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10 PR O PUESTAS CO N CR ETAS PAR A CAMBIAR

LA ED UCACIÓ N

Martes, 1 de septiembre de 2015

Lo que escribo en este blog tiene como objetivo reflexionar sobre la educación en
tiempos de crisis. Mi propósito es "provocar" a los lectores, a través de metáforas,
opiniones, experiencias..., para que revisen sus ideas sobre la educación, para que
evalúen y (si lo consideran oportuno) replanteen su práctica educativa.

El caso es que, en los últimos días, he recibido algunos comentarios a mis últimos
post en los que me piden que vaya un poco más allá y haga una propuesta concreta
de alternativas a la práctica educativa tradicional. Aunque no soy partidario de dar
"recetas" que puedan aplicarse de manera indiscriminada en cualquier contexto de
aprendizaje, me he atrevido a recoger en un decálogo algunas prácticas educativas
que pueden llevar a cambiar el paradigma imperante en la educación actual. Decálogo
de prácticas educativas innovadoras

1. Dar más voz a los alumnos. Como norma general, en una clase el docente no
debería hablar más de un tercio del tiempo de la sesión. Los otros dos tercios, la
palabra debe estar en posesión de los alumnos. Debemos acabar con las lecciones
magistrales para convertir las clases en verdaderas ágoras donde todos tienen voz.
"Los docentes deben hablar menos para que los alumnos aprendan más."

2. Abrir el aula a otras voces. Es interesante que, al menos, una vez por semana la
voz que se escuche en el aula no sea la del docente ni la de los alumnos. Se debe
abrir el aula para que otras personas (familiares de los alumnos, otros docentes del
centro, profesionales de distintos oficios, autores literarios, etc.) expliquen sus
experiencias, sus conocimientos... Es una experiencia muy motivadora y
enriquecedora.

3. Plantear retos. Para que el aprendizaje sea significativo no podemos dedicarnos


exclusivamente a transmitir datos y conceptos para que los alumnos los memoricen.
Debemos despertar su curiosidad a través de retos que deben resolver buscando
información, investigando y planteándose interrogantes. Más que enseñar a dar
respuesta a preguntas y resolver problemas debemos enseñar a plantear preguntas y
problemas. Es importante que los alumnos entiendan la aplicabilidad en la vida
cotidiana de aquello que aprenden, que le encuentren sentido.

4. Potenciar el espíritu crítico y el carácter emprendedor. Fue Jean Piaget quien


dijo que "El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer
cosas nuevas, y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron." Por eso,
es importante que, al menos una vez por semana, los alumnos propongan temas de
su interés sobre distintos asuntos de su entorno o sobre distintas noticias de
actualidad para que los debatan, expongan sus opiniones y planteen posibles
soluciones. Por poner un ejemplo, creo que no debería haber una sola aula en la que
no se trate el tema del drama migratorio que está viviéndose estos días en Europa.

5. Trabajar las emociones. La escuela, por mucho que les pese a algunos, no es un
lugar aséptico donde las emociones y los sentimiento no tienen cabida. Al contrario, la
educación emocional es una herramienta básica para evitar problemas de convivencia
y un elemento fundamental para una adquisición significativa del conocimiento. Por
ello el trabajo sistemático en el aula de aspectos que tengan que ver con las
emociones debe ocupar un lugar prioritario en los objetivos de cualquier docente.

6. Más allá del conocimiento de las materias. Sin desdeñar en absoluto la


importancia de los conceptos propios de las diferentes asignaturas (ya se trabaje por
materias o por proyectos), debemos transmitir unos valores que doten a los alumnos
de las herramientas necesarias para tener éxito académico y vital. La perseverancia,
la meticulosidad, el rigor, la tolerancia a la frustración... son rasgos de la personalidad
que debemos potenciar en el aula para asegurarnos de que los alumnos sean
capaces de seguir aprendiendo durante toda su vida y sean capaces de adaptarse a
nuevas situaciones. 

7. Integrar las TIC. Hacer un uso cotidiano y sistemático de la TIC en el aula es una


ventana abierta al mundo que no debe faltar en ninguna escuela. Pero no se trata de
utilizarlas porque sí (por esnobismo), se trata de aprovechar aquello que nos aportan
para llevar a cabo una didáctica más activa, para facilitar la atención individualizada a
los alumnos. En mi opinión, deben combinarse los "métodos tradicionales" con las
TIC: los alumnos deben leer en pantalla, pero también en papel; deben escribir con un
teclado, pero también con lápiz y bolígrafo.

8. Fomentar la lectura. La comprensión lectora es fundamental para acceder al


conocimiento. Por ello, leer debe ser un acto diario en el aula y debe de ser un
momento compartido entre alumnos y docentes. Leer lo que les apetezca cada día al
menos durante 15 minutos es una práctica imprescindible para adquirir un buen nivel
de compresión y fluidez lectora.

9. Fomentar el trabajo colaborativo. El estudio y la adquisición del conocimiento no


son exclusivamente una práctica individual y solitaria. El trabajo en equipo, además de
ser una herramienta que los alumnos necesitarán dominar en el futuro, es una manera
motivadora y creativa de trabajar en el aula. Para ello es necesario, entre otras cosas,
flexibilizar el diseño y la distribución de los muebles que hay en el aula. Hay que
acabar con las aulas auditorio.

10. Reformular la manera de evaluar. Replantearse la idoneidad de los exámenes


que valoran la capacidad de retención de conceptos es fundamental para lograr una
nueva forma de enseñar en nuestras aulas. Nada de lo dicho anteriormente tiene
sentido si, al final, los alumnos tienen la percepción de que lo único importante es
aprobar y que para ello solo tienen que retener los conceptos fundamentales de lo que
se ha trabajado en clase. La evaluación debe ser continua y el peso de los exámenes
tradicionales mínimo.
Tomado de: http://www.salvarojeducacion.com/2015/09/10-propuestas-concretas-para-cambiar-
la.html?m=0

¿PO R QUÉ CAMBIAR L A ESCU EL A?


Lunes, 12 de octubre de 2015

“Uno de los principales males de la escuela es su carácter ajeno a la vida de los


alumnos.” Francesco Tonucci 

Photo credit: DVIDSHUB / Foter / CC BY

El otro día, mientras estaba tuiteando desde mi smartphone, me dio por pensar que,
curiosamente, a ese artilugio que estaba utilizando lo seguimos llamando “teléfono”
(con algún adjetivo: móvil, inteligente...). Y eso que la función de telefonear ha pasado
a ser casi residual. Lo utilizamos como reloj, como despertador, como reproductor
multimedia, como cámara de fotos, como agenda, como calculadora, como consola de
videojuegos, como mensajería instantánea... y, muy de vez en cuando, lo usamos
para telefonear.

¡Cómo me gustaría que pasara algo parecido con la escuela! Ojalá la siguiéramos
llamando escuela (con algún adjetivo: inclusiva, integradora...) pero sirviera para
muchas más cosas que para estar sentado en un pupitre, escuchar a un profesor y
aprobar exámenes.

Casi sin darnos cuenta, la escuela se ha convertido en una especie de fábrica para
preparar exámenes, un lugar donde formar a los alumnos para que obtengan la mejor
calificación posible sin importar demasiado si realmente aprenden o no. Y eso es una
perversión muy retorcida de la función de esta institución, que es un lugar privilegiado
para alcanzar un aprendizaje significativo y real.

La escuela debería ser un lugar donde los niños puedan vivir experiencias ricas,
interesantes y emocionantes que les sirvan para ser mejores personas, para
desarrollar al máximo sus talentos (sean cuales sean) y para poder participar de forma
activa, responsable y crítica en la sociedad. En la escuela, además de competencias
clave, conceptos y contenidos de matemáticas, ciencias, lengua, literatura, música...
se deberían trabajar también habilidades no cognitivas como la perseverancia, la
curiosidad, la meticulosidad, el optimismo y el autocontrol (Paul Tough). Así
educaríamos a personas capaces de no tener miedo al fracaso, de no sentir
vergüenza a equivocarse, de tolerar la frustración y dominar sus emociones, y de
luchar sin descanso por conseguir sus metas.

Ir a la escuela debería ser un privilegio, no una obligación. Debería ser un lugar


común para todos y no un lugar del que muchos (demasiados) quedan marginados.
Los niños y jóvenes que no se adaptan al rígido sistema educativo actual quedan en
fuera de la sociedad. ¿Es esto lo que esperamos de la escuela? ¿Cuál es la función
de la educación escolar? Preparar a todos y todas para la vida, sin excluir a nadie: a
los que no estudiarán más allá de la enseñanza obligatoria, a los que seguirán
enseñanzas técnico-profesionales y a los que llegarán a la universidad; a los que
tengan grandes dotes para el baile, para la música, para la poesía: ¡A todos sin
excepción!

Es una triste realidad que, bajo la tiranía de PISA y las pruebas de evaluación externa,
la educación se está estandarizando, cuando no hay nada más contrario a su
naturaleza. Si todos somos únicos, distintos en talentos, en carácter, en actitud, en
motivación, en intereses... ¿cómo podemos pretender educar a todos bajo los mismos
parámetros estandarizados?

De hecho, la educación estandarizada viene a ser como la pesca con red, tiene
alguna ventaja pero muchos inconvenientes. Con la red consigues una gran cantidad
de peces, pero sin discriminar de qué especie ni de qué tamaño ni su nivel de
desarrollo, y causas mucho daño al ecosistema marino al arrasar los fondos marinos y
llevarse otras especies que no son objeto de pesca, como las tortugas. Educar así es
como matar moscas a cañonazos: ¡Son tantas las consecuencias negativas para
tantos!

La educación personalizada, en cambio, es como pescar con caña, tiene algún


inconveniente pero muchas ventajas. Puedes elegir el tipo de caña adecuada para tipo de
pez, utilizar el cebo adecuado para cada especie, devolver al mar a los peces pequeños
para que sigan desarrollándose, conseguir no dañar el ecosistema. Educar así es dar a
cada uno lo que le corresponde: ¡Son tantas las ventajas!

Tenemos que cambiar la escuela, para cambiar la educación, que cambiará a las
personas que cambiarán el mundo.
LO S TR ES FAN TASMAS D E LA ED UCACIÓ N
Miércoles, 23 de septiembre de 2015

Lo que os voy a contar sucedió hace tan solo unos días. No sé si fue real o fue un
sueño... solo sé que sucedió justo la noche de aquel día que estuve comentando en
clase con mis alumnos la obra de Charles Dickens. 

Aquella noche estaba especialmente cansado. Estaba leyendo el último libro de Ken
Robinson y me quedé dormido encima de él. Fue entonces cuando, de repente, noté
una presencia... era el mismísimo Ken Robinson. Con semblante serio y un castellano
sin acento británico me anunció que esa noche me visitarían tres espíritus: el
fantasma de la educación del pasado, el fantasma de la educación del presente y el
fantasma de la educación del futuro. Y dicho eso, sin darme a tiempo a que le pudiera
decir lo mucho que admiro su visión de la educación, desapareció sin decir ni pío.

Me desperté con la marca del libro en mi mejilla y me fui a la cama con la certeza de
haber tenido un extraño sueño. Me dormí casi al instante, como se duermen los niños
que han estado todo el día corriendo sin parar. Pero, de pronto, noté que había
alguien a mi lado. Me desperté sobresaltado y vi a un señor vestido con un traje
oscuro y una corbata negra... en realidad, todo él era en blanco y negro.

-¿Quién es usted y qué hace en mi cama? -le pregunté.


-Soy el fantasma de la educación del pasado. Vengo para llevarte a una escuela de
1960.

Y dicho esto, aparecimos en una escuela donde había una maestra sentada en una
mesa que estaba encima de una tarima. Los niños y las niñas estaban sentados de
dos en dos en pupitres clavados en el suelo. Justo detrás de la mesa de la profesora
había una pizarra con el día y la fecha escritos la parte superior con una caligrafía casi
perfecta. En el aula había un silencio sepulcral solo roto cuando la profesora hablaba
con voz alta y clara y dictaba a sus alumnos la lección del día.

Estuvimos en silencio viendo cómo se desarrollaba la clase... Me desperté de golpe


con el pulso acelerado. “¡Qué sueño más extraño!” pensé. Pero, los sueños sueños
son... me di la vuelta e intenté volverme a dormir. Y lo conseguí.
No sé cuanto tiempo llevaba dormido cuando noté que alguien me tocaba el hombro y
me decía que despertara. Abrí los ojos y me encontré delante de mi cama a alguien
que se parecía mucho, muchísimo, a la directora de mi escuela.

-¿Quién eres? ¿Cómo has entrado en mi casa? -le pregunté un poco molesto.
-Soy el fantasma de la educación del presente. Vengo para mostrarte lo que haces en
clase.

Y dicho esto, aparecimos en mi clase. Yo estaba hablando a mis alumnos sentado en


el filo de una mesa que estaba frente a ellos. Los pupitres no estaban clavados en el
suelo pero la disposición de la clase tenía forma de auditorio. Detrás de mí estaba mi
PDI, pero estaba apagada. Los niños y las niñas estaban escuchando, con más
voluntad que atención, mi explicación de qué ventajas tiene la tecnología en nuestra
vida diaria.

-No te parece extraño... a parte de la pizarra y de los carteles que hay en las paredes
del aula, todo se parece demasiado al aula que has visitado con el fantasma del
pasado... ¿no es verdad?

Sin tener tiempo para responder me desperté empapado en sudor. “Yo no creo que
mis clases sean así... pero ¡si leo los libros de Robinson!”. Pero como había sido un
sueño, aunque con una extraña sensación de intranquilidad, volví a quedarme
dormido.

No había pasado demasiado tiempo cuando un hombre vestido de manera extraña,


con ropa digna de un astronauta, me tiró de la cama de un empujón.

-¿Qué pasa? ¿Quién o qué eres tú? -le pregunté indignado.


-Soy el fantasma de la educación del futuro...

Y de repente aparecimos en un aula de una escuela muy parecida a las que había
visitado con los otros fantasmas aunque con más aparatos tecnológicos. Los niños y
las niñas estaban sentados en mesas que tenían pantallas táctiles incorporadas, no
había cuadernos ni libros de papel. Pero la profesora estaba delante de ellos y les
explicaba no sé exactamente qué sobre los viajes en el tiempo y la física cuántica,
mientras ellos escuchaban en silencio.
-Te lo advierto -me dijo el fantasma del futuro-. O empiezas a educar a tus alumnos
como debes hacerlo, como lees en los libros de Robinson: les dejas participar, ser
creativos, colaborar entre ellos, cambias la disposición del aula, les planteas retos, les
enseñas a hacer preguntas... o todo va a seguir como siempre para siempre. ¿Eso es
lo que quieres?

Sonó mi despertador. Era la hora de levantarme para ir al colegio. No sé si los tres


fantasmas me habían visitado o tan solo había sido un sueño... pero solo llegar a
clase puse las mesa de los alumnos una en frente de la otra y cuando entraron mis
alumnos en clase les pedí que me dijeran qué les gustaría hacer y les di las pautas
para que lo hicieran. Desde ese día he cambiado mi manera de enseñar, soy lo que
llaman un maestro innovador. No quiero que por mi causa la educación no se
transforme y cambie para adaptarse a los nuevos tiempos. Creo que lo he conseguido
y que Ken Robinson estará orgulloso de mi.

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