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Unidad Educativa Particular “Redemptio”

“Por una Educación Católica-Liberadora, Trascendente y de Calidad”

Ana Karina Lima García.

Lengua y literatura

Segundo de Bachillerato

Preguntas: Conocimiento previo

Francisca Véliz

2018-2019
1. ¿Cómo forman el género las palabras en español?

El género gramatical se refiere a la categoría gramatical, especialmente sintáctica, y en menor


medida morfológica, semántica y léxica, que nos permite clasificar los sustantivos en masculinos o
femeninos según los rasgos de concordancia que adoptan con los elementos que tienen a su
alrededor (artículo, adjetivo), tanto dentro de la oración en la que están como con elementos de
otras oraciones próximas. Se excluye, por tanto, la cuestión de si los referentes de los sustantivos
que se usen son sexuados o no, puesto que, gramaticalmente, no es relevante.

En primera instancia, se descubrió en el género un medio adecuado para expresar las relaciones
sintácticas a través de la concordancia. Al formar sustantivos comunes, las vocales desinenciales –a
y –o se llenaron de contenido de género, asociándose la -o con el masculino y la –a con el
femenino, porque la mayor parte de los sustantivos de la segunda declinación, mayoritariamente
masculinos, tenían como vocal temática la -o; y la mayor parte de los sustantivos de la primera
declinación, con vocal temática -a, eran femeninos. Hay, no obstante, palabras que no terminan ni
en -a ni en -o; ahora bien, aunque no exista otra regla para la formación de masculinos,
estadísticamente suelen recibir este género los sustantivos terminados en -i, -u, -j, -n, -r, -s, -tu: el
alhelí, el rubí, el manatí; el iglú, el bambú, el espíritu; el boj, el reloj; el árbol, el sol, el mal; el
avión, el buzón, el corazón; el amor, el estupor, el calor; el adiós, el cumpleaños, el iris; el azimut,
el cenit, el zigurat. No obstante, de nuevo encontramos excepciones a este dato, pues existen en
español sustantivos de género femenino terminados en estos sonidos: la metrópoli; la tribu, la troj;
la capital, la piel; la canción, la sartén; la flor, la labor; la crisis, la bilis.

También se aplican otros criterios para asignar el género masculino a sustantivos. Aplicando
criterios semánticos, son palabras masculinas en español “los oficios de varón” como el albañil, el
carpintero, el leñador; los números como el siete, el noventa, el doscientos; los días de la semana
como el martes, el sábado; los meses del año como febrero, julio; o los puntos cardinales como el
sur, el oeste.

A la hora de formar el género femenino en español en sustantivos comunes, lo más habitual es que,
en general, son femeninos los sustantivos terminados en -a átona. Sin embargo, de nuevo se pueden
encontrar muchas excepciones a esta regla, como vemos en palabras como el mapa, el día, el
problema, el pijama.

Otros sustantivos que son de género femenino en español son los sustantivos terminados en -itis (la
faringitis, la otitis), -ez (la honradez, la madurez), -tud (la virtud, la esclavitud) y -timbre (la
incertidumbre, la muchedumbre), sin excepciones. Encontramos, a su vez, otros sustantivos de
género femenino pero que sí que tienen excepciones. Son los terminados en -sis, -z y -d: la crisis, la
tesis; la voz, la luz; la maldad, la red. Excepciones a esta regla son sustantivos como los siguientes,
de género masculino y con dichas terminaciones: el análisis, el énfasis; el antifaz, el arroz; el ataúd,
el césped.

En conclusión, el género gramatical es una característica con la que cuentan algunos sistemas
lingüísticos, según la cual los elementos nominales se clasifican dentro de un conjunto cerrado de
clases, cada una de las cuales sujeta a determinadas reglas de concordancia. En otras palabras, el
género es una propiedad de los elementos nominales (sustantivos, pronombres, adjetivos) que, en
función de su valor, les obliga a utilizar determinados morfemas flexivos, sufijos o afijos, así como
al resto de elementos de la oración que guarden relación directa con el elemento genérico.

2. ¿Qué normas gramaticales hay que seguir para ser políticamente correcto cuando se
habla?

Las propias normas gramaticales, que


utilizan el masculino como genérico referencial para los dos sexos, han logrado borrar la presencia
de lo femenino. En vista de lo cual, se propone la supresión del "genérico masculino". No se deberá
decir "los españoles" sino "el pueblo español", porque lo primero es machista. Tampoco deberá
decirse “los niños” o “los chicos", sino “los niños y niñas" o "los chicos y chicas", cuando no "la
infancia" o "la adolescencia".

Aspectos más subliminales y, por consiguiente, más difíciles de percibir como son la utilización de
verbos que pertenecen a diferentes campos semánticos; verbos de acción: trabajar, leer, organizar o
mandar para el colectivo masculino, frente a los que muestran pasividad o desarrollo exclusivo de
tareas "feminizadas": sonreír, lavar, acariciar o llorar para las mujeres, aparecen con frecuencia en
los ejemplos gramaticales; de la misma forma sucede con la asignación diferenciada de la
adjetivación, los diminutivos, los ejemplos de problemas de matemáticas, entre otros.

Asimismo, en los libros de texto aparece con frecuencia "el cuerpo del hombre", "el trabajo del
hombre”, "los derechos del hombre”, acompañados con ilustraciones que se refieren al sexo
masculino. Dados los casos, se produce una ambigüedad; el concepto que se transmite puede ser
para ambos sexos, como indica la regla gramatical, o se puede confundir el concepto “hombre” con
el término varón, quedando excluido el término mujer.

Por otro lado, en ciertas profesiones solamente se utiliza el masculino, mientras que el femenino
presenta connotaciones despectivas. Por ejemplo, el verdulero es aquel que vende verduras, pero
verdulera se refiere a ser una mujer ordinaria o mal hablada.
En igual forma, la mujer aparece casi siempre identificada a través del hombre, existen cuestiones
como “la mujer de” aunque no existen casos contrarios como “el hombre de…”. Pero, ¿no es esto
algo ya normal? La sociedad lo ha normalizado a tal punto que, en la actualidad, “ser la mujer
de…” incluso da cierta reputación u orgullo, ni siquiera se lo estaría considerando como fuente de
ser minimizada.

Dados varios ejemplos en los que se desvaloriza a las féminas, se han creado normas gramaticales
para evitar contenidos y expresiones sexistas entre las que se encuentra que los personajes deben ser
presentados como seres humanos, sin que se produzca ningún estereotipo por razón de sexo.
También, se debe presentar a mujeres y hombres en una gran diversidad de papeles, evitando las
representaciones tradicionales. Los oficios descritos serán atribuidos tanto a mujeres como a
hombres y no se sugerirá nunca que puedan ser incompatibles con la femineidad o la masculinidad.
Además, se debe mostrar que las mujeres tienen las mismas posibilidades de elección que los
varones, sin dar por sentado que todas las mujeres tienen como objetivo único el matrimonio y los
hijos; pudiendo escoger el quedarse solteras, el tener o no hijos, o el continuar ejerciendo su oficio,
sin que existan connotaciones peyorativas al respecto.

En general, se puede decir que ser políticamente correcto es usar expresiones y llevar a cabo
acciones cuyo fin sea evitar las agresiones, el conflicto u ofender a grupos de personas particulares,
en este caso, las mujeres.

3. ¿Qué sabe sobre el sexismo lingüístico?

La discriminación que han sufrido tradicionalmente las mujeres en el mundo tiene múltiples
manifestaciones, una de ellas es estrictamente lingüística. En las sociedades patriarcales, los
sistemas lingüísticos presentan una marcada óptica masculina.

Un hablante incurre en sexismo lingüístico cuando emite un mensaje que, debido a su forma —es
decir, debido a las palabras escogidas o al modo de enhebrarlas— y no a su fondo —lo que se dice
o, en otras palabras, el tema—, resulta discriminatorio por razón de sexo. Por el contrario, cuando la
discriminación se debe al fondo del mensaje y no a su forma, se incurre en sexismo social. El
sexismo social y sexismo lingüístico están relacionados entre sí, pero no deben confundirse.

Por ejemplo, quien diga: “Las mujeres son menos inteligentes que los hombres”, cometerá sexismo
social y no sexismo lingüístico; en cambio, la frase: “A la manifestación acudieron muchos
funcionarios y también muchas mujeres” describe un sexismo lingüístico porque supone que la
medida de todas las cosas se toma de los varones y que, en el caso de que las mujeres sean
consideradas, son tratadas siempre como una desviación o alejamiento de la norma, construida ésta
sobre los patrones masculinos.

Un oyente incurre en sexismo lingüístico cuando recibe un mensaje e interpreta con sesgo sexista
una expresión no sexista o cuando el oyente no detecta el sexismo del hablante — caso en el que se
dan sexismos del hablante y del oyente.

Por ejemplo, una primera línea de un largo titular expresa: “Treinta y seis jóvenes competirán esta
noche” y la segunda “por el título de Miss España en el Coliseo”. La palabra jóvenes no tiene marca
de sexo, incluye por igual a mujeres y a varones. Un subconsciente no sexista habría mantenido
desde el principio abierta la doble posibilidad; en oposición, si el cerebro la capta
inconscientemente como si significase jóvenes varones — lo cual explica que, al leer la segunda
línea se rectifica la primera impresión—, se denomina sexismo del oyente.

Dicho el significado del sexismo lingüístico, sus implicaciones y varios ejemplos, es pertinente
hablar ahora de las cuatro etapas del sexismo lingüístico a través de la historia:

La primera etapa se basa en el desconocimiento del sexismo lingüístico, el cual data en los años
setenta.

En la segunda etapa se descubre el sexismo lingüístico tal que se comienza a difundir en la


sociedad, data en los años ochenta.

La tercera etapa gira en torno a la lucha del feminismo contra el sexismo lingüístico a mediados de
los años ochenta.

La cuarta etapa se refiere al momento actual donde se ha creado un bando que le importa más la
mujer que el lenguaje y otro que le sucede lo contrario.

4. ¿Piensas que el lenguaje visibiliza suficientemente a las mujeres?

La mujer sufre discriminación y el uso del llamado masculino genérico refuerza las estructuras
patriarcales. El masculino genérico “invisibiliza” a las mujeres, esto se puede inferir de acuerdo a la
realidad injusta, y que proyectan sobre la lengua algunos problemas y discriminaciones que se dan
en ámbitos ajenos a ella. De ese modo el dominio masculino en la sociedad se presenta como origen
del predominio masculino en los géneros gramaticales.

Si el dominio masculino del idioma español hubiera respondido a un impulso machista o patriarcal,
este habría dominado todos los aspectos de la lengua, y no solamente algunos. El mismo sistema
que no activó durante siglos “juez” y “jueza”, ni “corresponsal” y “corresponsala”, ni “criminal” y
“criminala” o “mártir” y “mártira” sí permite “bailarín” y “bailarina”. Y en efecto, el genérico
“niños” engloba a niños y niñas.

Cuando todos esos problemas estén resueltos y la igualdad sea completa, el género
gramatical perderá seguramente toda la trascendencia que ahora se le otorga. La realidad
habrá cambiado los contextos; los contextos habrán transformado el sentido, y los genéricos
masculinos se convertirán en una mera convención.
Alda Facio en, El derecho como producto del patriarcado dice que: “Una de las principales
características de una cultura masculina es que es androcéntrica, quiere decir, centrada en el
hombre (...) toma al hombre / varón como medida de todas las cosas, como modelo,
prototipo o paradigma de ser humano. Pero esta perspectiva no es sentida como una
perspectiva masculina sino como una ‘no-perspectiva’, como un hecho totalmente objetivo,
universal e imparcial (...) En virtud del androcentrismo, los resultados de las
investigaciones, observaciones y experiencias que tomaron al hombre como central a la
experiencia humana, son tomados como válidos para la generalidad de los seres humanos,
tanto hombres como mujeres; El androcentrismo subyace no solamente en el lenguaje sino
también en las investigaciones científicas, en la historia, se nos aparece en el cine, en la
televisión, más aún en los comerciales. Existe en el imaginario popular e incluso en la
relación con lo divino.

En la actualidad, varios grupos feministas tratan de construir un lenguaje inclusivo en


donde, básicamente, no se distingue el género gramatical y se reemplaza la -a o la -o por la
-e; por ejemplo, en vez de decir “los niños” o “los niños y las niñas” se estaría utilizando
“les niñes”. Se trata de un lenguaje que rompe todos los esquemas creados en varios siglos,
por lo tanto, la mayoría de las personas hispanohablantes no están de acuerdo con el mismo
y defienden el lenguaje tal y como ha sido establecido, incluso les causa gracias tales
términos “inclusivos”.
Bibliografía

Fernández, M. Á. C. (1999). Sexismo lingüístico: análisis y propuestas ante la


discriminación sexual en el lenguaje (Vol. 15). Narcea Ediciones.
Ministerio de Educación y Ciencia. (1988). Recomendaciones para el Uso no Sexista de la
Lengua. Madrid: Author.
Caldevilla Rodríguez, C. (2017). El género gramatical en español.
García Meseguer, Á. (2002). El español, una lengua no sexista. Obtenido de Revistes
Catalanes amb Accés Obert (RACO):
https://www.raco.cat/index.php/Elies/article/view/195492/359880#7confusion
Grijelmo, Á. (2 de Diciembre de 2018). ¿Invisibiliza nuestra lengua a la mujer? Obtenido
de EL PAÍS: https://elpais.com/cultura/2018/11/28/actualidad/1543418937_639835.html
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Zamora, D. (01 de Mayo de 2019). ¿Cuál es el problema
Rúbrica de ser políticamente correcto? Obtenido de Revista diners:
Capacidad de indagación 5 https://revistadiners.pe/2019/05/01/cual-es-el-problema-
Fuentes de investigación 1 de-ser-politicamente-correcto/
Uso correcto del lenguaje 2
Puntualidad en la entrega 2

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