo los casos imaginados
por el teórico.»
24. En junio de 1957, unos cirujanos americanos pidieron al Tribunal
Supremo de Massachusetts que se autorizase a Leonardo Marsden, de
diecinueve años, a dar uno de sus riñones a su hermano gemelo Juan. El
Tribunal concedió tal autorización, con lo que se evitó toda posible
responsabilidad civil o criminal.
71

substance) que parece facilitar el homoinjerto, al permitir que
el órgano trasplantado supere las dificultades de los
rasgos propios del individuo que lo recibe, y por otro lado,
los experimentos de Medawar han demostrado la
posibilidad de crear, mediante un tratamiento aplicado al
embrión, una tolerancia duradera con relación al
homoinjerto.
En lo que se refiere a brefoplastias (injertos de
órganos embrionarios), que requieren injertos obtenidos
de niños nacidos muertos o de fetos nacidos antes de
plazo, tales operaciones plantean especiales problemas
jurídicos.
Lo mismo ocurre con los trasplantes de córnea (queratoplas-
tias), injertos relativamente frecuentes 25, y que han hecho
que un decreto de 20 de octubre de 1947 permita la
obtención de la córnea dentro de las ocho horas siguientes
al fallecimiento, plazo máximo para garantizar el éxito de
la operación. Además, la ley de 7 de julio de 1949 (que
autoriza tal operación) ha facilitado su práctica,
determinando su carácter lícito «siempre que el de
cujus haya legado sus ojos, por disposiciones
testamentarias, a algún establecimiento público o a
alguna entidad privada».
La expresión «legar sus ojos» es, por lo demás,
impropia, como señala Savatier, pues, jurídicamente
hablando, un legado no puede ser más que de un bien o
valor patrimonial, mientras que los ojos, como cualquier
otra parte del cuerpo humano, están fuera del comercio y
del patrimonio, en el sentido jurídico de estas expresiones;
pero la expresión es sin embargo inteligible y con ella
el legislador ha querido indicar «que la voluntad del
muerto será soberana, cuando haya'manifestado, en su
testamento, la intención de que le sean extraídas las
córneas por un organismo compe
tente» 28.
25. Los fisiólogos discuten aún si se trata de un verdadero
injerto (injerto vivo) o de un injerto muerto. Parece ser que las
células de la córnea injertada no sobreviven en el que las
recibe, sino que son reemplazadas por células autóctonas.
26. El Banco francés de ojos, creado en octubre de 1948 por
la Asociación de mutilados de los ojos en la guerra, con el
apoyo de los Ciegos de la guerra, ha inscrito ya más de 8.000
legados de ojos. Cada donante debe llenar una fórmula
testamentaria que el Banco tiene a la disposición del público y
recibe un carnet de «donante de ojos» que facilita la operación
en el momento del fallecimiento. Se han efectuado ya en Francia
más de 2.000 trasplantes de córnea. Los legados son gratuitos. El
Banco tiene sucursales regionales en
72
Pueden surgir dificultades si los miembros de la
familia se oponen. Parece dudoso que puedan emplearse
medios coactivos a tiempo para que la operación tenga
aún éxito, aunque la entidad a quien se había prometido
la donación, tendrá en todo caso una acción de daños y
perjuicios contra quienes se opusieron a los
deseos expresos del difunto 27.
Incluso en ausencia de testamento regular, la extracción
de la córnea puede ser lícita si la decisión se toma de
acuerdo con la voluntad póstuma. La operación deberá
realizarse por dos médicos que levantarán acta de las
condiciones regulares en que aquélla se ha realizado.
Sin plantear problemas tan graves como los del injerto,
la transfusión de sangre ha sido objeto también de agudos
debates jurídicos, cuya conclusión fue la siguiente: la
sangre humana, por ser un tejido vivo, es decir «una
parte del cuerpo», no es una mercancía, un bien dentro del
comercio. Por ello la sangre ha de ser necesariamente
gratuita; hay indemnización para el donante, pero no
remuneración„ pues el hombre no puede vender lo que
forma parte de sí mismo, de su propio cuerpo.
Por fin, el monopolio de estas operaciones ha sido
concedido (en 1954) a centros oficiales de transfusión de
sangre. La sangre ha de darse de modo voluntario y en
este sentido, la ley de 1 4 de abril de 1954, que permite
obligar a dos grados militares de jóvenes a dar sangre,
constituye, como señala Savatier, una excepción notable y
ligeramente atrevida 28.
Un jurista, Aurel David, ha insistido repetidamente
sobre el atentado a la personalidad física que supone el
injerto de órganos y sobre el equívoco jurídico que
constituiría el llegar a considerar los objetos vivos como
cosas o bienes.
Cuando se injerta en un individuo un órgano tomado de
otro, ¿qué ocurre con la persona del que lo recibe? ¿No se
modifica o altera con esta accesión extraña?
varias ciudades de provincias, Marruecos, etc. En los
Estados Unidos, la «Eye Bank for Sight restoration» (Nueva
York), que existe desde 1936, recibe 50 donaciones póstumas al
mes.
 27. El Estado de Nueva York exige el consentimiento
formal del pariente más próximo, incluso aunque la persona
fallecida haya dejado instrucciones escritas sobre el uso
que se deba hacer de sus ojos.
28. Vide debate legislativo sobre transfusión, bajo la
presidencia del profesor Moureau (15-111-1953): Aspects médico-
légaux de la trans f usion sanguine, septiembre 1954.

73
 que probaría sin lugar a dudas que si la personalidad es
Ahora bien, gracias a los perfeccionamientos de la anterior a todo organismo, sin embargo el cerebro influye en
biología, existirán cada vez más seres mixtos, compuestos, ella de modo inigualable y sin parangón con el resto del
hombres-mosaico, hechos con piezas del más variado organismo.
origen 29. 74
Se dirá, quizá, que la persona no se transforma en
tanto que el cerebro quede intacto. Pero no olvidemos
que las glándulas de secreción interna influyen en el
humor, en las emociones, en la afectividad y que
contribuyen, a través de las hormonas que ponen en
circulación en la sangre, a formar el temperamento
fisiológico, difícilmente separable de la personalidad
mental. ¿Acaso no ha escrito Carrel: «El hombre
piensa, sufre, admira y reza a la vez con su cerebro y con
todos sus órganos»?
Y aún es más : ¿quién nos asegura que el propio
cerebro quedará al abrigo de esta especie de violación
biológica que supone la operación de injerto? 39 .

En opinión de Aurel David, incluso las prótesis que

introducen en el cuerpo vivo cosas dentro del comercio y
anónimas, tienden a lesionar la identificación jurídica de
la persona, que es también amenazada por las
terapéuticas hormonales, las operaciones de cirugía
plástica, la destrucción de huellas digitales, los cambios
de sexo, etc. ¿Qué queda de las personas tras tales
manipulaciones? ¿No está a punto de gastarse y
desaparecer ese substrato real e identificable sobre el
que se colocaba la etiqueta del nombre propio?
Para David, el dilema se plantea así de la siguiente
forma: o se renuncia a la persona, para no estudiar más
que «conjuntos diversamente obtenidos» o se intenta
conservarla y entonces hay que tomar puntos de
referencia más fijos e inmutables que el cuerpo o el
vestido.
Como el Derecho no puede renunciar a la noción de
persona, no habrá otro recurso que el de separar tal noción del
cuerpo biológico y admitir la existencia de una persona
central, inajenable

29. Lós trabajos de Medawar han demostrado que era

posible producir en los mamíferos verdaderas quimeras
celulares, gracias a homoinjertos bien tolerados.
30. La ciencia del futuro -escribe el doctor Paul
Chauchardnos ofrecerá materia para la reflexión filosófica...
Si, un día, los injertos de órgano llegasen a ser posibles, la
noción de individuo se haría más difícil de precisar, sobre todo en la
eventualidad poco probable y lejana de un injerto cerebral
 el cultivo in vitro de órganos embrionarios del pollo.
e indivisible, que sería la propietaria de ese cuerpo, simple muñeco 75
protoplásmico, mero robot anónimo.
Por indefendible que parezca, la hipótesis de David
tiene la virtud de poner el dedo en la llaga sobre el
problema de la «desintegración» de la persona física que
es la consecuencia ineluctable de los progresos de la
biología.

***
Acabamos de examinar de modo sumario las relaciones
entre Biología y Derecho, en lo que se refiere a la
filiación paterna, la inseminación artificial, la
eugenesia, el trasplante de órganos, la transfusión de
sangre, etc. Hemos visto que la biología puede no
solamente facilitar elementos positivos de información a la
verdad judicial, sino sugerir, por sus propias enseñanzas,
nuevas disposiciones jurídicas y, finalmente, que puede
modificar al ser humano en lo que se refiere a su status
fisiológico permitiéndole, por ejemplo, el separar el acto
sexual del acto de la fecundación, el dividir en pedazos
su organismo y realizar cambios con otras personas, etc.,
con lo que se producirán verdaderas sorpresas, que hay que
tener en cuenta, para crear nuevas leyes o modificar las
existentes.
Ahora bien, estos progresos de la biología -que
repercuten ya en el Derecho- no han terminado aún
sin duda. Se puede esperar que seguirán en el futuro,
aumentando así el poder del hombre sobre el hombre e
imponiendo al Derecho nuevos reajustes.
Recordemos, por no citar más que algunas de estas
futuras posibilidades, la realización de la gestación in
vitro (o ectogénesis), que traería como consecuencia la
modificación de la noción de maternidad, tanto si se trata de
una ectogénesis total (cultivo del embrión a partir del
huevo fecundado) como si se trata de una ectogénesis
parcial (cultivo del embrión a partir de un estado más o
menos avanzado de la gestación).
«El día en que estas ectogénesis se lleven a cabo 31
- e s c r i b e Gabriel Marcel-, ya no tendría sentido decir
que Pablo es el hijo de Santiago y de Susana, puesto
que estas palabras habrán perdido todo significado.»

31. El «desarrollo por piezas separadas» ya es normal en

las prácticas de los laboratorios, a partir de los
admirables trabajos de Étienne Wolff y de su escuela sobre

¿Y qué sería de la noción de materni.: id el día en
que -al igual que se hace ya hoy con las hembras de
los mamíferos- se trasplantase de una mujer a otra, un
huevo fecundado o un pequeño embrión? Si una mujer
diese a luz un hijo que no fuese genéticamente suyo
¿cuál sería la verdadera madre? ¿La que había
alimentado y llevado en su seno el feto o la que había
facilitado
el germen? 32.
Al igual que el de maternidad, el acto de paternidad
también puede ser disociado por la ciencia 3 3
Sabemos, en efecto, que el papel del espermatozoide
es doble: el de fecundación propiamente dicho y el de
transmisión de los caracteres hereditarios paternos.
Por medio de la ginogénesis (especie de
partenogénesis realizada por el mismo elemento
seminal) se puede ya hacer nacer seres que no deben
al padre más que el impulso fecundante 3 4 con exclusión
,
de toda herencia genética.
Y esto sin hablar de las nuevas teorías mitchurinianas,
según las cuales varios espermatozoides podrían participar
en la formación de un individuo que, en consecuencia,
¡tendría varios padres genéticos !
Cabe además recordar el fenómeno triploideo (que
puede llegar a la génesis de individuos que
genéticamente son dos veces hijos de su madre y sólo
una vez de su padre) y el nuevo sistema
32. Moricard ha sugerido que, cuando se obturen las
trompas uterinas, se lleven los óvulos directamente del ovario
para implantarlos en la matriz; si la matriz es también
anormal, se podría utilizar la matriz de otra mujer, que
alimentaría así al embrión hasta el nacimiento.
33. El acto de maternidad es ya disociado con relación al
ciclo natural completo, desde el momento en que los niños son
a veces criados por una persona que no es su madre. Para
Ambroise Paré la madre no es más que «media-madre»,
cuando no amamanta a su hijo.
34. Giard había insistido ya sobre la «disociación de la
noción de paternidad» (Cometes rendus de la Société de
Biologie, 25 de abril de 1903): «Si se emplea la palabra
paternidad para designar el conjunto de actos por los que un
ser viviente de sexo masculino determina la producción de un
nuevo individuo con el concurso de un organismo hembra, hay
que s'. Talar que este conjunto no forma un todo indisoluble.
Puede disociar en una serie de actos más o menos
independientes entre sí, que pueden por tanto ser realizados
por diferentes individuos, con lo que la paternidad será
colectiva.»
76
de generación que han comenzado a realizar Briggs y
King, y que consiste en hacer desarrollarse a un huevo
cuyo núcleo materno ha sido reemplazado por otro núcleo
obtenido de un embrión de la misma especie.
El producto, en tal caso, ya no es hijo de la madre o
al menos no lo es más que en lo que se refiere al
citoplasma que ella ha creado; es principalmente hijo del
embrión del que se ha obtenido el núcleo, o más bien una
especie de «hermano retrasado», gemelo, menor de aquél.
Existe también la androgénesis, por la que se hace
nacer a seres que, como sólo tienen cromosomas paternos,
son, en suma, casi exclusivamente hijos de su padre.
Y, finalmente, el conocido caso de la paterno génesis, en
el que el producto es puramente hijo de la madre.
Ésta es una de las posibilidades que ya se entrevén en
nuestra especie. Al permitirse a una mujer casada el
tener hijos que -no lo serían de su marido ni tampoco de
otro hombre, se produciría, por así decir, una especie de
autoadulterio.
Sobre esta materia, Savatier se detiene
detalladamente : «Si estos omnipotentes profetas de la
biología llegasen, gracias a alguna gran conquista de los
investigadores, a realizar y multiplicar la partenogénesis,
al servicio de un hipotético perfeccionamiento de la
especie humana, ya no sólo desaparecería el matrimonio,
sino incluso la paternidad y la maternidad, como
instituciones jurídicas. Parece que se llega al absurdo. La
historia contemporánea nos enseña sin embargo que,
desde el punto de vista social, no hay que considerar
que el absurdo sea imposible. Y la realización del absurdo
obsesiona a más de un científico.»
Aún se podría alargar la lista de estos progresos (?)
de la biología que inevitablemante deben preocupar a los
juristas. Limitémonos a enumerarlos : la conservación del
semen que hace hoy día posible la inseminación a título
póstumo, permitiendo así que un hombre tenga hijos
años o incluso siglos después de su muerte 35; los
métodos de terapéutica hormonal que permiten cambiar el
sexo de un individuo y acelerar o frenar su pubertad; la
hibernaci ón que permitiría conservar en vida latente a
personas durante un ,leríodo de tiempo indeterminado;
los «métodos de mutación» que permiten crear nueva :
razas de seres humanos ; los tratamien
35. Parece ser que una joven biólogo americana ha
conservado semen de su marido tras su muerte y ha
tenido así dos hijos.

77
tos del feto que permiten modificar profundamente las características
del individuo antes de su nacimiento...
Si las últimas experiencias de Jacques Benoit y de sus colabo -
radores (Pierre Leroy, Roger y Colette Vendrely) se confirman, nos será
posible producir en los animales superiores -como se hacía antes con
las bacterias- mutaciones dirigidas, gracias a la acción de una
substancia química, el DNA, sin cromosomas 36 Pasando a la especie
humana los resultados obtenidos hasta ahora con patos, se podría
pensar en llevar a las células reproductoras de un sujeto B ciertas
potencialidades de un sujeto A, gracias al DNA obtenido de las
células de este último. Se ha calificado este fenómeno de hibridación
química. En el plano humano, lo podríamos traducir por adulterio
químico...
También parece que, mediante el empleo de este DNA, es posible
modificar los caracteres hereditarios de un individuo des pués de su
nacimiento. Anticipándonos aún más a los aconteci mientos, cabe
imaginar que se conseguirá que un ser humano re ciba 'un DNA
estándar que le confiera las mejores virtudes tanto intelectuales como
físicas: las «crías de hombre» no serían ya, en rigor, hijos de una
determinada pareja, sino de toda la especie humana.
A propósito de los cambios de sexo, añadamos que hoy día la
biología dispone de poderosos medios para alterar la morfolo gía y la
fisiología sexuales y que ciertos seres, que se consideran víctimas de un
error de la naturaleza, reclaman de la ciencia una modificación de su
estado sexual que les devuelva a su «verdadero sexo».
«Durante los últimos años, se han visto casos de sujetos masculinos
que han pedido una intervención quirúrgica, consistente en la ablación
de sus órganos sexuales y acompañada, en sus casos, de tratamientos
endocrinos y de plastia, para obtener una morfología de tipo
femenino. Se trata en tales casos, de hombres nor malmente
constituidos y no de seudohermafroditas o de verdaderos hermafroditas»
37 .
36. Vide: «Modifications induites chez les canards Pékin par le DNA du
canard Khaki Campbell injecté aprés la naissance». La Presse médicale,
9 de octubre de 1957.
37. Vide: «Une demande de chang,!ment de sexe, le transsexualisme»,
por J. Delay, P. Deniker, R. Volmat y J. M. Alby, L'Encéphale, 1956,
págs. 41-80. Los «transexualistas» deben distinguirse
78
Según Jean Vague, si el cambio de sexos fuera tan sencillo
como una operación de apendicitis, «tan sólo en nuestro país, se
contarían por millares las peticiones que recibiríamos» 38.
No es éste el lugar de investigar si el clima intelectual y estético
de la época no es en parte culpable de esta «neurosis transe xualista»,
pero el hecho es que existe y que se nutre en parte de los progresos
de la biología que, en efecto, dispone de procedi mientos cada vez
más eficaces para modificar el estado sexual de los individuos.
Además, y sea para bien o para mal, hay médicos. y cirujanos que
creen sinceramente que se debería atender a este tipo de peticiones.
Así fue como Hamburger, tras recibir autorización del Ministerio de
justicia de Dinamarca, procedió, con fines curativos, a la castración de
un transexualista de sexo masculino que quería convertirse en mujer:
primero castración hormonal, luego castración quirúrgica, con
ablación del pene, plastia del escroto, depi lación electrolítica de la
barba...
En Francia, al menos por el momento, tales operaciones se
consideran jurídicamente inadmisibles, no sólo por el carácter ilícito
de la castración, sino a causa del problema que el cambio de
identidad civil plantea 39.
Es claro que a medida que el hombre se convierta en más ar -
tificial, en más «modificado por la biología», deberá adaptar su
Derecho a su nueva situación, pues, repetimos, el Derecho actual ha
sido hecho para el hombre actual y no para el Homo biologicus...
Pero ¿no habrá llegado el momento de detener esta carrera, que
quizá haya ido demasiado lejos?
Esta es, sin duda, la opinión de algunos juristas, que no ocultan ni
sus inquietudes ni su decisión de no ceder un paso ante la per versión
científica y los chantajes de la biología: «¿Nos damos cuenta bien en
realidad de las amenazas ocultas que se van acu
de los homosexuales. Se trata de neuróticos, con síntomas de histeria,
complejo de reivindicaciones, dificultades de adaptación y de
introspección, etc.
38. La presse médicale, 23 de mayo de 1956.
39. Como la ley considera que el verdadero sexo es el que fue declarado
en el nacimiento, en principio toda modificación operatoria del sexo oficial.
puede hacer que se considere culpable de castración al cirujano. El Código
Penal fija la pena de trabajos forzados a perpetuidad y la de muerte, si
se produce la muerte en los cuarenta días siguientes a la operación.
79
 41. «La institución jurídica del matrimonio, con todo lo
mulando ante nuestros valores tradicionales y nuestros que consigo lleva de riquezas morales, espirituales y poéticas,
métodos jurídicos en los laboratorios e institutos es una realidad
científicos?
»Desde ahora, la conquista del hombre por las 80
fuerzas cada vez más desmesuradas de la materia está
realizando, en materia de derechos reales, una
revolución cuya amplitud no es fácil de calcular... Pero
aún es mayor la conmoción que, para el derecho de
familia, está a punto de surgir de las conquistas que
una pléyade desbocada de investigadores está
realizando en los secretos de la vida misma.
»Cuando los investigadores de los laboratorios
biológicos están construyendo la vida animal, no hay duda
de que secretamente les obsesiona una audaz
embriaguez. Es posible que a través del animal, crean
entrever al hombre, que es la cumbre de la evolu ción
de la vida. Ahora que están a punto de conquistar los
secretos de esta vida, es ya la vida de la propia especie
humana la que los más audaces están deseando fabricar
algún día...
»La obligación de los juristas es ahora tomar posiciones.
Porque a ellos incumbe la salvaguardia de esos
derechos subjetivos de la persona humana, sin los
cuales el derecho objetivo no merecería siquiera tal
nombre... No es la biología quien debe dirigir al
Derecho, sino éste quien debe dirigir el uso que de
aquélla se haga» (Savatier).
En cuanto a Nerson, este autor opina:
«Cada descubrimiento científico trae consigo no sólo una
promesa, sino también una amenaza... El jurista, como todo
humanista, debe observar la medida de las cosas al
juzgar a la ciencia; ésta puede servirle de auxiliar, pero
no de modelo ; el fin último del Derecho es la creación de
orden humano... La biología no nos impondrá leyes,
escribía G. Renard 40; esta fórmula debe seguir existiendo
hoy.»
Se trata, en ciertos aspectos, de la oposición entre la
tendencia biológica y la jurídica.
Hay que aceptar, desde luego, que el biólogo tiene
cierta tendencia a no ver en el hombre más que el
aspecto físico, el compuesto protoplástico de huesos,
carne y sangre -mientras que el jurista lo ve en toda su
complejidad, no sólo física, sino también espiritual, moral
y social 41— En este aspecto, hay que aceptar

40. Le Droit, 1'Ordre et la Raison. Sirey, 1927.

 81
con Savatier que la visión del jurista es más verdadera que la vi-
sión del biólogo, por ser más completa, rica y humana.
En todo caso -y no intentamos con esto simplificar el
debateel biólogo y el jurista resultan ser a veces meros
servidores de valores espirituales diferentes pero
igualmente respetables y entre los cuales es difícil elegir.
Puestos a decidir entre el principio que
niega la eugenesia por atentar a la libertad y a la
dignidad individuales y el que no quiere aceptar la
propagación de taras orgánicas, deseando evitar a las
generaciones futuras los «malos nacimientos», con todo
lo que llevan consigo de sufrimiento, desorden, y
miseria, ¿qué nos podrá indicar cuál es el más idealista, el más
humano, el que mejor respeta la sana verdad moral ?42.
Lo que sí parece exacto es que, en general, la
sensibilidad jurídica se confunde con la sensibilidad
media, «estadística», del grupo social, de modo que la
resistencia por parte del Derecho no hace sino reflejar
la resistencia de la conciencia colectiva, del
«ego» social 43
Por eso los juristas representan, sin duda, un papel
benéfico al retrasar algunas aplicaciones prácticas de la
ciencia que_ aunque serían aceptables a la larga,
exigirían, para ser aceptadas, una lenta maduración de
las ideas.
Pero si los juristas combaten sobre terreno firme
cuando rechazan, como defensores de la libertad
individual, toda medida coercitiva de orden general
(como la esterilización de los tarados), su posición es
menos fuerte cuando atacan los descubrimientos

humana más verdadera y necesaria que la inseminación

artificial o que la transmutación de sexo y la partenogénesis,
cuando estas operaciones también lleguen a ser posibles.»
42. Igualmente puede producirse un conflicto entre el
respeto a los restos mortales de una persona y el interés de los
seres con vida, tal como ocurre en el caso de los trasplantes de
órganos. F. Rauh (Études de morale, 1911) preveía que el respeto
hacia el cadáver disminuiría «en beneficio del respeto hacia la
vida».
43. Es posible incluso que esta resistencia jurídica exprese
una resistencia profunda por parte de la afectividad humana.
Examinaremos este punto en otro estudio (Les inquiétudes de la
Biologie). En efecto, se llega uno a preguntar si la biología -al
igual que la física- no está yendo demasiado lejos y si a
fuerza de «desnaturalizar» al hombre, no llegará a ofender
a toda la sensibilidad de la especie. Por ello el Derecho nos
da, en este sentido, advertencias que conviene no
desatender.
científicos y lanzan anatemas a los nuevos poderes que éstos conceden poco- el seguir defendiendo y protegiendo al individuo humano, cuya
al individuo. parte más pequeña debe beneficiarse de las atenciones debidas al
Ciertamente, se puede comprender su actitud hostil ante la conjunto.
irrupción de nuevas técnicas que intentan nada menos que hacer En una palabra, creemos que el Derecho no podrá hacer otra cosa
saltar por los aires las tradicionales nociones de maternidad, de que inclinarse ante las conquistas más osadas de la biología, pero sin
paternidad y de personalidad ¿Qué cabe hacer, empero, contra la renegar por ello del espíritu humanista que le caracteriza y
marcha de la ciencia? 44. Ciñéndonos a la partenogénesis, he aquí un esforzándose en hacer respetar, bajo las nuevas formas, los tra-
caso particular y por cierto no de los más inquietantes de estas dicionales valores de libertad y de dignidad.
manipulaciones del hombre que parece que hay que aceptar aun que
los mismos biólogos -que no son tan inhumanos como se dice- no
dejan de estremecerse al verla tomar carta de naturaleza en nuestro
mundo...
Quiérase o no, por grado o por fuerza, tanto si sus consecuen cias
son lamentables como si no lo son, parece hoy ya fuera de discusión
el hecho de que la biología facilitará pronto al sexo fe menino la
receta para hacer hijos sin padre; y en ese momento es
completamente indudable que habrá mujeres -que no serán ni
mejores ni peores- que querrán usar este nuevo don puesto a su
disposición...
No habrá protesta jurídica que desvíe a estas mujeres de su
«maternidad virginal» si en realidad desean tal experiencia; las primeras
vírgenes-madres asombrarán, escandalizarán quizás a la opinión, pero
no por eso dejarán de tener imitadoras, más o me nos numerosas,
como las han tenido las primeras mujeres que re cibieron una
inseminación artificial o que practicaron el parto sin dolor...
Igualmente, no habrá nada que pueda impedir que se mejoren las
cualidades físicas o intelectuales de los hijos, mediante el uso
convenientemente aplicado del DNA.
Por lo demás incluso en este estado de cosas, las preocupaciones de
los juristas podrán seguir cumpliendo una saludable fun ción. Una
vez que el Derecho haya reconocido y consagrado las .conquistas
realizadas por la ciencia, aún tendrá otra labor que llevar a cabo, que
es la de «limitar los estragos» de aquellas conquistas mediante la
vigilancia y el control de las modalidades de aplicación del nuevo
poder. Le corresponderá también -y no es

44. Gústenos o no, aceptamos el hecho de que nada, absolutamente

nada, puede impedir nunca al hombre... caminar en todas las direcciones
posibles -y más especialmente en materia de biología hasta el fin de sus
energías de investigación y de invención (P. Teilhard de Chardin).

82
 III
LAS SINGULARIDADES DEL HOMBRE
 Hace unos doscientos años, Voltaire escribió un Essai sur les
Singularités de la Nature, en el que examinaba algunos de los he-
chos de historia natural que podían intrigar a sus contemporáneos, como
por ejemplo el desqueje del pólipo de agua dulce, la reproducción de la
cabeza del caracol, la existencia de una reina de las abejas, la presencia de
antiguas conchas en las montañas, etc. Las opiniones del ilustre escritor,
hay que confesarlo, no son siempre demasiado acertadas, pues Voltaire
tenía tanto sentido común y tanto miedo a ser engañado por descripciones
fantásticas que más de una vez pecó por exceso de desconfianza, no
aceptando verdades positivas a causa de su fabulosa apariencia.
Me he permitido hoy parafrasear el título que él empleó, que me
parece que se adapta muy bien a la exposición de ciertas excentricidades o
rarezas que nos es dado encontrar en la especie humana y que no sólo son
pintorescos extravíos de la naturaleza, sino que también resultan ser
singularidades instructivas, útiles y significativas, de tal modo que su
estudio puede llegar a ser fructífero para el biólogo e incluso para el
médico.
Entre estas «singularidades de la especie humana», no abarcaremos
las innumerables variaciones que la mutación de genes -es decir, la
variación de los elementos constitutivos del patrimonio hereditario-
puede introducir en nuestra especie; y esto equivale a decir que
dejaremos de lado los hombres con seis dedos, los hombres puerco
espín, los de vidrio, los de caucho, los enanos y los gigantes, las
mujeres con más de dos senos, los hombres sin pelo o sin dientes o sin
glándulas sudoríparas, los hombres de orina negra, etc.

87
 Sólo nos detendremos en las singularidades que ponen de re lieve
y denuncian una infracción de los mecanismos biológicos
fundamentales -una violación de las leyes ordinarias de la es pecie-,
en una palabra lo que Francis Galton ha llamado, refi riéndose al
caso de los gemelos, una «experiencia de la naturaleza».
Varios hombres nacidos de un mismo huevo
Se trata de lo que pudiéramos llamar una experiencia clásica y
bastante frecuente de la naturaleza y su consecuencia es el naci
miento de verdaderos gemelos.
Recordemos brevemente que existen dos clases de gemelos los
plurivitelinos, que provienen de dos o más óvulos y que son los falsos
gemelos, y los univitelinos, que provienen de un solo óvulo y son los
verdaderos.
Los gemelos, falsos o verdaderos, constituyen una excepción del
ciclo normal de la especie humana que es generalmente uní paro, a
diferencia de los perros o de los gatos.
La producción de varios óvulos -falsos gemelos-, que pa rece
estar en relación con una superabundancia de hormonas gonadótropas,
apenas constituye una experiencia de la naturaleza. En todo caso, no
plantea problemas; se puede provocar fácilmente en los animales
uníparos (ovejas, vacas) por medio de adecuado tratamiento de
hormonas ; y recientemente se ha dado el caso de un médico que
provocó el que una de sus clientes, que sufría de una esterilidad
recalcitrante, procrease quintillizos...
El caso de los verdaderos gemelos es mucho más interesante
para la biología pues se trata de un caso de poliembrionía natural,
excepcional en nuestra especie. Marcadamente más raro que la
multiovulación, se produce aproximadamente una vez de cada
trescientas. Los verdaderos gemelos son generalmente dos, pero
pueden ser tres, cuatro o incluso cinco. Siempre se parecen de modo
asombroso, pues en realidad no son -en frase feliz del doctor
Apert- más que el mismo individuo reproducido en dos o tres
ejemplares.
En cierto caso, que recoge el profesor Sannié, el parecido entre
dos verdaderos gemelos americanos era tal que la madre, teme rosa de
confundirlos, hizo que les tomasen las huellas dactilares en la
Oficina de Identificación del distrito...
Pascal pensaba sin duda. en los verdaderos gemelos, al escri
88
bir lo siguiente : «Dos rostros parecidos, ninguno de los cuales hace
reír por sí mismo, hacen reír cuando están juntos a causa de su
parecido.»
Cuando los dos embriones producidos por un mismo huevo se
separan imperfectamente, se produce el monstruo doble, o sea los
hermanos siameses: de ahí la observación del gran biólogo Étienne
Wolff -que es también un filósofo- de que cuando la
monstruosidad doble llega a su límite, vuelve a ser un caso nor mal y
se producen dos seres completos.
Recordemos que la poliembrionía, excepcional en el hombre, se
da normalmente en ciertas especies de mamíferos, como en los
armadillos, pequeños desdentados de América, cuya hembra procrea
un solo huevo, del que nacen varios embriones (cuatro en el
armadillo de nueve anillos o armadillo de Tejas; de ocho a doce en el
armadillo de Argentina).
Lo mismo ocurre con un gusano, el Lumbricus trapezoides, de
cuyos huevos nacen siempre o casi siempre dos ejemplares. En al gunos
pequeños invertebrados acuáticos de la familia de los Brio zoarios, el
huevo produce un centenar de larvas y en algunos in sectos, varios
centenares.
La poliembrionía en la especie humana -igual que en el ar.
madillo- no es consecuencia, como a veces se cree, de la sepa ración
de las dos primeras células que salen del huevo (blastóme ras) : la
división del embrión se produce en un momento posterior.
Ignoramos totalmente por qué, en ciertos huevos, tiene lugar
esta duplicación del embrión. Se ha pensado en un retraso en la
introducción del huevo, retraso que vendría explicado a su vez por
algún trastorno del mecanismo hormonal; otros, siguiendo a
Fournier, han pensado en una infección sifilítica; y hay quienes han
creído ver en este fenómeno el efecto de la acción de algunos virus.
Pero todo esto parece poco verosímil y lo único cierto es que se da
normalmente de modo hereditario, siendo los varones los
transmisores de esta tendencia.
En algunos animales, es posible producir la poliembrionía ar -
tificial de diversos modos, tales como el fraccionamiento mecánico del
germen o la acción de medios químicos apropiados; Etienne Wolff y
Hubert Lutz dividieron con un escalpelo el disco embrio nario de un
pato y consiguieron obtener hasta cinco embriones de un único
germen.
Estos procedimientos no son eficaces en todos los animales y, cuando
lo son, se puede deducir que el huevo en cuestión es un
89

germen bien dotado de facultades de regulación, lo que significa que
contiene posibilidades mucho más amplias que las qué demuestra y
produce en el desarrollo normal.
Por lo demás, sin haber experimentado sobre el huevo humano, sin
haber practicado en él tales operaciones -¡y esta abstención tiene
evidentes motivos!- sabemos, gracias a la experiencia natural de los
verdaderos gemelos, que nuestra especie está bien dotada a este respecto;
sabemos ya, pues, que si por uno u otro procedimiento, se llegase a
fragmentar el huevo, cada fragmento podría producir lo que un huevo
entero produce en circunstancias normales. La experiencia anónima
realizada por la naturaleza en el caso de las quintillizas canadienses -las
pequeñas Dionne, tan famosas en el mundo entero- tiene, en realidad, el
mismo alcance biológico que han realizado con patos Hubert y Lutz y
Etienne Wolff. Podemos estar seguros de que en este aspecto, el huevo
humano nada tiene que envidiar al del pato y que difiere de mu chos
otros, inaptos o menos aptos para la regulación, tales como los de la
Ascidia o los de algunos insectos.
La experiencia de los verdaderos gemelos nos enseña además que, en
nuestra especie, el sexo se decide en el huevo fecundado, pues los
verdaderos gemelos son siempre del mismo sexo, mientras que en los
falsos gemelos, la oposición de sexos se da en más de la mitad de los casos.
Esta prueba no nos es sin embargo necesaria, desde el momento en que
conocemos muchos otros hechos persuasivos que demuestran la
determinación precoz del sexo, pero hace cincuenta años, antes de que la
genética surgiese como ciencia, el argumento de la unisexualidad de
los gemelos verdaderos era a menudo utilizado por los biólogos. No
insistiremos sobre otros motivos de interés que suscita la experiencia
natural de los gemelos verdaderos, experiencia que al presentarnos
individuos idénticos en el punto de partida (y poder ser
considerados, por su identidad genética, como perfectos «testigos», el uno
del otro), puedan servirnos para discriminar lo que proviene de la
herencia de lo que se va añadiendo por el medio ambiente.
Los hombres que tienen el corazón a la derecha
Relacionado con la experiencia natural de la duplicación embrionaria,
se da el caso de producción de una anomalía poco corriente y muy
interesante -anomalía de la anomalía, si cabe
90
decir- que es el del situs inversus, o inversión general de las
vísceras.
Tal fenómeno se presenta, en efecto, muy frecuentemente en los
monstruos dobles. En uno de ellos, ocurre que el eje del corazón está
inclinado de arriba abajo hacia la derecha, de modo que su punta se
encuentra bajo la tetilla derecha y no la izquierda. La inversión en
la posición implica la inversión en el funcionamiento : es la parte
izquierda la que recibe el torrente venoso y la derecha el arterial. Los
demás órganos del tórax y del abdomen están igualmente invertidos : el
pulmón derecho, con sus tres lóbulos, ocupa la parte izquierda de la caja
torácica y el izquierdo, con dos, la parte derecha. El hígado está
situado a la izquierda al igual que el colon ascendente, el ciego y el
apéndice. El bazo y el colon descendente están a la derecha. El conjunto de
vísceras parece, en resumen, reflejado en un espejo.
Por muy «espectacular» que sea esta anomalía, no puede sin embargo
provocar ningún trastorno molesto, en la medida en que la inversión es
total, perfecta si así puede llamársele.
Según Eichwald, el situs inversus se dará siempre en los mons-
truos dobles unidos por el tórax; y en general se da en el que está
situado a la izquierda. Entre los dos gemelos verdaderos se en-
cuentra a veces, aunque no frecuentemente; en todo caso, si uno de
ellos presenta un situs inversus, el otro tiene invariablemente bien
situados sus órganos (situs solitus).
También se consideran como manifestaciones de una inversión
orgánica ciertos rasgos simétricos como reflejados en un espejo, que se
dan en los gemelos verdaderos (remolino del pelo que se enrosca en uno
en el sentido de las agujas del reloj y en el otro en sentido contrario;
igual lunar sobre la mejilla derecha
del uno y sobre la izquierda del otro...). Por otro lado, las expe
riencias de Spemann y Falkenburg han demostrado, en el tritón
o salamanquesa de agua, que entre los gemelos obtenidos artifi
cialmente, se da una elevada proporción de situs inversus.
Por ello se afirma que, en los casos de situs inversus encontra
dos en hombres que no han nacido a la vez que otro hermano,
estas personas debieron tener, en realidad, un gemelo que pereció
en estado de embrión. Toda persona con inversión visceral sería
así el superviviente de una pareja de gemelos verdaderos.
Por lo que se refiere a la frecuencia de esta anomalía -que
por cierto, la medicina militar no considera como causa de inuti
lidad para el servicio-, las estimaciones de los radiólogos son
91
 discordantes y oscilan entre uno de entre cuatro mil y uno entre cuarenta
mil casos.
Seiscientos cincuenta casos han sido ya registrados por la literatura
médica internacional.
Los hombres-quimera
La experiencia natural de los gemelos verdaderos ofrece además el
interés de permitir comprobar, a través de una excepción que confirma la
regla, la ley de la calidad específica de cada indi viduo, según la
cual el trasplante de órgano o de tejido de una persona a otra está
condenado al fracaso cuando no se trate de tales casos de gemelos.
Cada ser humano, como es ya sabido, se comporta como si
estuviese dotado de un chauvinismo de sus tejidos que llega a la
xenofobia y que le impide integrar en su «patria orgánica», como
decía Paul Bert, todo lo que venga de otra persona.
Ahora bien, el injerto se puede realizar entre gemelos verdaderos,
precisamente porque son el mismo ser, con lo que el homo-injerto. se
convierte aquí en un autoinjerto. El injerto de riñón pudo realizarse en
1953, en Boston, entre los hermanos gemelos Richard y Ronald Herrick,
de veinticuatro años. No es, por tanto, excesivo decir que para un ser
humano es una gran suerte el tener un hermano gemelo verdadero,
puesto que equivale a tener una reserva preparada de órganos de
repuesto -en caso de enfermedad o de accidente-, a condición, por
supuesto, de que el gemelo esté dispuesto a realizar el sacrificio. Se cita el
caso de un hombre llamado Madeira, que atravesó medio mundo en avión
para llevar a su gemelo, que sufría grandes quemaduras en las piernas y en
el abdomen, algunos decímetros cuadrados de piel que debían salvarle y
que la única persona en el mundo que podía dárselo era su
hermano.
En medicina legal, esta tolerancia al injerto entre gemelos verdaderos
se ha usado a veces para identificar niños cambiados en una clínica al
nacer.
Ahora bien, Medawar -gran especialista en injertos animales- ha
descubierto recientemente que no era del todo imposible que se diese
cierta tolerancia al injerto entre los gemelos falsos, por la siguiente
razón
Medawar, tras una serie de admirables • investigaciones, ha de
92
mostrado que es posible el crear artificialmente en algunos animales
-ratones, por ejemplo-, un estado de tolerancia al injerto, lo cual
se consigue sometiendo al animal a la influencia del otro antes del
nacimiento. Para ello, se inyecta a los embriones de ratón A células de
un ratón B y después del nacimiento se les injerta piel obtenida del
B. Esta piel sobrevive en ellos, en vez de producir necrosis, como
hubiese ocurrido de no haber sido preparado y educado el embrión de
esta manera.
Tales experiencias aún no han recibido aplicación médica, pero ya
algunos estudiosos preocupados por la manera de inmunizar a las
personas contra los mayores peligros, se preguntan si no sería interesante
crear, en el niño, un estado de tolerancia para los injertos provenientes de
un solo donante: padre o madre, por ejemplo; con lo cual todos los
hombres podrían disfrutar el mismo privilegio de que hoy sólo gozan
los que son gemelos verdaderos 1.
En todo caso esta experiencia tan notable de facilitar a los
embriones la tolerancia al injerto, se realiza corrientemente en la
naturaleza, entre los gemelos falsos de los bóvidos; dos fetos de
ternero situados en el mismo útero, pueden, aunque sean genéticamente
disimilares, cambiar entre sí, por un proceso de injerto mutuo,
algunos tejidos que seguirán perviviendo en cada uno de ellos y
formarán definitivamente parte de su organismo.
La prueba de ello es que la mayoría de estos terneros gemelos falsos
presentan un mosaico sanguíneo; son genéticamente hablando
seres-quimera, pues sus tejidos formadores de sangre --o hemo-
poyéticos- son de proveniencia mixta.
Volviendo al hombre, se admite que el estado de quimera o
macedonia de sangres puede igualmente producirse en nuestra
especie, pero en condiciones tan excepcionales -quizás una vez entre
diez mil casos de gemelos falsos- que, hasta la fecha, no se conoce más
que un solo caso que lo demuestre.
Se trata de una señora, Mrs. Mck., de 25 años de edad, que posee una
sangre de fórmula completamente inusitada, puesto que tiene una
muestra de glóbulos que pertenecen a tipos ge
1. Algunos recién nacidos que habían recibido en el momento del
nacimiento unas inyecciones de leucocitos paternos, recibieron, a los seiss
meses, pequeños injertos provenientes del padre: tras siete semanas de
observación, los injertos aparecían aún perfectamente_ vivos (Woodruff,
Transplant Bu¡¡. U.S.A., 1957).
93
néticamente diferentes : glóbulos del grupo A y glóbulos del
tipo0... a.
Esta singularidad -realmente escandalosa a los ojos de un experto en-
genética-
se debe a que durante su vida embrionaria, esta señora-habff
compartido el útero materno con un gemelo falso del sexo masculino
(muerto a los tres meses y cuya propia existencia había ella ignorado
hasta que los exámenes de laboratorio denunciaron la mezcla de sangre)...
Pertenecía ella al grupo O, pero su gemelo, del grupo A, le había
transmitido algunas células productoras de sangre, que se habían
injertado en ella y que seguían produciendo glóbulos del grupo A,
incluso veinticinco años después.
Como dice Medawar, los seres-quimera se cuentan entre los cambios
de tejidos deben producirse también (y quizá más a menudo que entre los
falsos) a lo largo de la vida fetal; pero el fenómeno no puede
descubrirse, ya que los dos sujetos son genéticamente idénticos.
Como dice Medawar, los seres-quimera, se cuentan entre los más
notables productos de la naturaleza, y desde un punto de vista
metodológico, es interesante hacer notar que fue la experiencia natural que
se produjo en algunos terneros, lo que sugirió las experiencias clásicas de
Medawar sobre la tolerancia de los embriones hacia el injerto.
Cabe imaginar que los progresos científicos facilitarán en su día el
injerto de una persona a cualquier otra, permitiendo así la fabricación
cada vez mayor de hombres-quimera. No insistiremos sobre las
consecuencias morales de tales descubrimientos, que tienden
evidentemente a lesionar la noción clásica del individualismo humano.
Quizá sea mejor indicar, a propósito de estas quimeras orgánicas, que
el injerto no es el único medio de crear tales «singularidades». Si durante
el desarrollo embrionario se produce en una célula somática una
mutación de genes o de cromosomas, podrá formarse una parte del
cuerpo que no tenga la misma composición genética que el resto.
Este fenómeno de mutación somática no es extraño en los ani
2. Vide Medawar: The Uniqueness of the Individual, Londres, Methuen,
1957.
94
males y en particular. en los insectos, en los que se dan ejemplares muy
singulares en los que se yuxtaponen, en mosaico, una mitad masculina y
una mitad femenina, o incluso una mitad caracterizada por un cierto
tipo de raza y otra mitad por otro.
Incluso en los pájaros se ha observado tamaña anomalía de la
individualidad biológica. El doctor Tissot ha expuesto no ha mucho el
caso de un gallo criado en Edimburgo por Greenwood y que era
perfectamente bipartito: de raza Sussex a la derecha y de raza Rhode
Island a la izquierda, como si «algún travieso taumaturgo hubiese
pegado dos mitades de gallos diferentes... El éxito era tal y tan preciso
que la mitad derecha del pico y la pata derecha eran blancas, como lo son la
raza Sussex, y la mitad izquierda del. pico y la pata izquierda amarillas,
como cuadra a la raza Rhode».
Este gallo provenía, así pues, de un cruce Sussex y Rhode Island : pero
las dos herencias se habían divorciado en el cuerpo del animal que tal
cruce había producido.
Es posible que quepa incluir en los mosaicos el caso de los ojos zarcos.
De una estrella de cine, Jan Clark -«la joven de los ojos bicolores»- se
ha dicho que tenía un ojo marrón como los de su madre, de origen
alemán y otro azul, como los de su padre, de origen suizo.
Explicación que, genéticamente, no es en absoluto inaceptable.
Jan Clark pertenece, si se quiere, al grupo de las «mujeres singulares».
Varones afeminados y hembras masculinizadas
Pasando al campo sexual, encontraremos también algunas sor-
prendentes singularidades de la especie humana.
Para empezar, existen casos típicos en los que el sexo aparente -o
somático- no coincide con el genético o el cromosómico.
¿Cómo podremos conocer esta discordancia, esta contradicción?
Desde hace algún tiempo se dispone de un test, muy fiel y
manejable, que permite hacer el diagnóstico celular y por tanto
genético del sexo de individuo.
Los notables trabajos de K. L. Moore y M. L. Barr han revelado
-primero en el gato, luego en otros vertebrados incluido el hombre-
una diferencia sexual inesperada relativa al aspecto
95

del núcleo de las células : en las células femeninas, se distingue, tras una
fijación y coloración adecuadas, una manchita de cromatina, exactamente
sobre la superficie interna de la membrana que rodea el núcleo. Esta
mancha, que es un verdadero rasgo sexual secundario a la escala de la
célula, nada tiene que ver con la disparidad cromosómica de los dos sexos,
que es mucho más difícil de comprobar.
Gracias a este rasgo diferencial, se puede afirmar, analizando las
células de una persona, si proviene de un macho o de una hembra; el
diagnóstico puede realizarse analizando glóbulos de sangre, células de
la piel, del barniz de la mucosa bucal o vaginal, de las raíces de los cabellos
o fragmentos de hueso o de diente. Por otro lado, los médicos han descrito
desde hace bastante tiempo el llamado síndrome de Turner-Albrigbt o
de agenesia del ovario, que se caracteriza por la falta de pubertad y
pequeña talla del sujeto que lo padece; no hace mucho aún que se
consideraba a este síndrome como síntoma de una lesión precoz de los
ovarios, y por ella se entendía que los individuos que lo sufrían
pertenecían genéticamente al sexo femenino.
Ahora bien, al examinar sus núcleos celulares por la técnica de Moore
y Barr, se ha podido comprobar que pertenecían, al menos casi
siempre, al sexo masculino.
¿Cómo es posible tal cosa?
A partir de las experiencias de Jost --realizadas en conejos, pero
aplicables también a otros mamíferos, incluido el hombre sabemos
que si se castra precozmente a un embrión masculino, este embrión
conserva el tipo femenino casi puro: «Es el testículo embrionario el
que crea al macho» es la conclusión de Jost.
Es muy probable, pues, que, en caso del síndrome de Turner, la
naturaleza haya realizado más o menos correctamente la experiencia de la
castración embrionaria: en tal caso, la gónada masculina de estos sujetos
anormales se habría visto estorbada en su crecimiento por alguna razón que
habría impedido que segregase sus hormonas, provocando así el aparente
afeminamiento de tales sujetos.
En el mismo orden de ideas, debemos mencionar también el caso de
los curiosos sujetos intersexuados que se dan con el lla mado síndrome
Peterson-Bonnier: individuos de apariencia femenina, de instintos, gustos
y temperamentos femeninos, pero con glándulas masculinas, algo bajas y
generalmente estériles. El síndrome es hereditario ; en varios árboles
genealógicos' se observa
96
que lo transmiten las hembras normales. Para explicarlo, se ha pensado en varias
hipótesis, en especial en la que considera que la intersexualidad está en
este caso en relación con la presencia de un tercer stock de cromosomas, de
modo que este fenómeno tríploideo crea una ruptura de equilibrio entre
los genes sexuales. El biólogo Beatty no niega esta posibilidad, pero cree que
más probablemente se trata de sujetos genéticamente masculinos (es
decir, con fórmula X Y de cromosomas) que han sufrido una
inversión precoz y parcial del sexo.
La aplicación del test de Barr permitirá sin duda resolver el problema
de la intersexualidad Peterson-Bonnier : de todos modos, estos
intersexuados son, biológicamente, seres singulares.
Otros casos de intersexualidad humana parecen producirse en sujetos
genéticamente femeninos (es decir, con fórmulas XX de cromosomas)
que han sufrido una inversión de sexo en el sentido masculino.
La masculinización precoz parece realizarse por la influencia de las
hormonas suprarrenales, cuyos efectos son, en ciertos aspectos, comparables
a los de las hormonas masculinas.
Un tumor benigno puede producir a menudo, al desarrollarse, un
exceso en la producción de tales hormonas; cuando este tumor se forma en
un embrión, la transformación del sujeto en masculino es casi total y,
si se forma más tarde, puede producirse al menos un virilismo
superficial (casos de mujer barbuda).
A veces, ocurre que estas «mujeres singulares» son considera
das como hombres en el momento de la inscripción en el registro
civil.
Kitty Ponse cita el caso de una que se casó con una mujer y cuyo sexo
glandular no se reveló hasta la autopsia.
Aún más extraordinario es el caso que los doctores Constantini y
Toreilles (1942) describen cuidadosamente y que Étienne Wolff recoge
en su magistral obra sobre «Les changements de sexe».
Se trataba de un intersexuado, de veinticinco años de edad, que tenía
el aparato genital tipo masculino, pero que no poseía más que un
solo testículo, el del lado izquierdo. Su rostro era imberbe, sus
miembros redondeados y los senos prominentes.
Por medio de una laparotomía, que unos vivos dolores abdo -
minales hicieron necesaria, se descubrió en el lado izquierdo todo el
aparato genital femenino: útero, trompa y ovario.
Ambas glándulas sexuales -tanto la femenina como la mas
97

culina- eran funcionales; el ovario presentaba cicatrices de cuerpos
amarillos, que demostraban la existencia de ovulaciones y por su lado el
testículo contenía espermatozoides maduros que se podían extraer por
punción.
El individuo en cuestión producía, por tanto, de modo simul táneo,
óvulos fecundables y elementos fecundadores : hubiera podido ser, al menos
teóricamente, padre y madre a la vez. Y según las reglas de la genética
sexual, si hubiera podido realizar en sí mismo la auto fecundación -como lo
ha realizado Witschi con ranas hermafroditas- no hubiese tenido más
que hijas.
**
Aún cabría referirse, aunque sea ligeramente, a los cambios de sexo
que, desde hace cierto tiempo, parece que son cada vez más numerosos en
la especie humana y que en todo caso están cada vez más a la orden del
día.
Esos seres ambiguos, equívocos, que se cambian tardíamente del sexo
masculino al femenino o viceversa, son, sin duda, seres singulares;
pero no olvidemos que su metamorfosis es a menudo producida por
cuestiones psíquicas y ayudada por cirugía plástica y terapéutica
hormonal. Recordemos la historia de Robert Cowell que se convirtió
en mujer tras haber sido un aviador de renombre y haber tenido dos
hijas. Sería interesante pensar que se trataba de una mujer, genéticamente
hablando, y que tenía dos cromosomas X, por lo que no podía alumbrar
más que hijos de sexo femenino; pero en este caso hubo demasiado
misterio y demasiada publicidad a la vez para que se pudiera hablar de una
«experiencia natural», que habría hecho pensar en las que prac tican
normalmente los biólogos sobre ranas y salamandras.
Mujeres con descendencia femenina...
Otras singularidades humanas, mejor estudiadas que las anteriores, son
las que se refieren a la proporción de sexos en la descendencia.
De modo general, es cosa sabida que la determinación del sexo, en
la especie humana, está en relación con la existencia de dos clases
genéticas de espermatozoides : los elementos con cromosoma X producen
hijas, los con cromosoma Y procrean hijos. Cuando estas
casaron todas y cuya descendencia fue exclusivamente del sexo femenino: 8,
2, 2, 4, 2 y 9, es decir, en total, en dos generaciones, 33 hijas. La
tercera generación, la de Madame B. y sus 7 hermanas también se
compone de hijas: 12, 9, 5, 4, 3, 2, 2 y 2 o sea 39 en total: lo que da, como
total de las tres generaciones: ¡72 hijas de 72 nacimientos!
Es casi imposible imputar este fenómeno al puro azar. Entonces, ¿cómo
conciliar la existencia de una tendencia feminípara en las madres con lo que
ya hemos expuesto sobre la determinación seminal del sexo?
Hay que imaginar que, en esta familia, los óvulos no admiten la
fecundación más que por cromosomas X, hipótesis completamente
gratuita, ya que no conocemos ningún ejemplo de tal «fecundación
selectiva». Quizá las secreciones uterinas son tóxicas para los
espermatozoides con cromosoma Y. O cabe aún la posibilidad de que las
condiciones humorales de la gestión son perjudiciales para los fetos
masculinos...
En todo caso, es necesario que la tendencia feminípara se transmita de
madre a hija, probablemente por el citoplasma ovu lar. Este es uno de
los raros ejemplos de herencia citoplásmica en el reino animal 3.
Parecido es el caso de la «familia de hijos» citada en 1946
por Harris, en la cual nacieron -durante diez generaciones
sólo dos hijas frente a 33 hijos; y además una de ellas era inter
sexuada hasta tal punto que al nacer se había dudado de su sexo,
y sobre la otra, muerta a los dos años, no se poseen datos.
Estas dos singulares familias constituyen casos de experiencias
naturales que aún no está la ciencia en condiciones de interpretar
3. Algunas familias de ciertas clases de moscas (Drosophila Wil-
listoni) tienen, exclusiva o mayoritariamente, descendencia de sexo, femenino;
esta anomalía es de origen infeccioso y probablemente producida, por un virus
(Melaglowkin y Poulson, Science, 1957).
99

98

h
dos clases de elementos se encuentran en igual cantidad en el
semen, nacen aproximadamente igual número de hijos que de
i jas.
Ahora bien, en ciertas familias, se puede comprobar la eliminación
completa de uno de los sexos. Así por ejemplo, en una famosa
familia de Nancy, de la que hablan Lienhart y Vermelin, no ha
nacido un solo varón desde hace tres generaciones.
Las abuelas de una cierta Madame B. tuvieron 6 hijas, que se
si consiguiésemos conocer el procedimiento que usa la naturaleza para
fabricar mujeres con descendencia puramente femenina y hombres con
descendencia puramente masculma, sería quizá posible encontrar alguna
aplicación práctica de tales conocimientos en lo que respecta a la
determinación voluntaria del sexo.
¿Hombres con reservas múltiples de cromosomas?
Al hablar de los intersexuados del tipo Petersson-Bonnier, hi cimos
alusión a la hipótesis que explica tal peculiaridad a la exis tencia de
una reserva o stock de cromosomas en superabundancia.
Este fenómeno natural no es raro en algunos anfibios (ranas,
salamandras, etc.) : se encuentran fácilmente ejemplares que tienen en
sus células tres o cuatro stocks de cromosomas, en lugar de los dos
que son normales en la especie. Este fenómeno se repite en los
ratones, en los que Beatty y Fischberg han estudiado casos de
embriones triploides de más de diez días ; artificialmente, es posible
lograrlo en los anfibios y parece ser que Hügggvist y Bane lo han
realizado en los conejos y cerdos, por medio de un tratamiento
químico del semen.
Por el momento, no tenemos ninguna noticia seria de la exis -
tencia de este fenómeno en la especie humana. Pero en todo caso,
podría pasar inadvertida, pues, en los vertebrados, la presencia de
stocks cromosómicos en superabundancia no va acompañada de un
aumento en la talla, a diferencia de lo que se observa en los
invertebrados y en las plantas, donde los ejemplares poliploides
muestran a la vez, en muchos casos, síntomas de gigantismo.
En todo caso, existen, casi con certeza, mujeres que tienen en sus
células un cromosoma Y -es decir, un cromosoma mascu lino- además
del doble cromosoma X. No se distinguen de sus congéneres
normales por ninguna particularidad sexual y su singularidad
cromosómica (XXY en lugar de XX) no se exterioriza más que por
la irregularidad que se manifiesta en la transmisión de ciertos genes.
Es igualmente posible que haya hombres desprovistos de cromosoma
Y y que como consecuencia tengan por fórmula cromo sómica la de
XO, en lugar de XY. Esta supresión de cromosoma Y se produce en la
mosca del vinagre y va acompañada de esterilidad.
100
¿Seres humanos sin padre?
Por muy extraña que tal pregunta pueda parecer, no por ello hay
que olvidar el estudio de la posibilidad de que vengan al mundo
seres humanos sin que haya habido previa fecundación, desde el
momento en que, una vez cada diez mil o cien mil, nace una cría de
pavo sin padre, de un huevo virgen de pava.
Tales seres humanos, de origen virginal o partenogenético, serían,
sin duda alguna, seres singulares.
No ha mucho, una biólogo inglesa, Mrs. Haldane, escribió sobre
este problema, en la revista médica The Lancet, un artículo que produjo
mucho eco, iniciándose una encuesta sobre él, en el Sunday Pictorial.
Se presentaron mujeres que alegaban un embarazo inmotivado; una de
ellas, Mrs. Emminarie Jones, se sometió al estudio de un jurado de
médicos y expertos en genética, que, sin llegar a aceptar el hecho de
la maternidad virginal, admitieron la posibilidad de tal fenómeno, en
atención a las particularidades genéticas de la madre y de la hija 4.
Parece que en el caso de Mrs. Jones, no se trataba de una su -
perchería de alcance más o menos publicitario, pero el problema aún
no ha sido aclarado.
El biólogo Beatty, en su reciente libro : Parthénogenése et
polyplor'die dans le développement des Mammiféres (1957) de
dica todo un artículo a discutir. la posibilidad de la partenogénesis
espontánea en los mamíferos y cuanto sobre esta materia expone es
aplicable a los seres humanos.
La experiencia de siglos -dice Beatty- nos enseña que las
crías de los mamíferos no nacen sin intervención del espermato -
zoide. Pero los éxitos de la partenogénesis artificial nos invitan a
plantearnos la hipótesis de una partenogénesis espontánea y ex -
cepcional y a preguntarnos cómo se podrían identificar, si en rea lidad
existieran, estos singulares casos.
Tal identificación encuentra sin embargo muchos obstáculos, entre
los cuales sería quizá muy importante el de que el gana dero no
prevé el fenómeno. «Si una hembra aparentemente no inseminada
tiene descendencia, el ganadero pensará en que ha habido un error o
una fecundación incontrolada por él, pero no lo inscribirá en sus
registros como un caso de nacimiento inex
4. Vide Jean Rostand: Le Figaro littéraire, 28 julio 1956.
101
 plicable. Lo mismo puede ocurrir con los animales de laboratorio e
incluso con el hombre; ha habido madres no casadas que han
afirmado, a veces, que no había intervenido ningún posible padre, pero en
general nadie las ha dado crédito.»
Como subraya Beatty, una partenogénesis espontánea sería aún más
difícil de identificar, tratándose de una hembra que ya había sido
pareada : si el nacimiento se producía en el plazo de gestación normal, ni
siquiera surgiría la sospecha de una posible partenogénesis; y sí después,
se pensaría simplemente en un retraso en la gestación.
En el caso particular de la especie humana, un producto par-
tenogenético sería necesariamente de sexo femenino, pero no sería
forzosamente una réplica fiel de la madre -una especie de «gemela» más
joven- ya que el óvulo «partenogene» podría aumentar sus cromosomas
tras haber sufrido la reducción cromática.
Si la partenogénesis total es muy improbable en la mujer, por el
contrario -y esto ya es por sí mismo una curiosa experiencia
de la naturaleza- la partenogénesis incompleta o rudimentaria
no deja de manifestarse en nuestra especie. Todos los médicos conocen
los quistes desmoides del ovario, formaciones a menudo múltiples (a veces
quince o veinte en una misma glándula) y cuya génesis parece estar en
relación con una predisposición hereditaria o racial.
Mathias-Duval, y sobre todo su alumno Répin, en una notable
tesis -fechada en 1891- sostiene que estos quistes tenían como
origen el desarrollo atípico de un óvulo virgen; esta teoría es aceptada aún
hoy en día por numerosos biólogos como A. Vandel, Witschi, Mosinger,
etc.
Witschi menciona, a este respecto, una observación muy curiosa,
realizada por Neumann sobre un ovario que tenía dos quistes bien
diferenciados, uno de ellos conteniendo un mechón de cabellos negros, y el
otro uno de rubios.
Se supone que, en este caso, el sujeto -que debía tener a su vez
los cabellos negros- poseía en su patrimonio hereditario un gene
respecto a los cabellos rubios y otro respecto a los negros parece ser, pues,
que estos dos diferentes genes se debían haber introducido,
respectivamente, en los dos óvulos productores de quistes.
Vandel considera que se puede ver, en los casos de partenogénesis
rudimentaria en la mujer, un interesante dato, en cuanto que estos
casos prueban que en el huevo humano existe «una in
102
negable tendencia a desarrollarse partenogenéticamente. Es por
consiguiente infinitamente probable que este huevo pueda ser sometido
con éxito al tratamiento de la partenogénesis experimental» s.
Millares de embriones en un tumor...
Es imposible no traer a colación, en esta rápida revisión de las
singularidades humanas, las memorables observaciones de Albert
Peyron -de ese prodigioso Peyron de quien no sabemos si era un
poco loco o un poco genio o, ¿por qué no?, ambas cosas a la vez...
Estas observaciones se refieren a ciertos tumores, llamados em-
brionarios (o embriomas), del testículo humano, que, según él, contenían
millares o docenas de millares de pequeños embriones. El célebre tumor
n.2 11.013, que le envió el doctor Limousin desde Clermont-Ferrand, fue
encentado por treinta mil lugares, cada uno de los cuales contenía, por
así decir, una profusión de estas formaciones embrionarias que Peyron
comparaba con los embriones de los primates y en los que se distinguían
todas las fases sucesivas de la embriogénesis precoz : gastrulación ;
formación del canal neurentérico, de la cavidad amniótica, etc.
Gracias a esta experiencia rarísima, la naturaleza ofrecía un
incomparable material para el estudio directo del desarrollo humano,
cuyas primeras fases no son aún bien conocidas. Y Peyron llegaba a
preguntarse si no se podría prolongar la vida de estos pequeños
embriones situándolos en favorables condiciones de cultivo, lo que haría
posible la horrible perspectiva de una especie de trasplante del ser
humano.
¿Cuál era el origen de este semillero de embriones en un testículo?
Sin duda, se trataba de una pártenogénesis de las células germinales
masculinas, complicada con una poliembrionía. Estos dos fenómenos
estaban a su vez en relación con el tumor que había originado el
nacimiento del embrión.
Peyron distinguía cuidadosamente estos embriones partenogenéticos y
poliembriónicos de los embriones de gemelos o parásitos, que tienen
un origen muy diferente, ya que provienen de una inclusión fetal y deben
por tanto ponerse en relación con las mons
5. - A. Vandel: La Parthénogenése, Doin, 1930, pág. 278.
103
 truosidades dobles. Es en esta última categoría de embriones donde
hubiese tlasificado Peyron el caso de «partenogénesis masculina» que
en 1953 presentaron a la Academia de Medicina Lombard, Ferrand y
Legenissel. Se trataba de un feto de cuatro meses en contrado en el
abdomen de un niño varón de veinte meses.
Las fantásticas afirmaciones de Peyron chocaron en un principio contra
un escepticismo casi general, aunque algunos biólogos eminentes como
M. Caullery y P. Wintrebert vieron pronto el alcance de sus ideas, que a
partir de entonces han encontrado confirmación en importantes
ocasiones g. Aunque J. A. Gaillard (1956) considera que la
poliembrionía no es sino «una de las modalidades evolutivas de los
botones embrionarios y no el proceso fundamental» 7 no por eso deja de
rendir homenaje a los magníficos trabajos de Peyron y a sus «publicaciones
extraordinarias». Además ha utilizado para su trabajo personal la
«extraordinaria» colección de tumores testiculares reunida por Peyron.
Extraordinario: ésta es la palabra que siempre surge cuando se habla de este
hombre «cuyo nombre irá siempre unido a la historia de los
disembriomas» y que tiene el mérito indudable de haber iniciado un
capítulo totalmente nuevo en el libro de la biología humana.
Finalmente, no hace mucho que, en el Journal o f Clinical Pathology,
ha aparecido un artículo de R. Winston Evans, de Liverpool 8, en el
que se señala la presencia de numerosas formaciones embrionarias en un
teratoma testicular humano. Evans señala el parecido de estas
formaciones con los embriones de los primates, así como su aspecto
caricaturesco, con relación a los embriones normales; y se propone
injertarlos en ratas, para ver si pueden se guir tras esto su desarrollo.
Confieso que me sorprendió un poco no encontrar el nombre de Peyron
en la bibliografía de este estudio e.
En todo caso, la partenogénesis masculina constituye una ex
6. Vide la tesis de René Dufau: Les Tumeurs du testicule et les
syndromes de masculinisation, Lefrancois, 1941.
7. Histogenése des dysembryomes testiculaires. Les imagen initiales et les
aspects évolutifs, «Bulletin de 1'Association francaise pour 1'étude du Cáncer»,
tomo 43, 1956. , excitar el celo de los biólogos. Los médicos y en especial aquellos que
8. Developmental Stages of embryo-like Bodies in Teratoma Testis, 10,
31, 1957.
9. En un embrioma del ovario, L. C. Simard encontró formaciones
microscópicas que recordaban las primeras fases de la. embrio
104
periencia natural muy notable y nos revela potencialidades evolutivas insospechadas
del tejido germinal masculino. Si algún día se llegase a aclarar la
naturaleza de los factores que intervienen en el fenómeno, se podrían
obtener resultados muy importantes para la embriología experimental.
Una variante de la partenogénesis
Existe una curiosa variante de la partenogénesis, conocida por el
nombre de ginogénesis y que podríamos explicar como una
«partenogénesis por el esperma».
A veces, tanto natural como experimentalmente, el espermatozoide, tras
haber penetrado en el huevo, queda inerte y ocioso en él, lo que no estorba
al huevo en su desarrollo, pero sin que los cromosomas paternos
intervengan para nada en su crecimiento.
Esta «ginogénesis» se da, por ejemplo, cuando el espermato zoide
se ha deteriorado por algunas irradiaciones o intoxicado por un veneno
químico, o bien cuando pertenece a una especie harto diferente de la del
huevo, aunque en este último caso la gino génesis se confunde con
la falta de hibridación.
Ahora bien, a partir de 1910, el gran biólogo francés Yves
Delage estudiaba, en un notable artículo, la posibilidad de una ginogénesis
en la especie humana 1o, fenómeno que vendría determinado por
espermatozoides alterados, dañados por el alcohol, la morfina, la
cocaína, la nicotina o el virus sifilítico.
«Por ello, no es imposible -concluye Delage- que existan en la
especie humana individuos partenogenéticos, a los que quizá nos
encontramos en la calle sin sospechar la extraordinaria sin gularidad
de su origen, ya que tal singularidad no se revela por medio de
características evidentes de fácil interpretación.
»Sólo por medio de la observación atenta de los casos en que
pudiera darse tal eventualidad, es como podrá llegarse a formar una opinión
firme sobre esta materia : he ahí un trabajo interesantísimo, digno de
atienden a una misma familia durante
génesis humana: parece que se trataba en este caso de partenogénesis y
poliembrionía a la vez (Cáncer, 1957).
10. La parthénogenése peut-elle exister dans l'espéce humaine?
«Biologica», mayo 1913.
105

varias generaciones y conocen a fondo la historia nosológica de todos sus
miembros, son los mejor calificados para hacer tal investigación.»
Nos encontramos de nuevo aquí ante todas las dificultades que se han
mencionado al hablar de la partenogénesis.
Delage pensó igualmente en la posibilidad de una partenogénesis por
medio de un esperma extraño e hizo una discreta alusión «a los casos
excepcionales, pero sin embargo existentes, de relaciones sexuales entre
seres humanos de uno u otro sexo y animales».
Esta misma hipótesis fue recogida hace muy poco tiempo por L.
Bounure para explicar el nacimiento de cierto monstruo humano
-anencéfalo o sin cabeza- que nació en enero de 1897 en la
maternidad del Hospital de Vichy.
El monstruo nació de una joven de dieciséis años, que vivía en una
«roulotte» con su padre y un mono. No tenía contacto con nadie en el
exterior y en el barrio donde se estacionaba el carricoche corrió el rumor,
desde luego indemostrado, de que mantenía relaciones incestuosas con su
padre.
Bounure 11 se inclina a pensar en unas relaciones sexuales entre la
joven y el mono; por mi parte considero menos aventurado el
imaginar el incesto antes que la falsa hibridación.
***
Acabamos de examinar cierto número de experiencias naturales,
algunas de innegable autenticidad y otras más o menos dudosas. Dentro
de este último grupo, podemos situar también los pretendidos casos de
impregnación o telegonía. Ciertos ganaderos e incluso ciertos médicos
creen que una hembra, tras haber sido inseminada por un macho, puede,
con otro macho, tener crías que se parezcan al primero: o por
ejemplo,. una mujer casada primero con un negro, podría dar a luz en su
segundo matrimonio con un blanco, un hijo mulato.
Recientemente algunos autores han intentado explicar este género de
«fenómenos» suponiendo que el DNA (es decir, el ácido
desoxirribonucleico) de los espermatozoides del primer marido penetra
en el organismo femenino y modifica los óvulos. Si esto fuera así, se
trataría de una curiosísima experiencia natural que reproduciría, en suma,
en nuestra especie, la famosa expe
11. Semaine des Hópitaux, mayo 1957. 106
riencia que el profesor Benoit realizó no ha mucho con los patos Blanca
Nieves.
Personalmente yo no doy ningún valor a los pretendidos casos de
telegonía, aunque recordaré que el eminentísimo naturalista Alfred
Giard creía firmemente en este fenómeno hasta el punto de atribuirle
importantes efectos eugenésicos y sociales:
«La acción directa del primer macho sobre los ulteriores frutos es un
hecho cuyas consecuencias sociológicas no han sido suficientemente
subrayadas. Esto justificaría en cierta medida el exorbitante derecho que
se atribuían ciertos señores de antaño en el momento del matrimonio de
sus súbditos. En una época en la que, a consecuencia del estado de cosas
social, la nobleza representaba el elemento más selecto de la nación, el
ejercicio de este derecho podía ayudar al perfeccionamiento de la raza:
los hijos nacidos bajo esta influencia han contribuido quizás, al igual
que los bastardos, al mejoramiento de las clases inferiores y preparado así
su liberación en 1789. Desde el punto de vista de la moral del futuro, se
podrían hacer otras deducciones no menos importantes del caso citado
arriba, pero no es éste el lugar más indicado para exponerlas y quizás
es mejor reservarlas para una enseñanza puramente esotérica, sin
vulgarizarlas por el momento» 12
j ¡Quién iba a imaginar que la telegonía fuese invocada para ustificar el
derecho de pernada y considerada además como uno de los factores
productores de la Revolución francesa!
Citemos por último, entre las singularidades biológicas de la especie
humana, los casos de tercera dentición, de los que hablan Erasme Darwin,
Sigaud de la Fond e incluso Fontenelle, que no suele ser demasiado
asequible a este tipo de fábulas.
Pero es hora ya de detenernos y de concluir nuestro estudio.
Como lo hemos indicado antes de pasada, algunas experiencias
de la naturaleza humana han arrojado en ocasiones luz sobre los
estudios biológicos : la poliembrionía, el síndrome de TurnerAlbright,
los quistes dermoides ; otras, tales como la partenogénesis masculina en
los tumores testiculares o las aberraciones en la proporción de sexos en
algunas familias, no han podido, por el contrario, ser interpretadas
perfectamente y, por ello, no han podido aún transmitirnos todas las
enseñanzas que traerían consigo.
Las experiencias que la naturaleza realiza en el hombre nos
12. Giard: Controverses transformistes, 1903.
107
 incapaces en todo caso de producir las alteraciones estructuraleL de la glándula femenina
son evidentemente tanto más preciosas cuanto que las experiencias
que caracterizan a la ternera masculinizada por su gemelo macho.
propiamente dichas son imposibles o cuasi imposibles sobre seres
A veces, el conocimiento de la experiencia natural es lo que origina la
humanos. Pero la noción de experiencia natural no sólo es aplicable al
experiencia de laboratorio : así es cómo los casos de castración parasitaria
hombre, sino a los animales y a las plantas.
han sugerido investigaciones sobre las hormonas sexuales de los
Son por ello experiencias naturales la castración parasitaria en los
invertebrados ; los casos de mosaico racial en la drosofila han sugerido
insectos, la feminización de los cangrejos bajo los efectos de la
experiencias sobre las hormonas de pigmentación y los casos de mezcla
saculina, el mosaico sexual o racial en las drosófilas, la
sanguínea en el ganado bovino han sugerido experiencias sobre la
masculinización en algunas gallinas o faisanas viejas, ciertas trans-
tolerancia de los embriones al injerto.
formaciones espontáneas de sexo en los anfibios y los pájaros, el f ree-
En ocasiones, las experiencias de laboratorio son las que, por el
martinismo en el ganado bovino -es decir la masculiniza ción de las
contrario, nos impulsan a buscar la experiencia natural, cuya existencia
glándulas sexuales de un feto femenino por las hor monas de un
sospechamos desde el mismo momento en que conce
gemelo macho-, etc.
Quizá también hay que considerar como experiencia de la naturaleza la bimos su posibilidad.
Se podría escribir todo un libro de metodología sobre las ex -
producción de la curiosa anomalía P que he señalado en la rana verde y
periencias naturales y sus relaciones con las experiencias de laboratorio.
que, en algunos estanques, se extiende a gran parte de los ejemplares que
El filósofo Francis Bacon fue uno de los primeros que entre vió y
en ellos viven: el número de dedos de las patas traseras puede llegar a
señaló la importancia de estos casos singulares o «pretergeneraciones» y de
veinte (en lugar de los cinco de los casos normales) y por otro lado pueden
esas especies de extravíos o errores por medio de los cuales la naturaleza
aparecer excrecencias óseas de todas las clases y formas en los muslos, en el
muestra parcialmente sus secretos y nos deja oír su lenguaje, sin
ano, en los hombros, etc. 13. Ahora bien, ningún agente teratógeno conocido
necesidad de que nos hayamos tomado
hasta hoy puede reproducir esta monstruosidad que tan fértilmente ha
la molestia de interrogarla.,
prodigado la naturaleza en ciertas regiones. En este caso, la naturaleza
«Cuando se encuentran tales ejemplos, no se debe... desistir de tal
dispone de técnicas que nosotros aún no sabemos emplear.
investigación por no haberse podido descubrir sus causas. El que
Hay algunas experiencias de la naturaleza que nosotros no
conociera bien los caninos rectos de la naturaleza, cono cería, al
comprendemos ni interpretamos sino gracias a 'conocimientos pre-
mismo tiempo, sus desviaciones y el que conociera bien sus
viamente adquiridos en el laboratorio. Otras, por el contrario, nos
desviaciones estaría en condiciones de descubrir sus caminos.»
ayudan por sí mismas a comprender mejor los resultados de nuestras
experiencias de laboratorio. Y añade aún Bacon
En ocasiones, y aun ignorando los medios que la naturaleza emplea, «Habría que redactar una historia natural ex pro f esso en la que se
somos capaces de imitarla con medios artificiales; otras veces, somos incluyese la descripción de todos los casos y de todos los frutos extraños de
absolutamente incapaces de hacerlo, cualquiera que sean los medios usados ; la naturaleza, en una palabra, de todo lo nuevo, raro y extraordinario; pero
tal es el caso del f ree-martinismo, que no se puede reproducir a voluntad, tal historia debería ser redactada usando un severísimo criterio de
a pesar de todos los progresos realizados por la bioquímica de las selección; no debería incluirse en ella más que casos auténticos...,
obtenidos de una historia grave, cierta y apoyada en sólidos y autorizados
hormonas y muy especialmente de las hormonas sexuales : estas hormonas
datos.»
provocan, desde luego, modificaciones en las características sexuales
Esperamos haber respetado, a lo largo de estas páginas, las sanas
secundarias de los fetos de mamíferos, pero, sin embargo, cualquiera que
indicaciones que, hace trescientos años, daba el audaz genio de Francis
sea la dosis empleada o la fase del desarrollo en la que se les
Bacon, para el estudio de las «singularidades de la
aplique, son
naturaleza».
13. Vide J. Rostand: Les Crapauds, les grenouilles et quelques grands
problémes biologiques, Gallimard, 1954.

108
 IV
BIOLOGIA E INFANCIA INADAPTADA
 Nos proponemos ahora estudiar el papel que desempeñan los factores
biológicos en la conducta de los seres humanos y más especialmente en
la de esos niños y adolescentes a los que se designa con el nombre de
inadaptados.
Dícese de un niño que es inadaptado cuando, a causa de irre-
gularidades físicas o mentales, se muestra incapaz «de adaptarse a las
reglas de una vida normal, sin la ayuda de medidas especiales, sean éstas de
tipo medicinal, educativo o social».
He aquí otra definición de la infancia inadaptada, debida al
profesor Heuyer: «Es todo niño o adolescente a quien la insuficiencia
de sus aptitudes o los trastornos de su carácter y de su
comportamiento y en ocasiones la asociación de estas dos causas, de origen
hereditario o adquirido, dificultan de modo prolongado su adecuación
a las exigencias propias de la edad que tiene y del medio social en que
viven.»
Se admite en general que el número de «inadaptados» -o de
«inadaptables»- llega en Francia al medio millón, lo que da idea de
la amplitud y la gravedad de los problemas que su existencia plantea.
¿A qué se debe que un ser humano presente estas irregularidades
físicas o mentales, esta insuficiencia de aptitudes o estos trastornos de
carácter o de comportamiento que le hacen inadecuado a una existencia y
una actividad normales y que, con demasiada frecuencia, le arrastran a
la delincuencia?
En lo que se refiere a irregularidades físicas, es indudable que
provienen de causas biológicas ; pero ¿qué papel desempeñan estas. causas
en la génesis de las irregularidades mentales o temperamentales?

113

Lo que planteamos con esto es, en resumen, toda la delicada y
compleja cuestión de las relaciones entre el yo biológico y el yo
psicológico.
En la formación de todo ser humano -y en general en la de
todo ser- intervienen dos clases de factores : factores internos
(hereditarios o genéticos) y factores externos, que constituyen el medio
ambiente. El punto de partida y las circunstancias. El origen y la
historia.
Mientras que los primeros factores -los hereditarios- son
necesariamente de orden biológico, los otros pueden ser o de or den
biológico o de diferente orden (psicológico o social).
Será, pues, necesario para entender bien el problema, el estu diar
primero los factores hereditarios y luego, entre los factores
circunstanciales, aquellos que, en cada etapa de la formación del"
individuo, pueden afectar al yo biológico.
Recordemos aquí, en primer lugar, algunos puntos fundamentales.
El niño se forma a partir de algo que proviene de la madre y
algo que proviene del padre: este algo, es una célula, pequeña
partícula de protoplasma, desprendida de la colonia celular que forma el
cuerpo de los padres.
Cada progenitor aporta una sola célula, el óvulo la madre y el
espermatozoide el padre. Penetrado y fecundado por el espermatozoide,
el óvulo se convierte en huevo que llega a la matriz, en cuya pared
se aloja para realizar allí su desarrollo, convirtién dose sucesivamente
en embrión, feto y recién nacido.
El patrimonio hereditario de los padres se halla, pues, locali zado
en esos dos microscópicos elementos; por este delgado puente se
traslada la herencia vital de generación en generación.
Además, según sabemos, lo principal de esta herencia está con-
tenido en el núcleo de cada célula, es decir, en una parte un poco más
densa que el resto y que contiene a su vez ciertas partículas, llamadas
cromosomas. El número, constante, de cromosomas es igual en la célula
materna y en la paterna: 24; y, así vemos que los dos progenitores
participan por igual en la construcción de la dote biológica.
No es éste el lugar de exponer, aunque fuera sumariamente, el
regular y preciso mecanismo que asegura la transmisión de la
herencia cromosómica. Bástenos con saber que los propios cromo somas
se forman a su vez por la reunión de partículas aún más pequeñas,
los genes; que el número de genes llega a varias dece
114
nas de millares en cada célula; que cada uno de ellos desempeña su
propio papel y que hay muchos que pueden exisitir en diferentes
estados, lo que les confiere diferentes propiedades 1.
Así, un determinado gene condicionará, según su estado (o su
composición química), el color castaño o azul del ojo, el colorido
moreno o rubio del cabello, su naturaleza lisa o rizada, la forma
recta o aguileña de la nariz, el grupo sanguíneo O, A o B, etc.
Fácil es comprender que tales genes, en sus diferentes estados,
pueden combinarse de todas las posibles maneras, según el juego de
las uniones realizadas'.entre los diversos individuos.
Supongamos, para simplificar, que sólo hubiese, en el género
humano, dos genes diferenciales: gene de ojos castaños o de ojos
azules, gene de cabellos oscuros o de cabellos claros. Sólo podrían
darse, en tal caso, cuatro combinaciones diferentes de caracteres, a saber:
individuos de ojos castaños y cabello oscuro, individuos de ojos
castaños y cabello claro, individuos de ojos azules y ca bello oscuro e
individuos de ojos azules y cabello claro.
Supongamos ahora la existencia de un tercer gene diferencial, que
produjese la calidad de liso o rizado en el cabello: entonces habría
ocho clases de individuos posibles, a saber, individuos de ojos castaños
y de cabello oscuro y liso, individuos de ojos castaños y de cabello oscuro
y rizado, individuos de ojos castaños y de cabello claro y liso,
individuos de ojos castaños y de cabello claro y rizado, etc.
Perdonemos al lector la lectura de las posibles combinaciones y
limitémonos a decir que, a partir de n genes diferenciales, habría 2
elevado a n clases de combinaciones de caracteres y por consiguiente 2
elevado a n individuos diferentes.
Dado que en la especie humana hay centenares, incluso mi llares
de genes diferenciales, es fácil admitir que el número de
combinaciones posibles es realmente inimaginable.'
Sin duda, la unión de dos individuos determinados no aporta la
totalidad de genes diferenciales. Pero sería fácil demostrar, aplicando
las leyes de la mecánica cromosómica, que de cualquier unión puede
resultar un extraordinario número de, combinaciones de genes, un
número que alcanza el orden del trillón y excede con mucho al
número de hombres que pueblan hoy el planeta.
De donde cabe deducir que la posibilidad de que el azar llegue a
formar dos combinaciones de genes absolutamente idénticas, es
1. Vide J. Rostand: L'Hérédit¿ humaine, P. U. F., 1952.
115
 prácticamente nula. En la lotería del nacimiento, jamás sale dos veces el
mismo número.
Vemos así que, desde el comienzo, todo ser humano recibe una
herencia genética que no le pertenece más que a él. Y por ello posee desde
el comienzo, una individualidad biológica, una singularidad, una
unicidad.
Esta unicidad propia de cada uno depende de una combinación de
genes exclusiva- de cada persona, genes que pueden estar más o menos
extendidos o ser más o menos escasos, pero que individualmente no
pertenecen en propiedad a nadie. La originalidad esencial del individuo
humano se debe a un resultado de conjunto, a una asociación original de
elementos que por separado son comunes. Con las notas de la gama
musical se puede componer toda clase de sinfonías y con las letras del
alfabeto cualquier obra literaria. Igualmente, con la colección de genes
variables de que la humanidad dispone, ésta puede renovarse, y de
hecho se renueva sin tregua, haciendo algo nuevo de lo antiguo, como en
un caleidoscopio.
Sus posibilidades de renovación y de innovación son tan amplias que,
aunque durase billones de años, jamás volvería a repetir el mismo hombre.
¿Será necesario insistir sobre el papel que la unicidad desempeña en las
relaciones afectivas?
«Porque él era él y porque yo era yo», decía Montaigne hablando de
La Boétie. Y Schopenhauer explica: «El profundo dolor que sentimos ante
la muerte de un amigo proviene del sentimiento de que en cada individuo
hay algo indefinible, que sólo él posee y que es por consiguiente
absglutamente irreparable. Omne individuum irreparable...»
En este punto la noción biológica de la unicidad humana coincide . con
la intuición corriente. Nadie posee un verdadero doble, a no ser que tenga
un gemelo, un gemelo verdadero, es decir, un hermano (o hermana)
nacido del mismo huevo. Los gemelos' verdaderos, en efecto, se parecen de
modo asombroso, hasta en el menor detalle de la morfología y de la
fisiología.
Esta excepción a la unicidad original del individuo no hace sino
confirmar la regla : estos dos seres idénticos no son obra de una casualidad,
sino de una sola y única combinación de genes que formó un solo
huevo dividido en dos.
El hecho de que ellos posean el mismo yo biológico partido por gala
en dos, nos sirve para recordar que nosotros somos los
116
únicos que poseemos el nuestro, nuestro yo que no debemos compartir con
nadie. Considero que si el tema de los gemelos, relacionado con el del
«doble», ha sido tan a menudo empleado por los escritores y en
especial los autores dramáticos -desde los griegos Antífanes,
Anaxándrides, Aristofonte, Xenarco, Alexis Eufronte, Posídipo y
Menandro hasta Jean Anouilh, pasando por Los Menechmos de Plauto-
no es sólo porque tal tema aporte una fuente de alegres
quidproquos, capaces de mantener una intriga escénica, sino también
porque representa en sí mismo la emocionante noción de la
individualidad orgánica.
Una vez que hemos refrescado nuestras ideas sobre la origi.tlalidad
originaria de cada uno, preguntémonos si, en la especie humana, hay
ciertos huevos, o sea ciertas combinaciones de genes que están destinados
o predispuestos a producir individuos inadaptables o al menos más
difícilmente adaptables que los demás.
En lo que se refiere a las cualidades físicas, la respuesta no ofrece
dudas.
Cegueras, sorderas, fragilidad de los huesos, deficiencias musculares,
anomalías y deformaciones diversas, trastornos en la coagulación de la
sangre... ; deberíamos revisar una enorme parte del panorama de la
genética médica. En cuanto a las deficiencias mentales, conocemos ya
muchas que son claramente hereditarias, es decir, que vienen ya marcadas
en los genes transmitidos.
Un ejemplo típico será el del idiotismo llamado f enil pirúvico,
anomalía que se hereda según las leyes de Mendel, de modo recesivo, lo que
significa que dos progenitores normales pued°n ser los padres de un idiota
de este género si uno de ellos posee este gene en estado latente u oculto.
Este idiotismo, que podríamos calificar de «químico», está ei, relación
con un trastorno del metabolismo celular, que lleva consigo cierta
debilitación de las oxidaciones cerebrales. Se caracteriza de modo muy
exacto por la presencia, en la orina, de cierto ácido: el ácido
fenilpirúvico. Afortunadamente es muy raro y sólo se encuentra en una
proporción de un caso por veinticinco o cincuenta mil individuos.
Otras clases de idiotismo y diversas deficiencias mentales, por
degeneración del tejido nervioso son igualmente hereditarias: el
idiotismo amaurótico familiar, producido también por un gene recesivo;
enfermedad de Wilson, degeneración lenticular progresiva, atrofia del
cerebro, heredoatáxia del cerebelo, enfermedad de Friedreich,
neurofibromatosis, corea de Huntington, etc.
117

Aunque no tan claramente definida, la herencia parece casi
indudable también en los estados ciclotímicos, en la esquizofrenia y en
algunas formas de epilepsia y de debilidad mental.
Y fuera de estos casos manifiestos y evidentes que por fortuna son
excepcionales, existen todos los otros casos -más numerosos éstos-
en los que la determinación genética no es decisiva ni irrebatible, sino
que tan sólo constituye una condición que empuja y predispone, como
un «handicap», que hace más difícil -la adaptación del sujeto a la vida
y que tiende a inclinar la balanza hacia el lado malo.
Este es el momento de señalar lo que de relativo y de equívoco
hay en la idea de inadaptación. Una determinada persona, aparte de
su «equipo genético», se mostrará menos adaptable que otra en unas
condiciones de ambiente dadas y no en otras.
Son probablemente bastante raras las herencias que aseguran una
buena adaptación en cualesquiera circunstancias; e igualmente son
bastante raras las que, en todo caso, llevan consigo la inadaptación.
Tropezamos aquí con la temible cuestión de la herencia de las
facultades normales, del carácter y de las tendencias instintivas.
Se ha afirmado la transmisión hereditaria del grado de inteli -
gencia, de voluntad, del poder de atención, de la perseverancia, de la
tendencia a la cólera, de la capacidad de realizar esfuerzos, de la
temeridad, de la torpeza, de la emotividad, de la crueldad, de la
irritabilidad, de la tendencia al comportamiento perverso o asocial, etc.
A decir verdad, yo veo con bastante escepticismo todo lo que se
refiere a la realidad de una transmisión directa de estas facultades y de
estas disposiciones o tendencias. Por el contrario, lo que nunca pondré
en duda es que, entre los patrimonios que los diferentes individuos
han recibido, hay diferencias muy sensibles en cuanto a las virtualidades
intelectuales y afectivas, sin que se pueda además separar a unas de
otras, ya que a menudo lo que se toma por una falta de inteligencia
resulta ser simplemente una congelación de la afectividad, como han
demostrado los psicoanalistas.
¿Por qué estamos convencidos de estas diferencias psíquicas
originarias ?
En primer lugar, porque es lógico y natural el pensar que la
individualización genética crea una individualización psíquica al igual
que crea una individualización física. Y además porque entre los
animales -perros o ratas- es posible aislar, por selección, fa
118
milias que difieren por su comportamiento innato; y final y prin
cipalmente, porque el estudio de los gemelos verdaderos. nos en
seña la similitud psíquica de los sujetos que tienen la misma
herencia.
Si no invocamos aquí ese argumento, usado tan a menudo, del
parecido psíquico entre padre e hijos, es porque en este terreno
nos parece casi imposible distinguir los efectos de la herencia y
los que se producen por la imitación o, más en general, por la
influencia del medio ambiental paterno.
Una cuestión que toca muy de cerca a esta materia es la de la
correlación entre ciertos rasgos psíquicos, ciertamente hereditarios, y
ciertas particularidades de la psique.
Mme. Léone Bourdel sostiene que el tipo de grupo sanguíneo está
estrechamente ligado al tipo de conducta: es fácil encontrar, según
ella, diferencias estadísticas muy significativas en lo que se refiere a la
repartición de los grupos sanguíneos entre las clases profesionales.
Se han distinguido también ciertos tipos estructurales : tipos
leptosomático, atlético, pícnico que se corresponderán, respectivamente,
a tipos psicológicos (esquizotímico, viscoso, ciclotímico) ; los discípulos
de Corman utilizan la distinción entre los tipos dila tado y contraído.
Todo esto, lo confieso, me parece bastante vago y discutible. Sin
embargo, creo que, a grandes rasgos, la arquitectura del cuerpo tiene
necesariamente alguna relación con la psique, aunque no sea más que
como intermediario de la cenestesia, es decir, de la sensibilidad
orgánica o incluso de la imagen reflejada por el espejo; es fácil imaginar
que el yo psicológico aparecerá y se formará de diverso modo en el
individuo según éste sea muy alto o muy bajo,, muy fuerte o muy
débil, muy feo o muy bello, etcétera.
En resumen, parece indudable que las diferencias genéticas ori-
ginarias son en parte responsables de las diferencias de mentalidad y
de conducta que se dan en los seres- humanos. A esta misma conclusión
llega además el profesor Heuyer, gran especialista en psiquiatría
infantil:
«Cuando se han recogido con cuidado datos relacionados con la
herencia de los hijos de una familia durante dos generaciones y con
el medio ambiental familiar y social en el que viven, no resultan
satisfactorias ni la teoría de las constituciones mórbidas
ni la teoría psicoanalítica del medio ambiente ni la preponderan
cia de las condiciones políticas y económicas. Al leer tales obser
119
 2. Introduction á la Psychiatrie infantile,
vaciones, se comprueba que el clima afectivo del medio
familiar y la educación tienen indiscutibles repercusiones 1952. 120
sobre las conductas; que ciertas condiciones sociales así
como la miseria facilitan la aparición de reacciones
psicopáticas y anitsociales ; y sin embargo, en igualdad de
condiciones, en el mismo ambiente, en la misma familia,
dos hijos se comportan de diferente manera, mientras
que dos gemelos monocigotos reaccionan de modo
sensiblemente análogo; el papel de la herencia
desempeña, pues, un papel indiscu
tible» 2.
***
Si el niño tiene al nacer especiales virtualidades
psíquicas que van a hacer que su adaptación a uno u
otro ambiente sea más o menos fácil, ¿podemos pensar
que las circunstancias de la vida que los padres han
llevado pueden tener influencias sobre el pa trimonio
psíquico legado al niño? Tal es el problema ampliamente
discutido, de la transmisión de los caracteres adquiridos. Si los
partidarios de esta transmisión están en lo cierto, los
padres que hayan llevado una vida regular y adquirido
buenos reflejos sociales y realizado una correcta adaptación
al medio en que viven, tendrán mayores probabilidades de
procrear hijos adaptables, mientras que los padres mal
adaptados procrearán hijos inadaptables.
Sin entrar ahora en una controversia que resultaría
inadecuada aquí, permítasenos decir que la biología no
autoriza en absoluto a sostener tamañas afirmaciones.
Ni para bien ni para mal,
puede el hijo recibir el impacto de la existencia paterna. Un pro
genitor bien o mal adaptado transmitirá quizás a su hijo
las virtualidades psíquicas que han favorecido o
estorbado su propia adaptación, pero no transmitirá nada
de la manera en la que esas virtualidades se actualizaron en
él. En una palabra, no puede transmitir a su hijo más que
lo que él mismo recibió de sus padres. Lo que él haya
hecho con esas herencias con el concurso del ambiente, no
podrá tener ninguna consecuencia sobre la herencia que su
hijo reciba. Sin embargo, podrá objetarse, ¿no se invoca a
menudo el alcoholismo de los padres entre las causas del
retraso mental, de las deficiencias de carácter o de la
delincuencia?
Hay que hacer aquí una previa distinción.
Si se trata de la acción directa de la intoxicación
alcohólica sobre los gérmenes, esto es muy discutido por
los especialistas ; el
 3. Es posible que la mucha edad del padre sea un factor
desfavorable, pues los genes paternos han sufrido, en tal
solo hecho de que Elderton y Pearson, en 1910, hayan llegado á caso, durante mucho tiempo los efectos nocivos de la
sostener que los descendientes de alcoholizados son más radioactividad natural.
bien superiores a los hijos de los abstemios, demuestra
en el mejor de los casos que el asunto no está aún 121
demasiado claro...
Pero hay que tener en cuenta diversos factores: en
primer lugar, el alcohólico -el verdadero alcohólico-
es en general un psicópata, un ansioso y puede
como tal legar a su descendencia una herencia
defectuosa. Además, es fácil comprender sin que haya
que insistir en ello, que el alcoholismo del padre puede
crear condiciones materialmente desfavorables para el
proceso normal
de gestación y también para la educación de los
hijos. No hablemos ya del alcoholismo materno que
provocaría una intoxicación del feto a través de la
sangre o del lactante por la leche.
Esto nos ha llevado a considerar las influencias biológicas pro
pias de la madre que son forzosamente mucho más importantes
que las del padre, cuyo papel, casi instantáneo, se limita a
dotar
al hijo de un stock de cromosomas.
Tomemos como objeto de estudio el huevo formado
por la fecundación, es decir, el futuro ser, aún en
estado unicelular. Ya hemos visto que, por su herencia
genética, este ser constituye un sujeto individualizado, un
individuo, perfectamente diferenciado
de los demás. Ya desde la concepción, la desigualdad
humana ha comenzado a intervenir ya en ese minúsculo
fragmento de proto
plasma que es el huevo, han intervenido la mala o la
buena suerte, modificando ex initio el destino del
individuo.
Pero, a partir de la concepción, la fase de los puros
determinismos genéticos ha acabado ya. El medio exterior
va a entrar en
juego, y de ahora en adelante, no parará de colaborar
con lo que se ha recibido por herencia...
Ahora bien, el primer medio ambiente viene
evidentemente constituido por el organismo materno, con
quien el embrión pri
mero y luego el feto se mantiene en íntima conexión
durante los nueve meses de desarrollo intrauterino.
Allí, se empiezan a dejar sentir ciertas influencias
diferenciadoras. Rectificando lo que yo mismo escribí
tiempo ha, creo que no todas las matrices son idénticas.
Ante todo, la edad de la madre... 3. Sabemos que el
mongolis
 mo, que es una de las causas de la debilidad mental (según Schutt -
leworth, el cinco por ciento de los débiles mentales son mongó -
licos), es mucho más frecuente entre los descendientes de madres
mayores de treinta y ocho años.
Para la génesis del mongolismo es además igualmente necesario un
factor genético; he aquí, pues, un ejemplo clásico de cooperación entre
herencia y medio ambiente.
Acabamos de aludir a la intoxicación alcohólica de la madre y su
influencia sobre el feto; se pueden añadir otras intoxicaciones el tabaco,
la morfina, las intoxicaciones profesionales y las medicinales. Estas
últimas son cada día más frecuentes por el abuso de drogas químicas
recetadas quizá con demasiada generosidad, tales como el gardenal,
fenergal, largactil, etc.
Si una mujer encinta es sometida a los efectos de los rayos X, el
feto puede padecer por ello; se ha atribuido a tales efectos el
crecimiento de ciertas leucemias; podrían también añadirse, quizá,
ciertas alteraciones del sistema nervioso.
Mencionemos finalmente, entre los factores de origen materno que
pueden perjudicar más o menos al feto, las toxemias graví dicas, las
diabetes, las insuficiencias cardíacas y circulatorias que traen consigo
deficiencias en la oxigenación de la sangre, la secreción excesiva de ciertas
hormonas como la cortisona, las carencias nutritivas en proteínas o en
vitaminas y la comprensión mecánica como consecuencia de la
pequeñez del saco amniótico.
Los virus merecen un párrafo aparte.
Desde las notables observaciones de Gregg, oftalmólogo aus -
traliano, sabemos que la roséola, enfermedad de las más benignas,
provoca a menudo en el feto anomalías en el corazón, en el oído o en
los ojos, cuando la madre la ha contraído durante los dos primeros
meses de la generación. Otras infecciones por virus o por treponema
(sífilis) pueden producir lesiones nerviosas *.
Por fin, la influencia de la psique materna no es en absoluto
despreciable, en la medida en que, por mediación del sistema sim pático,
modifica el medio humoral, empobreciéndolo o entique ciéndolo de
ciertas hormonas o de substancias especiales tales como la serotonina,
recientemente descubierta.
Durante estos últimos años, diversos psiquíatras, especialmente
4. Citemos también la toxoplasmosis, producida por un protozoario, el
toxoplasma Gondü y que produce a su vez lesiones a veces mortales en el niño.
122
Phyllis Greenacte y Francois Dolto, han insistido sobre las re -
percusiones que el estado mental de la madre durante el embarazo
puede tener sobre el feto. Ciertamente, no se vuelve con ello a la
antigua idea, según la cual «la imaginación de las madres» podía
producir sobre el hijo manchas o marcas de nacimiento, llamadas
«antojos» porque se creía que representaban el objeto de algún
deseo materno : y aún menos se admite -como lo ha pretendido hace
poco no se qué revista de gran difusión- que algunos re-cuerdos.de
la madre pueden gravarse en el cerebro del feto. En cambio se
admite cada día con más seguridad que «los estímulos repetidos de
origen materno pueden crear y mantener un estado de irritabilidad e
hiperactividad y que, el concurrir con factores constitucionales,
pueden engendrar una determinada tipología» 5.
Un niño nacerá por tanto predispuesto a la ansiedad o la espas-
mofilia, porque su madre, aceptó de mal grado el estado del em -
barazo o porque tuvo en este período dificultades conyugales o de otro
tipo.
No olvidemos, finalmente, las incompatibilidades sanguíneas entre
la madre y el feto.
Cuando la madre pertenece al grupo sanguíneo llamado Rhesus
negativo y el feto al tipo Rhesus positivo, un conflicto humoral puede
enfrentar a los dos organismos en comunicación y llegar a la
destrucción de elementos sanguíneos dejando libres sustancias
perjudiciales pára las células nerviosas del feto.
De cien casos de encefalopatías infantiles, catorce se deben a
incompatibilidades sanguíneas.
«Es posible, dice Heuyer, que existan dolencias e incluso de
bilidades simples debidas a tal incompatibilidad.»
***
En el momento del alumbramento, la futura personalidad del niño
afrontará aún nuevos riesgos.
Incluso cuando el alumbramiento tiene lugar a su debido tiempo, el
recién nacido puede sufrir traumatismo provocado por un parto
laborioso, por la aplicación de fórceps o de una «orbicular_ del
cordón».
5. Psychanalyse et Neurobiologie, por J. de Ajuriaguerra, R. Diatkin y J.
García Badaracco, en La Psychanalyse d'aujourd'hui, tomo II, P. U. F.,
1956.
123
 Todo retraso en la reanimación, en la emisión del vagido ini cial,
puede señalar una lesión, de hemorragia o asfixia, de los centros del
cerebro y meninge.
La sífilis de la madre predispone a los traumatismos a causa de
las lesiones vasculares que produce.
Es clásico ya el relacionar la enfermedad de Little con las cir-
cunstancias del parto y también debe ser éste el motivo de algunos casos
ocultos de fragilidad cerebral, que no se revelan sino mucho más tarde,
con ocasión de alguna enfermedad infecciosa del niño.
He aquí al niño ya en su cuna. Tiene tras él un largo pasado, una
larga historia cargada de antecedentes... Todo un «registro biológico»,
por así decir. Incluso si no ha sido claramente marcado por su
herencia genética e incluso si no ha sufrido lesiones en su aventura
prenatal o por el «traumatismo del nacimiento», el niño ha recibido ya
toda una serie de influencias más o menos desfavo rables, más o menos
desgraciadas que han podido lastrarle, «inferiorizarle», con relación a
otros niños, contribuyendo así a hacerlo menos adaptable.
Por eso, no es sorprendente que, como ha demostrado el gran
psicólogo americano Arnold Gesell, los lactantes sean ya individuos y
que manifiesten su personalidad psicológica por el humor, la vivacidad
de las reacciones, el temperamento solitario o social, el grado de
sensibilidad, la paciencia o la impaciencia, la aptitud para sonreír, la
mayor o menor confianza en sí mismos, la agilidad y rapidez' motrices,
el poder de atención, etc.
En todas estas características, será muy difícil, por no decir
imposible, el distinguir entre lo hereditario (o innato) y lo adquirido,
puesto que, insistimos sobre ello, la personalidad del re cién nacido
lleva ya consigo una parte considerable de adquisiciones.
Parte que no cesará de aumentar a medida que se desarrolle la
vida infantil: lactancia, ablactación, enfermadedes de los pri meros años,
trastornos de crecimiento, accidentes diversos, intoxicaciones
alimenticias, etc.
Entre las causas que pueden modificar directamente al yo bio-
lógico, hay que citar ante todo las enfermedades nerviosos, tales como
las hemiplejías cerebrales y las encefalitis, ya sean encefalitis de poca
importancia que pueden declararse en el curso de cualquier infección
o encefalitis epidémicas de formas variadas.
124
No olvidemos tampoco los trastornos endocrinos, especialmente los
que interesan a las glándulas tiroides y a la hipófisis, así como la
hepatitis juvenil, la diabetes, etc. En muchos casos, la herencia
neuropática agravará el pronóstico en lo que se refiere a las secuelas
mentales de las afecciones orgánicas.
En cuanto a las influencias psicológicas, éstas van a desempeñar ahora
su papel, desde la infancia precoz de la madre que describen los hermosos
trabajos del psicólogo Spitz hasta las influencias más tardías del
ambiente familiar, tal como han sido descubiertas y analizadas por la
escuela de Freud.
Ciertamente no entra en nuestros propósitos el discutir o mi -
nimizar el valor de las aportaciones psicoanalíticas: por el contrario, nos
contamos entre los que atribuyen un inmenso alcance a las
enseñanzas freudianas y consideran que, al menos en nuestro país, no
han sido suficientemente comprendidas y apreciadas. Pero hay que evitar
el grave error que sería el enfrentar estas enseñanzas a los testimonios,
no menos irrecusables, de la biología y la patología orgánica. Nunca
nos cansaremos de insistir sobre la relación que existe entre lo
biológico y lo psicológico, sobre su constante interpretación.
Sin duda alguna, las frustraciones, las dificultades, los conflic tos de
la infancia, los celos entre hermanos, la actitud de los pa dres, etc.,
desempeñan un papel decisivo en la génesis de la inadaptación. Pero,
por un lado, estas influencias psíquicas están, en cierta medida,
condicionadas por la constitución hereditaria del sujeto en cuestión y
por otro lado, actúan por sí mismas sobre el yo biológico, de modo
que es imposible aislar nunca un puro hecho psicológico, siempre
emparedado entre un hecho biológico que le precede y otro que le
sigue.
Incluso el gran y genial Freud no desconoció nunca el papel de
los elementos constitucionales en el destino de la libido y en la
génesis de los transtornos neuróticos.
Como dice M. Bouvet 8, «Freud, que originariamente era un
neurólogo, apenas podía sin embargo edificar un sistema neurológico,
hay que citar ante todo las enfermedades nerviosas, tales lación con las
actividades orgánicas. Algunos factores orgánicos congénitos, afirma
Freud, pueden intervenir en la fijación de_ ciertas energías instintivas en
una fase de su evolución que normal
6. La clinique psychanalytique. La relation d'objet, en La Psychanalyse
d'aujourd'hui, P. U. F., 1956.
1-25

mente debía haber sido superada; por ejemplo, una erogeneidad
particular congénita' de la zona del ano puede ser un elemento decisivo
de la fijación libidinal sobre esta zona especial y en la forma típica, en esa
época de la vida que se conoce como fase anal del desarrollo».
La, misma opinión se encuentra en Federa y en Anna Freud, que
prosigue con fiel y sutil interés la gran obra paterna.
Francoise Dolto, de admirable clarividencia, considera que los niños
de tipo sensorial soportan peor que los de tipo abstracto la
frustración materna. Según Heuyer, un niño que hubiera sufrido una
ligerísima lesión encefálica podría encontrarse sensibilizado a un
traumatismo afectivo ulterior, aunque no de consecuencias graves.
Es casi indudable que hay factores biológicos de base, sean innatos o
adquiridos, que condicionan el vigor y la «resistencia» del yo psíquico, y
quizá también la potencia y calidad de los impulsos instintivos. Se puede
afirmar, por ello, que lo biológico está presente por doquier, que se
infiltra en todas partes, que, incluso cuando algo podría explicarse
perfectamente sin su intervencion, sigue sin embargo desempeñando un
papel secreto.
Otro aspecto del problema : la acción, de signo contrario, de lo
psíquico sobre lo biológico.
Por medio de cuidadosas y emocionantes observaciones, Spitz
demostró que los niños privados de madre, o de un substituto materno,
están profundamente lesionados (casi mutilados), no sólo en su aspecto
moral, sino en el físico, hasta el punto de acusar trastornos de
crecimiento y oponer una menor resistencia a las infecciones. Por otro
lado, el ,sicoanálisis -y la medicina psicosomática- nos enseñan que
un estado mental de ansiedad puede producir síntomas orgánicos, e ,
incluso lesiones, tales como, úlceras de estómago o cavernas pulmonares.
Quizá con esto podemos empezar a comprender la extraordinaria
complejidad del problema de la inadaptación...
He aquí, para fijar ideas, algunos esbozos muy simples y sencillos, de
esta relación y esta interrelación entre lo físico y lo mental.
Un muchacho de quince años, cuya vista está limitada por unas
cicatrices congénitas de la retina, comete robos repetidos. Los hurtos
parecen tener relación con esta lesión del adolescente, que se cura de
su anomalía al aceptar firmemente su deficiencia orgánica (caso citado
por Langeveld, 1954). Se podrá decir, pues, que la
126
anomalía física había sido directamente la causa de la anomalía mental.
Esta solución inmediata sería, sin embargo, una explicación
demasiado simplista, pues no cabe duda que no todos los niños
hubiesen reaccionado del mismo modo ante un trastorno de la vista.
Aquel muchacho era indudablemente presa de conflictos psíquicos, que
dependían de su medio ambiente y quizá también de una cierta debilidad
congénita de su yo.
Tomemos el caso de otro niño, que quedó lisiado a consecuencia de
una poliomielitis ; en él se había desarrollado una crueldad neurótica
que le impulsaba a querer herir a pedradas a otros niños. También en
este supuesto, no bastaría con establecer una relación causal entre la
deficiencia física accidental y la inadaptación. Hay que intercalar,
entre ambas, los mecanismos psíquicos que implican a la vez una
predisposición biológica y una influencia del medio familiar, sin olvidar
que quizá hay una sensibilidad a la poliomielitis de tipo hereditario...
Otro caso es el de un niño, replegado morbosamente en sí mismo, a
consecuencia de fracasos escolares repetidos; ha pasado dos años en un
sanatorio a causa de una tuberculosis pulmonar y acaba por fugarse de su
casa e intentar el suicidio. ¿Dónde hay que encontrar el origen de su
inadaptación? ¿Será en las dificultades afectivas que debió encontrar en
el ambiente familiar? ¿En la constitución hereditaria que le predisponía a
sentir más agudamente tales dificultades? ¿En un determinado incidente
morboso de su infancia que haya podido disminuir sus medios
intelectuales? ¿En una falta de inteligencia de tipo congénito? ¿En el
ataque de tuberculosis pulmonar que vino a interrumpir brutalmente
sus estudios, ataque que a su vez podía tener relación con su estado psí-
quico y con su constitución física?, etc.
Se podrían multiplicar hasta el infinito estos ejemplos, en los que
se combinan, de todas las maneras posibles, lo innato con lo
adquirido, lo orgánico con lo psíquico, las consecuencias orgánicas de lo
psíquico con las psíquicas de lo orgánico, la influencia de la herencia sobre
el género de_ vida y la influencia del género de vida sobre la más o
menos fácil exteriorización de la herencia, etc.
En muchos casos de inadaptación, un análisis un poco cuidadoso nos
revelará todo un haz de causas, todo un cúmulo de efectos, ninguno de los
cuales hubiera sido capaz por separado de convertir a esa persona en un
inadaptable. En muchos casos, se podrán amontonar los «si» -todos
ellos tan legítimos como inú t i l e s - : si este niño no hubiera heredado
estos genes, si la madre
127
 hubiese estado mejor atendida, si el parto hubiera sido más fácil, si el
niño no hubiese contraído una determinada enfermedad en sus
primeros años de vida, si hubiese conocido otro ambiente familiar, si
no hubiera sido hijo único, si hubiese sido capaz de «sublimar» tal o
cual tendencia instintiva, poniéndola al servicio de un trabajo honrado en
lugar de dirigirla contra la sociedad...
¡Y todavía no hemos tocado el tema de la variedad de ambientes
sociales y de condiciones económicas ! Un niño que se hubiera podido
adaptar correctamente a la vida de campo, no puede quizás adaptarse a la
de la ciudad ; un niño que hubiera podido adaptarse a la vida intelectual,
no puede adaptarse a la de trabajador manual o viceversa.
De modo general, hay que decir que las malas condiciones económicas
hacen a menudo más difícil la adaptación del niño.
¡Cuántos son los inadaptados que hubieran podido evitar esta
anomalía si hubiesen nacido en una clase más desahogada económicamente
o si hubiesen podido disfrutar de mayores cuidados, de medidas
educativas privilegiadas, de una vigilancia mayor, de un ambiente en el
que las dificultades materiales no hubiesen venido a sumarse a las
dificultades afectivas o morales, en el que no hubiesen sufrido la
deprimente y a veces nefasta influencia de la miseria y el desamparo !
No hay por qué insistir sobre estos razonamientos que saltan a la
vista en una sociedad como la nuestra, que, según la expresiva frase
de Charles Richet, «todo lo guarda para el feto del rico», y en la que la
desigualdad de condiciones de vida y de educación es tan temida que
tiene una brutal consecuencia sobre los destinos individuales.
Todo el mundo sabe que la delincuencia -consecuencia fre-
cuente de la inadaptación- está mucho más extendida en las capas,
de la sociedad. El ochenta por ciento de los delincuentes
han nacido de padres miserables. Hasta tal punto que el
profesor Heuyer llega a decir: «La delincuencia infantil no tiene causas
morales, sino sociales.» Y ya decía Renan : «¿No es una extraña
casualidad que casi todos los criminales nazcan de la misma clase?» Da
horror pensar, que las clases sociales difieren no sólo por la esperanza de
vida o por la «esperanza de cultura», sino también por lo que pudiéramos
llamar la «esperanza de crimen».
Añadamos que, según el origen social del individuo, la inadap-
tación puede convertirse o no en delincuencia : un inadaptado que nació
en un chamizo y llegó a ser un peligroso delincuente, hubiese
128
j
tan sólo sido, de haber nacido en un «barrio bien», uno de esos inútiles
que usan guantes claros y pueblan los bares y las salas de uego.
No olvidemos además que en las clases elevada existe un equivalente
moral de la delincuencia: hombres sin escrúpulos y caballeros
de industria que practican el fraude y el robo bajo la protección de las
leyes y que, a los ojos del psicólogo están más cerca del bandolero que del
honrado hojalatero...
Finalmente, en este rápido inventario, necesariamente incompleto, de
las causas de inadaptación, hay que tener en cuenta las causas
generales de desequilibrio y de perversión que quizá se han dado en todas
las épocas, pero que indudablemente caracteriza la nuestra. M.
Brauner las evoca gráficamente en una bella página que no renuncio a
reproducir
«Nuestros hijos ven en las calles el espectáculo de todas las miserias y
depravaciones humanas. Los anuncios les inician en un modo de vida en
el que, para triunfar, hay que gritar más fuerte que los demás, golpearles
y suprimirles... En los quioscos se venden diarios ilustrados, que se
pretende que están escritos para los niños. El niño encuentra en ellos
las aventuras, los puñales desenvainados, las pistolas encañonadas contra
los demás... Los periódicos para mayores son apenas diferentes.
Asesinatos en. primera página y en grandes titulares que el niño ve
expuestos en los puestos y puede leer en su propia casa... En cada página,
se desviste hábilmente a las mujeres, despertando así curiosidades
infantiles que serán el verdadero obstáculo para una educación sexual
normal. Los niños ven restos de aviones y cañones atómicos de última hora
y su vida parece hecha para destruir lo que algunos cerebros imaginativos
han creado, con la excusa de inventar algo nuevo. Además contemplan
las extravagancias de una pin-u p girl o de un millonario, las últimas
creaciones de una moda absurda y con ello descubren el sentido de la vida
actual.
»Motivos no faltan para convertirse en un inadaptado...»
En efecto, no faltan las causas. Y aún cabría añadir otros detalles
a este cuadro severo, pero no injusto, que hemos reproducido : la
inseguridad universal, nacida de los terribles éxitos de la ciencia nuclear, el
hundimiento de tradicionales dogmas, la «decadencia de los valores
absolutos», el bamboleo de lo que hace poco aún parecía venerable y
sagrado, la depreciación de la vida humana, un escepticismo
generalizado al que apenas cabe oponer más que el señuelo del placer
inmediato, la invasión de una meca
129
nización deshumanizada, la aceleración desconcertante del ritmo vital, la
hinchazón de los programas escolares, la cultura del his trionismo en
todas sus formas, la complacencia en lo malsano y en lo sórdido, una
benevolencia tan exagerada hacia 1'a perversidad que se termina por
preferir ésta a la salud, las fáciles audacias de una literatura negra que
juega con el mal y llega a canonizar el gusto por los crímenes, el mal
ejemplo que viene de todos lados y sobre todo de arriba, la taberna
perfectamente justificada por la existencia de bares, el bar justificado
por las cuevas y las cuevas por la filosofía, la debilidad de un
régimen que tiene la conciencia demasiado sucia para atreverse a ser
fuerte, en una palabra, el fracaso de una civilización que no ha sabido
dar sentido a su sabiduría, objetivo a su poder ni ideales a su
libertad...
No sería lícito afirmar que los inadaptados son cada vez más
numerosos, pues pudiera ser sencillamente que ahora los psicólo gos
les reconocen con más facilidad o que la complejidad cada vez mayor
de las exigencias sociales haya elevado el «nivel mí nimo» de la
adaptación ; pero si realmente ha aumentado el número, no será difícil
encontrar motivos... Y esto sin traer a colación a los progresos de la
medicina que, al contrariar el mecanismo de la selección natural,
haciendo sobrevivir muchas personas que, sin ella, hubiesen sido
eliminadas a temprana edad, ha aumentado en cierto modo, sin duda,
la inadaptación física y moral.
En la medida en que el problema de la inadaptación toca de tan
cerca al de la delincuencia juvenil -e incluso al de la delincuencia de
los adultos- no es posible eludir fácilmente el inquie tante tema de la
responsabilidad moral y de la libertad.
Acabamos de enumerar -y no hemos agotado la lista ni con
mucho- las principales causas genéticas, fisiológicas, patológicas,
psíquicas y sociológicas de las conductas anormales. Hemos visto
cómo la herencia coopera con el ambiente en la creación de inadap-
taciones en el ser humano y cómo la desigualdad natural actúa de
consuno con la injusticia humana.
En el siglo XVIII, el filósofo Helvetius proclamaba la iden tidad
radical de los seres humanos, su capacidad igual para la virtud; porque
si no, según su razonamiento, «¿cómo podrían la justicia celestial o
incluso la terrena, exigir los mismos efectos a máquinas diferentes?
¿Puede dar Dios la misma ley a todos, sin entregar también a todos
los mismos medios para cumplirla»? 7.
7 . De l'Homme, 1773.
130
Cualesquiera que sean sus convicciones filosóficas o religiosas, no creo
que nadie piense hoy que las máquinas humanas son igua les e
igualmente aptas para funcionar en el sentido del bien. Nadie podrá
discutir que ciertos individuos parecen estar en la casi impo sibilidad de
tener un comportamiento socialmente recto, a causa de sus genes, sus
hormonas, el estado de su sistema nervioso o su acondicionamiento
precoz.
A propósito de las influencias hormonales, el gran fisiólogo Robert
Courrier escribía en 1947 lo siguiente 8
«La vida psíquica puede estar muy influida por las hormo nas... Se
dan casos concretos de cretinismo, de depresión, de agita ción o de
torpeza, de astenia o de impulsividad, cuyo origen hor monal no
admite duda : se ve claramente en ellos la intervención de las
glándulas suprarrenales, tiroides, hipófisis y gónadas. Hay
estadísticas americanas que prueban que, en los reformatorios, el
veinte por ciento de los niños presentan trastornos endocrinos ; con
ello, se plantea el delicado problema de la responsabilidad humana.»
Según Caridroit, la supresión de las hormonas sexuales parece
tener a veces un efecto benéfico sobre el comportamiento crimi
nal 9 ; y en cuanto a Alexis Carrel, que no es sospechoso de ma
terialismo excesivo, este autor acepta, con valiente realismo moral,
que «las virtudes cristianas son más difíciles de practicar cuando
las glándulas endocrinas son deficientes».
Lo dicho sobre las hormonas es igualmente válido para toda
condición biológica; trátese de una substancia existente en la san
gre, de un gene intracelular, de una cicatriz cerebral provocada
por una microhemorragia o de un ataque infeccioso, cualquiera
de estos factores puede influir en la conducta del individuo y
plantearle dificultades para consigo mismo o para con los demás.
Si bien casi todo el mundo está de acuerdo en admitir que la
libertad individual puede ser molestada o restringida por vicios
orgánicos, la resistencia comienza de ordinario cuando se trata de
reconocer el valor causal de los traumatismos o de los condiciona
mientos psíquicos. Sin embargo, su papel determinante, con ser
menos tangible, no por ello deja de ser menos fácil de descubrir
por la química o por el microscopio ni de ser indiscutible. Los
reflejos mal educados, la afectividad incontrolada, el dejarse llevar
S. Discurso en la sesión de las cinco Academias, octubre de
1947. 9. Psycho-physiologie des glandes endocrinos, P. U. F., 1946.
131

por complejos de agresividad o de culpabilidad, todos estos fenómenos
son tan reales como las perturbaciones del plasma sanguíneo o las
alteraciones de los tejidos cerebrales.
Por eso, repasamos con el pensamiento desde el momento de la
concepción hasta la adolescencia, esa gran película de episodios que
constituye la aventura del yo humano, cuando evocamos sucesivamente ese
fortuito encuentro de los cromosomas de los progenitores y luego la
clandestina vida prenatal, seguida del pequeño drama del parto, del
largo período de la infancia, expuesto a tantos imprevistos y riesgos,
cuando pensamos después en todo lo que la herencia, la enfermedad, la
mala suerte, la torpeza, la negligencia familiares o la adversidad social, han
podido aportar en todo momento como obstáculos para el logro de esa obra
eminentemente ardua e incierta que es la adaptación de un niño a la vida
de adulto... cuando pensamos en todo esto, ¿no llegaremos a preguntarnos
si la palabra responsabilidad no pierde mucho de su sentido ?
Confieso que ni siquiera comprendo lo que Jean-Paul Sartre puede
querer decir al sostener, en nombre de su metafísica de la libertad, que
un hombre es lo que es, no porque tenga una determinada organización
fisiológica, ni porque haya vivido en un determinado ambiente, sino
simplemente porque «se ha construido a sí mismo» como tal por medio de
sus actos.
Personalmente, me obstino en creer, por el contrario, que un hombre
es lo que es porque ha nacido de un determinado germen y
porque este germen ha experimentado un determinado
conjunto de circunstancias. Sin querer, como querría un biólogo
jactancioso, resolver así el problema de la libertad, sí mantengo
simplemente que dos seres nacidos de dos gérmenes absolutamente
iguales y que hubieran recibido exactamente las mismas influencias,
deberían ser exactamente iguales, no solamente en lo físico, sino en lo
mental y observar por lo tanto la misma conducta. Si alguna teoría de
la libertad puede concederme este supuesto y conciliarlo lógicamente con
sus postulados, estoy dispuesto a tomarla en consideración ; pero, hasta.
nueva orden, me veo obligado a situarme -sin nin gún entusismo,
pues dudo que se pueda estar en lo cierto cobijándose una palabra
acabada en «¡sino»- en el terreno de los llamados deterministas.
Si para ellos el problema de la responsabilidad y del mérito
no se plantea, no por ello se privan de formular juicios morales.
Como decía J. Stuart Mill, «la realidad de los preceptos mo
132
rales y la libertad de nuestras voliciones son cuestiones independientes entre
sí... Un ser humano con tendencias virtuosas será objeto de amor y de
admiración, mientras que el que tenga una tendencia contraria será
objeto de natural y legítima aversión y esto independientemente de
que gocen o no de libertad».
El determinismo juzgará, en suma, la conducta moral como se juzga
una obra de arte que se alaba o se desprecia sin preguntarse si el artista
tuvo mérito al hacerlo. Se guardará muy bien de discutir la utilidad de las
sanciones sociales, que a su vez forman parte por sí mismas de los motivos
determinantes de la conducta y a las que, sin conceder una significación
punitiva, atribuirá un valor de ejemplo, capaz de salvar de la
delincuencia a personas que sin tal ejemplo, hubiesen caído en ella.
Pero dejemos ya la filosofía...
En vez de especular de modo un poco vano sobre la responsabilidad
humana, más valdrá que nos dediquemos a disminuir lo más posible
el número de inadaptados.
No hablemos aquí más que de los medios de profilaxis y de curación
que las ciencias biológicas pueden aportar. Su empleo proviene
directamente de lo que acabamos de exponer, en relación con los
factores orgánicos de inadaptación.
Sobre los factores propiamente genéticos, es decir, sobre la
composición de los patrimonios germinales, apenas podemos pretender
una actuación eficaz, pues los únicos procedimientos realmente útiles
para mejorar tales patrimonios y depurarlos de genes perjudiciales
implicarían medidas coercitivas de selección eugenésica, que no
sólo no están recogidas en nuestras leyes sino que además encuentra viva
resistencia en la conciencia colectiva.
La prohibición de los matrimonios consanguíneos tiene sin duda
consecuencias favorables desde el punto de vista biológico es indiscutible
que, en la descendencia de este género de uniones, la proporción de taras
físicas y mentales resulta claramente superior a la de las uniones
normales. El peligro de la consanguinidad consiste en que los individuos
próximamente emparentados tienen más probabilidades de llevar en
estado latente las mismas deficiencias genéticas.
En lo que se refiere a la protección del feto hay que poner en juego
toda la higiene física y moral del embarazo: evitar las ca
133
rencias, intoxicaciones, infecciones, emociones, fatigas, rayos X lo,
etcétera.
Ciertos autores han propuesto que se practique el aborto en caso de
roséola contraída durante los dos primeros meses, fase en la que el feto
es particularmente sensible a los efectos teratógenos del virus
roseólico. Otros han sugerido inocular preventivamente el virus a las
jóvenes, antes de que contraigan matrimonio; otros hay en fin que
piensan que en caso de roséola precoz una serote r.:pia específica
j
puede proteger el feto.
La lucha contra el alcoholismo forma parte de la lucha contra la
inadaptación, puesto que, además de la intoxicación de la madre que
puede tener consecuencias funestas, la del padre puede actuar
indirectamente sobre la formación del hijo. Tocamos aquí un
problema capital de higiene social, que no plantea además más que una
dificultad de tipo político, que podría resolverse en breve plazo, si no
fuera por la cobardía de los miembros del parlamento que, como es
sabido, compran, al precio de una cómplice inercia, las voces de los
envenenadores del país.
El progreso en las técnicas del parto reducirá el número de
fenómenos traumáticos que, como hemos visto, son el origen de
ciertos trastornos mentales o de carácter. Según los tocólogos de la
Rusia soviética parece que la práctica del parto sin dolor ha reducido al 2
por ciento los casos de aplicación de fórceps, disminu yendo así a una
proporción ínfima las hemorragias meningíticas del recién nacido.
Ya sobre el niño una vez nacido, se podrán aplicar todos los
recursos de la medicina para prevenir los trastornos orgánicos ge
neradores de la inadaptación o para remediarlos si han aparecido ya.
Mencionemos rápidamente las terapéuticas antiinfecciosas (anti
bióticos, sulfamidas, etc.), hormonales, químicas (ácido glutámico)
y excepcionalmente, los métodos de choque, de psicocirugía, etc.
El injerto ha sido empleado en ciertos casos de retardamiento
psíquico : May y Huignard, principalmente, han obtenido un gran
éxito en ese campo al implantar en un muchacho un fragmento
de glándula tiroides obtenido de un feto. Como es sabido, en la
especie humana, los injertos de órganos embrionarios son los úni
cos que ofrecen probabilidades de éxito, mientras que los de órga
nos adultos no son tolerados por un organismo extraño. Pero se
10. Sabemos que estos rayos son responsables de ciertas coriorretinitis en el
niño.
134
pueden esperar aún nuevos progresos en este campo; las recientes
investigaciones, realizadas por el inglés Medawar y el americano
Snell, permiten esperar que el obstáculo de la individualidad or -
gánica puede ser superado gracias a algún artificio.
También van surgiendo importantes innovaciones en psicobiología e
incluso en psicoquímica. Está en vías de crearse en los laboratorios
toda una química de la inteligencia y de la voluntad que, cabe
imaginar, dará dentro de poco frutos fecundos en la materia que nos
ocupa.
Se puede decir, en rasgos muy generales -hasta tal punto es
compleja la etiología de la inadaptación- que no hay
progreso médico o biológico que no pueda ser útil a los
inadaptados. Y esto a pesar de que estoy dejando
conscientemente aparte los métodos de psicoanálisis que, por
dirigirse a la rectificación mental del sueto, no interesan más
que indirectamente a su persona biológica. Antes de terminar,
querría dedicar unas líneas al papel social y humano que ciertos
inadaptados pueden representar.
Hasta aquí hemos estudiado al inadaptado sólo en su aspecto
corriente, trivial, y a la inadaptación como equivalente a insuficien cia,
encogimiento y esterilidad, considerándola como una pesada
carga para quien las soporta y para el resto de la sociedad.
Pero existe también el inadaptado superior, el que compensa
algunas insuficiencias con unas dotes excepcionales, incluso ge
niales, que a lo mejor tienen relación con su propia inadaptación
o al menos no se han visto frenadas por ésta. Pensemos en nom
bres como Kafka, Van Gogh...
La existencia de estos grandes y preciosos inadaptados no debe
disuadirnos, por supuesto, de combatir y prevenir la inadaptación.
Sencillamente, lo que sí debe hacer es animarnos a intentar sacar
partido de algunas inadaptaciones rebeldes, cuando éstas van acom
pañadas de valiosas cualidades intelectuales o de aptitudes espe
ciales.
Heuyer nos enseña que los sujetos cuya tendencia paranoica
fue un obstáculo durante su juventud, para la vida familiar y es
colar, pudieron a fin de cuentas llevar una vida socialmente acep
table gracias a las fuerzas creadoras que obtenían de su mismo
orgullo y desconfianza.
Finalmente, quiero señalar un malentendido bastante extendido en
lo que se refiere a la expresión : «inadaptación». Cabría sostener que
no es deseable el adaptar a un individuo a una sociedad tan imperfecta
como la nuestra. ¿No se le quitaría con ello
135
 todo deseo de rebelión y no se pondría en peligro toda esperanza de
progreso en la colectividad?
Sin embargo, el hecho de que un hombre sea adaptado a las
necesidades fundamentales de la vida en común o sencillamente de la
vida, el hecho de que sepa aceptar el esfuerzo, el sufrimiento,
plegarse a la disciplina del trabajo y a los deberes que la solidaridad
impone, ver las cosas como son y no refugiarse en el mito o en el sueño
cada vez que experimenta un fracaso, una decepción o una frustración; el
hecho, en fin, de que adopte una actitud prudente, honesta y viril ante sí
mismo, ante los demás, ante el grupo y ante la vida, no supondrá en
absoluto que por ello vaya a aceptar de plano las hipocresías y las
ferocidades de la vida social. Me atrevería a decir que será completamente
al contrario. Pero lo que sí ocurrirá es que su indignación, sus
negativas y su rebelión serán de buena calidad, de buena ley; serán las de
un adulto y no las de un niño ; serán las de un hombre sano y no las de
un neurótico.
:x**
No se debe confundir, finalmente, la adaptación social de que
acabamos de hablar con la adaptación individual, utilitaria. Para un
biólogo darwinista, los individuos más aptos de una especie son aquellos
que están mejor dotados para su propio éxito y mejor armados para la
lucha que les hace enfrentarse a sus congéneres.
Según esta acepción del término, el mejor adaptado de los hombres,
será muy a menudo, el que sepa hacer trampas y mentir mejor, el que no
retroceda ante ningún medio para desalojar a los que le hacen competencia,
el que, por tener menos «escrúpulos», se siente menos cohibido al tomar
decisiones -puesto que según la propia definición del Diccionario Littré, el
escrúpulo es «lo que entorpece la conciencia, como una piedra entorpece al
que camina»...
El hombre mejor adaptado será el más ladino, el más rastrero, el
mejor dispuesto a bajezas rentables, el más experto en «doblar el
espinazo», el hombre con más «gramática parda» como se dice
vulgarmente... Será el Topaze del tercer acto de la comedia, cuando ha
descubierto los ruines secretos del éxito.
Qué duda cabe de que, cuando deseamos la adaptación de los niños,
no es esto lo que nos proponemos como objetivo...
Deseamos una adaptación que haga de ellos verdaderos seres
humanos, capaces de pensar en algo más que en su beneficio in
136
mediato, capaces de situar un ideal o una obligación antes que su propio
interés; una adaptación, en fin, que mejore la sociedad de la que estos
niños forman parte, hasta llegar al momento en que no se honre y
recompense a la bajeza y al egoísmo como hoy se hace.
En una palabra, queremos hombres bien adaptados en lo social y en lo
humano que trabajen para mejorar la sociedad dándole bases más
humanas.
Eso es optimismo, candor o utopía, habrá quien me responda... Los
hombres son hombres y a menos que la biología los mejore la sociedad
seguirá siendo como es... En efecto, no se llega a la edad que yo tengo sin
haber conocido el descorazonamiento. El espectáculo de la humanidad
presente, cualquiera que sea el color del cristal de nuestro objetivo, no
es, admito, el más adecuado para darnos ánimos. Se podría pensar
que, por el juego de una triste ley de complementariedad moral, todo
progreso en un aspecto deba ser pagado con una regresión en otro, como si
fuera necesario que la suma del mal humano sea siempre constante.
Pero poco importa esto. No tenemos derecho a desesperar desde el
momento que aún tenemos a la infancia -esa misteriosa infancia
«que siempre vuelve a empezar»-... No tenemos derecho a desesperar
hasta que no estemos completamente seguros de haber obtenido de un
niño todo lo que él es capaz de dar. La esperanza humana debe refugiarse en
este espacio o margen desconocido que queda en el devenir potencial del
hombre y su devenir real y actual.
Recordemos la admirable fórmula de Goethe: Los niños no
cumplen lo que prometen.
Ahora bien, si, en efecto, no cumplen a menudo lo que prometen, si
nos decepcionan al convertirse en adultos, si tenemos muchas veces la
impresión de que entre el niño y el hombre se
ha producido una depreciación o una degradación, ¿no será que,
en cierto modo, nosotros mismos hemos contaminado, decepcio
nado y ofendido a esos niños?
En lugar de presentarnos ante ellos como ejemplos a imitar,
en lugar de darles como modelo nuestra pobre sabiduría llena de
errores y de prejuicios, en lugar de descargar sobre ellos una ex
periencia triste, llena de fracasos y de decepciones, intentemos
respetar y salvar en ellos ese algo mejor que nosotros que tienen
y al que debemos dar oportunidad y conceder créditos, pues repre
senta la única probabilidad y esperanza para un porvenir mejor.
137
 V

UNIDAD Y DIVERSIDAD EN BIOLOGIA

 No es tan sólo en biología donde se plantea el problema de la unidad
y la diversidad: el proceso diferenciador, es decir, el que hace surgir lo
diferente de lo semejante, el que crea la diversidad de la unidad y crea lo
heterogéneo a partir de lo homogéneo (como decía Herbert Spencer),
este proceso, digo, aparece en todas partes, en todos los niveles, en
todos los dominios, tanto en la sociedad como en la naturaleza, tanto en
la vida espiritual como en la material, tanto en el progreso de la técnica
como en la evolución de las ideas.
«Unidad y diversidad, los dos polos de todo lo existente», declaraba
el filósofo Renouvier.
Por su parte, Spencer se esfuerza en demostrar que el tránsito de lo
uno a lo diverso es ley esencial de todo progreso. Partien do de
nociones biológicas, que él había extraído de la fisiología alemana,
sostiene que el desarrollo de la tierra, la sociedad, los gobiernos, la
industria, el comercio, los idiomas, la literatura, la ciencia y el arte
supone la misma evolución de lo simple hacia lo complejo, por medio de
diferenciaciones sucesivas que podemos comprobar sencillamente en la
formación ' de un ser vivo o en la evolución de las especies.
Ejemplos: la sociedad comienza por ser una suma de individuos
que'tienen los mismos poderes y las mismas funciones ; todo hombre,
en un principio, es a la vez guerrero, cazador, pescador, obrero; luego es
cuando aparecen las especializaciones y especificaciones sociales. En la
sociedad actual, es de todos conocido hasta dónde se ha llegado en el
proceso de división del trabajo. Añadamos también que la misma
expresión de división del trabajo fue tomada de la biología por el
economista Adam Smith.

141
 «No sólo --dice Durkheim- están separadas y especializa
das hasta el infinito las ocupaciones en el interior de una fábrica,
sino que cada manufactura es en sí misma una especialidad que
supone a su vez otras... La división del trabajo no es exclusiva del mundo
económico : se puede observar su influencia cada vez mayor en las más
diferentes zonas de la sociedad. Las funciones políticas,
administrativas, judiciales, se especializan cada día más. Lo mismo ocurre
con las funciones artísticas y científicas. Estamos ya muy lejos de la época
en la que la filosofía era la ciencia única; ahora se ha fragmentado en
una multitud de disciplinas especiales, cada una con su objeto, método e
inspiración propios.»
Auguste Comte se quejaba ya de la excesiva fragmentación de la
ciencia. ¿Qué diría hoy al ver que cada disciplina ha sido a su vez
fragmentada, pulverizada y desmigajada hasta el punto de que los
llamados hombres de ciencia sólo pueden pretender extender su
competencia sobre una partícula mínima del saber humano?
Para citar un ejemplo personal diré que hoy ya no se puede, como en
mi juventud (el movimiento diferenciador es lo suficientemente rápido
para que se comprueben sus efectos durante la breve vida de un
hombre), pretender conocer toda la biología: se estudia hoy un
rincón de la genética, o de la embriología, de la histología, de la
ecología o de la endocrinología, etc.
-Por esta multiplicación de las «logías» el trabajo en equipo se hace
cada día más necesario para la investigación.
¡No hablemos de la proliferación de las especialidades en medicina!
Gastroenterología, oftalmología, radiología, otorrinolaringología,
neurología, tisiología, urología, dermatología, etc. Incluso existe la
gerontología y la podología.
Recordemos también la génesis del idioma, que comienza por estar
formado exclusivamente por exclamaciones, y que, poco a poco, se
complica y crea términos distintos para cada noción, cada matiz de una
idea o de un sentimiento.
Esta marcha desde la unidad hacia la diferenciación -que no parece
que pueda detenerse ni menos aún, volver atrás- no deja de tener
algunos inconvenientes e incluso peligros. Los economistas han señalado
hace tiempo la tristeza de un trabajo, que al especializarse y encogerse,
acaba por perder todo sentido a los ojos del trabajador. Marx reprochaba
al maquinismo de «despedazar» al hombre, y Juan Bautista Say se
quejaba amargamente de que haya obreros que no hagan más que «la
decimoctava parte de un alfiler».
142
Por su parte, Carrel, denuncia el peligro que, para el espíritu humano,
representa el tabicamiento y desmenuzamiento de los conocimientos.
Deplora que éstos no puedan ya existir íntegramente en ningún
cerebro y expresa el deseo de que algunos hombres se dediquen
exclusivamente a recoger y almacenar la sabiduría, cuya unidad e
integridad quedaría así salvada.
El peligro existe también en el sector médico, pues el especialista no ve
ya ahora en el enfermo al hombre completo sino a un pedazo de hombre,
un solo órgano, cuando no una parte de un órgano : de aquí proviene,
en ocasiones, un estrechamiento de las opiniones que se acerca al
fetichismo y hace que todo se quiera explicar por un desarreglo de la
hipófisis o por la proporción de colesterol en sangre.
Peligro también para la educación, como ya han señalado los edagogos,
ppues sólo una cultura bastante general puede proporcionar a la mente los
cimientos necesarios para una especialización fecunda. Hay, desde luego,
quien sostiene que sólo una diferenciación muy precoz puede permitir
llegar a poseer verdadera competencia y eficacia; y, en la medida en que
las ciencias y las técnicas se ramifican, es quizás indispensable que
también los individuos se diferencien lo más pronto posible: pero
¿aceptará el individuo el no ser más que una rueda de la gran
máquina o una célula del gran organismo?
Con su acostumbrada franqueza, Durkheim ha planteado el problema:
«¿Es obligación nuestra el intentar llegar a ser un ser acabado y
completo, un todo que se baste a sí mismo, o por el contrario, no ser más
que la parte de un todo, un órgano de un organismo?»
Frente al hombre especializado, diferenciado, competente y eficaz, se
opone el amateur, el diletante, que tendrá la satisfacción egoísta de saber
un poco de todo, de saborear el conjunto, pero que será incapaz de
cumplir correctamente una función determinada. Durkheim se inclina
en favor de la diferenciación, que es la única que nos permite servir
bien al grupo y, por ello mismo, experimentar el vínculo moral de
dependencia y de solidaridad con los demás hombres.
Una vez que hemos centrado el gran problema de la unidad y de la
diversidad, pasemos a nuestro verdadero propósito, que es el de
examinarlo a la luz de la biología. Para ello, empezaremos
143
 por olvidar completamente las preferencias doctrinales o sentimen.. tales
que pudieran ser las nuestras, para no fijarnos más que en los datos
positivos.
El primer punto a estudiar es el del paso de la unidad a la
diferenciación en la formación de un ser, por ejemplo el ser hu
mano. Un ser humano es una colonia de células, una suma de
diversas razas celulares, cada una de las cuales está representada por miles
de millones de individuos.
Células nerviosas, óseas, sanguíneas, epiteliales, glandulares,
musculares, etc.: cada una de las cuales son razas bien caracterizadas y
estables, que difieren entre sí por la forma, el tamaño, la función, la
duración de la vida, los hábitos, etc.
Cada célula comprende un núcleo y un protoplasma que lo rodea o
citoplasma. El núcleo encierra los cromosomas, constituidos por los genes,
que a su vez están formados esencialmente por ese famoso ácido, el DNA,
del que se ha hablado recientemente con motivo de las mutaciones de
unos patos y en el que se cree encontrar la base química de la herencia: la
heredina, si así puede llamársele.
Todo ser nace de una única célula, el huevo, formado a su vez por la
unión de dos células generatrices : célula materna u óvulo y célula paterna
o espermatozoide. Hay cuarenta y ocho cromosomas en el núcleo del
huevo, de los que veinticuatro provienen del padre y veinticuatro de la
madre.
El desarrollo del ser humano implica una serie de divisiones celulares
: el huevo se divide en dos, luego en cuatro, en ocho, etc. En cada división,
los cromosomas se dividen a su vez, de modo que las células del cuerpo
reciben, salvo accidente, los cuarenta y ocho cromosomas del huevo.
Como el huevo pesa menos de una milésima de miligramo, mientras
que el recién nacido pesa tres kilos, las divisiones son forzosamente
acompañadas de crecimiento celular; pero no es eso todo. Como hemos
dicho, un organismo no es una suma de células iguales; está constituido
por razas celulares diferentes. Es decir, que, en un determinado momento
del desarrollo, ha intervenido un proceso de diferenciación celular.
Proceso fundamental del que se puede decir, con el biólogo Minot,
que nos permite a cada uno de nosotros el ser lo que somos, y
concretamente, el tener células nerviosas, es decir, el poseer facultades
mentales.
Y añade Minot: «Si entendemos bien la naturaleza de la di
144
ferenciación, no estaremos lejos de comprender lo que es la vida misma.»:
No me atrevería a afirmar que hoy día ya sepamos exactamente lo que
es la diferenciación celular, pero, desde que Minot pronuncio estas
palabras, hemos aprendido mucho sobre este fenómeno, en especial
gracias a la admirable obra de Hans Spemann, premio Nobel de
1935.
Las investigaciones de Spemann no se realizaron, en verdad, sobre el
ser humano, pero se pueden obtener de ellas enseñanzas generales que
son aplicables a todos los animales, incluidos nosotros mismos.
Los estudios del biólogo alemán se referían a la salamandra de agua
o salamanquesa, también llamada «tritón», anfibio muy corriente en
las charcas y estanques e incluso en los repliegues del terreno donde se
detiene el agua de la lluvia, y cuyo huevo, por diversas razones, se
presta de modo especial a este tipo de estudios.
Un huevo de tritón es una pequeña masa de protoplasma pardusco,
rodeado de una ganga diáfana. Cuando este huevo es puesto, se halla ya
fecundado, pues el tritón hembra lleva en sí una provisión de semen que
el macho le transmite, en el curso de unos retozos nupciales muy
curiosos.
Poco después, este huevo, como todo huevo fecundado, co
mienza a dividirse: en dos, en cuatro, en ocho, etc. Al cabo de
veinticuatro horas aproximadamente -el tiempo depende de la
temperatura del agua- se ha dividido ya en un gran número de
células; recuerda entonces a una pequeña mora y por esta razón
este estadio embrionario recibe el nombre de mórula.
La mórula se ahueca en su interior formando la blástula...
Luego vendrá la gástrula, etc.
Ahora bien, a partir de la mórula, el biólogo -el embriólogo
más bien, respetemos la especialización- conoce con todo detalle
la serie de acontecimientos que van a transformar este pequeño
paquete multicelular en un vertebrado con patas. Conoce todo _lo
que va a ocurrir y cómo, e incluso puede anunciar qué parte del
animal va a nacer de una determinada región o zona de la mórula.
Conoce -hasta tal punto que el desarrollo embrionario es
algo estereotipado y estandarizado- que aquí, por ejemplo, van
tejid a formarse células creadoras de la piel' y allí células creadoras
del o nervioso (señalemos, de paso, que el comienzo de la orga-
nización embrionaria viene .marcado por la formación de un tubo
nervioso).
145
 Aprovechándose de estos conocimientos, el biólogoo puede realizar
una experiencia muy tentadora e interesante, que hoy día se realiza ya
normalmente en los laboratorios e ,incluso con el escalpelo de los
aprendices.
Esta experiencia consiste en levantar un girón de células en una
región que sabemos que está destinada a producir la piel y otro
girón del mismo tamaño de otra región destinada a producir el
tejido nervioso y cambiar entre sí los dos girones, lo que equivale a
situar células destinadas a ser piel, con «futuro de piel», en una región
nerviosa y células destinadas a ser tejido nervioso en una región
cutánea.
¿Qué. va a resultar de este cambio?
Pues bien, no resulta nada o al menos nada fácilmente observable.
El desarrollo del animal no se ve afectado en absoluto por esta
substitución precoz, sino que se realiza con toda normalidad : las
células cutáneas se convierten en células nerviosas y viceversa.
La conclusión no es equívoca.
En este estadio del desarrollo embrionario, a esta edad de la vida, las
células. son aún absolutamente idénticas,, no están diferenciadas --o al
menos, si lo están, no lo están de modo definitivo, no lo están hasta el
punto de no poder cambiar de «destino», al cambiar de lugar.
Todas las células del joven embrión son, pues, intercambiables en ese
momento. Son, como se ha dicho, «totipotentes» ; son células para todo.
Estamos aún en la época de la unidad; la hora de la diversidad no ha
sonado aún. El porvenir de las células depende de la situación que ocupen
en el conjunto de los embriones y puede ser modificado por un simple
desplazamiento. Su devenir potencial es más amplio que su devenir real.
***
Tomemos, sin embargo, otro huevo de tritón, un poco mayor esta
vez, es decir, con únas horas más de vida y que haya ya al canzado el
estado que se conoce con el nombre de gástrula. Repitamos en él,
exactamente, la misma operación de antes y esta vez el resultado será muy
diferente.
Aunque las células cutáneas sean llevadas a la región donde debe
formarse el tejido nervioso, seguirán siendo células cutáneas; lo mismo
ocurrirá con las células nerviosas.
146
Y es que en este nuevo estadio del desarrollo, en esta edad un poco
más tardía del embrión, la diferenciación ha surgido ya, irrevocable e
irreversible. Las diferencias que han aparecido ya entre unas células y
otras son ahora definitivas ; ya no están a merced del operador que las
desplaza; su porvenir racial está en ellas de modo indeleble. Ya no son
células para todo ; no pueden realizar más que lo que entra dentro de su
desarrollo normal; su devenir potencial no excede ya a su devenir real.
Existe aún otro punto de gran importancia .que también ha
aclarado la escuela de Spemann.
La diferenciación celular no se produce de golpe en todas las células a
la vez ; comienza localmente, partiendo de una determinada región del
embrión, de un determinado foco o centro al que se ha dado la calificación
de organizador.
¿Cómo sabemos esto?
Separemos esta pequeña zona, una vez bien localizada, de un embrión
de tritón y transportémosla a otro lugar de este mismo embrión :
tendremos la sorpresa de ver que con ello hemos modificado
absolutamente toda la distribución de los órganos.
Éstos se formarán no en el lugar que les es tradicional sino bajo la
instigación y dirección de la región trasplantada.
Aún hay más. Si tras aislar esta región organizadora la trasplantamos
no ya a otro lugar del mismo embrión, sino a otro embrión diferente
provisto ya de. su propio centro organizador, veremos que provocará y
producirá un segundo juego de órganos supernumerarios que, forman en
realidad un segundo embrión.
Estos apasionantes experimentos no dejan lugar a dudas sobre el papel
que representa este centro organizador. Es en este rincón privilegiado
donde se aloja la diferenciación celular, que luego va invadiendo
paulatinamente cada región diferenciada llevando tras sí la
diferenciación de las regiones vecinas, por medio de una serie de
inducciones en cascada. Todo ocurre como si el fenómeno de la
diferenciación estuviese en relación con la difusión de ciertas sustancias
químicas, más o menos comparables a las hormonas.
¿Debemos ahora retroceder aún más y preguntarnos cómo se
constituye en el embrión esta zona organizadora, fuente de' toda
diferenciación?
En realidad, esto no lo conocemos exactamente, aunque en
147

tendemos, grosso modo, que nada se opone a que exista tal zona,
puesto que el huevo no es una célula perfectamente homogénea e isótropa
; no es idéntico en todas sus partes y cabe por ello imaginar que esta
heterogeneidad originaria sea suficiente para que algunas células
embrionarias reciban una herencia que sus hermanas no han recibido y
que les confiere especiales facultades.
***
Debemos ahora abordar un punto muy importante.
Mientras en el embrión van apareciendo las diferentes razas celulares
que van a formar el cuerpo, hay una determinada familia de células
que no experimenta el proceso de diferenciación, que no participa. en el
desarrollo y que no se convierte por tanto en raza de piel, de sangre, de
cartílago o de hueso. Es la familia llamada germinal, que en su momento
procreará las células reproductoras, encargadas de la propagación de la
especie.
Se ha discutido mucho sobre si existe o no una verdadera distinción
entre las células somáticas y las germinales. De hecho y sin entrar
en una discusión que interesa más bien a los especialistas, podemos decir
que todo ocurre como si tal distinción existiese. En muchos animales
vemos que desde el comienzo del desarrollo se van separando y aislando
un grupo especial de células, que serán los progenitores de los gérmenes.
Incluso a veces, se puede observar en el huevo insegmentado un
pequeño islote de protoplasma especial que se traslada luego a la
familia germinal; y si se destruye este islote, se obtienen animales
completamente desprovistos de gérmenes; se habrá realizado así la
castración más precoz que cabe imaginar, la castración en el huevo.
En contra de lo que se pensaba antes, lo que caracteriza a las células
germinales no es su, inmortalidad en potencia, pues tal in- - mortalidad
también se da en muchos tejidos somáticos; lo que las hace diferentes de éstas
es precisamente su indi f erenciación persistente.
El huevo, célula indiferenciada, produce por un lado células que
seguirán siendo indiferenciadas como el huevo mismo y que formarán los
gérmenes, y por otro lado otras células que se diferenciarán para
formar así el cuerpo. Los gérmenes no nacen por desdi f
erenciación, a partir de células ya diferenciadas : de una a otra
generación, la indi f erenciación es continua.
148
En todo organismo vivo queda esta reserva, esa reliquia de
indiferenciación que es, por así decir, una especie de capital im-
productivo reservado para el futuro.
Y ahora, el último problema: ¿en qué consiste la diferenciación
celular? ¿Qué es lo que distingue a una célula que pertenece a una raza
de otra célula que pertenece a otra raza?
¿Es sólo el núcleo lo que es diferente en cada una de ellas? ¿O se
trata sólo del citoplasma? ¿O quizás el núcleo y el citoplasma?
Hay razones para pensar que las células se diferencian por el
citoplasma y no por el núcleo.
¿Cuáles son estas razones?
En primer lugar, un argumento teórico : las divisiones celulares, en
principio, no modifican la composición del núcleo.
Existen además argumentos de tipo experimental: el DNA,
substancia noble del núcleo, parece tener la misma composición en todas
las células de un mismo individuo. Por otro lado, y esto es muy
interesante, puede aquí traerse a colación la hermosa experiencia que
los biólogos americanos Briggs y King han efectuado.
Tomemos por un lado un huevo de- rana y por otro un embrión joven
de rana, compuesto por varios centenares de células y en el que la
diferenciación celular ha comenzado ya.
Tras haber extraído el núcleo del huevo por medio de una delgada
aguja de vidrio, reemplacemos a éste por un núcleo obtenido de una de las
células embrionarias. El huevo se desarrollará normalmente, como si nada
hubiera ocurrido.
¿Qué indica esto?
Que cada núcleo de cada célula del embrión posee aún la capacidad
necesaria para hacer que el huevo se desarrolle, es decir, que cada
núcleo puede substituir al núcleo del huevo. Así pues, en esta fase del
desarrollo, todos los núcleos son equivalentes entre sí y
equivalentes al núcleo del huevo. No se ha producido aún
ninguna diferenciación nuclear.
Si la experiencia se repite con núcleos de un embrión de mayor edad,
los resultados no son ya tan claros y son más difíciles de
interpretar, pero no parece que deban modificar la conclusión general,
que es contraria a la hipótesis de la diferenciación de los núcleos y,
consecuentemente, favorable a la de los citoplasmas.
¿En qué consiste esta diferenciación citoplásmica?
Según algunos autores, los citoplasmas de las diferentes razas
celulares difieren por la calidad de ciertos elementos particulares
149
 150
o plasmagenes, más o menos análogos a los genes del
núcleo, puesto que, como ellos, tienen la facultad de
reproducirse.
En todo caso, las últimas investigaciones de Ltienne
Wolff sobre el cultivo de órganos embrionarios, han
demostrado que los tejidos de la misma raza celular
(tejido del hígado por ejemplo) manifiestan una cierta
afinidad el uno por el otro, aunque proven-gan. de
especies muy diferentes. Así es como le ha sido posible
asociar en cultivo (para crear órganos-quimera u órganos
absurdos como él mismo los llama) trozos de hígado de pato
y de hígado de ratón; y es como si los tejidos de las dos
clases no solamente se tolerasen sino que se agrupasen por
categorías, «como si se reconociesen entre sí». De todo ello,
obtuvo Wolff la conclusión de que existe una cierta similitud
de estructura, un parentesco (molecular) de los
citoplasmas de la misma raza celular, a pesar de la distancia
zoológica que separe a las especies de las que estos
citoplasmas provengan.
Esforcémonos ahora en resumir un poco
esquemáticamente lo que la biología nos enseña sobre la
diferenciación durante el proceso de desarrollo.
1.2 La diferenciación celular no aparece más que en un
determinado momento del desarrollo; antes, todas las
células del embrión son iguales.
2.º Esta diferenciación es dirigida por una determinada
región o parte del embrión.
3.2 Una determinada familia de células continúa
indiferenciada, dando más tarde vida a las células
germinales.
4.2 La diferenciación celular parece realizarse,
exclusiva o principalmente, en el citoplasma de las
células : parece ser que la diferencia «racial» no se da
entre los núcleos de un mismo individuo. Esta identidad
radical de los núcleos justifica la unidad del individuo : algo
común que todas las células de un mismo individuo poseen
y que es lo que podríamos llamar la base celular de la
individualidad.
Como hizo notar acertadamente Le Dantec, las células
del hígado de Pedro son diferentes de las células de su
brazo, pero a pesar de estas diferencias, tienen algo en
común que les distingue de las células del hígado de
Juan o de las células del brazo de Juan.
Henos aquí ya ante el problema -muy diferente del
anteriorde la diferenciación de los individuos en el seno
de cada especie,
 1
diferenciación que es una de las más interesantes materias para el
estudioso de genética.

Para resumir también lo referente a la diversidad

individual, podemos decir esto
1.2 La diferenciación individual innata está en
relación con diferencias genéticas; radica en los núcleos
y no en los citoplasmas, y es en esto en lo que
distingue de la diferenciación de las razas celulares en
el individuo ;
2.º Esta diversidad se debe en parte a la mutación,
que altera los genes, pero sobre todo a la reproducción
sexuada que multiplica las combinaciones de genes,
ampliando así la variabilidad individual ;
3.2 Esta diversidad se manifiesta por la intolerancia
de cada organismo con relación a las células de otro
organismo. Intolerancia que además es más pronunciada
entre dos sujetos adultos, que se comportan como si
fueran más diferentes que lo que lo han sido de jóvenes
y a fortiori que lo eran en su fase de embrión. A lo largo
de la vida hay, pues, una acentuación de la diferencia-
ción, de la diversidad individual. Esto se adapta a una
ley bastante general de embriología, según la cual el
desarrollo va siempre de lo más indiferenciado a lo
más diferenciado; un hombre, a lo largo de su evolución
embrionaria, es un vertebrado antes de ser un mamífero,
un mamífero antes de ser un primate, un primate antes
de ser un homínido, un homínido antes de ser un Homo
sapiens, un Homo sapiens cualquiera antes de ser un
Homo sapiens determinado, es decir, una persona.
Esto es lo que quería expresar von Baer al decir que,
en el curso del desarrollo embrionario, los caracteres
generales aparecen antes que los especiales, los
comunes antes que los diferenciales. Cabe añadir que
los caracteres individuales aparecen más tarde que
los específicos.
**
Tras haber examinado la diferenciación de las
células en curso de desarrollo y la diferenciación de los
individuos en el interior de

1. Se suprime aquí un pasaje que reproduce lo dicho

a este respecto en el capítulo N.
15

una misma especie, pasemos ahora al último problema, el de la
diversidad de las especies. Pues, ¿acaso la especie no es en sí misma una
diferenciación del género, el género una diferenciación de la familia,
etc.?
Según la tesis clásica de la evolución orgánica, se admite que, a partir
de un tronco común, se desvían varias ramas que, al separarse, se
diferencian poco a poco unas de otras.
Esta diferenciación evolutiva -de la que no conocemos el
mecanismo que sin duda afecta al patrimonio nuclear- va unida casi
siempre al fenómeno que los naturalistas califican de espe
cialización.
Un ejemplo nos aclarará lo que esta palabra quiere significar.
Los mamíferos primitivos, ancestrales, tenían sin duda una mano de
cinco dedos, que debía parecerse bastante a la mano de las ranas
actuales; esta mano primitiva, parece ser que es la que ha dado
origen a la garra de los carnívoros en una familia, a la pezuña del
caballo en otra, al muñón de las focas, al ala de los murciélagos, etc.
Todos estos tipos de manos, que se adaptan a ciertos medios de vida, a
ciertas costumbres, se llaman especializadas en relación al tipo general y
original, que llevaba en sí todas las posibilidades ulteriores de
diferenciación.
Existe un proceso casi análogo al que acabamos de ver en el desarrollo,
proceso que asegura la diferenciación de razas celulares.
Se ha comparado además, en ocasiones, el desarrollo del in-
dividuo con el desarrollo de todo el reino animal y aunque esta
analogía sea quizá superficial, merece set subrayada. .
La especialización, o diferenciación, marca, en ciertos casos, una
especie de senilidad para la familia. Le lleva a un «callejón sin salido de
la evolución, pues no puede nacer ya nada nuevo en un tipo
demasiado especializado.
Por eso el progreso mayor de la vida se ha efectuado antaño por una
sucesión de formas «generalizadas», indiferenciadas.
El filósofo Leroy calificaba estas formas de «blancas» o plásticas, para
recordar que desempeñan el papel de embriones, en relación a las especies.
Volviendo al ejemplo de la mano, el hombre -que es el mayor
triunfo en materia de evolución- conserva una mano de mamífero
primitivo, lo que demuestra claramente que, en la familia de la que ha
salido, la especialización no ha ido nunca demasiado
lejos.
152
En muchos aspectos, el hombre es un mamífero poco diferenciado,
que ha retenido muchos rasgos de los mamíferos primitivos ; como
dice Leroy, cabe encontrar en él, «conservados con sorprendente pureza,
algunos de los principales rasgos zoológicos propios de los más
antiguos mamíferos conocidos : la forma de los miembros, el número
de dedos o el trazado de los dientes, tan curiosamente primitivos».
Por no estar especialmente adaptado a ningún género de vida -la
natación, la carrera o el vuelo- por no servir para nada, sigue
sirviendo para todo. Comparado con esos animales barrocos, como son la
jirafa, el murciélago o la foca, el hombre aparece como un ser
dotado de una estructura pura, clásica, si así puede ha blarse; es «el
mamífero» y por ello es el rey de los mamíferos; y así se ha podido decir
que es el único mamífero al que cabe calificar de embrión.
Siguiendo la comparación entre el desarrollo del individuo y la
evolución de las especies, podemos decir que el porvenir evolutivo de las
especies viene asegurado por tipos poco diferenciados o no diferenciados
en absoluto, al igual que el porvenir paternal del individuo viene
asegurado por el tejido germinal, desprovisto de toda especialización.
Señalemos -sin poder ya insistir en ello- la hipótesis de la
neotenía o pedomórfosis, según la cual los grandes cambios evolutivos y
las grandes innovaciones se han realizado por medio de una especie de
vuelta al tipo embrionario o más generalmente, al tipo juvenil2.
Según esta tesis, una familia aparentemente esterilizada o senil, por
exceso de diferenciación, podría recuperar caracteres embrionarios y,
con ello, caracteres menos especializados y menos diferenciados: de
aquí se originaría un rejuvenecimiento y un salto en la familia. Así es
como el hombre, por ejemplo, parece haber nacido del mono: en apoyo de
esta opinión se destaca que el feto de hombre se parece más al feto del
mono que el hombre al mono adulto y acabado.
***
Pero dejemos estas hipótesis que son sólo tales e intentemos sacar
conclusiones.
2. Vide G. R. de Beer: Embryologie et Évolution, trad. francesa por Jean
Rostand, Paris, Legrand, 1933.
153

La biología nos facilita un importante conjunto de datos rela
tivos a la unidad y a la diferenciación.
Hemos examinado el paso de lo uno a lo diverso, primero en la
evolución individual, luego en la diversificación de la especie, finalmente
en la evolución de las especies.
De este estudio comparativo, ¿pueden obtenerse indicaciones
generales que puedan valer también para otros dominios, psicológicos o
sociológicos, por ejemplo?
Confieso que desconfío, en principio, de las generalizaciones de este
tipo. Incluso en el seno de la biología hemos visto que los procedimientos
de diferenciación son diferentes unos de otros; y, por añadidura, ¿no se
ha usado ya bastante de la comparación entre los datos biológicos y los
demás datos?
Parece lícito sin embargo hacer algunas observaciones.
Trátese de un embrión o de una ramificación evolutiva, el progreso se
realiza por la vía de la diferenciación gradual. Sobre este punto, la
biología está completamente de acuerdo con la opinión corriente sobre la
división del trabajo, la evolución de las sociedades y de las técnicas.
Pero lo que la biología parece enseñarnos y puede ser algo
realmente nuevo es el papel de la indi f erenciación.
No es ésta una simple inferioridad, una mera carencia o insu-
ficiencia,, sino que tiene en sí un valor positivo.
Hemos visto que, en el curso del desarrollo, la indiferenciación de las
células germinales es la que mantiene y salva en ellas el poder de producir
individuos. Si bien esta indiferenciación no es condición de
inmortalidad, como creía Weismann, no por ello deja de ser condición de
totipotencia. Por ser una célula indiferenciada es por lo que el huevo puede
rehacer todo un ser, mientras que la célula hepática nunca podrá
crear células hepáticas, la del cartílago no puede hacer células de
cartílago, ni la sanguínea células sanguíneas. Igualmente, en la
evolución de las especies, una forma muy especializada es una forma
acabada, definitiva; no se puede esperar nada, o casi , de ella, mientras
que las formas indiferenciadas conservan en sí mismas virtualidades
futuras.
Cabría decir, de modo esquemático, que el progreso se realiza
gracias a la diferenciación, pero que la posibilidad de
progreso se mantiene gracias a la indi f erenciación.
La indiferenciación es una especie de seguro contra el agotamiento,
contra la senilidad y contra la automatización; es cómo la reserva de
novedad y de porvenir.
154
Así era como el filósofo Leroy comparaba gustosamente, a
este respecto, las fases de la vida con las del pensamiento. Marcaba
por ello la analogía, por una parte, entre la indiferenciación y la
invención y por otra parte entre la diferenciación y el automa
tismo
«Las instituciones, sociedades, reglas de conducta o sistemas
filosóficos presentan siempre un ritmo evolutivo : la explicación
demasiado completa con detalles demasiado extensos produce a la
vez el triunfo en una época y la impotencia ante la coyuntura de
las nuevas eras ; el endurecimiento de las costumbres provoca un
anquilosamiento en el que se anuncia el fin, las promesas de
un nuevo futuro se refugian en los seres que aún tienen inventiva, la
hipertrofia ahoga las virtudes de iniciativa y las instituciones mueren
aplastadas por la escolástica.»
Leroy veía en la filosofía -más vaga y desvaída que la cien cia-
una disciplina de pensamiento menos diferenciada, y por ello abierta
al progreso y a las renovaciones espirituales.
Por mi parte, creo que este papel de la indiferenciación, de lo
primitivo y lo juvenil -papel que la biología nos ha aclarado y
puesto en evidencia- debe ser tenido en cuenta por quienes estudien
la evolución de las sociedades, de las técnicas, del arte y de las ideas. Y
recuerdo que hace ya tiempo mantuve, a este respecto, una pequeña polémica
con el filósofo Julien Benda que, por muy íntegro pensador que fuese,
tenía la debilidad de no poder soportar la menor contradicción.
En su libro La France Byzantine había denunciado con gran
acierto y elegancia los trazos primitivos, infantiles -indiferenciados,
podemos añadir nosotros- de algunos escritores modernos y había
creído observar en ello un signo irrecusable de desgaste espiritual, de
decadencia. Me permití entonces, en nombre de la biología, recordarle
que, en los seres vivientes, lo infantil, lo primitivo, lo indiferenciado
podía representar un factor de progreso o, en todo caso, de esperanza de
progreso, de preparación para un progreso ulterior. Esta simple duda
sirvió para hacer montar en cólera al filósofo, que me acusó de barbarie
intelectual y de demagogia.
¿Hay que llegar a la conclusión de que un individuo, una agru -
pación, una moral, una teoría, una estética o una política pueden tener
interés en dejar subsistir en su seno una especie de reserva de
indiferenciación, de plasticidad, de inmadurez, de juventud en una
palabra?
155
 Tal afirmación es quizá demasiado precisa, y rígida, demasiado
diferenciada...
Y, además, no es seguro que se puedan preparar a voluntad tales
garantías, ganando así en todos los terrenos a la vez, al aprovecharse
la diferenciación y salvaguardar, al mismo tiempo, la indiferenciación. Sólo
es la vida quizá quien puede ganar en todos los terrenos...
Pero lo que sí parece cierto es que ese individuo, esa agrupación o esa
moral, 'no podrán continuar su evolución, no serán capaces de progreso,
de cambio, de adaptación, si no conservan en
en
su seno elementos de indiferenciación, que formen un brote de porvenir.
Los moralistas no han esperado además el veredicto de los biólogos
para recomendar al hombre que guarde, en la medida de lo posible y tanto
en espíritu como en cuerpo, un poco de juventud. Quizá nos conviene VI
este consejo de los moralistas, si escuchamos al admirable poeta que nos
dice EL CINE Y LA BIOLOGfA
La beauté de 1'enfance est de ne pas finir.
 Debo, ante todo, recordar que no soy ningún especialista en
materia de cinematografía.
No sé nada sobre el cine no científico y creo que no me he
sentado ante una pantalla de proyección hace veinte años. Cuando
colaboré con Nicole Verdrés y André Labarthe en algunas pelícu
las como La vie commence demain o Aux frontiéres de l'Homme,
fue en calidad de consejero científico, limitándome a redactar e incluso
a pronunciar textos explicativos o a guiar a los técnicos en la elección
de las imágenes.
Pero el tema del cine biológico es tan amplio y abarca campos tan
variados, en especial los de difusión de la ciencia y quizás incluso la
filosofía que bien puede ser estudiado por un hombre no
especializado, que contemplándolo desde el exterior, trata de
distinguir sus contornos para conseguir una visión simplificada y
global a la vez.
Para empezar y antes de examinar el papel más importante y
enaltecedor del cine científico, a saber su colaboración en la inves-
tigación pura y en el descubrimiento de la verdad, conviene llamar la
atención sobre las razones por las que el cine constituye, en
ciertos casos, una técnica absolutamente irreemplazable o dicho de otro
modo, lo que Claude Mauriac -que ha dedicado frases tan acertadas
y sagaces al cine en general- llamó «el carácter espe cífico del cine».
Es evidente que el ojo artificial de la cámara ofrece muchas
ventajas sobre el ojo humano y en general sobre el ojo orgánico.
Ante todo, in fatigabilidad. Un ojo humano no sería capaz de seguir el
desenvolvimiento de un fenómeno durante varias horas sin

159
 interrupción, mientras que el objetivo puede cumplir su tarea de
registrar automáticamente durante días, cuando no semanas, meses,
sin que la impresión de las imágenes sufra en ningún momento
un eclipse de atención.
Además, el objetivo es un ojo impersonal, un ojo imparcial,
un ojo perfectamente objetivo (sin juego de palabras) ; recoge la
realidad tal como es, mientras que el ojo humano, el ojo vivo y sensible
está siempre más o menos influido por las tendencias del sujeto,
conscientes o inconscientes, por sus prejuicios, sus intenciones ocultas,
sus deseos y eperanzas, siempre más o menos «reblan_ decido por las
pasiones .humanas», como decía Bacon, y no percibe más que lo que
quiere ver, lo que espera ver, añadiendo o suprimiendo, rehusando o
alterando según el caso.
De todas maneras e incluso aunque el ojo humano consiguiese
ser rigurosamente imparcial, de lo que nunca dispone es de un campo de
visión tan amplio, no siéndole posible, a menudo, abarcar todo el espacio
en el que tiene lugar un fenómeno; debe por tanto dispersar y fraccionar
su atención, que se dirige aquí y allí, de modo que cuando redobla su
atención en una zona la debilita en las demás.
El objetivo, en cambio, recoge y almacena todo, en bloque, en neto,
sin elección alguna ni discriminación, de modo que luego se pueda
explorar pausadamentc, con lentitud y método, el botín obtenido,
concediendo total atención a todas las partes y a todos los momentos.
Gracias a la película, la realidad toda es segada de un golpe y
almacenada en ese granero que es la cinta cinematográfica, de don
de se podrá espigar pacientemente mediante un escrutinio repo
sado y meticuloso. Es un poco como el puñado de animales o de plantas
que el naturalista mete en su caja verde, para luego examinarlos con
toda calma en la paz de su laboratorio.
Además, gradas al cine -esa «máquina,para imprimir la vida»
según la expresión de Marcel Lherbier-, nos convertimos en dueños del
fenómeno. Somos elevados a la categoría de una especie de dios, en la
medida en que nos es posible obligar a la naturaleza a repetirlo para
nosotros, a revivir ante nuestros ojos un proceso cualquiera.
Cuantas veces queremos, volvemos a ser espectadores de lo que fue
una vez. Hacemos que vuelva a ser, por así decir. El p a sado se hace de
nuevo presente y así, gracias al cine, deja de ser completamente pasado, ya
que puede renacer en cualquier mo
160
mento con su prístino valor, como un animal hibernado al que se hace
renacer al calor.
De ahora en adelante, la naturaleza nos obedecerá... Está a merced
nuestra, a nuestras órdenes. Sólo le cabe obedecer a nuestra voz. Como
un imperioso director de escena que, sin cuidarse de la fatiga de los
actores les hace repetir sus parlamentos, nosotros ordenamos ahora al Sol
que lance sus llamas, al volcán que entre en erupción, a los leucocitos
que carguen contra los microbios, a los cromosomas que ejecuten su
extraño ballet, a los caballitos de mar machos que experimenten las
angustias del parto...
Notemos, además, que esta realidad, siempre disponible, siempre
dispuesta a renacer ante nuestros ojos, puede ser además detenida, congelada
justo en el momento en que deseamos cada vez que lo exija el interés de
nuestra curiosidad de investigadores. P fri ficamos así el instante
privilegiado. Con ello, nada puede escapar de nuestra observación. Lo
fugaz se deja contemplar pacientemente. El menor estremecimiento de un
protoplasma, la menor vibración de un flagelo, podrán ser
sorprendidos y descubiertos. Hasta lo más pasajero -al dejar una
señal sobre el celuloidecaerá bajo el control de nuestros ojos.
No olvidemos, además, la técnica de la aceleración y del «ra
lenti», que nos permiten modificar el ritmo de los acontecimientos
y así la aceleración nos permite ver el movimiento en los casos en
que la lentitud con que se desarrolla el proceso nos hubiere hecho
creer que tal movimiento no existía, mientras que la cámara lenta
descompone un movimiento demasiado rápido para ser seguido
por nuestra retina.
El cine -dice Claude Mauriac- «ha reunido el tiempo sin
inmovilizarlo. La cadencia de la naturaleza, demasiado lenta, o
rápida para nuestras miradas, es así repetida al ritmo que éstas
requieren».
Recordemos, además, que la emulsión fotográfica es sensible
a los rayos infrarrojos y ultravioletas que no impresionan nuestra
retina ni la de casi ningún animal. Si se impresiona un
determinadó
fenómeno a la luz de estos rayos invisibles, se Obtendrán imáge
nes visibles, que han sido fotografiadas, a fin de cuentas, en la
«zona negra biológica». De aquí la posibilidad que tiene ahora
el naturalista de contemplar ciertas actitudes de animales que éstos
no llevarían a cabo de estar. expuestos a la luz normal.
Pensemos, finalmente, que el objetivo cinematográfico permite
el conservar un acontecimiento extraño, excepcional o difícil de
161.'

reproducir: gracias al cine, lo único se convierte en algo comuni
cable a todos. Y, si añadimos que estas ventajas o superioridades
del objetivo sobre el ojo humano son válidas para todas las distan
cias y todos los tamaños y que incluso la técnica permite hoy la visión
cinematográfica del interior de los seres vivos, podremos entender por qué
se puede decir que el cine ha dado al ser humano un órgano sensorial
nuevo. Gracias a él, nuestra especie ha realizado un progreso orgánico
y estructural, al mejorar su utillaje perceptivo y aumentar su capacidad
de exploración visual.
En una de las obras, recientemente publicada de Teilhard de
Chardin -ese pensador que ha sabido armonizar un resuelto vigor
científico con un catolicismo redivivo-, encontramos estas líneas llenas
de sentido y que no podemos menos de reproducir, por lo relacionadas que
están con nuestro tema
«Podríamos decir, dice Theilhard, que, si no teoréticamente, al
menos sí esencialmente, la vida toda consiste en ver... Ver es ser un
poco más. Adaptemos nuestros ojos correctamente... La historia del
mundo viviente es la de construcción de ojos cada vez más perfectos
en el seno de un cosmos en el que es posible distinguir cada vez más cosas.
La perfección de un animal, la supremacía del ser humano se miden por la
penetración y por el poder sintético de su mirada. Intentar ver siempre
más no es, pues, fanta
sía, curiosidad o lujo. Ver o morir» 1.
Me gustaría aún copiar otro pasaje de este mismo libro de
Teilhard, que parece escrito pensando en la técnica del cine con
cámara acelerada
«Es necesario percibir los desarrollos irresistibles que se ocultan en
los ritmos lentos -extrema agitación disimulada bajo el velo del
reposo-, la máxima novedad que se desliza bajo la apariencia monótona
de las cosas repetidas.»
Y añade más tarde: «Vencer la ilusión de la inmovilidad, que ocupa
el mismo plano que la pluralidad o 1a pequeñez.»
***
No sería quizás injusto el considerar que la adquisición de este nuevo
ojo, de este nuevo instrumento de visión que es el cine, viene a marcar
el comienzo de una era nueva en la historia del hombre -una fase
nueva de su evolución biológica.
1. Le Phénoméne humann, 1954. 162
Esta evolución biológica se prolonga, así, a través de la evo
lución técnica y el perfeccionamiento del poder visual no es el único
ejemplo de esta prolongación de la creación vital gracias a la creación
humana -de la filo génesis gracias a la tecnogénesis-, ¿acaso no ha
aumentado el hombre su poder de cálculo y de razonamiento lógico por
medio de los cerebros artificiales, o sus posibilidades locomotrices con
los automóviles y aviones o sus posibilidades de reproducción con la
inseminación artificial, a la que se sumará quizá pronto la
partenogénesis o reproducción sin padre?
«Si se quieren buscar -dice Leroi Gourhan- los parientes
reales de la tecnología hay que orientarse hacia la paleontología o biología
en sentido amplio.» Y, últimamente, el fisiólogo servio Jean Giaja,
afirmaba, en un penetrante ensayo sobre El hombre y la vida creadora,
que es una misma potencia creadora la que da a luz la civilización y el
mundo viviente.
Sin detenernos en los graves problemas filosóficos que plantea la
analogía entre creación orgánica y creación humana y sin pre-
guntarnos si es el mismo genio, en suma, el que ha construido in-
conscientemente el ojo humano y conscientemente el objetivo foto-
gráfico, volvamos ya a nuestra materia, para examinar algunas de
las aplicaciones del cine en el campo de la investigación científica.
Una de las más hermosas proezas de la cámara ha sido la del
estudio de las protuberancias solares. Son éstas unos inmensos
chorros de gas que salen del Sol, a veces a velocidades fantásticas,
que llegan a varios cientos de kilómetros por segundo y alcanzan
alturas cercanas al millón o sea más que la propia longitud del
rayo solar. Ahora bien, el astrónomo francés Bernard Lyot consi
guió recoger la imagen de estas protuberancias en una película y
consiguió así poner de manifiesto los mismos movimientos de la
materia luminpsa, que parece volver a entrar en la cromosfera so
lar tras haber descrito una órbita más o menos amplia.
También se ha usado mucho el cine para el estudio de las
erupciones volcánicas, auroras boreales, eclipses, deshielo de gla
ciares y otros fenómenos físicos como el movimiento de Brown,
la tensión superficial, el movimiento y propagación de las llamas
o la propagación de las ondas sonoras. Pero que nadie se
sorprenda
si insistimos de modo especial en los servicios que ha prestado hoy
el cine a los investigadores de biología.
Su terreno abonado es, en este caso, el del estudio de los mo
vimientos animales; y, al menos de modo general, la técnica em
.163
 pleada aquí no es la de la cámara acelerada sino l a del «ralenti»,
puesto que la mayoría de los movimiento animales son demasiado rápidos
para ser observados e interpretados directamente.
«El cine, dice Magnan, es el más poderoso medio de investigación y
de análisis del movimiento.»
Recordemos, por lo demás, que el estudio del movimiento animal es
tan antiguo como el cine mismo. En 1878, el americano Muybridge -jefe
del servicio fotográfico de la costa del Pacífico- fue encargado de
resolver la apuesta que habían hecho dos millonarios sobre si el caballo
pierde contacto con el suelo o no, durante el trote. Para dilucidar este
punto, Muybridge tomó varias fotos del animal en movimiento, con
intervalos pequeños. Para recompensarle, el ganador de la apuesta
-un tal Stanford, gobernador de California- le facilitó medios para
estudiar la marcha de diferentes animales.
Poco después, en 1882, Marey, con su cronofotógrafo, estudiaba el
vuelo de los pájaros -las gaviotas- y la marcha del hombre: diez
años más tarde, iba a producir el primer carrete cinematográfico,
compuesto por sesenta imágenes. Luego aparecen Edison, en 1889 y, sobre
todo los hermanos Lumiére que, en 1895, aportan los perfeccionamientos
decisivos, que permitían que el cine se convirtiese en el gran instrumento
de estudio, enseñanza y diversión que es hoy.
Para estudiar un movimiento animal es necesario, por supuesto, que la
frecuencia de la toma de imágenes sea muy grande en relación a la
velocidad del fenómeno; así, para el vuelo de los insectos, que supone
movimientos muy rápidos del ala -doscientos cincuenta aleteos por
segundo en la abeja- hay que tomar veinticinco mil fotos por segundo,
lo que permite descomponer cada aleteo en cien fases; si se trata de
otros movimientos más lentos, pueden bastar veinte imágenes por
segundo.
El cine ultrarrápido puede impresionar un millón de imágenes por
segundo y el profesor Bull cree que se podría llegar a los tres millones,
cifra que desborda nuestra imaginación y nos haría entrar en un mundo
nuevo.
Debemos a Magnan un interesantísimo estudio cinematográficol del
vuelo de los insectos : ha descrito con-precisión el movimiento del ala,
analizando matemáticamente el aleteo y- ha iniciado el estudio del vuelo
estacionario, del planeo, de las maniobras en el aire, esbozando
finalmente, y siempre,gracias al cine, una teoría
de la mecánica del vuelo. 164
.
j
Recordemos que los dípteros (moscas) y los himenópteros (abeas)
pertenecen a los insectos que mueven las alas más veces por segundo:
250 en las abejas, 160 en las moscas, mientras que las mariposas son
mucho más lentas (de 8 a 50 aletazos), al igual que el abejorro (46), la
cetonia (86) y la libélula (de 20 a 40).
El estudio de otros movimientos animales se ha beneficiado también
de la técnica cinematográfica : el salto de la rana, la marcha del ciempiés
-muy curiosa ésta, pues no existe ninguna coordinación entre las
patas-, la forma de nadar del caballito de mar o de reptar de la
estrella de mar, el vuelo del pájaro mosca o colibrí o la marcha del
chimpancé; en el hombre, los movimientos de los labios, de las cuerdas
vocales durante la fonación, los reflejos de las pupilas o de la faringe, las
contracciones del corazón y del intestino, etc.
También se han analizado, gracias al cine, los movimientos vegetales,
en especial los de la planta carnívora y la sensitiva y también, en el
campo microscópico, los movimientos de las célnlac: infusorios,
bacterias, espermatozoides, células de la pigmentación,
etcétera.
El doctor Comandon pudo contemplar, con maravillosa claridad y
gracias a la cámara acelerada, los movimientos de los glóbulos blancos o
leucocitos, que según la expresión de Albert Delaunay, se lanzan sobre los
microbios que van a digerir como una bandada de gaviotas sobre los
peces. Es justo rendir homenaje, de pasada, a ese gran y modesto sabio
que es el doctor Comandon. Desde 1909, ha realizado películas de biología
y de microbiología que son obras de artes clásicas, verdaderos modelos en
su género : no es posible contemplarlas hoy sin sentir un admirativo
asombro, pues, desde su comienzo, alcanzan una maestría que apenas ha
sido luego superada, a pesar del perfeccionamiento de la técnica.
Muy importante es la contribución del cine a la comprensión del
funcionamiento y de la vida celulares. División de cromosomas,
injerto de núcleos en la amiba, crecimiento de células en cultivo,
normales y cancerosas, alargamiento y diferenciación de fibras nerviosas,
reacción de las células ante los agentes químicos, las radiaciones, los
ultrasonidos, la. corriente eléctrica o destrucción de microbios por
medio del virus lítico o bacteriófago:.éstos no son sino algunos de los
principales objetos de estudio. Limitémonos a subrayar un
descubrimiento más importante que también debemos a la cámara
fotográfica, a saber el de las corrientes
165
 protoplasmicas, demasiado lentas para ser vistas por el ojo humano y
que la técnica de la aceleración pone de manifiesto.
Al asociarse, más estrechamente de lo que se hacía antes, la noción de
vida y la de movimiento, la revelación de este dinamismo
intracelular, de esta incesante turbulencia vital ha influido incluso sobre
nuestro modo de contemplar el fenómeno de la vida.
Dejando de lado algunos notables trabajos sobre la metamorfosis de
las moscas, sobre la construcción de la tela de araña, sobre ciertos
comportamientos amorosos o de combate en los peces -e incluso sobre el
perfume de la rosa, descubierto por los movimientos del talco que
bombardean las partículas odorantes-, pasemos a uno de los más bellos
timbres de gloria del cine científico; que remos hablar de la ayuda que ha
proporcionado al gran sabio austríaco von Frisch en sus extraordinarias
investigaciones sobre el lenguaje de las abejas.
Se trata, sin duda alguna, de uno de los más prodigiosos des-
cubrimientos que se han realizado en el campo de la psicología animal.
Cuando una abeja que ha salido a libar descubre, en el curso de una de
sus incursiones, algunas flores provistas de un néctar aprovechable, se
precipita a su colmena, donde empieza a dar cuenta del descubrimiento a
sus compañeras que pronto salen volando, en cerrada formación, hacia
el florido alimento.
¿Cómo ha podido este insecto informar de su descubrimiento a los
demás insectos?
Gracias a von Frisch; hoy lo sabemos ya con entera precisión.
La abeja que informa a las demás, ejecuta, para hacerse comprender y
comunicar su mensaje, un paso de danza sobre los paneles de la
colmena. Danza que consta de evoluciones en 8 que por su cadencia más o
menos rápida indican, la distancia del lugar a visitar y que por su ángulo
de inclinación dan la dirección a seguir para llegar a él.
Este idioma bailado -que incluso tiene sus dialectos, como dice
Rémy Chauvin- es, por supuesto, innato en el insecto ; por esta aptitud
para realizar actos simbólicos, la abeja se. sitúa inmediatamente debajo
del hombre y muy por encima del gran mono, lo cual es
sencillamente sobrecogedor si se piensa que la psique de la abeja se aloja
en un glóbulo cerebroide que pesa menos de una décima, de
miligramo..,
Fabre ha sido acusado de excesiva credulidad al admitir demasiadas
maravillas en los insectos y sin embargo nunca osó imaginar
66
nada tan fantástico como esto. El mismo Maeterlinck, gran novelista de
la vida de las abejas, ha sido así sobrepasado y aplastado... Una vez más
la simple verdad deja muda a la poesía.
Ahora bien, desde 1925, von Frisch -ese «Champollion de las
abejas», según expresión de Maurice Mathis- comienza a descifrar el
idioma de las abejas y a partir de 1925 consigue filmar esas danzas
maravillosas, utilizando el cine de gran velocidad para analizar las
evoluciones complicadas de las obreras en los hexágonos de las
colmenas.
Gracias a estas películas que von Frisch va a proyectar en diversos
congresos científicos, los naturalistas y los psicólogos van a poder
contemplar las prodigiosas danzas idiomáticas. Van a verlas, por fin, con
sus propios ojos.
He aquí un aspecto capital de las funciones que el cine
cumple.
Puede sospecharse que las increíbles revelaciones de von Frisch
fueron al principio recibidas con incredulidad... Durante años,
provocaron oposiciones y vivas críticas que llegaban incluso a la ironía
agresiva. El cine llenó aquí también su función, nada menospreciable,.
de demostración y persuasión, función que es muy diferente de
la investigación y también de la de vulgarización, de la que vamos a
hablar en seguida. El cine ha reducido sin duda «el período de
incubación» necesario para que una verdad nueva sea aceptada. Y
permite que el descubridor aporte pruebas materiales para demostrar
su descubrimiento y hacer participar a los demás en su tesoro de
observaciones y experiencias. Es, por así decir, el lenguaje visual
que ha hecho posible que los compañeros de un investigador gocen
pronto del néctar que éste ha descu
bierto.
***
La psicología animal tiene otras muchas deudas contraídas con el
cine. El gran sabio austríaco K. Lorenz se ha servido de él para sus
investigaciones sobre el comportamiento de los pájaros y, en especial,
sobre la manera en que este comportamiento es determinado por las
primeras imágenes visuales recibidas por el animal, al salir del
cascarón. Los Kellogg han filmado, por su parte, su famosa
experiencia sobre el desarrollo psíquico de un chimpancé que habían
educado como a su propio hijo.
En el campo de la psicología humana, Prudhommeaux ha registrado
en una película las principales fases de la evolución psicomotriz del niño,
desde el nacimiento hasta 'los tres años de edad
=
167
 y ha seguido, los progresos que se manifiestan poco a poco en las
facultades de prehensión, en la coordinación de gestos o en el aprendizaje
de las reglas de los. juegos.
Por su parte el americano Gesell, dedicando a la observación de los
jóvenes humanos el mismo cuidado, paciencia y atento celo que von Frisch
dedicó a las abejas, ha filmado las más delicadas reacciones de los ojos y de
los labios, la adquisición de los primeros reflejos de prehensión y de
marcha, el aumento del poder de atención; ha comparado las
evoluciones psíquicas de varios niños, algunos de ellos con una serie de
cualidades o defectos heredados, para precisar así el papel del factor
individual; y ha declarado finalmente que para este trabajo de análisis
meticuloso y continuo, el método cinematográfico era el único
adecuado, pues por su coherencia, autenticidad irrecusable y
posibilidad de «cuantificar», permite hacer las reacciones infantiles tan
tangibles a todos como lo puedan ser al biólogo las reacciones celulares.
Por fin -y en un orden de ideas un poco diferentes- men -
cionemos la obra del doctor Spitz, que es de capital importancia para los
psicoanalistas.
Spitz utilizó el cine (y de nuevo aquí es difícil separar el aspecto de
descubrimiento del de demostración) para estudiar el desarrollo de la
sensibilidad y afectividad en el niño -génesis de la emoción,
nacimiento del interés hacia otros, aparición de la sonrisa- y en especial
para precisar la naturaleza de las relaciones afectivas entre la madre y el
hijo.
Antes de Spitz, no se conocía hasta qué punto la presencia de la madre
es importante para el niño de modo que todo el destino de un individuo
puede estar bien o mal orientado según la calidad, feliz o infeliz, de la
influencia materna.
El niño obtiene el sentimiento de seguridad de su madre -o de
un substituto maternal-: si se ve privado del amor materno o al
menos de la cantidad de amor que le es necesaria, pueden
producirse graves trastornos, relacionados con una especie de ca
 encia afectiva, cuyos efectos son irreparables si la situación se
prolonga.
Las admirables películas de Spitz nos permiten comparar entre niños
educados en el hogar familiar y niños educados en una guardería, o jardín
de infancia. Los cuidados materiales son equivalentes para unos y otros;
iguales las distracciones y los juguetes; la sola diferencia es que, en el
primer caso, el infante posee a su madre para él solo, mientras que, en
el segundo, no tiene, por
168.
decirlo así, már que una fracción de madre, una décima parte por
ejemplo, ya que una «nurse» competente cuida fácilmente de una
decena de niños.
Aunque el poeta diga, hablando del amor materno: «Chacun en á sa
part et tous l'ont tout entier», esto no es más que un con trasentido
desde el punto de vista psicológico. Los niños que sólo gozan de
fracción insuficiente de maternidad, son inquietos, angustiados,
inhibidos : rehúsan el entrar en contacto con lo que les rodea, se
desinteresan por sus semejantes, carecen de impulso, son lentos en sus
reacciones y sufren de insomnio, ataques de violencia y de celos, y se
produce en ellos una decadencia mental progresiva: todo esto -que se
lee en las. miradas, o gestos, las actitudes y las voces- aparece en
los veinte mil metros de celuloide que ha rodado el doctor Spitz y
que, según las necesidades, pueden ser proyectados con cadencia
normal o a cámara lenta.
parci Y, lo que es quizá más impresionante al profano,
estos niños almente «huérfanos» -a pesar de los
buenos cuidados, alimentación, fortificantes y
medicamentos- manifiestan una decadencia física: retraso en el
crecimiento, pérdida de apetito y de peso, desórdenes nutritivos,
aumento de la sensibilidad a las infecciones; la menor herida da lugar
en ellos, a la formación de pus, la menor enfermedad se agrava, como
si la insuficiencia de amor trajese consigo la disminución de la proporción
de anticuerlios en el suero sanguíneo... Finalmente, la mortalidad es
mucho
más elevada en las casas-cuna que en las familias.
Otras películas -una película titulada Monique rodada en la
fundación de Rosan, otra de Jenny Aubry; etc.- nos enseñan una
lección análoga, haciéndonos ver también los efectos del amor
materno impresos, materializados o inscritos sobre el celuloide.
***
Hay que decir dos palabras ahora sobre el papel que el cine puede
representar al fijar imagen de algunos animales en vías de extinción.
Pues hay animales que están en vías de ser exterminados por el
hombre y que, ¡ay!, son <dos fósiles del mañana». a téria (o
Entre ellos figuran el gorila, la jirafa, el p . el P
pájar o con pelo) de Nueva Zelanda que pronto se alejarán
del escenario terrestre, como ya lo han hecho ---casi
ante nuestros ojos- el Aepyornis, gran avestruz de tres metros de altura
que
169
 vivía en el siglo XIX (puesto que Auguste Geoffroy Saint-Hilaire trajo
huevos de este animal en 1850), el Dinornis o moa, de Madagascar
-uno solo de cuyos huevos equivalía a 140 huevos de gallina- el
Dronte o dodo, de las Islas Mascareñas, pequeño cisne con pico de rapaz
que aún existía a fines del XVII...
También sería preciosa la ayuda del cine si pudiese recoger la imagen
de algunos de esos animales hipotéticos, cuya lista ha redactado hace
poco Bernard Heuvelmans en un curioso libro (Sur la piste de
bétes disparues): el megaterio de Patagonia, el perezoso gigante o
pangolín velloso, la serpiente de mar, el gran mono de América, el
mamut de Alaska, el león moteado, el oso nandi, el australopiteco, el
dragón congoleño -e incluso «el abominable hombre de las nieves»...
Finalmente, por lo que respecta a la cuestión tan discutida de los niños
lobo, el menor, documento cinematográfico sería de mayor autoridad que
todos los posibles testimonios y narraciones.
¿Habrá que insistir en los servicios que el cine -incluidos los
dibujos animados- presta a la difusión y vulgarización de las ciencias
? !
Como dice Claude Mauriac (a quien no se puede dejar de citar, al
tratar de este tema), «ningún viajero ni sabio poseían antes de la invención
del cine, la milésima parte de los conocimientos que hoy son normales
en el más sedentario e ignorante de los hombres... El cine nos inicia
en el espectáculo secreto de la naturaleza. Desde lo infinitamente grande
hasta lo infinitamente pequeño, todos los misterios de la vida son puestos a
nuestra disposición gracias a él. Nos acercamos a las estrellas, descendemos
al fondo de los océanos, vemos crecer las plantas, observamos a la
vida en su intimidad y en sus mil aspectos».
En la enseñanza -desde la pedagogía elemental hasta el apren-
dizaje de las más delicadas técnicas- el cine ocupa cada día .un lugar
más importante.
Según Laugied, «un abismo separa las generaciones formadas con
libros de las generaciones formadas con cine».
En efecto, es fácil admitir que la atención del niño, que es ante todo
visual y de mentalidad animista, se dejará influir más fácilmente por
la imagen que por la palabra.
En lo que se refiere a la enseñanza de la medicina y de la cirugía, el cine
merece una especial mención : películas de vivisección, gracias a la que se
realiza una preciosa economía de sufrimiento animal, películas
quirúrgicas, gracias a las cuales puede
170
asistir a una operación magistralmente ejecutada, montada con los
menores detalles y con la ventaja de que se puede detener en los
momentos delicados y volverla a ver tantas veces como sea útil.
Por otro lado, por medio del cine, el talento manual de un gran
virtuoso del bisturí -un Gosset, un Martel o un Leriche puede ser
admirado en todo instante y lugar, incluso tras su muerte, lo mismo que
un disco conserva la voz de un cantante. El mismo virtuoso podrá
beneficiarse de esta misma inscripción fílmica: al verse a sí mismo
cuando está operando, podrá rectificar o mejorar ciertos gestos (por no
hablar del interés retrospectivo que tales películas pueden tener, con
el tiempo). Esto nos lleva a un aspecto, aún nuevo, del cine científico y
que. se refiere a la historia de las ciencias. ¡Quién no se sentiría
emocionado hoy al ver a los Curie en él cobertizo donde consiguieron
aislar las primeras sales del radio, a Claude Bernard en su bodega
húmeda donde operaba sobre conejos, a Pasteur controlando la primera
inoculación de vacuna antirrábica o al entomólogo Fabre en Sérignan
Pierre Fresnay, sin duda, está admirable en su papel de Monsieur
Fabre...; pero preferiríamos más el ver al viejo maestro en persona
-incluso aunque representase su papel un poco menos bien.
Para no olvidar nada, habría que hablar del papel del cine en la
difusión de la higiene social, en el perfeccionamiento de los medios
de diagnóstico médico, etc. Pero lo que ahora me interesa
comentar es uno de los aspectos menos conocidos del cine, lo que
pudiéramos llamar su papel filosófico. Y con ello no me refiero
a las películas que, mediante ingeniosos artificios, intenten hacer
nos comprender la cuarta dimensión o la relatividad einsteiniana,
sino a ciertas películas puramente biológicas, como las del doctor
Comandon o sus émulos.
En 1952, el célebre fisiólogo Louis Lapicque -a quien de
bemos considerables progresos en la comprensión del funciona
miento nervioso- dirigió al Instituto dos notas, muy curiosas 2,
en las que desarrolla la hipótesis de que cada célula, nerviosa o no,
es un «organismo en sí misma», un «individuo», una «persona»
y que toda vida celular presenta un aspecto material y un aspecto
psíquico. La conciencia psicológica -la conciencia humana
2. Hypothése cellulaire pour l'origine de la conscience psychologique
(10 marzo). -Sur la conscience psychologique considérée comme
l'integrale d'éléments cellulaires de conscience (7 abril).
171

sería en tal caso, para Lapicque, una especie de resultante, de in
tegral de las microconcsenaas celulares, de las al. celulares,
según la expresión que él mismo emplea.
Ahora bien, el fisiólogo -esto es lo que aquí nos importa y
mucho- estoma que esta hipótesis del alma celular está muy apoyada
por la observación directa de algunas células animales y, por
ejemplo, de los glóbulos blancos cuando se les contempla en plena
acción a través del aparato cinematográfico.
Y haciendo alusión a la famosa película del doctor Comandon de la
que hablábamos hace poco, añade Lapicque
«Siempre que he proyectado esta película el auditorio pareció estar
muy impresionado ante la visión de esos monstruos tumultuosos que
se entrechocan y tropiezan con los glóbulos rojos para abrirse camino en
la dirección que parecen haber elegido.»
Para Lapicque -filósofo positivista- el alma del leucocito Puede
ser inmaterial, pero no inmortal. Lo mismo opina Haeckel, quien, a su
vez, sostiene con firmeza la tesis del psiquismo celular
«El naturalista que, como yo, haya observado durante largos años la
actividad psíquica de los cuerpos unicelulares, tiene que estar por fuerza
convencido de que poseen un alma. Este alma celular está, a su vez,
constituida por una suma de sensaciones, ideas y actos de voluntad. Las
sensaciones, el pensamiento y la voluntad de nuestra alma no son sino
desarrollos graduales de aquéllas... Como la psicología y la patología
nuevas, la psicología y la psiquiatría del futuro deben hacerse
celulares y buscar ante todo las funciones psíquicas de las células»'.
Pero la hipótesis del alma celular va involucrada en una concepción
materialista: se encuentra, con matices diferentes, en Teilhard de
Chardin, e incluso en el filósofo R. Ruyer, que sostiene que «la
conciencia está unida a la vida de un modo mucho más estrecho que lo
que se pensaba».
En cambio, algunos biólogos espiritualistas, como L. Bounoure, se
niegan a admitir que las células posean alma... 4.
No vamos a entrar ahora en este debate de filosofía biológica, pero
lo que nos parece extremadamente significativo y, en suma,
eminentemente bonroso para el cine, es que su testimonio haya sido
invocado en defensa de una de estas dos tesis, o sea que la
3. Le Monisme, SShleicher, pág. 34. - Vide también: Essais de
psycbologie cellulaire, Alcan.
4. Vide Revue Identifique, j950.
172
impresión directamente producida por las imágenes filmadas puede
influir, por poco que sea, en nuestro modo de concebir la naturaleza
íntima de la vida.
Parece, en efecto, que el cine -al ampliar las células, al ponerlas
de manifiesto, como a verdaderas estrellas de cine, y estudiar su
sensibilidad y su movilidad- nos invita a admitir una continuidad
psicológica entre las formas más elementales de la vida y las más elevadas.
El cine hace pensar, como lo hacía ya el filósofo Cournot, que, desde el
comienzo de la vida, aparecen «todas las dificultades y misterios que
preocupan a los filósofos, acerca de los fenómenos que tienen por
escenario a la conciencia humana».
Es bastante interesante, por lo demás, hacer notar que Bou noure,
detractor de la conciencia celular, considera que este «panpsiquismo» está
mancillado por una dosis de romanticismo... Ahora bien, precisamente
me acuerdo que una vez en que, hace treinta años, asistía yo a una película
sobre el crecimiento de los tejidos cancerosos, el eminente cirujano y
profesor Robert Proust (que era también un gran humanista), estaba
sentado a mi lado y me hizo la siguiente observación : «La vida es mucho
más romántica
de lo que pensamos...»
*#* .
Siempre en el mismo orden de ideas, creo que podríamos llegar a
decir que las imágenes cinematográficas de los fenómenos celulares
sugieren una concepción más bien anticartesiana de la vida. Al
contemplar esos glóbulos viscosos que se alimentan, se dividen y se
orientan perfectamente, se tiene la impresión -e incluso sobra la
palabra impresión, pues el argumento que el cine aporta no puede ser
sino de tipo intuitivo, afectivo-, de que se está en presencia de algo
muy diferente de una máquina, por muy compleja que ésta sea, de una de
esas máquinas que los cibernéticos pretenden imitar con su chatarra
electrónica. Parece que la insuficiencia de la comparación entre lo
viviente y lo mecánico brota con más claridad que nunca cuando
miramos un infusorio ampliado que cuando contemplamos un animal
superior. Por paradójico que sea, la simple célula nos da la impresión
de ser más inimitable, más difícil de reproducir que el animal entero, con
sus canales, sus tubos, sus fibras, sus «feedbacks» nerviosos --toda su
mecánica, hidráulica y neumática. Las torturas de Grey Walter nos
despistan, pues imitan los reflejos, la conducta adaptada y la
173
 memoria y las máquinas pensadoras también imitan, e incluso su peran,
nuestro razonamiento lógico... Pero ninguna máquina, esto es bien
evidente, será jamás capaz de imitar el estremecimiento de un
protoplasma, la vibración de una pestaña o la pulsación de una vesícula... s.
***
Aún hay que añadir que la película de biología nos ofrece algo más
que una lección y una enseñanza: nos ofrece una especie de experiencia
vivida de la realidad. Cuando vemos, sobre la pantalla, los infusorios
que hormiguean en una gota de agua, o los glóbulos blancos cargando
sobre los microbios, estamos directamente en contacto con la vida
celular. La impresión desborda a lo visual: tocamos, palpamos a estos seres
que se mueven, nos cosquillean sus pestañas vibrátiles...
Sentimo la exuberancia, la ubicuidad del misterio vital. Frente a las
complejidades de la célula ampliada, comprendemos mejor la
emoción de Pascual ante el arador, ese «escorzo de átomo» en el que
se basa todo el universo... Ante la gota de sangre poblada de glóbulos,
nos viene a la memoria la gran frase de Goethe: «Cada hombre es una
muchedumbre.» No, no somos sólo espectadores, sino actores. Somos los
compañeros, los parientes de esos seres minúsculos. La película nos hace
realizar un extraño viaje -uno de esos viajes fantásticos al reino de la
pequeñez que han imaginado tantos escritores desde Swift con su
Gulliver y Voltaire con su Micromegas hasta Maurice Renard con su
L'Homme chez les Micro bes. Satisfaciendo lo que el profesor
Schuhl ha llamado nuestro «complejo de Gulliver», nos sentimos en
otro país, en un país extranjero donde el cine nos hace cambiar la escala de
nuestras dimensiones, y nos arrastra hacia otro universo.
***
Si el cine nos hace sentir con fuerza la relatividad de las di-
mensiones, también hace que sintamos con igual intensidad
la reta
5. «El cuerpo unicelular vivo está, más cerca de la conciencia humana que
la máquina más perfeccionada que sigue siendo un aparato producido por
el hombre... La conciencia está unida a la verdadera sensibilidad,
patrimonio de la vida» (P. Chauchard: Les Machines d
calculer,et la Pensée humaine, 1953).
174
tividad de las medidas de tiempo y comprobemos hastaqué punto_ la
representación que nos hacemos de las cosas depende del ritmo personal de
la sensación.
El matemático Sainte-Lagüe ha imaginado un ser al que llama
Lentus y cuyas sensaciones son tan lentas que, para él, un día dura
una décima de segundo y la marcha de un caracol le parecía como la
llegada de un bólido. Luego ha imaginado un ser de condición inversa,
cuyas condiciones son tan rápidas que el mundo que le rodea le
parece casi inmóvil y cristalizado. Pues bien, el cine, con la cámara
acelerada y la cámara lenta, nos hace sentirnos, tan pronto como
Lentus, tan pronto como Rapidus...
Cuando vemos a una planta recorrer en unos minutos su ciclo vital
-germinar, crecer, florecer, abrirse y marchitarse-, «vivimos más
lentamente» y a la inversa, «vivimos más rápidamente» al ver el
gracioso ,y lento estallido de una pompa de jabón o al contemplar a una
libélula aletear perezosamente.
***
De la emoción filosófica, se pasa insensiblemente a la emoción
propiamente estética.
Es incontestable que en algunas películas de historia natural -casi
diría: en todas las películas de historia natural-, fluye una especial
categoría de belleza.
¡Quién no conoce las admirables imágenes que nos ofrece Jean
Painlevé: el pulpo, el erizo de mar, la dafnia, el caballito de mar o el
vampiro,- auténticos asesinos de vía estrecha!
Películas como éstas exigen años de trabajo, paciencia y preparación...
para conseguir unos minutos de espectáculo. No es «rentable», como se
suele decir. Además, la mera palabra «documental» «hace huir a los
directores de cine, como si hubiesen oído la carraca de un leproso»
(Raymond Millet). Por ello, es imposible, hoy por hoy, pensar en esas
grandes epopeyas visuales de ciencia poética que el cine podría
ya actualmente realizar, por ejemplo sobre el desarrollo del hombre, la
herencia, la evolución del reino viviente, el porvenir de nuestra especie...
De todos modos y gracias a los éxitos de Painlevé, Comandon,
Dragesco 6 y algunos otros, nos es posible ya iniciarnos en esa pro
6. A quien se deben, en especial, emocionantes películas sobre las
termitas, las mariposas africanas, etc.
175
 digiosa belleza de lo vital -más bella y emotiva precisamente por no de funciones». Se debe tener en cuenta, sin embargo, el balance de
estar hecha para ser vista ni dirigirse a nadie. conjunto y creo, al menos en lo que se refiere al cine cient' co, que
¡Qué profusión, prodigalidad y fastuosidad! Todo es bello en la los perjuicios causados son despreciables en relación a las venobtenidas.
naturaleza, desde el momento en que se le aumenta, se le aísla y se En cuanto al cine no científico, repito que no lo conozco. Oigo a
proyecta sobre una pantalla esa imagen ampliada y aislada. Cualquiera menudo decir que no es el instrumento de elevada cultura intelectual y
que sea el nivel al que se descienda, lo maravilloso se mantiene y se moral que pudiera ser, y no ignoro que Alexis Carrel lo consideraba
renueva. Un ojo de piojo, la postura de huevos de un saltamontes, un
responsable en parte -junto con la radio y la abusiva complicación de los
chorro de seda que sale de una araña, una mosca saliendo del huevo,
el balanceo de una hoja, la palpitación de la garganta de un sapo... programas escolares— de esa «crisis espiritual» que tanto le
Por supuesto, no nos equivoquemos, es en los ojos del hombre donde preocupaba. Pero ¿es al cine a quien hay que acusar o más bien al
la belleza se forma. Pero esto no desvirtúa el problema de nuestro éxtasis; conjunto de condiciones sociales y mo rales que le obligan a dar
y ¿cómo es posible que nuestros ojos puedan encontrar tanta belleza en satisfacción a las tendencias menos estimables del público? Nunca
todos los espectáculos que ofrece la vida? recibiremos del progreso técnico más que lo que, por nuestra alma,.
merezcamos recibir.
*#. De lo que estoy seguro es que una sola película de Jean Painlevé, de
Acabamos de exaltar el papel, extremadamente vario, del cine von Frisch o del doctor Comandon puede compensarnos, ante nuestro
científico. Hemos visto los servicios que puede prestar en la inves- espíritu, de muchas frivolidades y muchas bajezas. Si algún día nos
tigación, en el descubrimiento de la verdad, en la demostración de esta sintiéramos tentados de atacar al cine,
verdad, en su difusión, en su enseñanza, en la fijación de un documento antes que fue él quien nos ayudó a comprender las erupciones del Sol, el
excepcional o único, en la interpretación filosófica de la vida y, en una alma de las células, el lenguaje de las abejas y el valor
palabra, en la comunión directa y sensible con la realidad vital. del amor de una madre.
¿Debemos expresar ahora alguna reserva en cuanto a la utilización y a
la distribución de la imaginería cinematográfica?
Hay quien ha sostenido que el cine producía una especie de «hartazgo
visual» que a la larga podía alejarnos de la realidad, de modo que la
imagen llegaría, por así decir, a substituir al objeto mismo. Otros hay que
opinan que existe el peligro de que la civilización prescinda demasiado
de la palabra hablada o escrita al hacerse menos necesario el poder de
abstracción se podría temer que esta capacidad fuera debilitándose cada
vez más en los hombres.
Incluso se ha llegado a reprochar al cine el haber quitado seriedad a la
enseñanza, haciéndola demasiado fácil y atractiva... Es posible que haya
algo de verdad en estas críticas. No hay rosa sin espinas. Ni progreso sin
regresión: todo el juego de la civilización tiene por efecto el debilitar la
especie con relación a nuestros antepasados salvajes, y la evolución
orgánica, en cada una de sus etapas, ha acarreado, como demuestra André
Lwoff, «pérdidas

176

tajas