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Revista de Derecho Procesal Penal


Tomo: La prueba en el proceso penal - I.
Año: 2009

HACIA UNA RAZONABLE UTILIZACIÓN DE LA PRUEBA DE INDICIOS EN EL PROCESO


PENAL

Autor:
La Rosa, Mariano R.

Sumario: I. Introducción. II. La prueba de indicios. III. La valoración e interpretación de la prueba de indicios.
A) La prueba del indicio. B) El nexo de causalidad. C) La entidad del indicio. D) La valoración de los
indicios. IV. Corolario.

I. Introducción

Una cuestión trascendental dentro del procedimiento penal es la concerniente a la interpretación de la prueba de indicios
y su aptitud como elemento probatorio en la construcción de la sentencia que concluye el juicio [1]. Así, el acabado
conocimiento del hecho sometido a juzgamiento implica arribar a la verdad jurídica objetiva, que es misión y guía del
ordenamiento procesal penal, al mismo tiempo que permite la correcta aplicación de la ley sustantiva en el caso
concreto. Ello en cuanto podríamos preguntarnos: ¿de qué sirve la vinculación a la ley si el juez puede escoger
"libremente" los hechos a los que luego, eso sí, aplica la ley con estricto cumplimiento de las reglas? Esta "vinculación
del juez a los hechos" [2] debe, en consecuencia, ser cuidadosamente verificada a fin de que pronunciamientos carentes
de sustento fáctico no sean justificados por la deformación en la interpretación de sus elementos probatorios colectados.

De esta forma vemos que la prueba constituye el modo más confiable para descubrir la verdad real y, a la vez, la mayor
garantía contra la arbitrariedad de las decisiones judiciales; por lo que la búsqueda de la verdad, fin inmediato del
proceso penal, debe desarrollarse tendiendo a la reconstrucción conceptual del acontecimiento histórico sobre el cual
aquél versa, puesto que es el único medio seguro de lograrlo de un modo comprobable y demostrable.

Además, conforme al sistema jurídico vigente, en las resoluciones judiciales sólo podrán admitirse como ocurridos los
hechos o circunstancias que hayan sido acreditados mediante pruebas objetivas, lo que impide que sean fundadas en
elementos puramente subjetivos. Esto determina, por ejemplo, que la convicción de culpabilidad necesaria para
condenar únicamente puede derivarse de la prueba legalmente incorporada al proceso. En virtud de ella el juez va
formando su convicción acerca del acontecimiento sometido a su investigación. La prueba va impactando en su
conciencia, generando distintos estados de conocimiento cuya proyección en el proceso tendrá diferentes alcances [3].

Pero la particularidad de los indicios radica en que ninguna prueba resulta ser tan multiforme -en razón de su extrema
variedad- ni puede ser interpretada de tan disímiles formas; puesto que todo hecho que guarde relación con otro que sea
relevante a la investigación puede ser llamado indicio e interpretado conforme la sana crítica del juzgador. De tal
característica se advierte que la misma es ampliamente opinable, puesto que no deriva de la apreciación cierta de una
circunstancia concreta que directamente otorgue un conocimiento plausible y certero del suceso histórico en
juzgamiento, sino que dimana de la razonada conexión entre un hecho aprehensible mediante los sentidos y otro que
permanece en grado hipotético.

Asimismo su importancia se destaca en supuestos donde no siempre es fácil lograr una prueba directa del hecho, con lo
cual prescindir de esta clase de elementos importaría dejar impune numerosos ilícitos.

De esta manera uno de los extremos más cuestionables dentro del tema en tratamiento es la fundamentación de las

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decisiones jurisdiccionales sobre la base de la prueba indiciaria, puesto que constituye el medio probatorio más endeble
y equívoco de entre todos aquellos que nos ofrece nuestro sistema jurídico actual y, por ende, puede dar lugar a
decisiones arbitrarias; en tanto podría ocultarse, tras la invocación de una serie de elementos indiciarios, un
pronunciamiento que en nada se acerque a la verdad sustancial de los hechos, pero que a los ojos de la generalidad
presuponga la legítima atribución de responsabilidad penal a un individuo que de otra manera sería encontrado inocente.
Se trata, en todo caso, de evitar la indebida interpretación de un elemento probatorio que cuenta con la particularidad de
poder conformar una apariencia convictiva, escudada en una serie de conjeturas sobre un supuesto de hecho; con lo cual
no podría afirmarse válidamente que, en esas condiciones, se cumpla con los requisitos de fundamentación de
sentencias, amparada por nuestro ordenamiento constitucional [4].

Por lo tanto, no se deben establecer rígidas normas generales de valoración de la prueba, sino de señalar reglas que
orienten a la razonable interpretación y aplicación de este particular medio probatorio.

II. La prueba de indicios

La palabra indicio proviene del latín indicium, que significa "signo o señal, rastro o huella"; por lo que toda acción o
circunstancia relacionada con el hecho que se investiga, y que permite inferir su existencia o modalidades, es un indicio
[5], también definido como "el dedo que señala a un objeto" por el sentido indicador de un suceso que por su intermedio
desea conocerse. Por lo tanto el indicio es un hecho (o circunstancia) de la cual puede, mediante una operación lógica,
inferirse la existencia de otro [6]. Puede ser cualquier hecho, siempre y cuando de él sea posible obtener un argumento
probatorio, fuerte o débil, pleno o incompleto, para llegar al conocimiento de otro hecho que es objeto de la prueba,
mediante una operación lógico-crítica [7].

Esto deriva de que la verdad que se procura conocer en el proceso es relativa a un hecho del pasado (verdad histórica) y
que a menudo no es posible descubrirla por experimentación o percepción directa; entonces sólo puede buscársela a
través del intento de reconstruir conceptualmente aquel acontecimiento, induciendo su existencia de los rastros o huellas
que pudo haber dejado el acontecimiento objeto de juzgamiento [8].

De tal forma, podemos afirmar que constituyen indicios aquellas circunstancias que, aunque en sí mismas no conformen
delitos y materialmente sean distintas de la acción criminosa, la revelan por medio de alguna relación determinada que
puede existir entre esas circunstancias y el hecho delictivo que se investiga [9].

También se los suele clasificar como prueba indirecta, por cuanto no se identifica directamente con el objeto
fundamental del proceso sino que se relaciona con otros hechos secundarios que a su vez sirven para inferir la existencia
del hecho principal. Precisamente es indirecta porque la prueba no tiene por objeto al hecho inmediato sino a otros que
sirven para demostrar su existencia. De su apreciación se destaca que no resulta una construcción tan confiable como lo
es la prueba directa de un suceso, dado que la verdad del mismo se llegará por medio de la razón y no mediante la
observación plena del hecho; ya que media entre el dato conocido y el que se quiere conocer un esfuerzo racional que va
más allá de lo efectivamente comprobado. Así, por medio de la razón, se llega al conocimiento del objeto, puesto que los
indicios no aportan un conocimiento directo de los hechos investigados en la causa y el juez necesita efectuar un
raciocinio, infiriendo de un hecho conocido otro suceso desconocido. De aquí se advierte que el conocimiento del hecho
que adquiere el juez en tales condiciones deriva de otros elementos que no son los que directamente tuvieron que ver con
el suceso investigado, por lo que, mediatamente, con causa en esta percepción, debe extraer sus propias conclusiones.

Asimismo, a tenor ilustrativo y sin que interese una clasificación estricta de tales elementos, puesto que en definitiva su
valor convictivo no depende de reglas prefijadas sino de la racionalidad de su apreciación, se han establecido
distinciones bajo las cuales puede agruparse a los indicios en: común o general (concerniente a todos los delitos), propio
o especial (para algún ilícito en particular), necesario (revela en forma cierta una causa determinada, por lo cual prueban
el hecho con un elevado grado de certeza), contingente (demuestra de un modo más o menos probable cierta causa o
cierto efecto); asimismo y con respecto a la intensidad de la relación con el hecho desconocido se han dado a llamar
graves o leves, inmediatos o próximos, mediatos o remotos; con relación al hecho que se trata de verificar se los ha

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entendido como indicio anterior, concomitante o posterior.

Pero resulta más interesante hacer una distinción entre el indicio (cosa que sirve de signo) del hecho en que se basa la
inferencia (circunstancia) y la relación lógica que deriva de ellas (es decir la presunción). En efecto, etimológicamente el
término presunción proviene de la palabra latina præsumptio, que significa tomar antes, mientras que indicio viene de
indicium que significa llevar a [10]. Por eso, la presunción, en sentido propio, es una pauta que suple en forma absoluta
la prueba del hecho; es la consecuencia del análisis de los indicios o el razonamiento que se realiza sobre los mismos y a
partir del cual puede "presumirse" la existencia del hecho investigado [11]. En este sentido, el indicio es considerado
como la causa de la presunción, y ésta viene a ser el efecto de aquél [12].

De esta forma, colegimos que indicio es el dato positivo y cierto, existente en la investigación, mientras que
"presunción" es el efecto probable de aquél. Éste es, pues, el conformante de aquélla, a la luz de una análisis racional y
científico. Se trata, en definitiva, de una relación de causa a efecto [13]. Por lo tanto, no debe utilizarse este término en
sentido impropio como equivalente de indicio, o bien intentando captar la conclusión a que puede arribarse partiendo del
indicio.

Consecuentemente, el indicio tomó como base un hecho real y conocido, en el cual y por medio de la inducción se
arriba al conocimiento de un hecho desconocido, en tanto que la presunción tiene como sustento un juicio deductivo.
Consiguientemente tales medios de prueba no deben ser asimilados a la sospecha, que constituye una conjetura que
puede ser tanto verdadera como falsa, y por ende no sirve como prueba. En consecuencia, el indicio posee mayor
envergadura acreditante, toda vez que resulta ser más indicativo de algo que puede ser un hecho o circunstancia, del cual
pueda extraerse la prueba. La presunción, pese a que pueda partir de un indicio, tiene en cuenta el periplo que siguen las
cosas en general, comenzando más que de un presupuesto concreto, como ocurre en el indicio, por una premisa aunque
con un contenido racionalmente lógico, pero no fáctico [14].

III. La valoración e interpretación de la prueba de indicios

Sobre el punto resulta menester adelantar que el valor conviccional del indicio no deriva de su sola apreciación, sino de
una operación racional que lo liga a un suceso desconocido, que mediante su uso se puede llegar a conocer. Por lo cual
la eficacia probatoria de la prueba indiciaria dependerá, en primer lugar, de que el hecho constitutivo del indicio esté
fehacientemente acreditado; en segundo término, del grado de veracidad, objetivamente comprobable, de la enunciación
general con la cual se lo relaciona con aquél; y, por último, de la corrección lógica del enlace entre ambos términos [15].

A) La prueba del indicio

Como paso previo al estudio de la interpretación de los indicios, en primer lugar es preciso determinar la validez de los
mismos; es decir que no hayan sido obtenidos en violación a determinada regla procesal o que no hayan sido producto
de una vulneración a alguna garantía constitucional [16].

Una vez acreditada su legitimidad, se advierte que ante la presencia de indicios el juez no tiene el problema resuelto,
sino que, antes bien, se encuentra sólo al comienzo de su tarea, pues debe averiguar no sólo si los medios de prueba que
llevan al conocimiento de los indicios son pertinentes, sino también qué es lo que demuestran estos últimos, y debe
establecer, en consecuencia, su relación con el objeto investigado.

Por lo tanto la primera operación necesaria en este tipo de pruebas es que el hecho indiciario debe ser fehacientemente
probado. La razón de ello se comprende fácilmente: el indicio es una cosa conocida, consistente en el hecho indiciario,
el cual sirve para indicar una desconocida, consistente en el hecho indicado; ahora bien, no puede realmente llamarse
conocido, si no lo que es cierto: ¿podremos acaso afirmar que una cosa no es conocida cuando no estamos seguros de su
existencia? Si la existencia del hecho indiciario se nos presenta como meramente probable, tal existencia real sería para
nosotros algo desconocido, teniendo sólo un desconocido que indica a otro desconocido [17]. Por ende la acumulación
de presunciones y de argumentos conjeturales es un vicio lógico y jurídicamente peligroso. La perfección del indicio en
cuanto a la sustancia de la prueba tiene que ser, por necesidad lógica, anterior y precedente a cualquier disquisición

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sobre el valor del mismo en cuanto a la sustancia del indicio, y solamente después que el indicio esté irrefutablemente
ligado a la prueba como hecho se podrá discutir su eficacia lógica como indicio [18].

Entonces debemos apreciar el valor que tiene el hecho indicador en sí mismo, es decir, el juez debe determinar si el
indicio en cuestión realmente se halla acreditado en el proceso. La comprobación del "hecho indiciario" debe lograrse
con absoluta certeza y mediante pruebas directas, si no existe plena seguridad de su existencia sería exageradamente
peligroso pretender que mediante un "hecho inferido" pueda a su vez "inferirse" el hecho delictivo. Es decir, no es
posible probar los indicios recurriendo a otros indicios [19]. En tal caso caeríamos dentro de un razonamiento según el
cual una premisa no comprobada se asienta en otra meramente hipotética, lo que provocaría que la incertidumbre se
traslade de una a la otra, y no se logre alcanzar ningún estado de certidumbre mediante dicho razonamiento circular, en
tanto se conjetura siempre sobre sucesos probables.

En dicho entendimiento, no podemos dejar de advertir que la función indiciaria de cada uno de los elementos de prueba
viene condicionada por el hecho que se trata de probar [20], ya que no es lo mismo probar un homicidio que una estafa,
puesto que cada medio probatorio tiene una especificidad que condiciona su valoración; extremo que también debe ser
atendido al momento de valorar el punto de partida de este elemento de prueba.

Una vez obtenido el indicio, debida y legalmente verificado, es menester distinguir, para atribuirle su sentido y alcance,
la verificación de la interpretación de los mismos. La primera parte de los hechos simples y la segunda extrae de ellos la
prueba [21], es decir que mediante la verificación se constata la existencia del hecho indicador y por medio de la
interpretación se opera racionalmente sobre tales elementos, a fin de correlacionarlos o no con el suceso a comprobar.

B) El nexo de causalidad

El próximo paso atiende a la relación existente entre dicho suceso comprobado (que a su vez nos remite a) y otro que
nos resulta desconocido; por lo que es necesario esforzarse para determinar adecuadamente la relación del hecho dado
con el hecho investigado, puesto que de la naturaleza de esa relación depende la fuerza probatoria del indicio [22]; ya
que, en definitiva, su valor conviccional es fruto de un procedimiento lógico que liga mediante un nexo causal a la
relación existente entre el hecho que indica y el indicado, la que debe aparecer en forma clara y precisa [23]. Es así que
la fuerza sustancial y probatoria del indicio se encuentra en la naturaleza íntima de la prueba que examinamos, que se
determina en dicha relación de causalidad; por lo cual es preciso hacerse la investigación en particular de la fuerza
probatoria de la relación específica de causalidad que en él liga lo desconocido a lo conocido [24].

Al conocimiento del indicio se llega entonces por deducción, al extraerse consecuencias de una proposición conocida o
supuesta. El objeto inmediato de la prueba es algo distinto del delito, y de ese objeto mediante raciocinio, se llega al
conocimiento del hecho delictuoso. En el indicio la cosa que se presenta como conocida es siempre distinta de la
desconocida que se quiere conocer; por lo cual una cosa conocida no nos puede probar una cosa distinta desconocida,
sino en cuanto se nos presenta como causa o como efecto de ésta, puesto que entre cosas distintas no hay más que la
relación de causalidad capaz de conducirnos de la una a la otra [25].

Es menester entonces descartar la posibilidad de que la conexión entre el hecho indicador y el investigado sea aparente,
por obra de la casualidad o del azar. La fuerza probatoria de los indicios depende de la mayor o menor firmeza de la
conexión causal que exista entre ellos [26]; dado que está en razón directa de la frecuencia del suceso indicado, y en
razón inversa de la multiplicidad y frecuencia de los contrarios [27].

Es que la fuerza del indicio no se aumenta a causa de la prueba más espléndida que se dé acerca de él como hecho; es
decir, un indicio que comprueba únicamente el hecho indiciario pero no establece una concreta relación con el indicado
o con la responsabilidad del autor constituye una mera pantalla sin valor probatorio; ya que "es un sofisma vicioso el que
pretende multiplicar los indicios al multiplicar las pruebas de un solo hecho; éste será siempre el mismo y será siempre
uno solo, aunque sea probado por un ejército de testigos" [28].

C) La entidad del indicio

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Al respecto es indispensable hacer una diferencia entre las posibles formas en que se nos presenta el indicio; puesto que
con relación a su naturaleza y a su vinculación con el suceso a demostrar, variará su consideración y entidad probatoria.

Es así que los indicios pueden evidenciar la realidad de dos maneras, a saber: mostrándola o demostrándola. Lo primero
ocurre cuando el indicio es de los denominados "necesarios", porque la mente aquí percibe de inmediato y en forma
segura la verdad. Lo segundo puede ser de dos maneras: la demostración propiamente dicha y la demostración de
probabilidad. La verdadera demostración en sentido estricto es un silogismo de lo necesario, es decir, cuyas premisas
son verdades necesarias y cuya conclusión es, por lo tanto, necesariamente necesaria [29].

Por lo tanto, su fuerza probatoria residirá en el grado de necesidad de la relación que revela entre un hecho conocido (el
indiciario), psíquico o físico, debidamente acreditado, y otro desconocido (el indicado), cuya existencia se pretende
demostrar. Para que la relación entre ambos sea necesaria será preciso que el hecho "indiciario" no pueda ser relacionado
con otro hecho que no sea el "indicado": es lo que se llama la univocidad del indicio (revela de un modo cierto una causa
dada, fundándose en una causa constante de causalidad) [30].

Por el contrario, si el hecho indiciario admite una explicación compatible con otro hecho distinto del indicado, o al
menos no es óbice para ella, la relación entre ambos será contingente: es lo que se llama indicio anfibológico [31]
(revela de un modo más o menos probable una causa; radica en una causa ordinaria de causalidad). Los indicios
contingentes comprenden no sólo los que presentan mayores motivos para creer que para no creer, sino también los que
presentan iguales, son de probabilidad los primeros y de credibilidad los segundos. Pero estos últimos, aun cuando
tienen sentido desde el punto de vista del conocimiento, no lo tienen desde el de verdaderas pruebas; tales indicios son
pruebas sólo en cuanto a la posibilidad de un hecho, no en cuanto a su realidad efectiva [32]; darán por lo tanto base a
una investigación y hasta para el llamado a indagatoria del individuo, pero difícilmente pasen dicho estadio
incriminatorio [33].

En razón de que el valor probatorio del indicio es más experimental que lógico, sólo el unívoco podrá producir certeza,
en tanto que el anfibológico tornará meramente verosímil o probable el hecho indicado. La sentencia condenatoria podrá
ser fundada sólo en aquél, el otro permitirá, a lo sumo, basar en él un auto de procesamiento o la elevación de la causa a
juicio [34], ya que no es posible obtener certeza partiendo de una premisa sólo probable.

Es así que para que el indicio tenga fuerza probatoria suficiente como para dar base a un juicio de certeza es necesario
que del hecho conocido o indiciario se derive necesariamente el hecho a probar o indicado, y no otro, pues de lo
contrario de él no podrá derivarse sino un juicio de mera probabilidad. En tal caso la exigencia es fuerte: sólo de lo
necesario o unívoco puede obtenerse certeza [35].

La univocidad de los indicios implica, además, que se hayan descartado razonablemente las otras posibles conclusiones
que de ellos puedan inferirse [36]. Esto obliga al juez a valorar y analizar todas aquellas circunstancias, motivos y
pruebas que pueden desvirtuar al indicio. La opinión no se confirma si no cuando se han ensayado inútilmente todas las
explicaciones de disculpa, se concedieron al encausado todas las facilidades para justificarse, se examinaron con mucha
atención los más pequeños detalles de su defensa y, por último, cuando en interés de la verdad absoluta se ha prestado
debida atención hacia todas las hipótesis de descargo que están en la esfera de lo posible. Es decir, los indicios resultarán
suficientes para condenar cuando, de su análisis y valoración, la única alternativa lógica sea tener por cierto el hecho que
se pretende probar [37].

D) La valoración de los indicios

Según lo expuesto vemos que el indicio atañe al mundo de lo fáctico, pues se refiere a hechos o actos pasados que una
vez conocidos y probados pueden servir para inferir o presumir la verdad o falsedad de otros sucesos.

Asimismo, advertimos que el análisis de la prueba de indicios proviene de un razonamiento dialéctico, puesto que al
contrario de los razonamientos analíticos, que son aquellos que parten de unas premisas necesarias y conducen gracias a
inferencias válidas a conclusiones igualmente necesarias o verdaderas transfiriendo la veracidad de las premisas a la
conclusión (tal es el caso de la prueba científica), los razonamientos dialécticos no se dirigen a establecer

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demostraciones científicas sino a guiar deliberaciones y controversias, dado que constituyen un medio de persuadir y de
convencer a través del discurso, de criticar la tesis de los adversarios y de defender y justificar las propias con la ayuda
de argumentos.

Igualmente ello ocurre en el desarrollo de todo el proceso judicial, donde predominan los razonamientos dialécticos
sobre los analíticos, dado que en el procedimiento no nos hallamos en el mundo de las premisas incontestables, que a
través de una demostración analítica conduzcan a una conclusión necesaria, sino en el reino de lo opinable, de lo
discutible, en el marco de lo dual, de las dos verdades, la duda y el duelo dialéctico que abren paso a la decisión final, es
decir, en la disyuntiva de la elección de varias soluciones posibles, porque la sentencia no encierra nunca la justicia
absoluta, sino "un punto de vista sobre la justicia" [38].

Una demostración de ello es la plena vigencia del principio de inocencia, por el cual ante la duda debemos inclinarnos a
la no punibilidad del encausado; lo que denota que siempre esta posibilidad se erige como argumento frente a una
hipótesis condenatoria.

Es así que podemos aseverar que el pensamiento discursivo ha de ser siempre racional pero no necesariamente
lógico-formal, puesto que la primacía no corresponde a las demostraciones deductivas, sino a las argumentaciones
tendientes a persuadir y convencer, para lo cual se utilizan no sólo razonamientos lógico-formales, sino argumentaciones
retóricas y tópicas.

Por ello, el método de enjuiciamiento ha de ser racional-discursivo -y no intuitivo-, no sólo en el proceso de subsunción
de los hechos en disposiciones de la ley penal que contemplan descripciones de grupos de casos en los que se produce
una infracción de las normas jurídicas, sino también en la averiguación de los hechos, porque el juez debe hacer
comprensible su convicción a los destinatarios de la decisión y a los demás componentes de la comunidad política, y esta
función sólo puede cumplirse en una forma racional-discursiva. Sólo de esta manera resulta posible un control de las
decisiones judiciales, que evidentemente no puede extenderse a elementos de carácter intuitivo, sino sólo a aspectos que
han podido ser comunicados a través de la resolución [39].

En consecuencia, la demostración no debe ser librada hacia terrenos inexpugnables sino que debe ser explicada
racionalmente; debiendo intervenir por lo tanto las leyes de la lógica, de la experiencia y los conocimientos científicos
aplicables para ligar al hecho conocido con el que no lo es. De esta forma, la prueba de indicios no escapa a las
exigencias de racionalidad de toda decisión judicial [40], dado que una fundamentación es racional si pueden aducirse
como razones hechos; y por el contrario no es racional o persuasiva si se acude a otros medios para sustentar lo decidido
[41]. De este modo es posible colegir que "El entendimiento del juez recorre siempre, antes de que intervenga la
decisión, una serie de conclusiones razonadas, aun en el caso mismo en que los medios de prueba parezcan derivados de
la evidencia de los sentidos: examina, pesa las afirmaciones de la experiencia personal, y su determinación es más que
todo un acto de razonamiento" [42].

Por otra parte, se ha entendido que desde su formulación clásica la naturaleza probatoria del indicio no está in re ipsa,
sino que surge como el fruto lógico de su relación con una determinada norma de experiencia [43]; en donde el concepto
de normas o máximas de experiencia se entiende como definiciones o juicios hipotéticos de contenido general,
suministrados por la experiencia, los cuales, aunque ajenos al caso concreto, son deducidos de la observación de otros
casos [44]. De tal forma, la inferencia que se realiza dentro del razonamiento indiciario no es de carácter lógico, sino
más bien empírico [45], pues una proposición aseverativa no puede -lógicamente- derivar de una problemática. Se
recurre entonces a criterios de experiencia para cubrir esta falla racional [46].

También resulta necesario aclarar que desde el punto de vista de la valoración subjetiva de las pruebas no hay diferencia
entre prueba directa y prueba indirecta, puesto que la razón despliega su actividad de igual modo con relación a ambas.
Por el contrario, desde el punto de vista de la apreciación objetiva hay gran diferencia, pues por medio de la simple
percepción de la prueba directa se afirma su eficacia objetiva; pero no puede sostenerse la eficacia de la prueba indirecta
si no pasando, mediante raciocinio, de su percepción a la del delito, siendo preciso a tal efecto un vínculo, accesible a
través de la razón y no de la observación; por lo que debe tenerse en cuenta que el arribo a la certeza propia de un
pronunciamiento definitivo no hace distinción entre prueba indirecta o directa sino que atiende a su valor convictito [47].

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En tal sentido, es menester explicitar los motivos por los cuales se llega a establecer la relación causal entre un hecho
comprobado y el suceso desconocido objeto de investigación.

No obstante lo expuesto, no puede admitirse que la libre valoración de la prueba se utilice como vía para dar absoluta
libertad al convencimiento subjetivo del juez, pues la falta de prueba científico-natural del nexo causal -entre el indicio y
el hecho a probar- no puede ser sustituida por una convicción subjetiva del juez, por la vía de la libre valoración de la
prueba [48]. Por ello resulta imprescindible que el juez consigne las razones por las cuales se inclina a la adopción de un
temperamento determinado, puesto que en el orden judicial el razonamiento que es tenido en cuenta es el que se
manifiesta, es el que se expresa, es el que se comunica. El razonamiento consigo mismo, no manifestado, in pectore, no
tiene relevancia, en cuanto es reflexión que no se comunica [49]. Además, la exteriorización del razonamiento permite el
control de la corrección sustancial y de la legalidad formal del juicio previo exigido por la Constitución Nacional (art.
18), para asegurar el respeto a los derechos individuales y a las garantías de igualdad ante la ley e inviolabilidad de la
defensa en juicio, así como el mantenimiento del orden jurídico penal por una más uniforme aplicación de la ley
sustantiva [50].

Consecuentemente, también debe tenerse en cuenta que al ser el indicio un hecho probado que sólo sirve de medio de
prueba, no resulta válido para probar una hipótesis por sí mismo sino únicamente puede utilizarse para presumir la
existencia de otro hecho. Es decir, el dato indicio, ya demostrado, no es apto para probar, ni inmediata ni mediatamente
un hecho, sino que es útil para apoyar a la mente en su tarea de razonar [51]. Por lo que no podrá inferirse la
culpabilidad o la inocencia de un individuo de la sola invocación de un indicio, puesto que esto por sí solo no prueba
nada en absoluto, ya que consiste en un dato desconectado del objeto a demostrar y es precisamente en dicha conexión
donde deben expresarse las razones por las cuales se infiere la existencia del otro hecho desconocido que provoca la
convicción de la comisión de un ilícito penal.

Asimismo, en esta tarea de interpretación, resulta menester valorar la prueba indiciaria en forma general y no aislada,
dado que cada indicio separadamente podrá dejar margen a la incertidumbre [52]; por consiguiente es preciso que del
examen singular de los indicios y contraindicios deba pasarse a su confrontación global [53]. Es que si existe un sector
del mapa probatorio que lleva al operador jurídico a trabajar en un frente de conjunto, en una red que, interactuante,
anude y teja, es el de los indicios, dispersos, acaso débiles o insuficientes, si son tratados en solitario, pero que
multiplican e interactúan en la recíproca articulación y función unitaria el valor de convicción de las evidencias [54]. Se
requiere desde el principio una cierta visión de conjunto para que las pocas circunstancias y elementos conocidos formen
un todo homogéneo que tenga sentido. En cada aspecto que resulte dudoso se partirá de una base, la que emerja más
verosímil en ese estado de la investigación, aunque todavía no se haya constatado efectivamente. Las posteriores
comprobaciones de esa suposición la corroborarán hasta conducir a la certeza [55].

Por lo tanto resulta necesario que las inferencias que otorgue el análisis de los indicios confluyan hacia el mismo
resultado y lo lleven al juez al convencimiento sobre el hecho. Ello es también llamado la concordancia de los indicios,
es decir, valoración conjunta de varios indicios que confluyen en la misma dirección. De allí que la concurrencia de
indicios precisos y bien comprobados, corroborando una hipótesis razonable, tiene fuerza persuasiva. Cuantos más
hechos concuerden, menos deben ser atribuidas esas relaciones a un juego engañoso del azar. La concordancia de los
indicios posee innegable valor objetivo y conduce a conclusiones seguras, luego de descartar las explicaciones de la
parte contraria [56].

Entonces, la investigación del concurso de indicios ofrece una inmensa ventaja, cual es la de conducir al objeto por
diversos caminos: la conclusión que el uno suministra, la suministra igualmente el otro y, por lo tanto, la confirma [57].
Por el contrario, la consideración fragmentada o aislada de los indicios destruye el poder convictivo de éstos, al faltar
una relación lógica que pueda darles validez dentro del razonamiento [58]. De tal suerte, hechos que podrían parecer
insignificantes a primera vista, sólo adquieren valor debido a las relaciones que se les reconocen con el hecho
investigado. Los hechos deben ser investigados sucesivamente y sólo luego de haber sido reconocidos como congruentes
se los comparará para reconstruir la situación de conjunto [59].

Entonces si reconocemos que todo elemento de prueba tiende a producir una creencia o una duda, la conclusión
valorativa sólo podrá ser formada luego de haberlos considerado a todos en una universalidad hermenéutica probatoria.

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Será preciso para ello no omitir ninguno de sus aspectos parciales, no estimarlos con exceso, ni juzgarlos despreciables,
a fin de lograr que la conclusión resulte digna de fe y la convicción conforme a los hechos. El peligro reside en que la
creencia es puramente mental, por tanto su exactitud depende de una representación correcta y completa de la formación
de aquellos hechos [60].

Por lo tanto, se destaca la imperiosa necesidad de subsumir los hechos sometidos a juzgamiento a través de su idónea
reconstrucción, a la que es dable arribar trabajando los elementos compatibles de manera armónica, globalmente,
aprehendidos en su peso acumulado, que es el que acuña su sentido [61]. En este entendimiento, y si bien esta clase de
prueba se pondera en conjunto, debemos advertir que nunca un tribunal puede contentarse -al examinar el mérito del
sustrato fáctico- con la mera enumeración acrítica de una serie de indicios, cual fórmula preestablecida que, por su
cantidad, sobreentienda la fundamentación de lo decidido. Ante ello debemos tener en cuenta que la concordancia es una
cualidad que debe demostrarse, pues no surge per se del mero número [62], sino, como bien se afirmó: "...que la prueba
tiene por base a la certeza, que ésta a su vez descansa en la evidencia de los sentidos y en los medios derivados de la
evidencia material mediata o inmediata. Añádese que un indicio no puede constituir sino una probabilidad, y que los
indicios reunidos, por numerosos que sean, no pueden constituir sino una mayor probabilidad, luego la certeza no
consiste en una suma de probabilidades" [63].

Es decir que la sumatoria de indicios sólo puede converger en la adopción de una resolución jurisdiccional si confluyen
en aumentar el estado de certeza en un mismo sentido, puesto que cada uno habrá, de este modo, aportado elementos en
una misma y precisa dirección. Pero es un error lógico aumentar la fuerza probatoria intrínseca de un indicio con la
concurrencia de otros [64]. Por lo tanto, la influencia de unos indicios sobre otros debe eliminar la posibilidad de duda
según las reglas de la sana crítica racional. Si tal influencia no se verifica, la simple suma de indicios anfibológicos, por
muchos que éstos sean, no podrá dar sustento a una conclusión cierta sobre los hechos que de aquéllos se pretende
inferir [65]. Es por esto que se ha reconocido que no resulta posible que numerosos indicios, de los cuales cada uno
individualmente no alcanza para probar la autoría, en su conjunto le puedan proporcionar al juez la convicción de
culpabilidad del acusado [66].

De tal forma, varios indicios verosímiles pueden, en su conjunto, constituir una prueba acumulativa probable; y varios
probables pueden reforzar la probabilidad hasta elevarla a un grado sumo. Pero esto no puede explicarse con la idea
materialmente numérica de la suma de las fracciones que constituyen la unidad, con la idea de convencimientos
fraccionarios de los indicios particulares, que sumados forman el convencimiento pleno. La suma no es posible más que
de cantidades homogéneas, y los indicios como valores probatorios son heterogéneos; el uno se refiere al delito en un
sentido y el otro en uno distinto. El aumento de la fe derivada del cúmulo de indicios explícase de otro modo: explícase
por un argumento probatorio especial, que surge del concurso de las distintas pruebas, argumento probatorio que se
denomina convergencia de las pruebas [67].

Asimismo podría pensarse que el magistrado cumple su obligación sólo con examinar las pruebas favorables a la tesis a
que arriba, pero es indudable que este criterio adolece de un defecto lógico esencial, como que debe reconocerse la
necesidad de una discriminación capaz de eliminar los obstáculos que se opongan a la misma, es decir, una concreta
referencia de las pruebas aparentemente contrarias a la conclusión del juzgador; por lo que el juez debe tener en cuenta
en la sentencia todos los elementos relevantes de prueba a los fines de su convencimiento, esto es, todos aquellos medios
que tengan influencia en la decisión [68]. En este sentido, para que la imputación quede legalmente establecida se ha
requerido la concurrencia de los siguientes pasos:

a) Una pluralidad de confirmaciones. La fecundidad de una hipótesis requiere que ella sea confirmada por más de un
hecho.

b) Que la hipótesis sea resistente a las contrapruebas aportadas por la defensa. Una sola contraprueba eficaz basta para
desvirtuar una hipótesis; si la acusación no ha logrado demostrar que la coartada es falsa, la hipótesis acusatoria se torna
ineficaz.

c) Tienen que resultar también desvirtuadas todas las hipótesis alternativas [69].

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Es que en un proceso garantista se procura que la verdad surja de la máxima exposición de las hipótesis acusatorias a la
refutación de la defensa, de modo que no sea atendible ninguna prueba sin que se hayan activado, infructuosamente,
todas las posibles refutaciones o contrapruebas, ni aceptada ninguna conclusión que no haya vencido lógicamente a
cualquier otra que se le pudiera haber opuesto [70].

En esta dirección, si bien podemos aseverar que la prueba indiciaria puede dar lugar al arribo de certeza en el
conocimiento de los hechos bajo juzgamiento, es preciso también estar siempre atento en relación con el carácter
inseguro de esta prueba. Para ello se necesita proceder con cautela en la apreciación del indicio, considerando con
especial cuidado los motivos que lo debilitan de un lado, y de otro, las contradicciones. En su apreciación el juez tiene
un doble deber. Debe ante todo tomar en cuenta los motivos para no creer, inherentes al indicio por sí mismo (los cuales
surgen a veces de la consideración de la subjetividad del indicio y siempre de la consideración de su contenido, cuando
no se trate de los necesarios). El juez debe además tomar en cuenta las pruebas infirmantes del indicio (es la que obra
contra el contenido recriminante del indicio o contra la credibilidad subjetiva del mismo): las que, consistan o no en otro
indicio, constituyen en general en un contraindicio [71].

El contraindicio no solamente es un indicio que se opone a otro indicio, sino una prueba que se opone a un indicio, es la
prueba que debilita al indicio. Puede presentarse de dos formas, puede contradecir al indicio en su parte subjetiva, como
prueba en el mismo hecho indiciario (por ejemplo, a un objeto, que se cree del ofendido, encontrado en poder del
acusado, puede oponerse como prueba la de que este objeto no es el que se creía sino otro semejante); y en segundo
lugar, puede contradecir el indicio en cuanto a su aspecto objetivo como prueba, esto es, en cuanto a su contenido
probado (por ejemplo, en el caso de envenenamiento, contra el indicio que resulta de la posesión del arsénico puede
oponerse que se lo tuvo para envenenar ratas), por lo cual no se impugna el hecho indiciario sino su interpretación
incriminadora. La clave de todo esto estriba en fiscalizar las hipótesis, refrenando la imaginación, mediante sentido
autocrítico y disciplina metódica, para no apartarse jamás de la actitud objetiva del investigador científico. El único
método verdadero es el de la completa observación y exacto raciocinio [72]. Los indicios son una prueba de difícil
valoración que implica riesgos y peligros, y para otorgarle la calidad de plena se debe aplicar el máximo rigor científico
[73].

También debe apartarse del análisis a los llamados indicios "multiformes" que el acusador puede hallar en cualquier
actitud del acusado, como por ejemplo la palidez o el temblor al ser detenido. Este modo elástico de argumentar debe
considerarse, por bien que se reflexione, como más conveniente al juicio retórico que al crítico [74]; con lo cual se
afirma que esta prueba debe alejarse de situaciones superfluas o intrínsecamente equívocas.

No obstante este modelo que nos otorga un buen grado de racionalidad en el análisis de esta clase de prueba, cabe
también destacar que, mediante el mal uso de los indicios (generalmente aislados, asimétricos, incomprobados o
contingentes), se puede confeccionar un decisorio con visos de legalidad pero que en realidad esconde en su seno la
utilización de argumentos falaces, que sin embargo otorguen una presunta credibilidad a lo resuelto.

Es decir que a raíz de la utilización de los indicios puede construirse un razonamiento formalmente válido (el cual nada
nos informa acerca de la verdad de sus premisas) pero que en su substancia resulta infundado, puesto que el lenguaje
(elemento esencial en la argumentación jurídica) puede servir para despertar emociones tanto como para comunicar
información; con lo que puede así construirse un discurso evocando la presencia de ciertos indicios incomprobados o
inconexos, que sin embargo, a raíz del énfasis puesto por el resolvente, pueden generar una actitud de aprobación, la
cual tenderá a ser transferida a su conclusión final, más por asociación psicológica que por implicación lógica [75].

Por ejemplo, no pocas veces vemos en las resoluciones que se tilda de indudable a cierto elemento indiciario que,
considerado en concreto y a la luz de las circunstancias del caso, no pasa de ser meras inferencias, sin más sustento que
el énfasis dado por quien resuelve. Es así que debe reprobarse como hiperbólico y falaz el predicado de "indudables",
que, en el lenguaje común de la práctica, suele muy a menudo dárseles a los indicios. Es célebre la pragmática
napolitana De oficio judicus, en la que se dispone que, sobre la base de meros indicios, se puede condenar al acusado
hasta la pena de muerte misma, siempre que esos indicios sean indudables [76].

Es también innegable que esta circunstancia puede relacionarse con los meros prejuicios que las partes pueden formarse

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con relación a determinada persona sobre la cual "pesan" ciertos indicios de culpabilidad, en el sentido de entender por
tales prejuicios a los criterios valorativos preconcebidos sin prueba alguna que le den sustento, es decir como una mera
hipótesis infundada. Por lo tanto se advierte que de tales aproximaciones no pueden construirse argumentaciones que
involucren un andamiaje aislado de indicios, dispuestos de tal forma que tiendan a comprobar lo incomprobado.

Tan importante es la función del juez al analizar los indicios, que se han requerido la suficiente imaginación como para
descubrir las relaciones entre hechos aparentemente alejados y el suficiente sentido crítico como para desentenderse de
las influencias subjetivas y no extraer conclusiones prematuras de elementos inciertos; por la cual se llegó a afirmar que
"la función del juez en la prueba indiciaria exige una capacidad rara y particular, y que en ella se encuentra
comprometida toda su personalidad con sus cualidades y sus defectos, sus ideas y sus sentimientos" [77]; tal capacidad
no es otra que valorar cuidadosamente un elemento versátil y potencialmente ambivalente como lo es el indicio. Debe
tenerse en cuenta, al respecto, que uno de los enemigos más solapados de los principios del Estado de Derecho, en la
práctica judicial, está representado por una serie de espacios de decisión que suelen ser llenados con la discrecionalidad
de los jueces, término que intenta describir un ámbito en el que reina un conjunto de poderes y facultades no sometidos a
regulación, y por lo tanto sometidos exclusivamente al criterio del juez; en ese ámbito no hay reglas que contribuyan a
orientar ese criterio, salvo cierta remisión, a veces, a los usos y costumbres de la función [78].

Asimismo se destaca que en la interpretación de los elementos indiciarios no se debe partir del presupuesto de una
figura típica sino a la inversa; esto es, debemos considerar los elementos probatorios y una vez cotejados todos en
conjunto subsumirlos en el tipo penal que resulte así configurado, puesto que para aplicar la ley es necesario comprobar
que el hecho en cuestión es sustancialmente igual que el hecho establecido en la ley como presupuesto de una
consecuencia jurídica [79]; un razonamiento a la inversa no sólo será ilegítimo [80], sino que forzará el sentido y la
interpretación de los elementos de prueba colectados. Por ende, aplicar la ley a un caso importa establecer que el hecho,
la conducta de una persona, es el que está mencionado en el texto legal y que, por lo tanto, la consecuencia jurídica que
la ley prevé debe tener lugar. Dicho de otra manera, la subsunción es una operación mental consistente en vincular un
hecho con un pensamiento y comprobar que los elementos del pensamiento se reproducen en el hecho. Este proceso
mental caracteriza el famoso silogismo de la determinación de la consecuencia jurídica, en el que mediante la técnica de
la deducción lógica se puede demostrar que el suceso que se juzga pertenece a la clase de aquellos a los que la ley
conecta la consecuencia jurídica [81].

IV. Corolario

Del análisis precedente colegimos que la prueba de indicios posee reglas propias de apreciación que exige una
determinada y precisa conexión entre el hecho conocido y el que quiere averiguarse; extremo que se traslada a la
sentencia en sentido sustancial, puesto que atiende a la recta comprobación de los hechos lo más certeramente posible
[82].

Al respecto vemos que este sentido sustancial es el que frecuentemente se ve transgredido en la valoración de esta clase
de elementos, puesto que una resolución bien puede fundarse en la invocación de varios indicios a los que se les asigna
el carácter de ser "serios", "precisos y concordantes" o "inequívocos", mas ello por sí solo no justifica el valor intrínseco
de una decisión con entidad propia para poder arribar así a un pronunciamiento definitivo, destruyendo así al estado de
inocencia que hasta ese momento amparaba al justiciable.

Asimismo, no es dable tomar partido por una estricta valoración de indicios que los asemeje a una prueba tasada sino
que es menester atender al método utilizado a tal efecto, a fin de garantizar un grado razonable de valor convictivo.

Por lo tanto, vemos que en el tema en tratamiento es indispensable atender especialmente a ciertas pautas que conducen
a una racional aplicación de esta clase de pruebas:

Por eso, en primer lugar, es menester probar fehacientemente el hecho indicador, puesto que será la base fáctica sobre la
cual se realizarán las inferencias necesarias como para arribar al conocimiento del supuesto de hecho a investigar. Acto

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seguido es preciso comprobar la existencia del nexo de causalidad que une a ambos extremos, deduciéndolo mediante un
proceso razonado y en virtud de la naturaleza del indicio, para lo cual debe acudirse principalmente a las reglas de la
experiencia. Luego de ello es necesario establecer la relación de ambos elementos con el suceso que se quiere
comprobar y cotejarlos con las especiales características del hecho y del autor; para lo cual será imprescindible cotejar
las conclusiones obtenidas con los descargos del imputado y las pruebas que obren en su defensa, así como con los
argumentos probatorios en sentido contrario a la imputación. De esta forma podrá efectuarse una crítica global de los
indicios en su totalidad y con relación al suceso en su modo de comisión, ocasiones y modalidades concretas.

A partir de lo expuesto podemos afirmar que la logicidad de un pronunciamiento jurisdiccional se circunscribe no sólo a
la simple coherencia exterior del iter seguido por el juez, sino que se refiere también a la correspondencia (en cuanto al
modo en que la realidad es presentada) de la relación entre el indicio y el hecho indicado, su correlato con otras pruebas
y con el sustrato fáctico del tipo penal en juego (es decir, si el marco probatorio es plausible para comprobar la figura
legal que sustenta la imputación). Entonces, el valor probatorio de esta clase de prueba encuentra sustento en la certeza
de la circunstancia indiciante, en la proposición general en la cual debe hallarse la significación de dicha circunstancia y
en la relación lógica e independiente de los indicios relativos a la prueba de un mismo hecho [83].

Es así que la verdad material importa la reconstrucción del hecho lo más fielmente posible a como ha sucedido en
realidad. Por lo tanto, "cuando partimos de una base segura y reconocida, obteniendo de ella las consecuencias
necesarias, correctamente deducidas, es posible alcanzar una demostración tan completa como la demostración
matemática; toda vez que, según ocurre en esta última ciencia, los fundamentos no han dependido de la voluntad
inconstante del hombre: todo consiste, entonces, como en las otras ciencias, en tomar por punto de partida los principios
ciertamente verdaderos, no obteniendo de ellos sino las consecuencias justas" [84], por el contrario, el grado de certeza
al que se arriba mediante la prueba indiciaria es, por naturaleza, variable debido a la intermediación de una actividad
intelectual del hombre que es la que liga lo que debe inferirse a partir de un elemento comprobado. Tal circunstancia
marcará la diferencia con respecto a la prueba directa, donde se llega al descubrimiento de la verdad mediante
conocimiento inmediato por percepción o por intuición sensible, basado en la evidencia, sin necesidad de recurrir a
procesos lógicos complejos como los detallados precedentemente.

1 Cabe destacar que el procedimiento penal es un método regulado jurídicamente para averiguar la verdad acerca de una
imputación, extremo que nos lleva a conceptualizar al juicio como la acumulación de certeza acerca de la existencia de
un hecho ilícito. Con el fin de cumplir esa misión acude, de la misma manera que todo proceso de conocimiento
histórico, a la prueba, por intermedio de la cual las personas que intervienen en él intentan lograr precisiones acerca de la
hipótesis que constituye su objeto principal. MAIER, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, Del Puerto, t. I, p. 851.

2 MUÑOZ CONDE, Francisco, Búsqueda de la verdad en el proceso penal, Hammurabi, 2000, p. 33. El autor destaca
que el punto de partida de toda actividad jurídica es el hecho o caso que surge como problema de la realidad y que se
trata de subsumir en el supuesto de hecho de la norma jurídica. Para ello hay que empezar por constatar ese hecho tal
como se ha producido en la realidad; tarea que supone la reconstrucción de un hecho que no ha sido percibido
directamente por el juzgador, y es ya pretérito.

3 CAFFERATA NORES, José I., La prueba en el proceso penal, Depalma, 1988, p. 5.

4 Nuestra Suprema Corte tiene dicho en reiteradas oportunidades al respecto que "la exigencia de que las sentencias
judiciales tengan fundamentos serios reconoce raíz constitucional" (Fallos: 236:27, 240:160, 247:263), agregando que es
condición de validez de los fallos judiciales que ellos configuren "derivación razonada del Derecho vigente, con
particular referencia a las circunstancias comprobadas en la causa" (Fallos: 238:550, 244:521, 249:275) y descalificando
como arbitrarios a los pronunciamientos que no reúnen dicha condición.

5 ZWANCK, Carlos Alberto, voz Indicios, en Enciclopedia Jurídica Omeba, p. 487.

6 El ordenamiento anteriormente vigente a nivel federal, es decir el Código de Procedimientos en Materia Penal (ley
2372), establecía una definición en su art. 357: "Las presunciones o indicios en el juicio criminal, son las circunstancias

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y antecedentes que, teniendo relación con el delito pueden razonablemente fundar una opinión sobre la existencia de
hechos determinados".

7 LUGONES, Patricio L., La prueba indiciaria, en E. D., Suplemento de Derecho Penal y Política Criminal, del
29-2-2000.

8 CAFFERATA NORES, José I., Cuestiones actuales sobre el proceso penal, Del Puerto, 1997, p. 66. Advierte el autor
que esta circunstancia limita en la práctica la posibilidad de conocer la verdad, pues a la desgastante influencia que sobre
tales huellas tiene el paso del tiempo, se sumarán el peligro de errores en su percepción originaria, o de distorsión en la
transmisión e interpretación, o de su falseamiento.

9 LUGONES, La prueba indiciaria cit.

10 BONORINO PERÓ, Abel, Algo más sobre la prueba de presunciones e indicios en nuestro Código de
Procedimientos en Materia Penal, en L. L. 1989-E-942.

11 DE LA FUENTE, Javier E., Sobre la prueba de indicios, en L. L. 1999-F-701.

12 CAFFERATA NORES, José I., La prueba en el proceso penal, Depalma, 2001, p. 189.

13 SEYAHIAN-DARAY-RODRÍGUEZ, Código de Procedimientos en Materia Penal, Pensamiento Jurídico Editora,


1979, Libro Segundo, p. 301.

14 BONORINO PERÓ, Algo más sobre la prueba de presunciones e indicios en nuestro Código de Procedimientos en
Materia Penal cit., p. 942.

15 CAFFERATA NORES, La prueba en el proceso penal cit., 2001, p. 191. Se admite la legitimidad de la prueba de
indicios en tanto "se exige que los indicios aparezcan plenamente probados, en virtud de una actividad probatoria con
todas las garantías y de cuyo resultado se desprenda inequívocamente la certeza del indicio; en segundo lugar, se
requiere que entre los indicios probados y el hecho determinante de la responsabilidad penal exista un enlace, preciso y
directo, que de acuerdo con las reglas de la lógica y la experiencia pueda llevar a la conclusión de que siendo cierto el
indicio también lo es el hecho determinante de la responsabilidad; y, por fin, que en la sentencia se exprese el
razonamiento que ha conducido al tribunal a tener por probado que el hecho delictivo se ha cometido realmente y que el
acusado ha participado en su realización..." (Tribunal Constitucional español, sentencia 85/1999, del 10-5-99, recurso de
amparo 4779/1996). En la misma dirección se ha sostenido que "los criterios para distinguir entre pruebas indiciarias
capaces de desvirtuar la presunción de inocencia y las simples sospechas se apoyan en que: a) La prueba indiciaria ha de
partir de hechos plenamente probados; b) Los hechos constitutivos de delito deben deducirse de esos indicios, a través
de un proceso mental razonado y acorde con las reglas del criterio humano, explicitado en la sentencia condenatoria"
(Tribunal Constitucional español, sentencia 157/1998, 13-7-98, Sala Segunda, recurso de amparo 4460/1995).

16 Como criterio general, tenemos que un acto jurídico es válido cuando reuniendo todos los elementos o requisitos
nominados por la ley, encuéntrase jurídicamente habilitado para producir los efectos que ella abstractamente le asigna a
su especie; por el contrario, inválido es el que por defecto de tales elementos o requisitos está inhabilitado para lograrlos.
Conf. CREUS, Carlos, Invalidez de los actos procesales penales, Astrea, 2000, p. 1.

17 FRAMARINO DE MALATESTA, Nicolás, Lógica de las pruebas en materia criminal, Librería Editorial Gral.
Lavalle, 1945, p. 185.

18 ROCHA DEGREFF, Hugo, Presunciones e indicios en juicio penal, Ediar, 1988, p. 178.

19 DE LA FUENTE, Sobre la prueba de indicios cit., p. 705.

20 MUÑOZ CONDE, Búsqueda de la verdad en el proceso penal cit., p. 38.

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21 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 173.

22 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 174.

23 En tal sentido, "el engarce entre el hecho base y el hecho consecuencia ha de ser coherente, lógico y racional,
entendida la racionalidad, por supuesto, no como mero mecanismo o automatismo, sino como comprensión razonable de
la realidad normalmente vivida y apreciada conforme a los criterios colectivos vigentes" (Tribunal Constitucional
español, sentencia 189/1998, del 28-9-98, Sala Segunda, recurso de amparo 4691/1996).

24 FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 172.

25 FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 172. La cosa conocida que sirve
para indicar lo desconocido puede presentarse, bien como causa, bien como efecto; y tal cosa puede consistir en un
hecho interno de conciencia o en un hecho externo del mundo.

26 LUGONES, La prueba indiciaria cit.

27 FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 186.

28 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 179.

29 ZWANCK, voz Indicios cit., p. 488.

30 FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 174.

31 CAFFERATA NORES, La prueba en el proceso penal cit., 2001, p. 190.

32 FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 174.

33 Es así que "Si bien la tacha de arbitrariedad resulta de aplicación particularmente restringida cuando se ha invocado
el art. 13 del Código de Procedimientos en Materia Penal, toda vez que el estado de incertidumbre al que se refiere la ley
se desarrolla en el fuero interno de los magistrados como consecuencia de la apreciación de los elementos del proceso en
su conjunto, la tacha procede cuando el defecto en la fundamentación del fallo radica, precisamente, en la falta de
valoración unívoca de los indicios que componen el material probatorio" (CSJN, "Borthagaray, Carlos Rubén s/Robo en
concurso real con violación", rta. el 24-11-88, Fallos: 311:240; en el mismo sentido "Felicetti, Adalberto Gaspar Martín
s/Infracción a la ley N° 23.737", rta. el 11-5-93, Fallos: 316:937).

34 CAFFERATA NORES, La prueba en el proceso penal cit., 2001, p. 193. Al respecto, el autor cita: "La declaración
de certeza sobre la participación del imputado puede basarse no sólo en pruebas directas, sino también en elementos de
convicción indirectos, entre los que se destacan los indicios. Pero para que la prueba indiciaria críticamente examinada
conduzca a una conclusión cierta de participación, debe permitir al juzgador, partiendo de la suma de indicios
introducidos al debate, superar las meras presunciones que en ellos puedan fundarse y arribarse a un juicio de certeza
legitimado por el método de examen crítico seguido" (TSJ de Córdoba, 21-6-75, "Manavella", J. A. 1976-III-650).

35 PÉREZ BARBERÁ, Gabriel E., La prueba por indicios según los distintos sistemas de enjuiciamiento penal. Su
repercusión en la casación por agravio formal, en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, N° 4 y 5, Ad-Hoc, p.
406. El autor apoya su aserto con una resolución del TSJ: "Como la fuerza probatoria del indicio reside en el grado de la
relación que revela entre un hecho conocido (el indiciario), debidamente acreditado y otro desconocido (el indicado)
cuya existencia se pretende demostrar, será menester que el primero no pueda sino ligarse al segundo. Es lo que se llama
'univocidad' del indicio. Por el contrario, si el hecho indiciario admite una explicación compatible con otro hecho,
además del indicado, la relación entre ambos será contingente. Es lo que se llama 'indicio anfibológico'. Sólo el indicio
unívoco podrá producir certeza, mientras que el anfibológico, tornará meramente probable el hecho indicado y no
permitirá basar en él la sentencia condenatoria" (TSJ de Córdoba, sent. 21, del 19-12-88; en el mismo sentido TSJ de

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Córdoba, Sala Penal, "Ramírez", sent. 41, del 26-12-84).

36 Es así que se ha resuelto: "Corresponde dejar sin efecto la sentencia que absolvió al acusado del delito de
adulteración de documento público destinado a acreditar la identidad de las personas, incurriendo en falta de valoración
unívoca de los indicios que componen el material probatorio y, además, en la creación artificial de supuestas exigencias
para aceptar a aquéllos como tales, y de contraindicaciones que neutralizarían su vis probatoria, sustentadas en
razonamientos forzados y absurdos" (CSJN, "Delano, Luis Alberto s/Adulteración de documento de identidad [art. 292
del Cód. Penal]", rta. el 26-12-89, Fallos: 312:2507).

37 DE LA FUENTE, Sobre la prueba de indicios cit., p. 705, con cita de MITTER-MAIER, Karl, Tratado de la prueba
en materia criminal, Hummurabi, 1979, p. 482. En la misma dirección se ha entendido que "podremos afirmar que se ha
vulnerado el derecho a la presunción de inocencia por falta de prueba de cargo cuando la inferencia sea tan abierta que
en su seno quepa tal pluralidad de conclusiones alternativas que ninguna de ellas pueda darse por probada" (Tribunal
Constitucional español, sentencia 189/1998, del 28-9-98, Sala Segunda, recurso de amparo 4691/1996).

38 DÍAZ CANTÓN, Fernando, El control judicial de la motivación de la sentencia penal, en MAIER, Julio B. J.
(comp.), Los recursos en el procedimiento penal, Del Puerto, 1999, p. 73.

39 PÉREZ DEL VALLE, Carlos, Teoría de la prueba y Derecho Penal, en Cuadernos Luis Jiménez de Asúa, Dykinson,
1999, p. 10. El autor concluye en que pese a que sería posible una valoración intuitiva de la prueba sustancialmente no
arbitraria, no cabría una transmisión de la valoración no arbitraria sin un método racionalmente discursivo.

40 Por ejemplo, en el sistema jurídico español, este concepto radica en aplicar correctamente el art. 741 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, de acuerdo con las necesarias exigencias de racionalidad, esto es, de acuerdo con las
exigencias que derivan de los arts. 24.2 (derecho a la presunción de inocencia) y 120.3 de la Constitución (motivación de
las sentencias), sin olvidar que en el art. 9.3, "La Constitución garantiza [...] la interdicción de la arbitrariedad de los
poderes públicos", entre los que se encuentran, evidentemente, los órganos jurisdiccionales. Conf. VALLEJO, Manuel
Jaén, La prueba en el proceso penal, Ad-Hoc, 2000, p. 30.

41 Al respecto podemos ejemplificar con el siguiente decisorio: "La falta de concordancia con las reglas del criterio
humano -la irrazonabilidad- se puede producir tanto por la falta de lógica o de coherencia de la inferencia, en el sentido
de que los indicios constatados excluyan el hecho que de ellos se hace derivar o conduzcan naturalmente a él, como por
el carácter no concluyente por excesivamente abierto, débil o indeterminado. Como subraya la STC 174/1985, cuando la
única prueba practicada es la indiciaria puede surgir el problema de si nos encontramos ante una verdadera prueba de ese
tipo, es decir, ante una actividad que conduce razonablemente a dar por cierto unos hechos determinados que incriminan
al acusado, o si las conclusiones a que se pueda llegar por esta vía no pasan de ser sospechas o datos de los que se
desprenden visos o apariencias más o menos acusadoras de que una persona ha podido cometer un delito, pero que no
constituyen una base suficientemente firme para que de ellas pueda inferirse razonablemente la culpabilidad del acusado,
y no suponen, por tanto, una prueba de cargo capaz de desvirtuar la presunción de inocencia consagrada por la
Constitución [...] Se trata, expresado en negativo, del rechazo de la incoherencia, de la irrazonabilidad, de la
arbitrariedad y del capricho lógico, personal y subjetivo, como límite y tope de la admisibilidad de la presunción como
prueba" (Tribunal Constitucional español, sentencia 189/1998, del 28-9-98, Sala Segunda, recurso de amparo
4691/1996).

42 MITTERMAIER, Tratado de la prueba en materia criminal cit., p. 482. En igual sentido se ha decidido que "en los
casos en que los testigos no proporcionan una prueba directa sobre los hechos que fundamentan la acusación, o ésta no
es unívoca, la convicción del Tribunal de Instancia se debe formar sobre la base de una deducción ajustada al criterio
racional o, lo que es lo mismo, a las reglas de la lógica y a los principios de la experiencia" (Tribunal Supremo español,
sentencia del 21-1-98).

43 CAFFERATA NORES, La prueba en el proceso penal cit., 2001, p. 190. El autor ejemplifica tal relación en tanto la
sola tenencia de la res furtiva no importa, en sí misma, prueba alguna acerca de que su tenedor sea el ladrón. Pero si a
aquélla se la enfrenta con una regla que enuncie "quien roba una cosa, ordinariamente, la conserva en su poder", la

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conclusión de que de la relación de ambas se obtenga puede presentar valor conviccional.

44 DE LA RÚA, Fernando, La casación penal, Depalma, 1994, p. 49.

45 CAFFERATA NORES, La prueba en el proceso penal cit., 2001, p. 205.

46 PÉREZ BARBERÁ, La prueba por indicios según los distintos sistemas de enjuiciamiento penal. Su repercusión en
la casación por agravio formal cit., p. 415.

47 Como ejemplo de lo expuesto, se ha decidido que "Corresponde dejar sin efecto la sentencia que absolvió al
imputado del delito de lesiones culposas, haciendo prevalecer indebidamente sus dichos respecto del cuadro indiciario
reunido a partir de las circunstancias de tiempo, lugar y modo en que fue aprehendido, máxime cuando su
comportamiento durante los hechos y después de ellos no puede interpretarse como el de alguien ajeno a su comisión"
(CSJN, "Ormaechea, Juan Carlos s/Lesiones culposas [art. 94 del CP]", rta. el 26-3-91, Fallos: 314:174).

48 MUÑOZ CONDE, Búsqueda de la verdad en el proceso penal cit., p. 86.

49 GHIRARDI, Olsen A., Modalidades del razonamiento judicial, en El razonamiento judicial, Advocatus, 2001, p. 27.

50 DÍAZ CANTÓN, El control judicial de la motivación de la sentencia penal cit., p. 68.

51 LUGONES, La prueba indiciaria cit.

52 Por lo tanto, "La eficacia de la prueba de indicios depende de la valoración conjunta que se haga de ellos teniendo en
cuenta su diversidad, correlación y concordancia, pero no su tratamiento particular, pues, por su misma naturaleza, cada
uno de ellos no puede fundar aisladamente ningún juicio convictivo, sino que éste deriva frecuentemente de su
pluralidad" (CSJN, "Veira, Héctor Rodolfo s/Violación, etc.", rta. el 24-4-91, Fallos: 314:346).

53 LUGONES, La prueba indiciaria cit. En el mismo sentido se ha sostenido que "La confrontación crítica de todos los
indicios resulta inexcusable para poder descartarlos, por lo que la supuesta ambivalencia individual de cada uno de ellos
que no permitiría adquirir la certeza para condenar, es un fundamento sólo aparente, que convierte en arbitraria la
sentencia portadora de ese vicio" (CSJN, "Silva Trujillo, Justiniano y Malfigliaccio, Carmelo Alfredo s/Estafa y
falsificación de instrumento por querella de José Cartellone. Construcciones Civiles SA", rta. el 26-2-91, Fallos:
314:83).

54 MORELLO, Augusto M., El peso de los "indicios" y la valoración de la prueba de presunciones en el delito de
violación, en L. L., Suplemento de Jurisprudencia Penal del 23-2-98. Agrega el autor que es indebida fractura y
dispersión interpretar los indicios aisladamente, porque el intérprete de la prueba le atribuye al conjunto la aparente
debilidad de lo que quedó desarticulado, por tratarse de un examen incompleto la anemia que podría exhibir cada
indicio, contrariamente, de ser aprehendidos en visión totalizadora, cobra un nuevo espesor y su verdadera y definitiva
significación.

55 LA SALVIA, Iris Edith, Los procesos lógicos en la valoración de las pruebas, en L. L. del 7-10-98.

56 ZWANCK, voz Indicios cit., p. 491.

57 MITTERMAIER, Tratado de la prueba en materia criminal cit., p. 483.

58 Así lo ha dicho en reiteradas oportunidades nuestra Corte Suprema: "...frente a las pruebas, indicios y presunciones
[...] la conclusión adoptada por la cámara fue posible merced a una consideración fragmentaria y aislada de tales
elementos, incurriéndose en omisiones y falencias respecto a la verificación de hechos conducentes para la decisión del
litigio, lo que impidió una visión en conjunto de la prueba recurrida, que descalifica el fallo como acto judicial válido
(Fallos: 311:948)" (CSJN, "Vera Rojas, Rolando", rta. el 15-7-97). "Corresponde dejar sin efecto la sentencia, si su

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conclusión de que los indicios y presunciones no probarían el acuerdo entre los procesados para matar, y la intervención
personal de la mujer en la ejecución de esa acción sólo fue posible por haber considerado aquéllos en forma
fragmentaria y aislada, incurriendo en omisiones y falencias respecto de la verificación de hechos conducentes para la
decisión del litigio, prescindiendo de una visión de conjunto y de la necesaria correlación de los testimonios entre sí y de
ellos con otros elementos indiciarios" (CSJN, "Martínez, Saturnino y otras s/Homicidio calificado", rta. el 7-6-88,
Fallos: 311:948).

59 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 173. El autor agrega que el punto de vista del
conjunto ilumina los elementos, y a menudo una circunstancia adquiere valor cuando se relaciona con el conjunto y se la
sitúa en medio de los demás hechos.

60 LA SALVIA, Los procesos lógicos en la valoración de las pruebas cit.

61 MORELLO, El peso de los "indicios" y la valoración de la prueba de presunciones en el delito de violación cit.

62 PÉREZ BARBERÁ, La prueba por indicios según los distintos sistemas de enjuiciamiento penal. Su repercusión en
la casación por agravio formal cit., p. 408.

63 MITTERMAIER, Tratado de la prueba en materia criminal cit., p. 480.

64 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 175. El autor ejemplifica esta situación al decir
que una suma puede hacer que distintas fracciones de un sexto se forme un entero, pero la fracción de un sexto,
considerada en sí misma, no puede convertirse en fracción de un cuarto, únicamente por encontrarse en compañía de otra
fracción mayor.

65 CAFFERATA NORES, La prueba en el proceso penal cit., 2001, p. 193; con cita de Núñez, el autor aclara que una
sentencia que funde la convicción del tribunal en elementos de significación probatoria dubitativa es ciertamente
arbitraria, porque es arbitraria la conclusión única que se extrae de lo dubitativo, por numerosos que sean los elementos
de juicio dubitativos.

66 (BGH NStZ 83, 133), citado por ROXIN, Claus, Derecho Procesal Penal, Del Puerto, 2000, p. 106.

67 FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 187.

68 VÉLEZ MARICONDE, Alfredo, Los principios fundamentales del proceso penal según el Código de Córdoba, en J.
A. 1942-IV-43. Es natural que el juez, agrega el autor con cita de Allegra, no esté obligado a repetir o criticar de
cualquier modo los elementos contrarios; pero a veces para examinar y valorar los favorables a su conclusión ha de
ponerlos necesariamente en contraste; cuando esto ocurra, es evidente que no puede olvidar los primeros, si la
motivación debe ser apreciada como "el fruto de una elaboración personal del juez".

69 DÍAZ CANTÓN, El control judicial de la motivación de la sentencia penal cit., p. 80. Cuando al final de este
proceso de conocimiento el juez aventura unos hechos como probados, habrá formulado a su vez una hipótesis acerca de
la forma en que los mismos tuvieron lugar. Una hipótesis probabilística, como consecuencia de que la inferencia
inductiva de la conclusión va más allá de las premisas, aporta algo que no está contenido necesariamente en éstas y
supone, en esa medida, un cierto salto hacia adelante.

70 CAFFERATA NORES, Cuestiones actuales sobre el proceso penal cit., p. 69. Ello nos habla a las claras de la
igualdad de poderes con que debe contar la defensa en relación con la acusación. En tal sentido, citando a Mittermaier,
el autor aclara que las controversias judiciales fácticas pueden ser concebidas como disputas entre hipótesis explicativas
contradictorias -una que incluye la tesis de la culpabilidad y otra la de inocencia del acusado-, pero ambas concordantes
con las pruebas recogidas. Y la tarea del investigador judicial es eliminar el dilema a favor de la hipótesis más simple,
dotada de mayor capacidad explicativa, que mayores controles ha superado favorablemente y sobre todo compatible con
el mayor número de pruebas y conocimientos adquiridos con anterioridad. Es que en el proceso por acusación, la

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investigación de la verdad se hace por vía de síntesis.

71 FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 182.

72 ZWANCK, voz Indicios cit., p. 491. Este punto ha llevado a concluir en que "Corresponde dejar sin efecto la
sentencia que no explicó, según las reglas de la sana crítica, qué otra interpretación distinta era posible otorgar a los
indicios oportunamente propuestos por el querellante para poder, a pesar de ser susceptibles de influir en el resultado,
restarle valor ante las respuestas volcadas en los dictámenes periciales" (CSJN, "Ahuad, Alfredo Héctor s/Inf. art. 84 del
Código Penal", rta. el 4-7-89, Fallos: 312:1141).

73 LUGONES, La prueba indiciaria cit.

74 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 178.

75 COPY, Irving, Introducción a la lógica, Eudeba, p. 61. Aquí el autor desarrolla las falacias de atingencia y en
especial la de conclusión inatingente, la que tiene lugar cuando un razonamiento que se supone dirigido a establecer una
conclusión particular es usado para probar una conclusión diferente; lo cual podría darse en el caso en que tomamos
indicios faltos de congruencia, con los cuales no podríamos nunca arribar a una conclusión incriminatoria, no obstante lo
cual, a través del énfasis puesto en la sola presencia de dichos elementos, se llega a un pronunciamiento condenatorio.

76 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 176. Los juristas napolitanos intentaron construir
sobre esa pragmática la teoría que determina los criterios según los cuales hay que reconocer, en los casos prácticos, las
condiciones en que el concurso de la prueba por indicios indudables es suficiente para condenar al patíbulo.

77 ROCHA DEGREFF, Presunciones e indicios en juicio penal cit., p. 174, citando a Rittler.

78 VIRGOLINI, Julio y SILVESTRONI, Mariano, Unas sentencias discretas. Sobre la discrecionalidad judicial y el
Estado de Derecho, en Revista de Derecho Penal, N° 2001-1, Garantías constitucionales y nulidades procesales - I,
Rubinzal-Culzoni, p. 284.

79 BACIGALUPO, Enrique, Técnica de resolución de casos penales, Hammurabi, 1990, p. 42.

80 Resultaría ilegítimo porque transgrediría el principio de legalidad, por el cual la ley misma tiene que describir de un
modo exhaustivo la materia de la prohibición mediante la indicación de las diversas características de la conducta
delictiva (conf. WELZEL, Hans, Derecho Penal alemán, Editorial Jurídica de Chile, 1993, p. 59). Es que el tipo penal
contiene una precisa definición del "modelo de conducta" de cada hecho punible, por lo cual los hechos investigados en
las actuaciones no pueden estar direccionados a conformar el tipo, sino que tal análisis es precisamente a la inversa, es
decir, los elementos objetivos y subjetivos de la conducta comprobada deben coincidir con la materia de prohibición de
las disposiciones penales.

81 BACIGALUPO, Enrique, La impugnación de los hechos probados en la casación y otros estudios, Ad-Hoc, p. 82.

82 En ese sentido se llegó a afirmar que el indicio cuenta con un modelo silogístico que consta de una premisa mayor,
que tiene por contenido un juicio específico de causalidad (que se da por la experiencia, por el ordinario modo de ser y
de obrar de la naturaleza); una menor (el hecho indiciario), que afirma la existencia de un sujeto particular que se
contiene en el sujeto específico de la mayor; y una conclusión que atribuye al sujeto particular en cuestión el predicado
atribuido en la mayor al sujeto específico. En esa conclusión es donde se funda propiamente el argumento probatorio.
FRAMARINO DE MALATESTA, Lógica de las pruebas en materia criminal cit., p. 172. Aclara el autor que el juicio
verdaderamente genérico de causalidad es el principio mismo de causalidad: todo efecto supone una causa. El juicio de
causalidad, expresado en la premisa mayor del raciocinio indicativo, sólo expresa propiamente la relación entre una
especie de causas y una especie de efectos.

83 BONORINO PERÓ, Algo más sobre la prueba de presunciones e indicios en nuestro Código de Procedimientos en

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Materia Penal cit., p. 942.

84 ZWANCK, voz Indicios cit., p. 490, citando a Toullier.

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